el reverso 13

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Fanzine EL REVERSO: año 4 / número 13 / Buenos Aires, Argentina 2020 Arte, diseño e ilustraciones: KB ediciones Autor: Miguel Angel Fuchs

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Cuando le arreglo la vida a los demĂĄs algo de la mĂ­a se rompe.

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Como si un cristal tomara conciencia de su materia, cuando empiezo a caer me siento frรกgil, justo antes de partirme contra el suelo.

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Descubrí que tengo un diente de más oculto en la mandíbula una parte que no quiere destrozar la carne ser la fuerza inconsciente que aprieta la boca por las noches, una pieza inútil en este mundo que permanece en la oscuridad como las palabras que se enfrentan en un libro cerrado.

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Ahora pesa mรกs mi garganta que mi cuerpo, ahora es mรกs fรกcil mover lo liviano ahora no tengo mรกs que decir solo queda bailar.

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No sé cómo funciona la expansión dentro de mi cuerpo siento dolores que se reflejan en otros lados.

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Quiero saber a qué velocidad crecen las uñas de mis dedos, cuánto pesa mi mano, cuántas veces me romperé los dientes apretándolos por las noches ¿Cuál será mi última pregunta?

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La palabra que dije sin saber si existe o no, el origen de la risa al llanto y viceversa, la mutaciĂłn de las distancias pasa por el cuerpo como si te abrazara por Ăşltima vez la tormenta.

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Si todavía hablo todavía escribo todavía respiro todavía duele.

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No conté las veces que lloré ni las veces que fui feliz, jamás calculé cuántos movimientos hace mi pecho la respiración es involuntaria ¿qué palabras son solo un diario personal y con cuáles puedo salir a mentir y en la respiración ser el ritmo de un respirador artificial?

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1 ¿Cómo saber qué parte abrir para que la luz del sol que entra por la ventana alcance a mi corazón? ¿Si abro la boca hasta dónde llegará? ¿En qué lugar de mi garganta empieza la completa oscuridad? 2 ¿Cómo reflejaría la luz artificial del quirófano sobre el ritmo de mis latidos? ¿Acaso arrepentido el sol bajará hasta al cajón, atravesando la tierra?

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Vuelvo a sentir que nada es lo que siento.

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Una familia camina y se pierde sobre el valle de la luna roja. Los hijos se toman de la mano, juegan con la idea de girar en círculos. La mirada de los adultos esconde el miedo entre las espinas. Los cuerpos pasan como bailando, el sol desatura los colores de las huellas que dejó el agua de la última tormenta. Señalando la manera de volver al inicio abrió con su insistencia líquida el camino hacia abajo acomodando la materia en su lugar.

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Entre los muros de baldes boca abajo coloca sus soldados sobre la arena, un castillo vigila aviones y camionetas de plĂĄstico. Me mira a los ojos y describe el entrenamiento que necesitaron sus hĂŠroes para ser fuertes: es la manera que encontrĂł para hablar de sus padres, que lo cuidan con la mirada.

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El agua choca antes de caer por la cascada y su ruido es el encuentro casual de los colores repitiendo el mantra.

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La selva cura de apoco las heridas del pavimento que la atraviesa, no tiene rencor sobre las cicatrices sabe cĂłmo transformarse a sĂ­ misma.

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Excepto el ser humano ningún animal come lo que no entra en su estómago - dijo el guía de la excursión mientras escucho la lluvia golpear sobre mi cuerpo y pasamos por debajo de una tela de araña que abarca el ancho del camino. Tus palabras no alcanzaron para evitar que agache el cuerpo como esquivando a la muerte. Te divierte verme sufrir, es tu forma de matar aunque no tengas hambre.

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La luz que atraviesa el río llega solo hasta cierto punto, hay peces que adaptaron su cuerpo volviéndose más grandes. No se puede esperar que el sol ilumine más en el futuro o que el agua se transparente para sobrevivir.

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Una llama blanca sube de forma horizontal hasta esfumarse en el cielo, a mi lado aparecen dos curas con sotanas negras, posan y se sacan una selfie haciendo foco en la garganta del diablo.

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El ave azul movió sus alas para esquivarme, sentí el aire golpear mi cabeza, sonar como una locomotora cuando recién arranca. Ahora un colibrí pasa cerca con disparos continuos ametralla mi oído por un segundo, y se va como buscando algo que perdió pero que necesita con urgencia. Al atardecer el helicóptero gira haciendo que las nubes me atraviesen moviendo el centro de gravedad que tiene todo cuerpo y en silencio ejerce fuerza hacia la tierra

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Empujada por el viento el agua golpea fuerte y como aviones suicidas muchos pรกjaros se dejan caer en la neblina de la garganta de esta catarata que abre su boca apuntando al cielo.

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Me voy, imaginando la luna temblar sobre el rĂ­o que se bifurca sobre la soledad del viaje, lo que da placer se repite y lo que no, se cambia.

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Permanecer en el abismo de Las Cataratas, no dejar el fuego constante, de la piedra que resiste. Necesito ver el agua caer, una y otra vez, caer y resistir. Una manera de amar es querer quedarse para siempre.

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