Fanzine EL REVERSO: año 3 / número 10 / Buenos Aires, Argentina 2019 Arte, diseño e ilustraciones: KB ediciones Autor: Miguel Angel Fuchs
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Quisiera saber cuál es la distancia que determina si estoy con vos o no. ¿Alcanza con vivir en la misma ciudad? ¿Será suficiente escuchar tu voz?
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Acomodo muebles y limpio los rincones de mi casa sĂłlo porque venĂs hoy trato de falsificar mis desĂłrdenes, intento hacerte sentir bien.
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Los dos acostados en una misma posiciĂłn. En tu espalda una pared limita el deseo de saber si a esta distancia podĂŠs percibir mi cuerpo de ladrillo hueco intentando derrumbarse hacia vos.
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Intento imaginar el lugar para las ventanas que dejarĂan pasar la luz del invierno.
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Una pareja de colibrís sobre unas flores violetas emiten un sonido como si hablaran entre ellos, un abejorro gira alrededor mío y el temor de lo que podría pasar puede más que la belleza de lo que está pasando.
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El agua todo lo recorre y el paraguas soporta cierto peso hasta quebrarse.
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No sé cuáles son las mejores condiciones ni cómo deben hacerse las cosas, sólo hice un pozo con las manos. ¿Cuánto tiempo pasa entre un entierro y el primer brote?
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El mĂşsico toca la canciĂłn que te gustaba desde ese momento intento armarte en mi cabeza busco en los pasajeros una mirada que me ayude a encajar las partes pero de tu voz no hay registro y ninguna de las formas posibles que logro construir es la tuya.
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Mi habitaciรณn estรก a tres metros del suelo, a cuatro de las cloacas, el olor llega y de nada sirve calcular la distancia que nos separa.
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El recuerdo de tu voz como un carbรณn encendido se consume en cada respiraciรณn hasta que ya no pueda reconocer de dรณnde viene el olor a carne quemada.
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Las vías oxidadas por el paso de los años y el cielo del mismo gris que las piedras que lo cubren todo debajo del tren que pasa a una velocidad que no sé medir.
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Se apaga la luz del pasillo y esta oscuridad tan previsible nunca deja de sorprenderme. Escucho el mismo eco entre piso y piso, la televisiรณn, un perro que ladra y voces. En la terraza las hormigas recorren las plantas el sol calienta el agua de la pileta los broches sobre la soga sin nada que sostener.
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Sin distinguir dónde empieza la cicatriz y termina mi cuerpo no dejé de tocar esa marca la acaricié recordando una pérdida un intento fallido.
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Miro mi celular sin saber que el sol dejรณ de quemar y su luz viaja a la tierra para producir algo de brillo durante ocho minutos que es lo que tardarรก en apagarse. Lo que me afecta siempre es algo que ya pasรณ y era imposible de prevenir.
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ÂżDesea guardar los cambios? Confundo la clave personal de mi computadora con la del trabajo. Los gestos del cuerpo se repiten sobre teclas negras. Quiero ser otro pero las palabras no son vĂĄlidas para llenar los espacios vacĂos.
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Mato el tiempo uniendo formas, con la ilusiĂłn de avanzar sin perder una vida para conseguir mejoras geniales. Quisiera que mis dĂas tengan la naturalidad con la que enfrento las dificultades en este juego.
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En internet recomiendan abrazar durante veinte segundos para enfrentar la tristeza y tambiĂŠn es el tiempo que tarda la sangre en recorrer un cuerpo entero. ÂżCĂłmo aferrarse a una gota?
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Quisiera tocar la realidad pero los pensamientos se apoyan sobre las partículas más ínfimas que escapan a la luz ¿estoy en algún lugar? hay una diferencia entre mis deseos y la manera en que hago las cosas que derrama hacia adentro lo que se acumula.
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Agarrás de la mochila los auriculares ¿Qué parte es esta? ¿Dónde está su extremo? Con movimientos inconexos los cables se te cruzan, acostumbrado repetís los gestos que de nada sirvieron. En silencio desenredás la situación sonreís y pensás todo ordenado por nombre.
Su cuerpo boca abajo la cabeza cubierta el pelo que la deforma. La resistencia del piso frena el tiempo en este museo, quisiera acostarme sobre el frĂo de la piedra que la determina.
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Reconozco la figura humana en cada detalle de los músculos, la perfección de la escala y los gestos. En sus ojos un agujero que va hacia adentro del cuerpo ¿no es eso una mirada? las sombras necesarias para simular la oscuridad de la pupila en el mármol blanco.
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En el escenario espera el contrabajo acostado, parece un Botero, pienso mientras el piano es atacado por esqueléticos micrófonos surrealistas. Los parlantes dispuestos con la intención de hacer vibrar todo lo rígido sin que se quiebre.
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En una pelĂcula alemana el gesto de un dedo recorriendo el cuello como el filo de una navaja. Recuerdo a mi papĂĄ diciendo ÂĄcaput! y su forma de mirar, de pararse frente a otro. Busco la parte que me une a la herencia imperceptible.
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Un día llegué hasta la punta, durante unas horas miré el agua el atardecer cambió las sombras, algunos amigos gritaban buscando otra forma de empujarme, ahí arriba estaba solo no sé cuándo se aferra el miedo, ni cómo se suelta.
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Mi hermana cuanto más incómoda se siente con más fuerza se ríe, hasta se equivoca a propósito para poder lanzar sus carcajadas, es su manera de esconderse como un submarino que con su radar emite un eco que rebota en todo y reconoce las distancias necesarias para evitar el choque con otros cuerpos.
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Keila Recuerda cada momento en las que fueron tomadas las pocas fotos que tiene con su padre, el hermano menor le mandó el que era su juguete preferido un trompo de plástico que al girar emite lucecitas de colores, su hermana le dijo que quisiera tener más anécdotas de cuando eran niñas y su madre le escribió una carta para fin de año, le pide que no deje de ser colombiana.
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Paso por la obra en construcción y miro las maquinarias trabajar, ¿Cuánto cambiará hasta que vuelva a pasar? Me atrae la idea de que nunca terminen, de que siempre pueda sentir este entusiasmo por lo que falta.
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Pedaleo y mi cuerpo se reconstruye en el movimiento arriba los รกrboles se acurrucan sobre las luces dividiendo en partes el brillo.
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