El cuerpo mutante

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EL CUERPO MUTANTE UNA PERSPECTIVA NO-CIENTÍFICA DEL CAPITALISMO Y DEL VIRUS EN PRIMERA PERSONA

por Mikhaíl Vera


“Nosotros, es menester confesarlo, tenemos un amor innato a nuestro cuerpo, del cual nos ha sido confiada la tutela” Séneca Octubre 2020 Algo ya dicho por la filosofía y comprobado por la ciencia es que la naturaleza cambia, que la naturaleza es cambio, evocando al griego Heráclito de Éfeso: nadie se baña dos veces en un mismo río. La ciencia lo ha confirmado con la teoría de la evolución de las especies de Darwin. Vale aclarar que se suele distinguir evolución de mutación, mientras la primera se asocia a mutaciones de adaptación generación tras generación (según ella el largo del cuello de las jirafas se debe a la altura de los árboles) la segunda alude a un fenómeno que modifica el material genético repentinamente (radioactividad, virus, manipulación genética, etc.) Si en el s. XIX se hubiera sabido más de otro mundo pequeño, el de los virus, la separación entre ambos conceptos probablemente no sería tan extensa. Pues hoy no faltan quienes arguyen que los virus, lejos de la visión negativa original que les atribuyeron (supuestamente como vehículos de muerte) fueron, de hecho, grandes formadores de la vida conocida en el planeta. Una razón para pensarlo de ese modo es que hay tantos virus diferentes entre sí como especies animales, y estos animales conviven con aquellos virus, en adaptación, y no sin conflicto (cualquier parecido a la vida no es casualidad). Los virus (y los retro-virus) esas “cosas diminutas” que ni siquiera se consideran vivas, según algunas teorías recientes podrían ser claves para comprender la evolución de simio a humano. Admiten en una de las revistas de ciencia más prestigiosas: (los virus) “constituyen una parte integral de la virosfera con repercusiones en

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la diversidad, evolución e incluso la salud humana” (1)

Mientras en la sociedad liberal se calculan los días a cuenta-gota para para volver a trabajar, y se difunde la existencia de grupos de riesgo, ni siquiera se discute que también hay sujetos de contagio. La solución planteada por la sociedad capitalista a la propagación del virus del nuevo sars consiste en aislar únicamente a sujetos de riesgo, y no a quienes pueden andar por ahí libremente contagiando, mientras ni siquiera se piensa una palabra para los segundos, es ésta una sociedad egoísta. Más ¿qué significa ser “sujeto de contagio”? Éste es quien sin presentar síntomas puede transmitir el virus, es decir que trasladan un “bicho” como se dice popularmente, el cual vive en nosotros, que ha hecho de nuestro cuerpo su huésped, que intercambia información con nuestras células. Es decir, un virus mutante en cuerpos que ya eran mutantes (por el glifosato, por los alimentos genéticamente modificados que introducimos en nuestros organismos, etc.) ahora sumado un virus cuyo origen es incierto, aunque se sabe (en realidad se sospecha) que no data de este año (covid 19 memora al anterior) y que cuya mutación del virus del sars (2004) se debe a las condiciones de hacinamiento de múltiples animales y la destrucción de los hábitats naturales donde se hallaban “dormidos” los virus, aunque también hay quienes recuerdan que Wuhan cuenta con un laboratorio a apenas kilómetros de donde se originó la pandemia... Cuando empecé a sentir el virus en mi cuerpo éste último tuvo la sabiduría de comunicarme que no comprendía lo que estaba ocurriendo. Al principio la fiebre me impidió pensar correctamente, tras la mejoría apenas dos días después concluí erróneamente “ok esto fue una gripe” al mismo tiempo que algo en el cuerpo advertía todo lo contrario: mientras al teléfono del gobierno repetía la propaganda: (si puede respirar) “quédese en casa”, mi cuerpo comenzaba a pasarme la factura por aceptar finalmente al intruso: fatiga. El extraño había ingresado en mi cuerpo y éste todavía armaba su hogar. Entonces comprendí que lo que había pasado fue que me convertí en huésped y que ahora era el refugio 2


de un virus, aunque yo me sintiera invadido por un ‘bicho’ más parecido al que colocan en el pupo de Neo los agentes en la película Matrix. Ahora yo era (además de ‘desviado’, con una vida en parte fragmentada gracias a internet), un poco más mutante.

Fue cuando comencé a incorporarme a la “nueva normalidad” que me encontré con una sociedad diferente. Había marchas en el obelisco por partidos de derecha reclamando libertad (de contagio) y en defensa de la propiedad privada, en tanto nadie advertía que pudiera haber entre ellas personas a-sintomáticas, “sujetos de contagio” como yo les llamo y sobre todo que nadie exhortara a esas personas (yo incluida) a que nos aisláramos para evitar contagiar. Pareciera que la única solución en boga es la que propone el liberalismo; encerrar a los sujetos de riesgo. En mis cavilaciones de mutante a +mutante también tuve tiempo de observar que otras personas se disponían al apoyo mutuo: mientras una parte de la sociedad pedía abrir la cuarentena, envalentonar a la clase media alta y a la policía, otra clase, la de lxs pobres, se organizaba en ollas populares. Y mientras un sector de la clase empresarial agropecuaria provocaba incendios en el delta, al mismo tiempo asociaciones ambientalistas y vecinos salían de a decenas a apagar los incendios. Dicen que el virus saca lo peor y lo mejor de la gente; estoy de acuerdo con ese pensamiento. Cuando pienso qué es lo mejor y lo peor que le dejó el virus a mi único cuerpo, el resultado negativo es que el virus con su consecuente aislamiento generó el caldo de cultivo en el salto a una mayor hiper-conectividad. Enhorabuena Elon musk anunció que será posible “controlar dispositivos telepáticamente y hasta para almacenar una copia digital del cerebro” (2). Marx sostenía que no piensa igual quien nace en un Palacio en relación a quien nació en una choza: igualmente no pensará del mismo modo alguien con un cuerpo en relación a alguien sin uno (así lo sugirió mi amiga ambientalista alejada del feminismo: T. X.)

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Elon musk debió enterarse que el cuerpo piensa y no solamente hace ruido cuando tenemos hambre: también habla (mejor dicho, comunica) en su propio lenguaje. Cuando hay algo extraño en él, reacciona con fiebre. Y mi cuerpo me ha dicho un secreto acerca de este virus: no se parece a nada antes visto. También que si la vida continúa no es gracias al desarrollo tecnológico, ni a los economistas liberales que únicamente piensan en el déficit fiscal, sino gracias a la naturaleza que se abre camino y halla el modo de seguir, junto a los virus y también a pesar de todos ellos. De igual modo concluí respecto al apoyo mutuo, la libertad y la felicidad: éstas se desarrollan a pesar de ese virus que es el capitalismo que llama a olvidar al cuerpo y pensar únicamente en estadísticas, que sugiere encerrar algunos para que otros vayan al trabajo. Ojalá las cabezas también pudieran “mutar con el virus” como propone Paul Preciado (3) aunque hemos visto que algunos tan sólo empeoran su actitud egoísta, de ahí que sin tomar las conclusiones pertinentes la sociedad se conduzca hacia su autodestrucción. El lado bueno del virus fue que, en un primer momento, aislados en nuestros refugio-hogares tuvimos la oportunidad de hacer mutar las cosas mientras mutamos nosotros mismos, escuchar la voz interior decían algunos medios. Prefiero pensar que debemos escuchar la voz de todas las partes del cuerpo (y no solamente la del pensamiento racional, que algunos ubican en el hemisferio derecho del cerebro) después de todo el cuerpo es parte de la naturaleza. Y en la naturaleza el cambio lo es todo. Notas: 1) https://www.investigacionyciencia.es/noticias/el-virus-de-mayor-tamao-11907 2) https://www.infobae.com/america/tecno/2020/08/29/neuralink-elonmusk-presento-su-plan-para-implantar-chips-en-el-cerebro/ 3) https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html

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Artículo escrito originalmente para el medio CLP, luego parte del fanzine “CAOS-COVID” (2021), Ed. MEFAME Buenos Aires, Argentina.

Foto de portada: Andrés Ramm Redes sociales: @Mikjail_vera (Ig)

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