Leer contra la nada

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Leer contra la nada Estamos repletos, inundados de sonidos, colores, ideas y sabores, de ahí que vivamos en la sociedad de los filtros, donde una imagen retocada es la mayor muestra de esa nada, de ese vacío cultural y emocional que se intenta pixelar. En tiempos de digitalización, de comunicación instantánea y de autoflagelación por no haber contestado inmediatamente ese mensaje de correo o WhatsApp buscar ese momento egoísta de lectura resulta toda una provocación. Pero volvamos al concepto de la nada, a la soledad, a abrir nuestra red social y comprobar que no, nuestra currada reflexión del día ni la foto con outfit de ocasión han logrado la viralización que tanto se ansía. Esa nada busca la constante aceptación, el pertenecer a ese club sin importar la sobreexposición. Esto es leer contra la nada para mí, leer no un libro, ese concepto me hace pensar en lo material, yo mejor diría leer una historia y que caiga en el vacío, que no me haya hecho sentir nada que me saque de esa soledad, de esa apatía a la que la sociedad de masas me condena. Se pueden dar muchos argumentos para leer una historia, pero no hay mejor motivación que la de hacer de la lectura una manera de aprender a abandonar la rapidez, la tergiversación y a saber ubicarnos siempre con las personas en el contexto adecuado. Todo esto huele a sensiblería humanística ¿verdad? Pues yo diría más bien que “ leer contra la nada “ hace un guiño a la época de la ilustración, de la revolución, de la reivindicación de unas ideas en busca de un presente que desemboque en un futuro mejor. Leer contra la nada nos hace un maravilloso recorrido ilustrado por los torpes inicios de un pequeño lector hasta la etapa adulta, en la que descubrirá que la lectura es todo menos una actividad a tomar como un mero acto de aprendizaje o reflexión, la lectura sin empatía, sin provocación, se queda en eso, en nada. Recuerdo esa gran frase en la que se dice que todo alumno necesita un buen profesor, no un profesor con su manual de como odiar la lectura en diez segundos, todos debemos poner a un John Keating en nuestra vida, ese “capitán “ que nos enseñe a disfrutar del momento , en este caso , de una buena historia, pues no hay que olvidar que si leemos sin criterio selectivo habremos vuelto a cometer el error de enviar lo leído al infinito del olvido. ¿Cuántos libros están ahí en nuestra lista de historias a olvidar? Si la respuesta es que tienes más en el limbo que en tu cerebro deberías entonces darte un paseo por el delicioso cóctel reflexivo elaborado de Antonio Basanta, nombre del que seguro vas a acordarte. He de advertir que se corre el serio peligro de humanizarse, de empezar a leer menos y mejor después de haberlo consumido y no genera indigestión. Sí sigues pensando que leer contra la nada no es tu libro, que es solamente para “los de letras “no hace falta decir que comunicar nos comunicamos todos, relatar algún evento triste u alegre es un acto rutinario, por tanto, si le dedicas algo de tu tiempo al señor Antonio Basanta descubrirás que no se trata de comunicar más, si no mejor, gran consejo a seguir en esta sociedad donde la calidad de la comunicación se reduce a un emoji o emoticón.



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