La mujer y el turismo

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Todo comienza con ese momento en el que una chica se pregunta sobre su próximo paso formativo, es aquí donde yo ya sabía que la atención al cliente, los idiomas y el mundo debían estar unidos en algún lado de mi trayectoria formativa pero lo que iba a descubrir es que el lazo personal sería mucho más intenso de lo que pensaba. Nos educan para pasar tiempo en las aulas, escuchar a profesores que desbordan teoría, estudiar y memorizar en lugar de sentir y aprender, adjetivos que utilizo y que creo definen muy bien el sector turístico. Sentir lo que otras personas al tomar un avión, llegar cansado tras un día intenso a un hotel o esa cena especial o de negocios, aquí todo debe adaptarse a eso, a experiencias. Aquí es donde llega la controversia del ser mujer y el turismo , en tiempos de mis abuelos para una mujer era impensable el concepto experiencia fuera de una vida de ama de casa , dedicada a las labores del hogar , criar a sus hijos y atender a su marido , descubrir el mundo , hacer una maleta o ir a desayunar con una amiga a la cafetería de la esquina eran un acto revolucionario , impensable era que una mujer se calzara su uniforme de técnico de promoción turística y visitara eventos comerciales como FITUR o la World Travel Market, mucho menos que tuvieran tiempo de leer para aumentar su nivel cultural y habilidades de comunicación. El viaje más largo era como mucho ir al supermercado, por lo que la habilidad fundamental de un buen promotor turístico, agente de viajes, recepcionista o guía turístico que es la de conocer lo que venden quedaba fuera de su alcance. Yo siempre digo que el turismo vino para mostrarme mis alas, las de un mundo sin fronteras, las del aprendizaje de idiomas diferentes para comunicarme con otras personas, sin estudios de mercado que me vuelvan loca en busca del intensivo de ocasión de la lengua más demandada, en tiempos de globalización, de riesgo de desaparición de culturas autóctonas no me encajan las barreras, las etiquetas o las tendencias. Vivir con la maleta preparada todavía no entra dentro de ese esquema de mujer que aún lucha en esta sociedad posmoderna con barreras físicas, pero aún peor es seguir encontrando barreras morales en el trayecto. El lema de la mujer posmoderna es el viajo sola, todo un acto revolucionario que precede al gestiono mi propia agencia sola y que resulta ya una osadía si encima disfrutas de una sana conciliación familiar. La figura del hombre de negocios dejando a mujer e hijos en casa aún hace sombra a la de la madre que también quiere disfrutar de esa oportunidad. Por eso cuando me preguntan por cosas que aporta la mujer al sector del turismo yo no caería en el error de utilizar su sensibilidad o su capacidad de conciliación, para mí es vital el deseo de superación, de romper esa ventana de la cocina para descubrir un mundo que poner luego en su escaparate para que otros lo disfruten. La responsabilidad no es más que el sano egoísmo de disfrutar de cada pequeño avance que la mujer ha hecho, hace y seguirá haciendo en el sector de la inestabilidad, de la eterna dedicación incompatible con esa figura de mujer donde su principal preocupación es la de sacar adelante a su familia.


La mujer puede aportar todas esas ganas y no se detendrá en el camino, ha aprendido en todos estos años a escuchar, algo vital para conocer las necesidades reales del nuevo viajero, el viajero de las experiencias que no quiere más todo incluido y ofertas de ocasión. Sin duda decorará su jornada con tanto cariño como lo ha hecho todos estos años con su casa, en un contexto de inseguridad social ella sabrá como tensar la cuerda para avanzar, pues siempre ha sido el candelabro del hogar. Mujeres y hombres cuando trabajan juntos mezclan racionalidad y sensibilidad, pero lo más importante es que con los años ha sido posible que ambos se traten con respeto e igualdad, llegando a delegar responsabilidades que no tienen más compromiso que la venta de felicidad a personas que desean conocer el mundo. A la mujer que describo, a nuestras abuelas de posguerra les gustaría ver a esa mujer que viaja sola, que gestiona productos y destinos turísticos, vendiendo experiencias que hacen felices a personas. A una mujer que ha vivido enjaulada el turismo le sirve de escalera, por lo que su mayor aportación al sector serán el compromiso y su capacidad de gestión de conflictos pues como bien dice el dicho nunca un mar en calma hizo experto a un marinero, y la mujer lleva toda su vida remando y lidiando con las olas de la falsa moral y estereotipos.


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