Mirรก chiquita, Me importa un carajo Lo que vos pienses si
yo
te digo
que soy feminista entonces
ยกsoy
feminista!
YO SOY
anti-patriarcal...
ยกVos cรกllate! El micro-machismo cotidiano
Colectiva Moi Non Plus
© 2017, del texto y la edición: colectivo audio-visual Moi Non Plus.
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YO SOY anti-patriarcal. ¡Vos cállate! El micro-machismo cotidiano Cuando nosotrxs producimos nuestras realizaciones (trabajos) audio-visuales, o cuando hablamos o escribimos —y estos 3 tipos de actividad productiva son para nosotrxs independientes, heterogéneas, y autónomas entre sí— contra el machismo y el hetero-cis-patriarcado (estatal Y capitalista), no academizamos, ni intelectualizamos. Al contrario, partimos y echamos mano de experiencias colectivas laborales, familiares, sexuales, afectivas, militantes, políticas, artísticas: hablamos de (o escribimos, o filmamos) las PRÁCTICAS. Es decir, partimos de las RELACIONES SOCIALES (y libidinales) de opresión y explotación en las que estamos entrampados cotidianamente; opresión y explotación cuya naturaleza es económica, sí, pero también social, sexual y libidinal, y que operan al nivel de la producción y la reproducción social, la circulación, el intercambio y el consumo (en condiciones históricas socialmente determinadas).
Y decimos que esas relaciones sociales y libidinales de opresión y explotación están sostenidas y fundamentadas sobre la base de una disimétrica, jerárquica, violenta, alienante y opresiva división: SEXUAL y SEXISTA y de GÉNERO y RACIAL y ÉTNICA y CLASISTA y ETARIA y ESTÉTICA y CAPACITISTA de las fuerzas productivas de lxs cuerpxs; es decir, del «trabajo» (productivo y reproductivo, asalariado y no-asalariado, privado y estatal, social y libidinal), y en términos de subordinación, de mando y obediencia. Hetero-Cis-Patriarcado estatal y capitalista (CLICK).
Una de esas prácticas en particular, un modo de relación social y libidinal que rechazamos abierta y radicalmente (y que no dejaremos de denunciar y combatir), es la de ser —tanto como mujeres como en nuestro devenir-mujer, o trans, travesti, lesbiana, bisexual, etc.— traducidas, explicadas, interpretadas, mansplaineadas por los compañeros varones (militantes de todos los pelajes y colores incluidos). ESO, es un micro-fascismo, un micro-machismo. ESO es el hetero-cis-patriarcado. Es la «violación mental» de la que habla Adrienne Rich, en un collage que socializamos hace poco (CLICK), es la «brutalidad psíquica» de la que habla Gayle Rubin.
Y si esto ocurre en todos lados, culturas e idiomas, incluso entre indígenas revolucionarios, es porque el problema NO está ni única ni exclusivamente en los ‘individuos’, ni en sus ‘intenciones’, ni en su ‘voluntad’, ni en su ‘carácter’ o ‘emocionalidad’, sino que surge como resultado del «modo de organización» de las relaciones productivas económicas sociales y libidinales/deseantes (incluida la producción y distribución de los flujos de palabra y de sentido).
En 2015 recordábamos la doble lucha radical (auto-emancipatoria) que las mujeres zapatistas tuvieron que emplazar tanto contra el Estado y el Capital, como contra… sus propios compañeros insurgentes. Como las mujeres no habían sido “educadas” (lo que los varones blancos occidentales entienden por «educación»), no sabían hablar ‘castellano’; entonces hablaban en su lengua (tzotzil, tzeltal, tojolabal, chol, zoque, etc.), y un varón traducía al resto de lxs presentes:
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«[En las asambleas], hasta entonces, si una mujer hablaba traducía un hombre. [...] Pero el varón, a la hora de traducir, estaba editando las partes de lo que [la compañera] estaba diciendo. Y más o menos a grandes rasgos el argumento de Ramona era: “Esto [la Ley Revolucionaria de Mujeres] no es que se nos ocurrió a nosotras, es lo que estuvimos viendo entre las compañeras en las comunidades indígenas, es nuestro pensamiento, es nuestro corazón, aquí está, la lucha tiene que tomar en cuenta este corazón que estamos poniendo”. Pero el varón que estaba traduciendo decía que era “una propuesta”, que “no era algo determinante”, que “podía discutirse”, que “no era urgente”. Y es una insurgenta, que entiende tzotzil y que estaba ahí de guardia, la que dice: “¡Ni madre, ni madre, el compañero NO está diciendo lo que Ramona está diciendo!”. Y entonces ella empieza a traducir en ‘castilla’ para que lo entendieran los demás, y luego se da este proceso de traducción casi simultánea a las demás lenguas del argumento de Ramona...».
(cf. CLICK + CLICK).
Esto sigue sucediendo, todos los días: participamos en activaciones mixtas, y siempre un varón nos traduce, nos pisa, nos interpreta, nos pontifica, nos intelectualiza, nos explica la posta de las cosas y de la vida, nos historiza, nos deforma, nos impone un mierdoso montaje hetero-cis-patriarcal machista; nos interpelan con intención de “dialogar” para, en el fondo, hablar consigo mismos y sus propios delirios y monólogos fantasmáticos; se nos invita a “dialogar” y “debatir” pero en los términos y las reglas y los modos machistas, de competencia, intelectualoides: si decimos que queremos hablar de nuestras experiencias y de cómo destruir las prácticas y cómo darnos colectivamente otras nuevas, se nos reterritorializa en lo intelectual, lo universal (ellos, tan «materialistas» ). Se nos dice: “Yo no sé bien del tema, me faltan lecturas”, para acto seguido tomar la palabra y pontificar sobre ‘qué es’ o ‘debería ser’ o ‘hacer’ el feminismo; nos “prestan” o “invitan” a un espacio, pero sólo para mejor propagandizar su orga, colectivo, iniciativa; siempre quieren reducirnos a un «tema» entre otros: siempre un «objeto» de intercambio entre los varones, una ‘superficie de registro’ para que ellos se hablen entre ellos, se tiren indirectas, chicanas políticas/partidarias, se midan la pija entre ellos usándonos a nosotras, compitan para ver no sólo quién es más revolucionario sino, ahora también, quién es más feminista (o menos macho), o incluso nos vengan a explicar que ellos también «sufren silenciosamente» el machismo patriarcal, etc. Cuando se dice que las feministas no somos responsables de educar a los hombres se dice justamente eso: no nos pongan en el lugar de madres, maestras, yutas diciéndoles a los varones lo que está “bien” y lo que está “mal”, dejándolos en un lugar de pasividad total, despojándolos de cualquier tipo de responsabilidad y criterio; esta actitud fomenta la desinformación y la falta de interés, porque el compañero varón no va a hacer otra cosa que sentarse a esperar que sus compañeras le marquen el error: “Ustedes me tienen que decir si digo/hago algo machista, yo no me doy cuenta”.
Ahí es donde nosotras decimos «NO»: ¡vos aprendé, buscá, leé, informate, preguntá! No esperes a que nosotras te lo digamos; hacé el esfuerzo vos solito. Aquí surge otro problema, mucho más grave aún: ¿Qué pasa cuando el macho se autodenomina “feminista”, se aferra a estos postulados pensando que no tiene nada que aprender de nosotras y cree que ya sabe cómo destruir la maquina heteropatriacal?
El muchacho tiene todas las herramientas (eso es lo que él cree) y se reúne con otros machitos feministas “a prender fuego todo”, mientras las compañeras (léase compañeras de militancia o de vida) son sistemáticamente ninguneadas, silenciadas, invisibilizadas, incluso en el grupo/orga misma que comparten, y por esos mismos compañeros.
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EL MANSPLAINING NUESTRO DE CADA DÍA (narrado por una voz y cuerpa de mujer) Me encontré incontables veces en conversaciones e intercambios con varones (militantes y no) que no me escuchaban, no me dejaban terminar una frase sin antes irrumpir con una respuesta a algo que yo no había dicho, ni quería decir. Estos varones que torcían mis palabras dialogaban consigo mismos, no conmigo; son los mismos que me decían lo que yo tenía que hacer, sentir, pensar, sobre temas que me atraviesan por el cuerpo A MI, a nosotras; él no se embaraza, por lo tanto él no aborta, ¿cómo puede saber qué significa para mí, qué es mejor para mi, qué tengo que hacer?. Cómo pueden aconsejarme, si ni siquiera pueden escucharme.
Es violento y absurdo que los hombres se pongan como protagonistas de las luchas feministas: “¡Nosotros también somos víctimas del patriarcado! ¡Nosotros sufrimos más que ustedes! ¡El patriarcado presiona mucho más a los hombres que a las mujeres! No me vas a decir a mí como son los machos”.
Observo que los chabones nos utilizan a las mujeres (ya sea como sujetas o como colectiva) para enviarse mensajes entre ellos, somos una simple vía de comunicación y es ahí donde nuevamente somos ninguneadas. ¿Cuál es el objetivo de su discurso? ¿A quién está dirigido? ¿A nosotras? Pero eso ya lo sabíamos, no nos estan diciendo nada nuevo ¿No estarán compitiendo a ver quién es menos macho? O mejor dicho ¿Quién es más feminista? Esa ya es una práctica extremadamente patriarcal y machista. ¿Por qué cuando un CHABÓN JETÓN se pronuncia en contra del machismo o del patriarcado utiliza el doble, el triple o el cuádruple de tiempo que su compañera?
Haciendo uso de un tema (feminismo en este caso) para jetonear y lavarse las culpas, porque es un barniz encantador y da para chapear pero por supuesto sin agregar nada que las feministas no hayan dicho ya hace siglos, ¿Por qué hay que darle entidad? ¿Por qué cuando lo dice un CHABÓN JETÓN hay que aplaudir? ¿Por qué no deja hablar sus compañeras?. Es genial ver la contradicción entre el dicho y el hecho, mientras el señor sostiene que es antipatriarcal y se indigna contra el machismo de los otros, en la práctica está monopolizando la palabra, dando clases, predicando, levantando el dedito acusador, enseñando, chicaneando, obturando.
No muchachos, su rol debe ser el de acompañar, no tienen que ponerse en primera persona. Hablar por nosotras es violento. Por eso es necesario que los varones asuman una posición responsable, comprometiéndose de manera activa para romper con el modelo tradicional masculino basado en la violencia, la chicana, la competencia, la imposición de la fuerza. Que se bajen de ese lugar de poder que les fue concedido desde su nacimiento, que escuchen a las compañeras, que se informen y que pregunten. En cualquier caso, nosotras no vamos a reconocerles ese lugar “superior” de “autoridad” (en todas las materias y problemas) en el que se auto-colocaron, y desde el que hablan. Las compañeras nos cansamos de sostener a estos machitos. —Ahora decimos ¡BASTA!
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Es a todo esto a lo que nos referimos cuando ponemos en cuestión el lugar de los varones, y nos parece necesario que esto se plantee en nuestros espacios de militancia para saber en qué lugar nos paramos como colectivo frente a estas nuevas “masculinidades” que no son más que machismos disfrazados. Justamente porque pensamos que la única forma de romper con esto es que lo hagamos en conjunto, que no exista una ‘comisión de géneros’ donde las mujeres nos juntamos a resolver nuestros problemas o una comisión de ‘machos anti-patriarcales’ donde un grupo de chabones decidan solos como se destruye el patriarcado.
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En estos últimos tiempos se puso de moda autodenominarse feminista o anti-patriarcal. La apropiación de los discursos “feministas” por parte de algunos oportunistas políticos en espacios donde muchxs de nosotrxs bien sabemos que las cosas funcionan de un modo ultra-patriarcal y nuevamente todo se queda en el gesto y en el plano de lo nominal. Bueno, nosotrxs decimos: Ojo con esto, por lo menos permítannos dudar y advertirnos que tengamos cuidado porque lamentablemente las experiencias de la vida/militancia con la mayoría de los chabones con los que hemos entablado algún tipo de relación nos han llevado a eso, a desconfiar; y esa desconfianza está completamente ligada a las prácticas que vemos día a día, al oportunismo, al mansplaining y a esa dicotomía grotesca entre lo que dicen y lo que hacen estos nuevos machitos anti-patriarcales: «Ahora, cuando pensamos en nuestros compañeros, en nuestros amigos, amantes, en nuestros hijos, surge la pregunta: ¿cómo ellos pueden replantear esta relación del patriarcado que toma a su propio cuerpo? Ahí está el problema, porque no es fácil diferenciar en tus compañeros si están intentando cambiar o si más bien ponen en juego un oportunismo.
[…] Cuando se asume el feminismo meramente como un “reclamo” o una “queja”, no se toca lo fundamental. Ese no es el feminismo que nosotras cultivamos en relación con nuestra sociedad. Por lo mismo, cuando nosotras procuramos, fomentamos y empujamos estas crisis de las identidades de las mujeres y los hombres, lo que queremos es que esa crisis los varones se la resuelvan en función de sí mismos, se la replanteen en función de sí mismos. […] Sólo que sobre esto último ya estoy un poco escéptica (y puede que mi escepticismo sea un error). En todo caso este es un proceso político, no es un proceso simplemente de “buenas voluntades”. Y es un proceso político fundamental, porque si los propios movimientos sociales logran replantearse estas cosas es posible que encuentren rumbos tremendamente interesantes, en relación a su capacidad de interpelar a la sociedad. El problema es que yo no he visto expresiones interesantes de esto.
[…] Lo que yo me pregunto hermana es cómo los compañeros pueden cambiar (risas). Siendo un poco dura, yo diría que muchas veces ese cambio en los compañeros es una especie de oportunismo. […] Oportunista, porque el hombre cambia cuando tiene una compañera rebelde, pero luego se cansa de la compañera rebelde. Y cuando encuentra una compañera sumisa el colectivo mixto lo gratifica por ese proceso. […] Es una constante en los movimientos que el varón sustituye a la mujer rebelde por la mujer sumisa. Lo he percibido muchas veces: “yo tomo a la mujer rebelde porque me sirve su barniz. Pero luego, para mi existencialidad, dejo a la rebelde y tomo a la mujer sumisa”. La mujer sumisa compensa esos procesos de crisis, los soporta. Es lo que sucede en las organizaciones» (María Galindo en: Mujeres Creando, La virgen de los deseos).
El campo libertario y autonomista también tiene mucho camino que desandar en este sentido... por más que nos quieran ahora vender el discurso (consignas) oportunista y re-capturador de “luchar contra las masculinidades”, “destruir el patriarcado”, “viva el amor libre”, “apoyo al NUM”, “abajo el machismo en los partidos de izquierda”, “expulsemos a los violentos”. —¿para cuándo una revisión de LAS PROPIAS PRÁCTICAS; del propio «modo de organización»; de la propia perspectiva de análisis (práctica teórica); de la propia producción de relaciones sociales (y libidinales) al interior del grupo, el colectivo, la orga, el partido, el sindicato? Y si lo personal es político, muchachos, ¿qué prácticas teóricas, políticas, organizativas, existenciales, están (re)produciendo en la propia familia, conyugalidad, pareja, sexualidad, afectividad, amistad, militancia, sexualidad? Mucho palabreo, mucha intelectualidad, mucho humo, ruido y furia, pero digan lo que digan, lo que nosotras miramos SON LAS PRÁCTICAS CONCRETAS (económicas, sociales, políticas, sexuales, afectivas, semióticas, teóricas, artísticas, etc.).
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MOI NON PLUS