Moi Non Plus -Pomme & Suzanne Amazonas & Brujas Crítica feminista de la economía política y deseante

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Pomme & Suzanne

Amazonas & Brujas Crítica feminista de la economía política y deseante

[ moi non plus ]



© 2017, del texto y la edición: Carla Fleur y Martín Jouer (de la colectiva audio-visual Moi Non Plus).

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Pomme & Suzanne

Amazonas & Brujas Elementos para la crítica feminista de la economía p o l í t i c a y d e s e a n t e O hacernos máquinas de guerra auto-emancipatorias

Carla Fleur & Martín Jouer (Moi Non Plus)



Moi Non Plus {Colectivo audio-visual}

Pomme & Suzanne. Amazonas & Brujas

Elementos para la crítica feminista de la economía política y deseante. O hacernos «máquinas de guerra» auto-emancipatorias Carla Fleur y Martín Jouer (de la colectiva audio-visual Moi Non Plus)

«Nosotras, que testarudamente a lo largo de los años hemos insistido en definir la autonomía feminista no sólo como autonomía respecto de los hombres sino también respecto del Capital y del Estado. […] Nuestra pregunta no es: “¿Cómo encaja la mujer en la revolución?”, sino: “¿Qué clase de revolución necesita la mujer?”» (Silvia Federici, 2011 + Batya Weinbaum, 1978).

«La mujer tiene que mirarse con sus ojos, no con los de los otros. […] El reino de la sexualidad posee también su propia política interna, sus propias desigualdades y sus formas de opresión específica» (Agnès Varda, 2001 + Gayle Rubin, 1984).

«Con el ingreso en la fase fálica, las diferencias entre los sexos retroceden: tenemos que admitir que la niña pequeña es como un pequeño varón, [y que su] aspiración a la masculinidad ha hallado su primera expresión en la envidia al pene del niño» (Freud, 1933; 1931) }}—» «¡La niña ha sido robada!. […] Las mujeres no envidian el pene, los hombres envidian la vagina, [y] de tanto escucharles quejarse de que las mujeres no cojen bastante, de que no les gusta tanto el sexo como haría falta… acabamos preguntándonos: ¿Qué esperan para darse por el culo los unos a los otros? ¡Venga!» (Gayle Rubin, 1975 + Valerie Solanas, 1967 + Virginie Despentes, 2006). «Hay dos tipos de personas que se equivocan. Primero, aquellos que dicen que el verdadero combate es exterior. Son los marxistas tradicionales: “Para cambiar al hombre, cambiemos el mundo exterior”. Y después están los curas o los moralistas que dicen que el verdadero combate es interior, que debemos cambiar al hombre. [Pero] el combate revolucionario que se ha de llevar a cabo en el exterior y en el interior es exactamente el mismo. […] Hay un solo y mismo combate pues el fascismo está fuera de nosotros y en nosotros. […] Son el reformismo institucional sin horizonte revolucionario y los movimientos revolucionarios sin praxis inmediata de la vida cotidiana aquellos que deben ser interpelados de manera conjunta» (Deleuze, 1973 + Guattari, 1979).

—«No hay tiempo para la espera o el temor: hay que buscar nuevas armas». Este texto de intervención no pretende interpretar ni significar: ni lxs autorxs, ni a los movimientos, ni a lxs colectivxs (no busca academizar, sino sólo problematizar). Por lo tanto, no se interesa por ellxs en tanto «individuxs», sino más bien por el umbral radical que ellxs posibilitan y franquean (en lo tocante a las prácticas teóricas y políticas y organizativas). Los usa constructivísticamente para fabricarse con ellxs unas herramientas & armas, y persiguiendo un doble objetivo: audio-visualizar, de un lado, las múltiples maneras o modos como los poderes heterocispatriarcales (estatales y capitalistas) existentes se ejercen sobre y contra las mujeres, trans, travestis, lesbianas, bisexuales, intersex, indígenas, y toda clase de devenires y grupos minoritarios (LGBTTTIQ+); y del otro, que otros modos de relaciones económicas productivas y reproductivas (sociales, sexuales, afectivas y libidinales) son posibles y necesarios (auto-emancipación). Pero ni sentenciamos ni hablamos “en nombre de” nadie, ni “por” nadie. —«Militar es obrar. Las palabras no interesan un bledo: lo que se requiere son actos».

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[1] Producto-producir: la «doble economía» (social y libidinal) Comencemos usando algunos conceptos, con el fin de hacer algo con ellos, y veamos hasta dónde nos conducen en el planteamiento de nuestro problema (eminentemente práctico y político); pero manteniendo siempre abierta esta pregunta: ¿nos servirán para franquear el umbral?. ¡Veamos!. Cuando en la entrevista Control y devenir (1990) se pregunta a Deleuze sobre los alcances políticos del concepto teórico/práctico (y organizativo) de «máquina de guerra», responde que Guattari y él han querido mantenerse «fieles al marxismo», o dicho a la inversa, que se han negado a producir una filosofía política no centrada «en un análisis del capitalismo y sus desarrollos». Y un par de años antes (1988), tras haber sido interpelado sobre la función misma de la Filosofía —¿acaso ella estaría llamada a girar en torno a problemas tales como “los derechos” del ciudadano o “el Estado de derecho”? ¿acaso esta manera (teórico-práctica) de ejercer el pensamiento que llamamos «filosófica» debe estar volcada a “pensar el Estado”?—, contestaba que encarar los problemas del poder (y del poder de Estado) desde la perspectiva de los “derechos” es plantear una mala filosofía política: pues no se comprenderá ni la función ni el rol del Estado si se lo desconecta de su relación de complementariedad «con el mercado mundial único»; lo que se necesita producir, entonces, es «una teoría moderna del dinero tan buena como la de Marx y capaz de continuarla»1. El entrecruzamiento con Marx busca emplazar una ‘crítica de la economía-política’ (de la ciencia burguesa y de Estado) cuyo análisis y caracterización de los «modos de producción» social sea doble, concibiéndolos (a) como un entero régimen de relaciones sociales de [re]producción, que no preexisten de antemano, ni son “naturales”, sino que ellas mismas son un producto social2; y a la vez, (b) como un entero régimen de deseo, de [re]producción social de inconsciente: pues el inconsciente es igualmente productor de realidad, a la vez que producido-por. Por todos lados un «producto-producir», porque «el producir siempre está injertado en el producto; por ello, la producción deseante es producción de producción»3. Dígase entonces del «deseo», en tanto potencia productora de realidad, aquello que Marx postuló (en relación al problema del trabajo abstracto): que es «fuerza humana en estado líquido» o fluido4 (molecular) que habrá de devenir productora de «valor» al solidificarse, al volverse «gelatina». El deseo, según este modo de caracterizar el problema, no es ni mera “ideología” ni una mera “necesidad”, sino que forma parte de la infraestructura económica misma, y cuenta como fuerza/potencia productiva (actividad) a la vez productora de realidad social y producida por esa realidad social (es maquinada y modulada socialmente). No transformaremos (en sentido auto-emancipatorio) el mundo social en el que vivimos (para ser oprimidxs, explotadxs y morir) si nuestras teorías-prácticas no avanzan hacia la comprensión del modo como se produce riqueza y [plus]valor en este mundo que es, él mismo, un producto social. Si el modo de producción capitalista —que se nos presenta como «un enorme cúmulo de mercancías»— se realiza, se auto-produce a sí mismo [re]produciendo «mercancías» y «valor» en condiciones materiales históricamente determinadas, hemos de introducir dicho principio analítico en la crítica de la economía libidinal. Así, el deseo-flujo, en tanto materia y potencia productiva, no es mera “energía pulsional indiferenciada” (ni a-histórica), sino un montaje elaborado (producto-producir): potencia maquinada socialmente y potencia productora de realidad social en condiciones determinadas. Entonces, ¿cómo el deseo es producido en condiciones capitalistas, y a la vez, puesto a [re]producir, a realizar la auto-producción del capital(ismo)? Planteándonos el problema desde la perspectiva de la producción 1 Cf. Deleuze, CV, pp. 189; 171. También Foucault advierte que «la cuestión del poder se simplifica cuando se plantea únicamente en términos de legislación o de Constitución, o en términos de Estado o de aparato de Estado» (cf. OP, pp. 2021). En una de sus últimas entrevistas (1993) antes de morir, Deleuze reitera que ‘Capitalismo y esquizofrenia’ (I y II) «está completamente atravesado por Marx», y que el combate anticapitalista actual exige «pasar por Marx» (cf. YM, pág. 232). Veremos si esto es suficiente. 2 Cf. Marx, MF, pág. 68: «Las categorías económicas no son más que expresiones teóricas, abstracciones de las relaciones sociales de producción. […] Los hombres hacen el paño, el lienzo, la seda, en el marco de relaciones determinadas de producción, [pero] estas relaciones sociales determinadas son producidas por los hombres lo mismo que el lienzo, el lino, etc. Las relaciones sociales están íntimamente vinculadas a las fuerzas productivas». Cf. Marx/Engels, IA, pág. 40. 3 Cf. Guattari/Deleuze, AE, pág. 15. 4 Cf. Marx, DK; T1.V1., pp. 57; 63. Romano García traduce “fluido” en lugar de “líquido”.

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(y no del consumo/distribución)5, decimos entonces que para nosotrxs no hay otro problema que el de la «organización social», es decir, el problema de las relaciones sociales de (re) producción y el de la (re)producción social de dichas relaciones; de «quiénes» se organizan, «cómo» se organizan, y «para qué». ¡Pero la organización social (con todos sus ‘equipamientos colectivos’ y sus ‘dispositivos’ de poder y de gobierno) es ya un problema de economía general! Todo régimen o agenciamiento de relaciones sociales es ya un régimen económico: a condición de desdoblar el problema de la economía en dos (economía social y economía deseante o libidinal), con sus momentos de «producción», «circulación», «intercambio» (mercantil), y «consumo», que atraviesan todo el campo social, capturan todas las fuerzas/potencias productivas entrampándolas en el mismo régimen de relaciones sociales: todo cuenta como insumo, materia prima, medio de producción, «mercancía», y a la vez, como fuerza [re]productiva: las potencias del deseo y la libido sexual y las potencias del cuerpo (incluidas las potencias del pensamiento, las de la percepción, las potencias de afectar/ser afectado, la sexualidad, el erotismo, etc.).

[2] Posición de deseo en el pensamiento: la «forma-Estado» (un índice económico doble)

¿Cómo se [re]produce y cómo se realiza el «valor» de ‘los valores’, en general? Es decir, ¿cómo determinados valores logran volverse «formas del pensar socialmente válidas»6? El análisis micro-político hace genealogía a la hora de hacer una crítica de la economía libidinal, pero tal crítica jamás se reduce a lo que se muestra en la bulliciosa esfera del consumo/circulación (satisfacción) sin antes haber emplazado un análisis crítico y radical en la esfera misma de la producción de inconsciente, y de las relaciones sociales que hacen posible dicha producción deseante (pareja, sexualidad, conyugalidad, familia y maternidad dominantes, sistema educativo, trabajo, sindicato, equipos, grupos, orgas, partidos, etc.); es la tarea del esquizo-análisis en tanto «análisis militante»7. Pues el Capitalismo Mundial Integrado no produce su cúmulo de fetiches sólo al ruidoso nivel macro-social, visible y audible (mercancías-cosas, incluso mercancías-ideas, imágenes, sonidos, signos, conceptos, valoraciones, que satisfacen necesidades) sino también a un nivel micro-social y libidinal que escapa a la percepción pero que hay que volver visible-audible: la explotación del flujo vivo (actividad productiva) del inconsciente supone un determinado modo de producción de «valor» de deseo (catexis o investimentos de deseo), y bajo determinadas relaciones de producción, en función de los cuales cual el deseo mismo (inconsciente) es puesto a [re]producir su propia muerte, su propia anti-producción (depotenciación y reacción) produciendo toda clase de mercancías-fantasías, de mercancías-necesidades, mercancías-afectos, mercancías-simbolizaciones, mercancías-sexos, mercancías-géneros, que funcionan como condición de posibilidad y garantía de existencia de todos los poderes establecidos y todos los mercados: «Si el deseo es productor, sólo puede serlo de realidad. […] No es el deseo el que se apoya sobre las ‘necesidades’, sino al contrario: son las ‘necesidades’ las que se derivan del deseo. […] Sólo hay el deseo y lo social, y nada más; la producción social es tan sólo la propia producción deseante en condiciones determinadas. Incluso las formas más represivas y más mortíferas 5 Es inmanente al plan del Progresismo/Populismo (esa oda cínica al «proyecto de reconstruir un capitalismo nacional»), y cualquier otra variante del ‘Estado de bienestar’, del tipo ‘economía mixta’ o ‘capitalismo monopolista de Estado’, el plantear todos los problemas únicamente desde la perspectiva del consumo y la distribución, para mejor encubrir (mistificar) la esfera de la [re]producción económica (social, sexual y libidinal). Tal es la función de todos sus clichés (redundancias dominantes) acerca del “pueblo trabajador” que acata la línea de mando del líder/dirigente (única manera de reducir y capturar toda lucha auto-emancipatoria a una lucha por las reivindicaciones mínimas: “un salario digno” y una «movilidad social ascendente»). 6 Cf. Marx, DK, T1.V1., pág. 93. 7 Cf. Guattari/Deleuze, AE, pág. 104: «El esquizo-análisis no oculta que es un psicoanálisis político y social, un análisis militante […] porque se propone mostrar la existencia de un investimento libidinal inconsciente de la producción social histórica, distinto de los investimentos conscientes que coexisten con ella». De allí que una catexis o «posición de interés» revolucionaria consciente puede coexistir, sin “contradicción”, con «posiciones de deseo» (catexis inconscientes o investimentos libidinales) reaccionarias/patriarcales. Entonces, ¿cómo desarticularlas colectivamente, pero sin devenir un grupo sometido, sin caer en familiarismos (Edipo) de grupo, en burocracias afectivas, en obediencias pasivas a jefecillos perversos paranoicos?. Cf. asimismo Deleuze, PG, pág. 16-17.

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de la re-producción social son producidas por el deseo»8. La sujeción, alienación y explotación capitalista es entonces mucho más profunda y violenta aunque sutil, porque supone simultáneamente un consentimiento libidinal óptimo, una sumisión y servidumbre activas: es una muerte que llega como desde dentro, como «una secreción interna»9, y que se monta (se produce) en el nivel más molecular: no sólo el cuerpo y sus órganos son puestos a producir («gasto productivo del cerebro, músculo, nervio, órgano sensorio, mano, etc.»)10, sino también el deseo, nuestra propia potencia libidinal y sexual productora (creativa) de realidad, de novedad, de otros (nuevos) posibles de organización y de producción social, de otras maneras de percibir y hacer arte, de sentir, de afectarnos y ser afectados (relaciones), de gozar, de cojer, en fin, de vivir.

Parte de la llamada “grandeza de Marx” consiste en haber combatido constantemente contra la simplicidad cínica, la sofistería y la casuística de los más serviles (entre los peores, figuran también los pequeños jefecillos), la beatería de los frailones perversos de siempre, la filantropía y el humanismo, toda «estupidez»11 y «mixtificación», es decir, contra las variedades de la «forma» del pensamiento estatista y burgués12, al postular que «los hombres, al establecer las relaciones sociales con arreglo a su productividad material, producen también los principios, las ideas y las categorías conforme a sus relaciones sociales»13; hay mercancías-ideas (y prácticas teóricas) que se producen y circulan por el campo social como otros tantos productos listos para su uso/consumo masivo, pero que son un índice o síntoma de otra cosa. Si avanzamos entonces hacia la oculta sede de la producción de producción (producción deseante), caracterizaremos un ‘concepto’, una ‘idea’ o ‘forma’ como un índice de una determinada productividad material (económica) de inconsciente, pues: «pensar y desear son la misma cosa. […] El deseo es pensamiento, posición de deseo en el pensamiento, [pues] el deseo es constitutivo [productor] de su propio campo de inmanencia, es constitutivo de las multiplicidades que lo pueblan»14. Pensar (usar o consumir nuestra propia potencia-de-pensar) es siempre un índice que reenvía a una determinada posición (productiva) de deseo, dado que «el pensamiento no piensa nunca por sí mismo», sino que «pensar depende de las fuerzas que se apoderan del

8 Cf. Ibid., pp. 33; 34; 36. Cf. Deleuze, PG, pág. 11: «No hay una ‘economía libidinal’ que vendría a prolongar la ‘economía política’ por otros medios; no hay una ‘represión sexual’ que interiorice la ‘explotación económica’ y la ‘sumisión política’, sino que el deseo como «libido» está siempre ya en todas partes, la sexualidad recorre y acompaña todo el campo social, coincidiendo con los flujos que circulan por sus objetos, las personas y los símbolos de un «grupo», de los cuales dependen su configuración y su propia constitución. […] Las dualidades de lo objetivo y lo subjetivo, de la infraestructura y la superestructura, de la producción y la ideología, se desvanecen para ser sustituidas por la complementariedad estricta del sujeto deseante de la institución y del objeto institucional». 9 Cf. Deleuze, CV, pág. 18. 10 Cf. Marx, DK, T1.V1., pp. 54, 87, 209, 364. 11 La estupidez no como adjetivo calificativo, sino como modalidad de ejercicio del pensamiento: «La estupidez es una estructura del pensamiento como tal: no es una forma de equivocarse, [ni] es un error ni una sarta de errores. Se conocen pensamientos imbéciles, discursos imbéciles construidos totalmente a base de verdades; pero estas verdades son bajas, son las de un alma baja, pesada y de plomo. La estupidez y, más profundamente, aquello de lo que es síntoma: una manera baja de pensar, […] el estado de un espíritu dominado por fuerzas reactivas. Tanto en la verdad como en el error, el pensamiento estúpido sólo descubre lo más bajo, los bajos errores y las bajas verdades que traducen el triunfo del esclavo, el reino de los valores mezquinos o el poder de un orden establecido» (cf. Deleuze, NF, pp. 148-49). 12 Cf. Deleuze, NF, Cap. III, §15 («Una nueva imagen del pensamiento»). La crítica al «valor» (de los valores) conecta, como vemos, la crítica radical de Nietzsche y Marx. En 1843, agitando contra el estatismo de Hegel, Marx da una pista sobre cómo opera dicha «forma» del pensamiento estatista y burgués: para él «la realidad empírica se presentará tal “como es”, y será enunciada como «racional»; pero no es ‘racional’ a causa de su propia razón [inmanente]; lo es porque el hecho empírico, en su existencia empírica, tiene un significado distinto que el propio. El hecho que sirve como punto de partida no es concebido como tal [es decir, como ‘productor’], sino como un resultado místico [es decir, como ‘el producto de su producto’]. […] Los diversos poderes del Estado no son determinados, pues, por “su propia” naturaleza, sino por una naturaleza extraña. Tampoco la necesidad es sacada de “su propio” ser, y mucho menos de manera crítica. Su suerte está predestinada más bien “por la naturaleza del concepto”, y fijada en los registros sagrados de la Santa casa (la lógica). El alma de los objetos (aquí, el Estado), está completamente lista, predestinada por su cuerpo, que, a decir verdad, no es más que apariencia. […] La sustancia mística llega a ser, pues, sujeto real, y el sujeto real aparece como distinto, como un momento de la sustancia mística» (cf. FH, pp. 16; 33); los agregados en corchetes son nuestros). Así es como (se) encubren y mistifican las condiciones materiales y concretas de la producción social de existencia. La fábrica de producción se vuelve teatro de la representación; la experimentación colectiva se vuelve máquina de significación e interpretación; la máquina de guerra creativa y deseante es subyugada por el aparato de captura estatal-capitalista (anti-producción). 13 Cf. Marx, MF, pág. 68. Cf. Guattari, LF, pág. 141: «El movimiento de las ideas no puede ser separado del metabolismo del inconsciente social». 14 Cf. Deleuze, DE, pp. 183; 187.

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pensamiento». Así, las prácticas teóricas (y políticas) que hacen del Estado un alfa y omega para el pensamiento «deben interpretarse y valorarse según las fuerzas o el poder que lo determinan a pensar»15. El inconsciente, en tanto infraestructura, también es [re]productor de «valor», es puesto a [re]producir un sentido y un [plus]valor16 en condiciones específicas de producción, de existencia, de vida, de relaciones sociales, de subjetivación, de semiotización, sexuales. Se nos impone una pregunta: las redundancias dominantes, los lugares comunes, los ritornelos sociales (bandera e himno nacional, fechas patrias, fronteras, próceres, líderes, partido, papá/mamá, etc.), los «saberes», las ideas teórico-prácticas, políticas (organizativas), incluso los afectos colectivos que circulan y se distribuyen por todo el cuerpo/campo social (cosas todas a las que el deseo se dirige y se engancha)…, ¿de dónde extraen su «valor»?. No de su ‘utilidad’ (de su ‘valor de uso’), evidentemente. Y aún más: ¿en qué condiciones económicas (sociales y libidinales) la «forma-Estado» ha de ser valorada (e investida) por encima de todo, como la forma de organización social y de vida, como el valor de los valores, como el «equivalente general» para todas las relaciones? ¿Y quiénes tienen y han tenido, históricamente, un especial interés en ello...? Hablamos de las condiciones de dominación de los poderes machistas, cis-sexistas, racistas heterocispatriarcales. ¿Seguirán reproduciéndose estas condiciones aún dentro del campo autonomista?; —habida cuenta de que el anti-estatismo no garantiza per se (automáticamente) prácticas teóricas y políticas y organizativas anti-patriarcales, anti-machistas, no-perversas, etc17. Una ‘necesidad’, por ejemplo, hacer de la «forma-Estado» el principio social organizativo —con todas sus diferencias y heterogeneidades, es la petición de principio de la teoría&práctica política del progresismo/populismo y del marxismo-leninismo/trotskismo clásico—, no es una mera elección “ideológica” ni una simple posición “de interés”, sino el índice positivo de una producción deseante, de una posición productiva de deseo (de la que dicha ‘necesidad’ no es más que una derivada), constitutiva de su propio campo de inmanencia y de relaciones de poder heteropatriarcales: la cama está hecha para que se acuesten en ella el líder, la vanguardia, el buró, los viejos militantes (varones) cuadros probados (con una pretendida “autoridad” indiscutible per se), la ‘mesa chica’ (y la burocracia del afecto), el dirigente, el representante, el salvador, o cualquier otra instancia (poderes) de mediación teórico-práctica (política) entre nosotrxs y nuestra propia emancipación18. El “pensamiento del Estado”19 se nos aparece como todo un modo de uso/consumo ([re]productivo) de las fuerzas del pensamiento que maquina (produce) y concibe (representa) lo «verdadero» como un «universal abstracto», sin remitirlo «a las fuerzas reales que hacen [producen] el pensamiento; pues jamás relaciona el propio pensamiento con las fuerzas reales que supone en tanto que pensamiento»20. Y separar a las fuerzas/potencias de lo que ellas pueden ha sido siempre la operatoria cínica, mistificante, violenta, opresiva y entristecedora de todos los ‘caballeros de la sustancia’, de los hombres de Estado y del laissez faire; es decir, la operatoria de todos los patriarcas (sacerdotes y jefes), incluidos sus apóstoles, misioneros, consortes, escribas, pequeños-jefes, y momificadores... profesores, académicos, intelectuales, licencados, doctores, post-doctores, psicoanalistas, periodistas, ideólogos, economistas, y toda la serie de pensadores del Estado y del mercado. Su nombre es Legión. Nunca se nos capturará lo suficiente con esta vieja

15 Cf. Deleuze, NF, pág. 147. 16 Cf. Ibid., pág. 16: «El ‘sentido’ de una cosa es la relación entre esta cosa y la fuerza que la posee; el ‘valor’ de una cosa es la jerarquía de las fuerzas que se expresan en la cosa en tanto que fenómeno complejo». 17 Cf. Deleuze, DE, pp. 132-33: «El problema con el que uno tropieza siempre es cómo hacer para que los movimientos de descodificación, de desterritorialización, sean revolucionariamente positivos y no vuelvan a crear formas perversas o artificiales de familia, […] es cómo hacer pasar flujos descodificados, positivos y revolucionarios, sin reconstruir familias perversas, sin hacer una reterritorialización, una recodificación. Este también es el peligro de los grupos militantes. Al nivel del inconsciente, en sus relaciones con el campo social, la territorialidad de partido es un peligro fundamental. ¿Cómo puede haber ente las personas un lazo revolucionario que movilice la libido, que movilice a Eros, al deseo, pero que no se deje encerrar de nuevo en las estructuras codificadas o axiomatizadas de Edipo? Es un problema al nivel de la práctica». 18 Cf. Marx/Engels, SF, pág. 138: «Únicamente la superstición política puede imaginar en nuestros días que la vida burguesa es mantenida por el Estado, mientras que, por el contrario, el Estado es mantenido por la vida burguesa». Cf. Deleuze, DR, pág. 314: «La revolución es la potencia social de la diferencia, la paradoja de una sociedad, la cólera propia de la Idea social». 19 Cf. Guattari/Deleuze, MM, Problema II, titulado: «¿Existe un medio de sustraer el pensamiento al modelo de Estado?». 20 Cf. Deleuze, NF, pág. 146. Modo de uso que para Marx era el propio de los «caballeros de la sustancia» y de los «críticos críticos» (Cf. Marx/Engels, IA, pág. 470; y tambien SF).

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melodía, la canción más triste del mundo, que hace del “pensar” (y de toda forma de «trabajo») una virtud en sí; que hace del Estado una verdad en sí (del “pueblo soberano constituyente”); que momifica toda actividad teórico-práctica en «ciencia de Estado», filosofía estatal, arte y cine estatal, etc.21; que reconvierte el sentido y la finalidad de toda teoría y toda práctica en “un deber en pro del Estado” (servidumbre voluntaria); y que por lo tanto inyecta, intro[repro]duce en todas las actividades (del pensamiento y de la acción política) divisiones disimétricas-jerárquicas: «La respuesta del Estado es dirigir las obras, introducir en todas las divisiones del trabajo la distinción suprema de lo intelectual y lo manual, de lo teórico y lo práctico, copiada de la diferencia “gobernantes-gobernados”»22.

Cuando el ejercicio (uso productivo) del pensamiento se repliega sobre la «forma-Estado» de organización social ocurren dos cosas a la vez: de un lado, al desarrollarse así en el pensamiento, la forma-Estado «gana todo un consenso» (el pensamiento produce «la ficción de un Estado universal por derecho»); del otro, el pensamiento (el acto mismo del pensar) adquiere una «forma de interioridad», el status de centro legislativo autosuficiente que existe por sí mismo porque posee eficiencia y sanción propias: auto-posición del «sujeto» como ‘soberano’, ciudadano-pedagogo, ciudadano-policía y juez de paz, subjetividad auto-consciente con certeza de sí misma en términos de “libre albedrío” o libertad de una voluntad consciente. —¡Base para instituciones represivas y opresivas incluso del tipo ‘tribunal popular’23!. Comprendemos por qué, bajo determinadas condiciones económicas (sociales y libidinales), para el pensamiento es interesante replegarse en la forma-Estado no menos que para ésta desplegarse en aquél: «El Estado proporciona al pensamiento una ‘forma de interioridad’, pero el pensamiento proporciona a esta interioridad una ‘forma de universalidad’. [...] Todo está regulado a partir del momento en que la forma-Estado inspira una ‘imagen del pensamiento’»24. Ambas cosas son ya los índices de una doble captura por parte de las fuerzas reactivas: servidumbre económica social y libidinal, para la extracción generalizada de [plus]valor. Re-producción de la anti-producción: distribución de una carencia producida. ¿Comprenderán los ‘caballeros’ que al hacer del trabajo productivo del pensamiento (prácticas teóricas/políticas) un modelo de realización del poder de Estado —el deseo en el pensamiento surca una línea de devenir-burocrática— no acaban sino haciendo de él un modelo de realización del Capital? Reencontramos a Marx: todo uso/consumo es una derivada de algo que acontece en la oculta esfera de la producción; producción que, además, es siempre producción de subjetivación, de humanidad, pues el Capitalismo lo produce todo y simultáneamente: tanto los objetos de consumo (fetiches: mercancías cosas y mercancías fantasías, incluidas las ideas, categorías y formas) como los sujetos consumidores (“usuarixs”, es decir, “pueblo”, “ciudadanxs libres” de la “sociedad civil”)25. Y la forma-Estado le [re]produce (modela y modula) una «forma-hombre» complementaria y a su medida.

21 Cf. Guattari/Deleuze, MM, Proposición III, pp. 368 y ss. 22 Cf. Guattari/Deleuze, MM, pág. 374. Cf. Marx, MF; pág. 92: «La concentración de los instrumentos de producción y la división del trabajo son tan inseparables la una de la otra como, en la esfera política, la concentración de los poderes públicos y la división de los intereses privados». 23 Cf. Foucault, JP. Era el deseo de Bentham: «Que cada camarada se convierta en un vigilante». 24 Cf. Guattari/Deleuze, MM, pp. 380-81. Cf. Lourau, EI, pág. 30: al pensar/desear el Estado, el Estado piensa/desea por nosotros, en nosotros y dentro nuestro; hay una relación de double bind (doble atolladero o doble atenazamiento): de complementariedad, compromiso, y captura mutua que es inmanente a la relación. 25 Cf. Marx, IC, pág. 42: «No es únicamente el objeto de consumo sino también el modo de consumo lo que la producción produce, no sólo objetiva sino también subjetivamente. La producción crea, pues, al consumidor». Cf. DK, T1.V1., pág. 44: «Los múltiples modos de usar las cosas constituyen un hecho histórico». En 1966, Guattari decía: «¿Acaso todo el análisis de El Capital no pone de relieve el hecho de que detrás de todo proceso de producción, circulación y consumo, existe un orden de producción simbólico que constituye la trama misma de toda relación de producción, circulación y consumo, y de todos los órdenes estructurales? Es imposible separar la producción de tal o cual bien de consumo de la institución que soporta esta producción. Y esto vale [también] para la enseñanza, la formación, la investigación, etc. La máquina de Estado, la máquina de represión, producen la antiproducción, es decir, significantes que están ahí para obstruir impedir el surgimiento de todo proceso subjetivo de grupo» (cf. TR, pág. 189).

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¡Nos produce incluso los órganos perceptivos mismos: nuestro pensar, nuestro ver, oír, afectar/ ser-afectado, nuestro gozar!26 ¿No nos producirá y asignará también un sexo, una sexualidad, un género, una identidad, una etnia, raza, clase, lenguaje, estereotipo de belleza, rasgos de expresividad, de “normalidad” (psico-física y afectiva), racionalidad, memoria, etc.? ¿Y no encontrará también allí el capitalismo su condición de posibilidad y de realización?27 ¿Y sólo el capitalismo?. La «forma-Estado», investida como «valor» por el deseo y por el pensamiento (que son lo mismo), ¿no funcionará como modelo de realización de la dominación económica (social y sexual y libidinal) del falocentrismo, machismo, sexismo, racismo, capaticismo del heteropatriarcado...?28. Y si decimos que «las relaciones ‘sexuales’ deseantes del hombre y la mujer [de l’homme et de la femme], o del hombre y el hombre, o de la mujer y la mujer, son el índice de relaciones ‘sociales’ entre los hombres [entre les hommes]»29…, ¿no tendremos entonces que entablar también en ese terreno un doble combate revolucionario (auto-emancipatorio), contra la forma-Estado y contra la forma-hombre y contra su régimen y sistema jerárquico de género / sexo / sexualidad / raza / capacidad / clase / belleza / edad y contra toda su producción de «valor» de los valores?.

Tempranamente, desde 1843 (en la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel y en La cuestión judía), Marx arrancaba con su crítica contra la «forma-hombre», inmanente y necesaria al Estado-nación moderno (a la forma-Estado) y al modo de producción capitalista: crítica a la «doble vida» mistificada (alienada) del ‘hombre’ de la sociedad estatal-industrial, en virtud de la cual es, a la vez, de un lado un «ciudadano» “libre”, “consciente” y “soberano” (vida celestial), y del otro un «trabajador» “asalariado”, es decir, totalmente desposeído de los medios de [re] producción, circulación y consumo (vida terrenal y secular, profana). Décadas después, Nietzsche hará también su crítica contra la forma-hombre, en pos de su subversión en la «forma-superhombre». Siempre la idea de un… “hombre nuevo”. ¡Vaya, vaya, qué sorpresa!; —pero, ¿«quién» o «quiénes» son ese ‘hombre nuevo’?. Dicho de otro modo: ¿alcanza todo esto para franquear el umbral, permitiéndonos encontrar, por detrás de la forma-hombre, a la forma-macho/varón medio / hetero / blanco / trabajador-o-capitalista?. Y sin embargo, Valerie Solanas nos advertía ya en 1967 (en el S.C.U.M. Manifesto) acerca de esta relación inmanente y necesaria no sólo entre la forma-hombre y la forma-macho/hetero/blanco/trabajador/etc., sino también con la «forma-dinero» y la «forma-empresa»: pues ambos —el macho + su binomio capitaldinero/trabajo asalariado productivo creador de valor— adquieren la posición de «equivalentes generales» económicos (sociales y sexuales y libidinales), de «valor» de los valores. ¿Cómo habríamos de subvertir y abolir, entonces, la forma-dinero (el capitalismo) sin abolir simultáneamente la forma-hombre / macho / hetero-cis / blanco / ciudadanolibre / trabajador|capitalista / representante / líder / vanguardia totalizante / etc.?. El heterocis-patriarcado, y por lo tanto, la subjetivación y la significación dominante, es estatal y capitalista. El combate habrá de ser, entonces, doble y triple.

26 Cf. Marx, EF, pp. 153/54: «El hombre se afirma en el mundo objetivo no sólo en pensamiento, sino con todos los sentidos. [Pero] la formación de los cinco sentidos es un trabajo de toda la historia universal hasta nuestros días . [...] Así como la sociedad misma es la que produce al ‘hombre’ en cuanto ‘hombre’, así también es producida por él; la actividad y el goce son también sociales, tanto en su modo de existencia como en su contenido».». Cf. Moi Non Plus, DP. 27 Cf. Deleuze, PG, pp. 12-13: «El carácter propio del capitalismo, que se presenta como una contradicción entre el desarrollo de las «fuerzas productivas» y las «relaciones de producción», consiste en lo siguiente: el proceso de reproducción del capital (del cual depende el régimen de las fuerzas productivas), es en sí mismo un fenómeno internacional que implica la división mundial del trabajo; pero el capitalismo no puede, sin embargo, romper con los marcos “nacionales” (en el interior de los cuales desarrolla sus «relaciones de producción»), ni con el Estado como instrumento de revalorización del capital. El internacionalismo del capital se materializa, pues, en estructuras estatales y nacionales [los Estadosnación] que, al mismo tiempo que lo frenan, lo realizan, y que desempeñan el papel de arcaísmos con una función actual. El capitalismo monopolista de Estado, lejos de ser un dato último, es el resultado de un compromiso». Esta caracterización de Deleuze puede leerse, casi literal, en las Nueve Tesis de la Oposición de Izquierda —escritas 7 años antes (1965) por un grupo de militantes entre quienes se encontraba Guattari—, donde se define al Estado como «el lugar geométrico de las contradicciones del capitalismo» (Cf. Guattari, TR, pág. 128). 28 Cf. Melike Yasar, MY: «El Estado-nación, que no tiene una historia muy larga, es el último instrumento del patriarcado, y el más fuerte». En la reciente carta que el Movimiento de Mujeres de Kurdistan (Komalên Jinên Kurdistan, KJK) envió a María de Jesús Patricio Martínez, celebrando su nombramiento como ‘vocera del Concejo Indígena de Gobierno’ (CNI) [07/06/2017], leemos: «La civilización patriarcal del Estado, que se produjo en forma de una contra-revolución basada en la dominación, la explotación y la ocupación, esclavizó en primer lugar a las mujeres». Cf. Moi Non Plus, AM. 29 Cf. Guattari/Deleuze, AE, pág. 363.

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[3] Doble combate radical. Amazonas & Brujas revolucionan la crítica del «valor» Hagamos un alto. Pues hasta aquí…, a 150 años de El Capital y a 100 de la Revolución Rusa, acaso muchos (militantes o no) estarían bien predispuestos, y de muy buena gana, a suscribir lo dicho: que las prácticas teóricas y políticas (organizativas) con horizontes auto-emancipatorios radicales han de emplazarse sobre la base de una siempre abierta y actualizable «crítica de la economía-política»; que para comprender, para trazar un mapa que siempre es audio-visual, para hacer visible, audible, sensible, pensable qué es y cómo se crea el «valor» (y el plus-valor) debíamos llegar a la esfera de la producción (y de las relaciones sociales de producción), en condiciones materiales históricamente determinadas. Pero allí donde ellos confluirían, nosotrxs plantamos precisamente un problema; una vez más: ¿alcanza esto para franquear el umbral?. Se intuyen malas noticias…, y no a causa de un ‘fantasma’ que recorre continentes, —sino ¡del diluvio!. Descodificación generalizada, «devenir desorganizado meticulosamente», desterritorialización organizada («explorar sistemáticamente el azar»), experimentación y creación de nuevas formas de organización de relaciones económicas, sociales, sexuales, libidinales, de nuevas subjetividades; —nuevos mundos de posibles donde quepan muchos mundos (de posibles). Por todos lados y sistemáticamente se venían (y vienen) tramando emboscadas que llegan siempre como del horizonte, y haciendo proliferar todo tipo de vivencias, resistencias, luchas, vitalidades, racionalizaciones, imaginaciones, memorias, percepciones, audio-videncias, expresividades, semiotizaciones y conceptualizaciones nuevas, y que emplazan a su paso todo un nuevo arte para la disidencia y la destrucción, un nuevo gusto esquizo por las armas y las herramientas que brota como de los márgenes, que irrumpe como viniendo del Afuera (Erewhon, Nowhere, Nowhere)30. ¡Retiembla y retiembla la ‘tierra de los padres’! Porque todas las seguridades y comodidades, todas las tranquilidades de conciencia, los bonitos ‘gestos’ y los buenaondismos (y también los cinismos), todos los «saberes», las prácticas teóricas, políticas y organizativas de los caballeros y muchachos filántropos progresistas y populistas y de los bravos revolucionarios de izquierda, anarquistas, autonomistas de clase y libertarios incluidos (todos los «tecnócratas de género»)31 ahora se convierten en parte del problema. ¿¡Cómo!? ¡Las Amazonas & las Brujas irrumpen una y otra y otra vez!. La crítica feminista de la economíapolítica arrastró la crítica todavía más lejos, acelerando la velocidad intensa de las líneas de fuga y volviendo a las prácticas teóricas/artísticas —ahora índices de que una mayor radicalidad todavía deviene posible y actual para las prácticas políticas (y organizativas)— aún más corrosivas respecto de la ley y el orden. Weichafas. Las amazonas & las brujas montan pieza a pieza un agenciamiento colectivo múltiple, pluralista, una «máquina de guerra» teóricopráctica cuya finalidad consiste en maquinar(se) todo el campo social (relaciones) a contrapelo y en sentido auto-emancipatorio radical: haciendo visibles, audibles, sensibles, pensables otras condiciones de posibilidad (sociales y libidinales) para las fases de acumulación capitalista y su violencia inmanente (machista, sexual, sexista, racista, etaria, capacitista, estatal, institucional) que ya estaban aquí, operando entre nosotrxs y a plena luz, pero opacadas no por engaño, secreto, señuelo o por mera “ideología” o “interés”, sino por razones que atañen y comprometen a la esfera misma de la producción social cotidiana, en el nivel de la doble economía social y libidinal; que atañen a la ingeniería misma de todo nuestro actual modo de producción de vida y existencia (con las relaciones sociales jerárquicas de autoridad/poder que supone), al montaje elaborado (heterocispatriarcal y machista y cis-sexista y racista y estatal y capitalista) con el que se nos produce una existencia 30 Cf. Guattari/Deleuze, MM, pág. 404: «Existe un gusto esquizofrénico por la herramienta: que la hace pasar del trabajo a la acción libre; y un gusto esquizofrénico por el arma: que la hace pasar como medio de paz, de conseguir la paz. Es a la vez una respuesta y una resistencia». 31 Cf. María Galindo, en VD, pp. 57 y ss. y DD, pp. 31 y ss. En NP (Cap. 5), María Galindo y Sonia Sánchez desenmascaran a los «parásitos» (axiomatizadores) que tutelan, re-encauzan, traducen, aplastan y obturan toda la potencia de auto-emancipación radical respecto del heterocispatriarcado proxeneta estatal y capitalista: el «sindicalismo, el oenegismo, las Iglesias, los organismos de derechos humanos, el ejército de expertos (psiquiatras, sexólogas, trabajadoras sociales), y los partidos políticos».

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material, social, de clase, nacional, una subjetividad e individuación, una forma de racionalidad, una identificación sexual, de género, racial, étnica, religiosa, emocional y afectiva (&etcs.) binómica-excluyente32. No es raro, entonces, que esta crítica feminista de la economía-política de la que habla[re]mos brille por su ausencia en las teorías (y las prácticas) de los actuales marxólogos y sovietólogos (más o menos heterodoxos), celebradores de efemérides marxistas de múltiples pelajes, y variopintos adoradores de líderes momificados o formolizados (eternizados). Es entonces cuando se nos aparece una imagen-sonido de Christine Delphy, cuando nos decía que «si bien la crítica al sexismo de las disciplinas científicas es importante, sólo lo es en la medida en que los discursos de estas disciplinas son la versión erudita de la ideología patriarcal dominante. Y ésta es la que nos interesa, y la que debe verse afectada por nuestras críticas. Lo que debe importarnos no son los argumentos de nuestros colegas masculinos en sí mismos,sino el hecho de que den un aval “científico” a la ideología dominante»33.

Otra imagen-sonido, para nosotrxs recurrente. En Una canta, la otra no (1977), Agnès Varda monta una máquina de guerra audio-visual con la que interviene (y engancha) en esa otra máquina de guerra colectiva que eran los movimientos feministas de los ’70: «Yo sé que en Mayo ‘68 se insinuaron muchas cosas, y que Mayo pasó. Pero el movimiento de las mujeres es la continuación. Las mujeres nos dimos cuenta que iban a dejarnos atrás, y comenzamos nuestros propios movimientos. La historia más interesante de los movimientos feministas es a partir de Mayo ‘68, es en los años setenta en que se cristalizan cosas, con el proceso de Bobigny [contra Marie-Claire Chevalier] en favor del aborto, el MLAG, los abortos colectivos en Amsterdam, etcétera. Se crea una corriente de solidaridad entre las mujeres, que deja de ser una idea para convertirse en una realidad; tienes, por ejemplo, los grupos de mujeres que trabajan en los barrios, esto es de una enorme importancia, no es una utopía ni un sueño histórico»34. Varda monta-y-engancha a partir de personajes a los cuales no juzga (ni se juzgan entre sí): dos mujeres muy diferentes, ubicadas en distintas ‘clases’, que expresan (personifican), experimentan y construyen (viven) de distinto modo el feminismo que pueden (a la medida de sus potencias y resistencias colectivas) y necesitan; una, desde una perspectiva más radical, y la otra, bajo un proceso de desvictimización: pero siempre acompañándose y cuidándose entre sí (sororidad/affidamento)35. Pomme la que canta, la aguerrida, la que reacciona, la que sale de gira por los pueblos (en una manada múltiple de músicos, actrices, mujeres abortistas) montando un aparato performático que escupe canciones, representaciones teatrales, procesiones musicales

32 Cf. Roswitha Scholz, PM, pp. 52-53: «La esfera privada no puede ser concebida como algo que se deriva del «valor», sino que es un ámbito escindido. Es necesaria una esfera a la que desplazar actividades como la protección, el cuidado, el “amor”, que se contrapone a la lógica del valor, a la lógica de ahorro del tiempo, con su moral de competitividad, beneficio, rendimiento, etc. [...] Se explica, también, la existencia de alianzas masculinas que se basan en la aversión hacia lo “femenino”. Así, todo el Estado y la política están constituidos desde el siglo XVIII sobre los principios de libertad, igualdad y fraternidad como alianzas masculinas». Cf. Gayle Rubin, TM, pág. 112. Freud llega tan lejos en la mistificación (como el garante “científico” del hetero-cis-patriarcado que fue), que afectos tales como el «sentimiento de inferioridad» y los «celos» son para él (cuando son experimentados por mujeres) no el producto de unas relaciones sociales de opresión (que ocurren al nivel de la economía social y libidinal), sino una mera «consecuencia psíquica de la envidia al pene» (en Sigmund Freud, DA [1925], pág. 272), o de una «regresión» preedípica (en FE [1931], pp. 232-33). 33 Cf. Christine Delphy, FI, pág. 125. Cf. Moi Non Plus, PU. 34 Cf. Agnès Varda, FF. Las palabras de Varda sobre Mayo ‘68 golpean, también, a la izquierda marxeana no trotskista, al autonomismo revolucionario carente de perspectiva de género: Morin, Lefort y Castoriadis, al igual que los hermanos CohnBendit, escriben sus textos de intervención en pleno Mayo Francés (1968), y tanto en unos como otros brilla por su ausencia una perspectiva de análisis feminista y de género sobre dichos acontecimientos. Curiosamente tampoco aparecerá cuando, en los veinte años que siguieron a los acontecimientos del ‘68, todos vuelvan (en 1978, 1986, 1988) sobre la experiencia del Mayo Francés: cf. LB, LG, LR (en LR son Susan Brownmiller, Barbara Köster, y Fernando Gabeira quienes interpelan a Cohn-Bendit desde una perspectiva feminista). 35 Cf. Librería de Mujeres de Milán, ND, pp. 206; 15-16; 22-23; 183: «Frente a las jerarquías del poder, cuando se nos imponen o cuando tienden a reproducirse entre nosotras, no oponemos ni el ideal ni la práctica de la “igualdad”, sino la práctica de las diferencias dadas, para que entre ellas salga a flote y tenga primacía el deseo femenino. […] En las múltiples lenguas no había ningún nombre para designar una relación social de este tipo, ni para ninguna otra relación entre mujeres. La palabra affidamento es bella, contiene la raíz de palabras como fe, fidelidad, fiarse, confiar. [...] El hecho de affidarse una mujer a su semejanta tiene un contenido de lucha política. […] Introducir la relación de affidamento en el sistema de relaciones sociales para que el sexo femenino encuentre en sí mismo la fuente de su valor y de su medida social es un proyecto político».

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en espacios públicos y plazas (como hacían los colectivos del W.I.T.C.H.), diciéndoles en la cara a las mujeres que la observan: «En la familia actual el hombre es el burgués y la mujer la proletaria», o «no hay que escuchar al Estado, la Iglesia, o la planificación familiar»36. Y Suzanne, la muchacha que se desmarca del lugar de víctima (pues el orden patriarcal también se reproduce diseminando tales afectos de culpabilidad y mala conciencia) para activar nuevos devenires para sí misma y las otras mujeres: se hace trabajadora social (teniendo que estar prevenida incluso de convertirse en burócrata) para poder informarse, administrarse y asistirse mutuamente y entre mujeres sobre métodos anticonceptivos, evitando así tener que sufrir abortos clandestinos e insalubres (como ella en su juventud)37. Sus nombres propios (individuación estatal) son, en sí mismos, irrelevantes: ante todo, ellas son personificaciones indecibles, personajes conceptuales disolventes, dos maneras coexistentes y diferenciales de poner en fuga el valor de los valores, emplazando un doble movimiento de desterritorialización feminista y despatriarcal: la chica de clase media de ciudad que renuncia a la educación oficial para ir con su manada por las provincias; la chica de clase baja campesina que huye a la ciudad para dar una batalla militante dentro de los axiomas38 establecidos pero contra ellos, como en la escena en que dialoga con una compañera del centro de planificación familiar, a propósito de una mujer que no había tomado los anticonceptivos (pese a que los pidió y se le habían prescripto) y ni siquiera podía explicar por qué no lo había hecho: «[Suzanne:] Estas charlas deberían ser colectivas. Le grito, porque ella quiere la pastilla pero no la toma. [Compañera]. No estamos para gritarles. [S:] Pues deberíamos. Me fastidia pensar que debo gritar para que cambien las cosas. [C:] No lo hagas. Dando órdenes no ayudarás a las mujeres alienadas. [S:] Sí, pero tengo mis días malos y llevo años haciendo lo mismo. [C:] Déjalo. O bien cambia tus métodos. ¿Qué haces en tu despacho? ¿Militas, o eres una funcionaria? [S:] Tienes toda la razón. Me hace bien que me hables así». Un ejemplo actual, material y concreto de dicho trabajo radical a contrapelo creemos (y queremos) encontrarlo en los 8 puntos del documento leído en el Paro Internacional de mujeres, lesbianas, bisexuales, intersex, trans y travestis titulado «¿Por qué paramos?»39, fruto de una producción colectiva y transversal entre organizaciones (como Pomme

36 Si la primera frase suena demasiado a Engels, la máquina (prácticas) performática que ellas montan (“Las orquídeas”) activa ya una crítica al «componente patriarcal» del marxismo, combatido por el feminismo radical de la época. En los cré-ditos iniciales del film se puede ver que las letras de todas las canciones fueron escritas por Varda; no es ingenuo, entonces, que en dicha canción “Las orquídeas” digan irónicamente «Papá Engels». Es la misma ironía con la que la directora alemana Helma Sanders-Brahms hace, en su primer film (Unter dem Pflaster ist der Strand, 1975), que el personaje masculino (encarnación del patriarcado) esté leyendo El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de Engels. En ese mismo año las mujeres del ciné-tract de Varda (Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe, 1975), decían: «“Danos hijos: soldados, obreros, científicos. Danos hijas: cocineras, obreras, madres”, dice la sociedad». 37 Cf. el Manifiesto de las 343 (1971), una de cuyas firmantes era Varda, y el documento Maternidad y Aborto (1971), elaborado por el ‘Movimento di Lotta Femminile’, que tuvo a Dalla Costa como una de sus impulsoras (en MS). Asimismo, tanto el análisis de las feministas de la 'Librería de Mujeres de Milán' (ND, pp. 75-110), como los manifiestos y performances (1968/9) de los colectivos del W.I.T.C.H. Acerca del trabajo de las militantes de la Colectiva Feminista ‘La Revuelta’ (Socorro Rosa), Ruth Zurbriggen decía en 2013: «También buscamos combatir el negocio del aborto clandestino de médicos inescrupulosos que lucran con la necesidad y la decisión de las mujeres sobre sus cuerpos» (cf. Luciana Peker. NO). Ruth Zurbriggen compiló junto con Claudia Anzorena los trabajos que aparecen en AD, y con Belén Grosso los relatos de EN. Cf. notas 114 y 115. A propósito de la maternidad y el aborto en Una canta, la otra no, remitimos a unas palabras de Varda en 1977 (cf. AA). 38 Cf. Deleuze, DE, pp. 104-105, y Guattari/Deleuze, MM, pp. 466-67: «En el capitalismo existe una tendencia a añadir constantemente axiomas. [...] Los axiomas del capitalismo no son evidentemente proposiciones «teóricas», ni fórmulas «ideológicas», sino enunciados operatorios que constituyen la forma semiológica del Capital, y que entran como partes componentes en los agenciamientos de producción, de circulación y de consumo. […] En ese sentido, un flujo puede ser objeto de uno o varios axiomas (constituyendo el conjunto de los axiomas la conjugación de los flujos). […] Lo que hace variar la axiomática, en relación con los Estados, es la distinción y la relación entre «mercado exterior» y «mercado interior». La multiplicación de axiomas se produce sobre todo cuando se organiza un mercado interior integrado que compite con las exigencias del mercado exterior. Se podría definir, así, un polo de Estado muy general, la «social-democracia», por esta tendencia a la adjunción, a la invención de axiomas en relación con dominios de inversión y fuentes de beneficio (no es un problema de ‘libertad’ o de ‘coerción’, de centralismo o de descentralización, sino de cómo se controlan los flujos). En este caso [polo «social-democracia»], se les controla multiplicando los axiomas: axiomas para los jóvenes, para los viejos, para las mujeres, etc. […]. Pero en el capitalismo la tendencia inversa no es menor, [y constituye] el otro polo de Estado, el «totalitarismo», que encarna la tendencia a restringir el número de axiomas. […] Pues bien, las dos cosas van unidas [y] se producen al mismo tiempo: el capitalismo se enfrenta a sus límites, y al mismo tiempo los desplaza, para situarlos más lejos. [Por eso], sería todo un error desinteresarse de la lucha al nivel de los axiomas». En cualquier caso, es necesario analizar cómo y de qué manera opera el Heterocispatriarcado para controlar los flujos (que son metidos en la [re]produc-ción, circulación y consumo). 39 Cf. asimismo Violeta Alegre, FT. Para un registro documental del 8M y del 3J, remitimos a Paro Internacional de Mujeres (8M) y a 3J Marcha: Ni Una Menos, producciones audiovisuales realizadas por Carla Fleur, disponibles en Youtube.

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y Suzanne, con todas sus heterogeneidades y multiplicidades, sus diferencias, sus tensiones de grupos y organizaciones, etc.). Una tercera vía que toma al entero sistema de poderes establecidos a contrapelo, poniéndolo todo en cuestión.

La crítica feminista de la economía-política radicalizó la teoría-práctica aportando al menos dos constataciones en torno a la producción de «valor»; pero teniendo que entablar, para hacerlas audio-visibles, un doble combate simultáneo tanto contra el sistema del heterocispatriarcado que se busca abolir —al nivel económico (capitalismo) y al nivel social (Estado-nación) de la dominación—, como contra las teorías-prácticas revolucionarias mismas que buscan abolirlo; es decir, denunciando y combatiendo por todos los rincones todas las relaciones económicas (sociales y libidinales), y revelando el componente heteropatriarcal machista, sexista y racista que funciona como su condición de posibilidad.

Primera constatación: (a) es verdad que los múltiples poderes (violencias) establecidos del falocentrismo, el sexismo y el machismo heterocispatriarcal en condiciones estatales y capitalistas no se contentan, hoy, con actuar únicamente desde el exterior (trascendencia), por la persuasión (ideología) o por la fuerza (represión) —aunque desde sus comienzos y hasta hoy suponen y exigen «un ataque genocida contra las mujeres»40—, sino que su inquietante eficacia cotidiana, tanto como su aceptación casi generalizada, pasan por el emplazamiento de una fina red invisible (tecnologías) de micro-poderes que operan como bio-poderes desde dentro («secreción interna»). Es verdad, con Foucault, que «el cuerpo se ha convertido en el centro de una lucha», en tanto que «las relaciones de poder penetran los cuerpos»41, es decir, capturan y entrampan (disciplinan y controlan) de modo inmanente nuestro deseo, nuestros cuerpos, nuestros sexos, sexualidades, órganos, géneros, percepciones, afecciones, cerebro (imaginaciones, pensamientos, fantasías, etc.). Pero la crítica feminista también avanza a contrapelo de Foucault allí donde se vuelve necesario —cuando Foucault sencillamente «ignora el proceso de reproducción, [y] funde las historias femenina y masculina en un todo indiferenciado»—, torciendo su línea, quebrándola en pos de un análisis original y diferencial productor de nuevas audio-visibilidades y rasgos diferenciales: «en la era de las computadoras la conquista del cuerpo femenino sigue siendo una precondición para la acumulación de trabajo y riqueza, tal y como lo demuestra la inversión institucional en el desarrollo de nuevas tecnologías reproductivas que, más que nunca, reducen a las mujeres a meros vientres; [pues] el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los trabajadores asalariados varones: el principal terreno de su explotación y resistencia, en la misma medida en que el cuerpo femenino ha sido apropiado por el Estado y los hombres, forzando a funcionar como un medio para la reproducción y la acumulación de trabajo»42. El machismo, sexismo, racismo, etarismo, falocratismo, capacitismo, esteticismo, el colonialismo y el clasismo inmanentes al heteropatriarcado, implican mucho más que una mera “ideología”, meros valores “morales” (usos/costumbres), “gestos”, “actitudes” o “posturas” que expresan intereses (privilegios) machistas conscientes y de clase43; —si nos descuidamos en este punto fundamental, los garantes del poder y el orden patriarcal (de derecha, centro, o izquierda) nos harán creer que, en el fondo, la solución contra estas violencias se reduciría a una cuestión de “ceremonial y protocolo” (guardar la compostura, contenerse, disciplinarse, moralizarse, reprimirse, desarrollar un mayor nivel de 40 Cf. Silvia Federici, CB, pp. 23; 273 y Meral Cicek, GF. Las mujeres que dialogan sobre la prostitución hablan de los daños físicos, psíquicos y afectivos (cf. Berkins & Korol, TP y Millett, PR). Gayle Rubin (TM, pág. 129) habla de una «brutalidad psíquica» cotidiana, y Adrianne Rich (HO, pág. 60) de un «terrorismo contra las mujeres». Contra la idea de que el poder actúa sólo por represión/ideología, cf. Deleuze, FC, pp. 54-55. 41 Cf. Foucault, MP; pág. 113. Cf. asimismo los §10 y §11 (de 1977). 42 Cf. Federici, CB, pp. 12; 29-31; asimismo, pp. 163-63: «Sus úteros se transformaron en territorio político, controlados por los hombres y el Estado: la procreación fue directamente puesta al servicio de la acumulación capitalista. [...] El cuerpo femenino fue transformado en instrumento para la reproducción del trabajo y la expansión de la fuerza de trabajo, tratado como una máquina natural de crianza, que funcionaba según unos ritmos que estaban fuera del control de las mujeres. Este aspecto de la acumulación primitiva está ausente en el análisis de Marx». Cf. asimismo Dalla Costa/James (MS, §La función capitalista del útero [1971], pp. 36-7) y Batya Weinbaum (CN, pág. 20). 43 Cf. Moi Non Plus, MH.

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“conciencia”, y demás placebos y sucedáneos para la buena tranquilidad ciudadana/militante)44. ¡Muy por el contrario!. Si calan tan pero tan profundo, es porque ante todo son la condición de posibilidad y de realidad del orden económico (social y libidinal) en el que vivimos, son [re] producción de «sentido» y «valor»; —[re]producción que opera microscópica y cotidianamente a través de dispositivos concretos de todo tipo, de estrategias y tecnologías de poder (instituciones, equipamientos colectivos y agenciamientos de sujeción colectiva) instituidas a base de una violenta y sutil explotación (machista, sexista, sexual, de género, racista, etaria, esteticista, capacitista, colonialista y clasista) contra las mujeres, trans, travestis, «indias, putas, lesbianas»45, bisexuales, intersex, minorías, mutantes y marginadxs de todo tipo. Precondición simultánea, necesaria, e inmanente (economía libidinal) para la reproducción y acumulación (economía social): «El patriarcado no es simplemente una organización jerárquica, sino una jerarquía en la que determinadas personas ocupan determinados puestos. [...] Definimos el «patriarcado» como un conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en el que hay unas relaciones jerárquicas y una solidaridad entre los hombres que les permiten dominar a las mujeres. La base material del patriarcado es el control del hombre sobre la fuerza de trabajo de la mujer. [...] Los elementos cruciales del patriarcado, tal como los experimentamos habitualmente, son: el matrimonio heterosexual (y la consiguiente homofobia), la crianza de los hijos y el trabajo doméstico a cargo de la mujer, la dependencia de la mujer con respecto al hombre (impuesta por los dispositivos del mercado de trabajo), el Estado y numerosas ‘instituciones’ basadas en las relaciones sociales entre los hombres: clubs, deportes, sindicatos, profesiones, universidades, iglesias, corporaciones y ejército. Todos estos elementos han de ser examinados si se quiere comprender el capitalismo patriarcal»46.

Esta conclusión resulta evidente no sólo cuando se estudia la génesis del valor de los valores actuales («la creación de relaciones de dominio-dependencia entre hombres y mujeres»), sino también cuando observamos «el papel fundamental desempeñado por los hombres en el mantenimiento de la segregación de los empleos por sexos y, por lo tanto, de la superioridad masculina. […] Resultado de un largo proceso de interacción entre el patriarcado y el capitalismo [en el cual] el capitalismo creció sobre el patriarcado; y así, el capitalismo patriarcal es una sociedad estratificada por excelencia»47.

44 Parte de la doble coartada (double bind) del poder establecido consiste en decirnos que los machistas violentos, abusadores, violadores, femicidas son o bien malas semillas “individuales”, actos aislados de crápulas al acecho (sujetos individuales de condena social y penal); o bien que son enfermos, psicópatas (sujetos individuales de condena médico-científica). Individualizar, para mejor moralizar y patologizar: la doble tenaza con la que el orden patriarcal encubre (mistifica) que el verdadero problema radica en el modo mismo como está organizado y producido el deseo, la subjetividad, y todo el campo social (bajo el heterocispatriarcado estatal y capitalista). Pero el problema son las relaciones sociales de [re]producción y la [re]producción social de dichas relaciones (al nivel de la economía social, sexual, y libidinal). 45 Tomamos prestado el giro-graffiti de la organización Mujeres Creando, con el que despatriarcalizan los muros de Bolivia: «Somos indias, putas y lesbianas; juntas, revueltas y hermanadas» (cf. VD, pág. 174 y DD, pp. 76 y ss,), y con el que intentan, además, subvertir las ‘identidades’ con las que el patriarcado nombra y marca los cuerpos de lxs otrxs (cf. NP, pp. 187; 194). 46 Cf. Heidi Hartmann, UM, pp. 9; 13-14; 23-24. Plus María Galindo: «El patriarcado no es la discriminación de las mujeres, sino la construcción de todas las jerarquías sociales superpuestas unas sobre otras y fundadas en privilegios masculinos, […] la base donde se sustentan todas las opresiones; es un conjunto complejo de jerarquías sociales expresadas en relaciones económicas, culturales, religiosas, militares, simbólicas, cotidianas e históricas. [...] El patriarcado resulta algo más un ‘adjetivo’ del sistema: es el eje de la «forma» de organización social, económica, cultural y política de cualquier sociedad; no es una discusión periférica, ni específica, ni particular, sino que es una discusión central e ineludible. [Pero] el patriarcado no es un modelo de dominación universal e indiferenciado, general e idéntico cualquiera sea la sociedad; basta de concebir un patriarcado así. Éste se expresa a partir de y en estructuras históricas y sociales específicas, y es esa maraña la que hay que desmantelar, y para hacerlo, hay que detallar cada una de sus capas» (Cf. DD, pp. 92-94). En cuanto al término ‘homofobia’, nosotrxs preferiríamos (siguiendo a Violeta Alegre en TF y a Adrienne Rich en IU, pág. 195) no utilizar «fobia» después de ‘homo-’, ‘trans-’, ‘lesbo-’, evitando así psicologizar y patologizar unas violencias, opresiones y crímenes de odio que tienen su origen en la base económica social y político y libidinal; y porque además rechazamos el recurso cínico propio de la ciencia privada y de Estado (todo el saber-poder heteropatriarcal), cuyo subterfugio perverso consiste en convertir al ‘victimario’ en ‘víctima’, produciendo para ello un lenguaje de apariencia neutra, objetiva, y universal; —todavía en 1933, cuando Freud pontificaba sobre «el enigma de la feminidad», decía ofrecernos su «palabra imparcial», y «nada más que hechos observados, casi sin nada de añadidos de especulación» (cf. CF, pp. 104-05; 108). Podríamos usar, en lugar de aquéllas, ‘lesbo-odio’ y ‘trans-odio’. 47 Cf. Heidi Hartmann, CP, pp. 189; 219.

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Ello nos conduce a una segunda constatación, a saber: (b) que dado que «la opresión de las mujeres es anterior a la opresión de clase»48 (estatal y capitalista) y a la vez su condición de posibilidad, entonces la crítica del «valor-trabajo» debe reemprenderse también emplazando una «máquina de guerra» de doble combate contra el capitalismo y contra los Estados-nación, sí, pero también revolucionando la teoría-práctica revolucionaria misma, según la cual el valor parece no tener sexo. La crítica feminista del valor pone en fuga al marxismo clásico que momifica la categoría de ‘trabajo abstracto’ como gelatinización «indiferenciada» («objetividad espectral») de la ‘fuerza productiva’, sin ver que «la capacidad humana de producción se vuelve una capacidad heterodeterminada»49, y ello tanto al nivel de la economía social (la situación de prostitución, el trabajo reproductivo/doméstico pago y no-pago de las mujeres como condición primera de acumulación capitalista)50, como al nivel de la economía libidinal, donde la libido sexual y todo el ‘trabajo’ del deseo se revelan como unas potencias ya capturadas, maquinadas y explotadas de manera bien diferencial por el diagrama de relaciones existente51; —diagrama productor y actualizador de todos los agenciamientos concretos, los contenidos, expresiones, los sentidos y valores familiares, conyugales, religiosos, morales, sexuales, culturales, estatales, sindicales, mercantiles, publicitarios, de la industria “del entretenimiento” (comics, literatura, música, tv, teatro, cine), y del saber psicoanalítico (con su Edipo y su monosexismo machista)52—, y todo ello con el fin de ser puestas a auto[re]producir una «realidad» material, a saber, todos los micro-fascismos y las redundancias dominantes del sistema de sentidos y valores heteropatriarcales dominantes, que la forma-Estado gestiona a mil niveles53. Es verdad que en condiciones capitalistas de producción el «trabajo abstracto» (mera cuantificación homogeneizante) vela tanto los «trabajos concretos» (cualitativamente diferenciales y heterogéneos) como las «relaciones de producción» (de autoridad/poder). Sin embargo —y aquí es donde el análisis materialista de Marx no se adentra (o bien se detiene)—, hay por lo menos tres cosas más que quedan elididas y sin explicar, y que sin embargo son de una importancia fundamental a la hora de comprender(nos) el funcionamiento de la esfera de la producción

48 Cf. Melike Yasar, RM; y sus palabras en el 30º Encuentro Nacional de Mujeres (Mar del Plata, 2015): «Nosotras hoy estamos felices de que nunca tuvimos un Estado-nacional y nunca tendremos un Estado-nacional». 49 Cf. Scholz, PM, pág. 47 y Federici, CB, pp. 167; 163; 130; 206. Cf. Rubin, TM (1975), pág. 113; Dalla Costa/James, MS, §Plusvalía y fábrica social (1971); Hartmann, UM (1979). Cf. además Batya Weinbaum, CN, especialmente el Cap. 4 («El componente patriarcal del marxismo»), pp. 23-30. 50 Cf. Federici, CB, pp. 105; 169-70; 178: «Después de cuatro siglos de disciplinamiento capitalista de las mujeres, [y] a pesar de que el trabajo asalariado de las mujeres (los trabajos domésticos y sexuales pagados) se estudian aún con demasiada frecuencia aislados unos de otros, ahora estamos en mejor posición para ver que la discri­minación que han sufrido las mujeres como mano de obra asalariada ha estado directamente vinculada a su función como trabajadoras no-asalariadas en el hogar. De esta manera, podemos conectar la prohibi­ción de la prostitución y la expulsión de las mujeres del lugar de trabajo organizado con la aparición del ama de casa y la redefinición de la familia como lugar para la producción de fuerza de trabajo. Desde un punto de vista teórico y político, sin embargo, la cuestión fundamental está en las condiciones que hicieron posible semejante degradación y las fuerzas sociales que la promovieron o fueron cómplices. […] Más aún, la criminalización de la prostitución, que castigó a la mujer pero apenas molestó a sus clientes varones, reforzó el poder masculino. Cualquier hombre podía ahora destruir a una mujer simplemente declarando que ella era una prostituta, o haciendo público que ella había cedido a los deseos sexuales del hombre». Para el debate entre ‘trabajo sexual’/ ‘situación de prostitución’ (reglamentarismo/abolicionismo), remitimos al diálogo de TP y de NP. Si Federici dice ‘clientes’ [customers], nosotrxs preferimos, con María Galindo y Sonia Sánchez, decir las cosas por su nombre: «La puta no tiene “cliente”. Tiene prostituyente. Tiene torturador. Pero clientes, no. Ésta es otra palabra que se te pega con el discurso de la prostitución como “trabajo”: la puta es «trabajadora», el fiolo es «empresario», y el prostituyente, es «cliente». [...] La puta no tiene cliente, tiene prostituyente: este afán de nombrarlo como “cliente” lo coloca en una relación de consumo inocua para él y la puta. Una relación que no afecta a ninguno de los dos. Eso es falso. El consumo de prostitución es una relación que afecta a la puta, al prostituyente, y a todo el universo que a estos dos rodea. Por lo tanto a la mujer no-puta también» (NP, pp. 96; 136). 51 Cf. Guattari, MO, pág. 227: «La represión del deseo se mueve en la infraestructura, en un estadio previo a la diferenciación de la energía perceptiva, productiva, sexual, etc.». 52 Cf. Guattari/Deleuze, AE, pág. 304: «Esa extraña idea de que finalmente no hay más que un sexo, el masculino, con respecto al cual la mujer se define como carencia, el sexo femenino, como ausencia». Para el psicoanálisis como mecanismo de reproducción del orden sexual heteropatriarcal, cf. Rubin, TM, pp. 118; 132. Cf. asimismo Ursula Linnhoff, HF y Adrienne Rich, HO. 53 Cf. Federici, CB, pág. 94: «El Estado se convirtió en el gestor supremo de las relaciones de clase y en el supervisor de la reproducción de la fuerza de trabajo —una función que continúa realizando hasta el día de hoy». Cf. asimismo, pp. 14649; 218; 235. Cf. Valerie Solanas, SM, pág. 8: «Las razones que mantienen este sistema, basado en el trabajo y el dinero, no son humanas, sino machistas».

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social de riqueza y [plus] «valor», ya que actúan a la vez como su sostén y posibilitador. Primera omisión: [a] un tipo de trabajo concreto, que se materializa en actividades múltiples y de todo tipo (y que requieren destrezas, esfuerzos, atenciones, tiempos, ritmos e intensidades diferentes del cuerpo, el deseo y el afecto), que es el trabajo «reproductivo», condición de posibilidad del trabajo «productivo». Segunda omisión: [b] dejar de lado, en sus análisis, el sentido y la función que cumplen la separación y la división (disimétrica y jerárquica) sexual, sexista, de género, racial, étnica, etaria, esteticista y capacitista del trabajo, y su relación con [a]; división que, por cierto, es a su vez la condición de posibilidad sobre la cual se asientan todas las restantes relaciones sociales productivas (opresivas y ‘de clase’), estatales y capitalistas. Tercera omisión: [c] que evidentemente también la sexualidad es un problema fundamental y de primer orden de cara a comprender(nos) el funcionamiento y la [re]producción del entero sistema económico y social heterocispatriarcal (el Estado y el capitalismo). Por lo tanto, si bien es cierto que Marx vio tempranamente (1844) cómo los cinco sentidos son el resultado de una producción social histórica (que la potencia de un órgano cualquiera es una construcción social), no obstante no comprendió o no llegó a ver la tremenda y vital importancia que la hetero-sexualidad y la hetero-normatividad (el «heterocentrismo incuestionado») tienen para la perpetuación (repetición) del ciclo de acumulación y [re]producción económica (social y libidinal) estatal y capitalista, en tanto aseguran la familia nuclear conyugalizada, monogámica y privatizada (y por lo tanto, la maternidad dominante)54, es decir, aseguran una célula [re] productiva básica y primaria, corazón de la acumulación estatal y capitalista. Con todas sus consecuencias, a saber, las violencias, opresiones y explotaciones (y el aplastamiento del deseo) sobre las mujeres, trans, travestis, lesbianas, bisexuales, intersex, mutantes y minorías sexuales y de género de todo tipo (LGBTTTIQ+), y en todos los aspectos de sus vidas: «La hegemonía del sistema de normas heterosexual es una garantía, según las feministas, para que la mayoría de la gente acepte como “natural” el que un hombre y una mujer construyan una unidad reproductora vitalicia, dentro de la cual la mujer está subordinada al hombre [y] genera plusvalía para el hombre»55. Otras formas y modos de relación, de vida y cuidado, de erotismo, sexualidad, placer y goce que no repliquen (calquen) la hetero-norma, el cis-sexismo, la monogamia, el matrimonio56, la conyugalidad y maternidad dominantes, la familia nuclear privatizada —todos los elementos componentes de la actual ‘subjetivación’ normalizada—, serán estigmatizadas (y perseguidas) social, massmediática, y científicamente57. Todos los miedos, paranoias y violencias colectivas se

54 Hay una doble-trampa (dos axiomas complementarios) a combatir y desarticular: (1) la redundancia dominante que sostiene que no se puede criar niñxs “normales” y “sanxs” sin un padre (o la versión psicoanalítica del axioma: sin una “instancia paterna” o sin “nombre del padre”); y (2) la moda actual (esencialista) según la cual bastaría únicamente con quitar a uno de los términos de la relación social (al varón/instancia/nombre), pero dejando intacto todo lo demás (la relación), para que la pareja madre-hijo implique, per se, una fuga respecto del machismo y el patriarcado: «La pareja ‘madre-hijo’ no designa ante todo una asociación entre individuos, sino un sistema de roles y de obligaciones, una «formación social», [que] es el resultado empírico de una estructura de explotación: el sistema político patriarcal. [Por lo tanto], no sólo la pareja «conyugal» sino también las parejas «madre-hijo» (representadas por la ideología dominante como asociaciones pre-sociales, apolíticas, “biológicas”, “naturales”) son, en ambos casos, asociaciones basadas en, y que materializan, unas explotaciones inextricablemente ligadas; [y] esa miseria es necesaria, organizada, y parte integrante del sistema» (Cf. Delphy, MD, pp. 72-75). 55 Cf. Linnhoff, HF, pp. 48-49. Cf. Gayle Rubin, RS, pág. 136: «Las sociedades occidentales modernas evalúan los actos sexuales según un sistema jerárquico de valor sexual. En la cima de la pirámide erótica están solamente los heterosexuales reproductores casados. Justo debajo están los heterosexuales monógamos no casados y agrupados en parejas, seguidos de la mayor parte de los demás heterosexuales. [...] Las parejas estables de lesbianas y gays están en el borde de la respetabilidad, pero los homosexuales y lesbianas promiscuos revolotean justo por encima de los grupos situados en el fondo mismo de la pirámide. Las castas sexuales más despreciadas incluyen normalmente a los transexuales, travestis, fetichistas, sadomasoquistas, trabajadores del sexo». Cf. además Rich, HO para una crítica al «heterocentrismo incuestionado». 56 Cf. Christine Delphy, MD, pp. 66-69: «El contrato matrimonial es un contrato de trabajo, [pues] el matrimonio es la institución a través de la cual se extrae un trabajo gratuito, [que] introduce una movilidad descendente para la mujer, y en cambio una ascendente para el hombre. […] Si admitimos que el matrimonio da lugar a la explotación de las mujeres, es de suponer que éstas deben ser objeto de presiones para hacerlas entrar en él, […] aún cuando no se vivan subjetivamente como tales». Weinbaum (CN, pág. 49) muestra cómo el patriarcado (bolchevique) se mueve en el terreno formal para una mejor mistificación y opresión material. 57 Cf. Linnhoff, HF, pág. 121: «Los intentos de difamar a los homosexuales son comunes a todas las capas sociales. Nuestro Estado necesita minorías que le sirvan como chivo expiatorio. Pero la difamación de las lesbianas tiene también como objetivo relegar a la mujer a su papel de madre y de trabajadora. Y tampoco hay que descartar que con ello se esté intentando negarle a la mujer la sexualidad». No debemos olvidar todas las violencias médicas y psicológicas, como los tratamientos con testosterona o las cirugías forzadas, con el fin de obligar a las personas que nacen intersex a definirse en una posición

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descargarán, y toda una serie de categorías y conceptos morales, jurídicos, políticos, médicos, psiquiátricos y psicoanalíticos (inmoralidad, deformidad, contra-natura, perversión, fobia, brote enfermizo, psicopatía, falta, envidia, castración, falo, e incluso la mierda machista pseudo-científica ‘psi’ de que “algunas mujeres inconscientemente necesitan/desean ser violadas”58, etc.) jugarán su rol normalizador: saber-poder hetero-cis-patriarcal59. ¡Y también (sabemos que) tenemos que cuidarnos del cinismo de los varones cis-hetero que se dicen “feministas” (que van a ‘matar al macho’ y a la ‘masculinidad hegemónica’, en fin, a sus privilegios), “a favor” de la “liberación sexual” de las mujeres, del “amor libre”, del aborto, pero que (tanto fuera como dentro de sus parejas, orgas, colectivos, partidos, etc.) hacen y re-hacen el dandismo, el pajerismo, el machismo, el sexismo, el jetoneo-mide-pija, el ninguneo, mansplaining, el microfascismo, y formas varias de la violencia heteropatriarcal! Basta ver los casos de violencias variopintas, que van desde el ninguneo, el psicopateo, persecución/disciplinamiento, opresión, acoso/levante, hasta el abuso y la violación perpetrados por… ¡militantes! (sean progres, troskistas, anarquistas, autonomistas), y músicos, artistas, actores, cineastas, productores, profesores/docentes, periodistas, futbolistas, deportistas, y demás machos oportunistas y recuperadores. Pero aún falta una pesadilla más, y otra, y otra: cuando la batería moral, religiosa, militante, ideológica y científica de represiones e inhibiciones ya no sean suficientes, se les fabricarán nuevos axiomas; todo sea con tal de poner a esxs otrxs a [re]producir el orden económico (social y libidinal) ya existente: los poderes recogen con una mano lo que sueltan con la otra60. La máquina heteropatriarcal (estatal y capitalista) ta[n] bién funciona chirriando; ¡y justo por eso exige una revolución permanente a niveles insospe-chados (y cotidianos)!.

fija (sexual y genital); o varón, o mujer. 58 Cf. Carole Vance, PS, pág. 16: «A las mujeres se les anima a aceptar que toda actividad sexual masculina que se dirija a ellas es placentera y liberadora: “A las mujeres, en realidad -se les dice-, les gusta ser violadas, pero son incapaces de reconocerlo”». Simultáneamente con esta máxima, el heteropatriarcado dominante produce y distribuye constantemente una segunda (y ambas van a sostenerse una a otra); así emplaza su siniestro “doble entrampamiento/captura” o “doble atolladero” (double bind), para mejor atenazamiento, silenciamiento, y opresión: «Si verdaderamente hubiéramos querido que no nos violaran, habríamos preferido morir, o habríamos conseguido matarlos. Desde el punto de vista de los agresores, se las arreglan para creer que si ellas sobreviven es que la cosa no les disgustaba tanto» (Virginie Despentes, TK, pág. 32). Sumemos a todo esto los casos de abuso/violación en instancias estatales y en las organizaciones, grupos, partidos, empresas (silenciados y justificados bajo toda clase de complicidades machistas). Susan Brownmiller (AW, pp. 303 y ss.) remite al texto de Freud El problema económico del masoquismo (1924) como garante de la idea de que la sexualidad femenina es masoquista, y por lo tanto, fantasea inconscientemente con la violación (ver Freud, OC, XIX). Para un crítica a Freud y al psicoanálisis (que atribuyeron status “científico” al mito del «orgasmo vaginal» y de la «frigidez» sexual femenina) como saber-poder realizador (y re-productor) de todos los poderes del heteropatriarcado (estatal y capitalista), cf. Anne Koedt, OV y Jane Gerhard, VV. 59 Hay que ver cómo ya en 1920 el patriarca-Lenin obtura, tachándola de «enfermiza», toda discusión, reivindicación y organización de mujeres que escape al disciplinamiento y control del grupo paranoico patriarcal dominante (el Partido/ vanguardia): «Nada de organizaciones especiales de mujeres comunistas. La que sea comunista, tiene su puesto en el Partido, lo mismo que el hombre. Con los derechos y deberes comunistas. Acerca de esto, no puede haber discrepancias. [...] Me han contado que en las veladas de lectura y discusión que se organizan para las camaradas son objeto preferente de atención el problema sexual y el problema del matrimonio. [...] ¿Acaso es este el momento de entretener meses y meses a proletarias explicándoles cómo se ama y se hace el amor, cómo se corteja y se dejan las mujeres cortejar? [...] Todos los pensamientos de las camaradas, de las mujeres del pueblo trabajador, deben concentrarse en la revolución proletaria. Esta echará también las bases para la necesaria renovación del matrimonio y de las relaciones sexuales. [...] Me han contado, por ejemplo, que una comunista muy inteligente de Hamburgo edita un periódico para las prostitutas, y quiere organizar a éstas en la lucha revolucionaria. [...] Estos seres son víctimas de la sociedad burguesa, dignas de lástima. [...] Pero una cosa es comprender esto, y otra cosa muy distinta querer organizar a las prostitutas, ¿cómo diré yo?, gremialmente como una tropa revolucionaria aparte, editando para ellas un periódico industrial. ¿Es que en Alemania no quedan ya obreras industriales que organizar, para quienes editar un periódico, a quienes atraer a nuestras luchas? Se trata, evidentemente, de un brote enfermizo» (cf. Clara Zetkin, RL, pp. 66; 52; 56). Angélica Balabanov relata el mismo episodio (porque participó activamente en ellos), y retrotrae el «terror rojo» a 1918 (cf. VR, §14 y 15). Pero ya el propio Trotsky da muestras del burocratismo heteropatriarcal inmanente a la forma-partido (centralismo democrático) cuando confiesa muy livianamente, por un lado, que la Revolución Rusa fue desatada por las mujeres —el 23 de febrero de 1917 toman las calles y llaman a una huelga generalizada para derrocar la autocracia zarista y acabar con los desastres de la guerra mundial macho-imperialista (1era Guerra Mundial)—, y por el otro, que el Comité Central bolchevique, por unanimidad, se dedicó a obturar desde el primer momento ese llamamiento de las mujeres a la huelga, y que sólo acabó aceptándolo ‘post festum’ (y «a regañadientes»), es decir, ya superado por la fuerza y la velocidad del movimiento desatado por ellas. Pero cuando nos preguntamos cuál fue el genial argumento, la sagaz táctica/estrategia vanguardista bolchevique en función de la cual se explicaría semejante negativa política a confluir en la huelga revolucionaria de las mujeres... el propio Trotsky nos responde: «no había llegado todavía el momento de la acción, toda vez que el Partido no era aún suficientemente fuerte, ni estaba asegurado tampoco en las proporciones debidas el contacto de los obreros con los soldados». (Cf. Trotsky, HR, pág. 115). Las exigencias, la casuística, y las jerarquías internas del Partido (léase, de los dirigentes machos revolucionarios) preceden a cualquier otra exigencia. 60 Cf. Deleuze, DE, pág. 105; Foucault, VC, pág. 307. Cf. Guattari/Deleuze, AE, pp. 314-315.

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Estas cuestiones quedan fuera de toda consideración, o cuando menos desestimadas, en el análisis marxista de la producción de «valor» (con lo cual, el análisis del «fetichismo» y sus consecuencias no va hasta la raíz), pues sólo es considerado como productor de valor el trabajo ‘medio’ que implica una producción para-el-mercado; quedando el trabajo reproductivo/doméstico fuera de la esfera del valor. Y aún debemos agregar muchas otras actividades que suponen otras tantas formas de violencia, explotación y opresión: la explotación sexual, el proxenetismo, fiolismo, la trata/secuestro, ingestadas61, la venta de óvulos y el alquiler de úteros (“alquiler” de vientre / vientre “subrogado”), pero también las muertes por abortos clandestinos. Las mujeres que redactaron el Manifiesto de Rivolta Femminile (entre ellas Carla Lonzi) habían disparado ya en julio de 1970: «El psicoanálisis nos ha traicionado, y el marxismo nos ha vendido una revolución hipotética. […] ¿Volveremos a permitir lo que se ha repetido continuamente al término de toda revolución popular, cuando la mujer (que ha combatido junto a todos los demás) se ve postergada con todos sus problemas? […] Detrás de toda ideología adivinamos la jerarquía de los sexos»62. También de 1970 data el texto-manifiesto de Christine Delphy (El enemigo principal), que también parte de una crítica al componente patriarcal del marxismo63.

También Agnès Varda, cuyo film es un canto a las líneas de fuga feministas, se refería a la [re] producción de los valores, las relaciones y las prácticas —en las que por supuesto lxs cineastas también caen, pues las Universidades y escuelas de Cine están hechas, en tanto las ‘instituciones’ que son, para la reproducción social heterocispatriarcal64— en la entrevista del ’77, a propósito de la historia de Pomme & Suzanne: «Toda la película sigue el proceso interior del movimiento de liberación de las mujeres. Este movimiento que hace que las mujeres cambien va de algo que está estructurado clásicamente, es decir, la madre, la puta, la chica simpática y fácil, la intelectual, fea (que son las categorías en las que nos han estructurado y funcionan en la sociedad), hacia otra imagen diferente. El proceso de la película es el de rechazar estas imágenes, que son bellas imágenes “culturales” (como las que realiza el fotógrafo en la película: la madona triste con sus hijos, la mujer nostálgica, la joven rebelde..., las mujeres de las películas de Bergman, y Antonioni, y otros), clichés en los que nos han encerrado, para buscar otras diferentes»65; producir otras imágenes es producir otras relaciones sociales: Pomme-y-Suzanne, nuevas ‘personificaciones’ emergidas de nuevas relaciones sociales. El film comienza con fotografías en blanco y negro tomadas por Jérôme (junto a Suzanne forman una pareja ‘proletaria’), que pretende mostrar un aspecto de la femineidad desde el cliché patriarcal: retratos de mujeres desnudas, frágiles, vulnerables, embarazadas, madres, etc.; no es casual que este personaje no pueda retratar a Pomme debido a que, según él, ella «no se rinde» ante su cámara fotográfica (para Jérôme, sólo una mujer que se pone en ese lugar es capaz de dejar salir su «autenticidad»). Pero Pomme responde: «yo no quiero ser víctima, incluso en una foto». Poco a poco Varda va rompiendo el tono lúgubre y opresivo del relato para terminar en una explosión de color, en el florecimiento de la libertad (auto-emancipación), del deveni-mujer como canto de vida. Jérôme, fotógrafo ‘proletario’, acaba reproduciendo (¿a espaldas de sí mismo?) la economía-política de las imágenes existente (en y fuera de su ‘clase social’). Todo esto nos obliga a nosotrxs a preguntarnos: ¿no será que los conceptos mismos sobre los que se han levantado no sólo la ‘Economía-política’ sino también su crítica (tanto la de Marx/ Engels, en muchos de sus presupuestos, como la de los apóstoles que lo momifican) se operati-

61 Las interminables cifras de mujeres muertas por ‘ingestadas’ evidencian que el heteropatriarcado estatal-capitalista supone necesariamente un Estado-Narco, que es a la vez un Estado-Proxeneta. 62 Cf. Carla Lonzi, EH, pp. 11-12. 63 Cf. Delphy, FM, pp. 11-28. 64 Cf. Moi Non Plus, PU. 65 Cf. Deleuze, NF, pág. 261: «Mientras la mujer ama al hombre: mientras es madre, hermana, esposa del hombre, es únicamente la imagen femenina del hombre; ahí, la potencia [puissance] femenina permanece encadenada en la mujer». Cf. Rubin, TM, pág. 127. Cf. Guattari/Deleuze, AE, pp. 376-77: «Madre, novia, querida, esposa, santa y puta, princesa y criada, mujer rica y mujer pobre son dependencias de Edipo». En el Manifiesto de Rivolta Femminile (1970) se podía leer: «La imagen femenina con la que el hombre ha interpretado a la mujer ha sido invención suya. La virginidad, la castidad, la fidelidad, no son virtudes, sino vínculos construidos para mantener la familia. El ‘honor’ es la codificación represiva resultante». Y Zillah Eisenstein habla, en PC (1975), de una «imagen conceptual de la mujer»; pp. 16; 27.

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vizan victimizando el rol, la función social, y la entera subjetivación (individual, social, sexual y libidinal) y el deseo de las mujeres? ¿No supone (y necesita) unxs sujetxs sociales-y-deseantes ya rendidxs, ya castradxs y mutiladxs (las mujeres, trans, travestis, «indias, putas, lesbianas», bisexuales, intersex, mutantes y minorías de todo tipo)?66. Y esos conceptos, ¿no construyen y [re]producen la «carencia» de «valor» económico (social y libidinal), la improductividad, la “pasividad” y “debilidad”, en fin, la reactividad que suponen y que encuentran en el trabajo “de las mujeres”?. ¡Sublime pase de manos, propio de quienes separan una fuerza de lo que puede!, —o sea, los sacerdotes, jefes, líderes, dirigentes, representantes, autoridades (poderes), en fin, el macho, el heteropatriarcado: con todos sus pequeños y grandes agentes privilegiados, que nos mistificarán sistemáticamente las condiciones (las relaciones sociales) que hacen posibles los privilegios de los que gozan (a costa nuestra). Esta operatoria es mucho más que un «dirty business» (expresión de Marx en una carta a Lassalle de 1858), —es un dirty macho business.

Entonces, el análisis crítico de la mercancía (y del fetichismo), del salario, del trabajo abstracto y del tiempo medio socialmente necesario en el proceso de producción de valor y plusvalor, no alcanza a explicar en su totalidad (y en todos sus aspectos y niveles diferenciales) el proceso económico del capital, su reproducción y acumulación67; y si no lo hace, es porque también en él anida más o menos inadvertidamente un «componente patriarcal». ¿Por qué, por ejemplo, la determinación del ‘costo’ de la fuerza de trabajo (salario) no tiene en cuenta el trabajo reproductivo no-asalariado (doméstico)?68 ¿Por qué, por ejemplo, tanto el concepto de «jornada laboral», como el de «crisis» capitalista (así como el modo de caracterizarlas a ambas), sólo tienen y han tenido en cuenta los problemas de la [super]producción desde la perspectiva del varón adulto medio blanco, y en función de su definición de qué es lo productivo y lo no-productivo?69 —¿Y

66 Rendición que llega hasta nuestra sexualidad misma. Cf. Federici ST (1975), pp. 46-48: «Para nosotras el sexo es un trabajo, es un deber. El deber de complacer está tan imbuido en nuestra sexualidad que hemos aprendido a obtener placer del dar placer, del enardecer y excitar a los hombres. [...] Somos violadas tanto en nuestros lechos como en las calles, precisamente porque hemos sido situadas para proveer satisfacción sexual, para actuar como válvulas de escape. [Y] la subordinación de nuestra sexualidad a la reproducción de la fuerza de trabajo ha supuesto la imposición de la ‘heterosexualidad’ como único comportamiento sexual aceptable. [...] En el pasado solo se esperaba de nosotras que criáramos a nuestros hijos. Ahora se exige que encontremos un trabajo asalariado, también que limpiemos la casa y tengamos niños y, además, que, al final de una doble jornada laboral, estemos listas para saltar a la cama y seamos sexualmente tentadoras. [...] A este respecto, padres, hermanos, maridos, chulos, todos ellos han actuado como agentes del Estado, para supervisar nuestro trabajo sexual, para asegurarse de que proveeríamos los servicios sexuales de acuerdo a lo establecido, a las normas sancionadas de la productividad». Cf. también Kate Millett, PR (1971). También Freud y el psicoanálisis ocupan esa tarea de supervisión del trabajo del deseo/libido, a los usos de los poderes establecidos del heterocispatriarcado: el residuo de la «castración», en el niño, es un sentimiento de «menosprecio por la mujer» (al extremo, ese menosprecio deviene posible «homosexualidad exclusiva»), y en la niña, «el reconocimiento de la superioridad del varón y de su propia inferioridad», y «la expectativa de poseer alguna vez un genital así», o sea, la envidia al pene (cf. Freud, FE, pp. 229-234). He aquí cómo los sacerdotes nos vienen construyendo “científicamente” una posición de la subjetivación y del deseo ya rendida (y envidiosa) —mala conciencia y culpabilidad— a los usos del poder y la violencia hetero-cis-patriarcales. 67 Cf. Federici, CB, pág. 130: «En el nuevo régimen monetario, sólo la producción-para-el-mercado estaba definida como actividad creadora de valor, mientras que la reproducción del trabajador comenzó a considerarse algo sin valor desde el punto de vista económico, e incluso dejó de ser considerada un trabajo. [...] Pero la importancia económica de la reproducción de la mano de obra, y su función en la acumulación del capital, se hicieron invisibles, confundiéndose con una vocación natural y designándose como «trabajo de mujeres». [...] Y en el caso en que trabajaran por una paga, ganaban una miseria en comparación con el salario masculino medio [...] La división sexual del trabajo que apareció con ellos no sólo sujetó a las mujeres al trabajo reproductivo, sino que aumentó su dependencia respecto de los hombres, permitiendo al Estado y a los empleadores usar el salario masculino como instrumento para gobernar el trabajo de las mujeres». 68 Cf. Rubin, TM, pp. 99-100: «Marx tiende a hacer la determinación [del costo del salario] en base a la cantidad de mercancías (alimentos, ropa, vivienda, combustible) necesaria para mantener la salud, la vida y las fuerzas de un trabajador. Pero esas mercancías tienen que ser consumidas antes de que haya ‘sustento’, y no están en forma inmediatamente consumible cuando se adquieren con el salario. Es preciso realizar un trabajo adicional sobre esas cosas antes que puedan convertirse en personas: la comida debe ser cocida, las ropas lavadas, las camas tendidas, la leña cortada, etc. Por consiguiente, el trabajo doméstico es un elemento clave en el proceso de reproducción del trabajador del que se extrae plusvalía». Cf. asimismo, Federici, RF, pág. 164: «En la sociedad capitalista el trabajo reproductivo no significa nuestra libre reproducción o la de otros según nuestros deseos. Hasta el punto de que (directa o indirectamente) se intercambia por un salario, el trabajo reproductivo está, en todas sus facetas, sujeto a las condiciones impuestas sobre él por la organización capitalista del trabajo y las relaciones de producción. En otras palabras, el trabajo doméstico no es una actividad libre, [y] como tal, está sujeto a todas las coacciones que derivan del hecho de que su producto debe satisfacer los requerimientos del mercado de trabajo». Cf. también Weinbaum (CN, pág. 26), Weinbaum y Amy Bridges (OC, pp. 176 y ss.), y el análisis de Christine Delphy, en FM (1970). 69 Cf. Hartmann, UM, pp. 23-24: «Es sintomático de la dominación masculina que nuestro desempleo no fuera nunca considerado una «crisis». [...] Del mismo modo que las «crisis» económicas cumplen una función restauradora para el

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qué nivel de opresión machista, sexista, de género, etaria, esteticista, capacitista, racista y colonialista se juega ya en las construcciones (prácticas) teóricas mismas cuando se considera que el trabajo “de las mujeres” es un trabajo «improductivo» o no-productivo?. Así, el espesor mismo y el potencial revolucionario de dicha ‘crítica de la economía-política’ quedan también comprometidos; —pero entonces..., ¡todo un nuevo campo de posibles en las prácticas revolucionarias teóricas y políticas (y organizativas) se torna más y más necesario! ¡Nuevas conceptualizaciones y semiotizaciones, nuevas prácticas teóricas (como la «Jineolojî», la ciencia de las mujeres según las kurdas)! ¡Nuevas imágenes, sonidos, signos! ¡Nuevos agenciamientos colectivos, grupos activos y productivos de un nuevo tipo! ¡Nuevos focos de lucha contra los poderes se (nos) abren!. Nosotras las brujas; nosotras las amazonas: la crítica (y el devenir) feminista de la economía-política como máquina de guerra auto-emancipatoria que tenemos que hacer proliferar por todos los campos y ámbitos del ‘socius’. Marcada así de un componente patriarcal, toda la concepción del «valor», de su producción y su realización, requiere y supone «que el trabajo doméstico y todo lo que se refiere al mundo de la vida, a lo sensual, lo emocional, lo no-conceptual o lo no-unívoco tiene menos valor»; cuando por el contrario, «las actividades reproductivas femeninas» (con sus ritmos de tiempo y sus intensidades del afecto) no sólo son adyacentes a la producción del valor sino su «condición previa», pues [re]producen «la mercancía capitalista fundamental: la fuerza de trabajo»70. ¿Será necesario, entonces, redefinir el problema de la composición orgánica y técnica del capital?. La opresión, explotación y dominación que se ejerce contra las mujeres es doble y triple y...(y siempre simultáneamente)71: tanto en la esfera del trabajo asalariado (estatal, privado, autónomo, free lance, etc.) como en la del trabajo no-asalariado reproductivo/doméstico72. Pero también es mutua: no únicamente por el hecho de «que el trabajo abstracto y el trabajo doméstico, así como los correspondientes patrones culturales de masculinidad y feminidad, se condicionan mutuamente», sino especialmente porque los saberes y poderes establecidos funcionan emplazando una axiomática social (conjugación de los flujos de deseo) que entrampa y captura a las mujeres/grupos minoritarios (y a sus devenires) en una relación social y libidinal de mutua opresión y explotación que es propia de los códigos y axiomas normativos heterocispatriarcales, con sus relaciones sociales (políticas, deseantes y afectivas) —máquinas despóticas— de opresión y subordinación de unxs por otrxs, competencia, carrerismo, status, jetoneo, verticalidad, liderazgo y dirigismo, derecho de piso, antigüedad, disciplina/obediencia a la línea, burocracias afectivas, logorrea, y demás miserias y violencias relacionales73.

Se trata de una extracción de valor (explotación) libidinal doble y triple, una «gelatina» ya diferencial y diferenciada, una muerte que viene desde adentro ya montada, y que se [re]produce especialmente, aunque no únicamente, a partir de una institución (jurídica, moral, sexual, afectiva,

Capitalismo al corregir los desequilibrios, pueden también desempeñarla para el Patriarcado». Christine Delphy dice: «La ‘jornada de trabajo’ «normal» es la de un individuo exento de las tareas de su propio cuidado material, […] gracias a la asunción exclusivamente femenina de las tareas domésticas» (cf. MD, pág. 69). 70 Cf. Scholz, PM, pp. 48; 53; Federici, CB, pp. 10-11. Y asimismo, Federici/Cox, CC, pp. 55-56. 71 Cf. el Manifiesto de abril de 1977 (Una declaración feminista negra) de la Colectiva del Río Combahee para un análisis sobre cómo los sistemas de opresión y explotación «se eslabonan [en] opresiones simultáneas y múltiples»; de allí que «encontramos difícil separar la opresión racial de la clasista y de la sexual, porque en nuestras vidas las tres son una experiencia simultánea» (FN, pp. 172; 175). Cf. María Galindo, DD, pág. 67. 72 Las mujeres zapatistas dicen: «Sufrimos la triple explotación, por ser mujer, por ser indígena, y por ser pobres. Por ser mujer no nos toman en cuenta, somos humilladas, despreciadas; por ser indígenas estamos discriminadas por nuestra vestimenta, color lengua y culturas; por ser pobres no tenemos derecho a la salud, a la educación y nos tienen en el olvido» (Comandanta Esther, palabras del 16/09/2005 y del 8/03/2001; en: EZLN. Documentos y Comunicados. Vol. 5.; pp. 210-11). Cf. Rubin, TM, pág. 135. La experiencias revolucionarias (auto-emancipatorias y de auto-gobierno) tanto de las mujeres indígenas zapatistas y de las adherentes a la Sexta, como de las mujeres kurdas, de ‘Mujeres Creando’ en Bolivia, y también del feminismo negro y des-colonial que fluye por los márgenes (y tantos otros movimientos, luchas y resistencias minoritarias múltiples), nos muestran en y con sus prácticas (teóricas, artísticas, políticas y organizativas) que es necesario y posible abolir todo lo ‘esencialista’ que el concepto hetero-cis-patriarcal de «mujer» alberga. Intentamos abordar la lucha de las mujeres zapatistas y kurdas en ZK, planteando que fueron ellas quienes empujaron, desde el comienzo, las líneas de fuga más veloces y radicales (revolucionarias). 73 Cf. Scholz, PM, pp. 57-59; 51. Cf. Federici, CB, pág. 194. Cf. Hartmann, UM, pág. 13.

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religiosa, económica, etc.) fundamental: la «familia»74 nuclear y privatizada, la sexualidad, conyugalidad y maternidad dominantes, con todas las redundancias, micro-fascismos y micro-machismos que secreta y reproduce, pero también con todas las violencias sin fin y a cielo abierto75. En el film de Varda la propia Pomme deberá fugarse de su propia burocratización sexual y afectiva: de caer en una conyugalidad presentada como algo divino, el ‘cuidado’ como representación del amor, y el ‘sacrificio’ como una elección desde el afecto76. Aquí también el Estado —así como toda otra «forma» de alianzas entre varones y definidas por los varones que calquen su modelo y su lógica (forma-partido, forma-tribunal, &etcs.)— se revela una vez más como un modelo de realización del Capital, y consecuentemente, de la forma-mercancía, la forma-dinero, la forma-salario, la forma-empresa. Pero antes que nada, y a través de todas sus «instituciones» (sociales, jurídicas, políticas, sexuales, eróticas, afectivas, económicas, sindicales, de salud, culturales, deportivas, educativas, artísticas, cinematográficas, &etcs.), se revela como un modelo de realización del «valor» de los valores del sexismo, racismo, machismo, esteticismo, capacitismo, colonialismo, falocentrismo del heteropatriarcado; «valor» que siempre es económico (social y semiótico y sexual y libidinal), y que dichas «instituciones» se contentan con reproducir y hacer-real. Supone al Heterocispatriarcado y a la vez lo realiza, concretiza, [re]produce, fija77. —Producto-producir.

74 Cf. Federici, CB, pág. 174: «Complemento del mercado, instrumento para la privatización de las relaciones sociales y, sobre todo, para la propagación de la disciplina capitalista y la dominación patriarcal, la familia surgió también en el periodo de acumulación primitiva como la institución más importante para la apropiación y el ocultamiento del trabajo de las mujeres». Cf. Scholz, PM, pp. 49-50: «La familia nuclear tal como la conocemos no aparece hasta el siglo XVIII, del mismo modo que la constitución de dos esferas ‘pública’ y ‘privada’ como las conocemos hoy sólo surge con la modernidad, [con la que] no sólo comienza su curso la producción capitalista de mercancías, sino que más bien se puso en marcha una dinámica social que tiene la relación de escisión del valor como principio fundamental». Cf. Hartmann, UM, pp. 11-12; 18: «La base material del patriarcado no se asienta, únicamente, en la crianza de los hijos en la familia, sino en todas las estructuras sociales que permiten al hombre controlar el trabajo de la mujer. [Y si bien] el matrimonio heterosexual y monógamo es una forma relativamente reciente y eficaz de control, [no obstante] la familia, apuntalada por el salario familiar, facilita pues el control del trabajo de la mujer por el hombre tanto dentro como fuera de la familia». Cf. asimismo Dalla Costa, CK, pág. 173; Dalla Costa/James, MS, pp. 51-2; y Delphy, FM, §IV y V (para la apropiación y explotación en el matrimonio). 75 Cf. El Informe Ejecutivo Final (2016) de http://contalaviolenciamachista.com, pp. 9; 11: «De acuerdo con los datos publicados por la CSJN. [...] un dato central del informe es el vínculo entre agresor y víctima: el 58% eran parejas, ex parejas, novios, maridos o convivientes y el 12% era un familiar, el 17% era un conocido y sólo el 5% de los femicidios fueron cometidos por extraños. [...] El programa “Las Víctimas Contra las Violencias”, que depende del Ministerio de Justicia y trabaja con la línea 137 en la Ciudad de Buenos Aires, registró que [...] el 85% de los casos los agresores son hombres y en el 90% los victimarios son las parejas de las mujeres que llaman». Para una evidencia detallada sobre cómo tanto (a) las violencias cotidianas y las prácticas constantes —seguidas de cárcel y muerte, o que conducen a ella (femicidios)— de discriminación, hostigamiento y acoso, de abuso, secuestro, rufianismo, fiolismo, proxenetismo, esclavización, trata, violación (individual, marital, o grupal), tortura, como asimismo (b) las estrategias y tecnologías sociales (legislativas, policiales, pedagógicas, familiares, periodísticas, publicitarias, literarias, pornográficas, musicales, cinematográficas, etc.), cuya función es [re]producir en las mujeres un estado de miedo, falta, inferioridad, mala conciencia, culpabilidad, y terror psicológico, económico, social y sexual generalizados, son inmanentes al modo de organización heteropatriarcal sexista, machista, racista, colonialista (a la «forma-Estado» y al modo de producción capitalista), remitimos a: Brownmiller, AW, Vance, PS, Rubin, RS, y Rich, HO. 76 Para una crítica contra la glorificación y la mistificación del «amor» como «sacrificio» y «cuidado» (que todos los poderes dominantes hacen pasar y re-producen como afectos, gestos y actitudes “naturalmente” femeninos), remitimos a Federici, CC y TA. Y en el campo de la anti-psiquiatría, a Franca Ongaro Basaglia, ML, pág. 23. 77 Cf. Deleuze, FC, trad. J. V. Pérez; pp. 104-5: «Las ‘instituciones’ no son fuentes o esencias, no son ni esencia ni interioridad. Son prácticas, mecanismos operatorios que no explican el poder, puesto que presuponen las relaciones y se contentan con «fijarlas»; su función es reproductora, no productora. […] En cualquier caso, lejos de ser el origen, el Estado supone las relaciones de poder». Cf. Delphy, FM, pág. 27: «Es importante saber bien en qué consiste el patriarcado, a fin de comprender en qué medida es teóricamente independiente del capitalismo. Sólo esta comprensión permitirá explicar la independencia históricamente constatada entre estos dos sistemas. Sólo de este modo es posible fundamentar materialmente la articulación de las luchas anti-patriarcales y anti-capitalistas».

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[4] Máquina de guerra feminista & auto-emancipación despatriarcal: ¿«cómo», «quiénes», y «para qué»? En su documental Kurdistán: la guerra de las chicas (2016), la directora marroquí Mylene Sauloy nos recuerda que en 1993, fecha del ‘Primer Congreso Nacional de Mujeres’ (año que coincide con la aparición de la ‘Ley revolucionaria de mujeres’ en las comunidades zapatistas)78, se organizan unas 400 delegadas de diferentes regiones «reunidas en una cueva como las amazonas en sus tiempos»; momento en el que deciden colectivamente montar una máquina de guerra (de guerrillas) de mujeres (que no tiene la guerra por objeto sino otro mundo de posibles por la vía de la auto-emancipación de las mujeres)79, y una ‘Unión por la Liberación de las Mujeres del Kurdistán’. Minutos después, oímos a una miliciana kurda decir: «Nos vemos a nosotras mismas como modernas Amazonas». Amazonas y Brujas: mujeres reales y personajes conceptuales (personificaciones de otro modo de relaciones posibles, otras luchas y resistencias) para devenires-minoritarios, revolucionarios. Con ellas comprendemos que «el cuerpo femenino ha sido apropiado por el Estado y los hombres» porque «el Estado y la política están constituidos desde el siglo XVIII sobre los principios de libertad, igualdad y fraternidad como alianzas masculinas […] que se basan en la aversión hacia lo “femenino”»80. Esta línea de fuga revolucionaria en el análisis (y las prácticas políticas que supondrá como alternativa de organización social) nos muestra que la función de la «forma-Estado» de organización social en cualquiera de sus manifestaciones (los Estados-nación) consiste en ser un modelo de realización que procede por doble rostro y doble captura: actualiza el heteropatriarcado y a la vez realiza la axiomática del Capital81; y por la doble vía de una sujeción económica (social y libidinal) pero también semiótica: inspira y re-produce una ‘imagen del pensamiento’ que se corresponde con unas ‘imágenes de mujer’ (clichés), como decían Agnés, Carla, y Zillah. Con lo cual, el doble problema fundamental (la organización de las relaciones sociales de producción y la producción social de dichas relaciones) debe ser enfrentado en este doble terreno, y exige el emplazamiento de un doble combate amazónico y una doble brujería: atacar todas las relaciones de opresión y explotación yendo a buscarlas “a domicilio”, allí donde son [re] producidas: en nuestras propias prácticas82. Comprendemos bien las consecuencias: la díada macho/hembra-varón/mujer no es (incluso como registro para las fuerzas productivas) un dato natural y eterno sino un producto (histórico), un resultado derivado de todo un modo muy particular de organización social (y productiva) en sus múltiples niveles83. Pero además, esa repartición social binaria (operación de estratificación y segmentación dura) de los géneros (masculino/femenino) en función del «sexo» es ya un índice de la doble opresión y explotación económica de una de esas fuerzas sobre todas las demás, al nivel social (división sexual jerárquica de los trabajos en función del sexo/género) y al nivel deseante: la libido sexual es capturada no bien nacemos y puesta a [re]producirse sobre un código machista y sexista y racista y etario y esteticista y capacitista patriarcal de elección binaria

78 Cf. http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/1994/1993_12_g.htm 79 Cf. Melike Yasar, MY: «Nosotros definimos la lucha armada de las mujeres como 10% de lo que hacen; el otro 90% es la lucha dentro de la sociedad». Esta precisión nos parece fundamental, porque nos ayuda a deconstruir esa otra imagen-fetiche (bien machista y sexista) con la que fantas[m]ean muchos de los varones de la izquierda revolucionaria: la mujer guerrillera sexy, que ‘dirige’ y ‘libera’ (vanguardia) a lxs oprimidxs con los solos disparos de su AK47; es decir, a los tiros, y no con auto-gobierno y co-organización colectiva y horizontal, y desde una perspectiva feminista, de género, ecológica, minoritaria, y construyendo sus propias herramientas teórico-prácticas (la «Jîneology», o ciencia de las mujeres). 80 Cf. Scholz, PM, pág. 53. Cf. asimismo Rubin, TM, pp. 96-7. Cf. Federici, CB, pp. 261-3. 81 Cf. Guattari/Deleuze, AE, pp. 259-70; cf. MM, pp. 461-65; 68. Cf. Hartmann, UM, pp. 17 y ss; 21. 82 Cf. Eisenstein, PC, pp. 33-34: «La explotación tiene que ver con la realidad económica de las relaciones capitalistas de clase (para hombres y mujeres); mientras que la opresión se refiere a las mujeres y a las minorías definidas dentro de las relaciones patriarcales, raciales y capitalistas, [e] incluye la explotación. […] La opresión refleja las relaciones jerárquicas de la división sexual y racial del trabajo y de la sociedad». 83 Cf. Rubin, RS, pág. 130: «Dominado durante más de un siglo por la medicina, la psiquiatría y la psicología, el estudio académico del sexo ha reproducido el esencialismo: [es decir,] la idea de que el sexo es una fuerza ‘natural’ que existe con anterioridad a la vida social, [y] como una propiedad de los individuos, algo que reside en sus hormonas o en sus psiques».

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disyuntiva hetero-normativa: “Serás o bien varón y masculino (celeste), o bien mujer y femenina (rosa) —donde «mujer/femenina» es ya una posición/marca de inferioridad y no-valor—, y si no, serás un monstruo infame, freak, zombi anormal, entidad clínica”84. Y si luego de semejante atenazamiento y normalización el deseo/inconsciente osa rebelarse, se le engendrará un axioma más, y otro, y todos los que sean necesarios (otros tantos ‘updates’ económicos sociales y libidinales): “¡Oh! ¿Eres homosexual, bisexual? ¿Eres lesbiana, trans, travesti, intersexual, eres…? ¡Ven! Te aceptaremos formalmente, te «incluiremos» y otorgaremos «derechos», y, con suerte, algo de trabajo, o de nuestro presupuesto social…, a condición de que te encuadres sin chistar en la estadística social y la planificación estatal y familiar, y a condición de que tu sexualidad misma se vuelva también re-productiva del orden heterocispatriarcal (que te relaciones con tu cuerpo y tu sexualidad sólo en términos de ‘capital [sexual] humano’), ¡y que por supuesto te formes, urgentemente, tu pequeña familia edípica, llena de sucios secretitos privados!”. Es decir, a condición de re-producir toda la mierda: aceptar la conyugalidad y la sexualidad dominantes85; aceptar sin chistar el fiolismo inmanente del «Estado Proxeneta». Si decimos que el ‘socius’ heterocispatriarcal (estatal y capitalista) es proxeneta y a la vez prostituyente es porque, literalmente, nos penetra y a la vez nos entrampa y captura en un proceso (relaciones sociales) cotidiano interminable y sistemático de re-producción: se nos fuerza a producir para re-producir el «valor» de deseo dominante, todos los valores de deseo ya establecidos en y para cada ámbito de la existencia; para investir (cargar, catectizar) de una manera y con una intensidad libidinal ya prefabricadas a objetos (y a sujetos) de deseo también ya prefabricados86. Así como en nuestros trabajos se nos pone a producir valores de uso (útiles) no por amor a lo que ellos mismos son87 sino por el plusvalor que se extraerá de ellos a expensas de nuestra opresión, alienación y explotación (el capital se engendra a sí mismo), así también sucede con la producción de inconsciente (binomizada, entrampada en la disyunción excluyente).

Toda esta esclavitud, servidumbre y alienación que ocurre al nivel de las fuerzas productivas (trabajo) del inconsciente (que es estatizado, familiarizado, mono-cis-sexualizado, edipizado y fiolado para [re]producir su propia explotación machista, sexista, sexual, racista, de género, etc.) encuentra su condición de posibilidad y de realización o actualización en la «forma-Estado» de organización social (con todos sus poderes e instituciones “democráticas”, “republicanas” y “federales”), que a su vez (sea “chico” o “grande”)88 es condición de posibilidad y realización de

84 Cf. Parnet/Deleuze, PP, pág. 31: «Hasta los márgenes de desviación serán calculados según el procedimiento de elección binaria: no eres ni blanco ni negro, ¿serás árabe?, ¿mestizo?; no eres ni hombre ni mujer, ¿serás travesti?». Cf. Guattari/ Alliez, SE, pág. 104: «Los procedimientos de escritura económica pueden variar; lo que prima es la conservación de un cierto tipo de orden social fundado en la división de papeles entre quienes monopolizan los poderes y quienes los padecen, y esto tanto en los ámbitos del trabajo y de la vida económica como en los del modo de vida, del saber y de la cultura. Todas estas divisiones, que confirman las [ya] existentes con arreglo al sexo, la edad y la raza, acaban constituyendo, “al final”, los segmentos concretos del socius». Cf. asimismo, Hartman, UM, pp. 13; 21 y Rubin, TM, pp. 104-5; 114-7; 127-31. 85 Cf. Guattari/Deleuze, AE, pp. 361-62: «La pobreza de las imágenes idénticas inmutables, papeles figurativos que son otros tantos torniquetes de los flujos de sexualidad: «novia, querida, mujer, madre» (se podría decir además «homosexuales, heterosexuales», etc.), todos estos papeles son distribuidos por el triángulo edípico, padre-madre-yo, un yo representativo que se supone que se define en función de las representaciones padre-madre, por fijación, regresión, asunción, sublimación, y todo ello ¿bajo qué regla? La regla del gran Falo que nadie posee, significante despótico que anima la más miserable lucha, común ausencia para todas las exclusiones recíprocas donde todos los flujos se agotan, secados por la mala conciencia y el resentimiento». Cf. Rubin, RS, pp. 130; 187: «Una teoría radical del sexo debe identificar, describir, explicar y denunciar la injusticia erótica y la opresión sexual. […] Si las disputas entre trabajo y capital están mistificadas, los conflictos sexuales están completamente camuflados». 86 Cf. Guattari, CI, pp. 100-101; 107: «El capitalismo [heteropatriarcal] pretende apoderarse de las cargas de deseo producidas por la especie humana. Se instala en el corazón de los individuos a través del cauce indirecto de la servidumbre maquínica […] La servidumbre maquínica no coincide con el ‘sometimiento social’. Mientras que el ‘sometimiento’ involucra a «personas» globales, a representaciones subjetivas fácilmente manipulables, la servidumbre maquínica organiza elementos infra-personales e infra-sociales, en función de una economía molecular del deseo mucho más difícil de “mantener” en el seno de relaciones sociales estratificadas. […] Es así como logra articular entidades a primera vista radicalmente heterogéneas en el seno de un mismo sistema general de inscripción y de puesta en equivalencia: bienes materiales y económicos, actividades humanas individuales y colectivas y procesos técnicos industriales y científicos. [...] Extrae de cada uno de ellos un único y mismo plusvalor maquínico o valor de explotación maquínica». El agregado en corchetes va por cuenta nuestra. 87 Cf. Marx, EF, pág. 152 y DK, T1, V1, pág. 226. 88 Para nosotrxs, el problema es la «forma-Estado» en tanto tal. Ante toda caracterización que parta del supuesto de que el problema del poder pasa, en cambio, por saber despejar el ‘lado bueno’ (máximo de Estado) y el ‘lado malo’ (mínimo de Estado) del Estado-nación, nos sentimos tentadxs a reír como reía Rosa Luxemburgo: «Hace ya largo tiempo que no

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la axiomática del Capital (de su organización-división del trabajo, su explotación y opresión). Verdaderamente, el fascismo está fuera de nosotros y en nosotros. Tomamos como excusa, es decir, ponemos a funcionar (ni interpretar ni significar) el film de Agnès Varda Una canta, la otra no (1977) para señalar, junto con ella, cómo la potencia de lo minoritario y mutante, el devenirmujer de las fuerzas/deseo, funciona como llave-clave (musical)89 de los devenires revolucionarios: «Creo que es un privilegio ser mujer. Siempre me ha parecido que lo que tenían los hombres no era demasiado interesante: la guerra, los muertos, los heridos (yo he vivido la guerra), la agresividad en el trabajo, en ganar dinero, el mandar..., nunca me ha interesado. [...] El proceso de devenir mujer es un proceso duro y largo, [y] si las mujeres tenemos suficiente fuerza, y la tenemos, para cambiar las cosas, no es para ocupar la plaza de los hombres sistemáticamente; ser mujer es, entre otras cosas rechazar este circo que los hombres han montado como sociedad». Contra esa «forma» (heteropatriarcal) de existencia, Varda crea un nuevo universo posible y actual de relaciones (colectivas) —y por tanto, de imágenes (colectivas)— cuando Pomme decide criar una hija «que tenía muchos tíos y tías a falta de padre: eso era la verdadera familia».

Entonces, la máquina hetero-patriarcal ta[n]bién funciona chirriando en el Cine, y en toda su economía inmanente. Decimos que así como hay un modo heteropatriarcal de organizar las relaciones sociales productivas en la esfera de la producción audio-visual —el régimen de ‘división del trabajo’ (social y sexual y libidinal) en el Cine y la industria audiovisual calcan el ya existente en todos los ámbitos del ‘socius’ heterocispatriarcal estatal y capitalista—, así también hay un «modo» de “retratar” masculino, una mirada, un oído, y un sentido masculinos que muestran (y [re]producen) a las mujeres desde estos clichés (‘imágenes de mujer’) que Varda menciona: los directores varones han retratado infinitas veces a las mujeres desde una perspectiva machista; incluso cuando hacen películas con una supuesta “perspectiva de género” les atribuyen a las mujeres prácticas, afectos, y relaciones machistas: o son bellas heroínas que dirigen y que salen a tomar las armas, solas contra el mundo, o son hermosas, pasivas, víctimas ingenuas y violentadas, a la espera del príncipe/dirigente-macho al rescate. Decimos, por lo tanto, que para nosotrxs un film cualquiera, una fotografía o imagen cualquiera, una canción cualquiera, una audiovisión cualquiera, son no únicamente meras mercancías que expresan ‘ideas’, ‘pensamientos’, ‘guiones’ e ‘historias’ machistas, sexistas, etc. —al oficio que permanece en este nivel se lo conoce como “crítica de cine” (el triste trabajo de ‘interpretar’ y ‘significar’ lo hecho por otrxs)—, sino que ante todo son mercancías portadoras de valor(es) de deseo; y si ellas nos capturan y manipulan, eso ocurre no sólo en el nivel del “mensaje”, la “información”: antes que nada capturan y manipulan nuestra energía libidinal. En el Cine y la entera industria audio-visual, toda la producción, intercambio, distribución, y consumo audio-visual —con sus “estructuras” de guión, sus “tipos de personaje”, sus “argumentos”, sus “géneros y estilos”, su “camino del héroe”, sus tipos de plano, montaje, encuadre, iluminación, sus “métodos de actuación”, su circuito de premios y estatuillas/ídolos (mainstream o “under”), su ‘clase’ de superestrellas nacionales e internacionales “reconocidas”, sus figuras “eternas” y también las “promesas” de la nueva generación, su división interna del trabajo y su régimen jerárquico asalariado (totalmente sexista y heteropatriarcal), su arquitectura (disposición espacial de lxs cuerpxs) e institucionalización en “salas” de proyección, etc.— no están montadas sino para extraer, diseminar y reproducir por todo el socius (espectadores) estos valor(es) de deseo machistas, sexistas, capacitistas, en fin, heterocispatriarcales, en condiciones estatales y capitalistas. ¡De esta dimensión los críticos de cine no tienen ni idea, ni siquiera los críticos “de izquierda”! (por eso a lo más que llegan es a desparramar la mierda ya existente y redundante); y ni qué hablar los cineastas, guionistas, directores, etc. Una vez más, el análisis no puede permanecer en la mera “ideología”, sino que debemos avanzar hacia la [re]

ignoramos que el reformador pequeñoburgués encuentra la cara buena y la cara mala en todo: mastica un poco de cada hierba» (cf. Rosa Luxemburgo, RR, pág. 87). 89 Cf. Guattari/Deleuze, MM, pág. 279: «Todos los devenires comienzan y pasan por el devenir-mujer. Es la llave [la clef] de los otros devenires». Esta idea la encontramos en Guattari desde 1977: «Toda organización disidente de la libido puede actuar en correspondencia con un devenir cuerpo femenino como punto de fuga del socius represivo, como una forma posible de tener acceso a un ‘mínimo’ de devenir sexuado, y como última tabla de salvación de cara al orden establecido» (cf. MO, §Devenir mujer, pág. 327). Sobreentendido que, para nosotrxs, devenir-mujer implica devenir-despatriarcal, y por eso, devenir-revolucionarix: es la clave musical de todos los otros devenires-revolucionarixs y auto-emancipatorixs.

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producción deseante que determinadas imágenes, sonidos y signos ponen en juego y [re]activan cotidiana y sistemáticamente (plusvalía libidinal inconsciente). Virginie Despentes hace esta crítica a Wes Craven, Abel Ferrara, y Meir Zarchi; también Susan Brownmiller había ya disparado contra Hitchcock; —y nosotrxs podríamos extenderla a Kluge, Lynch, y tantos, tantos otros supuestos “maestros” y “genios” del Cine (y a los pequeños, que los imitan/momifican)…. Del otro lado, documental Sois Belle et tais-toi! (1976-1981), realizado por la actriz y directora Delphine Seyrig90, grafica a la perfección esta idea del cliché heteropatriarcal en una serie de entrevistas a varias actrices reconocidas, entre ellas, Maria Schneider y Jane Fonda. El título ¡Sé bella y cállate!, tomado de una película de 1958 de Marc Allegret, muestra la mirada que tienen las actrices de lo que se quiere y espera de ellas dentro de la ‘Industria del Cine’, haciendo visible y audible lo opresivo y alienante del trabajo: por primera vez estas mujeres hablan en primera persona, con su propia voz y desde su lugar de mujeres, ya no como un maniquí o un «objeto» bello sino como trabajadoras (productoras) de la industria cinematográfica, manifestando problemáticas que van desde la presión estética hasta el acoso sexual laboral. La directora también las interpela pidiéndoles su punto de vista en relación a la «forma» en que las mujeres son representadas y cómo harían ellas para romper con eso. ¿Cómo hacer otra cosa? ¿Cómo filmar diferente, y para qué? ¿Cómo abolir las relaciones dadas? ¿No será que las ‘imágenes de mujer’ son un índice de dichas relaciones?. Agnès Varda rompe con toda lógica relacional sexista y machista simplemente contando la historia de dos amigas, Pomme & Suzanne, que se acompañan desde el afecto más simple y sincero: no compiten, no se juzgan ni a sí mismas ni entre sí en función de un código de valores trascendente a su relación (y justo por eso no hay entre ellas ni resentimiento, ni mala conciencia, ni culpabilidad), no hay una que le diga a la otra lo que debe hacer, no hay una activa y otra pasiva, no son violentas, porque no tienen la guerra por objeto (ningún rastro de la típica «macho obsession with violent methods», que Kate Millett denuncia)91 aún cuando sus líneas de fuga lo revolucionan todo. Y esos afectos les vienen de las propias prácticas autónomas con las que buscan constantemente destruir(se) todos los códigos y leyes (relaciones) morales patriarcales, emplazando una y otra vez ese doble combate colectivo (ellas entre sí, ellas consigo mismas y sus cuerpos, ellas con otras mujeres) y cotidiano (en sus camas, sus casas, sus parejas, sus amigxs, sus familias, sus trabajos, sus performances artísticas) con el fin de recuperar/hacerse sus vidas, sus cuerpos, sus sexualidades, revolucionando sus prácticas y desde su lugar.

Golpe directo contra la casuística perversa de los caballeros de la sustancia de la burguesía liberal, ¡claro!, pero también del progresismo y del marxismo-leninismo92, porque si todos ellos tienen algo en común es su función: escamotearnos el modo como funciona verdaderamente el ejercicio del poder de Estado en tanto «forma» social de organización, toda vez que definen al «Estado» como una “cosa” a tomar (o a recuperar), o como un simple “aparato” ideológico (un conjunto estratificado y una red super-estructural de instituciones y leyes)93. Muy por el contrario, el Estado Proxeneta (y el hetero-patriarcado), en tanto relación social, «está en

90 Contemporáneamente (1976) a Sois Belle et tais-toi!, Delphine Seyring y Carole Roussopoulos, presentándose como “Les Insoumuses” (juego de palabras para “las musas insumisas”), se filman leyendo el S.C.U.M. Manifesto (1967), de Valerie Solanas. 91 Cf. Millett, PR, pág. 10. 92 Cf. Melike Yasar, RM. Cf. asimismo: Dalla Costa/James, MS, pp. 41-42, Hartmann, UM (especialmente el §I y §IV), y Rubin, TM, pág. 97; 100-1. Cf. Guattari, LF, pág. 139: «Es toda la casuística marxista-leninista-maoísta de las contradicciones “principales” y de las contradicciones “secundarias” la que debe ser cuestionada. Considerar, por ejemplo, que las contradicciones hombres-mujeres, niños-adultos, son “secundarias” por relación a las contradicciones ‘de clase’ en un régimen capitalista no corresponde a la historia ni a las situaciones concretas actuales. Las tentativas de jerarquización de las contradicciones al nivel de la doctrina implican siempre una micro-política de sujeción de las luchas de deseo a las “cosas serias” de la lucha de clases, es decir, en última instancia, a los estados mayores “representativos”». Esta casuística, que ya vimos en Lenin (ver nota al pie 59), la leemos también en Trotski, PV. Ni qué hablar de la casuística progre, “nacional y popular”, y similares. 93 Cf. Guattari, CI, pág. 96: «No se trata en modo alguno de una red de ‘aparatos ideológicos’, sino que se trata de una mega-máquina compuesta de una multiplicidad de elementos dispares que no sólo concierne a los trabajadores, sino que «mete en producción» permanentemente y en todo lugar a las mujeres, a los niños, a los ancianos, a los marginados, etc. En la actualidad, por ejemplo, a través de la familia, de la televisión, de la guardería infantil, de los servicios sociales, un niño es «puesto a trabajar» desde su nacimiento y es involucrado en un proceso complejo de formación a cuyo término sus distintos modos de semiotización deberán estar adaptados a las funciones productivas y sociales que le esperan».

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todas partes», ¡y literalmente!, porque funciona siempre como una «forma de interioridad» inmanente a todas las fuerzas/potencias [re]productivas (incluidas las del pensamiento), y supone un determinado investimento de deseo (el Estado «funciona en la libido»)94, una red compleja pero flexible y miniaturizada de ‘equipamientos colectivos’ de sujeción que trabajan y modulan las fuerzas/potencias desde dentro. Supone, por tanto, toda una fina pero no menos terrorífica, opresiva, explotadora y alienante red de micro-bio-poderes heteropatriarcales machistas, sexistas, racistas, etarios, esteticistas, capacitistas, familiaristas, psicoanalíticos, etc., y todo un proceso de producción de deseo capaz de extraerle al inconsciente-productor toda una plusvalía (de flujos de deseo)95, pero diferencial según recaiga sobre uno u otro polo de la binomización sexual ya prefabricada, sobre uno u otro cuerpo (el “varón” o la “mujer”)96.

El desfase entre el desarrollo de las «fuerzas productivas» y las «relaciones de producción» opera y ocurre, por lo tanto, a un nivel mucho más profundo, molecular, libidinal. El control generalizado de los medios de producción, circulación y consumo (su apropiación privada por las clases, sexo, género y raza dominantes, con todo su orden jerárquico de sentido y valor heteropatriarcal) es una derivada resultante de un control y una apropiación más fina y silenciosa: la apropiación de la producción de deseo (de inconsciente) y de las sexualidades y de los modos de expresión y semiotización97 (esa es la verdadera función de las «instituciones»98); la apropiación de la producción de subjetividad (y de los cuerpos, los sexos, las sexualidades, los géneros, los órganos), sobre la base de un orden de sujeción heteropatriarcal y capitalista (empresas mundiales de subjetivación) —condición de posibilidad y constante actualización de todas las explotaciones, servidumbres,

94 Cf. Guattari, LF, pp. 77, 98-99, 141, 147. Cf. Deleuze, FC, pág. 105: «Si la forma-Estado, en nuestras formaciones históricas, ha capturado tantas relaciones de poder, no es porque las relaciones deriven de ella, sino al contrario, porque una operación de «estatismo continuo», por lo demás muy variable según los casos, se ha producido en el orden pedagógico, judicial, económico, familiar, sexual, que tiene por objeto una integración global». Cf. Deleuze, PG, pág. 10: «¿Cómo olvidar el papel desempeñado por el Estado en todas las trampas en las que la libido se encuentra atrapada?». Cf. Foucault, NB; pp. 95-96; 18-19, y asimismo, Lourau, EI. 95 Cf. Guattari/Deleuze, AE, pp. 242-43. Cf. Guattari, CI, pp. 99-102. El ‘Edipo’ psicoanalítico, y la triangulación familiar (papá-mamá-yo), no cumplen otra función que esta: extraerle a los flujos de deseo, a la libido sexual, toda una plusvalía (extraordinaria y cruel manera de apuntalar el imperio de la Ley y el Orden, y los binarismos heterocispatriarcales). 96 La exaltación y la mistificación de la «maternidad» (de la relación económica social y afectiva y libidinal «madre-hijx» tal y como existe y se [re]produce), y luego, de la «familia» y de una «sexualidad» acorde a ellas, son unas herramientas fundamentales en el ejercicio de poder del heterocispatriarcado (estatal y capitalista); pero éste no recurre a ellas únicamente en los momentos de “crisis capitalista” (económica), sino también en los momentos en que los movimientos y las luchas feministas invaden y toman todo el campo social e institucional, poniendo todo en cuestión y desafiando el propio poder del heterocispatriarcado (en lo estatal, lo público y lo privado, lo sexual, lo libidinal). Batya Wainbaum muestra en CN cómo el heteropatriarcado estatal (o el Estado-nación heteropatriarcal), en sus múltiples manifestaciones (en Chile con Allende, en la Rusia bolchevique y la China maoísta), ha acabado siempre por servirse de la exaltación de la «maternidad» (en tanto relación social y afectiva y libidinal), reforzando así todas las divisiones (sexuales, y sexistas, y de género, y...) jerárquicas ya existentes en las relaciones de [re]producción, y volviendo a poner las cosas “en su sitio” una vez más. El corolario: quienes no acepten volver una vez más a “su sitio” se harán inmediatamante (y serán vistas como) culpables y responsables de las violencias que se ejerzan sobre y contra ellas (desde el “se lo buscaron”, hasta el “lo deseaban inconscientemente”). En 1959 el médico oficial del régimen soviético, T. S. Atarov, decía (en Los problemas de la educación sexual) que «el matrimonio soviético no es únicamente un asunto individual, sino un asunto de la sociedad y del Estado. Las personas que consideran el matrimonio como una diversión temporal cometen un crimen contra la moralidad socialista» (citado en Castoriadis, SU, pág. 345). El idioma universal de los Estados y las Iglesias. 97 Cf. Guattari, LF, pp. 182-3: «La sujeción semiótica de los flujos de deseo a la cual proceden las sociedades capitalísticas no tolera la autonomía de ninguna codificación intrínseca y ninguna máquina deseante puede escapar a la sobrecodificación por la máquina significante del Estado. El poder significante de la lengua nacional y el poder del estado tienden a coincidir. [...] La máquina de sujeción semiótica de Estado constituye, de hecho, la herramienta fundamental que permite a las clases dominantes asegurar su poder sobre los agentes y los medios de producción». 98 Cf. Rubin, RS, pp. 114; 150: «Las formas institucionales concretas de la sexualidad, en cualquier momento y lugar dados, son productos de la actividad humana. Están, por tanto, imbuidas de los conflictos de interés y la maniobra política, tanto los deliberados como los inconscientes. En este sentido, el sexo es siempre político. [...] Las batallas libradas dejan un residuo en forma de leyes, prácticas sociales e ideologías de la sexualidad que a su vez afectarán a las maneras en que se perciba a la sexualidad durante mucho tiempo después […] Las leyes sobre el sexo son el instrumento más preciado de la estratificación sexual y la persecución erótica. El Estado interviene ordinariamente en la conducta sexual a un nivel que no sería tolerado en otras áreas de la vida social. La mayor parte de la gente desconoce la amplitud de las leyes sexuales, la enorme cantidad y variedad de conductas sexuales ilegales y el carácter punitivo de las decisiones de los tribunales. […] La mayor parte de la legislación sexual es promulgada a nivel estatal y municipal, y su cumplimiento queda en gran parte en manos de la policía». Incluidos los otros policías: policías-psicoanalistas, psiquiatras, médicos, trabajadores sociales, políticos, maestros y educadores varios, y todo ciudadano-policía “honesto” y “trabajador”, bien enchufado y normalizado en su rincón.

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alienaciones, terrorismos y genocidios existentes contra las mujeres, trans, travestis, lesbianas, bisexuales, intersex, indígenas, marginadas, mutantes y toda clase de grupos minoritarios.

¿Por qué no hacernos colectivamente —de manera experimental, autogestiva, autónoma (auto-gobierno y auto-organización)99, horizontal, anti-jerárquica pero transversalmente— cajas de herramientas & armas radicales con las cuales emplazar el doble combate teórico, práctico y organizativo del que no hemos dejado de hablar? ¿Por qué no podríamos extraerlas, producírnoslas, a partir de films como los que citamos, tomándolos como otros tantos insumos políticos? ¿O bien realizando un film nosotrxs mismxs, con el fin de hacer visibles y audibles a todas estas fuerzas y potencias feministas y despatriarcales, a los devenires minoritarixs?. La insoportable (y simplista) tendencia de los grupos militantes a privilegiar no sólo la oralidad sino la escritura (como único modo de intervención social) a otras formas de expresión y creatividad, como es el Cine, resulta para nosotrxs alarmante y a la vez un índice del bloqueo en que se encuentran; y este privilegio por la racionalidad teórica y por la escritura queda puesto en evidencia en otra tendencia complementaria de dichos grupos militantes: cuando se acercan al Cine, es porque ya lo han recodificado como instrumento de propaganda, eficaz herramienta pedagogizante y baja línea, rápida forma de modelar el imaginario colectivo, dispositivo de registro para hacer llegar a las masas la línea ideológica ‘justa’ (y también la imagen ‘justa’) que suscite la ‘toma de conciencia de clase’ (¿hace falta recordar las palabras de Trotsky sobre el rol del cine, o las de Alexander Medvedkin, director del cine-tren bolchevique?; por otro lado, sobran ejemplos locales). Y va de suyo que junto a esta sobrevaloración de la escritura nos volvemos a topar siempre con la misma insistencia: hacer que la expresividad y la semiotización (individual y colectiva) permanezcan presas y atascadas en el (anti-productivo) nivel de la ‘significación’ y la ‘interpretación’ (“¿qué significa esto?”, “¿qué quiso decir con esto?”, “¿qué de no-dicho hay en lo dicho?”, “¿qué diría o qué dijo Lenin (o el líder/jetón que se quiera, da igual) sobre esto?”, “¿cómo encaja esto en mis categorías y presupuestos políticos?”, etc.), —¡y cero rastros de experimentación colectiva y creativa!, ¡cero apuesta por la dimensión deseante de la expresividad y la enunciación colectivas!. Si nuestro largometraje El primer día del verano es casi un film “mudo” es porque a la hora de querer problematizar, a través de Ana, las actuales relaciones [re]productivas económicas, sociales, familiares, conyugales, maternales, sexuales, afectivas y deseantes (libidinales) heteropatriarcales, deliberadamente hemos querido evitar que el escenario significante se apropie de la imagen-sonido, obturando su potencia y su sentido, licuando y reduciendo lo que de disolvente (despatriarcal) hay en ellas.

El arte es político tanto como la política ha de ser, para nosotrxs, objeto de una nueva y permanente creatividad social y libidinal (con horizontes auto-emancipatorios radicales). Nuevos tipos y modos de expresión, semiotización, audio-visualización, afectividad, sexualidad, militancia y organización política (relaciones) han de ponerse a proliferar en sentido auto-emancipatorio radical: conjurando toda forma, tipo y modalidad de división dirigentxs/ejecutantxs, moneda corriente bajo la forma-organización heteropatriarcal, es decir, bajo la forma-Partido, que replica la forma-Estado, con su líder/jefe, sus jerarquías, su vanguardia baja línea, cuadros especializados, y toda la división interna y vertical del trabajo intelectual/manual, su comité central, buró político, secretariado general, tesorero, organización de masas como ‘correa de transmisión’, etc... (que los progres y los liberales les den otros nombres no cambia en nada); con su denegación y ninguneo del deseo/inconsciente de las masas y de lxs propixs militantes (como cosa “poco seria” al lado de la ‘conciencia de clase’); con su obturación, so pena de llamados al “disciplinamiento”, de toda la creatividad política militante, todo lo cual reduce a lxs militantes a un balbuceo de “consignas”, a un aplastamiento de agenciamientos de enunciación colectiva libre,

99 Cf. Guattari, TR, pp. 244-45: «¿Autogestión de qué?. Referirse a la autogestión en sí, independientemente del contexto, es una mistificación, [y] se corre el riesgo de crear bastante confusión si no está articulada en una perspectiva revolucionaria coherente. […] La autogestión tomada como ‘consigna’ política no es un fin en sí mismo. El problema consiste en definir, en cada nivel de organización, el tipo de relaciones, de formas que deben alentarse, y el tipo de poder a instituir. […] Las experiencias de autogestión durante las huelgas demuestran las posibilidades de superar los niveles «reivindicativos» de las luchas» (el texto es de junio de 1968).

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de semiotizaciones que escapen al corset dogmático de la línea “justa”, de la teoría “científica”, del imperialismo del significante dominante. ¡Hacer proliferar por todos lados agenciamientos de subversión deseante, eros de grupo, grupos-sujetos! ¡Buscar otra cosa, «algo que conjugue la eficiencia revolucionaria y el deseo»100. ¡Los elementos necesarios están siempre al alcance de la mano, del ojo, el oído, el deseo! Pero la mano, el ojo, el oído, el deseo (inconsciente), y todos nuestros órganos, también son resultantes de unas relaciones sociales, y para usarlos productivamente en sentido autoemancipatorio (y contra la ideología burguesa del «individuo») tenemos que hacernos nuevas relaciones económicas (sociales y sexuales y afectivas y libidinales), y ponernos a desmontar y comprehender cómo funciona en su lógica más interna e invisible toda esta maquinaria hetero-patriarcal estatal y mercantil que produce sociedad y produce [in]humanidad, descifrándola en lo más inmediato y micro, y en lo más mediato y macro (instituciones, leyes, códigos, normas, y todo el «valor» de los valores).

Tanto en los films que señalamos, como en los 8 puntos del documento «¿Por qué paramos?», nosotrxs vemos y escuchamos no una mera crítica ideológica y estetizante a las ‘imágenes de mujer’, no meros discursos y palabras moralizantes y filantrópicas que quedan bien, no un mero “paquete” de reivindicaciones y demandas “coyunturales”101, sino el índice de un proceso histórico y transversal de revolución en la economía social y deseante, de una construcción colectiva pieza a pieza de una «máquina de guerra» social y deseante por naturaleza exterior al Estado, «forma de exterioridad» (Erewhon/Nowhere). Vemos el índice actual de una inquietante posibilidad real en manos de unxs cuerpxs y unas intensidades políticas y organizativas capaces de trazarse(nos) unas «alianzas insólitas»102, unas bodas contra-natura y un «giro peligroso», pero mucho más peligroso de lo que Marx pensaba103. Giro despatriarcal-peligroso porque su sentido y su fin persiguen el emplazamiento de una tercera vía radical y autónoma contra todas las alternativas del orden heterocispatriarcal (de derecha, centro, izquierda), y por la vía de un doble combate revolucionario (autoemancipatorio) a la vez exterior e interior (moebius), entablando una «guerra de guerrillas» (una «guerra sin batalla») contra todos los poderes establecidos, pero sin tener a la guerra como objetivo104.

100 Cf. Guattari, TR, pp. 316; 320-22: «¿De qué serviría, por ejemplo, proponer “a las masas” un programa de revolucionarización antiautoritaria contra los caudillitos y compañía, si los militantes mismos siguen siendo portadores de virus burocráticos sobreactivados, si se comportan con los militantes de otros grupos, dentro de su propio grupo, con sus allegados, o bien cada uno por sí mismo, como perfectos canallas? ¿Para qué afirmar la legitimidad de las aspiraciones de las masas, si se niega el deseo por todas partes donde intenta salir a la superficie en la realidad cotidiana?. [Es] un truco de burócrata escudarse siempre detrás de algo que siempre está detrás, siempre en otra parte, cada vez más importante y nunca al alcance de la intervención inmediata de los interesados; es el principio de la “causa justa” que sirve para valorar las pequeñas estupideces, la perversión burocrática de poca monta, el sencillo placer que se experimenta en imponer, “por la buena causa”, tipos que te harán cagar, obligar a acciones puramente simbólicas y sacrificadas de las que todo el mundo se ríe sin importale nada, comenzando por “las masas” mismas. […] Lo fastidioso es que estos monómanos de la “dirección revolucionaria” consiguen, con la complicidad inconsciente de “la base”, hundir la carga militante en impasses particularistas: es mi grupo, mi tendencia, es mi diario, nosotros tenemos razón. […] ¿Por qué los grupúsculos, en lugar de crecer, no se multiplicarían hasta el infinito? En cada fábrica, en cada calle, en cada escuela. ¡El reinado de las organizaciones de base [soviets], una multiplicidad de grupúsculos que sustituyeran a las instituciones de la burguesía!». 101 Cf. María Galindo, NU. 102 Cf. María Galindo, DD, pp. 76-77: «La alianza insólita es la relación de complicidad entre mujeres entre las que está prohibido reconocerse, mirarse y comprometerse. La alianza insólita es la respuesta desobediente a la cubiculación y la fragmentación patriarcal entre mujeres. Romper la clásica división entre mujeres buenas y mujeres malas, romper la clásica división entre mujeres asexuales (como han sido convertidas las indias) y mujeres exclusivamente sexuales (como han sido convertidas las putas); y así podríamos nombrar una serie interminable de clasificaciones patriarcales. […] No es esa suma aritmética de diversidades guettizadas que no se tocan, no se conectan, ni se involucran. […] No es la fragmentación del feminismo en torno de ‘identidades’ como un feminismo lésbico, o un feminismo negro, o un feminismo descolonizador; es un feminismo fundado en la combinación y la alianza insolita imposible y prohibida entre diferentes». 103 Cf. Marx, DB, pp. 74-75: «Cuando la burguesía excomulga como “socialista” lo que antes ensalzaba como “liberal”, confiesa que su propio interés le ordena esquivar el peligro del self-government, […] el giro peligroso que convierte toda lucha contra el poder del Estado en una lucha contra el capital». 104 En su Manifiesto de Sedición Feminista (2017), en plena ‘Documenta 14’, María Galindo caracteriza la lógica (de trabajo/creación, militancia, y activación colectiva) de Mujeres Creando en términos de «una guerrilla urbana no-violenta», pero en concordancia con una diferencia que ya antes (2005) habían trazado entre violencia y agresividad: «Violencia es aquello que destruye, que anula, y hay muchas formas de violencia. […] Creemos que no hay derecho de administrar la violencia, mucho menos en nombre del cambio. […] Pero agresividad es, por lo menos desde el punto de vista de la vida de las mujeres, la capacidad de rebelarse, de nombrar esa violencia, de sacar tu rabia, y plantearte además que todo eso

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Guerra de guerrillas, porque se desata aquí y allá, simultáneamente en todos los frentes y “a domicilio”105; minamiento emboscado y máquina de guerra auto-emancipatoria, porque nunca separa (ni en sus prácticas ni en su economía social y deseante), como si fuese una disyunción binómica excluyente y jerarquizada desde el exterior: [1] El plano reivindicativo (‘programa mínimo’) del plano antagonista (‘programa máximo’)106.

[2] La lucha por la obtención de «derechos» de parte del Estado, de la lucha por la destrucción tanto [a] del Estado mismo (en tanto relación social cuya naturaleza heterocispatriarcal sexista, machista, falocrática, racista, normalizadora y de clase no puede ser reformada ni embellecida) como [b] del «modo de producción» que el Estado realiza (capitalismo mundial integrado). Porque «sería ridículo construir un aparato de Estado o un partido para liberar los deseos. Reclamar una justicia mejor es como reclamar buenos jueces, buenos policías, buenos patrones. […] Nos dicen: “¿Cómo queréis unificar las luchas puntuales sin un partido? ¿Cómo hacer funcionar la máquina sin un aparato de Estado? Es evidente que la revolución tiene por necesidad una máquina de guerra, pero eso no es un aparato de Estado. […] Lo que cuenta no es la unificación totalitaria sino más bien una especie de proliferación infinita de los deseos en las escuelas, en las fábricas, en los barrios, en las guarderías, en las cárceles, etc. No se trata de dirigir, de totalizar, de conectarlo todo en el mismo plano. Mientras permanezcamos en la alternativa entre el espontaneísmo impotente de la anarquía y la sobre-codificación burocrática de una organización de partido, no habrá liberación del deseo»107. [3] La lucha por el trabajo (salario), el cupo laboral, prestaciones sociales, derechos laborales —todo el debate sobre el trabajo doméstico / reproductivo / el “trabajo” sexual108—, es decir,

es legítimo. Esta agresividad no sólo es constructiva sino que puede ser liberadora, y de ahí que la reivindiquemos. […] La noción de agresividad nace porque nosotras tratamos que cada mujer pueda encontrar sus fuerzas expresivas, que cada movimiento pueda encontrarlas. […] Y en el caso de las mujeres, se trata precisamente de desatarla». (VD, pp. 234-35). También Delphy hablaba (1981) de la «cólera» como arma propia de la «rebelión» feminista contra la Universidad y los intelectuales (FI, pág. 126); y los colectivos del WITCH (1968/9) habían creado un «Teatro de Guerrilla de Brujas» como práctica de activación política (WW, pág. 54). Para un ejemplo posterior sobre la ‘guerra de guerrillas’ como método práctico, cf. Deleuze, CV, (§Epígr., pág. 7), y Guattari/Deleuze, MM, pág. 476: «Constituyen una máquina de guerra cuyo objetivo ya no es ni la guerra de exterminio ni la paz del terror generalizado, sino el movimiento revolucionario». 105 Cf. Hartmann, CP (1976), pág. 221: «Para atacar tanto el patriarcado como el capitalismo tendremos que hallar modos de cambiar tanto las ‘instituciones’ de alcance social como nuestros hábitos más profundamente arraigados». Cf. Guattari, LF (1979), pp. 94-95: «Se debe ir a atraparlo “a domicilio”, bajo sus formas específicas, y esto implica una lucha generalizada de todos los instantes sobre una multitud de “frentes”. La política del deseo, tanto al nivel de un grupo, de una institución, de una teoría, como de una forma de arte, concierne esencialmente a estos agenciamientos, [y] a la construcción, a todos los niveles, de máquinas de liberación». 106 Cf. las palabras de María Galindo (en NP, pág. 184): «Lo jodido es que el Estado, los parásitos, la Iglesia y demás juegan con lo concreto y a partir de allí te manipulan y controlan. No debemos dejarles el terreno de lo concreto a los parásitos. Debemos gestionar nuestras necesidades, urgencias y angustias. […] Lo que estamos intentando las Mujeres Creando es acercar la necesidad concreta y la subversión. Ése es el esfuerzo que estamos haciendo, es una mezcla que yo no la he visto en ninguna ideología, plasmada así. Nosotras nos hemos planteado el desafío de develar la conexión entre estos dos mundos: el mundo de las necesidades concretas con el mundo de las utopías. Y no perder de vista ninguno de los dos, no sacrificar uno por otro. No ceder a la tentación de repetir la separación esquizofrénica entre discurso ideológico y realidad concreta». 107 Cf. Deleuze, CD, pp. 339-40. Las palabras son de Guattari, y aparecen idénticas en otra versión de la entrevista con ‘Actuel’, titulada “Partido centralista o máquina de guerra revolucionaria” (en MO, pp. 76-77). 108 Aún cuando nosotrxs consideramos necesario interpelar directamente a los varones prostituyentes (y no a las mujeres), puesto que son ellos los fieles garantes y [re]productores (cómplices y privilegiados) de este orden de poder y explotación, opresión y violencia psico-sexual, suscribimos las palabras de Carmen Ifrán, Pía Baudracco y Lohana Berkins: «Si reglamentáramos la prostitución, estaríamos legitimando la explotación de unas y otras. Pero por otro lado, la prostitución existe, es una realidad. Necesitamos una ley que nos proteja y que no nos condene. Ésa es la lucha que deberíamos encarar todas las personas que estamos en situación de prostitución. Para ello es necesario organizarnos, crear espacios, para poder pelear juntas. Sin perder de vista que el objetivo máximo de nuestras organizaciones debería ser terminar con la prostitución. [...] El Estado nos criminaliza; aceptar la reglamentación es seguir aceptando que el Estado sea nuestro proxeneta y que se nos siga obligando a ser trabajadoras sexuales, limitadas a que sea la única salida para paliar el hambre. […] Y después ¿por qué se tendría que empezar a administrar y a legalizar el deseo? […] Si el Estado ya tiene una tremenda injerencia sobre la sexualidad, sobre los cuerpos de las personas, acá ya desbordamos. No sólo va a ser el control sobre nuestros cuerpos sino también sobre nuestros deseos» (Berkins & Korol, TP, pp. 25-26; 74; 82). Y por supuesto también suscribimos las palabras de María Galindo y Sonia Sánchez en NP (Cap. 4: §Estado Proxeneta): «El pensamiento feminista, por ejemplo, plantea que vivimos en un Estado patriarcal. Es decir que el Estado (de manera intrínseca e indisoluble) es patriarcal, y que no hay «inclusión», ni perspectiva de «equidad» que resuelva ése su carácter, porque eso es parte su sentido. [Pero] haber llegado a

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la lucha constante por llegar a hacerse oprimir y explotar un poco menos, de la lucha paralela y simultánea por abolir, a la vez, [a] el trabajo asalariado como tal (nuestra opresión, prostitución, esclavitud, explotación); y también abolir [b] toda reducción y alienación de nuestra humanidad, afectividad, deseo/libido, psiquis, creatividad, sexualidades, erotismos, cuerpos, genitales, órganos, ano, boca, intestinos, úteros, ovarios, óvulos, al status de cosa, fetiche, «mercancía» —que nos hace devenir sistemática y cotidianamente ora un «objeto» sexual intercambiable (o bien a cambio de dinero/equivalente general, o bien a cambio de “amor” o “afecto”), ora un «envase» para “mulear” cocaína, etcs.—; y también [c] abolir toda la división sexual y sexista y de género y racial y étnica y estética y clasista y jerárquica de las actividades sociales productivas y reproductivas (pilares para la opresión y explotación diferencial contra las mujeres, lesbianas, trans, travestis, indígenas, marginadas, minorías)109.

En 1975, Federici y Cox decían: «Nuestra fuerza como mujeres empieza con la lucha social por el salario, no para ser incluidas dentro de las relaciones salariales (puesto que nunca estuvimos fuera de ellas) sino para ser liberadas de ellas, para que todos los sectores de la clase obrera sean liberados de ellas. […] Así que no debemos pedirle al capital que cambie la naturaleza de nuestro trabajo, sino luchar para rechazar reproducirnos y reproducir a otros como trabajadores como ‘fuerza de trabajo’, como ‘mercancías’. […] Obviamente, mientras siga existiendo la relación salarial capitalista, también lo hará el capitalismo. Por eso no consideramos que conseguir un salario suponga la revolución. Afirmamos que es una estrategia revolucionaria porque socava el rol que se nos ha asignado en la división capitalista del trabajo, y en consecuencia, altera las relaciones de poder dentro de la clase trabajadora en términos más favorables para nosotras»110. Y en 1976 Heidi Hartmann también lanzaba que «es necesario erradicar la división sexual del trabajo misma para terminar con el dominio masculino. […] Pero las consecuencias de esta división del trabajo son muy profundas, y llegan al nivel del inconsciente. El inconsciente influye en las pautas de comportamiento, que constituyen los micro-sostenes (o complementos) de las instituciones sociales, y son a su vez fomentadas por esas instituciones sexuales. […] Debido a las profundas ramificaciones de la división sexual del trabajo, no podremos erradicar la división sexual de las tareas a menos que erradiquemos las diferencias de género socialmente impuestas entre nosotros y, por lo tanto, la propia división sexual del trabajo»111.

la definición del “Estado proxeneta” es un salto muy importante, no sólo para las mujeres en situación de prostitución, sino para las mujeres en su conjunto y para el propio pensamiento feminista. […] Es como haberlo desnudado y haber planteado un análisis más profundo y al mismo tiempo más concreto. […] El Estado es un Estado patriarcal, y el patriarcado es proxeneta. [...] ¿Quién nos prostituye? ¿Quién nos sostiene en esta puta calle? ¿Quién? De Gran Proxeneta lo tenemos al Estado. [...] El carácter masculino del Estado: ya no solamente relacionado con su patrón patriarcal (que viene de ‘padre’), sino con su patrón proxeneta, que viene de ‘explotador’ y ‘mutilador’ del cuerpo de las mujeres. El decir “Estado proxeneta” nos aclara el lugar de objetos sexuales de intercambio que ocupamos las mujeres en todas las sociedades y culturas del mundo. Nos aclara también la negación de nuestra condición de sujetos [...] Y eso no se resuelve con ningún concepto de ‘inclusión’, ni ‘política de derechos’, porque instala una crítica más profunda e irreconciliable con el Estado, sea éste del norte o del sur, sea socialista o capitalista. [...] Nosotras hemos parido el concepto de autonomía. La idea es la siguiente: la relación con el Estado está dada, es algo que no eliges, sino que se da de antemano. ¿Qué puta elige un fiolo? [...] Si comparamos la relación con el fiolo, rompes, o te fioleas tú también. En relación con el “Estado proxeneta” pasa algo muy parecido, por eso la ruptura solo puede ser radical [...] Desde las instituciones te bajan muy fuertemente el discurso de que sos una “trabajadora sexual”, y como trabajadora sexual tu ‘instrumento de trabajo’ es el forro. Ahí el Estado proxeneta está operando varios mecanismos al mismo tiempo, porque encima te da tu instrumento de trabajo gratuitamente y te protege la salud, cuando en realidad está protegiendo al varón, al masculino, y está legitimando el derecho de prostituir bajo el disfraz de trabajo. [...] El lugar de la puta es decir que el Estado es un Estado Proxeneta, sea un Estado del bienestar, neoliberal, globalizado, capitalista o socialista». 109 Cf. Dalla Costa/James, MS, pp. 43; 45; 50-51. Cf. Federici, CB, pp. 197; 206. Cf. Hartmann, UM, pp. 19 y ss. 110 Cf. Federici/Cox, CC, pp. 64; 67. 111 Cf. Hartmann, CP, pp. 219-21. En este sentido, Nicole Claude Mathieu (1989) muestra ya cómo «cierto número de sociedades diferentes a las occidentales (así como de algunos fenómenos marginales en nuestras sociedades) […] no tienen tan claras ni las definiciones de sexo, ni las fronteras entre sexos y géneros» (cf. IS; pp. 131-32). Cf. Linnhoff, HF, pp. 112; 117; 123: «Creo que una sociedad no es socialista mientras no se haya conseguido que todo el mundo sea sexualmente libre, que sea completamente irrelevante el que uno sea ‘homo’, ‘hetero’ o ‘bisexual’. Si éste no es el caso, si sigue habiendo diferencias, si sigue siendo importante establecer diferencias, entonces esa sociedad no es socialista. Y mientras una sociedad de este tipo no exista, también la minoría de las lesbianas estará oprimida». Cf. Guattari, MC [1973]: «La liberación del cuerpo, de las relaciones sensuales, sexuales, afectivas y extáticas, está indisolublemente ligada a la liberación de las mujeres y a la desaparición de todas las formas de categorías sexuales. La revolución del deseo pasa por la destrucción del poder masculino y de todos los modelos de comportamiento y de emparejamiento que aquél imponga, así como pasa

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No se trata de “resolver” meramente una “cuestión femenina” o problemas “de mujeres”. Si no emplazamos (y experimentamos) también, ya mismo y allí donde podamos, una batalla deseante feminista y despatriarcal en todos los frentes, niveles y espesores de lo social, la mera “batalla cultural” o “popular” o “ideológica”, y en el solo terreno legislativo e institucional, funcionará únicamente como uno más de los axiomas del orden heterocispatriarcal; pues el heterocispatriarcado, en condiciones estatales y capitalistas, también procede por axiomática112. Tenemos que cuestionar radicalmente la totalidad de lo social: revolucionar todas las relaciones productivas y reproductivas, y al nivel de la economía (producción) social y semiótica y sexual y deseante. Ahí radica la llave&clave (la clef) de nuevos posibles radicales (al nivel de las prácticas teóricas y políticas y organizativas) para todos los devenires revolucionarios-y-minoritarios de las potencias autónomas de las minorías; llave&clave que haga saltar por los aires, y a través de conexiones (relaciones) transversales, a todos los ‘equipamientos colectivos’ de «individuación» y de «subjetivación» establecidos, mediante el emplazamiento y la promoción de «composiciones que ya no pasan por la economía capitalista ni por la forma-Estado». Evidentemente..., «la respuesta de los Estados, o de la axiomática, puede ser conceder a las minorías una autonomía ‘regional’, o ‘federal’, o ‘estatutaria’, en resumen, añadir axiomas […] E igual ocurriría con un estatuto de las mujeres, un estatuto de los jóvenes, un estatuto de los trabajadores eventuales..., etc.»113.

La lucha y la resistencia se dan entonces también al nivel de los axiomas: derecho al aborto seguro, legal, gratuito y libre, y por lo tanto, su despenalización y descriminalización114; al acceso libre y gratuito a métodos anticonceptivos y abortivos115; al cupo laboral trans; a la educación

por la destrucción de todas las formas de la opresión y de normalidad. Queremos acabar con los roles y las identidades distribuidos por el ‘Falo’. Queremos acabar con toda forma de asignación a una residencia sexual. Queremos que ya no haya entre nosotros hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, poseedores y poseídos, mayores y menores, amos y esclavos, sino humanos transexuados, autónomos, móviles y múltiples; seres con diferencias variables, capaces de intercambiar sus deseos, sus goces, sus éxtasis y sus ternuras, sin tener que hacer funcionar algún sistema de plusvalía, algún sistema de poder». 112 Cf. Weinbaum, CN, pág. 91: «El patriarcado, antaño tan fuerte y brutal, ha conseguido construir nuevas formas organizativas dentro de las cuales contener a las mujeres». Estas nuevas «formas» de organización (de las relaciones sociales productivas y reproductivas) son precisamente el Estado-nación y el capitalismo (tenaza doble y complementaria), con todas sus micro y macro ‘instituciones’. Y por cierto que el capitalismo no puede imponer su axiomática sin un aparato para conjugar los flujos: aparato de captura semiótica y monetaria y social y sexual y libidinal (cf. DE, pp. 45 y 102). 113 Cf. Guattari/Deleuze, MM, pág. 473. Los Estados (la forma-Estado) son «aparatos de captura»; capturan materia-movimiento, es decir, las multiplicidades de deseo y lo social (que son lo mismo). Y no podrían sobrevivir sin emplazar sistemática y cotidianamente (y en todos los niveles y espesores del campo social y libidinal) un entrampamiento/captura (violencia de Estado) de los flujos de deseo libre, de los flujos cuya actividad está en variación continua, de las máquinas de guerra amazónicas y embrujadas, mutantes; —máquinas de guerra radicales y auto-emancipatorias, es decir, máquinas o modos de organización cuya finalidad es destruir los aparatos de Estado, destruir la forma-organización basada en relaciones (sociales y libidinales) que dividen y separan disimétrica y jerárquicamente a lxs dirigentes de lxs ejecutantes; «forma-organización» de irremediable naturaleza hetero-cis-patriarcal, porque se expresa y materializa, se realiza, sobre divisiones de género, sexo, sexualidad, edad, raza, etnia, clase, capacidad psico-física (y logocéntrica), apariencia, etc. Y si los Estados-nación proceden por captura, es para una mejor realización de la axiomática del capital. De manera que las ‘concesiones’ estatales son siempre y a la vez un soltar y un entrampar: (a) siempre la mutilación del «cuerpo», y principalmente del cuerpo de las mujeres, lesbianas, travestis, trans, XXY, y demás minorías mutantes, en la raíz de la organización de las actividades bajo la modalidad del «trabajo», ya sea tanto para la producción de valor (producción para el mercado con vistas al intercambio y el ganar) como para la reproducción social hetero-cis-patriarcal (reproducción de lxs productorxs sociales vía el replegamiento sobre la familia cerrada, privatizada y edípica, vía la maternidad dominante, la monogamia, la hetero-norma, y el hetero-cis-sexismo dominante); (b) siempre el sobre-trabajo en la raíz del «trabajo» (asalariado y no-asalariado); (c) siempre el plus-valor en la base del «valor» (y principalmente mayor extracción y alienación para el trabajo reproductivo de las mujeres, condición de posibilidad del trabajo productivo). 114 Pero sin dejar jamás de interpelar: ¿por qué la intervención quirúrgica o medicamentosa se piensa siempre y desde el vamos como una intervención sobre el cuerpo y la sexualidad... de las mujeres? ¿¡Por qué la vasectomía no se considera siquiera como opción? (preguntas de cara a cómo hacernos nuevas prácticas sexuales/afectivas); habida cuenta, por supuesto, de que la mera vasectomía (práctica quirúrgica) no garantiza por sí misma que desaparezcan las prácticas sociales, sexuales y afectivas machistas, psicopateantes, violentas y cochinamente heteropatriarcales (que el semen de un macho carezca de espermatozoides no hace al macho menos macho en sus prácticas y relaciones concretas y cotidianas: el heterocispatriarcado no se destruye con intervenciones quirúrgicas). En el sitio web de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito (http://www.abortolegal.com.ar) se puede leer el «Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo» (IVE) enviado a la Cámara de Diputados de la Nación. En 2017, se difundió el Informe del Proyecto de investigación Experiencias de aborto en el segundo trimestre de gestación (https://yoaborte.info/estudio), trabajo conjunto entre la Colectiva Feminista ‘La Revuelta’, el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y el IBIS Reproductive Health, desarrollado durante el 2016. 115 Mucha más información teórico-práctica puede encontrarse en estos (diferentes) espacios políticos de militancia: Colectiva Feminista ‘La Revuelta’ (http://larevuelta.com.ar), que en 2010 crearon la red de ‘Socorro Rosa’, dispositivo

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sexual integral anti-clerical y laica; a más servicios sociales y asistencia social gratuita; a guarderías; a pensión por violencia machista, de género, e institucional; a licencia laboral por violencia machista y de género; a una reparación histórica para las travestis que sufrieron violencia institucional y la derogación de los códigos contravencionales criminalizantes; y más116. Pero incluso ahí, en medio mismo de todas estas reivindicaciones, tanto el film de Varda como el documento «¿Por qué paramos?» albergan ya un índice concreto de los horizontes auto-emancipatorios (revolucionarios) al denunciar abiertamente (haciéndolos aparecer) no sólo a todos los poderes del patriarcado inmanentes al Estado (como forma-organización social de todas las relaciones [re]productivas), y al capitalismo [inter]nacional, sino también a su régimen de verdad/sexualidad, a sus sentidos y valores y leyes, a todo su fiolismo inmanente y constitutivo.

Porque ante las violencias y los terrorismos —discriminación, marginación, abuso, misoginia, violencia psíquica, obstetricia y ginecológica, esterilización forzosa, acoso callejero y laboral, transfobia, lesbofobia, represión, enjuiciamientos y encarcelamientos por defendernos o por abortar, violaciones individuales o grupales (pero también la violación dentro de la pareja y el incesto), torturas, secuestro/trata, fiolismo, femicidios, suicidios, travesticidios, transfeminicidios, genocidios, etnocidios, ecocidios, explotación y opresión— machistas, falocéntricos, sexistas, racistas, esteticistas, capacitistas, colonialistas y clasistas del heteropatriarcado «no se puede responder con los programas de reforma de la vieja izquierda, o keynesianos»117: ni reformismo estatal sin horizonte feminista despatriarcal-revolucionario (auto-emancipación radical), ni movimientos revolucionarios sin revolución feminista (radical) que despatriarcalice sus propias teorías y sus propias prácticas políticas y organizativas: en todas las relaciones sociales (cotidianas, de convivencia, familiares, conyugales, sexuales, laborales, institucionales, sindicales, militantes, educativas, académicas, científicas, artísticas, en el cine, etc.) y a todos los niveles.

La autoemancipación de lxs productorxs sociales por lxs productorxs sociales mismxs también es y será una lucha permanente para reapropiarnos y recuperarnos (y hacernos, darnos) nuestros cuerpos y la soberanía y autodeterminación sobre nuestros cuerpos, nuestros para abortar en clave feminista; Socorristas en Red. Feministas que abortamos (http://socorristasenred.org); y Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto (http://www.abortoconpastillas.info), sitio desde el cual puede descargarse, además, el libro HA. Luciana Sánchez y Verónica Macek, militantes de Lesbianas y Feministas, dicen: «Desde el paradigma heterosexual del aborto no se plantea que las lesbianas aborten, que los varones trans aborten, que las travestis tengan una participación activa en actuar, hacer y pensar los abortos. Es pensar el sexo desde lo heterosexual, desde la cohabitación, la repetición, la penetración. Lo vemos en esta idea de que si a la gente la llenamos de anticonceptivos, se acaba el aborto. Eso es falso y atenta contra la autonomía de las personas. [...] La visión del aborto heterosexual tiene que ver con una falla, el fracaso del anticonceptivo, de la educación, del Estado. Por supuesto todo el mundo tendría que tener acceso a los anticonceptivos que quisiera en el momento en que quisiera, pero el aborto es una lucha paralela. [...] Podemos instalar una lógica del aborto que no sea heteronormativa y que no sea la que proponen las elites. [...] Y además de recuperar esa política lesbiana de la apropiación del propio cuerpo, del deseo, el aborto con misoprostol tiene que ver con apropiarse de un medicamento pensando para que los varones, los banqueros del primer mundo, no tengan úlceras. Es una subversión» (en Andrea Guzmán, LV). 116 Cf. Guattari/Deleuze, MM, pp. 468; 474. Cf. Rubin, TM, pág. 131-5 (al nivel de la producción de relaciones). 117 Cf. Scholz, PM, pág. 60; Dalla Costa/James, MS, pp. 41-2, y Hartmann, UM, pp. 24-25. Cf. asimismo Guattari/Alliez, SE, pág. 121; Guattari/Deleuze, MM, pp. 466-7. Mariarosa Dalla Costa muestra cómo el proyecto de Estado (modelo de realización) del tipo keynesiano o Estado de Bienestar —su intervención en la economía y su ampliación del gasto público para sostener la demanda, su inversión en asistencia/seguridad social, en ‘capital humano’ (para incrementar la productividad del trabajo)—, no es sino otro de los modos posibles de gestionar la catástrofe de las mujeres: «el fortalecimiento de la familia, donde el trabajo doméstico femenino es el medio primario para que la renta suministrada por el Estado, o el salario, se traduzcan en una mayor productividad de la fuerza de trabajo. […] La eficacia del pacto global entre Estado y clase obrera, con el que se garantiza a la clase un cierto nivel y una cierta seguridad reproductiva (a cambio de un aumento de la productividad del trabajo), pasa ante todo por la reorganización de la familia y por la intensificación del trabajo doméstico de la mujer. Y el propio trabajo femenino extra-doméstico, en los ámbitos y en los porcentajes aceptados, contribuirá durante la depresión a la subsistencia y cohesión de la familia. […] El perfil del Estado asistencial sólo se podrá definir en la realización de un rol gubernamental planificador que recompone y reunifica producción de ‘mercancías’ y producción y reproducción de la ‘fuerza de trabajo’» (cf. FK, pp. 152-53; 173-4). Por supuesto que lo mismo aplica para todo «proyecto» o modelo económico-político que actúe o haya actuado como sostén y garante realizador de las relaciones económicas (sociales y libidinales) de opresión y explotación heterocispatriarcales; pues relaciones sociales de producción (y producción social de relaciones) capitalistas y heteropatriarcales podrían subsistir (y han subsistido) aún en un “Estado Obrero” (del tipo bolchevique, por caso).

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órganos, nuestros sexos, nuestras sexualidades118, nuestros úteros, nuestros óvulos, nuestras afectividades, nuestros placeres sexuales, nuestro deseo (libido), nuestra libre reproducción —¡pero que el aborto seguro, legal y libre no devenga un mero axioma más, un nuevo ‘equipamiento’ y entrampamiento que re-capture nuestros cuerpos, nuestra sexualidad, afectos y deseos replegándolos a las actuales condiciones hetero-patriarcales de vida, a sus leyes y normas, al actual régimen machista y sexista de erotismo, goce, a la actual manera de cojer, a toda la violenta economía sexual y libidinal del macho!—, y también, por supuesto, los medios de producción, circulación y consumo (de su apropiación privada) en general119. La revolución radical (auto-emancipación) será feminista, anti-colonialista y des-patriarcal, anti-racista, minoritaria, mutante120, ecológica, o no será nada. ¡Hagamos concha el patriarcado proxeneta y los poderes estatales y capitalistas!

Marzo-Junio de 2017

118 Cf. Jane Gerhard, VV, pp. 243; 345: «Las feministas radicales definieron la autodeterminación sexual de las mujeres como una forma de trascender los problemas de las ‘clasificaciones’ sexuales (como lesbianismo y heterosexualidad, y de solucionar el problema del control patriarcal sobre la sexualidad femenina. […] Al liberar a las mujeres de los papeles sociales opresivos, ellas serían libres para explorar la verdadera naturaleza de sus deseos más allá del coito fálico patriarcal». 119 Para una descripción detallada (en 8 puntos) —útil para comprender a qué nos enfrentamos, y a la vez, cómo luchar— sobre las características del «poder masculino», y mediante qué métodos y prácticas dicho poder se pone en funcionamiento, remitimos a Rich, HO, pp. 52-55. 120 Hemos venido usando el concepto de «mutante» en su sentido múltiple y heterogéneo, y teniendo presente la línea de fuga audio-visual/sexual que Virginie Despentes surca en su film documental Mutantes (Féminisme Porno Punk), 2009.


Referencias fílmicas & bibliográficas: Helma Sanders-Brahms, Bajo los adoquines, la playa [Unter dem Pflaster ist der Strand], 1975 Agnès Varda, Declaración de las mujeres: nuestro cuerpo, nuestro sexo [Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe], 1975. Delphine Seyrig, ¡Sé bella y cállate! [Sois belle et tais-toi!], 1976-1981. Delphine Seyrig y Carole Roussopoulos, S.C.U.M. Manifesto, 1976. Agnès Varda, Una canta, la otra no [L’une chante, l’autre pas], 1977. Virginie Despentes, Mutantes [Mutantes (Féminisme Porno Punk)], 2009. Mylene Sauloy, Kurdistán: la guerra de las chicas [Kurdistan: la guerre des filles], 2016. Moi Non Plus, El primer día del verano [largometraje], 2016. Moi Non Plus, Marchas & Paros de Mujeres [documental].

AA: Agnès Varda según Moira Soto, Canciones para antes o después de abortar [06/05/2005]. AD: Ruth Zurbriggen y Claudia Anzorena (Comp.), El aborto como derecho de las mujeres. Otra historia es posible. AI: Guattari/Deleuze, Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia [1972], trad. Francisco Monge. AM: Moi Non Plus, Anti-momia. O conjurar al «líder» y abrir los devenires-revolucionarios [2016]. AW: Susan Brownmiller, Contra nuestra voluntad. Hombres, mujeres, y violación [1975]; trad. Susana Constante. CB: Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria [2004], trad. Verónica Hendel y Leopoldo Touza. CC: Silvia Federici y Nicole Cox, “Contraatacando desde la cocina” [1975], en Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, trad. Paula Ponz y Carlos Guervós. CD: Gilles Deleuze, “Sobre el capitalismo y el deseo” [1973], trad. José L. Pardo, en La isla desierta y otros textos. Textos y entrevistas (1953-1974). CF: Sigmund Freud, “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” [1932-33], en Obras Completas. Volumen XXII, trad. José L. Etcheverry. CI: Félix Guattari, “El capital como «integral» de las formaciones de poder” [1980], en Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, trad. Miguel Norambuena. CN: Batya Weinbaum, El curioso noviazgo entre feminismo y socialismo [1978], trad. Margarita Schuller. CP: Heidi Hartmann, “Capitalismo, Patriarcado y segregación de los empleos por sexos” [1976], trad. Eugenia Huerta, en Zillah Eisenstein (comp.), Patriarcado capitalista y feminismo socialista. CV: Gilles Deleuze, Conversaciones [1990], trad. J.L. Pardo. DA: Sigmund Freud, “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” [1925], en Obras Completas, Volumen XIX, trad. José L. Etcheverry. DB: Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte [1852], trad. O. P. Safont. DD: María Galindo, No se puede Descolonizar sin Despatriarcalizar. Teoría y propuesta de la despatriarcalización. DE: Gilles Deleuze, Derrames entre capitalismo y esquizofrenia [1973], trad. Cactus. DK: Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política [1867], trad. Pedro Scaron; T1.V1. DP: Moi Non Plus, (des)Programa tentativo de experimentación y creación audio-visual [2016]. DR: Gilles Deleuze, Diferencia y repetición [1968], trad. María Delpy y Hugo Beccacece. EF: Karl Marx, Manuscritos: economía y filosofía [1844], trad. Fancisco Llorente. EH: Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel [1970], trad. Francesc Parcerisas. EI: René Lourau, El Estado inconsciente [1978], trad. David Rosenbaum. EN: Ruth Zurbriggen y Belén Grosso (Coord.), Entre ellas y nosotras: los abortos II. Relatos de activistas feministas revueltas aborteras. FC: Gilles Deleuze, Foucault [1986], trad. José Pérez.


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WW: WITCH. Textos comunicados y hechizos [1968-69]; trad. Inmaculada Pérez. YM: Gilles Deleuze, El «yo me acuerdo» [1993], trad. Marco Parmeggiani. YS: Moi Non Plus, YO SOY anti-patriarcal. Vos Callate. El micro-machismo cotidiano [2017]. ZK: Moi Non Plus, Zapatismo & Kurdistán: ¿nuevos ‘intercesores’ abajo y a la izquierda? [2015].


Buenos Aires marzo/junio 2017 contactomoinonplus@gmail.com



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