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inferno de Dante El 16 de mayo sale a la venta en todo el mundo la nueva y esperadísima novela de Dan Brown. El autor de best sellers como El código Da Vinci o Ángeles y Demonios, vuelve a retomar el personaje de Robert Langdon en Inferno, donde se adentra en los numerosos enigmas que envuelven la figura de Dante y su Divina Comedia. Los desvelamos… Mónica González
onsiderado “el Padre del idioma” italiano, se rebeló contra la mismísima Iglesia católica, la política y la sociedad de su tiempo, plasmando sobre el papel una manera muy particular de contar el caos que reinaba en la Italia del siglo XIV. Formó parte de diversas sociedades secretas, a las que incluyó no solo en esta famosa obra sino también en otras previas como La Vida Nueva. Destacó por sus amplios conocimientos en astronomía, teología, historia y gramática. Su magistral utilización del lenguaje, de la simbología numérica y de las metáforas, le convirtieron en “il Sommo Poeta” –el Poeta Supremo–. Y su peculiar visión sobre la muerte –estructurándola en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso– hicieron que pasara a la historia como uno de los grandes maestros de la iniciación. De facciones alargadas, ojos grandes y nariz aguileña, con el paso reposado y mediana estatura, Dante mantenía permanentemente un rostro melancólico y pensativo. O por lo menos, así lo atestiguan aquellos que le conocieron. Florentino de nacimiento (1265), pasó la mayor parte de su vida en Verona, ciudad donde se refugió debido a importantes trifulcas políticas. Proveniente de una familia güelfa –defensores del Papa–, Dante pierde a su madre a la edad de cinco o seis años y al padre con doce. Sin embargo, el hecho más traumático para el poeta fue la pérdida de su amada Beatriz a la que conoció a los 9 años y cuya historia reflejó en la parte más celestial de la Divina Comedia. En 1291 decide casarse con Gemma Donati y de aquel matrimonio nacen cuatro hijos. Durante sus años de juventud, Dante ocupó algunos cargos públicos entre los que destacó el de prior en la magistratura suprema. Sin embargo, su oposición al Pontificado y su defensa a ultranza de la existencia de un Sacro Imperio Romano, le valieron multitud de enemigos. Entre ellos el podestà de Florencia, Corso Donati, que lo condena-
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apó crifa Bajo estas líneas, La Barca de Dante, del pintor francés Delacroix. A la derecha, portada de la edición americana de Inferno, la última novela de Dan Brown que se adentra en los misterios del genio florentino.
El inferno de Dante
ría a morir en la hoguera. En este sentido, señalar que este personaje, junto al papa Bonifacio VIII, pertenecía al bando florentino de los güelfos Negros, aliados con la corona de Francia y la casa de Valois. Al contrario que Dante, que apoyaba a los Blancos. Su oposición a la intromisión del papa Bonifacto VIII en la política de la ciudad le supuso ser acusado de corrupción y condenado al destierro perpetuo. Gracias al exilio, Dante se refugia en Verona, donde comienza a componer la Commedia.
La Divina Comedia “¡Oh los que de la mente os sentís sanos!, mirad bien la doctrina velada que se encuentra de mi verso en los arcanos”, (Infierno, IX, 61-63). Estas palabras que Dante quiso plasmar en la parte más infernal de la obra, vislumbran el carácter iniciático del maestro. De hecho, las tres etapas de que consta la Commedia no son sino un reflejo de lo que persigue su autor: su propia iniciación. Es decir, el descenso
al infierno y el posterior regreso a la vida de Dante simbolizarían además de su muerte mística, el sumo conocimiento del sentido de la vida y la muerte. La Divina Comedia es una visita guiada por los nueve círculos del Infierno, las siete cornisas del Purgatorio –una por cada pecado capital–, y por los nueve cielos concéntricos del Paraíso. Se trata de una epopeya alegórica en verso, con una fuerte carga dramática y cuyas secciones se distribuyen en 33 cantos compuestos a su vez por tercetos endecasílabos, salvo la primera que incluye uno más y sirve como introducción. Todo el poema gira en torno al simbolismo del número 3 que además de representar el equilibrio y la estabilidad en determinadas culturas, se refiere a la figura de la Santísima Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo–. Dante utiliza como hilo conductor de la obra a tres personajes principales. Él mismo como personificación del hombre; Beatriz –su amada– como la sabiduría y la
Casi con seguridad, Dante perteneció a los “Fedeli d’amore”, una sociedad secreta que arremetía contra altos dignatarios eclesiásticos
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fe que lo guiará a través del Paraíso; y Virgilio como la razón que hará lo propio en el Infierno y el Purgatorio. El poema, que constituye un catálogo del pensamiento político, científico y filosófico de su tiempo, puede interpretarse en cuatro niveles: el literal, el alegórico, el moral y el místico. Dante decidió componer el poema en italiano y no en latín para llegar al mayor número posible de lectores. Además de titularla Commedia porque tiene un final feliz. El singular viaje acaba en el Paraíso donde el autor contempla a Dios y siente cómo su voluntad se funde con la divina.
Su infierno particular A partir de aquí, nos centraremos en los nueve niveles infernales donde Dante incluyó a la mayoría de los personajes relevantes de su época. El poeta florentino basa su infierno en la doctrina teológica del pecado y el castigo que desarrolla Santo Tomás en la Suma Teológica. Por lo que Dante sería una especie de “visionario”. Aunque Dante también se atreve a repetir los esquemas urbanísticos con los que los antiguos sumerios edificaron su mundo inferior. Para ello cambió el número 7 –que preside los ciclos la cosmología y la teogonía sumerio-acadia–, por el 9, que
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es el de la Santísima Trinidad multiplicado por sí mismo. Por no mencionar la similitud escatológica con la musulmana o ciertos paralelismos con la Eneida de Virgilio. De todos modos, el infierno dantesco tiene un punto de unión clave. Por un lado, la visión popular; y por otro, la intelectual y teológica. De la primera toma las imágenes, mientras que de la segunda, el rigor lógico. Es ahí donde radica su éxito. Hasta entonces, lo infiernos que se describían eran una completa anarquía donde los elementos que se incluían eran contradictorios. De hecho, no había distinción alguna entre estos y el purgatorio. La naturaleza de los pecados cometidos era confusa así como los castigos que se infligían. Dante rompe con esta visión y comienza a clasificar y estructurar su particular Infierno. Este es ahora geométrico. Compuesto de círculos concéntricos, incluye una entrada, un vestíbulo, recintos, una salida, pasillos señalados y custodiados. Se trata de un vasto receptáculo, una especie de recipiente con forma de embudo, Infundibulum, cuya punta señala la profundidad de la Tierra y que está dividido en nueve círculos concéntricos. Los cinco primeros forman el alto infierno y los cuatro últimos el infierno inferior.
Círculos infernales “Vosotros, los que entráis aquí, abandonad toda esperanza”, aparece escrito en la puerta del infierno. Aquí comienza su viaje. Tenía 35 años. La travesía comienza cuando Dante aparece perdido en una selva que representa la vida pecaminosa del ser humano. Sube por una rampa que representa la virtud y allí se encuentra con su guía, Virgilio, símbolo de la razón. Tras atravesar un vestíbulo donde se hallan encerrados los cobardes y los indecisos, los protagonistas entran en el infierno superior, situado fuera de los muros de la ciudad de Dios. Allí están distribuidos todos los pecadores incontinentes en cinco círculos según la gravedad de sus faltas. En el primer círculo, o limbo, están los paganos y los infieles que suspiran y murmuran de tristeza; en el segundo, los impúdicos y lujuriosos que chillan con terrible sufrimiento; en el tercero, los sibaritas y los glotones, que yacen en el hediondo fango mientras los vigila un perro de tres cabezas; en el cuarto, los avaros y los pródigos purgan su condena entre choques y peleas; y en el quinto, los iracundos que se golpean con sus propias manos y se muerden con sus afilados dientes
Algunos personajes condenados al infierno Primer Círculo (Limbo): Homero, Horacio, Ovidio, Lucano, Electra, Julio César, Aristóteles, Sócrates, Platón, Empédocles, Heraclito, Cicerón, Séneca, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates. Segundo Círculo (Lujuria): Cleopatra, Helena, Aquiles, Tristán, Francesca de Rimini. Tercer Círculo (Gula): Ciacco. Cuarto Círculo (Avaricia y Prodigalidad): Pluto, dios de la riqueza. Quinto Círculo (Ira y Pereza): Filippo Argenti. Sexto Círculo (Herejía): Federico II, pontífice Anastasio II. Séptimo Círculo (Violencia): Por tirano: Atila; por homicida: Guido de Montfort; por bandidos: Rinieri de Corneto y Rinieri de' Pazzi. Por suicida: Pier della Vigna. Por derrochadores: Lano de Siena y Jacopo de Sant'Andrea. Por blasfemo: Capaneo. Por ir contra naturaleza: Prisciano de Cesarea, Guido Guerra. Por usureros: a un Gianfigliazzi, un Obriachi y un Scrovegni. Octavo círculo (Fraude): se castiga como un rufián: Venedico Caccianemico, y como seductor: héroe griego Jasón. Como aduladores: Alessio Interminelli y Thais. Como simoníaco: el papa Nicolás III. Como adivinos: Tiresias, Arunte, Manto, Eurípilo. Como malversadores: Fray Gomita, y Michele Zanche. A los hipócritas: Catalano dei Malavolti y Loderingo degli Andalò y son crucificados en la tierra: Caifás, Anás y los fariseos. Ladrones: Vanni Fucci, Cianfa Donati, Agnolo Brunelleschi. Fraudulentos: Ulises, Diomedes y Guido da Montefeltro. Sembradores de discordia: Ali Ibn Abi Talib, Mahoma. Falsificadores: de cosas Grifolino d'Arezzo, Capocchio; de persona: Gianni Schicchi y Mirra; de moneda: Mastro Adamo; y de palabra: la esposa de Putifar y Sinón. Noveno círculo (Traición): Ticio, Tifon y Anteo. En la Caina: Alessandro Alberti. En la Antenora: Buoso da Duera. En la Tolomea: Fray Alberigo y Branca Doria. En la Judeca: Judas Iscariote, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino.
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El inferno de Dante
Algunos autores sostienen que Dante mantuvo una filiación templaria, encontrando pistas de ello en su Divina Comedia
en un arrollo negro y sucio. Una vez atravesadas las marismas del Estige, Dante y Virgilio penetran en el recinto de la ciudad de Dios, o infierno inferior. Allí se encontrarán con los pecadores “positivos”, aquellos cuyas faltas son activas y por lo tanto mucho más graves. Esta parte del infierno contiene cuatro círculos divididos en subregiones. En el sexto círculo se topan con los herejes en sepulcros de fuego. En el séptimo, los violentos son vigilados por Minotauro. Al otro lado de la Gran Barrera, llegamos al octavo círculo muy próximo al centro del infierno. Allí coexisten los fraudulentos, culpables de lo que Dante llama los “pecados del lobo”. Es decir, los que dañaron mediante el fraude a personas que no les habían otorgado su confianza. Este octavo círculo está dividido en diez bolges o fosas concéntricas, separadas por diques y escalonadas hacia el centro de la Tierra. En estas fosas se concentran: seductores y rufianes, adúlteros y cortesanos, simoníacos, adivinos y hechiceros, los que trafican con cargos públicos, hipócritas, ladrones… y por último, los falsarios, los alquimistas, los simuladores y los falsificadores. Cuando Dante y Virgilio dejan atrás la región de los gigantes llegan al corazón mismo del infierno, al centro de la Tierra. Este noveno círculo está habitado por los traidores, aquellos quienes perjudicaron a las personas que habían depositado en ellos su confianza. Dante se percata de que el centro de la Tierra es el propio Lucifer, colosal y peludo, que despedaza eternamente a Judas Iscariote. El enorme receptáculo en forma de embudo acaba ocupando todo un hemisferio y convergiendo hacia el ombligo de Lucifer. En el otro lado, aparece un camino oculto –la cola de Lucifer– que permite a estos viajeros subir hacia la montaña del Purgatorio –a modo de escalera–, situado en las antípodas de Jerusalén.
El esoterismo en Dante El itinerario de la Commedia se halla colmado de símbolos esotéricos lo que convierte a Dante en un exponente de la tradición hermético-gnóstica. Hay que destacar que el poeta comienza el trayecto en primavera, época en que los antiguos inimas
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ciados, y más tarde cátaros, masones y rosacruces, celebraban la muerte y renacimiento de la naturaleza y del iniciado. Es también en ese período cuando comienza la Obra alquímica. Como protagonista del poema, Dante se encuentra perdido en un bosque –la tradición dice que para encontrarse a uno mismo primero hay que perderse–, donde intenta hallar la misma rama que Eneas busca en su descenso a los infiernos. Una rama dorada que recuerda a la de los iniciados de Eleusis, así como a la Acacia de la masonería moderna, emblema de resurrección e inmortalidad. Después, guiado por el poeta Virgilio, símbolo del saber iniciático, atraviesa el Infierno, representación de la ignorancia y los estados inferiores del ser, que han de ser dominados para realizar la Gran Obra alquímica. En las profundidades del Averno ve a Lucifer con tres caras: negra, blanca y roja, colores de las tres fases alquímicas, que aluden a la posibilidad de ponderar la energía luciferina y utilizarla para el “renacimiento espiritual”. Entre los números que Dante utiliza para explicar el camino iniciático se encuentran: el 3, que significa el equilibrio creativo por excelencia, de ahí que el maestro florentino lo emplee para describir a: los tres protagonistas principales, los tres rostros de Lucifer, los tres animales simbólicos –pantera, león y loba– y los tres traidores del Infierno –Pilatos, Caifás, y Judas–. El 9, que además de ser la figura de la Santísima Trinidad, Dante lo relaciona con su amada Beatriz, emblema inequívoco de la fe. El número 33 se puede relacionar con: los 33 grados masónicos, los 33 años de vida de Jesucristo, y las 33 vértebras de la columna espinal humana. El 11, que el poeta utiliza escribiendo versos endecasílabos, cobra aquí un sentido pitagórico. El 11 es la suma de otros dos números, el 5 y el 6, que en la tradición hermética simbolizan el microcosmos y el macrosmos respectivamente. El 22 tiene una especial relevancia en la Cábala ya que el alfabeto hebreo contiene esa cifra en concreto. El 66 es el valor numérico total del nombre Allah, y 99 el de los principales atributos divinos según la tradición islámica. Siguiendo con la retahíla de números simbólicos, nos topamos con dos un tanto www.akasico.com
enigmáticos: el 515 y el 666. Ambos suman los versos que separan en el Inferno las profecías de Ciacco, de Farinata degli Uberti y de Brunetto Latini. El 515 es también el misterioso número simbólico citado por Beatriz en el canto XXXIII del Purgatorio como “messo per Dio” –nuncio de Dios–. Si transcribimos este número en letras, el resultado es DXV, que se puede interpretar como las iniciales de Dante, Veltro di Cristo. Es decir, que el poeta se podría identificar con ese “nuncio de Dios”. Por no mencionar el llamativo 666 que constituye en el Apocalipsis de San Juan el “número de la Bestia”.
Miembro de sociedades secretas La interpretación esotérica de la obra de Dante tiene como fuente de inspiración su participación activa en la orden iniciática de los “Fedeli d’Amore” –Fieles de Amor– donde ingresó a los 18 años. Según los registros fue iniciado en 1º grado por Brunetto Latini, alcanzando con los años –y así lo deja entrever en sus obras– la dignidad de Gran Maestre. Escritores de la talla de Joseph Gallagher se atreven a afirmar que el primer soneto de La Vida Nueva, fue escrito en honor a esta Orden, a pesar de la poca información que se barajaba por entonces para evitar su persecución por la Iglesia católica. La filosofía de los Fieles residía en criticar el comportamiento de altos dignatarios eclesiásticos que se preocupaban más del poder terrenal otorgado que de su deber espiritual. Su finalidad principal fue la de restituir el cristianismo a su primera pureza para así regenerar la sociedad. Todo este sistema está basado a su vez en la armonía y el equilibrio entre los aspectos masculino y femenino de cada ser humano. El “Amor a la Mujer Única” era el medio reconocido para combatir estas afrentas. Prestaban culto a la mujer y a su cuerpo como arquetipos de belleza suprema. Dante, por ejemplo, transforma su relación con Beatriz en un ideal femenino cúspide del engrandecimiento. Es la representación del amor cortés. Otra de las posibles conexiones del poeta con sociedades iniciáticas fue con la Orden del Temple, esbozada en el siglo XVII. Esta teoría defendida, entre otros, por
el erudito británico Gabriel Rossetti, sostiene que la Commedia de Dante representa la iniciación en la “Fede Santa” –La Fe Sagrada–, una Orden tercera de filiación templaria. En cualquier caso, destacar que durante la última etapa del protagonista por el Paraíso, la figura de san Bernardo –inspirador de la Orden del Temple– aparece como uno de sus tres guías. Gracias a él contempla el misterio de la Santísima Trinidad. ¿Simple coincidencia? Un ejemplo concluyente sería la existencia física de dos medallas con el rostro de Dante y del pintor Pedro de Pisa en el museo de Viena. Ambas tienen la siguiente inscripción: F.S.K.I.P.F.T. Si interpretamos las siglas como “Fidei Sanctae Kadosch, Imperales Principatus, Frater Templaris”, es decir, “Consagrado de la Fe Santa, Príncipe Imperial, Hermano Templario”, estaríamos ante una prueba irrefutable de la pertenencia de Dante a estas órdenes. Además, la palabra hebrea Kadosch significa “santo”, título que precisamente ostentaban los mandatarios de la “Fede Santa” y que también se conservó en los altos grados de la masonería escocesa.
El secreto ignorado Dante definió la Divina Comedia como un sueño, aunque alguno de sus versos nos hace sospechar que en realidad cayó en un estado de trance. De él mismo llegó a decir al más puro estilo alquimista: “el vaso de la elección, el recipiente colmado, por decisión divina, de gracia” (Infierno, II, v. 28). Cada metáfora y símbolo contenían un entramado de significados ocultos, preferentemente vinculados a las Órdenes secretas a las que perteneció en vida. Y sorprendentemente, empleó el término “estrellas” para finalizar cada una de las tres partes en las que divide el poema. Si bien algunos investigadores apuntan que este genio florentino fue uno de los grandes filósofos y literatos de su tiempo, otros, en cambio, ratifican que la influencia de su obra sirvió para conocer antiguas Órdenes herméticas y fundamentar otras nuevas. A pesar de los siglos transcurridos, el enigma de Dante y su Divina Comedia sigue en boca de muchos de nosotros. Su secreto más preciado sigue sin ver la luz.
[ ] Dante fue el primero de los autores que clasifica y estructura su particular infierno. Hasta entonces, los infiernos que se describían eran anárquicos, donde los elementos se contradecían y la naturaleza de los pecados y los castigos era confusa.
Para saber más…
El esoterismo de Dante René Guénon Paidós, 2005.
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