Irma Grese. El Ángel exterminador nazi.

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Número 3 / Marzo - Abril 2011 / Año I

El Arca de la Alianza: poder divino

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Irma Grese El ángel exterminador nazi


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Irma Grese

La Bestia Bella

Mónica González Álvarez


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FDM La Revista Digital 9 Arriba: Irma Grese y Josef Kramer detenidos por los aliados. Debajo: Imagen obtenida por los aliados de Grese poco después de ser detenida.

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a sido descrita como la peor mujer de todo el campo. No había crueldad que no tuviese relación con ella. Participaba regularmente en las selecciones para la cámara de gas, torturando a discreción. En Belsen, continuó con el mismo comportamiento, igualmente público. Su especialidad era lanzar perros contra seres humanos indefensos”. La autora de semejantes atrocidades se llama Irma Grese, supervisora de los campos de concentración nazis en Auschwitz, Bergen y Ravensbrück, que martirizó a cientos de sus reclusas hasta causarles la muerte. Irónicamente le apodaron “El ángel de Auschwitz”, apelativo que a ella particularmente le enorgullecía. Durante los célebres juicios de Nüremberg, Grese mantuvo una actitud que oscilaba entre la indiferencia y el desprecio. Las decenas de testimonios confirmando su perversión y sadismo, provocaban en ella una apatía aún más profunda. A pesar de su corta edad, tan sólo tenía 22 años, el 13 de diciembre de 1945 fue condenada y ejecutada en la horca por los Aliados. SUS INICIOS Irma Ilse Ida Grese nació en Wrechen el 7 de octubre de 1923 en el seno de una familia desestructurada. Su padre Alfred Grese, un lechero disidente del Partido Nazi se había quedado viudo después de que su mujer se suicidase en 1936. Dos años después de la muerte de su madre, Irma decidió dejar los estudios. Nada le motivaba. Tenía quince años y el único interés que mostraba era su especial fanatismo por la Bund Deutscher Mädel (Liga de la Juventud Femenina Alemana), que su padre no aprobaba. Aún así, antes de iniciar su carrera en las SS, la joven trabajó en una lechería, en una granja y en un hospital e intentó, aunque sin éxito, graduarse como enfermera. Irma Grese tenía una belleza física excepcional. Rubia de ojos claros y de dulzura aparente, su rostro escondía una personalidad sombría y tétrica que hacía estremecer a todo aquel que se acercase a ella. Quizás por ese motivo en 1942 y con 18 años, logró entrar como voluntaria en el campo de Ravensbrück para empezar así su entrenamiento. Su nueva tarea como administrativa en la Oficina de Trabajo del Tercer Reich, no hizo las delicias de su familia, más bien al contrario. Su padre estaba furioso, hasta el punto de echarla de casa tras aparecer vestida con el uniforme de las SS durante un permiso. La muchacha había experimentado una transformación significativa, la adhesión a la causa nazi merecía más respeto que su propia familia. En 1943 y tras este periodo de aprendizaje, Irma ya era supervisora en el campo de concentración de Revensbruck. Poco tiempo después, la trasfirieron a Auschwich, donde realizó labores de control de provisio-

Irma Grese tenía una belleza excepcional, aunque su rostro escondía una personalidad sombría que hacía estremecer a todo el que se le acercaba


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Este ser “caído” del cielo se paseaba con unas pesadas botas, un látigo y una pistola nes y manejo de correo. Aún no había cumplido los veinte años y su carrera seguía en ascenso. Meses después fue nombrada SS Oberaufseherin(vigilante). CRÍMENES Y DEPRAVACIONES Irma Grese era la segunda mujer de más alto rango en el campamento, después de María Mandel, lo que suponía que estaba a cargo de unas 30.000 reclusas de origen judío, en su mayoría polacas y húngaras. Las nuevas responsabilidades de la joven nazi, incluían el control directo de las prisioneras, así como la selección de las condenadas a la cámara de gas. Bien es cierto, que durante su juicio, Irma siempre negó este hecho señalando que sólo tuvo noticias de dichas ejecuciones en masa, por boca de las propias reas. El cinismo corría por sus venas. Los múltiples testimonios de las supervivientes se agolpaban para describir con todo lujo de detalles las barbaridades realizadas por la que decidieron llamar “el Ángel de Auschwitz”. Su excesiva impiedad llevó a Irma Grese a ser acusada de asesinatos y torturas. Y no era para menos. Por lo que se ve, este ser “caído” del cielo, se paseaba por los pabellones con unas pesadas botas, un látigo y una pistola. Durante su recorrido le acompañaban sus perros, siempre hambrientos y furiosos, que Irma utilizaba a su gusto. Una de sus diversiones era lanzar a estas fieras contra las reclusas para que fueran devoradas. Otro de sus “modus operandi”, consistía en asesinar a las internas pegándoles un tiro a sangre fría. Los abusos sexuales y las torturas a niños estaban a la orden del día. Irma no conocía ni tenía límites. Su extremada depravación le llevó a pegar sádicas palizas con un látigo trenzado hasta provocar la muerte de las víctimas. En este sentido, la joven guardia de Auschwitz, solía buscar mujeres judías de buena figura con la intención de destrozarles los pechos. Después, eran llevadas a una reclusa doctora para ser objeto de una dolorosa operación. Dicho episodio era contemplado por Irma Grese bajo una La imagen de chica adorable, inocente y dulce de arriba contrasta con la cara oculta de Irma Grese: sádica, cruel y amante de las torturas, la “Bestia Bella” no mostró en ningún momento arrepentimiento durante el juicio al que fue sometida después de ser capturada.


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gran excitación. Cualquier pretexto era suficiente para desencadenar el castigo y en la mayoría de las veces, la muerte. Las cautivas eran tratadas como meros conejillos de indias, cualquier ensayo médico valía si con ello se conseguía impartir un sufrimiento extremo. Todo era lícito, sobre todo si era para uso y disfrute de esta sanguinaria nazi. Sin embargo, Auschwitz no fue el único campo de concentración que padeció el encarnizamiento de Irma Grese. Durante un breve lapso de tiempo, la joven regresó a Ravensbrück, para después ser enviada a Bergen-Belsen, cerca de Hannover, Alemania. Luego, permaneció en Birkenau hasta el final de la guerra. JUICIO POLÉMICO Con la caída del Tercer Reich, Irma Grese fue arrestada por los ingleses y juzgada en septiembre de 1945, junto con el comandante de Bergen-Belsen, Josef Kramer y otros cuarenta oficiales. Durante la causa, ella negó todos los cargos de asesinato que se le imputaban. Su carácter se seguía mostrando impasible. Aquella “Bestia Bella”, se había convertido en una criminal despiadada, cuyos finos rasgos se habían desvirtuado debido al salvajismo de sus acciones. Aún siendo condenada, Irma jamás renegó de la ideología nazi e incluso, llegó a entonar los cantos marciales de las SS en la víspera de su ejecución. Jamás se pudo determinar la incumbencia de Grese en un número concreto de homicidios. Pero según parece liquidaba a unas treinta personas por día. Para hacernos una idea, el galpón C del campo Birkenau de Auschwitz, en donde ella “trabajaba”, tenía capacidad para 30.000 prisioneras. Si sumamos el número total de víctimas en los tres centros que se ubicaban en el pueblo de Oswiecim, rebautizado como Auschwitz, se estima que había entre 1 millón y 1.5 millones de personas. La mayoría murieron en las cámaras de gas. Tras la detención de la supervisora nazi se procedió al registro de su vivienda. Allí se encontró el horror a modo de trofeos. Las pantallas de varias lámparas estaban hechas de piel humana. Ella misma se había encargado de despellejar y eliminar con sus propias manos a tres presos judíos. Por otra parte, habría que mencionar la vida amorosa de Irma Grese. Parece ser que esta delincuente tuvo una relación sen-

Entrada al campo de concentración de Auschwitz, uno de los tres donde Irma Grese estuvo destinada como encargada de presos. Debajo, junto a compañeras milicianas en los años de terror del régimen nazi.

“Los hornos de Hitler” (de Olga Lengyel)

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uando aquellas dos mujeres se presentaban a la entrada del campo, las internas, quienes ya sabían lo que les esperaba, se echaban a temblar. Irma Grese se adelantaba hacia las prisioneras con su andar ondulante y sus caderas en movimiento. Los ojos de las cuarenta mil desventuradas mujeres, mudas e inmóviles, se clavaban en ella. Era de estatura mediana, estaba elegantemente ataviada y tenía el cabello impecablemente arre-

glado. El terror mortal inspirado por su presencia la complacía indudablemente y la deleitaba. Porque aquella muchacha de veintidós años carecía en absoluto de entrañas. Durante las “selecciones”, el “ángel rubio” sacudía fustazos adonde se le antojaba, y a nosotras no nos tocaba más que aguantar lo mejor que pudiésemos. Nuestras contorsiones de dolor y la sangre que derramábamos la hacían sonreír. ¡Qué dentadura más impecable tenía! ¡Sus dientes parecían perlas!”.


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El “Ángel de Auschwitz” llevó a cabo los peores suplicios y sacrificios realizados a un humano

timental con el doctor Joseph Mengele, el famoso “Ángel de la Muerte”, autor de cientos de experimentos científicos con los judíos del campo. A pesar de dichas afirmaciones, nunca se encontraron pruebas directas de este idilio. La desafiante SS Oberaufseherin fue condenada y colgada el viernes 13 de diciembre de 1945 por el verdugo británico Albert Perrepoint, junto con otras dos mujeres alemanas, las enfermeras Elisabeth Volkenrath y Juana Bormann. Irma Grese tenía 21 años. Sus últimas palabras fueron: “Schnell!”(¡rápido!). ESTREMECEDORES TESTIMONIOS Descrita como la peor mujer de todo el campo, el “Ángel de Auschwitz” llevó acabo los peores suplicios y sacrificios que se pueden hacer a un ser humano. Entre las declaraciones más relevantes de las supervivientes, podemos destacar las siguientes: la de la rusa Luba Triszinska que explicó que “cuando las mujeres caían, rendidas por el trabajo, Grese solía lanzarles los perros. Muchas no sobrevivían a estos ataques”. Gisella Pearl, médico de los prisioneros, observó que “Grese gustaba de azotar con su fusta en los senos a jóvenes bien dotadas, con el objeto de que las heridas se infectaran. Cuando esto ocurría, yo tenía que ordenar la amputación del pecho, que se realizaba sin anestesia. Entonces ella se excitaba sexualmente con el sufrimiento de la mujer”. Isabella Leittner y Olga Lengyel, informaron de que “Irma Grese tenía aventuras bisexuales y que en los últimos tiempos había mantenido romances homosexuales con algunas internadas”. Helene Klein expuso que “Grese hacía deporte con los internos, obligándolos a hacer flexiones durante horas. Si alguien paraba, Grese le golpeaba con

una fusta de equitación que siempre llevaba consigo”. Gitla Dunkleman y Dora Szafran dijeron “haber visto a Grese pegando a los internos”. Klara Lebowitz declaró que “Grese obligaba a los internos a permanecer en formación, durante horas, sosteniendo grandes piedras sobre sus cabezas”. Gertrude Diament e Ilona Stein sostuvieron que “Grese era también responsable de la selección para las cámaras de gas en Auschwitz”. Y por último, Helene Kopper contó que, durante su estancia en el comando de castigo, “Grese había sido responsable de, al menos, 30 muertes diarias”. Pese a la crueldad de estos hechos, la administración de Auschwitz jamás detuvo las actividades de Grese, ni las de ella ni las de tantos otros miembros de las SS que cometieron acciones similares. La pasividad era evidente. Para ellos, aquellos experimentos, torturas y vejaciones eran necesarios para conseguir una raza más pura y fuerte. Por tanto y aunque nos sorprenda, para el nazismo los crímenes que cometieron jamás fueron contra la humanidad, sino por el bien de ésta. De ahí, las continuas y desafiantes miradas de sus miembros en juicios como el de Nüremberg. Irma Grese fue el eslabón de una cadena que sembró de horror a una población mundial hundida por el magnicidio. Una mujer soberbia y atroz que instauró la violencia en los centros de exterminio alemanes y que dio rienda suelta a las fantasías más perversas. Hasta la prensa sensacionalista llegó a publicar que la “Bestia Bella” se convertiría en un icono tras su ejecución. Ironías de la vida, más que un ejemplo a seguir ha pasado a la historia como una de las más cruentas asesinas del Tercer Reich. Por desgracia, Irma Grese no ha sido la única… FDM

Una jovencísima y aparentemente dulce Irma Grese durante sus años de escuela. No mucho tiempo después se convertiría en una bestia encargada de torturar a multitud de presos en los campos de concentración.


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