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El Simbalismo de la masculinidad y sus scartrices.
El rey león, no es “otra película de Disney”. Ella no es, por ejemplo, la vida humana representada a través de la vida animal, y tampoco es, como lo sugiere su última versión hiperrealista, la expresión de la cúspide de la técnica moderna cinematográfica, y por lo tanto, de la modernidad en cuanto a tal. En realidad, es todo lo contrario: el rey león es una película que habla de la animalidad en lo humano (y no de la humanidad en lo animal), y lejos de expresar la cúspide de la modernidad, nos habla de sus contradicciones, sus sombras, su decadencia, o por lo menos, de su metamorfosis contemporánea, profunda, radical e intensiva.
Por último, hacemos una recomendación: más que mirar al texto fílmico, hay que dejar que él nos mire a nosotros; dejémoslo pasar a través de nuestro contexto político-social y que nos “huela la mierda” sin salirse de sus aposentos narrativos; que se inmiscuya en nuestra intimidad, que nos desnude. Al mismo tiempo, no hay que dejar de resistirnos ni de avergonzarnos una vez que nuestra piel sea el objeto de su mirada obscena; así, empero, podremos ver la verdad que revela la naturaleza de nuestras resistencias más inconscientes cuando nos sentemos en la sala de cine aparentemente vestidos y seguros de nosotros mismos. Aspiremos a que cuando se prenda el proyector o o cuando accedamos a Netflix, nos logremos ver en este espejo fílmico que nos confronta como hombres y como seres humanos, o en este caso, como leones y como animales.
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Cualquiera se preguntaría, y con justa razón, ¿a quién podría confrontar esta película inocente, infantil y, a fin de cuentas, disneylandesca? Nuestro argumento es que, principalmente, a la masculinidad moderna. La enfrenta no necesariamente porque la cuestione, sino porque logra desbordar su significado. Este significado desbordado, el de la masculinidad moderna, estará encarnado en Mufasa (padre de Simba y Rey de todo aquello que toca la luz). Mufasa representará al “hombre de la modernidad”: de la modernidad porque en su reinado se materializa el discurso del progreso del siglo de las luces y la idea de que a través de la razón (“saber gobernar”) se mantendrá un equilibrio con la naturaleza y el “ciclo de la vida”; y el hombre, porque Mufasa será el “Falo” que estará en tensión con cierto tipo de feminidad, que como veremos, será también rebasada en el clímax de la película.
― Simba:
― Scar:
― Simba:
― Scar:
― Simba:
Antes que nada, habrá que considerar lo siguiente: Mufasa además de ser León es un macho, y más importante aún; lo que lo hace macho no es tener pene, sino tener el “falo”. Este último, se distingue del pene por desempeñar una función simbólica, es decir, por ser un significante que bien podría ser asumido por una mujer o por un hombre. En este sentido, la función simbólica del falo de Mufasa no tendrá que ver con su órgano masculino: tendrá que ver con su referencia simbólica a la ley y a la autoridad, y por lo tanto, a la prohibición, al límite y a la castración. La masculinidad moderna, en este sentido, estará asentada en esta dialéctica de la presencia y ausencia del falo: Simba, por ejemplo, estará atorado en la contradicción de estar castrado por su padre, es decir, de no tener el falo, y al mismo tiempo de estar destinado a poseerlo (equivalente a pensar que un niño está destinado a ser hombre). El problema fundamental de Simba, y de la masculinidad moderna en general aparece cada vez que se demuestra la “falta de falo”. Esto se hace evidente en aquella escena donde su tío Scar, pone a prueba su masculinidad:
¡Tío Scar adivina! (…) ¡Voy a convertirme en Rey! (…) ¡Papá me enseño el reino, y voy ser soberano de todo! (risas).
¿Así que tu padre te enseño todo el reino no? pero no te enseño lo que hay en el límite norte. No, dijo que no fuera allá…. Y tuvo mucha razón, es muy peligroso. Sólo los valientes se atreven…. ¡Soy valiente!
(Walt Disney Animation Studios. (1994). The Lion King.)
En este fragmento de escena podemos encontrar varios elementos que caracterizan a la masculinidad moderna. En primer lugar, podemos identificar al propio proceso de masculinización. Este proceso se despliega desde el momento en que Simba comienza a verse a sí mismo desde la mirada de Mufasa; Simba, una vez que se le enseña las tierras que algún día gobernará-a las que podríamos considerar como las tierras de lo masculino y de la racionalidad moderna-, ya no se podrá reconocer a sí mismo de otra manera sino es a través de un ideal fálico del yo. Este se enunciaría así: “yo debo ser Rey, el amo de la ley, él falo”. Es así pues, que podríamos concebir la fantasía masculina de la modernidad.
Ahora bien, si nos acotamos a la apariencia de la escena de Simba con Scar, entenderemos que Simba definitivamente goza de este ideal; él se entusiasma, lo festeja e incluso lo presume ufanamente. Sin embargo, no hay que olvidar que el goce de Simba pertenece al plano del deber y de la ley: él obliga, controla y vigila a su propio yo para acercarlo lo más posible a su ideal fálico del yo (al ideal de la ley y el orden fálico que Mufasa le proyectó). Siendo así, podemos dar cuenta de que Simba-y por lo tanto, todo sujeto dentro de un proceso de masculinización- obtiene goce en el control y supresión de su miedo, su fragilidad, o si se quiere, de su feminidad-Y si lo ponemos en términos de la modernidad racionalista, de su “irracionalidad”-. En este sentido, esta continua represión que ejecuta Simba-y que ejecutamos todos los hombres- seria condición de posibilidad para mantener con vida a nuestro ideal fálico del yo, es decir, a nuestra identidad masculina.
¿Por qué? Fundamentalmente porque, como lo diría Laclau recuperando a Lacan, toda identidad necesita de una exclusión para constituirse, y esto aplica tanto en términos colectivos como en términos individuales. Tomemos al orden socio-animal del reino de Mufasa como ejemplo: este necesita de la exclusión de un elemento para constituir su identidad colectiva, que será el cementerio de los elefantes donde viven las llenas y Scar será. Este espacio, que está más allá del “límite norte” coincide con el límite del orden modernista y falo-logo-céntrico de Mufasa; lo que está más allá de “todo lo que toca la luz” será reducido a una pura negatividad amenazante, es decir, a pura irracionalidad. Bien, ahora traduzcámoslo en términos de género: para tener un ideal fálico del yo se necesita de un ello irracional que sea continuamente negado, normalmente referenciado con la feminidad o la homosexualidad, pero que tendrá que ver con todo acto o sentimiento que remita a una “falta de falo”.
Así, cuando Scar dice “Solo los valientes se atreven…”, lo que verdaderamente le dice a Simba es: ¡Mira! ¡Te falta el falo! ¡anda, ve y alcánzalo! Y después, todos sabemos lo que pasa: Simba va y lo busca con el costo de ponerse en riesgo, pero con el beneficio de probar que sí es valiente, que sí es “hombre”. Luego él “atrapa” imaginariamente a su ideal fálico del yo, y después, bueno, se le vuelve a escapar…. Así pues, encontramos otra característica de la masculinidad, es decir, de nuestro ideal fálico del yo: este es parecido a un espejismo, pues es imposible de alcanzar.
Y, lo más importante de todo: Simba se verá obligado, por una especie de exigencia inconsciente, a transgredir la ley para probar su masculinidad. En este sentido, es que hallamos la característica fundamental de la masculinidad moderna: una suerte de complicidad paradójica entre la operación de la ley fálica y la necesidad de su transgresión.
Ahora bien, ¿Cómo podríamos explicar esta complicidad entre la ley y su transgresión en el comportamiento de Simba, que no es otro diferente al de la neurosis masculina moderna? Para dar respuesta podemos recuperar la idea de Gerorge Bataille a cerca de la transgresión: “la transgresión difiere del retorno a la naturaleza: levanta la prohibición sin suprimirla” (Bataille, 1979, p.40). En este sentido, lo que nos dice Bataille puede entenderse en los siguientes términos: sólo manteniendo lo prohibido (la ley fálica), es que (Simba) puede gozar de su masculinidad.