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MASCULINIDAD Y SENTIMIENTOS Esquizofrenia

por marco antonio reyes medina

Advertencia

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La masculinidad patriarcal es un tema extenso, histórico, y perturbador. En su esencia podemos encontrar muchas de las atrocidades conocidas en la historia. La complejidad de su construcción solo es equiparable a lo absurdo de la crueldad con la que se relaciona con la vida.

El siguiente texto está dirigido a una de las múltiples facetas de este concepto: la falta del desarrollo de las emociones. Por ningún motivo debe utilizarse este texto como argumento que justifique los aspectos asquerosos y repugnantes (como el machismo, misoginia y el fascismo) que tan a menudo caracterizan el desarrollo de muchas de nuestras actividades diarias.

Recuerdos y acciones de un humano con polla

Recuerdo a Rambo, a Jean-Claude Van Damme, Chuck Norris, Jackie Chan, Mia Khalifa, Alexis Texas, el niño polla y Charlie Sheen y demás personajes que me acompañaron en mi adolescencia, y temprana adultez. También recuerdo el cotorreo con mis amigos de prepa y Universidad acerca del semental que yace en cada uno de nosotros, cada uno, amantes fieros y astutos. Y cómo olvidar nuestro gran destino: allá en la riqueza.

Pero, dejando de lado las jaladas, y privilegios que implica el ser hombre, (por que sí hay privilegios, como por ejemplo: salir borracho a la calle a las 2 de la mañana y saber que tu integridad anal no correrá peligro, o no sentir el peso de una mirada obscena cuando vas por aquí entre los pasillos) hay cuestiones de las que no hablamos (porque no podemos), y que son tema de confusión y de palabras torpes cuando estos temas acuden a lo que sentimos.

Me refiero a nuestra capacidad emotiva, esa habilidad tan atrofiada y disfuncional que, para ser honestos, conozco a más perros de mala suerte, con una habilidad empática más avanzada, que muchos de nosotros.

Ahora bien, entre la banda y amigos, resulta cómico ser un imbécil, yo lo he sido, y lo sigo siendo en momentos; este humor negro o acido que de repente nos caracteriza a más de uno. El problema empieza cuando ya no es un chiste, cuando la situación que nos secuestra no se ríe con nosotros y, de pronto, pareciese que o somos muy prácticos, o muy lentos, por ejemplo: tristeza que se vuelve enojo, inseguridades revestidas de celos, incertidumbres solo vistas en espacios de silencio en una conversación, una sonrisa o un pequeño chiste, sobre un tema que nos duele, o que no entendemos. Somo sepultureros de nuestro propio entendimiento

Finalmente

Somos un resultado, expresado en una persona totalmente mutilada, un manco emocional, pues a pesar de que no se nos educa en el tema (porque el sentir y su expresión es un aprendizaje), las emociones siguen existiendo, y seguirán ahí, las admitamos o no, te guste o no. Ahora bien, y aterrizando esto a un problema real, ¿Cómo vivimos lo que sentimos? ¿Por qué sentimos lo que sentimos?

¿Cómo navegamos entre ellas, las emociones? Y ¿Cómo controlamos estas mareas, cuando desde pequeños se nos ha negado tal conocimiento?

Un trocito de verdad

Dicen por ahí que, a nosotros, los hombres, nos están matando. Dicen por ahí que no somos más que simios amaestrados, que rara vez vemos más allá del éxito o algún culo. Dicen por ahí que, ahora, los hombres son los malos.

Para aterrizar el tema, y ya sacarnos de ideas mochas, de opiniones twitteras y piteras, te comento que existe un proceso, de esos como los que suceden en química, pero en el mundo de las relaciones, que es denominado como socialización. En resumen, este proceso es la inserción de la nueva persona (desde bebé) a la sociedad.

Dentro de este macabro y amado proceso, la sociedad nos enseña toda regla moral (una mezcla de reglas legales – religiosas – familiares) así como las costumbres y tradiciones de lo que te puede gustar y de lo que no, lo que puedes decir y lo que no, lo que puedes sentir y lo que no, y claro está, el cómo se hace y el cómo no.

El gran truco de la socialización es que jamás es advertida, nunca te preguntas por ella, solo vives la continuidad del momento, no está mal, pues descubrirla requiere preguntas con respuestas difíciles.

¿Como se vive la socialización?

¿Cuántos de nosotros?

¿Cuántas veces aprendimos a aguatarnos un coraje o algún dolor, o a usar eufemismos para palabras prohibidas en nuestras bocas y mentes? ¿Cuándo has escuchado que tu amigo tenga miedo, o que tu padre esté triste? ¿En casa, a quién de nosotros se nos enseñó cómo manejar un sentimiento, como el llorar en público o el pedir un abrazo? ¿Cuántos de nosotros no podemos recurrir ni a nosotros mismos cuando algo grave golpea lo que sentimos? ¿Cuántos de nosotros sentimos un malestar, del que sólo podemos desprendernos en gestos agresivos o en un humor bastante agrio? ¿Cuántos de nosotros no jugamos un RE, un HALO, un Gears, un GTA, un COD, un GOW y nos enganchamos con las historias y los personajes? ¿Cuántos no empezamos nuestra sexualidad con algún video de esos donde cogen sin sentido alguno?

Como se vio al principio, nos estamos matando, pero entre nosotros, ya sea en alcohol en algunos casos, drogas en otros, insensibilidad en la mayoría, en indiferencia hacia nosotros mismos. La socialización nos volvió mancos emocionales, unos simios amaestrados con la incapacidad de disfrutar de una alta gama de placeres que se desarrollan en ese campo, porque claro que los hay, así como en nuestras emociones podemos encontrar cosas perturbadoras, de igual manera podemos disfrutar de la complejidad del cariño entre camaradas, del cariño de amantes, del cariño de amigos y amigas, de la responsabilidad de aceptar y disfrutar la diferencia, de dialogar y discutir la misma, del saber expresar lo que no nos gusta, a manera justa y con incomodidades honestas.

Para terminar …

No hay solución sencilla para cambiar lo que en toda tu vida has aprendiendo, cambiar nuestra manera de sentir, o de interpretar el mundo, es una odisea que no siempre nos llevara a un lugar mejor. Me gustaría mentirte y decirte algo optimista sobre el cambio individual y la vida de pétalos pero, la verdad, es que el cambio es una contienda llena de errores y horrores que rara vez te hará disfrutar de momentos dulces, sí lo haces solo. En compañía, la historia será menos desagradable, y con algunos retos y tragos amargos te darás cuenta de que al final, tal vez, valió la pena.

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