Práxis. Masculinidades Vol. I

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prá xis.

Masculinidades

Cuadernos de Cultura Política

Otoño 2019 Seminario de Filosofía Política. Serie I. Vol II

El Seminario de Filosofía Política publica:

Práxis: Cuadernos de Cultura

Política

Masculinidades Contemporáneas y Machismo

Serie I

Volumen II

Julio 2019

San Andrés Cholula, Puebla

Equipo Seminario:

Axel Álvarez Coronel

Gisell Osmaira Hernández Torres

María José Jiménez Rivera

Miguel López Girón

José Rogelio Mascorro Menéndez

Miguel Angel Méndez Zapata

Carlos David Mendoza Cruz

Marco Antonio Reyes Medina

Katia Rodríguez Rodríguez

José Pablo Segura Román

Diana Solís Pérez

Luis Alberto Veytia Ruíz

José María Vigil-Escalera Loredo

Diseño Editorial:

MUNA. Arquitectura Colaborativa

Miriam Nayeli Lagunas Moreno

Abigail Tamara Ramírez Mía

Miguel Angel Méndez Zapata

Portada

Romano Cancelli

Silence (2015)

Creative Commons

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No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe.

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©Naemaa Campbell
— Platón

coliseo de insectos

Por Axel Álvarez Coronel

Primero que nada, he de aclarar a quien sea que este leyendo el presente artículo, que se trata sobre el amor; siendo más específicos, una reinterpretación de como se ve el amor erótico en una masculinidad machista. Segundo, en general tomamos al filo de los artrópodos para ejemplificar ciertas características del cortejo en la masculinidad machista: tanto de la clase arachnida como de la clase insecta, pero opte por el presente título por mero gusto personal.

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© Linda Severson

¿En qué sentido, pues, ha de relacionarse el complejo mundo de los artrópodos, con una de las expresiones humanas depredadoras por excelencia? Bueno, en realidad la comparación es bastante simple: ambas son manifestaciones desarrolladas sobre una base darwinista que prima en la selección natural. Y es que curiosamente, este proceso selectivo del amor erótico es más viejo que el mismo Darwin.

Las técnicas empleadas por el hombre contemporáneo para “cazar” a la mujer poco han variado desde los tiempos del poeta romano Olvidio (que, en este sentido, queda totalmente debatible si usar el concepto de selección natural para reinterpretar al amor), quién desde entonces, animaba a los jóvenes amorosos a cortejar a las mujeres en espacios públicos. En un pasaje de su obra El Arte de Amar, incita al aprovechar

el gusto de las mujeres por las carreras de carretas en los “circos”, y sugerente propone “preguntarle[s] con mucho interés de quién son los caballos que se acercan, e inmediatamente apoya[r] al auriga que apoye ella, cualquiera que sea”. Esta forma de seducción, remite a la técnica empleada por algunos depredadores del mundo diminuto donde se crea un ambiente seguro. Por ejemplo, la mantis orquídea (hymenopus coronatus) debido a su hermosa forma, semejante a los pétalos de una flor, pasa desapercibida en el ambiente donde profesa la caza, arremetiendo como prensa a toda presa incauta que tuviera el infortunio de posar al rango de sus patas delanteras. Y claro que, si se desea, uno puede incluso ser más osado; retomando al circo como escenario: “Siéntate al lado de tu dueña, si nadie te lo impide; acerca tu costado al suyo todo lo que

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Ahora, gozar del cuerpo de la otra no es raro para los vínculos formados donde existe un consenso de intercambio: “yo te comparto mi ser, mientras tu compartes el tuyo”.
© Miguel Méndez

puedas, sin miedo, puesto que, aunque tu no quieras, la estrechez de los asientos obliga a juntarse y por imposición del lugar has de rozar a la joven. Entonces busca la ocasión para empezar una charla amistosa y sean palabras triviales las que den comienzo a la conversación”.

Jaja, ahora, me ha de disculpar el poeta, pero no pude evitar relacionar este fragmento con las noches en el ya difunto “Kurandera”, el cual más de un local y foráneo no podrá negar que lo atractivo (y a la vez temeroso) del lugar, era lo limitado del espacio personal; era un lugar en donde, sin tantas complicaciones, una persona podía invitar a bailar a otra, o para el caso de los que recién hubieran recibido su depósito de cacao, ofrecer compartir mesa con todo y pomo incluido.

Continuando con este tema de la seducción, recuerdo que recientemente observaba en un documental que sigue el rastro de los artrópodos, una de las técnicas de caza más ingeniosas que haya visto: la araña ogro (deinopis subrufa), adhiere tela en sus dos pares de patas delanteras para formar una red pegajosa, la cual sostendrá mientras se abalanza para atrapar con la misma a su objetivo. Vaya, y que mejor red que un baile acalorado mientras la música y el alcohol hacen de las suyas.

Ahora, toca analizar la viabilidad en comparar al ser humano con los artrópodos. Es muy común que, en el mundo animal, y mayor en el de los artrópodos, la asociación entre depredador y presa no sea dependiente al sexo de la especie. Tanto macho como hembra cazan, y es que a pesar de que las diferencias biológicas entre macho y hembra modifican significativamente las dinámicas de caza, ambos tienen que hacerlo para sobrevivir.

Sin embargo, es muy curioso que, para las relaciones sociales humanas, y específicamente en las masculinas, se hable de “ir por un culito” o de un “miren lo que me voy a cenar”, partiendo de un goce unilateral, el cual radica en la afirmación de que el cuerpo de la otra persona pronto le pertenecerá a él. Ahora, gozar del cuerpo de la otra no es raro para los vínculos formados donde existe un consenso de intercambio: “yo te comparto mi ser, mientras tu compartes el tuyo”. Nótese que la gran diferencia con el caso del “depredador”, radica en que el goce se transforma en una sensación compartida desde nuestra propia alteridad: tu disfrutas en tu forma, mientras yo disfruto en la mía, pero, ambos disfrutamos.

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hasta que el hombre aprenda por naturaleza que la mujer, al igual que él, siente y tiene derecho a gozar desde sí misma
lo que implica que su goce puede incluirnos o no es un límite que debe ser respetado.

Hay que ser cuidadosos en esto, y dar cuenta que ignorar desde un principio la personalidad y conciencia de la otra, nos lleva a la dinámica del cazador y la presa. Como seres que en parte vivimos de lo que gozamos, hay que comprometernos a ser auténticos en lo que deseamos; Olvidio decía que podíamos relacionarnos fácilmente con una mujer en un circo, pero ¿qué tan diferente es asistir en un principio al circo porque te agrada, y en el proceso conocer a una chica con la que compartas ese interés; a que meramente vayas a por ella, buscando desagregarla del contexto que tan cómodo le es para sí misma?

La segunda práctica es desagregarla de su propio yo, ya que poco importa la razón por la que ella este ahí. Lo que meramente importa para esta situación, es forzar que su nueva razón de permanecer ahí sea yo; ese sería el objetivo del cazador. Por ello el comparar esta actitud de acecho con la empleada por la mantis orquídea: que un aspecto tan hermoso (como el figurado en la persona que comparte intereses) resulte ser solo una simulación para satisfacer un deseo netamente enajenador, nos vuelve seres transformadores del espacio en el mal sentido: así como la flor se vuelve un banco de alimento para la mantis, el circo para el hombre, y cuando las mujeres se percaten de esto, ¿qué razón tendrían para regresar al circo? Sin percatarnos, les hemos arrebatado algo que antes disfrutaban, así como a nosotros nos hemos negado la posibilidad de conocer a alguien; al final, la orquídea se ha transformado en algo desagradable.

El mundo de los artrópodos representa un sinfín de relaciones asociadas con la caza. Es interesante observar las increíbles formas en que sus cuerpos han evolucionado con relación a su especie. En términos de adaptabilidad, podemos encontrar cierto parecido en el ingenio (bueno y malo) al que muchos hombres han recurrido para obtener la atención de una mujer. Sin embargo, dejando de lado toda pretensión naturalista que asuma un cambio positivo de la especie humana de aquí a cientos de años hasta que el hombre aprenda por naturaleza que la mujer, al igual que él, siente y tiene derecho a gozar desde sí misma –lo que implica que su goce puede incluirnos o no– es un límite que debe ser respetado. Por ahora recomiendo guardar la enciclopedia de taxonomía biológica, y ver como por iniciativa propia podemos acelerar los procesos de cambio, no naturales, sino sociales, donde la iniciativa para entablar una conexión amorosa con la otra no parta de un sentido depredatorio, sino de interés mutuo sobre la persona en sí.

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entablar
una conexión amorosa

SOBRE

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© Cristian Newman, Kat J, Thomas Leauthard, Guilherme Yagui, Manfre Majer, Ali Yahya

SOBRE

MASCULINIDAD Y SENTIMIENTOS Esquizofrenia

por marco antonio reyes medina

Advertencia

La masculinidad patriarcal es un tema extenso, histórico, y perturbador. En su esencia podemos encontrar muchas de las atrocidades conocidas en la historia. La complejidad de su construcción solo es equiparable a lo absurdo de la crueldad con la que se relaciona con la vida.

El siguiente texto está dirigido a una de las múltiples facetas de este concepto: la falta del desarrollo de las emociones. Por ningún motivo debe utilizarse este texto como argumento que justifique los aspectos asquerosos y repugnantes (como el machismo, misoginia y el fascismo) que tan a menudo caracterizan el desarrollo de muchas de nuestras actividades diarias.

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Recuerdos y acciones de un humano con polla

Recuerdo a Rambo, a Jean-Claude Van Damme, Chuck Norris, Jackie Chan, Mia Khalifa, Alexis Texas, el niño polla y Charlie Sheen y demás personajes que me acompañaron en mi adolescencia, y temprana adultez. También recuerdo el cotorreo con mis amigos de prepa y Universidad acerca del semental que yace en cada uno de nosotros, cada uno, amantes fieros y astutos. Y cómo olvidar nuestro gran destino: allá en la riqueza.

Pero, dejando de lado las jaladas, y privilegios que implica el ser hombre, (por que sí hay privilegios, como por ejemplo: salir borracho a la calle a las 2 de la mañana y saber que tu integridad anal no correrá peligro, o no sentir el peso de una mirada obscena cuando vas por aquí entre los pasillos) hay cuestiones de las que no hablamos (porque no podemos), y que son tema de confusión y de palabras torpes cuando estos temas acuden a lo que sentimos.

Me refiero a nuestra capacidad emotiva, esa habilidad tan atrofiada y disfuncional que, para ser honestos, conozco a más perros de mala suerte, con una habilidad empática más avanzada, que muchos de nosotros.

Ahora bien, entre la banda y amigos, resulta cómico ser un imbécil, yo lo he sido, y lo sigo siendo en momentos; este humor negro o acido que de repente nos caracteriza a más de uno. El problema empieza cuando ya no es un chiste, cuando la situación que nos secuestra no se ríe con nosotros y, de pronto, pareciese que o somos muy prácticos, o muy lentos, por ejemplo: tristeza que se vuelve enojo, inseguridades revestidas de celos, incertidumbres solo vistas en espacios de silencio en una conversación, una sonrisa o un pequeño chiste, sobre un tema que nos duele, o que no entendemos. Somo sepultureros de nuestro propio entendimiento

Finalmente

Somos un resultado, expresado en una persona totalmente mutilada, un manco emocional, pues a pesar de que no se nos educa en el tema (porque el sentir y su expresión es un aprendizaje), las emociones siguen existiendo, y seguirán ahí, las admitamos o no, te guste o no. Ahora bien, y aterrizando esto a un problema real, ¿Cómo vivimos lo que sentimos? ¿Por qué sentimos lo que sentimos?

¿Cómo navegamos entre ellas, las emociones? Y ¿Cómo controlamos estas mareas, cuando desde pequeños se nos ha negado tal conocimiento?

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[...] nuestra capacidad emotiva, esa habilidad tan atrofiada y disfuncional que, para ser honestos, conozco a más perros de mala suerte, habilidad empática avanzada, que muchos nosotros.
©Orion Pictures Corporation, Miguel Méndez, Jurien Huggins

Un trocito de verdad

Dicen por ahí que, a nosotros, los hombres, nos están matando. Dicen por ahí que no somos más que simios amaestrados, que rara vez vemos más allá del éxito o algún culo. Dicen por ahí que, ahora, los hombres son los malos.

Para aterrizar el tema, y ya sacarnos de ideas mochas, de opiniones twitteras y piteras, te comento que existe un proceso, de esos como los que suceden en química, pero en el mundo de las relaciones, que es denominado como socialización. En resumen, este proceso es la inserción de la nueva persona (desde bebé) a la sociedad.

Dentro de este macabro y amado proceso, la sociedad nos enseña toda regla moral (una mezcla de reglas legales – religiosas – familiares) así como las costumbres y tradiciones de lo que te puede gustar y de lo que no, lo que puedes decir y lo que no, lo que puedes sentir y lo que no, y claro está, el cómo se hace y el cómo no.

El gran truco de la socialización es que jamás es advertida, nunca te preguntas por ella, solo vives la continuidad del momento, no está mal, pues descubrirla requiere preguntas con respuestas difíciles.

¿Como se vive la socialización?

¿Cuántos de nosotros?

¿Cuántas veces aprendimos a aguatarnos un coraje o algún dolor, o a usar eufemismos para palabras prohibidas en nuestras bocas y mentes? ¿Cuándo has escuchado que tu amigo tenga miedo, o que tu padre esté triste? ¿En casa, a quién de nosotros se nos enseñó cómo manejar un sentimiento, como el llorar en público o el pedir un abrazo? ¿Cuántos de nosotros no podemos recurrir ni a nosotros mismos cuando algo grave golpea lo que sentimos? ¿Cuántos de nosotros sentimos un malestar, del que sólo podemos desprendernos en gestos agresivos o en un humor bastante agrio? ¿Cuántos de nosotros no jugamos un RE, un HALO, un Gears, un GTA, un COD, un GOW y nos enganchamos con las historias y los personajes? ¿Cuántos no empezamos nuestra sexualidad con algún video de esos donde cogen sin sentido alguno?

Como se vio al principio, nos estamos matando, pero entre nosotros, ya sea en alcohol en algunos casos, drogas en otros, insensibilidad en la mayoría, en

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capacidad habilidad que, honestos, perros con una empática más muchos de
las emociones siguen existiendo, y seguirán ahí, las admitamos o no

indiferencia hacia nosotros mismos. La socialización nos volvió mancos emocionales, unos simios amaestrados con la incapacidad de disfrutar de una alta gama de placeres que se desarrollan en ese campo, porque claro que los hay, así como en nuestras emociones podemos encontrar cosas perturbadoras, de igual manera podemos disfrutar de la complejidad del cariño entre camaradas, del cariño de amantes, del cariño de amigos y amigas, de la responsabilidad de aceptar y disfrutar la diferencia, de dialogar y discutir la misma, del saber expresar lo que no nos gusta, a manera justa y con incomodidades honestas.

Para terminar …

No hay solución sencilla para cambiar lo que en toda tu vida has aprendiendo, cambiar nuestra manera de sentir, o de interpretar el mundo, es una odisea que no siempre nos llevara a un lugar mejor. Me gustaría mentirte y decirte algo optimista sobre el cambio individual y la vida de pétalos pero, la verdad, es que el cambio es una contienda llena de errores y horrores que rara vez te hará disfrutar de momentos dulces, sí lo haces solo. En compañía, la historia será menos desagradable, y con algunos retos y tragos amargos te darás cuenta de que al final, tal vez, valió la pena.

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© Margo Toth
En compañía, la historia será menos desagradable, y con algunos retos y tragos amargos te darás cuenta de que al final, tal vez, valió la pena.
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Quizás hoy, más que nunca, el varón duerma profundamente. Dormido o en duermevela, vive en un estado penumbral sumido en la mayor confusión posible en todo lo que se refiere a su identidad.
— Benigno Morilla

EL SU E Ñ O D E M A R IO

“El hombre no podía realizarse sino empezando por destronar a la mujer. Entonces reconocerá como soberano el principio viril de fuerza creadora, de luz, de inteligencia, de orden.”

“[…] el derecho de vida y muerte […] es un derecho disimétrico. El soberano no ejerce su derecho sobre la vida sino poniendo en acción su derecho de matar”

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Mario, un estudiante de una universidad privilegiada, cerraba los ojos y se ponía a soñar. En su sueño, se encontraba caminando por los largos y fríos pasillos de su institución educativa y se dirigía a su salón de clases mientras escuchaba la música que provenía de su teléfono celular.

En el sueño todo parecía normal, se le aparecía la señora de la limpieza y la ignoraba, se le aparecían sus compañeras de clase, se quitaba los audífonos y les coqueteaba, se encontraba al rector por los pasillos y lo saludaba. A Mario ni siquiera le parecía encontrarse con algo que le indicara que todo es un sueño, ¡en verdad que todo lucía tan normal!

El sueño continuaba con la monotonía. Entraba a clases y en su salón, como siempre, se sentaban hasta atrás, para que la profesora no se diera cuenta de que no prestaba atención en aquella clase que con mucho esfuerzo le estaban pagando sus padres que estaban preocupados por ver que se hiciera un jóven emprendedor que explotara en algún futuro próximo a los empleados del negocio familiar.

En el sueño, la clase terminaba. Mario y salía muy entusiasta, pues era viernes y eso solo podía significar una cosa: el viernes era el final de la semana y el final de la semana era el momento de redimir el malestar provocado por tomar esas clases que ni siquiera les importaba. Se aproximaba un momento de éxtasis y de ritual por medio de un bautizo en alcohol. Se veía venir prontamente un festejo en su pequeña e insignificante ciudad y, su vida, por ese pequeño momento, por lo menos en apariencia, tendría un pequeño aire de sentido.

Mágicamente llegaba la noche y aparecían todos vestidos de forma muy elegante en un lugar que parecía ser un antro de élite de la ciudad. La fiesta comenzaba a alborotarse y Mario trataría de hacer los respectivos rituales de coqueteo (levantar los hombros, alzar el pecho, poner un rostro de esos que parece que nada les importa, enseñar los dientes recién lavados e invitar una copa) con Sofía, una joven mujer de unos 22 años que parecía encantadora.

Sofía, era una mujer muy dócil, adiestrada en el sistema social llamado patriarcado, se mostraba sumisa y cedía a los coqueteos. Mario se entusiasmaba de manera especial con la última parte del ritual y le invitaba un sinfín de copas con el dinero que su padre había obtenido de la explotación de los obreros. Al final, logra embriagar a Sofía y logra embriagarse a sí mismo, convence a Sofía de huir de la fiesta y se escapan al cuarto donde Mario solía pasar las noches.

En el cuarto todo comenzó a desarrollarse según los planes de Mario. Mario, aprovechando el nivel de embriaguez de Sofía, decidía acariciar su cuerpo, tocarla, desvestirla… Mario comenzaba a desvestirse y a juntar su cuerpo con el de Sofía hasta que lograban fusionarse en un solo cuerpo. Mario estaba extasiado, corrían mares de placer en la habitación y la luz del cuarto tocaba la espalda de Mario mientras hacía sombra en los pechos de Sofía. Mario entraba y salía del cuerpo de Sofía sin ningún pudor, rompía todas las paredes que había entre ellos, inclusive, rompía poco a poco el cuerpo de Sofía, que parecía convertirse en un estorbo para el poderío del cuerpo de Mario que, en ese momento, se hacía amo y dueño del universo. Todo parecía ir perfecto.

El sueño continuaba. Mario se encontraba extasiado mientras Sofía se encontraba ya sin vida y ensangrentada entre las sábanas de la habitación.

Mario tenía una sensación de poder muy extraña, sentía que había redimido durante esa noche, no solo el sinsentido de su existencia por medio del alcohol, sino que había reafirmado la soberanía de su dominio por medio de la posesión del cuerpo de Sofía. Se sentía potente, como un macho alfa que fuere a conquistar a todas las tribus del mundo.

Por medio de haber poseído a Sofía, Mario sentía que había triunfado por encima de toda la humanidad.

En el delirio, Mario corría felizmente por las calles desnudo, mostrando a todos aquella parte de su cuerpo que sobresalía de entre sus piernas con la sangre que había obtenido del cuerpo de Sofía. Gritaba felizmente “¡Estoy vivo, él está despierto, ella duerme, ella me pertenece!”

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©Miguel Méndez

Los hombres de la ciudad volteaban a ver a Mario y sonreían. Podían identificarse con esos ojos juveniles que destilaban poder por todas partes. Por su parte, las mujeres guardaban silencio mientras envidiaban ese momento de delirio. Mario, por medio de su acto, era ahora, junto con todos los demás hombres, dueño de todo el mundo, podía ahora afirmar su yo, su masculinidad y todo gracias al acto de sangre de la noche anterior.

Cuando los ojos de Mario se abrieron, todo parecía difuso, no sabía muy bien porqué había soñado semejante cosa. Mario se sentía intrigado por su sueño y lo primero que hizo tras recuperar un poco más de su conciencia fue buscar a Sofía.

Al encontrarla en la universidad, Mario quería platicar con ella para ver si le podía ayudar a explicar su sueño, pero como para Sofía había cosas más importantes que interpretar el sueño de Mario, decidió no hacerle caso.

Mario, al sentirse traicionado, impotente y frustrado, decidió seguirla para ver cuáles eran sus prioridades. Para ello, Mario procuró ser sigiloso y muy discreto para que Sofía no se diera cuenta de que la estaban siguiendo.

Todo parecía normal, hasta que Sofía se sentó en la biblioteca para realizar sus estudios. Mario, al ver que un examen era más importante que su sueño, sintió ira en su corazón y se acercó a Sofía lentamente. Al llegar con ella, Mario le dijo a que se sentía muy mal, que si le podía hacer compañía a la enfermería. Sofía se apiadó de él debido a que se trataba de un tema de salud y decidió acompañar a Mario.

En el trayecto, Mario tomó por la espalda a Sofía y la metió en un baño para someterla y, posteriormente poder llevársela en su automóvil. Al tener éxito en la operación, Mario llevó a Sofía a su casa, la metió en el cuarto y comenzó a jugar con ella según su voluntad.

La escena se tornó sumamente violenta y, en el forcejeo, Mario terminó dándole un golpe mortal en la cabeza a Sofía. Mario, al quedar impactado por semejante acto de barbarie, comenzó a sentir la adrenalina en el pecho y comenzó a sentir como si un rayo atravesase su cuerpo.

Mario comenzó a sentirse con esa fuerza que había tenido en su sueño y comenzó a sentir una especie de excitación por el momento. Tras ello, y tras ver el cuerpo de Sofía tan vulnerable, tan frágil, sintió un fuerte deseo de dominnar el cuerpo de Sofía y, en el acto, sentir de nuevo aquella sensación que solo se le había aparecido en sueños.

Mario se sentía de una forma especial, sentía que había redimido, no solo el sinsentido de su existencia por medio del poder de acabar con la vida de Sofía, sino que había reafirmado la soberanía de su dominio por medio de la posesión de su cuerpo. Se sentía potente, como un macho alfa que fuere a conquistar a todas las tribus del mundo.

En el delirio, Mario salió corriendo felizmente por las calles desnudo, mostrando a todos aquella parte de su cuerpo que sobresalía de entre sus piernas con la sangre que había obtenido del cuerpo de Sofía. Gritaba felizmente “¡Estoy vivo, él está despierto, ella duerme, ella me pertenece!”

Mario logró su cometido, realizó su más grande perversión, al fin, su sueño lleno de ambición y de deseo de poder, se había hecho realidad.W

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©Ian Espinosa

Ilustración

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Diana Solis Pérez Crónicas de unas Masculinidades Tóxicas.

PROFETAS DEL FALSO AMOR

El siguiente relato narra la experiencia propia, lo vivido en carne; es un relato de mi encuentro con la masculinidad totalmente expuesta, es por ello por lo que invito a quienes la han vivido tan cruel a jamás callar, a no permitir que un hombre dicte lo que es “ser mujer”, pues eso sigue obedeciendo la lógica de las relaciones de poder, del pensar a la mujer como ser irracional que carece de validez al hablar.

Dejemos de mentirnos hermanas, aprendamos y desaprendamos a amar(nos). Y, por último, jamás dejemos de cuestionarlos lo que nos han dicho que es la verdad.

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©Muhammad Ruqiyaddin.jpg

Debajo de mi colchón he encontrado algunas cartas, esas que adorné con un pequeño listón rojo, después de leerlas, las puse a soñar.

Entre el polvo y la humedad se fueron perdiendo, se embriagaron de recuerdos; sus letras se enarbolaban y gozaban de aquel rojo que les coloque, se les pego tanto hasta que se convirtieron al color del rosal, como bañados por la sangre del ruiseñor de Wilde; pues enrojecido, al igual que esas palabras, se encuentra el amor que recibí.

No fue un accidente el encontrarme con ellas, las he traído hasta aquí, a este tiempo, a esta “yo”. Al abrirlas, en cada una de ellas, una mano llena de furia me dicto como debía amar; una serie de reglas que en algún momento estuvieron acompañadas de golpes frustrados a las paredes de una diminuta habitación -o tal vez la que se sentía diminuta era yo-, otras tantas de unas buenas sacudidas, de esas que dejan moretes en los brazos, incluso de besos -que romantizamos- que te rompen los labios hasta hacerlos sangrar, pues el amor, en realidad no era más que tormentas violentas, que el goce, de quien deseaba con todas sus fuerzas poseer mi cuerpo y pensamiento, de verme derramar lágrimas por montones, el goce que le producía el que yo odiara mi propia piel.

Al hacerme negar mi piel tostada, de mi cabeza revuelta en una deliciosa locura, de mis anhelos de bruja y mi amor por danzar sin parar sobre la tierra con mis pies descalzos; aquel ser aprovecho felizmente entrar en mi cabeza y volverse ella, su voz resonaba en aquella oscuridad.

― No eres nada, no eres nadie. Ahora aprende que, de hoy en adelante, si no eres conmigo, no serás.

El miedo lo traía colgando de la espalda, se volvió mi sombra y mi sol, me robo esa noche que un día fue tan mía y la convirtió en un vacío eterno, en ruptura constante, un lugar tan tenebroso, como en el que nos relatan en los cuentos cuando somos muy pequeños, donde ese infierno se encuentra fuera de las grandes ciudades, lejos de nosotros, son esos lugares a los que jamás debemos de caminar.

Pero todos esos cuentos mienten, pues ese infierno estaba pegado a mi carne y todos los días me hacia querer volver a morir; ese infierno nos ha hecho arder a muchas, ese infierno esta en las manos de seres viles que creen que su fuerza y honor es esa carne flácida que les cuelga entre las piernas, y que con ello se pueden proclamar dadores de verdad, seres racionales e incuestionables, los únicos con el poder de decidir quién vive o muere, quién llora o ríe, quién merece respeto o merece dolor; es la necropolítica en toda su expresión.

Después del miedo contante y la sonrisa rota me dispuse a mirarme en el espejo después de tanto tiempo sin poder mirarme sola, y lo que descubrí fue una piel tostada, como el barro y el maíz, me descubrí pintada con polvos blancos, con adornos que, según aquel, me hacían diferenciarme de las que llamaba zorras, de esas mis hermanas a las que buscaba robarles su valor; pero no cedi, no cedimos. Ahí, frente al espejo me encontré mentirosa, con una gran mascara, y decidí parar.

Tome mis pies, los levante con fuerza, me levante despacio y me encontré envuelta en un fuego que sentí tan mío, de ese que te vuelve fuerte y ya no te puedes detener. Así tome todas aquellas farsas puestas en papel, y cuando rompí cada una destroce su falsa verdad, su falso racional; abrace mi propio cuerpo y me eche a volar.

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el amor, en realidad no era más que tormentas violentas, que el goce, de quien deseaba con todas sus fuerzas poseer mi cuerpo y pensamiento

DE MACHO A HOMBRE

De todo sólo un muro. Si tan sólo hombre viviera, y si macho no fuera, tu amor y alegría compartiera y del Dios encarnado, hijo me sintiera.

Sueño.

Ante mi miedo a la dignidad, escribo. Si tan sólo hombre fuera, abrazaría, abrazaría tu dolor como mío.

Dolores y cicatrices, sin mis temores... te debo paz y armonía. Revolución y antagonía, dolor necesario y utopía. Compañera de primavera, para otoño quiero prepararme. Casi amanece, y tomado de tu mano quiero encontrarme. Compañera, abrazo tu libertad como mi verdad.

Miguel López Girón

El Simbalismo de la masculinidad y sus scartrices.

El rey león, no es “otra película de Disney”. Ella no es, por ejemplo, la vida humana representada a través de la vida animal, y tampoco es, como lo sugiere su última versión hiperrealista, la expresión de la cúspide de la técnica moderna cinematográfica, y por lo tanto, de la modernidad en cuanto a tal. En realidad, es todo lo contrario: el rey león es una película que habla de la animalidad en lo humano (y no de la humanidad en lo animal), y lejos de expresar la cúspide de la modernidad, nos habla de sus contradicciones, sus sombras, su decadencia, o por lo menos, de su metamorfosis contemporánea, profunda, radical e intensiva.

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Por Luis Alberto Veytia Ruíz © Wade Lambert

Por último, hacemos una recomendación: más que mirar al texto fílmico, hay que dejar que él nos mire a nosotros; dejémoslo pasar a través de nuestro contexto político-social y que nos “huela la mierda” sin salirse de sus aposentos narrativos; que se inmiscuya en nuestra intimidad, que nos desnude. Al mismo tiempo, no hay que dejar de resistirnos ni de avergonzarnos una vez que nuestra piel sea el objeto de su mirada obscena; así, empero, podremos ver la verdad que revela la naturaleza de nuestras resistencias más inconscientes cuando nos sentemos en la sala de cine aparentemente vestidos y seguros de nosotros mismos. Aspiremos a que cuando se prenda el proyector o o cuando accedamos a Netflix, nos logremos ver en este espejo fílmico que nos confronta como hombres y como seres humanos, o en este caso, como leones y como animales.

Cualquiera se preguntaría, y con justa razón, ¿a quién podría confrontar esta película inocente, infantil y, a fin de cuentas, disneylandesca? Nuestro argumento es que, principalmente, a la masculinidad moderna. La enfrenta no necesariamente porque la cuestione, sino porque logra desbordar su significado. Este significado desbordado, el de la masculinidad moderna, estará encarnado en Mufasa (padre de Simba y Rey de todo aquello que toca la luz). Mufasa representará al “hombre de la modernidad”: de la modernidad porque en su reinado se materializa el discurso del progreso del siglo de las luces y la idea de que a través de la razón (“saber gobernar”) se mantendrá un equilibrio con la naturaleza y el “ciclo de la vida”; y el hombre, porque Mufasa será el “Falo” que estará en tensión con cierto tipo de feminidad, que como veremos, será también rebasada en el clímax de la película.

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la modernidad fálica: una fantasía masculina imposible
¿a quién podría confrontar esta película inocente, infantil y, a fin de cuentas, disneylandesca? a la masculinidad moderna

― Simba:

― Scar:

― Simba:

― Scar:

― Simba:

Antes que nada, habrá que considerar lo siguiente: Mufasa además de ser León es un macho, y más importante aún; lo que lo hace macho no es tener pene, sino tener el “falo”. Este último, se distingue del pene por desempeñar una función simbólica, es decir, por ser un significante que bien podría ser asumido por una mujer o por un hombre. En este sentido, la función simbólica del falo de Mufasa no tendrá que ver con su órgano masculino: tendrá que ver con su referencia simbólica a la ley y a la autoridad, y por lo tanto, a la prohibición, al límite y a la castración. La masculinidad moderna, en este sentido, estará asentada en esta dialéctica de la presencia y ausencia del falo: Simba, por ejemplo, estará atorado en la contradicción de estar castrado por su padre, es decir, de no tener el falo, y al mismo tiempo de estar destinado a poseerlo (equivalente a pensar que un niño está destinado a ser hombre). El problema fundamental de Simba, y de la masculinidad moderna en general aparece cada vez que se demuestra la “falta de falo”. Esto se hace evidente en aquella escena donde su tío Scar, pone a prueba su masculinidad:

¡Tío Scar adivina! (…) ¡Voy a convertirme en Rey! (…) ¡Papá me enseño el reino, y voy ser soberano de todo! (risas).

¿Así que tu padre te enseño todo el reino no? pero no te enseño lo que hay en el límite norte. No, dijo que no fuera allá…. Y tuvo mucha razón, es muy peligroso. Sólo los valientes se atreven…. ¡Soy valiente!

(Walt Disney Animation Studios. (1994). The Lion King.)

En este fragmento de escena podemos encontrar varios elementos que caracterizan a la masculinidad moderna. En primer lugar, podemos identificar al propio proceso de masculinización. Este proceso se despliega desde el momento en que Simba comienza a verse a sí mismo desde la mirada de Mufasa; Simba, una vez que se le enseña las tierras que algún día gobernará-a las que podríamos considerar como las tierras de lo masculino y de la racionalidad moderna-, ya no se podrá reconocer a sí mismo de otra manera sino es a través de un ideal fálico del yo. Este se enunciaría así: “yo debo ser Rey, el amo de la ley, él falo”. Es así pues, que podríamos concebir la fantasía masculina de la modernidad.

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©Walt Disney Animation Studio

Ahora bien, si nos acotamos a la apariencia de la escena de Simba con Scar, entenderemos que Simba definitivamente goza de este ideal; él se entusiasma, lo festeja e incluso lo presume ufanamente. Sin embargo, no hay que olvidar que el goce de Simba pertenece al plano del deber y de la ley: él obliga, controla y vigila a su propio yo para acercarlo lo más posible a su ideal fálico del yo (al ideal de la ley y el orden fálico que Mufasa le proyectó). Siendo así, podemos dar cuenta de que Simba-y por lo tanto, todo sujeto dentro de un proceso de masculinización- obtiene goce en el control y supresión de su miedo, su fragilidad, o si se quiere, de su feminidad-Y si lo ponemos en términos de la modernidad racionalista, de su “irracionalidad”-. En este sentido, esta continua represión que ejecuta Simba-y que ejecutamos todos los hombres- seria condición de posibilidad para mantener con vida a nuestro ideal fálico del yo, es decir, a nuestra identidad masculina.

¿Por qué? Fundamentalmente porque, como lo diría Laclau recuperando a Lacan, toda identidad necesita de una exclusión para constituirse, y esto aplica tanto en términos colectivos como en términos individuales. Tomemos al orden socio-animal del reino de Mufasa como ejemplo: este necesita de la exclusión de un elemento para constituir su identidad colectiva, que será el cementerio de los elefantes donde viven las llenas y Scar será. Este espacio, que está más allá del “límite norte”

coincide con el límite del orden modernista y falo-logo-céntrico de Mufasa; lo que está más allá de “todo lo que toca la luz” será reducido a una pura negatividad amenazante, es decir, a pura irracionalidad. Bien, ahora traduzcámoslo en términos de género: para tener un ideal fálico del yo se necesita de un ello irracional que sea continuamente negado, normalmente referenciado con la feminidad o la homosexualidad, pero que tendrá que ver con todo acto o sentimiento que remita a una “falta de falo”.

Así, cuando Scar dice “Solo los valientes se atreven…”, lo que verdaderamente le dice a Simba es: ¡Mira! ¡Te falta el falo! ¡anda, ve y alcánzalo! Y después, todos sabemos lo que pasa: Simba va y lo busca con el costo de ponerse en riesgo, pero con el beneficio de probar que sí es valiente, que sí es “hombre”. Luego él “atrapa” imaginariamente a su ideal fálico del yo, y después, bueno, se le vuelve a escapar…. Así pues, encontramos otra característica de la masculinidad, es decir, de nuestro ideal fálico del yo: este es parecido a un espejismo, pues es imposible de alcanzar.

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Simba y por lo tanto, todo sujeto dentro de un proceso de masculinización obtiene goce en el control y supresión de su miedo, su fragilidad ― o si se quiere, de su feminidad Y si lo ponemos en términos de la modernidad racionalista, de su “irracionalidad”-.

Y, lo más importante de todo: Simba se verá obligado, por una especie de exigencia inconsciente, a transgredir la ley para probar su masculinidad. En este sentido, es que hallamos la característica fundamental de la masculinidad moderna: una suerte de complicidad paradójica entre la operación de la ley fálica y la necesidad de su transgresión.

Ahora bien, ¿Cómo podríamos explicar esta complicidad entre la ley y su transgresión en el comportamiento de Simba, que no es otro diferente al de la neurosis masculina moderna? Para dar respuesta podemos recuperar la idea de Gerorge Bataille a cerca de la transgresión: “la transgresión difiere del retorno a la naturaleza: levanta la prohibición sin suprimirla” (Bataille, 1979, p.40). En este sentido, lo que nos dice Bataille puede entenderse en los siguientes términos: sólo manteniendo lo prohibido (la ley fálica), es que (Simba) puede gozar de su masculinidad.

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©
La modernidad tardía acéfala y el hedonismo “hakunamatatero” de las nuevas masculinidades.
Margo Toth
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© Miriam Lagunas
“Todos estamos construidos de la misma materia contradictoria”
Ritxar Bacete

EN CAR NA CIÓN

dos interpretaciones del mundo

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Vivimos en la época del vacío, dicen algunos. Vacío, porque está lleno y no hay espacio que le dé figura u horizonte a la realidad social, todo se vuelve una masa amorfa, sin contenido ni sentido. Las creencias son mercancía, la fe es bagatela, la razón es opresiva, la ciencia es mecanicista, la ética es relativa, hay un yo sin un tú, hay un mundo, sin habitantes. Sin embargo, la cuestión ha sido ya planteada por el pensamiento posmoderno, en su intento, porque el intento no hizo más que profundizar la herida, de plantarse desde una posición que invitara a vivir la vida, pero con su mismo prejuicio de que la vida era sencillamente una muerte anunciada por la falta de algún fundamento (ser) que la hiciera valer. El posmoderno, bien señala que hay estructuras de poder subyacentes que organizan nuestras posibilidades de conocimiento (diría Foucault), sin embargo, imagina erróneamente que la inteligencia está siempre supeditada a la identificación con la cultura dominante. Por lo tanto, si bien el asunto radica en la liberación de los que han sido oprimidos por la verdad, también un invento del poder según ellos, se empeña no en enmendar el daño hecho, sino en invertir el orden jerárquico, y otorgarle a los que han sido oprimidos la corona, es decir, pasar de la masculinidad a lo femenino, de lo universal a lo relativo, de la persona a la singularidad compartida. La historia es divinizada, pensaría Camus, y es deber transformar la realidad (aunque sea a través de una ideología igualmente opresiva). Se bebe (cómodamente vino desde la oficina con mesa de caoba) la idea que el conocimiento es resultado de la (mal llamada) identidad, dada por la clase social, la raza, y orientación sexual, y en esa medida, no hay conciencia del solipsismo epistémico al que se llega con la autorreferencia, y se ignora la búsqueda inteligente (universal) por el conocimiento que la realidad provee. El asunto a tratar aquí, se interesa precisamente en que los juicios posmodernos que se oponen, en apariencia, a la modernidad, son en realidad un fenómeno de lo que Wilson Schaef llama la “sistema de interpretación masculina del mundo”, lo cual significa que la racionalidad cartesiana se continua, a fin de cuentas, en la crítica posmoderna. En tal medida, se pretende indagar en el camino que ha seguido la filosofía, y en sus últimas consecuencias las sociedades, a causa del sistema de interpretación masculina del mundo.

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Las creencias son mercancía, la fe es bagatela, la razón es opresiva, la ciencia es mecanicista, la ética es relativa, hay un yo sin un tú,
© Annie Spratt

Para estos efectos no está de más adelantar que de alguna forma este problema ya ha sido intuido desde otras perspectivas. Un ejemplo de ello es la concepción de panikkariana de la epistemología de cazador, la búsqueda de la verdad como objeto, la actitud yang, masculina de la realidad. Separa la epistemología de la ontología, “cree que se puede conocer sin amar” (Panikkar, 1998). Imagina que el misterio de la realidad puede ser atacado como un concepto, una respuesta por acorralar. Si bien, no podemos alcanzar la completud racional de la totalidad, cualquier totalidad, incluyendo la realidad social, la misma noción es necesaria como fundamento de su organización. Tal clase de epistemología caracteriza del mismo modo a la posmodernidad, si bien, sus pensadores critican que de fondo la racionalidad no es independiente del poder, el ejercicio racional exagerado termina por negar a la realidad y su verdad, posibilidad de conocimiento, sin preguntarse si hay otras condiciones de inteligibilidad. Aquí es donde Panikkar habría de responder, desde la actitud yin, la receptividad, la actitud pasiva como disposición para recibir, la experiencia y el conocimiento que se hace en nosotros, en lugar de asediarlo como un objeto de la razón. Es la salida del esquema sujeto-objeto, un pensamiento distinto del moderno, de la intencionalidad husserliana y del embrollo posmoderno que juzga que no hay objetividad. Es el sistema de interpretación femenina.

Uno de los grandes problemas de Occidente, como ya se había mencionado, es justamente, la exclusión del sistema de inteligibilidad femenino. Según Wilson Schaef eso significa un pensamiento no-lógico, manifestado como paradoja, oxímoron, ambivalencia e intuición. Nos hemos acostumbrado a una certeza clara y distinta, sin la capacidad de poder aceptar la contradicción, lo sensible, lo penetrado, lo oscuro, lo que se muestra ante nosotros, el silencio.

Para entender esto de forma más profunda viene bien nutrirse de lo que Eric Voegelin llama la doble estructura de la conciencia. Así pues, nuestro filósofo hace una distinción entre la ya mencionada intencionalidad, y nos dirá que la consciencia localizada, siendo algo real ella misma, y que no pertenece a otro género de realidad, sencillamente está experimentando el desplazamiento de la realidad en cosa, en relación a nuestra propia consciencia. Después dirá, para esclarecer que la realidad no un es cosa, sino “el algo en el que la consciencia ocurre como un evento de participación, junto con los otros socios partícipes en la comunidad del estar siendo (being)”. (Voegelin, p. 14). En este sentido, la representación que hacemos de la realidad terminaría en cuanto que dejamos de experimentarla como un objeto, sino que toma la cualidad de ser un sujeto en el que participamos como un acontecimiento, que se muestra a nuestra consciencia. Este sería el otro aspecto estructural, al que llamará, luminosidad.

Sobre lo dicho ahondará, al recordarnos que en cuanto tenemos la experiencia de luminosidad, la participación en la realidad reemplaza la percepción que localiza a algún evento como un “algo”, sino que todo está relacionándose como manifestaciones del ser, en donde la consciencia sucede. Bien podríamos decir que Husserl acertaba en su consideración de la consciencia como algo que podía expandirse del cuerpo a las cosas, dado que la consciencia, a pesar de estar encarnada, no se limita a su encarnación, pues como evento de participación de la realidad, está entre nosotros y las cosas, a modo que no es como se ha pensado en varias ocasiones, una sustancia pensante, sino un acontecimiento que se acontece a sí mismo.

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Nos hemos acostumbrado a una certeza clara distinta, sin la capacidad de poder aceptar contradicción, lo lo penetrado, lo lo que se muestra nosotros, el silencio.

Voegelin, piensa en esta estructura desde el lenguaje, a través del desarrollo del “metaxy” de Platón. Para esto, habrá de decir que:

he notado que los filósofos, cuando incidentalmente se topan con esta estructura en su exploración de otros asuntos, tienen la costumbre de referirse a ella mediante un neutral “ello” (“it”). El “ello” a que se refieren es el misterioso “ello” que también ocurre en el lenguaje cotidiano en frases tales como “llueve” (“it” rains). Por lo que la llamaré “lo real” (“realidad-ello” = “It-reality”).

(p.15)

La estructura de la conciencia, por supuesto, es igual en todos los seres humanos, todos participamos de la misma forma del ser, estamos en la metaxy, en ese sentido también lo masculino y femenino como contenido de conciencia son comunes a todos. Sin embargo, en el hombre lo masculino es constitutivamente consciente, mientras que lo femenino inconsciente, caso inverso para las mujeres. Y típicamente la tendencia de la masculinidad es hacia la intencionalidad, y de lo femenino hacia la luminosidad.

Entonces, el sistema de interpretación masculino es dentro de lo común, un sistema que tiende hacia el objeto, de ahí todos los embates occidentales en la filosofía, tanto moderna y posmoderna y no sólo eso, sino la organización social capitalista. En este ámbito, es claro que nos referimos a términos como mercancía, en cuanto a que todo se vuelve objeto para la venta, incluso las interacciones humanas están definidas por esta clase de pensamiento. Lo que Byung Chul-Han llamaría la sofisticación del poder en rendimiento, refiriéndose a cómo nos autoexplotamos, en busca de cumplir nuestro objetivos. Siendo finalidades en sí mismas, nos objetualizamos, nos volvemos medios para realizar nuestros (supuestos) deseos.

Si bien, el juicio no puede ser remover, tal tipo de interpretación y actitud de las sociedades. El ser humano está en el entremedio, la tensión entre la luminosidad e intencionalidad, así como la tensión entre las encarnaciones psíquicas femeninas y masculinas, lo cual significa que ambas interpretaciones del mundo deben coexistir pues es la única posibilidad que hay para una realidad social armónica y ética. El cuidado, la aceptación de lo otro, la valentía, la razón poética, tanto la certeza como la ambivalencia, el conocimiento objetivo, y las intersubjetividades. Son todas, en el fondo, una cuestión de aceptación desde nuestro fundamento humano que acontece en una realidad amorosa.

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La concepción lineal del tiempo, cronológica de la historia, la acentuación en la eficacia, en la producción, es un resultado del sistema de interpretación masculina desvirtuada.
Panikkar, R. (1998). Íconos del misterio. La experiencia de Dios. Madrid, España. Ediciones Península. Voegelin, Eric. (2000). Order and History. Estados Unidos: University of Missouri. Digital. Wilson Schaef , A. (2013). Women’s Reality: An emerging female system. HarperOne ©Alex Iby
acostumbrado clara y capacidad aceptar la lo sensible, lo oscuro, muestra ante silencio.

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