pra xis.
el mundo infectado
Cuadernos de Cultura Política
Disonancia: Espacio de Reflexión
Primavera 2020
Serie I. Vol III
nota al lector
PRAXIS nace en el año 2019 como una propuesta del Seminario de Filosofía Política, originado en la Ibero Puebla, para poder compartir distintos debates, puntos de vista, posicionamientos teóricos y análisis de la realidad hechos por los distintos miembros que comparten este espacio. Sin embargo, esta revista es de carácter independiente, por lo que no representa ningún posicionamiento institucional.
El contenido expuesto en esta revista proviene de un grupo heterodoxo, donde participan profesores, estudiantes, exalumnos y gente voluntaria de múltiples espacios y disciplinas, por lo cual, el contenido es de naturaleza variada y proveniente de múltiples campos de análisis y estilos. Su misma heterodoxia permite la exposición de posturas complementarias y contradictorias, y ello obedece a la intención de compartir la multiplicidad de pensamientos provenientes del Seminario de Filosofía Política. La responsabilidad de cada texto es del autor que lo escribe.
Empero, los trabajos expuestos en cada número de PRAXIS, al ser resultado de múltiples discusiones y reuniones previas, presentan objetivos comunes, tales como: partir de un pensamiento crítico, hacer análisis de situaciones y fenómenos sociales, económicos, culturales y políticos que se encuentran en la realidad del presente en que se escribe y, finalmente, poder compartir lo aquí reflexionado con cualquier persona que muestre interés en los temas elegidos. Por eso mismo, se espera que el contenido pueda ser compartido por cualquier persona que así lo desee.
publica:
Praxis:
Cuadernos de Cultura Política
El Mundo Infectado
Serie I
Volumen III
Mayo 2020
48 Páginas
8.5 x 11”
San Andrés Cholula, Puebla, México.
Equipo Seminario:
Axel Álvarez Coronel
Alejandro Gallardo Rodriguez
Gisell Osmaira Hernández Torres
María José Jiménez Rivera
José Rogelio Mascorro Menéndez
Miguel Angel Méndez Zapata
Katia Rodríguez Rodríguez
Marcela Roldán Luna
José Pablo Segura Román
Luis Segura Román
Diana Solís Pérez
Luis Alberto Veytia Ruíz
Ana Yamile Ventura Gómez
José María Vigil-Escalera Loredo
Diseño Editorial:
MUNA. Arquitectura Colaborativa
María Fernanda Ceballos Portilla
Miriam Nayeli Lagunas Moreno
Miguel Angel Méndez Zapata
Portada
Ordonez/Agence-France-Presse (2020) Getty Images Creative Commons
Cualquier producto o nombre corporativo enunciado en el presente documento es utilizado para fines de identificación y explicación sin ningún intento de infricción en materia de derechos de autor.
Este documento fue editado en tipografías: Taviraj © Cadson Demak y Bebas Neue © Ryoichi Tsunekawa.
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CC BY ― SA
ÍNDICE
4 EL MUNDO INFECTADO editorial
6 COVID-19: la sociedad del pánico y el devenir “Randall” luis veytia
10 COVID-19: entre el agujero NEGRO Y EL MURO José pablo segura román
14 Florerías en línea: pensar los servicios funerarios en tiempos del COVID
María José Benítez
17 silencio
José María Vigil
18 ¿Y EL REGRESO A LA COTIDIANIDAD?
luis segura
22 GAY FRIENDLY EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
alejandro gallardo rodríguez
24 Un paracetamol, y ya quedó
Angie Andrey Espeje
28 Cuarta transformación, pandemia y guerra económica en México
jorge álvarez méndez
32 PANDEMIA Y DISCURSO:UN LLAMADO A LA SERENIDAD bily lópez
34 CRISIS DEL CORONAVIRUS, CAPITULO UNO: COLAPSO pablo font oporto
37 puentes: emerger en la emergencia robelo a. r. zerón
38 emergencia urbana Miguel ángel méndez zapata
43 ¿a dónde nos llevará este hartazo? marcela roldán
45 mi pan diana solís pérez
46 CLAUSTROFILIA:entre la guerra y la pandemia
josé rogelio mascorro
Seminario de Filosofía Política. Masculinidades Contemporáneas y Machismo 3 El mundo infectado
EL MUNDO INFECTADO
en tiempos de sana distancia, hagamos del lenguaje sana cercanía
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©Carlos Jasso / Reuters
EDITORIAL
Coronavirus, Covid-19, SARS-COV-2, un fantasma recorre el mundo y no es precisamente comunista. La presente coyuntura mundial ha dado giros esperados e inesperados que nos dotan de nuevos elementos para el análisis social, por lo que resulta pertinente el detenimiento para repensar y replantear desde distintas ópticas y latitudes lo que sucede en nuestro entorno. Desde declaraciones de guerra y expresiones dictatoriales hasta la gestión rigurosa de la salud humana por el derecho a la vida, cada día estamos en bombardeo informático y se corre el riesgo de perder asideros firmes ante los ataques de un virus y sus expresiones sociales virulentas. Es por ello que nos hemos visto acompañados de conceptos y categorías como la biopolítica, el estado de excepción, necropolítica, inmunidad, y tantos más, que nos alumbran y otorgan criterio desde las plumas de filósofos y pensadores sociales en tiempos de la contingencia.
En medio de esta coyuntura social y filosófica, distintos compañeros y compañeras en vinculación con el Seminario de Filosofía Política en Puebla presentamos el segundo número de la revista Práxis con la mira puesta en la re-flexión teórica y literaria en tiempos pandémicos. Aquí se presentan reflexiones intelectuales y personales desde distintos estilos y géneros de escritura. Sirva este número editorial no como una receta o autoridad intelectual ante la crisis, sino como meras palabras al aire que buscan ser acogidas, discernidas y criticadas por su lector; sirva este número como detonante de diálogo y debate entre aquellos que leen no sólo con la mente sino con el cuerpo; sirva este número como grietas argumentativas, libres, de intelectualidad colectiva, sin restricción de copia. En tiempos de sana distancia, hagamos del lenguaje sana cercanía.
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un fantasma recorre el mundo y no es precisamente comunista
COVID-19: la sociedad pánico y el devenir “Randall”
Parece que en estos tiempos covideano-neoliberales vivimos bajo la misma lógica política que la ciudad de Monstruópolis. En esta ciudad, los asustadores de la empresa Monster’s Inc se dedican a extraer energía de los gritos humanos. Al principio las fronteras parecen claras: los monstruos son los asustadores y los humanos los asustados. Sin embargo, las fronteras no tardan mucho en romperse: un pequeño calcetín humano se pega en la espalda de uno de los monstruos e inmediatamente se activa la alarma: “¡33-12! ¡33-12!”. La aparente armonía en la empresa se cae revelándose así una contradicción fundamental: que los verdaderamente asustados son los asustadores. Los monstruos, que eran productores de pánico, han resultado ser los productos de una sociedad del pánico. ¿Y no es exactamente lo que hoy nos ha revelado la activación de la alarma “¡Quédate en casa!”? ¿No es el Covid-19 ese pequeño “calcetín tóxico” que se nos pega en la espalda?
Notas preliminares sobre el Pánico
El pánico no hace vínculo con nada ni con nadie, pues se rige bajo el imperativo del “sálvese quien pueda”. Según Freud, el pánico significa “la disgregación de la multitud así como una cesación de todas las consideraciones que antes se guardaban recíprocamente los miembros de la misma” (Freud, 1921). El pánico, en este sentido, sería un fenómeno contrario a lo que entendemos por “amor”. El “otro” siempre sale sobrando. No existe lazo social entre los miembros y, por lo tanto, no existe cohesión en la masa. También podríamos decirlo de otro modo: en el pánico no existe contagio. En la multitud del pánico, como dice Freud, los individuos se disgregan, no se agregan; es decir, no se contagian. Agregarse, para el sujeto del pánico, es equivalente a perder, pues esto implica renunciar a una parte de sí para dárselo al otro. Disgregarse, en cambio, es ganar, porque no se está renunciando a nada y al mismo tiempo se protege del otro.
Cuando se piensa en los fenómenos de pánico, casi siempre se entiende como un momento de emergencia que rompe con una cohesión preexistente. ¿Qué sucede si descubriéramos que ésta cohesión preexistente ya la ha roto el neoliberalismo? Muy probablemente entraríamos en pánico. Tal vez ésta sea una buena imagen para entender la muerte de Dios y del fantasma del Pueblo-Uno: ¡33-12! ¡33-12! ¡Todos corran! ¡Sálvese quien pueda!
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los verdaderamente asustados son los asustadores
Por Luis Veytia
del “Randall”
Pánico, narcisismo y producción en Monstruópolis
En Monster’s Inc, así como en nuestras sociedades covideano-neoliberales, la disgregación de la multitud es el efecto irremediable ante el estímulo de la competencia y el rendimiento. Es por esto que la empresa, antes de producir “gritos”, produce monstruos narcisistas; monstruos cuyo único objetivo es superar a los otros y a sí mismos, estar “en forma” como Sulley, salir en la portada de una revista como Mike.
Si seguimos a Marx, diríamos que el valor de la energía generada en Monstruópolis proviene del trabajo de los asustadores. Sin embargo, antes del trabajo de los monstruos que implica hacer gritar a los niños hay un empuje a gozar que hace trabajar a los asustadores. Este goce, empero, no es de los asustadores mismos: es de su Superyó. El Superyó de los asustadores funciona como aquella instancia psíquica que los empuja a rendir cada vez más y mejor. Asustar con más fuerza y determinación, superar al otro y a sí mismos. Entre más rinden, entre más asustan, más goza su superyó. La rivalidad feroz entre Randall y Sulley, expresa muy bien tanto el impulso a rendir como la ausencia de lazos afectivos (nosotros lo llamamos “flexibilización laboral”). Es la mejor fórmula que pudo encontrar el señor Waternoose para generar más energía: multitud disgregada = producción con valor agregado.
Cuando Jaques Lacan describe al sujeto del discurso capitalista nos encontramos con un sujeto parecido a los asustadores y, por supuesto, a nosotros mismos. Es un sujeto que rechaza la castración; es decir, un sujeto disgregado que se percibe a sí mismo como un individuo por fuera de la ley y sin la base común a los demás. Es aquí donde encontramos una relación profunda entre pánico y narcisismo: individuos que niegan cualquier vínculo con los otros, que sólo están guiados por el empuje superyoico de goce, vivirán cualquier contacto con los otros como una intrusión violenta. El pánico, en este sentido, no lo crea un pequeño calcetín tóxico —no lo ha creado el Covid-19 per se—, sino la composición disgregada, “narcisizada” de la sociedad.
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©Pixar Animation Studios (2001)
en el pánico no existe contagio
El goce del superyó de los asustadores, entonces, no se sostiene por sí sólo. Éste tiene como condición guardar una relación protopsicótica respecto al otro (lo humano). Es por eso que la producción tiene como fuente el empuje a gozar, sí, pero también al pánico. Y esto en lo absoluto es algo novedoso. Así funcionaba la Alemania Nazi: a mayor narcisismo ario mayor producción de amenaza judía. El goce identitario-narcisista de los nazis no hubiera funcionado sin el pánico hacia los judíos. En el caso del Covid-19, la relación circular entre pánico y narcisismo se expresa muy claramente: para poder espantar al coronavirus hay que concentrarse y refugiarse en la imagen narcisista del propio cuerpo: ponerse en forma como Sulley, aprovechar para salir en una portada/pantalla TikTokera como Mike.
En este sentido el pánico -y esto habría que enfatizarlo- no solo se suscita en los momentos de emergencia como la actual; él siempre está listo para salir en tanto que es un efecto irremediable y sintomático ante la composición misma de nuestra subjetividad narcisizada. Es por esta razón que un “susto” como el que nos está dando el coronavirus se puede transformar fácilmente en un “te asusto” reactivo y violento. Es en este sentido que podemos devenir fascistas, devenir Randall. ¿O no es el creciente autoritarismo de Estado en diversos países un devenir Randall? ¿Y no lo es la creciente violencia domestica hacia las mujeres? ¿El ataque al personal médico? ¿No es el hecho atroz de que nuestro país haya tenido el día más violento del año justo en tiempos covideanos? El confinamiento, para muchos, se vive como una intrusión violenta. El confinamiento, para otros (Salinas Pliego, así como toda la chaviza hedonista), se vive como un límite insoportable que les impide seguir gozando.
Lo que nos queda: ¿esperar el llamado de la muerte?
Cuando Mike y Sulley conocen a Boo (“lo virulento”), dejan de tenerle miedo y también dejan de producir; es decir, dejan de gozar. Dejar de gozar es precisamente la condición para generar un lazo con la otredad. El no-saber de Mike y Sulley respecto a lo humano, así como de todo Monstruópolis, produjo el espejismo de su toxicidad. Cuando éstos conocen a Boo, algo extraño sucede: se enteran de que no era en lo absoluto tóxica.
El coronavirus ahora mismo se encuentra al otro lado del muro del saber científico y de todo tipo de saber; el virus, así como el “calcetín tóxico”, merodea, amenaza e infecta desde el terreno siniestro del no-saber. Ahora mismo este no-saber es la causa de nuestra ansiedad, insomnio y pánico. Y el problema es que nosotros no podemos salir para descubrir que el virus infeccioso era en realidad una niña tierna e inocente. Para nosotros, el problema es más complicado. El virus, en este sentido, nos llama desde el silencio, desde su invisibilidad y ausencia. George Bataille, en su conferencia sobre el no-saber, decía: “cuando la muerte llama, aunque el ruido del llamado colme la noche, es una especie de profundo silencio”. Sin embargo, ¿no es también el silencio de las maquinas que hoy dejan de producir las que hoy nos llaman? ¿No es el silencio profundo de una mirada familiar y amiga? ¿No son nuestros sentimientos los que hoy nos dicen la verdad gracias al silencio de nuestras palabras?
Bataille, G. Conferencia sobre el no-saber. Recuperado de: http://espaciodevenir.com/referencias/filosofia-referencias/el-no-saber/
Freud, S. (1921) Psicología de masas y análisis del yo. Alianza Editorial.
Lacan, J. (1972) Del discurso psicoanalítico. Recuperado de: http://www.psicoanalisis.org/lacan/capitalista.htm
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para poder espantar al coronavirus hay que concentrarse y refugiarse en la imagen narcisista del propio cuerpo
El confinamiento, para muchos, se vive como una intrusión violenta
©Pixar Animation Studios (2001)
SI EL MUNDO ESTÁ ENFERMO, ESO ES
SÍNTOMA DE QUE NUESTRA PSIQUE TAMBIÉN ESTA ENFERMA
Seminario de Filosofía Política. El mundo infectado 9 ©Andan Abidi
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COVID-19: ENTRE EL AGUJERO NEGRO Y EL MURO
Por José Pablo Segura Román
Vivir no es respirar, es actuar; es hacer uso de nuestros órganos, de nuestros sentidos, de nuestras facultades, de todas las partes nuestras que nos dan el sentido de nuestra existencia. El hombre que más ha vivido no es el que ha sumado el mayor número de años, sino el que más ha sentido la vida.
Rousseau
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Hacemuchos años, cuando una fuerte pasión por la física imperaba sobre mis deseos, tenía una pequeña obsesión por el misterio de los agujeros negros. Lógicamente, tal y como sucede con cualquier otro que tiene una pasión por uno de estos entes del espacio, me preguntaba, ¿qué habría ahí dentro de ese agujero? Del mismo modo, me cuestionaba, si semejantes entes espaciales eran capaces de absorber hasta la luz, qué quedaría al final cuando el último fotón fuese absorbido. Con mis escasos conocimientos sobre el tema, investigué lo más general del fenómeno y descubrí que dentro del agujero negro todo lo que conocemos como “materia” termina por sucumbir ante la infinita fuerza de gravedad, por lo cual todo termina convirtiéndose en energía y la materia queda reducida a nada.
Esta imagen de la nada, después de un largo tiempo sin reflexionar al respecto, me apareció en una circunstancia completamente diferente; y es que ahora estaba pensando en el tema del momento: el COVID-19. Quizás algún primer observador habrá notado la rareza entre la unión de un tema a otro pero, si nos detenemos un momento y analizamos el fenómeno, quizás pueda tener algo de sentido este nexo. A mi parecer, la política y el modo de organización consecuente ante la contingencia me parece que se sostiene, no en un orden en favor de la comunidad, sino en un estilo de vida que se mantiene en relación con una nada parecida a la del agujero negro. A continuación explicaré por qué.
Para comenzar con esta explicación habría que partir de lo siguiente: existe un modo radical de dividir los tiempos anteriores a la modernidad y los tiempos que se encuentran dentro de ella. Para Roberto Espósito, autor en el que se sostendrá la tesis de este breve escrito, el gran quiebre que existe entre la modernidad con otras épocas es la ruptura que existe con la política de lo comunitario para dar paso a la política de lo inmunitario.
Esta ruptura significó pasar del co-munus al in-munus. Pero, ¿qué quiere decir esto? Para comprenderlo tendremos que analizar las raíces de dichos significantes. En primer lugar se encuentra munus, que refiere tanto
a “deber” como a “don” o “regalo”; no como si refiriera a dos cosas ajenas, sino anexando dichas significaciones, como cuando recibimos un regalo de cumpleaños y nos sentimos con el deber de corresponder al mismo, ya sea desde las palabras de agradecimiento, desde un abrazo afectuoso o regalando algo de vuelta. En otras palabras, el munus evocaría a un tributo con el cual uno se sentiría comprometido. Ahora, si el munus evoca a un sentirse comprometido a algo, o bien, a deber algo, quiere decir que nos produce una sensación de vacío; por lo tanto, quien convive según este munus no vive desde la plenitud, sino siempre desde una carencia, desde un primer vacío. El modo de vivir de acuerdo con el munus se indica con el prefijo “co”, por lo cual se le llama communitas, o bien, en palabras de hoy en día, comunidad.
Si el modo de vivir desde la communitas implica vivir desde el vacío, ¿esto querrá decir que se produce un efecto parecido al del vacío que atrae algo, tal y como sucede con el vacío en el espacio o como sucede con los agujeros negros? Pues resulta que sí. Es ese vacío que nos origina vivir en comunidad busca los cuerpos de su alrededor como si fuese un campo gravitatorio que atrajera a quienes se encuentran en su paso. En ese encuentro a partir del vacío es que nos encontramos con otros y nos hacemos comunes, como cuando entramos de niños por primera vez al salón de clases y, a partir de la nada, desde nuestra fragilidad y desde el desconocimiento de la existencia de nuestros compañeros del salón es que comenzamos a interactuar con ellos. A partir de la no-relación es que comenzamos a relacionarnos. No nos hacemos comunes a partir de tener algo por medio de lo cual nos identificamos, porque la comunidad no nace del tener sino de la carencia, de la falta, o bien, de un vacío que nos atrae. Quien se encuentra en este modo existencial de ser, vive desde un vacío que se llena con su alrededor, es decir, con algo que es diferente a él pero que lo constituye y se vuelve parte de sí mismo. Esto quiere decir que implica que una parte de nosotros sea el otro y que nuestra identidad se vea amenazada por el distinto. La comunidad es, de alguna forma, un agujero negro que absorbe todo lo que está a
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©Sam Cox
A partir de la no-relación es que comenzamos a relacionarnos
su alrededor y lo convierte en parte de sí; es un vacío, una nada que constituye parte de quienes somos pero que, al mismo tiempo, rompe los límites que nos constituyen.
En el sentido inverso a la communitas existe otro modo de vivir, que es el específicamente moderno: nos referimos a la inmunitas. Para entender mejor el concepto habrá que partir de que, si el prefijo “co” se refiere al vivir con, el prefijo “in” refiere a vivir sin, o bien, a poder prescindir de algo. Si el munus significa un don y un deber, la inmunitas refiere a vivir sin ese don y sin ese deber. Quien vive desde esta dimensión es quien ya no puede vivir desde la gratitud a la que compromete el don; o bien, es un vivir sin el otro, un vivir in-dividuo, es decir, indivisible, impenetrable por la existencia del otro, como cuando un albañil se convierte para nosotros en precisamente eso: sólo en un albañil que construye casas y nada más. La vida inmunitaria es la vida del muro, de la frontera con el otro, del coexistir sólo desde las telepantallas.
Ahora bien, este segundo modo de ser no nace de una perversión del modo de vivir en comunidad, sino que nace deliberadamente como su modo de ser contrario. La vida inmunitaria responde a un peligro de la comunidad: que, si bien la comunidad es el vacío hacia el cual nos sentimos atraídos para el encuentro en común, también trae consigo la posibilidad de la muerte, como en el agujero negro, donde todo lo que pasa por ahí está amenazado. Si bien la comunidad es este agujero, la inmunidad sería el muro gigantesco que se pondría para que no fuésemos absorbidos por semejante fuerza; pero, eso sí, siempre con un precio a pagar. El muro que crea una frontera entre nosotros los in-dividuos y el agujero negro de la comunidad tiene la función de cerrarnos la entrada al vacío y trae como consecuencia el dejarnos aislados en una nada mucho más absoluta; como si nos dejara varados en el espacio, esperando encontrar un mundo de total plenitud que nunca va a llegar. El
agujero negro representa un vacío; el muro representa un vacío al cuadrado. Si el primer vacío llamaba a un deber con los otros y, por lo mismo, a ser sujetos con los otros, con el segundo vacío el otro desaparece; quedamos vacíos, pero ya no nos aproximamos a los otros, sino que ahora en nuestro paso hacia el encuentro se nos aparece un muro. De pronto el otro se convierte en extranjero de mi tierra, de mi individualidad. En una ecuación: la inmunidad, o bien el muro, sería igual a la conservación de la vida menos la posibilidad de convivir.
La inmunidad es la política del miedo. ¿Miedo de qué? Tal vez sea el miedo de saber que nosotros le tememos a algo; tal vez sea miedo a sabernos tan frágiles que, por eso mismo, seamos seres con posibilidad de sentir temor al otro. Tal vez, en última instancia, sea el miedo a la muerte; a saber que, además de vivos, somos mortales. Sea cual fuere nuestro temor, el miedo no se convierte en un impulso negativo que inhibe, tal y como sería el terror; por el contrario, se convierte en el motor que moviliza a esta política. De la fragilidad salen los impulsos de los arquitectos que crean el mundo a base de murallas.
El miedo a los otros es la posición de un sujeto mirando a otro con pistola en mano. La pistola en mano es poder; poder de salvar mi vida, poder sobrevivir si tengo suerte de disparar el arma antes que el otro dispare contra mí. En la inmunidad no hay amigos, todos son enemigos potenciales. La única posibilidad de seguir viviendo es, tal vez, renunciando a la pistola y dársela a un tercero, a alguien que no sea el otro ni yo, sino una creación de los dos. Quizás sea darle la pistola a un monstruo llamado Leviatán, y que ese monstruo se convierta en el poder absoluto, en el soberano. Para evitar el don y la entrega hacia el otro, la política del muro exige un sacrificio: la renuncia a nuestra subjetividad, a la autonomía de nuestras
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©Ian Espinosa
©Clyktose.
La vida inmunitaria es la vida del muro, de la frontera con el otro, del coexistir sólo desde las telepantallas.
acciones para crear un poder absoluto que esté fuera de la disputa interminable con nuestros semejantes. La renuncia sería a ser un cuerpo viviente para convertirnos en organismos de un cuerpo mucho más grande y tenebroso. Todos nos convertimos en un nosotros fuera de nosotros, en una negación de nosotros mismos.
El Leviatán, nacido del miedo, responde sólo por medio del material por el cual fue creado. Hace obedecer a sus súbditos sólo por el miedo mismo. El Leviatán nos señala siempre a un enemigo con cualidades bien específicas: el negro, el homosexual, el pobre, el enfermo, la mujer, etc. El Leviatán nos dice: “¡Levantemos un muro!”. Nos dice: “No comas esto, vístete de tal forma, desea aquello otro, camina por aquí, usa cubrebocas, lávate las manos si tocas al otro, los leprosos tienen que ir en las cuevas”. El Leviatán es el monstruo que no absorbe el agujero negro y que aparece al mismo tiempo que emerge el muro que impide que nos consuma el vacío.
El monstruo se hace una especie de ser superior al cual ahora le tenemos que dar un tributo más grande que el que implicaba el peligro de entrar al agujero negro. Ahora nos tenemos que entregar a nosotros mismos a la más fría de todas las bestias para que ésta no nos coma. El monstruo nos atemoriza; nos recuerda, de nuevo, que somos mortales, que nacemos desnudos, que somos débiles, no sólo frente a los peligros de la naturaleza, sino frente a los peligros que creamos nosotros mismos. El monstruo se convierte en la muerte.
En la inmunidad nos encontramos con una contradicción radical: para salvarnos del agujero negro creamos un muro, pero el muro que supuestamente nos iba a salvar la vida nos dejó sin escapatoria de un monstruo que se escondía entre nosotros y, al final, lo que nos prometía vida ahora amenaza con nuestra muerte. Quienes estuvimos dispuestos a entregar hasta la más profunda de nuestras pasiones con tal de conservar la vida, ahora nos encontramos con que, en ese hecho, nos matamos.
Así nos encontramos hoy en día. En el contexto del mundo actual, donde el muro impide no solo el paso de migrantes, sino también el de enfermos en acto o en potencia, estamos buscando la conservación de la vida en los rincones de nuestras casas. El COVID-19 no sólo nos permitió ver lo frágil que es la vida humana y el riesgo del contagio en el encuentro con los otros, sino que también nos permitió ver el riesgo contrario, que es el de sucumbir ante el temor a los otros. La enfermedad de este tiempo responde a los muros de este tiempo, así como la lepra respondió a los muros creados por los romanos, la peste a los muros creados por la Europa feudal, o el SIDA a los muros creados por el capitalismo salvaje. La enfermedad biológica, paradójicamente, no es la causa sino el síntoma; síntoma de una enfermedad social creada por una civilización que apostó por la conservación de la vida, pero al costo de la precariedad de la vida misma. La enfermedad es consecuencia de vivir sólo para respirar, consecuencia del desuso de nuestros órganos, del desuso de nuestros sentidos y del desuso de nuestros deseos. Rousseau tenía razón: “El hombre que más ha vivido no es el que más ha sumado el mayor número de años, sino el que más ha sentido la vida”.
En tiempos de coronavirus la invitación de fondo no está en encontrar nuevas técnicas de conservación de la vida, ni tampoco en cómo hacer para que podamos prolongar la vida humana el mayor tiempo antes de un colapso civilizatorio y medioambiental que parece inevitable. La invitación fundamental se encuentra en pensar los cómos para vivir de una manera distinta y actuar en consecuencia. La exigencia de nuestros tiempos implica un acto de valentía y es que, o nos quedamos usando nuestras manos para construir muros, o reaccionamos para romperlos, aun sabiendo que del otro lado nos espera, con todas sus fuerzas y con todo su poder, aquel agujero negro del cual hemos tratado de escapar durante toda nuestra historia.
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Para evitar el don y la entrega hacia el otro, la política del muro exige un sacrificio: la renuncia a nuestra subjetividad
Florerías en línea : pensar los servicios funerarios en tiempos del COVID-19
Siempre he imaginado mi propio funeral. Quiénes irían, qué palabras se dirían, quién estaría consolando a mi mamá y que chistes aligerarían el pesar. Incluso he pensado en qué momento sería el mejor para morir y ser recordada por motivos positivos. Considero a este tipo de ceremonia uno de los eventos más importantes en la existencia de alguien. No es que desee irme pronto, pero creo que la muerte es la mayor de las certezas y desde ahí suelo especular los escenarios más optimistas de ésta. Ahora que mi vida y la de todo mundo están atravesadas por los efectos directos o indirectos del COVID-19, me pregunto: ¿Cómo sería mi funeral en estos días? ¿cómo es cualquier funeral en estos días?
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María José Benítez
© Daniel Berehulak
Con o sin coronavirus, la muerte y sus actos sucesivos tienen diversas caras , como la de aquellas personas que no regresan a sus seres queridos ni después de morir
Desde las últimas semanas de marzo he visto que distintos medios han publicado los protocolos que autoridades sanitarias y agencias funerarias han establecido para esta contingencia en México. Cuerpos en bolsas de plástico selladas, incineraciones y eventos con el mínimo de personas son la constante. Sin embargo, llama mi atención un artículo publicado por la revista Forbes , en el cual se menciona la posibilidad de utilizar servicios de florería en línea que ofrece una funeraria, ideal para mandar condolencias desde el centro de operaciones de la cuarentena: la casa. ¿Qué escenarios dibujarán las ceremonias de despedida realizadas durante estos días? Imagino un espacio vacío, un velatorio con pinta de invernadero y quizá los familiares más cercanos al difunto, abrumados por el olor a primavera; una primavera virtual, por supuesto.
Quizá estoy pensando en un panorama un tanto optimista y reducido. Conozco a la muerte desde escenarios muy privilegiados, en casos en que un ser querido puede ser despedido a cuerpo presente y con sus allegados alrededor. Existen otras realidades, diversos tipos de muertes marcadas por la clandestinidad, el crimen o circunstancias migratorias, por mencionar unos cuantos ejemplos. Con o sin coronavirus, la muerte y sus actos sucesivos tienen diversas caras, como la de aquellas personas que no regresan a sus seres queridos ni después de morir, que tampoco pueden ser veladas a cuerpo presente y su despedida se ejerce a distancia, o no se realiza. ¿Cómo comprobar la ausencia de vida de un cuerpo ausente? ¿Cómo mandar flores sin saber la ubicación del destinatario?
En la nota previamente mencionada se habla también de otra agencia, la cual expande su servicio de velaciones a una plataforma virtual, con invitación y contraseña para presenciar e incluso interactuar digitalmente en el evento; a partir de lo cual me surgen dos inquietudes: la primera, respecto al espacio doméstico y las distintas facetas que ha adoptado y/o reafirmado a partir del coronavirus. Por un lado, el teletrabajo ya no solo es asunto del freelance o de aquellos que toman su casa como extensión de la oficina y trabajan también ahí después de sus jornadas oficiales, ahora la casa es espacio de juntas, de promoción, de entrevistas, así como de consumo y producción de contenidos, entre otras cosas. Una gran cantidad de actividades que solían realizarse en el exterior, en esta etapa excep-
cional se resuelven a distancia gracias a tecnologías digitales, en la mayoría de los casos. La casa, que muchos solo pisábamos para dormir, se ha convertido en lugar de ocio, negocio y ansiedad. Sin embargo, una de las facetas que considero más interesantes es la del espacio funerario, o quizá telefunerario. Aún no sabría cómo definirlo según las interacciones que implica.
Si bien la presencia de ceremonias de velación en domicilio es bastante común en México, e incluso organismos como el IMSS ofrecen el servicio de traslado de cuerpo, preparación y equipo para realizar el evento en casa , la implicación de una plataforma virtual la coloca en otra perspectiva. No es que presenciar un evento de este tipo a distancia no tenga antecedentes (de hecho, gracias a distintos medios de comunicación, las viviendas han albergado las transmisiones de los funerales de políticos y celebridades desde hace décadas), sin embargo la situación actual plantea un involucramiento distinto: la posibilidad de ser espectador del funeral de un ser querido desde casa, a la vez de ser partícipes de éste con intervenciones mediadas. ¿Cómo preservar la solemnidad de un acto funerario mediado por las mismas pantallas que visibilizan películas y tutoriales? ¿Habrá quien ya haya convertido a la muerte en material para una aplicación?
Tal vez la última pregunta ya tiene un antecedente. Facebook cuenta con un apartado de administración de la cuenta de una persona fallecida, desde el cual ofrece la opción de designar un contacto de legado que se encargue de la cuenta del usuario difunto. También ofrece la modalidad de cuenta conmemorativa; es decir, conserva el perfil de la persona fallecida sin que nadie más lo administre, pero da la oportunidad a sus personas cercanas de continuar compartiendo recuerdos de ésta. Quizá la red social creada por Mark Zuckerberg se adelantó a la crisis actual y creó una nueva posibilidad de espacio funerario para casos como éste. El perfil de alguien en una red social representa hoy en día uno de los espacios más contradictorios, puesto que presenta la identidad de su usuario según la forma en que éste quiere ser visto; pero, a la vez, deja la idea de propiedad privada a un lado para hacer de la vida personal una situación de carácter público. La idea de registrar la muerte como una de las opciones para modificar un perfil de red social me lleva a pensar en niveles de muerte. Puede sonar absurdo, pero con todas las ges-
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tiones que se deben realizar tras la muerte de un ser querido, y actas que lo avalen desde posturas tanto médicas como oficiales, y ahora también virtuales, se podría decir que el morir es un trámite en etapas, realizado por alguien cercano al difunto.
Aunque los trámites y los medios pudieran por momentos disfrazar a la muerte de datos y cifras para una curva de defunciones y contagios que se tiene que aplanar, así como de otra de las ventanas que abre el internet, hoy más que nunca la muerte y su luto son un asunto corporal. Es en medio de esta contingencia que los individuos nos hemos descubierto como cuerpo colectivo; no desde una perspectiva de unión voluntaria para un bien común, al menos no de inicio, sino desde la óptica del contagio e incluso del temor a descubrir que toqué lo mismo que mi compañero.
En el texto Del verbo tocar, de Cristina Rivera Garza, se menciona el surgimiento de una nueva toma de consciencia sobre la fuerza de un cuerpo, ahora como peligro para el otro. Apunta la autora que “la ilusión de no tener cuerpo, a la que contribuyen pastillas y medicamentos varios, conduce a la ilusión de no tener otra conexión con el mundo que no sea la conexión electrónica” (Rivera, 2020). Lo cual considero incluso material para una mala película de suspenso en la cual tal ilusión se extiende después de la muerte y genera una especie de fantasma cuya desconexión electrónica no ha sido realizada y sigue teniendo actividad en su perfil de Facebook. Afortunadamente, si es que se puede usar este término en medio de una pandemia, este caos trae consigo lo que Rivera Garza menciona como la rematerialización, aquella que nos recuerda que los objetos y las personas son presencia física e implican una serie de relaciones que impactan a los cuerpos de una u otra forma. Recordar que existe un mundo que duele, con virus o no, pero que también disfruta con la presencia del otro, puede ser uno de los grandes cambios que esta situación trae consigo. Será cuestión de ver qué hacemos con esto a partir de este punto de quiebre de la “normalidad”.
Comencé este recorrido con la pregunta: ¿Cómo sería mi funeral en la época del COVID-19? Preocupación que, creo, en éste o cualquier escenario no me va a tocar decidir. Sin embargo, sé que en el caso de morir hoy o en cincuenta años, si mi ceremonia de despedida tiene que ser virtual, espero que no sea en una plataforma patrocinada por una marca de hamburguesas que coloque sus anuncios a medio evento; de ésas que solo transmiten sin interrupciones en sus versiones premium, con una especie de suscripción con oferta al tercer familiar fallecido. Espero poder morir oficialmente en todas las plataformas, no ser un fantasma virtual y, de ser posible, que a mi familia le entreguen alguna flor real de mano a mano; una maceta tal vez, pero que no solo envíen flores a distancia o gifs de rosas blancas.
Facebook. Servicio de ayuda. Información sobre cuentas conmemorativas. Consultado el 17 de abril de 2020 en https://www.facebook.com/help/150486848354038
Instituto Mexicano del Seguro Social. Preguntas frecuentes del otorgamiento de servicios funerarios de Velatorios IMSS. Publicado el 6 de septiembre de 2019. Consultado el 16 de abril de 2020 en http://www. imss.gob.mx/preguntas-frecuentes/servicios/velatorios
Ordaz Díaz, A. Este es el protocolo para funerarias por muertes de Covid-19 en México. Forbes México. Publicado el 31 de marzo de 2020. Consultado el 16 de abril de 2020 en https://www.forbes.com.mx/negocios-coronavirus-protocolo-funerarias-por-muertes-de-covid-19-mexico/ Rivera Garza, C. 2020. Del verbo tocar: Las manos de la pandemia y las preguntas inescapables. Revista de la Universidad. UNAM. Publicado en abril de 2020. Consultado el 17 de abril de 2020 en https:// www.revistadelauniversidad.mx/articles/6428d816-f2cf-420d-977e-c9c0f8fc7427/del-verbo-tocar-las-manos-de-la-pandemia-y-las-preguntas-inescapables?fbclid=IwAR0j1Yr9MfaoJJM00y55nTIdAoNMKheXoyOHjGjPS9VSSECX4qAgHnwEv_A
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la situación actual plantea un involucramiento distinto: la posibilidad de ser espectador del funeral de un ser querido desde casa.
Espero poder morir oficialmente en todas las plataformas, no ser un fantasma virtuaL
silencio
Lo dicho siempre muere, sí, pero el decir siempre será posible mientras el silencio lo habite. La palabra siempre es profanación porque aún en la ausencia puedo atravesarte
Lo divino es el cielo inalcanzable que sólo miro cuando cierro los ojos. Convivo con la oscuridad, este misterio nocturno que respira desde los hábitos de la carne. No existe alma que sea eterna, sino es por su cuerpo que debajo, dentro de la tierra se abre la flor de la putrefacción.
Sólo el amor es divino, porque sólo su beso lento puede corroerte y lo que se corroe duele, y lo que duele trae esperanza. Morir, es el único asunto por el que debería ocuparse la vida.
Y aceptar este beso que mata, será el silencio que habite la palabra que dé vida.
Este espacio vacío, esta oscuridad, esta enfermedad, esta ausencia tuya ha de llenarlo todo. Porque las lágrimas caen para ser hechizo que nos ordena levantarnos, porque la dignidad no es sólo de quien se levanta, sino del que da la mano. Y aquí, sin poder reparar la inevitable distancia de esta enfermedad, tu silencio me levanta .
La pandemia ya existía antes, que plagados de cercanía nos sentíamos solos, caímos enfermos de un egoísmo inescrutable. Y ahora, esta distancia que enferma nos salva. Porque nadie, ha de levantarse solo en esta promesa de silencio. José Vigil-Escalera
Seminario de Filosofía Política. Masculinidades Contemporáneas y Machismo 17 El mundo infectado
“No
Walter Benjamin
¿Y EL REGRESO A LA COTIDIANIDAD?
Por Luis Segura
¿Cómo se encontraba el mundo antes de la crisis del coronavirus? En crisis. ¿Y cómo hemos afrontado las crisis? Según advertían Karl Marx y Friedrich Engels desde 1848, en su Manifiesto del Partido Comunista, preparando las siguientes y disminuyendo los medios para prevenirlas.
Todas las crisis actuales parecieran brotar del seno de la pandemia y pertenecerle. Pero la historia no comienza ni termina con el COVID-19. Nuestro mundo es patológico desde mucho antes del coronavirus. La emergencia sanitaria se ha hecho presente en un estado determinado de las relaciones de fuerza; las cuales, por cierto, no se apoyan en ninguna constancia definitiva ni resultan tranquilizantes bajo condiciones normales.
Es cierto que el acontecimiento-pandemia nos ha obligado a salir de ciertos paisajes familiares hacia terrenos cuyas cuadrículas no estaban presupuestas ni presupuestadas. Pero no estamos en tierra virgen. La cotidianidad rapaz, que antes del coronavirus de por sí mataba por montones, quizás ni se enteró de que le están haciendo competencia. El hambre y la violencia, hasta donde sé, no se esfumaron durante la emergencia sanitaria, no declararon ninguna tregua en nombre de la salud pública, ni obedecieron a la consigna de quedarse en casa por la cuarentena.
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Nuestro mundo es patológico desde mucho antes del coronavirus.
es en absoluto filosófico el asombro acerca de que las cosas que estamos viviendo sean «todavía» posibles.”
© MientrasTantoEnMéxico
¿Qué está pasando, por ejemplo, con la gente aislada a través de las paredes, los reglamentos, los hábitos, las restricciones, las coerciones, las vigilancias excesivas y los encierros obligatorios? ¿Cómo establecer relaciones con lo que está fuera de toda relación? ¿Qué está pasando, también, con quienes viven al día y no pueden acumular medios de vida suficientes para quedarse en casa, o sencillamente no tienen casa? ¿Son acaso un peligro para la administración excepcional de la vida, o la administración normal de la vida es de por sí un peligro para ellos y para ellas? ¿No queda esa gente siempre expuesta y amenazada, no sólo por el virus, sino también por la calle? ¿De esas personas puede decirse si están fuera o dentro de las normas de salud pública? ¿No quedan acaso, en sí y para sí, exhibidas y en peligro? ¿No deberían tener un lugar en el cual poder resguardarse? ¿No deberían tenerlo aunque no hubiera coronavirus?
Ni siquiera quedarse en casa es una medida segura para todos. Mucho menos para todas. El hogar no es esa luz sin sombra del primer amanecer, ni representa un inmediato cese al fuego. La violencia doméstica es uno de los ladrillos que no suelen faltar en las casas -ni siquiera en aquellas que no son de ladrillo ―, aunque ello parezca no preocupar demasiado por ahora. ¿Qué pasaría ― pregunto ― si la violencia nos provocara tanto pavor como lo ha hecho la pandemia? ¿Cómo nos organizaríamos para frenarla? Lástima que estas preocupaciones no entren en el top de la agenda política emergente ni en primera plana de los medios masivos. Lástima, también, que esquivar las polémicas no elude los problemas.
La violencia doméstica es uno de los tantos fenómenos polémicos que no han brillado por su ausencia durante la cuarentena. Pero, sin lugar a dudas, no es el único. Otro es, por poner tan sólo un ejemplo más, el avistamiento de diversos animalitos rondando, a su modo ― y no al nuestro ―, por las grandes ciudades o por ciertos canales acuíferos. A partir de esto he escuchado, o más bien leído ― pues en estos tiempos de encierro resulta bastante difícil escuchar otras voces, además de las oficiales- en varios lados que “la pandemia somos nosotros”. Pero yo no me la creo. Lo que sí creo es que estamos enfermos de una cotidianidad asesina. Sin embargo, ésta no tiene por qué ser crónica ni tenemos por qué condenarnos a morir a manos de ella. Podemos vivir de otros modos; de modos que no conviertan la destrucción del planeta en “situación normal”, hasta el amargo momento en el que nos damos cuenta, a partir un virus invisible, de que nuestra verdadera excepción es ver el agua limpia.
De un tiempo acá se ha propagado, además del virus, cierto discurso que sostiene que el COVID-19 provoca tanto pavor porque “no estábamos preparados para algo así”. Entonces, a juzgar por nuestra tranquila indiferencia cotidiana, parece que estamos bastante preparados para las incontables e incontadas personas anónimas que, sin requerir infectarse de coronavirus, se convierten de manera masiva y sistemática en cuerpos sin vida ni sepultura. Cuando la muerte es provocada por un virus, todos los medios hablan de eso; cuando es provocada por políticas de Estado, a muchos no se les mueve ni una antena. Las cifras que ha dejado la pandemia provocan un terror inmensurable (y no es para menos), pero no a muchos parecen inmutar, por ejemplo, las cifras de los muertos de hambre cada año.
La acumulación de cadáveres, que precede por mucho a la pandemia, se vuelve indigerible con ella. ¿Será que no toleramos la muerte en masa de estos días sólo porque no podemos dejar de verla? Pero no sólo morimos por coronavirus. Cuando pase la emergencia sanitaria y los pobres del mundo sigan muriendo de enfermedades curables, como gripe o diarrea; cuando las cifras extraordinarias de la emergencia sanitaria vuelvan a ser las cifras ordinarias de los desaparecidos y las asesinadas, ¿nos seguiremos
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¿Qué pasaría —pregunto— si la violencia nos provocara tanto pavor como lo ha hecho la pandemia?
© Geovanny Mota. Otra Musica:Arcodeón (2016)
aterrando? Tal vez no, porque es parte de la cotidianidad para la que, al parecer, “sí estamos preparados”.
Después de la cuarentena obligatoria, ¿qué sigue? ¿Qué significa regresar a la cotidianidad? ¿No es la cotidianidad misma la manifestación del desastre y la violencia? ¿Cómo nos relacionamos cotidianamente con la vida? ¿No hacemos normalmente de ella un ser-para-la-muerte? Lo que habría que seguir pensando es, en todo caso, cómo enfrentar el desastre de lo habitual.
El problema de lo vital no se reduce al problema de lo viral. El asunto, creo yo, está fundamentalmente en otra parte: en la cotidianidad misma, a la que, por alguna razón, al parecer nos urge regresar. ¿A qué se debe –pregunto- nuestra prisa por volver a la rutina de lo salvaje? ¿Por qué preferimos conservarla, con su carácter cadavérico y su olor a sepultura, en lugar de transformarla? ¿Por qué hacer de ella algo inmortal? ¿Por qué dejamos que lo muerto entierre a lo que todavía queda vivo?
Similar a como hacen las vacunas contra ciertas enfermedades, deberíamos plantearnos cómo convertir aquello que hace fuerte a la cotidianidad en una frágil grieta por la cual y desde donde taladrarla; o quizás, siguiendo a Walter Benjamin, habría que convertirlo más bien en un potente freno de mano que pare este tren en pleno descarrilamiento.
Si, como advertía Benjamin, el estado de excepción es en verdad nuestra regla, ¿no habría que promover más bien la verdadera excepción? Es urgente que termine no sólo el confinamiento sanitario, sino también la normalidad de nuestra cotidianidad, a la que nos hemos acostumbrado poco a poco, y que no es mucho menos mortal y asesina que la pandemia.
El mundo seguirá girando después de nuestras cuarentenas. Pero, ¿cómo se moverá? ¿Hacia dónde? Tenemos que seguir eligiendo entre la vida y la muerte, entre la nuda vida y la vida digna. Nos corresponde la tarea de seguir injustificando la injusticia propia de nuestra cotidianidad, tan devastadoramente rota por relaciones de existencia perversas. ¿A qué le estamos apostando, por cierto, para salvar: a la vida o al sistema?
La batalla continúa y va mucho más allá de la consigna “quédate en casa” (aunque, por ahora, la incluye). No dejemos de reconocer lo indefinido, no sólo de la cuarentena, sino también del desastre cotidiano -sin que ello signifique, eo ipso, que jamás terminará-. Tampoco dejemos de reconocer que no puede ser el mismo desgarrado y desgarrador sistema que nos enfermó el que nos saque de esto.
Más bien que regresar a la cotidianidad, habría que plantearnos cómo zanjarla, cómo derrumbarla. Pero hagamos nuevamente la pregunta. ¿Cómo regresar, entonces, a la cotidianidad? Nietzscheanamente, respondería yo: a martillazos. Cuando por fin podamos salir de casa y reunirnos nuevamente con otros cuerpos, no lo hagamos solamente con ese frío y frecuentemente exagerado miedo inmunitario al otro que nos hace cubrirnos las manos con guantes de látex para arrojar, desde una sana distancia, un saludo inmaterial. Salgamos del confinamiento sosteniendo un martillo o dos, que «todavía» falta mucho por romper.
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¿Cómo regresar, entonces, a la cotidianidad?
Nietzscheanamente, respondería yo: a martillazos.
©Irán Plata. A Martillazo Limpio (2017)
Nuestra única
alternativa real es repensar el contagio.
Cultivar el contagio, exponernos al contagio y desobedecer para sobrevivir.
“
’’
— María Galindo
Galindo, M. (2020). Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir. En P. Amadeo (ed.), Sopa de Wuhan (pp. 119-128). Ciudad de México: ASPO.
GAY-FRIENDLY EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
Vivimos tiempos inusuales. Como lo dice Paul Preciado, nos ha tocado ser testigos del uso de distintas tecnologías biopolíticas para contener la propagación de la COVID-19. Aun así, el caso mexicano resalta por la heterogeneidad de su población, la cual dificulta el aislamiento a personas cuya supervivencia depende del trabajo diario y precarizado. Es en esa coyuntura que hoy nos toca quedarnos en casa, aunque no sin seguir produciendo y atendiendo los deberes fiscales que nuestro sistema exige. ¿Cómo lograrlo? “Problema de cada quien”, dijeron las élites.
En ese sentido, hemos visto nuestros planes inmediatos desvanecerse, planes que por cierto hacemos desde el privilegio. Personalmente añoraba la llegada del mes del orgullo LGBTTTIQ en junio para poder iniciar el trabajo de campo de mi tesina. No obstante, el pasado 1° de abril el Comité Orgullo y Dignidad de la Ciudad de México pospuso de manera indefinida la marcha de este año, y con ello, las actividades del mes. Este suceso no es aislado: otras ciudades y países han hecho lo mismo en atención a las medidas sanitarias que los gobiernos han implementado.
Tras contemplar ese escenario, empecé a recordar lo acontecido en las marchas del año pasado: miles de personas se congregaron en varias partes del mundo para ondear banderas arcoíris de distintas formas y tamaños. Las ediciones más concurridas contaron con carros alegóricos donde grandes empresas hicieron acto de presencia recordándole a la diversidad sexual que son gay-friendly. Hago énfasis en decir gay en lugar de LGBTTTIQ porque justamente ocurre eso: las propagandas se dirigen en su mayoría al hombre homosexual blanco de clase alta. Se dirigen al que sí les puede consumir, al señor homosexual que de maricón no tiene nada.
Y es que el binomio capitalismo/ heteropatriarcado lo hizo de nuevo: logró desarticular un activismo LGBTTTIQ contrahegemónico con, curiosamente, otra pandemia que cobró la vida de millones de personas. Estoy hablando del VIH, cuya letalidad radicaba (y radica) no en el virus, sino en el estigma. Desde entonces, se construyó la imagen del homosexual correcto y de su contraparte: el joto rezagado. De esa dualidad emanó un imperio arcoíris gigante que, según LGBT Capital, tendría un PIB de 3.6 billones de dólares en 2018 . Indudablemente el poder adquisitivo de (parte de) la diversidad sexual es inmenso y eso es algo que pocas empresas dejarán pasar. Por tal motivo, la llegada de junio (y sólo durante junio)
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hoy nos toca quedarnos en casa, aunque no sin seguir produciendo y atendiendo los deberes fiscales que nuestro sistema exige
Por Alejandro Gallardo Rodríguez ©Anonimo
significa dos cosas: ver sus logos retocados con filtros de arcoíris y contemplar la llegada de ediciones exclusivas de productos que celebran la diversidad y mercantilizan el orgullo.
Sin embargo, 2020 es un año distinto. Este junio no podremos salir a marchar y difícilmente generaremos la misma derrama económica que otros años. La pregunta es si las empresas nos seguirán abrazando como antes. Estamos ante la oportunidad perfecta para que nos prueben que su alianza es genuina y excede lo comercial. Por ello, me atrevo a nombrar algunas de las formas en las que las grandes empresas podrían hacerse presentes y medianamente reivindicar el protagonismo que le han arrebatado a los contingentes que sí son disidentes de la heteronorma.
Pero antes, me gustaría aclarar que escribo estas líneas cuestionándome si estoy pecando de ingenuidad por pensar que de algo sirve mencionar lo que las empresas podrían hacer. También lo hago preguntándome si no valdría más la pena que teorizara sobre lo que nos toca a las poblaciones LGBTTTIQ. Tras pensarlo detenidamente, me queda claro algo: nos corresponde hacer ambas cosas.
Por un lado, es necesario nombrar sus potencialidades de acción porque necesitamos hacer evidente la indiferencia del poder económico. Uno que ha cooptado al poder político a través del neoliberalismo, que a su vez imposibilita la construcción de un poder social articulado como lo pensaría Víctor Toledo . Por otro lado, nos toca reflexionar y reorganizarnos: debemos reconocer el daño que nos ha hecho esta mercantilización y volver a los niveles de politización que alcanzaron los contingentes de los setenta y los ochenta.
Teniendo mayor claridad para emprender esta labor, comienzo mi listado de sugerencias. En primer lugar, urge que las empresas hagan lo que les corresponde como empleadores: respetar los derechos laborales de sus trabajadores. Lo ideal es que esto no sólo sea desde lo que dicta el marco legal, sino desde lo que la simple lógica humana les diga. Es momento de
PENSAR EN QUIENES PROBABLEMENTE NO FIGURAN EN SU TARGET ROSA
solidarizarse y hacer lo que Alsea no hizo. Recordemos que dejar a una persona sin ingresos en plena crisis sanitaria es condenarla al desamparo. Si a eso agregamos las interseccionalidades de clase, de raza, de género y de preferencia sexual, el daño se agudiza.
En segundo lugar, es momento de que las empresas utilicen su lugar de privilegio sobre el Estado para presionarle a garantizar el abastecimiento de antirretrovirales para personas con VIH y de hormonas para las personas transgénero. Los tratamientos no pueden interrumpirse por el aislamiento, por lo que urge suministrar, en la medida de lo posible, las dosis suficientes para evitar el abandono de los hogares.
En tercer lugar, es importante atender las necesidades específicas de los grupos más vulnerables según la región. Esto implica pensar en quienes probablemente no figuran en su target rosa. Las propuestas pueden ir desde organizar colectas y donaciones para apoyar a las trabajadoras sexuales, hasta ofrecer espacios seguros para aquellas personas LGBTTTIQ que no tienen un hogar o una familia con la cual refugiarse en estos momentos.
En cuarto y último lugar, en. La cantidad de acciones que las empresas podrían emprender según sus características y posibilidades. Me parece que en esta contingencia casi cualquier medida aporta. Sólo una cosa es clara: la inacción reafirmaría la hipocresía de su alianza. ¿Qué haremos entonces? ¿Las invitaremos a la próxima marcha? ¿Seguiremos consumiendo el estilo de vida que nos han impuesto? La cuarentena nos invita a ocupar nuestro privilegio para pensarlo, discutirlo y socializarlo.
Preciado, P. (2020). Aprendiendo del virus. En P. Amadeo (ed.), Sopa de Wuhan (pp. 163-185). Ciudad de México: ASPO. Blanco, U. (2019, junio 28). Si la comunidad LGBT+ fuera un país, su economía sería 3 veces más grande que la de México. El Financiero. Recuperado de https:// www.elfinanciero.com.mx/economia/si-la-comunidad-lgbt-fuera-un-pais-su-economia-seria-3-veces-mas-grande-que-la-de-mexico Toledo, V. y Ortiz-Espejel, B. (2014). México, regiones que caminan hacia la sustentabilidad: una geopolítica de las resistencias bioculturales. Puebla: Universidad Iberoamericana Puebla.
El Financiero. (2020, marzo 20). Licencia voluntaria es una medida para evitar que se pierdan empleos: Alsea. El Financiero. Recuperado de https://www.elfinanciero.com.mx/empresas/licencia-voluntaria-es-una-medida-para-evitar-que-se-pierdan-empleos-alsea
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©Angie Amdrey Espejel
Un paracetamol, y ya quedó
Dieta balanceada
Dormir a tus horas
Hacer ejercicio
Higiene personal
Renunciar a los vicios
Cumplir con el tratamiento
Cumplir con la regulación
Angie Andrey Espejel
La salud es un concepto que aparentemente todos tienen muy claro pero, cuando se cuestiona cuáles son las características de una persona sana o saludable, se va enrareciendo el discurso. Usualmente la salud es comprendida como la negación de la enfermedad. Existe una dicotomía: la salud está en función de la enfermedad y se puede saber si una persona está sana si no cuenta con ningún padecimiento.
Aristóteles tenía una concepción de la salud ligada a su ideal de equilibrio, y consideraba que el bienestar del cuerpo era fundamental para una mente equilibrada; del mismo modo, la estabilidad mental se vería reflejada en un cuerpo sano, y todo esto llevaría a un alma virtuosa. Por otro lado, Hipócrates buscaba integrar lo psíquico con lo corpóreo por medio de la concepción de la patología humoral relacionada con los temperamentos (sangre-sanguíneo, bilis negra-melancólico, bilis amarilla-colérico y flema-flemático) (Rivera, 2003). La idea que existía de salud en la antigua cultura griega era una conjunción del cuerpo con la psique como unidad entera indivisible, en contraste con la dualidad cartesiana que concibe a la mente y el cuerpo separados.
Por otro lado, la OMS define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Esta definición tiene la bondad de ser multifactorial, pero la desventaja de ser ambigua y no llegar a precisar el término para emplearlo con certeza.
Un acercamiento para poder caracterizar la definición de la OMS lo ofrece el estudio de Sara Herrero y Lydia Madariaga en 2018, quienes efectuaron el desarrollo de un modelo para conocer el nivel de salud en Madrid. Sus variables consistían en: funcionamiento físico (determinado por el diagnóstico de los aparatos y sistemas del cuerpo), funcionamiento mental (valorado por pruebas psicométricas), funcionamiento social (determinado por la comunicación con el personal sanitario), el estado de comodidad (develado por el patrón del sueño), los recursos materiales (evaluados
por la economía personal y el acceso a la salud), el recurso tiempo (consistente en el tiempo que una persona cuenta para su cuidado), la presencia de signos vitales y la presencia de síntomas o dolencias (Madariaga, Herrero ,2018)
Con la determinación de estas categorías, las autoras afirman que la salud no es el objetivo de la vida sino un recurso para la vida. Por medio de este estudio se podría conocer una perspectiva objetiva de la salud en la población. No obstante, lamentablemente no pudo ser realizado porque no se hallaron las herramientas adecuadas y los recursos para emprender un cuestionario tan complejo.
Por otra parte, la salud puede ser entendida como un espectro en el cual una persona se encuentra más cerca o más alejada de estar sana. No es fijo, se encuentra en constante construcción. También existe una distinción entre estar sano y ser saludable: si una persona lleva una vida sin padecimientos pero enferma repentinamente, se puede decir que de momento no está sana pero es saludable. Así, pues, una persona puede llevar un estilo de vida que lo aleje de estar sano pero de momento no está enfermo, por lo que está sano mas no es saludable.
Estas distinciones son posibles porque se han instituido prácticas para conservar la salud, que fijan un estilo de vida bajo el cual se procura la no enfermedad; prácticas como una dieta balanceada, “come frutas y verduras”, hacer ejercicio para tener un cuerpo esbelto y sano, dormir tus ocho horas para tener un descanso reparador, contar con higiene personal para mostrarse presentable, y alejarse de los vicios: “choose life”.
¿Cómo establecer una dieta balanceada en México? Recordemos que es el segundo país con más pobreza alimentaria en Latinoamérica, y de acuerdo con la FAO, cuenta con 4.7 millones de personas en condición de subalimentación para 2019. No ha mejorado el panorama desde 2012, cuando, según la Encuesta Nacional de Salud, el 70% de los hogares en México se clasificaron en alguna de las tres categorías de inseguridad alimentaria. El 80.8% de los hogares que viven en el estrato rural fueron clasificados en algún nivel de inseguridad alimentaria. (The Hunger
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se han instituido prácticas para conservar la salud, que fijan un estilo de vida bajo el cual se procura la no enfermedad
Project, 2015). Realmente no tiene sentido indagar en las características de una dieta cuando la mayoría ni siquiera tiene asegurada su alimentación.
¿Cómo mantener la higiene personal en un país donde el 10% de la población ni siquiera tiene acceso al agua? De acuerdo con la UNAM en 2019, 12.5 millones de personas no tenían acceso al agua y, de las que sí tienen acceso, el 30% no cuenta con el volumen ni la calidad suficiente, imposibilitando el aseo personal y la limpieza (Lopez, 2019).
Ni hablar sobre tener un sueño reparador o hacer ejercicio, siendo México el país en el que más horas se trabajan de la OCDE. Realmente la mayoría de la población no suele tener mucho tiempo libre para formarse este tipo de hábitos.
Que la población no pueda cumplir con las recomendaciones que se emiten para tener una vida sana no necesariamente significa que no tenga salud. Estas imposiciones son regulaciones al cuerpo para alcanzar ciertos estereotipos de estilo de vida y, aunque sean incumplibles, la aspiración permanece y la normatividad de cuerpos continúa.
En tanto que si se cuenta o no con salud, una cuestión relevante es saber si la población tiene acceso a servicios de salud. Conforme al CONEVAL en 2010, el 33.2% de la población en México contaba con carencia por acceso a los servicios de salud (Fajardo, 2013); y para el 2018, según la CNDH, el 15.5% de la población no contaba con cobertura de salud (Rodea, F.,2018). La deficiencia en el sistema de salud es notoria, y la información disponible respecto a su funcionamiento no es clara y es difícil encontrar bases de datos. Sin embargo, seguido se escuchan rumores de gente que muere por negligencia a manos de las instituciones de salud, es por esto que en 2014, el artista Pablo Cobian, a raíz de la muerte de un familiar suyo por negligencia médica, se dio a la tarea de investigar muertes
similares y encontró 450 casos en la clínica 46 del seguro social en Guadalajara.
En México no se tiene acceso, ni a las supuestas prácticas para mantener la salud, ni a los servicios de salud. No es una cuestión que esté priorizada, por lo que en realidad no es relevante la salud mientras la población continúe siendo productiva para el sistema y sus cuerpos puedan laborar.
La salud es un concepto ambivalente que tiene que ver con el entendimiento del cuerpo. Por un lado se encuentra la gente que no tiene acceso a los servicios de salud o que simplemente no tiene el tiempo para notar el deterioro de su propio cuerpo, y se ven forzados a ignorar sus dolencias para continuar con el ritmo de vida impuesto. Por otro lado se encuentra la población que sí tienen acceso a servicios de salud y se ven envueltos en la dinámica de la industria sanitaria con todas sus vicisitudes. Es la paradoja de un cuerpo lo suficientemente sano para seguir trabajando pero no lo suficientemente sano para dejar de consumir productos de la industria sanitaria.
Ante esto cabe resaltar la crítica que hace Iván Illich respecto a la medicina institucionalizada, la cual tiene una acción política enmascarada que se instituye como empresa monopólica sobre la metodología y la tecnología de la higiene, donde la dependencia a los profesionales de la salud influye las relaciones sociales (Illich, 1975).
Illich plantea que este monopolio médico representa una amenaza, puesto que los efectos de la medicina inducen dolor, disfunciones e incluso angustia por la práctica de procesos riesgosos a los que llama yatrogenesis o enfermedades yatrogénas, que son aquellos padecimientos derivados de los rituales clínicos que el autor afirma que no son diferentes de los exorcismos (Illich, I.,1975). La negligencia médica llega a tal grado de despersonalización terapéutica que, al practicar procedimientos de alto riesgo, lo que haya podido salir mal es considerado un simple error aleatorio humano, en vez de analizar las implicaciones en la vida de las personas.
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no tiene sentido indagar en las características de una dieta cuando la mayoría ni siquiera tiene asegurada su alimentación
©Agencia Prensa Rural
A pesar de existir procedimientos eficaces, los daños clínicos son más altos que los beneficios, pues la práctica de procesos enfermantes y medicamentos tóxicos producen no-enfermedades, que son incapacidades resultantes del intento ineficiente de curar. De esta forma, la medicalización de la salud en una civilización superindustrializada elimina la autonomía de prestar atención a la salud e inhibe la posibilidad de curarse a uno mismo.
Illich ofrece una visión de la pandemia. Principalmente, define el estado de salud general como una variable determinada por el ambiente, conformado por la alimentación, la vivienda, las condiciones de trabajo, la cohesión del vecindario y los mecanismos culturales (Illich, 1975). Por esto las pandemias únicamente hacen visible el disfuncionamiento sistémico. Aun cuando se ha dado un avance sanitario y se hayan desvanecido los viejos factores patógenos, surgen otros y se incorporan nuevas prácticas, nuevos fármacos, medidas higiénicas modernas, ya que el desarrollo de las enfermedades trae consigo el cambio de costumbres.
Esto es un hecho observable, pues con la entrada del Covid-19 se han modificado las dinámicas de interacción social, y esto puede incurrir en la adopción de nuevos hábitos que se asimilen a la cotidianidad. No se sabe si la gente continuará haciendo uso del gel antibacterial con la frecuencia que se está usando ahora, o si habrá dejado atrás la costumbre de saludar “de beso”. Puede suceder que los sistemas de salud se adapten a nuevas estructuras para poder hacer frente a este tipo de enfermedades respiratorias, y que el diseño de una nueva vacuna se incorpore de forma obligatoria a la cartilla de vacunación.
Para finalizar, el concepto de salud es ambivalente. Un ejemplo de este hecho lo expone el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, quien afirma: “Solo los ricos se contagian de Covid-19, los pobres somos inmunes” (Animal Político, 2020). Pese a que fue altamente criticado, sus palabras llevan algo de razón, pues son los ricos los que se preocupan por su bienestar, mientras que los pobres son vistos como cuerpos explotables y desechables. No es que no se contagien, es que probablemente ni siquiera se dará a conocer debido a su falta de acceso a la industria sanitaria.
No obstante, aquellos que no cuentan con acceso a servicios de salud tienen su propia concepción de salud y han generado otros medios de sanación, que muchas veces tienen una fundamentación ritualística basada en su fe y las relaciones comunitarias en las que están inmersos.
La condena del aislamiento puede ser un buen espacio para replantearse los conceptos de salud y enfermedad, que son más bien psicosomáticos y se originan en la colectividad, no de forma individual y espontánea. Esto nos obliga a pensar en cómo nos cuidamos y cuidamos de los demás. ¿Cómo podemos procurar nuestro bienestar mediante nuevas interacciones?
Referencias
Animal Político (2020). “Solo los ricos tienen riesgo de contagiarse de COVID-19, los pobres somos inmunes”: Barbosa. Recuperado de https://www.animalpolitico.com/2020/03/ barbosa-puebla-covid-19-ricos-contagio-pobres/ Fajardo, G. (2013). Acceso efectivo a los servicios de salud: operacionalizando la cobertura universal en salud. Recuperado el 17 de abril de 2020, de saludpublica.mx: http://www. saludpublica.mx/index.php/spm/article/view/7415/10858
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Seminario de Filosofía Política. Masculinidades Contemporáneas y Machismo 27 El mundo infectado
las pandemias únicamente hacen visible el disfuncionamiento sistémico
CUARTA TRANSFORMACIÓN, PANDEMIA Y GUERRA ECONÓMICA EN MÉXICO
Jorge Álvarez Méndez
necio preámbulo
La lucha política en México, traducción de la disputa por los intereses de clase opuestos, ha perfilado sus contornos al límite de la nueva crisis del capitalismo a nivel mundial, en medio de una pandemia, juzgada como chivo expiatorio de este episodio dentro de una larga recesión. Varios ejes recorren cómo ha de resolverse, y han mostrado elementos en juego: capital vs. trabajo, interés público vs. interés privado, competencia vs. cooperación, globalismo vs. Estado-nación, libre circulación vs. restricciones arancelarias. Muerte vs vida.
¿En cuál de ellas es posible no hallar las marcas del interés de clase social? Con referencia a la conceptualización clásica de propiedad o no-propiedad sobre los medios de producción, sin más. Desde luego, con todos los matices, luces y sombras presentes en el actual escenario histórico; además de las dimensiones culturales, políticas, jurídicas y sociales tal como se articulan. Para recorrer el derrotero del proceso político en México dentro de una contingencia sanitaria envuelta en un nuevo episodio de crisis –en el marco del antagonismo de claseténgase en cuenta el arrinconamiento ideológico y organizativo del trabajo asariado, implementado mediante manual de choque del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Esta acotación se precisa como la situación estructural, cuyas derivas en diversos ámbitos, se ocultan para velar mediante categorías difusas (trabajo inmaterial, informalidad, subempleo), un estado de cosas con mayor explotación y precarización en la reproducción de la fuerza de trabajo y el crecimiento del ejército industrial de reserva. Se fue consumando ésta acrecentada opresión bajo procesos de liquidación de derechos colectivos, derribo de instituciones públicas de amortiguamiento de tensiones, expropiaciones de riqueza social y represión. Incluso se amplió el antagonismo recurriendo a formas de acumulación originaria. Se podría resumir como el recrudecimiento de la violencia institucional.
En otro orden, propuestas teóricas como la posmodernidad fueron difuminando en sus estudios e investigaciones dentro de las universidades, categorías como la de clase social para poder acceder a un entendimiento del conflicto social: el retorno de subjetividad y de la alegalidad de los fenómenos, y con ello de la crítica irracional a la razón.
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la construcción de un monstruoso
poderío militar y de un orden financiero fetichizador y depredador del binomio
naturaleza-humanidad
Cuarta transformación
Amayor nivel de desorganización política, cultural e ideológica de los trabajadores como clase, el capital perfeccionaba una imponente maquinaria de dominación en todos los órdenes de la vida: desde la conquista de una cotidianeidad consumidora y reproductora de los discursos hegemónicos, hasta la construcción de un monstruoso poderío militar y de un orden financiero fetichizador y depredador del binomio naturaleza-humanidad. La guerra contra el narco sintetiza trágicamente estas derivas del gran capital para imponerse, pero sobre todo para reproducirse y dar salida militarizada a la crisis en su episodio 2009. Pero la resistencia a esta potencia destructiva, tomaba privilegiadamente al escenario electoral para continuar o romper con el neoliberalismo, esto es, con la dominación de la oligarquía financiera.
Una gran víctima de las políticas neoliberales fue el sistema de salud pública, y ahí se tornó brutal. Lo mismo en la educación, acceso a los servicios públicos. El viejo desarrollismo (1940-1970) volcaba importantes excedentes para fortalecer por vía de la inversión pública, al mercado interno: incorporaba a la ficcional clase media, burocracia y contingentes asalariados como invitados de un artificial consenso. Desde luego, sin graciosas dádivas y sí al calor de la lucha social protagonizada por sindicatos, organizaciones campesinas, movimiento estudiantil e incluso importantes batallas de corte ciudadano. Lo mismo desde el movimiento armado derrotado por la guerra sucia, y sin faltar, la irrupción del EZLN.
Esta agenda pendiente, acrisoló en un frente heterogéneo al movimiento lopezobradorista de larga data. Sin considerar sus episodios regionales como el Éxodo por la democracia, en el plano nacional se desarrolla desde el desafuero a López Obrador en 2005, atraviesa la presidencia legítima en 2006 contra el fraude electoral calderonista, la defensa del petróleo, y en suma tres campañas por la presidencia de la República hasta su actual ejercicio de gobierno desde 2018. Sin abundar en ello, se puede apreciar ahí una lucha por la hegemonía en México.
Al erosionarse los sindicatos como crucial referente de cohesión respecto de los trabajadores, se desmantela la contratación colectiva, y aquí, de la salud pública. En términos generales, aquí se define una importante dimensión para abaratar la fuerza de trabajo en cuanto a la atención de padecimientos, la medicina preventiva, el aprovisionamiento de fármacos, entre otras cuestiones vitales, literalmente. El capital socializa así estos costos de reproducción de la fuerza de trabajo, pero como no hay relaciones lineales, la clase explotada también se apropia de porciones de la riqueza por medio de la seguridad social.
Se desactiva la exigencia de elevar los salarios, si se carga fiscalmente al sistema de salud pública la mejora en las condiciones de la reproducción de la fuerza de trabajo. Es así hasta cuando aparece el programa de la privatización de la salud pública: subrogación de servicios médicos, de producción de fármacos y vacunas, combinada con la subcontratación de trabajadores para tareas conexas. Además de todo, con el desfinanciamiento de las instituciones y la transferencia a la banca privada de los fondos para el retiro de los trabajadores. No es necesario estirar hasta el extremo del esquema sanitario en Estados Unidos, para encontrar la cara feroz de la privatización. Brevemente, se trata del pasaje
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de las jubilaciones a las Afores, y de los servicios universales al seguro popular, y de este al Instituto de Salud para el Bienestar.
Es el pasaje yermo donde la pandemia sienta sus reales para la devastación de las condiciones de vida al sacrificio a las deidades de la oligarquía financiera: individualismo exacerbado, ganancias extraordinarias, monopolio, depauperación generalizada.
Guerra económica
El programa de inversiones públicas actual, no lo dirige la cúpula empresarial, forzada a aceptar el incremento al salario mínimo en términos reales (en caída desde 1976), pero favorecidos en el mercado interno con las transferencias desde los programas sociales de cobertura universal. Grandes tensiones se provocan para redirigir el curso de la apropiación de los ingresos públicos.
Una ojeada al discurso de los medios financieros es harto elocuente de cómo los intereses afectados por el programa económico de la Cuarta Transformación, se expresa en la coyuntura.
Hasta ahora, el gobierno federal solo ha anunciado apoyos en créditos por 25,000 millones de pesos (mdp) a microempresas pero ningún apoyo fiscal concreto para el sector formal de la economía. Esta decisión ha sido criticada por distintos bancos como Bank of America y Goldman Sachs, quienes han dicho que la falta de estas medidas contracíclicas serán un lastre para la recuperación económica (Expansión; 2020).
La revista contrasta estas medidas con las adoptadas en EU, Reino Unido y Francia, además de algunos países de América Latina (como Argentina, Brasil y Colombia). Y recetan un pronóstico de caída en el PIB del orden de hasta 8 por ciento. Revelan la agonía de la concepción neoliberal sus fuentes y su enorme sesgo normativo. Señala, además, citando a Bank of Amerika, su advertencia: “la baja en la calificación soberana de México será de forma más rápida a lo anticipado y asegura que las perspectivas de las agencias calificadoras solo pueden ser negativas”. (Id) ¿Análisis científico? ¿Rigor teórico? La predicción del oráculo se hace de la mano de la econometría y de modelos matemáticos sofisticados, cuya implementación denota ya una determinada postura ideológica. Los dueños del Olimpo lo son también del oráculo de Delfos.
Como dato adicional Moody’s bajó la nota a México a “Baa1” (con la anterior de A3); acoplándose a la recalificación de Fitch, también a la baja. Evidentemente, el anunciado por AMLO, no-rescate del gran capital (en particular del financiero), hace palpable cómo las valoraciones de las agencias no constituyen una ciencia exacta ni mucho menos
Nadie debe pedirle eso a la principal entidad del capital bancario estadounidense. Señalar las muy próximas notas de las agencias calificadoras, es autorreferencial (“espejito, espejito…”). Grandes bancos, fondos de inversión, bolsas de valores y agencias calificadoras juegan en el mismo equipo, pero también son el árbitro y quienes ponen las reglas en el Monopoly del capital ficticio, ordenado globalmente desde la City neoyorquina (y también londinense). Notas volátiles en cuestión de días, pero se irán yendo a la baja, mientras no funcionen como medida de presión para modificar el rumbo de la
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©José Luis González / Reuters
redistributiva en curso.
Se trata de posturas coordinadas desde un su centro neurálgico, es decir, el FMI. El Fondo requiere seguir inundando de deuda a los países en la coyuntura de larga recesión. Su discurso, contranatura a sus políticas, ahora adquiere dramático acento humanitario. Sí. El mismo organismo financiero que ordenó recortes en el gasto público, seguidos paso a paso por gobiernos partidarios de salvar al capital mediante la privatización de la educación, la salud, la seguridad social y los servicios públicos. Y dice:
A medida que este financiamiento de apoyo a presupuestos públicos sumamente restringidos llega a los países necesitados, apelamos a conceder máxima prioridad al gasto sanitario. El pago de los salarios de médicos y enfermeras, el respaldo a hospitales y salas de emergencia, el establecimiento de clínicas de campaña improvisadas, la compra de equipamiento de protección y equipos médicos esenciales, la organización de campañas de sensibilización pública sobre medidas sencillas como el lavado de manos: todas estas son inversiones críticas para proteger a las personas contra la pandemia (Georgieva, K., y Adhanom T. 2020).
Lo público-lo público-y-al final: lo público. Se quebraron las institucione s de atención sanitaria en una acometida casi bélica contra la recuperación de la fuerza de trabajo asalariada para ponerse en condiciones psíquicas y fisiológicas de seguir siendo explotada (por ende, abaratándola), con carga al erario público.
Esta redefinición hegemónica ha colocado en el frente mediático a un contendiente de primer orden, en sus intelectuales orgánicos y sus voceros en el periodismo digital, impreso y electrónico. Otros regimientos importantes se conforman por investigadores, creadores en el ámbito cultural y académicos. Las fake news son apenas una expresión al alcance de quienes pueden acceder a internet.
No obstante, en esa disputa los partidarios de la guerra económica y del derribamiento de la presidencia de AMLO, no han podido apropiarse de un baluarte bien significativo como lo es la lucha contra la corrupción. Su pervivencia da cuenta de la dupla neoliberalismo-corrupción para sostener la expropiación de los expropiados hasta magnitudes dignas de las mejores prácticas en su ejercicio a nivel global.
Los grandes capitalistas en México tienen una disyuntiva: derribar a un gobierno con consenso, y que se mueve en la institucionalidad o pactar con él para evitar un desbordamiento social. Máxime, cuando en la Constitución se tiende a rebasar la democracia formal representativa, al aprobarse figuras como las de revocación de mandato en una pugna por alcanzar vías más vinculadas a democracia participativa.
Expansión. (2020). México está rezagado en apoyos fiscales para reactivar su economía. Recuperado de: https://expansion. mx/economia/2020/04/08/mexico-rezagado-apoyos-fiscales-para-reactivar-economia Georgieva, K., y Adhanom T. (2020). Algunos dicen que la disyuntiva es salvar vidas o salvar empleos, pero se trata de un falso dilema. Recuperado de https://www.imf.org/es/News/Articles/2020/04/03/vs-some-say-there-is-a-trade-off-save-lives-orsave-jobs-this-is-a-false-dilemma
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Se trata de posturas coordinadas desde un su centro neurálgico, es decir, el FMI.
política
Reuters
PANDEMIA Y DISCURSO: UN LLAMADO A LA SERENIDAD
Billy López
Pensar en contextos de crisis maximiza las dificultades a las que de por sí ya se enfrenta el pensamiento.
La obnubilante normalidad, gobernada por seguridades ficticias y felicidades de superficie, se ha visto intempestivamente suspendida en los últimos días por un estado de peste de difícil determinación. Nuestro habitus ha sido transgredido.
Esto, de suyo, implica un trastorno de lo cotidiano, así se forme parte de quienes pueden quedarse en casa —con o sin home office—, o de quienes han quedado expuestos a la nuda vida por dedicarse a actividades esenciales o por carecer de importancia, siquiera, para ser tomados en cuenta por los cálculos gubernamentales. En México, la sana distancia o quedarse en casa constituyen acontecimientos discursivos que, de una u otra manera, se han posicionado en medio de las actividades cotidianas, alterándolas; gracias a ellos, el otro se ha vuelto objeto de nuestra sospecha permanente, de nuestra vigilancia, nuestro enjuiciamiento y amonestación.
Junto con este par de acontecimientos discursivos —que se suman al archivo lingüístico de nuestra época para delinear y controlar las actividades económicas, sanitarias y securitarias de la población— han aparecido, como estampida, diferentes discursos tratando de posicionarse como punta de lanza frente a lo que se ha nombrado como una pandemia que suscita un estado de emergencia sanitaria.
los verdaderamente asustados son los asustadores
En su gran mayoría, estos discursos pueden comprenderse en dos grandes vertientes: quienes ven en la pandemia la oportunidad para endurecer y extremar las condiciones de control y disciplina instaladas por la gubernamentalidad contemporánea, y, por otro lado, quienes ven en ella una oportunidad privilegiada para enfrentar y modificar las perniciosas formas de producción económica y política contemporáneas. Dentro de estos dos extremos hay, por supuesto, infinitas posiciones con infinitos matices.
Y, mientras, la angustia no para. En casa, en la calle y en las redes sociales, la zozobra se ha apoderado de las personas. Presos de una impresionante
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producción discursiva que en diferentes registros gira en torno al acontecimiento de la pandemia, la gente no para de lavarse las manos, de usar gel desinfectante, de tratar de alejarse lo más posible de los otros y de sacar adelante las tareas pendientes (la hiperproductividad en la emergencia es una de las más grandes angustias en diferentes niveles).
El acontecimiento discursivo pandemia ha sabido, en México, posicionarse por encima de los feminicidios, la violencia del narco, el asesinato de activistas ecológicos, la desaparición de personas, el extractivismo, y la profunda desigualdad social y económica; y no es que hayan cesado. Lo que importa, por ahora, es el virus, sus efectos, la salud, la prevención, el número de enfermos y decesos, aplanar la curva.
Habría que recordar que ningún acontecimiento es un hecho, que ninguna realidad se impone frente a otra más que por medio de la violencia y la anuencia frente a ella, que los acontecimientos discursivos se materializan de diferentes maneras y por innumerables vías, y que la mejor manera de hacerles frente es mediante formas de producción discursiva estratégica que instaure nuevas prácticas ético-políticas que avancen en otra dirección.
Se podrá decir que estas líneas se inscriben, tímida y vagamente, dentro de los discursos emancipatorios que intentan hacer frente a la crisis. Quizá así sea; no obstante, su finalidad es otra.
Estas líneas no son siquiera una invitación a adoptar una posición, son más una confesión.
Comprender la situación desde la instauración de sus propias discursividades coadyuva a recordar que toda realidad se instaura así, y que nuestra actitud frente a los diferentes acontecimientos depende de nuestras propias estrategias discursivas —aprendidas o inventadas— para hacerles frente.
El Covid-19, indudablemente, está ahí, así como la discursividad gubernamental y sus estrategias que velan por la economía, la salud y la seguridad. El virus ha visibilizado muchas de las injusticias y paradojas de nuestras formaciones políticas. El mundo no ha cambiado radicalmente, pero sí se ha desplazado. En ese desplazamiento, se han abierto nuevas posibilidades para conectarnos con nosotros mismos, con los otros, con el hogar, con los dispositivos tecnológicos, los deberes y las aficiones, incluso —y sobre todo— con las propias convicciones.
Después de algunos días de encierro, se impone la necesidad ineludible de guardar la calma y cultivar la serenidad, recordando que toda realidad es una producción discursiva, y que siempre podemos re-habitar y re-significar todos esos espacios —físicos y no— que la obnubilante normalidad nos había estado robando durante los últimos días, meses, años, vidas.
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©Pixar Animation Studios (2001)
SERENIDAD
El virus ha visibilizado muchas de las injusticias y paradojas de nuestras formaciones políticas
Ciudad de México, 6 de abril de 2020.
CRISIS DEL CORONAVIRUS, CAPITULO UNO: COLAPSO
Estos días, en lo que leo y hablo encuentro un gran contraste entre dos visiones extremas: aquella de los que afirman que nos hallamos ante “la gran transformación” y la otra de quienes sólo ven un paréntesis embarazoso… Me hallo entre ambas visiones. Vaya por delante que nos falta perspectiva, ya que ni siquiera sabemos realmente: ¿Cuánto durará esta crisis?, ¿cuántas personas morirán?, ¿qué consecuencias a corto plazo tendrá? y ¿cuánto durará el confinamiento? En todo caso, no cabe duda de que no se tratará de un mero incidente en nuestras vidas ni en la Historia de la humanidad. Tampoco parece probable que todo cambie 180 grados en unos meses… Las resistencias de los subsistemas humanos y la lentitud en los cambios cosmovisionales lo impedirán. Lo que sí parece claro es que cuanto mayor sea la gravedad de esta crisis (en términos sociales, humanos, temporales y económicos), mayor será el impacto de los cambios. Y dado que
parece que los Gobiernos no están diciendo realmente cuál es esa gravedad, parece que las consecuencias serán mayores de lo que podría parecer a resultas de sus declaraciones.
Las ideas se agolpan en mi mente, pero la primera palabra que me viene es “colapso”. Este concepto no es nuevo, y es un tema que gran parte de nuestra comunidad científica lleva trabajando hace tiempo. En particular, desde el ámbito de la ecología social, la economía ecológica y la ecología política, es una variable posible. Gran parte de la comunidad científica de ámbitos vinculados al estudio de la crisis medioambiental la reconoce como probable. En particular, aunque no sólo, respecto a la emergencia climática, también en relación con la crisis energética que el intento de evitar aquella conllevaría —salvo veleidades energético-nucleares—. Estos estudios analizan cómo podrían colapsar todos los subsistemas humanos y, por tanto,
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Por Pablo Font Oporto Texto original en Acción Politeia1
1 Para mayor información visite la página oficial de Acción Politeia en https:// accionpoliteia.blogspot.com/2020/04/crisis-del-coronavirus-capitulo-uno.html
la civilización tal como hoy la entendemos (occidental globalizada), si se produjesen los hechos que todos los datos están confirmando en el campo medioambiental.
Es obvio que en estos días el sistema ha colapsado. Empezando por las cadenas de suministro de materiales sanitarios y los sistemas de salud públicos en las zonas más afectadas, pasando por las cadenas de suministros del sector industrial, hasta la reciente paralización de todos los sectores productivos no esenciales, e incluso los problemas sociales o de seguridad ciudadana que han empezado en algunas zonas con protestas sociales (saqueos a supermercados en el sur de Italia, por ejemplo). Pero el colapso no afecta sólo a la economía real (otro día hablaremos de la financiera), sino también a otros ámbitos, como el que en cierto modo (a pesar del sobrehumano esfuerzo de la comunidad docente) está sufriendo el sistema educativo, los psicológicos del personal sanitario, y los posibles de ese mismo tipo en ciertas poblaciones de riesgo o en cuidadores de colectivos vulnerables. Por no hablar de la situación mental que gran parte de la población puede sufrir cuando de la noche a la mañana se le ha confinado en casa sin una previa preparación (y que explican algunos — no todos— de los incumplimientos insolidarios que todos nos apresuramos a condenar). Circunstancias que se pueden agravar cuando las medidas de excepción se alarguen, como parece, en el tiempo. Más difíciles de encajar en nuestras sociedades occidentales, menos habituadas que las orientales en la sujeción a la colectividad.
Es verdad que por el momento no parece que se haya producido un colapso económico o social completos, y, por el momento también, no se produce en el plano político (al menos en Europa, pero permanezcan atentos a la evolución de las negociaciones en la UE), ni securitario, ni energético ni agroalimentario (estos tres son clave).
Por tanto, no es una situación de bloqueo completo, pero es, si lo prefieren ustedes, un “simulacro de colapso” o, al menos, uno controlado (esperemos, si no, échense a temblar). Pero cuando se produce un
microcrisis de dimensiones cada vez mayores
cortocircuito en un espacio destinados a grandes eventos es la mejor oportunidad para revisar no sólo todas las instalaciones eléctricas sino también todos los sistemas y medidas de seguridad. ¿No? Pues bien, nos encontramos antes una situación lamentable pero que nos ofrece un marco paradigmático para estudiar cómo podríamos evitar una caída civilizatoria completa, o al menos, cómo podríamos atemperarla.
Al respecto, si se compara esta situación con los estudios referentes a posibles colapsos socioambientales que analiza la comunidad científica, llaman la atención varios paralelismos. En primer lugar, la imprevisibilidad ante el mismo es en muchas ocasiones producto de su llegada a través de una cadena de pequeños hechos concatenados que no son interpretados adecuadamente. De tal modo que se permanece a la espera de un rápido tsunami que nunca llega o, al menos, que, cuando llega, nos pilla ya con el agua al cuello. Todas las investigaciones apuntan a que no se producirá, al menos de momento, una situación apocalíptica ambiental que, cual perfecto Armagedón, imposibilite la reacción ante una catástrofe de dimensiones inabarcables sucedida sin previo aviso. Más bien, se habla de la sucesión permanente de pequeñas microcrisis de dimensiones cada vez mayores. Como una especie de aumento progresivo y continuo del oleaje, con picos puntuales en los que puede haber galernas que cuando acaban no es sino para dar paso a nuevas tempestades más fuertes… ¿Les suena?
La segunda cuestión sobre la que es posible detectar un cierto paralelismo es la falta de preparación, la cual se debe a la negación de los hechos o a la confianza en las posibilidades del ser humano. Esto es algo típicamente moderno, en el sentido de que pertenece a la cosmovisión surgida desde la Modernidad, que cree en el progreso continuado del ser humano, dueño de su destino. “Saldremos de esta, como siempre hemos salido”. Hay aquí evidentemente una negación de la realidad, cuestión sobre la que esperamos escribir en la siguiente entrega.
El tercer ítem en el que cabe observar similitudes entre este simulacro de
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© Amin-Moshrefi
se habla de la sucesión permanente de pequeñas
hundimiento y los estudio sobre posiblemente, uno socioambiental, es la desigualdad en la que se reciben las consecuencias de este. Desde el inicio de esta crisis llevo intentando escribir unas reflexiones urgentes, pero ser padre de dos niños pequeños es una gran dificultad. Aunque evidentemente no puedo quejarme, si miro alrededor. El desigual impacto de la crisis puede verse en cómo afectó (al menos, hasta la prohibición de las actividades económicas no esenciales) a determinados trabajadores/as que no pueden teletrabajar, a los/las que sufren ERTES, a los ya previamente desempleados/as, a los colectivos vulnerables, a la infancia, a los/ las dependientes, a los/las mayores con o sin demencias, a las personas con discapacidad o con trastornos de la conducta. Evidentemente, los y las sanitarios y los miembros de los servicios de emergencia están en primera línea de fuego, pero mucho habría que hablar sobre la estabilidad y las condiciones sociolaborales de estos colectivos. También se juegan el pellejo personas que no sólo no estaban a priori vocacionadas para pelear en esta guerra, sino que tampoco gozan de dicha estabilidad ni buenas condiciones laborales.
No cabe duda: no es lo mismo pasar la crisis con teletrabajo, en una casa grande, y sin problemas económicos, que como cuidador de personas dependientes, en pisos microscópicos en barrios marginales, en el entorno de familias grandes con todos sus miembros en situación de desempleo, vulnerabilidad y tal vez con otros problemas sociofamiliares (Save the Children está publicando datos al respecto). Sin embargo, el confinamiento se ha dictado para todos por igual. La igualdad en las medidas una vez más nos remonta a la desigualdad en las condiciones de cada persona o sector social. Esto nos devuelve a eras pretéritas, pero es claramente la situación de bloqueo que podría dibujarse en un posible escenario a futuro, en el que las clases privilegiadas no sufrirían de la misma manera los efectos de la crisis medioambiental. Es más, ya lo están sufriendo los colectivos más débiles de los países empobrecidos. Esa desigualdad, que parece máxima, tiene evidentemente ciertos
límites: ante un escenario de colapso total (que afecte a todos los subsistemas humanos) y global (en términos de extensión planetaria), no cabe defensa posible, ni siquiera por parte de los más poderosos. Eso lo hemos podido también atisbar estos días en el fallecimiento de personas famosas o poderosas en términos socioeconómicos.
Este ensayo de hundimiento nos ha golpeado en el rostro, pero es sólo una pequeña muestra de algo que podría ser mucho peor7. Un aviso de algo que tal vez podría irse manifestando, como ya se ha apuntado, en forma de nuevas crisis parciales. La cuestión es: tras la superación de esta crisis, ¿seremos por fin conscientes de que un colapso mucho más grave es inminente si retomamos la senda anterior?
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También se juegan el pellejo personas que no sólo no estaban a priori vocacionadas para pelear en esta guerra
7. Antes del cierre de este texto he encontrado un texto que aborda la crisis del COVID-19 desde la perspectiva del colapso y que recoge una amplia bibliografía sobre el tema del posible colapso de nuestra civilización no sólo medioambiental, y posibles relaciones entre este y la emergencia sanitaria actual.
puentes: emerger en la emergencia
Por ROBELO A. R. ZERÓN
En la crisis parece que nada es posible. La paradoja está en que precisamente en ese momento todo es posible...
― Peter Pál Pelbart
Quiero plantear la idea del espacio no solo como un entorno que nos envuelve como cuerpos, sino también como un momento, un tiempo en el que estamos precisamente. Un aquí y un ahora.
Gloria E. Anzaldúa (2001) habla sobre los puentes como espacios transitorios: son pasadizos, conductos y conectores. Pero no pensemos en el puente como espacio material. Por eso planteaba esa lógica de espacio en la que no se sujeta a la percepción del entorno, sino también a formas de vivirlo a partir de la subjetividad del cuerpo. Pensemos el espacio como un aquí y un ahora para desarrollar la idea de que ese instante, ese momento, actualmente, se encuentra en crisis.
condición de posibilidad para que algo se inaugure. Promueve la invención de posibles.
¿Qué es la crisis? Etimológicamente, crisis deriva del griego krísis (decisión), del verbo kríno (yo decido, separo, juzgo). Designa el momento en que se produce un cambio muy marcado en algo o en una situación: en una enfermedad, en la naturaleza, en la vida de una persona, en la vida de una comunidad. Entonces la crisis se piensa como un momento de ruptura, discernimiento, de corte. Pero lo que quiero proponer es pensar la crisis justamente como un puente. Un espacio de unión. Un espacio de calma y al mismo tiempo de movimiento. Un espacio que puede ser habitado por neplanteras. Un espacio que permite transformaciones porque es inestable, impredecible, precario, en constante transición, porque es intermedio.
Peter Pál Pelbart (2009) concibe el estado de crisis no como un resultado de algo, sino como una condición para que algo suceda; no ruptura, sí unión (ibid.). Se convierte en un espacio de encuentro. La catástrofe no es el fruto de la degeneración, sino la
A partir de la situación que estamos viviendo quisiera poder repensar las prácticas del cuerpo individual. Paul B. Preciado (2020) comenta que el cuerpo individual está siendo bombardeado por información que lo vuelve un espacio vivo, un entramado de poder, y lo convierte en centro de producción y consumo de energía; o sea, que la frontera ya no se encuentra alrededor del cuerpo sino que ahora el cuerpo se vuelve frontera. Pareciera entonces que el actual momento de crisis que compartimos apunta a pensar que tenemos que enfrentarnos a un problema, y ese problema no sólo es el Covid-19, sino el problema del otro: el otro como el virus que invade nuestras fronteras.
Por eso propongo la idea de crisis como puente, porque nos han hecho creer que esta crisis es el resultado de algo y, por lo tanto, eso cambiará las políticas que permean nuestra subjetividad. Pareciese
Seminario de Filosofía Política. El mundo infectado
©De An Sun
pensar la crisis justamente como un puente. Un espacio de unión
©Dzana Serdarevic
ser que vemos esto como fin de algo: la gota que derramó el vaso. Creo que no es así, la crisis no es el resultado de algo. Más bien debe fabricar una serie de dispositivos que generen posibilidades, tal vez un ejemplo: de pensarnos desde otras posturas. Este momento es un espacio para abrazarlo y repensar nuestros cuerpos; no tenerle miedo al otro, sino cuidar de él. No estamos enfermos, no estamos mal; –Estamos bien–como dijo Bad Bunny, y estar enfermo tampoco es estar mal porque, entonces, ¿qué es estar bien? La condición actual permite pasadizos, conductos y conectores para la transformación. Si quieren que pensemos al cuerpo como frontera entonces rompamos con eso.
Johanna Hedva (2020) menciona, en uno de sus últimos textos: “si solamente algunas estamos bien entonces ninguna lo está” Es momento de cuidarnos, de abrazarnos, de extrañarnos. Como me dijo una vez mi profesor Luis Felipe Ortega: “el proceso de extrañamiento nos permite preguntar: ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué ocurre?”. Al (des) conocer nos permitimos habitar el puente juntos, para así crear en comunidad nuevas posibilidades. En el cuidado conocemos nuestros límites porque ellos son los lugares donde nos podemos encontrar mutuamente. La vulnerabilidad y la fragilidad es parte de la naturaleza: nos permite entender el lenguaje de nuestro tiempo.
emergencia urbana
Por Miguel angel méndez zapata
La salud tiene una relación directa en nuestros hábitos. Por ello, algunas lecturas macroscópicas pueden ayudarnos a entender que nuestras relaciones sociales están ligadas de manera codependiente con el entorno. Es esto, en efecto, el testimonio de nuestra existencia como animales políticos.
Es ya un hecho que las ciudades responden de manera cíclica a la historia: surgimiento, apogeo y decadencia. La caída puede ser provocada por, además de la guerra y la dependencia a la economía capitalista. Londres, Manchester o Liverpool sucumbieron ante el paso de la neumonía provocada por las fábricas textileras y algodoneras que se insertaban como parásitos dentro del aparato urbano. Afectando la salud de un sector proletariado en desventaja social y financiera, reflejado en las condiciones de hacinamiento y desnutrición. El interés mismo de la aristocracia y los poderes absolutistas por atender la salud fue una emergencia por la inminente muerte de la fuerza de trabajo. En perspectiva, esa miseria de la ciudad industrial victoriana inglesa influyó en el escrito del Manifiesto Comunista por Karl Marx y Friedrich Engels.
En el ámbito urbano, teóricos como Patrick Geddes con el concepto de
Anzaldúa, G. (2001). (Un) natural bridges, (un) safe spaces. Recuperado de: https://f.hypotheses.org/wp-content/blogs. dir/3462/files/2018/11/5.-ANZALDUA-UnNatural-Bridges. pdf
Hedva, J. (2020). Teoría de la mujer enferma. Recuperado de: https://madinamerica-hispanohablante.org/teoria-de-la-mujer-enferma-johanna-hedva/ Pelbart, P. (2009). “Filosofía de la deserción, nihilismo, locura y comunidad”. Recuperado de: http://www.perrorabioso. com/sites/default/files/PPP.%20Filosof%C3%ADa%20 de%20la%20deserci%C3%B3n.pdf
Preciado, P. (2020). “Aprendiendo del Virus”, El País. Recuperado de: https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html
práxis otoño 2020 38
Al (des) conocer nos permitimos habitar el puente juntos, para así crear en comunidad nuevas posibilidades.
región urbana, Ildefons Cerdá con la Teoría General de la Urbanización y Lewis Mumford, hablaban de la pertinencia de la relación sistémica de los territorios. Durante el periodo de la posguerra, los arquitectos se obsesionaban con la morfología urbana y aprovechaban el interés social – de maneras cuestionables – como plataforma para el diseño armonioso y radiante de la ciudad. Cabe señalar que cualquiera de estas posturas siempre ha sido – y continuaría siendo por bastante tiempo – de carácter capitalista, heteronormativo, y falocentrista. No intento entrar en esa discusión, pero desde ahí se enmarca la realidad de la planeación fallida de las ciudades latinoamericanas y su olvido por las formas horizontales, participativas y restaurativas en la planeación de cualquier espacio habitable.
En respuesta a la convocatoria de escritura, convoqué a compañeros de círculos cercanos a realizar un mapa conceptual urbano. Este diagrama de relaciones establecería las circulaciones entre los espacios donde se desempeñaban las actividades diarias antes de la
pandemia para ser contrastadas con las actividades de desplazamiento limitado de hoy. Los fundamentos de este ejercicio provienen de los mapas urbanos de Kevin Lynch basados en los principios de nodo, senda, hito, distrito y borde. En el marco de este proceso, CityLab ha estado aplicando este mismo lenguaje a la par que otros despachos de arquitectura y diseño urbano los aplican para el diseño participativo.
Ahora bien, la pertinencia del diseño urbano incluyente es un debate que no acabará y este artículo no busca resolverlo. Pero, me gustaría enunciar algunas limitaciones de este ejercicio. El primero es el privilegio de permanecer en casa. México presenta que 56.2% de la población labora informalmente y que el 41% vive en pobreza de acuerdo con el CONEVAL. Por lo que, si bien algunas personas siguen saliendo a ganarse el pan de cada día, los neoesclavos digitales vivimos en el privilegio de encerrarnos en células espaciales que han sido el sueño guajiro y no deseado de Le Corbusier. En otras palabras, nos hemos convertido en las máquinas que él tanto defendía. El segundo umbral es el tamaño de la muestra la cual fue realizada por personas voluntarias en un círculo inmediato. Finalmente, este trabajo, en lugar de ser una crítica, es una contemplación comunitaria y así es como se invita al lector a mirarla como un producto tangible, uno de tantos sobre las condiciones del control de la vida pública de los seres humanos.
Seminario de Filosofía Política. Masculinidades Contemporáneas y Machismo 39 El mundo infectado
El interés mismo por atender la salud fue una emergencia por la inminente muerte de la fuerza de trabajo
Angie Andrey Espejel
las ciudades responden de manera cíclica
¿Cómo cambiaron tus desplazamientos en la ciudad a raíz del covid-19?
A partir de la pregunta del cambio y la invitación a distintas personas, estos fueron algunos de los mapas. Además de la limitación evidente producto de la pandemia, he de resaltar el factor del distrito. Nuestros desplazamientos antes de la pandemia ya se encontraban en un proceso fragmentado de ciudad. Estas lecturas de movilidad tambien hablan sobre dependencias de automóviles y formas de desplazamientos colectivos y no motorizados.
“Antes del confinamiento, tenía una rutina diaria clara que implicaba desplazamientos continuos por la ciudad. Ahora, estoy obligando a adaptar las cuatro paredes de mi habitación para desempeñar las mismas actividades frente a una cámara web. Frecuentemente me siento atrapado y aunque ahora me ejercito menos, percibo mayor cansancio.”
práxis otoño 2020 40
Marcela Roldán
Marcela Roldán
Angie Andrey Espejel
María José Benitez
Alejandro Gallardo
Ahora bien, estos dibujos son productos imaginarios que omiten el paisaje y el recorrido en si mismo, dado que la lógica funcional del territorio cumple su cometido al reducir nuestra autonomía y apreciación de la ciudad. Estas reflexiones me cuestionan lo siguiente. ¿Cuánta atención requiere de nuestra parte la ciudad?
Por otra parte, ademas del dibujo, invité a que compartieran sus reflexiones acerca del proceso de dibujo y los hallazgos del hábito.
“En esta monotonía, que no necesariamente es negativa por ser aburrida y repetitiva, me encontré con nuevas concepciones simbólicas de espacios que habito diariamente.”
Renata Carvajal
Seminario de Filosofía Política. Masculinidades Contemporáneas y Machismo 41 El mundo infectado
Alexia Montalvan
Alexia Montalvan
Alejandro Gallardo Rodríguez
Renata Carvajal
1. Estos autores comparten analisis sociologicos de la ciudad desde la geografía urbana y no desde la morfología y su estética constructiva. Esta visión de los sistemas dependendientes se refleja en los conceptos de region, planeación urbana integral. Para explorar individualmente estos autores se recomienda Patrick Geddes. Ciudades en Evolución (1915), Mumford, Lewis La Ciudad en la Historia (1961), Soria, Las Cinco Bases de la Teoría General de la Urbanización. (ed. 1997).
2. Lynch, Kevin. La imagen de la Ciudad (1960)
3. Lee Martin, Jessica; Bliss, Laura. Readers: Share Your Hand-Made Maps of Life Under Lockdown. 3 de abril de 2020. CityLab. Recuperado el 15 de abril de 2020 en https://www.citylab.com/life/2020/04/ coronavirus-maps-neighborhoods-cities-lockdown-art/609418/
4. Redacción de Anima Político. Pobreza en México solo ha reducido 2.5% en 10 años; en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz aumentó. 5 de agosto de 2019. Recuperado en https://www.animalpolitico. com/2019/08/pobreza-mexico-reduccion-anos-chiapas-guerrero-oaxaca-veracruz/
otoño 2020 ©
Miguel Bruna
Diana Solís Pérez
Jose María Vigil
Jose María Vigil
José Rogelio Mascorro
José Rogelio Mascorro
“Mis espacios han cambiado debido a la pandemia, pero mis responsabilidades no”
¿A DÓNDE NOS LLEVARÁ ESTE HARTAZGO?
Por Marce Roldán
Particularmente en Puebla,
Marzo empezó siendo un mes de mucha actividad en el espacio público. Particularmente en Puebla, el hartazgo movía nuestros pies. Era el motor de gritos al unísono de estudiantes universitarios; posteriormente, de muchas mujeres, un 8 marzo en el que la ciudad se pintó de morado. Nuestros cuerpos juntos respiraban. El miedo a ocupar el espacio público también se colaba dentro de nuestras conversaciones, sin embargo la mejor amiga estaba junto y también un rostro quizá desconocido pero también familiar que unía su grito con el tuyo: “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”. En la marcha sentía el calor, el morado de las jacarandas, ansiedad (esa nunca se va), y me preguntaba qué pasaría cuando todas regresáramos a nuestros hogares… El llegar a nuestros hogares cambió completamente de sentido días después.
La pandemia se convirtió en un catalizador de dinámicas violentas para las mujeres y para lxs niñxs, que muestran cínicamente, la normalidad insoportable en la que vivimos.
Ahora sólo me pregunto, e invito al que lee a responder:
¿Cómo gritar desde nuestras casas?
nuestros cuerpos juntos respiraban
¿Cómo seguir resonando?
¿Cómo soportar nuestros cuerpos sin los abrazos?
¿Cómo hacernos escuchar?
¿Cómo compartir en el tiempo de la virtualidad y lo incorpóreo?
¿Cómo amar sin acariciar?
¿De qué estamos enfermos?
Quizá el camino a trazar es practicar el grito en conjunto desde nuestras enfermedades y neurosis. Quizá se convierta en un susurro abrazador. Aceptar que tarde o temprano enfermaremos. Devenir incapaces para un sistema que nos toma como desechables para construir desde nuestra vulnerabilidad el acompañamiento necesario para priorizar la vida y el cuidado.
Encontraremos, como la humedad que agrieta muros, la forma de hacer de cada espacio una potencia. Dibujemos la posibilidad de estar todxs juntxs y la fuerza de nuestras voces en nuestras camas. Que el tocar guíe revoluciones futuras. El campo de batalla ha roto todas las fronteras posibles, y la ternura es nuestra arma.
Resueno con la idea de que pensar, sentir y acompañar es seguir una línea histórica que perpetúa la brujería. Por eso me entrego a la magia, a escuchar a través de las cartas del tarot. Desde hace días aparece el Arcano de la muerte, le veo invencible, nos invita a la transformación, a fluir en el cambio y la incertidumbre.
Seminario de Filosofía Política. El mundo infectado 43
el hartazgo movía nuestros pies.
“No hay estructura inquebrantable”, me repito.
Me reconfiguro.
Me humedezco.
¿A dónde nos llevará este hartazgo?
Miro hacia la ventana.
Escucho a mi perro ladrar, aullamos.
Que el tocar guíe revoluciones futuras
práxis otoño 2020 44
mi pan
Diana Solís Pérez
Aun así
Queremos estandarizar
Lo que está bien Y lo que está mal
No caemos en cuenta que el vivir Es lo único que importa aquí.
¿Por qué agregar, a la presión grupal?
Sentencias correctivas, al “ahí se va”
Nadie sabe la verdad
Sobre el hacer, pensar, actuar.
¿Dónde está? No la he oído No está escrita en un papiro. La construcción individual Es mi pan, y yo cocino.
Aun así
Queremos estandarizar
Lo que está bien Y lo que está mal
No caemos en cuenta que el vivir Es lo único que importa aquí.
¿Por qué agregar, a la presión grupal?
Sentencias correctivas, al “ahí se va”
Nadie sabe la verdad
Sobre el hacer, pensar, actuar.
¿Dónde está? No la he oído No está escrita en un papiro.
La construcción individual Es mi pan, y yo cocino.
NO CAEMOS EN CUENTA QUE EL VIVIR ES LO ÚNICO QUE IMPORTA AQUÍ
© Daniel Barreto
Seminario de Filosofía Política. El mundo infectado 45
entre la guerra y la pandemia
Por Rogelio Mascorro
“¡Mátenlos! ¡Que los maten a todos y que no quede ni uno!”, exclamaba devotamente mi padre cuando yo era viejo. Eran palabras frustradas de un hombre creyente y desesperado, desesperanzado. Las balas gozaban la libertad que ya sólo habitaba nuestras nostalgias. Se los firmo, nunca el COVID cobrará más víctimas que la guerra. Aquellas noches duraban días, y aquellos días caía la noche antes del ocaso: a veces a las 4, otras a las 7, y alguna vez desde las 11. El sol perdió su soberanía, las detonaciones devinieron campanario que marcaba el inicio de la noche y nuestro retorno al claustro.
Tenía yo 14 años cuando era viejo y creía que justicia era aquellas palabras de mi padre, que la paz del futuro era esta guerra, los soldados nuestros santos y las balas nuestras plegarias. Tenía yo 14 años cuando los efectos de una guerra narcocida llegaron al puerto tras 3 años de haberse declarado. Tenía yo 14 años cuando me hallé viejo, camino al cementerio, condenado al claustro para conservar la vida, y la vida se hizo cautiverio.
Y así, los ejércitos del Cartel y el Estado tomaron las calles para recordarnos que nunca han sido nuestras; me han matado a 290 mil hermanxs, y me han desaparecido a 147 mil mientras yo me hacía viejo en cautiverio. La sangre me hizo ciego y las balas me hicieron sordo. Uno se acostumbra al encierro, se adapta a la muerte y deviene esquizofrénico: mi cuerpo era accidente, mi alma era fantasía, y por accidente la fantasía se volvió goce de vivir. Condenado al vacío de mis paredes, me hallé claustrofílico en el hedonismo de la apatía cuando vivía muerto. Caí en el juego de la posmodernidad neoliberal: el hedonismo apático como efecto de las pastillas para no soñar de la farmacéutica biopolítica. En nombre de la vida, me condenaron al éxtasis del consumo para olvidar que estaba muerto.
La vida no termina de morir y la muerte no termina de nacer. Temimos la letalidad de la calle, pero ignoramos la mortalidad del hogar inmune. Elevamos muros de piedra, refugios perfumados, realidades virtuales, hasta que una pandemia nos encontró listos para la guerra e incapaces de hacer economía con lo esencial. Sólo el tiempo nos hizo ver que el encierro y la vejez son amantes, el Estado su hijo bastardo, la propiedad privada su credo, y las pastillas para no soñar su narcótico.
Me reconocí viejo, moribundo, cuando mi abuelo, el más infante de mis hermanxs, me presentó el silencio del mar. Aquel silencio fue verdadera libertad. Mis ojos vieron, mis oídos oyeron, y me reveló viejo. Aquel día encarné a Lázaro saliendo de su tumba. El miedo a la muerte, al contagio, me había asesinado. El miedo a la muerte nos hizo Estado. Quizá el encierro sea el opio de los viejos.
práxis otoño 2020 46 CLAUSTROFILIA :
© Shasa Freemind
temimos la letalidad de la calle, pero ignoramos la mortalidad del hogar inmune
Aprendí de mi abuelo el silencio; de mi padre a navegar con el viento; de la nuda experiencia que las balas, como los virus, atraviesan paredes; y del feminismo la claustrofobia. Aprendí rebeldía y, desobediente, salí.
Tenía yo 14 años cuando era viejo y morí contagiado de inmunidad. Quise salvar mi vida y la perdí, tal como predijo el sujeto que resucitó a Lázaro de la misma muerte que yo padecí. Aquel predicó el contagio y no murió de lepra; la muerte de Estado lo halló cenando con sus hermanxs.
No puedo decir que soy joven, pero, cuando menos, soy menos viejo. No pienso morir de encierro, y si termino en el entierro, feliz abrazaré las raíces de mis hermanxs sepultadxs. Ojalá el Covid nos halle en banquete y no en la claustrofilia del ego inmune. Ojalá el Covid nos halle campesinxs aboliendo el “mío” en favor de lo nuestro. Contagiadxs ya estamos, de la lengua hermana, del corazón del son, de la risa y canto de la voz, del florecer verde en la tiranía del gris urbano. La existencia es danza, y la danza, digna rebeldía. El cuerpo deviene tierra, el alma deviene fe, y el contagio deviene vida. Ojalá el Covid nos halle niñxs.
Suplemento dominical
Pastillas para no Soñar - Joaquín Sabina (1992)
Río - Silvio Rodríguez (1978)
Evangelio según San Juan (Siglo I)
praxis.
el mundo infectado
El paso de los días, en tiempos del Covid, incita continuamente a que diversas conciencias señalen en reiteración, los estrasgos de un en-torno insoportable. Nunca se tendrán suficientes voces que manifiesten su desconcierto. Es en esta (des) alineación, que Disonancia se levanta como un espacio de reflexión que busca apuntar sus palabras hacia lo que conforma el todo de la gran crisis contemporánea. Justamente, porque creemos que “el problema de lo vital no se reduce al problema de lo viral”, que no aceptamos más perdidas, si no son las de nuestras propias cadenas. Porque escuchamos, sin tener oido alguno, el paso de los incontables alaridos de aquellos que desean descansar y no pueden, y de aquellos que por tanto descansar se volvieron a la pena misma de no desear.
práxis otoño 2020 48