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del “Randall”
Pánico, narcisismo y producción en Monstruópolis
En Monster’s Inc, así como en nuestras sociedades covideano-neoliberales, la disgregación de la multitud es el efecto irremediable ante el estímulo de la competencia y el rendimiento. Es por esto que la empresa, antes de producir “gritos”, produce monstruos narcisistas; monstruos cuyo único objetivo es superar a los otros y a sí mismos, estar “en forma” como Sulley, salir en la portada de una revista como Mike.
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Si seguimos a Marx, diríamos que el valor de la energía generada en Monstruópolis proviene del trabajo de los asustadores. Sin embargo, antes del trabajo de los monstruos que implica hacer gritar a los niños hay un empuje a gozar que hace trabajar a los asustadores. Este goce, empero, no es de los asustadores mismos: es de su Superyó. El Superyó de los asustadores funciona como aquella instancia psíquica que los empuja a rendir cada vez más y mejor. Asustar con más fuerza y determinación, superar al otro y a sí mismos. Entre más rinden, entre más asustan, más goza su superyó. La rivalidad feroz entre Randall y Sulley, expresa muy bien tanto el impulso a rendir como la ausencia de lazos afectivos (nosotros lo llamamos “flexibilización laboral”). Es la mejor fórmula que pudo encontrar el señor Waternoose para generar más energía: multitud disgregada = producción con valor agregado.
Cuando Jaques Lacan describe al sujeto del discurso capitalista nos encontramos con un sujeto parecido a los asustadores y, por supuesto, a nosotros mismos. Es un sujeto que rechaza la castración; es decir, un sujeto disgregado que se percibe a sí mismo como un individuo por fuera de la ley y sin la base común a los demás. Es aquí donde encontramos una relación profunda entre pánico y narcisismo: individuos que niegan cualquier vínculo con los otros, que sólo están guiados por el empuje superyoico de goce, vivirán cualquier contacto con los otros como una intrusión violenta. El pánico, en este sentido, no lo crea un pequeño calcetín tóxico —no lo ha creado el Covid-19 per se—, sino la composición disgregada, “narcisizada” de la sociedad.
El goce del superyó de los asustadores, entonces, no se sostiene por sí sólo. Éste tiene como condición guardar una relación protopsicótica respecto al otro (lo humano). Es por eso que la producción tiene como fuente el empuje a gozar, sí, pero también al pánico. Y esto en lo absoluto es algo novedoso. Así funcionaba la Alemania Nazi: a mayor narcisismo ario mayor producción de amenaza judía. El goce identitario-narcisista de los nazis no hubiera funcionado sin el pánico hacia los judíos. En el caso del Covid-19, la relación circular entre pánico y narcisismo se expresa muy claramente: para poder espantar al coronavirus hay que concentrarse y refugiarse en la imagen narcisista del propio cuerpo: ponerse en forma como Sulley, aprovechar para salir en una portada/pantalla TikTokera como Mike.
En este sentido el pánico -y esto habría que enfatizarlo- no solo se suscita en los momentos de emergencia como la actual; él siempre está listo para salir en tanto que es un efecto irremediable y sintomático ante la composición misma de nuestra subjetividad narcisizada. Es por esta razón que un “susto” como el que nos está dando el coronavirus se puede transformar fácilmente en un “te asusto” reactivo y violento. Es en este sentido que podemos devenir fascistas, devenir Randall. ¿O no es el creciente autoritarismo de Estado en diversos países un devenir Randall? ¿Y no lo es la creciente violencia domestica hacia las mujeres? ¿El ataque al personal médico? ¿No es el hecho atroz de que nuestro país haya tenido el día más violento del año justo en tiempos covideanos? El confinamiento, para muchos, se vive como una intrusión violenta. El confinamiento, para otros (Salinas Pliego, así como toda la chaviza hedonista), se vive como un límite insoportable que les impide seguir gozando.
Lo que nos queda: ¿esperar el llamado de la muerte?
Cuando Mike y Sulley conocen a Boo (“lo virulento”), dejan de tenerle miedo y también dejan de producir; es decir, dejan de gozar. Dejar de gozar es precisamente la condición para generar un lazo con la otredad. El no-saber de Mike y Sulley respecto a lo humano, así como de todo Monstruópolis, produjo el espejismo de su toxicidad. Cuando éstos conocen a Boo, algo extraño sucede: se enteran de que no era en lo absoluto tóxica.
El coronavirus ahora mismo se encuentra al otro lado del muro del saber científico y de todo tipo de saber; el virus, así como el “calcetín tóxico”, merodea, amenaza e infecta desde el terreno siniestro del no-saber. Ahora mismo este no-saber es la causa de nuestra ansiedad, insomnio y pánico. Y el problema es que nosotros no podemos salir para descubrir que el virus infeccioso era en realidad una niña tierna e inocente. Para nosotros, el problema es más complicado. El virus, en este sentido, nos llama desde el silencio, desde su invisibilidad y ausencia. George Bataille, en su conferencia sobre el no-saber, decía: “cuando la muerte llama, aunque el ruido del llamado colme la noche, es una especie de profundo silencio”. Sin embargo, ¿no es también el silencio de las maquinas que hoy dejan de producir las que hoy nos llaman? ¿No es el silencio profundo de una mirada familiar y amiga? ¿No son nuestros sentimientos los que hoy nos dicen la verdad gracias al silencio de nuestras palabras?
Bataille, G. Conferencia sobre el no-saber. Recuperado de: http://espaciodevenir.com/referencias/filosofia-referencias/el-no-saber/
Freud, S. (1921) Psicología de masas y análisis del yo. Alianza Editorial.
Lacan, J. (1972) Del discurso psicoanalítico. Recuperado de: http://www.psicoanalisis.org/lacan/capitalista.htm
SI EL MUNDO ESTÁ ENFERMO, ESO ES
SÍNTOMA DE QUE NUESTRA PSIQUE TAMBIÉN ESTA ENFERMA