EL NUEVO MUNDO • Marian Ramos • Martina Pérez • Pablo Gutiérrez
Marian, Marian Nací en el estado Trujillo, Venezuela tengo 12 años y vivo en cuenca desde el 2018 soy estudiante y soy participante de la fundación haciendo panas.
Martina, Martina Nací el 13 de marzo en Quito- Ecuador, tengo 18 años y vivo en Cuenca desde el 2014. Soy representante estudiantil y juvenil, activista por los derechos y militante en diversas organizaciones sociales y políticas. Participante del Observatorio Juvenil de Políticas Públicas de Azuay, ponente en espacios locales y nacionales y articulista en la sección de opinión del Diario El Mercurio.
Pablo, Pablo Nací en Cuenca el 3 de agosto de 1998, tengo 22 años y he pasado toda mi vida en esta hermosa ciudad. Actualmente soy un estudiante universitario en la carrera de diseño gráfico, me especializo en la ilustración y animación de personajes, además de tener un fuerte interés en el desarrollo de videojuegos.
Agradezco primero a Dios, a todos los que me ayudaron a mis padres, a mis hermanas, a mi abuela, a mis tĂos y tĂas, a toda mi familia. TambiĂŠn a mis maestros y a los grandes tutores que son Martina y Pablo, a los organizadores del evento por darme la oportunidad de ser parte del proyecto y todo el aprendizaje que nos otorgaron. -
Marian.
EL NUEVO MUNDO
Era 12 de noviembre y se escuchaba el llanto de una niña en la casa de los Ramos, aquella semilla de esperanza nació con el alba, su nombre fue Marian. Los años transcurrieron y la niña crecía, sus padres veían que Marian era especial, divisaban su futuro como la luz en la oscuridad, ella era fuerte e inteligente, con una inigualable llama de aliento y rostro de energía viva, caminaba desbordando alegría por las calles de la Venezuela colonial. La familia Ramos pertenecía a la casta mestiza, el padre se dedicaba a construir casas de bahareque y techo de paja; la mamá y las hermanas eran campesinas y ocasionalmente participaban en el comercio. Marian era una soñadora, sembraba en las tierras de su abuela, dibujaba, cantaba y jugaba con sus amigos, a pesar de que no era bien visto por la sociedad. Marian era mujer y su mayor logro en esa época aspiraba al hogar, la servidumbre y la sumisión; la vida era voluble y se regía en el alboroto, nadie estaba contento, pero nadie se atrevía a decirlo. Marian no entendía muy bien la lógica de las personas, tampoco entendía como el destino de miles de venezolanos podía depender de un hombre, de una tal corona y sucesión de términos políticos. Era realmente difícil para Marian entender esto, pues ella solo podía fijarse en las sonrisas de sus seres queridos, en el paisaje, en su casa, en lo simple que esto resultaba y la llenaba de felicidad. En un día lluvioso, el padre de Marian salió muy apurado de la construcción, montó su caballo y galopo rápido con miras al centro del cabildo. Marian confundida, decidió seguir a su padre hasta el centro, su presentimiento era negativo y saber qué pasaba era su intención prioritaria. Tomó la ruta del bosque porque era más corta y caminó cuidadosamente mientras entonaba una canción, pidiendo permiso a la Madre Tierra y al creador de tocar el verde del bosque, respirar el aire puro, desafiar con la mirada al cielo y ser una sola con la tierra. No había otro espacio, este era el tiempo correcto, se sentía libre y no quería que esa sensación terminara. Cuando llegó al centro, buscó a su padre por todas partes, pero no lo encontró. Cuando iba en dirección a la carretera, una voz invadió el silencio del momento. -Pequeña niña, ven conmigo- escuchó Marian. Volteó la mirada y vio a una mujer con vestido largo de color morado, ojos verdes, cabello negro que se desplegaba en rizos y una dulce sonrisa que le invitaba a seguirla. Marian
no tenía miedo, a pesar de que sabía que los desconocidos no eran de fiar, tomó la mano de la mujer y se marcharon, quizás la mujer hechizó a Marian o Marian hechizó a la mujer. Marian sin dudarlo parecía hechizada, de la mano con la bruja. ¿Dije bruja? Es un secreto, aún no lo sabe Marian y tampoco es bien visto por la sociedad estar con una bruja, ¿la sociedad es extraña? Quizás. Llegaron a la cascada del Ángel y la bruja atravesó una montaña de piedras apiladas que recibían chorros de agua bondadosamente, la bruja llamó a Marian con el brazo y entraron a una cueva. Curiosamente Marian seguía sin tener miedo; pensaba ¿Es un efecto del hechizo? ¿Estoy siendo racional? Inesperadamente la bruja habló: -Bienvenida Marian, eres mi invitada especial y he esperado por ti mucho tiempo. Te observo desde que naciste, he notado que la familia Ramos es un núcleo de amor incondicional y un ejemplo de valor para las demás familias. En el resto del Cabildo, jamás encontraré a una familia como la suya y jamás encontraré a otra Marian. Marian seguía sin entender nada y eso se traducía en su expresión facial. La bruja sonrió dulcemente y volvió a hablar: -Mi querida niña, está bien. Admito que empecé mal. Mi nombre es Nenet, la corona me persigue y antes de que me encuentren debo advertirte de un suceso próximo. No tuviste miedo porque en lo profundo de tu corazón confías en mí, confías en el creador de los cielos y de la tierra. Por eso no temes, yo siempre he estado a tu lado. Tú padre viajará lejos, al igual que a mí, le persigue la corona, duros momentos vivirán; pero lo más importante es mantenerse fuertes y unidos. Marian había escuchado hablar de las brujas, decían que eran oscuras y hacían magia negra. Pero si no escucho mal, Nenet también creía en Dios, ambas compartían la fe. Marian solo podía descifrar que próximamente quemarían a Nenet y ella no podría hacer nada al respecto. Solo podía pensar en lo muy intolerantes que eran las personas con los que pensaran o actuaran diferente. Las similitudes no importaban en ese Cabildo, tan solo veían y juzgaban, veían y preferían sentenciar. -Sé lo que piensas, no te acongojes, huiré y quizás me vuelva una bruja sin hogar y sin Cabildo, pero al menos no moriré quemada. - dijo Nenet muy tranquila.
-Jamás te quedarás sin hogar Nenet, el mundo es nuestro, el mundo es de toda la humanidad. Las fronteras no existen, todos somos hermanos y tu Cabildo está aquí o en el lugar donde el sol alumbre tu andar. - Replicó sabiamente Marian. Nenet comprobaba una vez más la sabiduría y bondad de Marian. Ese día fue inolvidable y solo la cueva fue testigo de la profecía, de la sabiduría y de la amistad. Al día siguiente Mary la mamá de Marian, despertó muy temprano a sus hijas. Bajaron las gradas y llegaron a la sala principal, el padre de Marian estaba sentado frente a la mesa y empezó: -Familia, los guardias realistas me están vigilando y por eso ya no tengo trabajo para hacer o casas para construir. Las monedas son escasas y el alimento está por terminarse. Ya no sé qué hacer. Marian se sentía mal por ver a su padre en ese estado, era difícil no tener monedas y más aún no saber qué hacer. Aquella vida de colores, parecía desvanecerse. Aquel paisaje casi perfecto parecía deshacerse en los recuerdos. Empezaba el reto, empezaba el desafío de la familia Ramos. Los días pasaban lentos y la situación empeoraba, el control se perdía y el rumbo estaba nublado. Marian veía preocupados a sus padres, pero muy contento al regidor de la capitanía general. Veía que papá salía en las noches y regresaba por las mañanas, viajaba durante horas a las mitas y los obrajes donde sufrían los negros y los indios, observaba desde lejos que les hablaban sobre “libertad” mientras andaban escondiéndose del egoísmo, de la injusticia y del dolor. Por primera vez aquella niña valiente que confiaba en brujas tuvo miedo, mucho miedo de perder al pedacito de su vida, su padre. Marian se armó de valor y en una velada decidió preguntarle a su padre que hacía: -Papá, ¿por qué te arriesgas?, sé que lo que haces no está bien y no me gusta. El padre de Marian rio y le explico con mucho amor a su pequeña:
-Venezuela, hija mía, debe ser libre. Un país tan rico, fue conquistado por ambiciones lejanas y ha sido legitimado conforme el tiempo pasó, por ambiciones internas. Los de abajo sufrimos las consecuencias de ese poder mal fundado, mal radicado. Y solo en nosotros queda liberarnos. Cada día, me levanto y pienso en lo lindo que sería un futuro mejor para ustedes, para los hijos de los indios y los negros. La vida sería más linda, sin un hombre que nos dicte lo que debemos hacer, sin un hombre que en honor a la autoridad arruine familias y vidas. A mi edad solo me queda luchar, proteger y crear ese futuro para ustedes. No se merecen vivir sin monedas, no se merecen tener hambre, no se merecen estar sin luz por las noches, no se merecen no recibir educación, no se merecen todo lo que se les impone por ser mujeres, por ser mestizas, por ser venezolanas. Marian, prométeme que siempre defenderás la patria que queremos lograr, prométeme que no permitirás que otro ambicioso venga y nos arrebate los sueños. Marian con lágrimas deslizándose por su rostro, le dijo: -Te lo prometo papá. Marian ahora lo entendía, su papá era valiente y su familia era única. Desde la ventana, Mary vio pasar varios guardias realistas que gritaban con resentimiento: -Los traidores de la corona serán ejecutados. Toda reunión queda prohibida. Los enemigos de la corona deben ser denunciados… Marian sabía en el fondo que su papá era un traidor, pero eso estaba bien. Suele pasar que lo que te hacen creer que está mal, en realidad es un bien mayor. Fue a abrazar a su papá pues presentía que se iría pronto. -Marian, me llenan de tranquilidad tus muestras de cariño. Tengo que avisarles que me marcharé a otra colonia llamada Panamá, donde su tío es amigo del regidor y puede ayudarme a conseguir monedas y seguir colaborando con la causa independentista desde allá. Estaré a salvo y pendiente de ustedes; por favor sean fuertes. Todas las hermanas Ramos lloraban, en su madre solo se veía la carga de cuidar a sus hijas sola y su padre saliendo por la puerta de atrás con una maleta, con un sombrero y un adiós amargo.
Tiempo después… -¡No aguanto más!- exclamó la abuela de Marian. Las hermanas de Marian estaban yendo y volviendo de la cocina con recipientes llenos de agua, la abuela ardía en fiebre. Marian salió por la puerta delantera de la casa en busca de otro tipo de solución. Pidió prestado un caballo a los vecinos y fue a la Comunidad Escondida, era un lugar secreto y solo ella conocía su verdadera ubicación. Allí vivían hechiceras, brujas y curanderas. Desde la partida de papá, aquellas mujeres eran las que ayudaban a Marian a recibir las cartas de papá y las monedas que enviaba con los barcos que llegaban al puerto del cabildo. -Minerva por favor ayúdame, mi abuela está enferma. No hay doctores, no hay comida, no hay leña, no tenemos nada. Solo tu ayuda puede salvarla. - dijo Marian muy angustiada. -Tranquilízate y guíame, sabes que somos tus aliadas y desde la clandestinidad que nos ha impuesto el regidor, te ayudaremos. - le pidió Minerva. Siguieron la ruta más corta delimitada por Marian y cuando llegaron a la casa, la abuela ya estaba mejor. Minerva la atendió y diagnosticó: -Tu abuela está enferma de los huesos, tiene varios malestares. Por ahora, habrá que aplicarle compresas de agua medicinal. -Minerva, no tenemos agua desde hace días. - pronunció Marian. Minerva tuvo que aplicarle otro tipo de remedio para aliviar los dolores de la abuela. Desde que se fue papá las hermanas de Marian salían más horas al campo. Marian extrañaba a su padre, le afectaba ver a sus amigos desmayándose por que no comían. La situación solo empeoraba y su madre no se rendía en la lucha por la independencia. Salía todas las tardes por la carretera hacia el cabildo con otros hermanos y hermanas, se reunían, planeaban y gritaban. Las insurrecciones eran muchas y muy peligrosas. El ejército realista se había vuelto más violento con la aparición de nombres como Simón Bolívar, con la unión de los mestizos, los indios, los negros y hasta los criollos.
Marian estaba sumida en un cúmulo de sentimientos que dividían la desesperación de la falta de alimento, agua, luz, leña, médicos, entre el orgullo por la causa patriótica. Marian presentía que antes de conseguir la anhelada libertad, debían pasar por más. Y no se equivocaba. Un día llegó su hermana llorando, le habían apuntado con una escopeta en la cabeza, aquel soldado realista le robó todas las semillas que tenía y le advirtió que la próxima ocasión en que la viera, la asesinaría a causa de su madre, por su rebeldía y por su deseo de que las cosas mejoren. La asesinaría porque la justicia no tenía cabida en sus pequeños corazones, porque las amenazas y la violencia eran sus únicos recursos para amedrentar la identidad, la dignidad, la unión y la libertad. Los gritos del pueblo venezolano, los gritos de los colonizados se sentían muy fuertes y golpeaban a la corona. Ahora, los regidores tenían miedo y ansiaban silencio de los sometidos, querían cancelar las conspiraciones, deseaban dividir la organización social y disolver las revueltas. Mujeres y hombres como la madre de Marian ya no estaban dispuestos a arrodillarse ante las órdenes, ante el hombre que su padre dijo que estaba acabando con Venezuela. La madre de Marian era como un árbol que sostenía muchas hojas y estaba a punto de ser talado. La familia eran aquellas hojas. Las raíces de aquel árbol eran fuertes, pero se estaban debilitando con tanta desdicha, Dios era su refugio y Marian su esperanza. Concediendo a su madre, Marian mando un mensaje hacia Panamá con ayuda de las curanderas. Estaba segura que su padre llegaría pronto y las llevaría a un lugar mejor. Esperar, esperar y esperar… una palabra tan curiosa; es difícil de cumplir, pero fácil de pedir. Paciencia, una palabra traducida desde que nace la espera. Soledad, la sensación de lejanía. Marian iba todos los días al puerto y memoraba esas palabras, trataba de entender al mundo. Trataba de analizar por qué las cosas sucedían de tal forma y por qué no era diferente. A su corta edad se cuestionaba, se replanteaba y evolucionaba. Un día muy soleado en el puerto, al borde de perder la esperanza, vislumbró una figura conocida… ¡Era su padre! Bajándose del barco, llegando con buenas noticias, llegando con un viaje entre manos y una nueva salida.
Su travesía apenas empezaba, la familia Ramos empacó sus pertenencias, la memoria y el corazón dolían por abandonar a su abuela, a su origen y a su hogar. En caballo fueron hasta el puerto, trataron de ser muy imperceptibles para la autoridad. Ese bajo perfil solo funcionó gracias a sus amigas hechiceras. Para irse en el barco pasaron dos días ya que el capitán que los llevaría, era un hombre fugitivo de la corona que acostumbraba a trasladar a otros fugitivos. Marian en estos dos días reflexionó sobre los privilegios, sobre los viajes, las decisiones y las aventuras. Finalmente, llegaron a otra colonia cercana, muy agitada para el tiempo, el Nuevo Reino de Granada. Se bajaron del barco y con sus pertenencias se dirigieron hasta el virreinato. Intentaron alquilar una carreta que los lleve hasta su destino dibujado por las estrellas e iluminado por la luna de la noche. Marian sentía frio, un poco de miedo, pero se mantenía firme en su convicción de viaje. Era momento de que la firmeza traspasara sus intenciones y se transformara en la guía de las acciones o no sobrevivirían aquel anochecer. Seguían caminando por las calles pedregosas del virreinato y de pronto un guardia realista, se acercó sigilosamente y dijo en voz baja: -Acompáñenme, yo les ayudaré. La familia no estaba segura de acceder o de confiar en un representante de la realeza y de la acumulación, ¿Acaso era una trampa? Marian persuadió a su familia, ya que no había opciones y necesitaban avanzar. -¿Qué debemos hacer? - preguntó Mary. -Esperen hasta la madrugada detrás de la casa con lámparas, es la única con iluminación. - les explicó el guardia realista. Acatando la orden, esperaron detrás de la casa muy pacientemente. Luego de la espera, apareció con capas negras para cada uno. Marian se preguntaba si la amabilidad del guardia y su razón de ser eran reales, pero aquello significaba totalmente un misterio.
Los condujo hasta una montaña cercana donde estaba instalada una mita minera abandonada, avanzaron unos pasos y se dieron cuenta que no eran la única familia que intentaba cruzar hasta el Reino de Quito, donde las condiciones no eran muy óptimas, pero si era una de las colonias más tranquilas de todas las que colonizó España. -Desde aquí tendrán que enfrentarse solos a la dureza de la montaña, y pedirle a su cuerpo que resista más de 2 horas de caminata. - indicó el guardia. Marian interrumpió las indicaciones y le preguntó: -¿Por qué haces esto? A lo que vivazmente respondió el guardia: -Nenet me habló sobre ti, coincides con sus historias. Espero que llegues hasta el Reino de Quito y seas una niña tan feliz como lo fuiste un día. Marian ahora lo entendía, era Nenet y la gracia de Dios. Luego de mantenerse fuertes y alentarse con las demás familias para llegar al Reino de Quito, descansaron temporalmente en una choza donde había aún más familias. Estaban sorprendidos y todavía sentían que el destino era cercano, pero que los problemas no terminaban. Esperaron muchas horas y empezó a oscurecer. Nadie hablaba, nadie sonreía, todos permanecían en su lugar abismados. Marian salió de la choza a tomar aire, ese instante era duro, las necesidades no cesaban y el aliento parecía extinguirse. No podía ser peor… ¡los guardias realistas!, Oh no ¿qué hacen aquí?, pensaba Marian desesperada. ¿Es un delito viajar? ¿No podemos ser protagonistas del deseo de respirar otro aire, de vivir otra realidad? Tantas incógnitas rodeaban el sentir y pensar de Marian. Todos sacaron sus valijas de la choza e intentaron escapar de la persecución en las pocas mulas y carretas disponibles. Marian sentía miedo, mucho miedo; sus hermanas, de igual manera, sentían un nudo en la garganta y en el estómago. Era como si el cielo se cayera a pedazos y solo pudieras huir. En medio del escape, la carreta se volteó y fue indescriptible, Marian se sentía vulnerable y prefería cerrar los ojos. Todos bajaron de la carreta y trataron de componerla para seguir
el camino hasta el final, Rumichaca. Después de viajar durante 3 días y vivir la incertidumbre en carne y hueso, finalmente llegaron. No, no estaba por terminar esta odisea. Porque para esas muchas familias solo había una oportunidad y un solo espacio. Mary, a la cabeza, entre llantos intentó narrar la realidad de su familia al hombre que bloqueaba el paso. Definitivamente, la bendición tocó esa elección e inmortalizando la paz que sintió esa familia, se imagina un respiro del panorama y del fin. Lo lograron, llegaron al Reino de Quito, a esa colonia que parecía un lugar mejor y el futuro que papá y mamá prometieron. Marian solo podía sonreír, acercarse y adaptarse. El sol parecía brillar más y los guardias realistas ya no parecían tan feroces. Las carreteras parecían abiertas, la esperanza vibraba y movilizarse no lucía tan malo. Marian luego de algunos días, apreciaba y añoraba su colonia tumultuosa, pero le gustaba el Reino de Quito porque había una mujer que enseñaba a niñas a leer y escribir, algo que no podía aprender en Venezuela. Las otras niñas compañeras de Marian solían ser poco comprensivas y siempre le contaban que la mayoría de esclavos venezolanos eran violentos o no les gustaba trabajar, por lo que los patrones difundían que los venezolanos eran gente no confiable. Marian no comprendía esto, pues en su país la gente trabajaba, se esforzaba y hasta luchaba. Trataba de explicarles a sus compañeras lo erróneo de esas afirmaciones, pero se rehusaban a entender. Una mañana saliendo de las clases, la maestra Manuela le dijo a Marian: -Niña, ¿te sientes mal? -Maestra Manuela, no, solo que no me gusta que me traten de esa forma y me desprecien por venir de otra colonia- explicó Marian. -La discriminación es uno de tantos errores sociales, pero sé que tú eres mucho más comprensiva que tus compañeras. A veces los seres humanos tenemos miedo a lo diferente, pero tienes que estar segura que somos iguales, yo estoy segura de que Venezuela es un país hermoso y lo más importante Marian, no estás sola. En las reuniones secretas por la independencia, hablamos sobre derechos y entre ese escrito consta la movilidad, el viaje y el nuevo mundo. Quizás me decapiten por decirte esto, pero parte de ser libre es aprender de la libertad de los demás.
Marian quedo perpleja ante las palabras tan revolucionarias y adelantadas de Manuelita, ¡era una mujer extraordinaria! Y ahora gracias a ella, Marian confirmaba que ella también lo era. Luego de eso la vida siguió su curso, Marian fue una de las mujeres que levantó la patria y jamás se resignó a ser derrotada. La gesta heroica de Marian y su familia indudablemente escribió la historia, marcó el principio de un mundo mejor y se resume en una sola palabra: valentía. Seguramente si Marian hubiera dejado una memoria de su vida, finalizaría con esta frase: “Niños y niñas del nuevo mundo, valoren su hogar y defiendan la Patria que tanto nos costó construir. Amen a sus hermanos y hermanas de todo el mundo, no juzguen ni discriminen. Todos somos iguales. Pero, sobre todo jamás tengan miedo de soñar porque la vida es única y es suya”
FIN