La gran aventura de Beto

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La gran aventura de Beto Nombres de: • Abraham Alberto Monsalve Martínez • Ing. Johanna Alexandra Coronel Vélez • Neder Jesús Betancourt Silvera



Abraham Alberto Monsalve Martínez. Emprendedor Venezolano de 9 años de edad, con visión a convertirse en youtuber, le gusta los juegos de video y divertirse jugando junto a sus amigos, le encanta comer pizza, salchipapas y muchos dulces. Junto a su mamá representan a @enfok2v y sueña en convertirse en un gran empresario de la marca.

Johanna Alexandra Coronel Vélez. Coordinadora del departamento de pedagogía del Grupo Holguín. Editora de obras en categorías: libros de consultas e informativos. Ingeniera en Marketing, certificada en educación infantil y activamente responsable con el aporte a una educación de calidad.

Neder Jesús Betancourt Silvera. Diseñador gráfico, músico, locutor y productor radiofónico. Amante de la naturaleza, la justicia y el amor. Ciudadano de mundo, migrante y ser humano feliz.



Agradecimiento

Primero le doy gracias a Dios y a la Virgen por la maravillosa vida que me han otorgado. A mis padres quienes son mis pilares y mi ejemplo a seguir, a mi familia que siempre han estado en todo momento a mi lado, a mis maestros que día a día me han enseñado con cariño y dedicación. A mi mentora que me apoyó en este hermoso proyecto; y, a mi ilustrador que plasmo en él esta gran aventura; a la gente de Ecuador que nos arropó con su gran afecto desde el primer momento que llegamos y, a mi linda Venezuela que la llevo siempre en mi corazón.



Hola, soy Beto y hoy voy a compartirles lo que he descubierto hace poco, se trata sobre los comienzos. La verdad cuando trato de contar algo como si fuera el inicio, me doy cuenta de que no lo es, siempre hay algo previo a ello, como si todo en ese momento se hilara, recuerdo tras recuerdo y lo cierto es que me deja más preguntas que respuestas, ¿alguna vez te ha sucedido lo mismo? Apuesto que sí, no debo ser el único niño de nueve años que ha tratado de presentarse o contar su historia sin que a la mitad del relato se dé cuenta de que no ha dicho el verdadero comienzo y cuando lo trata de cambiar, surge otro momento en el que parece ser el adecuado y así sucesivamente. Por lo que he decidido expresar momentos especiales a veces en el orden en que sucedieron, otros según su importancia y muchos de ellos de acuerdo con lo que me hicieron sentir.

Tiempos de noticias, despedidas y nuevas emociones.

Miércoles de tarde. Mi mamá ingresa a mi habitación emocionada, y me dice: ⎯ Beto, ¡te tengo una gran sorpresa! A lo que pregunté: ⎯¿Qué ocurrió mamá? ⎯ Pronto, haremos un viaje y sé que te encantará. Será increíble conocer juntos un lindo país que varios amigos me han hablado, se llama Ecuador, incluso la tía Glenda vive allá y nos cuenta que donde vive hay cerca grandes zoológicos, a pocas horas tienen playas hermosas y muchas otras cosas que tanto te gustan. Por mi mente pasaba que mamá estaba planeando un tiempo de vacaciones a voz alta y sólo sonreía mientras la escuchaba. Cuando terminó de hablar, ella me abrazó muy feliz y me contagió inmediatamente con su ternura, así que salté en la cama con mucha emoción por aquel viaje que haríamos, pero ¿Ecuador? A lo que miro a mamá y con sus gestos me indicaba como si estuviera esperando mi respuesta, sólo se me ocurrió decirle: ⎯¡Yupi! Sí mami, será un grandioso viaje. Pasaron los días y todos mis familiares, incluso amigos de mis papás platicaban acerca de la gran travesía, lo que no sabía es que mi papá no venía con nosotros sino mi primo, no entendía ni lograba escuchar la razón por la que no nos acompañaría y no quería preguntarle a mamá, a veces ella es muy sentimental y no pretendo dañar su emoción de alguna manera. Cuando pensaba en la idea de que mi primo iría, me gustaba, pues había escuchado que era un largo trayecto y con él jugar en la tablet sería muy divertido, solía dejarme ganar con mucha frecuencia; sin embargo, eso no quitaba ese extraño dolor en mi pecho cada


vez que recordaba que iría sólo con mamá, y definitivamente no eran vacaciones, porque no había fecha de regreso en esta ocasión. Las horrendas despedidas, son tan desagradables, pues cuando mejor me la estoy pasando justo ocurren, como cuando estoy ganando en un videojuego, divirtiéndome en el parque o viendo televisión; no obstante, esta vez algo diferente ocurrió, sentí un dolor inexplicable al tener que decirle adiós a cada una de las personas a quienes amo, como mis abuelos, tíos, amigos y más aún a mi papá. Mi corazón palpitaba aceleradamente y sólo se me pasaba por la cabeza: “¿qué pasaría si yo estuviera en alguna situación y ya no pueda recurrir a papá o a mis abuelitos o a mis primos?, ¿acaso voy a estar solo?, sé que mi mamá es incondicional, pero lo que quiero decir es: ¿qué va a pasar de mí sin ellos?, sin compartir de cerca algún cumpleaños, mis libretas con buenas calificaciones, acompañarnos en las visitas de médicos”; estas preguntas hacen eco en mi cabeza una y otra vez, me gustaría tener respuestas, pero no sé cómo lo tomarían mis papás o mis primos, ¿su burlarían de mí?, ¿se enojarían?, ¿se entristecerían? Prefiero guardármelas por ahora. Llegó el gran día, la travesía que emprenderíamos mamá, mi primo Ramsés y yo. Las maletas estaban ya guardadas en el transporte, mientras que nosotros aprovechábamos el último momento en familia. Veía el rostro de mamá, no estaba tan emocionada como aquel día que entró a la habitación con la noticia, pero algo en ella siempre la iluminaba y hacía que todos estemos con serenidad; mi primo también parecía estar asustado y muy confundido, pero me imagino que algo bueno le transmitía mi mamá que en ningún momento aflojó su mano y se comportaba apacible. ¿Me pregunto, ¿qué ha de pasar por la cabeza de Ramsés?, ¿qué sentimientos estará experimentando, al saber que dentro de poco va a poder estar nuevamente junto a su mamá, abrazarla, dormir con ella y ser cuidado nuevamente por ella? Qué ironía de las partidas, son muy tristes, pero luego en el momento menos esperado todo vuelve a tener colores y ocurren maravillosas sorpresas. El momento tenía que pasar, la hora de despedirme de papá… Nos abrazamos tan fuerte, me dio muchos besos en la cabeza y lo que me dijo en aquel momento es imposible que algún día lo saqué de mi corazón y de mi cabeza, es una promesa llena de amor y protección. ⎯ ¡Hijo bello, Dios te bendiga y te prometo que pronto nos volveremos a ver, ¡pórtate bien!, ¡te amo mucho! Fue todo tan rápido, que no tuve tiempo ni de pensar en lo que estaba ocurriendo, como para poder responderle con mis mejores deseos y que desde ya lo estaba extrañando, a él y cada uno de mis familiares, a quienes quisiera llevarlos conmigo al nuevo lugar que mamá hablaba con tanta dicha y esperanza.


Nuevas emociones y sensaciones aparecieron en mí durante el trayecto, cada día me sentía diferente, cada hora podía tener distintos estados de ánimo, la verdad es que mamá me ha enseñado a adaptarme con facilidad, dice que es esencial para poder ser felices en la vida, aunque esta vez siento que le ha hecho falta hablarme de estos nuevos sentimientos. La observo y vuelvo a la calma, ella es mi refugio; con su sencillez, determinación y amor logra aquietar mis pensamientos sin siquiera comentárselos, ¡ella es fantástica!

Metamorfosis: Súper Beto

El gran viaje duró cinco días, ¡qué divertido!, ¿no lo crees? Estar observando diferentes paisajes, comiendo en diferentes lugares, acomodado desde un asiento con una gran ventana donde se puede apreciar cómo viven las personas, la inmensidad del cielo y la tierra, los animalitos libres en los bosques y prados. Todo lo que podía observar era extraordinario, mas fue inevitable en muchas ocasiones no tener a lado a mi papá, para poder compartir con él también cada una de las cosas que observaba y se alegrara tanto como yo. El último día, decidí tomar una pequeña siesta. Cuando mamá me despertó, me sentía muy diferente, un poco más alto, mis ojos podían ver a larga distancia, mis oídos podían escuchar sonidos muy suaves con precisión, percibía varios olores con facilidad, muchos de ellos los desconocía, pero sabía que eran diferentes. Cuando observé mi cuerpo dije: ⎯¡Wow! Soy un superhéroe. Tengo un brillante traje azul, una capa roja y en el centro de mi pecho tengo la inicial de mi nombre, la letra B. ¡Qué Genial!

Súper Beto: Misión Ecuador, mi nuevo hogar. El último día que pasé en la nave, me di cuenta de que en ella había varios súper héroes con grandiosos trajes, máscaras muy llamativas y algunos con varias letras en sus pechos. Cuando lo vi no lo entendía, hasta que me fijé en el pecho de mamá que también incluía varias letras, lo pude relacionar con la inicial de mi papá, y concluí que eran todas aquellas personas importantes a quienes llevaba con ella en el corazón. Es necesario aclarar que no somos súper héroes comunes, como esos que generalmente hemos visto que tienen poderes sobrehumanos o que son mitad animal o de algún experimento científico, no, éste no es el caso. La realidad es que nosotros estamos predispuestos a entregar lo más esencial al actuar: nuestra humanidad.


Nuestros grandiosos personajes con mi mamá Kris, como la mujer maravilla, Ramsés el fabuloso y yo, Súper Beto, se habían convertido en una de las mejores formas de vivir día a día con una sonrisa y un propósito de vida.

Recuerdo con mucho cariño nuestro primer cometido que fue para el señor Felipe, de bondadoso corazón y espíritu emprendedor. Estábamos en la nave, buscando un lugar para comer todos juntos, así que abrí bien mis ojitos y pedí por mi intuición poder llegar a quien nos necesite; y de repente vi cerca de un río, una hermosa cabaña y estaba un señor afuera dando vueltas en el pórtico, como si esperara a alguien, así que decidí bajar con mamá para saber si podríamos ayudar. Cuando nos acercamos, él se detuvo y nos miraba con rareza, pensé que era por los trajes, hasta que estando cerca nos consultó: ⎯ ¿Desean un rico almuerzo?, ¿acaso vienen de aquel bus? Puedo ofrecerles comida como en casa, recién hecha, calientita y nutritiva, ustedes serían mis primeros clientes, no se van a arrepentir. Yo al escuchar la palabra ‘almuerzo’, ya quise decir que sí sin dudarlo, pero fue una señal divina cuando nos dijo que seríamos sus primeros clientes, y pensé: “bingo, este es el lugar”, nosotros lo necesitábamos a él tanto como él a nosotros. Mamá y yo nos


miramos, sonriendo asentimos con la cabeza, y sin decir más, fuimos rápidamente a ver a nuestros amigos de la nave para poder compartir juntos una rica comida. Todo estaba delicioso, salimos felices y muy agradecidos a continuar nuestra ruta; sin embargo, lo bonito fue presenciar el gozo de Don Felipe y su familia al ver que entrábamos un grupo de personas a su local, luego de tantos días que no tenían tanto movimiento por allí, según lo que le comentó Don Felipe a mamá. Prometimos visitarlos en una próxima ocasión y recomendarlos con quienes tuviéramos oportunidad. El fabuloso Ramsés. Él tiene un corazón de oro, su ingenuidad siempre viene acompañada de una sonrisa y sus manitos entregando algo, sin esperar nada a cambio. ¡Admiro tanto su nobleza! Una de nuestras más bonitas hazañas, fue llegar a una parada para poder comprar golosinas, escogimos cuatro paquetes, entre papitas y chocolates, para poder disfrutarlos en el camino, cuando ya estábamos de regreso al autobús, Ramsés se detuvo con mucha preocupación y observaba fijamente la esquina del local donde se encontraba una pequeña familia, podríamos decir que era una abuelita y dos nietecitas estaban sentadas en un cartón con unas cobijas encima, al parecer la pequeña estaba llorando en silencio, y sólo veíamos como las lágrimas caían sobre su rostro mientras ella miraba hacia el suelo. Ramsés no pudo evitar sentir empatía y sus ojos comenzaron a cristalizarse, como si un dolor profundo lo invadiera, así que mamá nos agarró de la mano y nos acercamos a la familia. Nos comentó la señora que no tenían dónde ir porque enviudó recientemente, desde entonces deben pasar la noche donde se encuentren, y que Samira, la pequeña que lloraba tenía mucha hambre y no podía aguantarlo. Sin dudarlo, Ramsés extendió sus manitos con los paquetes de dulces que eran para él y se los puso cerca de los pies de la señora, diciendo: ⎯ Estas golosinas lo van a poder disfrutar mucho, coman pronto para que no les empiece a doler la pancita a ustedes también. Me quedé asombrado de lo que había hecho Ramsés, así que hice lo mismo que él, puse en los pies de la señora mis dulces para que puedan compartir un poco más. Mamá, con lágrimas en los ojos sólo alcanzó a decir: ⎯ Ya regreso, yo también tengo algo que compartir. Mientras nosotros esperábamos el regreso de mamá, mirábamos como ellas poco a poco abrían las fundas un poco tímidas y pudimos darnos cuenta de que en sus pies no habían zapatos ni medias, así que le susurré a Ramsés en el oído: ⎯ ¿Y si le obsequiamos nuestras medias? Me respondió, susurrándome: ⎯ Hoy no trajiste medias de carritos, ¿verdad? Porque si no, no les van a gustar.


⎯ No, hoy mi mamá me puso de arcoíris ⎯ contesté. Así que nos sentamos en el filo de la verada para sacamos los zapatos y las medias, cuando justo llega mamá con dos grandes fundas de alimentos y bebidas calientes y al vernos sonrío y nos dijo: ⎯ Mis súper chicos, cuán orgullosa estoy de ustedes. Mi mamá, como toda mujer maravilla, le entregó las compras a la señora indicándole que dentro del local podían pasar la noche, porque había hablado con la supervisora y aceptó recibirlas esa noche hasta que un pariente de ella pueda ver cómo ayudaba a conseguir un refugio. La señora mientras lloraba repetía una sola frase: ‘gracias madrecita’. Metimos nuestras medias en las fundas para que luego pudieran ponérselas y calentar sus piecitos. Ya estaba nuestro bus por partir, y comenzaron a llamarnos desde lejos, así que no pudimos llevarlas al local, pero alcanzamos a desearles muchas bendiciones y que pronto todo mejorará, que estarán en nuestras oraciones. Mientras cogidos de las manos íbamos con prisa, volteábamos para seguir despidiéndonos de la valiosa familia, y hasta por la ventana de nuestra nave pudimos observar cómo las dejaron entrar con mucho cuidado y se acomodaron en uno de los sillones más largos. La bienvenida sorpresa. Ramsés y yo estábamos un poco inquietos, pues ya no sabíamos la hora de poder llegar por fin a casa. De repente escuchamos por el altavoz que decían: ⎯ Estimados súper héroes, hemos llegado a la última parada de esta gran ruta, esperamos hayan podido disfrutar de cada momento juntos y que lleven presente su misión en la vida. Les deseamos lo mejor, siempre. En toda la nave se escuchaban aplausos, risas, palabras muy emotivas, comenzaron a sonar celulares, escuchábamos cómo indicaban con tanta emoción que habíamos llegado. Al estacionarse la nave, vimos un cartel con nuestros nombres, era la tía Glenda, Ramsés lloró con mucho sentimiento y no fue nada silencioso, mamá lo abrazaba y le decía que ya todo al fin estará bien, van a estar juntos siempre y podrán compartir muchas cosas hermosas. Cuando bajamos, Ramsés se abalanzó sobre su mamá y la abrazó fuertemente, ella lo alzó en brazos, besaba su rostro y su cabecita, le decía cuánto lo había extrañado y la falta que le hacía sentir su corazón junto al de ella. Mamá y yo llorábamos de alegría, ¡qué fortuna poder ser parte de este hermoso encuentro!, incluso algunas personas del terminal observaban esta maravillosa escena y lloraron junto a ellos, algunos se detuvieron y aplaudieron, otros sólo miraban con ternura y continuaban su camino. ⎯ Al fin, hemos llegado a casa⎯ expresé, mientras la tía abría la puerta de su casa. Entramos las maletas a la sala y cuando vimos la mesa, ¡que increíble!, estaba llena de comida: pastel, donas, papitas, gomitas de dulce, jugo de durazno. ¡Wow! Qué lindo


recibimiento. Mi mamá abrazó fuertemente a su hermana Glenda y no dejaba de agradecer todo lo que estaba haciendo por todos. Pasaron algunos días, mientras Ramsés y yo teníamos nuevas actividades en nuestro nuevo hogar, mamá y mi tía Glenda siempre hablaban de muchos planes y de conocer a más personas. Así que pronto llegó nuestro primer almuerzo con personas que no conocíamos, en especial nosotros, porque ellas al parecer habían tenido una reunión por la computadora con esas personas y estaban interesadas en conocerlas. Fuimos a un centro comercial muy hermoso, cerca de un río encantador, ingresamos a un local muy bonito y grande que tenía un área de entretenimiento para niños de 6 a 10 años, así que hasta que llegara la comida pedimos permiso y fuimos a jugar. Ramsés y yo, estábamos jugando con unos legos muy grandes, fue divertido, imaginábamos que eran aviones y helicópteros. De pronto, escuchamos un estruendo cerca de nosotros, y cuando regresamos a ver qué ocurrió, estaba un joven en el suelo que al parecer se le había caído la charola con varios frascos de bebidas y vasos de vidrio. Yo me paralicé, sin embargo, Ramsés se acercó e intentó ayudar recogiendo los hielos del piso. Llegaron tres adultos y nuestras mamás para ver lo sucedido y al chico se le ocurrió culparnos a nosotros; nuestras madres inmediatamente nos cogieron, tratando de evitar que nos lastimáramos, pero un señor muy poco cordial, nos miró de una manera muy extraña a mi familia y a mí, y expresó: ⎯ ¿Ustedes cuentan con alguna reservación en este restaurante? Indíquenme para poder hacer el cargo a su factura, sin mucho que preguntar es evidente que no pertenecen a este tipo de lugares. Mi mamá muy sabia respondió: ⎯ Si Usted nos permite poder conversar sobre la situación, podríamos incluso ayudar a resolver cualquier inconveniente, para que nuestro grupo de ejecutivos no lleguen a menospreciar sus servicios que tampoco son pertinentes con este tipo de lugar. Para no alargarles la historia, sí, mi súper mamá logró conversar con los presentes y demostró nuestra inocencia ante lo sucedido. También, la situación aportó a que las personas del trabajo de mamá se decidieran inmediatamente a contar con sus servicios como profesional, pues no dudaron ni un segundo sobre su excelente predisposición y la facilidad que tiene para resolver problemas. Desde ese momento, mami me enseñó que no importa lo que suceda a nuestro alrededor, ni tampoco cómo alguien más puede referirse a mí, porque lo que verdaderamente valioso es lo bueno que yo pueda entregar, sin importar las circunstancias y lo selló con una frase hermosa, que cada que tiene oportunidad me lo recuerda: “Hay mayor alegría en dar que en recibir”.


Gracias por acompañarme hasta aquí, espero que esas semillitas de humanidad, imaginación y felicidad echen raíces pronto. Porque todo esto fue cierto y pudo no haber sucedido. Te quiere desde ya, Beto.


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