Autores: Fabiana Valentina Álvarez Darwin Peñaloza Karina Peñafiel
Autores: Fabiana Valentina Álvarez
Autor Nací en Táchira, Venezuela. No importa la nacionalidad, importa el corazón. Me gusta la naturaleza y los animalitos, también estudio mucho y saco buenas notas.
Darwin Peñaloza
Mentor Nací en Quingeo y fui construyendo mi sentido de identidad a través de la experiencia en la vida y el trabajo comunitario. Soy Comunicador Digital, Fotógrafo y el señor de los helados.
Karina Peñafiel
Ilustradora Nací en Guayaquil, soy una persona que siempre busca la superación en el ámbito laboral y personal, con un carácter forjado a través de diversas experiencias. Soy diseñadora, apasionada en lo que hago y amante de los perros.
“Nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad.” Herbert George Wells
Agradecimientos Quiero agradecer profundamente a mis padres quienes me han brindado su protección y cuidado con esmero y cariño. A mi familia en Venezuela que luchan todos los días para salir adelante, pronto nos volveremos a ver. A Karina Peñafiel por todo su empeño en plasmar mi historia y sueños en sus ilustraciones y Darwin Peñaloza por guiarme en el proceso de la realización de este cuento.
Dedicatoria Mi historia es similar a la de otros niños y niñas. Todo este trabajo va a dedicado a todos los niños y niñas del mundo que tuvieron que dejar sus hogares para buscar un futuro mejor y siempre con la esperanza de volver a nuestra tierra para sacarla adelante.
H
abía una vez, en un planeta no muy lejano una niña llamada Valentía, era muy alegre y divertida, sus ojos de color verde brillaban con la luz del sol, tenía el cabello largo y por supuesto era muy valiente y le gustaba ayudar a los demás. Ella vivía con sus padres y su hermano, su planeta se llamaba Venezuela, era un lugar acogedor; sus habitantes rebozaban de alegría, solidaridad y camaradería, eran orgullosos de sus raíces. En ese lugar los niños y las niñas jugaban y aprendían sin cesar. Sin embargo, un día un extraterrestre invadió su planeta causando muchos problemas a los habitantes de aquel hermoso lugar. La violencia y la inseguridad se apoderaron de las ciudades, generando angustia a todos sus habitantes. Muy pronto las calles se quedaron vacías y sus pobladores se encerraron en sus casas, siempre con el temor de que algo malo suceda. Valentía al igual que muchos otros niños de su escuela no comprendían lo que ocurría en su planeta, estaban asustados y todos los días un niño o niña dejaba de ir a la escuela. Un día su maestra les explicaba que muchas familias habían comenzado a migrar hacia otros lugares en busca de un futuro mejor.
-¿Migrar? ¿Qué es migrar? – preguntó Valentina. -Migrar es dejar el lugar en donde vives e irte a otro – respondió la Maestra
Esa misma tarde Valentía llego a casa y encontró a sus padres muy preocupados. Todos la esperaban para comer, por lo general a la hora del almuerzo la familia conversaba sobre ciertas cosas que sucedían durante el día o planeaban actividades para el fin de semana. Sin embargo, esa tarde solamente se escuchaba el sonido de los platos y la cucharas. -¿Qué sucede? – preguntaron los niños. Su madre angustiada no sabía que responder y su padre asintió con la cabeza, se levantó de la mesa y se fue para la habitación. En la noche sus padres decidieron hablar con los niños, una terrible noticia que cambiaría la vida de Valentía para siempre. Su padre había perdido su trabajo y había tomado la decisión
de viajar a otro planeta pues la situación en su hogar era muy grave. -¡Papi, no te vayas! – Exclamaron los niños Su padre lloró, abrazo muy fuerte a sus hijos y les dijo -Pronto nos volveremos a encontrar, prometan cuidar a su madre, recuerden que siempre que estaré con ustedes. Muy pronto volveremos a estar unidos. El padre se marchó esa misma noche mientras Valentía dormía. el la cobijo por última vez, se despidió de su esposa e hijo y se marchó con la promesa de volver a estar todos juntos. A la mañana siguiente Valentía corrió al cuarto de sus padres a saludarlos, pero no encontró a su papá, se puso muy triste y se enfermó, lo extrañaba. Su corazón se apagaba cada día, no comía, lloraba y no salía de su cuarto. Hasta que un buen día, mientras desayunaba, recordó las palabras de su padre: “Nunca apagues tu sonrisa” y de pronto su mañana se pintó de colores, sus ojos volvieron a brillar y una gran carcajada se escuchó en toda la casa. Se despidió de su madre y salió corriendo para la escuela. Valentía volvió a ser la misma niña que pintaba de esperanza a todas las personas que la acompañaban. El tiempo pasó, ella recordaba a su padre con mucho cariño, esperaba pronto volver a abrazarlo. Una tarde su madre regresó temprano del trabajo con una noticia que de seguro alegró el corazón de la niña y la de su hermano
-Pronto iremos a ver su padre y al fin estaremos juntos, dijo su madre
Los niños se alborotaron y comenzaron a saltar de la felicidad. Al escuchar a su madre Valentía supo de inmediato que tendría que dejar atrás a sus amigos y familiares. Su corazón se dividió por la pena y la alegría. El padre de Valentía vivía en un planeta cercano llamado Ecuator, e ra un lugar con una diversidad única en todo el universo. Valentía y su familia se embarcaron un crucero espacial. Su primera parada fue en Colombis, un planeta que estaba muy cerquita de Venezuela, ahí se encontró con sus tíos
e hizo muchos amiguitos con quienes jugó hasta el cansancio. Continuaron su viaje durante varios días hasta llegar a un punto llamado, Rumichaca, habían llegado a Ecuator. Su viaje no fue placentero, el frio y el hambre hicieron de las suyas en su travesía. Estaban cansados y aún les faltaba un tramo por recorrer. Mientras esperaban al bus que los llevaría hacia la ciudad donde estaba su padre esperándolo, su madre les obsequio un gorro y uno guantes muy calientitos. Pronto la nave partió, faltaba poco para ver a papá y Valentía lo sentía en su corazón. Durmió durante todo el viaje. Cuando despertó escucho al capitán de la nave decir que pronto llegarían a su destino. Su mirada se llenó de alegría y esperaba ansiosa poder ver su padre a través de la ventana de la nave. ¡Qué alegría! Habían llegado Las puertas de la nave se abrieron y la pequeña niña salió corriendo hacia donde estaba su padre. Había muchas cosas que contar y Valentía hablo por horas hasta que se durmió debido al cansancio del viaje
Una nueva vida Valentía y su familia vivían muy felices en una pequeña ciudad llamada Cuenca. Su padre les había contado que había muchos lugares por descubrir y que las personas muy amables. Valentía estaba muy emocionada por que pronto iría a su nueva escuela, esperaba hacer muchos amiguitos para poder jugar y compartir. En el primer día de escuela, ella y su hermano fueron discriminados por sus compañeros y algunos maestros. Al parecer el ser “diferentes” era malo en ese lugar. Valentía llegó llorando a su casa y le contó sus padres todo lo que sufrió. La pequeña niña no comprendía. -Mami quiero regresar a casa, no me siento bien. Somos iguales y me ven diferente. Expresó, La madre de Valentía decidió buscar ayudar para su hija, fue la
escuela donde estudiaba para hablar con sus maestros, más no recibió el apoyo necesario. Una tarde Valentía regresaba a su casa de la escuela, al pasar por una calle observo algo inusual dentro de un contenedor de basura, se acercó y abrió una bolsa con un pequeño bulto que se movía y gemía, para su sorpresa una cachorrita asomo su cabeza, sus miradas se conectaron de inmediato y una vez más sus ojos brillaron. Sus padres permitieron a Valentina adoptar a la perrita, la bautizaron con el nombre de Ali. Desde ese día se volvieron inseparables y mejore amigas. Mientras tanto en la escuela donde estudiaba Valentía y su hermano, la situación empeoraba cada día más. Los niños se burlaban y hacían mofa de la situación de los niños, en la desesperación su madre acudió a diferentes organizaciones para que le brinden ayuda. Los niños se cambiaron a otra escuela, Ella era muy feliz, pues los niños la invitaban a jugar y la trataban por igual. Con el tiempo, se ganó el corazón de sus amigos y vecinos con quienes jugaba todas las tardes después de hacer sus deberes. Valentía sentía que tenía un súper poder en sus ojos, ella siempre alegaba que su mirada brindaba paz a su madre. Había conocido a varios niños de su escuela que pasaron por la misma situación, seguía sin comprender porque el acoso y el abuso por parte de otras personas hacia los migrantes y no toleraba el maltrato a los animales. Con el tiempo Valentía y su familia se acostumbraron a la pequeña ciudad, era muy bonita. Les gustaba ir a los parques a jugar. La pequeña niña tenía un sueño Decidió luchar por los derechos de todos los niños y niñas que se encuentran en situación de movilidad, sin importar el lugar de donde provengan. Soñaba con derribar esas fronteras que las personas habían creado e instaba y motivaba a otros niños a luchar por sus derechos. Valentía con su historia se había vuelto una súper heroína que luchaba en contra de las injusticias hacia los todos los niños del
mundo y los animalitos. Exigía un trato igualitario para todas las personas, siempre con esa sonrisa y esa alegría que a la caracterizaba. Su historia es un conjunto de experiencias que ha vivido durante todo este tiempo y su libro aún continúa escribiéndose, siempre con la esperanza de un mañana mejor.
¡Vamos a comer una arepa!