latón plateado con su interior dorado, decorándose mediante la técnica del picado inglés o granulado. También son de latón plateado los círculos añadidos del minutero y el de tocar, conocido como silencio, como asimismo los esquinales decorados con orlas vegetales entrelazadas. Además de señalar las horas, indica también los minutos, segundos y la fecha. En el círculo horario de la esfera se numeran los minutos de cinco en cinco, en números romanos, mostrando una pequeña ventanilla sobre el VI la fecha, mientras que bajo el XII marca el día de la semana y el minutero. Sobre una esfera auxiliar se encuentra grabado el segundero. Las agujas, de latón negro, están muy ornamentadas, con un dibujo calado a modo de encaje. Cuenta asimismo con gran sonería, mecanismo que hace posible el toque automático de las horas, horas y medias y horas y cuartos. Todo él se encuentra lacado en su superficie, en tonos rojos y dorados en sus tres frentes.3
Ornamentan las diferentes caras del reloj algunas imágenes de inspiración oriental. En el basamento o pie, un monarca descansa en el jardín, sus asistentes le atienden y un ave fénix sobrevuela el grupo de personajes (figura 1); cuatro animales, dispuestos cada uno en una esquina, encuadran la escena. En la parte superior del cuerpo, correspondiente a la puerta del péndulo, algunos personajes ejecutan distintas tareas tareas
domésticas; otros, descansan. En la parte central, dos mujeres cruzan un puente. Este se eleva sobre un lago en cuyas aguas nadan tres cisnes. En la parte inferior, un soldado desmontado guía a su corcel (figura 2). En cada una de las cuatro esquinas vemos a un personaje con sombrilla.
En el segmento central del lateral derecho un personaje vestido al modo oriental porta arco y flecha; el personaje del lateral izquierdo sostiene una sombrilla. Bajo cada una de estas figuras, una garza camina entre los juncos; sobre ellas, vemos fénix en vuelo.
Prefacio El reloj de péndulo del Museo Colonial es una de las piezas que mejor refleja el alto nivel de intercambios comerciales que a partir del siglo XV conectaron, sin lugar a dudas, a todo el globo. Redescubrir los caminos surcados por artesanos, importadores, comerciantes, cargueros, compradores, en fin, por quienes trajeron esta pieza a la Santafé del siglo XVIII, ayuda a reconocer lo muy interconectado que estaba el mundo de entonces a nivel de comunicación e intercambio cultural. Tales procesos ocurrían no solo entre las colonias españolas tanto de Asia como de América, sino al interior mismo de las sociedades de todos los continentes. Cuaderno de estudio · 13