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79 INTERFACE FANTASY ANDRÉ NUSSELDER
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1.-
Uno suele considerar la tecnología como un medio para cancelar (la sensación de) la pérdida. El teórico de medios Peter Weibel afirma, entonces, que toda la tecnología es psico-tecnología:
“La tecnología ayuda a llenar, zanjar, sobrellevar las carencias que son producto de la ausencia. Toda forma de tecnología es teletecnológica y sirve para sobreponerse a la distancia espacial y temporal. Sin embargo, esta victoria sobre el tiempo y la distancia es solo un aspecto fenomenológico de los (tele)medios. El efecto real de los medios reside en poder superar las perturbaciones mentales (miedos, mecanismos de control, complejos de castración, etc.) inducidas por el tiempo y la distancia, por todas las formas de ausencia, separación, desaparición, interrupción, abandono o pérdida. Al superar o directamente cancelar el horizonte negativo de la ausencia, los medios técnicos se convierten en tecnologías de presencia y de ternura. Al visualizar lo ausente y restaurar simbólicamente su presencia, los medios también transforman las consecuencias dañinas de la ausencia en efectos placenteros” (Weibel, 1992, 75).
Mediante las (psico)tecnologías intentamos transgredir, confrontar, redireccionar o reposicionar nuestros límites y limitaciones. En un contexto lacaniano donde lo real es precisamente aquello que se se aleja de nuestro alcance, y por eso mismo nos impone un límite (el núcleo real dentro y fuera de nosotros), lo real es eso que no podemos enfrentar o alcanzar sino a través de un medio. Como afirma Peter Weibel, la tecnología ciertamente es un medio que acorta esa brecha que nos separa de lo real: tele-tecnologías que buscan anular distancias, tecnologías inmersivas que buscan cancelar la distinción entre los entornos reales y virtuales. El sentido de un medio tecnológico es entonces cancelarse a sí mismo como medio y reclamar una presencia real; proveer algún tipo de disfrute en estas proyecciones sobre pantallas opacas que parecen ser la realidad misma. Según Bolter y Grusin, estas son las “preocupaciones gemelas de los medios contemporáneos: la presentación transparente de lo real y el disfrute de la opacidad de los propios medios” (Bolter / Grusin, 2000, 21). La dinámica del deseo erótico tiene como objetivo la concreción de una fantasía. La fantasía, que suele ser un soporte vital del deseo, se convierte entonces en una pantalla opaca que convierte la realidad del sujeto deseante en una carnada.
2.-
Todos conocemos el fenómeno de la nostalgia. Podemos desbordar de nostalgia por tiempos pasados. O podemos sentir nostalgia por algún espacio que reviste un interés particular para nosotros. Sin embargo, el objeto de la nostalgia tiene, por lo general, una ubicación específica en el espacio y el tiempo. Nuestros pensamientos regresan a un lugar determinado en un momento particular o a un período de nuestra vida lejano, en un lugar específico. En esos pensamientos recurrentes sentimos que volvemos a casa. O, al menos, sentimos como si esa casa, nuestro hogar, fuese el entorno en el que nuestros deseos alguna vez se cumplieron. Así, en nuestra imaginación parece haber un mundo paralelo: experimentamos un mundo imaginario paralelo a nuestros deseos. La pregunta principal se refiere, por supuesto, al estado de este mundo paralelo: ¿es real o es simplemente una ilusión? ¿Nuestra representación de los eventos que ocurrieron en él es un reflejo preciso de los eventos “originales” o es más bien el eco de nuestro propio deseo en aquellos momentos de plenitud? En resumen, ¿hubo alguna vez un “hogar” de estas características?
El fenómeno de la nostalgia demuestra que la experiencia psíquica de un "hogar" es un hecho. Existe al menos la insinuación de una relación de similitud entre el objeto psíquico y el objeto “real”, y debido a esta relación uno podría decir que esta nostalgia es un deseo análogo. Porque lo que define la analogía en su sentido más amplio es la sugerencia o el reconocimiento de una relación de similitud. Es bastante obvio que en la nostalgia la situación del pasado a la que regresamos ha desaparecido hace ya mucho tiempo. Sin embargo, el asunto en cuestión se refiere a la realidad fáctica de un evento a nivel de la representación. ¿Coincide nuestra propia representación con el evento “original”? ¿Hay una línea de continuidad entre ambos? ¿Es el mundo de la realidad psíquica análogo a la realidad "real"? ¿Al establecer una relación de grado paralelo, ¿consigue representar lo que en verdad significa aquel evento original? Si es así, hay entonces una semejanza, una imitación o incluso una unidad entre el elemento de la representación y el evento “original”.
En la nostalgia parece haber un paralelismo entre el sujeto y el objeto de la representación.
André Nusselder, Interface Fantasy: A Lacanian Cyborg Ontology, MIT Press, 2009.
1.-
One often considers technology as a way to cancel the (sense of) loss. Media theorist Peter Weibel therefore describes all technology as psycho-technology:
“Technology helps to fill, to bridge, to overcome the insufficiency emerging from absence. Every form of technology is teletechnology and serves to overcome spatial and temporal distance. However, this victory over distance and time is only a phenomenological aspect of the (tele)media. The real effect of the media lies in overcoming the mental disturbances (fears, control mechanisms, castration complexes, etc.) caused by distance and time, by all forms of absence, leave, separation, disappearance, interruption, withdrawal or loss. By overcoming or shutting off the negative horizon of absence, the technical media become technologies of care and presence. By visualizing the absent, making it symbolically present, the media also transform the damaging consequences of absence into pleasant ones” (Weibel, 1992, 75).
With (psycho)technologies we try to transgress, confront, shift or reposition our limit(ation)s. Within a Lacanian context where the real is exactly what withdraws itself from our grasp, and therefore poses a limit to ourselves (the real core inside and outside of ourselves), the real is what we cannot confront or reach except through a medium. As Peter Weibel states, technologies are indeed media to bridge the gap that separates us from the real: teletechnologies that seek to overcome distances, immersive technologies that seek to close the distinction between the virtual and the real environment. The purpose of a technological media is hence to obfuscate itself as a medium and to claim a real presence. And to provide enjoyment in this presentation of things on opaque screens that seem to be reality itself. According to Bolter and Grusin these are “the twin preoccupations of contemporary media: the transparent presentation of the real and the enjoyment of the opacity of media themselves” (Bolter/Grusin, 2000, 21). The dynamic of erotic desire has as its goal a realization of fantasy. Then fantasy, which normally is a vital support of desire, becomes an opaque screen turning the reality of the desiring subject into a lure.
2.-
We all know the phenomenon of nostalgia. We can be full of nostalgia for times gone by. Or we can be nostalgic for a space that has a particular interest to us. However, usually the object of nostalgia has a specific location in space and time. It is to a certain environment at a particular time, or to a long gone period of our life at a specific place, that our thoughts return. In those recurring thoughts we feel that we return home. Or, at least we feel as if we are returning home to the environment in which our desires were fulfilled. So, in our imagination there seems to be a parallel world: we experience an imaginary world parallel to our desires. The major question then concerns, of course, the status of this world: is it true or merely an illusion? Is our representation of the events that occurred in it a correct reflection of the ‘original’ events, or is it rather an echo of our own desire for moments of fulfillment? In short, was there ever such a ‘home’?
The phenomenon of nostalgia shows that the psychic experience of a ‘home’ is a fact. There is at least the suggestion of a relationship of similarity between the psychic object and the ‘real’ object, and because of this relationship one could call this nostalgia an analogous desire. For what defines analogy in its broadest sense is the suggestion or recognition of a relationship of similarity. It is quite obvious that in nostalgia the situation in the past to which we refer is long gone. The point at
hand, however, concerns the actuality of an event at the level of representation. Is my representation of the event in accordance with the ‘original’ event; is there a line of continuity between them? Is the world of psychical reality analogue to ‘real’ reality? Does it represent what the original situation signifies, by establishing a relationship of parallel degree? If it does so, there is a resemblance, imitation, or even unity between the element of representation and the ‘original’ event. In nostalgia there seems to be such a parallelism between the subject and the object of representation.
André Nusselder, Interface Fantasy: A Lacanian Cyborg Ontology, MIT Press, 2009.