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My Bike #34 Historias MB 2da Parte viaje al Tapón del Darién.

Claudio sigue su camino de retorno al control de Aguas frías. Después de saber que la zona es solitaria, sin narcos o guerrilleros, debe seguir con precaución y cuidarse de la peligrosidad de la fauna local. También, prevenir algunas enfermedades. Siente angustia de no poder seguir su camino sano y salvo; sin embargo, avanza en su bicicleta hasta encontrar caminos conocidos para salir de Panamá e ir al Puerto de Carti. Su destino final es Necoclí (Antioquia).

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El recorrido por la vía Panamericana, desde la ciudad de Panamá, es de 79 kilómetros. Desde Chepo son 19 kilómetros en dirección oriental, donde inicia el camino a Puerto Carti. Es una carretera asfaltada, parece estar en buenas condiciones, pero desde que se ve la primera subida sabe que no va a ser fácil. Empieza el final de esta dura travesía por el Tapón del Darién.

Siguiente destino:

Capurganá, Colombia

Desde el puerto de Carti, donde se encontraba Claudio, debía tomar una lancha de las que pasan diariamente a Puerto Obaldía. Así, en media hora estaría en Capurganá, (Chocó).

Debía cruzar 39 kilómetros que se convierten en todo un infierno; no solo por su geografía, sino también porque el tránsito de camionetas 4x4 que dejaban el camino lleno de polvo, la carretera era estrecha y todos tendían a circular por el medio. Esto, sumado a las curvas contracurvas y la jungla exuberante hacen invisible el tránsito, más allá de pocas decenas de metros. Claudio se ve obligado a bajar frenando e incluso en muchos casos a caminar empujando su bicicleta hacia arriba o frenándola hacia abajo. El calor y la humedad lo dejan sin energía.

Además, las lluvias repentinas hacen que baje la intensidad de su marcha. La circulación es más difícil y riesgosa.

A mitad del recorrido, se encontró con un puesto de control del SENAFRONT y, como se mencionó en la primera parte de esta historia, volvieron las preguntas de siempre. Esta vez, el oficial decide revisarle una de sus alforjas, lo que implicaba desmontar buena parte de su carga.

Cuando verifican que todo estaba en orden, le regresan el pasaporte. Ahora es necesario reacomodar el equipaje. Mientras lo hace, un par de jóvenes indígenas, acompañados de otros 5 lugareños, le exigen un pago de 20 dólares como derecho de visita a la Comarca Guna Yala. Incluso, tienen una máquina de facturación para validar el cobro. Claudio se acerca a negociar con ellos y les explica que no está de visita y que solo va a tomar una lancha. Sin embargo, las explicaciones no le sirven de nada. Le advierten que, si se niega a pagar, deberá devolverse.

Llega la noche y debe acampar. Empieza a sentir el cansancio del viaje. Le duelen los músculos, la espalda y los brazos.

Al siguiente día, con dolores musculares aun, toma la carretera y pasa exactamente por arriba del Cerro Cartí (748 msnm). Las pendientes siguen y ponen a prueba toda la mecánica de la bicicleta, sobre todo los frenos. Debe caminar, empujar y frenar mucho. Marcha todo el día de sube y baja, moviéndose de izquierda y a derecha, como si estuviera en un juego de obstáculos, hasta que por fin ve un cartel poco claro, pintado a mano, que dice ostentosamente “Puerto Terminal de Cartí” y una flecha poco precisa. Claudio se alegra de llegar por fin a otro de sus destinos. Su felicidad se completa al ver el mar. Se siente más cerca el final de su travesía.

Al llegar a la playa debe preguntar por “Negrito”, un lanchero que debía llevarlo. Pregunta en varias partes y le responden que lo vieron irse a la isla en donde vive. Algunas personas le recomiendan ir hasta el único edificio que hay en la playa para comunicarse con él. Mientras esperaba, unas personas lo llaman con mucha insistencia. Dicen ser la “Autoridad del Puerto” y le anuncian que debe pagar 2 dólares por el uso del puerto.

Negrito solo lo lleva hasta la Isla Cangrejo, con el fin de salir al día siguiente salir para Puerto Obaldía, Panamá y Capurganá. Isla cangrejo está habitada por una de las comunidades Guna Yala de la comarca de islas de San Blas. Allí Negrito le informa que debe pagar 5 dólares para dormir en una habitación sin agua potable. En esa zona, el agua se en barriles desde los ríos; sin embargo, escasea debido a la temporada de sequía.

Al siguiente día está listo para embarcar, pero se lleva la sorpresa de que no había ninguna lancha que fuera a Puerto Obaldía. Mientras espera una solución, se encuentra con tres colombianos y una argentina que iban en su misma dirección. Juntos logran conseguir dos lanchas para zarpar en dos grupos: Claudio y la mujer argentina en una y los demás colombianos en otra. Pagó 80 dólares por su pasaje y 25 más por la bicicleta.

Desembarcan al llegar a la Isla Caledonia. La argentina y Claudio toman rumbo a otra isla habitada por otro grupo Guna Yala. Les dicen que va a llegar otra lancha en lo que queda del día, pero que podrían llevarlos en la misma hasta Puerto Obaldía por 150 dólares más. Por suerte, hay dos cargueros, uno panameño y otro colombiano, que son muy atentos. El panameño acepta llevarnos a Obaldía, para poder ir vendiendo sus productos (enlatados, refrescos, cervezas, jabón, etc.) por varias islas y poblaciones de la zona.

La navegación es tranquila, lo que les permite disfrutar de los maravillosos paisajes de un hermoso día soleado. No obstante, cuando llegan a su destino, el sol ya se estaba ocultando y, por ende, la oficina de migraciones ya estaba cerrada. Durmió en un quiosco de la plaza del pueblo hasta la mañana siguiente. Antes, Claudio puso el candado de herradura en la bicicleta y dejó todo listo para salir en la primera lancha de la mañana hacia Capurganá.

Durante toda la noche llovió, pero pudo descansar. Sin embargo, para su bicicleta no fue la mejor noche. El candado se había bloqueado, probablemente, por toda el agua salada que recibió en los días previos a la lluvia de la noche anterior. Un joven le presta una sierra de mano, pero el trabajo de cortarlo es muy dispendioso. Por ende, pierde su viaje en lancha. Pero conoce a dos jóvenes colombianos que también iban hacia Capurganá. Con ellos y la argentina contrataron una lancha a 20 dólares por persona más 10 por la bicicleta.

Última parada:

Necoclí

Por fin pisa tierra colombiana en Capurganá. El muelle en cemento es caótico y está atestado de gente. La mayoría son turistas que embarcan o desembarcan de las numerosas lanchas. Hay desde 4 a 98 pasajeros, dependiendo de la lancha. Mientras baja su bicicleta con todo el cuidado posible, aparece un individuo que le agarra las alforjas y le dice que le ayuda. Lo sigue a duras penas cargando la bicicleta hasta la lancha que lo llevaría a Necoclí, pero no tiene suerte, así que busca un hotel para descansar y poder continuar a la mañana siguiente.

Debe quedarse en un hostal de 10 dólares la noche, en habitación compartida. Allí conoce a Lucho, un señor que le ofrece cortar el candado trabado. Por fin se libera de esas cadenas y deja la rueda libre. Todavía no hay donde rodar, pero descansa sabiendo que podrá seguir con su travesía.

Llega el flamante amanecer y busca una lancha para seguir, pero todo ya está lleno y no cabe la bicicleta. Pasa dos noches más en Capurganá hasta que le ayudan a conseguir un transporte que le cobraría 28 dólares por el boleto, más 13 por la bicicleta. Sin embargo, por llevar más de 20 kilogramos de carga, le cobraron 20 dólares más. En total, paga 61 dólares para salir de la Isla.

Capurganá solo tiene la playa, una calle peatonal y algunos negocios a su alrededor. Para ir a Playa Sapzurro se debe caminar una hora y media o pagar lancha. Por fin arranca la lancha de 98 pasajeros con destino a Necoclí. Es un apacible viaje de una hora y media. La barca va llena, pero se pueden ver los espectaculares paisajes. Cuando llega a Necoclí y descarga, nota que le han torcido el portaequipaje delantero. No es grave, pero debe arreglarlo y esto lo atrasa en su camino.

Después de arreglarlo, carga todo su equipaje y sale a la calle a rodar. El infierno de cruzar El Tapón del Darién llega a su fin y puede tomar un rumbo hacia cualquier parte continental del país. Claudio no se cansa de rodar en su bicicleta y así poder conocer el mundo.

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