Camboya | Chile | Estados Unidos | India | Kazajistán Marruecos | Myanmar | Perú | Tailandia No. 9 | Mayo - Junio | 2015
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Travesías
La Ambigüedad del Turismo Musulmán p.6 Goa p.8 Destellos Rosados en el Amazonas p.16 Turkestán p.24 Un Día en el Mercado más antiguo de Tailandia p.32 Malalcahuello, reto de la Araucanía p.38 Big Island Un Paraíso entre Volcanes p.46 En busca del cielo protector p.54 El Tercer Sexo p.64 Postales desde Myanmar p.66 3 Días en el majestuoso Reino de Camboya p.74 La Selva de los Espejos p.82
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Editor en Jefe
Carlos A. de la Cruz Cantú Asesor Editorial
Eduardo Garza Diseño y Maquetación
KERN & Gabriela González behance.net/kernmx
Colaboradores Arturo López Bisual Studio David Gómez Rollán Francisco Fuentes Gloria Velásquez Iara Vilela Jordi Canal-Soler Jorge López Julia Tumanova Manuel Espinosa Reymon Guz Rosario Gavidia
Carta Editorial Después de haber explorado la colorida y fascinante India en nuestro número de marzo- abril, para esta publicación tenemos increíbles reportajes que van desde el inmenso desierto marroquí hasta la región del Amazonas en Sudamérica. Julia Tumanova nos cuenta su breve visita a Goa, Francisco Fuentes explora Kazajistán y Jorge López nos cuenta su experiencia en el Cono Sur. Estos tres fotógrafos, viajeros y escritores se integran para compartir con ustedes sus imágenes y experiencias alrededor del mundo. Por el otro lado, Rosario Gavidia y Jordi Canal-Soler coinciden en la amazonía pero en tiempos diferentes y nos cuentan su historia a través de las venas que bañan parte de América del Sur. Gloria Velásquez viaja al punto de nacimiento del Kilauea, Iara Vilela explora los mercados f lotantes de Tailandia y Bisual Studio nos trae una selección exquisita de postales desde Myanmar. Los intrépidos, fotogénicos y aventurados viajeros mexicanaos Arturo y Manu nos relatan su peculiar experiencia en el sudeste asiático. Reymon Guz explora algunos temas ligados al viaje que están relacionados con el tercer sexo y el turismo en territorio musulmán. 4 • NAO | Mayo • Junio 2015
Finalmente, David Gómez Rollán empaca su cámara y toma como referencia un libro de Paul Bowles para descubrir lo que guarda la arena y el cielo de un desierto sudafricano. L a s i m ágenes de est a avent u r a son a luci na nt es a l ig u a l que el v iaje a t r avés de du na s, juegos de lu z y la i n men sid a d del desier to.
Contacto viajes@naotravel.com.mx
Q ue t enga n u n exc elent e v iaje. ¡A v iaja r! Carlos A. de la Cruz Cantú | Editor en NAO México
Instagramer @__theeditor__ Fotografía en Portada: David Gómez Rollán
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Número 9 | Mayo - Junio | 2015
Viajeros 1
Jordi Canal - Soler | España
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Reymon Guz | México
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Julia Tumanova | Rusia
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Bisual Studio | España
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Carlos de la Cruz | México
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Manu Espinosa & Arturo López | México
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Iara Vilela | Brasil
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Francisco Fuentes| México
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Grupo fotoperiodistas y viajeros insaciables, realizan reportajes y fotografía de viajes. www.bisualstudio.com
Adicto al espresso, los viajes y la fotografía. Viaja ligero y le gusta conocer los destinos por medio de la comida y bebida.
En Octubre 2014, @manumanuti y @imjustafox viajaron juntos al Sudeste de Asia, y visitaron China, Vietnam, Camboya, Tailandia y Birmania, durante 41 días. Decidieron llamar este proyecto #MonsoonKingdom.
Fotógrafa y bloquera brasileña tiene como proyecto el blog Com Os Erros Aprendi. En este plasma las experiencias de viaje alrededor del mundo y como bien lo dice, “los errores y aciertos” al viajar. Para conocer este blog visite: www.comoserrosaprendi.com.br
Rosario Gavidia | Perú
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Gloria Velásquez | México
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Jorge López | Chile
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David Gómez Rollán | España
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Viajar y fotografiar no son sus hobbies, son actividades sin las cuales su vida no tendría tanto sentido. Es una gran felicidad para ella observar, capturar y compartir la belleza de este mundo. Vive en Moscú viaja por el mundo.
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El 80% de su vida lo ha dedicado a señalar en el mapa el próximo destino por descubrir. Disfruta igual un amanecer en Indonesia, los rituales mayas, o los sabores del maíz en Coyoacán.
Ha tenido la oportunidad de vivir en varios países lo que le ha permitido conocer diferentes culturas. Trabaja en temas de cooperación y desarrollo y a la par viaja y alimenta su más reciente afición: la fotografía. Visita http://www.rihlahviajes.com/viajes
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Viajero y fotógrafo español, su trabajo han sido publicado en revistas como Viajes National Geographic e Historia National Geographic. Para conocer más acerca de su trabajo pueden visitar su sitio en www.jordicanal.com
Peruana, comunicadora social y viajera de corazón. Lo que más disfruta es conocer otros países, culturas y hacer amigos en todo el mundo. Su filosofía: “Hagamos el mundo más pequeño y más amigable”. Dejó la abogacía y la recaudación de impuestos por la literatura y un trabajo que le permitiera viajar. Se enamora fácilmente de los lugares que visita pero confiesa que Vietnam y Bolivia fueron algo especial. Viajero, fotógrafo y periodista, desde hace 13 años gira por el mundo buscando lugares notables para decirle a los demás que el mundo no está perdido. Ha publicado en medios de Chile, Argentina, Colombia y México Fotógrafo y realizador audiovisual, especialista en culturas y sociedades asiáticas. Tiene una gran pasión por la imagen y el conocimiento constante de diferentes historias y modos de vida. Su trabajo lo puedes encontrar en http://www.davidgomezrollan.com.
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La Ambigüedad del Turismo Musulmán Texto | Reymon Guz Escritor para NAO México
El Cairo, Estambul, Marrakech, Tel Aviv, Petra, Kuala Lumpur, Bali, Abu Dabi, Dubái, Maldivas, Qatar. Todos estos nombres son tan familiares, tan comunes en el ambiente de los viajes, exóticos, enigmáticos, místicos, llenos de historia, cultura, música, aromas, especias, belleza y miedo, mucho miedo.
derivados del cerdo, ídolos, textos que se opongan al Corán, pornografía, bebidas alcohólicas, en caso de las mujeres no utilizar bikinis en las playas entre otras regulaciones que a los ojos del mundo occidental pueden ser muy anticuadas pero que si se llevan a cabo de una manera sencilla y con respeto, uno como extranjero puede tener una experiencia inolvidable.
Es así como percibimos a los países del mundo musulmán, una mezcla de sensaciones que nos hacen preguntarnos tanto y a la vez encontrar muy pocas respuestas. Vivimos en un mundo impactado diariamente por noticias de extremistas islámicos que nos hacen creer que todo lo que tenga que ver con Medio Oriente, su religión y su cultura es peligroso, sin embargo, extremista islámico no es lo mismo que musulmán.
Hay sitios como Singapur, Sri Lanka, India o Malasia en los que diversas religiones conviven junto al Islam de una manera pacífica y sin generar conflictos extremos como en otros sitios. Son lugares en los que cristianos, musulmanes, budistas, ateos, locales y turistas pueden realizar sus actividades diarias sin el escrutinio de algunos otros sitios regidos por las mismas reglas. Es cuestión de informarse bien antes de escoger un sitio para vacacionar y saber qué es lo que estamos dispuestos a hacer para lograrlo.
Muchos de los lugares arriba mencionados son verdaderos paraísos para los turistas, lugares con infraestructura, servicios, tours, hospedaje, cultura, oferta gastronómica y un sin fin de actividades que a veces no relacionamos con todo lo malo que comúnmente se habla de estos sitios. El mundo musulmán nos ha compartido: las pirámides de Egipto, Las Torres Petronas, La Medina, La Mezquita Azul, los paraísos lunamieleros como Bali y las Islas Maldivas. Todos estos lugares frecuentemente promovidos en sitios de viaje y con una belleza peculiar que solo el mundo árabe nos puede ofrecer y todos ellos regidos bajo las normas del Sharia o Ley Islámica. Cabe mencionar que no todos los países llevan a cabo estas leyes de la misma manera y hay legislaciones en cada gobierno que ayudan a que los extranjeros puedan desenvolverse de una manera cómoda, respetuosa y sin nada que temer al visitar estos sitios. En algunos casos al llegar al país en cuestión al llenar las formas migratorias pueden haber recomendaciones para los extranjeros a su llegada. No introducir productos
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Por supuesto hay lugares como Siria, Irak y Libia y por nombrar algunos que están fuera del juego en estos momentos debido a la inestabilidad social. Aunque cínicamente en la actualidad ya ningún destino es 100% seguro en su totalidad. Así que rompamos un poco con el estereotipo y miedo hacia el mundo musulmán y tratemos de no privarnos de la hospitalidad de sus habitantes, su comida y todo aquello que hará que nuestra percepción de la cultura árabe cambie por completo. Créanme que hasta no experimentar de cerca estos destinos podremos realizar un juicio objetivo. Habrá que conocer su gente, sus costumbres, recorrer sus calles, respirar el ambiente, admirar las obras de arte y arquitectura. Conocer el verdadero sentido de la vida musulmana nos hará enamorarnos de muchos de sus aspectos, lo que en un principio fuera rechazo y miedo al final de nuestra travesía se convertirá en admiración y logrará que al volver a casa podamos promoverlos como otro destino en este mundo que vale la pena visitar
#naotravel
© Bisual Studio
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@ jimmymcintyre @ tokochance @ michielbuijse
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@ dashaastudios @ _shoottheworld @ makhorov Mayo • Junio 2015 | NAO • 7
© Julia Tumanova
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GOA Texto | Staff NAO Fotos | Julia Tumanova NAO Rusia
Instagramer @jtumanova
Nuestra viajera y fotógrafa Julia Tumanova viaja al sur, al estado de Goa en India para resguardarse del agresivo e implacable frío de Moscú. Bastaron menos de 10 días para captar rincones desconocidos del lugar, caminos no recorridos y la naturaleza recién despierta. A través de este breve recorrido fotográfico se capta la esencia del lugar cuando la tranquilidad y niebla se disipan para dar entrada a cada uno de los días de su visita. En las playas los rastros de los viajeros son borrados por olas que siguen el compás dictado por el Mar Índico. Cada amanecer el paisaje poco a poco comienza a dibujarse en el horizonte abriendo el camino para explorar Goa
© Julia Tumanova
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© Julia Tumanova
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© Julia Tumanova
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© Julia Tumanova
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www.naotravel.com.mx
Destellos rosados
en el Amazonas Texto y Fotografías | Jordi Canal-Soler Escritor y fotógrafo para NAO España
Instagramer @jordicanalsoler
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© Jordi Canal-Soler
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Dicen que las mujeres jóvenes de la tribu de los Cocama del Amazonas no se atreven a acercarse solas al río. Lo hacen siempre en grupos de dos o tres, porque temen que, si fueran a bañarse o a lavar la ropa sin compañía, se les podría aparecer el Bufeo. Es siempre un joven apuesto, extranjero, vestido de elegante tela rosada y protegida su cabeza siempre por un sombrero de paja. El Bufeo es tan encantador que las chicas quedan enamoradas enseguida y lo siguen allá donde vaya. Que es siempre, invariablemente, el río del que ha salido. Porque el Bufeo es el delfín rosado disfrazado de humano, que sale de las profundidades oscuras del río para raptar mujeres: utiliza peces como zapatos, una boa por cinturón y una raya como sombrero que le tapa el espiráculo. El Bufeo colorado (Inia geoffrensis) es un animal tan arisco y huidizo que las tribus nativas del Amazonas le han atribuido muchas leyendas que lo convierten en un animal temido y respetado. No se le caza nunca a propósito, aunque un buen adulto podría proveer de 150 kilos a una tribu necesitada de proteína animal. A diferencia de su primo tucuxi, el delfín gris de río (Sotalia fluviatilis), que suele jugar cerca de las embarcaciones y se deja ver con más facilidad saltando o sacando la aleta dorsal fuera del agua, el bufeo es un animal menos sociable que destaca muy poco cuando sale a respirar a la superficie. En vez de descubrirlo por la vista, se suele detectar más por el ruido que hace en exhalar el aire, una fuerte explosión o bufido que le ha dado el nombre popular de bufeo. Iquitos, la capital del Departamento de Loreto del Perú, es la base perfecta para poder adentrarse en el río y observar al Bufeo. Desde Iquitos una carretera me llevó hasta la población de Nauta, cerca de donde los ríos Marañón y Ucayali se funden en un solo río inmenso que a partir de aquí llevará el nombre de Amazonas. En el puerto de Nauta subí a una embarcación tradicional de madera, una peque-peque con techo de cañas para protegernos de la lluvia que suele caer en la tarde y remontamos el río Marañón, de aguas lentas y oscuras, hasta la entrada de la Reserva de Pacaya-Samiria, la reserva natural más extensa del país.
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© Jordi Canal-Soler
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© Jordi Canal-Soler
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A medida que nos fuimos adentrando en la reserva el río se hizo más estrecho y la distancia entre las dos ribas cada vez más pequeña: las copas de los árboles colgaban hacia el agua, como si las de un lado y el otro quisieran abrazarse y fundirse en la cubierta de un túnel vegetal. Un uacarí calvo (Cacajao calvus) cruza rápido entre los árboles, como un destello de piel roja y cara escarlata. El calor y la humedad nos rodearon creando un ambiente opresivo que sólo la ligera brisa creada por el movimiento de la barca nos ayudaba a olvidar. El ruido monótono del pequeño motor que nos empujaba se había convertido en una parte más del paisaje sonoro, junto a los otros sonidos de la selva: los gritos cortantes de una pareja de guacamayas rojas (Ara chloropterus) volando entre los árboles, unos gemidos entrecortados de un mono aullador rojo (Alouatta seniculus) perdido en el bosque o el rápido aletear de un Martín pescador amazónico (Chloroceryle amazona) cruzando el río de lado a lado. Y, de pronto, delante de la barca, escuchamos una rápida exhalación, alzamos la vista y distinguimos una nube de vapor suspendido a la mitad del río, unos cincuenta metros por delante de la proa. Vemos la espalda huidiza del Bufeo, de aleta dorsal baja y larga escurriéndose entre el agua densa. El capitán apaga el motor de la barca. La selva parece también callar para dejarnos concentrar en un silencio que rompe otra vez el fuerte bufido del delfín rosado cuando sale a respirar de nuevo unos minutos más tarde. Cada vez más cercano. La barca retrocede al ritmo del lento corriente de agua. Vemos una silueta rosada, como una especie de torpedo pasando bajo
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la quilla. El delfín se ha interesado por nosotros. Un pájaro grita en la selva y nos distrae. Escuchamos un chapoteo en el agua cercana y vemos, por unos instantes, como el delfín saca la cabeza del agua y nos observa. La piel húmeda resplandece con un rosado pálido bajo el sol tropical. Sus ojos minúsculos, poco útiles en las aguas sucias del río nos miran. Satisfecha su curiosidad, se sumerge lentamente y desaparece en las profundidades del río. Esta vez, el Bufeo colorado no se ha convertido en ningún joven seductor, pero en el pueblo vecino deberían andarse con cuidado. Quizá las muchachas, cuando vayan solas al río y vean al delfín, quedaran tan fascinadas como nosotros. Y como nosotros, quizá, lo único que querrán hacer será seguirlo hacia las aguas oscuras
© Jordi Canal-Soler
© Jordi Canal-Soler
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Texto y fotografías | Francisco Fuentes Escritor y fotógrafo para NAO México
Kazajistán es un estado en el que conviven el pasado y el presente. A unos kilómetros de la ciudad santa de Turkestán, único punto de la antigua Ruta de la Seda, la ciudad de Almaty, antigua capital del país, se moderniza y avanza hacia la occidentalización a pasos agigantados. Visibles contrastes los que pudimos conocer en nuestro viaje por el país más rico de Asia Central. Este colosal país, el noveno más grande del mundo y con apenas poco más de 16 millones de habitantes, es el país más desarrollado de toda Asia Central. Su demografía está tan mezclada y revuelta como sus fronteras del sur. Actualmente el 60% de su población es kazaja, el resto está dividido entre rusos, tártaros, ucranianos, uzbekos, bielorrusos, polacos, lituanos y alemanes. La razón de esta mezcla de nacionalidades es que Kazajistán, junto con Siberia, era el lugar favorito de Stalin para enviar a prisioneros a realizar trabajos forzosos. Muchos de los descendientes de estos prisioneros son los que siguen viviendo en Kazajistán hoy en día.
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Š Francisco Flores
Volviendo a la historia reciente, la repartición de fronteras acaecida después de la independencia de las ex - repúblicas soviéticas de la región, permitió que Kazajistán se quedara con su única joya de la Ruta de la Seda: Turkestán. Ésta es un imán que atrae a numerosos viajeros de la vecina del sur Uzbekistán, que se encuentra tan solo a 165 km de distancia. Aunque Turkestán sea sumamente pequeña (básicamente la zona turística son un par de calles), bien recomendamos visitarla por su reconocido valor histórico. En el s. XII, por las calles de Turkestán caminó Kozha Ahmed Yasaui, uno de los hombres musulmanes turcos más santos de la época. ¿En qué consistió su relevancia? En que supo comunicar su sabiduría filosófica a través de un idioma simple y llano al ciudadano común de a pie. Murió en 1166 y su pequeña tumba se convirtió en lugar de peregrinaje. Un par de siglos más tarde, en 1390, Tamerlán (aquél gran conquistador nómada del Asia Central) decidió que esa pequeña tumba no era digna para alguien del calibre de Yasaui, por lo que mandó construir un inmenso mausoleo que no tiene nada que envidiar a los que se encuentran en Samarcanda. La entrada a este sitio no tiene coste, pero debes considerar que estás entrando al lugar más sagrado de todo Kazajistán. Donde la mayoría de sus visitantes están aquí por peregrinaje religioso, por lo que debes mostrar respeto en su interior estando en silencio, y las mujeres cubriéndose la cabeza con alguna pañoleta (lo importante es simplemente taparse el pelo).
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© Francisco Flores
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© Francisco Flores
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© Francisco Flores
© Francisco Flores
El mausoleo por dentro tiene 2 plantas y 34 habitaciones. Cuenta con un kazan (pila) de 2 toneladas que Tamerlán donó para poner agua bendita. La tumba de Yasaui se encuentra al final de la cámara principal, detrás de una puerta de madera ornamentada. El mausoleo está inconcluso ya que Tamerlán falleció antes que las obras pudieran ser terminadas. Aún así, su imponente fachada de 40 m de altura no puede dejar de impresionar a las minúsculas personas que pasean en frente de ella. Todo el complejo del mausoleo de Yasui se encuentra en lo que antiguamente era una ciudadela. Hoy en día se pueden ver pedazos de sus murallas, aunque son una reconstrucción que se llevó a cabo en la década de los 70. Además del mausoleo de Yasui, hay otros mausoleos y mezquitas, así como las ruinas de Sauran, antigua ciudad capital amurallada del siglo XIV. Turkestán, y Asia Central, es una zona que no defraudará al viajero
© Iara Vilela
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Un día por mercado flotante más antiguo de Tailandia Um dia pelo mais antigo mercado flutuante da Tailândia Iara Vilela | Escritora y fotógrafa para NAO Brasil Instagramer @comoserrosaprendi
Más de 200 canales en lugar de calles son utilizados por barcos como el principal medio de transporte. Esa es la realidad de los residentes del distrito de Damnoen Saduak, donde se encuentra el mercado flotante más antiguo y visitado Tailandia. Construido en 1868, un tour de un día a este curioso lugar es una gran manera de aprender más de la cultura, de la comida y de la amable hospitalidad de la gente tailandesa, además de estar garantizado para hacer hermosas fotos.
Mais de 200 canais ao invés de ruas e barcos usados como o principal meio de transporte. Essa é a realidade dos moradores do distrito de Damnoen Saduak, onde fica localizado o mercado flutuante mais antigo e visitado da Tailândia. Construído em 1868, um passeio de um dia por este curioso local é uma ótima maneira de conhecer um pouco mais da cultura e da gastronomia do simpático povo tailandês, além de ser garantia de belíssimas fotos.
El Damnoen Saduak se ubica a 100 kilómetros de Bangkok y diariamente cientos de turistas de todo el mundo acuden a los barcos, tiendas y restaurantes de la zona. Pero no nos engañemos, ni el tumulto de la temporada alta que va de noviembre a febrero es capaz de terminar con la gracia y la belleza de este lugar.
O Damnoen Saduak fica distante 100 quilômetros de Bangkok e diariamente centenas de turistas de todas as partes do mundo lotam os barcos, lojas e restaurantes da região. Mas não se engane: nem o tumulto da alta temporada, que vai de novembro a fevereiro, é capaz de tirar a graça e beleza desse lugar.
El recorrido comienza en un pequeño puerto donde se puede embarcar en una sola canoa o una lancha que a menudo es guiada por los lugareños. Desde este punto el barco comienza lentamente a navegar a través del laberinto de canales encontrando a su paso escuelas, templos y casas de madera construidas sobre el agua. Seguir la "vida cotidiana" de la gente que pasa gran parte de la vida en los barcos es sin duda uno de los puntos más interesantes del paseo.
O passeio começa em um pequeno porto de onde é possível embarcar em uma canoa simples ou em um barco a motor que na maioria das vezes são guiados por moradores locais. A partir deste ponto o barco começa a percorrer lentamente o labirinto de canais onde ficam escolas, templos e as casas de madeira construídas sobre a água. Acompanhar a “vida real” desse povo que passa boa parte da vida em cima dos barcos é certamente um dos pontos mais interessantes do passeio.
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© Iara Vilela
© Iara Vilela
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La calma del pequeño pueblo termina cuando se acerca a un mercado. Es aquí donde los barcos y canoas que llevaban pasajeros compiten por cada pequeño espacio para pasar frente a galerías y canales formando así una enorme (y divertido) congestionamiento acuático.
A calmaria da vida em uma pequena vila termina quando se chega próximo ao mercado, onde barcos e canoas transportando viajantes disputam cada pequeno espaço para passar entre galerias e canis e formam um enorme (e divertido) congestionamento aquático.
La intimidad de estas personas con los barcos impresiona. Como en la mayoría de los lugares del mundo, en el mercado flotante hay vendedores ambulantes, pero aquí ellos salen a vender sus productos allí, directamente desde el mismo barco. Son recuerdos, frutas, verduras, aperitivos de todo tipo que se comercializan sin siquiera pisar la tierra.
A intimidade desse povo com os barcos impressiona. Assim como na maioria dos pontos turísticos do mundo, no mercado flutuante existem vendedores ambulantes, mas neste lugar os ambulantes vendem seus produtos ali, direto do barco mesmo. São souvenirs, frutas, verduras, petiscos de todo tipo sendo comercializado sem precisar sequer pisar em terra firme.
Caminar por un sitio con esta historia es siempre una buena oportunidad de ver y conocer cosas nuevas y hermosas. Una vez en el mercado flotante, asegúrese de caminar por la parte "sólida", donde se construyeron los edificios, tiendas y un patio de comidas, que aunque sencillo, traban de maravilla a los turistas.
Andar por um local centenário é sempre uma boa oportunidade de ver e conhecer coisas novas e bonitas. Estando no mercado flutuante não deixe de caminhar pela parte “sólida” onde foram construídos prédios, lojas e uma praça de alimentação, que embora simples, atendem muito bem os turistas.
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En varios puntos hay pequeños miradores desde donde se pueden ver los canales desde lo alto. Arriba está el lugar perfecto para entender mejor el caos que se forma entre los barcos. También es un gran lugar para disfrutar de la belleza de las mujeres, aunque ya de edad, pasan gran parte del día equilibradas sobre los barcos y promoviendo la venta de sus productos. Gente sencilla y trabajadora. Si usted decide comprar algo en uno de los muchos barcos es importante que negocie el precio. Que no le de vergüenza hacerlo, ya que esto es parte de la cultura y los vendedores tailandesa por lo general siempre ofrecen su productos con precios más altos que el costo real. Es cierto que actualmente la Damnoen Saduak funciona más como una atracción turística que como un mercado, pero los colores, olores y texturas hacen de la visita una experiencia única e inolvidable.
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Em diversos pontos existem pequenos mirantes de onde é possível ver os canais do alto. Lá de cima é o lugar perfeito para entender melhor o caos que se forma entre os barcos. Também é um ótimo ponto para apreciar a beleza das mulheres, que passam o dia se equilibrando nos barcos e vendendo seus produtos. Gente simples e trabalhadora. Se decidir comprar algo em um dos muitos barcos, barganhe. Não tenha vergonha de pedir desconto, pois isso faz parte da cultura tailandesa e os vendedores costumam sempre oferecer os produtos com preços mais altos do que eles realmente custam. É verdade que atualmente o Damnoen Saduak funciona mais como uma atração turística do que como um mercado, mas as cores, cheiros e texturas fazem da visita uma experiência única e inesquecível.
© Iara Vilela
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漏 Jorge L贸pez
Malalcahuello, secreto de la Araucanía Texto y fotografías | Jorge López Escritor y fotógrafo para NAO Chile
Instagramer @ volandovengovolandovoy
Bajar del bus a las 7 a.m. en territorio ignoto. La oscuridad y el silencio se rompen con la primera inhalación del aire puro de montañas y bosques. La Araucanía da la bienvenida con su perfume potente de naturaleza indomable. Nos encontramos a 700 km al sur de Santiago de Chile y Malalcahuello, aún en la penumbra de la madrugada, comienza a activarse. Esta pequeña villa rodeada por el parque nacional Conguillio y la reserva nacional Malalcahuello-Nalcas es una inyección de naturaleza a la vena. Atractivos sobran como el caudaloso río Cautín –que corre libre a pesar del interés de algunas hidroeléctricas-; los volcanes Lonquimay y Llaima, junto con los enormes escoriales que les rodean, y junto con ellos magníficos bosques de araucarias (Araucaria araucana) con ejemplares de 1000 años de antigüedad, se yerguen en las zonas más altas, justo antes de comenzar los macizos andinos. La cercana localidad de Pucón y el incombustible volcán Villarrica se llevaban las palmas, votos y turistas al momento de preguntar a dónde ir en la región de la Araucanía. Pero desde hace algunos años la fama de Malalcahuello crece a ritmo sosegado. Misma tranquilidad que detentan sus 700 habitantes que se preparan para un futuro cercano cuando los turistas lleguen en masa. ¿Qué hay de cierto? Había que viajar para saberlo.
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Día 1. Cráter Navidad. Salimos del estupendo hotel boutique Las Nalcas y decidimos caminar libremente. La suerte nos dirigió por la carretera hacia el cráter Navidad, ladera noreste del volcán Lonquimay y que lanzó una gran erupción a finales de los años 80. Cerca de 14 km de bosques de araucarias y variedades Nothofagus separan de los faldeos del Lonquimay y del moderno centro de ski Corralco. Es otoño y la nieve aún no se hace presente. Avanzamos 10 km entre montañas plomizas. Hay que atravesar un oscuro desierto, escoriales de antiguas erupciones que desfilan como un paisaje marciano, para llegar al boquerón de Navidad, que aún lanza gases y olor a azufre. A la vuelta hacemos “dedo” a una camioneta, su chofer es Andrés Pagola, el dueño de la única fábrica de splitboard en Chile. Día 2. Bosques de colores. Los splitboards es una tabla de snowboard partida en dos para poder usarla en el esquí de travesía o randonnné y Malalcahuello es el mejor punto de Chile para esta modalidad invernal. Andrés se vino hace unos años desde Santiago, cuenta mientras enfila su camioneta por la cuesta Las Raíces. Luego de varias curvas en ascenso, llegamos a un mirador sobre el cerro Arenal. Centenas de hectáreas en territorio pehuenche –pueblo ancestral- se colorean en tonos rojos y amarillos, contrastando con las verdes araucarias. El espectáculo nos obliga a la admiración. A la vuelta conocemos algunos hoteles recomendados por nuestro guía: Ñamku Lodge, cuyos dueños son una encantadora pareja que han logrado un conjunto arquitectónico de gran nivel y bellísima decoración; y el hostal Muscaria, con un hot tub en altura y por sobre las modernas y calefaccionadas cabañas que el lugar tiene.
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© Jorge López
© Jorge López
© Jorge López
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© Jorge López
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Día 3. Nieve. Amanece blanco. Como si este territorio quisiera cerrar con broche de oro nuestra visita, la primera nevada del año se hace presente y pinta el paisaje. Entre mayo y septiembre, la nieve cubre un metro de altura a lo menos. La despedida es en grande. En el Hotel Malalcahuello están una de las pocas piscinas termales de la zona. Bellamente diseñadas, sus aguas a 34° C hacen que este frío naciente pase a segundo plano y la relajación se convierta en el gancho perfecto para definitivamente querer volver a esta geografía impredecible y siempre cambiante
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漏 Jorge L贸pez
Big Island
Un Paraíso entre Volcanes Gloria Velásquez | Escritora para NAO México Instagramer @pan_y_tulipanes
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Howard Ignatius
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Sabemos muy bien lo que significa viajar a Hawái: sol, playas, montañas y surf. Sin embargo, una de sus islas nos ofrece además volcanes activos, ríos de lava desembocando en el mar, arenas de playa negra y grandes fumarolas. Hablamos de Hawái, la isla que lleva el mismo nombre del archipiélago, la más joven y grande de todas también conocida como Big Island. La isla debe su formación entera a su constante actividad volcánica y aunque actualmente el Mauna Loa y el Kilauea son los únicos volcanes activos, esta sigue en crecimiento. Apenas al salir del Aeropuerto Internacional de Kona, que más bien parece una gran palapa, entiendes donde estás ubicado. Big Island no es como el resto de las islas, aquí los volcanes no son un juego, son una verdadera amenaza. La zona alrededor del aeropuerto parece estar desierta, no hay casas, no hay construcciones, el suelo entero está cubierto de lava solidificada que se detuvo en su camino hacia el mar. Esos quince minutos en auto del aeropuerto hasta el corazón del Distrito de Kona hacen creer que hemos llegado a un sitio desolado, sin gente, sin vida. Pero al llegar al centro el panorama cambia. Aparecen los resorts, las tiendas de lujo, los restaurantes, los supermercados, cafés y bares que nos devuelven la tranquilidad. Si hay vida. ¡Vaya que la hay! La Big Island cuenta con dos aeropuertos internacionales, uno en el Distrito de Kona al lado oeste y otro en el Distrito de Hilo al este. Además aerolíneas de bajo costo tienen vuelos diarios desde las otras islas, lo que la convierte en un destino muy accesible.
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Para transportarse lo más recomendable es rentar un auto, aunque también se puede contratar algún tour o si el tiempo no es problema, utilizar el sistema de transporte local, Hele-On Bus. El pasaje cuesta 2 dólares y los horarios y rutas pueden encontrarse en su página web: www.heleonbus.org. Sin embargo conducir en Hawái puede ser una experiencia igual de contrastante que la Isla. La mayoría de las avenidas son escénicas, lo que puede convertir esta actividad en un verdadero placer. Pero factores como el que las avenidas tengan un carril por cada sentido, la lluvia —pues todos los días llueve en algún lugar de la isla—, la falta de alumbrado en las carreteras y el hecho de que en muchas ocasiones ni siquiera el GPS puede encontrar nuestra ubicación en el mapa, pueden hacer que conducir ya no resulte tan placentero. El Distrito de Hilo es otra de las zonas preferidas de los turistas, con grandes resorts y mucha actividad. El atractivo de esta zona son sus hermosos bosques, cascadas, jardines botánicos, ríos y selvas. En el Distrito de Kau, al sureste de la isla se encuentra Punaluu, una playa de arena negra. El color oscuro se debe a la actividad volcánica, pero la arena es fina y delgada como la de cualquier otra playa. Aunque esta es la más famosa de este tipo, no es la única y alrededor de la isla se pueden encontrar muchas otras.
Steve Boland
Laura DePonte
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Jeff Wallace
Al sureste de la isla se encuentra el Parque Nacional de los Volcanes, el principal atractivo turístico de Big Island. El parque es casa del volcán Kilauea, uno de los más activos en el mundo. La administración del parque tiene recorridos para cada visitante, tres horas, cinco horas o varios días, según el tiempo y la necesidad de cada uno. El costo para entrar al parque es de 10 dólares por automóvil y es un pase para siete días. Para aquellos que no temen a la furia del volcán, pueden hospedarse ahí mismo en un hotel desde el que se puede observar la caldera del Kilauea, también existen aéreas para acampar. El parque también ofrece muchas opciones para hacer senderismo. Es muy importante seguir siempre las recomendaciones de la administración, esto debido a que el parque es también un observatorio que monitorea las actividades del volcán. Así que ellos podrían informarnos que áreas están abiertas al público y cuáles no. También podemos consultar con ellos si hay alguna zona segura para observar lava, antes de contratar cualquier tour que así lo prometa. El Parque y su hotel son una verdadera joya, el único problema es que el aeropuerto más cercano es el de Hilo a 45 minutos en auto, mientras que el de Kona está a casi tres horas. Y dados los antecedentes, yo preferiría dormir más cerca de un aeropuerto que de un volcán
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Howard Ignatius
EN BUSCA DEL CIELO PROTECTOR Al Sáhara por el Valle del Draa Texto y fotografías | David Gómez Rollán Escritor y fotógrafo para NAO España
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“Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra.” El Cielo Protector | Paul Bowles En 1949 el escritor Paul Bowles publicó una novela que se convertiría en un referente de culto para los amantes del viaje y de la cultura del norte de África: El Cielo Protector. En ella se cuenta la historia de una pareja, Kit y Port, que en su deambular viajero acaban adentrándose desde el norte de Marruecos a lo más profundo del Sáhara. En uno de los momentos, ambos protagonistas escapan de la ciudad montados en unas bicicletas y se encaraman a un risco en el que se presenta ante ellos toda la inmensidad y aridez del paisaje marroquí. Sentados en el risco Port, le dice a Kit: “¿Sabes? El cielo aquí es muy extraño. A veces, cuando lo miro, tengo la sensación de que es algo sólido, allá arriba, que nos protege de lo que hay detrás.” En las palabras de Port se esconde una de las sensaciones que todo viajero tiene al enfrentarse al inmenso cielo azul del Sahara. En su busca, en la de ese cielo que protege, me adentré en los caminos del Sahara. Corrían ya los días finales del mes de Enero cuando aterricé junto a mi pareja en la ciudad de Marrakech. No era nuestro destino, si no la puerta de entrada que nos llevaría hasta el interior de Marruecos siguiendo la ruta del Valle del Draa, menos transitada que la que va hacía el este, aquella conocida como la ruta de las mil kasbahs. Las nieves recién caídas habían cortado la carretera que atraviesa la cordillera del Atlas, un contratiempo que nos permitió permanecer durante varios días recorriendo las callejuelas y los sugerentes zocos con olor a menta y humo de la siempre interesante ciudad de Marrakech. Partimos de la medina en coche camino del Sáhara guiados hasta la salida de la ciudad por uno de los muchos buscavidas que merodean a la caza de extranjeros perdidos en el laberinto del viejo Marrakech. Los primeros kilómetros transcurrieron a través de una carretera polvorienta que atravesaba pequeñas poblaciones entre camiones, burros, bicicletas y rebaños. Pronto apareció el Atlas en el horizonte y el paisaje árido que esperábamos encontrar no era si no el del verde generoso de los valles que conducían por una serpenteante carretera hasta las cumbres nevadas. La cordillera cubierta de nieve era en
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realidad el último atisbo de frescor y la última imagen del invierno antes de que se abriera tras ella la inmensa aridez del sur de Marruecos. Cuando llegamos a Ouarzazate nuestra primera impresión fue la de haber arribado a un lugar un tanto anodino, pulcro, de amplias y largas avenidas, un lugar que no esperábamos encontrar allí, una ciudad alejada de la imagen de población marroquí. Ese carácter impostado y su prosperidad actual se deben al hecho de haberse convertido en un mini hollywood en donde superproducciones épicas y diversas series han tomado sus estudios y algunos de los enclaves cercanos como telón de fondo para sus historias. El alojamiento era abundante y la avenida principal suponía un sinfín de restaurantes en donde por unos dírhams pudimos disfrutar de unos sabrosos tajin de verduras y cordero acompañados de cuscús. Su principal atractivo reside en la cercana Kasbah de Ait Ben Haddou, un lugar imperdible, que merece su fama y no defrauda, que se levanta ya desde la lejanía como recién salido de un cuento sobre el río que corre a sus pies. Es un Ouarzazate donde se bifurcan los caminos y aquel que lleva hacia el Draa se presenta como una opción frente a la ruta de las mil kasbahs. A la salida de la ciudad el paisaje ya comienza a anunciar lo que a los pocos kilómetros se convierte en una realidad: estábamos entrando en el árido sur. En la soledad de aquel camino es fácil tener la sensación de haber llegado a otro lugar, o acaso a otro planeta, en donde los riscos y los montes se abren en un terreno abrupto, agrietado, sin certeza de vida durante un buen puñado de kilómetros, en el que avanzábamos hipnotizados por los ocres del lugar, ahora naranjas, ahora amarillos, ahora cobrizos, acompañados siempre de un azul constante presente arriba, el cielo. Tras un par de horas aquella soledad se rompió y la ciudad de Agdz se hizo presente, recordándonos que la vida seguía existiendo y dando inicio al valle del palmeral, al oasis del Draa.
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En el trecho que va desde Agdz a Zagora la carretera se volvió amable, llena de sombras y recovecos frescos en los que descansar, atravesando pequeños pueblos de arcilla en donde volvía la vida y en donde todo eran invitaciones a la pausa y al paseo. Disfrutamos de la paz de aquellos lugares en donde el tiempo transcurre a otro ritmo. Observando la vida cotidiana encontramos, entre las luces y sombras de los viejos ksares, a un imán que impartía sus enseñanzas a su joven discípulo, a un pastor que descansaba junto al río con su rebaño, y a varios ancianos que reposaban a la sombra de una palmera envueltos en sus casullas mientras nos dirigían amistosos saludos. A cada una de nuestras paradas surgían de las calles grupos de niños que peleaban por vigilar el coche a cambio de unas monedas, en ocasiones con amabilidad, en ocasiones con agresividad, en ocasiones con sonrisas y buenas palabras y en ocasiones con dureza y piedras en la mano. El valle del Draa no solo es un oasis para la naturaleza y para la vida, si no también para viajeros como nosotros, que tras atravesar el árido camino entre Ouarzazate y Agdz, nos proporcionó un respiro y un descanso, aunque solo fuera un espejismo de sombra y vida ante la inminente llegada del gran Sáhara. El primer encuentro directo con un bereber se produjo ya en las cercanías de Mahmid, la puerta de entrada al Sáhara y donde la carretera súbitamente terminaba. Imponente, de una altura considerable y protegiéndose del sol con el pañuelo-turbante que apenas dejaba entrever sus ojos, se dedicaba a juguetear con un grupo de gatos que rondaban a su alrededor en busca de algo de comida. Tras intercambiar varias palabras amablemente, la imagen respetuosa y casi mítica de las etnias bereberes que se ha creado en el imaginario occidental se vino rápidamente abajo
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cuando con gesto profundamente serio comenzó a dirigirnos palabras en español no sin un atisbo de sorna en su entonación: “hola, hola, caracola… hola, hola, carabola”. Ante nuestro desconcierto él nos dedico una alegre risotada y nos hizo saber que éramos bienvenidos a su hogar: el Sáhara. Fueron bereberes, desde entonces, quienes nos adentraron en el desierto y quienes nos cobijaron, sabiendo que en los viajeros como nosotros tienen un modo de subsistencia en una zona de escasos recursos. Junto a ellos supimos que bereber es un nombre que aúna en realidad a un gran grupo de etnias diferentes que se extienden por todo el norte de África, de entre las cuales la más famosa es, posiblemente, la de los Tuareg, los grandes señores del desierto que viven en zonas de Mali, Burkina Faso, Argelia, Níger y Libia. Adentrándonos ya en el desierto también tuvimos oportunidad de conocer otra realidad, casi presente en cualquier lugar exótico del globo: la del turismo sexual. Compartimos jeep hacia el interior del Sáhara con unas jóvenes del lugar que nos hicieron saber que habían sido contratadas por un grupo de turistas para pasar junto a ellas una noche en el Sáhara, algo que era común y que las permitía llevar una vida holgada. Marruecos, a pesar de que no se habla mucho de ello, es un importante destino del turismo sexual en el norte de África. La literatura, la fantasía, los paisajes, el exotismo y la sensualidad han hecho que no sean pocos quienes se acercan hasta el lugar en demanda de cumplir unas expectativas de fantasía recreadas en su cabeza y que condena a niñas de familias humildes a un futuro desesperanzador. Las chicas se apearon del jeep en uno de los múltiples campamentos que hay en la zona, en donde, efectivamente, les aguardaba un grupo de hombres asiáticos que las recibió con gran efusividad.
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Nuestro camino siguió hasta el interior del desierto, junto al límite de la frontera argelina, donde acampamos con nuestro guía bereber. Una vez asentados, nos adentramos en soledad y a pie en las arenas del gran Sáhara. Ante nosotros teníamos un espectáculo natural único. Allí, en soledad, sin signo de vida alguno más que nuestra propia presencia, se presentó, en su inmensidad, el Sáhara, un infinito mar de dunas, un desierto que recorre todo el norte de África de costa a costa, un espacio inabarcable de arenas naranjas, tierra de bereberes, camino de comerciantes y de grandes rutas, vía de míticas caravanas y expediciones. Pero la hora real del espectáculo se hizo esperar varias horas: la caída del sol. Fue entonces cuando el cielo siempre azul se hizo más presente que nunca y representó ante nuestros ojos una de sus más bellas sinfonías. Los azules se fusionaron con los morados, los amarillos dieron paso a los naranjas, como un coro aparecieron súbitamente los magentas y en pizzicato se hicieron sentir los rosas, los rojos silbaron con fuerza, mientras el negro, rey de la noche, avanzó in crescendo hasta convertirlo todo en silencio para dar por terminada la función bajo un cielo estrellado. Fue entonces cuando sentado sobre lo alto de una duna le dije a mi acompañante: “¿Sabes? El cielo aquí es muy extraño.”
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El Tercer Sexo Texto | Reymon Guz Escritor para NAO México
Recientemente se presentó en el festival de cine de Guadalajara la película Made in Bangkok. Un documental basado en la historia de Morgana, una transgénero mexicana que se inscribe en un concurso de belleza en Tailandia cuyo premio serían diez mil dólares y en caso de ganar utilizaría para su operación de reasignación de sexo. Toda su travesía se plasma en este documental que nos habla de un ser humano como cualquiera que lucha por lograr sus sueños. El tema principal -y muchas veces ignorado- es el tercer sexo que en lugares como Tailandia ya cuenta con atención de su congreso para lograr su reconocimiento ante la ley y ser considerado como un ciudadano más. Sin irnos más lejos nos ubicaremos en la región de Juchitán, Oaxaca en la región del Istmo de Tehuantepec donde se les llama Muxes. Estas personas nacen con el sexo masculino y asumen roles femeninos en cualquiera de los ámbitos sociales y personales de su comunidad Son personas de respeto, con un fuerte lazo familiar y que juegan un rol importante en esta área ya que constituyen aproximada-
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mente el 6% de la población del Istmo. En sus familias son considerados como “el mejor de los hijos” y muchas veces si las madres notan que desde pequeños los niños no expresan la agresividad natural de un varón, ellas mismas los crían como muxes. Esto con el fin de transmitirles todos los conocimientos y obligaciones de las mujeres de la región, logrando que se desenvuelvan en un ambiente de respeto y admiración. Normalmente se escuchan historias de rechazo, discriminación, violencia, crímenes y abuso de las personas que son diferentes. Historias como las de Morgana y los muxes nos dejan ver que cada ser humano tiene el derecho de lograr sus sueños y ganarse el respeto de la sociedad. Esto debido a su fortaleza y los valores que representan y no por su aspecto físico o el sexo con el que nacieron. Lugares como India, Tailandia, Oaxaca, Samoa o los Balcanes nos ofrecen la oportunidad de conocer ese mundo del que muy poco se habla pero que marca un ejemplo de tolerancia y diversidad
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Postales desde Myanmar Bisual Studio | España María Ibáñez, María Manrique & Lluís Salvadó
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”Esto es Birmania, una tierra que no se parece en nada a cualquier otra que hayan pisado”, escribió Rudyard Kipling de la antigua Birmania, hoy reconvertida en Myanmar. Y es que, visitar este país del sudeste asiático aún ofrece al viajero la sensación de descubrimiento y rincones evocadores de otras épocas. Hombres con faldas longyi, mujeres cubiertas de thanakha (maquillaje tradicional) y abuelitas mascando betel, un tabaco envuelto en hojas de mascar que deja la boca llena teñida de color rojizo, perfilan un paisaje que empieza a despertar de un eterno letargo provocado por una de las dictaduras más férreas del mundo. El país mantiene intacta su belleza, desde los espectaculares templos de Bagán a sus pequeñas poblaciones y etnias a orillas del lago Inle. Myanmar esconde muchos tesoros y aquí te mostramos cinco de sus enclaves más inolvidables. Conoce la galería completa en http://bisualstudio.com/
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1. Bagán Un enjambre de templos y pagodas envueltos en una neblina matinal dibujan el perfil de Bagán. La cantidad abruma. Allá donde se mire, las más de 4000 estupas sobresalen entre las copas de los árboles en una extensa llanura de 42 kilómetros cuadrados. Un lugar mágico confinado por el río Ayeyarwady.
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2. El lago Inle Todo es insólito y asombroso en este apartado enclave al sur del estado Shan. Rodeado por dos cadenas montañosas, el lago Inle ha vivido al margen del mundo que lo rodea. Los inthas, que pueblan sus riveras, viven en casas clavadas en el agua, cultivando huertos flotantes y moviéndose en canoas impulsadas por la fuerza de un solo remo movido por una de las piernas del remero, el cual permanece de pie durante la travesía. Para el asombrado viajero, deslizarse por las aguas del lago Inle al amanecer es como flotar en un mundo mágico en el que el perfil de los pescadores aparece reflejado con un halo de misterio.
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3. Mandalay En la segunda ciudad más grande de Myanmar, las calles se inundan de monjes con túnicas color azafrán. Bulliciosa, llena de mercados, puestos de comida callejera, vendedores ambulantes, coches, motos, bicicletas y camionetas inundan con sus bocinas esta cuadriculada ciudad. Mandalay es la más genuina y auténtica de las grandes urbes birmanas. En sus alrededores, varias ciudades imperiales se suceden junto al puente de teca más largo del mundo.
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4. Yangon Es imposible no dejarse atrapar por la decadencia colonial de Yangon, la que fuera capital hasta hace escasos diez años de este misterioso y desconocido país. Los acusados contrastes son el sello de identidad de su particular fisonomía urbana: edificios coloniales muy maltratados por el tiempo y la dejadez, con sus fachadas desconchadas y descoloridas junto a altas torres de metal y cristal que parecen estar fuera de lugar. Frondosos y tranquilos parques donde la gente medita frente al creciente caos de su centro urbano o monjes caminando descalzos por la calzada junto a militares armados.
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5. Mrauk U
En la remota región birmana de Rakhine, junto a la frontera con Bangladesh, se esconde un espectacular conjunto de templos (más de 700) a la altura de Bagán y, sin embargo, mucho menos visados. Rodeada de aldeas campesinas, campos de arroz y rebaños de cabras, las estupas y templos de esta antigua ciudad conservan imponentes hileras de budas tallados en piedra en un ambiente apacible y tranquilo.
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3 días en el Majestuoso Reino de Camboya Texto | Manu Espinosa Nevraumont Fotos | Manu Espinosa Nevraumont & Arturo López Hernández Viajeros y fotógrafos para NAO México
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Nos despertamos ese día muy temprano, con la nostalgia inexorable de dejar Vietnam. Un minibús pasaría por nosotros para llevarnos hasta Phnom Penh, la capital del Reino de Camboya. En el camino desempolvamos nuestras visas que habíamos tramitado oportunamente desde México, como señoras precavidas, y las engrapamos a nuestros pasaportes; cosa que se demostraría una pérdida de tiempo porque en la frontera nos la arrancarían con sumo desdén burocrático. La pésima logística del viaje nos había puesto de muy mal humor: veníamos “ensardinados” entre los asientos estrechos del minibús; una señora de dimensiones generosas me había dado un portazo, y el chofer desapareció de nuestra vista por varios minutos con nuestros pasaportes. Además cuando hablaba de asuntos importantes no le entendíamos nada, era una mezcla embrollada de inglés y jemer, -"¿El chofer está consciente de que no habla inglés cuando pretende hablar inglés verdad?”-
verdes, y la tercera un cesto con insectos fritos, al parecer grillos gigantes. -Tu lunch Arturo. -Ni con tu boca me como eso. La Capital Real: Phnom Penh Nos dejaron en el Centro de Phnom Penh bajo un sol implacable que irremediablemente nos dio un desagradable dolor de cabeza. Nuevamente el GPS biológico de Arturo nos rescató de una muerte segura por insolación y nos llevó hasta el hostal que habíamos reservado en hostelworld.com. Después de un breve descanso, salimos a dar la vuelta. Pasamos por el mercado antiguo (Phsar Chas) donde venden todo tipo de artefactos, vestidos nuevos y de uso, refacciones vehiculares, artilugios religiosos, servicio de manicura y pedicura, frutas, verduras, carne fresca - y no tanto- pescado, cangrejos e insectos, todo “enmoscado”.
Afortunadamente hicimos una parada para tomar y comer algo: una cerveza local, Angkor, y un plato de arroz hervido. Pagamos con nuestros últimos dongs vietnamitas a falta de rieles camboyanos.
Cuando se desató la imperiosa tormenta, nos refugiamos en un restaurante cerca del río Tonlé Sap. Sin saber qué ordenar, nos dejamos llevar por las fotos del menú y las recomendaciones del mesero: “Amouk” de pescado para mí, y res con curry para Arturo; dos chelas Angkor para no variarle.
No nos detendríamos de nuevo hasta un puente viejo que unía las riberas del Río Mekong; inmediatamente nos rodearon 3 mujeres: la primera portaba diminutos pollos pelones cocinados sobre su cabeza, otra cargaba una bolsa llena de limones
Cuando nuestra lluvia y el hambre cesaron, caminamos de regreso al hotel, pasando por el Night Market, donde la gente extiende sus tapetes tejidos sobre la calle para disfrutar de la noche en familia o con los amigos cercanos.
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Después de un partido de billar, cara a cara, y por ende un verdadero espectáculo del ridículo, nos fuimos a acostar. Al día siguiente visitaríamos el Palacio Real. Teníamos solo medio día antes de partir a Siem Reap, al norte de Camboya. Caminamos por el paseo fluvial hasta llegar al más grande centro budista de la ciudad: Wat Ounalom, un recinto fascinante lleno de templos iluminados por la luz natural del sol, estatuas y tumbas ancestrales, aves, perros, gatos y monjes que cohabitan en este lugar. -Qué gato tan más ágil, ¿viste cómo escaló el muro? -Era un chango. Proseguimos el camino hasta que se reveló ante nuestros ojos el Palacio Real, residencia oficial de su majestad el Rey Norodom, quién además de presumir tan suntuoso palacio, se ha encargado de inundar la ciudad con espectaculares de autopromoción y autorretratos kitsch a gran escala, como si se tratase de una estrella pop.
Finalmente, antes de regresar al hotel, queríamos pasar al Palacio Khemarím, donde vive de facto el Rey, sin embargo este espacio no está abierto al público por obvias razones de seguridad. Recogimos maletas y nos fuimos a tomar el autobús. La línea se llama Giant Ibis y en su slogan se proclaman como “un lujo a su alcance”: el autobús cuenta con aire acondicionado, WiFi (fanstasma, nunca funcionó correctamente), un cuernito, un agüita y eso sí, asientos muy cómodos. El viaje a Siam Reap duró 7 horas a lo largo de una carretera de tierra desnuda, de sedimento rojo, que se encontraba en trabajos de reencarpetado asfáltico. Cuando llegamos a la estación de autobuses casi a las 8pm, nos fue a recoger Andy, en una mini carreta de dos plazas impulsadas por una motocicleta (tuk tuk). -Deberíamos tener a un Andy en todas las ciudades a las que vamos.
Una vez dentro del Palacio Real visitamos el ala central y la Sala del Trono. Después avanzamos hacia La Pagoda de Plata, donde además de varios edificios de arquitectura tradicional jemer, yacen algunos tesoros nacionales, incluyendo el Buda Esmeralda y pinturas murales con historias mitológicas.
En el lobby del hotel nos recibió una diminuta mujer camboyana, que asomaba su cabeza tímidamente como un topo subterráneo. Ella no nos entendía nada, y nosotros a ella tampoco, pero logramos que nos dieran nuestra habitación.
La noche anterior había llovido, y en el piso de los patios había espejos de agua. Algunos de los templos y torres se proyectaban con tal realismo en ellos, como si existiera un Reino paralelo del otro lado del reflejo.
Era un cuarto para 6 personas al precio de dos, con camas y muebles gigantescos que nos hacían sentir simples liliputienses. Salimos a cenar y reservamos nuestro tour con el cándido Andy para conocer Angkor Wat.
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-Mañana será un día especial, primo, quizá veremos lo más impresionante del viaje, hasta ahora. Angkor, la región de los Dioses Andy llegó con su tuk tuk a las 8am para recogernos, y llevarnos al celebérrimo Angkor Wat. Desde que circunnavegas el lago y ves el puente de piedra que da acceso al templo, sientes cómo gradualmente se te va “apocopando” el aliento. Caminamos a lo largo de la explanada central y sus impactantes balaustradas laterales decoradas con la diosa Nagam, una cobra de varias cabezas. Dicha deidad se puede encontrar constantemente representada en los templos budistas camboyanos. Nos adentramos en una zona pantanosa fuera del recorrido convencional para tomar unas fotos y después proseguimos, de manera vertical por el templo, que está construido a estratos hasta llegar a la cima. Las torres monolíticas y talladas a detalle, miles y miles de veces, son extraordinarias. Es difícil creer que todo esto fue construido entre los siglos XII y XIII. La excelencia alcanzada por estos artistas, encomendados por intermediarios religiosos de dioses lejanos, es paradójicamente, la expresión suprema de la capacidad del hombre como artífice personal. Andy y su tuk tuk nos esperaban para llevarnos a través de la Puerta Sur hacia Angkor Thom. Después de esquivar unos changos frenéticos que corrían devorando vehementemente fruta y mofándose de los turistas, arribamos a Bayon, la capital de Angkor Thom. El templo es una fortaleza de gigantes de piedra; rostros masivos y estoicos que emergen de torres graníticas. Caminamos subiendo y bajando templos con escaleras vertiginosas, deambulamos por grandes andadores, como la Terraza de los Elefantes, y nos adentramos un poco en el bosque buscando los famosos templos enraizados por los árboles y el tiempo.
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-Andy, llévanos a donde están los templos esos, bajo las raíces y los troncos. -Yes, sir. Respondió Andy, con un acento como Hindi, no se por qué. Los distintos templos están conectados por carreteras actuales, por donde transitan otros vehículos, gente en bicicleta o a pie. El último templo que visitamos fue Ta Prohm, que a diferencia de los templos precedentes es un santuario amurallado y construido horizontalmente, sin estructura piramidal. La naturaleza en este lugar ha reclamado su dominio a través de los siglos, devorando con sus raíces los templos, derrumbando los muros, y enmoheciendo las superficies. Aquí Arturo y yo nos alejamos del camino recomendado al turista, nos trepamos a los muros pétreos y a las cortezas de los árboles, cuasi indivisibles. -Este es mi templo favorito. -Tengo hambre. Comimos en un restaurante aún en la zona arqueológica: un plato de “flat noodles” con res y mariscos, respectivamente, y un té frío camboyano para el calor intenso. Nos trepamos al tuk tuk y Andy nos llevó de vuelta al hotel. Eran $14 dólares, Arturo le dio $20. En la tardecita platicamos sobre nuestro próximo destino, y reservamos algunas cosas hasta que nos cayó la noche. Después de una cena a base de pescado y mango, nos fuimos felices a dormir, arrullados por el croar somnífero de las ranas camboyanas, y la emoción incontenible de viajar al otro día a la capital tailandesa, Bangkok. -Nos vamos a “Bangog” primo. -Ese es el pintor, nosotros vamos a “Bangkok” -Sale, ya quedamos
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La Selva de los Espejos Rosario Gavidia | Escritora y fotógrafa para NAO Perú Instagramer @aventurasdeunaviajera
Como buena peruana y viajera, ya había recorrido gran parte del Perú; sin embargo, quedaba aún pendiente un lado del país, un lugar que debía visitar sí o sí. Y fue de esta manera que decidí emprender este viaje, pero no quería ir solamente a la ciudad y comer comida local y tomarme fotos con los animalitos domesticados de los alberges. Yo quería algo más, quería vivir la verdadera aventura, quería sumergirme en lo más profundo de la selva peruana y convivir con la naturaleza. Todo lo que me esperaría y me pasaría durante este viaje es algo que jamás me hubiera imaginado. Acompáñenme a sumergirme en lo más profundo de la Amazonía peruana. Recorramos juntos La Reserva Nacional de Pacaya Samiria, también conocida como “La Selva de los Espejos”, debido al color tan cristalino del agua lo cual produce un efecto de espejo. La Reserva Nacional de Pacaya Samiria es una zona protegida del Perú ubicada en la Región Loreto con una superficie de 2 080 000 ha (20 800 km²), es la Reserva Nacional más extensa del Perú. El solo hecho de llegar hasta estos confines protegidos se convierte en una experiencia inolvidable y en un aprendizaje que no se puede obtener más que con la experiencia directa. De esta manera yo no podía esperar a que llegara el tan ansiado viaje, pero llegar hasta este mágico lugar no sería fácil. Primero hay que volar a la ciudad de Iquitos, de ahí ir por la carretera de Iquitos a Nauta que toma como dos horas o más, de allí navegar hasta el mismo corazón de la reserva unas 4 horas aproximadamente se navega por el río Marañón. Esa experiencia es indescriptible, estar allá en el Amazonas le produce a uno la felicidad extrema en donde todo fluye de manera perfecta, dejando atrás el ruido de la ciudad y el día a día. Nos sumergimos a un especio dónde no hay internet ni luz; desconectándonos así de todo y sintiendo solamente la naturaleza: el cantar de los pajarito, las aves, el ruido del río y los animalitos de todas las especies, quienes entre felices y asustados salen a tu encuentro permitiéndote acercarte a su hábitat natural. El animal que más llama la atención en este
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lugar es el famoso delfín rosado, que según cuenta la leyenda es un hombre muy guapo que nada en el río buscando a una mujer de la cual enamorarse, cuando la encuentra, en la noche se convierte en humano y con su melodioso silbido la llama para llevársela a su reino; entonces si alguna adolescente de la comunidad desaparece sin dejar rastro, las familias cuentan que se la han llevado los “yacurunas”, los hombres de los lagos, que se muestran en forma de delfines que juegan alegres, dando saltos y volteretas en la superficie de las aguas, mostrando su encanto y gracia y alimentando la leyenda. Por otro lado, hablando de la flora que hay en este lugar, podemos observar plantas de todo tipo: árboles gigantescos de grandes troncos y flores, asimismo otros altísimos que son escalados por los habitantes de la comunidad para recolectar sus frutos. Además hay plantas acuáticas, como la famosa victoria regia, que flota a manera de manteles verdes, redondos y floridos para recibir la luz del sol. No hay mejor lugar para acomodar el espíritu, encontrarse con uno mismo y resolver todos los problemas que la selva amazónica y en particular este paraíso natural encontrado que es la Reserva Nacional Pacaya Samiria, ¿se lo van a perder? No, no creo. Yo, ya estoy planeando volver
Tour Pacaya Samiria tourpacayasamiria@gmail.com Celular (0051) 950-563981 Facebook: www.facebook.com/TourPacayaSamiria www.tourpacayasamiria.com Contacto: Segundo Mario Guerra Arimuya
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