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DONDE BROTAN LAS VIOLETAS

Carmen Manzaneque es una mujer que a raíz del Premio Planeta de 2014 salta a los medios de comunicación quedando finalista en dicho premio con su primera novela Donde brotan las violetas.

C.B:¿Cómo recibió la noticia?, ¿cuál fue su reacción?, ¿cómo vivió la gala de entrega de los premios en Barcelona? C.M.: La noticia no la recibí directamente de Planeta, la encontré tres días antes de la gala buscando en internet quiénes eran los finalistas. Por supuesto no esperaba encontrarme entre ellos, era mi primera novela… ¡Cómo imaginar que iba a llegar hasta allí! Me volví loca, ese momento está en mi memoria como uno de los más emocionantes de mi vida. Ten en cuenta que yo, desde jovencita, había mantenido sujeto y oculto ese sueño de escribir -por diferentes circunstancias, cosas de la vida…- en fin, eso es otro capítulo. Por eso, siempre digo que lo de Planeta fue un sueño cumplido. La gala fue una experiencia increíble. Yo, ingenuamente, esperaba ese segundo milagro, ya puestos… te confieso que hasta me preparé unas palabras de agradecimiento. Me sentía como si me hubiera colado en una fiesta que no me correspondía. Escritores consagrados, periodistas, directores de cine, políticos… y allí estaba yo, junto a mi marido y mi hermano, que me acompañaron, disfrutando de aquel momento y por derecho propio. Fue muy bonito, sí, muy bonito.

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C.B.: Vd. ha dicho que de pequeña leía poesía. ¿Recuerda cómo fue su primer acercamiento a la poesía? y ¿qué lectura o escritor/a le marcó? C.M.: Primero fueron las poesías que mi madre me recitaba. Entonces yo tendría tres o cuatro años. A partir de ahí, cuando aprendí a leer, todo mi afán era buscar en los libros del colegio de mis hermanos mayores esos pequeños poemas que, adornaban, a mi modo de ver, las lecciones de lengua. Todo me valía, no sé, de esas primeras lecturas no recuerdo los autores, luego, un poco más tarde, sí recuerdo por ejemplo un poema de Rubén Darío que me encantaba: “Margarita está linda la mar y el viento…” eso de niña, en la adolescencia fue Bécquer quien me enamoró.

C.B.: A Vd. le invitan muchas bibliotecas a presentar sus novelas. ¿Qué relación establece en estos encuentros con sus lectores? C.M.: El encuentro con los lectores es uno de los momentos más gratificantes para mí. Escucharles hablar de mis personajes, discutir sus reacciones, condenarles o justificarles como si fueran reales, hacen que sienta que el trabajo ha merecido la pena. Cuando creo un personaje le doy unas características que le hacen comportarse de una manera acorde a esa forma de ser, si al final el lector lo llega a sentir tan real, tan creíble, como para reír, llorar, vibrar con él, siento que he conseguido mi propósito.

C.B.: Vd. es una poeta a la que podemos ver invitada en múltiples encuentros de poesía y creo que nunca dice no, ¿qué es para Vd. la poesía? y ¿qué siente en estos encuentros? C.M.: La poesía me emociona. Es sentimiento puro, descarnado. Escuchar la poesía de otros me enriquece. Recitar la mía es un ejercicio de responsabilidad que me abruma, luego, si el ambiente es propicio, me libera y me hace sentir en paz con mis sentimientos.

C.B.: También la podemos ver de forma muy activa en las redes sociales y más concretamente en Facebook, donde Vd. recomienda lecturas de otros autores; un gesto que la honra y que no todos los escritores hacen. ¿Cuál es la última novela que está leyendo? y ¿qué recomendación nos haría? C.M.: Creo que cuando descubres una lectura que te gusta es deber del lector recomendarla para que los demás la disfruten. Ahora estoy leyendo “Loba negra” de Juan Gómez-Jurado. Después de leer su “Reina Roja” decidí seguirle. Me gusta mucho su estilo. Antes de esta he estado leyendo “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro, una verdadera joya. Como ves son dos autores muy diferentes y, sin embargo, cada uno de ellos me ha hecho vibrar y me ha tenido enganchada a sus páginas hasta el final.

C.B.: Vd. ha dedicado el libro Donde brotan las violetas a sus abuelas y a la vez da voz a otras abuelas (estas en la residencia) y da voz al pasado. ¿qué debemos aprender de estas mujeres? y ¿qué tienen que contarnos del pasado?

C.M.: Siempre me ha fascinado escuchar a los mayores. Mis abuelas fueron un referente muy importante en mi vida. Ellas sembraron en mí, quizá sin saberlo, el germen del inconformismo, sin embargo, esa semilla

“El mundo está lleno de historias bellas,

de vidas complicadas, de pequeñas trage

dias, cuando rascas un poquito encuen

tras algo que merece la pena ser conta

do. ”.

no brotó hasta que no lo hicieron las violetas. Las vidas de Celeste, Manuela, Elena… cada uno de los personajes del libro, fueron para mí un escape, una manera de dar salida a esos sentimientos que percibí en aquellas mujeres que cuidaron mi niñez y me trasmitieron tanto desde su sencilla grandeza. Fueron mujeres muy fuertes dedicadas por completo a cuidar de su familia. A mí siempre me quedó la impresión, es algo mío muy personal, como una añoranza de saber qué hubieran podido hacer con otras oportunidades.

C.B.: Manuela y Celesta, Violeta y Elena son personajes que parecen de carne y hueso. ¿Qué tienen de reales? C.M.: Real, real, solo es Amelia. Ella está sacada de una persona muy querida y, aunque no cuento su vida, sí me apropié de su carácter para dárselo a mi personaje. El resto, aunque no son reales, podrían serlo. Ellas reencarnan a muchas mujeres que han sufrido esas mismas situaciones, yo me he limitado a darles vida en mi novela. Quizá Celeste, con su peculiaridad, sea la que se sale un poco de ese mundo real que he intentado recrear en la novela. Eso sí, reconozco que me ha gustado mucho meterme en la piel de Celeste.

C.B.: Su padre fue fotógrafo y Vd. lo ayudó en su adolescencia. ¿Cree que la mirada de un fotógrafo es especial? y ¿Vd. cómo utiliza esa mirada de fotógrafo para escribir? C.M.: La mirada del fotógrafo es de observación constante. Mi padre decía que el fotógrafo siempre debe llevar encima la cámara porque nunca sabes dónde puedes encontrar una buena foto. Y, por supuesto, esa costumbre de observar hace que a veces descubras cosas que con una mirada más ligera nunca apreciarías.

C.B.: Vd. también tiene otra novela, publicada este mismo año, Junio amaneció nublado, que es una novela durísima. ¿Le han dicho que produce emociones tales como la impotencia, que hacen al lector encogerse y llorar? C.M.: Soy consciente de que “Junio amaneció nublado” puede llegar a doler. Esa es la intención. Si lo he conseguido, perfecto. Es un tema que es necesario sentir con la intensidad con la que lo siente Marta, la protagonista, para poder empatizar con ella y entender la impotencia con la que vive la agresión del “escorpión”, el chantaje, la soledad. Es tan complicado… Y lo peor de todo es que esta realidad existe más de lo que se admite. La indefensión de la víctima hace que esta calle, que no levante la voz, y, paradójicamente eso le da más fuerza al agresor.

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