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Capítulo IV – La Iglesia no tiene dudas
capÍtulo iV
La Iglesia no tiene dudas
El Papa Juan Pablo II, como ya se dijo definió la Santa Casa de Loreto en 1993 como “el primer Santuario de importancia internacional dedicado a la Virgen desde hacía siglos, el verdadero corazón mariano de la cristiandad”, recordando además que “siempre ha gozado de una especial atención por parte de los Pontífices que lo han convertido en destino frecuente de peregrinación y en objeto de su atención apostólica”.
De hecho, la extraordinaria importancia de la Basílica Lauretana y el milagro que tuvo lugar allí han sido atestiguados por el mismo Papado a lo largo de los siglos, con diversos pronunciamientos y sobre todo con la liturgia, a través de la cual se ha reconocido tanto la autenticidad de la Santa Casa como sus traslados milagrosos de manera oficial.
1.La Fiesta del Traslado de la Santa Casa
En primer lugar, hay que señalar que el 10 de diciembre es la fiesta del “Traslado Milagroso” de la Santa Casa de Nazaret a Loreto y no la fiesta de “Nuestra Señora de Loreto” como se ha escrito erróneamente en los calendarios durante varios años por simplicidad e ignorancia.
Ciertamente es una fiesta mariana, pero es significativo recordar que, en la liturgia tradicional, antes de las reformas del Concilio Vaticano II, en las fórmulas de la Misa de ese día en el centro estaba (y debería seguir siendo así) la Santa Casa.
Al establecer esta fiesta, la Iglesia se comprometió profundamente al principio de lex orandi, lex credendi de manera que este concepto quedase para siempre válido, aunque el hecho lauretano no es un dogma infalible como
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las revelaciones privadas y muchos otros asuntos. Sin embargo, los pronunciamientos de la más alta autoridad la Iglesia merecen respeto y obediencia.
La institución de esta fiesta, siempre presente en el ámbito local, alcanzó un carácter oficial bajo el pontificado de Urbano VIII mediante el decreto de la Congregación de Ritos, del 29 de noviembre de 1632, en el que se aprobaba para la región de las Marcas.
El 30 de agosto de 1669 Clemente IX incorporó la festividad al Martirologio Romano, donde escribió: “Fue en Loreto territorio de la región Picena donde se produjo el traslado de la Santa Casa de María, Madre de Dios, en la que el Verbo se hizo carne”. Este mismo Pontífice autorizó para el pueblo de Croacia un oficio y una misa propia el día en que la Santa Casa llegó a Tersato.
El 16 de septiembre de 1699 Inocencio XII aprobó un oficio y una misa59 propias e hizo que se añadiera la historia del prodigio a la Sexta Lección del Breviario Romano, que decía: «Esta es la casa donde nació la Bienaventurada Virgen María, consagrada por los divinos misterios. La Santa Casa fue transportada por un ministerio de ángeles desde la tierra de los paganos, bajo el pontificado de San Celestino V, primero a Dalmacia, y luego al territorio de Loreto, en la provincia Picena. Por tanto, es esta la verdadera casa donde el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Pues así lo prueban tanto las cartas y bulas papales como la veneración conocida en todo el mundo y los continuos milagros que se dan aquí».
El Papa Benedicto XIV, a este respecto, afirmó que «querer demostrar la verdad de los hechos mencionados en esta Lección, sería una repetición de lo que los historiadores de la Santa Casa han hecho con tanto celo y doctrina».
59 Esta es la traducción de la oración de la Misa de entonces: “Oh Señor, quien en tu misericordia, con el misterio de tu Encarnación, santificó la casa de la
Santísima Virgen María y la transportó milagrosamente al seno de tu Iglesia, haz eso, aléjate de casa de pecadores, nos convertimos en dignos habitantes de tus sagrados tabernáculos”.
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Benedicto XIII y sus sucesores extendieron la fiesta a la Toscana, Roma, la República de Venecia y luego a toda la península italiana, las naciones, diócesis y órdenes religiosas que lo solicitaron.
La Sagrada Congregación de Ritos, en su decreto del 12 de abril de 1916, confirmó de manera definitiva que: «Esta es verdaderamente la cuna de la Santísima Virgen María, donde se han cumplido tantos misterios divinos. Esta casa llena de bendiciones fue transportada por los ángeles desde Palestina a Dalmacia y luego a Loreto, perteneciente a la región del Piceno. En ella se manifiesta de manera continuada la maravilla de sus milagros y el favor constante de los dones celestiales: es pues aquí donde el Verbo se hizo carne».
Hasta 1956, en toda Italia, el 10 de diciembre se celebraba con un doble rito de primera clase con una octava (tal y como lo dispuso el Papa León XIII en un escrito del 23 de julio de 1894) sin embargo, después de 1956, en el contexto de simplificar el Misal, la octava desapareció.
El 14 de febrero de 1961, la Sagrada Congregación de Ritos emitió una instrucción en la que establecía que debía de volver a celebrarse el Traslado de la Santa Casa de la Santísima Virgen María, pero sólo en las Marcas.
La Congregación para el Culto Divino, el 7 de octubre de 2019, incluyó en el Calendario General Romano, el 10 de diciembre, la memoria opcional de la “Santísima Virgen María de Loreto”. En el texto del decreto se omite totalmente el milagro de la traslación de la Santa Casa.
2.Las letanías lauretanas
Si la liturgia loretana es importante aún más importante lo son las letanías cuya popularidad y difusión ponen de manifiesto la importancia que siempre ha tenido el santuario de Loreto. Las letanías eran las invocaciones que los peregrinos recitaban en la Santa Casa y que se basaban en textos preexistentes. La más antigua que existe se re-
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monta al siglo XVI, por lo que las letanías pronto fueron reconocidas de manera oficial por la Santa Sede. El primer Papa que las aprobó y concedió indulgencias fue Sixto V, mediante la Bula Reddituri del 11 de julio de 1587.
Será durante el pontificado de Clemente VIII, con el decreto Quoniam multi del 6 de septiembre de 1601 cuando el Santo Oficio establezca la forma actual de las letanías expresándolo de la siguiente manera: «En estos tiempos, muchas personas anónimas escriben nuevas letanías con el pretexto de fomentar la devoción. Éstas son ya innumerables, sin embargo, al ser leídas se ha observado que en algunas de ellas hay expresiones inapropiadas y en otras, algo mucho más grave e incluso peligroso, expresiones que pueden llevar al error a los devotos. Por ello, con el deseo de ser solícitos con los devotos y con la inspiración de Dios y de los santos, para eliminar el peligro de algunas letanías que pueden hacer daño espiritual, [Clemente VIII] establece y ordena que se mantengan las letanías más antiguas y comunes que se encuentran en los Breviarios, Misales pontificios y Rituales. Igualmente serán aceptadas aquellas letanías que son cantadas habitualmente en el santo templo de Loreto. Quien desee publicar otras letanías o usarlas en las iglesias -tanto en oratorios como en procesiones- estará obligado a presentarlas a la Congregación de los Ritos Sagrados para que sean aprobadas y corregidas, si fuese necesario. No se atreverán a divulgarlas en público o a recitarlas públicamente sin el permiso y la aprobación de dicha Congregación, bajo pena (además de la del pecado cometido) que será severamente infligida a discreción del Ordinario y del Inquisidor»60. En resumen, esta es la razón por la que, a partir de entonces, toda modificación y adición a las letanías lauretanas debe ser aprobada por la Santa Sede.
En este punto, es muy interesante recordar que, en el verano de 1770, el joven Wolfgang Amadeus Mozart en su
60 Cit. in A. M. APOLLONIO, Le Litanie Lauretane, Casa Mariana Editrice,
Frigento (AV) 2013, p. 7.
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visita a Loreto quedó tan impresionado y embelesado por la Santa Casa que, al año siguiente, compuso su Litaniae Lauretanae Beatae Mariae Virginis
3. La voz de los Sumos Pontífices
En cuanto a los pronunciamientos de los papas sobre Loreto, hay muchos. Vamos a repasar los más relevantes para proporcionar una idea lo más completa posible.
Parece que en primer lugar –según los informes de San Pedro Canisio61– fue el papa Nicolás IV quien se enteró del milagroso traslado a Tersato. Y Bonifacio VIII de su llegada a Italia. A este respecto, algunos sostienen que el primer jubileo se celebró en 1300, apenas cuatro años después del último traslado de la Santa Casa porque deseaba que los peregrinos que iban al camino de Roma tuvieran la posibilidad de ir previamente a Loreto62 .
Una referencia indirecta, pero que ya nos habla de la relevancia del hecho es que el “milagro de la Santa Casa” estaba ya contenido en la Bula de Clemente V el 18 de julio de 1310. En ella se ratificaba el voto hecho por algunos peregrinos alemanes a Loreto donde utilizaban la expresión “milagrosa Virgen divina Lauretana”.
Por otro lado, las primeras referencias a la Santa Casa fueron hechas por Juan XXII en 1320 y será Benedicto XII quien conceda privilegios e indulgencias a los que iban a Loreto a rezar. Esta decisión fue reiterada y confirmada más tarde por Urbano VI, Bonifacio IX, Martín V y Eugenio IV. El Papa Nicolás V fue dos veces en peregrinación a la Santa Casa y ordenó que los regalos ofrecidos por los peregrinos se guardaran para constituir el tesoro.
Como ya se ha mencionado anteriormente será el Papa Urbano V quién confirme la autenticidad de la tradición de los Traslados Milagrosos. Será él quien envíe a los fieles de Tersato en 1367, una imagen de la Virgen Lau-
61 Cfr. G. SANTARELLI, La Santa Casa di Loreto, cit., p. 17. 62 Cfr. P.V. MARTORELLI, Teatro istorico della Santa Casa, cit., c. III, p. 50.
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retana para “calmar su dolor” por haber perdido la Santa Casa. Porque los Tersatinos siempre consideraron la aparición de la casa como un verdadero milagro.
Cuando supieron que la Santa Casa quedó en Loreto, comenzaron a hacer peregrinaciones a la ciudad de la región de las Marcas para rezar a la Virgen y para pedirle que volviera a vivir entre ellos. Todavía hoy, esa imagen de la Virgen Lauretana de Urbano V es muy venerada en Tersato y entre los eslovenos.
También los papas Pío II y Pablo II tuvieron una relación especial con Loreto. Pío II consiguió visitar el santuario a pesar de que estaba muy enfermo, por una gracia especial de la Virgo Lauretana. Murió poco tiempo después, en 1464, en Ancona, de cuyo puerto salía la cruzada que había lanzado contra los turcos. Pablo II, en 1470, anunció un jubileo extraordinario limitado a la visita a la basílica. En la bula hablaba del santuario “milagrosamente fundado” y de la imagen de la Virgen que llegó por admirable clemencia divina, traída por una escolta celestial. Y es que, cuando todavía era cardenal (se llamaba Pietro Barbo) y asistía a Pío II en su enfermedad, fue golpeado por la peste. Orando dentro de los muros de la Santa Casa, se le apareció la Virgen y lo curó. Además, le anunció su inminente elección al trono papal, como en efecto sucedió poco después, en el cónclave del 30 de agosto de 1464, siendo elegido en el primer escrutinio. En señal de agradecimiento y para dar fe explícita del milagro, dedicó su primera encíclica a la Virgen de Loreto. El resumen del documento fue esculpido por el gobernador de la Santa Casa, Vincenzo Casali, sobre una gran losa de mármol que aún se encuentra fijada en una pilastra de la nave izquierda del Santuario.
Por su parte, Sixto IV declaró Loreto propiedad de la Santa Sede y confirió el título de Alma Domus a la Santa Casa.
Cuando el papa Julio II llega a ser papa emitió una bula en la que confirmaba las indulgencias concedidas por sus
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predecesores y el traslado milagroso de la Santa Casa, primero a Dalmacia y luego a Italia, pues fue un milagro de la Virgen Lauretana, salvarle la vida a Julio II durante la batalla de Mirandola. Terminada la guerra el Papa visitó el santuario y celebró allí una misa justo en el día de la Natividad de María, en 1510.
Por último, para dar las gracias por el milagro hecho donó la bala de cañón de la que fue salvado gracias a la intercesión de la Madre de Dios.
El Papa Della Rovere, entre otras cosas, escribió que en la ilustre casa se puede encontrar, además de la imagen de la Virgen, la habitación donde fue concebida, criada, saludada por el Ángel y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo al Salvador del mundo. Es el lugar donde alimentó y crió al Hijo divino. Transformada en capilla dedicada a la Santísima Virgen por los apóstoles, es el lugar donde se celebró la primera misa.
León X también ratificó con su escrito del 1 de junio de 1515 la importancia de la Santa Casa, textualmente el papa escribió «Está probado, por testigos dignos de fe, que la imagen y la casa de la Santísima Virgen fue transportada por la omnipotencia divina desde Nazaret a Dalmacia y más tarde al bosque de Recanati. Una vez allí estuvo en la tierra de los dos hermanos y por último fue llevada por los ángeles y dejada sobre la vía pública donde todavía está al día de hoy y donde el Altísimo por los méritos de la Santísima Virgen sigue haciendo milagros».
Clemente VII para ratificar este hecho envió una nueva delegación de hombres a Nazaret para confirmar la autenticidad de la preciosa reliquia y la respuesta fue una vez más positiva.
Julio III fundó el Colegio de Penitenciarios en Loreto y la confió a los jesuitas y Pío IV, en 1560, reafirmó que aquella sala sagrada fue donde la Santísima Virgen fue concebida, nació, fue criada y fue saludada por el ángel Gabriel como atestiguan los testimonios dignos de fe: «La
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Santa Casa fue transportada con su estatua por el ministerio de los ángeles, desde la ciudad de Nazaret hasta el territorio de Recanati, donde sigue siendo objeto de profunda veneración de todas las naciones cristianas».
Pío V, que como veremos recurrió a la Virgen Lauretana contra el peligro islámico, hizo reproducir la Santa Casa en el Agnus Dei, cuya autenticidad era dada por veraz sin la menor duda.
Gregorio XIII, fundó el Colegio Ilírico e hizo acuñar algunas monedas con la efigie de los tres Santos Muros.
Sixto V, cuya estatua se encuentra delante del santuario, hizo escribir en el frontispicio de la basílica “Deiparae domus in qua Verbum caro factum est” (“Casa de la Madre de Dios donde el Verbo se hizo carne”) también volvió a recordar la importancia de la Casa diciendo que «consideraba que Loreto gozaba de una extraordinaria fama mundial” ya que el peregrino se encuentra ante la sala santa en la que nació la Virgen María, donde fue saludada por el Ángel y concibió por obra del Espíritu Santo al Salvador del mundo. A su vez, esta sala fue transportada por los ángeles a este lugar y aquí se siguen sucediendo continuos milagros en favor de los numerosos fieles que vienen de todo el mundo». Por todo ello le dio el título de ciudad y obispado.
Sixto V en 1586, impulsó la Orden de Nuestra Señora de Loreto (los “Caballeros Lauretanos”) con la tarea de defender la ciudad y proteger la Marca de Ancona de las incursiones de corsarios y turcos.
Por su parte, el Papa Clemente VIII en 1595 hizo tallar una inscripción en el mármol del revestimiento de la Santa Casa, contando su origen y su aspecto milagroso. Aquí la mostramos, traducido del latín:
«Los peregrinos cristianos que vinieron aquí, ya sea por devoción o por voto, admiraron la Santa Casa Loretana venerada en todo el mundo por los divinos misterios y milagros. Aquí nació María, la Madre Santísima de Dios, aquí fue saludada por el Ángel, aquí se encarnó el Ver-
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bo eterno de Dios. Los ángeles trasladaron la Casa, por primera vez, desde Palestina a Dalmacia, concretamente a Tersato, en el año 1291 bajo el pontificado de Nicolás IV. Tres años más tarde, al comienzo del Pontificado de Bonifacio VIII, la Santa Casa fue transportada a región de Piceno, cerca de la ciudad de Recanati, concretamente a un bosque. Este traslado fue realizado por el mismo ministerio angélico que hasta tres veces más la cambió de lugar, hasta llegar a su último emplazamiento donde lleva más de 300 años. Desde entonces, los pueblos vecinos movidos por tan maravillosa novedad y luego por la fama de los milagros que se difundieron de manera extraordinaria, la Santa Casa comenzó a ser venerada por todo el pueblo, casa cuyos muros sin cimientos permanecen estables e intactos aún hoy. La casa fue rodeada de mármol decorado por Clemente VII en 1534. Clemente VIII P.M. ordenó que en este mármol se describiera una breve historia del admirable Traslado en el año 1595. El Cardenal Antonio M. Gallo, Obispo de Ósimo y Protector de la Santa Casa, lo mandó ejecutar. ¡Tú, piadoso peregrino, venera con devoción y afecto a la Reina de los Ángeles y Madre de la Gracia, para que su Hijo dulcísimo, autor de la vida, por sus méritos y oraciones, te obtenga el perdón de tus faltas, la sanidad corporal y las alegrías de la eternidad!»
Benedicto XIV llamó a la Santa Casa «Aula, donde el Verbo Divino se hizo carne, lugar que fue transportado por un ministerio de Ángeles pues así los atestiguan las obras que consultó. Una de ellas es la obra De las fiestas de Jesucristo nuestro Señor y de la Beata Virgen María escrita cuando era todavía cardenal arzobispo de Bolonia. Un documento en donde hablaba de la Santa Casa apoyándose en otros autores como San Pedro Canisio y el conocido historiador cardenal Baronio.
Muchos son los documentos antiguos que dan fe y atestiguan la importancia de la Santa Casa sin olvidar la tradición perpetua, los testimonios de los Sumos Pontífices y el sentimiento común de los fieles ante los milagros
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que se producen continuamente». El papa Benedicto XIV en su monumental obra De Servorum Dei Beatificatione et Beatorum Canonizatione (libro III, cap. X, n. 5), escribe: «[...] No faltan quienes se han atrevido a decir que el Traslado de la Santa Casa, en la que el Verbo se hizo carne, desde Galilea a las Marcas es tan solo una fábula, por falta de autores contemporáneos que narren el mencionado traslado.»
Avanzando en el tiempo, Pío IX, papa devoto de la Virgen Lauretana desde su juventud, realizó una promesa tras haberse recuperado milagrosamente de la epilepsia permitiéndole abrazar la vida eclesiástica, como deseaba. Esto le llevó a escribir la Bula Inter Omnia de 1852, donde dice que «entre todos los Santuarios consagrados a la Madre de Dios, la Virgen Inmaculada, la venerable y altísima Casa de Loreto es la primera. Es un lugar que brilla y tiene un esplendor incomparable. Esta casa está consagrada por los misterios divinos, ilustrada por los milagros sin número, honrada por la competencia y la afluencia de los pueblos, difusora de la Iglesia Universal. Por tanto, la gloria de su nombre es con razón objeto de culto por todas las naciones y todos los linajes humanos.
En Loreto, de hecho, se venera la Casa de Nazaret, tan querida por el Corazón de Dios, hecha en Galilea y que fue arrancada de sus cimientos y por el poder divino transportada a través de los mares; primero a Dalmacia y luego a Italia. Fue en esa misma Casa donde la Santísima Virgen, por eterna disposición divina permaneciendo libre del pecado original, fue concebida, nació, creció y el mensajero celestial la saludó llena de gracia y la bendijo entre todas las mujeres. Precisamente en esa casa, ella, llena de Dios y bajo la obra fecunda del Espíritu Santo sin perder nada de su virginidad inviolable, se convirtió en la Madre del Hijo Unigénito de Dios».
Un gran devoto del santuario lauretano fue León XIII, que con ocasión del VI Centenario del Traslado Milagroso, publicó el Breve Félix Nazaretana (23 de enero de 1894) donde le dedicó palabras de entusiasmo: «Esta Casa, como
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narra de manera espléndida la Iglesia fue transportada prodigiosamente a Italia, concretamente a la zona del Piceno por un acto de suprema benevolencia divina. Pronto se abrió al culto en las colinas de Loreto y atrajo inmediatamente las aspiraciones piadosas y la ferviente devoción de todos. Es por ello que este culto ha permanecido vivo a lo largo de los siglos. […] Que todos, y en primer lugar los italianos, comprendan que don tan particular es el otorgado por Dios que con su divina providencia ha quitado la Casa de un poder63 indigno y en un significativo acto de amor nos la ha ofrecido. En efecto, en esa morada bendita empezó el comienzo de la salvación humana, con el gran y prodigioso misterio del Dios hecho hombre, que reconcilia al Padre con la humanidad perdida y renueva todas las cosas.»
Será bajo el pontificado del Papa Pecci, cuando se funde la Congregación Universal de la Santa Casa (1883), con el objetivo de promover el culto mariano-lauretano y de ocuparse del cuidado de la basílica. Con Pío X, la devoción lauretana tuvo que enfrentarse a la crítica racionalista del canónigo francés Ulises Chevalier, recogida en el libro Notre Dame de Lorette - Étude historique sur l’authenticité de la S. Casa (1906) donde se cuestionaba tanto la autenticidad de la Santa Casa como la de las trascripciones milagrosas en nombre de la lucha contra la “superstición” y la purificación de la fe.
El libro recibió el elogio (pero no el imprimatur) del Maestro de los Palacios Sagrados, porque en su opinión no afectaba a la piedad de los fieles. Es bueno señalar que el entonces Secretario de Estado, el cardenal Rafael Merry del Val, respondió en nombre del Sumo Pontífice a una pregunta formulada por la Santa Sede sobre el libro: «En relación con la reciente publicación del canónigo Chevalier, la intervención del Maestro de los Palacios Sagrados no agradó en absoluto a Su Santidad. A este respecto, Su
63 Es decir los musulmanes, que habían invadido Tierra Santa.
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Santidad no ocultó su disgusto a nadie y me pidió que lo exprese públicamente. De esta premisa se deduce fácilmente que las palabras del R. P. Maestro no pueden poner ningún obstáculo a ulteriores investigaciones y trabajos de refutación».
Para que las mentiras que se decían sobre la autenticidad de la Santa Casa y su Traslado milagroso fueran controladas, en 1907 se creó la Congregación Universal o lo que es lo mismo, un “Colegio para la defensa de la Santa Casa a perpetuidad”. De esta decisión tomada, el Papa Sarto le financió al padre jesuita Ilario Rinieri (18531941) un estudio sobre la cuestión lauretana en el que se defendiera la tradición contra los ataques del canonigo Chevalier. Del resultado de financiar al padre Rinieri se publicó una obra en tres volúmenes llamada La Santa Casa di Loreto (Turín 1910-1911).
El pontificado de Pío X coincide con los años del modernismo, “síntesis de todas las herejías”, como lo definió en su encíclica Pascendi (1907), donde quedaba claro que la crítica racionalista y escéptica a la tradición lauretana no era tan sorprendente.
A este respecto es útil citar las palabras pronunciadas en el Congreso Mariano de Le Puy en 1910, por el que P. Thomas, O.M.C. (con la plena aprobación de Pío X) señaló que en la cuestión lauretana «hay que reconocer el choque de una mentalidad hipercrítica muy cercana al modernismo y una mentalidad que incluso para los mejores pensadores es difícil de defender [...]. La crítica sana puede juzgar entre la escuela recién nacida, que quiere echar por tierra las conclusiones emitidas con pleno conocimiento de los hechos, sin aportar una sólida documentación, basada juicios a priori y lo que el mundo católico siempre ha dado por bueno a través de los Romanos Pontífices, los santos, la tradición popular, los documentos reconocidos como auténticos, las conclusiones de las Comisiones oficiales. La razón correcta no podría dudar. La verdad ciertamente no está en unas pocas opiniones aisladas que
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han distorsionado la historia. [...] Como el protestantismo en el siglo XVII, como el filosofismo en el XVIII, como el racionalismo en el XIX, o el hipercriticismo en el XX, no podrán velar la verdad del hecho histórico. La reliquia es ciertamente auténtica: la verdadera ciencia se inclina y la fe del pueblo cristiano no ha cambiado. Los Papas Romanos no han dejado de proclamar la verdad, la tradición permanece constante. La Santa Casa es precisamente la Casa en la que el Verbo se hizo carne»64 .
El transporte milagroso de los Santos Muros fue confirmado de manera aún más solemne y definitiva por Benedicto XV, cuando declaró a la Santísima Virgen de Loreto “Patrona de los aviadores y de todos los viajeros aéreos” el 24 de marzo de 1920 y lo hizo precisamente por el reconocimiento de la autenticidad histórica del “vuelo milagroso” de la Santa Casa65. Con motivo del centenario de esta proclamación, el Papa Francisco anunció un Jubileo Lauretano en el santuario del 8 de diciembre de 2019 al 10 de diciembre de 2020.
Pío XI durante su papado, bendijo una estatua de Nuestra Señora de Loreto que acompañó la misión al Polo Norte de Umberto Nobile y eligió la ciudad de Loreto para el Congreso Eucarístico Nacional Italiano en 1930.
La Santa Sede, en virtud del Tratado de Letrán, también recuperó el control de la basílica y de los bienes que de ella dependían. A este respecto, cabe destacar el discurso que el cardenal Granito Pignatelli de Belmonte dirigió al Papa Pío XI con ocasión del nuevo año (1935) en nombre del Sagrado Colegio. El cardenal, trató muchos temas y uno de ellos lo dirigió a Loreto diciendo: «No queremos, ni podemos pasar por alto y menos aún que se quede silenciado el gran gesto con el que Su Santidad habla de uno de los tesoros más preciados que posee el cristianismo y
64 Cit. in G. GOREL, op.cit., pp. 202-204. 65 Una curiosidad: una medalla bendecida con la imagen de la Virgen de
Loreto fue traída por el astronauta estadounidense James McDivitt y sus dos compañeros en el vuelo del Apolo 9 del 3 al 13 de marzo de 1969.
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que se sitúa en nuestra Italia, me refiero a la Santa Casa de Loreto. ¿Puede haber un santuario mariano más venerable que la Casa consagrada con la misma presencia de la Santísima Virgen, habitado por ella en su vida mortal, ese “pequeño tesoro” testigo de la inefable escena de la Anunciación, donde con su “Fiat” aceptó convertirse en la corredentora de la humanidad acogiendo en su seno puro, al Verbo divino? Por eso, Santo Padre, es imposible encontrar a un cristiano que no ame tiernamente a la Santísima Virgen de todo corazón o a un cristiano que no se alegre y regocije ante la vista a la Santa Casa por ello es objeto de su cuidado y preocupación pontificia».
El papa Pío XII, concedió el privilegio de poder celebrar el Santo Sacrificio de la Misa durante 24 horas consecutivas con ocasión del 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, en el altar de la Santa Casa y dirigiéndose a los habitantes de las Marcas en Roma el 23 de marzo de 1958, el Papa Pacelli no pudo dejar de mencionar el santuario lauretano: «En cuanto a vuestros valores espirituales característicos, basta pensar en la Santa Casa de Loreto para ver allí una bendición muy especial de María, que os ha hecho y os hace visitar por innumerables almas que se acercan a vosotros con una actitud de piedad sincera, con fe ardiente, profunda humildad y con un espíritu de mortificación propio de todo peregrino verdaderamente devoto».
Por su parte, Juan XXIII peregrinó al santuario el 4 de octubre de 1962 para pedir protección para la Iglesia ante la inminente apertura del Concilio Vaticano II. En esa ocasión, además de recordar las visitas que hizo antes de convertirse en Sumo Pontífice, el Papa Roncalli recordó la devoción secular de muchas almas y de muchos de sus predecesores: «Razones de piedad religiosa movieron a Papas y personalidades ilustres de todos los siglos a detenerse en oración en esta Basílica de Loreto, que se extiende en la ladera de los cerros Piceni hacia el Mar Adriático. Animados por la ferviente fe en Dios y por la reverencia a la Madre de Jesús y nuestra, vinieron aquí
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en peregrinación, a veces en tiempos difíciles y de grave ansiedad para la Iglesia. Basta recordar, entre otros, a los Papas Pío II, Pablo III, iniciador del Concilio de Trento, Pío VI y Pío VII, Gregorio XVI y Pío IX, y también a San Carlos Borromeo, San Francisco de Sales y otros santos y beatos, que lo estimularon siempre de forma edificante».
Los Papas recientes también han ido a Loreto. Ya hemos mencionado a Juan Pablo II, que fue al santuario cinco veces. El último en visitarlo fue el Papa Francisco, el 25 de marzo de 2019. Benedicto XVI fue en dos ocasiones, concretamente el 2 de septiembre de 2007, al llegar habló a los habitantes de Loreto y les recomendó que nunca olvidaran el “gran privilegio de vivir a la sombra de la Santa Casa”. El 4 de octubre de 2012 hizo un segundo viaje en el que dijo refiriéndose a la Santa Casa durante la homilía: «esta humilde morada es un testimonio concreto y tangible del mayor acontecimiento de nuestra historia: la Encarnación; pues el Verbo se hizo carne, y María se hizo la esclava del Señor, ella es pues el canal privilegiado por el que Dios ha venido a habitar entre nosotros». Y luego continuó señalando que «estaba situado encima de una carretera”. Esto puede parecer bastante extraño: desde nuestro punto de vista, la casa y la calle parecen excluirse. En realidad esta particularidad transmite un mensaje singular sobre la Casa. Su ubicación dice que nunca fue una casa privada, ni perteneció jamás a una persona o a una familia; es una casa abierta a todos que está, por así decirlo, en la calle de todos nosotros. Aquí en Loreto encontramos una casa que nos hace estar, habitar y al mismo tiempo, nos hace caminar recordando que todos somos peregrinos, que debemos estar siempre en camino hacia la otra casa, la casa definitiva, la Ciudad Eterna, la morada de Dios donde habita la humanidad redimida.»
Retrocediendo en el tiempo es necesario mencionar aparte, la importante intervención de Pablo VI, que dio un nuevo orden jurídico al Santuario de la Santa Casa pues como ya se ha escrito anteriormente, desde 1507 la Santa
Juan XXIII fue en peregrinación al santuario el 4 de octubre de 1962 para pedir protección a la Iglesia en vista de la inminente apertura del Vaticano II.
Juan Pablo II acudió al santuario en cinco ocasiones y Benedicto XVI en dos.
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Casa estaba directamente sujeta a la Sede Apostólica Este status cambiará en 1698 cuando la casa empiece a ser gobernada por un cardenal protector y luego por la Congregación Lauretana presidida por el cardenal secretario de Estado y representado en Loreto por un prelado.
Las convulsiones políticas que tuvieron lugar en distintos tiempos pasados, como el caso de la invasión francesa en 1797 o de la ocupación de los Saboya en 1860, no afectaron jamás al santuario de Loreto que siempre disfrutó de un estatus legal especial. Finalmente, en 1929 se firmó un Concordato entre la Santa Sede e Italia, como ya se ha comentado anteriormente donde el gobierno del Santuario confió la Administración de la Pontificia Basílica de la Santa Casa, encabezada por el Administrador Pontificio de la Basílica de la Santa Casa y nombrado directamente por la Santa Sede siendo el representante de Loreto un Vicario al que se le concedió la dignidad episcopal (cfr. Bula Lauretanae Basilicae del 15 de septiembre de 1934).
El 24 de junio de 1965, con la Constitución Lauretanae Almae Domus, Pablo VI suprimió la Administración Pontificia de la Basílica y constituyó la “Delegación Pontificia para el Santuario de la Santa Casa de Loreto” y la Prelatura de la Santa Casa con jurisdicción canónica sobre el territorio municipal de Loreto.
4 La presencia de los santos
Proporcionar una lista de todos los santos que han visitado la Santa Casa y se han pronunciado sobre ella requeriría un trabajo separado y ni siquiera sería suficiente66 .
Así que este trabajo se va a limitar a dar algunos ejemplos, particularmente significativos y útiles para comprender que los santos siempre han creído firmemente tanto en la autenticidad de la Santa Casa como en su traslación milagrosa.
66 Per una visione d’insieme, si rimanda a M. MONTANARI-A. SCHIAROLI, Santi e beati a Loreto, Congregazione Universale Santa Casa, Loreto 2005.
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San Francisco de Asís profetizó la llegada de la Santa Casa a las Marcas en 1215, cuando recibió un convento para sus frailes de la ciudad de Sirolo. Parece ser que, al visitar el edificio, el gran santo habría mirado desde lejos el valle y al bosque prediciendo la llegada milagrosa de la preciosa reliquia (el artista Cesare Maccari representó el episodio en uno de los cuatro segmentos de los pequeños arcos de la cúpula del santuario).
Otro santo, San Nicolás de Tolentino, tuvo conocimiento, por medios sobrenaturales, del vuelo de la Santa Casa a las tres de la noche entre el 9 y el 10 de diciembre de 1294, mientras rezaba. Según los relatos, a la llegada de la casa sagrada a suelo italiano, las campanas comenzaron a sonar por sí solas67 en celebración y muchos árboles se inclinaron hacia ella, en señal de homenaje incluso en dirección contraria al viento. Este episodio también es pintado por Maccari en uno de los segmentos ya mencionados.
Santa Catalina de Bolonia, cuyo cuerpo está aún hoy incorrupto y milagrosamente sentado (cuando el cuerpo fue exhumado, por orden del Papa, la madre superiora sabiendo que en ella nunca faltó al voto de obediencia, le ordenó que se sentara en la silla, y milagrosamente se sentó) contó una revelación recibida de Jesús sobre la traslación milagrosa de la Santa Casa. El 25 de marzo de 1440 Jesús le habló de la Santa Casa y le dijo: «Debido a la idolatría de esa gente [los turcos que habían ocupado Palestina n.d.a.] la Santa Casa fue traslada a Dalmacia por una multitud de ángeles. Luego, por la misma y otras razones, llevaron esta iglesia tan digna a varios lugares. Finalmente, fue traída por los santos ángeles y colocada permanentemente en Loreto, provincia de Italia concretamente en las tierras de la Santa Iglesia». A este respecto es bueno especificar que Santa Catalina de Bolonia recibió esta revelación cuando
67 Un fenómeno similar, con música celestial escuchada por los habitantes, ocurrió en Genazzano en 1467, cuando la imagen de la Virgen del Buen
Consejo llegó milagrosamente, transportada a Italia desde Scutari (Albania) para huir de la invasión islámica.
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todavía no había ninguna publicación impresa que informara sobre los hechos lauretanos. Además, Catalina era una monja de clausura y por tanto nunca había estado en Loreto así que no había tenido la oportunidad de leer la historia que se encontraba escrita la tablilla colocada en el santuario. Finalmente, el detalle del traslado milagroso “en varios lugares”, tal y como lo transmiten “varias tradiciones locales”, no estaba escrito en ningún documento conocido hasta el momento. Sin duda, los fenómenos místicos deben tomarse con precaución, sin embargo, tampoco pueden considerarse como meras invenciones o fantasías. El caso de la Beata Ana Catalina Emmerich es igualmente significativo. Tanto porque gracias a sus experiencias místicas fue posible identificar en Éfeso la casa donde probablemente vivió María Santísima en los últimos años de su existencia terrena, como porque su vida que fue también, un continuo milagro. Inmovilizada en cama por una enfermedad, y además estigmatizada, en los últimos 11 años se alimentó exclusivamente de la Eucaristía. Pues bien, aunque nunca había visto la Santa Casa, pudo describirla con exactitud, declarando que la Anunciación había tenido lugar allí y que sus muros eran absolutamente iguales a los de Nazaret. También tuvo la visión del Traslado Milagroso: «He visto a menudo, en una visión, el traslado de la Santa Casa de Loreto. [...] He visto la Santa Casa llevada por siete ángeles y trasladada por encima del mar. No tenía ningún fundamento [...]. Tres ángeles la sostenían de un lado, otros tres del otro, un séptimo ángel la cogía de delante y todos unidos seguían una larga estela de luz [...]». No podemos olvidar en esta enumeración de santos unidos a la Santa Casa, la famosa visión que tuvo San José de Cupertino cuando llegó a Ósimo, a pocos kilómetros de Loreto, la ciudad donde vivió la última parte de su vida. Vio innumerables huestes de ángeles que subían y bajaban del santuario de la Santa Casa dando testimonio de lo sagrado de ese lugar y de la reliquia que allí se guardaba. Ante ese espectáculo también él se levantó en “un mila-
“Visión que San Nicolás de Tolentino tiene de la traslación de la Santa Casa” Cuadro de Antonio Liozzi (1730–1807). Iglesia de San Miguel, en Sant’ Angelo in Pontano, Italia.
San Nicolás de Tolentino tenía conocimiento, por medios sobrenaturales, del vuelo de la Santa Casa a las tres de la mañana entre el 9 y el 10 de diciembre de 1294, mientras estaba en oración. Según las historias, cuando la residencia sagrada llegó al suelo italiano, las campanas comenzaron a sonar solas y muchos árboles se curvaron hacia ella, en señal de homenaje.
groso vuelo” hecho que hizo innumerables veces y ante miles de testigos, llamándole por ello “el santo de los vuelos”. Esta levitación mística viendo de lejos el Santuario fue atestiguado por muchos de los presentes.
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La estigmatizada Santa Verónica Giuliani también tuvo gracias extraordinarias, haciendo dos peregrinaciones místicas a la Santa Casa de Loreto. Una se realizó el 10 de diciembre de 1714 y otra el 10 de diciembre de 1715 en la fiesta del Traslado Milagroso. La santa nos cuenta que su confesor, por aquel entonces el padre jesuita Mario Cursoni, le dio esta desconcertante orden: “Después de haber tenido esta revelación tú y yo iremos a Loreto a visitar a María SS.ma”. Y así fue, después de haber recibido la comunión, el Espíritu Santo arrebató su alma y comenzó su peregrinación mística a Loreto. En su diario anota: «Como si estuviera volando, me encontré en Loreto, en la Iglesia de María Santísima. Era una Iglesia grande y dentro de ella estaba el altar mayor y una iglesia más pequeña o esto me pareció». En las Actas del Proceso de su beatificación y canonización, su confesor, el P. Cursoni, afirmó que la santa, a quien interrogó sobre este viaje, describió el Santuario tan bien y con tanto detalle, que no podría haberlo hecho sino hubiera estado allí personalmente varias veces. Por eso le preguntó si había estado en Loreto antes de entrar en el claustro, y ella le aseguró que nunca había estado allí. La santa escribió el 10 de diciembre de 1714: «Me di totalmente a María.» y la Virgen se me apareció en la Santa Casa y me aseguró que era “la mediadora entre Dios y las criaturas” y que todas las gracias pasaban por sus manos.
Otros santos como San Carlos Borromeo, San Francisco de Sales acudieron a Loreto en su juventud. Fue allí, también, donde San Francisco Javier tuvo la revelación de que debía partir a la India y al Japón, llegando a curar después a varios orientales simplemente por hacerles escribir, de su puño y letra, las letanías lauretanas, que había recitado en su visita al santuario. En la Santa Casa también sanó San Francisco de Borja. San Luis María Griginon de Montfort que se quedó dos semanas enteras y recibió la inspiración para escribir el famoso Tratado de la Verdade-
102 El milagro de la Santa Casa de Loreto
ra Devoción a María68. San Benito José Labre vino cada año desde 1775 hasta 1783. San Alfonso María de Ligorio que habló de Loreto en sus Glorias de María defendió la verdad de los traslados milagrosos y la autenticidad de la Santa Casa. También de hicieron peregrinos San Estanislao Kostka, San Luis Gonzaga o San Juan Berchmans. ¿Y cómo no recordar la emoción que sintió Santa Teresa del Niño Jesús cuando, siendo una niña, vino al santuario con su familia?
Estos santos que aquí hemos expuesto y otros santos y beatos peregrinaron a Loreto y en la Santa Casa recibiendo gracias extraordinarias que les inspiraron a fundar Órdenes y Congregaciones religiosas.
Concluimos con unas palabras de San Pedro Canisio que luchó tenazmente contra las mentiras de los luteranos y que fue el primero en preguntarse sistemáticamente por la autenticidad de la Santa Casa. En su obra De Maria Virgine Libri quinque (1577), en la sección dedicada a Nuestra Señora Lauretana, escribe: «En Loreto, el milagro se manifestó con tal poder, notoriedad, constancia, evidencia y prodigalidad que toda Europa quedó aturdida. Nadie puede escapar, a no ser que sea un osado de la mano omnipotente del Altísimo, pues todos los signos que nos han sido mostrados unidos a los testimonios públicos y al resto de pruebas dan como resultado la verdad de un hecho maravilloso que es el Traslado de la de la Santa Casa de Nazaret».
68 San Luis María Grignion de Montfort fue un gran devoto de la Santa Casa de Loreto. Precisamente por el extraordinario acontecimiento que tuvo lugar allí, la Encarnación de Dios en el seno de la Santísima Virgen María, se puede decir con seguridad que el Santuario de Loreto es el lugar ideal para todos aquellos que practican la devoción mariana. Sí, Loreto es también la Casa de los esclavos de María, según el método enseñado por el gran santo francés en su Tratado de la Verdadera Devoción a María. No es casualidad que Montfort recomendara celebrar con particular solemnidad el 25 de marzo, día de la
Anunciación, porque es el día en que Nuestro Señor Jesucristo mismo se hizo esclavo de Nuestra Señora y así lo deja escrito en el primer capítulo del Tratado sobre la Encarnación del Verbo.