Fátima Nicole Guerrero Gómez Licenciatura en educación preescolar BENMAC Zacatecas CUENTO DE LOS NÚMEROS PARA NIÑOS: La máscara de Majora FECHA ENTREGA: 12/11/14 En un pueblo muy, muy lejano lleno de magia y personas bondadosas, había una princesa llamada Leire quien desde que era una niña se le dio el don de la fortaleza, era muy bella con cabello largo y ojos rasgados; dicha princesa tenía un gran palacio lleno de grandes cosas muy bonitas y de todos los colores. Ella siempre estaba sonriendo y cantaba por toda la ciudad cuando salía a pasear con sus dos zapatos favoritos, verdes como el pasto. Un día, uno de sus dos mejores amigos llamado Alí, quién representaba el poder decidió que quería el palacio de la princesa porque él tenía el don para gobernar, que ella era tan alegre que no debía tener aquel palacio con siete enormes ventanas que apuntaban hacia el oriente; así que comenzó a idear un plan malvado para quedarse con su hermoso castillo, sin embargo el tercero de los amigos, de nombre Davu se enteró antes de que Alí robara a la princesa y la llevara lejos, así que, decidió impedir que hiciera aquella mala acción. Sin embargo, pasaron una, dos, tres y cuatro horas de buscar y buscar a Alí sin parar en el bosque, en las montañas, en el pantano, en unas cuevas y hasta el océano no lo encontró en ninguno de aquellos cinco lugares. Davu quedó agotado junto con su caballo Glinda y se quedaron dormidos los dos en un profundo sueño de nueve horas sin despertar. Tras el largo dormitar al fin despertaron, pero ¡oh, sorpresa! ya era demasiado tarde, eran las seis y estaba atardeciendo; Alí había robado a la princesa y la había llevado a un lugar muy lejano, a un lugar donde uno, dos, tres, cuatro, cinco… Cinco enormes y majestuosos gigantes cuidaban que no pudiera escapar. ¿Qué iba a hacer ahora Davu? ¡Debía actuar!. Y tras el atardecer se le oía cabalgar; lo hizo por cuatro, cinco, hasta seis horas sin poder llegar; perdido y desconsolado se puso a llorar; en el acto y por un ligero despiste cayó a una fosa y Glinda por detrás… Una fosa oscura y llena de humedad… -Ho… ¿hola?- dijo Davu tras mucho dudar. -Hola.- Le contestó una voz grave y estruendosa que se acercaba en la oscuridad. Esa voz le pertenecía a un extraño duende con raro andar, era pequeño y tenía tres flores que salían del sombrero en su cabeza. -¿Te has extraviado?, ¿en qué te puedo ayudar?, mi padre el dueño del árbol más grande del lugar te ha de guiar; lo puedes encontrar al fondo de este lugar, si tu cometido quieres lograr.- Dijo el gracioso duende en rima. -Siete pasos hasta la roca has de contar, cuatro el arbusto para continuar y ocho hasta el simio para finalizar. Muy bien debes contar sino te quieres extraviar, pues de este lugar nunca saldrás. Davu entonces comenzó a caminar por el largo pasillo buscando al dueño del árbol más grande de aquel oscuro, húmedo y extraño del lugar. ¿Cómo podía haber un árbol ahí dentro?... -Uno, dos, tres, cuatro, cinco… ¿Qué número seguía del cinco?- Davu dijo asustado por no poder acordarse. -¿Seis será?- un paso más y Davu topó con la roca, lo que lo hizo caer. -Creo que
Fátima Nicole Guerrero Gómez Licenciatura en educación preescolar BENMAC Zacatecas hemos dado Glinda.- Expresó Davu algo aliviado. -Ahora, ¿cuántos eran hacia el arbusto?- se quedó pensando. -Creo que cuatro, no es tan difícil; uno, dos, tres, cuatro pasos. -Y al arbusto llegaron. - Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… Antes de decir el siete una pared lo frenó, estaba tapando el camino, era eso o se perdió… De pronto vio una luz que se encontraba atrás de una roca que tapaba la salida e inmediatamente trató con excavar. Tiró todas las rocas, no debía perder más tiempo, pues la princesa estaba en peligro de no volver a su castillo. -¡Ayúdame Glinda!. -Dijo Davu preocupado y entusiasmado. Tras algunos minutos de tanto aventar rocas hacia atrás se comenzó a derrumbar aquel muro que no les dejaba terminar su camino y del otro lado a dos pasos solamente estaba el simio quien los iba a guiar hacia el dueño del árbol más grande, quien también tenía tres flores en la cabeza. -Hola-. Dijo el papá del duende. -Veo que quitaron el muro de rocas que tapaba la salida. Verán, estamos aquí encerrados sin poder salir y no sabíamos que hacer. Pero gracias a ustedes podemos salir y volver afuera, aunque este se ha vuelto un bonito lugar para vivir, tengo el árbol más grande del lugar. El problema es que no sé cuantas manzanas tiene; ¿será posible que me ayudes a contar? De esta manera de podré ayudar a salir. Y se pusieron a contar - Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, siete manzanas de este lado del árbol. Y una, dos, tres, cuatro, cinco del otro. -¿Cómo sabremos cuántas manzanas hay en total?. -Las podemos sumar. -Sugirió Davu. - ¿Cómo haremos eso? - dijo el dueño de aquel árbol con tantas manzanas. - Continuar contando. -Pensó Davu en voz alta. -Siete de este lado, más, ocho, nueve, diez, once y doce… ¡Ese es el orden!. - De pronto aquel enorme árbol despertó y se movió sacudiendo sus ramas y dejando caer algunas hojas, dándole así vida al lugar y mostrando la salida. - Por tu inteligencia te daré un premio que te ayude con tus problemas, solo tienes que pedir un deseo cuando lo utilices, te daré, también nueve manzanas de las doce de este árbol mágico. Es mi manera de agradecer por todo en lo que has ayudado joven y valiente Davu. Nos veremos pronto, solo tienes que ponerte esta máscara, la máscara de Majora. Rápidamente Davu y Glinda salieron de aquel lugar por la salida que acababan de descubrir para continuar con su búsqueda de la princesa Leire; había anochecido desde que cayeron ahí y cada vez quedaba menos tiempo para encontrarla. De pronto Glinda sugirió que utilizara la máscara mágica de Majora si de verdad quería encontrar a la princesa, y Davu no lo pensó dos veces para usarla. De pronto todo cambió de color y comenzó a llover, el tiempo se volvió más lento y un fuerte viento comenzó a empujar a Davu y a Glinda muy lejos, en dirección al bosque, pasando las montañas y más lejos del pantano.
Fátima Nicole Guerrero Gómez Licenciatura en educación preescolar BENMAC Zacatecas Llegaron entonces a un extraño lugar, en el que solo había pasto y más pasto en todo alrededor; caminaron y caminaron por lo que parecieron horas, pero solo habían pasado solo unos pocos segundos hasta que vieron no uno ni dos, sino cinco gigantes cuidando una gran puerta de manera que parecía estar cerrada con llave. Davu corrió rápidamente para buscar a Leire; pero uno de los gigantes lo detuvo y le dijo que tenía que entregarle dos frutos si quería pasar; recordó entonces que tenía las manzanas que le había dado el duende del gran árbol y se las entregó. El siguiente gigante le pidió otras dos manzanas… Y así fue desprendiéndose de las manzanas hasta llegar al quinto gigante quien solo le pidió una para dejarlo pasar. Al llegar finalmente a la puerta simplemente empujó y encontró a la princesa un poco sucia de tierra del vestido. -Davu, me alegra al fin verte. Tenemos que ir al palacio, ya que Alí les dirá a todos que ya no quiero ser la princesa del pueblo del reloj ☹ y me gusta estar con todas esas personas de buen corazón. Entonces los gigantes escucharon la petición de la pequeña princesa y quisieron ayudarla para que los perdonara por no haberla dejado salir antes. Ellos dijeron que para poder llegar más rápido ella necesitaba cantar una canción contando los pasos a dar mientras la llevaban a cuestas en sus hombros junto con Davu y Glinda. Y así fue, la princesa Leire comenzó a cantar: Vuela la luna Suena la una, vuela la luna. Suena la una, vuela la luna. Vuela la luna. Suenan las dos, y yo diciéndote adiós. Suenan las dos, y yo diciéndote adiós. Diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las tres, doy vueltas del revés. Suenan las tres, doy vueltas del revés. Doy vueltas del revés, diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las cuatro, y somos patos. Suenan las cuatro, y somos patos. Y somos patos, doy vueltas del revés, diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las cinco, damos un brinco. Suenan las cinco, damos un brinco. Damos un brinco, y somos patos, doy vueltas del revés, diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las seis, ahora no me ves. Suenan las seis, ahora no me ves. Ahora no me ves, damos brinco, y somos patos, doy vueltas del revés, diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las siete, doy un cachete. Suenan las siete, doy un cachete.
Fátima Nicole Guerrero Gómez Licenciatura en educación preescolar BENMAC Zacatecas Doy un cachete, ahora no me ves, damos un brinco, y somos patos, doy vueltas del revés, diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las ocho, como un bizcocho. Suenan las ocho, como un bizcocho. Como un bizcocho, doy un cachete, ahora no me ves, damos un brinco, y somos patos, doy vueltas del revés, diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las nueve, esto se mueve. Suenan las nueve, esto se mueve. Esto se mueve, como un bizcocho, doy un cachete, ahora no me ves, damos un brinco, y somos patos, doy vueltas del revés, diciéndote adiós, vuela la luna. Suenan las diez, ahora ya lo sé. Suenan las diez, ahora ya lo sé. Ahora ya lo sé, ahora ya lo sé, ahora ya lo sé, vuela la luna.
Y de pronto, llegando al diez se encontraban en el pueblo del reloj, donde ya todos felices porque había vuelto la princesa Leire dejaron de obedecer al malvado de Alí y los gigantes se lo llevaron muy lejos para que pagara por los crímenes que había cometido hacía Davu y la princesa.
FIN :)