Diez desafíos para los formadores de enseñantes No basta con tener una formación de alto nivel si no se sabe enseñar, hace falta una intención en el aprendizaje para propiciar la reflexión. Los desafíos son: 1. Trabajar sobre el sentido y la finalidad de la escuela sin hacer de ello una misión. 2. Trabajar sobre la identidad sin encarnar un modelo de excelencia. 3. Trabajar sobre las dimensiones no reflexionadas de la acción y sobre las rutinas sin descalificarlas. 4. Trabajar sobre la persona y su relación con los demás sin convertirse en terapeuta. 5. Trabajar sobre lo silenciado y las contradicciones del oficio y de la escuela sin decepcionar a todo el mundo. 6. Partir de la práctica y de la experiencia sin limitarse a ellas, para comparar, explicar y teorizar. 7. Ayudar a construir competencias e impulsar la movilización de los saberes. 8. Combatir las resistencias al cambio y a la formación sin menospreciarlas. 9. Trabajar sobre las dinámicas colectivas y las instituciones sin olvidar a las personas. 10. Articular enfoques transversales y didácticos y mantener de una mirada sistémica.
Sentido y finalidades de la escuela sin hacer de ello una misión Objetivos de la escuela y su sentido. Contradicciones sobre lo deseable y lo posible. Entre democracias y mecanismos de exclusión. No está en nuestras manos superar las contradicciones y que hay que aprender a vivir con ellas. Reflexionar historia de vida, orígenes, filiaciones, rebeldías, compromisos éticos e ideológicos, incitarlos a su nueva tarea y lo que quieren hacer con ella. Identidad y libertad. Sobre la evaluación, los manuales, funcionamientos colectivos, prácticas de clase y relaciones con los alumnos. Autonomía, asunción de riesgos, temor a la autoridad y juicio de los demás. Tentación del conformismo y deseo de integrarse, ser aceptado y ser como todo el mundo. Reflexión basada en las experiencias.
La rutina libera al pensamiento. El ser humano sólo es verdaderamente consciente de lo que hace cuando la realidad se le resiste o bien cuando le pone en jaque. Incluso entonces, esta concienciación es fugaz y parcial y, una vez superada la dificultad, vuelve a sus automatismos. Podría considerarse como ideal o inclusive un “diálogo socrático” el permitir que los alumnos expresen cualquier duda que tengan. Aunque hagan ver al docente como abierto a las posibilidades “las verdaderas preguntas son peticiones de ayuda y por lo tanto, reflejan
dificultades” porque pueden representar no haber comprendido el tema en cuestión. A lo largo de su carrera, el enseñante puede desmotivar la acción de preguntar sin darse cuenta, los alumnos no preguntan para no sentirse ridículos y no tener que escuchar comentarios sin recibir respuesta alguna. La reflexión que debe de hacer el docente tiene que ver con sus actitudes y formas de reaccionar ante los cuestionamientos de los alumnos.
El reto no consiste en denunciar los fallos, desprestigiar a los actores y sacar a relucir los trapos sucios. Al mismo tiempo que se echan por tierra los mitos se evita hablar de una parte importante de los gestos profesionales. El tiempo de trabajo, ausencias, retrasos, importancia del trabajo de preparación.
Estar abierto al cambio, experiencias, preguntas, angustias, proyectos, dudas, enfados, lamentaciones, revueltas, curiosidades. Hace falta tomarse el tiempo necesario para escuchar relatos, justificaciones e itinerarios, puede crear una fascinación, fenómenos de identificación y proyección. Se debe construir una serie de preguntas e interpretaciones que permiten a cada uno ir más allá de su comprensión primera. Actualmente en el ámbito de trabajo y de la formación, se hace uso y abuso de la palabra competencia, sin que por ello tenga un significado estable ni compartido por todos; hasta tal punto que a menudo se oponen inútilmente saberes y competencias. Ejercicio de una competencia es siempre más que una sencilla aplicación de saberes; contiene una parte de razonamiento de creación, juicio, movilización de los conocimientos y de las informaciones que hemos memorizado.