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Pan de Muertos

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REVIEW

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Por Lobo Mictlán

Pasan los días sin poder distinguir si los disfruto y aprovecho, ¿será la pandemia que mengua mi sentimiento de pertenencia?, mi debilidad me inclina ahogar mis penas en alcohol, pero llega a mí esa delicada voz de mando de mi abuelita recitando dichos de antaño: “Las penas con pan son buenas”. La voz se desvanece, el casco de cerveza se zafa de mi mano, y en mitad de la nada llega el olor de pan recién horneado, busco por esa calle menos solitaria que es mi alma.

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Meto la llave en la puerta de mi cuarto, pongo tres panes en ese escritorio que a la vez hace de comedor, abro el refrigerador, y saboreo en silencio mi pan de mil hojas acompañado de una leche bien fría. Como siempre, mi abuelita tenía razón, las penas… con pan son buenas. Parece que mis demonios toman asiento, dándome tregua mientras partimos el pan en partes iguales, mis demonios, mascan y beben a mi paso.

Bueno, pero ¿qué es el pan?, es rico, los gachupines lo trajeron, pero es aquí en mi país donde se diversifica, hay pan blanco, de caja, dulce, de repostería, incluso hay documentales de lo maravilloso de nuestra diversidad. Tal vez son mis locuras, mi necedad por no tener tranquilidad y tergiversar todo, pues recuerdo esa parte famosa de semana santa donde Jesús dice que su carne es pan y su sangre es vino, y aunque a mi personalmente eso me suena a Hannibal Lecter, espero sea algo normal de mi parte, no mi necedad a vivir mal

Como el dicho: “Es mi pan de cada día”, tal vez eso es el pan, un símbolo de nuestra cotidianidad, no le prestamos importancia, lo compramos diario para saborearlo recién horneado, pero en tiempos sin electricidad, debió ser algo maravilloso poder almacenar grano y grano, para que con unos pocos ingredientes más se convirtiera en algo nuevo que se puede replicar, dando la esperanza de comer fresco a pesar de almacenar la materia prima desde hace años. Algunos panes incluso duran días conservando sus propiedades, como el pan de pulque, que es súper llenador y duradero. Algo tan simple, cálido, que te regocija al comerlo, me hace pensar en esos pequeños detalles que te dan tranquilidad, ¿entonces qué es el pan?, ¿qué sentimiento combate las penas?…¿el valor?, ¿la risa?, ¿qué es?

Tal vez el pan es esperanza, pero no esa esperanza de la que se guardó en la caja de Pandora, inquebrantable, que solo los héroes conservan hasta el final. Debe ser algo más simple, un detalle recién hecho para alimentar nuestra alma, como desayunar con tu familia reunida, apenas despierta. Como esa meta a corto plazo de la que procuras no fanfarronear porque sabes que es básica, realizable, algo tan sencillo como tender tu cama, terminar la quincena sin pedir prestado, no aventarte en el metro por un asiento sino cederlo…

Aunque es más cotidiano en mí comer tortilla y no pan, recuerdo varias noches en mi soledad, noches entrecortadas por el sueño que me invadía, soñaba con que al día siguiente, al despertar, compraría aunque sea una pieza por persona, soñaba dárselo a mi mamá, a mi tío y a mis bebés, preguntarles, si querían leche fría o caliente, quizás un té. En mi sueño mientras la mayoría me ignoraba por estar platicando, los bebés llevaban los cubiertos, se oían las incoherencias entre las pláticas de cada loco, y yo trataba de no desesperarme con mis seres amados. En ese sueño no aparecería toda la familia que nos dio la espalda, o la que solo aparece cuando algo necesitan de nosotros, en ese sueño solo veo a los que, como en el dicho:

“Se quitan el pan de la boca para darlo al otro”.

Comiendo el pan para el cual ahorré un poco, que aunque no es el gran lujo, es esa pequeña esperanza de tener algo bello y alcanzable en nuestra cotidianidad. Pensándolo bien, eso no es cualquier cosa, o tal vez solo deliro de hambre, e igual que a Macario algo me esta pasando, pues no he podido morder aún mi pan.

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