![](https://assets.isu.pub/document-structure/210709091906-61417c10afc6f102fa67eff100e597a3/v1/7c5341c5b0130e4583b395d7767542b2.jpeg?crop=2200%2C1650%2Cx0%2Cy0&originalHeight=2373&originalWidth=2200&zoom=1&width=720&quality=85%2C50)
5 minute read
De rifles y ratones
from Colores - Nigromante Julio 2021
by Nigromante. Revista de la DCSyH, Facultad de Ingeniería, UNAM.
Por J. Manuel Lozano BE
Advertisement
Después de aquella experiencia, mi… inocencia me dió una lección más a la edad de ocho años: en mi casa me enseñaron que cuando vas creciendo y empiezas a mudar tus dientes, no todo es perder, sino que existe un ser mágico: “El ratón de los dientes”, quién te cambia ese diente por unas monedas, acción que ejercí (ya que estaba en todo mi derecho), cuando al fin se cae mi diente busco un lugar que consideré inaccesible para los demás y solo yo conocía, sin pena que alguien descubriera mi escondite y descubriera las monedas que el mítico ratón me depositaría en mi escondite a cambio de mi diente.
El “estratégico” lugar elegido fue el quicio de la puerta de una mis tías, ahí había un boquete en donde perfectamente cupo mi pequeña mano para depositar mi diente. Al paso del tiempo regresé al lugar, me acomode pecho tierra, introduje la mano en el boquete y… siento… ¡monedas!, mi emoción era incontenible, las saqué, me sentí sumamente feliz por el éxito obtenido y la cantidad que el ratón dejó a cambio de mi diente, ¡gracias, ratón de los dientes!
Salí feliz con mi pago, corrí al puesto de dulces, por supuesto, quería hacer la mayor de las compras ese día, a pesar de mi corta edad, así que escogí todos los dulces que se me antojaron, que quise, ¡hasta que consumí todo mi dinero! Al regresar a casa, mi tía vio mi “cargamento” de dulces, me preguntó seriamente: ¿de dónde tomaste el dinero?, ¿o quién te lo dio? Yo orgulloso, feliz, le explico de mi diente y ¡el dinero que el ratón me había depositado en donde yo lo puse!, mi tía, no me creyó, y me acusa de haber tomado dinero de su monedero... mi madre, “para que aprendiera”, volvió a darme una reprimenda acorde a lo sucedido.
Inician las averiguaciones y resulta que la hija de mi tía, cómo de cinco años de edad, había jugado con las monedas y mi prima fue quién las había puesto en mi escondite, sin saber que ese era mi lugar de trueque pactado con el ratón de los dientes.
Mi desencanto por el ratón de los dientes y hacia cualquier ser mágico del que me habían enseñado, comenzó. Seres mágicos quiénes eran mi dogma, en tan solo un momento desaparecieron como vapor en el aire, se llevaron la magia que pudo haber existido en ese pequeño niño de ocho años. Mi nombre es Manuel y provengo de una familia numerosa, exactamente diez miembros, la conformaban: mis padres, mis 7 hermanos y yo… el quinto hijo en nacer; la vida y su avance te permite dar cuenta del entorno al que perteneces y la conciencia hace su aparición puntual para hacerte caer en la realidad, convirtiéndote en protagonista de inauditos episodios…
Mi nombre es Manuel y provengo de una familia numerosa, exactamente diez miembros, la conformaban: mis padres, mis 7 hermanos y yo… el quinto hijo en nacer; la vida y su avance te permite dar cuenta del entorno al que perteneces y la conciencia hace su aparición puntual para hacerte caer en la realidad, convirtiéndote en protagonista de inauditos episodios…
Tenía 6 años, mi madre me mandó, junto con mis hermanos mayores, a cortarnos el cabello, de donde vivíamos a donde estaba el maestro peluquero, eran dos colonias, realmente no estaba tan cerca, pero la familia vivió un tiempo cerca de ahí y mi mamá como clienta fiel, seguía mandando a sus hijos a ese local, al llegar, por la jerarquía que se llevaba entre nosotros, el primero en subir a que lo atendieran fue mi hermano Enrique, después, mi hermano Delfino… mientras el maestro daba corte tras corte, yo me salí a un lado de la peluquería y me puse a jugar con unas corcholatas, tan entretenido estaba en mi juego, que avancé dos cuadras y, sin notarlo, ya estaba en una calle donde el tráfico de autos y personas era mayor, inmerso en mi juego estaba cuando hizo acto de presencia un “teporocho”…
Mencioné lo numerosa que era mi familia, teniendo eso en cuenta, es importante detallarles lo que recibía cada seis de enero (la única ocasión al año que recibía un juguete), los famosos y “Queridos Reyes Magos”, cada año, al despertar, me habían dejado sin falta: una pistola de dardos, un carrito con seis figuras de pino y dos pelotas, todo de madera, para jugar al boliche, lo mismo cada año, así que la avidez de tener un “gran” juguete y diferente cada año, era una utopía para mí…
Volviendo al momento del malencarado Sr. frente a mí, mientras jugaba con las corcholatas, lo primero que volteó a ver fueron mis zapatos y me preguntó: Oye, niño, ¿no quieres un rifle con municiones?. Yo que solo recibía un boliche y una pistolita cada año, supongo que mis ojos brillaron, esbocé una gran sonrisa y respondí sin pensar un contundente: ¡Sí!, a lo que me contestó, ¡Bueno!, pero… ¿en dónde te traigo las municiones?, ve mis zapatos, los cuales estaba estrenando, y el corte de cabello sería el complemento perfecto para que mi madre me llevara a la primaria al siguiente día a inscribirme, yo, con todo el dolor de mi corazón, pero con la más grande ilusión, le hice entrega de mis relucientes zapatos, me dijo: espérame aquí, ¡en un rato te traigo tus cosas!... Hasta el día de hoy que estás leyendo esto, sigo esperando mi rifle con todo y municiones.
Mis hermanos me pasaron a cortar el cabello y de regreso al hogar; obviamente lo que pasó no le causó gracia a mi madre, vinieron los regaños y la de “perro bailarín”. He perdido la cuenta de las veces que me he preguntado de qué fui culpable, ¿de inocencia?, ¿DE QUÉ?
![](https://stories.isu.pub/91036999/images/50_original_file_I1.jpg?width=720&quality=85%2C50)