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¿Por qué los hombres viven menos que las mujeres?

Por Víctor Águila

Hablar de la mortalidad en México es un tema tremendamente complicado, es polémico y problemático. Consecuentemente, está relegado a la estadística y al activismo. Se vuelve aún más incómodo si intentamos responder, ¿por qué los hombres viven menos que las mujeres? Nuestro interés no es indagar en la estadística, mucho menos cuestionar su veracidad, es más bien reflexionar sobre la mortandad de este sector de la población mexicana.

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El actual estado del tejido social, en amalgamiento con un Estado fallido, facilita las olas de violencia, la insensibilidad y la negación sobre ciertos temas, especialmente, el ser hombre en México.

La pregunta en cuestión es de carácter óntico, ¿Qué es ser un hombre en México? Según las generaciones de nuestros padres, ser hombre es sinónimo de ser macho, valiente, impulsivo, temerario, mujeriego, peleador y cualquier otra cosa que guarde relación con una acción violenta. En suma, ser hombre es vivir al límite, probar las fronteras y tentar a la muerte. Observemos la vida de cualquier héroe, ya sea ficticio o real. Al instante podremos reconocer que sus actos heroicos son relativos a los riesgos que tomaron. Es muy común que éstos sean tomados como ejemplos de valentía, pero más bien son prueba de poco juicio.

Es muy importante resaltar un punto angular para entender por qué los hombres viven menos. Sobre el hombre mexicano pesa una expectativa que no necesariamente ocupa un lugar en la realidad a través de una violencia sistematizada, lo anterior no debe ser entendido como algo menor o contingente, es, más bien, el problema central.

Que la vida se vea acompañada de una idea tan violenta de lo que se tiene que ser, tiene un impacto directo en la cotidianidad. Cuando toda tu vida has escuchado que debes ser valiente, entonces la vida empieza a importar poco. Ya no se trata de lo práctico, tienes que comenzar a cumplir con las expectativas que pesan sobre ti. De esa manera te puedes ver involucrado en trifulcas, actividades ilícitas, o simplemente, tentando a la suerte en cualquier fin de semana.

Entonces, si queremos saber el porqué de la fugacidad de la vida masculina, forzosamente tenemos que voltear a ver las prácticas de aquello que se considera masculino. De tal manera, no nos costará trabajo reconocer lo peligroso que es vivir bajo esas expectativas.

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