BOSQUE NEBLINOSO

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EDICIONES CARAJO autoriza la reproducciรณn total o parcial de esta obra, siempre que sea para usos NO COMERCIALES y se cite a su autor.

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Bosque neblinoso - Poemas -

Oscar Sanzana Silva sanzanasilva.blogspot.com osanzana@gmail.com

Concepciรณn, julio de 2019.

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Índice Para un viejo perro de mar

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Ciudad en llamas

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Fotografía antigua

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Ciudad vacía

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Autopistas

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Ronquidos

12

Guerra interna

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Piscola a luca

14

Reflexiones acerca de lo real

15

Devoción

16

DJ

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Caída al frasco

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Bosque neblinoso

17

Bosque invernal

18

Levedad

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Ella

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Condena

21

Vuelo de pájaro

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Marcha atáxica

23

Vino criaturero

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Rebelde

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La borrachera es la desnudez del alma

26

Evasión

27

Mente despejada

28

Marqueros

28

Fondos de cultura

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Ladillas poliamorosas

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La petaca

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La chispa

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La piraña intelectual

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Para un viejo perro de mar ¿Podría algún dios encontrarle su sentido último a la trayectoria infinita de tus huellas en la arena de esa playa color turquesa? ¿Podría algún ángel extraviar su ruta siguiendo el incesante tránsito de tu animalidad? ¿O es que acaso solo un simple humano sería capaz de apreciar toda la sabiduría que yace en la cuenca de tus ojos de profunda mirada; en tu mandíbula experimentada a punta de mordiscos? Con tus mil y una odiseas para huir del basural te las has arreglado para resistir tu viaje hasta el final Viejo perro marinero algo me dice que tu alma canina siempre sobrevivirá bajo la arena de esta playa; Sobrevivirá, sí, a la tragedia de la humanidad que -estoy claro- poco o nada te importa porque en esta lucha ya ganaste el esquivo trofeo de tu dignidad; Te lo diré una vez más, viejo perro de mar, esta lucha tú ya la ganaste. 7


Ciudad en llamas Me alejo de la ciudad en llamas. Me alejo y luego vuelvo acercarme a ella. He escapado, sobre todo, de los fantasmas pirómanos que podrían volver a quemar los cielos, los campos, las lagunas antes de bautizar nuestra calamidad en sus aguas color ceniza. Arde el rostro de una mujer enamorada arrasado por sombras humeantes que desde hacía rato la acechaban como los monocultivos de pinos y eucaliptus a las viviendas. Me alejo de la ciudad en llamas, abatido, -no de cansancio, sino de olvidoPorque hubo un día en lo que todo lo que hoy arde Fue el sentido albergue de una ilusión Y ahora es el fuego quien cosechará los frutos de su odio magnífico; Manos forestales asesinas Se ocultan a salvo siempre de las trampas que el mismo humano se encargó de sembrar; Se solazan de su triunfo en su sórdida opulencia Mientras después del incendio la ciudad continúa, ya sabes, en llamas.

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Fotografía antigua Una fotografía antigua encallada en el fondo de la habitación. Postal blanquecina con tantos ocasos encima como un pequeño mar de memorias olvidadas; a su lado, el papel de un recorte amarillento declamando su falsa victoria sobre el paso de los años, un escrito, al fin. Un testimonio incompleto que el tiempo se permitió para disimular su impecable victoria.

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Ciudad vacía Caminar por una ciudad vacía atisbar la realidad por un costado, jugar a imaginar que no existes que no exististe nunca que tus risas, miradas, lágrimas y aullidos nunca fueron manifestaciones familiares; A veces jugar puede ser así de cruel imaginarse uno mismo sobreviviendo las noches escuchando tus gemidos en medio de la brisa suave de tu respiración. Hoy ya no te percibo sino entre gélidas torres de hormigón con que un puñado de poderosos idiotas intenta reemplazar tu memoria. Ahora penas y dueles como el más maldito de todos los espectros, y yo habito esta ciudad vacía porque tú ya no existes en ella.

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Autopistas El auténtico caos solo se obtiene en el silencio que anhela el corazón de las autopistas puedes sentir detrás de cada frenazo el deseo más ardiente de todos: el regreso a la caverna primigenia, el alarido del joven corrompido por las monsergas de una falsa iglesia; “El mundo es una causa vacía de substancia” se contentaron con escupir los filósofos, y no le quedó otra al científico que persignarse secretamente antes de comenzar a abrir el cuerpo de algún desdichado sobre la camilla de operaciones. Alguna nueva vida, en tanto, seguía siendo posible encontrarse en las calles.

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Ronquidos La quería, sí. Y hasta entonces no había experimentado sensación más dulce y acogedora que dormirme abrazado a sus caderas. Pero fueron sus ronquidos los que comenzaron a mandarlo todo al diablo. Aquellos ronquidos definitivamente no eran humanos. Una noche me desperté de un sobresalto con ellos, y mientras luchaba por volver a conciliar el sueño, imaginé toda clase de seres extraños, criaturas fabulosas, monstruos marinos. Los visualicé con horror resoplando a mi lado, a punto de devorarme, convencidos de que sería un buen bocado. A la mañana siguiente, despertando todo ojeroso de aquel horrible letargo, solo atiné a decirle: “oye buenamoza, ya no sé si siento lo mismo por ti”.

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Guerra interna Echó unos humos, tiró los dados cumpliendo condena en un departamento de la calle Orompello, fumó hasta olvidar su nombre hasta que esas espantosas sábanas que danzaban a su lado al fin le dejaron en paz; Echó unos humos, tiró los dados y comprendió que el ritmo de su vida se asemejaba al de un par de vinilos maltratados por la humedad de un cerro, por la proximidad del mar. A veces se podía jugar a ser otro desempolvando las máscaras necesarias. Pero nunca el patetismo ofrecería recompensa porque la sociedad de allá afuera estaba tan llena de heridas como su alma y en ese clima de guerra interna la dictadura de sus sentimientos destructivos tendría la excusa perfecta para mantenerle dentro de su prisión, a menos, claro, que triunfara en su rebelión. Echó unos humos, tiró los dados, imaginó de pronto que las paredes se cerrarían sobre sí triturándolo; En cambio, la vida que le aguardaba allá afuera tenía la forma de un rayo de luz colándose a través de sus cortinas agujereadas. Cierto es que finalmente salió, sí, y que nadie le juzgue por decidirse a comenzar su revolución que un día podría ser la de todos, por disponerse a teñir su alma 13


del color de un puñado de flores furiosas decididas a reivindicar por sí mismas la siempre anhelada primavera.

Piscola a luca Padeceré de un poema de amor correré a ocultarme entre mis ruinas aunque me sigas con un vaso de piscola en la mano por toda la pista de baile. Pues bien, he decidido habitar estos versos y darles varias vueltas antes de dejarme caer nuevamente en el centro de tu pecho. Me acerco a ti, te digo, te susurro al oído: “El olvido es la cara invisible de mis caricias”. Lo intuyes: hoy me siento insurrecto de razón y el público nos tiene aquí mismo juntos intentando sacando adelante esta delirante escena.

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Reflexiones acerca de lo real Esto no puede ser real, me digo. Luces bailan sobre mi cabeza, tú yaces desnuda y receptiva el bullicio de la ciudad entra alegre y estruendosamente por la ventana. No, que no puede ser real, me digo. He soñado cientos de veces este mismo sueño y no hallo en él indicio alguno de realidad que me libere de su espejismo. -¡Mierda, estoy atrapado! - aúllo al despertar. Y tú te levantas y te revelas en cuerpo y alma y tetas. Y yo, como un perfecto imbécil, sigo sin creerlo Porque de todo esto lo único que me consta es el mismo humo que ahora colma nuestros pulmones, el abrazo más que íntimo interrumpido por las puteadas de dos conductores Me miras fijamente y comprendo que me he extraviado en el laberinto de tus pupilas dilatadas, en la tormenta de tus amores y odios, en tu incomprensible mala ortografía y en tus extraños resentimientos. Estás arriba nuevamente y yo abajo, desde el inframundo, me aferro juiciosamente a tu cintura dejándote mover los hilos una vez más. Esto no puede ser real, me digo. Sueño o realidad, algún día acabaremos comprendiéndolo. Mientras tanto, que el día se haya vuelto noche y la noche se haya vuelto día se volvió nuestro accidente favorito. 15


Devoción Y aquel borracho devoto insistía en ver el cuerpo de Cristo en cada corcho que liberaba de su botella.

DJ Sus amigos le apodaban el DJ, aunque lo suyo solo fuera mezclar pastillas y bebidas.

Caída al frasco Para algunos, la esperanza siempre los esperará en el fondeado corazón de una botella.

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Bosque neblinoso A Oscar Lautaro La obligación de caminar puede hacer que terminemos envidiando a los pájaros conduciendo un automóvil por paisajes oníricos increíbles y cruzando el bosque neblinoso atesorando una última y acertada razón. Cuando se te haga oscura la vida debes saber que todo podría acabar estrellándose contra algún ídolo vagabundo o algún fantasma de piernas largas deslizándose desde un árbol dispuesto a arrebatarte lo que te quede de juicio, a seguirte el tiempo y la distancia necesarias con tal de que te sientas desamparado. Y, claro, no es difícil dejarse encandilar por el primer rostro de apariencia humana que se encuentra uno en este bosque de caretas. Todo con tal de que se asemejen -aunque sea un pocoa las luces de alguna próxima carretera. Incluso entonces, no todo estará perdido si decides amar y aprender a perdonar tu extravío: habrás cruzado el bosque neblinoso. Oigo tu voz, la salida está cerca, lo intuyo y veo en el final del laberinto unos ojos dibujados por la bruma que se parecen a los tuyos y entonces dar vueltas entre los árboles, salirme del camino me parece un juego necesario para que mi victoria sea el estrecharte entre mis brazos. 17


Bosque invernal Nada como la compañía de los árboles. Es un encanto recorrer el pequeño bosque que rodea la ciudad de los muertos en una noche de niebla como ésta; Escuchar el canto de las aves nocturnas embriagarse con él hasta desear ser un pájaro, tal y como lo hacen los árboles que alzan sus brazos al cielo anhelantes de completar su gran sabiduría con la libertad de sus alturas. Aquí, en la mitad del bosque no sabría a qué otra divinidad aferrarme que no fuera vegetal, que no inhalara niebla: aquí me tienes, oh, bosque invernal, consciente de tu pasaje y disfrutándolo. Me dejo conducir por el follaje verde y gris. La ciudad ya quedó atrás; atrás también quedó su infierno. Avanzo hasta el claro sin culpa vuelvo a admirar en silencio a mis muertos queridos los veo bastante lejos de sus tumbas. Caigo en la cuenta de que no habré de cruzar este bosque como no sea llevando conmigo una parte de él. Me duermo. Me sueño hombre, niño, pájaro y árbol. Soy otro: mi alma le pertenece al bosque. Atrás dejo la ciudad, atrás también dejo su infierno.

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Levedad Se encontraron en un paradero de la Vega Monumental. En cuanto se miraron a los ojos, se sintieron placenteramente prisioneros de una atracción misteriosa. Fue una pena que el joven estuviera en tal estado de desnutrición -producto no tanto de una mala dieta como de su estado nervioso-, que antes de que pudiera correr a los brazos de quien sería inequívocamente su amada, una ráfaga de viento que creyera un tornado se lo llevara lejos.

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Ella Tienes toda la razón: su personalidad era más inestable que cualquier mesa del bar Neruda, y era cierto eso de que estaba más rayá que mesa del Malpaso. Pero con ella, cada pito parecía llevar dentro de sí un hongo nuclear desde cuya empinada cima uno se olvidaba de la avasallante toxicidad del mundo.

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Condena Quien siembre muerte cosechará esqueletos y se convertirá en habitante perpetuo de la pajarera condenado a escuchar su canto devolverse barrotes adentro hasta estrangularle. Y claro, le parecerá que quienes están afuera se desplazan por el mundo como astronautas callejeando en la superficie lunar. Con todo, le habrá concedido a su cautiverio la posibilidad de un último asombro con el espectáculo de su decadencia.

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Vuelo de pájaro Caer hasta depositar los huesos sobre algún fondo irreconocible; alzarse luego pájaro en vuelo dispuesto a suspender su poesía emplumada en nuestros cielos. ¡Oh, policía del pensamiento, tienes tan claras tus órdenes, pero también nosotros tenemos nuestras convicciones! Elegimos caer para levantarnos elegimos renacer desde el subsuelo solo para conocer el íntimo territorio desde el cual emprenderemos nuestro vuelo.

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Marcha atáxica Te veo en el inframundo o convertido en divinidad; te veo, locación perdida en medio de la nada espectador zombi evadiendo sus desdichas en “el cuero vivo” televisivo que te succiona la mente. Marcho ciego y culpando al empedrado marcho látigo, hiriendo a quien no debo. Marcho errático, infeliz y trágico, la vida es una complicación y el dolor es el único sendero que encontré en mi andar el dolor ES. Y, entonces, naufrago navegante de mil soles eclipsados por la desdicha de mí mismo canalla y la obscenidad es un delirio cuya sempiterna naturalidad me embriaga. Soy flaite y definitivo. Soy la caricia respondida con cachetada. Y a veces creo amar a pesar de mi violencia. Soy el ocaso de una primavera cruel bautizada por la sonrisa falsa de un político corrupto. Soy la colilla ahogada en la ceniza que dejó el bautismo del suburbio. Soy el borracho del que todos se ríen ignorantes -o no- de mi tormenta interior. Soy un sorbo de vino agrio y pudretripa la acera en la que caeré rendido. Soy el vicio encarnizado y la llave maestra que lo doma y posee. Seré conversación de sobremesa y mi dolor hará que te sientas un poco mejor con lo mucho o poco que tengas. Cierto es que me caigo. Incierta mi marcha. 23


Ven, acércate y revisa mis llagas: ¡NO TENGO PLATA NI PARA COMPRARME UNA PASTA!

Vino criaturero Basta ya de beber este vino criaturero que te obnubila con sus pútridas fantasías que te deslumbra con su sabor a moho haciéndote sentir como un dios dorado mientras tus piernas yacen en el lodo. Será nuestro deber recuperar el buen vino y dejar éste para los mercaderes de su vómito para los publicistas de sus malignos taninos para los burócratas de sus perversos delirios para los malditos administradores de su bestial resaca. Basta ya de beber este vino criaturero despréndete de su tetra pack, ¡despierta!, ¡levántate! Tomémonos la fiesta por asalto todes juntos y juntas y asegurémonos de que nadie se quede afuera.

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Rebelde Dejó sus libros, aunque llevó sus voces a cuestas alentándola, susurrándole al oído que la victoria siempre sería posible. Con un neumático en cada hombro atravesó los pastos de la UdeC. Junto a sus hermanas y hermanos se plantó en mitad de la Avenida Chacabuco. El resplandor flamígero de las llamas le iluminó su rostro de pendeja, y por debajo de la capucha sonrió con una certeza: había un incendio declarado en el alma del capitalismo.

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La borrachera es la desnudez del alma Que la borrachera es la desnudez del alma, que la droga ésa te convertía en un dios; que a los 27 querías estar muerto, y en cambio, te tomaste en serio aquello de comenzar a escribir: -¡Pero pa qué tan lúcido!El viejo esquizoide de la esquina se lanza a su habitual prédica endemoniada y tú quemas una cola que quedó de la noche anterior, pensando en lo que te deparará el día. Recuerdas que hubo una época en la que todo parecía fácil y accesible la época primordial de tu vida únicamente rememorable en la alegoría de los sueños. Acaso pueda ser cierto, sí, aquello de que los verdaderos santos y santas se embriagaron de fe ¡hasta que les salió vino de sus estigmas! Y que durante años por las noches soñaron con la violenta llegada de aquel Cristo maligno bajando las escaleras apurado y repartiendo hostias amargas e insufribles. Cierto o no, estás aquí. Con el viejo de la esquina y sus trances con la errática conducción de tu vuelo mañanero; es todo lo que tienes y podría ser peor, la vida podría ser mucho menos amable contigo y compruebas para tu sorpresa que la resignación se ha convertido en una extraña y auténtica alegría. Y al fin, sonríes.

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Evasión Desperté en mitad de la noche con la sensación de haber visitado azoteas subterráneas de haber descendido en el horror de una existencia sonámbula. La pesadilla se volvió más real entonces a duras penas miré bajo la cama busqué a tientas una colita, la encontré y fui suyo.

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Mente despejada Volarse con las ideas es como encender una lámpara en la noche para atraer a los zancudos.

Marqueros ¿Habría que incluir a los falsificadores de grandes marcas en nuestra Revolución como agentes contraculturales?

Fondos de cultura Son más los fondos que he tocado que los que me he ganado.

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Ladillas poliamorosas Suelen infectar la razón antes que los sentimientos, y creen que no habrá sostén posible para contener un cariño malhabido como éste. Las ladillas suelen ser tan preocupadas de sus actos que consiguen olvidarse del desprecio que proyectan sobre nosotros. Ladillas poliamorosas, ¡tengo el alma infecta! Aunque maravillado sonría con el amor del pegamento quizás ocurra que no alcance a terminar de buena forma el cuento. Quizás la droga, la terapia, el yoga, el ungüento; quizás ni una sola mierda surta verdadero efecto Y el poliamor se desvanezca exánime en forma de bichos horribles por el desagüe de nuestro nefasto amor romántico.

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La petaca ¿Habrase visto mejor compañera para las noches invernales? En el bolsillo del caminante aguarda con su plácido y terrible sueño el momento de reconfortar espíritus y gargantas. Para animarse a dar el siguiente paso necesario para no perderse entre la densa niebla de las calles de Concepción. La petaca ofrece su alma líquida como refugio del viajero nocturno amparando a quienes son protagonistas de esta húmeda y asfáltica juerga. Y se anuncia -siempre milagrosacomo un gratificante pasaje hacia lo incierto.

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La chispa No pude hallarte en mi croquera entre los dibujos libidinosos de mis amigos. Tampoco lo hice en aquel vagón vacío que me transportó -diluyéndome- de una estación a otra. Es ésta una búsqueda ciega. Perdido estoy en mitad del gas y cualquier chispa de luz me reventaría en pedazos. ¿Es ésta la luz que me ofreces, querida? ¿Solo un último destello para contemplar una milésima de segundo mi desesperada humanidad antes del horror y antes, pues, del silencio?

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La piraña intelectual Eh, poetas, ¡cuidaos de la piraña intelectual! Que el sistema duerme menos que nosotros Y a veces deseamos mucho más que las máquinas con las que pretenden reemplazarnos. Por Dios, para de hablar de la rosa un ratito y para de pensar subversiva porque sí a la chuchá mejor démosle cara a esta pestilente realidad, que si la espiritualidad es el reino de lo sensible habría que buscar lugar en medio de calles repletas de seres desconfiados y presurosos despojados de aquella virtuosa locura con la que barnizamos la realidad. ¡Cuidaos de la piraña intelectual! Os lo dije, hablando en refinado ahora te digo que te peguís la cachá y que tus versos sean las balas que necesitamos para subvertir nuestro retorcido sentido común y su siniestro ritual de producir y consumir.

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