![](https://assets.isu.pub/document-structure/220427224654-a551b52f88c958fe5692b9f244e40a4d/v1/e0d80f5e62fe83bc2d5c4cd9b6c705f9.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
11 minute read
Putochinomaricón si no te emocionas con esto no tienes corazón
from NUEBO #3 mayo 2022
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220427224654-a551b52f88c958fe5692b9f244e40a4d/v1/46e2927e40a3c0d0194f0d36136ef317.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220427224654-a551b52f88c958fe5692b9f244e40a4d/v1/ce7a2296189e6bf705e7cc933d15ad50.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220427224654-a551b52f88c958fe5692b9f244e40a4d/v1/4680f926b15cbc84fa7db9319437f8fc.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
la identidad, esa circunstancia de ser una persona concreta y no otra, es siempre un concepto abstracto. Viene determinado por un conjunto de rasgos o características (físicas, psíquicas, emocionales, sexuales) que diferencian a un individuo o colectividad de otros. La irrupción en el panorama de Chenta Tsai (A.K.A. Putochinomaricón), allá por el lejano 2017, supuso un auténtico terremoto. Por primera vez, una persona queer y asiática accedía a espacios tradicionalmente negados a miembros de su colectivo en nuestro país. Su nuevo trabajo, JÁ JÁ EQUISDE (Distopía aburrida) (Elefant Records, 2022), acreditado a sus dos nombres, plantea un alejamiento definitivo de la concepción de identidad como definición.
Chenta nació en Taiwán en 1991 y con solo once meses se trasladó con su familia a España, donde creció en el madrileño barrio de Vallecas: “Nunca he terminado de ser ni lo uno ni lo otro, ni de aquí ni de allá”. El primer recuerdo de sentirse diferente lo experimentó jugando a los Power Rangers: “Yo quería el Power Ranger rosa, pero me dieron la amarilla porque supuestamente era como yo. Fue la primera vez en que me di cuenta de que era una persona asiática. En mi infancia mi identidad fue construida por lo que decían los demás. La teoría de la doble conciencia de Du Bois explica cómo las personas no hegemónicas se perciben a sí mismas desde la hegemonía que les ve”. Quizás por eso su familia le mantuvo siempre dentro de su comunidad: “Mi entorno era extremadamente protector porque desde pequeñe se notaba que era disidenta. Me expresaba de una forma que no era normativa. Me hacían bullying en el colegio por el tema de la racialidad… Era como si la ciudad no estuviera construida para mi seguridad. Supuestamente yo no hablaba bien, no andaba bien, me enamoraba de la gente que no era la correcta. No tenía el tono de piel ni los ojos que tenían la mayoría. Me veía como un work in progress. Yo no solo he salido de un armario. Estoy constantemente saliendo de armarios. Y salí antes del armario de la disidencia que del de la racialidad”. El concepto de disidencia sexual engloba todas aquellas formas de vivir en un cuerpo sexuado que cuestionan los constructos normativos y resignifican los imaginarios sociales. “Mi trabajo gira mucho en torno al autodescubrimiento, no sólo de mi identidad sino de mí mismo. Yo no me aceptaba hasta hace relativamente poco, cuando empecé a verme desde mis ojos y no desde los ojos ajenos”.
Precisamente la música fue el elemento que le liberó de esa forma de pensar: “Al final la música es algo muy abstracto. Mi infancia eran Aqua, Crazy Frog, Vengaboys… Yo nunca veía los videoclips, así que para mí Aqua podían ser personas asiáticas, podían ser igual que yo. La música era la herramienta camaleónica que me ayudaba a feel free de manera genuina”. Así, con 16 años, entra en el Real Conservatorio Superior de Música: “Allí conecté más con mi sexualidad. Empecé a conocer a otras personas que también eran disidentes sexuales y de género. Pero era un ambiente muy académico. Mis padres querían que fuese un músico clásico desde siempre. Ocurre en muchas familias. Cuando un hije toca un instrumento es el resultado de la frustración de sus abuelos. Mi perspectiva era ser funcionario en la orquesta sinfónica de la Radio Nacional. Me sentía bastante enclaustrada a nivel creativo. El entorno académico está desligado de la realidad. Ni siquiera sabían quiénes eran Lady Gaga o Katy Perry… o les veían como artistas inferiores. Me encontraba siempre entre dos mundos: el mundo del pop hedonista y el mundo de la música que se estudiaba e interpretaba en los conservatorios”.
Esa dicotomía ha sido una constante en su vida: “Siempre me he posicionado entre dos mundos. Es como me he entendido a mí misma. Por una lado la comunidad asiática del Este y luego mi entorno en la escuela, que no era racializado. También con mi identidad disidente, con mis amigues del colegio y los amigos que conocía en los chats de Internet. Mi necesidad de querer pertenecer a algún lado, mi anhelo de querer auto-descubrirme de una manera tan agresiva, me llevó a construir el proyecto de Putochinomaricón”. Una propuesta que muchos identificaron en su momento, y de forma muy acertada, con la filosofía punk: “Estaba tan enfadado, tenía tanta ira contenida... Que la tuve que escupir. Para mí Putochinomaricón es como un escupitajo. Cuando descubres que tu sufrimiento tiene que ver con algo institucional y estructural te genera una ira monumental, incalculable, desmesurada. Y de ahí nació Corazón de cerdo con ginseng al vapor (2018, Elefant Records)”. Una colección de canciones que Chenta escribió, grabó y subió a Internet de forma anónima. “Las grabé en media hora. Por eso entiendo perfectamente la crítica que me hicieron back then. Estaba mal producido. Yo lo sé. Cuando Elefant me fichó me preguntaron si quería volver a grabar esas canciones. Y yo, siendo consciente de que sonaban fatal, dije que no. No me importaba porque representan bien el momento en que fueron grabadas. Yo creo que si Daniel Johnston viviera ahora volvería a grabar igual, con un cassette en su sótano tocando su keyboard y sus sintes. E importándole todo una mierda”.
El éxito viral de Gente de mierda o No tengo wifi fue una sorpresa mayúscula para Chenta: “Era muy raro. Sentía el síndrome del impostor. Había tanta falta de representación que ni siquiera se me había cruzado por la cabeza que podía llegar a ser artista y que la gente escuchase mi música”. También lo fue para su entorno. “Nadie sabía que yo era Putochinomaricón. Ni familia ni amigues. Era un secreto. Ni siquiera había salido del armario con mi familia. A mis padres les quiero muchísimo… con el paso del tiempo empezamos a entender nuestras diferencias y ahora están apoyando mucho el proyecto. Pero venimos de un lugar bastante tradicional y para ellos fue un shock. El miedo, la inseguridad… Me decían: 'Es imposible que pises un escenario'. Y yo me lo creía. No pensaba que una persona taiwanesa pudiera tener una carrera discográfica en España. Mi única referencia eran Los Piston, un grupo de pop-punk de Valencia con un cantante taiwanés. Fue la primera vez que vi a una persona taiwanesa que no estaba siendo exotizada ni representada desde el paternalismo. Estaba contando su realidad, con su chupa de cuero. Pero desde entonces no volví a ver a otra persona en la tele que fuese taiwanesa o asiática”.
Y así fue como, casi de la noche a la mañana, Chenta se convirtió en la persona de origen asiático más famosa de España. El nombre de Putochinomaricón empezó a ser cada vez más habitual en medios de comunicación, carteles de festivales y círculos de moda: “Sentía la responsabilidad de representar a una comunidad tan heterogénea como es la comunidad asiática del Este. Y eso es imposible. Pero ya que me habían dado espacio quería aprovecharlo al cien por cien. Era muy ingenuo. También me perdono porque estaba creciendo y deconstruyéndome públicamente. Hay una idea preconcebida de que todas las personas asiáticas van a entender mi proyecto y no es así. Yo también soy disidenta sexual, también soy no-binaria. Mi realidad no es la misma que la de una mujer china que es adoptada. Ni la de un hombre heterosexual asiático que a lo mejor siente que le estoy difamando, que estoy avergonzando a la comunidad. Una vez me dijeron que yo era un 'chino malo'. A veces cuando recibo men-
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220427224654-a551b52f88c958fe5692b9f244e40a4d/v1/b84f08a2379039d4dd719f4677963627.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220427224654-a551b52f88c958fe5692b9f244e40a4d/v1/c32d577e6ab153ec4c08623ea10e0c01.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
![](https://assets.isu.pub/document-structure/220427224654-a551b52f88c958fe5692b9f244e40a4d/v1/4af3883a8afede573287039e38082461.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
sajes de odio les doy la razón. Porque sí. Porque yo soy un 'chino malo'. Porque no quiero representar a ninguna comunidad ni ser abanderado de nada. Porque eso al final es capitalizar un lenguaje o un sentimiento, y yo no puedo ser el prototipo que simplifique o generalice a una comunidad tan heterogénea. Desde el primer minuto he dicho que solo me represento a mí mismo. Cuando me dicen que soy un 'chino malo' me lo tomo como un elogio. Porque creo que necesitamos más villanas y menos ejemplos modélicos. Estoy harta de mostrar esta excelencia, de 'mira qué culta soy'. Cuando me preguntan por mis experiencias vitales, te explico, te doy referencias, te tengo que citar a Marx… pues a lo mejor no sé cómo hablar desde ese lugar. Al final yo hablo desde el llanto y si eso me hace ser un 'chino malo' pues que así sea. Yo creo que si la sociedad solo nos acepta desde la excelencia, no estoy interesada en esa aceptación. Yo también quiero que me acepten desde la disidencia, desde lo más intuitivo, desde el deseo. Porque no hay nada más transparente, más cristalino, que el deseo. Si yo no puedo expresar mi deseo qué sentido hay en la representación, qué sentido hay en la visibilidad. Soy el 'chino malo' y me lo tomo con orgullo”.
Esa repentina sobreposición lleva a Chenta a replantearse el proyecto: “De nuevo, la gente estaba contándome quién era yo. Me daba mucho miedo convertirme en un artista meme. Alguien que toda su vida hace la misma progresión de acordes o cuenta la misma historia. En ese sentido soy bastante autodestructivo. Los artistas deberíamos ser propositivos y no un cliché. Ser menos creadores de contenido. Tenemos que hacer cosas que puedan incomodar. Por eso re-enfoqué mi proyecto admitiendo que la representación no puede ser un fin en sí mismo. Y no por eso estoy despolitizando mi mensaje. Yo voy a evolucionar, aunque eso signifique destruir al artista que era hace tres o cuatro años”. En medio de estas reflexiones Chenta decide, a finales de 2019, trasladarse a Taiwán: “Me fuí porque estaba quemado. Había asumido demasiadas responsabilidades que no eran reales, me exigía un nivel altísimo para que la gente me respetase y respetase a nuestra comunidad. Al regresar a Taiwán tuve una crisis de identidad muy fuerte, pero me quité el prejuicio de ser racializada. Porque allí no me veía como una identidad en resistencia constante, sino como una persona más. Y de repente sentí el peso que tenía encima. Es la primera vez que empiezo a construirme a mí mismo de manera consciente”. Lo que inicialmente iba a ser una breve estancia se acabó prolongando casi dos años debido al estallido de la pandemia y su consecuente confinamiento. “En Taiwán la pandemia llegó un poco más tarde. Al ser una isla se cerraron las fronteras y fue un poco más fácil. Pero claro, la gente tampoco podía salir. Estábamos todes encerradas en casa y no podíamos hacer nada más que cuidarnos“. Esta circunstancia terminó por definir JÁJÁ ÉQÚÍSDÉ (Distopía aburrida), un álbum conceptual que representa un lugar ficticio donde construir futuridades felices en tiempos de incertidumbre, dividido en tres niveles de realidad: la online, la offline y la aumentada.
“La realidad aumentada es la que me encontré en Taiwán, en la que de repente no se me racializaba. La realidad offline es cuando estaba en España. Y la realidad online es en la que estaba sumergida en tiempos de pandemia, en internet y en las fiestas virtuales de Subculture Party, donde conecté con la comunidad glitchcore, hyperpop… Todas productoras, disidentas sexuales y de género, racializades… Era la primera vez que encontré un body of work de personas no hegemónicas tan grande”. Si su primer disco fue un manifiesto en clave electro-pop, aquí la paleta estilística de Putochinomaricón se dispara en todas las direcciones posibles: PC Music, EDM, futurepop, Eurobeat… “Las artistas no hegemónicas suelen construir el arte desde la urgencia de querer contar algo, desde el contenido. Mientras que las personas hegemónicas lo construyen desde la técnica. En este segundo disco mi acercamiento al proyecto no es tanto desde la rabia y la inmediatez sino desde un lugar meditado. Ya he construido a esta persona, pero esta persona ¿quién es? El enfoque es distinto”. El álbum cuenta además con una extraordinaria retaila de colaboradores nacionales e internacionales: GFOTY, diana starshine, Tami T, Ignacio Redard, New Sylveon, Matt Lockshaw, RRRÚCULA, Beverly Hensel, Tami Kohsntad, UVCORE, Alex Polanski y Galen Tipton. “Las co-productoras han hecho una labor increíble. Yo siempre hablo del last stroke que completa la obra. Cuando tengo una canción terminada casi al completo se la paso a un productor para que la destroce. Siempre digo 'I want you to destroy this'. Porque creo que eso es lo que caracteriza a una buena canción: algo pulido y fino con un brochazo final que la destroza para que sea arriesgado”. Chenta ha construido un trabajo tan bello (DM, Rubberhand) como experimental (Tamagotchi, Traumas), repleto de sintetizadores saturados y voces ultra alteradas, donde los límites entre géneros se estiran y se retuercen hasta crear un mapa sonoro absolutamente único. Una colección de canciones que hablan de hipervigilancia, inmaterialidad, relaciones sexo-afectivas virtuales y contra-tecnologías. La banda sonora perfecta para esta era de desasosiego post-millennial en la que estamos sumidos.