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Cultura y las nuevas formas de re-significación territorial

Alonso Pulgar Rozas

Qué es la cultura? ¿Cómo la entendemos? ¿Cómo la vivimos? Sin duda, esta palabra posee múltiples significados y podría ser abordada desde distintas dimensiones por todos nosotros. Todos manejamos medianamente una definición, idea o concepto de lo que es la cultura, como la entendemos y como somos o no parte de ella, que tan “culto” es alguien, entendiendo esta definición desde una mirada de cuantificar conocimiento, o personas más “culturales” ligadas al mundo de la expresión artística como la música, el arte o la pintura. ¿

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Este concepto, por más utilizado que esté entre nosotros, sigue siendo debate en cuanto a su definición por parte de las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales, por lo que no sería posible logar definirla de manera categórica, sino más bien pequeños acercamientos en cuanto a su comprensión y utilización conceptual para lograr comprender la forma en cómo se dan las relaciones humanas.

Desde las Ciencias Sociales, y específicamente desde la Antropología, una definición que consideramos acertada en cuanto al análisis que buscamos desarrollar en el presente documento, es la que nos plantea el Antropólogo Francés Leví Strauss, quien desarrollando sus teorías a finales de los años 40, contexto de post segunda guerra mundial y buscando entender justamente estos periodos de Guerra donde la mirada de “superioridad étnica y cultural” que justificaba el nazismo y sus actos de genocidio sobre judíos, gitanos u homosexuales era determinante. Así, una definición de “cultura” y como esta se representa en el contexto social separándola de las formas biológicas de relación humana, es entendida desde una perspectiva de transmisión de normas y vínculos sociales.

“Sostenemos que todo lo que es universal en el hombre corresponde al orden de la naturaleza y se caracteriza por la espontaneidad, mientras que todo lo que esté sujeto a una norma pertenece a la cultura y presenta los atributos de lo relativo y lo particular” (Claude Lévi-Strauss; 1970, pág. 34).

Lo más novedoso de esta definición, es justamente que al marcar la diferencia con aspectos biológicos del comportamiento humano, todas las acciones que se enmarquen dentro de una regla o norma enmarcado en el vínculo entre Seres Humanos se entendería por cultura, despejando de esta manera en un primer lugar, que no

existirían categorías de valorización como “buena o mala” cultura, rompiendo así las teorías nazis de aquel entonces, y en segundo lugar desmitificando niveles de superioridad cultural entre distintos grupos.

Con esta definición, nos acercamos a un concepto de cultura como una herramienta de comunicación entre los seres humanos, donde se transmiten valores, normas, formas y códigos de relaciones entre grupos humanos determinados. En esta comunicación, el lenguaje aparece como una herramienta fundamental para la transmisión de esta cultura, utilizando así Levi Strauss al Lingüista Ferdinand Saussure (1964), siendo este último quien en sus análisis lingüísticos, comienza a diferenciar el “lenguaje” como un aspecto sincrónico y permanente del ser humano, versus el “Habla” entendiendo esta como una acción momentánea y sistemática, adquiriendo su acción un grado de significado en cuanto a la relación con los demás, poseyendo una estructura lógica y reglas que orientan su conjugación.

Si la Cultura la entendemos como un acto de comunicación entre un grupo social que bajo los conceptos antes mencionados poseen grados de significación para ambos (es decir, comunicarse es importante para sobrevivir), y están bajo un contexto determinado que unifica y provoca esta conexión de transmisión cultural (hay códigos en común), podríamos comenzar a profundizar como este acto de comunicación y formación cultural se podría desarrollar tanto en grandes grupos humanos como en espacios más reducidos; desde la cultura de un grupo humano perro “quiltro”, el “negro matapacos” (quiltro= perro en mapudungun) como ícono de la resistencia por parte de los estudiantes en las protestas del 2011 estando en la primera línea en enfrentamientos directos con la policía para esos años, comenzó a gestar una suerte de espejo, donde este “perro quiltro”, excluido y marginado de las razas caninas elitistas, busca forjar una vida mejor y un buen vivir, cargado de representatividad del pueblo trabajador y vulnerado, la primera en común como pertenecer a un pueblo originario, y a modo de ejemplo, que poseen un lenguaje característico y visión de mundo transmitida y necesaria de enseñar este lenguaje y costumbres para su supervivencia, una cultura local o territorial, caracterizada a modo de ejemplo por pertenecer a una barrio o una población determinada donde se desarrollan acciones que todos sienten parte, entienden y codifican como suyas; hasta una cultural laboral, donde en un espacio reducido condicionado al trabajo se desarrollan distintas acciones que poseen sentido y son significativas para las distintas personas que componen ese espacio de asociatividad determinadas por un contexto dado, por ejemplo desayunar o compartir en un horario determinado para poseer buenas dinámicas de grupo.

(...) desde lo social comienza a forjarse nuevas puestas en escena del patrimonio local y cultural de un territorio, el cuestionar la estabilidad cultural de un Estado Nación con simbolismos(...)

Si la cultura la entendemos como un lenguaje, y este lenguaje es poseedor un significado acorde a un contexto social determinado, ¿cómo podríamos analizar el sentido, o mejor dicho lo que se busca transmitir en una expresión cultural determinada? ¿Y si esta misma expresión lo contextualizáramos al Estallido social del 18 de Octubre del 2019? Al parecer, y a partir de esta fecha, han sido miles las manifestaciones

artísticas y culturales (definida como la acción de querer comunicar algo en un contexto determinado) que se han desarrollado a lo largo del País, desde las artes plásticas, la música o la literatura; todas han sido permeadas por el contexto del llamado Estallido social y nos han hecho mirar y remirar nuestro País y los espacios por donde nos movilizamos. Desde esta fecha tan emblemática, nuestro entorno se ha cargado de simbolismos, un lenguaje visual que busca transmitir un mensaje claro y necesario, y que en cierto grado un alto número de la población se ha sentido identificado; el cuestionar no solo un modelo de desarrollo sustentado en el individualismo y la valorización de nuestras vidas desde una perspectiva económica, sino también cuestionar y repensar el cómo proyectamos un mejor vivir para nosotros y los que vendrán.

Si bien, las expresiones culturales nunca han dejado de existir, si es necesario mirar cómo se comenzaron a forjar desde este nuevo contexto social y político en el que nos encontramos y provocamos, los distintos sentidos y significados que otorgamos a estas expresiones y manifestaciones, las cuales cargadas de simbolismo buscan romper con “modelos de país” forjados desde la época militar y los gobiernos de “centroizquierda-derecha” desde los 90 a la actualidad.

Al parecer, este nuevo resurgir de la cultura y su transmisión de significados en el mensaje que se busca compartir, resignificó emblemas que siempre estuvieron presentes en nuestra cotidianidad pero la cultura oficial no validó, el rol preponderante que tuviese un

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línea de los que forjamos día a día (quiltro= perro en mapudungun) como ícono de la resistencia por parte de los estudiantes en las protestas del 2011 estando en la primera línea en enfrentamientos directos con la policía para esos años, comenzó a gestar una suerte de espejo, donde este “perro quiltro”, excluido y marginado de las razas caninas elitistas, busca forjar una vida mejor y un buen vivir, cargado de representatividad del pueblo trabajador y vulnerado, la primera línea de los que forjamos día a día este país.

Nuevas re significaciones comienzan a surgir, la necesidad de cambio nos llevó a renombrar distintos espacios donde confluimos y nos encontrábamos, donde forjábamos nuestros sueños y esperanzas, los cambios de nombre a las plazas fue solo una de ellas, como para el caso de Santiago, de Plaza Italia a Plaza Dignidad, Valparaíso de la plaza de la Revolución para la plaza Sotomayor o Plaza Leftraru en Temuco. Al parecer, estas nuevas formas de expresiones culturales buscan romper con un legado dañino y doloroso con la vieja cultura impuesta por la bota militar y consolidada por los gobiernos de “centro-izquierda-derecha”, donde para muchos de los que sienten el mensaje transmitido en estas nuevas expresiones, la aparición de la Bandera Mapuche y la re significación cultural de un pueblo sometido pero a lo largo de los años siguiendo en resistencia, articulan y visualizan el ejemplo de la resistencia de un Pueblo que como aquel de la bandera deberá saber preservarse; decapitaciones de estatuas a lo largo de todo el País, con el caso de la cabeza de Pedro de Valdivia sostenida por el Toqui Caupolicán en Temuco, o figuras Diaguitas en la ex plaza Buenos Aires de La Serena, ahora llamada plaza Diaguitas, son solo unos ejemplos de la re significación de los territorios y la destrucción de emblemas que representan la vieja cultura impuesta y no significativa para el Pueblo de Chile, ejemplos de re significaciones culturales y como estos actos buscan transmitir un mensaje lleno de significados de un futuro mejor. Las distintas expresiones de significación de espacios como plazas o esculturas, llevan a realizar un par de conclusiones en cuanto a cómo desde lo social comienza a forjarse nuevas puestas en escena del patrimonio local y cultural de un territorio, el cuestionar la estabilidad cultural de un Estado Nación con simbolismos, que carentes de sentido tuvieron que destruirse para forjar una nueva identidad territorial lleva a valorizar el sentido creador de los grupos humanos, su rol transformador de la cultura local e identidad y el valor que tenemos para construir una nueva sociedad que sea capaz de contener a todos y todas, con sus simplezas y dificultades incluidos y legitimados.

Desde lo cultural, nos hace preciso valorizar el rol que estas distintas expresiones artísticas han tenido el último tiempo en lograr impregnar un mensaje, muralistas, músicos y grupos de baile, todos han contribuido a la generación de este nuevo Chile, que sin duda genera un impacto y un mensaje significativo en sus acciones para todos y todas.

Para concluir, reconocer que estas nuevas expresiones artísticas que aparecieron desde el Estallido Social, vienen forjándose por muchos años en distintas experiencias territoriales a menor escala, y que han contribuido a la organización territorial de este gran movimiento social de carácter nacional; preuniversitarios populares en los años 90’ y ollas comunes, carnavales auto gestionados para el 2000, o grupos de músicos y colectivos artísticos, todos han confluido en promover y reconstruir un tejido social que al parecer estaba dormido y que despertaron lo mejor del Nuevo Chile, una mirada fraterna y solidaria, reivindicando derechos y necesidades, siendo la cultura una línea transversal para la identificación de su significado y apropiación de estas demandas por todos y todas

-Claude Lévi-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco, Fondo de Cultura Económica, México, 1971. -Ferdinand de Saussure, Albert Riedlinger. Curso de lingüística general (Filosofía y teoría del lenguaje). Editorial Losada, México, 1965.

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