NUESTRO TIEMPO
Número 707 NUESTRO TIEMPO Verano 2020
NÚMERO 707 VERANO 2020 11 euros
Caleidoscopio de miradas sobre las semanas más duras de la pandemia y el mundo que está por venir
NUESTRO TIEMPO Verano 2020 Fundada en 1954 Año LXVI. Número 707
Editor Jesús C. Díaz [Com 82] Gerente Carmen Muriel [Bio 92 PDG IESE 08] redacción Ana Eva Fraile [Com 99], redactora jefe Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] María González Zabal [Com 03] Miguel Ángel Iriarte [Com 97 PhD 16] Teo Peñarroja [Fia Com 19] Columnistas Enrique García-Máiquez [Der 92] Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] Ignacio Uría [Der 95 PhD His 04] Críticos Cine: Ana Sánchez de la Nieta Escena: Felipe Santos [Com 93] Libros: Joseluís González [Filg 82] Series: Alberto N. García [Com 00 PhD 05] Música: Patxi Garro [Com 89] Colaboradores en este número María Acebal, José Luis Álvarez, Elena Antón, Verónica Arribas, Eva Baroja, Blanca Basanta, José María Bastero, Victoria De Julián, Onésimo Díaz, Rafael Domingo, Pablo Gasull, Beatriz Jiménez, María Jiménez, José Lacarra, Claudia López, Ignacio López-Goñi, Soledad Maldonado, Rocío Montuenga, María Dolores Nicolás, Gema Pérez, Blanca Rodríguez, Mariaje Ruiz, Salomea Slobodian, María Isabel Solana, Adolfo Torrecilla, Antonio Viana Fotografía Rubén Calvo, Alberto Casas, Manuel Castells, Justy García Coch, Susana Girón, Ingrid Ribas Ilustraciones Diego Fermín, Sr. García, Concha Martínez Pasamar Diseño Errea Comunicación Impresión MccGraphics Redacción y Publicidad Facultad de Comunicación Universidad de Navarra 31009 Pamplona, España Atención al suscriptor Palmira Velázquez T +34 948 425 600 (Ext. 80 2590) pvelazquez@unav.edu Edita Universidad de Navarra Suscripción anual España 40 € Europa 50 € Internacional 60 € Web nuestrotiempo.unav.edu DL: NA 10-58 / SP-ISSN-0029-5795 La revista no comparte necesariamente las opiniones de los artículos firmados 9 609 ejemplares/ número (2019)
Member of CASE
la primera Jesús C. Díaz
Sin atajos
El enemigo invisible que al principio no tomamos en serio llegó y confinó en sus casas a unos tres mil millones de personas. Ámbitos tan fundamentales como el mundo laboral, el sistema educativo, los eventos culturales y las relaciones interpersonales se están redefiniendo con nuevos criterios. Muchos planes de acción de las organizaciones que se están reinventando incluyen en sus primeros párrafos el concepto del momento: la incertidumbre. Tiene lógica, por tanto, que se haya recordado una cita del escritor Mario Benedetti (1920-2009): «Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto nos cambiaron todas las preguntas». En estas páginas procuramos ofrecer alternativas a la saturación informativa. No sin razón, hay quien ha hablado de infodemia. Por eso, más allá de datos y estadísticas, hemos buscado rostros e historias que forman un collage de humanidad. Junto a la pérdida de personas queridas, destaca el valor de profesionales y familiares que han puesto de manifiesto una entrega generosa, convirtiéndose sin querer en auténticos héroes de estos meses. Asimismo, cinco expertos en comunicación, microbiología, derecho, economía y psicología analizan desde su perspectiva lo ocurrido. Y un fotorreportaje de Susana Girón ilustra esos artículos además de relatar una historia con la mirada puesta en personas mayores del ámbito rural. Por otra parte, continuamos con la serie «Los de la maleta» —en alusión a la que trajo el primer rector, don Ismael Sánchez Bella, cuando llegó a Pamplona—. Pretende mostrar el inicio y desarrollo de las distintas facultades a través de algunos de sus protagonistas. Este ejemplar incluye dos entrevistas a los profesores Ignacio Araujo, primer director de la Escuela de Arquitectura, y Pilar Sesma, decana de la Facultad de Ciencias durante quince años y primera antigua alumna de la Universidad en obtener una cátedra. Parte del denominador común de esos pioneros reside en la constancia, el entusiasmo y la fe con que trabajaron. En otro ámbito, son características que se observan en la trayectoria de Carlos Pauner, alpinista aragonés que ha coronado los catorce ochomiles del mundo. También resulta reveladora la actitud de la judoca paralímpica Marta Arce, que cuenta cómo descubrió que caerse forma parte del camino y que esa lección es más valiosa que cualquier medalla. Desde distintos puntos de vista, estos y otros protagonistas coinciden en que, cuando uno está inmerso en un proyecto que realmente vale la pena, no hay atajos. Es más: conviene que sea así porque uno valora y disfruta tanto llegar a su meta como el itinerario que le lleva a su objetivo. jediaz@unav.es
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#707 GRANDES TEMAS HERIDAS
[Página 34] El siglo
CON LOS PIES EN EL CIELO
[Página 24] El alpinista Carlos Pauner ve el mundo desde la atalaya de haber coronado todos los ochomiles del planeta.
¿Y AHORA QUÉ?
[Página 06] Cinco expertos diseccionan
el futuro que nos espera después de la pandemia. Y la fotoperiodista Susana Girón pone rostro a los efectos del coronavirus.
CAMPUS
xx se escribió a golpe de guerra. Cinco mujeres extraordinarias se arremangaron para contribuir a cambiar ese mundo.
ENTRE LA IMAGEN Y LA MATERIA
[Página 44] En las obras de Vik Muniz nada es lo que parece. Sus fotografías interpelan la conciencia del observador.
POR QUÉ INVESTIGAR [Página 106] El
antiguo rector José María Bastero propone en el ensayo resituar la ciencia en su auténtico lugar: el servicio a la sociedad.
ALUMNI LOS DE LA MALETA
LA HUELLA DEL VIRUS
[Página 64] Asomamos la cabeza a los
insomnios y las alegrías de doce de las doscientas mil vidas que forman la Universidad de Navarra.
[Página 58] En esta entrega hablan Ignacio Araujo, primer director de la Escuela de Arquitectura, y Pilar Sesma, decana de Ciencias y primera alumni catedrática. Campus Alumni Cultura Ensayo
54 82 88 106
CARTA DESDE...
APRENDER A CAER
[Página 82] La medallista paralímpica Marta Arce se prepara sobre el tatami para triunfar en los Juegos de Tokio.
COLABORAN Marcos Ondarra [Página 76] La promoción corona pide voz para agradecer en este Mind the Gap su paso por las aulas.
[Página 86] París, donde Verónica Arribas [Ing Ind 11 PhD 17] trabaja en un FashionLab que aplica la tecnología 3D a la moda.
FIRMAS
Mireia Las Heras [Página 52] Algunas buenas ideas para empleadores y empleados sobre el teletrabajo.
Sin atajos, Jesús C. Díaz 01 La pluma y la espada, Enrique García-Máiquez 22 Esto no es teletrabajo, Mireia Las Heras 52 Más preguntas que respuestas, Marcos Ondarra 76 Tiempos salvajes, Ignacio Uría 104 Quejarse cansa, Paco Sánchez 112
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CUÉNTANOS
Las voces de Nuestro Tiempo en las redes «Gracias infinitas, @NTunav». [Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, agradece la reseña del número 706] @irenevalmore «Nuestra relación con nuestros libros es mucho más que un enamoramiento veraniego. Mucho más profundo. Con sus sufrimientos y con sus alegrías, con sus bellezas incluidas. Gracias, gracias, gracias». @joaquim_marti_s «“La historia nunca se explica por razones monocausales, sino multifactoriales” Esto de Jaume Aurell es imprescindible para entender el marco histórico de la pandemia. Vía @NTunav». [Se refiere a una columna publicada en el 706] @CarolinaDiazEsp «¡Es fantástico, no puedo estar más de acuerdo! No hay universidad si se quiere eludir el riesgo de que profesores o alumnos pierdan el tiempo; esa es nuestra libertad y nuestra responsabilidad. Los “gestores” no lo entienden, ni falta que hacía. Pero ahora mandan ellos». [Por el Mind the Gap del 706] @higinomarin1
«“La gente valiente no es la que no tiene miedo, sino la que lo acepta y avanza.” Entrevista a @DraRojasEstape en @NTunav». @gaztelueta
«Tenerte en papel es mucho mejor :) @NTunav» @pedrorobalinol «He recibido el último @NTunav y, además de poder leer a @EGMaiquez y a @Ignacio_Uria , he visto un reportaje simpático sobre los viejos tiempos, maravillosos, elegantes, exigentes. Con esa Carmen Castillo, esa gran latinista». @sanchezgalera «Completamente de acuerdo con Enrique, de un lector y un pensador. Esas lecturas en mis años de universidad, a las cuales estoy muy agradecida (literatura, filosofía, teología, etc.), alimentaron y forjaron el esqueleto intelectual de lo que soy hoy». @PostigoElena
«Esta crisis sanitaria ha subrayado algo que siempre hemos enseñado y aprendido en la @unav: que la ciencia está al servicio de la vida, que somos vulnerables y necesitamos del cuidado del otro, que construir un mundo más humano y solidario es la opción más hermosa e inteligente». @astabernero «#MalQueBien: “El nuevo libro de @EGMaiquez reconforta como una chimenea y brinda esa misma alegría interior”. #ColecciónAdonáis Reseña de @Adaldrida en @NTunav» @PremioAdonais «Solotildistas, no estáis solos (vaya)». @EGMaiquez «Hola, @NTunav, espero que no te moleste que haya usado tu número 704 para empezar mi nuevo hobbie». @pedrorobalinol
«Y qué sueño… ¡Gracias a todos los de la maleta por soñar sin miedo! Inma Giménez Castellano [Por la segunda parte de la serie «Los de la maleta»: «Constructores de un sueño»] HILADOS
P1. «¡Mi primer artículo publicado! Por fin les puedo compartir este pedacito de orgullo. Un trabajo de más de seis meses de retos, risas y esfuerzo. Una de las mejores experiencias de mi vida rodeada de gente maravillosa de la que aprendí muchísimo». @Paola98B % [Por el gran tema sobre TED del 705] 0P2. «Sin duda encontré un pequeño santuario de sabiduría y cariño en @NTunav, un gran ejemplo de amor y entrega de @Belen_Viloria y un mentor que se convirtió en un amigo @Iriarte_ma». @Paola98B % 0R1.«¡Un placer conocerte y colaborar! La curiosidad y ganas de aprender son una de las cualidades más maravillosas para VIVIR. ¡Bravo, Paola! Y qué decir de @Iriarte_ma: pura vocación y un gran ejemplo». % @Belen_Viloria
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Grandes temas La era poscovid
Cinco expertos reflexionan sobre el mundo que nos queda después de la pandemia y cómo afrontar los desafíos históricos que plantea. En estas mismas páginas, la fotoperiodista Susana Girón muestra en imágenes los rostros de los más vulnerables frente al coronavirus.
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María Jiménez Ramos, periodista y doctora en Comunicación
Mientras los medios batían récords de audiencia en las fases más agudas del covid-19, los fotoperiodistas lidiaban con un bloqueo para inmortalizar los efectos más duros de la enfermedad. Al final, lo consiguieron, aunque con retraso. En un mundo hiperconectado, las imágenes de los días más amargos del virus solo permanecen en la memoria de sus testigos directos. 08—Nuestro Tiempo verano 2020
Durante las semanas más penosas de la pandemia, con la vida y la economía de muchos países casi totalmente paralizadas, a los periodistas se los consideró trabajadores esenciales. Su labor consistía en cubrir una de las necesidades básicas de los ciudadanos: la información. Un estudio de la consultora Havas Media Group apunta que el papel de los medios al inicio del confinamiento en España fue «muy importante» para más de la mitad de la población. Entre mediados de marzo y de abril, la televisión rebasó los nueve millones de espectadores diarios, que pasaron delante de la pantalla una media de 260 minutos al día. La radio aumentó un 112 por ciento sus oyentes, y los diarios digitales registraron cómo el número de páginas vistas crecía un 45 por ciento, de acuerdo con otro estudio de la consultora IPG Mediabrands. Medios como eldiario.es y cabeceras internacionales como The New York Times o The Guardian han batido sus récords no solo de lectores sino también de suscriptores. Aun
Grandes temas La era poscovid
EN LA PÁGINA ANTERIOR
En un fin de semana normal, José Antonio Aguilera atiende en su restaurante más de quinientas comidas. Su negocio da trabajo a una quincena de personas en la Sierra de Sevilla, una de las zonas con mayor índice de paro de la provincia. El sábado 14 de marzo cerró su establecimiento para poner a salvo a sus empleados. En veinticuatro horas sus ingresos cayeron a cero. Seis días más tarde, José Antonio espera la llegada de sus trabajadores para la firma del ERTE. Sin ayudas estatales, no cree que pueda reabrir sus puertas.
A LA IZQUIERDA
Belén es enfermera en el Centro de Salud del municipio de Huéscar (Granada). Es 2 de junio y acaban de recibir una llamada de emergencia a domicilio. Rápidamente salen en la ambulancia para atenderla. El tiempo del traslado siempre se vive con preocupación, en una calma incómoda ante la incertidumbre de lo que te puedes encontrar. Esta urgencia al final fue fácil: retirar una vía venosa.
así, los medios locales son los que más subieron: a mediados de marzo, en Francia, Alemania, Italia y España las visitas habían crecido por encima del 101 por ciento —hasta un 158 por ciento en España— y en el Reino Unido, un 45 por ciento, de acuerdo con las cifras de la consultora Comscore. Si una de las misiones clásicas del periodismo es aportar a los ciudadanos información suficiente para que tomen decisiones libremente, parece que los profesionales cumplieron. Un estudio del Reuters Institute realizado en seis países (Estados Unidos, Reino Unido, España, Alemania, Corea del Sur y Argentina) revela que el 60 por ciento de la población cree que los medios le han ayudado a comprender la pandemia, y el 65 por ciento opina que han explicado lo que puede hacer ante el virus. «Cuando la información es cuestión de vida o muerte, no bastan los mensajes de las autoridades, también son necesarios los mensajes de los medios», afirma Eduardo Suárez, periodista y responsable de Comunicación de Reuters Institute. Los datos reflejan que, en general, hay indicios de un aumento de confianza en los medios, denostada en los últimos años, aunque se mantiene a la baja en las sociedades más polarizadas, con Estados Unidos a la cabeza.
bloqueo en los días clave. Pero ¿qué información estamos recibiendo? En Amanpour & Company, el programa de la PBS —la televisión pública estadounidense— que presenta la legendaria reportera Christiane Amanpour, la periodista afirmaba que «nuestras pantallas han estado saturadas por estadísticas
y ruedas de prensa», pero no por imágenes de las víctimas de la pandemia. Su reflexión venía al hilo de un artículo firmado por Sarah Lewis, profesora de la Universidad de Harvard, publicado en The New York Times el 1 de mayo bajo el título «¿Dónde están las fotos de la gente muriéndose de covid?». Para entonces, el virus ya se había extendido por el estado de Nueva York. George Steinmetz, especializado en fotografía aérea y firma habitual de National Geographic, había intentado inmortalizar con su dron las fosas comunes de Hart Island, donde estaban enterrando cadáveres sin reclamar a un ritmo cinco veces mayor que el habitual. La Policía confiscó su dron y lo acusó de un delito menor emparándose en una ley de aviación de 1948. La fotoperiodista Anna Surinyach, cofundadora de Revista 5W, se lanzó el jueves 12 de marzo a buscar las imágenes de las víctimas. Ese fue el primer día que tramitó una solicitud para fotografiar una unidad de cuidados intensivos. En total tuvo que esperar dos semanas para entrar al hospital de Can Ruti, en Badalona, igual que otros medios como El Mundo o El Confidencial, que no publicaron sus crónicas a pie de uci hasta principios de abril. «Hay un paréntesis de quince días en los que nadie ha accedido a un hospital. Nadie ha documentado las dos semanas en las que pasó todo. Hubo un cierre de puertas en los principales focos: hospitales, residencias, funerarias… Han fallecido más de 27 000 personas y no se ha fotografiado a gente muerta en sus casas, tampoco el aislamiento en familias con algún infectado. Se han perdido días clave de la pandemia», reflexiona Surinyach. Para la fotoperiodista, no hay duda de que se trata de una estrategia política orquestada y desplegada por todo el país. «Que no haya imágenes es intencional. Quisieron controlar el mensaje y han podido, pero a la larga saldrán a la luz las deficiencias del sistema. Estoy segura de que muchas familias a quienes se les han muerto parientes en casa querrían enseñarlo porque se han quedado excluidas del sistema y conseguirían denunciar. Para eso sirve el periodismo», concluye. El cerrojazo a los focos de la pandemia o, dicho de otro modo, las trabas a los periodistas para hacer su trabajo, es uno de los diez tipos de ataques a la libertad de prensa que recoge el Index for Censorship, una organización sin ánimo de lucro que defiende la libertad de expresión. Hasta finales de mayo había registrado 166 ataques en todo el mundo: 39 contra periodistas y dibujantes, en especial en el norte y el este de Europa; 35 arrestos en Rusia, Turquía, Kenia o China; y 34 denuncias por impedir a los profesionales desempeñar su trabajo, como en Venezuela, donde a los periodistas no se les consideran trabajadores esenciales. En España, el Index for Censorship señala los filtros a las preguntas en las ruedas de prensa gubernamentales. En palabras de Eduardo Suárez, «esto nos recuerda que la libertad de información no cae del cielo, sino que debemos defenderla en estas circunstancias. Si se da un retroceso mínimo, hay que recordárselo al poder. La pandemia no puede ser una excusa para atacar la libertad de expresión».
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Grandes temas La era poscovid
La crisis del coronavirus ha evidenciado la falta de liderazgo a nivel mundial. A los líderes globales se les debe exigir al menos un ferviente deseo de proteger el bien común universal y una integridad a prueba de bombas. Rafael Domingo Oslé, titular de la Cátedra Álvaro d’Ors del ICS y Spruill Family Professor of Law and Religion en la Universidad de Emory (Atlanta)
La crisis del coronavirus, que ha dejado cientos de miles de muertos, ha puesto de manifiesto, con luces y matices nuevos, la necesidad que tiene la humanidad de genuinos líderes políticos globales. Una cosa es ocupar un alto cargo en un país del G-8 o en una institución internacional como Naciones Unidas y otra muy distinta ser un auténtico líder político global. Llamo líder político global a aquella persona plenamente capacitada para tomar decisiones que afectan a todo el planeta en una era marcada por la incertidumbre. La globalización, la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías son fenómenos con tanta luz que nos deslumbran y nos impiden intuir el horizonte a unos pocos años vista. Ante la falta de hitos en el camino, la urgencia de un nuevo liderazgo político global se hace más apremiante.
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No es solo cuestión de preparación técnica, ni de una experiencia profesional sofisticada, ni de mejorar el talento comunicador abriéndose a las diversas sensibilidades culturales. A los líderes globales, dada su enorme responsabilidad, se les debe pedir al menos tres cosas más: la protección del bien común universal, una integridad a prueba de bomba y una visión holónica de la realidad. Cumplir con estas condiciones requiere una gran madurez espiritual, como la que informó la vida de grandes líderes del siglo xx como Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King, san Juan Pablo II, Ronald Reagan, Robert Schuman o monseñor Romero. La palabra holón, acuñada por Arthur Koestler en 1967, se refiere a algo que es al mismo tiempo un todo y una parte. Cada holón integra y trasciende simultáneamente lo que le precede. De la misma manera que una célula incorpora y trasciende sus moléculas, así también las moléculas incorporan y trascienden los átomos, que, al mismo tiempo, incluyen y trascienden sus partículas. Algo parecido sucede con la política y la sociedad, pues todo está interrelacionado. La comunidad humana global incorpora y trasciende los Estados; los Estados incorporan y trascienden las regiones; las regiones incorporan y trascienden las ciudades, y estas las familias, hasta llegar a la persona. Lo individual da sentido a lo colectivo y lo colectivo potencia y trasciende lo individual. Desde esta perspectiva holónica, se entiende muy bien que a un líder global se le exija proteger el bien común de la humanidad, que integra y trasciende todos los bienes comunes parciales y, por supuesto, el bien particular. Protegiendo el bien particular —como la salud de un enfermo de coronavirus— se protege el bien universal, y protegiendo el bien universal —la salud pública de la humanidad— se protege también el bien particular de cada ciudadano. Para poder custodiar el bien común universal hay que acercarse a la realidad con amplitud de miras, valorar el enriquecimiento que trae consigo la diversidad, admirar las diferentes culturas, esforzarse por entender a los demás, por razonar globalmente, por ser elemento de unión, de diálogo, de integración, sin imposiciones ideológicas. La defensa del bien común universal huye de muchos ismos: el populismo, el fanatismo, el fundamentalismo (religioso o secular), el intelectualismo, el partidismo y cualquier otro sectarismo. La antítesis del liderazgo global es la política del «America First», tan arraigada en Estados Unidos, que prioriza la parte —el país de la Coca-Cola— frente al todo —la humanidad—, sin advertir que el todo es mayor que la parte y además la determina.
Antes de desprenderse de los trajes, ya contaminados, los miembros de la UME Aracena (Huelva) los pulverizan con cloro y peróxido. Acaban de desinfectar el centro geriátrico, donde se habían registrado cinco casos positivos y dos defunciones.
Son las 11 y Andrés, que mañana cumple 90 años, se toma el primer descanso del paseo. Paco, de 92, llega con su bici, a la que todavía se sube «de correntilla». Hablan de los tiempos de entonces, cuando los mocicos contraían la viruela o la sarna.
Luisa, de 75 años, conversa alegremente con Mari Carmen, del servicio de ayuda a domicilio de Aracena, e intenta alargar su visita ofreciéndole un zumo. Estas mujeres han sido el único apoyo para muchos de los mayores de la localidad durante el confinamiento.
El liderazgo antiglobal y populista del «America First» conduce a un nacionalismo excluyente, a un unilateralismo desintegrador, a un proteccionismo insolidario y, en definitiva, a un aislacionismo colectivo. El líder global debe advertir que la realidad es holónica y no fragmentada, por más que las personas se hayan organizado en Estados, comunicado en diferentes lenguas y desplegado en múltiples culturas. Estados, lenguas y culturas han de integrarse dentro de una humanidad solidaria y, valga la redundancia, más humana. Por último, a un líder global se le debe exigir una integridad personal intachable. Esta honradez solo se consigue cuando la intención primordial o propósito último de su actuación política es servir a la humanidad desinteresadamente, sin obtener nada a cambio. Incluso el principio de reciprocidad, tan válido para los contratos y los mercados, es insuficiente cuando se aplica a las altas responsabilidades. Esta intención pura de servicio estuvo muy presente en los líderes anteriormente mencionados y llegó a revestir tintes dramáticos, mejor dicho heroicos, en quienes fueron asesinados: Gandhi, Martin Luther King y Romero. Los tres sabían perfectamente que sus vidas estaban amenazadas por el fanatismo ideológico y, a pesar de ello, perseveraron en sus respectivos esfuerzos de promoción de la justicia social. La intención pura de servicio, que emerge de las profundidades del alma, ilumina con claridad la toma de decisiones y otorga al líder la libertad necesaria para moverse en ambientes tensos, ante presiones furibundas y en escenarios dominados por la corrupción. Se dice que los líderes nacen, pero los líderes globales también se hacen. Por eso, el papel de la educación a todos los niveles resulta primordial. Una educación abierta a la trascendencia, que promueve valores como la paz, la compasión, el respeto, el espíritu de servicio y la fraternidad universal, que nos enseña a pensar globalmente, analizando diversas perspectivas, que fomenta el diálogo intercultural e interreligioso, con un aprendizaje dirigido a la acción y práctica internacionales, sin duda contribuye sobremanera a colmar esta imperante necesidad de líderes globales. La humanidad se lo merece.
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Las peticiones de ayuda de familias vulnerables ya han superado las de la crisis de 2008. Esther y AndrĂŠs tienen cuatro hijos y estĂĄn desempleados. La Cruz Roja de Nerva (Huelva) les entrega un lote de
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comida que ellos recogen agradecidos. La crisis sanitaria no detuvo acciones sociales como el reparto de alimentos o el servicio de compras y farmacia para mayores.
FOTORREPORTAJE
Susana Girón (Huéscar, Granada, 1975) ha centrado su trabajo durante la pandemia en los entornos rurales de las provincias de Granada, Huelva y Sevilla. Parte de esa España vaciada, donde la población es especialmente envejecida y vulnerable al covid-19 y se enfrenta a la crisis con menos recursos que las grandes urbes. Autónomos, pymes, mujeres que prestan ayuda a domicilio, sanitarios de atención primaria y ONG han sido sus focos de interés. Girón es licenciada en Educación Física. Fundó y dirigió junto con su hermano José durante años una empresa dedicada al turismo rural que aún conservan. En 2007 estudió Fotografía y Artes Visuales en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Desde entonces, se centró profesionalmente en el género documental. Sus principales temas enlazan con lo cotidiano, la memoria y las raíces culturales. Colabora en destacados medios nacionales e internacionales y ha expuesto en multitud de países. Tiene publicados tres libros: Legados. Generaciones en tránsito (2010), Cruce de soledades (2017) y Zug der Schafe (2019). En septiembre presentará el próximo, Yo bailo, que firma
con la bailaora María Moreno, sobre el proceso de creación artística. Desde el 17 de marzo, Susana y otros siete reconocidos fotoperiodistas españoles —Javier Fergo, José Colón, Judith Prat, Olmo Calvo, Anna Surinyach, Manu Brabo e Isabel Permuy— documentaron, dentro del proyecto colectivo «Covid Photo Diaries», la crisis sanitaria y social en diferentes partes del país. Cada jornada veían la luz en Instagram ocho nuevas imágenes e historias de esa actualidad que ahora se transforman en una muestra itinerante —primera parada, en septiembre, la sede de DKV en Zaragoza—y en un libro que acompañará a la exposición. Esta iniciativa, testimonio visual de uno de los acontecimientos más sustanciales que hemos vivido en las últimas décadas, ha contado con el apoyo de la ONG Médicos del Mundo a través de la página web del Premio Luis Valtueña —el certamen anual de fotografía humanitaria— y de diferentes instituciones.
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Grandes temas La era poscovid
En menos de seis meses conocemos más del nuevo coronavirus que de otras enfermedades en lustros. Jamás la ciencia ha estado tan bien preparada para combatir una pandemia. Una estrategia One Health —sanidad humana, animal y ambiental— será la garantía para futuras amenazas. Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología
El 29 de febrero yo era de los que pensaba que el coronavirus iba a quedarse en China. La enfermedad se había detectado en treinta y un países, pero la mayoría de los casos se relacionaban con viajes desde el gigante asiático y más del 95 por ciento ocurrían allí. Muchos confiábamos en el efecto de las tremendas medidas de confinamiento impuestas por el Gobierno a la región de Hubei. Esperábamos que ocurriría lo mismo que pasó con el coronavirus SARS, que también se originó en China a finales de 2002, se extendió a veintinueve naciones —aunque solo hubo transmisión en cuatro o cinco—, y desapareció en mayo de 2004, con poco más de 8 000 infectados y 700 muertos. Ese sábado, el 29 de febrero, escribí el artículo «Diez buenas noticias sobre el coronavirus». Nunca imaginé que tuviera tanta repercusión internacional: más de 21 millones de personas lo
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leyeron. En época de crisis todos necesitamos buenas noticias, un poco de esperanza, ver la botella medio llena. Para muchos, lo vivido estos meses ha sido lo más parecido a una guerra, con cientos de miles de muertos, y no pretendía banalizar el problema. El motivo de aquel texto era mostrar que jamás la ciencia ha estado mejor preparada para combatir una pandemia, que este es el momento de la ciencia y la cooperación. Desde que a finales de diciembre China notificó los primeros pacientes de una neumonía grave de origen desconocido, una multitud de científicos de todo el planeta comenzaron una lucha frenética sin precedentes por investigar la biología del virus y la enfermedad que causa, y buscar una solución. Cuando en 1981 se describieron los primeros casos de sida, se tardó más de dos años en hallar el agente causante: el virus VIH. Ahora, ¡en cuestión de unos pocos días!, se identificó el virus, se secuenció su genoma y se desarrolló el primer test diagnóstico. El 13 de enero la OMS publicó en su web el protocolo para la PCR que permite detectar el genoma del virus. Poco después se desarrollaron las pruebas diagnósticas indirectas que localizan anticuerpos, y en tan solo cinco meses ya son más de 270 los test aprobados: PCR, análisis serológicos, de amplificación isotérmica, de antígenos, por secuenciación masiva e incluso basados en la técnica de CRISPR. En este periodo se han podido secuenciar y analizar más de 4 600 genomas de aislamientos del virus, lo que posibilita seguir su avance en tiempo real. Todos los virus mutan y sabemos que SARS-CoV2 lo hace a la velocidad esperada, se comporta de manera muy estable y no parece que evolucione a formas más agresivas. Tampoco existe evidencia de que haya sido manipulado genéticamente. Como ha ocurrido en muchas ocasiones, su origen está relacionado con otros coronavirus de murciélagos. La naturaleza tiene suficientes recursos para generar este y cualquier otro virus nuevo. No hace falta recurrir a teorías conspiranoicas. Aquel 29 de febrero hice referencia a que en poco más de un mes ya se podían consultar 164 artículos científicos sobre el coronavirus SARS-CoV2 y la covid-19 en PubMed, el buscador de la base de datos Medline, la más amplia que existe. En junio se superaban las 20 000 referencias, la mayoría en abierto. Esto pone de manifiesto la gran cantidad de conocimiento científico que se ha generado en tiempo récord: sabemos más del nuevo coronavirus en unos pocos meses que de otras enfermedades en lustros. Sin embargo,
Un solo síntoma activa el protocolo. Julia y Belén se equipan con los EPIS, las pantallas y el doble guante. La atención primaria domiciliaria evitó que muchos mayores acudieran a los centros de salud y contuvo la expansión de la pandemia.
Es Gonzalo, el alcalde de Castillo de las Guardas (Sevilla). Todos los días, desde que empezó la pandemia, se puso su equipo de protección y recorrió las calles del pueblo con algunos concejales para desinfectar cada rincón.
La empresa sevillana MACCO tiene ya muy desarrollados prototipos de robots para desinfectar, servir bebidas en bares o realizar diversas tareas que minimicen el contacto de personas en estas labores.
esta ciencia exprés también tiene sus riesgos: nadie es capaz de procesar y analizar toda esa información con detenimiento. La mala interpretación de algunos resultados y los errores propios de trabajar a tanta velocidad han desencadenado noticias falsas y escándalos, como el del tratamiento con hidroxicloroquina. Se ha pedido a la ciencia certezas, cuando está llena de incertidumbres. La ciencia necesita su tiempo y requiere experimentación, estudio, reposo y que otros repitan y confirmen los logros. Nuestra capacidad de diseñar nuevas vacunas es espectacular. La escasa decena de proyectos en desarrollo a finales de febrero ha dado paso al estudio de más de cien prototipos. La mayoría se basan en subunidades de proteínas del virus, pero los hay también de vectores virales, de ARN, de partículas, con virus inactivos o vacunas vivas con el virus atenuado. A finales de junio, al menos dieciséis habían comenzado ya las fases clínicas para analizar la seguridad, los posibles efectos secundarios y su efectividad en humanos. Avanzamos tan rápido que la Fundación Gates está financiando la construcción de siete plantas de fabricación de vacunas, sin saber cuál o cuáles realmente funcionarán. Algo similar ha ocurrido con los tratamientos. Conforme hemos ido conociendo mejor la biología del virus y la enfermedad, se ha confirmado que la covid-19 es mucho más que una neumonía. La infección se ha manifestado no solo como un síndrome respiratorio agudo, sino también como un daño renal, hepático, cardiaco e incluso cerebral. En muchos enfermos, el virus ha causado lesiones graves en la piel, inflamaciones, trombos e infecciones bacterianas secundarias. Al principio se ensayaron algunos antivirales de amplio espectro, pero ya son al menos 112 los tratamientos experimentales que combinan antivirales, tratamientos de síntomas, interferón, antiinflamatorios, bloqueantes de citoquinas proinflamatorias y antibióticos. Más de treinta de ellos están en ensayos clínicos internacionales y, aunque algunos no servirán, las posibilidades de hallar tratamientos eficaces para los casos más graves son muy grandes. Para combatir esta pandemia y futuras amenazas globales tenemos que apostar por el conocimiento, la ciencia y la investigación; por la colaboración entre organizaciones públicas, privadas, civiles y filantrópicas. Ahora más que nunca cobra sentido la estrategia One Health apoyada por la OMS: el trabajo conjunto entre los profesionales de la salud humana, la salud animal y el medioambiente. Ante un enemigo sutil, invisible y capaz de paralizar todo el planeta, es necesario invertir en un nuevo ejército de médicos, sanitarios, investigadores con terapias, vacunas y laboratorios en vez de misiles y tanques. verano 2020 Nuestro Tiempo —15
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Un militar del Ejército de Tierra de la base de San Fernando (Cádiz) realiza tareas de desinfección en la Hospedería Reina de los Ángeles (Aracena, Huelva) donde catorce ancianos contagiados por covid-19 se encuentran aislados.
Mientras se demora la concesión de las ayudas a la dependencia, algunos ayuntamientos como el de Aracena (Huelva) han puesto en marcha servicios de atención a domicilio, que no se detuvieron durante las semanas duras. Como parte de ese servicio, Paqui —para quien todo cobra sentido al ver la cara de alivio de los mayores— ayuda a Pilar a secarse el pelo tras el baño.
José María sabe que si su teléfono suena pasadas las nueve, es importante. Es médico de urgencias en un pequeño ambulatorio rural por pura vocación, porque prefiere asistir a los pacientes sin prisa. También
estos centros de atención primaria se adaptaron a los nuevos protocolos. La sala de la imagen, con solo una silla y oxígeno, sirve para los casos compatibles con coronavirus; así es más seguro desinfectarla. verano 2020 Nuestro Tiempo —17
Se han establecido paralelismos entre la crisis actual y las grandes catástrofes naturales, con las guerras más cruentas o con los mayores cataclismos financieros, como los de 1929 o 2008. Sin duda, es posible extraer algunas lecciones útiles de lo acontecido en esas circunstancias dramáticas. Pero ahora estamos ante algo distinto. José Luis Álvarez, profesor de Economía
Este año la recesión alcanzará tanto al grupo de los países desarrollados como al que forman las naciones emergentes y en vías de desarrollo. Presumiblemente, los primeros verán caer su PIB en un 8 por ciento; los que se encuentran en vías de desarrollo un 3 por ciento; y la economía mundial un 5 por ciento. Se espera asimismo que 170 países sufran retrocesos de su renta per cápita. Se perderán millones de empleos. El golpe será mucho mayor que en 2009; entonces el PIB mundial retrocedió solo un 0,1 por ciento, pero lo hizo por la recesión de los países desarrollados, porque los emergentes, aunque poco, crecieron. Este escenario nos recuerda que existen riesgos que aceptamos al vivir en un mundo globalizado, hiperconectado. Varios de ellos se han materializado en los 18—Nuestro Tiempo verano 2020
Grandes temas La era poscovid
últimos meses. Por un lado, el coronavirus se ha aprovechado de los grandes flujos internacionales de personas para alcanzar a casi todos los países del planeta. Por otra parte, el cierre de la actividad productiva en un número creciente de economías ha expandido el efecto recesivo de esas medidas con el colapso del comercio internacional. Muchas empresas han sufrido la caída de la demanda de sus clientes y la falta de suministros de sus proveedores, y han visto así imposibilitada su actividad normal. Los Gobiernos, en parte por la experiencia y por los errores de la crisis de 2008, se han lanzado a socorrer a los hogares y a las empresas con importantes medidas de política fiscal expansiva. En muchos casos, su eficacia será reducida, bien por las limitaciones que constriñen a algunos dirigentes, por ejemplo a los de los países en vías de desarrollo, con difícil acceso a financiación externa; bien por un diseño desacertado o una implementación defectuosa. La consigna ha sido atender a los más golpeados por la crisis y proteger todo lo posible el tejido productivo, para así minimizar daños y facilitar una recuperación más rápida. Los bancos centrales han acudido al rescate con toda su potencia de acción, con inyecciones masivas de liquidez y bajos tipos de interés. La gran pregunta es si esto será suficiente. Por desgracia, no hay una respuesta positiva clara. La incertidumbre sigue siendo elevada. Estamos a merced del comportamiento epidemiológico del virus y de lo eficaz que sea nuestra respuesta mediante las medidas de contención o con el avance en el desarrollo de tratamientos y vacunas. Un rebrote severo, por ejemplo, sería enormemente dañino. Golpearía a una economía ya muy debilitada y con menor capacidad de actuación de las autoridades. Varios Gobiernos han llegado a esta crisis habiéndose endeudado mucho durante la última década. A esto hay que sumar el hecho de que la crisis actual ha provocado nuevas escaladas de las ratios de deuda pública, de modo que ha menguado el margen para elevar el gasto público e incurrir en nuevos déficits. Independientemente de esta incertidumbre más inmediata, la pandemia también ha abierto interrogantes en torno a su influjo en las grandes tendencias de la economía mundial a largo plazo. Es posible que asiente o acelere algunos de los cambios que se En el nuevo paisaje hogareño, las casas se han reconvertido en escuelas y centros de trabajo. En esta familia de Jabuguillo (Huelva), Sáhara y Kelthum estudian y siguen online las clases del colegio mientras Loli, su madre, resuelve sus dudas a la vez que ejerce su trabajo de periodista. Todos en la misma mesa del salón.
estaban produciendo antes de su llegada, tales como la digitalización o cierto retroceso en la globalización. El alto nivel de endeudamiento público al que antes se hacía referencia es una de las realidades que está aquí para quedarse. Como también lo es la de los gigantescos balances de los bancos centrales, resultado de sus billonarios programas de compra de activos. La experiencia que estamos viviendo, con una transición repentina al teletrabajo y a otras soluciones tecnológicas con las que salvar la distancia social, sugiere que la automatización y la digitalización avanzarán a partir de ahora con mayor rapidez en muchos ámbitos de nuestras economías y sociedades. Esto puede llevarnos a una globalización más profunda. Pero será interesante comprobar si el empuje tecnológico superará a otras fuerzas desintegradoras de la economía global. Hemos contemplado el recurso a medidas proteccionistas por la urgencia para disponer de los materiales sanitarios más necesarios en el pico de la pandemia. Que China y Estados Unidos, enfrentados por una guerra comercial, hayan vuelto a chocar con acusaciones mutuas sobre el origen, la expansión y la lucha contra la pandemia supone un nuevo peligro para el comercio internacional; un peligro al que hemos de sumar que muchas empresas van a preferir acercar geográficamente los diferentes eslabones de su cadena de valor, para estar menos expuestas a riesgos de desabastecimiento como el provocado por la difusión del virus. Por último, tendremos que ver si las tensiones surgidas de esta crisis no contribuyen a exacerbar las derivas populistas que eran evidentes en distintos lugares del planeta y que no suelen conducir, precisamente, a la adopción de buenas políticas económicas. Las incertidumbres son muchas. Las familias arrostran un panorama preocupante, que les obligará a ser prudentes en sus decisiones de gasto, ahorro e inversión. Pero pensemos que también son múltiples las oportunidades. La crisis ha hecho salir de su zona de confort a numerosas personas, empresas y organizaciones. Hemos sido testigos de nuestra propia capacidad de respuesta y adaptación. En la rapidez con que los científicos han descubierto secretos de un virus desconocido hasta hace unos meses hemos comprobado de qué forma la cooperación y la coordinación internacional pueden ayudarnos a todos a resolver problemas comunes. Ahora deberíamos aprovechar todo esto y empeñarnos en buscar salidas coordinadas a la situación actual; salidas coordinadas que nos coloquen en una mejor posición para afrontar los retos del futuro. La sostenibilidad medioambiental y social de nuestros modelos económicos y de la globalización o el proceso de envejecimiento poblacional son ejemplos de desafíos que siguen ahí, esperando a recuperar el sentido de urgencia que la pandemia les ha arrebatado. Podemos hacer que la «nueva normalidad» sea una mejor normalidad. Pero hay que ponerse a trabajar en ello desde hoy.
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Grandes temas La era poscovid
La pandemia del coronavirus ha provocado un coste psicológico y emocional que se está infravalorando. Cualquier problema añadido nos estresa o nos parece imposible de sobrellevar. No obstante, podemos recuperar el equilibrio con resiliencia y afrontar el futuro dotándolo de significado a través de interacciones reales con el otro. Claudia López Madrigal, psicóloga e investigadora en el Instituto Cultura y Sociedad (ICS)
Todo ha cambiado. Es difícil poner en palabras lo que ha sucedido en estos últimos meses. A pesar de que en España hemos podido recuperar esas cervezas o paseos al aire libre que tanto anhelábamos, nos encontramos ante una realidad que está lejos de ser normal. Mascarillas por todas partes, gente que al cruzarse en la calle se aleja, filas para entrar a las tiendas, gel desinfectante en cada mesa, saludos de codos con los amigos… Parece todo surrealista y complicado de entender. Esta situación ha derivado en una serie de síntomas silenciosos de la pandemia que, desafortunadamente, no se van a resolver con la esperada vacuna. Las secuelas del estado de alarma continuarán durante meses porque han permeado todas las dimensiones del ser humano: física, psíquica, económica, espiritual y vincular. Esto supone un cambio en el modo de relacionarnos y de entender el mundo que nos rodea.
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La poscuarentena no es algo fácil de digerir pero, al mismo tiempo, no podemos esperar volver a nuestras rutinas anteriores como si nada hubiera pasado. Las pandemias no deben tomarse a la ligera y las preocupaciones que puedan surgir son entendibles. Hemos llegado a un punto que los psicólogos llamamos saturación mental. Cualquier problema añadido —como la posibilidad de que haya una segunda ola— nos estresa o nos parece insoportable —aun sabiendo que seremos capaces de afrontarlo—. El miedo al contagio, el duelo por la pérdida de un familiar, la incertidumbre económica o laboral, la falta de concentración en casa o el desgaste profesional de los sanitarios son efectos que pueden agudizarse, incluso cuando las tasas de contagio disminuyan. Hay que ser pacientes. Estamos acostumbrados a buscar soluciones fáciles y rápidas que nos hagan sentir bien ante lo que nos incomoda, pero esto no funciona así. Querer controlarlo todo genera estrés innecesario. Necesitamos tiempo para adaptarnos a este nuevo ritmo y aceptar que la nueva normalidad no va a tener nada que ver con la normalidad que conocíamos. Sin embargo, esto no significa hacer caso omiso a lo que está sucediendo. El miedo y la ansiedad son dos reacciones concretas que han aumentado notablemente. Dos emociones muy normales en estas circunstancias considerando que el miedo es la reacción ante un peligro inminente y la ansiedad es la respuesta ante una amenaza futura, muchas veces incierta y poco probable, que nos mantiene en un estado constante de estrés. Respira. El mundo ha cambiado. El miedo, la ansiedad y el estrés no son tu enemigo. Las emociones son respuestas evolutivamente necesarias para nuestra supervivencia y reflejan aquello que valoramos. No existen emociones equivocadas, ni una forma única de afrontar el estrés y la incertidumbre. Para modelar un futuro diferente, lo primero es replantear dónde se encuentra puesta nuestra atención. En una sociedad en la que vivimos hiperestimulados nos cuesta detenernos y reflexionar sobre aquello que nos sucede. ¿Prefieres recordar la pandemia del coronavirus como un suceso que ocurrió en tu vida o más bien como algo que te cambió la vida? Si has estado viviendo con el piloto automático, el primer paso que puedes dar es enfocarte en cómo sacar lo mejor de esta situación y en qué estás haciendo por los otros. Sin restarle importancia a lo
Fran vive en el centro de Sevilla, a orillas del Guadalquivir. Sería un lugar privilegiado si no fuera porque su casa es una furgoneta. Sollozando entre lágrimas pide dos cosas: un sitio seguro donde estar y salir en una foto para que la gente no olvide a los «sin hogar».
«¡Ay mi Loli, pero qué bonica eres!», le dice Socorro a esta empleada del servicio de atención a domicilio de Huéscar (Granada). Lo mejor del día fue que pudieron salir a dar dos vueltas a la manzana, como antes del coronavirus. «Que me llames
si necesitas algo, ¿eh?», le recuerda Loli. «Lo que yo necesito son treinta años menos».
El 25 de abril, los operarios llevan ya algunos días desmontando las casetas de la Feria en Sevilla, que se ha suspendido por primera vez desde 1847. La pérdida económica se acerca a los 900 millones de euros y más de 6 000 familias no cuentan con los ingresos más importantes del año.
que ha sucedido, podemos ser capaces de extraer un significado que nos ayude a entender qué sentido tiene esto en nuestras vidas y en las de los demás. Como lema de nuestra poscuarentena propongo «Aprender, desaprender y reaprender», título de un excelente artículo del experto en educación Tiburcio Moreno. Resulta innegable que nuestras experiencias nos influyen, pero no nos determinan. Alivia saber que a todo lo vivido hasta ahora se le puede dotar de nuevos significados: reaprender. Los humanos somos la única especie con capacidad de resiliencia. Tenemos un talento inmenso, muchas veces infravalorado, de lidiar con situaciones adversas. Constantemente, por «contagio emocional» sobredimensionamos algunas de esas circunstancias y dejamos de ver las fortalezas que poseemos para afrontarlas. El cambio de lente nos ayuda a dejar de vivir en piloto automático. No olvidemos que somos parte de una sociedad que prioriza las narrativas basadas en el éxito, la búsqueda obsesiva por sobresalir y un consumo que refuerza sin interrupción el yo-mí-me-conmigo. Centrarse en uno mismo tiene muchas cosas positivas y es saludable, incluso para mantener una relación sana con los demás. Sin embargo, si tenemos mucho yo, reducimos el nosotros, lo que podría hacernos sentir vulnerables y solos a pesar de estar juntos. Tanta presión por querer destacar es una nueva forma de evitar lo que nos genera malestar emocional. Esto nos lleva a sentirnos verdaderamente contrariados con aquello que se interponga en nuestros planes. La mejor manera de enfrentar los miedos, preocupaciones o frustraciones es ponerlos en perspectiva con otra persona, porque las relaciones que se forjan nos ayudan a actuar en consecuencia. Reconocer nuestros límites y aprender a apoyarnos en los demás favorece nuestro crecimiento interior. Todos tenemos múltiples maneras de ir más allá de nosotros mismos. No podemos resolver nuestras dificultades con pensamientos bonitos, eso solo está cubriendo el problema de fondo. Hablar, identificar y expresar cara a cara lo que pensamos y sentimos contribuye a entender lo que nos ocurre para que las experiencias no nos determinen. Formamos parte de algo más grande que nosotros y, para superar la adversidad, primero hay que reconocer y aceptar que nos encontramos en ella. Como dijo la psicóloga Susan David, «la compleja relación entre la vida y su fragilidad es en realidad lo que compone la totalidad y belleza de la vida». Nt
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AHORA BIEN Enrique García-Máiquez
La pluma y la espada
cabeza a la serpiente sino que arrebatase la espada de fuego al ángel de la puerta del paraíso. Por otro, lamento la pérdida de la iconografía tradicional. Y más ahora, porque, desde la consagración contra la pandemia de Portugal y España a los sagrados corazones de Jesús y María el 25 de marzo, ambos presiden mi biblioteca, y el de María porta, por supuesto, su espada. Hasta que, de contragolpe, veo que las versiones no son en absoluto contradictorias. La Virgen retira la espada angélica… guardándola en silencio en su corazón en el momento en que este se agrieta bajo la cruz. No es una hoja de dolor, sino de luz refulgente, pero allí se hunde, abriéndonos el paraíso de nuevo. Sucedería lo que en el ciclo artúrico Merlín dijo al joven rey cuando le entregó Excalibur: «Más poderosa es esta espada envainada que empuñada». Los templarios, besando la cruz de la empuñadura antes de la batalla, estarían realizando un implícito gesto mariano. Ya no nos extrañaría lo que a Borges: «Me asombra que la espada «La pólvora desplazó al acero pero las espadas cruel pueda ser hermosa/ y que la rosa tenga el olor de la rosa». Hay un poemario de G. K. Chesterton que se titula La reina perviven como icono de la lucha por lo bueno y lo verdadero. El ordenador también ha desplazado de las siete espadas, y cada una la blande un santo caballero de a la pluma y, sin embargo, sigue siendo emblema un país de Europa: Santiago por España, san Jorge por Inglaterra, san Dionisio por Francia, etcétera. Nos pasma otra vez de la búsqueda, a través de la literatura y la Chesterton, que supo presentir que, más que puñales de dolor, filosofía, de lo verdadero y lo bello» aquellas hojas marianas eran armas angélicas. Tampoco Tolkien fue manco y concibió espadas morales: Narsil, rota y forA NOTICIA hubiese llamado mi atención de todas jada de nuevo, para el rey que vuelve. O Dardo, y todas las hojas formas. Alfonso Simón, en su libro (de bellísimo títu- élficas, que se iluminan cuando el mal está cerca. Qué útiles nos serían, ¿verdad? lo) El paraíso abierto, propone otra interpretación de Lo fundamental es que el lugar de la espada es el corazón inla frase «Una espada te traspasará el alma», que el anmaculado. «Hay algo noble en todas las espadas», escribió Julio ciano Simeón dirigió a la Virgen María a la puerta del templo. Más allá de la novedad filológica, me habría interesado de inme- Martínez Mesanza en el poema «San Luis». Por eso, a pesar de que hace ya muchos siglos que el «arma negra», la pólvora, diato, porque une a santa María y una espada, nada menos. desplazó al «arma blanca», el acero, perviven como icono de Tradicionalmente, hemos asumido que esa espada reprela lucha por lo bueno y lo verdadero. El ordenador también ha senta los dolores de la Pasión al asistir a pie firme al sacrificio desplazado a la pluma y, sin embargo, sigue siendo el emblema del Hijo. Así lo entendió san Agustín y nuestra piedad popular de la búsqueda, a través de la literatura y la filosofía, de lo verdaen tantas imágenes de la Virgen Dolorosa con uno y hasta siete dero y lo bello; y ha de mojarse en el corazón del que escribe. puñales clavados en el pecho. Hay otra interpretación más esHabía lamentado la pérdida del sable de piritual donde la espada de Simeón es el símgala de mi abuelo paterno, que murió mucho bolo de cierta oscuridad interior en aquellos LA PREGUNTA DEL AUTOR antes de que yo naciera, pero que empuñé de momentos terribles; aunque san John Henry pequeño en el caótico y silencioso trastero de Newman aclaró que no sería ni pecado ni ¿Qué cosas guardamos en casa de mi abuela, y nadie lo ha vuelto a ver. falta de fe, sino «la presencia de la tentación y el corazón que, desde allí, Lo he llevado en el corazón desde entonces, de una cierta tenebrosidad de espíritu». Ahoson más eficaces que si y ahora sé que estaba donde tiene que estar, ra bien, el sacerdote Alfonso Simón rescata estuviésemos aireándolas reflejo de la espada original de Nuestra Seotra tradición, basada en que el texto sea una todo el día? ñora. traducción griega de una frase original en arameo. El semita san Efrén ya hizo esa lectura en el siglo iv, según la cual lo que en realidad Enrique García-Máiquez [Der 92] es poeta y ensayista. @EGMaiquez profetizó Simeón fue: «Tú apartarás la espa@NTunav egmaiquez.blogspot.com.es da». ¿Qué? ¿Cuál? «La que cerraba el paso al Opine sobre este asunto en paraíso a causa de Eva». Twitter. Los mejores tuits se Me encuentro con el corazón partido en publicarán en el siguiente número. dos de un tajo. Por un lado, hay un sentido de plenitud en que María no solo pisase la
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Grandes temas Historia de un superviviente
«El caso es no tener los pies en el suelo, ¿verdad, hijo?» Carlos Pauner (Jaca, 1964) fue el cuarto alpinista español que logró ascender los catorce ochomiles del mundo: un proyecto que culminó en 2013, requirió doce años y veintiséis expediciones y que casi le cuesta la vida en dos situaciones límite. Pauner ha vivido más de mil días en campos base a cinco mil metros de altura y ha soportado temperaturas de hasta cuarenta grados bajo cero. Sus logros y su estilo de ascensión, texto Pablo Gasull [Com Fia 20] fotografía EFE, Manuel Castells [Com 87]
sólido, sobrio y poco amigo de complementos tecnológicos, le sitúan en la huella abierta por grandes alpinistas del siglo xx como Edmund Hillary, Jerzy Kukuczka, Walter Bonatti, Gaston Rébuffat o Reinhold Messner. Semanas después de impartir una sesión en el campus de Pamplona, invitado por el Club de Montaña, recibió a Nuestro Tiempo en Zaragoza.
y Carlos Pauner verano 2020 Nuestro Tiempo —25
Grandes temas Historia de un superviviente
carlos pauner frecuenta el levante, uno de los cafés con más historia de Zaragoza. Cuando entra, todos le miran con asombro, como si su presencia cotidiana fuera extraordinaria. Pero él se sabe en casa, saluda al camarero y a algún cliente que le arquea las cejas y levanta ligeramente la cabeza y se pide una cerveza a las 11:30 de la mañana. Sus rasgos parecen moldeados por las adversidades de las alturas: el hielo, el viento, el frío, las paredes verticales… Moreno, de complexión fuerte, con una barba petrificada y unos rizos negros compactos y despeinados, Pauner es una auténtica roca que ha resistido las inclemencias de las montañas más duras del planeta. Hoy viste vaqueros y una camiseta de Trangoworld, uno de sus patrocinadores. Coge su cerveza, se sienta en la terraza mirando al sol y, antes de recordar sus historias en el Himalaya, se lía un cigarrillo, aunque para él, los mejores se fuman en la cima, con el paisaje bajo los pies. perspectiva para ver más allá. Pauner es un hombre de contrastes y, aunque le gusta disfrutar del confort habitual de la vida urbana, una parte de sus pensamientos se encuentran anclados en la hostilidad de las alturas. «La ciudad acaba siendo aburrida —explica— y las montañas desesperan si no hay alguien pensando en ti ahí abajo: la familia, los amigos. Ese ondular entre la ciudad y las montañas es lo que me da paz. Necesito ambos mundos para poder vivir». Escala para retarse a sí mismo, para conocer sus límites, pero también para contemplar desde arriba la belleza, esa que «te da perspectiva y te permite ver más allá, esa que también se muestra en el mar abierto, en un bosque virgen, en la inmensidad del desierto. A mí no me gusta visitar ciudades; me impresionan más las montañas, con su relieve, sus cambios, bosques, praderas, barrancos y bloques de hielo». Pauner no escala para disfrutar del peligro, y menos para jugar con la muerte. No cree que los alpinistas sean unos mártires 26—Nuestro Tiempo verano 2020
de la montaña: «A ninguno de nosotros nos gusta aproximarnos a la muerte. Los alpinistas buscamos la dificultad, no el peligro. Son dos nociones muy distintas. Siempre pienso que voy a tener suerte, que saldré ileso y minimizaré los riesgos. El alpinista —concluye— es una persona con carácter optimista porque siempre cree que con todo lo que ha entrenado y aprendido, y con toda su experiencia, no le va a tocar a él». Vivió en Jaca hasta los ocho años pero, a pesar de estar rodeado de montañas, no se fijó mucho en ellas. Fue a los quince cuando Pauner descubrió un libro que le cambió la vida: Hielo, nieve y roca (1960) de Gaston Rébuffat, uno de los mejores alpinistas del siglo xx. Se entusiasmó y realizó un curso de escalada, donde conoció a los que después fueron sus compañeros de viaje cada fin de semana. Inicialmente, escalaba solo en roca, en Etxauri (Navarra), Riglos (Huesca) o Morata de Jalón (Zaragoza). Pronto miró más alto, donde la piedra se mezcla con la nieve y el hielo. Comenzó así su etapa como alpinista. Compaginaba su afición por la montaña con sus estudios. Se licenció en Ciencias Químicas por la Universidad de Zaragoza y realizó un máster en gestión medioambiental. Trabajó varios años dirigiendo un laboratorio y empezó una tesis que no llegó a acabar. Según Carlos, la universidad ha aportado mucho a su carrera como alpinista: —Hoy me he olvidado de las valencias del cloro, pero no de la capacidad para pensar científicamente. Para que una fórmula funcione hay que tener en cuenta todas las variables y, si no, hay que volver hacia atrás. Analizo cada detalle y mantengo una gran curiosidad por saber cómo ocurren las cosas: causas y consecuencias. Las alturas obsesionaron a Carlos, como a su abuelo, Carlos Gotor, al que le fascinaba identificar los tipos de aves y observar su comportamiento. Pero él quiso dar un paso más: deseaba ver las montañas como lo hacen los pájaros. Con esa idea, durante tres años estudió en varias
El valle del Silencio es un enorme campo de nieve de ocho kilómetros situado en la cara suroeste del Everest. Los únicos ruidos que se escuchan son los miedos internos y el latido del corazón fatigado.
«El alpinista es una persona con carácter optimista porque siempre cree que con todo lo que ha entrenado y aprendido, y con toda su experiencia, no le va a tocar a él»
escuelas aeronáuticas de Madrid, obtuvo la licencia de piloto y creó con otros socios y actualmente dirige Aeronia, una compañía aérea para realizar vuelos turísticos sobre los Pirineos. El alpinismo, la química y la aviación se convirtieron en tres pilares fundamentales de su vida. —¿Por qué te gusta tanto ver el mundo desde arriba? [No ha consentido que le traten de usted]. —Un día mi madre lo resumió muy bien quizá sin darse cuenta: «Hijo, el caso es no tener los pies en el suelo, ¿verdad?». Me apasiona estar siempre arriba, observando más allá. Volar es una sensación preciosa: ver todos los valles, los sitios en los que has estado, la gente subiendo a las montañas... Por eso, cuando tuve la oportunidad de ser piloto, no lo dudé. Su formación universitaria y su experiencia de alpinista le han llevado a estar
cerca de los jóvenes, a transmitirles valores como el trabajo en equipo, el liderazgo, la motivación o el esfuerzo. Carlos tiene una gran esperanza en ellos: —La crisis económica [se refiere a la de 2008; la entrevista tuvo lugar antes de la pandemia] fue decisiva; hizo ver a la gente que esto era serio. Los chavales han visto cómo su padre perdía su empleo o cómo en verano iban al pueblo con la abuela en lugar de a la playa. Eso ha sido muy positivo para ellos porque han retomado el contacto con sus raíces. Los jóvenes hoy tienen mejores mimbres y están mejor formados que en los años fáciles antes de la crisis. Yo los veo más comprometidos. Quizá a los mayores nos cuesta entender su mundo: a nosotros se nos escapa qué son para ellos una foto de Instagram o las nuevas formas de relación social. Pero, en cuanto hablas con ellos y ves sus preocupaciones, te das cuenta de
que tienen un fondo bastante más solidario que las generaciones anteriores. Creo que tienen muchísimo que decir. catorce ochomiles en doce años. En 1995, Pauner realizó su primera expedición al Himalaya, la descomunal cordillera entre Bután, Nepal, China, la India y Pakistán. Alcanzó con éxito la cima del Kun (7 077 m). Los contrastes en el relieve, las paredes de hielo agrietadas y, sobre todo, la vista de pájaro le fascinaron. En 2001 subió su primer ochomil, el K2, el pico más alto de la otra gran cadena asiática —el Karakórum, entre China, Pakistán y la India—, la montaña que más le ha impactado en su vida, y que muchos expertos consideran la segunda más peligrosa del mundo después del Annapurna. —Es la más bonita que he escalado y creo que en eso coincidiremos todos los verano 2020 Nuestro Tiempo —27
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alpinistas. Tiene unas líneas esbeltas, afiladas, verticales y prominentes. Es una montaña separada de las demás. Y es enorme: el volumen del K2 equivale a cincuenta y dos Cervinos [cima de 4 478 m en los Alpes] apilados uno encima de otro. De hecho, los dos años anteriores a nuestra ascensión no había llegado nadie y los dos posteriores tampoco lo consiguió ninguna expedición. En media década subimos siete personas. Pese haber visto la muerte muy cerca en el Kanchenjunga en 2003 [ver despiece], Carlos continuó persiguiendo su reto y un año más tarde coronó otros dos ochomiles: el Cho Oyu y el Gasherbrum I o Hidden Peak. En 2005 emprendió sin éxito su primer intento al Everest y alcanzó la cima del Nanga Parbat tras veintiséis días agónicos atrapado en su tienda por las condiciones meteorológicas. En 2007 escaló el Broad Peak y en 2008, después de triunfar en el Dhaulagiri, Pauner casi se despide del alpinismo con un principio de edema cerebral en el Lhotse. En 2009 le faltaron solo cincuenta metros para finalizar el Manaslu y fracasó en el Shisha Pangma. Un año más tarde se vengó del Manaslu y coronó el Annapurna, escenario del fallecimiento del navarro Iñaki Ochoa de Olza en 2008, y en una expedición que resultó tristemente inolvidable para Pauner porque en ella murió con cuarenta años Tolo Calafat. Carlos ha perdido a doce amigos en la montaña durante su carrera como alpinista y ha tenido que comunicar la muerte de alguno de ellos a los familiares. La de Tolo le marcó especialmente. El mallorquín, compañero de Pauner en el Broad Peak, se unió a él para conquistar el Annapurna en un grupo liderado por Juanito Oiarzabal, una de las figuras más destacadas del alpinismo mundial al ser la sexta persona en la historia que ha alcanzado sin oxígeno los catorce ochomiles. —Subimos a la cima bien, pero en el descenso Tolo empezó a caminar muy despacio. Juanito y yo bajamos al campamento para preparar agua caliente, mientras un sherpa lo acompañaba. Cuando llegó la noche, Tolo no estaba. Al día siguiente, 28—Nuestro Tiempo verano 2020
Pauner retoma la ascensión al Nanga Parbat, tras 26 días de parón por la meteorología. vino el sherpa y dijo que Tolo no era capaz de andar y que no podía hacer más por él. Intentamos convencer a Tolo por radio, pero fue imposible. No tenía fuerzas. Creía que se iba a resbalar, que se iba a caer. Le gritábamos: «¡Tolo, camina; si no, estás muerto!». Pero nada. Tratamos de contactar con un helicóptero para que trajera botellas de oxígeno y subir a por él. Sin oxígeno era imposible; estaba a catorce horas. Con oxígeno habríamos tardado tres. No pudo ser. Al día siguiente, Tolo tenía síntomas de edema cerebral. Llevaba mucho tiempo en altura. Intentamos llamar a su mujer y sus dos hijos pequeños para que le dieran su último impulso. Al día siguiente nevó y ya no vimos nada.
—¿Qué piensa tu familia después de una experiencia como esta?, ¿que podrías ser el siguiente? —Lógicamente, no les gustaría que fuera así pero, al final, saben que viven con un alpinista. Yo no me hice alpinista de la noche a la mañana, sino que lo he sido siempre, desde los quince años. No se puede cambiar a las personas. Quizás ese sea un error: tratar de amoldar a alguien para que todo sea más cómodo. A nosotros no nos gusta morir en la montaña, pero tampoco firmaríamos un papel para llegar hasta los noventa años a cambio de dejar nuestra forma de vida. Se puede mirar como algo egoísta, como alguien que arriesga demasiado, pero nadie hace grandes cosas
PESADILLA DE HIELO
48 horas perdido a más de 7 500 metros En 2003, un año después de escalar el Makalu, Pauner coronó el Kanchenjunga, cumbre que casi le cuesta la vida. El grupo de la expedición estaba formado por Carlos y los italianos Christian Kutner, Mario Merelli y Silvio Mondinelli. La ascensión fue todo un éxito con la apertura de una nueva vía por la cara sur, pero en la cima el tiempo cambió drásticamente. La visibilidad se redujo a cuatro metros y el equipo no consiguió distinguir el itinerario principal. No tenían otra alternativa que bajar por la ruta que habían abierto, mucho más técnica y difícil. Les quedaban dos horas y media de luz. Carlos perdió a sus compañeros y comenzó una odisea de dos días a más de 7 500 metros de altitud, en una «zona de muerte», un lugar en el que, por la baja presión atmosférica y la falta de oxígeno, ya no le es posible al hombre aclimatarse. Se calcula que durante un intervalo de ocho a doce horas un alpinista consume entre 12 000 y 15 000 calorías, seis o siete veces más que el promedio diario de una persona adulta. Pauner es víctima del frío, la deshidratación y las alucinaciones. En el documental Kanchenjunga, historia de un superviviente, emitido en 2009 por RTVE, cuenta su experiencia: «Estaba seguro de que si me quedaba iba a morir. Empezó una lucha conmigo mismo y se dio un fenómeno curioso: la aparición de un compañero ficticio que tenía todas mis debilidades. La mente crea una persona imaginaria y tienes que luchar contra ella. Esa persona era la que quería parar, la que
justificaba que nos merecíamos un descanso, que habíamos trabajado mucho». Por el mal de altura, Carlos comienza a perder la vista del ojo izquierdo. La oscuridad se cierne sobre la montaña y pasa su primera noche al límite. Al día siguiente la mala visibilidad persiste, pero continúa bajando muy despacio. Mientras atraviesa unas planchas de hielo, una de las correas de los crampones cede y resbala sin control por una rampa. La pendiente acaba en un cortado vertical y Pauner cae ochenta metros al vacío. Se encoge, tensa el cuerpo y espera el impacto. Contra todo pronóstico razonable, no se rompe nada y, a pesar de la dureza del golpe, sale ileso. Aturdido y desorientado, baja sin rumbo a través de la niebla. Sorprendentemente, alcanza el campamento iii, pero no hay nadie. El ojo derecho también comienza a fallarle. Sigue descendiendo. Los italianos llegan al campamento base con varias congelaciones en las manos y comunican la desaparición de Carlos. Él, perdido, no sabe cómo continuar. Se sienta en una roca y sufre otra vez alucinaciones. —No tenía elementos para tomar una decisión y seguir —evoca todavía hoy con viveza—. Veía gente a mi alrededor andando por el glaciar. Primero pensé que eran mis compañeros, pero ni el
número coincidía ni sus movimientos eran los mismos. Las caras no las veía, pero ellos me estaban mirando y tenían la indumentaria de escalada normal. Y entonces pasó algo peculiar. En una alucinación, un sherpa salió de la cascada de hielo y se incorporó al plano donde estaba yo. Y en ese camino hizo un giro por detrás del bloque de hielo que me recordó a los días anteriores cuando subíamos por ahí. En ese momento me di cuenta de que ese viraje lo hacíamos justamente para evitar una grieta. Fue clave. Pauner logra seguir la ruta, pero la noche se le echa encima. Los italianos están convencidos de que a la intemperie no podrá sobrevivir y le dan por muerto. El frío es tan intenso que le adormece pero, una vez más, se despierta con la luz del alba a 7 400 metros. Durante la mañana, los transalpinos desmontan su tienda y empaquetan sus pertenencias. Unas horas más tarde, Carlos llega al campamento ii al límite de sus fuerzas, pero con la satisfacción de haber pasado los metros más difíciles. Comienza a oscurecer y sabe que una tercera noche será mortal. Sigue bajando y divisa unas luces a lo lejos. Enciende su linterna frontal. Sus compañeros se sorprenden al ver una tímida luz en lo alto. No se lo acaban de creer. verano 2020 Nuestro Tiempo —29
Grandes temas Historia de un superviviente
si no es egoísta en este sentido de tener proyectos ambiciosos en lo que tú consideras que es importante. No puedo dejar mi estilo de vida por el qué dirán o porque está mal visto. Todos estamos llamados en este mundo a hacer algo y a ser consecuentes con eso. Pauner siempre tiene nuevos objetivos en mente y poco tiempo para conseguirlos todos. Le produce más miedo no realizarlos que perder su propia vida: «Hay que retarse continuamente, fijar una meta y aprender para llegar allí. Si no tuviera desafíos, no sería yo, estaría muerto». polémicas propias del alpinismo profesional. En 2011 conquistó el Gasherbum II y volvió al Lhotse para pisar la cima con claridad. Un año más tarde, culminó el Shisha Pangma lleno de polémicas. De hecho, algunos medios de comunicación especializados, como la revista Desnivel, y profesionales de la montaña cuestionan todavía que llegara a la cumbre. Cuando la alcanzó, Carlos iba acompañado de Juanjo Garra, que falleció en 2013 en una expedición al Dhaulagiri, y de Juanito Oiarzabal, quien tuvo que
abandonar a escasos metros de la cima. Con la oscuridad de la noche era difícil determinar exactamente el punto más alto. Inicialmente, Pauner manifestó sus dudas a través de varios tuits y vídeos, pero en el campo base, con más perspectiva para ver la montaña, confirmó convencido que había pisado la cima. El 17 de mayo publicó un artículo en su página web en el que escribió: «Llegamos hasta lo que a todas luces nos pareció la cumbre, el punto más alto, punto que se puede comprobar en el vídeo. Una vez allí ya no tuvimos elementos de comparación con los alrededores, aunque los altímetros marcaban pasados sobradamente los ocho mil metros. Ojalá hubiéramos llegado de día, hubiésemos podido sacar fotos y compartirlas con todos vosotros, pero no fue así. Nos queda la sensación de cumbre, de haber llegado a lo más alto, pero hemos de ser honestos y reconocer que, si hubiera habido algún punto de más altura cercano, en la oscuridad de la noche tampoco hubiésemos sido capaces de vislumbrarlo». Días después, Carlos se reafirmó cuando contrastó las fotografías del lugar con un vídeo que realizó en la cima y cerró la
cuestión. Ahora valora así aquel episodio: —Hubo carnaza para un montón de gente que vive de la polémica y con la que me había enfrentado además en otras expediciones. Se crea esa especie de ruido que lo que hace es buscar audiencia, como ocurrió con la revista Desnivel o el responsable de Al filo de lo imposible. ¡Yo este tema lo doy por zanjado! Hice una subida limpia y muy buena. —En la montaña siempre ha habido controversias, y más en los medios… —Es muy fácil dar tu opinión, no hay más que escribirla. Siempre estás rodeado de la polémica porque interesa. En el mundo de la montaña, que algo salga bien no llama nada la atención. Cuando hay muertes, cuando hay problemas, se vende mucho más. Los que hacen las revistas y programas de radio lo saben. Después de este episodio, el 22 de mayo de 2013 conquistó su último ochomil, el Everest. Sin embargo, aunque la gloria fue grande, la saboreó un tanto amarga: usó oxígeno cerca de la cima debido a las duras condiciones meteorológicas. En la alta montaña profesional importa mucho determinar si el alpinista ha ascendido con la ayuda de un respirador, por la diferencia
CRONOLOGÍA
Los 14 ochomiles de Pauner, del primero al último K2, 8 611 m (2001). Es la segunda montaña más alta y la segunda más peligrosa del mundo. Único ochomil que no ha sido escalado en invierno. Para Pauner es «la montaña de las montañas».
Makalu, 8 463 m (2002). En el poblado de Seduwa, durante la aproximación a pie, un grupo de guerrilleros armados irrumpió en la casa donde se hospedaba Pauner. Salvó su vida a cambio de dinero y varias cámaras.
8.800 m 8.600 m 8.400 m 8.200 m 8.000 m
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Kangchenjunga, 8 586 m (2003). Pauner pasó dos días a más de 7 500 metros de altitud en lo que se conoce como una «zona de la muerte».
Cho Oyu, 8 201 m (2004). Considerado por los expertos el ochomil más sencillo; una facilidad relativa si se tiene en cuenta la naturaleza de estos gigantes del Himalaya. Gasherbrum I, 8 068 m (2004).
Nanga Parbat, 8 125 m (2005). El jacetano estuvo 26 días atrapado en su tienda por las continuas tormentas de nieve mientras escuchaba las imponentes avalanchas que barrían kilómetros de glaciar.
Broad Peak, 8 047 m (2007). Dhaulagiri, 8 167 m (2008).
aunque fuera utilizando medios que van en contra de lo que pienso. No disfruté como alpinista de esos últimos metros con oxígeno, pero resultó interesante experimentar esa sensación de no ir embotado, de ver todo, de comprobar la diferencia tan grande que hay al ir con oxígeno. Estábamos solamente cuatro personas en la cima observando el amanecer: fue un lujo. Pero a mí me queda una cuenta pendiente con el Everest. Ojalá pueda saldarla algún día.
Pauner impartió la conferencia «7 cimas, 7 continentes», invitado por el Club de Montaña de la Universidad. m. castells
Ochomiles en Pakistán Ochomiles en Nepal
Annapurna, 8 091 m (2010). Es la montaña más peligrosa del mundo. Sepulta al 35 % de los escaladores que se enfrentan a ella. Fue el primer ochomil en ser coronado. Lo lograron los franceses Maurice Herzog y Louis Lachenal en 1950.
de esfuerzo físico y mental que se requiere. En una entrevista previa, Pauner había afirmado que subir con botella era como hacer el Tour de Francia en moto. Por eso le gustaría volver al techo del mundo: —Era la tercera vez que lo intentaba y tenía que acabar el proyecto. Claramente, aquel día no era posible llegar sin oxígeno, pero me entró la curiosidad de ver más allá, más arriba. Quise estar en la cima,
Manaslu, 8 163 m (2010). Pauner realizó un año antes su primer intento; fracasó a tan solo 50 metros de la cima. Un viento racheado en la última arista le forzó a darse la vuelta.
Lhotse, 8 516 m (2011). Una de las montañas con menor índice de siniestralidad del Himalaya. En una expedición previa, en 2008, Pauner sufrió un principio de edema cerebral. Solo le quedaban 200 metros para la cima.
Pauner tardó doce años en ascender los catorce ochomiles. Recientemente, el nepalí Nirmal Purja batió el récord al subirlos en seis meses con la ayuda de helicópteros y cuerdas ya fijadas. Pero ¿se puede llamar a eso escalar? —A Nirmal no le envidio. Lo más interesante de los ochomiles no es poner los pies en las cimas, sino todo lo que conlleva: la expedición, los países que conoces, el contacto con la gente, las veces que sueñas en estar ahí mientras estás aquí... Y eso se disfruta con el tiempo. Meterme en una contrarreloj es apurar demasiado. Respeto a quien lo hace, pero creo que hay un interés más económico que otra
Shisha Pangma, 8 027 m (2012). Último ochomil en ser coronado. Una expedición china lo hizo en 1964. Algunos medios españoles creen que Pauner no llegó a la cima.
Gasherbrum II, 8 035 m (2011).
Everest, 8 848 m (2013). La montaña más alta del mundo. Tras dos intentos, Carlos Pauner alcanzó su último ochomil. Fue el único en el que usó oxígeno. Ascendió el último tramo de noche y con una temperatura de 30 grados bajo cero.
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Grandes temas Historia de un superviviente
Carlos, con la bandera de Aragón, llega a la cima del Nanga Parbat la mañana del 20 de julio de 2005 con un tiempo soleado. cosa. Yo no me creo que lo haya disfrutado. Además, no lo ha hecho él solo; ha estado en montañas que le han preparado con cuerda fija y oxígeno desde abajo. De los recuerdos más agradables que guardo en los ochomiles es subir el K2. Tuvimos que fijar cuerda mientras escalábamos, y esa sensación de subir por tus medios, de estar solo y a la altura de la montaña me llena mucho más que pisar la cima. Una vez cubierto el reto de los ochomiles, Pauner comenzó enseguida su siguiente proyecto, «7 cimas, 7 continentes». Después del Everest en Asia, en 2015 coronó el Elbrus, considerada la montaña más alta de Europa. Ese mismo año, alcanzó la cúspide del Aconcagua (en América del Sur). Al siguiente, el Kilimanjaro (África) y la Pirámide Carstensz (Oceanía). En 2017, el Denali o monte McKinley, en Alaska, y finalizó con éxito el Vinson, la montaña con mayor altitud de la Antártida y una de las más frías del planeta. —Se van acabando los objetivos... —¡Qué va! Tengo en mente el proyecto internacional «Leopardo de las Nieves». Consiste en subir los cinco sietemiles de la antigua Unión Soviética, que están repartidos en Pakistán, Tayikistán y Rusia. Parecen montañas muy atractivas, preciosas. Desarrollé la idea, me la creí y ahora estoy 32—Nuestro Tiempo verano 2020
buscando patrocinadores. El plan duraría tres años y lo mejor sería empezar este verano. [A causa de la pandemia, Carlos ha cancelado todos sus viajes para este año. Si todo va bien, tratará de cerrar patrocinios y comenzar este proyecto en 2021]. Las ascensiones a las montañas más conocidas suponen una inversión enorme de esfuerzo y dinero. Por ejemplo, para subir el Vinson se requieren varios permisos para acceder al continente helado con un precio aproximado de 45 000 euros más los gastos de viaje. En torno a las expediciones surgen dudas sobre su coste económico y el posible destino de esos fondos a fines sociales o de promoción de zonas deprimidas. —Es verdad que el presupuesto puede ser desproporcionado. Pero creo que aporto un valor social subiendo las mon-
«Ese ondular entre la ciudad y las montañas es lo que me da paz. Necesito ambos mundos para poder vivir»
tañas: consigo que la gente se plantee que cualquier reto se puede conseguir. Hay que aprender a moverse en la incomodidad y explorar nuevas posibilidades, fijarse metas, prepararse para alcanzarlas y luchar por ellas. A mí no me han regalado nada. Yo era un crío de Jaca que vino a Zaragoza; mis padres no tenían ni un duro y me puse a trabajar desde muy pequeño. Las cosas se consiguen cuando te las propones y cuando te esfuerzas. Esa es una gran lección para los jóvenes. Que no esperen una subvención o un puesto para toda la vida como si les cayeran del cielo. Pauner echa el último trago a la cerveza. Un coche pita con fuerza delante de nosotros a una furgoneta que se ha parado para descargar bebidas. El ruido nos devuelve a la calle. María Luisa, su madre, que vive cerca, ha bajado al café a saludarle y a tomar algo. Carlos le pide que le guarde un trozo de empanadilla que han preparado para ella en el Levante. Se intuyen rutinas familiares en torno al aperitivo. —Y usted, ¿qué piensa de todo lo que ha hecho su hijo? —Bueno —responde ella con una mezcla de bondad, sano orgullo y resignación—, una madre lo único que quiere es ver a sus hijos felices. Nt
Grandes temas Mujeres protagonistas
El siglo xx también tiene rostro de mujer Ellas estuvieron ahí: en la Gran Guerra, en la lucha por los derechos, en Chernóbil, en los círculos intelectuales y dirigiendo uno de los diarios más importantes del mundo. Las vidas de estas cinco mujeres atraviesan y configuran la historia del convulso siglo xx. texto Onésimo Díaz, autor de Mujeres protagonistas del siglo xx, Ana Eva Fraile [Com 99] y Teo Peñarroja [Fia Com 19] ilustración Concha Martínez Pasamar [Filg 90 PhD 95 His 04] ¿se pueden resumir cien años en un titular? si el filósofo José Ortega y Gasset aceptara el reto, diría que el siglo xx se caracterizó por la rebelión de las masas. Para el intelectual Eric Hobsbawm, fue el momento de las utopías, el advenimiento de una sociedad más justa en la que el capitalismo perdería terreno ante el comunismo. Los ojos del historiador Tony Judt nunca volvieron a ver el mundo igual después del Holocausto. Y, según el magnate Henry Luce, propietario de las revistas Time y Life, fue la primera gran centuria de los Estados Unidos. Otros consideramos el siglo pasado como la época de la irrupción de las mujeres en la historia: las sufragistas, las trabajadoras en oficios prohibidos hasta las dos guerras mundiales, las estudiantes cada vez más numerosas en las aulas universitarias... Para algunos, el siglo xx ha sido el de la mujer. La escritora rusa Nina Berbérova escribió en su autobiografía, El subrayado es mío (1969), su aventura existencial primero en una familia acomodada y culta en San Petersburgo antes de la revolución bolchevique y, después, al perderlo todo, en varias ciudades de Europa y Estados Unidos. A pesar de sufrir el hambre y el frío en Berlín y París, declaró que se sentía agraciada por haber vivido en el único siglo en el que una mujer podía ser libre: «Soy libre de vivir donde y como 34—Nuestro Tiempo verano 2020
quiera, de leer, de pensar lo que quiera, de escuchar a quien quiera […]. Vivo en medio de una increíble e indescriptible abundancia de preguntas y respuestas y, para ser absolutamente sincera, diré que las desdichas de mi siglo más bien me han servido: la revolución me liberó, el exilio me templó y la guerra me proyectó hacia otro mundo». A lo largo de estas páginas recorremos la historia reciente de la mano de la escritora cosmopolita, tan norteamericana como francesa, Edith Wharton, que se convirtió en corresponsal de guerra a los 52 años; de la periodista estadounidense Dorothy Day, que fundó el diario The Catholic Worker a los 36; de la premio nobel de Literatura bielorrusa Svetlana Alexiévich, que recibió el galardón con 67; la narradora británica Jane Hawking, que publicó su mejor libro a los 71; y la editora norteamericana Katharine Graham, que tomó las riendas de The Washington Post con 46 años. En una época herida por dos guerras mundiales y continuados conflictos civiles por todo el planeta, donde se entremezclaban el dolor humano y la búsqueda del progreso, estas cinco mujeres encontraron su propia «ventana de narración». Aquella de la que hablaba Carmen Martín Gaite en Nubosidad variable y gracias a la que los surcos de su memoria comenzaron a cicatrizar. De su ventana a la nuestra.
1914-1918
Edith Wharton, la corresponsal de la Gran Guerra edith wharton (1862-1937) se encontraba en su residencia de París cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Tenía 52 años y gozaba de prestigio como novelista. En su autobiografía, titulada Una mirada atrás, relata cómo al principio pensó que por el magnicidio de los Habsburgo en Sarajevo no se levantarían las armas. Por desgracia, se equivocó. El 2 de agosto, Wharton observó desde la terraza del Hotel Crillon cómo los vehículos llevaban a los primeros soldados a las estaciones, mientras otros reclutas seguían a pie hacia el mismo destino. En apenas una semana, lo que parecía solo una guerra con foco en los Balcanes se transformó en un conflicto europeo que duró más de cuatro años. Desde el primer momento, Wharton se identificó con la causa francesa, y recaudó dinero para hospitales móviles y para los refugiados en París. Además, consiguió fondos con el fin de abrir y sostener numerosos orfanatos. Por estos trabajos el Gobierno galo le otorgó la Legión de Honor. Ella recorrió el frente en su propio automóvil y pudo conocer la verdadera imagen de la guerra. En Châlons-en-Champagne contó millares de heridos: «Estos pobres desdichados llegan a miles todos los días desde el frente para descansar y recuperarse. Y resulta penoso contemplar su paso renqueante y cruzar la mirada con aquellos ojos que han visto cosas que los demás no podemos siquiera llegar a imaginar». Su experiencia bélica se publicó en una serie de artículos recogidos en Scribner’s Magazine y en el libro Francia combatiente. verano 2020 Nuestro Tiempo —35
Grandes temas Mujeres protagonistas
En estos relatos, las mujeres ocuparon un lugar igual al de los hombres. «El espíritu de Francia» se tituló el capítulo sobre el coraje de los soldados en el frente y el esfuerzo de las mujeres en los puestos de trabajo dejados por los hombres. Convertida en una de las primeras corresponsales de guerra de la historia, Wharton visitó pueblos evacuados y trincheras. Le marcó profundamente la ciudad de Ypres, lugar de tres batallas famosas. Sus palabras apocalípticas sobre las ruinas de toda aquella zona inerte sonaron a lamento bíblico: «Ypres había sido bombardeado de una manera atroz. Los muros exteriores de las casas aún se alzaban en pie, por lo que en la distancia el pueblo parecía seguir con vida. Pero, al acercarnos, descubrimos que se trataba en realidad de un cadáver al que le habían arrancado las tripas». Describió los años posteriores a la Gran Guerra como un periodo de desesperanza y sufrimiento: «Se hacía cada día más evidente que el mundo en que yo había crecido y que me había formado fue destruido en 1914, y me sentía impotente para transmutar la materia bruta del mundo de la posguerra en una obra de arte. Cuidar de mi jardín, leer y viajar parecían ser el único solaz que me quedaba; y durante los primeros años de posguerra me dediqué de lleno a las tres cosas». En 1920 Wharton terminó una de sus mejores novelas, La edad de la inocencia, una historia de amor ambientada en su ciudad natal a finales del siglo xix. Tres años después de recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Yale, en 1926, formó parte de la Academia Americana de las Artes y las Letras. Atenta a los nuevos tiempos, fijó su aguda mirada en las transformaciones: «Muchas mujeres con quienes estuve en contacto durante la guerra habían encontrado su vocación en el cuidado de los heridos o en otras actividades filantrópicas. El hecho de que se apelara a su cooperación había desarrollado inesperadas aptitudes que, en algunos casos, las arrancaron para siempre de una vida de holgazanería que en el fondo las disgustaba e insatisfacía y las transformaron en personas felices». l 36—Nuestro Tiempo verano 2020
1918-1939
Dorothy Day, la feminista santa
Una mirada atrás (1934) Edith Wharton Ediciones B. Barcelona,1994 La primera en llegar a las trincheras de la Gran Guerra. «La vida es la cosa más triste que existe, después de la muerte; sin embargo, siempre hay nuevos países que ver, nuevos libros que leer (y que escribir, espero yo), otras mil maravillas diarias ante las cuales admirarse y alegrarse. El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos»
la primera guerra mundial ayudó a tomar conciencia a las mujeres de que podían luchar por sus derechos políticos. En 1918 votaron por primera vez en Alemania, Austria, Gran Bretaña, Holanda, Rusia y Polonia. En el continente americano llegó el turno para los Estados Unidos en 1920 y después fue extendiéndose a otros países como Uruguay en 1927 o Chile en 1934. La primera ola de feminismo obtuvo como fruto el sufragio femenino en cada vez más naciones. Dorothy Day (1897-1980) fue una escritora estadounidense, defensora de los derechos de la mujer y de los obreros, sufragista que murió con fama de santidad. Sobrevivió a una huelga de hambre en prisión por oponerse a la entrada de su país en la Primera Guerra Mundial y por la cuestión del voto femenino. «A mi alrededor solo percibía oscuridad y desolación —escribió en La larga soledad, su autobiografía, sobre esa época de cárcel—. La hebra de oro que cada mañana dibujaba el sol durante una breve hora en el techo me escarnecía; a última hora de la tarde, cuando las celdas estaban a oscuras y se apagaban las luces del corredor, se apoderaba de mí la angustiosa convicción de que la vida era repugnante e inútil, de modo que, incapaz de llorar, permanecía sumida en mi profunda desdicha».
Aunque al principio se resistió porque le parecía una forma de colaborar en la guerra, en los últimos meses del conflicto trabajó en un hospital como enfermera de la Cruz Roja, pero lo dejó para retomar su vocación de escritora. Transitó del comunismo y de ser defensora del aborto al catolicismo, sin abandonar nunca su preocupación por los pobres y los marginados. Así lo explica en sus memorias: «No negaré que, muchas veces, el amor del comunista hacia el hermano, hacia el pobre y el oprimido, es más real que el de muchos que se autodenominan cristianos. Pero cuando, de palabra y de obra, el comunista incita a un hermano a matar al hermano, a una clase a destruir y a odiar a otras clases, no puedo creer que su amor sea auténtico. Ama a su amigo, pero no a su enemigo, que también es su hermano. No hay en eso fraternidad humana: esta no puede existir sin la paternidad de Dios». El mundo cambió totalmente por el crac del 29. La bolsa de Nueva York se hundió, y cerraron bancos, fábricas, comercios. Todo el planeta entró en crisis: seis millones de parados en Alemania, dos en Gran Bretaña y hasta doce en los Estados Unidos en 1933. Fue en ese momento de profunda incertidumbre cuando Day, de 36 años, fundó un
La larga soledad (1952) Dorothy Day Sal Terrae. Santander, 2000 Una mujer consecuente consigo misma. Una historia de conversión. «La sensación de inutilidad es uno de los mayores males. Los jóvenes dicen: “¿Qué bien puede hacer una persona?, ¿cuál es el sentido de nuestro pequeño esfuerzo?”. No pueden ver que debemos colocar un ladrillo cada vez, dar un paso cada vez» diario en Nueva York, The Catholic Worker. Antes había trabajado en varios medios marxistas. Así dio voz al hombre de la calle, al hambriento, al menesteroso y al parado, y también a las mujeres despedidas y sin empleo. El objetivo de este periódico era informar a partir de una visión católica de la sociedad. Publicó artículos sobre trabajo infantil, explotación de los negros en el sur, desahucios o huelgas. Además, abrió una escuela para obreros, casas de acogida para personas sin hogar, y granjas-comuna para desempleados. Años después se opuso a la Segunda Guerra Mundial y a la guerra de Vietnam. Durante aquel conflicto sufrió mucho al ver partir a su nieto Eric hacia una contienda dura y prolongada, que terminó con la derrota de los Estados Unidos. Hasta el fin de sus días no abandonó sus dos pasiones: la escritura y los pobres. «El persistente esfuerzo de escribir, de empuñar la pluma tantas horas al día, cuando alrededor hay tantos seres humanos que me necesitan, cuando abundan la enfermedad, el hambre y el dolor, es una tarea terriblemente ardua. Tengo la sensación de que no he hecho nada bien. Pero he hecho lo que he podido». l verano 2020 Nuestro Tiempo —37
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1939-1945
Svetlana Alexiévich, la voz de las mujeres que lucharon a mediados de septiembre de 1939, el ejército soviético se unió a la ocupación de Polonia iniciada por las tropas alemanas. Stalin movilizó a lo largo de la guerra a un millón de mujeres; la mayor parte murieron combatiendo en regimientos de infantería y también en la aviación. Más de cien mil recibieron honores militares. Svetlana Alexiévich, escritora y reportera bielorrusa nacida en 1948, entrevistó a más de setecientas supervivientes para el libro La guerra no tiene rostro de mujer (1985). Hija de militar y fascinada por capturar el lado conversacional de la vida, justificó así su propósito: «No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra». En 2015 recogió el Nobel de Literatura, el primero otorgado a una periodista. La Academia sueca reconoció su «obra polifónica» como «un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestro tiempo». Uno de esos «gritos de realidad» procede de María Ivánovna Morózova, francotiradora once veces condecorada que describió a Alexiévich los escalofríos y el miedo que le sacudieron el cuerpo el primer día que pasó del blanco de madera a un ser vivo. También escudriña los recuerdos —«la vida, llena de 38—Nuestro Tiempo verano 2020
polvo»— de María V. Zholba, integrante de una organización clandestina, mientras hurgaba entre los restos quemados: «Cada uno buscaba a los suyos. Yo encontré un trozo de ropa y mi amiga dijo: “Es la blusa de mi mamá”. Y se desmayó. Pronto comprendes que matar es mucho más difícil que morir». Con cada testimonio, Alexiévich se adentra en una guerra de la que nunca había oído hablar, alejada de las personas que matan heroicamente: «la guerra de una mujer». En la batalla de Stalingrado, Tamara Stepánovna Umniáguina auxiliaba a dos heridos graves cuando se dio cuenta, al disiparse la humareda del combate, de que uno era alemán. «Los dos estaban quemados, negros. Iguales. Pero ahora ya lo veía con claridad: una chapa distinta, un reloj distinto, todo era ajeno. Y ese maldito uniforme. ¿Qué hago ahora?». Regresó a por el combatiente extranjero y continuó arrastrando a los dos. «Es imposible tener un corazón para el odio y otro para el amor. El ser humano tiene un solo corazón, y yo siempre pensaba en cómo salvar el mío», sentenciaba. Tras la victoria de Stalingrado, las fuerzas soviéticas no pararon hasta llegar a la capital germana. Sofía Kuntsévich,
La guerra no tiene rostro de mujer (1985) Svetlana Alexiévich Debate. Barcelona, 2015 No es una historia sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. «Yo me convierto en un testigo de lo que la gente recuerda y de lo que prefiere olvidar. Un testigo de cómo estas mujeres se desesperan buscando las palabras adecuadas, deseando reconstruir lo desaparecido, con la ilusión de que la distancia en el tiempo les ayudará a hallar el sentido completo de los hechos que vivieron»
instructora sanitaria del ejército ruso, escribió en la pared del Reichstag: «He venido hasta aquí para matar a la guerra». En ese intento, como recuerda V. G. Andrósik, perdieron los motivos por los que celebrar el Día de la Victoria: «Enterré a todos mis familiares, en la guerra sepulté mi alma». La contienda duró seis años, se extendió a sesenta países y mató a casi sesenta millones de personas. La soldado Olga Vasílievna rememora su ilusión ante el final de la contienda: «Creíamos que después de aquel mar de lágrimas [...] la gente se volvería buena, que nos amaríamos los unos a los otros». Sin embargo, «lo único que quedó fue un mar de sangre, millones de vidas humanas en ruinas», contrapone Alexiévich. Tras un largo recorrido junto a sus personajes, la autora entendió sus «cicatrices». En la posguerra, muchas mujeres soviéticas decidieron formarse en la universidad, pero los años en los campos de batalla pesaban a la hora de recomenzar sus vidas. A Tamara Ustínovna Vorobéinikova la salvaron sus condecoraciones militares en el examen de ingreso. Había aprendido a disparar, a lanzar granadas, a instalar minas... También a encarcelar su memoria: «Leía los libros y no comprendía nada, leía poesía y tampoco comprendía nada. Había olvidado todas esas palabras». l
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1945-1973
Jane Hawking, la narradora del gran cambio las más de cuatro frías décadas en las que el mundo estuvo fracturado en dos se caracterizaron por el miedo a una tercera y última guerra mundial. Jane Hawking nació en 1944 en Saint Albans (Reino Unido), un año y medio antes de la rendición de Hitler. Su libro más famoso, Hacia el infinito, lo publicó a los 71. En sus memorias no solo retrata su vida junto a su marido, el célebre astrofísico Stephen Hawking; a través de los recuerdos de una familia inglesa, muestra el contexto social en la segunda mitad del siglo xx. Ya en sus primeras páginas describe el impacto de la amenaza internacional en 1962: «La crisis de los misiles de Cuba aquel octubre había socavado de forma profunda la sensación de seguridad de mi generación y truncado nuestras esperanzas para el futuro. Puesto que las superpotencias jugaban con nuestras vidas, no había garantías de que fuéramos a tener siquiera un futuro que esperar». Ese otoño ni Oxford ni Cambridge se interesaron por ella. Como le explicó la directora Gent, no suponía ninguna deshonra, pues muchos de los hombres que entraban «eran muy inferiores intelectualmente a las mujeres rechazadas por falta de plazas». En 40—Nuestro Tiempo verano 2020
aquella época —puntualiza Hawking— había una mujer por cada diez hombres en las aulas universitarias. Finalmente estudió en el Westfield College de Londres. Camuflando su inseguridad en un traje verde oscuro, Jane acudió a la celebración de Año Nuevo de su amiga Diana. Allí se sintió fascinada por el sentido del humor y el carácter independiente de un joven con pajarita de terciopelo rojo que explicaba cómo había empezado a investigar sobre cosmología en Cambridge. Un mes después, le contaron que a Stephen le habían diagnosticado una enfermedad incurable. Cuando se reencontraron en un vagón de tren camino de Londres él la invitó a ir al teatro. En 1965 Stephen se casó con la mujer que le dio «un motivo para seguir viviendo», como él mismo afirmó. Entonces solo un tema de conversación rivalizaba con la física en sus tertulias: Vietnam. La contienda se recrudecía y Jane observaba cómo «los horrores de la ciencia química moderna se desataban con cinismo sobre una población campesina [...]». «Una mera chispa en cualquier otra parte de nuestro turbulento planeta —vislumbraba— podía provocar una conflagra-
Hacia el infinito (2015) Jane Hawking Lumen. Barcelona, 2015 El único motivo para seguir viviendo. «Con mi tranquila disposición de ánimo después del parto, estaba convencida de que si el mundo estuviera dirigido por madres de recién nacidos, y no por hombres endurecidos que incitaban a jóvenes irreflexivos a la violencia, las guerras se acabarían de la noche a la mañana»
ción mundial». El nacimiento del primero de sus tres hijos, Robert, coincidió con el inicio de uno de los conflictos entre árabes e israelíes en 1967. Haber vivido «al borde de un agujero negro» durante más de dos décadas debido a la enfermedad neurodegenerativa de su marido impulsó a Jane a escribir. «El deseo de abrir los ojos a la desgarradora realidad a la que los discapacitados y sus cuidadores se enfrentaban a diario en una sociedad insolidaria: las batallas con la burocracia, la lucha solitaria por mantener la dignidad, el cansancio, la frustración y el angustioso grito de desesperanza», resume en el epílogo. Jane cuidó de Stephen y de sus tres hijos —Robert, Lucy y Tim—. Y fue justamente la fe en ese Dios que su marido eliminaba de la ecuación en sus teorías sobre el origen del universo la que le ayudó a resistir la adversidad. Logró licenciarse en Filología Hispánica y con mucho esfuerzo finalizó su tesis doctoral. En el solar del número 5 de West Road donde convivieron ahora se levanta una residencia universitaria. Al descubrir cómo algunos árboles de su jardín siguen en pie, Jane conecta pasado, presente y futuro: «Si el espíritu de la tierra podrá con el tiempo recuperarse es la pregunta más importante a la que se enfrenta la humanidad, no muy distinta de la amenazadora pregunta de la década de los sesenta: la de si la tierra y todas sus formas de vida estaban destinadas a desaparecer por una guerra nuclear». l
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Grandes temas Mujeres protagonistas
1973-1989
Katharine Graham, la mujer más poderosa de Estados Unidos en 1963, el año en el que un teléfono rojo comunicó por primera vez de manera directa la Casa Blanca y el Kremlin, Katharine Graham comenzó su segunda vida. El 21 de septiembre cerró la puerta de su mansión en el barrio de Georgetown para dirigirse a la redacción del Post como nueva presidenta de la compañía. Tenía 46 años y cuatro hijos. Siete semanas antes, el ruido de un disparo le despertó de la siesta. Su marido, Phil, se acababa de suicidar. Sobre esta época escribe en sus memorias: «No tenía ni idea de lo que se suponía que debía hacer. De modo que me dispuse a aprender. Lo que hice fue poner un pie delante de otro, cerrar los ojos y caminar hacia el abismo». Katharine Graham (19172001) nació en Nueva York, estudió Periodismo en la Universidad de Chicago en 1938 y trabajó en varios diarios. Su padre, Eugene Meyer, compró The Washington Post en una subasta y, llegado el momento, puso al frente a su marido. «¿A qué padre de esa época se le podía ocurrir que una mujer, por más preparada que estuviera, sería capaz de dirigir una empresa?», recordó ella en una conferencia. Graham tomó las riendas del rotativo cuando aún resonaba el eco del «I have a 42—Nuestro Tiempo verano 2020
dream» de Martin Luther King en el Lincoln Memorial. Poco después, el 22 de noviembre, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos se conmocionó con la noticia del asesinato del presidente Kennedy en Dallas. Mientras tanto, Vietnam diezmaba las tropas americanas. Su hijo Donald, que a partir de 1979 continuó el legado familiar, se alistó como voluntario en el Ejército y estuvo destinado allí durante un año. William, sin embargo, era un activo militante contra la guerra. Con solo dos palabras Graham destapó en 1971 las mentiras de los Gobiernos de Kennedy, Johnson y Nixon y un plan secreto para engañar a la opinión pública sobre la contienda más larga de la historia del país: «¡Adelante, publiquémoslo!». Desoyendo a sus abogados, la editora sacó a la luz los papeles del Pentágono. «Desde el principio creímos que era el tipo de información que los ciudadanos necesitaban para formarse sus propias opiniones y tomar decisiones de manera más sabia», comenta en sus memorias. Tampoco cedió a las presiones del poder en el caso Watergate. La mañana del sábado 17 de junio de 1972, el director gerente del Post la llamó y le
Una historia personal (1997) Katharine Graham Alianza. Madrid, 1998 Tuvo en jaque a varios presidentes de Estados Unidos. «Sentía que teníamos la obligación de enterrar los viejos prejuicios refutándolos. Las actitudes tenían que cambiar: las mujeres debíamos aceptar la incorrección de las creencias que teníamos sobre nosotras mismas, mientras que los hombres debían ayudar a combatir dichas convicciones, de las cuales ellos también eran víctimas»
dijo: «No te vas a creer lo que pasó anoche». «Tenía razón», reconoce en Una historia personal, autobiografía ganadora del Pulitzer en 1998. «Me contó la rocambolesca historia de que habían pillado a cinco hombres con guantes quirúrgicos entrando en el cuartel general del Comité Nacional de los Demócratas». En 1974 se la consideró la mujer más poderosa de los Estados Unidos y, por tanto, una de las más influyentes del mundo. A finales de 1988, la propietaria de The Washington Post consiguió entrevistar a Gorbachov. Esa conversación con un líder soviético fue la más dura de todas las que mantuvo en esos años, en los que se había sentado frente a Gadafi, Sadat, el sah de Irán, Ceaucescu... Le pidieron que quitara nombres y reformulara preguntas: «No estábamos dispuestos a hacerlo ni siquiera por el presidente de Estados Unidos, y mucho menos por el de otro país». Así fue como Katharine Graham alcanzó «la cima del periodismo en un mundo de hombres». Ben Bradlee, director del Post entre 1968 y 1991, destacó en su funeral la clave para publicar un gran periódico: «Hace falta un gran propietario. Y punto. Un propietario que se comprometa con pasión y con los principios y niveles de exigencia más altos para la estricta búsqueda de la verdad. Con fervor y sin parcialidad. Con rectitud y valor. Eso es lo que Kay aportó, además de muchas otras cosas». l
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Grandes temas Muniz y la recreación
IMÁGENES. SEDIMENTOS DE LA MEMORIA Vik Muniz (São Paulo, 1961) es un investigador visual. Lleva más de tres décadas explorando el poder de la representación y provocando cortocircuitos en los sentidos del público. Este artista brasileño elige a propósito temas latentes en el subconsciente colectivo, imágenes que ya existían en el archivo mental del observador antes de encontrarse con su obra, y los recrea con materiales inesperados. «Entonces —como él mismo dice— las preguntas comienzan a fluir». Estas páginas ofrecen un recorrido por una colección de ambigüedades que podrá descubrirse en el Museo Universidad de Navarra a partir del 23 de septiembre. texto Ana Eva Fraile [Com 99] fotografía Holger Keifel y Vik Muniz
¿Quién es Vik Muniz? Las raíces vitales que alientan al artista. Páginas 102-103
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—Imágenes de basura.
Sebastião, Suellen, Carlão, Magna, Irma, Zumbi e Isis sobrevivían en Jardim Gramacho, el mayor vertedero de Río de Janeiro, recolectando objetos reciclables en una montaña de basura. Gracias al trabajo de los catadores, se recuperaban cada día 200 toneladas. Vik Muniz les pidió que posaran en el vertedero en situaciones alegóricas. Tião, su representante, se convirtió en Marat, el revolucionario francés apuñalado en su bañera que JacquesLouis David pintó en 1793. Ya en el estudio, trabajaron en equipo creando sus autorretratos. Siguiendo las indicaciones del artista, colocaron objetos de desecho sobre una enorme imagen proyectada en el suelo. Para Muniz el arte es capaz de transformar materiales en ideas, y estas en capital y en cambios en la sociedad. Las fotos se subastaron y gracias a los más de 280 000 euros recaudados pudieron mejorar las «desoladoras condiciones» en las que vivían y trabajaban. La historia detrás de las «Imágenes de basura» se cuenta en el documental Waste Land (2009), dirigido por Lucy Walker y nominado a los Óscar en 2011.
Marat (Sebastião) Pictures of Garbage, 2008-2011 Digital C print 94 x 78,74 cm
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Grandes temas Muniz y la recreación
—Best of Life. Recién llegado a Estados Unidos, en 1983, Vik Muniz compró en un mercadillo de objetos usados el libro The Best of Life. Esta historia del siglo xx en imágenes editada por la prestigiosa revista era también un recorrido por los acontecimientos que habían marcado su propia vida. Cuando Muniz perdió el volumen empezó a dibujarlas, a reconstruirlas, de memoria. Cada semana añadía detalles que iba recordando. Después tomó fotografías ligeramente desenfocadas para borrar las marcas de su mano y las imprimió con una trama de medios tonos que imitaba el lenguaje gráfico de la revista estadounidense. Aunque no eran perfectas, Muniz descubrió que la mayoría de espectadores no cuestionaba su autenticidad. «Sentí que mi relación personal con esas imágenes conectaba con una conciencia visual colectiva», confiesa. En ese punto de encuentro, a medio camino entre lo evocado y la imagen original, surgía el diálogo más interesante con el público.
Memory Rendering of Man Stopping Tank in Beijing Best of Life, 1990 Gelatina de plata, 42,2 x 34 x 2,54 cm
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Jacynthe Loves Orange Juice Sugar Children, 1996 Gelatina de plata 55,9 x 49 x 2,54 cm
—Niños de azúcar. Vik Muniz
reconoce que debe toda su carrera artística a Big James, Jacynthe, Calist, Ten Ten, Valicia y Valentine. Con estos seis niños compartió juegos mientras pasaba unos días de vacaciones en la isla caribeña de San Cristóbal. Cuando uno de ellos le invitó a comer a su casa observó cómo la alegría y espontaneidad de los pequeños contrastaba con el semblante sombrío, exhausto y afligido de sus padres. Trabajar jornadas eternas en las plantaciones de caña de azúcar por un sueldo miserable les había arrebatado la esperanza. Al regresar a Nueva York, Muniz no podía dejar de pensar en el
amargo futuro que esperaba a ese grupo de niños. Y entonces decidió reproducir sus retratos espolvoreando sobre una hoja de papel negro cristales de azúcar como los que recolectaban sus padres. Fue la primera vez que Muniz trató la significación propia de la materia en íntima relación con el sentido de la imagen. Las seis pequeñas obras se expusieron al fondo de una galería, pero un crítico de The New York Times decidió hacer «un artículo grande» que cambió por completo la vida del artista. Dos semanas después recibió una llamada del MoMa para que formase parte de la exposición «New Photography». verano 2020 Nuestro Tiempo —47
Grandes temas Muniz y la recreación
Cloud Cloud 59th Bridge Pictures of Clouds, 2002 Gelatina de plata 69 x 83 x 4,6 cm
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—Imágenes de nubes. Con la intención de colocar algo donde sabes que vas a encontrarlo pero en un formato totalmente distinto, Vik Muniz dibujó su primera Nube Nube en el cielo de la Gran Manzana. Lo hizo poco antes del atentado de las Torres Gemelas. Una avioneta de publicidad trazó líneas blancas en el aire mientras miles de neoyorquinos no podían apartar la mirada de aquel pictograma que parecía diseñado por un niño. Fue su primera experiencia de
arte público, en la que el espectador contempla, en tiempo real y sin las barreras de una galería, cómo se desarrolla «el despliegue narrativo del artista en estado puro». La inestable relación entre imagen, idea y realidad a miles de metros sobre sus cabezas consiguió el propósito de Muniz: hacer que el público se olvide de lo que está viendo y que piense en cómo lo está viendo. «La ecuación sería la siguiente: el dibujo de una nube menos una nube equivale a un dibujo», resume.
Footsteps (João Pereira, Iron Mine) Earthworks, 2005 Gelatina de plata 67 x 82 x 3,6 cm
—Earthworks. Retado por Robert Smithson y su gigantesca Spiral Jetty en el desierto de Utah, Vik Muniz se trasladó durante varios años a unas minas de hierro brasileñas. Con la ayuda de retroexcavadoras, dibujó sobre la tierra motivos lineales muy simples de cientos de metros de longitud. Visibles solo desde el aire, sus obras land art tenían, según admite, un «aspecto un poco estúpido» para poner el foco en el proceso. Después de que la cámara de Muniz inmor-
talizara desde un helicóptero los surcos gigantes, el artista fotografió en su estudio maquetas similares de unos treinta centímetros, hechas en tan solo una hora. Imprimió todas las imágenes con el mismo formato, las mezcló y las expuso juntas. En este juego de ambigüedad, ¿sería capaz el espectador de descifrar cuáles eran falsas y cuáles verdaderas?, ¿de saltar «la brecha entre las escalas de la realidad y la representación»?
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Grandes temas Muniz y la recreación
—Álbum. Vik Muniz solo
conserva ocho fotografías de su niñez. Sus padres no tenían dinero para comprarle una cámara y su álbum se nutría de las imágenes que de año en año les sacaba una tía suya de Miami. Cuando Muniz se mudó a Nueva York, no comprendía por qué la gente vendía sus fotos familiares en mercadillos y empezó a comprarlas. A lo largo de casi cuatro decenios, ha rescatado más de 250 000 instantáneas «huérfanas». Los personajes y los escenarios cambian, pero los hitos, los encuadres, la composición son, como un ritual, siempre los mismos: el retrato de un bebé, el primer cumpleaños, la escuela, la primera bicicleta, la boda… Fascinado por el contraste entre el valor íntimo de esas imágenes y la narrativa universal que las trasciende, por la conexión entre la memoria personal y la colectiva, Muniz ensambló fragmentos de fotos anónimas para componer otras escenas sobre la «historia de nuestra vida».
Vik, 2 Years Old Album, 2014 Digital C print 264,2 x 190 x 5,6 cm
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Jerusalem Postcards from Nowhere, 2015 Digital C print 189,5 x 282 x 5,8 cm
—Postales de ninguna parte. Muniz fue inmigrante en Estados Unidos. En 1983 alquiló un local muy barato en el Bronx, lo pintó todo de blanco y se sentó en una silla que recogió de la basura «a esperar a que viniera el arte». Pero no llegó, y entendió que el arte es un proceso: «El artista es como un filtro que pasa por el tiempo; cuanto más amplio el filtro, cuanto más salga, cuanto más hable con la gente… mayor posibilidad de que esos sedimentos se transformen
en obras o ideas». En sus viajes empezó a preguntarse por qué las personas enviaban y coleccionaban postales como recuerdo de las ciudades que habían visitado. Y se propuso reconstruir esos recuerdos con pedacitos de postales antiguas de otros lugares, pequeñas teselas de memoria tan fragmentadas como las experiencias que vivieron allí. El resultado es un vibrante mosaico, monumentalmente nostálgico, de skylines de todo el mundo. verano 2020 Nuestro Tiempo —51
CÁTEDRA ABIERTA Mireia Las Heras
¿Qué lecciones hemos aprendido sobre el trabajo en remoto en esta situación extraordinaria? Gracias a los cuestionarios que respondieron para un estudio del IESE más de dos mil personas sabemos, en primer lugar, que a más de un 85 por ciento de los participantes les gustaría teletrabajar una vez acabe la pandemia. Y que desearían hacerlo de forma habitual, uno o dos días por semana. A ellos habría que recomendarles que teletrabajen días completos —no una parte en la oficina y otra en un lugar alternativo—; que sean flexibles para cambiar el día, recuperarlo o cancelarlo si no se puede trabajar en remoto una temporada. También hemos descubierto que han tenido una mejor experiencia las personas que han contado con el apoyo de sus responsables —los datos evidencian un flow un 14 por ciento mayor y un estrés un 10 por ciento menor—, y quienes han sentido más cariño, cercanía y entendimiento por parte de sus familias. La calidad de las relaciones ha sido un elemento clave en estas circunstancias históricas. Por último, el estudio muestra que en las empresas hay un exceso de presencia física que repercute negativamente: más aburrimiento y una peor relación de confianza con los compañeros. En el extremo contrario, también resulta dañino «Desde marzo hemos aprendido que la gente que la presencialidad y el contacto con los colegas sean no trabaja porque su jefe esté ahí, o porque haya insuficientes. Entre un 60 y un 70 por ciento del tiempo de fichado en una máquina. Hemos visto niveles trabajo en la oficina es lo óptimo. Si en algún caso se tuviese que teletrabajar de continuo, conviene facilitar encuentros y de compromiso y aportaciones incluso mayores reuniones presenciales. de las que muchas personas realizan Como diría Aristóteles, en el punto medio está la virtud. presencialmente en sus empresas» El teletrabajo entre uno y tres días por semana rompe la rutina, disminuye el estrés, aumenta la energía que se pone en la propia tarea, mejora la relación con los compañeros y STO ES UNA PORQUERÍA». Así mostraba su genera emociones positivas. Desde marzo hemos aprendido queja mi sobrina ante una salida familiar en la que que la gente no trabaja porque su jefe esté ahí, o porque haya se requería caminar cuesta arriba. Con tres añitos fichado en una máquina. En cambio, hemos visto niveles de ella asociaba que una excursión era ir al parque: compromiso, jornadas laborales, aportaciones incluso mayores andar poco y jugar mucho. Pues bien, una sensación parecida de las que muchas personas dicen realizar cuando están en sus hemos tenido con el trabajo en remoto durante la pandemia. lugares de trabajo habituales. Podríamos haber dicho algo como: «Esto no es teletrabajo…, Ojalá esta pandemia ayude a que afloren nuevas esto es un martirio». Desde el 16 de marzo en España, muchos instalamos la oficina en el hogar. Pero nada más lejos del idílico sensibilidades guiadas por el sentido común, el humanismo antropológico y el buen hacer empresarial. Espero que una imaginario que rodea a la palabra teletrabajo. consecuencia positiva de esta crisis sea que muchas más En condiciones normales, se espera que sea un tiempo de personas tengamos acceso a teletrabajar en circunstancias dedicación profesional solo en casa, envuelto en silencio, con idílicas, no en modo tsunami como hemos exclusividad sobre la mesa del salón y el wifi. hecho estos meses. Porque la flexibilidad Eliminar de la ecuación los atascos de tráfico LA PREGUNTA DE LA AUTORA laboral reporta beneficios para el bienestar de camino al trabajo implica dormir media de los trabajadores y de sus familias, la hora más y hasta practicar deporte. ¿Ha tenido usted productividad de las organizaciones y el Pero eso no ha sido lo que hemos problemas para organizar desarrollo sostenible de la sociedad. vivido a raíz del estado de alarma. Como las tareas laborales y resume mi amiga Isabel, ingeniera en una familiares durante el empresa de servicios informáticos: «He Mireia Las Heras es directora de Investigación del confinamiento?, ¿cómo ha Centro Internacional Trabajo y Familia de IESE hecho de cocinera, limpiadora, maestra, armonizado ambos roles? Business School. Ha liderado el estudio Trabajo en informática, madre y esposa». Todo esto remoto en condiciones extraordinarias (COVID-19) en ya lo era antes, pero no ejercía los seis colaboración con el Centro de Estudios Superiores de roles simultáneamente. «Además, me he @NTunav la Empresa de la Universidad de Los Andes (Chile), especializado como mediadora en conflictos Opine sobre este asunto en el Centro de Investigaciones Humanismo y Empresa y secretaria. Imprimo, organizo, gestiono Twitter. Los mejores tuits se de la Universidad del Istmo (Guatemala) y el grupo agendas —tiene cuatro hijos menores de diez publicarán en el siguiente número. multidisciplinar Concordia Bienestar y Productividad años— y aseguro la logística para las clases (México). online».
Esto no es teletrabajo
E
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710 futuros alumnos se congregaron en la primera Jornada de Puertas Abiertas online. Pudieron completar un recorrido virtual por el campus y saber más sobre los grados, becas, alojamiento, proceso de admisión y actividades extracurriculares. El 22 por ciento de los asistentes procedía de fuera de España.
CAMPUS
NOS VISITARON LUIS DE GUINDOS
Vicepresidente del Banco Central Europeo
[14.05.20 Stop&Think] «En el pri-
mer semestre nos vamos a encontrar con una caída del PIB en Europa de una intensidad sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial», afirmó Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, en el webinar «Construyendo el futuro desde Europa», que moderó Luis Ravina, director del Navarra International Center for Development de la Universidad. De Guindos reconoció que, aunque hacer proyecciones es muy arriesgado, se espera «que haya un cierto rebote de la actividad económica a partir del tercer trimestre, aunque esto está sujeto a enormes incertidumbres». El exministro español de Economía recomendó flexibilidad para salir de la crisis, mantener el tejido empresarial lo máximo posible y poner las medidas necesarias para que las personas y las familias no tengan que afrontar situaciones límite. 54—Nuestro Tiempo verano 2020
PEDRO MIGUEL ECHENIQUE
NURIA OLIVER
[27.05.20 Stop&Think] ¿Le ayudó
«¿Cómo nos están ayudando los datos a decidir mejor?» fue el título del webinar en el que Nuria Oliver conversó con Ramón Salaverría, profesor de la Universidad especializado en ciberperiodismo y medios digitales. Hablaron sobre el papel de la tecnología en el futuro, las oportunidades y desafíos del uso de grandes volúmenes de datos y su tratamiento mediante inteligencia artificial. Oliver, comisionada de la Generalitat Valenciana para la estrategia de IA y la ciencia de datos contra el covid-19, explicó la aportación de sistemas con esta tecnología para «encontrar más rápidamente medicamentos y vacunas, contribuir a un mejor diagnóstico y aprovechar los datos y la IA para tomar mejores decisiones, basadas en la evidencia, entendiendo que esta queda captada a través del análisis de datos».
Presidente del Donostia Physics Center
su trayectoria académica cuando era consejero de Educación del Gobierno Vasco? A esta pregunta de Iciar Astiasarán, vicerrectora de Investigación, Pedro Miguel Echenique, catedrático de Física de la Materia Condensada, contestó: «En la ciencia adquirimos humildad porque sabemos que hay certezas e incertidumbres, y gestionar incertidumbres es una de las labores de los políticos. Además, enseña a sacar lo esencial de problemas complejos y eso viene bien en la política». Sobre cómo fomentar la vocación científica, Echenique resaltó que «se hace más que se nace, y esa es la misión del profesor: despertar el cariño e interés por los temas». El premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica fue el ponente de la sesión online «La ciencia como solución: ¿qué cabe esperar?».
Doctora en Inteligencia Artificial por el MIT, cofundadora de ELLIS
[04.06.20 Stop&Think]
JOSÉ IGNACIO GOIRIGOLZARRI Presidente de Bankia
[02.07.20 Stop&Think] José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia, y el rector, Alfonso Sánchez-Tabernero, protagonizaron la última sesión de Stop & Think Now, un ciclo de conferencias online donde se han tratado los temas más relevantes del momento desde diferentes perspectivas. Bajo el título «¿Podemos ser optimistas hoy?», Goirigolzarri compartió su «manual para las crisis»: mantener la serenidad, el realismo —tener un buen diagnóstico— y tomar decisiones, sabiendo que a veces son de prueba y error, para lo que «es importante la humildad intelectual, porque solo desde esa humildad puedes valorar en qué has errado y rectificar». Tras esta crisis, dijo, ha sumado dos aprendizajes: revisar el mapa de riesgos de la empresa y la lección que ha recibido ante la capacidad de adaptación de los profesionales que trabajan en ella.
600
alumnos y antiguos alumnos han realizado prácticas a pesar de las condiciones impuestas por la pandemia. 446 alumnos han trabajado en empresas, instituciones, centros de investigación y ONG. Además, 167 antiguos alumnos han continuado con su Posgrado de Iniciación a la Empresa.
ALFOMBRA ROJA
CON TU APOYO
Cima Universidad de Navarra inaugura la tienda solidaria online Helpify Store es una tienda en internet sin ánimo de lucro. Los beneficios de la venta de artículos solidarios —productos textiles, complementos y papelería, tanto para adultos como para niños— se destinarán en esta primera campaña a financiar la investigación del covid-19 que se desarrolla en el Cima Universidad de Navarra. Helpify Store es una extensión de Helpify, una iniciativa de crowdfunding creada en 2016 que recolecta fondos para los proyectos científicos que desarrollan en el centro investigador. https://helpifystore.es/
Esto no es una despedida Hay quienes se han convertido en alumni Universidad de Navarra por segunda vez. «Doblemente alumni». Así los calificó el rector, Alfonso Sánchez-Tabernero, en la «i» de Alumni de Máster. El evento de bienvenida a la comunidad de los antiguos alumnos que se celebra desde el curso 2018-19 ha tenido este año su versión para estudiantes de máster. La presidenta Alumni, Inés García Paine, se dirigió en un encuentro virtual a los cuatrocientos recién graduados de los 31 másteres de la Universidad. «Ser alumni no caduca —les dijo—: supone una pertenencia que dura para siempre. Habéis elegido una universidad con grandes ideales». En la «i» de Alumni de Máster participaron, además del rector y la presidenta, Ángel J. Gómez Montoro, director de la sede de posgrado de Madrid, y Victor Küppers, con-
ferenciante reconocido, que fue el invitado especial y que habló sobre la importancia de crecer en humanidad. Por supuesto, la promoción corona —los 1 780 alumnos que han culminado este año sus estudios de grado en la Universidad— también tuvo su «i» de Alumni digital. Todos los decanos dedicaron unas palabras a los recién graduados que se conectaron desde sus casas. Luis Piedrahita [Com 98], el invitado sorpresa, les ofreció un mensaje de ánimo. Y el rector anunció que, aunque este año no se han podido festejar las graduaciones, se está pensando en una celebración conjunta el primer semestre del curso 2020-21. En unas circunstancias extraordinarias en las que casi todo se quedó a medias, fue un alivio para muchos saber que, como decía el lema del encuentro, «Acaba una etapa pero empieza otra. Seguimos juntos».
NOVEDAD
Eunsa lanza la primera plataforma universitaria de lectura en streaming La editorial Eunsa ha presentado su nueva biblioteca virtual, la primera plataforma de lectura en línea de España en el ámbito universitario. Gracias a esta iniciativa, los usuarios pueden disfrutar de más de 750 títulos, tanto libros electrónicos como audiolibros, desde cualquier dispositivo, así como subrayar el contenido, exportar citas, hacer anotaciones, transformar el texto en audio y traducirlo a más de cincuenta idiomas. https://ebooks.eunsa.es/library verano 2020 Nuestro Tiempo —55
CAMPUS REPUTACIÓN
Universidad de Navarra Primera de España y entre las cien mejores del mundo en «reputación entre empleadores». Fuente: QS World University Ranking 2021. Entre las cien mejores del mundo por su aportación a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU relacionados con la lucha contra el hambre (posición 51) y contra la pobreza (puesto 92). Fuente: Ranking de impacto de Times Higher Education 2020.
51 alumnos terminaron sus estudios de grado gracias a Becas Alumni Los becarios alumni tienen tres características: poseen un talento responsable porque están dispuestos a contribuir en la mejora de la sociedad; llevan en el ADN la generosidad, el punto de partida de las becas que les permitieron estudiar; y son constantes. Por eso, subrayó el vicerrector de Alumnos, Tomás Gómez-Acebo, en el mes de julio 51 becarios alumni terminaron sus estudios gracias a esta beca y pudieron celebrarlo en un encuentro online que siguieron desde siete países.
La primera universidad de España en Enseñanza y Aprendizaje y la tercera en Orientación internacional. Fuente: Ranking CYD 2020. Clínica Universidad de Navarra Entre los cincuenta mejores hospitales del mundo. Fuente: Ranking World’s Best Hospitals 2020 de la revista Newsweek. Quinta empresa con mayor compromiso social durante la pandemia, según los ciudadanos. Fuente: Ranking elaborado por el Monitor MERCO. IESE Business School Número 1 del mundo en formación de directivos por sexto año consecutivo. Fuente: Ranking Executive Education 2020 de Financial Times.
«Essentials», un nuevo programa para facilitar la inserción laboral de los alumnos La Facultad de Filosofía y Letras será la primera en implantar «Essentials», un nuevo programa coordinado por Career Services. A través de sesiones teóricas y prácticas, los estudiantes adquirirán herramientas necesarias para la búsqueda de empleo y se formarán en competencias profesionales. «La Universidad quiere preparar lo mejor posible a sus alumnos para que afronten con éxito el salto a un mundo laboral en continua transformación», explica Roberto Cabezas, director de Career Services.
NOMBRAMIENTOS
Cambios en el Rectorado A partir del 1 de septiembre Gonzalo Robles será el nuevo vicerrector de Comunicación y Desarrollo, en sustitución de Juan Manuel Mora. La secretaría general de la Universidad la ocupará Jesús María Ezponda Ezponda, y Álvaro Balibrea relevará a Isidro Abad como gerente.
Campus In memoriam Javier Hervada
Un jurista sabio y servicial Javier Hervada (1934-2020) fue catedrático y profesor de las facultades de Derecho, en la que ejerció como decano, y de Derecho Canónico, de la que fue vicedecano. Compaginó una gran implicación con sus alumnos con una producción científica amplia y la creación y dirección de revistas especializadas, así como el impulso a centros de investigación, entre ellos el Instituto Martín de Azpilcueta, en el que trabajó como uno de los principales gestores. texto Antonio Viana, decano de la Facultad de Derecho Canónico
Javier Hervada en la biblioteca, en enero de 1970.
El 11 de marzo falleció el profesor Javier Hervada [Der Can PhD 62] a los 86 años. Buena parte de su vida la dedicó a la Universidad de Navarra, a la que se vinculó nada más terminar sus estudios de Derecho en Barcelona, allá por 1957. En su formación, el Derecho y el Derecho Canónico estuvieron profundamente entrelazados. Consideraba que el Derecho de la Iglesia es inseparable del fenómeno jurídico en general, de modo que ser canonista supone ser jurista. Esta convicción se reflejó en su vida académica, pues, en efecto, trabajó en las dos facultades jurídicas de la Universidad, como profesor y en distintos cargos directivos. Han sido varias las semblanzas sobre el profesor Hervada, testimonios que se unen a numerosos estudios sobre sus enseñanzas publicados en vida de este insigne jurista. Por mi parte, me gustaría centrarme en su trabajo en la Facultad de
de tremenda autoridad, a un hombre con una inteligencia tan impresionante como su sencillez. Era poco dado al lucimiento y vivía volcado en servir comunicando su ciencia y su experiencia. Toda aquella actividad debió de costarle: por entonces había dejado de trabajar en el Derecho Canónico para cultivar especialmente el Derecho Natural y la Filosofía del Derecho, que le apasionaban. Pero venció esa dificultad con la colaboración del beato Álvaro del Portillo, que le convenció de la importancia de regresar al Derecho de la Iglesia. La última etapa de su quehacer universitario la vivió bajo la influencia de una dura enfermedad que le apartó de su trabajo, que tanto amaba, aunque intentaba perseverar con las fuerzas que le quedaban. Finalmente hubo de abandonar por completo su tarea docente e investigadora. A pesar de ello,
Derecho Canónico, que he conocido más de cerca. A partir de 1985 se entregó con especial empeño y generosidad a la ayuda en la formación de profesores que dábamos nuestros primeros pasos. Había comenzado entonces la que más tarde sería la Facultad de Derecho Canónico de la Università della Santa Croce en la capital italiana. Algunos profesores con más experiencia se marcharon a Roma y otros nos incorporamos a la Facultad de Pamplona para cubrir el hueco que dejaban. Recuerdo que Javier Hervada nos dedicó mucho tiempo. Nos reuníamos frecuentemente con él y nos contaba anécdotas de los comienzos de la Facultad, que él había vivido como pionero, y nos ampliaba horizontes y nos transmitía ilusión. Su natural timidez podía malinterpretarse como actitud distante, pero en aquellos encuentros descubríamos, además de una figura
archivo
seguía muy de cerca lo que se desarrollaba en la Facultad y no paraba de estimular y celebrar lo que hacíamos. Durante los años que dirigí la revista Ius Canonicum, que él había creado, recibí muchas llamadas suyas para comentar el último número, que leía siempre con interés. En especial le alegraba la publicación de manuales y monografías de profesores jóvenes de sus facultades, creo que porque veía en ellos la continuidad del empeño que años atrás había asumido con su maestro y amigo Pedro Lombardía en favor de la modernización del derecho y de la ciencia canónica. Muchos pensamos que esta última etapa suya fue de lo más fecundo y guardamos como un tesoro sus consideraciones, sugerencias y observaciones. Impresionaban su espíritu cristiano de servicio y la conciencia de gastar sus fuerzas en impulsar algo que valía la pena. Nt
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Campus Los de la maleta EL ARQUITECTO DE LA UNIVERSIDAD
Ignacio Araujo «Mis edificios no me importan lo más mínimo» en 1956, con la carrera terminada un año antes en Madrid y tras una estancia breve en Roma, san Josemaría pidió a Ignacio Araujo que fuera a Pamplona a colaborar en la construcción de la Universidad de Navarra, entonces Estudio General. Así que desembarcó en la calle Bergamín, donde montó un estudio en una época en la que en la capital navarra había apenas ocho o nueve arquitectos y convenció a los pocos meses a un jovencísimo Juan Lahuerta de que le acompañase. Edificó mucho en la ciudad —se estima que unas 1 400 viviendas— y en el campus —los colegios mayores Aralar, Belagua, Goimendi y Olabidea, varias fases de la Clínica y la biblioteca antigua, actual edificio Ismael Sánchez Bella, y hasta coordinó la obra del Central— y eso le ha merecido distinciones como la placa de la Fundación Documentación y Conservación del Movimiento Moderno Ibérico por su contribución a esta corriente en Pamplona. Y, aunque es catedrático, no sienta cátedra. Cuando no puede responder, dice sencillamente: «Esa es una de los pocos millones de cosas que no sé». 58—Nuestro Tiempo verano 2020
Ignacio Araujo (Madrid, 1929) tiene noventa años, un buen humor envidiable, una amplia colección de pipas y una afición casi compulsiva por la pintura. Autor de una decena de edificios del campus, fue director de la Escuela de Arquitectura entre 1964 y 1967 y subdirector hasta 1986. Ha dedicado más de sesenta años de su vida a hacer —en muchos casos, como sinónimo de «construir»— la Universidad de Navarra. texto Miguel Ángel Iriarte [Com 97 PhD 16] y Teo Peñarroja [Fia Com 19] fotografía Manuel Castells [Com 87] y Archivo Fotográfico
¿Cómo empezó la Escuela de Arquitectura? Yo estaba tan tranquilo en mi estudio un día de 1964 cuando me llamó el rector José María Albareda y me preguntó si quería poner en marcha la Escuela de Arquitectura. Y, como uno estaba acostumbrado a decir que sí, pues dije que sí [Se ríe]. Lo primero que hice fue marcharme con César Ortiz-Echagüe a visitar escuelas a Múnich, Zúrich y Stuttgart. Repartimos trabajos: Rafa Echaide [profesor de la Escuela hasta 1994] estuvo en Suecia y Jaime López de Asiáin en Estados Unidos. El viaje duró siete o diez días, lo justo para ir recorriendo sitios, hablando con profesores, ver cómo funcionaban las escuelas e informarles de lo que queríamos hacer aquí. En Europa, un centro no estatal en el régimen de Franco se veía como una cosa muy buena. Usted se apoyó mucho en don César Ortiz-Echagüe. Fue la figura fundamental. César ganó el premio internacional Reynolds de 1957 y representaba en España a Werk, una re-
vista muy buena de arquitectura. Éramos amigos de toda la vida, como nuestros padres. [Además, era el delegado de san Josemaría en España. Vivía en Madrid y seguía muy de cerca la Universidad]. Cuando estuvimos en Alemania nos dimos cuenta de las diferencias de nivel económico con nuestro país. ¿Tuvieron dificultades para conseguir los medios necesarios? Íbamos encargando borriquetas y material para las clases de Dibujo. Hicimos lo que pudimos. Hubo un momento, antes de comenzar, en el que se nos juntaron demasiados alumnos porque la Diputación dio muchas ayudas y yo le dije a José María Albareda: «Hay un montón de gente que viene aquí porque tiene la beca, pero creo que no tienen ningún futuro en esto». Y me autorizó a hacer una selección; ese es el origen de las pruebas de acceso en la Universidad. La mitad de los que se habían matriculado se fueron. Quedaron ochenta, quizá menos, sesenta. Y alguno de los que no entraron vino luego a dar las gracias. Otro problema era encontrar profe-
«Los de la maleta»
En esta tercera entrega de la serie «Los de la maleta, sobre los primeros años de la Universidad, recogemos los sueños y afanes de Pilar Sesma Egózcue, primera alumni catedrática, decana de Ciencias entre 1990 y 2005, y de Ignacio Araujo, arquitecto de una decena de edificios del campus y primer director de la Escuela de Arquitectura.
¿Siempre estuvo clara la ubicación de la Escuela en Pamplona? No. Tuvimos mucho tomate con San Sebastián, porque los arquitectos donostiarras y la Diputación querían que nos instaláramos allí, y nosotros pretendíamos poner la Escuela en Pamplona. Entonces Ismael Sánchez Bella me preguntó, y le dije que prefería estar con Letras y no con Ingeniería [esos estudios habían comenzado en 1961], porque la arquitectura es mucho más humanística, no es propia de una escuela técnica.
¿Cómo se concibe un edificio que tiene que durar para que muchas personas trabajen ahí? Un ejemplo: la biblioteca. A mí siempre me ha gustado mantener un cierto clasicismo, orden y proporción: formas que son más permanentes que otras más caprichosas. Ajustamos todo con un cuidado exquisito. Como detalle, cuando instalamos las ventanas de aluminio procuramos que todos los gruesos fuesen iguales. O para ver los relieves de la fachada encargamos un informe para que no se manchase la piedra. Lo hicimos todo con esa idea y no se ha ensuciado nada en estos sesenta años. Se trata de pensar como propietario. Eso lo aprendí de san Josemaría. Yo no puedo hacer una cosa por antojo, porque tengo que pagarla.
¿Qué retos implica construir una universidad? Un proyecto de arquitectura es la respuesta a unas preguntas que no debes afrontar solo desde el punto de vista estético sino desde el de la vida. Y, por lo tanto, lo que te importa es el juego de espacios, la relación entre ellos, sus proporciones.
¿Cuál es el edificio que más quebraderos de cabeza le trajo? No sabría decirlo. El que llevó menos tiempo fue la primera ampliación de la biblioteca. Se necesitaba rápido para instalar temporalmente la Facultad de Económicas. Alfonso Nieto, el rector, dijo: «A ver si conseguimos que esté para el curso
sores. Visitamos a todos los arquitectos de Pamplona y, de ese modo, fichamos a unos cuantos de prestigio, buenos de verdad, que lo hicieron muy bien, y así empezamos Arquitectura [en 1964].
siguiente». Y yo le dije: «¿Y por qué no este septiembre?». [Se ríe otra vez]. «¿Eso es posible?», me preguntó. Cuando empezamos el edificio estaban fabricando los cerramientos de fachada en un pabellón: a medida que las piezas llegaban las íbamos montando, y para eso tenías que tenerlo todo previsto. Alfonso Nieto no creía que terminásemos en fecha y se lo dijo así a Rafa Callejo [trabajaba en las obras del campus]. Rafa me lo contó e hicimos una apuesta: «Si acabamos a tiempo, llenas la mesa de mi habitación de latas de tabaco Dunhill, y, si no, te hago un cuadro así de grande [con sus manos describe un espacio amplio] de San Sebastián». Y acabamos a tiempo. Yo me dediqué a repartir Dunhill a todos mis amigos que fumaban pipa, pero claro, como uno es un señor, le pinté un cuadro de San Sebastián enorme de una ola rompiendo. Lo hicimos tan rápido porque hacía falta. Era la diferencia entre empezar un curso o no empezarlo: adelantar un año la puesta en marcha de Económicas. El edificio Central lo firma Fernando Delapuente, pero... verano 2020 Nuestro Tiempo —59
Campus Los de la maleta
Con Licinio de la Fuente, ministro de Trabajo, en 1973.
Viki González revisa uno de sus trabajos con Araujo en 1988.
Araujo recibe la visita del arquitecto Rafael de la Hoz en 1994.
Junto a san Josemaría en la ermita en 1968.
Lo firmamos Juan Lahuerta y yo, que coordinamos la obra; pero la dirección del proyecto fue de Fernando. Como arquitecto [sonríe], me parece que el Central no está bien proporcionado, especialmente por el tamaño de las torres; y la simetría es excesiva, algo propio de un ingeniero como era Delapuente. Él venía de vez en cuando desde Madrid... Una anécdota divertida de aquel ambiente. Fernando era muy guasón. Era la época en que construíamos la escalera de honor, la noble, por llamarla de algún modo. Estábamos viendo la curva del pasamanos y entonces él le dice muy serio al encargado de obra: «Sois unos bastorros; es que no tenéis ni idea. Fíjate en esta curva: la habéis hecho un milímetro más alta de lo que dije». Y, al siguiente viaje de Fernando, de acuerdo con el encargado, él y yo nos quedamos mirando un rincón de la piedra, y dijo Fernando: «Pero ¿qué os pasa?». Y le dijimos: «Mira, Fernando... ¡que en aquel ángulo nos hemos desviado medio milímetro!». [Ríe con fuerza]. Entonces Fernando nos decía: «Vosotros sois unos vascos eficaces, pero no tenéis ninguna sensibilidad». Nos tomaba el pelo. 60—Nuestro Tiempo verano 2020
«La Escuela de Arquitectura se hizo para formar buenos arquitectos, buenas personas y buenos cristianos». La frase es suya. ¿Cómo se puede entender que en una universidad uno se convierta en un buen cristiano? De lo que se trata es de formar personas que tengan un sentido de la vida y que hagan bien su trabajo. Es lo que decía san Josemaría, no me lo he inventado. La preocupación que yo tenía era que la gente fuera muy realista y nada idealista. Idear formas sí, pero en la vida hay que pisar tierra firme porque, si no, todo son caprichos. Y al echar la vista atrás a todos estos años, ¿le parece que valió la pena invertir todas esas horas en la Universidad? ¡Hombre, por supuesto! Es que no tengo la más mínima duda. Lo que siento es que algunas estén mal invertidas, que podríamos haberlo hecho muchísimo mejor. ¿Está orgulloso de sus edificios? Me gusta mucho la biblioteca y también
la fachada de la Clínica que da al Hospital de Navarra, la de la entrada de Urgencias. Pero los edificios y todo eso a mí no me importan lo más mínimo. Cuando te haces viejo te importan otras cosas. Pero, por otra parte, es verdad: nos ha tocado un trabajo que aparentemente queda muy lucidito. Pues bien, ahí está, que se quede. No todos los arquitectos lo ven así. Algunos son un poco especiales... Cada uno es como es. Juan Lahuerta me decía que si yo moría antes que él, a mi tumba llevaría lilas. Él estaba preocupado por la proporción y esas cosas. Y yo le respondía: «Pues yo a ti te cerraré el ataúd con juntas de dilatación». [Ríe con fuerza]. Luego no lo hice porque no estaba bien. Es que a Juan le gustaba ajustar mucho los cálculos. ¿De qué está más contento al cabo de los años? De la Escuela, de la gente. No de los edificios, sino de las personas. De lo que haya quedado en los alumnos y en los profesores... Uno nunca sabe. No quiero ponerme muy trascendente, pero Dios sabe más. Nt
PRIMERA ALUMNI CATEDRÁTICA
Pilar Sesma «Siempre he vibrado con todo lo que tiene que ver con la Universidad» las ideas preconcebidas que Pilar Sesma Egózcue tenía sobre la Universidad se evaporaron pronto. Hija y hermana de trabajadores en fábricas y talleres, la pequeña de siete en una familia con pocos recursos, del barrio pamplonés de San Pedro —en la otra orilla del Arga—, pensaba que la Universidad no tenía en cuenta al mundo obrero. Pero ya el primer día «se me fundieron los plomos», confiesa al tiempo que mira el retrato del causante de ese cambio: Álvaro del Amo, primer decano de Ciencias. ¿Qué pasó en esa primera clase? La asignatura la teníamos en el aula magna de Ciencias, entonces situada en el edificio de Los Castaños. Cabían 350 personas y estaba casi llena. Mis amigas y yo nos dimos cuenta enseguida de que el profesor sufría un asma muy fuerte, a lo que claramente no ayudaba el humo de la sala. Entonces se fumaba en todos los sitios y en las propias mesas había ceniceros, pero las colillas se amontonaban en el suelo desde las clases de la mañana. De repente, don Álvaro paró la clase y dijo: «Sería muy conveniente que no echaran las colillas al
Pilar Sesma Egózcue (Pamplona, 1950) comenzó Biología en 1967. A su primera clase llegó acompañada de ocho amigas del Instituto Príncipe de Viana y unos ciertos prejuicios. Más de cincuenta años después, la medalla de oro otorgada por el Gran Canciller tras su jubilación en 2015 acredita una vida de servicio a la Universidad —quince de ellos como decana de Ciencias—, a la que quiere como a una madre y donde ha sido y es muy feliz. texto Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] fotografía Manuel Castells [Com 87]
suelo, para no dar más trabajo del necesario a las señoras de la limpieza y facilitarles su labor. Ellas son tan Universidad de Navarra como ustedes y como yo». Entonces a las empleadas de la limpieza se las llamaba con nombres muy despectivos, y a mí, que justamente tenía una hermana que había trabajado limpiando en la Diputación, aquello se me quedó grabado a fuego. Unas semanas después, y por iniciativa del delegado, acordamos que nadie fumara en las clases de don Álvaro.
tra preparación para el examen de ingreso y mi madre se presentó en la puerta del Ayuntamiento con nuestras notas en la mano. El alcalde, entonces Miguel Javier Urmeneta, la escuchó y le aseguró que sus hijas podían contar con ayuda económica y que quería conocerlas. Yo tenía diez años y me daba una vergüenza terrible, pero, como decía mi madre: «Con la verdad se va a todas partes». Ahí nos plantamos y el alcalde nos regaló unas plumas estilográficas.
Fue la segunda de sus hermanos en hacer una carrera. ¿Por qué decidió estudiar en la Universidad? Que mi hermana Carmen y yo hayamos estudiado se lo debemos sobre todo a dos maestras de la escuela municipal: doña Carmen y doña Fermina. Se volcaban con las familias: organizaban actividades y además iban a visitarlas de casa en casa. Ellas convencieron a mi madre. Pero antes de la universidad estaba el instituto y para eso también necesitábamos becas.
¿Y para la Universidad? Yo había decidido estudiar aquí pero con una hermana ya en Enfermería y cuatro hermanos trabajando en Francia y mandando dinero a casa… El tema económico me preocupaba, así que vine, con mis notas de bachillerato, a hablar con Braulio San Juan, el entonces oficial mayor: «Tú tendrás beca. Y si en algún momento te faltara, la Universidad se haría cargo de tus estudios». Me lo dijo con tal firmeza que pensé: «¡Adelante!». Al final no fue necesario porque conseguí la del Ministerio, con la que también había estudiado mi hermana. Luego, durante el primer año de
¿Y las consiguieron? Las dos profesoras se encargaron de nues-
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la tesis, conté con la beca de la Asociación de Amigos. Los tres siguientes tuve la del Ministerio de Educación y Ciencia. Sus padres estarían orgullosos... Disfrutaron muchísimo nuestras graduaciones. Al poco tiempo, a mi madre le diagnosticaron un alzhéimer severo, que duró veinte años, y no pudo ser consciente de lo demás. Cuando en 1977 conseguí el número uno de toda España en las oposiciones de titular en Biología Celular, mi padre estaba orgullosísimo. Recorrió las tiendas y los bares del barrio contándoselo a los vecinos. Murió en 1981, de una parada cardiaca y, por dos años, no pudo ver cuando saqué la cátedra. Se convirtió en la catedrática universitaria más joven en su área, con treinta y tres años, y la primera alumna de la Universidad que obtenía una. ¿Cómo vivió esos logros? Jesús Vázquez, mi gran maestro, fue clave en la preparación de mis oposiciones. Puedes esforzarte mucho, tener unas dotes que no son mérito propio porque has nacido con ellas y te las ha dado Dios, pero 62—Nuestro Tiempo verano 2020
sin unos buenos maestros no llegas a ninguna parte. De él aprendí cómo trabajar en serio en el laboratorio, a escribir un artículo de investigación, a hacer una clase participativa… Y también cuáles eran las características de un buen decano. Usted ocupó ese cargo en la Facultad de Ciencias entre 1990 y 2005. ¿Qué cualidades se requieren para desempeñarlo bien? No concibo un decano que no sea muy rocero, quizá por las referencias que yo he tenido. Y eso no va con el carácter. Jesús Vázquez era muy serio. Yo también tenía fama de seria. Pero la cercanía con los alumnos no tiene mucho que ver con sonreír todo el tiempo, sino con que sepan que tu despacho está abierto para ellos. Don Álvaro del Amo también nos conocía a todos y daba unas clases impresionantes. Él y Jesús Vázquez solían ir con los alumnos al monte y les explicaban allí botánica, geología… Cuando comencé en ese puesto pensé que algo tendría que dejar, pero que la docencia con los alumnos de mi Facultad no se tocaba. No puedo imaginar un decano que no dé clase.
En esa época coincidió con don Francisco Ponz. Sí, él era entonces vicerrector. Cuando iba a hablar con él, siempre me lo encontraba estudiando, y a mí me impresionaba ver que una persona tan sabia, que daba unas clases magistrales, no se relajaba en este sentido. Pero, aunque estuviera concentrado en el estudio, dejaba todo para atenderte. Otro aspecto que resaltaría de don Francisco es algo que le he escuchado muchas veces a la profesora Ana Barber [Bio 70 PhD 74], una de sus discípulas: «No recuerdo nunca haberle oído hablar mal de nadie». Tras quince años en el decanato, trabajó de adjunta a Concepción Naval en el vicerrectorado de Profesorado. ¿Qué retos afrontó en ese tiempo? Más que un reto personal era algo de toda la Universidad, porque teníamos que elaborar la nueva normativa con la llegada de Bolonia y el sistema de acreditaciones del profesorado. Luego, gracias a esa experiencia, cuando volví a la Facultad, pude ayudar a los docentes que solicitaban la certificación de la ANECA. Creo que
Con compañeros, entre ellos Francisco Ponz y Jesús Vázquez.
Pilar saluda a don Javier Echevarría, entonces Gran Canciller.
Clases a un grupo de profesores de BUP y COU en 1981.
Pilar recibió la Medalla de Oro de la Universidad en 2016.
en total he orientado a más de ciento cincuenta personas, revisando sus papeles y aconsejándoles con lo que aprendí en el vicerrectorado. Se jubiló en 2015, después de 43 años de docencia, y muchos no se esperaban que fuera a hacerlo tan pronto. Yo estaba encantada con los alumnos, el asesoramiento… pero pensé que era hora de centrarme más en la familia. Por otra parte, ya había mucha gente formada y muy capaz en el departamento, y cualquiera podía dar una clase mejor que yo. Desde entonces me he dedicado sobre todo a cuidar de los enfermos de mi numerosa familia. Los hermanos mayores siempre nos han apoyado mucho a las dos pequeñas y es de justicia. ¿Ha seguido en contacto con la Universidad? La vivo como si estuviera aún en ella. Mi casa está a seis minutos de la Facultad y suelo encontrarme por la calle con antiguos compañeros, amigos y alumnos del campus. Procuro acudir a las reuniones
a las que me invitan y leo cada semana Unclic [boletín de comunicación interna de los empleados]: me tomo mi tiempo para verlo a fondo y es un gustazo. Y, aunque por motivos familiares no he podido asistir a las últimas aperturas de curso, sigo el pulso de la Universidad. ¿Qué significó la Medalla de Oro que le concedieron en 2016? No me la esperaba y me emocioné mucho. Sobre todo cuando veía a quienes habían recibido la medalla antes que yo: Francisco Ponz, don Ismael..., gente con muchísimos méritos. ¿Qué etapa ha sido la más feliz para usted? He sido felicísima desde el principio. Y
«Puedes esforzarte mucho, tener unas dotes que no son mérito propio, pero sin unos buenos maestros no llegas a ninguna parte»
sigo siéndolo. Aquí he trabajado siempre tan a gusto… He vibrado con todo lo de la Universidad. Allá donde esté, si oigo «Universidad de Navarra», se me activa la antena. La he querido, la quiero y hasta que Dios me dé vida y después en el cielo también la querré con toda mi alma y mi cuerpo. Es como una segunda madre para mí. ¿Cuáles son sus sueños para la Universidad? San Josemaría solía decir «Soñad y os quedaréis cortos» y yo eso lo he visto hecho realidad una y mil veces. Cuando llegué, del campus de arriba solamente estaban el edificio de Investigación y Los Castaños, y la primera fase de la Clínica. Y mira ahora… Lo que sí me gustaría que se mantuviera siempre es el espíritu de la Universidad, aunque eso está asegurado porque tenemos muchos protectores en el cielo. Y cuando haya algo que rectificar, se hará. Le escuché muchas veces al entonces rector Bastero decir que «el sello de calidad de la Universidad es la unidad» y creo que con eso como base puedes soñar lo que quieras. Nt
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Un médico de la Clínica en Pamplona; un investigador del Cima que produjo alcogel cuando hacía más falta; un alumno que se quedó sin graduación; un sacerdote que bendijo a los que morían solos; una enfermera que sonreía con los ojos; un rector que tomó decisiones difíciles sin perder la calma; un estudiante de Medicina que se convirtió en la autoridad sanitaria de una residencia de ancianos; un empresario que montó una consultoría gratuita para salvar pequeños negocios; un antiguo empleado de la Universidad a quien el virus le arrebató a su mujer; un profesor que vivió parte del confinamiento en Perú; una empleada del servicio de Calidad e Innovación que pasó noches en vela para preparar en un fin de semana a la Universidad para dar clases online; un matrimonio de antiguos alumnos con los que el bicho se cebó. Son doce vidas de las más de 200 000 que forman la Universidad de Navarra. Con ellas asomamos la cabeza a los insomnios y las alegrías, los corazones rotos y los deberes hechos, las lágrimas y la serenidad con las que cada una y cada uno ha vivido estos meses que han marcado a fuego la historia del siglo xxi. Sirvan estas páginas como homenaje. 64—Nuestro Tiempo verano 2020
El bingo es el deporte nacional de nuestros mayores. En la residencia privada donde se presentó Nico Amich [Med 22] de voluntario lo sabían. El ritual era sencillo. Nico se ponía al final del pasillo con el bombo, los ancianos aguardaban en sus habitaciones con las puertas abiertas, y la función empezaba. Para que nadie se texto Bea Jiménez Nácher [His perdiera, subía y bajaba las escaleras Com 20] foto Nico Amich [Med 22] cantando los números a pleno pulmón. Nunca se imaginó ejercer de médico en cuarto de carrera. Y mucho menos tener que correr gritando cifras al azar en un asilo afectado por covid-19 en Barcelona. Pero jugar al bingo hacía que ese centro volviese a ser un hogar y no un pretendido hospital sin recursos. Viajó desde Pamplona al enterarse de la falta de personal. Llegó el 15 de marzo por la noche, y desde entonces sus días se convirtieron en jornadas continuas sin apenas descanso. «Horario como tal no tenía. Era el tiempo que pudieras dar», dice. Un tiempo de exposición al virus que había reducido la plantilla sanitaria en el peor momento. Solo quedaban una enfermera, una doctora a tiempo parcial, una veintena de auxiliares y él. Así que se convirtió en la única autoridad médica permanente: la única referencia para más de cien personas. Empezaron poniendo pegatinas en las puertas para marcar los posibles casos de coronavirus. A partir de ahí «había que hacer lo que se pudiera con lo que se tuviera», explica. No era posible derivar enfermos por la falta de camas en los hospitales. Así que puso en práctica lo aprendido en la Universidad, auscultando a los pacientes, desentrañando los síntomas comunes de la neumonía y aplicando el tratamiento pautado. Como la situación cambiaba diariamente, por la noche se informaba de los últimos avances sobre el virus. Además intentaba —sin mucho éxito— estudiar para los exámenes finales. En medio de esa incertidumbre lo peor era lidiar con la frustración. El protocolo no preveía la falta de bombonas de oxígeno, tener solamente cuatro trajes sanitarios o no poder examinar en una radiografía los pulmones de un enfermo. Atado de manos, solo le quedaba medicar con corticoides, jugar al bingo y no fallar en la cercanía. Después de las semanas más críticas, Nico explica que ha aprendido tres cosas esenciales. La primera, el valor de acompañar: «Lo que se trata no es una enfermedad, es un paciente». Intentaba convertir las rondas médicas en visitas agradables, porque «muchos se preocupaban por si les llegaba una mala noticia». Así, con el tiempo, el anciano de la 310 acabó siendo Joaquín. Y Joaquín empezó a esperarle. Como también otros tantos, que, entusiasmados, le comunicaban el nacimiento de un nieto o la sorpresa de un regalo recibido. En segundo lugar, la importancia de comunicar. «Cara a las familias y a los pacientes, era clave que supieran lo que ocurría en cada momento» para que ninguna situación les pillara por sorpresa. Por último, que en la batalla contra el coronavirus era necesario aferrarse a las victorias antes que a las derrotas. Cuando alguien se recuperaba, era el momento de la ovación. Los aplausos daban paso a una euforia momentánea que, como el bingo, reconquistaba un hogar. Nico descubrió su vocación a los dieciséis años. Le cogieron en un programa estadounidense para investigar la mejora del sistema inmunológico contra el cáncer. Le entusiasmó, pero se dio cuenta de que quería ver el impacto de esos resultados en las personas. Esa aspiración le ha llevado a entregar esos minutos de más en cientos de habitaciones y, en definitiva, consagrarse como médico antes de serlo. Bingo. b Nota: Joaquín es un nombre ficticio para preservar su identidad.
texto Salomea Slobodian [Com Fia 19] foto Manuel Castells [Com 87]
El doctor Antonio Pineda-Lucena vio la fragilidad humana y no volvió la espalda. Sus horarios como director del Programa de Terapias Moleculares del Cima Universidad de Navarra no se alteraron durante el confinamiento; su ingenio no se nubló por la crisis sanitaria. Todos los días Antonio acudía al laboratorio 208, un espacio soterrado en el estrés y la incertidumbre que la crisis del coronavirus supuso para su personal. «Teníamos verano 2020
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compañeros de Madrid o Córdoba que sufrían por no poder acercarse a sus familias, cuidar de sus padres ya mayores y brindarles seguridad en medio del desasosiego», describe. A pesar de todo, el equipo de Antonio se organizó para afrontar la pandemia con dedicación y creatividad. Por un lado, su equipo participó en el desarrollo de un test diagnóstico del covid-19; por otro, desplegó la elaboración propia del gel hidroalcohólico «San Fermín 208». «La iniciativa surgió por la escasez del gel en el Cima», relata Antonio. Enseguida se dio cuenta de la posibilidad de ayudar a más personas, ya que contaba con los recursos y la capacidad necesarios para producirlo a gran escala. Los números se volvieron elocuentes: más de 350 litros del gel desinfectante en los dos primeros meses de producción. Un 90 por ciento se repartió entre los veinticinco centros navarros que cuidaban de los grupos sociales más vulnerables: Cáritas, residencias de ancianos, asociaciones de voluntarios e incluso algunos colegios y parroquias. Como quienes pasan cubos de agua de uno a otro, formando una fila que llega hacia la casa en llamas y apagan el fuego, así varios colectivos navarros se movilizaron para apoyar la iniciativa solidaria. Miguel Castiella donó un palé de las botellas que produce su empresa, Berry Superfos, para envasar el gel; Carlos Embid las etiquetó en el propio Cima; Paula Salvador organizó su reparto por medio de Tantaka y, de este modo, la Policía Foral llevó la primera caja de gel a la residencia pamplonesa Amavir Oblatas. La pandemia ha ensanchado corazones. Antonio confiesa haberse dado cuenta, a raíz de la crisis, de que las personas no podemos aislarnos de los demás, escondernos en nuestra pequeña zona controlada, «sino que debemos salir al encuentro del otro, conmovidos por su dolor». A veces, durante un descanso, Antonio introduce dos dedos en el bolsillo de la bata y desenvuelve un caramelo: cinco gramos de «gracias» de aquellos cinco kilos que su equipo recibió de la Asociación de Voluntarios Olímpicos de Navarra. Estos voluntarios desinfectaron coches de policía y protección civil con gel del laboratorio 208. «Vinieron al Cima en una furgo y nos entregaron el regalo con un vídeo. Fue emocionante», recuerda. «Nunca hemos buscado el agradecimiento, pero es hermoso saber que, a través de tu labor profesional, has acompañado al otro en su sufrimiento y lo has aliviado un poco». b
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José Luis llegó hasta donde pudo. Dejó a Maricarmen en la puerta de Urgencias de la Clínica en manos del personal sanitario. A partir de allí, no estaba permitido el paso a los acompañantes. Su esposa presentaba insuficiencia respiratoria y fiebre pero él no pensó que podía ser la última vez que la viera. Ingresó en la uci y la intubaron a las pocas horas. Esto ocurrió el 20 de marzo, en las semanas iniciales y más duras de la pandemia. Los análisis confirmaron que Maricarmen tenía covid-19. Durante los días posteriores, la familia abrigaba la esperanza de que la estabilidad de las primeras jornadas implicara una mejora dentro de la gravedad; sin embargo, en la madrugada del 26, la situación empeoró y hacía prever un desenlace inmediato. Avisada la familia, fue Ana, la hija mayor, enfermera en la Clínica, la única que pasó un momento para manifestar a su madre el cariño de todos y la gratitud por los cuidados de toda su vida. Maricarmen abrió los ojos, la reconoció y pudo escuchar a través del móvil de Ana la voz de José Luis, que, esta vez sí, se despedía de ella. Maricarmen Landa falleció el 26 de marzo con 72 años. Conoció a José Luis Gracia cuando ambos eran adolescentes en Pamplona. Se casó con 21 —él con 25— y se embarcaron en una vida matrimonial muy fecunda, con cinco hijos y tres embarazos que no llegaron a término. José Luis resume con sencillez los 57 años junto a su esposa: «Hemos sido muy felices siempre, aunque ha habido grandes dificultades, de todo tipo: económicas, de salud…». Precisamente las varias dolencias sufridas por Maricarmen han preocupado con frecuencia a sus parientes en las últimas décadas. A pesar de todo, ha sido, según su marido, el pilar fundamental de su hogar. «¿Quién ha sacado adelante nuestra familia? ¡Ella!». José Luis, que trabajó en la Asociación de Amigos de la Universidad (ADA) desde 1968 hasta 2009 —¡41 años, ahí es nada!— ha tenido largas temporadas de viajes, muchas veces de lunes a viernes. Tras su jubilación, su esposa procuró organizar planes para visitar lugares que les ilusionaban a ambos, como Londres, París o Roma, ciudades que no habían podido conocer por la intensa tarea profesional de él.
texto Miguel Ángel Iriarte [Com 97 PhD 16] foto Familia Gracia
texto Blanca Rodríguez
Gómez-Guillamón [His Com 15] foto Rubén Calvo
Ella sabe que está asustado, por eso le anima con una sonrisa. La boca, por supuesto, no se ve, pero se intuye. Carmen Molina viste un equipo de protección individual verde, tres pares de guantes sellados con esparadrapo, una mascarilla, gafas, una pantalla y un gorro. Solo le asoman los ojos. Es enfermera en la Clínica Universidad de Navarra de Madrid y, durante la pandemia, pertenece a la Unidad de Soporte y Control de Síntomas, del servicio de Medicina Paliativa, creada específicamente para atender a los pacientes más frágiles.
—Buenos días. ¿Cómo ha pasado la noche? Se acerca al paciente infectado por covid-19, prepara los medicamentos y le toma la saturación del oxígeno, la temperatura y la tensión. El enfermo está cansado y apenas puede hablar. Respira rápido, siente que le falta el aire. Ha apagado la televisión porque prefiere no ver las noticias; él es una de esas miles de personas contagiadas que no saben si van a sobrevivir. El hombre extiende la mano y cuando Carmen se la estrecha, su mirada se desborda. «Te sonreía con los ojos de tal manera que no podías soltarle —recuerda—. Transmitía fuerza, miedo, y sin hablar te decía “Estoy aquí, por favor, no me dejes”». Y no le dejaba. Carmen se turnaba con otras enfermeras para acompañar a los pacientes tantas veces como hiciera falta. «El gran reto ha sido humanizar el cuidado y mostrarles que eran importantes; que, aunque el mundo de fuera se cayese, nosotras estábamos ahí con ellos», explica.
La despedida familiar en el cementerio fue necesariamente sobria. Pudieron asistir su marido, sus cinco hijos y una nieta. Mientras la enterraban, rezaron el rosario. Al terminar, José Luis dijo: «Creo que lo primero que Dios ha hecho con vuestra madre al llegar al cielo es presentarle a los tres hijos que no ha conocido». El ambiente reflejaba una aceptación serena de la voluntad de Dios. Todos los presentes eran conscientes de que Maricarmen se encontraba preparada para ese paso apoyada en su visión cristiana de la vida y, en particular, tras haber recibido la unción de los enfermos durante sus días de ingreso. Cuando parecía que la pérdida de Maricarmen, llevada con entereza por sus personas queridas, era el final de
Humanizar era estar en los detalles y adelantarse a lo que quizá no se atrevían a pedir: una videollamada con la hija, con el marido, asistencia espiritual… «Trataba de saber qué le importaba a cada paciente y de qué modo podía cuidarle mejor», apunta Carmen. La Clínica fue uno de los primeros hospitales de Madrid que habilitó una zona en la UCI para que las familias se despidiesen de los pacientes críticos. Carmen acompañaba a los visitantes antes y después del adiós: «Facilitar ese reencuentro final ayuda al paciente, a la familia y a los profesionales, porque permite expresar
ese sufrimiento, José Luis comenzó a experimentar tos, algo de fiebre… Le diagnosticaron el covid-19 y, aunque no tuvo una evolución aguda de la enfermedad, permaneció varios días ingresado en la Clínica. Ahora, ya en casa, se encuentra tranquilo, rehaciéndose y disfrutando de algunas visitas. José Luis no ha perdido su buen aspecto y su vitalidad, aunque se da cuenta de que pueden llegar momentos bajos, con emociones de efecto retardado. Se siente arropado por su familia e ilusionado por ver crecer a sus veintidós nietos, que le «dan la vida». Además, estas semanas ha respondido centenares de mensajes y llamadas de personas conocidas por su trabajo en ADA, con los que mantiene una amistad profunda. Está impresionado y agradece el cariño recibido y, a otro nivel, los años junto a su mujer. En una conversación reciente encontró un modo de explicar en pocas palabras cómo era su esposa: «El otro día me dijo un amigo que, en una entrevista en La Vanguardia, Leopoldo Abadía dio un consejo: “Si quieres ser feliz, haz felices a los demás”. Yo inmediatamente pensé: ¡Como Maricarmen!». b
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las emociones. Cuando los recibía, les contaba lo que se iban a encontrar y, al terminar, ellos me explicaban cómo lo estaban viviendo». Al salir de la habitación, Carmen Molina se lava con alcogel, tira el tercer guante y se enfunda un par nuevo. Luego vuelve a presionar el dispensador y camina hacia la siguiente puerta. En el pasillo el sonido de los soportes respiratorios, que se asemeja al de una cafetera, interrumpe el silencio. Se palpa la tensión. Sobre las paredes, dibujos y cartas de agradecimiento. Está cansada, pero, aunque solo se le ven los ojos, no pierde la sonrisa: «Cuando te pones delante del paciente y lo miras, comprendes que lo primero no eres tú». b
texto Ana Eva Fraile [Com 99] foto Editora Perú
la historia de Javier Azanza no empieza la tarde del 13 de marzo, cuando el Gobierno anunció el estado de alarma. Su odisea arranca dos días antes, cuando a las trece horas se subió a aquel avión rumbo a Lima. Durante el vuelo, el país en el que estaba a punto de aterrizar restringió la entrada de pasajeros procedentes de España. En su asiento, Javier ojeaba la prensa: el 11 de marzo Perú confirmó trece casos de coronavirus y no registró ningún fallecido. Cuando llegaron al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez pasaron un control sanitario. A Javier, el segundo en la fila, le apuntaron con una pistola térmica. En aquel momento le llamó la atención la presencia de tantos reporteros. No sabía entonces que su vuelo
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era uno de los últimos que cruzó esa frontera. Sin embargo, al finalizar el control de aduana aterrizó de emergencia en la realidad: «Bienvenido a Lima. Sepa que tiene que quedar en cuarentena durante catorce días en una habitación de hotel». Javier Azanza [His 91 Phd 96] es profesor de Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras. A finales de febrero le propusieron impartir en la Universidad de Piura unas sesiones en el curso de doctorado que dirige Enrique Banús, antiguo profesor del campus de Pamplona. Cuando, recién llegado, Javier encendió su móvil, tenía varias llamadas de sus anfitriones: iban a hacer lo imposible para que regresara a España. Durante cuatro días lo único que Javier vio fue «un trocito del cielo limeño» porque su habitación tenía una pequeña terraza de paredes altas. Interiormente se preparó para dos semanas de encierro. En sus cálculos, el bajón podría llegar a partir del octavo día. Pendiente de cualquier síntoma de covid, daba su parte médico a la gerencia del hotel a primera hora de la mañana y a última de la tarde. Conversó con su familia, amigos, autoridades académicas, colegas y alumnos a ambos extremos del océano. Entonces sonó el teléfono de nuevo: podría abandonar el país el sábado, día 14, a las once de la noche. Se presentó en el aeropuerto con tres horas de antelación, pero su avión ya había despegado, sin previo aviso. «Fue un momento crítico —recuerda—. Todo el mundo quería salir de Perú, cada vez quedaban menos vuelos y las compañías no daban ninguna explicación. La terminal se convirtió en una ratonera; hubo disturbios y detenciones». Afortunadamente, el profesor consiguió una vía de escape haciendo escala en São Paulo. Voló sin certezas. Confiaba en encontrar allí un avión con destino a Madrid. Tras medio día de espera, Iberia le confirmó su regreso. Javier pisó suelo español el lunes 16, según lo previsto en su plan inicial, y le impactó ver a todos
los funcionarios con máscaras antigás: «Tuve la sensación de guerra bacteriológica, de película de ciencia ficción». Nunca olvidará la imagen «fantasmagórica» de una T4 absolutamente desierta. «El apocalipsis será así», pensó. Ciento veinte horas antes, la T4 bullía. Ese contraste tan fuerte le hizo tomar conciencia de que «se avecinaba algo que marcaría un antes y un después». Sintió miedo pero, mientras recorría en soledad la terminal, empezó a recuperar la calma: «Sea lo que sea lo que viene ahora lo podré pasar en el lugar en el que quiero estar: junto a mi familia». Cuando abrazó a su mujer y a sus dos hijos de nuevo agradeció a Dios «este pequeño milagro». «Te das cuenta de que en esta vida, incluso encerrado en la habitación de un hotel, no estás solo. Hay muchas personas pendientes de ti, dándote fuerzas para que todo salga bien», reconoce. Después de haber recorrido miles de kilómetros y estar a punto de quedarse atrapado en Perú, acabó impartiendo el curso de doctorado desde el salón de su casa. b
texto José Lacarra [LEC 21] foto Ingrid Ribas [Com 12]
Otro lunes o miércoles o sábado del estado de alarma, Albert Vidal, estudiante del último curso del grado en Relaciones Internacionales, recibe un correo en el que le piden que explique su experiencia durante el confinamiento. Ha pasado de su año académico en Hong Kong, durante la época de las protestas, a quedarse encerrado en casa, ¿qué se siente? Al día siguiente, en una llamada telefónica, relata la sensación emocionante de haberse visto envuelto entre banderas, láseres e himnos; de escuchar algunas noches la voz de un joven que se alzaba gritando el comienzo de un eslogan, y cómo miles de balcones rugían la respuesta una y otra vez; habla también de las pintadas en los suelos, de los carteles en las paredes, de los estudiantes con pasamontañas y máscaras antigás. Cuenta cómo las manifestaciones alcanzaron la Chinese University of Hong Kong. Los alumnos se atrincheraron en el campus y el centro tuvo que suspender las clases a solo tres semanas de que finalizasen. La mayoría de las embajadas —la española no— evacuaron a los extranjeros de intercambio ante la creciente intensidad de las protestas. Albert terminó online las asignaturas. Dos meses más tarde, de vuelta en España, se cancelaron las clases presenciales en la Universidad por el coronavirus —«¡Qué graciosa coincidencia!», señala Albert—. Pero esta segunda experiencia de estudio a distancia no ha sido igual. Ahora está en su casa de Sant Just Desvern (Barcelona), con su hermano y sus padres. Después de cuatro años fuera —en Pamplona, durante el curso, o en Nueva York y Jordania, en los veranos— la vida hogareña ha conllevado un desafío. Aunque la intensidad de su ritmo haya bajado considerablemente y no tenga tanta libertad de movimientos ni de horarios; y a pesar de que ya no sea decano de un piso de estudiantes, ni esté colaborando como voluntario en el Bronx, ni aprendiendo árabe en el Qasid Arabic Institute en Amman, ni gozando de la mezcla entre naturaleza y metrópolis de Hong Kong, Albert no ha dejado de formarse humana y profesionalmente. Ha continuado con el estudio, con su investigación a distancia sobre las cuestiones que el profesor Micha’el Tanchum le va proponiendo, como las dinámicas diplomáticas entre Irán vs. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes; ha organizado también clubs de lectura, ha mantenido el contacto con sus amigos y ha aprovechado para hacer planes en familia. Ahora que ha terminado su etapa universitaria la crisis del covid-19 le ha obligado a reorientar su futuro. Antes de cursar un máster en Estados Unidos, pensaba buscar trabajo en Oriente Medio. Su intención era probar en el ámbito empresarial y en el de investigación para ver qué le atraía más. No obstante, la situación actual no le permite traspasar fronteras, por lo que continuará su investigación online con Micha’el Tanchum desde casa. Con independencia de que los planes de la promoción corona se cumplan o se transformen, una cosa es segura: necesitaremos gente normal, como Albert, hombres y mujeres cultivados humanamente con el estudio y las buenas conversaciones con amigos. b verano 2020
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texto Blanca Basanta [Com 20] foto Cedida
La vida no era tan sencilla aquella tarde de sábado. María José [Enf 91] se presentó con su dolor en forma de sonrisa valiente. Aunque llevaba puesta la mascarilla, se intuía por sus ojos. Era una de esas sonrisas con las que se dice «No tengo nada que ofrecer, pero estoy aquí», porque ella es de esa clase de personas que todo lo hacen para darse a los demás. Como cuando en marzo empezaron a llegar pacientes con síntomas respiratorios al centro de salud donde trabaja y se acercó a aquel hombre, confuso y con miedo por si tenía el covid. María José se sentó a su lado y le sostuvo las manos. «Mírame a los ojos —le dijo—. Yo me quedo contigo hasta que venga una ambulancia para llevarte al hospital». A María José la acompañaba su marido, Pep. Se conocen desde los quince. Terminaron la carrera, se casaron y se fueron cinco años a la Amazonía para mejorar las condiciones sanitarias de veintiuna comunidades indígenas. La historia de uno es la historia del otro. El dolor de María José estos días también es el de su marido. Él es médico y ella enfermera. Los dos viven con la misma firme vocación de servicio con la que iniciaron sus estudios en la Universidad. Estar con ellos es como presenciar un partido de tenis amistoso donde los puntos suben al mismo lado del marcador. Aquel sábado, Pep hablaba cuando María José buscaba en su mirada las palabras para seguir. El 15 de marzo ella empezó a tener tos, aunque el test que le hicieron dio negativo. Atendía a los pacientes, desinfectaba las zonas de trabajo, llegaba tarde a casa y aún se pregunta si podía haber hecho algo más. Su hija
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María [Med 13] regresó de Colombia, donde trabajaba en un proyecto de cooperación, para incorporarse a un hospital navarro. Le dijo a su madre: «Recuerda que por edad eres grupo de riesgo». Pero María José, olvidando su propio miedo, no dejaba de ir hasta las casas de sus pacientes para asistirles desde el umbral de la puerta. Su hijo Toni [Med 11] volvió de Londres para ocuparse de su abuelo afectado por covid-19. Había mostrado síntomas a mediados de marzo, le pusieron oxígeno domiciliario y estuvo cinco días con cuidados paliativos y tratamiento. No lo ingresaron en ningún hospital. Durante esos días sí que hospitalizaron a la madre de María José, también por coronavirus. Además, el 27 de marzo falleció una tía de ella, y una hermana suya también se contagió y estuvo en el hospital. En casa, a diario, Pep auscultaba a María José, le medía la temperatura y ella tomaba paracetamol. A finales de mes el malestar se acentuó, aparecieron la fiebre y la insuficiencia respiratoria. El 2 de abril tuvo que ir a urgencias ella. «Vi cómo la vida pasaba como una película delante de mis ojos», evoca. El 5 de abril falleció su padre. A los doce días a ella le dieron el alta y llegó el verdadero dolor, el que se carga en el corazón. Aquel sábado los ojos de María José permanecieron largo tiempo en alguna otra parte, con sus recuerdos aún sin reposar, porque al volver a casa la vida se había derrumbado sin previo aviso. Le hieren las despedidas que no hubo: «No estoy enfadada con el mundo, pero no sé si mi historia va a sumar o a quitar algo a lo que ha sucedido». b
Termina de cenar con su familia, les da un beso a sus tres hijos de 5, 7 y 15 años y se sienta, solo, ante el ordenador. Entra a la videollamada y empieza la reunión. Son las once de la noche de un jueves. Ha sido un día duro de trabajo, pero Iñaki González [MBA 14], director de Operaciones en una multinacional de sistemas hidráulicos, saca horas de donde no las hay. Todo para colaborar y poner su granito de arena en la crisis del covid-19: «Lo fácil es criticar al Gobierno y a todo el mundo, pero en estos momentos lo que hay que hacer es aportar y sumar». Junto a los veinticinco compañeros con los que compartió aula en el IESE hace seis años, ha creado SOS4Pymes, una plataforma que presta asesoramiento gratuito a las pequeñas empresas para ayudarlas a superar los problemas económicos provocados por la pandemia: «Pensábamos que la peluquería, la panadería o el bar no se podían permitir el lujo de pagar este servicio. Ante todo, queríamos apoyar al negocio a pie de calle porque es el que verdaderamente lo está pasando mal». Muchísimos autónomos tuvieron que frenar en seco por culpa del coronavirus —la Asociación de Trabajadores Autónomos calcula que en 2020 cerrarán hasta 300 000 negocios unipersonales— y se quedaron sin ingresos de un día para otro. Buena parte de ellos no sabían cómo gestionar su empresa en una situación tan complicada e incierta. «Tienes familia, conocidos, compras el pan debajo de casa… Resulta fá-
cil empatizar con ellos porque detrás de cada empresa hay personas», explica Iñaki. A principios de marzo, cuando el material sanitario escaseaba, este donostiarra de cuarenta años consiguió traer una gran cantidad a España: «Por mi trabajo, viajo mucho a China y tengo contacto con proveedores, así que no me fue difícil hacerme en poco tiempo con 25 000 mascarillas para consumo propio de mi empresa y para la sanidad pública vasca». Después de este logro, pusieron en marcha SOS4Pymes. La iniciativa nació a partir de una tormenta de ideas en el grupo de WhatsApp de la promoción: «Alguien dijo: “Oye, ¿por qué no montamos algo grande para ayudar más?”». El éxito de la plataforma se basa en el altruismo y la generosidad de decenas de voluntarios: trabajadores de banca, profesionales de fondos de inversión, abogados… En unos pocos días, empezaron a prestar servicio a negocios de todo tipo, desde Creaciones Demar, una pequeña mercería en Logroño, hasta Bugaraje, un taller de coches en Boadilla del Monte, en Madrid. Durante cuatro meses, Iñaki ha dedicado horas y horas a captar colaboradores y asesores para el proyecto: «Es muy gratificante cuando recibes el feedback de alguna de estas micropymes dándote las gracias. Por ejemplo, un empresario de Astorga nos ha invitado a una comida cuando pase todo». Su mayor ilusión es que SOS4Pymes siga creciendo y llegue a más gente
texto Eva Baroja [Filg Com 19] foto Justy García Koch
con dificultades económicas. Además de esta iniciativa, que le ha traído muchas satisfacciones, reconoce que, a nivel personal, los meses de confinamiento han tenido una parte muy positiva porque, por primera vez en mucho tiempo, ha podido cenar todos los días en casa con sus hijos y su mujer: «Bastante gente se quejaba de no poder salir, pero en lugar de lamentarte hay que pensar en lo que has ganado». Seguro que esto es lo que piensan muchas de las familias que precisamente han ganado en tranquilidad y para las que Iñaki y sus compañeros han sido un faro, lleno de luz, que las ha guiado en medio de la oscuridad de la pandemia. b
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texto María Acebal Fuente [Com 19] foto Manuel Castells [Com 87]
Reunión del departamento al inicio de la jornada para hacer repaso de la situación actual de los pacientes ingresados por covid-19. Una mañana de tantas otras que la pandemia ha llenado de novedades y transformaciones, de un poco más de esfuerzo y de bastante más dolor. «Una enfermedad que lo ha cambiado todo», según explica Francisco Carmona de la Torre. Él es uno de los más de 2 500 profesionales de la Clínica a los que esta pandemia les ha afectado de manera muy directa. Además, su especialidad en Medicina Interna —en concreto en el estudio de las enfermedades infecciosas— le ha situado, desde el comienzo, en primera línea de batalla.
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El coronavirus era algo para lo que nada les había preparado: ni la carrera, ni la vida laboral, ni ningún congreso. Y desató un verdadero terremoto. Se desdibujaban las agendas de trabajo; Francisco apenas salía del hospital salvo para dormir y, en vez de relojes, las horas las marcaban los cambios de guardia. En el epicentro de la vorágine «no había tiempo ni para pensar». Francisco y sus compañeros se enfrentaban al virus a partir de las experiencias de la sede de Madrid y con el apoyo del equipo: «Ya no importaba si eras de infecciosas, digestivo, interna, oncología…». Después de la pandemia, «eres más consciente de que solo no se llega a ningún sitio: todos luchábamos en lo mismo». La Clínica se partió en dos. Por un lado, el circuito covid; por el otro, el resto de pacientes. Francisco se quedó en el lado contagioso y tuvo que dejar a quienes trataba habitualmente para dedicarse a los afectados por el virus. «Además de atender la patología, hemos procurado consolar al enfermo y a su familia», a la que llamaban a diario para informar de la evolución. «En los días más duros había compañeros que solo se ocupaban del teléfono y, cuando disminuyó el número de contagios, cada uno pudo empezar a contactar a los seres queridos de sus pacientes», añade. Ante los fallecimientos, Francisco «desearía haber hecho más, pero no teníamos toda la información necesaria, nadie la tenía». A eso se suman otras situaciones complicadas, como «ese miedo con el que hay que convivir» de contagiar a la propia familia. Al inicio de la pandemia, Francisco acogió en su casa a su padre y a su madre, a la que le acababan de diagnosticar un cáncer. «Lo más difícil es mantener la distancia social con ellos: llegar y dejar en una caja todo lo que llevas, dormir aparte, utilizar otro baño, comer separado...». En los pocos momentos que le quedaron libres, aprovechó para charlar en familia tranquilamente o ver una película. Tras el pico de la pandemia, cuando «lo excepcional acaba volviéndose normal», Francisco siente «un poco de indignación». «Salgo a la calle y veo que se relajan las medidas: grupos de personas sin distanciamiento social, sin mascarilla, como si todo lo que hemos sufrido se nos hubiera olvidado. ¿Y si estamos ante la calma que precede a la tormenta?», se pregunta. b
texto Teo Peñarroja [Fia Com 19] foto Manuel Castells [Com 87]
Sus pasos le responden con el eco del mármol. Le fastidia, porque es un hombre sociable, no poder saludar a nadie hoy en la primera planta del Central, porque es el único. Vino todos los días del confinamiento. Entra en su despacho, que de ordenado que está parece que no se usa. Alfonso Sánchez-Tabernero [Com 84] toma cinco folios en sucio. Escribe a vuelapluma las ideas que dirá a los antiguos alumnos con los que va a encontrarse por videoconferencia. Primera clave: prioridades. 1. Salud, 2. Proteger los puestos de trabajo, 3. Hacer bien nuestra tarea: docencia, investigación, asistencia sanitaria. Que los estudiantes nos pongan un diez, 4. Buscar soluciones solidarias. Segunda clave: información frecuente, precisa, coherente y empática. Rasga los papeles que sobran, apaga la luz y cierra la puerta. Anda cuatro pasos y da marcha atrás: va a dejar el teléfono para que no le suene durante la conversación.
El Faustino está vacío de la algarabía del curso, pero lleno de cables y alargadores, dos focos, una mesa de mezclas y un portátil frente a la silla donde se sienta. Una técnico le indica que mejor se enganche el micro en la camisa. El director de Alumni le cuenta el esquema de la sesión. Inés García Paine [Com 93], presidenta de Alumni, lo ha ensayado en su casa de Madrid veinte veces. La llaman por teléfono y el rector le dice que hay que dinamitar el guion. «Dejemos que la creatividad fluya un poco —termina Alfonso—. ¡A disfrutar!». Cuando comienza la charla, al rector le incomoda no ver a los 1 200 antiguos alumnos inscritos. Balancea casi imperceptiblemente la silla sobre las patas traseras. La conexión con los ojos, piensa, es una experiencia extraordinaria. Resulta difícil hablar al ordenador sin ver el lenguaje de los rostros. Eso, no estar con las personas, fue lo más difícil del confinamiento, junto con percibir el dolor de sus seres queridos. Lo ha llevado mejor gracias a un talante que tiende a establecer pautas, cronologías, objetivos. Por ejemplo: una hora de elíptica cada dos días, leer el último libro de Irene Vallejo y disfrutar series como Press, The English Game —«Es sobre fútbol, pero no solo sobre fútbol»— Fauda o The Good Fight. Se le ve tranquilo. En realidad, confiesa que nunca ha sentido tensión. Ni siquiera cuando tomó la decisión más difícil, cerrar la Universidad, ni al retrasarla veinticuatro horas por deferencia con el Gobierno de Navarra. La garantía de su paz: tenía un plan. Lo complicado fue establecer las prioridades, pero luego solo había que cumplirlas. La conversación con García Paine va llegando a su fin. La campana del reloj del Central, que va dos minutos adelantado, da las ocho en punto. Cada uno se despide con sus sueños para la Universidad. Más del 90 por ciento de los que se conectaron han permanecido hasta el último segundo. Alfonso llama a la presidenta para felicitarla. «La próxima con mesa y mantel». Cuelga el teléfono. Parece cansado. El teletrabajo acentuó, para él, algo ya cotidiano en su oficina: un horario que se ensancha. El desgaste de estos meses ha sido tremendo. Quiere desconectar. «Hay gente que no sabe parar», reconoce. Pero le gustaría que todos los que se han dejado el lomo transformando la docencia de la Universidad en circunstancias extraordinarias descansen también. Él, por lo pronto, espera volver al fútbol, leer y, en cuanto pueda, bañarse en el mar. b
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texto Victoria De Julián [Fia Com 21] foto Manuel Castells [Com 87]
En los despachos de capellanía de la Clínica Universidad de Navarra hay una agenda llena de nombres. En los días más duros de la pandemia, los de Semana Santa, hay más. Nombres y apellidos. A la derecha, el número de habitación. Y a la izquierda, unas siglas que indican si ese día murió o recibió la unción de los enfermos. Don Ángel Roitegui acaricia las páginas. Todo el mes de abril y parte de mayo se quedó a vivir en el hospital con don Claudio, capellán de la Clínica. Dormían en la cuarta planta con un teléfono y un busca en la mesilla por si había que dar una unción de urgencia. Las enfermeras estaban al quite. Una noche, a las dos de la mañana, las auxiliares avisaron a don Ángel de un fallecimiento en la zona covid para que fuese a rezar el responso. No había familiares. Después de estas visitas nocturnas, don Ángel conseguía dormir tranquilo. A don Ángel le gusta correr. Ha subido montañas y disfrutado en maratones. Ahora, con sesenta y ocho años, padece artrosis y solo recorre los pasillos de la
Clínica. Después de la misa de la mañana, se prepara para la carrera. La comunión para Antonio antes de que le operen, escapularios para llevar a la uci y estampas de Eduardo Ortiz de Landázuri para repartir. La mascarilla, el gorro y las gafas encima de sus gafas habituales. Guantes. Otro par de guantes encima de los guantes. Bolsas de plástico en los pies. La bata de tela plastificada. Y el gel alcohólico. Toc, toc. ¡Qué alegría su visita! Toc, toc. ¿Me estoy muriendo? ¡No! Solo vengo a saludarle, por si necesita algo... Toc, toc. ¡Quiero confesarme! ¿Sin anestesia? Don Ángel también decora habitaciones. Por algo dice don Claudio que, de los dos, «don Ángel es el bueno». Después de cartografiar a los pacientes, don Ángel imprime mapas y fotos ad hoc. A Damián le empapeló el cuarto con fotos de Guayaquil. Es un niño de once años de Ecuador que le recuerda a Michael Jordan. Sufre leucemia y en mayo recibió un trasplante de médula de su madre. Van a celebrar su bautizo en la Clínica. Las manos de don Ángel son pequeñas. Y aunque están curtidas porque trabajó como mecánico, sostienen con delicadeza a muchos enfermos. «Son almas», me corrige. «Detrás de cada persona hay un hijo de Dios». Por eso no solo habla con ellos. Los escucha, los confiesa, los unge y les ayuda a «dar el salto definitivo» para «recibir una visita muy especial de Jesús». Don Ángel predica confiado que «estamos de paso», pero sabe que cuesta más aceptar determinadas muertes. Cuando tenía cuarenta años, poco después de ordenarse sacerdote, ofició el funeral de su padre. Su madre vivía entonces en su Vitoria natal y él era capellán en un colegio de Bilbao. Los martes conducía por la noche a Vitoria para cenar con ella y volverse temprano a Bilbao al día siguiente. Hace ya más de diez años del fallecimiento de su madre, pero aprieta el puño y se duele asombrado al recordarlo: «Todo se revoluciona por dentro. Algo se muere». El día 26 de cada mes envía un whatsapp a una familia de Zaragoza, las hijas de Pilar, una mujer que murió en la Clínica un 26 de junio. Ahora dice que sufre por Marta, una chica de veintisiete años que está en oncología. «Hoy he hablado con la madre, por si quisiera algún sacramento». Cuenta que, gracias a Dios, convierte su sufrimiento en oración. En el bloc de notas de su móvil tiene una página que se llama «La Clínica en el cielo». Dentro hay muchos nombres y apellidos. «Son los que he ayudado a morir. No están todos. Rezo por ellos, los recuerdo. Todos nos ayudan desde el cielo». b Nota: Aunque los pacientes de este texto son reales, sus nombres son ficticios.
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El viernes 13 de marzo, María Iserte [Com 10] trasladó su puesto de trabajo al salón de su casa. Ese lugar ha sido el escenario de videollamadas, decenas de sesiones impartidas, cientos de consultas de profesores —algunas también desde la cocina—, y muchas horas robadas al sueño. Todo ha compartido espacio y tiempo con los cuadros y esculturas de Víctor Manzanal, su marido, y los juguetes de su hija Luz, de tres años. En dos días, María y sus compañeros del servicio de Calidad e Innovación idearon un calendario con las sesiones formativas y crearon tutoriales. El lunes 16 de marzo, profesores y alumnos volvían a encontrarse, pero a través de Google Meet o Zoom. No se quedó ni una clase sin dar. Se vivió tensión e incertidumbre, pero con un componente de emoción. Luego, el ritmo frenético se prolongó semanas: empezaba su jornada a las 6 de la mañana y atendía llamadas a la hora de comer y casi a medianoche. Cuando estaba todo encarrilado, llegaron los exámenes: nuevas dudas, nueva formación para los profesores. María cree que el teletrabajo es una oportunidad para avanzar en medidas de conciliación. Reconoce los retos que plantea —«Cuando vas a la oficina los límites están más claros, no solo en cuanto a las horas dedicadas, sino también entre lo profesional y lo personal»— pero también lo ha tomado como una ocasión de hacer más partícipe a su familia de su trabajo: «Antes llegaba a casa y contaba alguna anécdota del día, pero ahora han vivido
texto Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] foto Víctor Manzanal
todos los pasos de los diferentes proyectos. Y se han dado situaciones curiosas: por ejemplo, me da pavor hablar en público, y de repente Víctor me ha visto impartiendo sesiones». Gracias a esos límites desdibujados, se ha ganado en cercanía: los profesores con los alumnos, pero también desde el Servicio con los profesores: antes de la pandemia solían tener un trato asiduo con unos 150 docentes. Esa cifra se ha multiplicado, así como el grado de confianza: «Hemos cuidado nuestro escenario de trabajo siendo muy conscientes a la vez de que estábamos abriendo las puertas de nuestra casa». Al principio, Víctor se ocupaba de Luz. Pero la organización familiar se complicó cuando él volvió al trabajo. «Se concatenaron tantos elementos que acabé muy cansada», confiesa María. Solo en la primera semana había atendido 360 consultas de profesores. En ese punto, fue crucial la confianza de Pepa Sánchez y Unai Zalba, los jefes del Servicio, poder decirles cómo se sentía y saberse escuchada. De esa conversación surgió un cambio que sabían que le gustaría: dejar lo que tenía entre manos, bajar el ritmo de «hacer cosas» y poder dedicar tiempo a la reflexión. «¿Y si piensas en un posible curso de formación para los profesores?». Así nació el seminario «Redefinir la docencia presencial», al que asistieron 850 profesionales. María siempre ha creído en la humanización de las pantallas y en el potencial de lo audiovisual y piensa que en estos meses, una vez más, se ha demostrado que, «si eres consecuente con los objetivos que buscas, puedes darles un buen uso». Al mismo tiempo que lo impartían, estaban pendientes de los exámenes de junio, organizaban encuentros online para profesores y empezaban a prepararlo todo para el 1 de septiembre. b
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mind the gap Marcos Ondarra
Más preguntas que respuestas
o humedecer una esponja. Despertar la sensibilidad y la conciencia; o esconderlas. Ser universitario, como la felicidad, supone ante todo una actitud de vida; un aprecio por la alma mater como caja de saberes, academia de humanidad y último eslabón del menos común de los sentidos. Consiste en comprender la importancia del cultivo de las letras, la riqueza espiritual de la conversación y el poder de la palabra, forjadora de mundos mejores de los que cabe esperar de la mercadocracia. En mis cinco años en la Universidad de Navarra, he conocido distintos tipos de pseudouniversitarios. Alumnos fantasma a los que acabo de descubrir en la orla, mentes brillantes poco amigas del despertador, mucho skater por la explanada de FCOM y procrastinadores que, en mi opinión, debieron dedicarse al fútbol. Entre otros. He visto cosas que vosotros no creeríais, que diría el replicante de Blade Runner. Alumnos de Medicina costeándose el «Ser universitario es, ante todo, una actitud de viaje de fin de curso a base de vender bizcochos; matrículas de honor en Redacción Periodística; compañeros de clase que vida; un aprecio por la alma mater como caja de saberes, academia de humanidad y último eslabón terminan casándose... He presenciado, incluso, cómo un tuno rechazaba unas copas en un piso de Yamaguchi. del menos común de los sentidos» Ser universitario también implica aprender de los maestros. En ese sentido, quizá lo haya conseguido. De José María Todmitámoslo. Toda promoción unirralba he recibido la lección de que la ética es enemiga de la versitaria, de un tiempo a esta parte, ha venido indiferencia; Alberto Nahum García me ha enseñado que el marcada por lo ordinario, los lugares comunes y más alto grado de valentía consiste en llevarle la contraria en algunas peroratas sobre la brillantez o el carácter clase; Enrique Alarcón, que no se puede odiar a alguien miinolvidable de aquel u otro curso. La mía, la promoción corona, rándole a los ojos; y Fernando López Pan me hizo comprenno ha sido inmune a estas gaitas fatuas, pero creo que algunos der que la columna lo permite todo: un poema, un anhelo, una hemos aprendido a orillarlas. crítica, una broma y hasta una felicitación de cumpleaños. Una pandemia lo trastoca todo y puede convertirnos en A quienes no cito, ruego que no se enfaden, que el periodispollos descabezados que corretean sin rumbo o en personas mo trata de informar pero también de adaptarse al límite de serenas con la cabeza en su sitio. La universidad cerró en mar- caracteres. zo. Las reuniones del trabajo de fin de grado dieron paso a las De la universidad sé que, si se aprovecha, uno sale con más videollamadas múltiples, y las clases desde la tarima, a algún preguntas que respuestas, que la sabiduría es estar siempre valiente youtuber improvisado, pese a las carencias lógicas del dispuesto a cambiar de opinión, y que la eternidad y la gloria método y a cierto anacronismo en las formas. Todos supimos se comprueban en que la camarera de tu facultad sepa tu adaptarnos, en definitiva, a la excepcionanombre. lidad de la situación. Con mayor o menor La universidad, como toda etapa moderaLa pregunta del autor brío. Gracias a una madurez adelantada o a damente feliz, se va demasiado pronto. En la una tradición creativa. vida, todo lo bueno se esfuma con premura y, ¿Qué es para ti ser El confinamiento trajo días de luto, por eso, miro con nostalgia contenida una founiversitario? desánimo, aislamiento…, pero también to de primero de carrera en la que no aparezde sosiego, iniciativa y reflexión. Es lo que co. Supongo que aún no era universitario... tiene la pausa, aunque se vista de domingo eterno: enseña a reparar en lo importante Marcos Ondarra [Fia Com 20] trabaja actualmente en la sección Nacional de El Español. y a apreciar la belleza de lo trivial. Yo pensé @MarcosOndarra más que nunca en lo aprendido estos cinco @NTunav años y creo comprender, por fin, en qué Opine sobre este asunto en consiste eso de ser universitario. Twitter. Los mejores tuits se La universidad puede equivaler a una publicarán en el siguiente número. escuela de vida, un pasar el tiempo, un ramillete de amores o un diploma; un campo de labranza o un túnel de cristal. Dejar poso
A
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Campus Décimo aniversario ICS
Humanidades y ciencias sociales para cimentar nuestro futuro Un virus de unos cien nanómetros está dando un vuelco a un planeta de más de 500 millones de kilómetros cuadrados. Más allá de la crisis sanitaria, ha puesto en jaque nuestras formas de vida y nos ha obligado a reflexionar sobre aspectos cruciales como la globalización, la sostenibilidad del modelo de desarrollo y el papel del hombre en la transformación del mundo. En este contexto, Pablo Pérez López, director científico del Instituto Cultura y Sociedad, y su predecesora, Ana Marta González, han dialogado en el marco del décimo aniversario del centro sobre la aportación de las humanidades y las ciencias sociales para afrontar los grandes retos que marcarán nuestro futuro. texto María Isabel Solana [Com 04 MIC 15] ilustración Sr. García
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en marzo se cumplieron diez años de la creación del Instituto Cultura y Sociedad (ICS), el centro de investigación en humanidades y ciencias sociales del campus. La pandemia de covid-19 no ha dejado lugar para celebraciones, pero sí para centrarse en el núcleo de su actividad: investigar y divulgar ideas relevantes desde áreas como la lingüística, la psicología, la filosofía, la neurociencia, la sociología o la enfermería, entre otras. En medio de este singular y desafiante contexto, Ana Marta González, coordinadora científica entre 2012 y 2019 e investigadora principal del proyecto «Cultura emocional e identidad», y Pablo Pérez López, que ha tomado su testigo en la dirección científica, han dialogado sobre el papel de las humanidades y las ciencias sociales en el mundo actual y acerca de la primera década del ICS. ¿En qué medida estas disciplinas son necesarias para afrontar nuestros grandes desafíos, como la pandemia? Ana Marta González (AMG): Se nos ha brindado una oportunidad de reflexión sobre cómo estamos conduciendo nuestra vida —tanto en el nivel individual como en el social—, nuestras prioridades y nuestro modelo de desarrollo. Hemos sido más conscientes que nunca de la relevancia de los vínculos, de que la solidaridad es clave y de que no podemos vivir desconectados. También hemos experimentado la soledad y, precisamente cuando el ser humano se enfrenta consigo mismo, se abre el espacio para que surjan preguntas fundamentales. En este escenario, las humanidades muestran todo su potencial creador de sentido. Pablo Pérez López (PPL): En el siglo xx cobró fuerza la idea de que habíamos alcanzado un nuevo paradigma: por fin se superarían las limitaciones del pasado y se construiría un porvenir digno de ese hombre que era independiente de la biología
—en algunos aspectos— y, por supuesto, de la historia. La situación actual ha subrayado, en primer lugar, que no somos tan diferentes de nuestros antepasados y que estamos extraordinariamente vinculados a nuestro futuro. Este depende de cómo nos comportemos ahora. El segundo tema es el trabajo. Desde el siglo pasado se priorizaba producir mucho y sofisticar lo más posible nuestra capacidad transformadora. Habíamos olvidado que quizá lo fundamental es cuidar y servir, estar con otros, como hemos experimentado estos días. El tercer asunto tiene que ver con la investigación: se nos prometía que la ciencia —una falsa ciencia— podría solucionar todos nuestros problemas, que incluso podríamos trascender lo humano. Ahora se subraya que lo más transformador en el hombre es su capacidad de mirar, de contemplar, de atender. Estas cuestiones no tienen una respuesta fácil, técnica, mecánica ni susceptible de calcularse, y requieren la perspectiva de las humanidades y las ciencias sociales. Nos acabamos de dar de bruces contra la globalización de nuestro mundo. ¿Es hora de empezar a pensar en la humanidad en su conjunto? AMG: Aunque venimos hablando de este fenómeno desde hace varias décadas, la expansión del virus ha hecho evidente que afrontamos riesgos comunes y que la gobernanza de un mundo así es muy difícil. Los expertos llevan años alertando de la posibilidad de una pandemia, pero nunca ha entrado realmente en las agendas y las prioridades de nuestros líderes. Y una vez que ha ocurrido, en casi ningún país hemos visto una buena gestión política, en contraste con el buen funcionamiento de la sociedad. Asimismo, se ha puesto de manifiesto que este tipo de globalización con desplazamientos masivos de personas y concentración en macrociudades, mientras el mundo rural se despuebla, no es sostenible. Y también que el desarrollo debe tener en cuenta a todos: no sirve de nada que mi sistema sanitario sea excelente si el de mi vecino no lo es. PPL: Con el intercambio importante de
poblaciones aparecen circunstancias que repercuten en las sociedades. Esta lección tiene ya unos cuantos siglos. La expansión en tiempos remotos de enfermedades demuestra que ya existía la globalización: las pestes de los siglos xiv y xvii, las epidemias que los europeos llevaron a América y acabaron con el 90 por ciento de la población del Caribe... Lo nuevo es la rapidez, quizá por un uso excesivo de los transportes. Con el covid-19 se han puesto de relieve las comunidades próximas, las no materiales y las espirituales, como las religiosas. La familia se ha visto reforzada, pues lo esencial en ella es el cuidado, el amor, la búsqueda del bien común, valores que han pasado estos meses al primer plano. También las relaciones en el vecindario, que casi se habían perdido en las ciudades. Y en la época de los continentes observamos la vuelta al protagonismo de las naciones, que además tienen diferentes maneras de ser y de reaccionar. Medidas como el distanciamiento social, por ejemplo, no presentan las mismas implicaciones en Suecia y en España, aunque ambos países pertenezcan a Europa.
«La pandemia ha puesto de relieve de una manera nueva la relevancia de las comunidades próximas, las no materiales y las espirituales, como las religiosas» pablo pérez lópez
Campus Décimo aniversario ICS
Una segunda cuestión patente en esta crisis es el diálogo entre saberes para afrontar problemas complejos. ¿Qué aporta? AMG: Se han enfatizado tensiones que están presentes de una manera menos pronunciada en la vida diaria. Por ejemplo, entre salud y economía o entre seguridad y privacidad —con el uso de la tecnología móvil para hacer seguimiento de las infecciones—. Pone de relieve que el saber técnico —economía, medicina…— es necesario para tomar decisiones informadas, pero no reemplaza su naturaleza práctica. Este saber prudencial corresponde al político, que, sin perder de vista la dignidad humana, debe gestionar los distintos aspectos en torno al bien común. La interdisciplinariedad proporciona una reflexión intermedia entre los saberes expertos y la decisión prudencial. PPL: Comienzas a ser interdisciplinar cuando dejas de pensar que tienes respuestas para todo. No es una cuestión de método, sino de valorar al otro, de reconocer que merece la pena escucharle cuando habla. En la gestión de la pandemia se han evidenciado los límites de los expertos. El principal éxito no ha venido de las personas con una gran especialización, sino de aquellas que han desempeñado bien su oficio: los médicos y los enfermeros, volcados en la atención directa; los militares, especialistas en logística; los artesanos hábiles, que han ayudado a montar los hospitales de campaña; las personas encargadas de la limpieza... Y no solo ha sido cuestión de oficio, sino también de afecto, del deseo de aportar soluciones. Se han puesto en marcha numerosos estudios en torno al covid-19. ¿Nos interpela a reflexionar sobre la orientación de la ciencia hacia los problemas reales del hombre? AMG: Hay una serie de conocimientos cuyo fin es servir al hombre y que entra80—Nuestro Tiempo verano 2020
rían dentro de lo que en términos muy generales Aristóteles llamaba «filosofía de las cosas humanas». Ocuparse de las personas no puede reducirse a satisfacer una serie de necesidades puntuales que a veces experimentamos con mayor urgencia —económicas, médicas, sociales o políticas—. También tiene que incluir lo existencial, el sentido. Por eso importa el cultivo de las humanidades y las ciencias sociales. Y la mejor transferencia que podemos hacer es crear espacios para leer, para escribir, para pensar, para disfrutar de las artes. También me parece esencial reservar un lugar para la religión, para la reflexión teológica, que a lo largo de la historia ha sido uno de los mayores estímulos del pensamiento filosófico y filológico. La visión religiosa rebrota siempre en nuestros corazones, sobre todo en las crisis. PPL: Hay mucho que agradecer a quienes nos han precedido. A lo largo de la historia hemos acumulado un vasto conocimiento, tanto saber como saber hacer. Por ejemplo, la enfermería bien organizada que conocemos hoy es fruto de la profesionalización de hace un siglo. Junto con esto, debemos pensar en los que vendrán después, sin obsesionarse con obtener éxitos inmediatos. Ante los fenómenos de la naturaleza como el covid siempre vamos a llegar tarde porque no poseemos capacidad de anticiparnos. Lo que sí está en nuestra mano es reaccionar de manera adecuada. Ese conocimiento es más difícil de transmitir pero fundamental, y tiene que ver con la capacidad de reflexión y con la disposición afectiva hacia quienes nos rodean. Además, hacemos frente a la misión crucial de transferir conocimiento a las regiones en desarrollo. A veces
nos da la sensación de que el mundo está acabado, pero aún hay muchas cosas que arreglar. El ICS ha cumplido su primera década en marzo, en plena crisis de la pandemia. ¿Qué balance hacen de estos años? AMG: Nuestra investigación es internacional porque lo es la ciencia. Publicamos artículos en revistas científicas líderes en el mundo, y en nuestro equipo hay representadas veinte nacionalidades. Para crecer necesitamos atraer más investigadores de otros países, pero esto depende del entorno económico. En cuanto a la interdisciplinariedad, la llevamos incorporada, aunque siempre se puede potenciar más, no tanto en términos técnicos sino fomentarla de manera reflexiva: que cada uno sea consciente de la limitación de sus propios métodos y de lo que pueden aportarle los otros. El impacto social es posiblemente una de las cuestiones más difíciles, pero también resulta claro. Aquí destaca el rol de los mediadores, personas que pueden comunicar bien las ideas más hondas y hacerlas entender a las distintas audiencias y actores a través de diferentes registros. PPL: Debemos estar muy agradecidos por que la idea se haya podido articular y que cada año se consigan las fondos para
mantener el Instituto. No hay muchas universidades que apuesten por un centro así y tenemos muy presente la responsabilidad de emplear bien los recursos. Eso implica reforzar lo que hacemos bien y estar atentos a lo que debemos mejorar. Sobre la interdisciplinariedad, está muy ligada a la esencia de nuestra labor y vinculada a que podamos generar impacto en los ciudadanos: somos interdisciplinares en la medida en que acertamos a entender al ser humano y podemos dar respuesta a sus necesidades. Alcanzar resultados prácticos depende de la capacidad de estudio de los investigadores; de ahí el reto de atraer nuevos talentos y formarles. En ese sentido, coincido con la profesora González en que la única forma de impulsar la investigación es que el equipo crezca, algo costoso por la parte económica y porque no abundan las personas con vocación investigadora. La financiación es uno de los grandes retos para el desarrollo del ICS y de cualquier centro de investigación. ¿Cuál es la clave para obtener fondos competitivos? AMG: Por lo general, los temas que se proponen en las convocatorias de ayudas son suficientemente amplios. Se trata de hacer una lectura inteligente de lo que se busca a través de ellas y encontrar en qué puedes contribuir. Si conoces bien tu campo, sabes hallar el camino para hacer esa mediación. En los últimos años, por ejemplo, el Programa Marco de la Unión Europea ha ido abriendo cada vez más espacio a las ciencias sociales, no así para las humanidades. Estas han debido hacerse un lugar dentro del marco de las primeras, lo que requiere perspicacia por parte de los líderes de los proyectos.
PPL: ¿A qué se destina más dinero en investigación? A armamento. Después, a ciertos aspectos de la salud relacionados con la defensa. En tercer lugar, a la propaganda política e institucional. Considerando todo esto muchas veces los temas que abordamos no parecen importantes a los ojos de quienes gestionan los recursos en los países, aunque son vitales tanto para ellos como para el bien común, ahora y en el futuro. Por eso hay que presentar las necesidades que detectamos como asuntos que merece la pena investigar. La buena noticia es que en la sociedad existe gente muy generosa y, de hecho, el ICS es posible en buena parte gracias al mecenazgo, a tantas personas que comprenden nuestra labor y nos apoyan económicamente. En los últimos tiempos, muchas universidades priorizan la investigación en ciencias técnicas y experimentales por considerarlas más rentables. ¿En qué lugar quedan las humanidades y las ciencias sociales? AMG: La misión de la universidad es contribuir al conocimiento del hombre, y eso no es posible sin estas áreas. Todos los saberes, en buena medida, se orientan al bien del ser humano, pero algunos problemas le exceden. Si no se opta por conocer este tipo de cuestiones, lo más relevante se queda fuera. Conscientes de esto, los
centros de raigambre académica siempre han apostado por ellas porque saben que ahí está en juego nuestro futuro. PPL: La apuesta por lo «práctico» se basa en una idea absurda del capitalismo financiero: que el dinero es una fuente de riqueza en sí misma y que se puede multiplicar como las operaciones matemáticas. La única fuente de riqueza que existe en el planeta son las personas, junto con la naturaleza. La mercantilización está afectando a todas las facetas de la vida, incluyendo de algún modo a las universidades, pero los centros excelentes nunca dejan de lado estos campos del saber porque los consideran fundamentales. Si no queremos ir hacia una sociedad dirigida a la producción y la eficacia material, necesitamos las humanidades y las ciencias sociales. Nt
«Hay que fomentar una interdisciplinariedad reflexiva: que cada uno sea consciente de la limitación de sus métodos y de lo que pueden aportar los demás» ana marta gonzález
ALUMNI
Caer sin hacerse daño El judo no es solamente caerse. Marta Arce, medallista en los Juegos Paralímpicos de Atenas, Pekín y Londres, se reinventó sobre un tatami. Allí descubrió que caerse forma parte del camino y que por eso es tan importante aprender a hacerlo bien. En Tokio 2020, cita aplazada un año, le gustaría demostrar que es un deporte sin límites, también para las niñas con discapacidad. texto Blanca Rodríguez Gómez-Guillamón [Com His 15] fotografía Bárbara Sánchez Palomero y paralimpicos.es
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la cabeza bulle rabiosa antes del combate. Las emociones se agolpan: me encanta, me aterra, me horroriza, qué ganas, ¿y si pierdo?, ¿y si gano? Con el tiempo y con la ayuda de su psicóloga deportiva, Marta Arce (Valladolid, 1977) ha aprendido a no pensar. Después de tres Juegos Paralímpicos —Atenas, Pekín y Londres—, seis mundiales y cinco europeos, sabe que no debe luchar contra su propio cuerpo. Es 17 de septiembre de 2004 y Atenas recibe a más de 3 800 deportistas en los Juegos Paralímpicos. Es la primera vez que el judo femenino entra en el programa —el masculino es deporte olímpico desde 1964 y paralímpico desde 1998—. En la ceremonia de apertura, cuando se enciende el Árbol de la Vida en el centro del estadio y la arena se llena de banderas, Marta no puede dejar de sonreír. «Fue uno de los momentos que más he disfrutado en mi vida deportiva —confiesa—. Durante la competición, por mi carácter, sufro. Pero la inauguración es totalmente lúdica, espectacular; un evento precioso. Saber que estás ahí, que lo estás viviendo, es maravilloso». El día de la competición se levanta a las siete. Revisa la mochila: dos camisetas, papel higiénico —en un polideportivo puede escasear—, el Réflex, chocolatinas, las fotografías de sus tres hijos. Apaga el móvil. Entre las ocho y las nueve de la mañana los deportistas se dan cita en el pabellón. Les pesaron el día anterior, pero en la misma jornada se hace un pesaje aleatorio. A partir de entonces, tienen una hora de calentamiento antes de competir en el tatami. Marta camina y dedica su atención a las articulaciones. Los dedos de los pies, las manos, el cuello, la espalda. «Me gusta estar ahí para marcar la diferencia. Las niñas con discapacidad son muy vulnerables —explica— y necesitan referentes. Quiero mostrarles que existen muchas opciones, además de natación y atletismo, que no hace falta que seamos todos igua-
les. En un colectivo que tiene miedo a tropezar, es complicado promocionar el judo, aunque precisamente te enseña a caer bien, sin hacerte daño», cuenta Marta, que lidera un proyecto para difundir esta actividad en las escuelas. Desde Atenas, donde compitieron siete chicos y siete chicas, la cantidad de mujeres ha ido menguando en España hasta el punto de que en Tokio 2020 Marta puede ser la única judoca de la selección nacional. Pero no se rinde. Quiere que crezca la cantera femenina, porque asegura que el judo es más que un deporte. A ella la ayudó a romper el muro de limitaciones que se había impuesto en la adolescencia. En el centro del tatami, las judocas se inclinan en señal de respeto y se agarran con las dos manos por el kimono. Una mano en la solapa del contrario, y la otra en la manga. Comenzar el combate en contacto es lo único que diferencia la competición entre deportistas videntes y deportistas con déficit visual. Las gradas guardan silencio hasta que se provoca la primera caída. Marta Arce escogió el judo a los diecinueve. Uno de sus hermanos lo había practicado de niño y tenía compañeros en la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE que lo ejercitaban. Sonríe al recordarlo: «Me enganchó desde el primer día».
«Me gusta estar ahí para marcar la diferencia. Las niñas con discapacidad son muy vulnerables y necesitan referentes» «Muchas veces tendemos hacia el éxito e incluso criminalizamos el fracaso. No somos conscientes de que caerse forma parte del proceso»
En este deporte descubrió por primera vez un ambiente normalizado y demostró que nacer con albinismo oculocutáneo no era un obstáculo imbatible. Este trastorno hereditario se caracteriza por una insuficiencia de la producción de la melanina, responsable de la pigmentación de la piel, el cabello y los ojos. Esta carencia se encuentra ligada a un menor desarrollo de los nervios ópticos, lo que provoca más sensibilidad a la luz y una visión reducida. La Federación Española de Enfermedades Raras estima que tiene una incidencia de alrededor de una persona entre diecisiete mil. «Los seres humanos podemos reinventarnos», subraya Marta. La judoca lamenta que por desconocimiento o desinformación aún existan quienes piensan que si no somos de la manera A ya no podemos ser nada más. Durante un tiempo, ella misma lo dudó. Los tabúes, las etiquetas... Una adolescente que empezaba a darse cuenta de las diferencias, de que los espacios no están pensados para quien tiene un diez por ciento de visión. «Hubo épocas en las que a las personas con capacidades diferentes las escondían en las casas. Las circunstancias —reconoce—han cambiado. Ahora los niños conviven con la discapacidad en los colegios». parte de algo más grande. «Los sueños se cumplen —asegura Marta—. Con trabajo, con perseverancia y con empatía, pero se cumplen. Si esta desconfiada y yo hemos llegado hasta aquí, ¿qué no podéis hacer vosotros?», preguntó a un auditorio después de tres Juegos Paralímpicos, seis mundiales y cinco europeos. Tras lograr medallas en Atenas, Pekín, Londres, Río de Janeiro, Roma, Quebec, Brommat, São Paulo, Alaya, Citá di Castello, Misterstill, Vfa, Vlaardingen y Craurley. Esta desconfiada era su yo de doce años. La niña que empezaba a descubrirse diferente. Le molestaba el sol, veía borroso y no calculaba correctamente las distancias. Se preguntaba por qué su pelo era tan verano 2020 Nuestro Tiempo —83
Alumni Deporte sin límites
Marta Arce en un combate en los Paralímpicos de Londres 2012 contra la finlandesa Paivi Tolppanen. blanco y sus ojos no tenían color. El judo, donde las oportunidades son las mismas para todos, la ayudó a ordenar las emociones. «Me enseñó a valorarme, a esforzarme y a ser consciente de que era parte de algo más grande», precisa. Ese «algo más grande» era, al fin, la vida. La carrera deportiva se convirtió en un sueño cuando se esbozó la oportunidad de competir en los Juegos Paralímpicos de Sídney (2000). El equipo español comenzó a entrenar a conciencia, pero el Comité canceló el estreno del judo femenino, una decisión que perjudicó a muchas deportistas en la recta final de sus trayectorias. «Me dio mucha pena, porque en esa época había muchas mujeres fuertes a nivel europeo pero que por edad no tendrían más oportunidades. Llevaban mucho tiempo esperando y ya no serían dos años, sino seis», explica Marta. Por aquel entonces, en 1998, ella se encontraba al inicio de su carrera. Campeona de España ONCE, había logrado un oro en 84—Nuestro Tiempo verano 2020
el europeo. Miraba hacia delante cuando otras deportistas se despedían y esa sensación de pérdida la marcó: «En esa fase de mi vida no estaba dispuesta a que no me dejasen hacer algo y puse la energía en luchar por los Juegos de Atenas». a qué sabe la plata. «En Atenas, Marta obtuvo la primera medalla de España en el primer día de competición. Una plata. Subió al pódium pensando que en Pekín alcanzaría el oro. Con ese objetivo, se preparó a conciencia durante los cuatro años siguientes y llegó fuerte a los Juegos de 2008: «Creo que no lo he estado tanto en ningún otro momento de mi carrera». Sin embargo, un movimiento inesperado de la contrincante al comienzo del duelo no le permitió subir el último escalón. «Viví esos Juegos muy intensamente. Quedar segunda otra vez, y en una competición que duró tres segundos, no estaba entre mis expectativas». Cayó, buceó en sí misma. Trató de entender qué había ocurrido
y cómo se volvería a levantar. «En momentos así se aprende mucho: a aceptar que las cosas se pueden torcer, a recordar que es un deporte, a mejorar», señala. Cuatro años después, en los Juegos de Londres, compitió con una nueva actitud. Tras «tocar fondo» descubrió que lo importante se encontraba en el camino. Cuando inclinó la cabeza para recibir su bronce, sintió una alegría inmensa: «Esos Juegos me enseñaron lo poco que había disfrutado de las medallas anteriores, a las que me ha costado darles valor», reconoce. «El judo es una demostración de cómo funciona la vida. Muchas veces, sobre todo en Occidente, tendemos hacia el éxito y en ocasiones incluso criminalizamos el fracaso. No somos conscientes de que caerse forma parte del proceso —subraya Marta—. Pensamos que sin la victoria el esfuerzo no merece la pena, pero no es así». descubrir lo que nos hace caer. El judo tiene más de setenta movimien-
raíces
Historia de los Juegos Paralímpicos
Uno de los principios del judo es «el mutuo beneficio para alcanzar la excelencia». tos, lo que exige una práctica constante y diligente. Su fundador, el japonés Jigoro Kano (1860-1938), presentó esta arte marcial como un camino de flexibilidad. Debido a su complexión frágil, el maestro emprendió el aprendizaje del jujutsu [basado en la defensa sin armas] para fortalecerse. Pero su delgadez continuaba siendo una desventaja y comenzó a emplear técnicas para derribar al oponente con gestos mínimos, logrando que perdiese el equilibrio. «Kano quiso que fuera un método pedagógico y es un símil de la vida. Tienes que ir modificándote para seguir avanzando. La naturaleza del propio deporte te invita a continuar, porque siempre hay lugar y espacio para la mejora —señala Marta—. Lo primero es que descubramos qué nos hace caer y eso solo se reconoce cayendo. Cuando repetimos una y otra vez aprendemos a mantenernos en pie». A escasas competiciones de concluir la clasificación de los deportistas que repre-
sentarían a España en Tokio, la pandemia de covid-19 obligó a clausurar los gimnasios y los centros de alto rendimiento y a cancelar los encuentros deportivos. El 24 de marzo de 2020, el Comité Olímpico Internacional anunció la postergación de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos —que iban a celebrarse entre el 22 de julio y el 6 de septiembre— a 2021. Se produjo así el primer aplazamiento de su historia. Marta sigue entrenando para la vuelta con la seguridad de que, pese a las dificultades, el camino merece la pena. «Lo que de verdad va a llenarnos son las ganas de aprender, de emprender, de seguir creciendo», asegura. Para ella los Juegos de Tokio tendrán una motivación diferente a los de Atenas, Pekín y Londres. Su objetivo no es lograr medallas —aunque «eso no significa que no vaya a luchar por ellas»—, sino disfrutar del proceso. «Estar allí y que las niñas con discapacidad vean que es posible, que podemos llegar a donde nos propongamos». Nt
Al médico Sir Ludwing Guttmann, exiliado en Gran Bretaña desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se le conoce como el padre de los Juegos Paralímpicos. La contienda marcó física y psicológicamente a la población y el doctor Guttmann, destinado en el Stoke Mandeville Hospital, decidió introducir el deporte para la recuperación y fortalecimiento de sus pacientes. El verano de 1948, Guttmann organizó los Stoke Mandeville Games, precursores de los Paralímpicos, una competición donde se dieron cita deportistas en sillas de ruedas de diferentes hospitales del país, tanto hombres como mujeres. Poco después, esta competición se convocó a nivel internacional. En 1960, en Roma, se disputó la primera edición de los Juegos Paralímpicos. Cuatrocientos deportistas con lesión medular participaron en ocho deportes. Sin embargo, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos no terminaron de encontrarse hasta Barcelona 92, cuando empezaron a compartir, entre otras innovaciones, instalaciones y comité organizador. En 2001, el Comité Olímpico Internacional y el Comité Paralímpico Internacional firmaron un memorando de entendimiento para asegurar la celebración de «una única candidatura, una única ciudad». verano 2020 Nuestro Tiempo —85
Alumni Carta desde... París
Claroscuros en la ciudad de la luz Con escala en San Sebastián y Madrid, los pasos de Verónica Arribas [Ing Industrial 11 ISEM 13 PhD 17] la han llevado de Tudela (Navarra) a París, donde conjuga su formación en ingeniería y en moda. texto Verónica Arribas
—La navarra y el parisino. En Córcega, con Hubert, en un viaje con amigos. Se casan en Vigo en agosto.
—Con la familia. Verónica, sus padres y sus hermanos visitan el jardín de las Tullerías, que limita con el Louvre. 86—Nuestro Tiempo verano 2020
parís [francia]. Mi plan inicial era una estancia de enero a julio de 2016 en París, en el FashionLab —un departamento dedicado a la industria de la moda y lujo— de la empresa de tecnologías Dassault Systèmes, una de las más importantes y mejor valoradas de Francia. Una entidad francoespañola me había otorgado una beca para seis meses cuando llevaba dos años de tesis sobre innovación tecnológica, tras haber estudiado Ingeniería Industrial y el máster de ISEM Fashion Business School. Esa oportunidad enriquecería sin duda mi investigación y tenía que exprimirla al máximo. Lo que entonces no sabía es que acabaría cambiando mis proyectos y mi vida. Había visitado París en varias ocasiones, me defendía con el idioma y la ciudad me encantaba, pero nunca había soñado que viviría allí. Nada más llegar asistí a un desfile de haute couture de Julien Fournié, un diseñador con el que colaboraba mi empresa, en el Oratoire du Louvre, en la famosa rue Saint-Honoré. ¡Menudo privilegio! Gracias a mis compañeras de piso, María Luisa Girón, de Sevilla, y Arantxa Pardo, de Valencia, enseguida hice un grupo de amigos con los que fui descubriendo más sobre el día a día en París, muy diferente de lo que me había imaginado cuando iba de turismo. En la empresa me acogieron estupendamente. Aunque al principio hablaba sobre todo en inglés, con el apoyo de mis colegas pude mejorar mi francés y adaptarme más rápido. Cuando ya casi se estaba terminando la estancia, Dassault Systèmes me ofreció un puesto fijo que podría compaginar con lo que me quedaba de tesis. Tras analizar la situación largo y tendido, y con algo de vértigo, acepté. Para entonces ya había conocido a Hubert, que dentro de unos meses será mi marido. Esto por supuesto influyó muchísimo en la decisión y significó un pilar fundamental en la nueva etapa que estaba a punto de comenzar en la ville lumière. Después de pasar el verano en España, en septiembre regresé a París, esta vez sin fecha de vuelta y con un trabajo fijo debajo del brazo.
ciudad de luces… y sombras. Sin embargo, el retorno no me pareció tan sencillo como en enero, ya que tuve que enfrentarme sola a muchas cosas por primera vez. Una de las más difíciles resultó la búsqueda de piso: para una extranjera, con un contrato todavía en periodo de prueba y sin un aval francés, las opciones se limitaban mucho. Los que visitaba tenían entre 25 y 35 metros cuadrados por los que no se pagaban menos de 900 euros al mes, y había tanta demanda que casi todos acababan en manos de franceses. Al final, gracias a mi buena amiga Marta Iglesia [Com 06 ISEM 09] —que lleva en la ciudad casi diez años y fue como mi ángel de la guarda— conseguí un piso de una conocida suya que se iba un año fuera. Nunca antes había vivido sola y tampoco era algo que me gustase, pero ahí estaba yo, en un apartamento ideal en el 6ème arrondissement —uno de los mejores barrios de París— cerca de Saint-Germain-des-Prés, los jardines de Luxemburgo y el Panteón. Al año siguiente tuve que mudarme de nuevo y ahora resido —hasta la boda— en el 15ème arrondissement, a diez minutos andando del Campo de Marte y la Torre Eiffel. En los ratos en los que no trabajaba o avanzaba en la tesis, recorría la ciudad para conocer los lugares que no había podido ver durante los seis meses anteriores: la isla de San Luis, los restaurantes japoneses de la rue Sainte-Anne, el Marché des Enfants Rouges —el mercado cubierto más antiguo de la capital—, la rue des Martyrs, la parte de Montmartre menos famosa —por encima del Sacre Coeur—, el canal Saint-Martin, los péniches —casas flotantes sobre el Sena, muchas de ellas convertidas ahora en bares y restaurantes— y guinguettes —los locales que suelen situarse a lo largo del río y que tienen un restaurante y una pista de baile al aire libre—... Para estas rutas contaba con Hubert, mi cicerone particular, con quien he disfrutado de paseos por callejuelas, exposiciones de arte en pequeños museos y galerías, teatros y espectáculos, cenas en restaurantes y bistrots de moda, compras en las galerías… Con él, parisino de nacimiento,
—Rincones de París. En uno de los cinco invernaderos del Jardin des Serres d'Auteuil se pueden visitar estos cactus gigantes.
he ido descubriendo rincones menos famosos de la ciudad, como el invernadero lleno de cactus gigantes —¡impresionante!— en el Jardin des Serres d’Auteuil, un jardín botánico del siglo xviii situado cerca del estadio de Roland Garros que posee cinco invernaderos maravillosos con muchísimas especies de flores de diferentes partes del mundo. Sin embargo, mientras experimentaba la vie parisienne, me fui dando cuenta de los contrastes y las diferencias sociales. Existe mucha pobreza y mendicidad en las calles y en las estaciones de metro. Recuerdo que fue también lo primero que me dijo mi madre en una de sus visitas. Ella recordaba
«otro París» y se dio de bruces con esta realidad que la dejó asombrada. Los claroscuros de la capital los he experimentado también por la crispación social de estos últimos años, que acabó transformándose en el movimiento de los chalecos amarillos y sus manifestaciones por toda Francia. Durante meses se vivió una situación tan complicada que en muchas ocasiones provocó que la ciudad se paralizase por completo debido al vandalismo y el peligro en las calles. A estas expresiones de la tensión reinante siguieron innumerables protestas y huelgas de transportes que han hecho que últimamente París se bloquease todavía más.
y llegó la pandemia. Cuando parecía que volvía la calma un poco, y en plenas elecciones municipales, la pandemia del covid-19 puso la ciudad patas arriba. Como dijo Emmanuel Macron en el discurso en el que anunciaba las primeras medidas contra el coronavirus: «Francia está en guerra». Las estimaciones del impacto económico y social de esta «guerra» en el país —contracción del PIB de 12,5 por ciento— indican que nos espera una época de recesión en la que se agudizarán las diferencias sociales. Estos últimos meses han resultado durísimos pero, por suerte, el confinamiento aquí ha sido un poco menos estricto que en otros lugares, como Italia o España. Podíamos ir a la compra, salir a hacer un poco de deporte o tomar el aire una hora al día firmando un justificante. Por otro lado, bastantes compañías se han adaptado ágilmente al trabajo desde casa: por ejemplo, Dassault Systèmes nos facilitó esta opción en cuanto se detectaron varios casos en empleados. En ese aspecto he sido muy afortunada: la empresa no ha sufrido tanto como otras y he conservado mi puesto. Sin duda, una de las cosas con las que peor lo he pasado ha sido estar lejos de mi familia y amigos y ver con impotencia lo que pasaba en España, aunque gracias a la tecnología hemos hecho aperitivos online, fiestas de cumpleaños y muchas llamadas de teléfono. Por otra parte, tuvimos que aplazar nuestra boda, que con tanto cariño habíamos organizado para finales de mayo. Ha sido arduo, pero a la vez un aprendizaje enorme que nos acompañará toda nuestra vida. Si Dios quiere y la pandemia lo permite, nos casaremos en agosto en Vigo, rodeados de familiares y amigos a los que agradecemos infinitamente que, a pesar de las circunstancias, nos acompañen en este día tan importante para nosotros. Después, empezaré una nueva etapa en París y, como las anteriores, sin billete de vuelta y con muchas ganas de nuevas experiencias. Nt
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Libros
números
22
12,5
millones de euros facturaba la feria de Sant Jordi, 23 de abril, en los últimos años.
por ciento creció el libro digital en el mundo en 2019. El coronavirus lo ha incrementado.
¿De verdad se divide el mundo en dos?
«Lo primero para pensar sobre el futuro es conocer el presente». Diez razones parecen explicar que entendemos erróneamente el mundo. Nos tapan la mirada para ver que las cosas son mejores de lo que pensamos. Hans Rosling tituló Factfulness, la parte de la realidad fundada en hechos, su best seller. texto Joseluís González [Filg 82],
profesor y escritor @dosvecescuento 88—Nuestro Tiempo verano 2020
Juan Ángel Monreal [Com 97], redactor de Diario de Noticias de Navarra, compañero de asignatura en la Facultad de Comunicación, maestro en la elegancia de la amistad, deja planear en clase este dilema decisivo sobre la prontitud en la profesión: «No hay más que dos tipos de periodistas: los rápidos… y los que no son periodistas». Es una clasificación incontestable. Enseñar con el aliciente del humor ayuda a aprender, me parece a mí. Y a asimilar. Otro amigo nos reveló un día esta otra división, no tan comprobada: «No existen más que dos tipos de personas: los
que tienen úlcera de estómago y los que la provocan». ¿De verdad se divide siempre el mundo en dos? Y el futuro… ¿en cuántos gajos? Y el presente, con planos numerosos, inclinados, tangenciales, paralelos, con más encuadres que un largometraje, ¿cuántas fragmentaciones y visiones admite? ¿Vemos el mundo tal y como es? Remedando el estilo de Unamuno y sus quiasmos: ¿qué es mayor: la realidad de la verdad o la verdad de la realidad? Uno casi prefiere sobrellevar una perforación intestinal que encarar lo real y sus contradictorios enfoques. ¿A quién
Sonsoles Echavarren
Miguel de Unamuno
Hans Rosling
Stefan Zweig Elena Gorokhova
no le tienta separar en dos campos todo lo que tenga por delante? Vencedores o vencidos, dentro o fuera. Apocalípticos e integrados, carne o pescado. Castigados o atiborrados de premios. Rotos y descosidos o deshilachados y con costurones... Presa y depredador. Esquematismos a brochazos. Parece este un tiempo de redes implacables y de riesgos de polarización política, económica, social, cultural… Parece nuestra propia era, tan global y tan local. Sin embargo, un libro titulado Factfulness (2018) —la parte de la realidad fundada en hechos—, del médico y profesor y estadístico Hans Rosling, quiere desmentir con datos gigantes la idea rotundamente equivocada de que el mundo está dividido en dos. ¿Qué porcentaje de la población global vive en la pobreza? ¿Cuántas niñas acaban la educación básica en los países pobres? ¿Cuál es, actualmente, la esperanza de vida? Estas preguntas las formula la contracubierta de este ensayo. Y la experiencia del Dr. Rosling añade otras. Por ejemplo: a escala global, ¿qué porcentaje aproximado de adultos sabe leer y escribir? ¿El 80 por ciento, el 60 por ciento, el 40 por ciento...? ¿Aumentaron en el siglo xx las muertes por desastres naturales? ¿Cuánto? ¿Nada, el doble, la mitad? Las respuestas que da la mayoría de la gente —periodistas, responsables de grandes empresas, cargos políticos, pensadores, público en general…— se desvían de la realidad de los hechos, de los datos condensados. Es más: tienden —tendemos— a creer que las cosas van peor de lo que van. Sin embargo, el mundo se encamina hacia el progreso material. Leen y escriben ochenta de cada cien adultos. La esperanza de vida promedio ronda los seten-
ta años. Y la perspectiva suele ser amplia y favorable. En definitiva, aseguraba el bueno de Rosling, este mundo no es tan malo ni tan peligroso ni está tan desesperado como pensamos. Pero ¿por qué lo vemos mal? Diez inclinaciones —instincts—, diez sesgos parecen explicar por qué entendemos erróneamente la vida. Según Rosling son el instinto de la separación (esa tendencia a dividir todo en dos, a polarizar en ricos y pobres, en nosotros y ellos), el instinto de negatividad, el de la línea recta, el del miedo, el del tamaño, el de la generalización, el del destino o la suerte, el de la perspectiva única, el instinto de culpa y el de urgencia. El sesgo de la negatividad se plasma en que retumban con más eco y más información los sucesos negativos que las cosas que van bien. El prejuicio de la línea recta asevera que, si nos ceñimos a los hechos, la vida dibuja altibajos, curvas. Rosling lo explica con amenidad y encadenando anécdotas y ejemplos. Da gusto leerlo. Un profesor de Redacción de esta Universidad explica que lo contrario de vender no es exactamente comprar. Y pregunta si desaconsejar equivale a no aconsejar. El Dr. Rosling murió de cáncer de páncreas a los 68 años, poco antes de que terminara este trabajo. En su Suecia natal era un hombre conocido, sobre todo por sus charlas TED. Como divulgador de viva voz tenía talento y eficacia: cifras, humor, ritmo, chistes punzantes… Congeniaba con los asistentes. «Lo interesante no son las cifras, sino lo que nos indican sobre las vidas que hay detrás de ellas», averiguó. Como un buen periodista. Como alguien rápido y verdaderamente humano.
apuntes
la realidad del bien La tesis de Factfulness plantea qué sesgos inclinan hacia esa frecuente discrepancia entre lo que pensamos que pasa y lo que es, lo que los datos aseguran. Vence lo mejor. Pero también las estadísticas y las prospecciones se interpretan. Que en el Bangladesh musulmán nazca el mismo número de niños que en la Suecia cristiano-atea de hoy ¿es buena noticia? ¿Es buena noticia que en 2100 no haya —según calculan— más niños que ahora? Hans Rosling, epidemiólogo además de estadístico, era consciente de que el mal campea por ahí. Aludió en las páginas finales de su ensayo a una cuadra de jinetes apocalípticos. Cinco males, cinco riesgos mundiales, podrían desbaratar el planeta. El cambio climático, la pobreza extrema, las potenciales pandemias internacionales, una guerra global y el colapso del sistema financiero. Casi siempre los mismos cabalgan juntos. La Guerra, el Hambre, la Peste y la Muerte. Y ahora también la Pasta.
Nt
verano 2020 Nuestro Tiempo —89
Libros
El arte de la simulación
El humor y el amor
Al encuentro con el otro
Cruzar la frontera
Un montón de migajas
Los lagos de Norteamérica
Una boda en Lyon
Tierra salvaje
Elena Gorokhova Gatopardo, 2020 380 páginas, 22,95 euros
José Daniel Espejo Pre-Textos, 2019 57 páginas, 13 euros
Stefan Zweig Acantilado, 2020 80 páginas, 10 euros
Robert Olmstead Hermida Editores, 2020 280 páginas, 19 euros
La escritora Elena Gorokhova nace en Leningrado en 1955, dos años después de la muerte de Stalin. La joven se educa en los postulados comunistas, que sus padres asumen sin rechistar. No les van mal las cosas. Gorokhova no es una represaliada ni sufre persecución. Sin embargo, siempre acechan las estrecheces y la falta de libertad, como describe en el retrato que hace de la vida cotidiana en los años sesenta y setenta. El interés de estas memorias está en ver cómo una joven corriente no acepta los valores que defiende su madre. La autora cita una expresión que se hizo famosa, vranyo, que resume así: «Ellos nos mienten, nosotros sabemos que nos están mintiendo, ellos saben que sabemos que nos mienten, pero mienten de todos modos, y nosotros seguimos fingiendo que nos lo creemos». Gorokhova estudia idiomas y eso le permitirá conocer a un norteamericano con el que contraerá matrimonio en 1979. Abandonó la URSS ese mismo año.
«Cuando las lágrimas/ caen hacia dentro encharcan/ el corazón», dice «Melancolía», un haiku de Javier Almuzara. En Los lagos de Norteamérica hay tanto dolor que, aunque el título hace referencia a un trabajo escolar de su hijo, resulta tentador pensar que es el acopio de las lágrimas de José Daniel Espejo (Orihuela, 1975). Nos cuenta su vida de viudo sumido en una crisis personal, con dos niños, uno de ellos con autismo. A veces ensaya un humor desengañado a lo Karmelo C. Iribarren, como cuando se mira en el baño y se espeta: «ríndete, Espejo». Pero el humor no es la solución. El imperfecto amor le salva. El suyo a sus hijos, el de sus hijos a él y el de su mujer: «A veces veo en sueños a la mujer que falta./ No habla. […]/ Lleva un vestido/ de color azul oscuro/ cuando se lo quita/ ya ella no está allí. Nos cubre con él/ a los niños y a mí/ ahora nos refugian infinitas/ constelaciones desconocidas».
Stefan Zweig demuestra de nuevo en este libro su estilo camaleónico y su ingenio afilado a través de cuatro relatos cortos. En esta edición, encabezada por «Una boda en Lyon» y seguida por «La caminata», «Un ser humano inolvidable» y «Dos solitarios», reconocemos a un Zweig analítico, más centrado en el desglose de los hechos y la importancia de los detalles que en describir los estados psicológicos. Zweig trata en estas cuatro historias temas como la tragedia y el amor, y en cierto modo la esencia de las tramas gira en torno al encuentro y el vínculo con el otro. Todo ello escrito con pasión, sensibilidad, hondura y la sutileza narrativa que le caracteriza, donde lo importante no es explicar algo absolutamente sino disponer los elementos para que cada cual saque sus propias conclusiones.
Tierra salvaje es una novela escrita con el preciosismo y el mimo de quien conoce bien el viejo mundo del Oeste americano. Olmstead entronca su relato en la tradición del wéstern literario de Zane Grey, Alan le May o en las magníficas historias de frontera de Dorothy M. Johnson. Es ese universo del mundo virgen, de la violencia de la naturaleza frente a los esfuerzos civilizadores y el afán de supervivencia del ser humano lo que la novela de Olmstead retrata. Tierra salvaje tiene también mucho de Ford, Hawks, Mann o Walsh. Los personajes de Michael y Elizabeth encarnan un reconocimiento a esos hombres y mujeres fuertes que construyeron una civilización, con sus luces y sus sombras, sí, pero cuyo relato no deja de ser apasionante. La delicadeza de la prosa y sus ricas descripciones son lo mejor de esta novela, que también trata de ahondar, sin tanto acierto quizá, en el alma de los pioneros americanos.
Adolfo Torrecilla 90—Nuestro Tiempo verano 2020
Enrique García-Máiquez
Mariaje Ruiz
Gema Pérez Herrera
Quince vidas extraordinarias del siglo xx
Una defensa del conocimiento poderoso
El matrimonio y Management útil la restauración del para todos los públicos orden social
La escuela no es un parque de atracciones
La primera sociedad
Cabeza, corazón y manos
Mujeres de novela
Gregorio Luri. Ariel 2020 416 páginas, 18,90 euros
Scott Hahn Rialp, 2020 188 páginas, 17 euros
Álvaro González Alorda Alienta Editorial, 2020 186 páginas, 14 euros
Sonsoles Echavarren Roselló Eunsa, 2020 200 páginas, 15,90 euros
En un ámbito donde parece que la innovación es siempre benéfica, Luri cuestiona el pedagogismo que domina los debates educativos. Su premisa: si el sistema ha funcionado razonablemente bien durante décadas, hay que ser más cautos con sus modificaciones. Complementando a educadores como Enqvist, Sánchez Tortosa, Birbalsingh o Bellamy, Luri critica esos nuevos métodos que «prometen grandes éxitos con pocos esfuerzos». Luri reclama la esencialidad de la memoria, la fertilidad del empeño para consolidar hábitos mentales, la supremacía intelectual del profesor en el aula o el valor de la disciplina, el orden y la atención, frente a la «deriva emotivista de la escuela y del olvido del deber». Una reivindicación del sentido común y del acceso al conocimiento valioso y la cultura compartida porque, «con todas sus imperfecciones, la escuela ha sido una de las más grandes y más nobles creaciones de la humanidad».
«Vivimos una época marcada por la inquietud y la inseguridad. Y no me refiero solo al miedo a una guerra o al terrorismo: me refiero al miedo a perder el trabajo o a atravesar una costosa crisis sanitaria. Es como mantenerse flotando en el agua sin saber cuándo llegará la ola siguiente». Este párrafo, escrito por Scott Hahn en 2018, destaca en su libro —dos años después y en medio de una pandemia— como si llevara un subrayado. ¿Cómo hacer pie en medio de los vaivenes actuales? No solo estamos a merced de tribulaciones sino que nos enfrentamos continuamente a nuestro anhelo de relación chocando con un individualismo galopante. Ante esto, el autor defiende recuperar el sentido de la interdependencia, y es en el matrimonio donde esta se expresa de manera especial. Su propuesta implica restaurar el matrimonio, no solo como institución natural sino como sacramento, en el que se cuenta con la gracia de Dios.
Sara trabaja en una multinacional absorbente. Puede ser vicepresidenta pronto pero antes deberá hacer un curso de mentoring con Oliver. Tras nueve meses de sesiones, madura como nunca antes y está lista para asumir cualquier decisión de la empresa respecto a su promoción. En un entorno editorial como el management y el desarrollo personal, proclive a veces a la venta de humo al por mayor, el autor da pautas aprovechables tanto por lectores iniciados como noveles. Para ello, aporta herramientas de «liderazgo transformador» al tiempo que las sustenta en cimientos sólidos como la lectura de los clásicos y el arte de la conversación. Ahí emerge la figura del mentor, esa persona que «con exigencia y cercanía» nos guía en nuestros viajes vitales y sabe que las transformaciones no consisten solo en tener más ideas y mejores sentimientos sino también en ponerse manos a la obra para que los cambios se materialicen.
En Mujeres de novela, Sonsoles Echavarren Roselló describe en forma de pequeñas biografías la historia de quince mujeres. Sus retratos van revelando al lector lo excepcional que puede resultar una vida si se sabe reparar en lo importante. Los detalles y anécdotas escogidos por la autora para presentar a sus protagonistas hacen del libro una narración sobre las dificultades de los años de posguerra, los noviazgos de la España de nuestros mayores y la repercusión de los acontecimientos mundiales en la historia nacional, los cambios sociales y en las costumbres. Todo a través de la existencia de abuelas, tías, madres, que podrían ser las propias. Entre líneas, se muestra el papel fundamental que ellas desempeñan en la vida de las personas. El libro consigue demostrar a través de estas mujeres que lo cotidiano, aunque discreto, es extraordinario.
Alberto N. García
Lucía Martínez Alcalde
Miguel Ángel Iriarte
Soledad Maldonado Ayuso
verano 2020 Nuestro Tiempo —91
Cine
números
5
millones de dólares ha donado la Academia de Cine Americana para ayudar al sector durante la pandemia.
50
películas españolas han tenido que paralizar sus rodajes por culpa del covid-19.
De la sala de cine al salón: en tiempos del covid
El confinamiento impuesto tras el estado de alarma ha trastocado las rutinas de vida, trabajo y ocio de las personas.
Uno de los sectores de negocio más afectados por el coronavirus ha sido la industria del cine. texto y críticas
Ana Sánchez de la Nieta
92—Nuestro Tiempo verano 2020
La pandemia ha cerrado todas las salas de cine, ha suspendido decenas de estrenos y ha paralizado centenares de rodajes. Al mismo tiempo, las películas, series y documentales se han convertido en aliados fundamentales de las largas horas de confinamiento, y algunas plataformas de contenido audiovisual han visto multiplicar su número de abonados. Ante esta paradoja se entiende que algunas distribuidoras buscaran rápidamente cauces para dar salida a sus estrenos, y algunas fórmulas
ensayadas los días del encierro dan pistas de por dónde puede ir la distribución de cine en el futuro. Pero esta pugna entre salas y plataformas no es nueva. Como ha pasado con otros fenómenos que la pandemia ha puesto en primer plano —el teletrabajo o la necesidad de digitalización—, este era un debate soterrado que el coronavirus no ha hecho nada más que acelerar. Cuando los cines se cerraron, la mayoría de las distribuidoras simplemente infor-
Elsa y Ana, ‘Frozen 2’
Poppy y Branch, ‘Trolls 2’
Vin Diesel, ‘Bloodshot’
Thierry Frémaux
maron del retraso de sus estrenos. Pero pronto empezaron algunos movimientos. En Estados Unidos, varias películas que se acababan de lanzar —y que no habían conseguido, por lo tanto, recuperar apenas el presupuesto invertido— anunciaron su salida en diferentes medios. Fue el caso de Frozen 2 (Disney) o de Bloodshot (Sony), que se podían ver en plataformas solo once días después de estrenarse en cines el 24 de marzo; un fin de semana, por cierto, histórico por la paupérrima recaudación (la menor desde 1998). Más arriesgada fue la apuesta de Universal. La major americana decidió que no quería tirar a la basura los millones de dólares invertidos en la promoción de Trolls 2 y mantuvo la fecha de estreno —10 de abril— y hacerlo en streaming. ¿El resultado? Según un informe de The Wall Street Journal, la película, lanzada a un precio de 19,99 dólares por 48 horas de alquiler, recaudó en Estados Unidos cerca de cien millones de dólares en tres semanas. Una cifra mayor a la que la película original consiguió tras cinco meses en salas. Universal ha hecho un negocio redondo al ganar mucho más que si la hubiera estrenado en cines. La razón: en streaming, el productor recibe el 70 por ciento de las ventas, mientras que en salas obtiene, como mucho, un 50 por ciento. Según cálculos de la web Indiewire, Trolls 2 necesitaría vender 32 millones de entradas para ser rentable, pero en su comercialización online le bastaría con diez millones de clientes premium. La parte menos positiva de esta apuesta es la dura contestación de las salas de cine, muchas de las cuales han pactado rechazar la exhibición de películas de Universal cuando reabran. La carta terminaba con una frase contundente: «No es una ame-
naza falsa ni poco meditada». En fin, una venganza servida en frío. En España la sangre no ha llegado al río porque los títulos estrenados en plataformas no suponen un grave daño a la taquilla. En nuestro país hubo distribuidoras que se movieron con mucha rapidez. Fue el caso de A contracorriente Films que, en un tiempo récord, lanzó una sala de cine virtual donde estrenaron algunos de los títulos que tenían previstos para esas semanas de marzo y abril. Se trataba de películas pequeñas, cine de autor, documentales o premios de festivales alternativos. Un puñado de títulos bien seleccionados pero que no constituyen un peligro para los dueños de las salas. Algunas distribuidoras aprovecharon también las plataformas digitales para dar salida a algunas cintas que no podrán competir con otras más importantes que se estrenen cuando vuelvan a abrirse los cines, porque claramente los grandes lanzamientos están esperando el final de la pandemia. En cualquier caso, estos cambios no solamente han afectado a la exhibición. La mayoría de los premios cinematográficos han modificado sus requisitos para aceptar películas que, por esta alerta, se hayan estrenado en streaming. El caso más llamativo es el de los Óscar. La Academia de Hollywood emitió un comunicado en el que, después de defender que «no hay mejor manera de experimentar la magia de las películas que verlas en un cine», permitía a las estrenadas online optar a los famosos premios. «Reconocemos la importancia de que su trabajo se vea y se aplauda, especialmente ahora, cuando las audiencias aprecian las películas más que nunca», declaraba la Academia en este comunicado sin duda histórico… como los tiempos que corren.
telegramas
autocines: ¿el futuro? Las limitaciones impuestas por el coronavirus han puesto de moda otra vez los autocines. En Alemania se ha duplicado su número y se ha convertido en un negocio estrella. quieren que cannes sea presencial «Un Festival de cine online no es un festival». Así zanjó el delegado general de Cannes, Thierry Frémaux, la polémica sobre el principal certamen cinematográfico. Se tratará, por todos los medios, de que sea presencial. el virus se alía con netflix La plataforma de contenidos audiovisuales ganó 16 millones de suscriptores en plena pandemia. Ya se ve que el confinamiento favorece el consumo.
Nt
verano 2020 Nuestro Tiempo —93
Cine
Alfonso Cuarón se confiesa
El heavy y la música celestial
Una crónica directa al corazón
Camino a Roma
Loud, Krazy, Love
Especiales
Dirección y guion: Andrés Clariond, Gabriel Nuncio México, 2020 Un documental para cinéfilos.
Dirección: Trey Hill, Scott Mayo Guion: Scott Mayo EE. UU., 2018 Para los que disfrutan con biografías.
Dirección y guion: Olivier Nakache, Eric Toledano Francia, 2019 Para los amantes del cine social.
Alfonso Cuarón estuvo a punto de conseguir el Óscar a la mejor película con su maravillosa Roma. Se quedó a las puertas al ganar el de mejor película extranjera. Ahora se estrena en Netflix un documental sobre el rodaje de la cinta más personal del cineasta. Camino a Roma es una lección de cine y una carta de amor al séptimo arte. El propio Cuarón va desgranando con todo lujo de detalles sus motivaciones, sus decisiones de guion, sus dudas y los obstáculos que tuvo que superar. Hay numerosas referencias a la búsqueda de localizaciones, al trabajo de casting y dirección de actores o a la planificación; pero, sin duda, lo más interesante son las propias confesiones de Cuarón sobre sus recuerdos y emociones de infancia, que son la materia prima de Roma. Como no podía ser de otra manera, la fotografía del documental —apoyada en la fotografía de la propia película— es una maravilla, al igual que algunos momentos que recogen toda la poesía y la magia que encierra el film.
Brian Head Welch es el guitarrista de Korn, una famosa banda de heavy metal estadounidense formada en 1993. En este documental el propio Head Welch cuenta su proceso de conversión religiosa, que le llevó a abandonar no solo una vida de excesos sino a su banda para volcarse en el cuidado de su hija y su recién estrenada fe cristiana. Estamos ante un documental más que notable, muy emparejado con Converso. Y es notable porque el personaje tiene carisma y discurso y se mueve ante las cámaras como pez en el agua. Porque la historia es absorbente y elude cualquier tentación de buenismo o simplismo y por el ingente material visual que acompaña la narración del proceso interior de un músico. Cada una de las afirmaciones de Head Welch está avalada con una grabación, con unas fotografías, con unos vídeos caseros. En definitiva, una propuesta sumamente interesante de una realidad que no suele ser fácil contar en la gran pantalla.
Los guionistas y directores franceses Olivier Nakache y Eric Toledano reventaron las taquillas mundiales con Intocable, una comedia que abordaba la historia de un millonario con discapacidad y el joven negro que le cuidaba. Nueve años después, han vuelto a triunfar en taquilla y a encandilar al público con una película similar en algunos aspectos pero mucho más dramática y madura. Basada en hechos reales, Especiales recorre la historia de dos hombres muy diferentes pero que trabajan en un proyecto común: ocuparse de aquellos que la sociedad ha descartado y ha dejado por imposibles. Bruno y Mallick, que en la vida real se llaman Stéphane Benhamou y Daoud Tatou, crearon dos organizaciones para jóvenes con autismo severo y para formar como monitores de estos jóvenes a otros chicos y chicas en riesgo de exclusión. Aunque la labor que desarrollan es imponente, un grupo de inspectores investiga el proyecto ante algu-
94—Nuestro Tiempo verano 2020
nas irregularidades que detectan en la organización. La cinta está rodada a modo de documental, un tono que le permite alternar el drama con algunos apuntes cómicos, la mayoría nacidos de la pasmosa naturalidad de las interpretaciones. Destaca la pareja protagonista, los veteranos Vincent Cassel y Reda Kateb, que encarnan a dos personajes de indudable fuerza: dos hombres corrientes, con sus fallos y limitaciones pero dispuestos a no frenarse ante las dificultades. No es cine de acción, y el desarrollo de los acontecimientos es lento y pausado, mientras que la banda sonora ayuda a subrayar el tono emotivo de la historia. La crítica a una sociedad hiperlegalista, rígida y, en el fondo, hipócrita es tan certera como necesaria en los días que vivimos.
La verdad, ¿una especie en vías de extinción?
Gracias al fútbol
Hogar, dulce hogar
El carisma de un papa
Posverdad: desinformación y el coste de las fake news
La nueva vida de Britt-Marie
Vivarium
Wojtyla. La investigación
Dirección: T. Novotny. Guion: A. F. August, Øystein Karlsen, T. Novotny Suecia, 2019 Para amantes de la comedia nórdica.
Dirección: L. Finnegan. Guion: G. Shanley (Historia: L. Finnegan, G. Shanley). Irlanda, 2019 Para pensar el síndrome de la cabaña.
Dirección y guion: José María Zavala España, 2020 Para cualquier interesado en la figura de san Juan Pablo II.
Hay que reconocer que los suecos tienen su propia manera de escribir comedias. Y este título es un ejemplo. Britt-Marie es una mujer de 63 años que ha dedicado cuarenta a cuidar de su casa y de su marido. De la noche a la mañana su vida da un vuelco y, para conseguir un trabajo, terminará acudiendo a aquel deporte que siempre odió: el fútbol. De primeras el argumento es más dramático que cómico, pero, lo dicho, el cine sueco sabe extraer de estas historias el elemento amable, el personaje entrañable y la chispa irónica que encuentra el humor hasta en los momentos más oscuros de una existencia. La cinta cuenta con una dama del cine nórdico, Pernilla August, que compone un personaje sólido y frágil al mismo tiempo, al que es imposible no terminar queriendo. La aguda presentación de este personaje, en el arranque de la película, es toda una lección de guion escrito con ingenio.
Una joven pareja encuentra, por fin, la casa de sus sueños. Cuando visiten la urbanización que acoge la vivienda, descubrirán que el ansiado dulce hogar puede esconder la peor de las pesadillas. Este curioso thriller, a caballo entre la ciencia ficción, la sátira y el cine de terror, se presentó con buenas críticas y algunos premios en el Festival de Sitges. No es un producto de masas: estamos ante uno de esos títulos extraños con una narración fragmentada, una estética muy cuidada, gélida y perturbadora, y un trío de actores que sostienen una historia muy marciana pero con la capacidad de inquietar e interesar al espectador. Quizás lo más frágil de la cinta es que no desarrolla la gran metáfora —muy vista pero sugerente y más en tiempos de covid— que parece encerrar: la del hogar como amenaza y como caldo de cultivo de comportamientos poco ejemplares.
Si hay un personaje que merece una película ese es san Juan Pablo II. De hecho, hemos visto en la pantalla propuestas notables, como la miniserie Karol. Con motivo del centenario de su nacimiento, el periodista José María Zavala presenta este documental que tiene como objetivo aportar luz a la más que comentada trama soviética para asesinar al carismático —en toda su amplia acepción— pontífice. El documental contiene algunas imágenes inéditas y testimonios muy interesantes, tanto del postulador de la causa de canonización como de algunas personas que han recibido favores de este papa santo. Sin embargo, cinematográficamente hablando, la cinta resulta pobre. Al guion le falta consistencia narrativa y la edición es excesivamente simple. Con todo, la fuerza del personaje rellena estas lagunas y al final queda un reportaje emotivo que invita a profundizar en la rica biografía de san Juan Pablo II.
Dirección y guion: Andrew Rossi EE. UU., 2020 Para periodistas y políticos.
Andrew Rossi (The First Monday in May, Page One) es un experimentado documentalista que afronta aquí el fenómeno —dolorosamente actual— de la desinformación. El reportaje se centra en el peso de las fake news en la vida de los estadounidenses y, especialmente, en la política. Es interesante cómo Rossi, a través de numerosas entrevistas, va explicando la forma en la que se crean estos bulos, su motivación política o económica y la importancia de la tecnología para difundirlos. Aunque muchos de ellos resultarán desconocidos para el espectador europeo, se sigue bien el hilo narrativo de cada una de las historias. Como suele ser habitual al hablar de las fake news, hay un cierto posicionamiento ideológico del director. Pero está presente también una abierta defensa de la necesidad de afrontar la desinformación con una apuesta decidida por el rigor de los datos, el contraste de fuentes, un trabajo serio de los medios y una cultura que deje de relativizar la verdad.
verano 2020 Nuestro Tiempo —95
Series
números
60
países, además de España, verán el estreno en septiembre en HBO de la adaptación a serie de la novela Patria.
54
millones de suscriptores había alcanzado ya Disney+ en abril de este año. Una cifra que pensaba conseguir en 2024.
Michael (a la izquierda), interpretado por Ted Danson, es el diseñador y responsable del «Buen lugar».
Una diabólica comedia celestial The Good Place propone un amable y desternillante enredo metafísico. texto Alberto N. García
[Com 00 PhD 05] es profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural
96—Nuestro Tiempo verano 2020
«Lo que importa no es si las personas son buenas o malas. Lo que importa es si intentan ser mejores hoy que ayer. ¿Me preguntaste de dónde viene mi esperanza? Esa es mi respuesta». Esta sentencia de Michael (un sensacional, siempre elegante, Ted Danson) funciona como síntesis y advertencia: The Good Place es una comedia amable y luminosa, alejada de la descacharrante misantropía que destilan obras cumbre del género como Curb Your Enthusiasm o las series de Ricky Gervais. En The Good Place las collejas son amables, los villanos de opereta, la gente bondadosa y, al final del camino, siempre reina la esperanza.
Ese optimismo existencial es marca de la casa. Michael Schur, creador de The Good Place, se curtió en la adaptación americana de The Office —mucho menos vitriólica que la original british— y ascendió al Olimpo de la ficción televisiva con Parks and Recreations, con su proverbial equilibrio entre corazón y risotada. El éxito de aquella hilarante comedia sobre la burocracia y el sentido de comunidad se ha prolongado en Brooklyn Nine-Nine y en este The Good Place que ahora nos ocupa. En todas sus series, Schur despliega un acogedor humanismo, atravesado por una sana, casi infantil, mala leche y sin ajustes de cuentas.
Ted Danson
Ricky Gervais
Las instituciones acaban funcionando, los errores pueden enmendarse, la redención existe y el amor, oh, triunfa. Uno podría pensar que las series de Schur son bobaliconas, blanditas, políticamente correctas e indigestas en su almíbar. Pero no. Porque el milagro creativo de The Good Place es generar buen rollo mediante un concepto dramático tan disparatadamente sofisticado que, una vez puesto en marcha, permite un torrente de salidas salerosas y giros abracadabrantes. Es un relato que reclama no solo mandíbula, sino también cintura elástica. Los narratólogos de salón serán tan dichosos viendo la serie como los adictos al yogur helado o… los amantes de las aporías éticas. Porque una de las virtudes de The Good Place es la labilidad de la premisa. Al fallecer, Eleanor Shellstrop (Kristen Bell) llega al «Buen lugar» del título —una especie de cielo exclusivo, hipervitaminado de felicidad—, donde aterrizan las personas moralmente más excepcionales. Allí, Michael —el director ejecutivo de este selecto más allá— se afana en organizar el día a día con una profesionalidad apabullante. Todo está medido hasta la exageración. ¿Cuál es el problema? Que Eleanor llevaba una vida desastrosa, de egoísta y malcriada, por lo que intuye que su presencia en este trasunto del cielo es un inmenso error. Ella debería pasarse la eternidad oliendo a azufre. Este punto de partida —una comedia de enredo metafísica— le permite al relato exhibir no solo un baile de identidades y máscaras, sino también darle un centrifugado simpático a preguntas existenciales y dilemas morales. Porque, bajo la corteza de levedad e inventiva propia de una ágil comedia para todos los públicos, late una serie que hace pensar. Que va al núcleo de las primeras preguntas, que también son
Michael Schur
Kristen Bell
William Jackson Harper D’Arcy Carden
las últimas. Y lo logra no solo por la agónica indecisión de Chidi (William Jackson Harper), un profesor de Filosofía Moral, sino también por la progresión empática de Janet (D’Arcy Carden), una suerte de robot divino que aloja todo el conocimiento del universo, o por el complejo arco de transformación de Michael. Por desgracia, como pasa en otras comedias de Schur, hay algunos personajes que no alcanzan la genialidad de los cuatro ya citados y acaban resultando cargantes, como la pija de manual que es Tahani o el mentecato de Jason. A cambio, la constelación de secundarios, recurrentes e invitados —otro de los rasgos de estilo de Schur— supone un goce continuo. Quienes hayan visto sus cuatro temporadas le habrán cogido cariño a la risita malvada de Shawn, a la crueldad naíf de Trevor o a la impredecibilidad de la juez Gen, la que resuelve —en el poco tiempo que se lo permite su adicción a las series televisivas— las disputas interdimensionales entre el Cielo y el Infierno. Chidi intenta definir el «Buen lugar» que habitan de una manera simple: «Es solo pasar suficiente tiempo con la gente que amas». Eso es The Good Place también para nosotros, los espectadores. Porque a esta panda se les acaba queriendo muchísimo. Y se nota el vacío una vez terminada. Las cuatro temporadas de The Good Place regalan frases memorables, sorpresas épicas, insultos divertidísimos y episodios inolvidables, como el final de la primera temporada, el del dilema del tranvía, el de las múltiples Janets, el del crossover con Justified o aquel en el que se explica cómo funciona la temporalidad en el más allá. Pero, sobre todo, lo que quedará en la retina y el corazón del espectador será un carcajada inteligente, diabólica y entrañable. Nt
apuntes
la fe en la pequeña pantalla Habitualmente denostada como elemento dramático, el tema de la fe reaparece tímidamente gracias a series como God Friended Me —un ateo al que Dios le solicita amistad en las redes sociales— o Evil, donde un seminarista católico y una escéptica psicóloga forense investigan posibles milagros. Trascendente. la segunda temporada de ‘the mandalorian’ La plataforma de streaming de Disney ya se ha extendido por todo el mundo. Haber escogido, como emblema de su lanzamiento, esta serie ambientada en el universo de Star Wars fue todo un acierto. La apasionante mezcla de cine de samuráis, wéstern galáctico y un bebé de lo más pocholo regresa en otoño. Gozosa. ‘lovecraft country’ en verano Dos autores de referencia han unido sus fuerzas: J. J. Abrams y Jordan Peele. Su Lovecraft Country es un drama sobrenatural ambientado en la América de los años cincuenta. Racismo, terror, sorpresas y lecturas sociopolíticas en esta serie de la HBO. Intrigante. verano 2020 Nuestro Tiempo —97
Música
«al alba»
Entendida como un canto de protesta por los últimos fusilados del franquismo en septiembre de 1975, Rosa León grabó «Al alba» por primera vez un año antes. La canción se incluye en Albanta y consiguió esquivar a la censura gracias a sus poéticos versos.
El cantautor madrileño durante una actuación en Santiago de Compostela en julio de 2001. efe/x. rey
Luis Eduardo Aute, un artista polifacético La muerte de Luis Eduardo Aute en abril de 2020 ha sumido a la música de autor española en un profundo vacío. Con él se ha ido una forma de hacer canción en la que la parte lírica sobresale ligeramente por encima de la musical, y la simbiosis de ambas eleva la obra a otro plano. texto Patxi Garro [Com 89] 98—Nuestro Tiempo verano 2020
Aute cantó al amor de manera magistral, y a la soledad, a la belleza, al erotismo y a las relaciones personales como quizá nadie lo había hecho antes. La personalidad de Aute sobrevolaba por cada uno de los textos que componían su obra, pero no solo la musical, también la pictórica, la cinematográfica, la escultórica o la poética, con la que inundó su vida y nos regaló para amenizar las nuestras. Nació en Manila el 13 de septiembre de 1943. Hijo de un español emigrado a Filipinas y de una filipina hija de españoles de la alta sociedad, creció en aquella ciudad devastada por los bombardeos de la Segunda
Guerra Mundial buscando la belleza en las obras de arte y aprendiendo a transmitirla por medio de sus pinceles. Aute acudía habitualmente con su padre a una de las pocas librerías que había quedado en pie en Manila en busca de libros de pintura. Cuando a los once años llegó a Madrid, el choque con la realidad de una ciudad triste fue brutal. Su padre le regaló una guitarra a los quince y su amor por Elvis Presley y Bob Dylan le empujó a aprender sus primeros acordes, pero su principal objetivo consistía en dedicarse a sus grandes pasiones: el dibujo y la pintura. De hecho, un año después de recibir esa
SELECCIÓN
Auterretratos vol. 3 [2009]
Entre amigos [1983]
guitarra, expuso por primera vez su colección pictórica y recibió críticas favorables. Su inquietud le introdujo en grupos de rock (Los Sonor, Los Pekenikes) pero, a principios de la década de los sesenta, viajó a París, donde ejerció de meritorio del ayudante de dirección en películas de Mankiewicz (Cleopatra, 1963), Jean Luc Goddard o Luis Malle y descubrió el cine, al que se dedicó después. Otra de sus pasiones era la literatura y comenzó a escribir poemas. Como se manejaba con la guitarra, el siguiente paso fue poner música a esos versos, y tras conocer a Massiel, le entregó varias canciones («Rosas en el mar», «Aleluya n.º 1», entre otras) que esta vocalista encaramó a las listas de éxitos. Aute se mostraba muy reacio a grabar sus propios temas porque no quería perder tiempo para pintar. Finalmente, accedió con la condición de no presentarse en directo ni hacer promoción de esas grabaciones. Así editó en 1967 Diálogos de Rodrigo y Jimena y al año siguiente con 24 canciones breves dio por finalizada su etapa discográfica. Su intención era dedicarse a la pintura, con la que ya había accedido al mercado internacional con exposiciones en varios países. Su obra pictórica y escultórica encontró hueco en Italia, donde consiguió el primer premio de la Mostra Fondazione Michetti, en la Bienal de París (1964), la de São Paulo (1967) o en multitud de ocasiones en la madrileña ARCO. No fue hasta 1973 cuando volvió a la música con Rito, al que siguen Espuma (1974), Babel (1975), Forgesound (1976) y Sarcófago (1977), además de realizar bandas sonoras para largometrajes de García Berlanga, Jaime Chávarri o Fernán Gómez, y de poner música a la obra de teatro Cinco horas con Mario de Miguel Delibes. Durante
Rito [1973]
Albanta [1978]
esos años cedió sus composiciones a otros artistas como Mari Trini o Rosa León, quien grabó una de sus canciones más aclamadas, «Al alba», que Aute incluirá en su disco de 1978, Albanta. Uno de los momentos clave tuvo lugar en 1983, con la edición de un disco doble en directo, Entre amigos, rodeado por algunas de las figuras más importantes de la música internacional de autor, como Pablo Milanés, Teddy Bautista, Silvio Rodríguez o Joan Manuel Serrat, en el que repasa toda su carrera y con el que consiguió el Premio Nacional del Disco. Ya había superado su pánico al escenario y se embarcó en giras por todo el mundo. Su lírica alcanzó su máxima expresión haciendo convivir el surrealismo con el costumbrismo de forma natural y llegando a retorcer el lenguaje hasta el punto de convertirlo en un arma única y, al mismo tiempo, de naturalizar la poesía como modo de expresión. Canciones como «Las cuatro y diez», «Una de dos», «Alevosía», «Pasaba por aquí», «Prefiero amar», «Slowly» y tantas otras más convertidas en acervo popular no impidieron que siguiera tocando otros palos artísticos. Publicó multitud de libros de poesía, dirigió varios cortos, compuso para largometrajes y en 2001 presentó en el Festival de Cine de San Sebastián un film de animación, Un perro llamado Dolor, realizado a partir de cuatro mil dibujos a lápiz de los que se encargó personalmente, además de crear la banda sonora. Aute defendía que la existencia es un continuo aprendizaje y que la muerte determina lo que uno ha hecho en vida. Poco antes de morir, dirigió un documental basado en su propia trayectoria, Aute Retrato, en el que justificaba su inminente muerte con su propia obra. Como escribió: «Si yo solo pasaba, pasaba por aquí».
Diálogos de Rodrigo y Jimena [1967]
apuntes
la estela de un artista La obra de Aute ha sido reconocida por diferentes artistas. En el año 2000 se publicó ¡Mira que eres canalla, Aute!, un disco homenaje con nombres como Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel, Joaquín Sabina, Rosendo, Jorge Drexler o Fito Páez, entre otros. En 2015 llegó otro, Giralunas, en este caso realizado por artistas de generaciones posteriores como Leiva, Xoel López, Rubén Pozo, Depedro… Su obra literaria es extensísima desde que en 1975 editó La matemática del espejo. En 2004 publicó Cuerpo del delito, donde reunió por primera vez las letras de sus canciones y, varios años después, lo actualizó en Claroscuros y otros pensamientos, cuando el número de canciones superaba las cuatrocientas. Revisó y reeditó su obra poética el año pasado en El sexto animal, donde incluyó más de doscientos cincuenta poemas y diversos textos que abarcaban toda su trayectoria.
Nt
verano 2020 Nuestro Tiempo —99
Escena
christoph schlingensief
«Es curioso, la abstracción provoca antes la protesta que la realidad misma»
Recordar es olvidar
Christoph Schlingensief durante la performance «Sinking Germany» (1999) en Nueva York.
Un documental repasa la vida y la obra del cineasta y director de escena Christoph Schlingensief, probablemente el creador alemán más influyente de las últimas décadas. texto Felipe Santos [Com 93]
@ultimoremolino fotografía ©Filmgalerie 451 100—Nuestro Tiempo verano 2020
Trazar la línea de la vida. Lebenslinie. De dónde vengo y hacia dónde me dirijo. En paralelo, a ambos lados, un margen de tolerancia al error, al desvío, para esos cambios que «no se ajustan a mi disposición natural pero no me dañan». Toleranzgürtel. Si la línea de la vida traspasa ese margen, llega el caos. Christoph Schlingensief pinta todo eso sin apenas dudar, transitando un camino ya muy estudiado, y cuando llega a ese punto dibuja un remolino. «Aquí no sé exactamente quién soy».
Las imágenes que dan inicio al documental que recorre su vida y su obra se filman cuando ya sabe que está aquejado de un cáncer de pulmón. Morirá en 2010. Como siempre que alguien se enfrenta a algo así, mirar atrás es parecido a trazar esa línea. Salirse de ese margen y alcanzar el caos puede sumirte en una situación vital tan difícil que tus células pueden llegar a degenerar. Y escribe dentro del remolino: «La situación se volvió estrictamente sin rumbo porque era una acción simulada».
la visión de böhler Bettina Böhler (Friburgo, 1960) es una de las más destacadas montadoras de Alemania con más de ochenta trabajos en películas de ficción, documentales y de televisión. Ha colaborado durante años con cineastas de estilo personal como Christoph Schlingensief, Angelina Maccarone, Oskar Roehler o Margarethe von Trotta. En 2007 recibió el Premio de Cine de Bremen a la trayectoria profesional. Con Barbara (Christian Petzold, 2012) y Wild (Nicolette Krebitz, 2017) fue nominada al Premio Alemán de Cine. foto: angelina maccarone
Luego tacha el conjunto y escribe en rojo sobre el caos: «SER. Eso es lo que hago». Y al lado, en mayúscula, la frase que siempre le solía repetir su padre: «Recordar significa olvidar». Y, como si fuera una sentencia para todo el dibujo —contemplado así, de adelante atrás—, le escuchamos decir: «En el mismo instante en que recuerdo mi pasado, en realidad lo emborrono». Las memorias de familia son imágenes grabadas por su padre en una cámara Doble Super-8. En ellas se ve al pequeño Christoph al frente de improvisadas obras de teatro en tardes soleadas de la infancia. A veces solo, a veces con sus primos, se vislumbra esa querencia temprana por la representación de otras vidas. Más tarde, viendo aquellas películas con la familia reparará en algo que le llevará al cine. Un día su padre rebobina dos veces sin darse cuenta el mismo carrete de la cámara. Cuando recibe la película revelada y la proyecta, de repente las imágenes aparecen superpuestas. En esa doble exposición descubrirá un tiempo doblado de dos instantes aparentemente inconexos de sus vidas. Contemplarlo les conferirá otro significado, mucho más rico y profundo que la realidad misma. Durante la exhibición de Tunguska (1983-84), su primer largo, el proyeccionista interrumpió la película porque creyó que el celuloide se había quemado en la lámpara. El público fue abandonando la sala pero aquel efecto era parte de la filmación. Cuando la película se reanudó, Schlingensief reparó en que toda aquella confusión ha pasado a formar parte de ella y continuará cada vez que se proyecte. Desde entonces, la envergadura de su cine, y más tarde de su teatro, estará indisolublemente unida a la reacción que suscite.
Si la generación de sus padres vivió marcada por la posguerra, por un pasado desagradable que pronto el establishment decidió obviar, la suya lo estuvo por la reunificación de Alemania. Políticamente se vio como el gran reencuentro, esperado durante décadas, entre familias que quedaron aisladas por un muro. Pero algunos jóvenes como él entendieron que ese proceso había soslayado muchos asuntos espinosos. ¿Por qué un país como el suyo decidió echarse en brazos de un loco? ¿De verdad ocurrió así de fácil? ¿Y qué queda hoy de toda aquella forma de pensar? ¿Se volatilizó tras la guerra? Una de las respuestas la encontró en una frase de Egon Krenz, el mandamás de la RDA, emitida por la radio y que luego utilizó en sus montajes: «La virtud en sí del mundo actual es evitar todo, pero realmente todo lo que tenga un efecto desestabilizador». En aquello, la parte occidental era igual a la oriental, y entendió que ese factor de desestabilización, el de formular esas preguntas que nadie quería hacerse, lo debía asumir la cultura. La representación de la política y de la vida. Un planteamiento dialéctico que llevó al cine y luego al teatro y la ópera. Para entonces su reflexión empezó a llamarse provocación. Se planteó que el sistema era en realidad la escenografía de sus montajes: el gran teatro del mundo, como diría Calderón. Y que los medios de comunicación eran decisivos en esa configuración escénica de la política y la economía. El plan de la obra artística debía entonces fundarse en el cuestionamiento radical de todo el montaje. Este documental, deslumbrante en el tratamiento de un material rico y complejo, muestra que Christoph Schlingensief, muy desconocido fuera de Alemania, mo-
ficha artística
Schlingensief — In das Schweigen hineinschreien (Traducido como Schlingensief — Una voz rompiendo el silencio). Documental escrito, dirigido y editado por Bettina Böhler. 124 minutos. Alemania, febrero de 2020. Versión original en alemán, con subtítulos al inglés y español. Estreno: Berlinale – Panorama Dokumente 2020. Se exhibió también en el DokFest de Múnich (mayo de 2020) y en el Festival de Cine Alemán de Madrid (junio de 2020). l
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deló el discurso político y cultural de su país durante décadas. Utilizó la política y su representación para llegar al fondo de categorías universales como el dolor, la violencia o la muerte. Casi una década después, cada aproximación a su obra agranda la profundidad de su figura como creador y nos recuerda que el teatro que nos libera es el que siempre se hace todas las preguntas. Nt
verano 2020 Nuestro Tiempo —101
Arte
sus raíces
Vicente José de Oliveira Muniz nació en Jardim Panamericano, una favela muy humilde de São Paulo, en 1961. Su padre trabajaba en un restaurante y su madre era telefonista. Le crió su abuela Ana Rosa. Crecer entre la necesidad y la posibilidad, según reconoce, ha sido clave en su desarrollo creativo. foto: holger keifel
El laboratorio visual de Vik Muniz
Fragmento de Liver (Hepatocytes) Cell Pattern 1, enmarcada en «Colonies», una de las series más recientes de Muniz.
El artista brasileño Vik Muniz dedica su vida a investigar el poder de la representación. Considera que es el segundo descubrimiento más importante de la humanidad, después del fuego. texto Ana Eva Fraile [Com 99] fotografía Vik Muniz
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La memoria más antigua que conserva Vik Muniz (São Paulo, 1961) la protagoniza su abuela Ana Rosa. Nunca estuvo en la escuela, pero «miró tan fuerte los libros que descodificó sola su universo de letras, de signos», suele contar. Sentados en un sofá verde en una casa muy pobre, su abuela le muestra la Enciclopedia Britannica que el padre de Vik había ganado jugando a las cartas. «Deslizaba los dedos sobre las palabras poco a poco mientras las saboreaba. Era una experiencia cuasitáctil», dice. Con este método, memorizando la forma
completa de cada palabra, aprendió a leer también él a los cuatro años. De aquella vieja enciclopedia proceden las primeras imágenes impactantes que Muniz recuerda de su infancia. «Técnicamente, no sabía si se trataba de dibujos muy buenos o de fotografías muy malas». Su favorita era la que acompañaba a la palabra infinito: «El ilustrador se había limitado a insertar una página de color negro». Antes de ir al colegio ya había leído obras de Verne y Monterio Lobato, pero tardó tres años en ser capaz de escribir una sola
compromiso social
En octubre de 2016, Vik Muniz abrió la Escola Vidigal en esta comunidad de Río de Janeiro. Se trata de una «Bauhaus para niños» donde pequeños con pocos recursos aprenden artes visuales y tecnología basándose en la experiencia del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Diez años antes había fundado el instituto de arte Centro Espacial Vik Muniz. foto: divulgação
palabra. Sus cuadernos de esa época están llenos de dibujos que parecen jeroglíficos. Progresivamente, los trazos adoptaron la forma de escritura: «Cuanto más dibujaba, mejor se me daba escribir, y viceversa». Muniz no podría señalar con exactitud el día en que empezó a ser artista, pero sabe cuándo todo el mundo a su alrededor dejó de serlo. Su energía creativa tomó un rumbo diferente: «Cuando todos los niños dejaron de dibujar, porque estaban aprendiendo a leer y a escribir, yo iba en la dirección opuesta». Una vez el profesor de Física, el señor Belotto, le confiscó el cuaderno y le mandó al despacho del director, que, en lugar de enfadarse, acabó eligiéndole para representar a la escuela en un concurso artístico. «Ese fue el día más feliz de mi vida hasta el momento porque comprendí que había más niños extraños como yo. Muchos», bromea. Su collage ganó el primer premio: una beca para aprender dibujo académico en la Escuela Panamericana de Artes. Entonces Muniz tenía catorce años. Aprendió la técnica, pero también la historia y la teoría. La literatura sobre óptica y percepción, desde Newton hasta James J. Gibson y Richard Gregory, le arrebató: empezó a pensar qué es una representación. «Me encantaba producir imágenes, pero estaba mucho más interesado en el modo en que llegamos a comprenderlas», reconoce. Cuatro décadas después, el artista brasileño continúa explorando. No deja de preguntarse cómo hemos perdido la capacidad de maravillarnos «ante la magia del dibujo», que hace que un gesto simple —una única línea delgada y circular— simbolice una gran bola de fuego. En busca de porqués, Muniz pasa mucho tiempo en los museos observando cómo miramos el arte. «Cuando las personas
caminan hacia una obra, todas se detienen en un mismo lugar, frenadas por una línea imaginaria», afirma. En ese punto exacto, donde nuestros ojos pueden recorrer con comodidad el espacio pictórico, empezamos a balancearnos, hacia adelante y hacia atrás, «como si tratáramos de adormecernos y llegar a un estado de trance». Al distanciarnos vemos la imagen y, según nos aproximamos, todo se desvanece y apreciamos de qué está hecha. «El espectador oscila entre ambos mundos, mental y material, sintiendo el cambio, la fugacidad», continúa. Hacia atrás y hacia adelante. Según Muniz, el momento más sublime de este baile ritual se produce cuando, «durante una fracción de segundo, cruzamos la frontera, cuando una cosa toca a otra y la idea se transforma en materia». Crear nuevos modos de comprometer la percepción del observador a través de sus fotografías ha sido siempre la principal preocupación de Vik Muniz. Con una fórmula que combina temas familiares, juegos de escalas y materiales no ortodoxos intenta despertar al espectador de su «ceguera». «Nuestra cultura —argumenta— ha enterrado el prodigioso poder de la representación de nuestros antepasados bajo capas y capas de tecnología». ¿Cómo movilizar la conciencia de criaturas consumidoras de imágenes que habitan en una realidad holográfica? Muniz es rotundo: «El arte contemporáneo tiene un papel fundamental para entender mejor la sociedad en que vivimos porque involucra al individuo en un diálogo con el mundo». Su obra se completa en el instante en que nace la primera pregunta. Nt
¿Qué crea Vik Muniz? Así se transforma una idea en una obra de arte. Páginas 44-51
apuntes
próxima exposición Procedentes del Museo de Arte de Sarasota, en Florida, su última parada, las fotografías de Vik Muniz llegan el 23 de de septiembre al Museo Universidad de Navarra. Pamplona es la única escala europea, por el momento, de una muestra que ha viajado a Estados Unidos (Atlanta, Blooming-ton y Norfolk) y México (Monterrey). La exposición retrospectiva, compuesta por más de cien piezas, está organizada por la Foundation for the Exhibition of Photography (Minneapolis/Nueva York/ París/Lausana) y el High Museum of Art (Atlanta) en asociación con el Museo Universidad de Navarra. masterclass La primera visita de Vik Muniz al campus de Pamplona ocurrió el 20 de marzo de 2019 para impartir una masterclass titulada «El ilusionista». Dos años después, si el contexto mundial lo permite, Muniz regresará a Navarra en marzo de 2021. En la inauguración de la muestra, será el comisario Arthur Ollman quien dará voz al proyecto.
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historias mínimas Ignacio Uría
Tiempos salvajes
cadena de la bici, ponerte la nivea o perseguir a tu hermano, un especialista en fugas... Hasta el encargo de ir por leche a la cuadra de las Teresas escondía misterios: allí viste un buey por primera vez. La felicidad reía en las incursiones a la finca del Chato para robar higos y, por supuesto, al bañaros con alevosía en la balsa de Matalobos. O a la salida de la misa de domingo porque ya habías ido a misa de domingo (ah, don Saturnino y sus sermones eternos). La dicha retumbaba en himnos callejeros («La vida pirata es la vida mejor») mientras todos dormían la siesta. Asomaba en La Sirena jugando a la escoba antes de ir al cine a ver Grease con toda la banda. No os dejaron entrar (mayores de 14 y menores acompañados), pero bastó la cartelera para enamorarse de Sandy Newton-John, una diosa americana. En aquel tiempo siempre querías ser mayor, sin sospechar que cuando llegaras a ese puente te resistirías a cruzarlo, suplicando volver a los días bárbaros y reencontrar a tus com«Así era la libertad. Así, la felicidad: plena, pinches (Carlos, un gánster con flequillo, o Cali Vallina y su deslumbradora y frágil. Una dicha efímera que perro Dacar) para hacer de las vuestras. Bien lo sufría Herse quedó varada en mi memoria. Empeñada en mógenes —jardinero con sombrero—, al que le escondíais la volver si huele a lluvia sobre tierra seca» bicicleta cuando se iba a comer. Sus insultos no los superaba ni el capitán Haddock. n esta primavera insólita, he rezado —basAquella vida medio gitana ofrecía aventuras que solo patante— y he leído —más—. La fe me consoló y los saban en verano: perseguir gatos, llevar navaja o subirse a los libros se convirtieron en alfombra voladora para tractores cerca del silo y después celebrarlo todo en el Kennehuir por la ventana. Sin límite de tiempo ni espacio. dy con dos quintos de cerveza («Para tu padre, ¿no, guaje?»). Por ejemplo, los tres diarios de Lorenzo y Delibes (cazador, A los trece años eso te hacía casi un hombre. Igual que ir al emigrante y jubilado) y la enfurecida vida de Durruti; Camus cementerio viejo en noches de luna llena, con el terror de con su extranjero y un largo etcétera de mi vecino Garcíacorbata, para ver los fuegos fatuos («almas que no pueden enMáiquez. Todos ellos a la sombra de las columnas de Pedro trar en el purgatorio»). Entonces el reloj de la iglesia daba las Cuartango y de David Gistau que estés en los cielos. Hay que doce, hora bruja para volver a casa cuando mejor te lo estabas aprender de los grandes. pasando. El confinamiento incluyó banda sonora. Junto a los barrocos La alegría, lo sabes bien, era sentir a Ángela a tu lado, tendillegaron Ludovico Einaudi, la música de Retorno a Brideshead dos en la hierba mientras buscabais estrellas fugaces. Sin ro(et in Arcadia ego) y el «Ya somos libres» de Lisa Gerrard. De zaros siquiera. Una tarde te apuñaló —maldita sea tu suerte— Lisa y de Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércicon aquellos ojos claros que tumbaban de espaldas: «Eres mi tos del norte, general de las legiones Félix y gladiator a la fuerza. mejor amigo». Al año siguiente ya no estaba. Había emigrado a Máximo me preguntó a bocajarro cuándo Bélgica con su padre. me había sentido libre. Libre y feliz de verAsí era la libertad. Así, la felicidad: plena, La pregunta del autor dad. Y sin pretenderlo regresé a los veranos deslumbradora y frágil. Una dicha efímera rebeldes de Santa María, pueblo leonés al que sin embargo se quedó varada en mi me¿Se puede vivir la felicidad que volvíamos como golondrinas de mar. La moria. Empeñada en volver si huele a lluvia en presente o solo libertad —¿nunca igualada?— latía en aquesobre tierra seca. Quizá porque la felicidad recordarla? llas semanas de bicicletas y padres invisibles, solo puede ser recordada y con ella siempre de buscar nidos y arrancar viejos carteles de llegan otros, ¿verdad, muchachos, compañeun circo que jamás llegó. De hacer la digesros de mi vida? tión (¡tres horas!) y de atardeceres rojos-yUna vida que cabe en una sola mirada. malvas-casi-rosa. De jugar al pañuelo o a las Descubrirlo es mucho. Aceptarlo quizá lo sea @NTUnav películas con los Mayo, que eran mexicanos todo. Opine sobre este asunto en y viajaban en avión. De vivir en permanente Twitter. Los mejores tuits se búsqueda y captura paterna. Ignacio Uría [Der 95 PhD His 04] es profesor de publicarán en el siguiente número. Historia en la Universidad de Alcalá. Solo existían el aquí y el ahora, y nada @Ignacio_Uria te contrariaba: las manos con grasa de la
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ensayo
El saber, al servicio de la persona
Investigar la verdad: de la academia a la vida ordinaria La crisis sanitaria originada por el covid-19 va a implicar cambios en muchas instituciones, entre ellas en la universidad. ¿Qué lecciones pueden aprenderse de esta pandemia con el fin de que la investigación universitaria esté a la altura que le es exigible, si ocurriese otra emergencia similar? Sin renunciar a la pasión por el descubrimiento de la verdad en todos los ámbitos del saber, deberá estar alentada por dos impulsos convergentes: la interdisciplinariedad —abierta a la transversalidad— y su carácter traslacional, transidos ambos de un profundo sentido ético que ponga en el centro al hombre, tanto en su dimensión personal como social. JOSÉ MARÍA BASTERO de eleizalde Catedrático emérito y antiguo rector de la Universidad de Navarra.
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«la consecución de la verdad es el objetivo de toda ciencia» y «Servir a la verdad: descubrirla y transmitirla es la vocación de la universidad» son afirmaciones de dos grandes académicos, John Henry Newman (1) y Juan Pablo II (2) respectivamente, que desentrañan la esencia del quehacer universitario: la docencia y la investigación. Y en este binomio la investigación tiene una evidente prioridad cronológica: no se puede enseñar si no se sabe, si no se ha aprehendido la verdad. En la vida corriente el término investigar adopta acepciones análogas, cuando no, en algún caso, equívocas. Hay una inflación del uso de esta palabra, que aparece en contextos académicos, industriales, institucionales, políticos o en los medios de comunicación. Para delimitar los contornos de la investigación científica, que es la propia de la universidad, pasaré a contraponerla con otras tareas con las que puede confundirse o comparte cierta afinidad. La investigación, según el Diccionario de la lengua española, es «la acción y el efecto de realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático, con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una materia determinada». Se distingue así de la invención y de la creación artística. Cabría decir que el inventor ingenia para realizar; el investigador se pregunta y pregunta para descubrir; y el artista imagina para crear. La invención procura dar una respuesta eficaz, a veces original, a una necesidad planteada. Eso la distingue en varios aspectos de la investigación. En la primera se conoce previamente la necesidad que resolver, termina cuando se alcanza
el resultado previsto y funciona con el método de prueba y error. Por contra, la investigación científica persigue descubrir una verdad desconocida, nunca termina —porque siempre hay una concatenación de verdades— y su método, el científico, requiere establecer una secuencia clara y coherente de relaciones causales. En consecuencia, en el inventor priman en especial el ingenio, el oficio en su ámbito y el sentido práctico; mientras que al investigador se le exige inconformismo intelectual, sentido crítico y razonamiento riguroso. Al relacionar invención e investigación, de ningún modo he pretendido descalificar a aquella frente a esta. Hay inventores, como Thomas Edison —a quien se debe, entre otros dispositivos, la lámpara incandescente y el fonógrafo—, que han pasado a la historia por la repercusión social y económica de sus logros, algunos de los cuales han dado origen a nuevos ámbitos de investigación. En su valiosa obra Consideraciones sobre la investigación científica, el profesor José María Albareda hace esta certera apreciación: «La investigación no se propone iluminar un espacio o un pasado oscuro, sino más bien encender la luz para iluminar principios que, al ser generales, son actuales» (3). Si comparamos la investigación con la creación artística, el contraste presenta otros matices. Ambas pretenden llegar a algo nuevo, no conocido previamente. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con el descubrimiento científico, la obra de arte no pre-existe en la realidad sino en la mente del creador y depende esencialmente de él; además, se justifica
por sí misma sin que sea necesario proceso racional alguno que la patentice; y las aptitudes personales del artista —creatividad, sensibilidad ante la belleza, etcétera— son más innatas que cultivadas, sin que eso le exima de adquirir unas destrezas técnicas para plasmar su obra. Reflexionar sobre investigación lleva a la debatida cuestión de contraponer la investigación básica frente a la aplicada. Aunque existen opiniones para todos los gustos, y sin pretender sentar cátedra, me aventuraré a dar la mía. Desde mi punto de vista, el dilema resulta bizantino: la verdadera investigación es en sí misma, de manera simultánea, básica y aplicada. En términos generales, la dicotomía básica/aplicada responde a la inmediatez que tiene la investigación con su utilización práctica. Y me parece que este criterio, aunque razonable, es reduccionista por basarse en el mero utilitarismo pragmático. La historia ha demostrado que investigaciones que en una época fueron consideradas absolutamente básicas han dado origen, con el transcurso de los años, a espectaculares avances tecnológicos; como el estudio de los momentos magnéticos de los espines nucleares y su interacción en líquidos, cristales y moléculas, que, al poco tiempo de esclarecerse, permitió construir los aparatos diagnósticos de resonancia magnética. De todas formas, aun cuando pareciera no tener carácter práctico alguno, toda investigación tiene una aplicabilidad intrínseca, pues entraña una mejor comprensión de la verdad que, al quedar iluminada con más intensidad, puede proyectar su claridad a otros ámbitos del saber. Contribuye, y esta es su utilidad
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ensayo
El saber, al servicio de la persona
La universidad ha de llevar a cabo la tarea de ordenar, armonizar y jerarquizar las verdades alcanzadas mediante un vivo, abierto e ininterrumpido diálogo interdisciplinar. más importante, al avance del conocimiento humano. A su vez, la investigación aplicada es también básica porque muestra con más claridad la evidencia interna de la verdad que encierra. cómo se gesta la investigación. Está generalmente aceptado que en el umbral de toda investigación existe una elección personal que en muchos casos no puede someterse a reglas lógicas estrictas y que impulsa a explorar nuevos caminos: unas veces, pocas, con una radical originalidad; otras, la mayoría, con la novedad que entraña una inferencia inédita de saberes previos. Citaré dos casos. El primero se refiere a la formulación de la ley de la gravitación universal, elaborada por Isaac Newton en 1687, en la que postuló la existencia de unas «fuerzas a distancia». Esta afirmación marcó una ruptura radical con la tradición secular aristotélica que solo admitía acciones mecánicas por contacto. Precisamente esta fractura ocasionó que, pese a su éxito, esta ley para predecir el movimiento planetario no fuera aceptada por la Royal Academy hasta bien entrado el siglo xviii, gracias a la apasionada defensa que Roger Cotes hizo en el prólogo de la segunda edición de Principia Mathematica en 1717. El otro caso tiene como protagonistas a W. F. Anderson, R. M. Blaese y K. Culver, que en 1990 realizaron la transferencia del gen de la adenosina deaminasa a linfocitos T de dos niños con inmunodeficiencia por déficit de esa enzima: dieron así nacimiento a la terapia génica, basada en la introducción de secuencias de genes en el interior de células para lograr un efecto curativo (4). Como fácilmente puede entenderse, este avance procede de una acertada y novedosa simbiosis de unos conocimientos muy avanzados de biología molecular, microbiología y patología médica. No obstante, en algunas ocasiones, la investigación nace de una casualidad o de un error. A este respecto, es paradigmático el caso de Alexander Fleming, des-
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cubridor de la penicilina, al observar en septiembre de 1922 que se producía una drástica disminución de la colonia bacteriana en un cultivo de estafilococos en el que habían caído unos mohos. Para constatar que una investigación apreciable puede proceder de un error narraré ahora un suceso del que fui testigo durante mis años en la Escuela de Ingenieros de San Sebastián. A principios de los setenta, un profesor propuso iniciar un estudio para el que se encargaron al taller del departamento de Materiales de la Universidad de Sheffield probetas calibradas con diferentes porcentajes de cobalto. Este pedido se cursó mediante una carta en la que, por una equivocación mecanográfica, se deslizó inadvertido un pequeño lapsus ortográfico. Concretamente se sustituyó la letra o de Co, símbolo químico del cobalto, por una u, con lo que la aleación demandada pasó a ser hierro/ cobre (Fe/Cu) en vez de hierro/cobalto (Fe/Co). A todos nos extrañó el tiempo que tardaron en llegar las probetas y, aún más, la elevada factura que las acompañaba. Fabricar aleaciones de hierro con alto contenido de cobre supuso un verdadero reto tecnológico para nuestros colegas de Sheffield, que tuvieron que resolver un difícil problema de termodinámica del estado sólido. Repuestos del consabido disgusto, y ya que no se podía despilfarrar un material tan costoso, se decidió modificar el planteamiento inicial para abordar la transformación martensítica en las aleaciones de hierro/cobre. En sí mismo, el tema era novedoso, y el trabajo desarrollado fue muy original, tanto que sus resultados dieron lugar a un buen número de papers en prestigiosas revistas internacionales —supongo que en aquellos momentos nuestros colegas pensarían que había en San Sebastián unos cuantos locos investigando sobre un tema inútil tecnológicamente—. En los inicios de los años ochenta —ya había terminado por entonces esa investigación— una crisis económica obligó a una grave reestructuración
drástica del sector metalúrgico. En estas circunstancias, el director de una acería situada en Goierri, que había logrado desenvolverse con éxito en un mercado europeo altamente competitivo, vino a nuestro departamento. Se había visto obligado a usar como materia prima la chatarra más barata del mercado, procedente del reciclado del automóvil y con elevados niveles de fracción de cobre. Con el fin de producir un acero conformable y con unas determinadas propiedades mecánicas, había acudido a los más relevantes centros europeos de investigación. Y nos transmitió con asombro que todos le remitieron a nuestra Escuela de Ingenieros, como pioneros en las aleaciones de hierro/cobre. De resultas de esta entrevista se formalizó un contrato de gran envergadura que le permitió a esa empresa hacerse con una tecnología propia para la optimización estructural de aceros con alto contenido de cobre, que hoy día siguen fabricando.
La historia ha demostrado que investigaciones que en una época fueron consideradas absolutamente básicas han dado origen, con el transcurso de los años, a espectaculares avances tecnológicos.
saberes cruzados que abren horizontes. Cuanto se ha afirmado hasta ahora podría aplicarse a un departamento fabril de I+D o a un laboratorio farmacéutico. Pero ¿qué aporta la investigación universitaria? Por ser universitas scientiarum, la universidad debe ahondar en todas las áreas científicas que cultiva. Pero el solo fomento de los saberes no agota su dimensión investigadora, pues nació con la pretensión, que aún conserva, de dar una respuesta intelectual al mundo en que vivimos, y con la finalidad de dar unidad a la dispersión, para recuperar y reconstruir la unidad del cosmos. Por esta razón, la universidad ha de llevar a cabo la tarea de ordenar, armonizar y jerarquizar las verdades alcanzadas mediante un vivo, abierto e ininterrumpido diálogo interdisciplinar. Incluso me parece que debería dar un paso más: inquirir lo que tienen de común las verdades de las diferentes ciencias por el único hecho de ser verdad. La investigación desarrollada en el seno de una universidad ha de tener, por tanto, dos características primordiales: la interdisciplinariedad en primer lugar; y, en segundo, que sea traslacional.
verano 2020 Nuestro Tiempo —109
ensayo
El saber, al servicio de la persona
En las ciencias humanísticas y sociales la interdisciplinariedad ha de superar el individualismo y buscar formas de cooperación con equipos multidisciplinares.
Nadie concibe en la actualidad que la investigación pueda ser realizada por una única persona, sino por un equipo generalmente integrado por científicos procedentes de distintas áreas complementarias. La tendencia de los centros más prestigiosos consiste en fomentar el trabajo conjunto de departamentos de saberes diversos que convergen en su interés por un problema. La fecundidad de ese contraste de saberes ha dado lugar a una fertilidad cruzada que ha desplegado horizontes nuevos en los que progresar; ha abierto nuevas áreas científicas y ha sido la causa de la revolución tecnológica que observamos —tan asombrosa que era impensable hace cincuenta años—, generadora de una nueva cultura y de un nuevo estilo de vida. La crisis mundial suscitada por la pandemia reclama que se dé un paso más: que se amplíe la interdisciplinariedad hasta lograr una verdadera transversalidad, si el proyecto lo requiere. Esto entrañaría que la institución universitaria estuviera preparada para trabajar eficazmente con centros de investigación, equipos de I+D+i de empresas, observatorios independientes y organismos públicos y privados afectados. Para justificar esta propuesta, basta con reparar en dos hechos: el papel insustituible que desempeñan los hospitales y los centros médicos de atención primaria al suministrar datos sobre cómo evolucionan los pacientes, cifras que resultan esenciales para orientar la investigación de vacunas y para validar posibles tratamientos. Y, también, la incertidumbre que se vislumbra en el futuro económico por no haber contado suficientemente con las organizaciones empresariales y laborales. En las ciencias humanísticas y sociales la interdisciplinariedad ha de superar el individualismo y buscar formas de cooperación con equipos multidisciplinares. Ese modo de investigar entraña, posiblemente, la ruptura con la tradición secular de los modos de hacer
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de los grandes pensadores y juristas. Sin embargo, pienso que no hay ninguna razón para que el trabajo conjunto interdepartamental se presente como un obstáculo para la creatividad propia de un intelectual: es más, no abordar la investigación con esa metodología puede conllevar la pérdida de oportunidades de fortalecer el discurso intelectual. A lo largo del confinamiento que hemos sufrido se ha constatado que la eficacia terapéutica no basta para superar la infección. Como la persona es una unidad psicosomática, es necesario paliar también en su ámbito más íntimo los efectos negativos originados por el covid-19. Y para cubrir este flanco se precisa contar con las humanidades, que deberían participar de la transversalidad a la que me acabo de referir. Tenemos la suerte de haber sido testigos privilegiados de la tarea tan humana y eficaz ejercida por el personal sanitario, sacerdotes, psicólogos, asistentes, voluntarios y cooperantes durante esta pandemia. En el discurso pronunciado en una investidura de doctores honoris causa en la Universidad de Navarra en 1974, su fundador, san Josemaría Escrivá, señaló que «la Universidad no puede vivir de espaldas a ninguna incertidumbre, a ninguna inquietud, a ninguna necesidad de los hombres» (5). Estas palabras recuerdan a la corporación académica que la alma mater no se justifica por la altura de su cometido sino por el servicio que presta a las personas con las que convive en cada época histórica. Se ha de tender a que la investigación universitaria se traslade desde el ámbito académico al de la vida ordinaria, para lo que deberá encarar temas candentes que incidan en el bienestar social y económico de su entorno, colaborando con otras instituciones para sugerir propuestas cabales a los interrogantes planteados. Con esto no se pretende coartar la libertad de los profesores, sino tan solo manifestar que la investigación universitaria tiene que servir y, en la medida que sea posible, estar orientada hacia los problemas
La investigación universitaria tiene que servir y estar orientada hacia los problemas vigentes, sin descuidar la necesaria exploración en áreas que no tengan una utilidad práctica directa. vigentes, sin descuidar la necesaria exploración en áreas que no tengan una utilidad práctica directa por su naturaleza o atemporalidad. En el campo de las ciencias experimentales la dimensión traslacional no se reduce a la cesión del conocimiento —transferencia del know how—. Se trata, más bien, de involucrar en lo posible a departamentos universitarios con entidades productivas. Conseguirlo requiere formalizar foros y equipos estables de trabajo, donde profesores y profesionales colaboren sinérgicamente desde ámbitos industriales y académicos. En estos momentos asistimos al advenimiento de una nueva revolución industrial, denominada industria 4.0, cuya eclosión se augura para las próximas décadas, que no es ajena a este modo de proceder. Si importante es la traslación de la investigación experimental, no lo es menos, en esta coyuntura histórica, la que concierne a las humanidades y ciencias sociales, por las repercusiones que estas disciplinas tienen en los comportamientos personales y las tendencias. En la modernidad líquida en que estamos inmersos es indispensable contar con referencias actualizadas y absolutas por las que guiarse, ya que, como ha observado Peter Berger, el relativismo cultural «puede degenerar en el fundamentalismo, pues el espíritu humano aborrece la incertidumbre en el que este le deja sumido»(6). Para trasladar los resultados de la investigación humanística interdepartamental los descubrimientos deben aparecer publicados en monografías y en revistas del máximo rango en cada especialidad. Y, sancionados por la comunidad científica, debatirse en seminarios, foros y congresos nacionales e internacionales, además de divulgarse de modo atractivo en medios de comunicación de amplia difusión sociocultural. luces y sombras: sentido ético. Tras los espectaculares progresos de la medicina a lo largo de
la segunda mitad del siglo pasado, ¿quién habría vaticinado hace un año que el virus SARS-CoV-2 iba a producir una pandemia que ha confinado a millones de ciudadanos y ha deteriorado gravemente la economía mundial? La ciencia no había contemplado esta contingencia y no ha sido capaz, todavía, de dar una respuesta adecuada. Esta inesperada incidencia ha planteado un reto acuciante a la comunidad investigadora, especialmente del área biosanitaria. Para solventarla se van a destinar ingentes recursos económicos que —no hay razones para pensar lo contrario— van a producir relevantes avances de la ciencia médica y con ello se acentuarán las capacidades coactivas de los Gobiernos —ya no despreciables— y de los poderosos holdings que los están financiando. Urge, por tanto, prestar especial importancia a la dimensión ética de la investigación, que debe estar siempre al servicio de la persona. No basta con la creación de comités éticos ad hoc: lo realmente eficaz es que los investigadores asuman vitalmente que su apasionante tarea es, respetando los límites naturales de los diversos seres, confeccionar poco a poco el puzle del universo en el que el hombre está destinado a vivir de acuerdo con su dignidad trascendente. Nt
Newman, J. H., Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria, Pamplona, Eunsa, 2011. 2 Juan Pablo II, Discurso en la Universidad de Cracovia, 1987. 3 Albareda, J. M.ª, Consideraciones sobre la investigación científica, Madrid, 1951, página 100. 4 Anderson, W. F., Blease, R. M., Culver K., «The ADA Human Therapy Clinical Protocol: Points to Consider Response With Clinical Protocol», Human Gene Therapy. 1990 Fall 1, páginas 331-362. 5 Escrivá de Balaguer, J., Discurso en la investidura de doctores honoris causa, 9.V.1974. 6 Berger, P., Una gloria lejana, Barcelona, Herder, página 63. 1
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vagón-bar Paco Sánchez
Quejarse cansa
«La queja resulta siempre ineficaz y peligrosa, porque deviene muy pronto en una especie de recurso cultural que sirve para amparar perezas o torpezas»
L
e preguntaron una vez a Quilón, uno de los siete sabios de Grecia, qué diferenciaba a las personas educadas de las ignorantes. Respondió que se distinguían unas de otras por «sus esperanzas». Es decir, por la calidad de sus deseos y ambiciones, de sus ansias y trabajos, de sus intereses y desvelos. Al ignorante que parece sabio le traicionan sus esperanzas pequeñitas y egoístas, vanidosas casi siempre. Y al revés, al que parece iletrado le hacen culto sus ganas de infinito. También se suele atribuir a Quilón la enumeración de las tres tareas más difíciles de la vida: guardar un secreto, emplear bien el tiempo de ocio y soportar la injusticia. Solo se puede soportar la injusticia, según los sabios griegos, con mucha fortaleza, que es virtud fundamental. Porque toda injusticia supone una falta de verdad grave, que la hace dolorosísima, sobre todo si quien la padece no tiene modo de defenderse. Muchos lo solucionan recurriendo a la queja. Pero la queja resulta siempre ineficaz y peligrosa, porque deviene muy pronto en una especie de recurso cultural que sirve para amparar perezas o torpezas. Una periodista contó en las redes sociales que el músico Kiko Veneno le dijo: «Tú no te quejes, que si te quejas te cansas más. Nunca he admirado a nadie que se queje». Estaban fumando un cigarrillo asomados a una ventana y se ve que ella había empezado a desahogarse. Claro, también decían los sabios de Grecia que aceptar la injusticia no supone virtud, sino todo lo contrario. La queja puede erigirse en un primer movimiento lógico para frenar la infamia, para oponerse. Si no se atiende, habrá que promover 112—Nuestro Tiempo verano 2020
la restauración de la justicia por otros medios. Quedarse quieto, quejándose, resulta agotador para todos, desanima y es inútil. No sirve. Debilita y embrutece. Especialmente si uno se queja en general o por cualquier cosa o a quien no tiene culpa ni capacidad para resolver el problema. Por eso el quejica desespera y termina cayendo él mismo en la desesperación, que es defecto de ignorantes y de soberbios. Bueno, quizá llamamos soberbia a una versión, la peor posible, de la ignorancia. Para engendrar esperanza se necesita saber, al menos, que todo tiene un sentido aunque se nos escape, aunque no lo veamos. Por eso Quilón debería añadir a la lista de las cosas más difíciles «aguantar a los pesimistas, quejicas y desesperanzados». Especialmente, en tiempos de grandes crisis y de injusticias brutales. Aguantarlos supone un mérito enorme, en primer lugar, porque estorban: quejarse es tan fácil como infecundo. Pero, sobre todo, porque hacen daño acaso creyendo que ejercen algún don profético, cuando la verdadera profecía siempre se orienta a la esperanza, a la salvación. Si solo ofrece daño y condena, no es profecía, sino mera ignorancia ramplona, oscurantista, superchería. O en el mejor de los casos, una explicación parcial, una respuesta incompleta. Estaba por proponer el confinamiento de los tristes y agoreros, mucho más dañinos que los virus y casi tan abundantes. Pero acepto que tienen derecho a existir y a la libertad de expresión y movimientos. Aun así, en épocas de producción masiva de derechos, debería reconocerse el derecho a escapar de ese tipo de gente cuando se advierte que ya han alcanzado los niveles compulsivos de los pesimistas irredentos. Esos que, como decía un buen amigo, te fijan en una baldosa de la acera y no te dejan mover de allí hasta que te han explicado con detalle lo mal que está el mundo y lo triste que pinta lo que se nos viene encima. «Me acaban de someter a un baldosazo», decía Miguel a veces, al llegar. Seguramente ahora, dos mil seiscientos años después, Quilón de Esparta mantendría que la falta de esperanza es cosa de ignorantes, de gente que realmente no sabe quién es y en manos de quién está. Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] es periodista y profesor titular de la Universidade da Coruña. @pacosanchez
NUESTRO TIEMPO
Número 707 NUESTRO TIEMPO Verano 2020
NÚMERO 707 VERANO 2020 11 euros
Caleidoscopio de miradas sobre las semanas más duras de la pandemia y el mundo que está por venir