Series
números
60
países, además de España, verán el estreno en septiembre en HBO de la adaptación a serie de la novela Patria.
54
millones de suscriptores había alcanzado ya Disney+ en abril de este año. Una cifra que pensaba conseguir en 2024.
Michael (a la izquierda), interpretado por Ted Danson, es el diseñador y responsable del «Buen lugar».
Una diabólica comedia celestial The Good Place propone un amable y desternillante enredo metafísico. texto Alberto N. García
[Com 00 PhD 05] es profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural
96—Nuestro Tiempo verano 2020
«Lo que importa no es si las personas son buenas o malas. Lo que importa es si intentan ser mejores hoy que ayer. ¿Me preguntaste de dónde viene mi esperanza? Esa es mi respuesta». Esta sentencia de Michael (un sensacional, siempre elegante, Ted Danson) funciona como síntesis y advertencia: The Good Place es una comedia amable y luminosa, alejada de la descacharrante misantropía que destilan obras cumbre del género como Curb Your Enthusiasm o las series de Ricky Gervais. En The Good Place las collejas son amables, los villanos de opereta, la gente bondadosa y, al final del camino, siempre reina la esperanza.
Ese optimismo existencial es marca de la casa. Michael Schur, creador de The Good Place, se curtió en la adaptación americana de The Office —mucho menos vitriólica que la original british— y ascendió al Olimpo de la ficción televisiva con Parks and Recreations, con su proverbial equilibrio entre corazón y risotada. El éxito de aquella hilarante comedia sobre la burocracia y el sentido de comunidad se ha prolongado en Brooklyn Nine-Nine y en este The Good Place que ahora nos ocupa. En todas sus series, Schur despliega un acogedor humanismo, atravesado por una sana, casi infantil, mala leche y sin ajustes de cuentas.