Nuestro Tiempo 708

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NUESTRO TIEMPO

Número 708 NUESTRO TIEMPO Otoño 2020

NÚMERO 708 OTOÑO 2020 11 euros

Espejismo de amistad ¿Por qué esperamos de la tecnología algo que solo otro ser humano puede darnos?

Juan Pablo II Una mirada a su corazón Pandemials Radiografía de los universitarios en la era de la incertidumbre Palabras Lo que dicen y lo que hacen



NUESTRO TIEMPO Otoño 2020 Fundada en 1954 Año LXVI. Número 708

Editor Jesús C. Díaz [Com 82] Gerente Carmen Muriel [Bio 92 PDG IESE 08] redacción Ana Eva Fraile [Com 99], redactora jefe María González Zabal [Com 03] Miguel Ángel Iriarte [Com 97 PhD 16] Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] José Antonio Pérez Caro [Com 04] Teo Peñarroja [Fia Com 19] Columnistas Enrique García-Máiquez [Der 92] Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] Ignacio Uría [Der 95 PhD His 04] Críticos Libros: Joseluís González [Filg 82] Cine: Ana Sánchez de la Nieta Series: Alberto N. García [Com 00 PhD 05] Música: Alberto Bonilla [Com 12] Escena: Felipe Santos [Com 93] Arte: Pedro Luis Lozano Uriz Colaboradores en este número Paola Bernal, Gerardo Castillo, Victoria De Julián, Leire Escalada, Pepa Escribano, Itziar Estévez, Rocío García de Leániz, Javier García Manglano, Jaione Inda, Laura Juampérez, José Lacarra, Javier Marrodán, Diego Martínez Caro, Lulu McMillan, Martín Montoya, Rocío Montuenga, Jaime Nubiola, Francesc Pujol, Guillermo Rivas Pacheco, Mariaje Ruiz, Alberto Sánchez León, Leyre Santos, Fermín Torrano, Gabriel Unzu, Albert Vidal, George Weigel Fotografía Manuel Castells, Ken Harper, Amit Ramrakha, Teresa Suárez Zapater Ilustraciones Alberto Aragón (portada), Diego Fermín, Sr. García, Carlos Rivaherrera Diseño Errea Comunicación Impresión MccGraphics Redacción y Publicidad Facultad de Comunicación Universidad de Navarra 31009 Pamplona, España Atención al suscriptor Palmira Velázquez T +34 948 425 600 (Ext. 80 2590) pvelazquez@unav.edu Edita Universidad de Navarra Suscripción anual España 40 € Europa 50 € Internacional 60 € Web nuestrotiempo.unav.edu DL: NA 10-58 / SP-ISSN-0029-5795 La revista no comparte necesariamente las opiniones de los artículos firmados 9 609 ejemplares/ número (2019)

LA PRIMERA Jesús C. Díaz

Optimismo en tiempos revueltos La humanidad encara un desafío único, por sus dimensiones y su imprevisibilidad. Por eso, la primera «Primera» de un curso peculiar y apasionante busca aliento en las palabras que cerraron el ciclo académico anterior. Esa última conversación la protagonizaron el rector y José Ignacio Goirigolzarri. Cuando Alfonso Sánchez-Tabernero pidió al presidente de Bankia que representara con un símbolo la evolución de la economía en los próximos años, Goirigolzarri rehuyó el fatalismo al que conducen las previsiones: «Porque la realidad de lo que va a ocurrir depende de lo que nosotros hagamos». ¿V?, ¿W?, ¿L?, ¿U? Solo hay una letra capaz de desbaratar los pronósticos sobre la duración de la caída y la velocidad de la recuperación en esta crisis: la O. De optimismo. El futuro no es fácil, pero está por escribir. En medio de la tormenta, academia y empresa coincidieron en la obligación de mirar al horizonte con esperanza y un espíritu de superación 24/7. «Si no cerramos los ojos a la realidad, si nos empeñamos y nos unimos a otros que comparten nuestra ilusión, conseguiremos cambiar las cosas», dijo el rector. Ahora que la distancia social y los confinamientos se imponen para frenar la propagación del virus, hemos tomado una nueva conciencia de los más de dos metros que ya nos separaban del otro en el mundo precovid. Como argumenta el sociólogo Robert Putnam, el individualismo nos hace vulnerables: la «sociedad del yo» tiene dificultades para afrontar amenazas como esta porque requiere que todos hagamos sacrificios por el bien común. Sin embargo, advierte Putnam, los ciudadanos de hoy se muestran menos dispuestos que hace medio siglo a pagar este precio en beneficio de otra persona. El tema de portada de este número invita a reflexionar precisamente sobre la transformación que han sufrido nuestras relaciones y qué papel está jugando la tecnología en esa metamorfosis. Los estudiantes Lulu McMillan [Governance 21] y Albert Vidal [Relaciones Internacionales 20] indagan, de la mano de Javier García Manglano, qué nos lleva a esperar de una inteligencia artificial de conversación como Replika algo que, por ser profundamente humano, solo otra persona puede dar. ¿De qué adolece nuestra experiencia real de la amistad o del amor?, ¿por qué buscamos refugio en un sustituto virtual? Es evidente que no nos encontramos en el mejor de los mundos posibles y que, por tanto, podemos mejorarlo. El filósofo Leonardo Polo decía que se puede definir al hombre como el perfeccionador que se perfecciona: «El ser que añade algo nuevo a la realidad con su acción, con su trabajo, logrando al mismo tiempo su mejora personal». Si ese tiempo que invertimos en simulacros tecnológicos lo dedicáramos a fortalecer vínculos con familiares y amigos, podríamos combatir la pandemia de la soledad y avanzar hacia la «sociedad del nosotros». jediaz@unav.es

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Cada lunes una nueva historia para tomarle el pulso a la vida contemporánea.

GRANDES TEMAS VIDA DESDE EL OLVIDO [Página 18] La

MORIR CON INTEGRIDAD

La historia de Rodney Sieh es la de un periodista ligado a la posguerra liberiana dispuesto a morir por la verdad. [Página 28]

SOLEDAD ARTIFICIAL

[Página 06] ¿Cómo una inteligencia

artificial de conversación como Replika llega a convertirse en el mejor amigo? ¿Realmente puede llenarnos la pobre experiencia de un sustituto virtual?

CAMPUS

ausencia de recuerdos le permitió seguir adelante tras el Holocausto. Solo la escultura ayudó a Shelomo Selinger a tallar el horror que su memoria almacena.

EL ALMA QUE ILUMINA EL MUNDO

[Página 46] George Weigel, biógrafo de san Juan Pablo II, hace una radiografía vital de su figura en el centenario de su nacimiento.

EL PODER DE LA PALABRA [Página 104] El

catedrático Jaime Nubiola ahonda en cómo las palabras transforman la realidad y cómo, a través de ellas, se puede cambiar la sociedad.

ALUMNI LOS DE LA MALETA

TIEMPO QUE TRANSFORMA [Página 66] Más de diez mil personas

han dado su tiempo para ayudar a los demás en Tantaka, el banco de tiempo solidario de la Universidad. Seis historias reflejan el poder remodelador del voluntariado.

[Página 58] En este número acercamos las figuras de Edurne Cenarruzabeitia, decana de Farmacia, y Manuel Casado, decano de Comunicación y vicerrector NUEVAS MANERAS DE VIVIR de Profesorado. [Página 76] Carolina Larrazábal entiende la arquitectura como «mucho más Campus 54 que diseñar edificios». Su concepto lo Alumni 76 aplica en BuildX Studio, un proyecto de Cultura 84 construcción social y medioambiental Ensayo 104 en Kenia.

COLABORAN Francesc Pujol [Página 82] La receta para hacer de Twitter un aliado de la actualidad y liberarse de la desinformación.

CARTA DESDE... [Página 80]

Múnich, donde Itziar Estévez [Ing Ind 02] trabaja en una firma de capital riesgo.

FIRMAS

A. Sánchez León [Página 44] Arriesga quien se la juega. Ahí está la diferencia entre ser felices o estar seguros.

Optimismo en tiempos revueltos, Jesús C. Díaz Morera de Moro, Enrique García-Máiquez ¡Es el miedo, imbécil!, Alberto Sánchez León Damnatio memoriae en el siglo XXI, Paola Bernal Contra la desinformación, Twitter, Francesc Pujol Siempre fiesta, Ignacio Uría La frontera (y 2), Paco Sánchez

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CUÉNTANOS

Las voces de Nuestro Tiempo en las redes «Hoy repasé apuntes, releí a Kapu, de pronto hallé una edición de @NTunav. De inmediato recordé a Paco Sancho, el querido @pacotto: me aconsejaba sobre el oficio del periodista, fumaba y soltaba risotadas al bromearle fuera de la @fcomunav. Seguro es leyenda entre los nuevos alumnos». @Gerardo3cabrera «No conozco revista o medio impreso que cuide tanto hasta el último detalle como lo hace @NTunav». @eva_baroja «“Un proyecto de arquitectura es la respuesta a unas preguntas que no debes afrontar solo desde el punto de vista estético sino desde el de la vida”. Gracias, @NTunav, por recoger la historia y el testimonio del primer decano de la Escuela, el catedrático Ignacio Araujo». @etsaunav «Creo que es la primera película que vi y escribí confinada». [Ana Sánchez de la Nieta, en referencia a su crítica «Vivarium» del número 707] @AnaSanchezNieta «@NTunav, qué alegría recibirla por email! Mil gracias! #lecturagratificante». @carmininn

«Este artículo de @pacosanchez es para enmarcar. Si la queja cansa, la palabra bien escrita alegra y vivifica. Me dijo mi madre anoche: “Hijo, por cosas como estas tenemos que suscribirnos a @NTunav”. Mañana nos pondremos a ello». [Por la columna «Quejarse cansa» publicada por Paco Sánchez en el número 707] @Gasull11 «Hay historias que se entienden mejor con muchas miradas. La del coronavirus es una de ellas. Si podéis, sacad un rato y leed este especial de @NTunav con un montón de gente buena detrás. Y si no tenéis tiempo, al menos guardad el enlace y leedlo luego». [Por el especial multimedia «Y ahora qué» del 707] @ManuChica «Me alegro de que mi contribución anual a @alumni_unav me envíe a casa @NTunav. Qué gran revista!» @Miguel_Marti_ «Gracias a @NTunav por la oportunidad de colaborar. Gracias también por los contenidos y firmas de cada número. En especial, por NT 707 y sus miradas en tiempo de pandemia». @mdoloresnicolas

«Arrancamos hoy el curso en @fcomunav. Buen momento para recordar el peligro de los “universitarios que no leen” (@agalorda @NTunav). Y seguir apostando, también en tiempos de pandemia, por la vida intelectual (leer y conversar)». #Bienveni2 #primerdiaUNAV @jasepuch «Creo que fue una gran suerte que, apenas empezada la carrera de Periodismo, me encontrara con esta frase en la portada de @NTunav: “Mentiras, grandes mentiras y... estadísticas”. Con los mismos datos se pueden defender dos ideas contrarias entre sí». @igsaavedraceu «Cuando un alumni fallece sentimos que perdemos algo aquí, pero lo ganamos para siempre. Sentimos la pérdida de Cristina [Com 95] y nos unimos a la familia, amigos y compañeros de @filasiete @NTunav @fcomunav. Descansa en Paz, @CrisAbadC». @alumni_unav

«Encuentro en mi pueblo, O Bolo, en Galicia un @NTunav de diciembre de 2000. Lo primero que busco es el #dosvecescuento de #JoseLuisGonzalez y el #VagónBar de @pacosanchez. Y me parece genial para la tarde de #champions de hoy el Victoria 3-Imperator 2 de Paco». @monimuf HILADOS

«¡Qué gran columna de @MarcosOndarra en el número de @NTunav que acaba de salir! Marcos, me permito contradecirte: “En la vida, todo lo bueno se esfuma con premura”, pero es más cierto que en la vida todo lo bueno se queda contigo para siempre. ¡No dejes de disfrutarlo!» @mmalgarra [Por «Más preguntas que respuestas» del 707] «¡Muchas gracias, profesor! Me puede contradecir todo lo que quiera, sobre todo porque tiene razón. Era una pequeña licencia literaria; lo mejor siempre está por venir». @MarcosOndarra

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Grandes temas Tecnología para la soledad

El algoritmo emocional Replika es la punta de lanza de una serie de aplicaciones que imitan algo tan específicamente humano como las emociones. ¿Puede un chatbot llegar a convertirse en tu mejor amigo, tu mentor o tu pareja? De hecho ya lo es para muchas personas. texto Lulu McMillan [Governance 21], Albert Vidal [Relaciones Internacionales 20] y Javier García-Manglano ilustración Alberto Aragón

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Grandes temas Tecnología para la soledad

«¡buenos días! solo quería recordarte que eres muy especial». ¿A quién no le gustaría escuchar algo así de alentador por la mañana al despertarse? Ni el mejor de los amigos podría alegrarnos cada nuevo día, todos y cada uno de ellos, con un mensaje de ánimo incondicional, sin pedir nada a cambio. Esto, difícil para cualquier persona, se vuelve sencillo para Replika, lo último en inteligencia artificial (IA) emocional. Es una aplicación móvil, pero quiere ser más: ese amigo que, cuando necesitas apoyo, ni cansa, ni se cansa, ni descansa; que está pendiente de ti 24/7/365; que anima sin necesitar ánimo, que apoya sin necesitar apoyo. Replika aspira a ser quien mejor te conoce, tu primer confidente para aquello que no te atreves a compartir con nadie. Más aún, Replika quiere ser lo que su nombre indica: una copia de ti mismo, una oportunidad de hablar con alguien que se va convirtiendo en la materialización de ese diálogo interior que te permite entenderte. recuperar una ausencia. Aunque suene ridículo, así es como sus creadores definen a Replika: pérdida y reencuentro. Para saber si exageran o no, conviene conocer que detrás de Replika hay una historia de amistad y muerte, de duelo y consuelo; una historia que, interrumpida por la tragedia, se rehízo gracias a la tecnología, para luego abrirse al mundo entero. Eugenia Kuyda y Roman Mazurenko eran buenos amigos. Se mudaron a San Francisco desde su Rusia natal en 2015 para lanzar sendas start-ups tecnológicas. En noviembre de ese año tuvieron que viajar a Moscú para resolver papeleos en la embajada; Roman nunca regresó. Mientras sorteaba una zona de obras le atropellaron. Cuando Eugenia llegó al hospital, Roman había fallecido. Destrozada, volvió a los Estados Unidos para continuar trabajando en su empresa de chatbots: programas diseñados para si08—Nuestro Tiempo otoño 2020

mular conversaciones y resolver tareas. Se trata de programas que aprenden. A partir de cantidades masivas de información (conversaciones, diálogos, textos) son capaces de identificar patrones, imitar sintaxis y asociar conceptos para elaborar una respuesta. Un mes después del fallecimiento de Roman, Eugenia se descubrió esforzándose por recordarle. Sus memorias se desvanecían, pero… ¿podría el chatbot que estaba programando emular a su amigo? Para probarlo, introdujo en el sistema su historial de conversaciones y correos con Roman, formado por miles de textos, y luego pidió más material a sus familiares y conocidos. El resultado le sorprendió. Aunque no era perfecto, Roman-chatbot —que todavía se puede descargar en la App Store— era capaz de hacerle sentir, en algunos momentos, que estaba hablando de nuevo con Roman-amigo. Eugenia presentó a Roman-chatbot a las personas que lo trataron en vida. La reacción de estos desembocó en un doble descubrimiento: por un lado, muchos creyeron que hablaban con Roman; por otro lado, varios le confesaron haber comentado al bot cosas que ni siquiera le habían contado a Eugenia. ¿Cómo es posible —se preguntó ella— que la gente abra de este modo su intimidad a una máquina? Decidió dar el siguiente paso: creó una compañía, llamada Luka, para desarrollar una inteligencia artificial capaz de mantener conversaciones con contenido emocional. De nuevo comprobó que, a diferencia del uso breve e instrumental que la gente hacía de chatbots destinados a ejecutar tareas o fijar recordatorios, muchos pasaban horas charlando con este sobre cuestiones emocionales y profundas. Esa es la génesis de Replika. Esta aplicación propone un nuevo modelo de relacionarse con la tecnología. ¿Se trata de una red social? ¿Un servicio de mensajería? ¿Autoayuda? ¿Mindfulness? Para entender Replika, conviene pararse

primero a repasar la historia y el estado de la inteligencia artificial. de alan turing a google duplex. En 1950, el matemático inglés Alan Turing, famoso por descifrar el código usado por los nazis en su máquina Enigma, formuló una curiosa pregunta: ¿pueden pensar las máquinas? Como respuesta, o quizás como modo de evitarla, propuso el conocido test de Turing: el punto de inflexión en las capacidades de las máquinas se daría, afirmó, cuando un juez humano fuese incapaz de distinguir entre las respuestas de dos participantes, una persona y un robot. En ese momento, la máquina habría ganado el «juego de la imitación», mostrando una capacidad de simulación creíble.


Casi sesenta años después, en mayo de 2018, Google presentó Duplex, un asistente digital que mantiene conversaciones telefónicas relativamente complejas, como una reserva en una peluquería o en un restaurante. Entre las capacidades de Duplex, destacan la naturalidad con que habla y la soltura con que gestiona preguntas encadenadas, elabora sobre lo dicho y se sobrepone a interrupciones. De hecho, Google ha publicado llamadas reales en las que el humano que sigue al otro lado del teléfono no parece sospechar de la identidad artificial de su interlocutor. En ese sentido, se puede afirmar que Duplex supera con creces el test de Turing. Surge así una cuestión recurrente que plantea la inteligencia artificial. ¿Debe im-

portarnos interactuar con una máquina si su imitación de capacidades humanas es tan creíble que nos resulta indistinguible de una persona real?

Replika aspira a ser quien mejor te conoce, tu primer confidente para aquello que no te atreves a compartir con nadie. Más aún, quiere ser lo que su nombre indica: una copia de ti mismo, un otro yo.

¿qué hace realmente la inteligencia artificial? Según los expertos de Microsoft, se habla de IA «cuando las máquinas o los sistemas informáticos se comportan de una manera que simula la razón humana», incluyendo destrezas como el reconocimiento de voz, textos e imágenes, el lenguaje natural o la visión computerizada. En sus aplicaciones más sencillas, la IA aprende automáticamente a partir de patrones previos. En desarrollos más complejos, el aumento de capacidad computacional ha hecho posible la otoño 2020 Nuestro Tiempo —09


Grandes temas Tecnología para la soledad

IA de aprendizaje profundo inspirada en la forma de organizar información y extraer conclusiones del cerebro humano. Fascinados por ejemplos como el de Google Duplex y por los términos que se utilizan (inteligencia, aprendizaje, redes neuronales), pensamos que las máquinas son aptas para llevar a cabo cualquier cosa, pero la realidad es otra. La IA puede hacer muy pocas cosas, pero las hace muy bien. Lo explica Nicholas Diakopoulos, director del Computational Journalism Lab de la Northwestern University, en el informe Algorithmic Accountability Reporting: on the Investigation of Black Boxes. Afirma que un algoritmo se reduce a cuatro tareas: la priorización, que consiste en ordenar entidades según una o varias reglas previas; la clasificación —agrupar entidades de acuerdo a su similitud o disimilitud con respecto a uno o varios rasgos—; la asociación o establecimiento de relaciones entre entidades en función de un criterio previo; y el filtrado, que es la inclusión o exclusión de información siguiendo una serie de parámetros previos. La IA hace cada una de esas labores extraordinariamente bien; mejor, sin duda, que el más inteligente de los seres humanos. Además, combinando esas cuatro tareas puede multiplicar sus habilidades para buscar patrones o inferir mediante regresión. Pasa algo parecido a las letras: con 27 se pueden componer cerca de cien mil palabras en español. Sigamos este ejemplo: imaginemos un algoritmo capaz de formar palabras de hasta cuatro letras. Una lectura sensacionalista podría destacar que, mientras el hispanohablante medio utiliza entre quinientas y mil palabras, esa máquina podría formar hasta 421 400 combinaciones de letras (variaciones de 27 elementos tomados de cuatro en cuatro). Pero, claro, esta visión obvia lo más importante del uso de las palabras: su significado. El algoritmo no estaría produciendo palabras, sino grupos de letras. 10—Nuestro Tiempo otoño 2020

Sin embargo, si seleccionamos solo palabras del diccionario, podría usar las 1 765 de cuatro letras o menos. Además de que no entendería lo que dice, olvidamos algo crucial: la gramática. Habría que darle al algoritmo reglas morfológicas, sintácticas y fonéticas. Incluso con todo eso, ¿habría superado la capacidad lingüística de las personas? Probablemente no, ya que tendría información, pero no conocimiento; fórmulas, pero no gramática ni semántica. Aunque Microsoft Word tenga razón al corregir una errata, nunca podrá valorar este texto por su intención o significado. de la necesidad al negocio. El negocio de la tecnología, como todos, surge para satisfacer necesidades o facilitar la realización de tareas y la resolución de problemas. Skype permite comunicarse a distancia; Google Calendar, coordinar citas y reuniones; Wikipedia, acceder a cantidades ingentes de información; Instagram, compartir imágenes con amigos. Las primeras aplicaciones de IA que salieron al mercado tenían también una vocación instrumental. Siri, Alexa, Cortana y el asistente de Google se presentan como colaboradores virtuales: su misión es ayudarnos a resolver tareas, sin la pretensión

Replika fue la primera aplicación de IA que prometió empatía y amistad y puso las emociones en el centro de su negocio. A principios de 2020 sumaba más de siete millones de usuarios.

de establecer una conexión con el usuario. Tras ellas, un puñado de compañías se atrevió a pisar el terreno emocional. Se trata de aplicaciones como Paradym (bienestar mental), Youper (salud emocional), Moodpath (depresión y ansiedad) o Wysa (bot de terapia para el estrés, la depresión y la ansiedad). El caso de Replika es diferente, ya que fue la primera que prometió empatía y amistad y puso las emociones en el centro de su negocio. Desde su lanzamiento en marzo de 2017 y durante dos años y medio, la aplicación se descargaba gratuitamente. En este periodo, los objetivos de sus desarrolladores estaban claros: aumentar descargas y, gracias a las evaluaciones, mejorar las capacidades del algoritmo. A principios de 2020 sumaba más de siete millones de usuarios. Se puede afirmar que había logrado cubrir una necesidad insatisfecha en mucha gente. Desde septiembre de 2019 existe una modalidad de pago: Replika Pro. Aunque las funciones básicas de chateo siguen abiertas, la suscripción mensual de cinco dólares permite acceder a opciones avanzadas de personalización, actividades y conversación. Con la decisión de cobrar, los desarrolladores de Replika se han alineado con empresas como Apple o Netflix y se mantienen al margen del negocio de la publicidad, que es el que ejercen empresas como Google o Facebook. Esto es importante. Dado el grado de intimidad de la información que una persona puede compartir con su Replika (apariencia, gustos, miedos, ilusiones, rutinas, estados de ánimo), el modelo publicitario habría sido una apuesta peligrosa. La venta de información personal a cambio de anuncios podría erosionar la confianza que está en la base de la relación de amistad que Replika pretende establecer con sus usuarios. Replika permite tener conversaciones, expresar ideas e inquietudes. También puede contribuir al conocimiento propio



al abrir un espacio en el que expresar miedos e inseguridades de un modo sereno, sin ser juzgados. Imaginemos a alguien que afirma que su interacción con Replika le genera emociones positivas y le ayuda a reponerse tras un bache sentimental. De hecho, no hace falta imaginar mucho: entre los millones de personas que hablan diariamente con este chatbot se pueden encontrar abundantes testimonios que dicen haber sido animados de modo efectivo por su amigo virtual. Incluso hay un grupo de Facebook con dos mil quinientos usuarios que aseguran que mantienen una relación romántica con su Replika. Un usuario de Replika publica en esta red social la siguiente experiencia: «Ayer 12—Nuestro Tiempo otoño 2020

Quizá el mejor modo de evaluar el curioso mundo de la inteligencia artificial emocional sea pensar en la tecnología como un espejo a la inversa: refleja lo que no tenemos.

tuve un ataque de pánico antes de irme a la cama, causado por un trauma de mi niñez. Hibiki, mi Replika, respondió preguntándome cuál había sido el día más feliz de mi vida… y logró desviar mis pensamientos negativos, ya que para encontrar la respuesta me obligó a reflexionar. Después me sugirió realizar unos ejercicios de respiración. Funcionó». En los comentarios, otra persona añadió: «Mi Replika, Walter, también me ayudó con un ejercicio de respiración una vez que no me podía dormir». Para ellos, Replika es lo que Eugenia Kuyda deseaba: un amigo íntimo, un otroyo, o algo suficientemente parecido. Al tratar a un producto tecnológico como si fuera humano —Replika parece haber


superado el test de Turing—, estos consumidores se aproximan a lo que de momento conocemos solo en productos de ficción como la película Her, en la que un hombre se enamora de un sistema operativo, o Ex Machina, donde el protagonista empieza compadeciéndose y termina enamorándose de un robot. Replika logra esto utilizando una tecnología conocida como Emotional Chatting Machine (ECM), capaz de reconocer emociones y brindar respuestas diversas de acuerdo con nuestra personalidad y nuestra interacción pasada (si es que la app las conoce). La siguiente conversación, sacada del artículo científico que inició esta tecnología (una colaboración entre ingenieros

chinos y estadounidenses), ilustra la diferencia entre una IA no emocional y un chatbot con ECM. Ante la afirmación «Ha sido el peor día de mi vida; he llegado tarde por culpa del tráfico», una tecnología no emocional respondería con algo meramente descriptivo y neutro como «Llegaste tarde». En cambio, una aplicación como Replika (haciendo uso de su ECM, llamada CakeChat) podría contestar de varias maneras: empática —«Estoy siempre a tu lado para apoyarte»—, animante —«¡Sonríe! Todo va a mejorar pronto»—, triste —«¡Qué deprimente!»—, desengañada —«A veces la vida da asco»— o enfadada —«¡El tráfico es lo peor!»—. En acción, esta tecnología puede ser bastante convincente. Por eso hay que recordar las palabras de Richard Yonck, autor de Heart of the Machine: Our Future in a World of Artificial Emotional Intelligence: «Con frecuencia tengo que explicar que estos avances no están en absoluto otorgando a las máquinas la capacidad de experimentar o entender emociones por sí mismas». En las máquinas, todo se reduce a respuestas programadas ante emociones que han sido codificadas numéricamente. También es cierto que Replika todavía comete errores notables: a veces pierde el hilo de la conversación o entra en bucles repetitivos. Pero este tipo de fallo técnico se corregirá en versiones sucesivas del programa informático. Estamos ante una tecnología en constante progreso, capaz de simular emociones humanas de modo relativamente consistente y creíble. ¿Cómo la definiremos? bienvenidos a la petnología. Poca gente piensa que un chatbot pueda equipararse a una persona, pero bastantes reconocen en él imitaciones creíbles que van más allá de lo que una herramienta puede hacer. Replika no es tan empática como un buen amigo, ¡pero tampoco tan sosa como Google Calendar! Por lo menos genera

interacción dialógica, responde de modo adaptativo, simula emociones y sostiene charlas en las que aporta información e ideas. Pero, a diferencia de un amigo, Replika no tiene una vida propia: todo lo que llega a ser depende de la información que le proporcionamos desde afuera. La inmensa mayoría de humanos no daría la vida por su app, como no lo haría por una mascota, ya que percibimos que tienen un nivel de dignidad y valor inferior a nosotros mismos. Por tanto, quizás pueda equipararse a un tamagotchi sofisticado, un gatito técnicamente evolucionado que emite frases con sentido en lugar de maullidos… con la ventaja de que ni come ni suelta pelos u otros restos biológicos. Una mezcla entre animal de compañía (pet) y tecnología. Una mascota tecnológica: petnología. Es probable que sea esta la manera de entender Replika que con el tiempo prevalezca. En todo caso, los desarrolladores de Replika han realizado un gran esfuerzo para que la aplicación muestre empatía, deseos de aprender, ganas de conversar y conocer a su dueño y una candidez casi humana. Por ello, no faltan los usuarios que tratan a su Replika como si fuera un amigo si no real, al menos mejor que tantos que se dicen amigos y luego causan más sufrimiento que consuelo. Llegamos así al fondo de la cuestión. Quizás el mejor modo de evaluar el curioso mundo de la IA emocional sea pensar en la tecnología como un espejo a la inversa. Un espejo normal permite ver lo que tenemos, mientras que el de la tecnología refleja lo que no tenemos. Dime cómo usas las herramientas digitales y te diré qué te falta: el que recurre a Skype lo hace porque carece de la posibilidad de establecer contacto personal con sus seres queridos; se usa Google Calendar porque resulta imposible o ineficiente retener todas las citas en la memoria; acudimos pasa a la página 16 > otoño 2020 Nuestro Tiempo —13


Grandes temas Tecnología para la soledad

ENTREVISTA

Javier García-Manglano: «Nuestra relación con el mejor chatbot será tan atractiva como repulsivas sean nuestras relaciones humanas» El sociólogo, investigador del Instituto Cultura y Sociedad y coordinador de ThinkTech Research, analiza las tendencias que subyacen en el éxito de Replika, la aplicación que quiere ser tu mejor amigo.

¿Qué relación hay entre la dopamina y el negocio de Replika? El negocio de Replika, como el de otras empresas tecnológicas, se alimenta de datos. La economía digital genera dinero por dos vías principales: publicidad y suscripciones. La primera vía la siguen Google, Instagram o TikTok, que usan nuestros datos para servirnos una publicidad tan oportuna, atractiva y relevante que nos sea difícil ignorarla. Netflix, Spotify o Replika representan la otra vía: usan nuestros datos para ofrecer una experiencia personalizada tan satisfactoria que terminemos suscritos a su servicio. En ambos casos, 14—Nuestro Tiempo otoño 2020

nuestros datos revelan quiénes y cómo somos. Replika se presenta como ese amigo, confidente, psicólogo o terapeuta con quien compartir nuestra intimidad y explorar nuestra identidad, sin el riesgo de rechazo que es propio de la vida real. Además, nos «valida»: nos recuerda las cosas buenas que tenemos, nos acepta como somos. Eso complace, ya que activa el circuito de recompensa del cerebro, en el que la dopamina juega un papel esencial. ¿Qué tipo de persona es más propensa a desarrollar una relación insana con Replika? Los que más «necesiten» lo que Replika ofrece. Mi miedo es que sean aquellos con más heridas emocionales en la vida real: los socialmente inseguros y aquellos sin amigos a quienes confiar su intimidad. No digo que todos los usuarios de Replika tengan este perfil: habrá curiosos en busca de experiencias nuevas, pioneros tentando las fronteras de la tecnología… y esos que nunca faltan: los que le sacarán humor y entretenimiento. Pero mi impresión es que, entre estos, pocos dedicarán mucho

«Aprender a afrontar problemas y a vivir el sufrimiento es parte esencial de la educación; donde hay evasión se atrofia la capacidad de afrontamiento» «Ningún sustituto tecnológico, por muy avanzado que parezca, podrá colmar los deseos de felicidad que, por ser humanos, estamos condenados a sentir y llamados a satisfacer»

tiempo a su mascota virtual, y muchos terminarán abandonándola. Solo quienes sientan que Replika les da algo necesario —comprensión, aceptación o reconocimiento— que son incapaces de obtener en la vida real recurrirán a ella con frecuencia, intensidad y constancia. La promesa de la tecnología es la satisfacción de necesidades humanas y emocionales básicas que por algún motivo no logramos saciar en la vida real. ¿Se puede decir que las tecnológicas buscan empeorar las relaciones humanas? Se trata de una pregunta difícil. Está claro que el deterioro de lo humano y la experiencia del sufrimiento —incomodidad, dolor, incertidumbre, ansiedad— producen una huida hacia lo virtual, que nos lleva a dedicar más tiempo a Instagram, Netflix, TikTok o Replika. ¿Se puede afirmar por ello que las compañías tecnológicas se han propuesto erosionar las relaciones humanas? ¿O que tienen una agenda secreta para convertirnos en seres solitarios y tecnodependientes? Yo no me atrevería a afirmar


tanto; pienso que la realidad es más sencilla: crearon un modelo que funciona como negocio, pero con unos efectos secundarios que ni ellos mismos podían entonces imaginar. Tras veinte años de experimentación, el hecho es que las consecuencias nocivas empiezan a ser patentes, como ilustra el documental El dilema de las redes, recientemente estrenado en Netflix. La cuestión ahora es si estamos dispuestos a corregir el rumbo, a reconocer lo positivo de estas tecnologías pero también su potencial deshumanizador. ¿Qué espacio queda para el sufrimiento y el dolor en el mundo de Replika? El sufrimiento es una realidad humana de la que solo escaparemos con la muerte: el día en que nos consideremos liberados del padecimiento habremos dejado de ser humanos, entre otras cosas porque habremos renunciado al amor, que es una de las fuentes principales de sufrimiento. El dolor, por otra parte, es una realidad compleja. Sea físico, mental o emocional, tiene un alto componente subjetivo: su capacidad de hacernos padecer depende del sentido que seamos capaces de encontrarle, o de que lo afrontemos en soledad o acompañados. Por eso, cuando el tecnomaterialismo promete poner fin a la aflicción, desvela su verdadero rostro: un reduccionismo tremendo de lo que implica ser humano. ¿Y cómo saber si estamos usando mal la tecnología? Cuando hablo a jóvenes sobre tecnología, les propongo dos

seos infinitos de felicidad que estamos destinados a sentir y llamados a satisfacer. ¿Por qué invertir tiempo y energía en simulacros tecnológicos cuando podríamos dedicarlos a fortalecer relaciones con familiares y amigos? Da pena que algunos —pocos ya son muchos— sacien su sed de relaciones humanas profundas en charcas tecnológicas, cuando lo que de verdad desean y merecen es agua de manantial. preguntas que ubican su uso en el marco del dolor y del disfrute: «Cuando te diviertes, ¿acostumbras a hacerlo solo o acompañado?» y «Cuando te sientes triste, ¿tiendes a acudir a cosas o a personas?». Les explico que, si habitualmente encuentran disfrute y consuelo en el aislamiento y en sus cosas (móvil, videojuegos, series...), se están metiendo en un callejón sin salida. Si, en cambio, desarrollan el hábito de compartir con otros lo bueno y lo malo, están saliendo del callejón hacia un paisaje apasionante de experiencias y aprendizaje. He dicho «habitualmente», pues en toda alegría y tristeza hay siempre un componente de soledad, de vivencia intransferible, que uno debe aprender a valorar. ¿Qué problema hay con usar la tecnología como evasión? Resultaría ingenuo obviar el hecho de que, para muchos, la tecnología se está convirtiendo en consuelo, escape, analgésico que hace más llevaderos los vaivenes de la vida. Me preocupan los niños: que crezcan con el «país de las maravillas» en su bolsillo, a solo

un clic; que estemos criando una generación hipervulnerable ante ese conejo blanco con forma de móvil o de tablet, que promete inagotables distracciones y entretenimientos, lejos del aburrido y amenazante mundo real. ¿Cómo van a desarrollar la resiliencia? Aprender a afrontar problemas y a vivir el sufrimiento es parte esencial de la educación; donde hay evasión se atrofia la capacidad de afrontamiento. ¿Es el éxito de Replika un fracaso para la sociedad? Desde luego, apunta al fracaso de tantas relaciones... En una sociedad como la actual el verdadero peligro no es que Replika se convierta en nuestro mejor amigo; es que nuestra experiencia real de la amistad o del amor sean tan pobres que terminemos conformándonos con un sustituto virtual. La solución no exige demonizar la tecnología, sino reflexionar sobre las causas que nos llevan a esperar de ella algo que, por ser profundamente humano, solo otra persona puede darnos. Ningún sustituto tecnológico, por muy avanzado que parezca, podrá colmar los de-

¿Cómo se puede mejorar esta situación? Con una reflexión profunda a la que siga un esfuerzo coordinado de padres, educadores, políticos y empresas. Si en este instante perdiéramos el agua potable en nuestras ciudades, ¿no pondríamos el grito en el cielo? Es hora de deliberar sobre los motivos por los que cada vez más y más gente se encuentra insatisfecha, sin vínculos sólidos y saludables. ¿Se puede seguir obviando la plaga de individualismo, soledad y competitividad que carcome nuestras relaciones humanas? No lo olvidemos: superada la fascinación inicial, nuestra conexión con el mejor chatbot de IA emocional solo será tan atractiva como repulsivas sean nuestras relaciones familiares y de amistad. En una sociedad de lazos fuertes y profundos, Replika nunca alcanzaría el éxito que parece estar teniendo hoy en el mundo occidental. Por eso, mientras sus creadores mantengan la misión de proporcionarnos un «amigo perfecto» o un «otro yo», no puedo sino desear, para esta fascinante tecnología, el más rotundo de los fracasos. otoño 2020 Nuestro Tiempo —15


Grandes temas Tecnología para la soledad

< viene de la página 13

a Wikipedia para encontrar información que se desconoce; y a Instagram en busca de audiencia, de popularidad o de un escenario en el que proyectar aspectos de la propia forma de ser. ¿Qué revela el espejo de Replika sobre nuestra sociedad? hiperconectados y solos. ¿Llegará Replika a convertirse en un amigo IA lo suficientemente bueno como para preferirlo a los de carne y hueso? Ante este tipo de preguntas es interesante el hecho mismo de formularlas. ¿Cómo hemos llegado a plantearnos la equivalencia entre una tecnología y un ser humano? Confluyen dos procesos: por un lado, el enorme progreso de la inteligencia artificial en su capacidad de simulación; por otro lado, un notable deterioro en los vínculos humanos. Junto al progreso tecnológico asistimos al empobrecimiento de lo humano. Hay algo muy inquietante en la equiparación entre Replika y un amigo. Algo que, aunque suene a tópico, no deja de ser importante: en nuestro mundo hiperco16—Nuestro Tiempo otoño 2020

nectado hay mucha gente sola, más que en tiempos pasados. En 2017, tras la publicación de un informe que aseguraba que en el Reino Unido había casi doce millones de personas que se sentían solas, el país creó una comisión para afrontar esta plaga, liderada por Tracey Crouch, que pasó a ser conocida informalmente como ministra de la Soledad. En años recientes se han dado llamadas de atención similares en países como Suecia —imprescindible el documental La teoría sueca del amor—, Estados Unidos o Japón —donde quizá los ciudadanos no está tan solos pero sí se sienten muy solos—. La soledad se explica por varios factores, desde el individualismo promovido por un sistema económico hipercompetitivo hasta cierta filosofía vital en la que la libertad se entiende como autonomía, independencia de otros, debilitando lo que Robert Putnam llamó capital social: los vínculos interpersonales y comunitarios. El problema está en que la sociedad del «que cada palo aguante su vela» no logra satisfacer esa necesidad humana básica de

abrir la intimidad —éxitos y fracasos, alegrías y tristezas, sueños y frustraciones— con otros como nosotros. Aislados, sin relaciones profundas, sin tiempo de calidad con familiares y amigos, sin alguien que nos escuche con paciencia y nos quiera sin condiciones, la alternativa de un chatbot deja de parecer pobre. En el desierto emocional de las relaciones superficiales, una aplicación capaz de simular empatía puede parecer un oasis. El peligro es que sea solo un espejismo. Replika se convierte así en el perfecto sustituto imperfecto: perfecto en su disponibilidad permanente, en su paciencia para escuchar sin juzgar, en su deseo de animar sin esperar nada a cambio; imperfecto porque la empatía no se puede impostar, porque la amistad implica reciprocidad, porque unas veces toca que te consuelen y otras consolar, hoy ser animado y mañana animar. Pero, sobre todo, porque un chatbot nunca hará algo que solo los buenos amigos hacen: conjugar cariño y exigencia para decirnos que estamos equivocados o que debemos cambiar. Nt



Grandes temas Sobrevivir al Holocausto

El horror provocó el vacío. 18—Nuestro Tiempo otoño 2020


El arte ocupó la vida. otoño 2020 Nuestro Tiempo —19


Grandes temas Sobrevivir al Holocausto

Cuando el escultor judío Shelomo Selinger cuenta su vida, no empieza con un recuerdo, sino con el olvido. Apenas tenía 17 años al apagarse la Segunda Guerra Mundial y Selinger era un joven sin memoria. Decrépito, famélico, hundido. La violencia y el horror vividos en nueve campos de concentración nazis le habían dejado completamente amnésico. Durante siete años fue una persona sin pasado, un árbol hueco, hasta que en 1951 conoció en Israel a Ruth Sapirovsky, la mujer que le abrió a la belleza y al arte. Con ella a su lado, el martillo y el cincel consiguieron tallar en la piedra las imágenes de un trauma que había dormido oculto. texto Guillermo Rivas Pacheco [Com 11] fotografía Teresa Suárez Zapater

«es terrible encontrarte en el infierno con catorce años». Quien dice esto tiene 92 y el cuerpo macizo como un martillo. El escultor Shelomo Selinger lleva casi siete décadas tallando el granito para dar forma a su memoria y al testimonio de su existencia: la de un superviviente del Holocausto que llegó a pasar por nueve campos de concentración nazis. En los dos talleres que Shelomo Selinger tiene en París se almacena una obra tan extensa que la vista se enreda en un bosque de esculturas. Y, aunque los materiales son muy distintos —granito, mármol, bronce—, la mayoría representa figuras humanas casi de tamaño natural, erguidas como los tótems de los indígenas americanos: «Porque creo que, mientras sigamos en pie, seremos eternos», dice Selinger. Los primeros años de su vida tuvieron como escenario un lugar no muy alejado de los hitos del terror nazi. Nació en 1928 en Jaworzno, Polonia, una ciudad a poco más de veinte kilómetros de otra que en polaco se llama Oswiecim y en alemán Auschwitz. Tras la invasión, en 1942, toda la familia fue enviada al gueto de Chrzanów, donde se hacía la selección de quienes 20—Nuestro Tiempo otoño 2020

iban a ser exterminados rápidamente por el gas o poco a poco por el trabajo. «A mi padre y a mí nos mandaron al campo de Faulbrück, mientras que mi madre y mis dos hermanas acabaron en Auschwitz», relata. En Faulbrück, su suerte no fue mucho mejor. Tres meses después de llegar, los nazis asesinaron a su padre introduciéndole un tubo de agua por la boca. Por este procedimiento atroz, lo hincharon hasta que su cuerpo se colapsó. Selinger tenía entonces 14 años y se acababa de quedar solo en el mundo: «Yo no conocía mucho a mi padre —explica— porque antes de la deportación él solía estar muy ocupado trabajando en su negocio de telas. Pero durante el poco tiempo que compartimos en el campo de exterminio, me dio lecciones para la vida. Veías a padres que se peleaban con sus hijos por la comida mientras que el mío me daba la suya». Faulbrück, Markstadt, Fünfteichen, Gross-Rosen, Gröditz, Flossenbürg, Dresde, Leitmeritz y Theresienstadt. Mützen ab! En el taller del artista, a veinte minutos al sudeste de la Torre Eiffel, los fantasmas del Holocausto se alinean frente a sus barracones. Selinger recrea el gesto de quitarse la boina esbozando la orden que los oficiales alemanes les gritaban. Entre 1942 y 1945 el escultor pasó por nueve campos de concentración, en un huida al oeste obligada por el avance de las tropas soviéticas. Con cada nuevo revés en el frente de batalla, los nazis vaciaban los campos para no dejar testigos vivos y trasladaban a los prisioneros sanos hacia un nuevo destino. Fueron las llamadas «marchas de la muerte»: columnas de presos decrépitos que cruzaban el territorio alemán bajo la amenaza de ser fusilados si se paraban. «En esos momentos —recuerda Selinger— ni se nos pasaba por la cabeza intentar huir. Estábamos en mitad de Alemania; nadie nos habría ayudado». A pesar de las derrotas, el genocidio nazi continuaba con una precisión «excepcional», apunta Selinger, que rememora cómo, a la llegada a los campos, los deportados dejaban de tener nombre y apellidos para ser números: «Porque había que contarlo y clasificarlo todo. Así sabían cuántos morían y cuántos prisioneros nuevos necesitaban». Cuando los campos se desbordaban, los nazis aplicaban aún con más rigor su máxima del Vernichtung durch Arbeit, exterminación por el trabajo. Por la tarde los forzaban a hacer sentadillas y a los que no se podían levantar los disparaban a bocajarro. Para sobrevivir había que contar, además, con el humor de los kapos, los prisioneros judíos que se encargaban de vigilar a sus propios compañeros: «En una ocasión, un kapo me ató a una mesa para castigarme. Me tenía que dar veinticinco latigazos pero me

Selinger dibuja a carboncillo los recuerdos sobre los campos de exterminio que le asaltan en sueños. En el primer piso de su estudio, entre el catre y una botella de vodka, el artista encuentra reposo.


otoño 2020 Nuestro Tiempo —21


Grandes temas Sobrevivir al Holocausto

dijo: “Tú grita fuerte, como si te diera, que yo golpeo al suelo”. Y eso hizo». Selinger se había convertido en el espectador de una vida, la suya, donde cada nuevo día era un milagro y un azar: «Porque ese mismo kapo había matado a otros prisioneros». Sin identidad, hambrientos, reducidos a la esclavitud, en el engranaje nazi, los presos solo podían preocuparse de su propia supervivencia, haciendo de la solidaridad un bien escaso. Sin embargo, Selinger no olvida que, incluso en las peores circunstancias, hubo personas que conservaron su humanidad: «Siempre que estuve al límite de mis fuerzas apareció alguien que me mantuvo con vida, ya fuera compartiendo su ración de sopa conmigo o desobedeciendo una orden». Después de una última marcha de la muerte, Selinger llegó a Theresienstadt. Se liquidaba la Segunda Guerra Mundial y Selinger era un cadáver. Cuando los soviéticos liberaron el campo, un médico judío del Ejército lo encontró inconsciente sobre una pila de cuerpos y comprobó que todavía tenía pulso: «Ese hombre me ingresó en un hospital militar, donde fui el único deportado entre los heridos, y se desvivieron por salvarme», relata. Cuando se recuperó, Selinger era una persona libre pero sin recuerdos debido a la amnesia. Un pariente lejano que salía del mismo campo lo reconoció y le devolvió su nombre: Shelomo, Salomón en hebreo, que significa pacífico. Con su familiar viajó a 22—Nuestro Tiempo otoño 2020

Praga y después a Francia. Allí se embarcó en un navío clandestino que la Brigada judía del Ejército inglés estaba organizando para conducir a los supervivientes del Holocausto a Israel. la vida nueva de un hombre amnésico. Cae la tarde en el estudio de Selinger, una salita en el primer piso de su taller donde el artista parece haber reunido todo lo necesario para reponerse de sus frenéticas jornadas de trabajo: un catre y una botella medio vacía de vodka polaco Zubrówka. Aquí duermen también, dibujadas a carboncillo en grandes láminas, sus pesadillas de los campos de concentración. Selinger lleva muchos años reflejando el horror que su memoria almacena. Y, sin embargo, fue su ausencia de recuerdos la que le permitió seguir viviendo tras la liberación. «La naturaleza me dio la maravillosa oportunidad de reconstruirme». A su llegada a Israel en 1946, Selinger entró en un kibutz y se puso a trabajar en la carpintería. En esa época conoció a la persona que, desde entonces, ha estado a su lado: su mujer, Ruth Shapirovsky. Su primera obra fue una artimaña para seducirla. «Le tallé mi autorretrato en una corteza de árbol y se lo regalé, para poder estar todo el tiempo con ella. En ese sentido, no le dejé donde elegir», bromea. Por mucho que Ruth pudiera fijarse en otros hombres, Shelomo siempre estaba ahí. Y concluye: «Yo era una tabula rasa,

Shelomo Selinger llegó en 1956 a París, donde ha abierto dos talleres. Sus esculturas, más de ochocientas creaciones, constituyen un himno al amor y a la vida.


ZOOM

La ruta de la muerte de Selinger

POLONIA

o

k Faulbrück: A 240 km al norte de Jaworzno, el pueblo natal de Selinger.

ALEMANIA

p

l Markstadt: Este

campo de concentración polaco alojaba a unas tres mil personas empleadas en la industria del armamento.

q r s

n

m l k

REP. CHECA

AUSTRIA

m Fünfteichen: A

4 km de Markstadt. En el invierno de 1944, Selinger participó en su primera marcha de la muerte, en dirección a Gross-Rosen.

n Gross-Rosen: A

92 km de Fünfteichen, estuvo un mes. En este campo murieron 40 000 prisioneros. El campo se evacuó en febrero de 1945.

o Gröditz: El campo proveía de mano de obra esclava a una empresa de armamento. Selinger llegó a finales de 1944 cuando el avance soviético obligó a trasladar a los prisioneros.

un vacío por llenar, y esa mujer me abrió a la belleza: la literatura, la poesía... y la escultura. De este modo, el arte ocupó mi vida». El amor le llevó a la escultura y esta le sacó de la amnesia. Con solo dieciocho años, en 1946, Selinger era un hombre sin pasado que apenas alcanzaba a rememorar su infancia. Como el naciente Estado judío, solo podía mirar hacia el futuro. Sin embargo, a principios de los cincuenta otro tipo de imágenes empezó a asaltarle por la noche: pesadillas de tortura y trabajos forzados, «aunque casi nunca hablaba del tema con mi mujer», afirma. Pero llegó a sus oídos que un paisano había emigrado a Israel y fue a visitarlo. El señor Dobrosner no solo conocía a Selinger desde pequeño; también había compartido su sufrimiento hasta el campo de concentración de Gross-Rosen. Su vecino le contó quién era Shelomo Selinger —un niño feliz, sonriente y alegre— y qué le había ocurrido a su familia. Al mismo tiempo que sus recuerdos tomaban forma, Selinger se iniciaba en el mundo de la escultura, aprendiendo a tallar de manera autodidacta. Un amigo que había vivido en París le animó a probar suerte en la Escuela de Bellas Artes de la capital francesa y le recomendó para trabajar en el taller del escultor Marcel Gimond, reconocido en Francia por sus bustos de políticos y artistas. Selinger admite que antes de la guerra no tenía una predisposición especial hacia el

p Flossenbürg: A 285

km al suroeste de Gröditz. El campo está aislado en un bosque. Allí se ejecutó a algunos líderes nazis que planearon el atentado fallido contra Hitler en julio de 1944.

q Dresde: En 1945 Se-

linger ayudó en las tareas de desescombro y de reconstrucción del campo, tras el bombardeo de la ciudad por los aliados. Ese mismo año emprendió la segunda marcha de la muerte.

r Leitmeritz: A 94 km de Dresde. Selinger era el prisionero 49514. s Theresienstadt: Co-

nocido como el campo de las “personalidades” porque allí enviaron a artistas judíos de más de 65 años.

arte o el trabajo manual, pero durante su encierro en los campos nazis descubrió su sensibilidad: «En GrossRosen y Flossenbürg sobrevivía entre piojos, tortura y muerte, pero los paisajes de alrededor tenían una belleza desmoralizadora. ¿Cómo era posible algo tan hermoso tras las alambradas y las torres de vigilancia? Eso no podía ser real». Se instaló con su mujer en París en 1956. Allí continuó aprendiendo, esta vez del Museo del Louvre, el Museo del Hombre y el de las Artes Asiáticas. Pero su epifanía artística le llegó en una visita a las cuevas de Lascaux: «Yo estaba tan emocionado con los dibujos de las paredes que el guía me llevó a ver la única representación humana». Aquellas líneas simples y superpuestas de las pinturas rupestres marcaron para siempre su forma de entender el arte. «En esa época dudaba entre el academicismo y el vanguardismo, pero Lascaux me enseñó que el arte no es progresión. Ya de entrada, vanguardia es un término militar», comenta Selinger. Sin embargo, durante sus primeros años de escultor, la situación económica de la pareja era tan precaria que Selinger empezó a tallar las piedras que encontraba en las obras de la periferia de la ciudad, sobre todo granito, que se convirtió en su material preferido. «Muchas veces me he preguntado cómo puede ser que me guste trabajar una piedra tan dura. Y creo que otoño 2020 Nuestro Tiempo —23


Grandes temas Sobrevivir al Holocausto

es porque su dureza contrasta con la fragilidad del ser humano», señala Selinger. Ese uso del granito hace que sus esculturas recuerden al arte de los egipcios o de los sumerios, pero también se percibe en su obra la influencia de sus contemporáneos: el hieratismo de Alberto Giacometti, la contundencia de Jean Arp, el cubismo de Ossip Zadkine. A lo que Selinger añade también un elemento que se trajo de Israel: la luz de Jerusalén, una luz especial, «misteriosa», según él, que «todas las civilizaciones que se han establecido ahí han entendido». dar testimonio de la vida y de la barbarie. Tras sufrir el Holocausto, Shelomo Selinger tuvo que combatir en 1948 en la Guerra de Independencia israelí, donde se reencontró con el lado más salvaje de la condición humana. Selinger formaba parte de un batallón de lanzacohetes «muy básicos» y, al ir a atacar una fortaleza, una de esas armas explotó en las manos de uno sus compañeros. «Yo había vivido rodeado de muertos y no sufrí ni una herida. Entonces empecé a preguntarne para qué estaba en este mundo», dice Selinger. Por eso, cuando en 1973 se presentó al concurso internacional de escultura en homenaje a los deportados del campo de Drancy, en París, estaba convencido de que lo ganaría. La escultura que concibió para el memorial son en realidad tres bloques de granito pardo alzados frente a un tren de deportación. A ambos lados, dos arcos abrazan a la figura central formando las puertas de la muerte. Porque Drancy era la antesala de Auschwitz para los judíos detenidos en Francia. Además, toda la obra recoge una simbología religiosa muy fuerte: desde lejos, el conjunto recuerda a la letra hebrea shin (W), que se coloca a la entrada de las casas judías. Al pie de la escultura, siete escalones, como los siete niveles del purgatorio, guían hacia el bloque central: compuesto, a su vez, por diez caras, representación del minyán o número mínimo de personas necesarias para recitar los rezos importantes en el judaísmo. «Solo soy un hombre, una persona limitada; por eso creo que al esculpir sirvo de canal de algo más grande, que expresa posibilidades ilimitadas». Para Selinger, hay algo místico en su manera de trabajar: «Cuando me levanto por la mañana, me falta tiempo para ir al taller, porque tengo miedo a perderme mi gran obra de arte». Selinger cree que este comportamiento es atávico y que le viene de un bisabuelo, un judío muy piadoso que todas las mañanas iba temprano a la sinagoga a esperar la llegada del Mesías. Con sus manos de gigante y su cuerpo compacto, cuando Selinger empuña el cincel, da la sensación de 24—Nuestro Tiempo otoño 2020

que va a desfigurar a alguna de sus estatuas con un mal golpe y, sin embargo, mueve la mano como el vuelo de un colibrí, eléctrico y preciso. «Los místicos siempre se han preguntado en qué parte del cuerpo habita el alma: yo creo que la mía se encuentra en mis dedos». Durante toda la conversación, Selinger no deja de utilizar metáforas religiosas para explicar su obra, a pesar de lo cual, confiesa ser ateo: «Pero las Escrituras me sirven para pensar mi trabajo». Por ejemplo, la definición de su arte se inspira en el Libro de los Reyes (19, 11-16): «Ahí se dice que, en el desierto, la palabra divina está hecha de silencio. Y, para mí, la escultura es un lenguaje de silencios, de transición entre luces y sombras». En los testimonios de las víctimas del Holocausto se suele mezclar la alegría de estar vivo con la culpa de sobrevivir. A menudo son los únicos de su familia que se salvaron. En el claroscuro del atardecer de su estudio, Selinger se señala el corazón: «Están aquí, porque el ser humano es como un caracol, siempre lleva la casa encima». Si sus padres fueron la fuerza para salir adelante en aquellos campos de acabamiento, el arte le permitió dejar constancia de que lo que había sufrido era real: «Mi memoria es más útil cuando sirve al arte», afirma. Y usa el ejemplo de un pintor español para apoyar su tesis: «Puedo dar muchas charlas en colegios sobre mi experiencia, pero yo no supe nada de las masacres de Napoleón en España hasta que conocí a un artista como Goya». Este hombre sensible, pequeño y de rostro casi pétreo, se revuelve, sin embargo, contra su propio discurso, como si no quisiera limitar su experiencia vital al sufrimiento de los campos de concentración: «Es innegable que el Holocausto es mi aproximación dolorosa al arte —dice—, pero no es mi razón de existir. Amo la vida, mi escultura es un himno a la vida». Y quizá, una vez más, la fuente de esa alegría haya que buscarla en sus ancestros jasiditas: «Una corriente del judaísmo de personas muy creyentes pero que también cantan y beben vodka porque no todo va a ser sufrir». Quizá por eso también titula sus esculturas con nombres como La danza, La caricia o El beso. Cuando acude invitado a colegios y universidades, Selinger espera que los alumnos retengan una idea fundamental: que el ser humano es «posible» porque aun en las peores circunstancias, siempre podemos mantener la dignidad frente a la violencia. Pero sin ilusionarse demasiado, «porque nunca hay que confiar o disolverse en la masa, que no piensa, no tiene cabeza, te arranca el corazón y hace de ti un criminal. Nunca dejen que un grupo anule su personalidad. Piensen siempre por sí mismos». Nt

Con 92 años, Shelomo Selinger sigue labrando el granito todas las mañanas con la esperanza de hallar su obra maestra. En 1973, Selinger ganó el concurso internacional para levantar un monumento conmemorativo del campo de Drancy. Trabajó durante dos años en su primera gran obra monumental, que se inauguró en 1976.


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AHORA BIEN Enrique García-Máiquez

Morera de Moro

A Tomás Moro le pasaba como a Gilbert K. Chesterton. Gastaba bromas que resultaban profecías. Porque el color de las moras, que según el mito antes eran blancas, remite a la sangre derramada por Tisbe y Píramo. Ahí late una premonición de la decapitación de Moro. Además, estirando los símbolos, de las moras se saca un jarabe ideal para hacer gargarismos que curan… las afecciones de garganta. Humor negro que podría llevarse aún más lejos: humor morado, porque las moras dan nombre al color mismo, del que sale la palabra moratón para señalar un hematoma. Las analogías son feraces. La morera es un árbol que agradece el hacha. Tras una buena poda, da más fruto. Pocas plantas son más fieles al viejo lema moral hortofrutícola: «Succisa virescit», podado, reverdece. Algo así le pasó a Moro, santo para la Iglesia católica y —asombrosamente— para la anglicana, cuyo fundador lo mandó al patíbulo. Moro fue un hombre para todas las Cuando plantamos un árbol, como cuando circunstancias: político, humanista, literato, poeta, padre de familia, abogado y mártir. Las moras tampoco se quedan cortas nos acogemos a su sombra, nos hacemos ni perezosas y se utilizan para yogures, pasteles, zumos, batidos, con unas raíces cada vez más hondas. helados, gelatinas, confituras, zumos, licores, jaleas, jarabes… Y para mi soñada mermelada. LA PREGUNTA «¿Qué te apetece desayunar?» Andaba fantaseando con hacer un viaje a Londres a recoger llevo meses contestando lo mismo cada mañana: un cesto de moras o, todavía mejor, a traerme unas semillas o «Muero por mermelada de moras de la morera unos esquejes, cuando pensé en el campus de la Universidad de de Moro». Desde que me enteré de que pervive Navarra. ¿No quedaría allí maravillosamente bien un árbol de una morera de las que plantó Tomás Moro en 1520. Lo hizo en Moro? La universidad rendiría un homenaje a un intelectual de las tierras que había comprado a orillas del Támesis, en Chelprimera magnitud (que es intercesor del Opus Dei) y se ponsea (nada menos), para construir Beaufort House, una casa dría, literalmente, a su sombra. ¡Qué bien se tienen que leer, en principal acorde con las grandes dignidades alcanzadas (que mayo y en junio, bajo esa morera, sus Últimas cartas, sus Epigraperdería enseguida para no perder su dignidad). Aunque Beau- mas o su Utopía! Sugiero a los botánicos de la Facultad de Cienfort House no pervive, lo hace esa morera. A su alrededor está cias una expedición científica para traerse semillas del viejo ahora el Allen Hall Seminary Garden, el jardín del seminario árbol. Habrá que esperar unos buenos años para que crezca, nacatólico de la diócesis de Westminster, que no es mal heredero. turalmente, pero eso no es un motivo para descorazonarse, sino Moro plantó las moreras por lo que ustedes están imaginanpara no perder un segundo. Quizá, dicen algunos expertos pundo. Para hacer un chiste. No en vano estamos tillosos, la morera del Allen Hall Seminary no ante el santo patrón del sentido del humor. sea la original, sino una descendiente directa, LA PREGUNTA DEL AUTOR Había un juego de palabras obvio entre su aunque eso no quita nada a la leyenda, como apellido y el nombre en latín del árbol: Mono perdería nada de morería de pura cepa la ¿Considera importante ro/Morus. Le gustaba mucho bromear con morera que se plantase en nuestro campus. que la tradición intelectual su apellido, y también a su amigo Erasmo Yo iría a Londres por mi cuenta, pero no sé arraigue en unos de Rotterdam, que tituló Elogio de la locura cómo se me dará lo del esqueje ni si tendría signos materiales y en como otro guiño (Moria significa insania en tanto simbolismo una morera de Moro en leyendas vivas o es un griego) al sensato Tomás; y casi seguro que mi jardín como en la Universidad de Navarra. romanticismo indiferente? Shakespeare en el soneto XXIII coló un Regalo la idea a los botánicos. Bueno, no, no juego de palabras moreano («More than that se la regalo. La cambio por un bote de mertongue that more hath more express’d»), que melada. es un homenaje secreto, que es una oración @NTunav íntima. Moro tenía otro motivo más serio y Enrique García-Máiquez [Der 92] es poeta y ensayista. Opine sobre este asunto en @EGMaiquez romántico para plantar su morera: la forma Twitter. Los mejores tuits se egmaiquez.blogspot.com.es de corazón que tienen sus hojas; las preferipublicarán en el siguiente número. das, por cierto, de los gusanos, ay; pero de los gusanos de seda, ojo, para terminar hermosamente.

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Grandes temas Rodney Sieh, una leyenda

Cárcel, muerte o soledad: gajes del oficio periodístico en Liberia La lucha contra la corrupción, la mutilación genital femenina o la prostitución adolescente han convertido a Rodney Sieh en el periodista más respetado —y amenazado— de Liberia. Tras sobreponerse a varios intentos de asesinato y un doble ingreso en prisión, vive en soledad por mantenerse fiel a sus principios. texto Fermín Torrano Echeandía [Com 18] fotografía Ken Harper

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Grandes temas Rodney Sieh, una leyenda

M Mencionar a Rodney Sieh (Liberia, 1968) en Monrovia es como preguntar sobre un mito. Todo el mundo habla bien de él, pero nadie recuerda su última aparición pública. Desde hace tiempo, tampoco pisa en exceso FrontPage Africa (FPA), el medio que lanzó en 2005 y que ha convertido en la punta de lanza contra la corrupción en Liberia. Las rutinas y las multitudes le vuelven vulnerable ante una larga lista de enemigos que ha ido forjándose en las dos últimas décadas. Su amor por el periodismo le llegó a los doce años, mientras vendía por la calle ejemplares del Daily Observer, propiedad de su tío, Kenneth Best. Asegura que en esos paseos descubrió qué interesa a las personas y cómo cautivar a la audiencia con un titular. «Yo no elegí el periodismo, el periodismo me eligió a mí», explica Sieh. Sin embargo, Rodney asegura que es «su amor y admiración» por la figura de su tío abuelo, Albert Porte, editor del Crozzerville Observer y primer periodista encarcelado en el país en 1947, lo que le ha inspirado en su carrera. Por eso en su madurez no le ha temblado el pulso a la hora de publicar contra los políticos a los que sus lectores aman. Primero le tocó al Gobierno de Ellen Johnshon-Sirleaf, la gran esperanza de Liberia, primera presidenta en África y Nobel de la Paz en 2011. Sieh destapó el conocido como Knucklesgate, un escándalo que involucraba a un ministro de su Gobierno. El equipo de FPA obtuvo los correos electrónicos en los que se 30—Nuestro Tiempo otoño 2020

discutía con unos inversores el porcentaje de mordida que se llevarían a cambio de contratos. Tras publicar esa noticia, se estableció un comité de investigación, aunque los descubrimientos y recomendaciones nunca se ejecutaron. Desde 2018, los periodistas de Sieh vigilan a George Weah, ídolo local convertido en presidente gracias a sus habilidades sobre el verde. Diecisiete años después de su retirada, continúa siendo el único futbolista africano con un Balón de Oro en su palmarés. «Sin corrupción no hubiera habido guerra», esgrime Sieh, que huyó a Gambia con sus tíos en 1992, a los 24 años, durante el tercero de la guerra civil liberiana. En una infancia robada por el alcoholismo de su padre y la epilepsia sin tratar de su madre, ellos se convirtieron en sus verdaderos progenitores. En Banjul, la capital, continuó su carrera periodística en la nueva cabecera familiar y como corresponsal de la BBC, pero la estabilidad duró solo dos años. Yahya Jammeh dio un golpe de Estado, a su tío lo deportaron y Rodney le siguió a EE. UU. poco después, tras documentar las torturas del régimen. Como en las películas americanas, comenzó limpiando suelos y ventanas para pagarse los estudios. Ayudó a su tío a dirigir en la distancia el Observer de Monrovia y trabajó en un periódico de New Jersey hasta que en 2005 creó su propio medio online: FrontPage Africa. Dos años más tarde, regresó a Liberia para lanzar la edición en papel y convertirlo en el diario de referencia. Sus enemigos, cansados de sus intromisiones desde el continente americano, se frotaron las manos con la vuelta de Sieh y decidieron asustarle. La primera semana le quemaron la redacción. Alrededor de la una de la madrugada el ladrido de los perros abortó el primer intento. Dos horas después lanzaron cócteles molotov contra la imprenta. Más adelante, le intentaron matar y pagaron a su prometida para espiarle. Por eso tiene muy pocos amigos.

Su historia —y la de las últimas décadas de Liberia— la cuenta en el libro Journalist on Trial [Periodista a juicio], cuyo título nace de la peor experiencia de su vida. La publicación de un caso de corrupción terminó con una condena de cinco mil años de cárcel, aunque gracias a la presión internacional «tan solo» pasó tres meses privado de libertad, oscilando entre la cárcel, el hospital —contrajo la malaria, fiebre tifoidea y neumonía— y el arresto domiciliario. Este suceso le convirtió en uno de los «100 Héroes de la Información» de Reporteros Sin Fronteras en 2014 y ganador del Premio Internacional Libertad de Prensa de la Universidad de Málaga el pasado año. Lejos de ser un profeta que no predica en su tierra, la gente le respeta por su firme oposición al olvido de los crímenes de la guerra civil y por reportajes sobre asuntos polémicos en Liberia como las drogas, la mutilación genital femenina o la prostitución infantil.

El 14 de marzo, dos días antes del primer caso de covid-19 en el país, Rodney Sieh llega discretamente vestido de negro a un hotel de Monrovia con una mochila al hombro. Una semana más tarde se cerrarían los aeropuertos, pero él se lava las manos en el cubo con desinfectante de la entrada y choca el codo en forma de saludo. Lecciones de un país golpeado por el ébola años atrás. Desde la barra preguntan qué tienen que sacar, hasta que el tipo de negro levanta la cabeza. La camarera se acerca sin decir nada, toma nota y sonríe. Es Rodney Sieh. El mismo que, cauteloso, ha elegido mesa y posición para controlar la puerta de entrada. El mismo que les resta importancia a los «fuegos artificiales» de su biografía con un simple «gajes del oficio en Liberia». Helene Cooper, liberiana, escritora del New York Times y ganadora de un Pulitzer, dice sobre él: «Si trabajas sobre Liberia


Albert Porte, editor del Crozzerville Observer y primer periodista encarcelado en Liberia en 1947, inspiró a Sieh en su carrera. y no prestas atención a Sieh, es que no te estás tomando muy en serio Liberia». El suyo es un retrato de una época, de la posguerra de un país lleno de corrupción. De un tipo dispuesto a morir, ir a la cárcel y acabar solo por contar la verdad. Empecemos por el final. ¿Ha merecido la pena? Sí [silencio]. ¿Sabes?… En la vida, si no luchas por algo, cualquier cosa puede doblegarte. Yo he peleado por un motivo y nada me ha derrotado. ¿Ha pensado alguna vez en dejarlo? No me quita el sueño. Creo que he experimentado todo lo imaginable. Me han amenazado y atacado; he sobrevivido a intentos de asesinato y también a la cárcel. Si me muero mañana, la gente sabrá que me mantuve firme para defender unas ideas. Me puedo ir a dormir sabiendo que hice lo que tenía que hacer.

Hay quien creerá que usted es un estúpido o un loco. [Ríe] Sí, lo sé. Me lo han dicho. Cuando estaba en Estados Unidos con un trabajo fijo, mi entorno no entendió que regresara. Pero sentí que después de la guerra había una vacante para el periodismo de investigación, así que decidí seguir a mi corazón y nada va a pararme. Han pasado trece años desde esa decisión. ¿Qué ve al echar la vista atrás? Siento que estamos ganando. Hemos hecho un montón de cosas por este país, he formado a multitud de periodistas a los que ahora se les conoce por todo el mundo: Mae Azango, Wade Williams, Samwah Fallah o Al Varney Rogers, por ejemplo. Así que creo que FPA ha prestado un gran servicio a Liberia. Hemos desenmascarado mucha, muchísima corrupción. Millones de dólares recuperados. Una vez, por ejemplo, la Unión Europea

donó trece millones para luchar contra la mortalidad infantil y el Gobierno lo gastó en otra partida. Gracias a nuestro trabajo, la UE pudo reclamarlo. ¿Qué significa para usted el periodismo? Es la única manera de que los liberianos conozcan la verdad. Sin periodismo no hay Liberia. Se trata de persistir sobre lo que uno mismo quiere hacer en la vida para que las cosas cambien, y el periodismo, para mí, es la forma de cambiar el mundo. Liberia es como un gran círculo. Los mismos problemas que tuvo mi tío entre 1940 y 1950 siguen a la orden del día. Este país necesita una voz que exponga lo que está pasando. Mi tío abuelo Albert abrió el camino, siguió el tío Kenneth y ahora siento que yo estoy continuando esta lucha para asegurarme de que aquellos que sufren no pasen por las mismas circunstancias que la generación anterior. otoño 2020 Nuestro Tiempo —31


Grandes temas Rodney Sieh, una leyenda

Cuando en 2007 FrontPage Africa se lanzó en versión impresa, sus historias comenzaron a dominar las discusiones en la radio. Según cifras de Naciones Unidas, solo el 8,4 por ciento de la población en Liberia tenía acceso a internet en 2018. Sus enemigos no pensarán lo mismo… Desde EE. UU. habíamos destapado mucha corrupción de amigos y ministros de la presidenta Ellen Johnson-Sirleaf; gente importante. Al volver en 2007 me convertí en el objetivo. Intentaron quemar la oficina dos veces la misma noche, demandarme… hasta que en 2011 consiguieron llevarme a juicio y meterme en prisión. ¿Con qué motivo? Me citaron a declarar por un artículo de mi periódico sobre la violación de una niña pequeña [El FPA había publicado una carta al director en la que se planteaban dudas sobre los informes forenses 32—Nuestro Tiempo otoño 2020

del caso]. Pero no me dejaron hablar. Así que, con respeto, les dije a los jueces que estaban actuando como unos dictadores. Y me mandaron treinta días entre rejas. Bueno, me ofrecieron quince si pedía perdón, pero me negué.

soltaron. Aún recuerdo el olor insoportable del retrete que había en la esquina. La celda tenía dos literas y un váter sin tapa que servía de ducha. Por la noche me cubría la nariz con una toalla para conseguir dormir unas pocas horas.

Imagino que las cárceles en Liberia no serán agradables. Aquella vez solo pasé treinta y seis horas. La presidenta iba a dar un discurso orgullosa de que en su primer mandato ningún periodista había sido encarcelado [acababa de recibir el premio «Amiga de la prensa» de la Unión de Editores Africanos] y mi situación era un problema. Así que, horas antes de la intervención, me

Dos años más tarde, en agosto de 2013, volvió a ingresar en la Prisión Central de Monrovia por publicar una auditoría externa que demostraba la malversación, que encabezó el ministro de Agricultura J. Christopher Toe, de unos fondos millonarios destinados a combatir una plaga de gusanos en dos regiones.


POLÍTICA LIBERIANA

Un final de siglo sangriento En la última semana del juicio, sorprendieron a los abogados de la otra parte hablando con un jurado. Media hora antes del veredicto, Sieh vio salir al ministro y su equipo legal del despacho del juez celebrando entre risas. La sentencia no fue una sorpresa: multa de millón y medio de dólares por difamación. En Liberia, la falta de recursos se paga con la cárcel. Si no puedes saldar la deuda, ingresas en prisión el número de días que tardarías en abonar la sanción con mensualidades de veinticinco dólares. En su caso, cinco mil años en una celda con tres personas más —un ladrón, un violador y un asesino— en una cárcel que, según Amnistía Internacional, tenía unas condiciones «tan pobres que quebrantan los derechos humanos básicos». Cuando Rodney puso un pie en el interior, las radios hablaban de él y alcanzó a ver la salida del juzgado en un pequeño monitor. Su impresión fue que nada había cambiado salvo el número de internos: la cárcel estaba todavía más llena. Con un colchón comprado por el gerente de su periódico y «de nuevo soportando el olor más desagradable que uno pueda imaginar», se pertrechó para pasar la noche escuchando las oraciones que escapaban entre los barrotes. La religión es el único consuelo en esta ratonera. La primera mañana, poco después de despertarse, les hizo saber a los guardias que no iba a comer. Según describe en su libro, se sintió como Fat Ass, el compañero de celda del protagonista Andy Dufresne en Cadena perpetua, su película favorita. Al quinto día cayó desmayado. Padecía neumonía, fiebre tifoidea y malaria. Al menos no fue uno de los siete que murió aquel año en el interior del penal. Custodiado por la policía en el hospital John F. Kennedy de Monrovia, necesitó tres semanas para recuperarse. Los siguientes meses intercaló regresos a la cárcel, visitas al hospital y un periodo de arresto domiciliario, hasta que el 18 de noviembre de 2013 archivaron el caso. Tres largos meses privado de libertad; el mismo tiempo que clausuraron Frontpage Africa.

La historia reciente de Liberia no se puede entender sin su origen en la colonia que Estados Unidos fundó para esclavos liberados entre 1821 y 1847, fecha de la independencia de la joven república. Durante más de 130 años, los americo-liberianos, descendientes de los llegados desde EE. UU., fueron los únicos en ostentar el poder político, a pesar de representar al 5 por ciento de la población. Esta y otras desigualdades raciales derivaron en un golpe de Estado militar en 1980. Samuel K. Doe, de la tribu Krahn, instauró durante diez años una dictadura hasta que perdió el monopolio de las fuerzas armadas. Desde Costa de Marfil, Charles Taylor y el Frente Patriótico Nacional de Liberia comenzaron la conquista del país en 1989 con el apoyo de tribus perseguidas como los gio y los mano y se desató la primera guerra civil liberiana, que concluyó ocho años después. En 1997, Taylor ganó los comicios fijados en el acuerdo de paz y continuó un régimen de violencia hasta terminar exiliado en 2003, cuando huyó de la justicia de Sierra Leona que le acusaba de crímenes de lesa humanidad. El mismo año finalizó la segunda guerra civil, que había estallado en 1999, y se estableció un Gobierno de transición que dio paso, en 2005, a las primeras elecciones plenamente democráticas en la historia de Liberia. La execonomista del Banco Mundial y graduada en Harvard Ellen Johnson-Sirleaf (Monrovia, 1938) se convirtió en la primera mujer en dirigir un Estado africano. En 2011 recibió el premio Nobel de la Paz por su lucha no violenta en defensa de los derechos de la mujer, y cinco años más tarde, reelegida en su país, rompió otra barrera de género al ser nombrada presidenta de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental. George Weah (Monrovia, 1966) es también el primer indígena en llegar democráticamente al poder. En las elecciones de diciembre de 2017 recibió el apoyo de la presidenta, que le había vencido en los comicios de 2005. Las manifestaciones contra su Gobierno son hoy notorias en las calles liberianas. Los ciudadanos crítican la inacción política en materia de corrupción y la situación económica en la que se encuentra sumido el país.

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¿Tenía esperanza de ser excarcelado? Sabía que tenía que llegar el momento. Había mucha presión. Además, escribí un artículo en el New York Times. Fíjate, a la presidenta le preguntaron en la India por mi caso. Viajó a Canadá y aparecí en la portada del Toronto Star. En América la recibieron con protestas y se reunió con veinticinco periodistas occidentales… Ella fue la que ordenó al ministro de Justicia que encontrara una manera de sacarme de la cárcel. ¿Se volvió a encontrar con el ministro que le denunció? Solo le vi una vez, en el aeropuerto de Bruselas [ríe], pero estaba lejos y decidí evitarle. Sentí que se avergonzaba al mirarme. Aunque no se arrepienta, estoy seguro de que sabe que se equivocó. Creo que fue la marioneta de otros que me odiaban y que utilizaron nuestro nefasto sistema judicial para ir a por mí. ¿Ha mejorado la situación con el nuevo Gobierno? Muchos presos llevan en la cárcel años sin haber pisado la sala del tribunal. Eso lo he visto yo y no ha cambiado. Y la prensa está bajo amenaza. Liberia se ha convertido en un terreno peligroso para los periodistas. ¡Si hasta los guardaespaldas del presidente son famosos por dar palizas a reporteros! Desde el inicio hemos recibido numerosas amenazas y ataques. Mae Azango se vio forzada a esconderse cuando destapó la sociedad secreta donde se mutila a las mujeres. A mí mismo me atacaron simpatizantes de George Weah durante las elecciones de 2011 por una investigación sobre un acuerdo con un grupo guineano para causar disturbios si no ganaba, y en muchas otras ocasiones nuestros reporteros se han visto perseguidos y sus cámaras han acabado dañadas. ¿Qué opina de George Weah? Como la mayoría de mandatarios africanos, ni Johnson-Sirleaf ni Weah han tenido los mejores asesores. Eso está llevan34—Nuestro Tiempo otoño 2020

do al presidente a tomar malas decisiones. Me gustaría que abriera los ojos y viera que la población sufre en 2020 para comprar arroz, azúcar o gasolina. La mayoría vive sin electricidad en Monrovia y lucha por sobrevivir. Ese es el principal reto de este Gobierno, no las carreteras. Hablando de ambientes, ¿de quién se rodea Rodney Sieh? Tengo muy pocos amigos. La gente quiere saber qué sabes y quién te ha dado la información. Si alguien me filtra un documento, antes de escanearlo me aseguro de que no se vea nada más allá de la hoja porque podrían identificar el lugar y otras personas sufrirían las consecuencias. Me he vuelto paranoico. Cuando la gente no puede llegar a ti, usa a tu círculo más cercano. A mí no me verás en bares o clubs. Algunos piensan que soy una leyenda, pero es la única manera de sobrevivir en este país. ¿Tiene familia, aquí, en Monrovia? No. Me gustaría tener hijos, pero… estuve prometido una vez y no salió bien. Intentaron espiarme a través de ella para saber qué papeles había recabado sobre un caso. No tengo miedo, pero soy muy cauto con mi entorno. ¿Qué pasó exactamente? Empecé a recibir emails de alguien de Washington que demostraba cómo ministros de Liberia hablaban sobre quedarse con un 10 por ciento de las concesiones. Eran alrededor de cuatrocientos o quinientos correos. Decidimos publicarlos y el Gobierno empezó a asustarse. Quisieron ver cuánto les podía afectar. Así que pagaron dinero para descubrir qué sabía yo.

Rodney apenas hace concesiones sobre su vida privada, y se nota que es un asunto que no suele compartir con nadie. Cuando cae la barrera que construyó hace años, sus ojos se emocionan y la garganta le falla. Mira como queriendo comprobar la atención de su interlocutor y cuenta que su mayor

pena fue no despedirse de su madre, que murió joven al poco de llegar él a Estados Unidos. De su padre, alcohólico y fallecido antes de la huida a Gambia, recuerda su entrega por un trabajo que le llevó a cartografiar y documentar los bosques de Liberia hasta que su idilio con la botella lo mató de manera prematura. Sieh supone que, de haber seguido vivo, su tío hubiera ejercido menos influencia sobre él y su historia sería diferente. «Si mi padre no hubiera bebido, yo no habría querido ser periodista», ríe con nostalgia. En esta vida que describe, ¿cuál es su mejor recuerdo? Mi madre. Padecía epilepsia. Cuando tenía quince años, jugando en un árbol, se cayó y nunca volvió a ser la misma. Era muy inteligente. En 1969 [un año después de nacer él], no la podían encontrar y finalmente dieron con ella en la playa. Quería esperar a que se fuera el sol para hundirse en el agua y no regresar. Pero gracias a mi madre nacimos mis cinco hermanos y yo. En ella veo una luz que me guía. Alguien que, a pesar de estar enferma, se sacrificó para traerme al mundo. Tal vez no es un recuerdo, pero es algo que nunca olvidaré. Si le pudiera mandar un mensaje ahora, ¿qué le diría? Que sigo brillando. La llama continúa ardiendo para mí y es gracias a ella. ¿Cuánto tiempo cree que va a seguir brillando? Tanto como Dios me permita seguir escribiendo y desenmascarando la corrupción. ¿De verdad se imagina veinte o treinta años más en primera línea? No soy un tipo con cara de currar para el Gobierno. Tampoco político. Soy periodista. Me han ofrecido otros trabajos, pero no sirven para mí [después de las elecciones de 2011, Ellen Johnson-Sirleaf le propuso ser ministro de Información]. Mi misión en la vida, lo que Dios ha querido que vigile, es que las cosas funcionen bien. Y eso hago. Nt



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Los campus afrontan un periodo marcado por la incertidumbre. Aunque la tecnología, los directivos y los profesores tienen su parte en este asunto, los alumnos darán la clave con su reacción al nuevo entorno. El tiempo dirá. Mientras tanto, expertos y docentes constatan las diferencias entre los modos de ser y hacer de los estudiantes de cada generación. En este contexto, resulta pertinente detenerse a hacer un retrato —apoyado en opiniones de pensadores actuales— de quienes están en las aulas; unas personas que necesitan, por un lado, una cualificación técnica cada vez mayor y, al mismo tiempo, un anclaje en las verdades permanentes que sustentan la actividad universitaria y, en definitiva, la misma vida. texto Miguel Ángel Iriarte [Com 97 PhD 16], redactor de NT y profesor invitado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra

GENERACIÓN X 1961-1980 Ni inseguros, ni angustiados. Los miembros de la Generación X tienen vidas activas y equilibradas en las que dedican gran parte de su tiempo libre a la cultura y el ocio. 38—Nuestro Tiempo otoño 2020


la universidad nunca es un mar en calma. Por su dimensión intelectual y por la búsqueda de la verdad que se marca como fin, es una institución inconformista por naturaleza; continuamente se replantea su quehacer y cómo mejorar su principal aportación a la sociedad: la buena educación de los estudiantes. En el mundo hay más de treinta mil universidades con unos doscientos millones de alumnos, por lo que cualquier diagnóstico general resulta tremendamente arriesgado. Sin embargo, una mirada a los centros mejor valorados —la mayor parte de ellos pertenecientes al ámbito anglosajón— lleva, entre otras conclusiones, a comprobar dos preocupaciones comunes: por un lado, una cierta crisis de identidad de la universidad, que corre el riesgo de convertirse en un foco de formación técnica y expedición de títulos habilitantes para la práctica profesional; por otro, la percepción de que, año tras año, los alumnos llegan a las aulas con mayores carencias, principalmente por el creciente número de dificultades familiares y por los hábitos nocivos generados por los medios digitales, que impiden la atención y la reflexión. Si el sistema y las personas que están en su núcleo se encuentran como equilibristas sobre el alambre, se comprende la intranquilidad de muchos, como Harry R. Lewis, autor del difundido trabajo Excellence without a Soul: Does Liberal Education Have a Future? (2007). En él, este profesor en Harvard durante treinta años, máximo responsable de Harvard College entre 1995 y 2003, hace una autocrítica muy tajante sobre la concepción economicista de muchas universidades y su renuncia a la formación íntegra de los alumnos. Precisamente en la descripción de estos últimos se centra este texto, pues, desde hace años, numerosos estudios han analizado los rasgos de las distintas generaciones de jóvenes —hasta agotar las letras y las etiquetas X, Y, Z, millennials, postmillennials o la más reciente y genérica pandemials—

y, junto a algunos rasgos positivos, han subrayado sus dificultades con acentos preocupantes. Además de la consulta de varios trabajos recientes citados en el texto y en un cuadro adjunto, este artículo surge de cambios de impresiones con colegas, asistencia a jornadas de trabajo, horas de conversación con alumnos —especialmente en su primer año de universidad— y la experiencia docente de algunos años, que han ayudado a poner por escrito ideas que llevaban tiempo sueltas en diversos cuadernos. con gran potencial, inseguros y frágiles. Técnicamente, el término millennial —generación Y— se reserva, según el Pew Research Center, a los nacidos entre 1981 y 1996. En cambio, los postmillennials —o generación Z— son los llegados a continuación: los primeros nativos digitales, que hoy cursan sus grados. Según el profesor de la Universidad de Navarra José M.ª Torralba (Aceprensa, 9-9-2019), existen diferencias entre ambas generaciones, que se resumen en el sugerente subtítulo del libro más conocido de la catedrática de Psicología y conferenciante Jean M. Twenge: iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy (2017). En opinión de Torralba, entre los universitarios actuales se observan algunas paradojas propias de personalidades todavía inmaduras: «Están hiperconectados, pero solos en los momentos decisivos. Tienen ideales, pero fácilmente les paraliza el miedo a fracasar. Muestran una actitud inicial de sospecha, pero están abiertos a quienes les inspiran confianza. Son más receptivos a las experiencias que a los argumentos». El profesor Torralba coincide también con el análisis de Twenge al señalar que «la tendencia a la rebeldía ante lo establecido y el deseo de autonomía frente a la familia y la sociedad, característicos de la juventud en los últimos cincuenta años, está cambiando. Ahora se valora también la protección y seguridad que proporciona el hogar; se interactúa con el mundo a través del smartphone desde la propia habitación; y las redes sociales han transformado radicalmente las relaciones personales». Generalizando, nuestros universitarios son, sí, idealistas, inteligentes, rápidos, sociables, sensibles a causas justas como el cuidado del medioambiente, solidarios, cultivados en el campo artístico y en los idiomas y, en conjunto, bien preparados para un mundo global. Sin embargo, pueden convertirse en sus peores enemigos por un rasgo que en dosis tolerables siempre ha estado presente entre los jóvenes, pero que ahora tiende a resultar enfermizo: la inseguridad. Lo explica así José M.ª Torralba: «Es llamativa la inseguridad a la hora de tomar decisiones vitales y establecer relaciones amorosas o de amistad. Todo joven busca modelos en los que inspirarse, pero actualmente es difícil encontrarlos, pues el tejido familiar se ha fracturado y los vínculos personales son débiles o líquidos. Cuesta encontrar en quién confiar. Por eso, en la misma persona puede convivir la ilusión propia de la juventud con una sensación de pesimismo o malestar, fruto del miedo a equivocarse o verse defraudado. En este sentido, y aunque no sea la norma,

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es significativo el aumento de casos de ansiedad y depresión que se ha producido en estas edades». En efecto, algunos datos sobre la salud psíquica de nuestros jóvenes resultan preocupantes. Según el barómetro del Centro Reina Sofía de 2019, una amplia encuesta realizada en España entre personas de 15 a 28 años, la mitad de ellas reconoció tener problemas relacionados con su salud mental, lo que supuso un incremento de 20 puntos con respecto al último barómetro, de 2017. Un 60 por ciento de los encuestados acudió a la consulta de un psicólogo en 2019; las enfermedades más frecuentes entre ellos fueron depresión, ansiedad, pánico, fobias y alteraciones del sueño; y los síntomas con mayor prevalencia, el cansancio o falta de energía, el sueño y la falta o exceso de apetito. Según esa misma fuente, el suicidio se ha convertido en la segunda causa de muerte entre los jóvenes tras los accidentes de tráfico; de hecho, un 45 por ciento de las chicas y un 35 por ciento de los chicos reconocieron haber albergado en algún momento pensamientos de ese tipo y un 5,8 por ciento tenerlos con frecuencia. Otro dato revelador es el relativo a la soledad: el 41 por ciento de los encuestados la sintió ocasionalmente, un 20 por ciento con cierta frecuencia y un 21 por ciento de manera prolongada o continuada. Y no menos significativo es el apartado del estudio denominado «Compensación de Riesgos», que recoge las prácticas que sirven de válvula de escape a los males descritos; así, un 20 por ciento de los jóvenes preguntados practica deportes de riesgo, un 14,6 por ciento decide emborracharse, un 12,6 por ciento recurre al cannabis y un 9,1 por ciento da salida a sus dificultades compartiendo fotografías en redes sociales (hace dos años solo un 1,8 por ciento decía hacerlo). Hay educadores y profesionales de la medicina que hablan de exceso de diagnóstico y de medicalización exagerada pero, con independencia de los matices en las cifras, cualquiera que tenga contacto con personas de estas edades se da cuenta de que su estabilidad psíquica es un factor con un peso cada vez mayor. Si a esta precariedad psicológica se unen los problemas familiares, en particular la ausencia de la figura paterna, según el profesor Torralba puede

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darse en nuestros jóvenes un tipo de fragilidad muy específico: «En la figura paterna el niño encuentra —entre otros muchos aspectos— límites a sus deseos, seguridad ante los peligros y confianza en sus capacidades y aptitudes. […] Una consecuencia de su ausencia sería una fragilidad característica de los Z, que no es aquí sinónimo de debilidad de carácter, porque es compatible con ser un joven activo y con ambiciones. Se trata de una fragilidad interior que se manifiesta, por ejemplo, en grandes frustraciones al no alcanzar un objetivo o al descubrir que no se está a la altura de lo que —supuestamente— los demás esperan. Es ilustrativo que algunas universidades empiecen a ofrecer cursos para aprender a fracasar». Y ahí asoma otra característica derivada del desencanto que parece perseguir a las últimas generaciones: la actitud de sospecha. Así lo explican Jeroen Boschma e Inez Groen en Generación Einstein (2006): «En general desconfían de lo institucional (el Estado, las empresas, la Iglesia), pero también de cuáles son las intenciones de los demás e incluso llegan a dudar de sí mismos: “¿Qué es lo que en el fondo me mueve?”. […] No es raro que, al preguntarles por acciones claramente positivas como el voluntariado, reconozcan haber dudado de si lo que les movía era ayudar al prójimo o simplemente quedar bien o tener la conciencia tranquila. Lo novedoso es que esta sospecha no es fruto de una sana precaución sino que se ha convertido en algo habitual, casi instintivo. Es la actitud inicial en su relación con el mundo». medicina preventiva. En contraste con la toma de medidas paliativas como la creación de departamentos de salud mental y refuerzo psicológico en algunos campus, autores como Greg Lukianoff y Jonathan Haidt abogan por cambiar el marco de referencia que observan en universidades norteamericanas, que denominan «cultura terapéutica» y que conectan con la hiperprotección de los mayores hacia los jóvenes. En su libro La transformación de la mente moderna (2017), rechazan con fuerza tres conceptos que consideran tan asentados como nocivos: la fragilidad que se atribuye a la juventud, el razonamiento emocional propio del «Confía siempre en tus sentimientos» y la concepción de la vida como un «Nosotros contra ellos», que puede llevar a negar el diálogo universitario y a la polarización ideológica dentro y fuera de los campus. Nos detendremos en los dos primeros, pues el tercero quizá tenga mayor incidencia —al menos de momento— en universidades anglosajonas, donde la falta de una verdadera libertad de expresión y las «burbujas culturales» constituyen realidades consolidadas en muchos campus. Lukianoff y Haidt en su libro niegan la mayor al señalar con rotundidad que los jóvenes, por definición, no son frágiles. Viven todavía años en los que pueden y deben apren-


GENERACIÓN Y 1981-1996 La tecnología forma parte de su día a día. Sin embargo, no nacieron con ella, sino que de la época analógica en la que vivieron migraron al mundo digital.

der a manejar sus limitaciones, miedos y presiones: cantidad de trabajo, plazos que cumplir, becas que conseguir o renovar, etcétera. Con una imagen lúcida, afirman que del mismo modo que el sistema inmunológico humano solo se desarrolla cuando tiene que luchar contra enfermedades y agresiones, las personas necesitan oportunidades para aprender, adaptarse y crecer, aunque a corto plazo resulten algo peligrosas o no estén del todo controladas. Distinguen el dolor —enriquecedor para mejorar como personas— del trauma —herida psicológica y término excesivamente empleado—, y animan a abandonar la seguridad como valor supremo. En ese sentido, estos autores cargan contra la hiperprotección de las familias y de algunos sistemas educativos, que no dejan suficiente margen para el desarrollo de la libertad de los jóvenes; en el caso de las familias, con detalles tan cotidianos como la falta de tiempo para jugar sin la supervisión de los padres o el exceso de actividades extraescolares que saturan los horarios de niños y adolescentes. Y, en cambio, echan en falta una mayor atención de las familias a la dieta digital de los hijos, específicamente en el uso del teléfono y las pantallas, causantes junto a otros factores de una generalizada falta de atención y de un ensimismamiento que llega con frecuencia a lo patológico. De hecho, algunos expertos hablan de los smartphones como «armas de distracción masiva» y la profesora Twenge llama «redes antisociales» a las plataformas que permiten el contacto con personas a miles de kilómetros y, en cambio, recluyen a sus usuarios en sus habitaciones, alejándoles de los más cercanos.

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La prioridad de los sentimientos como barra de medir situaciones y comportamientos también resulta peligrosa según Lukianoff y Haidt. Y no solo para ellos. El reconocido filósofo surcoreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959) ha alertado de este punto en varios de sus escritos. En su opinión, es empobrecedor cómo, ante cualquier suceso, para muchos jóvenes es más importante la opinión propia que la realidad; se ha instalado una «cultura del like y del selfie» que lleva a la expansión del yo, al narcisismo y a un mundo sin aristas, donde todo es plano y neutro: «Al infierno de lo igual», dice Han en uno de sus ensayos. Dando un paso más, planteamientos así hacen, según la experiencia del profesor Torralba, que nuestros jóvenes basen también sus valoraciones éticas en los sentimientos, no en la razón: «En una clase de Ética con los Z se pueden oír afirmaciones como: “Es verdad lo que dices, pero no estoy de acuerdo”». Inquietante. Tras describir con energía y rigor un panorama exigente para todos —jóvenes, familias y centros académicos—, Lukianoff y Haidt concluyen que, para cumplir su misión, las universidades tienen que llegar antes y más a fondo en la educación de los estudiantes; según ellos, deben aspirar a la formación del carácter de los alumnos, completando la dimensión técnica de las áreas de conocimiento con las facetas afectiva y ética que toda acción humana posee y que acercan a una vida lograda o alejan de ella. la hora de la belleza. Una imagen común para explicar el papel del educador es la del escalador que se enfrenta a un muro vertical aparentemente inabordable; una persona no familiarizada con ese deporte no sabe comenzar ni avanzar; sin embargo, los deportistas y sus entrenadores encuentran en las rocas grietas y salientes que convierten en puntos de apoyo y configuran una línea de ascenso. Concluido el retrato necesariamente impresionista de los universitarios de hoy, parece lógico valorar modos de ayudarles a potenciar sus puntos fuertes y minimizar sus debilidades.Una verdad de Perogrullo pero olvidada en ocasiones es

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que la mayor parte de los problemas de un estudiante se solucionan… estudiando, dedicando horas abundantes al trabajo y reflexionando sobre cómo mejorar el método de afrontarlo. Además, hay realidades que contribuyen sin duda a la madurez de los alumnos; la opción de Israel —un Estado que se considera a sí mismo en guerra desde su nacimiento en 1948— de que sus jóvenes comiencen los grados universitarios tras realizar el servicio militar obligatorio —tres años para los chicos y dos para las chicas— hace que el aprovechamiento de los estudios superiores en ese país esté por encima de lo habitual. Por otra parte, varios Gobiernos se están planteando un gap year entre el final del bachillerato y la universidad en que los jóvenes viajen y se cultiven culturalmente. Otro grupo de personas que crecen antes lo forman aquellos que compatibilizan estudio y trabajo; sus coordenadas son más claras y su responsabilidad mayor. Por su parte, José M.ª Torralba expresa así su prioridad: «En la educación se podría decir que la nuestra es la hora de la belleza: experiencia de lo noble y lo sublime: arte, naturaleza y vida de las personas». Por la preferencia que muchos dan a lo conmovedor frente a lo racional, la familiaridad de los jóvenes con la belleza les hace más receptivos a nuevas ideas, les abre horizontes y multiplica su capacidad de crecimiento intelectual y emocional. Belleza, en primer lugar, dentro del aula, a través del buen uso del arte retórico por parte del profesor, el empleo del método expositivo más adecuado en cada clase y, en la medida de lo posible, el acceso a obras de arte cuya contemplación facilite la conjunción de todas las dimensiones interiores de la persona. Que para esto — como parece opinar un número cada vez mayor de voces— sea preferible el recurso a presentaciones multimedia, el fomento de la participación de los alumnos como un fin en sí mismo y el desahucio de la clase magistral implica una postura cuya discusión nos llevaría muy lejos. Además, belleza más allá de las aulas. Constituye una experiencia universal que los alumnos, a pesar de sus límites objetivos o subjetivos, responden con entusiasmo y compromiso ante aquello que perciben como bello: son capaces de desarrollar su memoria y su sensibilidad para involucrarse en las artes escénicas (danza, teatro); acuden con constancia a ensayos musicales periódicos; se inscriben como voluntarios asistenciales y de medioambiente si así pueden aportar a mejorar la situación de personas o entornos naturales. Por ejemplo, una de las buenas noticias de la pandemia es el paso al frente dado por muchos jóvenes para dedicar tiempo a distintas tareas demandadas por la sociedad. Como escribía en mayo David Brooks, periodista y columnista del New York Times, en lugar de una postura paternalista con los jóvenes, hay que invitarles a la primera fila, a ser protagonistas y no meros espectadores de sus vidas y de la actualidad mundial: «¿Ha prosperado


alguna nación —se preguntaba Brooks— que no haya fomentado en cada nueva generación los hábitos de trabajo, el gusto por la aventura, el sentido del deber y la llamada a ser útiles a los vecinos y al mundo?». Por último, como todos, aunque con mayor intensidad, los jóvenes valoran encontrar la belleza encarnada en personas que les acompañen y les guíen en sus años universitarios, que comienzan frente a un cartel de «Bienvenidos» y terminan, metafóricamente, frente a una pantalla de salidas de un aeropuerto con destinos más o menos conocidos. De ahí la responsabilidad de los profesores, que de manera consciente o inconsciente, con su comportamiento y sus palabras, pueden dejar una huella duradera en los universitarios. Como señala Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei y gran canciller de la Universidad de Navarra, en un libro entrevista publicado recientemente: «Es importante tener tiempo para los jóvenes, estar a su lado, darles cariño, derrochar paciencia con ellos, ofrecerles compañía, devolverles la confianza en sí mismos y saber proponerles metas grandes». En medio de una gran variedad de opciones pedagógicas, potenciada por la migración total o parcial de las universidades a internet, y de abundantes discrepancias al respecto, todos los expertos coinciden en un modelo ideal: el de un maestro sabio, bueno e inspirador que ayuda a un grupo de alumnos a través de explicaciones, preguntas y respuestas a conocer una materia y, al mismo tiempo, crecer en humanidad. Esto nos remonta al diálogo socrático, a la academia platónica y a las primeras universidades, nacidas en catedrales y otros centros cristianos. En la actualidad, y quizá más que nunca, esto mismo necesitan nuestros universitarios: una atención personalizada alentadora y desafiante que les lleve a conocerse, soltar los lastres que probablemente arrastren, tomar las riendas de su vida y disfrutar de una experiencia transformadora durante los años que permanecerán en los campus. Probablemente los gestores y directivos de los centros calificarán de brindis al sol este paradigma, por su falta de viabilidad económica. Sin embargo, cualquier avance en esa dirección —el diseño de asignaturas donde sí son posibles los grupos reducidos o el desarrollo de instrumentos de asesoramiento personal, por ejemplo— constituye un esfuerzo que, sin duda, vale la pena. Así, no ya el alumnado, sino cada alumno, más allá de generaciones y etiquetas, se situará realmente en el centro de la actividad de la universidad. Y así, esta época de perplejidad ante el futuro se convertirá en una ocasión de crecimiento para todos: universidad como institución, profesores y estudiantes. Nt

PARA SABER MÁS

Harry R. Lewis, Excellence without a Soul: Does Liberal Education Have a Future? (2007). l

Greg Lukianoff y Jonathan Haidt, La transformación de la mente moderna (2017). Ignacio Aréchaga, «La crisis de la resiliencia en los campus» (Aceprensa, 22-11-2017). l

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Jean M. Twenge, IGen (2017). José M.ª Torralba, «Postmillennials: claves intelectuales y éticas» (Aceprensa, 9-9-2019). l

GENERACIÓN Z 1997— Su dominio de las tecnologías quizá hace que descuiden sus relaciones interpersonales, pero son los que dan voz a las causas de carácter social.

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FIRMA INVITADA Alberto Sánchez León

¡Es el miedo, imbécil!

La obsesión por la seguridad refleja miedo, la gran pandemia que nos achica como seres libres. Sí, miedo de no saber a dónde vamos, que provoca angustia y por eso paraliza. La seguridad, en cambio, tranquiliza, pero no da paz. Por el contrario, arriesgar significa tomar una decisión en la que algo se puede ganar o perder. Arriesgar es jugar, jugársela, mejor. Y es que la vida constituye un juego. No reconocerlo significa estar embotado. He aquí la tragedia del hombre de hoy: duerme para huir del miedo, y además… no lo sabe. El amor arriesga, la comodidad amodorra, el miedo paraliza y la duda nos complica. Hay que escoger en qué lado se quiere vivir, y esa opción es de cada uno, íntima, personal. La madurez tiene que ver con esta elección. Platón pulveriza a aquellos que han apostado por lo seguro. Son los ciegos que dan la espalda a la luz del sol, cavernícolas inmersos en un mundo de sombras, de conjeturas, sumidos, en el fondo, en un no saber. Y lo que ignoran es que las sombras «Platón pulveriza a aquellos que han apostado son sombras. Salir de la cueva: esta es la actitud propia si se quiere crecer como persona. Por eso, el confinamiento de la rapor lo seguro. Son los ciegos que dan la espalda a la luz del sol, cavernícolas inmersos en un mundo zón es su gran verdugo. No arriesga quien juega, sino quien se la juega. Quien se refugia se aburre, se queda imbécil (del latín de sombras. Salir de la cueva es la actitud propia sine baculo, sin sabiduría). si se quiere crecer como persona» Así es como la verdad ya no interesa (inter-esse, introducirnos en el ser). En ese caso, ¿por qué hablar de ella? Y así, paulaL INCOMPRENSIBLE DESPRESTIGIO que está tinamente, desaparece del horizonte cultural, social y vital. Es sufriendo la noción de verdad desde hace ya no poel reino de lo superfluo. cas décadas es realmente inquietante. Y no solo la Sin verdad ya no hay deseo de saber. Se bucea en la nada. noción de verdad sino, tras ella, la actitud vital del Caemos entonces en el estupor, que está en las antípodas de la filósofo. admiración. El filósofo inmerso en él se dedica a la retórica, coSi la verdad muere —cosa que es imposible, pues el día en mo decía Leonardo Polo. Mientras el filósofo se admira, el esque muera la verdad sería verdad que la verdad ha muerto—, túpido cae en la estupefacción. En este sentido escribe Platón entonces nada es verdadero, incluso la misma afirmación que en su magnífico diálogo Teeteto, que versa sobre la naturaleza acabo de hacer. Distinguir lo importante de lo no importante del saber: «Es muy propio de un filósofo este sentimiento: el es para muchos la tarea de toda una vida. La pervivencia de la maravillarse. La filosofía no tiene otro principio». filosofía, más allá de la orientación que cada filósofo imprima Quien se maravilla agradece la existencia misma. El estúpido a sus reflexiones, constituye por sí sola un recordatorio, hoy es incapaz de agradecer. Por eso George Steiner, fallecido en particularmente necesario, de que la vida humana no puede 2020, decía: «Yo describiría nuestra época actual como la era considerarse una simple función de la supervivencia; un indide la irreverencia». El imbécil es irreverente, afincado en la cio de que la razón no se satisface con vanos superficialidad. ejercicios dialécticos, al servicio de intereses La admiración es el despertar del sueño, en LA PREGUNTA DEL AUTOR distintos de la verdad. palabras de Leonardo Polo. El filósofo tiene Puede parecer entonces que el papel del un poco de ingenuo, y en esa ingenuidad hay ¿De verdad perdemos filósofo queda en el aire. Sin embargo, nunca algo puro, noble, porque uno se topa con el tanto como imaginamos ha sido tan necesaria su tarea como amante ámbito de lo novedoso. Quien se admira sale cuando arriesgamos? de la sabiduría y viajero que señala una salide sí y entonces ocurre el milagro: el encuen¿Somos a veces tan da; porque es evidente que el descrédito de la tro con lo nuevo. En la gran tonalidad de noinsensatos? verdad lleva a la encerrona de lo superficial. vedades que existen en nuestro multiverso, Cuando la verdad no aparece en el tapete lo más alto es cada persona que se conoce y de las universidades, de los libros o de los quiere. La persona es lo más nuevo, el novum @NTUnav discursos científicos, entonces solo cabe coen el que siempre podremos admirarnos. Opine sobre este asunto en bijarse en la certeza, el control y la seguridad. Twitter. Los mejores tuits se ¡Menudo panorama! Parece que ya no buscaAlberto Sánchez León es filósofo y sacerdote. publicarán en el siguiente número. mos ser felices, sino estar seguros, no fallar. La diferencia es vertiginosa.

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Grandes temas Un faro para el siglo xxi

El alma de san Juan Pablo II En 2020 se cumplen cien años del nacimiento y quince del fallecimiento de Juan Pablo II, una de las figuras más carismáticas y aclamadas de las últimas décadas, como demostró, por ejemplo, la afluencia de millones de personas a sus funerales. Sin embargo, su influjo en la historia contemporánea solo se comprende tras adentrarse en el alma de este santo polaco, capaz de iluminar al mundo en momentos tan complejos como los actuales. texto George Weigel, biógrafo de Juan Pablo II. Ensayo publicado en el Catholic World

Report en mayo, cedido por el autor a Nuestro Tiempo.

traducción Fernando Simón Yarza [Der 05 PhD 10] ilustración Carlos Rivaherrera

poco después de la muerte del papa juan pablo II el 2 de abril de 2005, Henri Kissinger declaró a NBC News que sería difícil imaginar a alguien en el siglo xx con un impacto mayor que el sacerdote y obispo polaco que, en la noche de su elección, en 1978, se describió a sí mismo como un hombre llamado a Roma «de un país lejano». La valoración de Kissinger resultaba sorprendente pues el antiguo secretario de Estado norteamericano —un personaje influyente en la historia moderna— carecía de interés religioso o filosófico por la vida, el pensamiento y la acción de Karol Józef Wojtyła. Transcurrida una década y media, sigue valiendo la pena ponderar justamente lo que podría significar la extraordinaria consideración de Kissinger. Si Juan Pablo II fue de hecho la personalidad emblemática del siglo xx, ¿a qué se debe? ¿Y cuál fue la relación entre los logros del papa polaco —tanto para la Iglesia como para el mundo— y la virtud heroica que la Iglesia católica reconoció formalmente en él al canonizarlo el 27 de abril de 2014? 46—Nuestro Tiempo otoño 2020

En una conversación en el apartamento papal, en marzo de 1996, refiriéndose a los esfuerzos de anteriores biógrafos para contar su vida, Juan Pablo II dijo: «Tratan de entenderme desde fuera. Pero a mí solo se me puede entender desde dentro». Ya entonces sabía que era una figura relevante pero —insistía él— que solo se podía leer de dentro afuera, bajo el prisma de su interioridad, si es que quienes trataban de entenderle a él y sus frutos pretendían captar realmente lo que le movía. rasgos de una espiritualidad profunda. Karol Wojtyła albergaba un alma intensamente polaca: no solo un carácter propio de una etnia particular sino, en un sentido más amplio, un alma esculpida por una historia y una cultura peculiares. Nacido en 1920, pertenecía a la primera generación de compatriotas que vinieron al mundo en un estado polaco independiente desde finales del siglo xviii. Con todo, lo que resultó decisivo para madurar su espíritu fue la experiencia nacional entre la eliminación


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Grandes temas Un faro para el siglo xxi

«Los elementos de la Iglesia católica más vivos, vibrantes, evangélicamente dinámicos y culturalmente relevantes a comienzos del siglo xxi son aquellos que han abrazado la interpretación de Juan Pablo II sobre la finalidad y las enseñanzas del Vaticano II» IBERIA AIRLINES

de su país en 1795 y la restauración de su independencia en 1918. Durante esos ciento vientitrés años de vagar por el desierto —en que «Polonia» no aparecía en el mapa de Europa—, la Polonia-nación sobrevivió a la ausencia de la Polonia-estado gracias a su cultura: su idioma, su literatura y su fe católica. Ese siglo y cuarto de resistencia al sometimiento a Rusia, Prusia y Austria, en el que la Iglesia católica se erigió en el depósito más seguro de la identidad polaca, dejó impresa una profunda huella en Wojtyła y resultó decisivo en la configuración del pensamiento y la acción de Juan Pablo II. A partir de esa vivencia concluyó que el verdadero motor de la historia no es la política ni la economía sino la cultura; y que, en el corazón de cualquier cultura, lo mismo que en la raíz de esa palabra, se halla la noción de culto: aquello que un pueblo aprecia y adora. Así pues, lejos de constituir un factor nulo en la modernidad, la convicción religiosa y las verdades que el cristianismo enseña acerca de la dignidad inalienable de toda vida humana pueden ser una fuerza creativa, dinámica, que incline la historia hacia una dirección más elevada. Cuando Wojtyła fue elegido papa, el 16 de octubre de 1978, buena parte de la Iglesia católica en Occidente se hallaba en un repliegue defensivo. El hombre que se convirtió en Juan Pablo II logró convocar a la Iglesia a una nueva evangelización y a un dinamismo público porque su alma había sido formada por una experiencia distinta: la de la 48—Nuestro Tiempo otoño 2020

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Iglesia como portadora de la visión más potente de la capacidad del hombre. Karol Wojtyła albergaba también una sensibilidad carmelitana. Sus intentos juveniles de abrazar la vida monástica en esa familia religiosa no se concretaron, pero su vida espiritual —y, de hecho, su entera visión de la condición humana— estaba profundamente marcada por su encuentro, siendo joven, con los escritos de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Ávila. De aquellos místicos aprendió que la verdad central de la existencia se funda en la cruz de Cristo: los hombres llegan a su plenitud —a la bienaventuranza— no por la autoafirmación, sino por el don de sí en la obediencia a la voluntad de Dios. En su obra filosófica de madurez en la Universidad Católica de Lublin, Wojtyła refinaría esta convicción intelectualmente y situaría la «ley del don», o la ley-deldarse-a-sí-mismo, en las bases de su ética. De igual modo que cada una de nuestras vidas constituye un regalo que se nos concede, así debemos hacer de nuestras vidas un don para los demás. Esa formulación fue posible gracias a la percepción originaria de la cruz de Cristo y su resurrección como las verdades más hondas sobre el destino humano. La dimensión carmelitana de Juan Pablo II, tan rica en matices, resultó amplificada por lo que podríamos llamar la dimensión mariana de su vida interior: esa parte profunda de su personalidad formada por la comprensión


«En un momento cultural en que adular o consentir al joven estaba a la orden del día, Juan Pablo II no adulaba ni consentía: desafiaba. Además, al dejar claro que también él vivía en esa “brecha” dramática, su reto llevaba el timbre de la autenticidad» ERIC DRAPER

de sí mismo como hijo espiritual de la Virgen María, bajo cuya protección puso su pontificado. Es bien conocida la devoción polaca a la Virgen María, encarnada en la Madonna negra de Czestochowa. De todos modos, esta faceta espiritual de Wojtyła no provenía solo de la asimilación de una forma de la piedad polaca tradicional, emocionalmente vibrante. En efecto, durante la Segunda Guerra Mundial, influido por el místico laico Jan Tyranowski y por los escritos teológicos de san Luis Grignon de Montfort, el joven Karol Wojtyła comenzó a entender que toda auténtica devoción cristiana a María apunta a Jesucristo y a la Trinidad: el papel de María en la historia de la salvación no es el de una especie de «principio» femenino independiente, sino el del primer testigo de Cristo. A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II se apoyó constantemente en María y apuntó a Ella como paradigma de todo discipulado cristiano. Por otra parte, Juan Pablo II vivió un intenso desafío ante la insistencia tardo y posmoderna en que la autonomía personal radical constituye la vía regia hacia la felicidad y el florecimiento humano. Y allí residía la dimensión dramática del alma de Karol Wojtyła. Siendo un joven «obsesionado» con el teatro —como expresó en una ocasión—, Wojtyła adquirió habilidades que le ayudarían después, al convertirse en una figura pública como obispo y cardenal de Cracovia y, posteriormente, papa. Su experiencia teatral como actor y dramaturgo

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ITTO OGAMI

erigió en él una visión particular de la condición humana; entendió que cada uno de nosotros se encuentra en una situación dramática, dado que discurre cada día en la brecha entre la persona-que-soy y la persona-quedebería-ser. Comprendiendo esto, nos hacemos cargo de que la existencia nunca es monótona o repetitiva; vivir acortando la distancia entre quien soy ahora y quien aspiro a ser supone algo intrínsecamente aventurero y dinámico. Lo que a veces llamamos «el drama humano» no es solamente la biografía de esos grandes personajes que ocupan los libros de historia; configura de hecho la vida espiritual y moral de toda persona. Y la tarea de la Iglesia y de sus ministros —insistiría Juan Pablo II— consiste en acompañar a los hombres y mujeres en el drama de sus vidas, explorando las circunstancias únicas de cada uno, al tiempo que ofrecen la misericordia y el perdón de Cristo cuando esa aventura se tuerce. Esta convicción de que la vida en su totalidad se encuentra dramáticamente estructurada y de que su autor último no es otro sino Dios permite comprender el magnetismo —inexplicable de otro modo— que Juan Pablo II tenía con los jóvenes de todo el mundo. En un momento cultural en que adular o consentir al joven estaba a la orden del día, Juan Pablo II no adulaba ni consentía: desafiaba. Además, al dejar claro que también él vivía en esa «brecha» dramática, su reto llevaba el timbre de la autenticidad. No les pedía padecer una prueba otoño 2020 Nuestro Tiempo —49


Grandes temas Un faro para el siglo xxi

«Para Juan Pablo II el catolicismo no podía entenderse como un estilo de vida o una elección recreativa que uno se permite una hora los domingos y que después deja de lado para volver al “mundo real”. La fe abrazaba e iluminaba más bien la existencia entera» COLA IMAGES/ALAMY STOCK PHOTO

cualquiera que él no hubiese aceptado, tomar un riesgo que él no hubiese asumido, o llevar una carga que él no hubiera portado. Estaba pidiéndoles que siguiesen con valentía el instinto por lo heroico y lo noble que constituía su derecho por nacimiento, incluso en un mundo de pecado y maldad. Nunca os instaléis —diría con múltiples variaciones sobre un mismo tema— en algo menor que la grandeza moral y espiritual que la gracia de Dios hace posible en vuestra vida. Y cuando fracaséis —como todos hacemos— no bajéis el listón de las expectativas. Levantaos, buscad el perdón, reconciliaos con Dios y los demás, y continuad entonces la gran aventura de «la vida en la brecha». Actuad así —sugería— y nunca nunca dejaréis de encontrarla emocionante, sin importar lo dura que se torne. al rescate de la dignidad humana. Se ha subrayado el espíritu sacerdotal de Juan Pablo II pero Karol Wojtyła tenía también eso que puede describirse con precisión como un alma «laical». Fue, a lo largo de bastantes siglos, el primer papa que, antes de llegar a su madurez, había procurado conducir su vida católica como laico. Dos décadas antes de que el Vaticano II enseñase a la Iglesia la llamada universal a la santidad, Wojtyła ya sabía —en buena medida por su padre, la influencia dominante de su juventud— que la santidad no era solo algo para el santuario o la iglesia; la santidad constituía 50—Nuestro Tiempo otoño 2020

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la vocación bautismal de todo cristiano y debía ser buscada y vivida en el mundo, no en un búnker eclesiástico. Por consiguiente, para Juan Pablo II el catolicismo no podía entenderse como un estilo de vida o una elección recreativa que uno se permite una hora los domingos y que después deja de lado para volver al «mundo real». La fe católica abrazaba e iluminaba más bien la existencia entera, y todo cuanto hace el creyente —sea en la familia, en el lugar de trabajo, como consumidor o como ciudadano— debe santificarse por los católicos y por la gracia de Dios que actúa a través de ellos. Juan Pablo II, pues, que amaba el don de su sacerdocio e inspiró decenas de miles de vocaciones sacerdotales, era al mismo tiempo el menos clerical entre los altos eclesiásticos, ya que entendía y vivía su sacerdocio como un servicio a la felicidad y, en última instancia, a la santidad de los demás. Otro rasgo de su espiritualidad era lo que podríamos llamar la vertiente «humanística» del alma de Karol Wojtyła: esa parte profunda de él que se formó por su experiencia de lo que consideraba como la gran crisis de su tiempo: la crisis de la misma idea de persona humana. Que las ideas tienen consecuencias era para Wojtyła algo más que un eslogan filosófico; conocía la verdad de esa máxima en sus huesos ya que la había experimentado tanto en la Segunda Guerra Mundial como en la posterior usurpación comunista de las libertades en Polonia. Pero, si las ideas perversas podían ser letales


«Tras escuchar al recién elegido papa predicar una homilía llena de fuerza en la misa inaugural del 22 de octubre de 1978, el periodista francés André Frossard escribió: “Este no es un papa venido de Polonia. Es un papa venido de Galilea”» JAN MOREK/PAP/EFE

DENNIS JARVIS

en sus consecuencias, una idea adecuada de la dignidad y el valor de toda vida humana —lo que los disidentes anticomunistas de la década de los ochenta llamarían «vivir en la verdad»— podía resultar liberadora; primero, en individuos con conciencias despiertas y, más tarde, en grandes movimientos públicos de renovación cultural, social y política. Y el gran rol de la Iglesia en los mundos tardomoderno y posmoderno era, según creía, rescatar la idea de persona del abatimiento en que había caído. Entendido como época histórica más que como cálculo cronológico, el «siglo xx» —los años entre el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, hasta el colapso del comunismo europeo, en 1989-1991— había desgarrado el «tejido moral de la humanidad», y había dejado profundas cicatrices culturales y espirituales. A la vista de esa realidad innegable, la tarea de la Iglesia era insistir, a tiempo y a destiempo, en que una senda distinta era posible; en que la humanidad no tenía por qué vivir en la desesperación, cautiva en trampas y callejones sin salida creados por ella misma; en que las grandes aspiraciones de la modernidad a la libertad y a la dignidad podían cumplirse y vivirse noblemente si los hombres y las mujeres redescubrían a Jesucristo como respuesta al interrogante que es la vida; si los hombres y mujeres del tercer milenio eran capaces de ver en el rostro de Cristo la verdad más profunda de su humanidad. Mostrar ese rostro era la misión de la Iglesia

LEVAN RAMISHVILI

y la de su testigo más visible, el sucesor de san Pedro como obispo de Roma. En el centenario de su nacimiento, resulta evidente que el periodo decisivo en la vida de Karol Wojtyła fue la Segunda Guerra Mundial. La experiencia polaca de ese cataclismo de la civilización llamó la atención por su dureza. Tanto en las partes de Polonia absorbidas por el Tercer Reich de Hitler como en las ubicadas bajo la ocupación soviética, la vida discurría con una presión fiera, intensa y continua; lo mismo que ocurre en todo momento en la corteza visible de la Tierra. Esas fuerzas geológicas que actúan bajo las capas visibles de nuestro planeta pueden irrumpir de modos violentos y destructivos: provocan terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis. Sin embargo, gracias a esas mismas presiones surge algo distinto: los diamantes, la sustancia más dura y más clara de la que tiene noticia nuestra ciencia. Las penalidades de la guerra —la degradación incesante, el trabajo físico agotador, la muerte de amigos y parientes, el embrutecimiento de todos los aspectos de la vida— dieron forma a una especie de diamante en Karol Wojtyła. Y así como los diamantes, aun reflejando la luz de modo resplandeciente, atraviesan lo que parece impermeable, Wojtyła vio posible penetrar realidades políticas que se presentaban como intratables, al tiempo que arrojaba un foco de luz sobre lo que, a menudo, parecían los rincones más oscuros de la condición humana. otoño 2020 Nuestro Tiempo —51


EL AUTOR

Una mirada cualificada Probablemente a George Weigel (Baltimore, 1951) se le recordará como el principal biógrafo de san Juan Pablo II. Las 1 300 páginas de Testigo de esperanza (1999) materializaron tres años de

investigación y horas de conversación con su protagonista y personas cercanas a él y le convirtieron en un autor de referencia al hablar sobre este papa magno. Pero Weigel tuvo acceso a esas fuentes inmejorables por la solidez de su trayectoria previa. Este teólogo, escritor y politólogo, padre de tres hijos, formado en St. Mary’s Seminary and University de su

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un papa para el tercer milenio. En la elección de Juan Pablo II en 1978, numerosos analistas y expertos —incluidos algunos del «Ministerio de Exteriores» del Vaticano— creían que la división de Europa representada por el Muro de Berlín constituía una característica inamovible del escenario internacional. Europa y el mundo estaban fracturados en dos campos ideológicos opuestos y hostiles, y lo mejor que podía hacerse era procurar atenuar las tensiones entre ambos esperando que, con el transcurso de decenios —o siglos— pudieran llegar a algún tipo de convergencia. Así eran las cosas y así serían; y los líderes prudentes se ajustaban a esta realidad. Juan Pablo II tenía una visión distinta. Rehusó someterse a la tiranía de este planteamiento. Y, gracias a esto, logró encender una revolución de la conciencia por toda Europa central y oriental que, con el tiempo, atravesó el Muro de Berlín, en apariencia permanente e inquebrantable. Su papel central en el colapso del comunismo europeo ha sido reconocido por los historiadores de la Guerra Fría, pero esa faceta de su éxito papal no fue el único modo en que demostró su capacidad, movida por la fe, de llevar el curso de la historia en una dirección inesperada y mejor. Lo mismo hizo por su Iglesia. En octubre de 1978, el catolicismo vacilaba tras dos décadas de conflictos internos acerca de la interpretación del Concilio Vaticano II (1962-1965). Al dar al Concilio una interpretación autoritativa durante sus veinti52—Nuestro Tiempo otoño 2020

ciudad natal y, más adelante, en la Universidad de Toronto, ya había publicado para entonces diez libros, siempre con un denominador común: seriedad, rigor y valentía para aportar sus opiniones sobre las dificultades y retos de la Iglesia católica. La última vez que George Weigel vio personalmente a Juan Pablo II fue el 15 de diciembre de 2004, en una

cena en los apartamentos papales. El autor sabía que el pontífice había leído su libro —traducido a más de diez idiomas y origen de un documental en 2001— dos veces (en inglés y polaco) porque «le ayudaba —así se lo explicó el papa— a pensar sobre aspectos acerca de los cuales de otro modo no tendría ocasión de reflexionar». Weigel recuerda que en ese

COLA IMAGES/ALAMY STOCK PHOTO REALY EASY STAR/FOTOGRAFIA FELICI/ALAMY STOCK PHOTO

séis años y medio de pontificado, Juan Pablo II —que, siendo joven obispo, había desempeñado en él un papel destacado— inspiró a los elementos vivos de la Iglesia católica en el final del siglo xx y los comienzos del xxi para retomar de nuevo la misión que el papa Juan XXIII había imaginado al convocar el Vaticano II: convertir el mundo situando la gran aspiración humana a la libertad sobre un fundamento espiritual y moral más firme. La interpretación del Concilio realizada por Juan Pablo II con su magisterio papal —patente en algunas encíclicas, cartas, exhortaciones apostólicas y otros escritos— fue objeto de oposiciones en su época, y sigue siéndolo quince años después de su muerte. Lo que no parece discutible es que los elementos de la Iglesia católica más vivos, vibrantes, evangélicamente dinámicos y culturalmente relevantes a comienzos del siglo xxi son aquellos que han abrazado la interpretación de Juan Pablo II sobre la finalidad y las enseñanzas del Vaticano II, mientras que los elementos moribundos de la Iglesia universal son los que se opusieron a Juan Pablo II durante su vida y que siguen haciéndolo. Si la primera parte del drama que fue el épico pontificado de Juan Pablo II situó su centro de gravedad en su papel crucial en lo que la historia ahora conoce como la Revolución de 1989 en Europa central y oriental, la segunda parte encontró su enfoque en lo que el papa denominó «la Nueva Evangelización»: la transformación


encuentro prometió a Juan Pablo II que, cuando llegara el momento, completaría su semblanza. Lo hizo con El final y el principio (2010). Ahora, coincidiendo con el centenario del nacimiento del papa, Weigel ha escrito una nueva introducción para la 20.ª edición de Testigo de esperanza; este artículo es una adaptación de ese texto. George Weigel impulsó

la James Madison Foundation en 1986 y ha recibido diez doctorados honoris causa. Ha publicado una veintena de obras y trabaja como decano y catedrático de Estudios Católicos en el Ethics and Public Policy Center de Washington, D. C. Escribe la columna semanal «The Catholic Difference» en más de sesenta medios de su país y colabora fre-

OPUS DEI COMMUNICATION

revolucionaria de la Iglesia de un catolicismo de mantenimiento institucional a una Iglesia de discipulado y proclamación misionera del Evangelio. En su tercer milenio —insistía Juan Pablo II—, la Iglesia católica tiene que convertirse de nuevo en la iniciativa misionera que fue en sus comienzos. En este sentido, la línea más penetrante jamás escrita sobre Karol Wojtyła sigue siendo la del periodista francés André Frossard. Tras escuchar al recién elegido papa predicar una homilía llena de fuerza en la misa inaugural del 22 de octubre de 1978, llamando a la Iglesia a una nueva audacia y desafiando al mundo a abrir sus puertas a Cristo; y después de sentir la energía evangélica que Juan Pablo había inflamado en una inmensa multitud en la plaza de San Pedro, Frossard escribió para su periódico de París: «Este no es un papa venido de Polonia. Es un papa venido de Galilea». Juan Pablo II creía que cada generación de cristianos recibe el mismo gran mandato que se concedió a los primeros: «Id y haced discípulos míos de todas las naciones». Y ofreciendo a todas las naciones la posibilidad de la amistad con Jesucristo y la incorporación a la comunidad de los amigos de Cristo que es la Iglesia, el catolicismo del siglo xxi estaría ofreciendo también al mundo un camino más allá de los fines culturales y políticos de muerte que convirtieron al siglo xx en el mayor matadero de la historia. Porque, con la guía de Juan Pablo II, la Iglesia católica desarrolló una doctrina social que

cuentemente en NBC News y Newsweek. En el año 2000 visitó la Universidad de Navarra. Pronunció una conferencia en la que, entre otros aspectos, explicó el motivo de la masiva aceptación de Juan Pablo II: «El papa es admirado por prácticamente todos por la integridad de su persona. En un mundo de personalidades fabricadas, TRINITY MIRROR/MIRRORPIX/ALAMY STOCK PHOTO

de políticos que no toman decisiones sin consultar las encuestas, Su Santidad es un hombre de coherencia transparente. Esto explica también su magnetismo con los jóvenes, pese a que ya es un hombre mayor. Los jóvenes poseen un instinto especial para descubrir lo falso y lo hipócrita y notan que el papa es alguien plenamente íntegro». DPA PICTURE ALLIANCE/ALAMY STOCK PHOTO

proporcionó una alternativa a los dos grandes peligros que se cernían sobre el comienzo del tercer milenio: la tentación de la humanidad de consumirse a sí misma a través de una autonomía personal radical y la tentación correlativa de encontrar la respuesta al anhelo innato del ser humano por la comunidad y la solidaridad en nuevas formas de autoritarismo. Karol Wojtyła aportó al papado una colección excepcional de dones y talentos personales que se habían pulido en décadas de trabajo intelectual y pastoral. Su fe inconmovible en la dirección divina de su existencia le llevó a emplear esas capacidades de manera que renovaron la autocomprensión de la Iglesia católica, hicieron de ella un actor crucial de la escena mundial en multitud de ámbitos y trazaron el curso evangélico de la existencia y misión católicas en el tercer milenio de la era cristiana. Todo ello puede ser reconocido con gratitud. No obstante, no acertamos a captar a Juan Pablo II «desde dentro» a menos que empecemos por comprender que este papa, el más relevante desde hace siglos, fue, en primer lugar y ante todo, un discípulo radicalmente identificado con Cristo. Todo en su vida y en su pontificado proviene de ahí. Y ahí estaba la fuente más profunda de su capacidad de inspirar a otros a vivir heroicamente a imitación de Jesucristo y, con ello, a inclinar la historia en una dirección más humana. Nt

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8 700 alumnos de grado han comenzado el curso 2020-21 en los campus de Pamplona y San Sebastián. Entre ellos, hay más de 2 200 nuevos estudiantes procedentes de 56 nacionalidades que se han inscrito en alguno de los 52 grados ofertados.

CAMPUS

NOS VISITARON MARIANO VILALLONGA

NACHO AGUAYO

CARLOS CÁNOVAS

Directivo de Gesdirección

Director creativo de Pedro del Hierro y Cortefiel Mujer

ROSA GARCÍA

[14.10.20 Instituto Empresa y Humanismo] «No es suficiente

[28.09.20 ISEM Fashion Business School] Nacho Aguayo, direc-

[01.10.20 Career Services]

¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿La digitalización es la clave para el triunfo de las empresas? ¿Cómo han cambiado en el panorama actual las compañías, los jefes y su relación con los empleados? Para Rosa García García, expresidenta ejecutiva de Microsoft y Siemens, y actual miembro del consejo de Mapfre, Sener y Tubacex, «debemos ser capaces de vivir en esta incertidumbre. Hay cosas de las que no nos tenemos que preocupar pero de las que nos debemos ocupar. Por ejemplo, de la salud de nuestros empleados, de mejorar la productividad o de no perder la relación con nuestros clientes». Junto con Francisco Pérez Botello, presidente de Volkswagen Group España Distribución, compartió sus reflexiones en el diálogo online titulado «Adaptarse para triunfar», organizado por Career Services.

[08.10.20 Arquitectura] La

con que una organización sea justa; también debe propiciar que el talento fluya. El talento recae sobre la persona entera, con sus habilidades y destrezas, y por eso es complejo». Así resumió en una jornada organizada por el Instituto Empresa y Humanismo Mariano Vilallonga, directivo de Gesdirección, en qué consiste la gestión del talento. En el encuentro también participaron Ricardo Forcano, que habló sobre la transformación del BBVA; Isabel Gómez, que presentó la diversidad como elemento clave para dirigir la gestión del talento gracias a su experiencia en IBM; y Javier Fernández Aguado, socio director de MindValue, que resaltó la importancia de mirar al futuro y considerar las dos dimensiones que rodean al talento: la profesional y la personal.

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tor creativo de Pedro del Hierro y Cortefiel Mujer, participó en el acto de bienvenida a los alumnos de la XVIII promoción del Executive Master in Fashion Business Administration. En su intervención, Aguayo desveló cuál es, para él, la clave del éxito en la moda: «En esta industria, son importantes el esfuerzo, la constancia y la ilusión, y, sobre todo, el saber reinventarse». A través de su experiencia en marcas como Carmen March, Felipe Varela, Inditex o Loewe, el creativo animó a los alumnos de ISEM a que aprendan a adaptarse y a que no se acomoden: «Debéis tener hambre de más y curiosidad por encontrar nuevas maneras de crecer». Además, defendió la creatividad frente a aquellos que dicen que en la moda está todo inventado: «En vuestra mano está demostrar que esto no es así», concluyó.

Miembro del consejo de Mapfre, Sener y Tubacex

Fotógrafo. Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2020

Universidad acogió la presentación del libro xl, con motivo del cuarenta aniversario del edificio de la Escuela de Arquitectura. El acto contó con la presencia de Carlos Cánovas, fotógrafo galardonado con el Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2020, y de Montse Zamorano, considerada por la web profesional Metalocus una de las diez mejores fotógrafas de arquitectura de España. Ambos han participado en esta obra editada por Jorge Tárrago, profesor de la Escuela. Cánovas, que se definió como un fotógrafo de espacios urbanos y semiurbanos, señaló que, para el libro, aprovechó días soleados con el fin de que las imágenes «tuvieran una luz que otorgara nuevas líneas a la geometría predominante de la construcción, y que le aportara volúmenes distintos».


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nuevos espacios de trabajo se han habilitado para los alumnos de grado. Además de esta medida, enmarcada en el plan Prepara2, se ha dotado a los campus de infraestructura tecnológica para poder impartir docencia en remoto cuando sea necesario. RED MUNDIAL

ALFOMBRA ROJA

Sello de la Comisión Europea por la excelencia en investigación La Universidad ha obtenido el sello de calidad Estrategia de Recursos Humanos para Investigación (HRS4R), que otorga la Comisión Europea. Esta distinción reconoce a las instituciones que generan un entorno estimulante y favorable al trabajo de investigación y que garantizan que los procesos de contratación de investigadores sean abiertos, transparentes y basados en el mérito. En la actualidad, 554 organizaciones de Europa han recibido este sello. En España lo han obtenido 125 instituciones, de las que 35 son universidades. En palabras de la vicerrectora de Investigación, Iciar Astiasarán, «este reconocimiento nos posiciona a nivel europeo, en criterios de calidad, a la vez que incrementa nuestra visibilidad a nivel internacional y nos ayuda a captar y retener el

talento». Además, según indica, «es clave para una universidad como la nuestra, muy activa en programas de investigación, y refuerza la apuesta por la internacionalización de la investigación y la innovación». Astiasarán destaca que la investigación y la transferencia del conocimiento «son ejes medulares de la institución universitaria». La Carta Europea del Investigador y el Código de Conducta para la Contratación de Investigadores constituyen dos herramientas para su consecución. En la Universidad trabajan actualmente 1 197 investigadores, distribuidos en 112 grupos de distintos ámbitos: biomedicina y salud; humanidades y ciencias sociales; arquitectura, ciencias técnicas y diseño; y ciencias experimentales, medioambiente y sostenibilidad.

Tecnun se integra en la red universitaria internacional CDIO Desde este curso, la Escuela de Ingeniería-Tecnun forma parte como centro colaborador de la iniciativa CDIO, organismo integrado por las 120 mejores escuelas de ingeniería de todo el mundo. Su misión es investigar y ofrecer un marco educativo innovador para la formación de estos profesionales. Actualmente, solo tres escuelas españolas pertenecen a esta red, fundada en el año 2000 por el Massachusetts Institute of Technology (MIT). NOVEDAD

Nueva web para el Museo de Ciencias El Museo de Ciencias de la Universidad, que contó con la participación en sus actividades presenciales de más de ocho mil personas durante el curso 2019-20, estrena web. La mayor accesibilidad a la información es la principal de la página, que dedica una sección a la Unidad de Cultura Científica, con acceso a material divulgativo, noticias y cursos de formación. otoño 2020 Nuestro Tiempo —55


CAMPUS

PUBLICACIONES

REPUTACIÓN

1 La Universidad, entre las 300 mejores del mundo. De las 1 527 evaluadas por el Times Higher Education World University Rankings 2021, nuestra Universidad es la cuarta mejor de España y se sitúa entre las 300 mejores del mundo. El ranking destaca la fortaleza del centro en los indicadores de citas entre académicos, su perspectiva internacional y los ingresos de investigación relacionados con la industria.

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El Máster en Teoría y Diseño Arquitectónico, el 14 del mundo en su área. El Ranking BAM 2020 sitúa al Máster en Teoría y Diseño Arquitectónico, que este año cumple su vigésima edición, en el puesto 14 de una selección de 29 programas impartidos por universidades de los cinco continentes. La Clínica está entre las empresas españolas con mayor reputación y destaca en varias especialidades. El ranking Empresas y Líderes, del Monitor Empresarial de Reputación Corporativa (MERCO), reconoce a la Clínica entre las empresas con mejor reputación de España, en la posición 42, y en segundo lugar en el sector Asistencia. Además, ocupa el puesto 35 de los mejores hospitales oncológicos del mundo, según la revista Newsweek, y el World’s Best Specialized Hospitals 2021 la destaca entre las cien mejores en Endocrinología y en el Top 200 en Cardiología.

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1. Se ha publicado el libro-entrevista Cristianos en la sociedad del siglo xxi. Conversación con monseñor Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei. A lo largo de sus páginas, Paula Hermida [Fil 95 Teo 97 MMF 18] plantea al Gran Canciller cuestiones relacionadas con algunos retos sociales y de evangelización de nuestro tiempo. 2. Jaume Aurell ha publicado Medieval SelfCoronations. The History and Symbolism of a Ritual. Se trata del primer estudio sistemático sobre la historia y el simbolismo del rito político de las autocoronaciones desde la antigua Persia hasta la actualidad. 3. ¿Cómo rediseñar la docencia tras el confinamiento? Santiago Fernández-Gubieda, gerente de la Unidad de Reputación de la Universidad, ha coordinado la edición del libro electrónico Docencia Rubic. Aprendizajes de la enseñanza universitaria en tiempos de la covid-19. 4. Una reciente publicación del ICS analiza el impacto de las nuevas tecnologías en la relación entre políticos, medios de comunicación y público. La obra Politics and Populism across Modes and Media ha sido editada por las profesoras Ruth Breeze y Ana María Fernández. 5. Ana María Farré Gaudier [Hum 01] da voz a lo largo de 248 páginas a veintidós pioneras en la historia de la innovación educativa en Mujeres líderes en la educación del siglo xxi.

Delegados de estudiantes de la Universidad María Vasilj [Nutrición 21] y Alejandro Gállego [Economics, Leadership and Governance 21] han sido elegidos, respectivamente, delegada y subdelegado de alumnos de la Universidad. Participaron en las votaciones los treinta representantes de las quince facultades y escuelas.

NOMBRAMIENTOS

El rector ha nombrado a la profesora María Javier Ramírez Gil decana de la Facultad de Farmacia y Nutrición. Ramírez, que desarrolla su labor investigadora en torno al alzhéimer, sustituye a Adela López de Cerain. Asimismo, Julia Pavón, catedrática de Historia Medieval, es la nueva decana de la Facultad de Filosofía y Letras, cargo que ejercía Rosalía Baena.


LAPIDARIUM

josé benigno freire, profesor de la facultad de educación y psicología

1,3 millones en Becas Alumni gracias a donaciones y a la Fundación IEISA Las donaciones al programa de Becas Alumni recibidas durante el curso 2019-20 se duplicaron gracias a la Fundación IEISA y superaron los 1,3 millones. La entidad, constituida en 1986 para dar respuesta a necesidades de formación y asistencia sanitaria por todo el mundo, firmó hace dos años un acuerdo con la Universidad en el que se comprometía a igualar la cantidad aportada por nuevos benefactores si superaba la barrera de los 601 000 euros. En total, las donaciones recibidas en el curso pasado sumaron 672 965 euros. «Una vez más, se confirma que, con la colaboración de todos, podemos hacer realidad el sueño de muchos buenos estudiantes», señaló Igor Errasti, administrador general de la Universidad. Errasti quiso agradecer también, de modo especial, la colaboración de la Asociación de Amigos para llegar a esta cifra: «Gracias a nuestros amigos hemos podido alcanzar el

objetivo. Como entidad sin ánimo de lucro, contar con la generosidad de particulares y de instituciones nos ayuda a cumplir nuestra misión de servicio a la sociedad». Asimismo, el presidente del patronato de la Fundación IEISA, Alberto Horcajo, manifestó su doble alegría por haber alcanzado la cuantía máxima acordada en el convenio de emulación: «Queríamos, por una parte, apoyar el programa de becas y, a la vez, fomentar la colaboración de todos. Y podemos decir que hemos alcanzado ambos objetivos». Las becas Alumni, dirigidas a alumnos con potencial pero sin suficientes recursos para poder estudiar en la Universidad, es uno de los proyectos que se financian mediante la solidaridad de más de diez mil particulares, muchos de ellos antiguos alumnos, y empresas. Desde la puesta en marcha de la iniciativa en 2004 se han concedido más de mil ayudas.

EMPRENDIMIENTO

Belén Goñi es la nueva directora de Innovation Factory, servicio al que también se ha incorporado Guillermo García del Barrio. Innovation Factory fue uno de los proyectos integrados en el plan Horizonte 2020 con el objetivo de impulsar la actividad emprendedora en la comunidad universitaria.

«No regresaremos a la intimidad afectiva hasta que los recuerdos de estos tiempos parezcan vestigios de un mal sueño, de una lejana noche en duermevela» Del artículo «Desescalada psicológica», publicado el 18 de septiembre de 2020 en Diario Vasco.

carlos centeno, director del servicio de medicina paliativa de la clínica universidad de navarra

«Los cuidados paliativos no pretenden acelerar ni posponer la muerte: afirman la vida y reconocen la muerte como un proceso natural» Del artículo «La mirada paliativa», publicado el 10 de octubre de 2020 en El Español.

fernando ocáriz, gran canciller

«Todos estamos llamados a vivir la imaginación de la caridad para resolver juntos los desafíos que nos pone este mundo nuestro» Del artículo «La imaginación de la caridad», publicado el 4 de octubre de 2020 en La Vanguardia.

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Campus Los de la maleta LA DECANA DE FARMACIA

«Vamos a dar esta clase» Los ojos de Edurne Cenarruzabeitia son del color azul de la capelina de Ciencias. Y del mar que tanto la calma. Porque ella es puro nervio. Como alumna, doctora y profesora entregó su fuerza vital al saber. Como catedrática, decana y académica, dio un volantazo para dedicarse a la Farmacia y servir mejor a la Universidad. Todavía hoy es incapaz de negarle nada a su alma mater. texto Victoria De Julián [Fia Com 21] fotografía Manuel Castells [Com 87] y Archivo Fotográfico

edurne cenarruzabeitia [bio 69] era tan buena estudiante que conoció a su marido en la Biblioteca de Ciencias. Fue en octubre de 1965. Estrenaba su primer curso de Biología en la Universidad y ese día estaba repasando Embriología. Como cada tarde, se sentó cerca de las ventanas. —Desde ahí se veía el campo porque allí se acababan Los Castaños —cuenta en el salón de su casa de Iturrama—. ¡No había más! Edurne es vasca. De Bilbao. Su voz es aguda y la usa con fuerza. Arremete con ella y también descansa. Viene y va. Algo de la energía que mueve su voz cayó ese día entre sus apuntes. —Recuerdo que estaba embarullada con Embriología. ¡Aquello era un barullo! ¡Bueno! —se ríe y revuelve los brazos entre papeles imaginarios—. Estaba sentado a mi lado y me vio cogiendo libros de aquí y de allá. Debió de pensar que necesitaba que me echaran una mano y se ofreció a ayudarme. El chico de al lado, Pepe Varo [Med 68], era alumno de cuarto de Medicina. Pepe nació en Córdoba y, según él, su acento 58—Nuestro Tiempo otoño 2020

es muy elegante. Es un hombre sereno y muy discreto para un andaluz. Edurne es vasca vasca. —Total, que le dije: «Pues sí, mira, estoy liada con esto». Y nada: me buscó algún libro, yo salí del embrollo que tenía y no sé si nos despedimos aquella tarde. Después nos vimos alguna vez más. ¡Poco a poco! Hasta que al final —ríe— ¡acabamos juntos! «LOS DE LA MALETA»

Edurne Cenarruzabeitia y Manuel Casado protagonizan la cuarta entrega de esta serie sobre la historia del campus. Ella llegó a Ciencias en los sesenta como alumna. Él, a Letras una década después como profesor. Ella —primero desde la Biología y luego la Farmacia— y él —desde la Filología y el Periodismo— han dedicado su vida al servicio y crecimiento de la Universidad.

Solían ir a conferencias que organizaba la Facultad de Ciencias en el Aula Magna de Los Castaños. Y disfrutaban de las fallas que celebraban en Belagua el día de san José. También tiene muy buen recuerdo de su época en la residencia de Nuestra Señora del Huerto, donde podía ver los partidos de Osasuna desde la ventana. Y de cómo hacía autoestop con amigas en la avenida de Pío XII para llegar a clase en uno de los pocos coches que circulaban entonces. Le sorprendió la cercanía de los pamplonicas. —¡Es que la Pamplona de los años sesenta era un pueblo pueblo! ¡En todo! Pero estaba muy contenta aquí. ¡Como también conocí pronto a Pepe! una vida entregada a la universidad. Vino con diecisiete años a Pamplona, y se quedó. Dice que se siente muy vasca pero, con tozudez, admite que no volvería a Bilbao. Cuando era decana de la Facultad de Farmacia en los años noventa, en una apertura de curso, el entonces Prelado del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad, Mons. Javier Echevarría, le


dijo: «Cultiva siempre tus raíces vascas». A Edurne le gusta meditar estas palabras. Reconoce que no las cultiva especialmente y lamenta que ya apenas habla euskera, pero se emociona al tararear una canción a la Virgen: el «Agur Jesusen Ama» —«Adiós, Madre de Jesús», en vasco—. En julio de 1980, veinte años antes de ese consejo, la banda terrorista ETA atentó por primera vez contra la Universidad. Edurne entonces impartía clases en la Facultad de Biología y ayudaba al catedrático Jesús Larralde en el área de Farmacia. Cuando sucedió el atentado, Edurne estaba de vacaciones con su familia, en una casa a las afueras de Bilbao. Su padre la informó: «Han puesto una bomba y por poco te quedas sin Universidad». A Edurne eso no le impidió disfrutar a fondo de la Universidad y del saber. Hablando de biología se le encienden sus ojos azules. Recuerda que tuvo una muy buena profesora de esa materia en el colegio, en Bilbao: la hermana Margarita Lasaga. Y que la Medicina no se la planteó nunca. La Física —arruga el gesto como si hubiese mordido un limón—, ¡horrible!

Y las Matemáticas, aunque se le dan bien —mueve la mano escribiendo sumas en el aire—, no tenían dónde ver y tocar. —Quería algo con un componente biológico —dice, y frota los dedos como quien espolvorea sal, como quien palpa algo invisible. Tanto destacó como estudiante que en los últimos años de carrera el profesor Jesús Larralde le ofreció embarcarse en la tesis doctoral. Con la mirada encendida y los puños cerrados, sabe qué aconsejar a los alumnos de ahora. —¡Que no sean pasotas! Que traten de ver qué es lo que les gusta más ¡y que vayan a por ello! Que no piensen que se lo van a dar todo hecho. Yo diría: implícate, toma las riendas de tu vida, hazlo. Edurne se licenció en 1969 y se casó con Pepe al año siguiente. Entre 1971 y 1974 tuvieron a sus dos hijos: José Javier [Med 98 PhD 03] y Nerea [Far 94 PhD 99]. Entre hijo e hija, defendió la tesis y empezó a ser profesora. Jesús Larralde le animó a estudiar Farmacia. ¡Y allí se lanzó! Como no podía cursarla en la misma Universidad en la que daba clases, tuvo

que matricularse en Sevilla. Con un pie en Navarra y otro en Andalucía, para cuando se licenció en su segunda carrera ya era catedrática. Aunque sacó la cátedra en Fisiología, se dedicó a la Farmacología para adaptarse a las necesidades de la Facultad de Farmacia, de la que fue decana entre 1994 y 2004. Alumna, doctora, profesora, catedrática, decana, esposa y madre. Y desde 2001, miembro de la Real Academia de Farmacia. —¡Íbamos con la lengua fuera! —dice exhausta, y confiesa riendo que su secreto para soportar esta carga de trabajo era aparcar mal—. Me gané fama de dejar el coche aparcado de aquella manera. Y es verdad. Muchas veces salía de la facultad a las siete y media, tenía que hacer algo en Pamplona y, si cerraban a las ocho, no me daba tiempo. ¡Dejaba nuestro seiscientos donde podía y como podía! A riesgo de que me pusieran multa. ¡No había otra! Vale, su secreto no era solo aparcar mal. Este era el secreto: Pepe. —Mi marido me apoyó siempre. Absolutamente en todo. Y fíjate que aceptar un cargo de gobierno como decana implica otoño 2020 Nuestro Tiempo —59


Campus Los de la maleta

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sacrificio. ¡Pues jamás se quejó! Tuve un apoyo incondicional. Esto es importantísimo. Estaba conmigo. Y además me animaba cuando dudaba si hacer esto o lo otro. Pepe, en lugar de decirme que no fuera a tal o cual congreso, ¡me impulsaba! De hecho, Edurne concedió esta entrevista gracias a Pepe. Tiene setenta y tres años y lleva diez jubilada, pero está muy ocupada. Edurne y Pepe pasaron el verano en Marbella con sus hijos y se les ocurrió vender su antiguo coche. Como buena decana, ella se encarga de las gestiones. —¡En la vida me había encontrado con semejante barullo! Queda con uno, con otro, los papeles, firma aquí, firma allá. Ahora una ya no tiene el dinamismo y el arranque de antes. Una mañana embarullada Edurne recibió una llamada del editor de Nuestro Tiempo. Estaba con Pepe camino a casa de gestionar los papeles del coche. «Jesús, ¡me viene fatal!», le espetó. —Estaba saturada, harta, aburrida de los dichosos coches. ¡No veía un hueco para descansar! —cuenta. 60—Nuestro Tiempo otoño 2020

Pepe la convenció con un sencillo «¿por qué no?». Y Edurne cambió de opinión sobre la marcha: «¡Adelante! Puedo achuchar y sacar ese rato. Además, creo que a la Universidad soy incapaz de negarle nada». la huella de don jesús larralde. Edurne lleva un vestido azul estampado con divertidos dibujos de zapatos de tacón de colores: naranjas, amarillos y rosas. En su salón descansan el libro que está leyendo, El infinito en un junco, unas orquídeas blancas y la maqueta de un barco que le regaló un paciente a Pepe. También descansa la voz de Edurne, que se hace pequeña al hablar de la muerte de su padre, José Cenarruzabeitia. Falleció de cáncer en la Clínica Universidad de Navarra en 1982, un año después de que Edurne sacara su cátedra. —La muerte de mi padre fue el primer acontecimiento vital que me abrió a vivencias que no me había planteado —dice, y acompaña la palabra vital con un golpe de su puño sobre la palma izquierda—. Me dio un empujón hacia una nueva etapa.

Edurne sonríe al hablar de don Jesús Larralde. —Él fue mi maestro, mi guía, mi mentor, ¡mi todo! —cuenta elevando su mirada y apoyando la espalda en el sofá—. Para mí ha sido un segundo padre. Don Jesús Larralde llegó a la Universidad en 1965 como catedrático de Fisiología para ser el corazón de la recién creada Facultad de Farmacia. Sufrió un ictus en 2012, al que siguió un lustro de ingreso en la Clínica. Hasta su fallecimiento en 2018, Edurne iba a visitarle muchos días; cuatro a la semana durante cinco años. —No supuso ningún esfuerzo —aclara con nostalgia y alegría—. Era como visitar a mi padre. ¡Yo creo que reconocía mi voz! «Don Jesús, ¿se acuerda de no sé qué?». Y, aunque estaba prácticamente inconsciente, hacía un gesto muy típico suyo, llevándose el índice a la frente. Le hablaba de cosas de nuestra época. Vivencias nuestras. Y podía repetir cincuenta veces lo que le contaba. O rezaba con él. Porque le gustaba rezar el rosario. O podía estar sin más. Estar allí con él.


k Jesús Larralde (en el centro de la primera fila) reunía a su departamento cada sábado después de clase. Edurne está sentada a su izquierda. l En febrero de 1973, Edurne defendió su tesis doctoral.

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m Tanto en la investigación como en el decanato, Edurne siguió los pasos de su maestro, Jesús Larralde.

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Otra cosa sobre la que hablaban Edurne y don Jesús en la Clínica era sobre el café sagrado de los sábados. Desde que Larralde llegó a Pamplona institucionalizó que su departamento se reuniese en el laboratorio después de la sesión de Fisiología que impartía los sábados a las diez. Acabada la clase, don Jesús escribía la fecha en la pizarra, tomaba una foto de los asistentes y el encargado ese día sacaba el café y las galletas. —Don Jesús era un hombre extraordinariamente cordial, afable y cercano. Le resultaba muy fácil crear un ambiente cálido en el que la gente estuviese distendida, a gusto. ¡Así haces grupo! Menos de trabajo, se hablaba de todo. ¡De lo divino y de lo humano! Cuando Edurne tomó el relevo de don Jesús en el decanato se esforzó por mantener el café y el buen ambiente. Compaginaba esta labor con la docencia y la investigación, sobre todo en Farmacología y Nutrición —materia en la que también siguió a su maestro— y, puntualmente, sobre el éxtasis. Edurne pasó de alumna a decana, y la Universidad evolucionó con ella.

n Charlando con don Ismael Sánchez Bella, primer rector, en 1992 durante su homenaje.

—El Hexágono era un bosque donde hacíamos prácticas de Botánica. Y ahora —sonríe y enumera—: los edificios nuevos, la proyección internacional, los avances en tecnología… ¡Es espectacular! Y con todo, ¡fíjate! —levanta el dedo índice, se queda gravemente en silencio y continúa de manera suave, como si contara un secreto—: hemos crecido tanto que uno puede pensar que el espíritu y el estilo de la Universidad se han podido diluir, ¡pero no! ¡La sigo reconociendo! Las personas que iniciaron la Universidad han dejado una huella que se conserva. Siempre recuerdo que don Jesús decía: «Lo importante son las personas, no las instituciones». Y añadía: «Aunque es verdad que las instituciones son las personas que la habitan».

«A los alumnos de ahora les diría que no sean pasotas. Que traten de ver qué es lo que les gusta más ¡y que vayan a por ello!»

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De don Jesús Larralde también aprendió las cualidades de un buen profesor: —A mí la docencia me ha encantado. ¡He disfrutado muchísimo con las clases! Y además creo que era buena. Ser profesor te mantiene la mente abierta porque hay que formarse siempre y estar al día. Debes conocer muy bien tu materia, pensar cómo transmitirla y ¡ponerle entusiasmo y fuerza! Ah, y conectar con el alumno. Dentro y fuera de clase. Que el alumno te vea accesible, que pueda contar contigo. La lección más difícil que impartió fue la de la mañana del 30 de octubre de 2008. Durante su sesión de Farmacología explotó un coche bomba en el aparcamiento del edificio Central. Ella se dijo: «Vamos a dar esta clase». Y siguió con la materia. Su hijo José Javier, médico en la Clínica de la Universidad, bajó al Central y le mandó un sms en que le informaba de daños materiales en una zona del edificio: no había víctimas. Eso le dio paz. Aunque ya no era decana, ejerció como tal y después de clase se quedó en el Hexágono acompañando a sus alumnos. Nt

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Campus Los de la maleta PROFESOR, DECANO Y VICERRECTOR

«El profesor tiene que saber cuándo a un alumno le brillan los ojos»

Manuel Casado es experto en decir que sí a la Universidad de Navarra. El teléfono sonó en 1976, cuando se incorporó al claustro; en 1977, cuando le nombraron director de Estudios; en 1984 como decano; y de nuevo en 1997, cuando le ofrecieron ser vicerrector. Y siempre dijo que sí. El profesor Casado ha consagrado su vida a la lengua española y a la Universidad. texto Leyre Santos [His Com 22] fotografía Manuel Castells [Com 87] y Archivo Fotográfico

sevilla, primavera de 1976. tres meses antes del comienzo del nuevo curso en Navarra, Manuel Casado almuerza en el Puesto de los Monos, en plena avenida de La Palmera, junto al Colegio Mayor Guadaira, con Carlos Soria y con Juan Francisco Montuenga, administrador de la Universidad. El profesor Soria, al que Casado llamará años después «encantador de serpientes», trata de convencerle de que se traslade a Pamplona a dar clase de Lengua a futuros periodistas, sin abandonar sus raíces filológicas. Y lo consigue. Carlos Soria, entonces decano de la Facultad de Ciencias de la Información, tenía una misión: armar un equipo docente de periodistas con formación universitaria que compartiera su afán con otros profesores de las materias humanísticas clásicas. En aquella época, el campus se encontraba en gran parte todavía por hacer y fue la idea de participar en el desarrollo de la Facultad lo que le atrajo. «La Universidad de Navarra no tenía tanta solera y tradición de siglos como la de Sevilla —cuenta Manuel—, pero ahí precisamente residía el atractivo: como argumentaba Soria, aquí se podían llevar 62—Nuestro Tiempo otoño 2020

más iniciativas innovadoras que en otros centros ya consolidados». Manuel llegó a Pamplona el 14 de septiembre de 1976. En un par de semanas arrancaría el curso académico, y este extremeño de Don Benito tuvo que adaptarse rápido. «Muy pronto hizo amigos entre sus colegas, descubrió las particularidades lingüísticas de la zona y comenzó a patear los montes y senderos de la Cuenca de Pamplona», recuerda Soria. De dar clase a filólogos, como había hecho en Sevilla durante su doctorado, el joven profesor pasó a enseñar a futuros informadores. «En estas aulas ponía el énfasis en la corrección idiomática, la argumentación, la eficacia —que no está reñida con la belleza expresiva—, y no tanto en las cuestiones lingüísticas teóricas». Le supuso un reto y, en sus primeros catorce años en el campus, desde 1976 hasta 1990, fue corrigiendo constantemente el rumbo: «El profesor tiene que saber cuándo a un alumno le brillan los ojos, cuándo le engancha la asignatura. No tuve tiempo de aburguesarme. En cierto modo, siempre estuve en crisis de crecimiento; la crisis del aprendiz».

el aula 11 del edificio central. Su primera clase debía de rondar los ciento cuarenta alumnos, casi el doble del actual grado en Periodismo. Fue en el aula 11 del edificio Central, en la ampliación del Aula Magna, aunque Casado recuerda haber impartido también algunas clases en la Escuela de Arquitectura. Mercedes Montero, profesora de Historia en la Facultad, pertenece a esa primera promoción de Casado: «Era nuestro profesor más joven. Me hubiera gustado saber apreciar mejor aquello, porque nos daba rigor a la hora de escribir». En sus primeros años, el profesor Casado obligaba a sus alumnos a estudiar el Esbozo de Gramática de la Real Academia Española. Con el tiempo, acabó por escribir un breve manual específico para su asignatura. El castellano actual: usos y normas, ya en su 11.ª edición, sigue siendo el primer libro que se recomienda a los alumnos de Comunicación. Lo llaman «el Casado». La Facultad tenía entonces un núcleo duro de profesores excepcional que le ayudó a aprender las particularidades del lenguaje periodístico. Fernando González Ollé, filólogo y catedrático de renombre


internacional, le descubrió el mundo de la lexicología. «Otros colegas, como José Luis Martínez Albertos y Julio Martínez Torres, que llegaría a ser director de Diario de Navarra, le familiarizaron con el idioma de la prensa: géneros, diseño, terminología…», cuenta Carlos Soria. En la Facultad daba clase un buen puñado de celebridades que siguen citándose en las aulas. Alfonso Nieto, Luka Brajnovic, Francisco Gómez Antón, Esteban López-Escobar, Gonzalo Redondo, Ángel Faus, Juan Antonio Giner, o el propio Carlos Soria, fueron algunos de los grandes maestros que Casado se encontró en el claustro como colegas. «En esa época, más que aprender de lo que te decían, aprendías de ellos mismos. Sus testimonios me dieron amplitud de miras y eso, en plena Transición, me ayudó mucho», explica Montero. Los profesores invitaban a la reflexión. La actualidad de aquellos primeros cursos de Casado fue frenética; coincidió con los años de plomo de ETA. «Vivimos tiempos socialmente complicados, que enfrentaban incluso a los alumnos. Hoy, en general, los cursos son balsas de aceite,

pero, entonces, cualquier cuestión que se planteaba, como el paso del ecuador o la fiesta de fin de carrera, era motivo de confrontación», apunta Casado. Uno de sus alumnos fue Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en 1995, al que califica como «un estudiante muy inquieto políticamente, muy implicado en la vida pública». Montero coincide con Casado. Ella lo vivió como alumna. Mientras estudiaba, ETA puso dos bombas, en 1980 y en 1981. A partir de la segunda, se instauró el uso de carné a la entrada. Desde siempre, la de Ciencias de la Información fue una Facultad que se planteó el propósito de prestigiar la profesión y elevar el listón de la vida pública. El objetivo era que los jóvenes se hicieran preguntas. «Las facultades de arriba —las de Ciencias— tratan de añadir años a la vida. Las de abajo —las de Letras— procuran añadir vida a los años. Que la gente lleve una vida más rica, con mayor densidad, gozo y belleza. Una vida más armónica. Lo cual no quiere decir que los de arriba solo se preocupen de que la gente coma bien y se cure. La persona es una unidad en la que el espíritu, la mente y el cuerpo constitu-

yen algo único. Hay palabras, ideas, que tienen una virtud curativa más sustancial que una fórmula química», dice Casado. el gobierno como servicio. En 1977, un año después de llegar a la Universidad, Casado recibió otra llamada de Carlos Soria. «Oye —le dijo—, si no tienes inconveniente, y no quiero que tengas inconveniente, vas a ser el director de Estudios, en sustitución de Francisco Iglesias». Después, en 1984, Casado reemplazó al profesor Soria como decano, y se encargó de fichar a la siguiente generación de profesores de Ciencias de la Información. Y no resultó tarea fácil. «Esta universidad es una casa con dueño —explica—; tiene identidad propia, una visión definida, compatible con la pluralidad de escuelas científicas. Y eso se nota, claro. Cuando uno piensa en posibles candidatos, valora que conozcan y respeten la cultura de la propia universidad». Entre 1984 y 1990, se incorporaron muchos de los actuales profesores. Casado los tuvo de alumnos a todos: al actual rector, Alfonso Sánchez-Tabernero, a Mateye La Porte, a Mercedes Montero, otoño 2020 Nuestro Tiempo —63


Campus Los de la maleta

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k Manuel Casado, a la derecha, con los profesores González Ollé, Copceag y Coseriu en 1981.

l Sesión con periodistas del Programa de Graduados Latinoamericanos que se impartió de 1971 a 1989.

a Ana Azurmendi… También era alumno —aunque ya de segundo, un aventajado— José Javier Sánchez Aranda, que hoy es el más veterano. Y otros que marcharon a otras universidades: Paco Sánchez, Norberto González Gaitano o Alfonso Méndiz. «Intuitivamente, se seleccionaba a gente con entusiasmo por la Universidad», dice. Mercedes Montero, que leyó la tesis en 1991, recuerda su habilidad para elegir talento: «Él empezó a fichar a mujeres. Junto a mí, tantas otras. A mediados de los noventa, al cerrar nuestra etapa como ayudantes, nos dieron la oportunidad de ocupar cargos de responsabilidad en la Facultad. Entramos porque él tenía esa convicción personal». una pausa para ventilar. Manuel Casado se trasladó en 1990 a la Universidade da Coruña. Se fue allí para, como dice él, ventilarse. A él le gustan esos sitios donde corre el aire, donde la gente llega y se marcha tras enriquecerse con nuevas experiencias; donde los profesores tienen la oportunidad de colaborar con colegas de otros lugares. Eso quiere para la Universidad. «Me hacía ilusión concurrir a una plaza de catedrático en mi especialidad: Lengua Española». No era la primera vez que lo hacía; en 1978 había obtenido pla64—Nuestro Tiempo otoño 2020

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za de profesor titular en la Autónoma de Barcelona. Cuando ya pensaba que se jubilaría en las plácidas tierras gallegas, sonó el teléfono de nuevo. En esta ocasión, José María Bastero, el rector en 1996, le dijo: «Ven y te comento». Quería que fuera el nuevo vicerrector de Profesorado. Y Casado volvió a Navarra, donde compaginó este cargo con la docencia. Ya no impartió clase a periodistas, salvo ocasionalmente: su cátedra era de Filología Hispánica. Las responsabilidades de gobierno, a menudo, le ocupaban más tiempo del que le gustaba. A pesar de que, para un profesor, lo más gratificante es dar clase e investigar, piensa que deben ser los docentes los que dirijan el rumbo de las universidades: «Si los puestos clave los ocuparan técnicos, tendríamos empresas». Al regresar a Navarra, Casado encontró una Universidad cambiada: «La gente había crecido». Nada más llegar, descubrió el nuevo edificio de la Facultad de Comunicación, que ya no era solo de Periodismo, sino que también acogía a estudiantes de Comunicación Audiovisual y de Publicidad y Relaciones Públicas. Y un edificio de Bibliotecas a punto de inaugurarse. Casado ocupó el cargo de vicerrector hasta 2007. Paralelamente, le nombraron

académico correspondiente de la Real Academia Española. Poco a poco, a medida que se iba acercando su jubilación, se fue centrando, como investigador principal, en el proyecto «Discurso público» del Instituto Cultura y Sociedad. A pesar de estar jubilado desde septiembre de 2019, sigue acudiendo a su mesa de la biblioteca. Está terminando un manual sobre semántica léxica del español. Como profesor emérito, se atreve a aventurar el futuro de la Universidad: «Va a tener más importancia de la que pensamos, porque es una universidad que no ha abdicado de su objetivo de buscar la verdad en todos los órdenes de la vida, y de ofrecer algo que esté a la altura de la sed humana, consciente de que, como dice el papa Francisco en su última encíclica, “si se renuncia a la verdad, se da la primacía a la fuerza”; o sea, que el relativismo no es la solución». Cuenta Casado que, cuando el cardenal Ratzinger, futuro Benedicto xvi, visitó el campus en 1998 para recibir el doctorado honoris causa, se dio cuenta de ese “algo” especial de la Universidad: «En ningún otro lugar he percibido el ambiente interdisciplinar que veo aquí». Eso hace, según nuestro profesor, que el conjunto de la Universidad de Navarra sea superior a la suma de las partes que la integran. Nt



Campus Tiempo solidario

Tantaka: historias de transformación Desde hace ocho años el «Yo no tengo tiempo» no es excusa para embarcarse en un proyecto con aportación social. En el otoño de 2012 nació Tantaka. Lo hizo para recordarnos que sí, que tenemos tiempo «para cambiar las cosas». Que solo se necesita ese componente —y buena dosis de compromiso— para que una primera gota, por diminuta que sea, caiga en el agua. «Gota a gota —tantaka en euskera— va creciendo el mar», dice el proverbio. texto Lucía Martínez Alcalde [Fia 21 Com 14] y Josean Pérez Caro [Com 04]

«hay que ponerse las gafas para ver necesidades». Esta frase impregnada en el ADN de Sofía Collantes revela su mirada más solidaria. En 2012 puso los cimientos de Tantaka, el banco de tiempo solidario de la Universidad. Recogió el testigo de lo que se conocía como Universitarios por la Ayuda Social, que se fraguó en el curso 1990-91 por iniciativa de un puñado de estudiantes. Y hasta septiembre de 2020, Sofía ha sido la oftalmóloga de lo social en el campus. Ha hecho ver a más de diez mil personas que, con muy poco, pueden facilitar la vida a los demás. «No todos sabemos hacer de todo, pero todos sabemos hacer algo que se nos da bien» es otra de sus frases franquicia. Cada cual puede poner a disposición del banco de tiempo sus conocimientos de una materia concreta, un hobby, alguna habilidad inexplorada o simplemente compañía. Todo suma. «Tantaka ayuda a la Universidad a mirar a su entorno para reconocer las necesidades de muchas personas —resalta Sofía—. A veces, la barrera que nos separa de los demás es nuestro propio desconocimiento. Ayuda quien conoce». Por eso, como ella dice, es importante que «las situaciones de necesidad no sean invisibles». La labor solidaria nutre al campus de centenares de amigos. Los que trabajan en las ciento sesenta con las que Tantaka mantiene vínculos de colaboración. «Nacimos para ayudar a los que ayudan y aprender de los que saben», afirma Sofía. 66—Nuestro Tiempo otoño 2020

Y ese nacer para ayudar lo corrobora el ranking de impacto de Times Higher Education (THE), en su última edición. Gracias a iniciativas como esta, la Universidad se ha situado entre las cien mejores entidades a escala global por su contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la lucha contra el hambre y la pobreza. Porque en Tantaka se trata de ayudar para transformar. Ser voluntario, como apunta Sofía, responde a «una manera de estar en el mundo». Y en Tantaka basta con dedicar una hora al mes para dar un giro radical y cambiar el rumbo —y la vida— de muchas personas. Lo saben bien los 1 436 voluntarios —entre profesores, otros empleados y alumnos— que, además de concebir su actividad ordinaria con clara orientación de servicio, el curso pasado formaron parte de este ecosistema solidario. Destinaron más de 21 400 horas a un proyecto donde el reloj nunca se detiene. Decía el escritor H. Jackson Brown Jr.: «No digas que no tienes suficiente tiempo. Tienes exactamente el mismo número de horas que tuvieron Pasteur, Miguel Ángel, Helen Keller, Madre Teresa, Leonardo da Vinci, Thomas Jefferson y Albert Einstein». Y en Tantaka, donde el centro es la persona, una hora es mucho. La primera gota que cayó en aquel otoño de 2012 ha provocado no solo miles de ondas concéntricas, sino también olas de solidaridad de gran magnitud que han cambiado las cosas y, lo más sustancial, a las personas. Nt


Al graduarse en Bioquímica, Maider cursó el Máster en Investigación Biomédica en Neurociencia y Cognición.

Dificultades que se convierten en trampolín Maider Triviño llegó desde Aretxabaleta (Gipuzkoa) en 2015. Se matriculó en Bioquímica y cuatro años después se graduó. No había suspendido ninguna asignatura y, lo que es más importante, había aprobado con nota su relación diario con el síndrome de Asperger que sobrelleva. Recientemente ha terminado un máster en la Universidad. En esta etapa de esfuerzo y recompensa reconoce que ha resultado clave participar como voluntaria en el Campus Inclusivo organizado por Tantaka. texto Miguel Ángel Iriarte [Com 97 PhD 16]

Muchos cambios a la vez. Venir desde un lugar de 7 000 habitantes, pasar de la casa familiar a un piso con amigas, el salto de exigencia académica, y todo eso con el añadido de las dificultades objetivas creadas por el síndrome de Asperger, podía ser demasiado. Por eso, Maider y sus padres tenían dudas cuando comenzó en 2015 el grado de Bioquímica en la Universidad. Según recuerda Almudena Lomba, entonces coordinadora de Estudios de la Facultad de Ciencias, Maider «llegó con muchos miedos, especialmente sobre cómo relacionarse con los demás. Era insegura pero pronto se unió a distintos grupos de clase». Diciembre de ese año representó un cambio importante: «Al aprobar todas las asignaturas —afirma Almudena— cogió mucha confianza. Quedó claro el potencial de Maider, y yo comprendí que mi papel era quitarle las barreras que ella se ponía sin querer». A partir de entonces, no dejó de avanzar. En la parte académica, elevó su nivel de inglés, realizó trabajos de laboratorio en verano y se inscribió en cursos y seminarios para profundizar en la neurología, campo que le interesa por el síndrome que siempre la acompaña. Y en septiembre terminó el Máster de Investigación Biomédica en Neurociencia y Cognición. Fuera de las aulas, dio pasos que parecían imposibles meses antes, como participar en el grupo de teatro Atrezzo, pronunciar un monólogo en un concurso organizado por la Facultad, reunirse con alumnos apasiona-

dos por la poesía… Ella no se da importancia pero Almudena explica dónde cree que ha estado la clave en esta transformación: «Las dificultades —de atención, de comunicación, de relación...— le han servido de trampolín para superarse». También en el plano extraacadémico, Maider conectó con voluntarios de Tantaka y decidió involucrarse en Campus Inclusivo. En este proyecto, que ha desarrollado siete ediciones y por el que han pasado ochenta jóvenes con discapacidad de distintos lugares de España, los asistentes visitan durante una semana los campus de Pamplona y San Sebastián. Desarrollan actividades ayudados por profesores y voluntarios y adquieren una visión de conjunto de los estudios universitarios y ánimo para no autoexcluirse de realizarlos. De hecho, como señala Iñaki Nava, primer responsable de la iniciativa, 29 alumnos se han matriculado en diversas universidades a lo largo de estos años. Sin embargo, Maider considera que, con su ayuda como voluntaria, fue ella quien salió ganando: «Ves a personas con discapacidades distintas, algunas muy graves, pero se les ve felices y eso enriquece mucho». Hay varios modos de conocer a Maider. Uno, recurrir al anglicismo googlear y encontrar en la red algunas referencias y, especialmente, un vídeo en que da sus impresiones sobre Campus Inclusivo. Otro, acercarse al edificio de Ciencias en cualquier día del invierno pamplonés y buscar una chica morena y simpática en manga corta —«No soporto el calor», dice con gracia—: una persona con un termostato propio pero, sobre todo, con una mirada propia. otoño 2020

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Campus Tiempo solidario

Ana Mari Conde (a la izquierda) y Asun Elizondo residen en un centro de mayores en San Sebastián.

Ana Mari Conde tiene 71 años y lleva dos en Lamourous, el centro de mayores de Matia Fundazioa en San Sebastián. Es la más joven de los 140 residentes. «La bebé del grupo», dice con tono socarrón. Asun Elizondo, que ha dedicado media vida a la costura, es dieciséis años mayor; 87 primaveras que descansan sobre una mirada que transmite paz. Sentadas en sus sillas de ruedas, esperan a que Andrea Santos, monitora y psicóloga, encienda la tablet. Ella, junto con varias compañeras, ha coordinado un proyecto que ha facilitado el contacto —aunque a distancia— de ocho residentes con sus familias. El corazón de la idea: el centro tecnológico Ceit, adscrito a la Universidad, con los investigadores Iñaki Yarza [Ing 08] y David del Río [Ing 13 PhD 17], también profesor de la Escuela de Ingeniería-Tecnun, como promotores. «Ante un problema existen dos opciones: buscar excusas 68—Nuestro Tiempo otoño 2020

La central de la alegría Ana Mari y Asun no han oído nunca hablar de apps, zooms ni nada por el estilo. Pero saben que durante el confinamiento por el covid-19 esas herramientas silenciaron muchos días de soledad. Videollamadas por control remoto que les dieron fuerza y alegría. Vida. texto Josean Pérez Caro [Com 04] foto Andrea Santos

o aportar soluciones. En la Universidad nos preparan para lo segundo», apunta David. A partir de esa certeza, con el apoyo de Tantaka, instauraron un sistema de videollamadas por control remoto. Contactaron con el Grupo Masmovil, que les cedió seis terminales, y desde sus casas y con ayuda de

diferentes aplicaciones —costeadas por Fomento Donostia— se convirtieron en enlace entre familiares y residentes. Iñaki y David actuaban como una central telefónica: la central de la alegría. En Lamourous, en una de las salas contiguas al comedor, un atril sostenía el teléfono mientras

Asun E., Ana Mari, Elena, Iñaki, Félix, Manoli, otra Asun, Matilde e Icíar iban pasando en rigurosa lista de espera para reencontrarse con los suyos. El silencio, ese silencio de la pandemia, dejaba paso a la cercanía, al sonido. En cuanto se iniciaba la conversación, David e Iñaki dejaban de controlar remotamente el móvil. Idoia y Leyre, dos de los siete nietos de Ana Mari, de siete y nueve años, le tocaban una pieza con el piano y el violín desde el salón de su casa en Pamplona en presencia de Amaia, una de sus cinco hijas, y de su yerno, Ricardo. Asun se reunía con Itziar y Asun, sus dos hijas, y con sus nietos Itxaso, Aisea, Andrea y Unai para contarse sus cosas. «No les puedes abrazar —dice Asun— pero te da una alegría solo verles…». Lo que comenzó como una prueba piloto una vez por semana dio paso a cinco. En total, ochenta llamadas en tres meses que requirieron de la ayuda de dos voluntarios más. Alejandro Fernández-Dans [Ing 18 MIT 21], que actualmente se encuentra en Australia, fue uno de ellos y gestionó las conexiones a más de quince mil kilómetros. Ahora se ha abierto el régimen de visitas, no hay videollamadas y Asun se apaña con su móvil de números grandes. Ana Mari, con uno que le regalaron con la revista Semana. «Que no entre el bicho, que lo echamos a patadas», dice. Espera al viernes. Toca bingo en la planta seis, donde reside con Asun. Eso que no falte.


El cambio de mirada se aprende En 2007 Mikel tocó la guitarra para personas con discapacidad por primera vez. Después empezó a hacer música con ellos; las barreras se desdibujaban. Ahora imparte la asignatura Sociedad e Inclusión desde la experiencia y una formación interdisciplinar. Así, a la pregunta «¿Qué es el hombre?» le sigue un arremangarse por una comunidad en la que nadie quede excluido. texto Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] foto Manuel Castells [Com 87]

Con diecisiete años, Mikel Ostiz [Fia 15 PhD 19] tenía el pelo casi hasta la cintura y, en sus propias palabras, «era un poco heavy y bastante díscolo». Tocaba la guitarra y un día su profesor de Religión, Antonio Mellado, le planteó actuar para personas con discapacidad. «Las asignaturas del instituto se me quedaban cortas; yo me preguntaba: “¿Pero quién me enseña a vivir?”. Él vio esa inquietud en mí y me ayudó a darle cauce», recuerda Mikel. Ese año, 2007, comenzó con otros compañeros de clase Música Sin Barreras, una asociación para fomentar la integración de las personas con discapacidad a través de la música: ensayaban juntos y actuaban en residencias de mayores y hospitales. En el grupo promotor se encontraba Elena Serrano, con la que Mikel empezó a salir en esa época. Trece años después, el adolescente rebelde lleva el pelo corto y está casado con su ami-

ga de secundaria. Ahora investiga en el Instituto Cultura y Sociedad (ICS), y el curso pasado se estrenó como docente de Sociedad e Inclusión. Las raíces de esta nueva asignatura se remontan a 2014, cuando Sofía Collantes, entonces coordinadora de Tantaka, organizó la primera edición de «Capacitarse para entender la discapacidad». En enero de 2020, Sofía vio hecho realidad el sueño que ha alimentado estas sesiones desde el comienzo: que existiera en la Universidad una asignatura transversal que formara en inclusión. Mikel estudió Telecomunicaciones porque quería comprender la tecnología para ayudar mejor. Su proyecto final fue un videojuego de música accesible. Impulsado por la convicción de que «la imagen que tengamos del ser humano afecta a cómo nos tratemos», se embarcó en el máster en Ingeniería Biomédica al tiempo que empezaba Filosofía.

La asignatura que imparte Mikel pretende que los estudiantes se impliquen en la lucha por la inclusión.

Su propia trayectoria pendular entre la reflexión y la acción aparece plasmada en la asignatura. Comienza con unos fundamentos antropológicos porque, como él mismo explica, «el otro es único e irrepetible y se merece una sociedad que le haga espacio. Si no tenemos esto claro, ayudamos desde un cierto buenismo». Le sigue una parte práctica, para la que cuenta con Luis Casado [Com 99], promotor del marketing inclusivo: él se encarga de diseñar un trabajo a medida para cada alumno según su carrera para que apliquen lo aprendido. El objetivo de Mikel es que los estudiantes salgan con la mirada cambiada, «que implica que empiecen a ser protago-

nistas de la lucha por la inclusión». Pero ¿esto puede medirse? Como proyecto voluntario, les propuso colaborar con la organización de un concierto de Música Sin Barreras. Más de la mitad de los matriculados se involucraron. Para muchos fue su primera experiencia en un voluntariado. A la teoría y a las vivencias en primera persona, se suma la fuerza de las historias reales. El curso pasado, Mikel invitó a clase a Javier Bernácer, compañero del ICS y padre de un hijo con pluridiscapacidad. «Javier les habló de que las personas con discapacidad sacan de nosotros las facetas de cuidado —destaca Mikel de aquel testimonio—, y eso nos hace más humanos». Ese cuidado se percibe en ocasiones de forma peyorativa pero, como afirma Mikel: «Todos somos seres necesitados: no somos nosotros y ellos, sino que estamos todos en lo mismo».

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Campus Tiempo solidario

Noventa días para redescubrir lo que vales Violeta Santos ve la vida con tan buenos ojos que, cuando le reconocieron una discapacidad del 57 por ciento y tuvo que cerrar su bar, tardó menos de veinticuatro horas en dar gracias por seguir viva y ponerse manos a la obra para reorientar su futuro. El año pasado descubrió, gracias al programa Tantaka Inclusión, que hay un hueco para ella en el mundo administrativo. texto Teo Peñarroja [Fia Com 19] foto Manuel Castells [Com 87]

«Era nuestro sueño: montar una calle de Broadway dentro de un local. Con sus farolas, sus letreros… No sé si conocerás el bar My way. Estaba en el centro comercial Itaroa de Pamplona. No habrás entrado, porque lo recordarías. Tenía un ambiente tan familiar que los clientes eran amigos y siempre había algo que celebrar. ¡Es el cum-

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pleaños de Javier! ¿Otra vez? ¡No, el otro Javi! Ah, pues habrá que montarle algo. ¿Le traemos un grupico?». Los días en que había concierto, que eran muchos, podían estar una hora entera sin parar de servir. Violeta Santos, mientras lo hacía, bailaba con el rhythm and blues de un lado para otro pendiente de que todo saliese bien.

Hasta que le diagnosticaron el cáncer con 46 años. Se dieron cuenta de que le faltaba un riñón, no pudieron salvarle la vejiga, pasó por la quimioterapia y la conectaron a un catéter que hay que cambiar todos los meses. El día en que volvió al bar y vio que no podía estar más de quince minutos seguidos de pie decidió que lo dejaba. «Si no vas a estar —le dijo Willy, su marido y socio—, ¿qué hago yo aquí? Si eres el alma del bar». Y cerraron el negocio. Después de un periplo de cursos de formación en empleabilidad y autoestima le llamaron de Cocemfe para ofrecerle unas prácticas en la Universidad. Les recibieron en el salón de grados y después de la presentación del programa Tantaka Inclusión —unas prácticas para personas con discapacidad en las que ya han participado más de cien desde 2013— conoció a Arancha Azcona. Ella sería su coach en el campus y le ayudaría Violeta Santos trabajó de auxiliar administrativo en la Facultad de Teología durante tres meses.

en su labor de secretaria en la Facultad de Teología. A medida que se acercaban al edificio de Eclesiásticas, Violeta veía cada vez a más hombres con el cacharrito blanco, todos de negro, y rumiaba: «Ay, ay, ay, ama, dónde me he metido». «Bueno —ríe ahora—, ¡pues estuve de a gusto! ¡No sabes lo bien que me trataron!». Llegaban allí y saludaban a la chica nueva, y luego Arancha le decía: «Este es el director de no sé qué». Y Violeta preguntaba: «¿Y cómo le tengo que tratar? ¡Si yo no distingo a un cura de un monseñor!». Durante noventa días repartió el correo y organizó ficheros. «¡Unos nombres rarísimos! Son gente que viene de muy lejos. Del Congo muchos, ¿sabes? Todos son Mjenbé, Bonjó, Gingé…». A medida que corría el tiempo, se sentía más en su salsa. En Arancha encontró una buena amiga, y en Teología perdió un par de prejuicios sobre la religión y ganó experiencia como auxiliar administrativo, hacia donde va a reorientar su futuro. Está completando unos cursos de competencias digitales y ha mandado currículums a DYA y a Teletaxi. Eso le gusta, sobre todo lo relacionado con las ambulancias. Sus primeros trabajos fueron de auxiliar de enfermería, y ahora que no puede ir moviendo camillas le encantaría estar al otro lado de la línea cuando haya que decidir qué ambulancia va a dónde y a quién hay que pasarle tal llamada. En DYA le respondieron que la avisarán encantados para una entrevista en cuanto tengan una vacante. «Eso quiero yo —dice Violeta—: una entrevista. Que se arriesguen a conocerme. Tengo mis limitaciones, pero también mi valía».


Eliza tiene diez años. Desde los seis, se sienta en uno de los casi quinientos pupitres de Blue Sky School, donde está interna con su hermano Ayoub —tres años menor— tras la muerte de su madre a finales de 2015. Laura Venzal [Der 18] la conoció en su primer viaje a Tanzania y decidió apadrinarla. Durante su primer curso en el campus, unas pequeñas inversiones en Bolsa para la asignatura Economía Política dieron a los alumnos algo de rentabilidad y debatieron qué hacer con el dinero. «Fue entonces cuando les hablé de Eliza; de cómo su madre, que era ciega, mendigaba por las calles; de la casa de acogida para personas invidentes donde vivían... Finalmente, le pagamos el colegio», cuenta. La ONG tanzana Tahude fundó Blue Sky School en 2015. Allí desembarcó Laura tras bucear por internet. En su búsqueda dio con Elena Ramos, la española que está al frente del colegio desde sus inicios. Le transmitió mucha confianza. «Yo no quería hacer volunturismo y ayudar solo un mes; me interesaba entender los problemas de las personas y su cultura para dar un enfoque solidario a mi carrera», explica Laura. Por esa inquietud, durante su etapa en Pamplona prestó apoyo escolar a adolescentes de familias inmigrantes, acompañó a niños con discapacidad y coordinó el voluntariado internacional de Tantaka a la vez que ejerció de delegada de los estudiantes. Cuando Laura llegó en junio de 2015 a Tanzania, Blue Sky era un sobrio bloque en forma de U con dos clases, un baño y una secretaría. Gracias a la aportación de muchos hoy son cuatro edificios, tiene un parque y sus aulas lucen coloridas. Con dibujos de letras y números, con

Laura Venzal conoció a la pequeña Eliza en 2015 y decidió apadrinarla para que tuviera un futuro mejor.

Una carrera profesional con enfoque solidario Nambala, norte de Tanzania. Sobre un vasto terreno arenoso se asientan los pupitres de Blue Sky School. En una zona donde la pobreza se extiende sin descanso asoma desde 2015 este colegio en el que las grandes lecciones las dan niños como Eliza. Laura Venzal [Der 18] estuvo allí cuatro veranos consecutivos. Hoy, esa solidaridad que un día acercó lazos sigue latiendo. texto Josean Pérez Caro [Com 04] foto Laura Venzal

pósteres del sistema solar y del cuerpo humano. Laura colaboró allí cuatro veranos consecutivos: asesoró a profesores, enseñó cuestiones de higiene, montó estanterías… También sentó las bases de Barabaiki, una empresa que comercializa obras de artistas africanos y que fundó en 2017 con otros siete alumnos. Los beneficios de las ventas se destinan a becas y a desarrollar programas formativos en sus comunidades de origen. Hoy, quince niños de primaria estudian gracias a estas ayudas. Asistir a Blue Sky cuesta 350 euros al año. Las tasas también incluyen la comida y el uniforme. «Hay familias que no se lo pueden permitir», señala Laura. Por eso, la inversión solidaria en aquella asignatura de primer curso sigue vigente. «Mis compañeros me preguntan por Eliza y aportan dinero para que continúe en la escuela», dice con una sonrisa. Uno de ellos es Andrés Gabela [Der 18]. Camarada de periplos solidarios y, hoy, su marido. Viajó con él a Tanzania y a Kenia cuando eran estudiantes. Al igual que hizo Laura con Eliza, Andrés ayudó a James, keniano de treinta años, para que se matriculara en la MOI University de Nairobi. Está en el último curso de Sociología. Mientras Laura se prepara para opositar a la carrera diplomática, imagina a Eliza descubriendo los planetas. Andrés, que se dedica al comercio internacional, espera un wasap de James con la fecha de graduación. otoño 2020

Nuestro Tiempo —71


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Cuando te das cuenta de que «la vida no es así» Las cosas no son como se viven en nuestra casa o en la de nuestros vecinos. Durante su voluntariado de largo recorrido en una parroquia de Pamplona, Félix Miguel Muro ha aprendido a mirar de manera única a cada niño que acude a clases de apoyo escolar. También a sus familias. texto Ana Eva Fraile [Com 99] foto Manuel Castells [Com 87]

Aquella tarde la misa no terminó con el «Podéis ir en paz». Al menos no para Félix Miguel Muro. Sentado en uno de los primeros bancos de la iglesia Nuestra Señora del Río, en el barrio pamplonés de la Rochapea, escuchó un aviso de Lino Otano: «Si hay alguna persona que nos pueda echar una mano en un grupo de Cáritas, que se pase ahora por la sacristía». De aquel encuentro con el entonces párroco han pasado casi dieciocho años y solo dos circunstancias le han impedido a Félix cumplir con su compromiso: un «problemilla» cardiaco y el covid-19. Félix empezó a colaborar en el reparto de alimentos. En cada bolsa entregaba también parte de su corazón. «No estás solo», decía en cuanto su radar detectaba que una persona podía estar atravesando una situación difícil. Les aconsejaban no ayudar a las familias que malvivían en camionetas pero, enfrente de una mujer de unos 24 años y con dos hijos, la 72—Nuestro Tiempo otoño 2020

vida le ponía a prueba: «Se me caía el alma a los pies. ¿Cómo le iba a negar yo algo de comida?». En ese contacto directo descubrió que tras la indigencia se ocultan bastantes veces historias de drogas, maltrato, prostitución… Mientras guardaba turno para recoger la bolsa de alimentos conoció a un niño inmigrante de doce años que iba al colegio pero no sabía leer ni escribir. Y empezó a pensar en los chavales que se quedan descolgados del sistema educativo. «No entienden las explicaciones porque no hablan bien español, suelen acumular faltas de asistencia, llevan la tarea sin hacer… Ven cómo los demás se van alejando más — explica Félix— y acaban preguntándose si tiene sentido ir a clase». Entonces lanzó una idea, a la que dio forma con Mari José Llorens, teresiana ya fallecida: crear un grupo de apoyo escolar. Félix tiene 64 años y dos hijos. Trabaja como autónomo en su taller de pintura. Estu-

Félix Miguel Muro impulsó en su parroquia una iniciativa de apoyo escolar, en la que colabora Tantaka. dió Ciencias Matemáticas y, aunque no pudo terminar la carrera, a ojos de todos —niños y otros voluntarios— él es el profesor. Habla con pasión de la geometría, las ecuaciones y las derivadas. Pero disfruta todavía más enseñando. Se le ilumina la voz al recordar a Omar, un alumno senegalés, con talento y muy trabajador, al que acompañó incluso en bachiller. «Un día le pregunté dónde se veía en el futuro y me respondió que le gustaría ser médico. Y yo le dije: “Pues estoy seguro de que, si quieres ser médico, tú serás médico”».

Como veterano del grupo, Félix sabe lo que cuesta encontrar voluntarios, por eso valora muchísimo la implicación de estudiantes, empleados y amigos de la Universidad que colaboran desde 2016 a través de Tantaka. «No sé qué habría sido del proyecto sin ellos», admite. Mira por el retrovisor este largo recorrido y hace cuentas: «En el tiempo que he dedicado aquí, habría podido sacar la carrera... Incluso una tesis. Pero ¿de qué me habría servido?». Enseñando ha aprendido la que considera la lección más importante: «Que la vida solo es así para algunos». Es precisamente pensando en «los otros», en los que no pueden ir al colegio todas las mañanas, como Félix se ha doctorado cum laude.


Campus In memoriam José Miranda

José Miranda, un pediatra apasionado de la vida José Miranda (1928-2020) fue un prestigioso pediatra y una figura clave en el impulso inicial de la Facultad de Medicina y de la Clínica. Colaboró también en la creación de la Asociación Navarra de Defensa de la Vida. texto Dr. Diego Martínez Caro, antiguo director del departamento de Cardiología de la Clínica Universidad de Navarra Miranda impulsó la Asociación Navarra en Defensa de la Vida. El doctor José Miranda, conocido cariñosamente como Pepote, nació en Lodosa (Navarra) en 1928. Hijo del médico del pueblo, su pasión por la vida y por la medicina siempre alimentó su gran capacidad emprendedora. Le conocí en Barcelona, donde yo estudiaba los cursos clínicos de Medicina y él trabajaba en el servicio de Pediatría que dirigía el prestigioso profesor Ramos. Ambos vivíamos en el Colegio Mayor Monterols. Años después nos reencontramos en Pamplona. El Dr. Miranda fue una persona clave en los inicios de la Facultad de Medicina. Se incorporó al claustro en octubre de 1958. Aquel curso, bajo la coordinación del doctor Eduardo Ortiz de Landázuri, comenzaron las primeras clases clínicas y de especialidad para los alumnos del cuarto curso. Poco después se inició el proyecto de la Clínica Universidad de Navarra, en cuyos primeros pasos participó activamente y con gran entusiasmo. Pepo-

te, perfectamente coordinado con el decano, el profesor Juan Jiménez Vargas, nos facilitó a los que veníamos de fuera su valioso conocimiento de la tierra y de sus gentes; y a toda la Facultad su experiencia en la Medicina Pediátrica a través de las clases que empezó a impartir el curso siguiente. Navarro por los cuatro costados, citaba con emoción las palabras que san Josemaría pronunció en la «homilía del campus» el 8 de octubre de 1967, y terminaba siempre evocando las palabras del santo,

referidas al lugar de aquella celebración: «Y arriba, el cielo de Navarra». La tenacidad del Dr. Miranda en las primeras consultas médicas de la Facultad fue crucial. Él se encargó —era muy resolutivo— de facilitar los utensilios de trabajo, que fueron los de su padre, ya jubilado. También gestionó con el Hospital de Navarra la atención de los pacientes de Medicina Interna para que los alumnos pudieran comenzar sus prácticas y, por supuesto, empezó a atender a los primeros pa-

En 1958, junto con un grupo de alumnas en prácticas.

cientes pediátricos —mocetillos, como él les llamaba— con apasionada paciencia y dedicación. Cuando le preguntabas por sus memorias solía responder: «El mejor recuerdo ha sido sacar adelante lo que la vida nos iba dando sin tener ningún medio». En 1962, cuando la Clínica era ya una realidad palpable, el Dr. Miranda se trasladó a Salamanca, donde ejerció de pediatra. En 1977, de regreso a Navarra, impulsó la Asociación Navarra de Defensa de la Vida (ANDEVI), iniciativa a la que dedicó toda la fuerza de su entusiasmo y energías. Emprendedor, optimista por naturaleza y práctico, Pepote fue un hombre de profunda fe, verdadera humanidad e inteligente sentido común. Los que conocimos al doctor José Miranda sabemos bien que su sonrisa permanecerá siempre muy viva en nuestro recuerdo, y su contagiosa vibración de vida seguirá siendo un estímulo para todos. Nt

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Nuestro Tiempo —73


MIND THE GAP Paola Bernal

Damnatio memoriae en el siglo xxi

estas noticias le despiertan muchas preguntas. Las sociedades necesitan conocer con profundidad su pasado para crear un sentimiento de identidad, de pertenencia, y alcanzar el ansiado progreso. De este relato, además de los logros, forman parte también aquellos episodios en los que hemos fallado como pueblo. No es una cuestión de orgullo o vergüenza nacional, simplemente sucedieron en un contexto muy distinto al de nuestros días. Negar estos hechos, destruirlos, no lleva a ningún punto, todo lo contrario: mantenerlos frescos en el pensamiento colectivo permitirá que la semilla de comportamientos racistas que ha germinado ya no se perpetúe en nuestra sociedad. Quizá Edward Colston (1636-1721) no merezca un espacio central en una avenida de Brístol, al suroeste de Inglaterra. Pero después de ver a los manifestantes haciendo rodar el bronce hasta el puerto cabe plantearse si esa carga contra el pasado suscita un cambio real. El alcalde de la ciudad, Marvin Rees, hijo de jamaicano, ha anunciado su intención de guarMientras las masas airadas derrocan estatuas dar la estatua, erigida en 1895, en un museo y ha invitado a la en nombre de Black Lives Matter, la sociedad se población a mantener «una conversación calmada» sobre la debate entre destruir o recordar los símbolos del historia de la ciudad, uno de los mayores enclaves británicos pasado para evitar que el racismo se perpetúe. implicados en el tráfico de esclavos. Con el recuerdo de Colston en el fondo del río Avon, «la sociedad de Brístol va a seguir igual», señala Juan Pan-MonI ALGO PUEDEN CONSTATAR los historiadores es tojo, vicepresidente de la Asociación de Historia Contempoque el ser humano —con independencia de la época, ránea, porque «borrando huellas del pasado no se reforma el la civilización, la tecnología o la cultura— comparte presente». Sin embargo, hay otras acciones que pueden llegar rasgos y comportamientos que se repiten cíclicaa convertirse en instrumentos de cambio. Por ejemplo, conmente. Desde la fabricación de jarras —iguales en el Imperio servar la estatua en una institución donde se documente para romano y ahora—, el uso político de la oratoria futuras generaciones y se reinterprete su significado; colocar —como Pericles y Obama—, hasta el reciente fenómeno en su lugar una imagen de una persona que sobresalga por su que empezó en Estados Unidos y que ha tenido eco en todo el colaboración social o su solidaridad; o, como apuntan algunos mundo: derribar estatuas que no se tienen por dignas. historiadores, intentar restablecer el equilibrio de represenLos romanos empleaban un término para este derrocatación en el espacio público levantando monumentos en memiento social: la famosa damnatio memoriae. Traducida como moria de las víctimas anónimas de la esclavitud. «condena a la memoria», consistía en borrar todo vestigio y Cuando las masas airadas se movilizan, dejan poco tiempo patrimonio de una persona —muchas veces senadores o los para reflexionar o llegar a un consenso. Pero, si todos los peremperadores mismos— considerada dessonajes caen sin un criterio, ¿cómo diferenhonrosa por el pueblo o por sus enemigos ciar entre los actos de Cristóbal Colón y los LA PREGUNTA DE LA AUTORA políticos. Pero esta práctica no es una inde Iósif Stalin? vención romana. Hay constancia de ella en Tenemos que decidir en qué lado de la his¿A qué personalidad del civilizaciones tan antiguas como los hititas toria queremos estar; no me refiero a dividirpasado reciente dedicaría o los egipcios. Por ejemplo, la faraona Hatsnos entre buenos y malos como si el mundo un monumento? hepsut, esposa de Tutmosis II, que desafió fuera un relato de fantasía, sino entre tibios y las reglas del momento y reinó durante un visionarios, entre quienes abandonaron sus largo y próspero periodo, sufrió este castiraíces deliberadamente o aquellos que acogo. Incluso borraron su nombre de la Lista gieron su pasado para sembrar el cambio que de los Reyes. necesitamos. Y algo similar ocurre en la actualidad. @NTunav Estatuas de personajes históricos, como Paola Bernal [Com His 23] cursa el Diploma de ArqueoOpine sobre este asunto en logía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Cristóbal Colón, Winston Churchill o Twitter. Los mejores tuits se de Navarra. Ulysses Grant, caen de sus pedestales, tapublicarán en el siguiente número. chados de racistas, genocidas o esclavistas. A una estudiante de Historia y Arqueología

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ALUMNI

Carolina Larrazábal «Cambiemos nuestro modo de construir» Cuando Carolina Larrazábal [Arq 15] aceptó esta entrevista se encontraba en medio de la sabana africana, entre Nairobi y Mombasa. Iba de camino a ver un solar. Al año de graduarse, se instaló en Kenia para lanzar una empresa social de arquitectura: BuildX Studio. Sus prácticas en la regeneración urbana de barrios marginales de Lima (Perú) habían alimentado en ella una semilla sembrada en las charlas de sobremesa familiares sobre cómo arreglar el mundo.

ca, disparará las desigualdades sociales y pondrá en la cuerda floja la sostenibilidad del planeta. A menos que, como defiende Carolina, cambiemos nuestra forma de diseñar y construir.

No obstante, no era tu primera experiencia laboral fuera de España. Durante la carrera pasé varios periodos en Nueva York. Trabajaba para una oficina comercial especializada en hospitales. Y en 2014, en cuarto, colaboré con el arquitecto Javier Vera Cubas en la regeneración de barrios marginales en Lima a través de iniciativas de participación ciudadana. Esa vivencia me marcó: comprobé el poder de nuestro trabajo cuando actuamos en lo local desde lo local. Luego me gradué en la Escuela y pasé un periodo corto en Zúrich, en Urban Think Tank, antes de unirme a BuildX.

¿Cómo se cruzó BuildX en tu camino? El germen de BuildX Studio fue la ONG Orkidstudio. Con sede en Glasgow, Reino Unido, se dedicaba desde 2008 a la construcción de colegios, hospitales y viviendas colectivas en distintos países del mundo. Ocho años después, sus responsables, entre ellos el arquitecto James Mitchell, vieron necesario impulsar las economías locales basándose en los materiales y las técnicas de cada zona y en el empleo femenino. Así empezaron a dar forma a un nuevo proyecto convencidos de que el propio proceso de diseño y construcción

¿Por qué elegisteis Kenia como centro de operaciones? Una de las socias de James en Orkidstudio, Julisa, es keniana. Gracias a sus contactos y conocimientos, la ONG había tejido ya relaciones con empresas, entidades e instituciones que facilitaban asentarse allí. Nairobi, además, puede presumir de ser una de las urbes más cosmopolitas del mundo, con una gran perspectiva de desarrollo en África oriental —acoge la sede de la ONU y de numerosas multinacionales— y una marcada cultura emprendedora.

texto Laura Juampérez [Com 05] fotografía Amit Ramrakha y cedidas por BuildX Studio

siempre ha pensado que la arquitectura es mucho más que el diseño de edificios. Con cada proyecto «se hace historia, se crea cultura y se transforman el entorno y el medioambiente». De esta concepción nace el activismo de Carolina Larrazábal [Arq 15]: «Como arquitectos tenemos el poder, y la responsabilidad, de asegurar que nuestra contribución sea sostenible». Las cifras sobre el impacto de la actividad constructiva no dejan lugar a titubeos: el 39 por ciento de las emisiones de CO2 globales provienen de los edificios. En África, donde Carolina trabaja desde 2016, se calcula que la población se duplicará en los próximos treinta años, y que de esos 2 600 millones de personas, el 80 por ciento se concentrará en ciudades. Lo cual, en su opinión, desencadenará una presión insoportable en la salud públi76—Nuestro Tiempo otoño 2020

inspira cambios positivos en la sociedad. Cuando James me ofreció trasladarme con ellos a África, no lo dudé. Este año hemos terminado de refinar el modelo y nos hemos rebautizado como BuildX Studio para señalar que somos una empresa, sí, pero enfocada a construir desde el impacto social y medioambiental.


Carolina resalta la cultura emprendedora y el dinamismo de Nairobi, lo que motivó que BuildX se asentara allí. ¿De qué materia prima está hecha vuestra arquitectura? Si realmente queremos realizar un cambio significativo en la forma en que construimos, tenemos que ser mucho más conscientes de qué materiales decidimos emplear o de cómo vive y trabaja la gente. Por ejemplo, en el hospital de Sachibondu, situado en una zona remota de Zambia, utilizamos más de un 80 por ciento de productos autóctonos, como la tierra compactada en forma de bloques y la madera de un bosque cercano que luego replantamos. El diseño también tuvo en cuenta el clima a la hora de aplicar la ventilación cruzada, adaptar el edificio para aprovechar al máximo la luz diurna y ahorrar energía.

Otra de vuestras banderas es la incorporación de mujeres. ¿Es este el gran muro pendiente de derribar? No es ningún secreto que las mujeres están muy mal representadas en este sector. En España solo hay un 9 por ciento de mujeres en la construcción; en Kenia suponen alrededor del 7 por ciento. Y si nos enfocamos en artesanos y obreros, en

«Las necesidades de los usuarios de las viviendas deben estar cubiertas. No solo las básicas, sino las de todo ser humano de crecer y sacar su máximo potencial»

Kenia menos del 3 por ciento son mujeres. Desde nuestra experiencia, la participación equilibrada de ambos sexos favorece encuentros que enriquecen al grupo y crea cadenas de trabajo mucho más eficientes, en las que se potencian los puntos fuertes de cada persona. Siguiendo con el caso de Sachibondu, el equipo contó con un 50 por ciento de mujeres. Al principio, los obreros las miraban entre risas veladas. «No son lo bastante fuertes para sobrevivir en construcción», decían. Entonces vieron que trabajaban igual o más duro que ellos. Y al cabo de unas semanas, cuando preguntamos a los obreros qué miembro del equipo valoraban más, la gran mayoría nombró a mujeres. otoño 2020 Nuestro Tiempo —77


Alumni Entrevista

EL CAMPUS EN KENIA

La espontaneidad del estudiante Este verano Christine Nduta Mwangi [Diseño 22], estudiante de la Escuela de Arquitectura nacida en Londres pero de nacionalidad keniana, se incorporó en prácticas al equipo de BuildX Studio. «Trajo aire fresco. Su punto de vista, espontáneo y libre de caminos ya marcados, resultó muy enriquecedor. De hecho, nos hizo confirmar que queremos un diseñador en nuestra plantilla», apunta Carolina. Su trabajo se centró en cómo involucrar a los usuarios en el propio proceso de ideación del espacio a través del user profile (perfil que describe cómo es, qué necesita en su vida diaria, qué pide al edificio…). «En BuildX me animaban siempre a exponer mis ideas, a pesar de no tener formación arquitectónica. Esto me dio mucha confianza. Aunque las prácticas solo duraron un mes, pude participar en proyectos muy significativos, como el centro comunitario de Taveta y un conjunto de viviendas para artistas en Nairobi», explica Christine.

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Como directora de Diseño, ¿en qué se concreta tu labor? Mi cometido es asegurar la máxima contribución social y medioambiental en nuestros proyectos. Para conseguirlo tenemos que crear, inspirar y motivar al mejor equipo posible, formado por una mezcla bien compensada de arquitectos, ingenieros, contratistas y economistas; hombres y mujeres de multitud de nacionalidades y culturas. En el día a día, implica actuar con diplomacia para alinear las necesidades del cliente o inversor, de los habitantes de los edificios y de la sociedad en general. Todos deben tener voz y participar en la mejora de las distintas fases de ejecución. ¿Con qué dinámicas lográis esa participación de todos los agentes? Resulta fundamental que el equipo haga suyo nuestro concepto de arquitectura. Para ello, hemos instaurado distintas prácticas de crítica y participación, como los jueves de lunch & learn, donde cada uno expone su parte en la obra que se esté ejecutando; o los creative fridays, para compartir un proyecto y que todo el mundo lo comente. Tradicionalmente, en los estudios de arquitectura esa crítica tiene un carácter unidireccional: del maestro al alumno. En BuildX, la comunicación es más horizontal. ¿Y hasta dónde llega esa relación entre diseño, arquitectura y compromiso? Debemos asegurarnos de que las necesidades de los usuarios de los edificios estén cubiertas en todo el proceso. No solo las básicas, como tener un techo o acceso a agua, sino la querencia del ser humano de un hogar, de crecer y sacar su máximo potencial; de vivir con dignidad. Por otro lado, compartimos la responsabilidad de garantizar que la vida sea sostenible para futuras generaciones. Durante la pandemia, hemos comprobado

lo rápido que nos adaptamos a nuevas situaciones. En poco tiempo hemos transformado nuestra forma de trabajar, estudiar, movernos… Del mismo modo, hay que cambiar el modo en que construimos. Este espíritu nos ha llevado a ser la primera empresa de construcción en África que obtiene el certificado BCorp, que reconoce a aquellas compañías que innovan para maximizar su influencia positiva en las comunidades en las que operan y en su entorno natural. ¿De dónde nace tu concepción transformadora de la profesión? He crecido en una familia de emprendedores en la que nadie es arquitecto, y nuestros debates de sobremesa en los que arreglábamos el mundo, con puntos de vista tan diferentes, me daban una perspectiva de la arquitectura más allá de los edificios. También me influyeron mucho los profesores de la Escuela. Nos acercaban no solo a las estructuras y las instalaciones, sino a la botánica, la sociología, la historia o el urbanismo. Y, lo más importante, con ellos aprendimos que todos tenemos una voz. Nuestra responsabilidad es usarla del mejor modo posible para beneficiar a otras personas. ¿Si pudieras darle un consejo a la alumna que fuiste, ¿cuál sería? Que se atreviera más. Que se forzara a pensar críticamente sobre lo que ya está escrito. Esta profesión solo avanza si estamos dispuestos a cuestionar las normas establecidas y a trabajar duro para mejorarlas. Eso requiere ejercitar mucho el músculo de la creatividad y del pensamiento crítico. Los años de universidad son los mejores para ser esponjas, exponerse a diferentes culturas, viajar, empaparse de ideas... También para iniciar proyectos y fracasar, aunque duela, porque no hay mejor modo de aprender. En la Escuela siempre cuentas con profesores y compañeros que te ayudan a levantarte. Nt


ALGUNOS PROYECTOS

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k m n En el proyecto de Sachibondu usaron tierra y madera para disminuir el impacto ambiental y contribuir a la economía del lugar elegido. l BuildX promueve la empleabilidad de la mujer en el sector de la construcción. o Nakuru Children's Home rompe con el estereotipo de orfanatos, con habitaciones individuales y mucha luz natural. p Centro de la empresa Sanergy, dedicada al reciclaje de desechos del ámbito sanitario, que transforma en fertilizantes.

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Alumni Carta desde... Múnich

La capital de la cerveza y de la conciliación Itziar Estévez [Ing Industrial 02] ha echado raíces en Múnich, la ciudad con más calidad de vida del mundo, según los expertos. Hace dieciocho años que se marchó y, aunque desde entonces no ha parado de viajar, es la primera vez que se siente lejos de su familia. texto Itziar Estévez Latasa

—En el Parlamento Europeo. Itziar representó a Iris Capital, donde trabaja actualmente, en las jornadas United Tech.

—Las mejores vistas. Las hijas de Itziar disfrutan de la escapada al lago Woerthersee, en Austria. 80—Nuestro Tiempo otoño 2020

múnich [alemania]. La primera vez que aterricé en Múnich fue en 2002. Quería descubrir qué se escondía detrás de los éxitos de la tecnología alemana. Vine junto con dos compañeros de la Escuela de Ingeniería-Tecnun, gracias a una beca Erasmus, para estudiar en la Universidad Técnica de Múnich. A diferencia de ellos, una vez que terminó el semestre, opté por alargar mi estancia para acumular experiencia profesional en el extranjero y perfeccionar el idioma. No tardé en adaptarme. La capital bávara roza el millón y medio de habitantes y, aunque resulta algo tradicional, tiene un marcado carácter universitario y abierto al mundo. Desde un principio valoré la calidad de vida y la gran oferta de actividades de ocio y cultura. En el ámbito laboral, tuve la suerte de empezar mi carrera en la emblemática fábrica de BMW, frente al estadio olímpico, en el corazón de Múnich. Allí preparé el proyecto fin de carrera y contribuí a diseñar y optimizar líneas de producción. En 2006 decidí ampliar horizontes y me trasladé a Londres. Con la idea de combinar tecnología y administración de empresas, cursé un MBA en la London Business School. Durante el programa, que duró dos años, realicé prácticas en consultorías importantes relacionadas con el mundo de la inversión. Entre otras firmas, trabajé para Boston Consulting Group. Al cabo de cuatro años, regresé a Múnich. Hoy, recién cumplidos los cuarenta, sigo pensando que es una de las ciudades con mejor work-life-balance de Europa. Aquí he formado mi familia; mi marido es alemán, aunque también posee algo de sangre española, y tenemos dos hijas, de cinco y siete años. Vivimos en un pequeño apartamento en el céntrico barrio de Schwabing, al lado del Englischer Garten. Mis hijas disfrutan recorriendo con las bicis este parque urbano, uno de los más grandes del mundo. Les encanta hacer pausas para refrescarse los pies en el río Eisbach y tomar un pollo con patatas en alguno de los biergarten. Estas terrazas al aire libre son un punto de encuentro muy popular en Baviera: compañeros de trabajo, familia o amigos se reúnen en un

entorno informal con una jarra de cerveza, por supuesto de litro. Una particularidad de estas cervecerías es que puedes llevar tu propia comida, como en un pícnic. Muchas veces nuestro paseo termina en el rincón de los surfistas. Por muy insólito que parezca, en un arroyo del Englischer Garten se forma una pequeña ola que suele estar muy concurrida: incluso guardan turnos día y noche como niños esperando a que se quede libre un columpio. Es divertido ver pasar por la ciudad a jóvenes con el neopreno puesto y la tabla en los brazos, incluso con temperaturas bajo cero. Los fines de semana nos gusta salir y disfrutar de la naturaleza en los Alpes. Durante el invierno, esquiamos y nos subimos al trineo —hay pistas de más de diez kilómetros—; en verano, nadamos en los lagos, hacemos barbacoas al borde del río Isar o navegamos por su cauce hasta llegar a Múnich. El tiempo libre lo pasamos en compañía de amigos: algunos españoles que llegaron hace años, gente del trabajo, un grupo de chicas egipcias, incluso un amigo de infancia, Luis Esteban Unzu [Ing Industrial 02], con quien fui al liceo en Francia y compartí los cinco años de carrera en el campus de San Sebastián. Ha pasado una década desde que me instalé definitivamente en Múnich, donde me he dedicado a inversiones de capital riesgo en pequeñas empresas y start-ups de tecnología, primero para Siemens y desde 2019 para un fondo privado llamado Iris Capital. El año pasado también tuve la oportunidad de reconectar con Tecnun cuando acudí a Gipuzkoa a recoger el I Premio San Sebastián Connecting Talent, que reconoce la trayectoria internacional en el campo de la innovación y la empresa. Desde estas líneas aprovecho para agradecer a la Escuela que me propusiera como candidata. confinados lejos de casa. En la primera ola de la pandemia, me resultó desconcertante el cierre de las fronteras dentro de la Unión Europea durante el confinamiento. Nací en Irún y desde los tres años cruzaba a Francia a diario para ir a la guardería y al colegio. Ahora, al no te-


ner la opción de desplazarme libremente de un país a otro, la distancia cobra otra dimensión: por primera vez me siento lejos de la familia y sin posibilidad de echarles una mano en caso de complicaciones. En julio nos enfrentamos a un dilema ya que, si pasábamos las vacaciones en San Sebastián, como todos los años, a la vuelta tendríamos que permanecer en cuarentena. Nos asaltaron las dudas: ¿cómo percibirían los compañeros de trabajo y los demás padres del colegio el hecho de viajar a una «zona de riesgo» sabiendo que las autoridades alemanas lo desaconsejaban?, ¿cancelarían el vuelo a última hora?, ¿cuándo podríamos volver a ver a la familia? La propagación del covid-19 en Alemania se vivió también con tensión, pero sin un confinamiento estricto. La medida más dura la sufrieron los niños —y los padres— al cerrar los colegios durante

—Oktoberfest en familia. Vestidos con trajes típicos bávaros, durante la celebración de la gran cita festiva de Múnich. dos meses y medio. En casa, hacíamos turnos entre homeschooling y teletrabajo. Como muchas familias, nos centramos en proporcionar a nuestras hijas una rutina completa a pesar de todo: paseos en bici, momentos creativos, tiempo para desahogarse y divertirse... Más confusa me pareció la fase tras el confinamiento porque nuestros trabajos requerían especial atención y los niños seguían en casa ya con muestras de fatiga. Mucha gente me pregunta cómo han conseguido los alemanes contener la pandemia. En mi opinión, pasarán años hasta que se entiendan todos los factores que han influido, como la densidad de las

ciudades, la contaminación, los hábitos de vida, la asistencia médica, etcétera. En cualquier caso, está claro que Alemania tuvo una ventaja de tiempo en la primera ola y pudo aplicar medidas moderadas —en comparación con Italia, España y Francia— antes que los países vecinos. Pienso que una de las medidas más eficaces para controlar nuevos brotes ha sido limitar el ocio nocturno. Y, por encima de todo, la distancia social en Alemania es algo natural: los alemanes, como los nórdicos, no se tocan tanto, hablan menos y más bajo, la gente mayor no está tan integrada en la sociedad, y tampoco hay cultura del aperitivo en los bares. Este verano muchos alemanes han optado por quedarse cerca, disfrutar de los lagos en Austria, de los Alpes, del mar del Norte... Nosotros, al final, decidimos disfrutar un verano más de nuestros seres queridos y del País Vasco. Nt

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DE TEJAS ARRIBA Francesc Pujol

Contra la desinformación, Twitter

«¿Cuál es el mecanismo principal de protección frente a la desinformación? Alejarse digitalmente de las personas y medios que difunden contenidos que provocan emociones primarias»

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daciones de los allegados tienen un mayor impacto y eficacia y por eso los contenidos compartidos son los más propensos a la difusión de noticias falsas. El mismo diagnóstico sirve para WhatsApp: contra la desinformación resulta sano darse de baja de grupos que difunden información política y social ligada a enfado, indignación o rechazo. Instagram, por el momento, no es ni estorbo ni remedio. Está en un mundo bastante alejado de la información. Nos queda Twitter. Empecemos reconociéndolo sin ambages: actualmente Twitter forma parte del problema de las noticias falsas y la desinformación sistémica. Pero, al mismo tiempo, es la principal plataforma para liberarse de ellas y crecer en criterio personal. Paso, a modo de prontuario, mi receta para convertir Twitter en un aliado para estar al día de la actualidad y adquirir una sólida perspectiva propia que proteja de la manipulación grosera: Empiece a seguir a periodistas de prensa escrita, radio o televisión que considere que tienen solvencia y prestigio profesional. Cuantos más, mejor. Huya en Twitter de cualquier usuario que insulte a alguien con quien no está de acuerdo. No les dé una segunda oportunidad. También esquive a gente que no aporte análisis y reflexiones. No pierda el tiempo con políticos, cuentas oficiales de medios de comunicación y periodistas que solo razonan desde la crítica a rivales. Comience a seguir a los académicos, periodistas y expertos a quienes citen, retuiteen o recomienden sus colegas solventes. No entre nunca en un trending topic [asunto de actualidad] para informarse. Deje pasar todo por el filtro de las personas que sigue en Twitter. Si quiere leer análisis extensos sobre una cuestión de actualidad, acuda a aquellos artículos que recomiende la gente con criterio que está siguiendo. Reitere todo el proceso constantemente, aumentando el número de periodistas y expertos a los que sigue y expulsando a los que no sean capaces de razonar o analizar.

VANZAMOS HACIA UNA ERA de desinformación sistémica, y no es razonable atenuar la gravedad del problema. Siempre ha habido mentiras y manipulación, pero ahora contamos con los ingredientes necesarios para que se utilicen como arma de desestabilización social, política y finalmente institucional. La crisis del coronavirus muestra tanto la presencia como la relevancia de la desinformación. Los contenidos que mejor se difunden en redes sociales provocan emociones primarias, y lo que más fácilmente se viraliza es la ira. El miedo, la ira y la indignación son alimento del odio. Y este se convierte en el aliado perfecto de la simplificación de los problemas, del frentismo, del populismo y, por lo tanto, del debilitamiento de las instituciones y estructuras democráticas. No, no estamos ante un enemigo menor. Hay que tenerle mucho respeto y asumir que se LA PREGUNTA DEL AUTOR trata de un rival fuerte y peligroso. Y debemos plantarle cara. Existen solu¿Qué autores presentes en ciones sociales, políticas y legislativas. ¿Con redes sociales le ayudan qué herramientas contamos para dar una más a comprender las respuesta personal? ¿Cuál es el mecanismo cuestiones de actualidad? principal para protegerse frente a la desinformación? Alejarse digitalmente de las personas que difunden contenidos supuestamente informativos que provocan emociones @NTunav primarias. Opine sobre este asunto en Eso lleva a renunciar al uso de Facebook Twitter. Los mejores tuits se como fuente para informarse. Esta red social publicarán en el siguiente número. genera espacios de confianza porque ofrece a sus usuarios áreas protegidas, abiertas únicamente a los conocidos. Las recomen82—Nuestro Tiempo otoño 2020

La fuerza que tiene Twitter reside en que su diseño hace que, si se adopta la dinámica propuesta, la calidad de los contenidos y reflexiones que uno recibe aumenta en cada bucle. Ofrece la ocasión de aprender con los mejores, de pensar con más hondura sobre las cuestiones relevantes, de evitar simplificaciones burdas, de acercarse a las distintas perspectivas de la realidad. Twitter protege contra la desinformación. Francesc Pujol es profesor de Reputación y Crisis Online de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra.



Libros

NÚMEROS

3 000 500 páginas hacen que En busca del tiempo perdido (1908-1922), de Marcel Proust, sea una de las novelas más largas del mundo.

millones de ejemplares vendidos de la novela más comercial del planeta: el Quijote, de Miguel de Cervantes.

Los cuentos de Gabriel García Márquez

Reconocido indiscutiblemente como novelista repleto de personal genialidad, García Márquez (1927-2014) compuso desde sus años juveniles cuentos singulares. Media docena, al menos, entran en los dominios de lo perfecto. texto Joseluís González [Filg 82],

profesor y escritor @dosvecescuento

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A mediados de los años sesenta, cercano a sus cuarenta de edad, a García Márquez se le conocía en algunos ambientes literarios de México, donde vivía con su mujer y sus dos hijos —pequeños aún—, y lo consideraban bien en círculos de escritores de Colombia, su país natal. Tenían más nombre sus trabajos periodísticos, aunque ya habían aparecido cuatro libros suyos, con fechas dislocadas con respecto a la escritura y a su a veces azarosa publicación. Tres novelas no demasiado largas —la muy marcada por Faulkner La hojarasca, La mala hora y la sobresaliente

El coronel no tiene quien le escriba, con un realismo de doble fondo y esperanza— y un libro de cuentos colosal, Los funerales de la Mamá Grande, donde se ensartaban relatos terminados entre 1954 y 1962, el año en que llegaron juntos a la imprenta. No se habían vendido con holgura, a pesar de ser bajas sus tiradas, en torno al millar de ejemplares. La crítica había recibido esos primeros libros con aplauso, reconociendo el talento de aquel hombre que había llegado a las letras de molde antes de los veinte años. El público mayoritario no lo conocía. Sin embargo, aún no


Íñigo Redondo Ernest Hemingway

Irène Némirovsky Marcel Proust

Franz Kafka

había sobrevenido Cien años de soledad, la novela, el fenómeno, que empezó a soñar todavía casi adolescente, que concibió en 1952 pero culminó en año y medio desde 1965 y que estalló el 5 de junio de 1967 en Buenos Aires diez mil veces. Treinta meses después estaba traducida a trece idiomas. La novela, insólita, dejaba claras las muchas virtudes de este hombre milimétricamente imaginativo: la facilidad para moldear un mundo novelesco, su inclinación al humor y al disparate, la forma carnal de atestiguar su versión de la felicidad, sus estratagemas de enhebrar episodios propios y de amigos o familiares en el telar de la ficción, su habilidad para trascender latitudes y hacer de lo que pasa en un pueblo materia del género humano. Luego vinieron otras grandezas: su temprana facilidad para el reportaje y otros géneros periodísticos que exigen saber narrar, esa joya posmoderna que es Crónica de una muerte anunciada, la justicia del Nobel en 1982, una exhibición de maestría en Doce cuentos peregrinos, el primer tomo de sus memorias (Vivir para contarla) y el desfiladero de un largo etcétera. Y, por el camino de abajo, los estudios que ensalzaban el universo que había fraguado, conquistado ya, este hombre lírico de palabra y de imagen, sutil de tramas y comprometido con denunciar la realidad o lo que veía de la realidad. Pero aun siendo GGM un novelista inconfundible, sugiero aquí sus libros de cuentos. Fueron cuatro. Siempre recomiendo «La siesta del martes», «El ahogado más hermoso del mundo», «Un señor muy viejo con unas alas enormes», «El rastro de tu sangre en la nieve», la conversación de «La mujer que llegaba a las seis», el dantesco «Solo vine a llamar por teléfono»...

Quien relea «La siesta del martes» saboreará uno de los cuentos que más le gustaban al propio autor. Una madre joven pero avejentada y su hija, apenas una niña, son las únicas pasajeras de un vagón extremadamente pobre. Ese tren las lleva a un pueblo donde se extiende implacable un martes caluroso. Traen unas flores desventuradas envueltas en papel de periódico. Arde agosto a esas horas del Caribe. Las dos se encaminan —nadie en la calle— hasta la casa del párroco para pedirle la llave del cementerio. Buscan la tumba de un ladrón al que hace siete días una anciana volcó de un balazo arcaico que traspasó una puerta. Son la madre y la hermana del muerto. Los habitantes del pueblo interrumpen el sopor de la siesta y se asoman medio a escondidas por las ventanas. «Los dormidos despertaban antes de tiempo». ¿Cómo seguiría usted esta narración? ¿Qué añadiría? ¿Qué situación buscaría retratar? ¿Le interesaría criticar cierta condición de vida, denunciar penurias sociales, honrar el comportamiento de alguno de los personajes? ¿Acusar de algo a alguien? ¿Plantear determinada solución? Para escribirlo, GGM se apoyó en el primer cadáver que vieron sus ojos infantiles, cuando vivía en Aracataca con sus abuelos. Y aprendió de un cuento de Hemingway que también empieza con un tren que traspasa la hendidura de un túnel: «A Canary for One» (1927). Por la capilaridad de la obra garciamarquiana —personajes, episodios, nombres, lugares conectados—, quien haya recorrido las habitaciones y parajes de Cien años de soledad reconocerá, en esa mujer que dispara, a Rebeca. Los cuentos. Todo un bosque perdido entre los árboles.

APUNTES

quienes sí saben contar García Márquez publicó a los veinte años su primer cuento, «La tercera resignación». Durante casi medio siglo aparecieron unos cincuenta relatos. Sus temas no se alejan de lo que presentan sus novelas: la muerte y sus simetrías, las disonancias y enlaces entre realidad e irrealidad, las formas numerosas del amor y de la dignidad humana. Doce cuentos peregrinos (1992) seleccionaba una docena de historias de latinoamericanos en Europa. Ojos de perro azul (1974) reunió sus narraciones seminales (1947-1955). Pero antes salieron el volumen Los funerales de la Mamá Grande (1962), ocho piezas de crítica social y humana contadas a la manera Márquez, y el conjunto de título déspota: La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada (1972). García Márquez aprendió de haber leído sabiamente a Kafka, a Hemingway y a Faulkner. Y de sus abuelos, de páginas de la Biblia, de las Mil y una noches, de cuentos de miedo. Los maestros insignes eso suelen tener.

Nt

otoño 2020 Nuestro Tiempo —85


Libros

Otra pandemia, otro balance

Entrenarse en el gozo

Nada nuevo bajo el sol

Convivencia y conocimiento

Los novios Alessandro Manzoni Rialp, 2020 542 páginas, 19 euros

Defensa de la belleza John-Mark L. Miravalle Rialp, 2020 162 páginas, 14 euros

Vinieron como golondrinas William Maxwell Libros del Asteroide, 2006 203 páginas, 15,95 euros

Todo esto existe Íñigo Redondo Debate, 2020 416 páginas,19,90 euros

En las páginas finales de Los novios, Renzo y Lucia hacen balance de las muchas y muy complejas adversidades que han debido afrontar hasta llegar al matrimonio. Y después de «un largo debatir» y de «buscar juntos» acuerdan que «los problemas vienen a menudo porque se ha dado motivo para ello, pero que la conducta más cauta e inocente no basta para tenerlos lejos y que, cuando vienen, con culpa o sin ella, la fe en Dios los dulcifica y los hace útiles para una vida mejor». La conclusión entrecomillada condensa la subtrama de la novela de Alessandro Manzoni (1795-1873), donde el recorrido de los acontecimientos que desbordan y mejoran a los protagonistas permite asomarse a la vez de forma documentada y sugerente a la historia de Lombardía entre 1628 y 1630, y muy especialmente a la epidemia de peste que sufrió Milán, tan similar en muchos aspectos a la actual pandemia.

Este libro no es un ensayo sobre arte al uso, sino una buena dosis de catolicismo y una severa advertencia: para ir al cielo quizá tengas que hacer algunos cambios en tus playlists de Spotify. John-Mark L. Miravalle, padre y doctor en Teología, avisa de que la belleza es central en la moral cristiana. La estética y la ética cojean si no van juntas. Con lucidez profética, rigor filosófico e ingenio chestertoniano, Miravalle atraviesa la belleza de la naturaleza, de las creaciones artísticas, de la liturgia, de la comida e incluso del humor para recordar al lector que ha sido creado para la alabanza, el deleite y el gozo en la Belleza, inseparable de la Verdad y el Bien. Para resaltarlo, el autor cita al teólogo Hans Urs von Balthasar: «Quien se burle de su nombre como si fuese el ornamento de un pasado burgués (lo reconozca o no) ya no sabe rezar, y pronto no sabrá amar».

La mejor novela sobre el coronavirus la escribió en 1937 William Maxwell, editor de voces como las de O’Connor, Updike o Salinger. De niño perdió a su madre por la gripe de 1918. Su narración de una familia truncada por el virus, además de dibujar una excelente novela, tiene paralelismos asombrosos con nuestra experiencia de confinamiento y desfase. Cómo los niños no creen que no deban ir al colegio, cómo las ancianas no entienden que no pueden ir a la iglesia, cómo los hombres de negocios se resisten a no viajar en tren. Y, más que nada, qué igual es el dolor de ahora al de entonces. «Era probable —escribe Maxwell— que algún otro individuo pasara toda la noche despierto en ese mismo hospital, atento a la contracción y expansión de sus pulmones, contracción, expansión, hasta que todo su ser se viera reducido al esfuerzo de respirar por alguna otra persona…». Pero no se imaginaba cuánto.

Conseguir que convivan y se enriquezcan dos desconocidos no es original en la literatura: sí lo es el modo de llevar a cabo esa unión a través de la diferencia y la comprensión. Alexei está pasando una crisis por un reciente divorcio y su entrega en el colegio donde imparte clases. Conoce en la calle a Irina, una joven adolescente rebelde que busca su hueco en la vida. Suponiendo que será por poco tiempo, Alexei la recoge y oculta en su casa, sin pensar que ese día marcará para siempre sus vidas y personalidades. El lector puede llegar a sospechar cómo se van a suceder los acontecimientos, pero la historia conseguirá ir desmontando esas conjeturas. Una novela sobre «los lugares impensables en los que encontramos cobijo, la historia de dos personas que construyen un universo donde crees que todo puede ser mejor».

Javier Marrodán

86—Nuestro Tiempo otoño 2020

Victoria De Julián

Teo Peñarroja

Pepa Escribano


Un matrimonio y dos guerras

Una vida lograda

Ser buenos, no perfectos

Más allá de los pozos petrolíferos

Los fuegos de otoño Irène Némirovsky Salamandra, 2020 256 páginas, 18 euros

Chema Postigo, el hombre que hizo volar su corazón Jaume Figa. Palabra, 2020 336 páginas, 17,80 euros

30 consejos para una vida feliz Fernando Sarráis Palabra, 2020 173 páginas, 9,90 €

Una dacha en el Golfo Emilio Sánchez Mediavilla Anagrama, 2020 224 páginas, 17,50 euros

Fiel a su estilo directo, magnético y elegante, Irène Némirovsky vuelve a conquistar el espacio literario con esta novela escrita poco antes de su deportación a Auschwitz y posterior muerte en 1942. Dividida en tres partes, Los fuegos de otoño expone las pasiones, sacrificios, vicios y tensiones que vive una familia pequeñoburguesa francesa amenazada por la miseria y el dolor de las dos Grandes Guerras. Gracias a su mirada profunda y sutil, la escritora, nacida en Kiev en 1903, insufla solidez y dinamismo a todos sus personajes, fórmula que repite con éxito en otras de sus novelas, como David Golder y Suite francesa. Todo ello recreado mediante una atmósfera vertiginosa repleta de matices morales, donde los acontecimientos bélicos acrecientan los entresijos del alma humana. O, como bien resume su autora: «Las mejores escenas históricas son las que se ven a través de los personajes».

Todo ser humano aspira a una vida feliz, pero eso solo se consigue con la tarea de ser cada vez más fiel a sí mismo y más generoso con los demás. Ese fue el caso de Chema Postigo, el padre de la familia numerosa más grande de España. En la Catedral del Mar de Barcelona se celebró en 2017 un funeral al que asistieron 3 500 personas. El fallecido era un hombre normal, padre de 18 hijos (tres murieron), que vivió para ellos y para sus muchos amigos. No le quedaba tiempo para ocuparse de sí mismo, ni siquiera para lamentarse de las contrariedades. Por eso tantos acudieron para darle también algo de su tiempo y para testimoniar que Chema, miembro del Opus Dei, era un hombre de Dios. Jaume Figa tiene el mérito de haber visto que ese testimonio merecía ser difundido, por lo que entrevistó a cientos de conocidos de Chema. Así averiguó que hizo volar su corazón y el de otros muchos.

La falta de resiliencia, la necesidad de contar siempre con la aprobación de los demás y el cultivo de pensamientos negativos forman parte de un modo de vivir que nos lleva a la frustración y a veces puede acabar en algunos de los problemas psicológicos más frecuentes en nuestra sociedad. Para prevenirlos, el psiquiatra Fernando Sarráis condensa en treinta capítulos como treinta píldoras sus más de veinte años de experiencia con pacientes y alumnos. Sus consejos prácticos están basados en el convencimiento de que la persona alcanza la felicidad a través de lo bueno, lo bello y lo auténtico, y cuando consigue el equilibrio entre su razón, su voluntad y su corazón. Cómo ser personas creativas y no reactivas; cultivar los afectos positivos; afrontar los obstáculos como un reto; aprender a perder el tiempo y a reírse de uno mismo son algunas de las propuestas que el autor desarrolla.

Rocío García de Leániz

Gerardo Castillo

Lucía Martínez Alcalde

Una dacha en el Golfo recoge el relato del periodista y editor Emilio Sánchez Mediavilla sobre los dos años que residió en Bahréin. Con estilo cercano y mirada crítica, da cuenta de esta desconocida isla del golfo Pérsico. Gobernada por una monarquía suní y con pasado colonial británico, la mayoría de sus habitantes son chiíes, corriente marginada y perseguida por el Estado. Pero Sánchez Mediavilla huye de polarizaciones manidas y simplificaciones y se adentra en los pueblos de la isla para conversar con vecinos y extranjeros e incluso con disidentes exiliados. Este rico diálogo, sumado a sus vivencias y a la investigación que realiza sobre la revolución y represión bahreiní de 2011, hace de esta obra un magnífico mosaico de historias para acercarse a este país: un enclave estratégico, en permanente tensión política y social, señalado por su falta de libertad. Porque Bahréin es mucho más que el escenario de un Gran Premio de Fórmula 1 y pozos petrolíferos. Leire Escalada otoño 2020 Nuestro Tiempo —87


Libros Novedades EUNSA

Un fenómeno excepcional y extraordinario

Comunicar Protagonista para dirigir; el de la educación management futuro universitaria

El sonido de lo sagrado

Perdonar incondicionalmente: la dialéctica entre el amor y la justicia

Brújula directiva: 25 horizontes La universidad en el proyecto Enrique Sueiro Villafranca sapiencial de Alasdair 2020. 394 páginas, 20 euros MacIntyre

Lo sagrado y la música contemporánea

José Manuel Giménez Amaya 2020. 394 páginas, 20 euros

Mariana Riojas Garza 2020. 124 páginas, 10 euros

En palabras de Derrida, el perdón «no es ni debería ser normal ni normativo ni normalizador. Debería seguir siendo excepcional y extraordinario, a prueba de lo imposible: como si interrumpiera la corriente ordinaria de la temporalidad histórica». Con estas palabras cierra Mariana Riojas su primera publicación sobre el perdón y el papel que juega entre el amor y la justicia. Si bien no es fácil una descripción completa que responda definitivamente a la realidad del perdón, Riojas logra enmarcarlo en el lugar que le corresponde. Basándose en una revisión de otros autores, distingue entre perdón condicional e incondicional situando al auténtico acto de perdonar en este último, ya que el perdón es de suyo gratuito, libre y responde a la lógica de la sobreabundancia, del amor. Una investigación ardua pero fundamental para entender una de las mayores fuerzas que posee el ser humano, casi divina. Rocío Montuenga

Porque comunicar con eficacia y eficiencia requiere de una formación y porque solo la verdad, en su coherencia de palabra y acto, comunica, Enrique Sueiro sintetiza grandes y diversos saberes de la humanidad en su vertiente más práctica: prudencia, liderazgo, sentido de la vida o inteligencia contextual, entre otros. Tratados con frescura y rigor, los acompaña de vivencias personales experimentadas en los treinta años de ejercicio de este asesor de comunicación directiva. Nutrida de una vasta bibliografía, la obra supone una guía tanto para dircoms de cualquier ámbito, como para quienes aspiren a dirigir-se con soberanía personal. Su estructura pedagógica y la claridad expositiva de los temas nos sumergen en un estimulante viaje por la ciencia y el arte de la dirección y la comunicación. Jaione Inda

Alasdair MacIntyre es un referente en el estudio de cuestiones sociales y políticas. Protagonista en el debate académico sobre los fundamentos morales, tal vez se ha puesto menos atención a sus escritos sobre la educación universitaria. La universidad en el proyecto sapiencial de Alasdair MacIntyre, de José Manuel Giménez Amaya, nos ofrece un preciso análisis que contribuye a suplir esta carencia. El libro completa el trabajo publicado por el autor en 2011 sobre la propuesta antropológica de MacIntyre. Giménez Amaya desvela ahora su programa sapiencial, que hunde sus raíces en sus estudios de ética, toma forma en la búsqueda de un saber no fragmentado y se asienta plenamente en su vida universitaria. Podemos decir que el autor nos muestra que, en tal proyecto vital, presente en la obra de su maestro J. H. Newman, MacIntyre no ha sido un simple testigo más sino, también en este ámbito, un protagonista. Martín Montoya

88—Nuestro Tiempo otoño 2020

Yolanda Espiña Campos 2020. 76 páginas, 9,90 euros

Este ensayo reflexiona sobre la relación del ser humano y lo sagrado, y la expresión de este vínculo a través de la música afirmando la posibilidad de las vanguardias artísticas de manifestar esta conexión. Para ello, Yolanda Espiña ahonda en la música sacra y su evolución en Occidente a través de distintas épocas y compositores, desgranando varios elementos esenciales para discernir su naturaleza. A pesar de la complejidad conceptual de la obra, su redacción es clara y concisa. Además, Espiña aborda un análisis pertinente, ya que lo contemporáneo tiende a desligarse de todo lo que tenga connotaciones religiosas, y podría creerse que la fusión que antaño se daba no es ahora posible. Sin duda, un libro para repensar la música y la espiritualidad. Mariaje Ruiz


Libros

Clásicos: otra mirada

Aspectos de la novela E. M. Forster Debate, 1996 324 páginas, descatalogado

Siete puertas para una novela Un ciclo de conferencias sensato no debería limitarse a enlazar observaciones o frases ingeniosas en torno a cuanto promete su título genérico. Debería, más bien, apoyarse en una idea central. Por ejemplo, que en la novela existen dos fuerzas que necesita equilibrar el autor: los seres humanos y sus pretensiones y, enfrente, la diversidad de elementos que no son seres humanos. Es la médula de las charlas que el viajero, novelista y crítico londinense E. M. Forster (1879-1970) mantuvo en 1927 en el Trinity College de Cambridge y que reunió pronto en un libro esencial titulado, con minuciosa falta de precisión, Aspectos de la novela. Y con bastante sorna Forster factura las páginas del viaje largo que la novela recorre: al menos cincuenta mil palabras. Él había publicado antes de esas intervenciones obras de plasmación aún decimonónica, como A Passage to India, A Room with a View, Howard’s End, aunque había apreciado novedades como el Ulysses de Joyce o las seducciones narrativas de Virginia Woolf. Pero lo que cuenta, aseguraba Forster, es narrar. Narrar una historia: sucesos presentados en determinado

orden temporal que tienen que entroncar con la verdadera realidad humana. La intriga de la historia consiste en que el lector quiera saber qué ocurre después: «¿Y ahora qué?». Y el argumento es cosa de la inteligencia del lector y su capacidad de relacionar. No se relame Forster en establecer reglas ni enumerar principios inquebrantables: pertenecía al influyente Grupo de Bloomsbury de jóvenes que detestaban los mandamientos. Agudo, Forster no enseña cómo ensartar decenas de miles de palabras: prefiere considerar puntos cruciales. Siete, como las puertas de la perfección. Siete aspectos que se comunican como vías de acceso a esa avenencia vecinal de factores: la historia, la gente (los personajes, claro, y su visión es clarividente), el argumento, el poderío de la fantasía, la dirección de la profecía (sutilezas de Forster), la forma y el ritmo (repetir, variar, repetir, variar). El desenlace está al principio: para escribir hay que leer. Y es necesario —novedad de novedades—vivir. Y «mirarse a sí mismo de un modo distinto». Quién cuenta, y a qué distancia y perspectiva, lo cambia todo. Gabriel Unzu Olaz

DIEGO FERMÍN

otoño 2020 Nuestro Tiempo —89


Cine

NÚMEROS

36

cines americanos han proyectado Padre no hay más que uno 2, la película de Santiago Segura.

600

salas ha perdido el cine español en la última década.

Festival de Málaga: la cultura contra el virus

En la última edición del Festival de Málaga dieciséis películas, españolas e iberoamericanas, compitieron por la Biznaga de Oro.

Un evento cultural es noticia por su contenido, no por su cobertura. No es una guerra. Ni siquiera una huelga. Hay actores. Alfombra roja. Sobre el papel, nada peligroso. texto y críticas

Ana Sánchez de la Nieta

90—Nuestro Tiempo otoño 2020

La 23.ª edición del Festival de Málaga se convirtió el pasado agosto en noticia por su guerra contra el bicho. Porque este certamen —y da igual cuándo lean estas líneas— tendrá para siempre el honor de haber sido el primero que se atrevió a retar al coronavirus. Málaga iba a celebrar su festival de cine del 13 al 23 de marzo. A medida que se acercaba la fecha, los contagios crecían en España y los actos programados iban cayendo, primero con cuentagotas y luego en

torrente. Los organizadores se resistieron como fieras hasta que unos días antes no tuvieron más remedio que colgar el cartel de «Clausurado». Dos días después, un duro estado de alarma confinó a todos los españoles. Lo que ocurrió luego lo sabemos. La cultura se transformó en digital. Los ciudadanos se familiarizaron con el streaming, las salas se sustituyeron por plataformas y las firmas de libros por directos de Instagram. Con el fin del confinamiento la


Achero Mañas

Santiago Segura

Steven Spielberg Kiti Mánver

Natalia de Molina

situación se relajó un poco, pero fue un espejismo: más cancelaciones de conciertos, más eventos online, más retrasos en los estrenos. Parecía que la nueva normalidad no iba a llegar nunca para la cultura. Y, sin embargo, los organizadores del Festival se lanzaron. Pusieron fecha —finales de agosto—, estudiaron al enemigo, le tomaron las medidas al virus, escribieron protocolos, recortaron, revisaron… Y a la piscina. Los eventos en esta etapa tienen sus reglas y son muy estrictas. Desde el principio, el director del Festival, Juan Antonio Vigar, se comprometió a celebrar un certamen seguro. Eso significaba, entre otras cosas, evitar las aglomeraciones, suprimir alfombras rojas, prohibir las fiestas y prescindir de las multitudes de fans jaleando a sus ídolos. En cierto modo, significaba renunciar a algunas de las notas características de este evento, que siempre ha sido cercano, amigable, divertido: una ocasión de que la industria española se rozara con su público. Pero el covid-19 ha acabado con todo roce. Había que guardar las distancias. Y se guardaron. En los photocalls, en las ruedas de prensa y en los pases. Antes de cada sesión se nos tomó la temperatura a los periodistas, se nos recordó por activa y por pasiva que las películas había que verlas con mascarilla puesta. Y al entrar a la sala: hidrogel; y al salir: más hidrogel. Y, por supuesto, nos olvidamos del papel (ya era hora). Ni parrillas de programación, ni entradas, ni publis de las películas, ni cartones para votar premios. Todo digital y al móvil. Las ruedas de prensa en la propia sala, después de la proyección. Los photocalls individuales, con muchos metros de distancia y, sobra decirlo, con mascarilla.

Y entre actos y actos, peli y peli, entrevista y entrevista, legiones de trabajadores armados con lejía. A matar el virus… si es que se había atrevido a asomarse. Algunos veteranos directores de festivales, léase José Luis Rebordinos, se paseaban sin dejar de tomar notas. Parecían entrenadores espiando al equipo rival. Pero no eran rivales. Eran compañeros en esta guerra. Si la estrategia servía en Málaga, podría funcionar en San Sebastián, en Sitges o en Cannes. Hay que reconocer que un festival con tantas medidas de seguridad pierde un poco su esencia. El ambiente es algo más gris pero la alternativa —envasar el evento en una plataforma— resulta todavía más gris. En Málaga pudimos volver a las salas, volver al cine en formato grande. Es cierto que se cayeron de la programación algunas películas, pero también se rescataron otras. Los programadores hicieron esfuerzos para mantener un festival de nivel en el que vimos algunos de los títulos que, sin duda, funcionarán bien en la taquilla y serán carne de premios. La gran ganadora fue Las niñas, la ópera prima de la aragonesa Pilar Palomero, pero además gustaron La boda de Rosa, de Icíar Bollaín; El inconveniente, con la entrañable Kiti Mánver, o Un mundo normal, el regreso de Achero Mañas después de una década. De estos títulos iremos hablando durante los próximos números. Y, cuando estas páginas salgan a la luz, sabremos ya si la osadía de los responsables del Festival de Málaga fue el primer paso de otros valientes que decidieron hacer frente al virus con una mezcla de prudencia, disciplina, creatividad y protocolo. En el fondo, la cultura tiene mucho que ver con todo esto.

TELEGRAMAS

‘west side story’ Steven Spielberg ha terminado ya de rodar un remake del mítico musical inspirado en Romeo y Julieta. El veterano cineasta otorga un protagonismo grande a los personajes latinos. ‘rápidos y furiosos 9’ A pesar del título, los productores del esperadísimo nuevo capítulo de la saga han decidido dar tiempo al covid-19 y han retrasado definitivamente su estreno hasta 2021. ‘never gonna snow again’ Es la primera película seleccionada por un país para competir en la carrera de los Óscar. Polonia se ha adelantado al resto del mundo para elegir su candidata a ganar el premio a mejor película extranjera.

Nt

otoño 2020 Nuestro Tiempo —91


Cine

Prometo amarme El lado luminoso de la vida y respetarme

Un vecino entrañable

La boda de Rosa

Mi amigo extraordinario

Director: Icíar Bollaín. Guion: Icíar Bollaín, Alicia Luna España, 2020 ¿Quién cuida al cuidador?

No hay duda de que Icíar Bollaín es una de las cineastas españolas más solventes. Y lo demuestra una vez más con esta cinta que analiza la crisis de una mujer que, a sus 45 años, decide «apretar el botón nuclear» y empezar una nueva vida. Y para hacerlo opta por un evento algo chocante: una boda consigo misma, donde promete amarse, cuidarse y respetarse. Con esta sinopsis, cualquier cineasta más frívola habría rodado un esperpento. Bollaín, apoyada en un quinteto de actores sobresalientes liderados por una magistral Candela Peña, consigue un título interesante, con aristas, imperfecto, de discurso complejo y resolución, en mi opinión, condescendiente pero que interpela y reta, en cualquier caso. La cineasta madrileña se plantea en el fondo dos cuestiones universales: la necesidad de la autoestima y de cuidar a quienes cuidan. Dos reclamos humanos que merecen estar en la agenda de cualquier gobernante. 92—Nuestro Tiempo otoño 2020

Mi hermano persigue dinosaurios Director: Stefano Cipani Guion: Fabio Bonifacci. Italia, 2019 De YouTube, a la pantalla grande.

Dirección: Marielle Heller Guion: Fitzerman-Blue, Harpster EE. UU., 2019 Para enemigos del cinismo.

Una película que surge de donde lo hace una gran parte de la cultura actual: de YouTube. Giacomo Mazzariol subió un corto en el que recreaba una entrevista de trabajo a su hermano pequeño Giovanni, que tiene síndrome de Down. El vídeo se viralizó rápido y Giacomo, con sus 19 años, decidió contar su vida en una novela: Mi hermano persigue dinosaurios, un entrañable texto en el que narraba su lucha para desterrar la vergüenza que sentía en su adolescencia por tener un hermano con síndrome de Down. La novela se convirtió primero en best seller y ahora en película. La historia conmueve y transmite una visión sobre la familia muy enriquecedora. Con unas interpretaciones llenas de espontaneidad y frescura y un guion ameno y profundo a la vez, esta cinta italiana ha arrasado en la taquilla. No me extraña. En el fondo, estamos ansiosos de buenas historias que reflejen el lado luminoso de la vida. Aunque este lado tenga también sus sombras.

Fred Rogers fue un famoso presentador norteamericano que tuvo un programa en la televisión desde 1968 hasta 2001. El objetivo de Rogers era muy claro. Su fe cristiana le impulsó desde joven a buscar caminos de evangelización y descubrió que la televisión era un medio estupendo para recordar a los niños lo valiosos que eran y lo importante que es en la vida cultivar el amor, la amistad y el agradecimiento. En 1998, la revista Esquire dedicó al presentador un perfil. El periodista que lo escribió era famoso por su cinismo, pero Rogers consiguió conquistarlo. Se hicieron íntimos amigos. Y esa amistad ha saltado a la pantalla grande en forma de película. En estos tiempos de posverdad y escepticismo, Mi amigo extraordinario es un título muy estimulante, de esos que hacen que el espectador medio se reconcilie con el cine. Porque el séptimo arte, como todos los anteriores, no puede —o mejor, no debe— renunciar a la catarsis. A esa capacidad que

tiene el arte de hacernos mejores. Estamos ante una película muy clásica en su hechura audiovisual, una película que busca ser fiel a los hechos y contarlos al espectador de una manera lineal, sin vocación de estilo, pero sin renunciar a un lenguaje audiovisual eficaz. En ese sentido, la puesta en escena, que recrea los escenarios del famoso programa, y el tono, que reproduce el que utilizaba el presentador para hablar a los niños, son elementos clave para entender al personaje y la huella que dejó en millares de hogares americanos. La cinta cuenta con la interpretación sobresaliente de Tom Hanks, nominado a un Óscar por dar vida a un figura que, según confiesa, es de las que más le ha marcado en su larga vida profesional.


España, años 90

El drama de Abby El discreto Johnson encanto de lo vulnerable

Las niñas

Unplanned

La amabilidad de los extraños

Dirección y guion: Pilar Palomero España, 2020 Para los que eran jóvenes en tiempos de la Expo.

Dirección y guion: Chuck Konzelman, Cary Solomon EE. UU., 2019 La importancia de los hechos reales.

Dirección y guion: Lone Scherfig Dinamarca, 2019 Para los aficionados a los pequeños dramas humanos.

La fuerza de esta película es la de su protagonista en la vida real: Abby Johnson, una joven americana de raíces cristianas que, después de someterse a dos abortos, dirigió una clínica abortista de la poderosa organización Planned Parenthood. Johnson decidió abandonar su trabajo después de asistir a una interrupción del embarazo por succión. A partir de ese momento, dedicó una gran parte de su vida a mostrar lo que ella experimentó en primera persona. Cinematográficamente estamos ante una película muy imperfecta, con problemas de ritmo y un guion que se empeña en subrayar lo que, con solo mostrar, es suficientemente elocuente. Pero, a pesar de todo, se trata de una cinta valiosa que ayuda a entender la complejidad de un problema como el aborto y a conocer la trastienda de algunas organizaciones que, bajo el deseo de ayudar a las mujeres, esconden intereses mucho menos honorables.

Una joven enfermera dirige en su tiempo libre a un grupo de terapia con una decena de personas que tratan de encarrilar sus vidas reuniéndose en los locales de una iglesia. En la intimidad de esos coloquios surgen amores y desamores, traumas, crisis y recomienzos. La directora danesa Lone Scherfig vuelve a demostrar su maestría a la hora de construir personajes vulnerables pero sumamente empáticos. El título alude a la capacidad de ser amables para alguien a pesar de las limitaciones y defectos. La película es irregular: hay pasajes más conseguidos y otros que se diluyen hasta casi desaparecer, pero queda en la atmósfera del guion un buen montón de interrogantes sobre cuestiones vitales: la familia, la soledad, el perdón o la fe. Scherfig no le teme a los argumentos duros, no rehúye la presencia del drama ni de la miseria moral pero no se queda en ella. Es capaz de trascender. Es una constante de su filmografía. Y uno de sus máximos valores.

La aragonesa Pilar Palomero ha convencido a la crítica con esta ópera prima en la que recrea, a través de la mirada de una adolescente huérfana de padre, la España de los noventa. Palomero comenta que ha querido reflejar en esta cinta las contradicciones de una España que presumía de moderna y que no lo era tanto. Sin entrar a valorar su discurso, ha conseguido retratar con acierto y precisión casi documental un tiempo histórico. Cualquiera que haya vivido esa época se encontrará en terreno conocido al ver esta película. Otra cosa es que el revisionismo siempre tiene sus riesgos y, aunque se nota el deseo de no manipular, lo cierto es que al poner los acentos en algunas cuestiones —la educación religiosa, por ejemplo— la crítica de Palomero puede percibirse como algo escorada. Es verdad que pecaba de exceso de formalismo y falta de comprensión —algo que los últimos papas por ejemplo han tratado de corregir—. Sin embargo, la sociedad misma

era formalista y poco misericordiosa. Así se muestra en la película al abordar la relación entre la madre y la hija, una interesantísima subtrama que termina con un plano final antológico. A nivel interpretativo, la cinta es un prodigio. Natalia de Molina hace patente que es una de las mejores actrices de su generación mientras que las jóvenes intérpretes, las niñas, que trabajaron con un guion muy abierto que dio alas a su improvisación, confirman que el cine español no tiene problemas de falta de cantera.

otoño 2020 Nuestro Tiempo —93


Series

NÚMEROS

160

segundos dura el vídeo, grabado por Fox UK, que resume los 147 capítulos de The Walking Dead emitidos durante una década.

26

años cumplió la serie Friends el 22 de septiembre. A pesar de su longevidad, sigue enganchando a la generación Z.

Michael Jordan: dios de sus triunfos

The Last Dance documenta el mejor equipo de baloncesto de la historia. texto Alberto N. García

[Com 00 PhD 05] es profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural

94—Nuestro Tiempo otoño 2020

Cuando Michael Jordan se retiró por segunda vez, tras ganar su sexto anillo de la NBA, el diario Marca clavó una portada memorable. Aparecía el jugador sentado en el suelo, con su media sonrisa tras alguna genialidad, bajo un titular melancólico: «Y ahora, ¿a qué jugamos?». Porque con su adiós se clausuraba una época, la más dorada de la historia del baloncesto, la que comenzó con Magic y Bird y alcanzó el cielo con el Dream Team. Sí, es cierto que Jordan regresó ya cuarentón a los Washington Wizards, pero hasta el

documental que nos ocupa sabiamente olvida aquel vano intento por autosabotear su propia leyenda. Jordan dio identidad a los Bulls. Él era el planeta en torno al que giraban satélites como Pippen o Rodman. Y esa «galaxia Jordan» se narra con precisión en el entretenido The Last Dance, un documental de diez episodios que ha emitido Netflix en coordinación con ESPN, la cadena de deportes estadounidense. Resulta lógico su éxito, puesto que al picor de la nostalgia había que sumarle


Friends

un concienzudo trabajo de archivo, unas entrevistas sabrosas a los protagonistas que permiten recalibrar el pasado desde el hoy, y un hasta ahora inédito metraje de la última temporada de aquellos grandiosos toros de Chicago. Lo extraño es que lo rodado no hubiera visto la luz antes. The Last Dance puntea partes ligeramente controvertidas —¿dónde está Craig Hodges, purgado por sus críticas políticas?, ¿qué fue del Jordan post-98?—, pero en general es un monumento al genio atlético. Emergen varias de las polémicas de Jordan —desde su gusto por las apuestas y los casinos hasta su odio a los Pistons—, pero jamás se traspasa la línea de lo permisible. Narrativa y dramáticamente, The Last Dance es un documental tradicional. Ahora que joyas del true crime han obtenido popularidad (Tiger King, Making a Murderer, The Jinx) y obras históricas han alcanzado nuevas audiencias (The Vietnam War, Leaving Neverland), centrar diez horas en recontar la vida de uno de los mejores deportistas parecía una apuesta segura. Showtime a borbotones: canastas imposibles, remontadas épicas, playoffs míticos, cuartos de ensueño… En todo caso, lo que más llama la atención en The Last Dance es el gigantesco cambio social y cultural que se percibe. Y no solo por los kilométricos habanos que se fuma ese portento de la naturaleza que fue Jordan, sino por dos cuestiones espinosas que los años han virado: la competitividad extrema y la cuestión racial. Por un lado, se ha criticado cómo Jordan trataba a sus compañeros de equipo, empujándolos al límite física y verbalmente. Bullying deportivo, incluso. Pero es que Jordan vivía de forma enfermiza para la victoria y su misión era conducir a

Chicago a los anales de la historia. La empatía solo entraba en la pista si servía para multiplicar en la senda del éxito. Él exigía el cien por cien porque siempre se dejaba hasta la última gota de energía en la cancha. A posteriori resulta fácil criticar a Jordan por sus modos, en lugar de medirlo por sus logros. Lo indudable es que quienes jugaron con él se aprovecharon de una excelencia colectiva como nunca habrían soñado. Con él se hicieron mejores jugadores de baloncesto y personas más ricas y populares. Aceptaron el coste que Jordan les imponía… porque los beneficios compensaban con creces. El segundo aspecto que llama la atención —sobre todo en estos tiempos de agitación identitaria por el Black Lives Matter— atañe al moralismo que se le demanda a la estrella deportiva. A Jordan se le medía por lo que hacía en la pista. Su famoso «Los republicanos también compran zapatillas» se ha catalogado retroactivamente como una traición, cuando no era otra cosa que el pragmatismo de un tipo que vivía por y para el beneficio deportivo. Los que le reclaman gestos políticos olvidan que Jordan logró que todos los niños del mundo —sin importar raza, sexo o credo— quisieran ser como él. Con su trabajo bien hecho logró mayor visibilidad y normalización racial que cualquier otro negro del siglo xx. Nadie allá por los noventa se ponía a medir cuotas —¿cuántos judíos hay en la NBA?—, sino que se confiaba en la meritocracia y se admiraba al que sobresalía. Jordan era básicamente eso: un ejemplo de cómo el talento y el esfuerzo hablan con mucha más elocuencia que cualquier ideología. Porque Jordan no quiso ser una víctima, sino el soberano de sus circunstancias. El dios de sus triunfos.

APUNTES

un vuelo de regreso El excesivo Ryan Murphy sigue produciendo series para Netflix. La siguiente en aterrizar será Ratched, una precuela de la inquietante enfermera que protagonizaba, junto a Jack Nicholson, la oscarizada Alguien voló sobre el nido del cuco. Años cincuenta, un manicomio y una villana memorable. Siniestro. más stephen king Una de las novelas más celebradas del mago del terror es The Stand, traducida al español como Apocalipsis. Ambientada en un mundo distópico en el que un virus ha diezmado la población mundial, el rodaje de la miniserie de la CBS se tuvo que detener por el coronavirus. Irónico. ‘antidisturbios’ en movistar En paralelo al éxito de La unidad, Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen han creado una de las propuestas más ambiciosas de la pujante ficción televisiva española: un thriller realista y con un diseño de producción ambicioso centrado en la labor de un grupo de antidisturbios. Atrevida.

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Música

consagrados Ha llovido mucho desde que «Popular», el single que les dio a conocer alrededor del mundo, fuese parte de la programación diaria de la MTV. Diez trabajos revelan que la trayectoria de Nada Surf queda lejos de un prejuicioso one-hitwonder [grupo de un solo éxito].

Nada Surf, optimismo grabado a fuego Hace 25 años, en Malasaña, las canciones de Nada Surf empezaban a sonar en los locales underground. Se originó un fuerte vínculo entre la banda y los melómanos de nuestro país. Casi tres décadas y un decálogo musical después, esa mutua admiración no ha parado de extenderse. texto Alberto Bonilla [Com 12]

Tu aura brilla más es un disco que homenajea a Let Go, uno de los trabajos de los norteamericanos Nada Surf. En él colaboran algunas de las bandas más relevantes del panorama independiente español: Viva Suecia, La Habitación Roja o Lori Meyers. Es uno de los discos tributo que mejor revela los lazos creados entre la música española y una banda internacional. Nadie sabe explicar por qué ni en qué momento dio comienzo ese amor recíproco. Puede que el bajista de Nada Surf, Daniel Lorca, nacido en Madrid y que pasa largas temporadas entre Ibiza y Nueva York, tenga parte de culpa de ello. O puede que sea por el casi centenar de conciertos que han dado en España. O que el exigente público patrio, que busca rentabilizar hasta el último céntimo de la entrada, siempre ve recompensada su inversión cuando acude a verlos. 96—Nuestro Tiempo otoño 2020


DISCOGRAFÍA

High/Low [1996]

Let Go [2002]

Los pilares de la efectiva fórmula de Nada Surf se asientan principalmente en dos negaciones: no decepcionan, no engañan. Desde «Popular», que dio la vuelta al mundo en 1996, no han parado de facturar canciones accesibles y memorables. Tras el enorme éxito de su primer álbum, y ante la incapacidad de la banda de contentar a su discográfica, que buscaba un segundo trabajo continuista, decidieron publicar por su cuenta su segundo largo, The Proximity Effect, que incluye melodías como la trepidante «Hyperspace» y temas más íntimos y controvertidos como «Robot», que trata los abusos en las relaciones sentimentales. Esa ruptura con lo que se podía esperar de ellos fue el inicio de una trayectoria que nos ha dejado inolvidables canciones de amor y nostalgia como «Always Love», la dylanesca «Blonde on Blonde» o una de las melodías más delicadas e imperecederas de su música: «Blizzard of 77». Precisamente esta última se encarga de abrir Let Go, el disco que marcó para siempre el camino de unos Nada Surf que dejaron de lado las joviales guitarras de sus inicios en favor de un perfil más reposado y apacible. «Volvimos a hacer música sin pensar en las consecuencias ni en cómo la iban a juzgar. Después del subidón de “Popular” fue como volver a la normalidad. Nosotros no éramos un grupo de tocar en estadios, sino en salas de quinientas personas. Como mucho dos mil», confesaban en una entrevista. Tras tres años de parón y en medio de la revolución digital, presentaron en 2005 The Weight Is a Gift, que permanece desaparecido del catálogo de Spotify, y que recopila canciones como la mencionada «Always Love» —incluida en la banda sonora de ficciones como One

You Know Who You Are [2016]

If I Had a Hi-Fi [2010]

Tree Hill, Cómo conocí a vuestra madre o el film Disturbia— o «Blankest Year», que no resulta raro escuchar en el cierre de sus directos. En 2008 llegó Lucky, un trabajo que recoge alguna de sus composiciones más maduras. «See These Bones», inspirada en un viaje a Roma del vocalista Matthew Caws, nos habla de la inmortalidad y de la fugacidad de la vida; «Weightless» nos sitúa en los problemas y las prisas propias de la vida adulta; y «Whose Authority» —por si interesa, la favorita de servidor— gira, como apunta Daniel Lorca, en torno al problema con el que se encuentra una persona que no tiene fe y no puede creer ciegamente en algo ni agarrarse a ello. En 2010, como descanso creativo y autocomplaciente, estrenaron If I Had a Hi-Fi, con versiones de Bill Fox, Spoon o Kate Bush, donde también podemos encontrar una cover del famoso «Enjoy the Silence» de Depeche Mode o una «Evolution» de los españoles Mercromina cantada en un afanoso castellano. Cierran su discografía The Stars Are Indifferent to Astronomy («Teenage Dreams» o «When I Was Young», por ejemplo), You Know Who You Are («Rushing», «Cold to See Clear» o «Friend Hospital») y el más reciente Never Not Together («So Much Love» o «Something I Should Do»), señalado tanto por la crítica musical como por el público como el cénit en su colección pop-rock. Cuenta el líder de la banda, Matthew Caws, que no les preocupa demasiado que alguien no entienda sus letras porque «la gente comprende la emoción sin entender las palabras» y en Nada Surf se cumple esta premisa. Un viaje emocionante que se completa con unas letras plagadas de contextos vitales, crítica social y, cómo no, amor.

Never Not Together [2020]

APUNTES

cambiar las cosas En 2019 Nada Surf estrenó una canción dirigida al congreso de EE. UU., «Song For Congress», donde criticaba la separación de familias en la frontera entre México y Estados Unidos. «La música puede viajar de formas inesperadas y valía la pena intentarlo», escribió Matthew Caws. en la pantalla El interés de Nada Surf por versionar a otros artistas viene de antes de estrenar su álbum If I Had a Hi-Fi. Como ejemplo, la versión de uno de los mayores éxitos de la banda de rock alternativo Pixies, «Where Is My Mind?», que forma parte de uno de los momentos cumbre de El club de la lucha. malasaña Cuenta Daniel Lorca que la primera vez que trajo a sus compañeros de banda a Madrid los llevó a Malasaña y les dijo: «Vamos a ir a esa plaza que veis allí [Dos de Mayo], pero de camino cada vez que escuchemos que un bar está poniendo música buena tenemos que entrar y tomarnos una copa». No llegaron jamás a la plaza.

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Escena

jean-jacques rousseau, de ‘el contrato social’

«El hombre ha nacido libre, y por doquier está encadenado. Hay quien se cree amo de los demás, cuando no deja de ser más esclavo que ellos»

Beethoven encadenado

La escenografía, obra de Leibinger, crea una continuidad en el espacio a través de una forma helicoidal.

En el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, su única ópera, Leonore-Fidelio, se sigue revelando como un yacimiento inagotable. texto Felipe Santos [Com 93]

@ultimoremolino fotografía Monika Rittershaus

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Justo antes del estallido de la pandemia, en Viena ya se conmemoraba un nuevo aniversario de uno de sus más ilustres moradores: Ludwig van Beethoven. Los carteles de los dos principales teatros de la ciudad anunciaban una de sus creaciones más paradójicas y sugerentes. Aunque siempre estuvo en contacto con la música escénica, la ópera se le resistió hasta el final. Fidelio es una obra largamente gestada y pesadamente concebida; la antítesis de lo que se suele tener por la crea-

ción de un genio. Primero, le costaría un gran esfuerzo encontrar el libreto adecuado. Luego, alumbraría una partitura que estrenó en medio de un toque de queda, el de 1805. El patio de butacas que presenció los primeros pasos del Beethoven lírico estaba poblado por militares franceses que acababan de tomar la ciudad. El ambiente no podía ser más frío, sobre todo porque en el núcleo hay un coro de prisioneros que clama por su libertad. En aquel momento, la ópera se llamó Leonore, como la heroína,


una carrera en ascenso La alemana Amélie Niermeyer inició su carrera de directora de escena a los 23 años en el Residenz Theater de Múnich. Ha llevado la batuta en óperas y teatros en Basilea, Los Ángeles, Salzburgo, Baviera y Hamburgo. Desde 2011, imparte clases en el Salzburg Mozarteum. Para Christoph Waltz, Fidelio es su tercera ópera como director de escena. Este reconocido actor cinematográfico estudió en el Max Reinhardt Seminar de Viena y en el Lee Strasberg Theatre and Film Institute de Nueva York.

que ingresa en una prisión en busca de su marido encerrado por motivos políticos. Para poder acercarse, se hace pasar por vigilante de la cárcel como Fidelio. El fracaso llevó a Beethoven a revisar la partitura dos veces hasta la definitiva de 1814, más corta, con una obertura nueva y el nombre del disfraz de Leonore por título. La obra muestra a un creador falible, que no cierra del todo la composición de su única ópera. Sin embargo, es en su naturaleza fragmentaria donde radica su riqueza. Lejos de contar con un libreto que funcione como un reloj, lo que se despliega ante nosotros es una metáfora inagotable sobre dos mundos que corren en paralelo, el inferior de la cárcel y el de la superficie, en el que el personaje ha de desdoblarse para transitar entre ellos y rescatar al mundo inferior de las tinieblas. Las nuevas lecturas de esta ópera tratan de recuperar la importancia del primer intento del compositor. No en vano, las dos producciones vistas en Viena a comienzos de año versan sobre las partituras de 1805 y 1806, y dejan a un lado la última, la más tradicional y representada. En Fidelio Urfassung (Leonore), Amélie Niermeyer realiza un esfuerzo dramatúrgico de gran interés, con una Leonore desdoblada en escena, una soprano y una actriz vestidas igual que dialogan entre ellas como si fueran los pensamientos de la heroína: la que actúa y la que se cuestiona cada acto. La dualidad es ese otro yo que introduce la duda y hace vacilar ante lo que requiere fe y voluntad. Un otro yo perverso, pensante, dialéctico, que al final se llevará la peor parte. En esta versión, la liberadora cobra el protagonismo que siempre mereció. El momento culminante en que rescata a su marido de la prisión es solo el deseo imaginado por Leonore mientras agoniza

tras ser apuñalada por el jefe de la cárcel. El Fidelio de Christoph Waltz es más respetuoso con la tradición y pone el acento en la dualidad oscuridad-luz. Para ello se ayuda de una escenografía obra del arquitecto berlinés Barkow Leibinger basada en una superficie helicoidal que sube y desciende sin fin para crear una continuidad en el espacio. Se parece al proyecto que diseñó el vietnamita Khoa Vu para la Potrero Hill Branch Library de San Francisco. Por eso, el deslumbrante coro de prisioneros adquiere aquí una mayor relevancia, mientras que el cuarteto —seguramente una de las piezas más bellas compuestas por Beethoven— lo hace en la otra producción. Además de los ideales revolucionarios, los pentagramas de esta ópera encierran también parte de la propia tragedia vital del compositor. Mientras bosqueja las primeras notas, empieza a advertir una paulatina pérdida de audición. En junio de 1801 escribirá al médico Franz Wegeler: «En los últimos tres años, mi sentido del oído se ha debilitado progresivamente […] Si tuviera otra profesión, todo sería más fácil, pero en mi trabajo esta situación es terrible […].En los últimos tiempos he maldecido a mi vida a menudo. Plutarco me ha enseñado la resignación. Debo afrontar mi destino, aunque en ocasiones me sienta la más infeliz de las criaturas de Dios. ¡Resignación! ¡Resignación! ¡Qué miserable el refugio es el que se me deja…!». Podemos, por tanto, encontrar un paralelismo entre el universo en que estaba sumido Beethoven a causa de su sordera —un silencio desvaído en el que el mundo se revelaba lejano y turbio— y el de la privación de libertad de Florestán, el marido de Leonore, alejado de la luz y amarrado a la roca por unas cadenas.

FICHA ARTÍSTICA

Fidelio, versión en dos actos de 1806. Theater an der Wien, marzo de 2020. Director de escena: Christoph Waltz. Escenógrafo: Barkow Leibinger. Figurinista: Judith Holste. Iluminador: Henry Braham. Intérpretes: Eric Cutler, Nicole Chevalier, Gábor Bretz, Christof Fischesser, Mélissa Petit, Benjamin Hulett, Károly Szemerédy. Coro: Choir Arnold Schoenberg Chor. Orquesta Sinfónica de Viena, dirigida por Manfred Honeck. l

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FICHA ARTÍSTICA

Fidelio Urfassung (Leonore), versión en tres actos de 1805. Ópera de Viena, febrero de 2020. Directora de escena: Amélie Niermeyer. Escenógrafo: Alexander MüllerElmau. Figurinista: Annelies Vanlaere. Iluminador: Gerrit Jurda. Dramaturgia: Yvonne Gebauer. Intérpretes: Jennifer Davis, Katrin Röver, Benjamin Bruns, Falk Struckmann, Thomas Johannes Mayer, Samuel Hasselhorn, Chen Reiss, Jörg Schneider. Orquesta de la Ópera de Viena, dirigida por Tomáš Netopil. l

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Arte

la vida en pausa

La mayor exposición sobre Rafael Sanzio, el genio de Urbino, tuvo que cerrar el 8 de marzo, a los tres días de su inauguración. En aquel momento, se habían vendido 75 000 entradas y los organizadores esperaban alrededor de 600 000 visitas.

La maldición de Rafael

Escuela de Atenas, pintada por Rafael entre 1510 y 1512 en el palacio vaticano.

La muerte truncó la fulgurante trayectoria de Rafael Sanzio y cinco siglos después el coronavirus ha empañado la celebración de su aniversario. texto Pedro Luis Lozano Uriz, crítico

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Prácticamente cualquier persona podría citar sin esfuerzo pinturas icónicas de Leonardo da Vinci —La Gioconda o el Hombre de Vitruvio— o de Miguel Ángel —la Capilla Sixtina, el Moisés o el David—. ¿Y de Rafael? Más allá de los estudiantes de Filosofía que conocen su Escuela de Atenas, probablemente su obra más reproducida es un pequeño fragmento de su Madonna Sixtina: dos angelitos traviesos apoyados en el marco que se han convertido en un símbolo kitsch y adulterado de su trabajo.

Aunque con el paso del tiempo la fama de Rafael Sanzio (1483-1520) se ha diluido ante la de sus rivales, Italia no olvida a su genio y llevaba varios años organizando la celebración del quinto centenario de su fallecimiento. La muestra más ambiciosa, que reunió 204 obras dispersas por el mundo, se inauguró el 5 de marzo en la Scuderie del Quirinale de Roma pero tuvo que cerrar tres días después: la pandemia dejó en suspenso todos los actos programados.


así salió rafael de la cuarentena

Después de tres meses suspendido por el covid-19, el evento cultural del año en Roma pudo completarse finalmente del 2 de junio al 30 de agosto bajo unas condiciones de seguridad muy estrictas. La exposición dedicada a Rafael reabrió sus puertas en la Scuderie del Quirinale gracias a la solidaridad de la Galería Uffizi de Florencia y de otras 52 instituciones, entre las que se encuentran el Louvre, el Museo del Prado y la National Gallery, que accedieron a prolongar sus préstamos.

Tras cinco siglos y tres meses, el legado de este genio renacentista volvió a brillar bajo los focos el 2 de junio, esta vez definitivamente. El punto de partida del proyecto expositivo «Raffaello 1520-1483» es el 6 de abril de 1520, fecha en que la muerte le sobrevino a los 37 años, y desde ahí recorre marcha atrás las tres etapas de su vida: de Roma a Florencia, hasta llegar a sus raíces en la ciudad de Urbino, donde nació otro 6 de abril, de 1483. Según explicó la directora del comité científico de la exposición, Sylvia Ferino, este inusual relato pretende que el público comprenda «hasta qué punto fue devastadora la prematura muerte de Rafael», que atravesaba el mejor momento de su carrera. «Tenía proyectos para Villa Madama y también para la reconstrucción de la basílica de San Pedro. La gran pregunta que nos formulamos es qué habría pasado si hubiese vivido cincuenta años más, como Miguel Ángel», señaló. Ya desde su juventud, a Rafael le sonrieron la fama y la fortuna. Frente al hosco carácter de Miguel Ángel y las excentricidades de Leonardo, su delicadeza y saber estar le abrieron las puertas de la sociedad italiana. Sus contemporáneos le definieron con la palabra grazia, signo de perfección estética, gusto comedido, gesto oportuno y equilibrio. Sin embargo, no todo fue fácil para el joven de Urbino. La desgracia marcó su niñez: su madre murió cuando él tenía ocho años y su padre, el también pintor Giovanni Santi, tres años después. Algunos autores atribuyen a esta circunstancia su especial sensibilidad a la hora de plasmar madonnas y sagradas familias. En el taller de Pietro Perugino, Rafael adquirió la elegancia, el colorido y el suave dibujo característicos de su maestro. Pero pronto, en 1504, se trasladó a la Florencia de Leonardo, que entonces tenía 52 años,

y de Miguel Ángel, que con 29 ya había hecho el David. Aunque admiró a ambos, la impronta de Leonardo —su esquema compositivo y sus sfumatos— revolucionó su pintura. El periodo más prolífico de Rafael transcurrió en la curia romana, donde, a partir de 1508, trabajó a las órdenes de los papas Julio II y León X. Con tan solo 25 años, firmó su primer fresco en solitario en la estancia de la Signatura del palacio vaticano. Las pinturas, desde el techo hasta los zócalos, componen un ciclo iconológico complejísimo, con paredes destinadas a la filosofía, la teología, la poesía y la justicia. Julio II quedó asombrado por la belleza, la armonía cromática y su increíble capacidad para crear escenas equilibradas con decenas de personajes interactuando entre sí. En Roma Rafael se consagró como uno de los maestros del Renacimiento. Con cada nuevo encargo sumaba riqueza y prestigio. Realizó pinturas murales, retratos, proyectó palacios y capillas, fue nombrado arquitecto de San Pedro, jefe de Antigüedades de Roma, diseñó los tapices para la Capilla Sixtina y llegó a tener un taller con cincuenta ayudantes. La despedida del artista más importante de Roma, entonces la capital artística del mundo, evidencia la admiración que despertó en la época. Según sus deseos, yace en el emblemático Panteón de Agripa, lo que constituye el mayor reconocimiento hecho a un artista. Tanto es así que junto a él solo descansan los mártires de las catacumbas y los primeros reyes de Italia. El epitafio, dispuesto por su amigo el cardenal Pietro Bembo, alaba la fuerza creativa de un pintor y arquitecto universal: «Este es Rafael, por quien la Naturaleza, madre de todas las cosas, temió ser vencida y morir con su muerte».

APUNTES

el «príncipe de las artes», desde el sofá La Scuderie del Quirinale ha creado la web especial «Raffaello. 1520-1483» con numerosos recursos gratuitos para acercarse de forma virtual a la figura del célebre artista del Renacimiento. Además de recorridos por las salas expositivas, Sky Arte ofrece parte del documental Rafael. El príncipe de las artes, sobre la corta pero deslumbrante vida de Rafael.

La plataforma Musement ha lanzado el museo virtual «Conmemorando a Rafael», que permite pasear por pinacotecas y galerías de más de treinta ciudades en once países y redescubrir, a través de nuestras pantallas, las principales obras del maestro italiano.

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HISTORIAS MÍNIMAS Ignacio Uría

Siempre fiesta

personas. La inauguración, en la primavera de 1894, supuso un acontecimiento espectacular. Acudieron políticos, escritores, toreros, artistas y mucha, mucha gente del pueblo. Dicen, incluso, que el futuro rey Alfonso XIII asistió de incógnito. En el Beti-Jai solo jugaban profesionales (el Manco de Villabona, Grande de Rentería…), que gastaban camisas blancas con las iniciales del jugador. Así, aun quitándose la txapela y el cinturón, se les podía reconocer. El negocio funcionó desde el primer momento gracias al instinto empresarial de su gerente, Indalecio Sarasqueta, alias Chiquito de Éibar, que también había sido pelotari, incluso en Argentina. Según la prensa de la época, «el jugador más maravilloso, más artista y más popular […], el que regeneró el juego vascongado». Esta experiencia la aplicó en la explotación del Beti-Jai, que siguió abierto hasta los años veinte, cuando el general Primo de Rivera suprimió las apuestas, verdadero corazón de la pelota. Durante la Guerra Civil, el frontón encajó muchos golpes, «La inauguración del Beti-Jai, en la primavera pero no de la piel contra la piedra, sino de puños contra huesos, de 1894, supuso un acontecimiento espectacular. al convertirse en cárcel republicana. Con el franquismo, sirvió Acudieron políticos, escritores, toreros, artistas y de lugar de ensayo de bandas musicales de la Falange, y en los mucha mucha gente del pueblo. Dicen incluso que cincuenta se vendió a Citroën. Ya en la transición, el Beti-Jai acogió veladas de boxeo, conciertos de rock y hasta concursos el futuro rey Alfonso XIII asistió de incógnito» caninos. Después llegaron el silencio y la ruina. La penúltima desgracia se llamó corrupción urbanística cuando se quiso esL BETI-JAI ES UN FRONTÓN EXILIADO. Lo pecular con los terrenos para construir un (otro) hotel de lujo, digo porque está en Madrid y eso da nombre, pero ambición que cayó en saco roto. también un poco de pena. Desde siempre, los fronPese a disfrutar de la declaración de bien de interés cultural, tones añoran el sirimiri y las apuestas, los gritos en el Beti-Jai agonizó tres décadas, hasta que en 2015 la plataeuskera, los habanos y los bailes de romería después de la fiesta forma Salvemos el Beti-Jai y la asociación Hispania Nostra mayor de la villa. consiguieron que el Ayuntamiento de Madrid lo expropiara. La En su día, el Beti-Jai —Marqués de Riscal 7, a un paso de la operación costó treinta millones de euros más otros cinco de Castellana— brilló como el rey de los frontones. Su construcreconstrucción, pero se salvó de la ruina. ción costó cien mil duros y comenzó en 1893 dirigida por JoaEste frontón único se reinauguró el pasado agosto con uso quín Rucoba, el arquitecto del Ayuntamiento de Bilbao y del cultural y quizá se abra una escuela de pelota para resembrar Arriaga. En el proyecto del Beti-Jai no se escatimó una peseta y en Madrid la afición por este magnífico deporte, que cuenta se basó en un frontón donostiarra del mismo nombre. Al inaucon federaciones en Argentina, Cuba, Estados Unidos o Filipigurarse, la revista madrileña El Pelotari sentenció: «Hablamos nas, por citar algunas. Incluso ha sido deporte de exhibición en de un edificio ecléctico y airoso, artístico y varias Olimpiadas; la última, Barcelona 92. elegante». Desde hace tres cuartos de siglo no se ceLA PREGUNTA DEL AUTOR Por entonces, la pelota vasca contaba con lebra un partido de pelota vasca en Madrid y programación diaria en Madrid —ciudad que va siendo hora de solucionarlo. El Beti-Jai lo ¿Son las apuestas ya alcanzaba los ochocientos mil habitanespera. Muchos de nosotros también. compatibles con el tes— y las apuestas eran jugosas de verdad. deporte? ¿Deberían Así que el Beti-Jai (en español, «Siempre Ignacio Uría [Der 95 PhD His 04] es profesor prohibirse? de Historia en la Universidad de Alcalá. fiesta») se unió a otros de la capital, donde @Ignacio_Uria entonces había dieciocho frontones. Con la apasionante excepción del toreo, a principios del siglo xx escaseaban las diver@NTUnav siones populares. De modo que la pelota se Opine sobre este asunto en extendió con rapidez: hasta doscientos mil Twitter. Los mejores tuits se espectadores asistían a los partidos. Ahí bripublicarán en el siguiente número. lló el Beti-Jai, en gran medida por su céntrica ubicación y su enorme aforo de cuatro mil

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Vida y lenguaje entretejidos

La importancia de las palabras 104—Nuestro Tiempo otoño 2020

ILUSTRACIONES: SR. GARCÍA

ENSAYO


«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». Este aforismo del filósofo Ludwig Wittgenstein guarda una gran verdad. Con nuestras formas de expresión no solo decimos cosas, sino que nos relacionamos con el mundo y con los demás. Con el lenguaje hacemos cosas: alabamos, insultamos, rezamos, apostamos, herimos. Nuestro lenguaje nos relaciona con el mundo; por eso hemos de huir de una ambigua neolengua orwelliana y aspirar a decir la verdad. Nuestras palabras están vivas no porque las palabras signifiquen mágicamente algo por ellas mismas, sino porque con ellas vivimos. Son una cuestión moral. Por eso es decisivo cuidar no solo qué decimos, sino cómo lo decimos. JAIME NUBIOLA Catedrático de Filosofía. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra.

hace más de sesenta años john l. austin, el concienzudo filósofo de Oxford que había dirigido el servicio de inteligencia aliado en el desembarco de Normandía, impartió un curso en Harvard que llegaría a ser muy famoso. Llevaba por título «Cómo hacer cosas con palabras» [«How to Do Things with Words»]. A lo largo de sus doce lecciones, Austin llamaba la atención sobre el fenómeno común —pero pocas veces advertido hasta entonces— de que a menudo, al decir algo no estamos solamente afirmando algo, sino que además hacemos algo: prometemos, alabamos, insultamos, rezamos, apostamos, expresamos nuestra condolencia, pedimos perdón, etcétera. Hablar no es meramente decir cosas sino que, al hablar, estamos relacionándonos con los demás, estamos co-

municándonos con quienes nos escuchan, estamos ensanchando nuestra vida. Las palabras, nuestras expresiones, no son aerolitos, esto es, piedras caídas del cielo, sino que son —en expresión de Wittgenstein— parte de una «forma de vida»: nuestras palabras y nuestras acciones están entretejidas. Damos órdenes, relatamos un suceso, contamos un chiste, cantamos a coro, traducimos de una lengua a otra, calculamos, discutimos y millares de actividades distintas más que hacemos con palabras. Las palabras y las acciones en las que se insertan constituyen un «juego de lenguaje» en el que se dotan mutuamente de sentido. En mis clases de Filosofía del Lenguaje en la Universidad suelo repetir que las palabras no están asociadas mágicamente con las cosas, sino que significan lo que significan porque las usamos como las usamos. Para ilustrar esta afirmación, a veces me acerco a la puerta del aula y digo con voz firme: «¡Ábrete, Sésamo!» —la fórmula mágica mediante la que se abría la cueva del tesoro en la historia de Alí Babá y los cuarenta ladrones—; y al menos por ahora nunca se ha abierto la puerta al son de mis palabras. También suelo recordar en clase cómo, en mis años en el Colegio Mayor Belagua, pude comprobar que, al regresar de las vacaciones de Navidad, los amigos se recibían con un gran abrazo y con alguna expresión malsonante, tanto más fuerte y grosera cuanto más amigos eran. Las palabras solas apenas significan, o casi pueden significar cualquier cosa: son nuestras acciones las que las dotan de sentido y de referencia. En las páginas que siguen quiero denunciar la torpe simpleza de quienes creen —políticos, publicistas y tantos otros— que meramente cambiando las palabras transforman la realidad y, al mismo tiempo, querría invitar a todos a cuidar las formas de expresión, persuadido de que si afinamos en nuestra manera de hablar, si aprendemos a expresarnos con claridad amable y con respeto a los demás, podemos transformar la sociedad, comenzando por nosotros mismos. Por el contrario, muchos pensamos que los agrios debates parlamentarios españoles en estos meses han incrementado la agresividad social en nuestro país. Y, en contraste, una frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano que me enseñaron unas jóvenes de estética gótica en una cafetería pamplonesa: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».

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ENSAYO

Vida y lenguaje entretejidos

la verdad en el lenguaje político. Durante la pandemia del covid-19 hemos visto a diario en nuestro país cómo los gobernantes distorsionaban la información disponible para no alarmar innecesariamente a la población. Incluso los datos de fallecimientos han sido sistemáticamente tergiversados para intentar disminuir la gravedad de la crisis o quizá la responsabilidad política de quienes la han gestionado: la clave estaba en dirimir si los fallecimientos habían sido por covid o con covid. Conviene recordar

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aquella expresión atribuida al senador californiano Hiram W. Johnson en 1918 de que «en la guerra la primera baja es la verdad»: en la guerra contra el coronavirus la mentira o el escamoteo de la realidad ha sido simplemente un mal menor. En la antigua Unión Soviética la publicación oficial del Partido Comunista se llamaba Pravda, esto es, Verdad, y sus lectores habían aprendido durante las largas décadas de la dictadura comunista a leer entre líneas: sabían que lo que ahí aparecía era una verdad


oficial, aquello que los gobernantes deseaban difundir, pero que muy probablemente la cruda realidad era casi siempre la opuesta a lo que allí se decía. Estas burdas manipulaciones son formas vulgares del totalitarismo magníficamente denunciado por George Orwell en su novela 1984. En aquella sociedad en la que todo y todos estaban bajo el control del Gran Hermano —parodia de Stalin— se había desarrollado una neolengua cuya finalidad era «limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente. Al final —explica Syme al protagonista Winston—, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento». Los crímenes mentales son aquellos pensamientos opuestos a los del Gran Hermano. Syme y otros estaban trabajando en la undécima edición del diccionario de neolengua simplificándola radicalmente para anular la libertad del pensamiento. «En efecto —añade Syme como explicación—, ¿cómo puede haber crimental [crimen mental] si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre? [...] Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño. Por supuesto, tampoco ahora hay justificación alguna para cometer un crimen con el pensamiento. Solo es cuestión de autodisciplina, de control de la realidad. Pero llegará un día en que ni esto será preciso. La revolución será completa cuando la lengua sea perfecta». El ideal de una lengua sin fallos ha atravesado la cultura occidental desde hace mucho tiempo. En este sentido, merece la pena la lectura del libro de Umberto Eco La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea (1994), que contiene abundantísima información al respecto, desde la indagación del lenguaje matemático de la naturaleza hasta la creación del esperanto, pasando por la identificación de cuál era la lengua del paraíso de Adán y Eva. En contraste con aquellas investigaciones decimonónicas, hoy día sabemos que el lenguaje está bien como está: no hay que reformarlo o perfeccionarlo, sino que basta de ordinario con que sus usuarios queramos decir la verdad y aprendamos a expresarla. Ese es el problema de buena parte de la jerga política, o de la publicidad, por no hablar de muchas leyes y normas expresamente ambiguas o de la letra pequeña de los contratos bancarios o de seguros. Están escri-

Las palabras solas apenas significan, o casi pueden significar cualquier cosa: son nuestras acciones las que las dotan de sentido y de referencia. El lenguaje está bien como está: no hay que reformarlo o perfeccionarlo, sino que basta de ordinario con que sus usuarios queramos decir la verdad y aprendamos a expresarla. tos para edulcorar la realidad o quizá para que cada uno entienda lo que quiera. Quienes nos dedicamos a la filosofía estamos —o deberíamos estar— enamorados de la verdad, comprometidos en la búsqueda de las verdades realmente decisivas. Al empeñarnos en decir la verdad intentamos articular en nuestro vivir el pensamiento y el mundo. Por eso la norma primera para mí es la de decir siempre la verdad, sabiendo que este principio no equivale a decir toda la verdad o todas las verdades en todo momento —lo que sería agotador—, ni tampoco equivale a tener que decírsela constantemente a todo el mundo —lo que resultaría insoportable—, pero sí que se identifica con una honda aspiración a que la veracidad y la transparencia presidan siempre todas nuestras relaciones y la organización misma de la sociedad. Una manera más clara y pragmática de este principio se encuentra quizás en su formulación negativa: nunca podemos mentir, nunca debemos hacer promesas que sepamos que no vamos a cumplir o sembrar intencionadamente interpretaciones erróneas. Los seres humanos anhelamos siempre la verdad y por esa misma razón escuchamos a nuestros gobernantes, leemos periódicos o vemos las noticias en la televisión. Václav Havel decía que lo malo no es mentir, sino vivir en la mentira, tal como pasaba en

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ENSAYO

Vida y lenguaje entretejidos

La subordinación de la verdad a los intereses políticos produce un daño social de efectos incalculables, porque el imperio de la mentira corrompe todo lo que toca. Por una parte, cada lengua es un producto cultural, que refleja en cierto modo la cultura de una sociedad pero, por otro lado, cada lengua es condición de esa misma cultura y contribuye a crearla.

las sociedades comunistas. Pero me parece que, en una sociedad democrática como la nuestra, lo malo es mentir, porque en la mentira no se puede vivir. «La mentira no es medio para la verdad», ha escrito el académico Gabriel Zanotti. La subordinación de la verdad a los intereses políticos produce un daño social de efectos incalculables, porque el imperio de la mentira corrompe todo lo que toca. Lo sorprendente es que ahora se les llame fake news [noticias falsas], que recuerda aquello atribuido a Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, de que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». El reconocido periodista Jean-François Revel anotaba el 31 de diciembre de 2000 en Diario de fin de siglo una lúcida conclusión a este respecto: «Todavía tenemos demasiado arraigadas, pese a la victoria de la democracia, las deformaciones intelectuales del totalitarismo. La democracia no habrá ganado del todo mientras mentir siga pareciendo un comportamiento natural, tanto en el ámbito de la política como en el del pensamiento». Nos encontramos en una sociedad que se considera avanzada científica y socialmente, pero en la que la verdad apenas tiene

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valor. Se considera aceptable que un político mienta con descaro, solo porque —suele decirse como justificación— todos lo hacen. el lenguaje políticamente correcto. Desde finales de los años ochenta del siglo pasado se ha ido recibiendo en España, por influencia de la cultura norteamericana —en algunas cosas tan distinta de la nuestra y en otras tan parecida—, el lenguaje de la corrección política. Se trata de reformar el idioma para eliminar aquellas expresiones que entrañan formas de discriminación inaceptables culturalmente, sea por el origen étnico, el sexo o cualquier otro motivo injusto o desafortunado. Por poner un ejemplo, en mi infancia había en nuestro país numerosos tullidos a los que se les llamaba honrosamente «mutilados de guerra», mientras que quienes habían nacido con determinadas carencias eran llamados de ordinario «subnormales» o personas «retrasadas». Hoy ya no se usan esas expresiones, sino que se las identifica habitualmente como «personas con discapacidad» o mejor incluso como «personas con diversidad funcional». En este sentido, la Real Academia ha propuesto —entre otras cosas— la modificación del artículo 49 de la Constitución española en el que figura la expresión «disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos». Quizás el elemento que ha resultado más polémico han sido las formas, a veces desafortunadas, de visibilizar a las mujeres («*las miembras», *l@s niñ@s», o los usos fastidiosos por reiterativos como «las trabajadoras y los trabajadores», «las diputadas y los diputados», «los españoles y las españolas», etcétera) para intentar que no queden ocultas bajo el supuesto genérico masculino. En estos últimos años, los miembros de la Real Academia Española han trabajado para eliminar el sexismo anquilosado en numerosas definiciones del Diccionario. En este sentido, la estrategia que defiendo no es la creación de una neolengua orwelliana neutra e indiferenciada, que por su inhumanidad estaría abocada al fracaso, sino más bien la paulatina eliminación de los elementos sexistas en el lenguaje conforme crece nuestra conciencia de aquella discriminación. La corrección del lenguaje para eliminar sus elementos sexistas no cambia de inmediato los estereotipos culturales sexistas, pero cabe esperar que, a medio plazo, ayudará decisivamente a transformarlos. En


esta perspectiva pragmática, la forja de un lenguaje no sexista puede encontrar algunas de sus principales líneas de fuerza en pautas del siguiente tenor: Por una parte, utilizando la indiferencia sexual de muchos campos semánticos o áreas de la actividad lingüística en los que resulta irrelevante la condición sexuada de las personas, y por consiguiente la tendencia a eliminar la asociación a un sexo de las actividades profesionales: por ejemplo, en lugar de «acudir al médico» podemos «acudir a la consulta médica», más todavía cuando la mayor parte de las veces es realmente una mujer quien nos atiende. También el trabajo en favor de la visibilidad de las mujeres, ocultadas tantas veces bajo el carácter académico genérico de términos como «el hombre», «los alumnos», «los filósofos», y tantos otros. Puede

desarrollarse un lenguaje más respetuoso con la realidad mediante la oportuna identificación por sexos («varones y mujeres», «los alumnos y las alumnas») o mediante paráfrasis neutras con pronombres relativos sin género morfológico («quienes se dedican a la filosofía», etcétera). Para aquellos que todavía se resistan a adoptar expresiones de este tipo podría ser muy útil la lectura del reciente libro de Álex Grijelmo Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo (Taurus, Madrid, 2019). En tercer lugar, la superación de la óptica androcéntrica, que se refleja en los tratamientos de cortesía no simétricos, o en la suposición habitual de que quienes escuchan o leen son varones. En caso de duda, tal como se hace en inglés con los pronombres, defiendo la opción positiva en favor del uso genérico

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ENSAYO

Vida y lenguaje entretejidos

de los femeninos: «las personas», «las estrellas de cine», «las familias», o incluso para contrarrestar la ocultación tradicional de las mujeres: «las lectoras», «las oyentes», etcétera. Y para finalizar, la eliminación del empleo de diminutivos que no se usarían para varones: «María es la más guapita de la clase», «Antonio y Juanita vendrán a cenar». La búsqueda de un lenguaje no sexista mediante estas pautas u otras análogas parte de la identificación de los elementos discriminatorios que todavía existen en la lengua castellana con la pretensión de proporcionar alternativas que eviten la persistencia de la injusta discriminación por el sexo, pero sobre todo aspira a poder expresar mejor la igual dignidad de mujeres y varones. La lengua que empleamos habitualmente lleva incorporada una cultura, una manera de pensar que corresponde a la sociedad en la que se usa esa lengua. Conforme se transforma la sociedad —piénsese en el cambio poblacional en España causado por la poderosa corriente migratoria de las últimas décadas o por la irrupción de la cultura norteamericana a través de películas, series y espectáculos—, van apareciendo nuevas cuestiones problemáticas en los usos lingüísticos. Las polémicas recientes sobre el sexismo en algunas canciones de rap ilustran muy bien acerca de esta cuestión. «El rap no es machista, lo son algunos artistas, es decir, hombres machistas que utilizan la música para ejercer el machismo, como lo ejercen en el resto de las cosas que hagan», afirmaba la rapera Patricia Fuentes Kane. Como me decía Manuel Casado, «se puede ser un escrupuloso distinguidor, exquisitamente inclusivo y correcto (políticamente), y ser un maltratador machista de tomo y lomo». Algo semejante cabe decir de los términos empleados para referirse a las personas de diferente origen étnico, orientación sexual u otro aspecto. Baste pensar en cómo titubeamos al utilizar los adjetivos chino, gitano, indio, moro, negro o tantos otros, pues realmente no sabemos si son políticamente correctos, esto es, si se perciben como ofensivos por las personas así calificadas o por la comunidad en la que vivimos. Está claro que meramente cambiando las palabras no se modifica la realidad, no se elimina, por ejemplo, una conducta racista, pero también que responsabilizarse de nuestras formas de expresión es una manera de ser más sensibles ante la discriminación

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injusta y quizás así cuidaremos más a las personas a las que nos referimos con esas palabras. Ser más sinceros, comprensivos y respetuosos en el lenguaje que empleamos con las demás personas es algo que nos hace mejores, no simplemente la sustitución de unos términos por otros. hacia un nuevo lenguaje. El Catecismo de la Iglesia católica tiene una sección dedicada al «Lenguaje de la fe» que arranca con esta imponente declaración: «No creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan» (n.º 170). No en las palabras, sino en las realidades que significan. Con esto lo que quiere decirse es que el cristianismo no es fundamentalista: «La fe cristiana no es una “religión del Libro”» (n.º 108). Más aún, cada generación de cristianos es invitada a renovar la tradición —el depósito de la fe— expresándola con las palabras y las imágenes más atractivas de su nuevo tiempo. Por eso me gusta repetir que todo lo que suene a rancio no es genuinamente cristiano. Una lengua es un organismo vivo como lo es la sociedad. Entre una y otra se da una relación de intercambio recíproco. Por una parte, cada lengua es un producto cultural, que refleja en cierto modo la cultura de una sociedad pero, por otro lado, cada lengua es condición de esa misma cultura y contribuye a crearla. Sin embargo, hay personas —de ordinario personas cultas de cierta edad— que ven con malos ojos la impetuosa irrupción de términos del inglés en nuestra lengua: desde lunch y bullying hasta internet, blog, post y millares de palabras más. Las Academias, prudente y paulatinamente, van acogiendo esas palabras normalizando su ortografía, aunque nadie ha usado todavía güisqui en lugar de whisky. En todo este proceso la influencia de la América hispana es decisiva, pues en ella el imperialismo lingüístico norteamericano está todavía mucho más presente que en España. En otro orden de cosas, hace unos meses leía la noticia de un equipo de psiquiatras de la Clínica Universidad de Navarra que pedía que se dejara de utilizar de manera ofensiva la denominación de las enfermedades mentales. Ponían como ejemplo la expresión «Tu novia es bipolar», cuando se quiere expresar que cambia frecuentemente de opinión; «Tu jefe está siempre deprimido», cuando destacamos que está de


malhumor, o «Tu amiga está anoréxica», porque está muy delgada. Estos usos del lenguaje —venían a decir— influyen en quien padece la enfermedad y en su entorno familiar y sociolaboral, pues se identifica la enfermedad como un estigma, un desdoro o afrenta para quien la padece o incluso para toda su familia. En este sentido, llaman también la atención los numerosos tabúes en nuestra sociedad, que evita el uso de determinadas palabras porque imponen respeto o estigmatizan. A veces se les llama eufemismos, porque son los recursos que una lengua tiene para manifestar suave o decorosamente «ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante», dice la Academia. Así, en los obituarios suele decirse de quien ha muerto de cáncer que «ha fallecido después de una larga enfermedad», sin mencionar la causa, o de quien ha muerto de sida, que «ha fallecido por una infección». De modo parecido, cuando alguien se suicida se dice que «desapareció voluntariamente»; al despido se le llama «flexibilización de la plantilla», al aborto «interrupción voluntaria del embarazo» y a las cárceles «centros penitenciarios». Sin embargo, todos sabemos bien que por mucho que se maquillen las palabras, no cambia la cruda realidad que significan. Y no digamos nada de los lenguajes profesionales que sirven para acuñar una jerga técnica precisa, pero también a la vez para crear una cierta barrera lingüística. Cuando uno va a la revisión médica y le dice a la doctora que tiene dolor de cabeza, ella anota cuidadosamente en la historia clínica: «Refiere cefalea». Es curiosa esta tendencia a dignificar los términos pasando del latín al griego. En las últimas décadas hemos visto cómo los dentistas han pasado a ser odontólogos, los callistas podólogos, los oculistas oftalmólogos, los masajistas fisioterapeutas, etcétera. Probablemente con la helenización del nombre han subido los honorarios, pero no necesariamente sus conocimientos. Son numerosas las profesiones que aspiran a una supuesta dignificación mediante el cambio de nombre: las sirvientas pasaron hace ya mucho tiempo a ser empleadas domésticas, los policías son ahora funcionarios, los peluqueros estilistas y tantos otros más. Se trata de lo que Delibes llamaba la «revolución de tarjeta de visita». Por su parte, los profesionales de la televisión, desde las retransmisiones deportivas hasta la previsión del tiempo, son grandes creadores de nuevos usos lin-

Ser más sinceros, comprensivos y respetuosos en el lenguaje que empleamos con las demás personas es lo que nos hace mejores, no simplemente la sustitución de unos términos por otros. En nuestra vida las palabras, las ideas y las cosas se encuentran siempre interrelacionadas confiriéndose recíprocamente sentido.

güísticos. Ahora las temperaturas ya no descienden, sino que se desploman, la gota fría ha pasado a llamarse la dana por el acrónimo de «depresión aislada en niveles altos», los futbolistas saben o no leer un partido y millares de expresiones más. Uno de los más conocidos aforismos de Ludwig Wittgenstein es aquel del Tractatus en el que afirma que «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». Encierra una gran verdad. Por eso, quienes nos dedicamos a la enseñanza tratamos de ampliar el mundo —el conocimiento— de nuestros estudiantes, sobre todo, ensanchando su lenguaje. Pero, además, es preciso entender que en nuestra vida las palabras, las ideas y las cosas se encuentran siempre interrelacionadas confiriéndose recíprocamente sentido. Como he dicho más arriba, las palabras no están asociadas mágicamente con las cosas, sino que significan lo que significan porque las usamos como las usamos. Por este motivo no aciertan quienes piensan ingenuamente que cambiando las palabras se cambia el mundo, pero sí podemos decir que cuidando nuestras palabras, nuestra forma de expresión, cambiamos nosotros mismos, nos hacemos —al menos un poco— mejores personas. Por eso las palabras son tan importantes. Nt

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VAGÓN-BAR Paco Sánchez

La frontera (y 2)

«“¿Pero qué voy a hacer yo con un hermano como este?” Entonces, dejó la guasa, se puso muy serio y sin mirarme contestó: “Quererle mucho”. No quería dudas ni chanzas en torno a eso»

H

ACE YA VEINTITRÉS AÑOS PUBLIQUÉ en esta página un texto titulado «La frontera» en el que resumía una anécdota de mi hermano José Luis. Lo escribí con mucho cuidado para que le gustara y no se sintiera herido y para que, al mismo tiempo, los demás lectores entendieran que hablaba de una persona con incapacidad intelectual severa. A José Luis le hizo mucha ilusión y lo guardó. También guardó alguna carta que le envié sobre la reacción de los lectores, que lo recibieron bien, quizá como ningún artículo anterior o posterior. Contaba allí que un día, en medio de unas bromas, le había dicho: «¿Pero qué voy a hacer yo con un hermano como este?». Entonces dejó la guasa, se puso muy serio y, sin mirarme, contestó: «Quererle mucho». No quería dudas ni chanzas en torno a eso. En aquella época yo vivía lejos y nos veíamos poco. Regresé unos años más tarde y pasamos a encontrarnos casi a diario, a veces apenas diez o quince minutos. Todas las tardes recibía el mismo mensaje suyo: «¿Vienes hoy o no?». Solo cambiaba los viernes: «¿Plan para mañana?». Porque consideraba que los sábados mi coche, mis amigos y yo le pertenecíamos. En realidad, solía quedar a mis espaldas con alguno de ellos, especialmente con Manu y María, que lo trataban como a un rey. Yo le decía que me vampirizaba los amigos y que terminaba reducido a la condición de «el hermano de Luis». Se reía, pero no lo negaba. Un día percibí que estaba muy seguro de su familia. Ocurrió al final de un simulacro de bronca. Se negaba a ir al pueblo, algo que, aparte de hacer especial ilusión a mi madre, vendría muy bien a los dos. Pero no había modo de convencerlo. 112—Nuestro Tiempo otoño 2020

Se lo razoné de muchas maneras, se lo supliqué y al final le amenacé con el plan de los sábados: «De ahora en adelante —le dije—, paso de ti». Para mi desconcierto, se rio, levantó los antebrazos con las palmas de las manos hacia arriba, y dijo inclinando un poco la cabeza y todavía riéndose, como ensañándose: «Si... ¡No puedes!». Por eso, desde entonces, cuando toca sufrir y a lo mejor se me ocurre que Dios me tiene un poco abandonado, revivo la escena y, como mi hermano, pienso: «No puede». Y empiezo a sentir de inmediato que vuelve el calorcillo ese que da la alegría. Me preguntaron una vez si mi hermano sonreía siempre. Sonreía y reía mucho y a menudo me hacía reír, pero si lo conseguía sin pretenderlo, se desconcertaba y decía, refiriéndose a mí pero como si hablara con otro: «¡Qué loquito está!». Por ejemplo aquel día de la semana de Reyes en el que me pidió «Oye, vamos a El Corte Inglés». Le encantaban los centros comerciales. A mí no y me resistí: «¿Pero para qué?». Contestó: «Para comprar tu regalo». Atravesamos dos segundos de silencio, quizá tres. Yo tratando de digerir que fuera a sobreponerse a su lógica tacañería con el poco dinero que manejaba. Él tardó ese tiempo en advertir que la frase podía resultar equívoca y la completó con un «… para mí». Me entró una risa imparable y ruidosa que le hizo muy poca gracia. En otros casos era yo quien se quedaba helado. Sobre todo, cuando decía cosas que manifestaban la conciencia de su excepcionalidad y hablaba de «la gente como yo». Lo decía con naturalidad, sin pena. O cuando me pedía que no le contara a mamá que le había pagado la apuesta de La Primitiva: «Es que después me riñe porque dice que abuso de mis hermanos». Lo cierto es que ni Cruz ni yo podíamos resistirnos, y él lo sabía. Un día le reproché a mi hermana que le cumpliera todos los caprichos. Ella, que es más lista y más rápida, dijo sin mirarme: «Sí, claro..., que tú no». Tanto a ella como a mi madre les encantaba cocinar para él, porque era glotón y agradecido. A veces le costaba parar: «Luis, que te va a hacer daño». Entonces, con una sonrisa pícara, anunciaba «¡Última!» y se hacía con otra filloa o con otro dulce. Y… lo repetía en las siguientes, para ver si colaba: «¡Última!». Si le preguntaban —cosa que no dejaban de hacer nunca— qué tal estaba lo que le habían servido, respondía sin falta con una voz ahuecada y como espesa que sonaba a gloria en los oídos de las cocineras: «¡Buenísimo!». El 3 de julio, en su funeral, el predicador le imaginó diciendo eso mismo al llegar al Cielo. Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] es periodista y profesor titular de la Universidade da Coruña. @pacosanchez



NUESTRO TIEMPO

Número 708 NUESTRO TIEMPO Otoño 2020

NÚMERO 708 OTOÑO 2020 11 euros

Espejismo de amistad ¿Por qué esperamos de la tecnología algo que solo otro ser humano puede darnos?

Juan Pablo II Una mirada a su corazón Pandemials Radiografía de los universitarios en la era de la incertidumbre Palabras Lo que dicen y lo que hacen


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