Nueva Revista DE POLÍTICA, CULTUR A Y ARTE
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Nº 157 - 10 €
DAVOS 2016
3 Economía en tiempos difíciles. Conversación con Luis de Guindos MIGUEL ÁNGEL GOZALO 14 Davos y la cuarta revolución industrial MARÍA JESÚS PÉREZ
EN EL TRICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE CARLOS III
25 La llegada de Carlos III al trono español MARÍA DE LOS ÁNGELES PÉREZ SAMPER 37 Crecimiento económico y cambio social en la España de Carlos III RICARDO FRANCH BENAVENT 50 Carlos III y las Indias CARLOS MARTÍNEZ SHAW
CERVANTES Y SHAKESPEARE
71 Poemas LUIS ALBERTO DE CUENCA 74 Macbeth, de Shakespeare (y de Cuenca) ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ 83 Cervantes no es posmoderno MIGUEL ÁNGEL GARRIDO GALLARDO 94 Hamlet, nueva lectura CIRIACO MORÓN ARROYO
PANORAMA DE ACTUALIDAD
105 Elecciones 20D: claves de pasado y de futuro MARÍA JOSÉ CANEL 116 El retorno del fujimorismo MARTÍN SANTIVÁÑEZ VIVANCO 124 Tsunami en las primarias de ee.uu. EMILI J. BLASCO 137 El «Telegrama largo» de George Kennan ANTONIO R. RUBIO PLO
CULTURA
145 La obra literaria de Marilynne Robinson JOSÉ MARÍA CARABANTE 156 El sorprendente caso de La Tour JESÚS YUSTE 169 Beethoven, el idilio de Wagner. Una deuda ética y estética BLANCA CALVO
ENSAYO
182 Maritain y el proyecto de integración europea EUGENIO NASARRE
CRISTIANISMO
200 Dos discursos de la Navidad de 2015
UMBERTO ECO (1932-2016) 209 Colofón
LIBROS
213 Juan Arana Cañedo-Argüelles, La conciencia inexplicada (JOSÉ LUIS GONZÁLEZ QUIRÓS) 218 Miguel Ángel Gozalo, Antonio Fontán, un liberal en la Transición (RAFAEL GÓMEZ LÓPEZ-EGEA) 223 Antonio Fontán Pérez, Marco Tulio Cicerón. Semblanza política, filosófica y literaria (ANA MOURE CASAS) 233 Pedro Cerezo Galán, El héroe de luto. Ensayos sobre el pensamiento de Baltasar Gracián (ERNESTO BALTAR) 237 María Aboal López, La muerte en Galdós (IGNACIO ROLDÁN MARTÍNEZ) 241 Juan Manuel Bonet, Via Labirinto (ENRIQUE ANDRÉS RUIZ)
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Sumario
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DAVOS 2016
El Foro Económico Mundial que se reúne anualmente en Davos se ha convertido en una reunión de máxima notoriedad de la que sale un diagnóstico económico del mundo que goza de gran acogida. La «Meca de las finanzas globales durante tres intensos días» —como la define en su análisis Mª Jesús Pérez— a la que acuden jefes de Estado y de Gobierno, dirigentes mundiales, destacadas personalidades políticas, grandes expertos y ejecutivos del mundo de las finanzas, ha servido para constatar este año el clima de incertidumbre que vive la economía mundial y la necesidad de hacer de la cuarta revolución industrial una palanca para el progreso futuro. Vivimos una era de cambios en la que hay que saber avanzar. Como dijo el fundador del Foro Económico Mundial y profesor de la Universidad de Ginebra, Klaus Schwab, al hacer un llamamiento a los líderes mundiales para que revisen sus políticas y las adapten a las mutaciones que se avecinan, pues «aún no estamos suficientemente preparados para esta cuarta revolución industrial, que llegará como un tsunami y transformará todos los sistemas y procesos». De esto se habló en Davos y no faltaron prospectivas cargadas de pesimismo, pero tampoco quienes ven este desafío como una oportunidad que habrá que afrontar con decisión e inteligencia. Mª Jesús Pérez lo explica en su crónica sobre el acontecimiento económico de Davos, y el ministro de Economía y Competitividad de España, Luis de Guindos, que también asistió a la reunión, habla con Miguel Ángel Gozalo de Davos y del actual momento que vive España.
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ECONOMÍA EN TIEMPOS DIFÍCILES Conversación con el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos Miguel Ángel Gozalo El Ministerio de Economía y Competitividad es una construcción sólida, vertical, casi orgullosa de su cemento que, al norte de Madrid, en el Paseo de la Castellana, comparte un área de tranquilidad, vigilada por guardias civiles, con el de Industria, Energía y Turismo. El ministro Luis de Guindos (Madrid, 1960) es uno de los actores destacados del gobierno de Mariano Rajoy y ahora está, como todos sus compañeros, a la expectativa. O sea, en funciones. Pero sigue, muy activo, en la brecha. Acaba de hacer unas largas declaraciones al diario abc en las que reconoce la desaceleración, anuncia que en breve se presentará un plan a Bruselas para corregir la desviación del régimen de las autonomías y confirma la preocupación europea porque en España pueda haber un gobierno populista. Camino de su despacho, en una habitación que da a un pasillo en el que cuelgan retratos de exministros, veo fugazmente un televisor al que se asoma Pablo Iglesias. De estas cosas que nos preocupan (la economía ha pasado a ser materia de interés general), he venido a conversar con
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este economista que ahora es ministro: una persona dialogante y asequible, con el currículo de la gente que ha pasado por muchos sitios y en todas partes ha dejado huella. Seguidor del Atlético de Madrid, jugador de tenis, está en ese momento en que uno de sus dos hijos le puede hacer abuelo. Confieso que lo que me apetece es empezar a hablar de fútbol (que no es una cuestión de vida y muerte sino algo más que eso), pero me resigno a empezar por Davos.
—Empecemos por la crisis económica mundial. ¿Qué conclusiones destacaría del Foro Económico de Davos, al que usted ha asistido? ¿No se ha hecho una lectura muy pesimista de la reunión? —Tanto en Davos como más recientemente en la reunión del G-20 en Shanghái se ha constatado un empeoramiento de las perspectivas de crecimiento para la economía mundial. La incertidumbre sobre China, la caída de los precios de las materias primas y su efecto sobre los países emergentes y el agotamiento de los márgenes de actuación de la política monetaria, están detrás de esta percepción. Creo que la clave está en poner en marcha reformas estructurales, como ha hecho España. Así debemos continuar, para aprovechar mejor los estímulos monetarios y contrarrestar un entorno internacional menos favorable. —Este déficit imprevisto con que hemos cerrado el año, ¿cómo lo encaja? —Ya sabemos todos cuáles han sido las desviaciones. Yo nunca lloro por la leche derramada. Nos hemos desviado 4
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Luis de Guindos y Miguel Ángel Gozalo
Foto: Jorge Pareja
en un punto y lo importante a la vez es cómo lo reconducimos. Hay que mirar al futuro y en el próximo programa de estabilidad tomaremos las medidas en relación con las comunidades autónomas, como hemos anunciado, y pactaremos dicho déficit público con la Comisión Europea. Y evidentemente, aplicaremos la ley de estabilidad, que es una medida que ya aprobó el gobierno español. —Usted iba para presidente del Eurogrupo y (de momento) no lo ha sido. A partir de entonces se especuló con que no le interesaba demasiado la política. ¿Qué puede decir de ello? —La presidencia del Eurogrupo habría supuesto un reconocimiento al esfuerzo realizado por el conjunto de la sociedad española para superar una situación económica muy compleja como la que teníamos en 2012. Pero al final las votaciones se ganan o se pierden y la vida continúa. Sigo pennueva revista · 157
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sando que España está infrarrepresentada en los organismos un empeoramiento (...). La internacionales y que esta es clave está en poner en maruna tarea en la que como país cha reformas estructurales debemos emplearnos más a fondo. Mi interés por la política es tan alto que soy miembro del gobierno de España. Más involucrado en la política no se puede estar. Lo que sí dije es que no me iba a presentar a las elecciones de diciembre de 2015 y lo cumplí. —Hay quienes le imaginan al frente de un gobierno de tecnócratas. Un gobierno de ese tipo, ¿sería la solución para el atasco en que estamos metidos? —Yo sigo manteniendo lo que dije hace un año. La situación económica es complicada y hay que acabar la tarea. Y eso es lo único. Es lo que me interesa y a lo cual presto atención. Punto. Ya está. —Hace una pausa, me mira y dice lo que sigue—: Y el gobierno no tiene que ser un gobierno de tecnócratas. Tiene que ser un gobierno político salido de las urnas. —La condición de «ministro en funciones» ¿supone una pérdida de efectividad? —No es la situación ideal, desde luego. En España no estamos acostumbrados a estos periodos de interinidad tan largos. Hay pérdida de efectividad porque tenemos la capacidad normativa muy limitada, pero seguimos resolviendo los asuntos públicos en el día a día. Lo deseable es que se forme cuanto antes un gobierno estable y de amplia mayoría, formado por partidos dispuestos a llevar adelante las reformas que España necesita. Las elecciones generales son la última opción, pero antes hay que intentar ponerEn Davos se ha constatado
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se de acuerdo con dos principios. Lo deseable es que se El primero es que quien lidera es forme cuanto antes un goel ganador de las elecciones, en bierno estable y de amplia este caso el pp con Mariano Rajoy mayoría, dispuesto a llea la cabeza. El segundo, que navar adelante las reformas die debe poner en cuestión quién que España necesita ejerce ese liderazgo en los demás partidos. —¿Existe la posibilidad de no salir del todo de la crisis si no damos en España con el gobierno adecuado? —Cuanto antes se forme un gobierno estable, mejor para que podamos seguir adelante con la recuperación económica. La economía española ha entrado en 2016 con una velocidad de crucero del 3,5%, la más alta entre los grandes países europeos. Pero está claro que hay que seguir avanzando para superar la crisis económica lo más rápidamente posible. Lo mejor sería continuar con las reformas estructurales que aún necesita la economía española y no dar marcha atrás en aspectos como, por ejemplo, la reforma laboral. No obstante, creo que debería haber una debacle para que no cerremos este año con una tasa de crecimiento próxima al 3%. —La situación actual, ¿en qué medida es fruto de las políticas y en qué medida es fruto del ciclo económico global? —España es una economía muy internacionalizada. Exportamos más del 33% del pib y las empresas españolas están muy presentes en los mercados exteriores. Por tanto, todo lo que venga del exterior nos afecta. Hemos hecho las reformas estructurales —laboral, financiera, fiscal— que nos permiten aprovechar mejor los «vientos de cola». Otros países también cuentan con impulsos como la política monueva revista · 157
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netaria del bce, el bajo precio del petróleo o la cotización del do como uno de los principaeuro, pero España está en mejoles motores de la economía res condiciones para sacar partiespañola durante la crisis do en forma de crecimiento y de empleo, como demuestran las cifras. Es el resultado de haber llevado a cabo una política económica correcta y en la que debemos perseverar. —¿Cuáles son los motores del crecimiento español para los próximos años? ¿Turismo? ¿Tecnología? ¿En qué podemos los españoles ser diferentes y más competitivos? —Durante estos años de crisis, la exportación se ha mostrado como uno de los principales motores de la economía española. Las reformas introducidas en los diferentes mercados y la corrección de los desequilibrios han permitido ganancias de competitividad que han impulsado nuestras ventas en el exterior. Este es el cambio de modelo que se ha producido en los últimos años. Ha afectado a todos los sectores y es un objetivo que debemos mantener. —El problema de los refugiados que se lanzan sobre Europa, ¿debe encararse de otra manera? —El problema de los refugiados es muy complejo y presenta muchas aristas. Lo primero es abordarlo desde el punto de vista humanitario. En el aspecto económico, yo lo enfoco como una oportunidad. Es fundamental minimizar además el impacto de los comportamientos xenófobos. El reciente acuerdo con Turquía garantiza que el flujo de refugiados se trate de una forma ordenada, pero hay que tener en cuenta que lo fundamental es ir al origen del problema, que no es otro que la guerra en Siria. La exportación se ha mostra-
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Luis de Guindos
Foto: Jorge Pareja
—En este terreno, lo ocurrido en las elecciones alemanas ¿es un anticipo de una crisis aún mayor y un retorno de los populismos más extremos? —Los populismos están en auge no solo en Europa, y son un motivo de preocupación porque encierran posiciones extremas que perjudican la convivencia y el desarrollo económico. Pienso que la mejor manera de frenar su avance es con una mayor coordinación de las políticas europeas que permitan afrontar crisis como las de los refugiados desde todos los frentes. —¿Cree que la salida del Reino Unido de la ue puede herir de muerte al proyecto europeo? —La salida del Reino Unido de la ue no es deseable desde ningún punto de vista. Creo que todos, el propio gobierno británico y las instituciones europeas, deben tranueva revista · 157
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bajar para que ese escenario no se produzca. La aportación de auge no solo en Europa y Gran Bretaña al conjunto de son motivo de preocupación la Unión Económica es buena desde el punto de vista económico y nos fortalece a todos, también a los británicos. —¿Qué les tiene que decir a quienes han criticado su escala en el aeropuerto de El Prat para entrevistarse con Oriol Junqueras? —Forma parte de los encuentros habituales y frecuentes con los responsables económicos de la Generalitat para tratar asuntos de interés común, igual que hacemos con el resto de comunidades autónomas. En este caso, hablamos de los problemas de financiación de Cataluña y la relación con las agencias de rating. No fue una reunión secreta, estaba publicitada a través de las agencias de prensa. Entre las funciones del Ministerio de Economía está mantener una financiación adecuada para garantizar la prestación de los servicios públicos, como la sanidad o la educación, al conjunto de los españoles, y por supuesto, a los catalanes. —¿Tiene alguna solución la cuestión catalana en sus aspectos financieros? —Hemos solucionado los problemas de financiación de Cataluña y de las demás comunidades mediante mecanismos como el Fondo de Pago a Proveedores y el Fondo de Liquidez Autonómica (fla) desde el inicio de la legislatura. Hemos ido actualizando los mecanismos para adaptarlos a distintas circunstancias pero el sistema está funcionando desde hace años y es perfectamente válido en la actualidad. Los populismos están en
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Estos mecanismos han permitido El pp ganó las elecciones a las comunidades que tenían y eso ha sido un reconocerrado el acceso a los mercados cimiento a la gestión ecofinanciarse mediante el Tesoro nómica. Pero a la hora de público a coste más reducido y votar, los ciudadanos no se han pagado facturas atrasadas solo tienen en cuenta la a proveedores, sobre todo pequeeconomía ños y medianos empresarios. Las medidas han supuesto un ahorro en intereses para el conjunto de las Administraciones Públicas, con la consiguiente reducción del déficit. —¿Qué ha pasado para que al gobierno del pp no se le haya reconocido en las urnas (aunque haya ganado las elecciones) su acertada política económica? —Los más de siete millones que han votado al pp, sí que han reconocido la mejora económica o han pensado que con este partido las cosas van a ir mejor. No olvidemos que el pp ganó las elecciones y esto es un reconocimiento a una gestión económica que ha sacado a España de la peor recesión de la historia reciente. Es verdad que a la hora de votar, los ciudadanos no solo tienen en cuenta la economía. Hay otros elementos que también influyen. —Dígame algunas. —Por ejemplo, los casos de corrupción y algunas otras cuestiones. Fundamentalmente, lo que ha influido negativamente en las elecciones han sido los casos de corrupción. —Y ¿no ha podido influir también el hecho de que hayan incumplido algunas promesas? —Bueno, se pueden haber incumplido algunas promesas. Hay quien habla de otras cosas, como de la ley del nueva revista · 157
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aborto, o la ley de memoria histórica... Pero creo que eso tiene sación de que algunos una importancia más reducida. estaban pagando la crisis Desde el punto de vista electoral, y otros se aprovechaban lo que ha hecho daño al pp (oye, de ella que aquí están sufriendo todos los gobiernos europeos, que mis amigos irlandeses han perdido un 25% de los votos con un 7% de crecimiento), además de la crisis, que ha sido muy larga, y que se ha juntado con los casos de corrupción, con todo el tema que está muy ligado a la burbuja inmobiliaria, a las cajas de ahorros, al mal gobierno corporativo. Eso ha generado una sensación en este país de que unos estaban pagando la crisis y otros se estaban aprovechando de ella. —A usted se le recibió como «el hombre de la tarea hercúlea». ¿Ha sido para tanto? —Bueno, el primer año fue muy complicado. No para mí, sino para el conjunto del gobierno. Estuvimos al borde de la intervención, a punto de rescate. Eso hubiera sido algo tremendo para España: hubiera supuesto una crisis, que hubiera agravado las crisis que teníamos en curso y que hubiera llevado la sociedad española a una situación límite. —¿Qué les queda a sus sucesores? —Queda mucho. Hay que consolidar la recuperación, hay que no cometer errores y también continuar reduciendo el déficit público y llevarlo en los próximos trimestres a estar por debajo del 3%. Y más cosas: completar la reforma laboral, acabar con todo el proceso de privatizaciones (por ejemplo, el caso de Bankia, que es fundamental), continuar liberalizando los mercados de servicios, porque, Se ha generado la sen-
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además, el contexto internacional viene complejo en ese sentido. Europa tiene una plétora de desafíos importante en medio de la desaceleración económica del mundo. El mensaje que va a salir de la asamblea del Fondo Monetario Internacional es que hay una desaceleración económica importante. —Y ¿se imagina usted alguien de un Frente Popular dirigiendo la economía desde esta casa? —No. Yo creo que este país será más razonable y no pondrá aquí un gobierno a la portuguesa. —¿Ni siquiera a la valenciana? —Ni siquiera a la valenciana. Al final, lo que prevalecerá es el sentido común. La luz de la soleada tarde de Madrid penetra por los ventanales del despacho. Luis de Guindos se deja retratar sonriente junto a las banderas que prestan solemnidad a un mobiliario funcional y pulcro. Al salir, me asomo al cuarto del televisor encendido y sigue en la pantalla, omnipresente, Pablo Iglesias. Uno, que es de los antiguos, piensa en lo que se decían los toreros, unos a otros, antes de hacer el paseíllo: «Que Dios reparta suerte».
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DAVOS Y LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL María Jesús Pérez
Davos
reúne, año tras año, a los principales líderes del mundo en el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, o wef, por sus siglas en inglés). Los más prestigiosos representantes de la política, de la empresa, de la sociedad civil, de la cultura, y de la ciencia acuden religiosamente, desde hace ya cuarenta y seis ediciones, a esta pequeña ciudad del este de Suiza, que se transforma en la Meca de la finanzas globales durante tres intensos días. Una ciudad que, además de tener la reputación de ser la más elevada de los Alpes suizos, se convierte en la cuna de la economía global y cambia sus costumbres y paisajes para que los más altos dirigentes mundiales dispongan de un lugar tranquilo donde dialogar e intercambiar impresiones y conocimientos sobre los asuntos más relevantes del momento. En definitiva, se convierte en una plataforma para debatir y hallar soluciones a problemas de orden global. Durante esos tres únicos días al año, cientos de coches oficiales y sus cristales tintados sustituyen a los quitanieves en Davos, y los helicópteros toman el relevo de los teleféri14
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cos. Hoteles y restaurantes toman el control de una localidad que deja de ser un remoto lugar aburrido —como dicen sus propios habitantes, que apenas rondan los 100.000—, donde nieva de noviembre a mayo, llueve durante el verano casi todos los días y que el resto del año vive del esquí y del snowboard. P R E S T I G I O S O S PA R T I C I PA N T E S
En un escenario tal volvió a convocarse su última reunión, celebrada entre el 20 y 23 de enero del recién estrenado 2016. Al acontecimiento económico mundial más esperado del año acudieron, en esta ocasión, procedentes de cerca de cien países, 2.500 grandes personalidades y cuarenta jefes de Estado o de Gobierno, todos ellos acompañados por equipos de seguridad de decenas de personas y bajo la protección adicional de militares armados. Grandes ejecutivos que mueven las finanzas del mundo estuvieron allí, como Bill Gates, Mary Barra, Satya Nadella, Jack Ma, Eric Schmidt, Sheryl Sandberg..., que compartieron ideas y reflexiones con los más importantes políticos mundiales, como la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde; el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi; o los gobernadores de diez bancos centrales nacionales. También, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim; el primer ministro de Reino Unido, David Cameron; el presidente colombiano, Juan Manuel Santos; el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto; el primer ministro griego, Alexis Tsipras; o el primer ministro francés, Manuel Valls, no quisieron perderse un año más el gran foro económico mundial. nueva revista · 157
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Entre los españoles se estrenaron tres primeros ejecutivos que nunca habían acudido con anterioridad: los presidentes de Amadeus, Luis Maroto, y los consejeros delegados de Repsol, Josu Jon Imaz, y del Grupo Iberostar, Gloria Fluxa Thienemann. A ellos se sumaron los ya «habituales» de la cita alpina: los presidentes de Acciona, José Manuel Entrecanales; bbva, Francisco González; Banco Santander, Ana Botín; Ferrovial, Rafael del Pino; Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán; el vicepresidente de kpmg International, John Maclean Scott, y el entonces consejero delegado de Telefónica, hoy presidente de la operadora, José María Álvarez-Pallete, y el consejero delegado del Grupo Villar Mir, Javier López-Madrid. A última hora confirmó también su asistencia el ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, otro fijo de estos encuentros en los últimos años. Este año, los participantes en el Foro Económico Mundial, después de un comienzo de año complicado, analizaron el desplome del precio del petróleo, la crisis china y de los emergentes y, por supuesto, el tema que nos ocupa: los retos de la próxima reindustrialización, la que vendrá a ser la cuarta revolución industrial. La revolución que nos introducirá de lleno en la era digital mundial. ¿OPORTUNIDAD?
A tenor de lo debatido en la 46ª edición del Foro Económico Mundial, la cuarta revolución industrial se antoja como una gran oportunidad para el cambio de modelo de crecimiento económico global. Si bien no se vislumbra tarea fácil, puede ser la clave para que la era digital se instale 16
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definitivamente en nuestro entorno y, por tanto, en nuestras vidas e historia. El objetivo de los grandes líderes del mundo en esta última reunión era realizar una reflexión sobre el potencial, los riesgos y el impacto social de la denominada «industria 4.0». Pues bien, durante la tradicional rueda de prensa que antecede cada año a la reunión anual en Davos, el fundador del Foro Económico Mundial, el profesor de la Universidad de Ginebra Klaus Schwab, hizo un llamamiento a los líderes mundiales a que revisen sus políticas para adaptarlas a los cambios que se avecinan. «Aún no estamos suficientemente preparados para esta cuarta revolución industrial y temo que llegará como un tsunami y transformará todos los sistemas y procesos», dijo. La falta de preparación golpeará aún más a la clase media e «incrementará los problemas de exclusión social que vive el mundo, algo que debemos evitar a toda costa», añadió. Tras estas primeras palabras, los allí presentes llegaron a la misma conclusión tras recopilar todo lo escuchado por sus prestigiosos ponentes y sus más variados informes: para que la interconexión y automatización que promete la cuarta revolución industrial no nos golpee y nos pille con el pie cambiado —aunque ya iríamos tarde de no haber tomado medidas—, los gobiernos y las empresas deben adentrarse de lleno en el mundo de la alta tecnología. De esta forma, su proliferación se verá acelerada, si bien debe ir de la mano de una cultura previa que propicie de manera certera el uso de la tecnología, si no, esta no llegará a la masificación, al menos en los países en vías de desarrollo. nueva revista · 157
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maría jesús pérez VENTAJAS Y ESCOLLOS
Para muchos observadores, las ventajas que entraña la industria 4.0 son claras, pero también lo son los escollos que pondrá en el camino de muchas empresas y trabajadores. Los asistentes al Foro de Davos hablaron sobre los cambios por venir. Asimismo, durante las mesas de trabajo, los invitados del wef respondieron a preguntas como: «¿Qué pasará si los robots desatan una guerra?». O algunas quizás más pertinentes, por ser más cercanas al ciudadano: «¿Cómo serán los lugares de trabajo en la era de los robots inteligentes?, o ¿qué transformación experimentarán los servicios automatizados de atención al cliente?». En términos generales, por lo percibido tras la participación de muchos de los grandes dirigentes y ejecutivos mundiales, la revolución industrial que se perfila causa preocupación. Sobre la mesa las conclusiones del informe presentado en Davos por el propio World Economic Forum, que bajo el título «The future of Jobs» («El futuro de los empleos»), concluye que la llamada cuarta revolución industrial podría afectar a 7,1 millones de trabajadores entre los años 2015 y 2020, debido a la automatización de tareas y la desaparición de intermediarios. En ese tiempo, también se creará nuevo empleo: unos 2,1 millones de puestos de trabajo, la mayoría relacionados con las nuevas capacidades y habilidades digitales (ingenieros, informáticos y matemáticos, principalmente). Esto supondría, según el wef, la desaparición neta de cinco millones de puestos de trabajo hasta 2020. De los 7,1 millones de empleos afectados, dos tercios (4,76 millones) se concentrará en tareas de tipo adminis18
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trativo. También las actividades productivas y manufactureras se verán fuertemente impactadas (1,61 millones), aunque en este caso «existe margen para la recolocación y mejora de la productividad a través de la tecnología», dice el informe. El tercer ámbito donde más trabajo se destruirá será el de la construcción y extracción (casi 500.000 puestos). Para 2020, según la investigación del wef, los trabajos de nueva creación pueden clasificarse en dos grandes grupos: por un lado, los analistas de datos, que ayuden a las empresas a tomar mejores decisiones, y, por otro, los representantes de ventas especializados, debido a que todas las compañías necesitarán reforzar la percepción de valor de su marca y su capacidad de comunicar lo que hacen a sus clientes. Asimismo, se prevé que las empresas de energía, medios de comunicación y entretenimiento demanden una nueva categoría de directivos que les ayuden a lidiar con la incertidumbre y la disrupción en sus modelos de negocio. ENTORNO CAMBIANTE Y NUEVOS CONCEPTOS
El documento estima también que el 65% de los alumnos de educación primaria de hoy en día trabajarán en empleos que no existen en la actualidad. Se trata de un proceso que ya se ha iniciado y que se desarrollará en varias etapas. Relacionando siempre cambios tecnológicos con cambios en la sociedad. Los conceptos de cuarta revolución industrial e industria 4.0 fueron igualmente ampliamente analizados y discutidos en Davos. La directora del Fórum Económico nueva revista · 157
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Mundial, Jennifer Blake, explicó durante su intervención que la cuarta revolución industrial se entiende al pensar en la tercera, que consistió en el comienzo de la era digital a mediados del siglo xx y en la computarización de los procesos industriales. Explicó Blake que la cuarta revolución consiste en hacer lo mismo a través de las nuevas tecnologías que están surgiendo ahora, ya sea biotecnología, inteligencia artificial o impresión en 3D. Para entender el paso a esta nueva revolución, hay que analizar los factores que la han impulsado. Entre las conclusiones publicadas tras el Foro Económico Mundial, figuran los principales elementos que, poco a poco, nos conducen a una nueva era. Los principales actores socioeconómicos del cambio son el de los entornos de trabajo y las jornadas laborales flexibles, el aumento de la clase media en los países emergentes, el cambio climático, la restricción de los recursos naturales, la transición a una economía más verde, el aumento de la volatilidad política, la población joven de los mercados emergentes y la rápida urbanización se consideran factores del cambio cuyo impacto ya se ha sentido en el orden mundial. Asimismo, la cuarta revolución industrial y el nacimiento de la industria 4.0 se verán auspiciadas, en los próximos años, por las nuevas preocupaciones de los consumidores acerca de los problemas éticos y de privacidad, así como por la longevidad, el envejecimiento poblacional y el aumento de las aspiraciones y del poder económico de las mujeres. Pero puesto que se trata de un cambio mayoritariamente tecnológico, resalta el informe otra serie de acto20
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res como el desarrollo del crowdsourcing o las plataformas peer-to-peer, cuyas influencias ya han actuado sobre nuestra sociedad. Para los años venideros se avista el impacto de más actores tecnológicos: el Internet móvil y la tecnología en la nube, los avances en informática y en Big Data (análisis de grandes cantidades de información), las nuevas fuentes de energía y tecnologías, el Internet de las cosas (es decir, la presencia de Internet en prácticamente todo aquello que utilizamos en nuestro día a día), los avances en robótica y en el transporte autónomo, la inteligencia artificial, la fabricación avanzada y la impresión en 3D y, por último, los materiales, la biotecnología y la genética avanzada. La influencia de todos estos actores daría lugar, en los próximos años, a la eclosión de la cuarta revolución industrial. Como es evidente, esta revolución tecnológica influirá en las políticas de captación, retención y promoción del talento en las organizaciones. En este sentido, el wef incluye una serie de recomendaciones genéricas, como la flexibilización de las plantillas, la formación continua o la reconversión de los propios departamentos de Recursos Humanos. CONCLUSIÓN
En definitiva, se trata de una tendencia presente en todos los sectores económicos, ya que, tal y como los grandes ejecutivos presentes en Davos advirtieron, todos ellos están ya abrazando la nueva era digital. Por tanto, la cuarta revolución industrial y la industria 4.0 es un paso inevitable en el irrefrenable desarrollo humano. nueva revista · 157
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A pesar de los siempre presentes contrapuntos, se trata de una oportunidad para adaptarnos a la nueva realidad a la que nos enfrentamos, mediante el desarrollo de tecnologías avanzadas que contribuyan a subsanar los actuales problemas de la población mundial, así como por el desarrollo personal en áreas que nos permitan ser el siempre necesario aporte humano que necesita un mundo cada vez más tecnológico. Queramos o no, estemos preparados o no, la industria 4.0 está ya aquí.
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EN EL TRICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE CARLOS III
Se cumple el tricentenario del nacimiento de Carlos III cuando el Reino de España vive los comienzos de 2016 en ebullición. nueva revista ha pedido a tres especialistas de hoy que fijen su
mirada sobre aquel reinado, pues nos parece que de su consideración se pueden extraer conclusiones que sirvan de ejemplo y lección. Sin duda son muchas las diferencias que van de aquellos tiempos a los actuales. Como veremos, los actos con que se recibe al joven monarca que viene de Italia para ceñir la corona de España lo ilustran sobradamente por la vía simbólica. Pero, al fin, son tiempos de cambio, los de ayer como los de hoy, que reclaman reflexión. Carlos III encarna una orientación de actuación política que profundiza diversas líneas reformistas comenzadas en los reinados de Felipe V y Fernando VI. Son, pues, actuaciones modernizadoras pero no rupturistas, valoradas por cuantos sostienen que la reforma siempre tiene la virtud de analizar y modificar lo que no funciona bien y conservar lo que demuestra utilidad social. Por otra parte, la definición de un proyecto ilustrado para España favoreció el desarrollo del país, y Carlos III, a pesar de ser un rey
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de corte absolutista, mantuvo una visión integradora y una sensibilidad no uniformadora en relación con los distintos territorios. Se puede decir que las embrionarias burguesías catalana y vasca estuvieron a gusto bajo el reinado de Carlos III, que consiguió enderezar la mal interpretada relación con Cataluña de Felipe V a través de una vía de hechos y gestos tendentes a demostrar que es posible la unidad en la pluralidad. Hemos visto que, en la celebración del tricentenario, Felipe VI ha mandado encuadernar en piel unos cuantos ejemplares del libro clásico de Domínguez Ortiz, Carlos III y la España de la Ilustración. Para el monarca reinante, cabeza de una monarquía plenamente democrática del siglo xxi, seguramente el atractivo de este antecesor resida en su rectitud e integridad; en su apuesta por lo racional e ilustrado, frente al romanticismo sentimental; en su cosmopolitismo; en la creencia en la educación y la instrucción pública como motores de progreso, y en su profundo compromiso europeo y americano, elementos todos de aquel reinado, que ilustran cumplidamente los estudios que ofrecemos a continuación.
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LA LLEGADA DE CARLOS III AL TRONO ESPAÑOL María de los Ángeles Pérez Samper
El 20 de enero de 1716 nació en el Alcázar de Madrid un infante, el hijo primogénito de Felipe V y de Isabel de Farnesio. Le pusieron por nombre Carlos, el nombre del primero de los Austrias, el rey emperador Carlos V, lo que fue un anuncio de su futura grandeza. Aunque era un infante de la poderosa dinastía borbónica, cuando nació se hallaba muy lejos del trono. La sucesión de la monarquía española recaía en los hijos del primer matrimonio de Felipe V con María Luisa Gabriela de Saboya. Pero la ambición maternal de Isabel Farnesio, aliada con la política dinástica y con los intereses españoles por regresar a Italia, logró para él un destino soberano. Primero, los derechos sucesorios de su madre a la herencia de Farnesios y Médicis le convirtieron en duque de Parma y Piacenza y heredero de Toscana. Después la guerra le dio la oportunidad de conquistar, el año 1735, el doble reino de Nápoles y Sicilia. Las muertes sin sucesión directa de Luis I y Fernando VI acabarían por convertirle en 1759 en rey de España. Fue así como Carlos III alcanzó nueva revista · 157
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la realeza. Fue rey casi medio siglo, desde los diecinueve años hasta su muerte a los setenta y dos años, pues a su reinado en Nápoles y Sicilia su sumó después su reinado en España, durante unos años en que la Monarquía del absolutismo ilustrado alcanzó el cenit del poder, convirtiéndose en uno de los reyes más famosos de la historia española. Salió don Carlos de Sevilla, donde se hallaba entonces la corte, con destino a Italia, el día 20 de octubre de 1731. Los pueblos del camino festejaron su paso. Los vecinos de las poblaciones andaluzas y manchegas que atravesó la comitiva del infante rivalizaron en obsequios y agasajos. Muy significativo fue el recorrido del infante por los territorios de la antigua Corona de Aragón. Don Carlos era el primer miembro de la familia real española que visitaba aquellos reinos desde el final de la guerra de Sucesión y pasó la difícil prueba con singular éxito, tanto en las tierras valencianas como en las catalanas. El buen recibimiento que le dispensaron Valencia y Barcelona podía ser un indicio de mejor entendimiento con la dinastía borbónica. En la Ciudad Condal se detuvo el infante dos días, pero hubo tiempo para dispensarle una gran bienvenida en un itinerario decorado con tres arcos de triunfo y agasajarle ofreciéndole diversiones como la caza y fiestas con máscara real de los colegios y gremios, músicas, bailes, luminarias y fuegos artificiales. Desde Barcelona, el día 23 de noviembre, la comitiva prosiguió su viaje hacia la frontera francesa, camino de Italia. El joven Carlos conservaría esos recuerdos a lo largo de los años. Fernando VI murió el 10 de agosto de 1759. La noticia llegó al palacio real de Nápoles el 22 de agosto. Don Carlos 26
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recibió la novedad con la reserva que le caracterizaba. La carta que ese mismo día don Carlos dirigió a su madre Isabel Farnesio revelaba su estado de ánimo ante el advenimiento al trono de la monarquía española: «Espero de la infinita misericordia de Dios (...) que me dará fuerzas para sostener un peso tan grande y las luces para hacer lo que sea de su servicio, y para el bien y el cuidado de todos los pueblos». Era toda una declaración de principios. La de un rey del absolutismo ilustrado, un rey en la plenitud de su edad —tenía cuarenta y tres años—, con gran experiencia de reinar, partidario convencido del reformismo y de la modernización económica, social y cultural, para asegurar el progreso y la felicidad de sus súbditos. Había salido de España cuando solo tenía quince años, pero nunca había olvidado su país, ni sus derechos como infante de España. Al convertirse en rey de la monarquía española, tampoco olvidaría su deber. Don Carlos fijó para el día 6 de octubre, en Nápoles, el solemne traspaso de poderes a su hijo y sucesor en el trono napolitano, don Fernando. Terminado el acto, la familia real se embarcó en la escuadra española que había ido a recogerles. Con el rey viajaba su esposa, la reina María Amalia de Sajonia, el príncipe Carlos, heredero al trono español, los infantes Gabriel, Antonio Pascual, Francisco Javier, y las infantas María Josefa y María Luisa. La escuadra que conducía a don Carlos a España se hizo a la mar la mañana del día 7 de octubre de 1759, en dirección a Barcelona. Carlos III había decidido hacer su entrada en España por Cataluña. Después de tantos años de distanciamiento entre la monarquía borbónica y el Principado, la iniciativa real renueva revista · 157
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presentaba una buena oportunidad de abrir una nueva vía de entendimiento y concordia. La sociedad catalana así lo comprendió y no desaprovechó la ocasión que se le brindaba para obsequiar al nuevo monarca y solicitar una política acorde con sus intereses y aspiraciones. El recuerdo de la guerra de sucesión quedaba ya atrás y eran tantas las cosas que habían cambiado desde entonces que, aun manteniéndose el mismo marco institucional de la Nueva Planta, podía intentarse una política más adecuada a los nuevos tiempos. La familia real llegaba a la capital catalana por mar y ello condicionaba el escenario del recibimiento. Con este fin se construyó en el puerto un desembarcadero, obra del ingeniero militar Pedro Cermeño. El puente y la escalera estaban decorados con símbolos marineros. Sobresalían colocadas sobre pedestales las figuras escultóricas de Eolo, dios del viento, y Neptuno, dios del mar, rodeados de sirenas. Pintados se representaban los cuatro elementos, aire, tierra, agua y fuego. Y para completar el programa simbólico, dos estatuas, la Obediencia y la Fidelidad. El conjunto culminaba en un arco triunfal, adornado con profusión de escudos de armas y trofeos militares, y rematado por la figura de una matrona, representación de España, descansando sobre el globo terráqueo, con palmas, cetro y espada en las manos y con un león a sus pies, símbolos todos de la majestad real. El recorrido desde el puerto hasta palacio estaba jalonado por otros dos arcos triunfales, uno en la Puerta del Mar y otro en la puerta del palacio. Colgaduras, gallardetes y luminarias a lo largo de todo el itinerario completaban el marco en que debía desarrollarse el ritual de la entrada regia. 28
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La ornamentación se concentraba especialmente en la plaza del palacio, donde se hallaba la residencia real y algunos importantes edificios como la Lonja y la Aduana, que habían decorado sus fachadas con interesantes perspectivas. Sus autores y sus mensajes resaltaban la voluntad de diálogo por parte de la sociedad catalana. No eran simples adornos, eran un claro lenguaje político, que expresaba peticiones y deseos. La más espléndida era la decoración de la Lonja, encargada por la Junta de Comercio a Juan Pablo Canals, artista aficionado y uno de los más significativos personajes de la burguesía catalana, propietario de una moderna fábrica de indianas, la primera que se estableció en España. La perspectiva pintada e iluminada significaba el comercio catalán con las Indias, representado por barcos navegando a través del océano, flanqueado por dos globos terráqueos, uno mostraba Europa y otro América, y por las columnas de Hércules —el paso del Mediterráneo al Atlántico— con la tradicional inscripción del Plus Ultra. A ambos extremos aparecían las dos instituciones clave en la empresa del comercio catalán, la Lonja de Mar y la Real Compañía de Comercio de Barcelona a Indias. Enmarcando la vista marítima, un arco iris, símbolo de la paz, garantía del desarrollo económico. Coronaba el conjunto el mundo celeste en el cual Apolo, el dios del sol, ocupaba el centro y simbolizaba al rey Carlos III, foco de irradiación del poder, del cual se esperaba toda ayuda y protección, y ante el que se rendía Mercurio, como dios del comercio, en representación de la burguesía mercantil barcelonesa y sus intereses económicos, mientras los demás planetas, otros grupos sociales e instituciones, giraban a su alrededor. nueva revista · 157
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La decoración de la Aduana era obra de José Sala, artista decorador, por encargo del intendente. Nuevamente el mar, los navíos y dos puertos, el de Barcelona y el de Nápoles, ocupaban el fondo de la composición. En el centro se hallaba Neptuno, que había amparado la feliz navegación del monarca y se esperaba protegiera las largas rutas marítimas por las que Cataluña alcanzaba su prosperidad. A los lados cuatro diosas, Fortuna, Juno, Ceres y Venus, y cuatro dioses, Mercurio, Júpiter, Hércules y Pan, simbolizaban el agradecimiento por los dones que Barcelona recibía del mar y el más preciado, la llegada de su nuevo rey. Y rematándolo todo, como siempre, la exaltación de la Monarquía en las personas de Carlos III y María Amalia, con la también repetida presencia de las columnas de Hércules, el Plus Ultra, permanente recuerdo de las rutas atlánticas hacia América y proclamación de la voluntad catalana de ir más allá en el camino emprendido. El día 15 de octubre por la tarde se avistó la escuadra real desde el castillo de Montjuic en Barcelona, pero la familia real no desembarcó hasta el día 17 por la mañana. La ceremonia comenzó con la llegada al muelle de los reyes en una decorada falúa. Allí les esperaban las autoridades del Principado, el capitán general, marqués de la Mina, los regidores del Ayuntamiento borbónico, el gobernador y un gran número de cortesanos de la Real Casa, venidos de Madrid para recibirles, nobles y personalidades catalanas. Varias compañías de guardias españolas y walonas y otros regimientos formaban para rendir honores. Una vez desembarcada la familia real, los soberanos se colocaron bajo palio, como era habitual en las antiguas en30
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tradas reales. El marqués de Castellbell, en su calidad de regidor decano del Ayuntamiento, les dirigió un discurso de bienvenida en nombre de la ciudad. Después se organizó un improvisado besamanos, pues todos los presentes deseaban saludar a ss.mm., momento que Castellbell aprovechó para dedicar unas palabras a la reina. El acto en el puerto terminó con la entrega de las llaves de la ciudad por el marqués de Cevallos, gobernador de Barcelona. Después los reyes subieron a la carroza que debía conducirles hasta palacio. Detrás, en varios coches, seguían los infantes y el resto del séquito. Las músicas militares, las salvas de artillería, el repique de campanas y las aclamaciones de la multitud acompañaron todo el trayecto. En palacio les esperaba la Real Audiencia presidida por el capitán general —que se había adelantado a los reyes— constituyendo el Real Acuerdo, autoridad suprema del Principado según el sistema de la Nueva Planta, y un gran número de gentes que pugnaban por acercarse a los monarcas. La ceremonia culminó con la salida de la familia real al balcón para saludar a toda la multitud congregada en la plaza de palacio, en un cuadro muy expresivo de la relación entre poder y sociedad, en que el rey, en alto, expuesto a la contemplación, recibía las aclamaciones de su pueblo. Lo religioso no podía faltar. Una ceremonia tradicional en las visitas reales era la toma de posesión del canonicato regio. Carlos III cumplió con el ritual al día siguiente de su llegada. Los reyes, con sus hijos, acudieron a la catedral, ricamente engalanada. Primero se cantó un Te Deum de acción de gracias por la feliz estancia de los monarcas y después tuvo lugar el acto de toma de posesión del canonueva revista · 157
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nicato reservado al monarca. Para finalizar, como era también tradicional, se hizo la veneración de las reliquias de santa Eulalia, patrona de la ciudad. En el capítulo de fiestas, que fueron muy espléndidas, sobresalía la gran máscara real, organizada por los colegios y gremios para las noches del 18 y 19 de octubre. Las máscaras eran uno de los festejos más brillantes y espectaculares de la época. Se trataba de una cabalgata alegórica con carrozas ricamente adornadas y largas comitivas a caballo y a pie, ataviadas con gran lujo. El desfile incluía en su desarrollo música, bailes, cantos, luminarias y fuegos artificiales. Se elegía un tema simbólico y se representaba de la forma más original, imaginativa y fantástica. En esta ocasión se basó la máscara en motivos mitológicos muy espectaculares. Se componía de tres partes, que significaban el mundo celeste, presidido por Júpiter, el terrestre por Saturno y el marino por Neptuno, según la Antigüedad clásica expresaba simbólicamente la composición del Universo, pero utilizados en esta ocasión para insistir en el mensaje de prosperidad propio del reformismo ilustrado. En la primera parte, la celeste, abría la marcha Mercurio, a caballo, mensajero de los dioses y dios del comercio —alusión significativa en una ciudad como Barcelona—, seguían diez genios también a caballo. A continuación parejas de comparsas con bandas de música. Después diferentes brigadas con sus respectivos carros triunfales y séquitos, la de Eolo, dios del viento, la de Marte y Venus, la guerra y el amor, la de Cintia, la Luna, la de Apolo, el Sol, y la de Júpiter y Juno, padres de los dioses. En la parte segunda, la terrestre, 32
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primero iba la brigada de Vertumne, la madre tierra con sus flores y frutos, simbolizados en Flora y Pomona; después la de Diana, diosa cazadora, protectora de la naturaleza, la de Ceres, la agricultura, la de Vulcano, el fuego, y la de Saturno, dios del tiempo, y su esposa Opis, diosa de la abundancia. La tercera parte, la Marina, comenzaba con la brigada de Alfeo y Aretusa, dioses de los ríos y las fuentes. Seguían la de Nereo, dios de las olas del mar, la de Ulises y Parténope, el gran héroe de la Odisea y la sirena fundadora de la ciudad de Nápoles, la de Jasón y los Argonautas protagonistas de otra gran epopeya marinera en busca del vellocino de oro, y finalmente, cerrando el magno desfile, la brigada de Neptuno y Anfitrite, los grandes dioses del mar. Resultó un espectáculo magnífico, culminación de todos los organizados hasta entonces, pues los colegios y gremios no repararon en gastos ni en desvelos para la ocasión. La esplendidez de la fiesta quedó bien de manifiesto en la serie de grabados que se realizó como recuerdo, obra de los grabadores A. J. Defehrt y Pasqual Pere Moles a partir de los dibujos de Francesc Tramulles Roig, buen testimonio para el arte permanente de una de las más interesantes expresiones del arte efímero barcelonés del siglo xviii. Pero la estancia real en Barcelona no se redujo a fiestas y diversiones. Tuvo también el carácter de toma de contacto del monarca con la realidad de su nuevo reino, pues, como escribía don Carlos en una de las cartas a su madre, consideraba que «era necesario verlo todo con sus propios ojos». El tema militar atrajo especialmente la atención del rey. Dedicó gran parte de su tiempo en Barcelona a pasar revista a las tropas y a visitar las fortificaciones y las atarazanas, pues nueva revista · 157
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se hallaba muy preocupado por el estado del ejército y de la marina, ante la amenaza de la guerra internacional en curso. El rey manifestó su voluntad de acercamiento a la sociedad catalana. En consideración a la nobleza, concedería el repetidamente solicitado permiso de portar armas, prohibido al estamento nobiliario desde el fin de la guerra de Sucesión. También prestó el rey atención a la burguesía, que reclamaba una política de fomento y protección para el comercio catalán con América. Las peticiones se concretaron en la audiencia real concedida a la Junta de Comercio, siendo acogidas por el monarca, que ratificaría y ampliaría las concesiones económicas e institucionales. El Reglamento de libre comercio con América llegaría en 1778. Se selló así el acuerdo de Carlos III con los sectores más vitales y renovadores de la sociedad catalana. La visita real sirvió para inaugurar una nueva etapa de mayor sintonía entre Cataluña y la monarquía borbónica. La familia real emprendió el viaje desde la Ciudad Condal a Madrid el 22 de octubre. Si grande había sido la expectación despertada en Barcelona por el monarca, no fue menor la suscitada en los diferentes pueblos y ciudades del camino hacia Zaragoza. En cada parada de la comitiva regia se organizaban bailes, festejos y luminarias, y todos se apresuraban a rendir pleitesía y presentar las más diversas peticiones. Carlos III comenzaba a conocer su nuevo reino, y a darse a conocer ante sus nuevos súbditos. España y los españoles comenzaban a manifestarse ante su nuevo rey. Los reyes llegaron a Zaragoza el día 28 de octubre. La idea era realizar una simple visita de paso, pero un imprevisto alargó la estancia más de un mes. El príncipe de 34
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Asturias cayó enfermo de sarampión. Tras el príncipe se contagiaron los infantes Gabriel, María Josefa y María Luisa. También el estado de salud de la reina María Amalia se resintió con las fatigas del viaje. A pesar del retraso, el rey no abandonó sus actividades, impaciente por hacerse cargo del gobierno efectivo del reino. Dedicaba las mañanas al despacho con el ministro Esquilache y reservaba las tardes a la caza, su afición favorita, utilizada como medio de asegurar el equilibrio mental. Desde Madrid los secretarios de estado enviaban regularmente expedientes a Zaragoza, donde el rey los estudiaba y resolvía. Recuperados los enfermos, el viaje se reanudó el primero de diciembre, con muchas prisas, pues el rey quería llegar a Madrid cuanto antes. La celeridad de la marcha, el intenso frío y las fuertes nevadas hicieron muy penosas las jornadas de camino. Por fin, la gran comitiva real, compuesta por más de mil ochocientas personas entre acompañantes, servidores, caballerizos y guardias de corps, arribó a Madrid el 9 de diciembre de 1759. Carlos III, después de largos años de ausencia, había regresado a su ciudad natal. El conde de Fernán Núñez relató el momento en que bajo una lluvia torrencial vio al monarca descender del carruaje ante el palacio del Buen Retiro. Inmediatamente se dirigió al salón donde le esperaba su madre, Isabel Farnesio, de la que se había despedido en Sevilla casi treinta años antes. El encuentro fue sin duda emocionante para ambos. Tal como había soñado, doña Isabel veía a su hijo predilecto convertido en rey de España. Símbolo festivo del ambiente de esperanza que presidía el inicio del reinado fue la entrada solemne que realizó nueva revista · 157
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Carlos III en Madrid el domingo 13 de julio de 1760. Partió la comitiva regia del palacio del Buen Retiro y recorrió la calle de Alcalá, donde el monarca recibió las llaves de la ciudad, la Puerta del Sol, la calle Mayor, hasta la parroquia de Santa María de la Almudena, en la que se celebró un Te Deum. El regreso se realizó por Platerías, Plaza Mayor y carrera de San Jerónimo, finalizando en el palacio del Buen Retiro. El itinerario se hallaba decorado con arcos de triunfo y otros adornos, según diseño del arquitecto Buenaventura Rodríguez. La ornamentación conmemoraba los acontecimientos más sobresalientes de la vida de don Carlos, para concluir en una alegoría de la monarquía española, cuya corona acababa de ceñir. La entrada real en Madrid significaba no solo el encuentro solemne del rey con la capital de su reino, sino también el ingreso en una nueva etapa culminante de su vida, ya convertido en rey de España. El sábado siguiente, 19 de julio, se celebró en la iglesia de los Jerónimos la tradicional ceremonia de reunión de Cortes. Aunque hubiera perdido fuerza política, el ritual continuaba manteniendo su prestigio simbólico. La reunión del rey y del reino ratificaba de forma solemne el inicio del nuevo reinado. Y el reconocimiento oficial del infante don Carlos como príncipe de Asturias, heredero de la corona, apuntaba a la esencia misma de la monarquía, su continuidad. Para Carlos III había concluido su largo camino hasta el trono español. Comenzaba entonces su camino como rey de España.
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CRECIMIENTO ECONÓMICO Y CAMBIO SOCIAL EN LA ESPAÑA DE CARLOS III: UN BALANCE EN CLAROSCURO Ricardo Franch Benavent
OBJETIVOS Y TRASCENDENCIA DE LA POLÍTICA REFORMISTA
La incidencia positiva que se suele atribuir a la política reformista del reinado de Carlos III en el crecimiento económico y las transformaciones sociales que se produjeron en la España de la segunda mitad del siglo xviii, ha sido contestada recientemente por interpretaciones más críticas que cuestionan tanto sus objetivos como su efectividad real en dichos procesos. Así, se ha subrayado que su prioridad fundamental era el incremento de los recursos del estado con el fin de sostener una agresiva política internacional en defensa de los intereses imperiales, lo que provocó el aumento de la presión fiscal y de la deuda pública. Se ha destacado, también, que las medidas adoptadas no lograron alterar las estructuras productivas y el orden social tradicional, ya fuese por la resistencia plannueva revista · 157
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teada por los sectores afectados o por la propia timidez de las disposiciones emitidas. Desde luego, no cabe duda que el objetivo básico que se perseguía con ellas era el fortalecimiento del poder de la monarquía, tratando de incrementar su influencia en el escenario internacional y su capacidad para garantizar la defensa del imperio colonial. Pero para ello se necesitaba mejorar el funcionamiento del estado, estimulando el desarrollo de las actividades productivas, eliminando los obstáculos que limitaban su crecimiento y combatiendo los viejos prejuicios sociales que menospreciaban el trabajo y dificultaban la generación de riqueza. De ahí que existiese una estrecha vinculación entre el objetivo político fundamental y las reformas económicas y sociales que se consideraban imprescindibles para su consecución. Estas perseguían sobre todo la defensa de los intereses de los pequeños productores, mejorando las condiciones con las que ejercían su actividad y removiendo las trabas que lo impedían mediante la liberalización del marco normativo que la regulaba. Pero esta última tendencia se consideraba compatible con la intervención del estado en la actividad económica y la protección del mercado interior frente a la competencia de las restantes potencias europeas. Con respecto a la trascendencia de las reformas emprendidas, su cuestionamiento de las estructuras tradicionales adquirió una mayor intensidad en los primeros años del reinado, cuando aquellas se centraron especialmente en el ámbito agrícola. Sin embargo, la resistencia que provocaron cristalizó en el estallido de los motines de 1766. A partir de entonces, la política reformista tendió hacia un 38
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mayor pragmatismo, sin afectar a los intereses de los sectores más poderosos de la sociedad. Se centró, además, en el ámbito industrial y comercial, en los que dichos sectores tenían una implicación mucho menor. Aunque las reformas adoptadas tuvieron un carácter moderado, los principios en los que se sustentaban ponían en cuestión el sistema de valores de la sociedad tradicional y constituyeron el fermento intelectual en el que se inspiraron los gobiernos liberales para proceder definitivamente a su transformación. LA AGRICULTURA Y LA SOCIEDAD RURAL
A comienzos del reinado de Carlos III, el crecimiento productivo que había experimentado la agricultura española en la primera mitad de la centuria estaba comenzando a debilitarse. Así ocurrió, sobre todo, en las regiones del interior del país, donde la crisis que se experimentó a mediados de la década de 1760 fue muy profunda. Las razones de este retroceso son muy complejas, ya que el territorio tenía una densidad de población muy baja y existían amplios espacios por colonizar. De ahí que se haya apuntado la existencia de resistencias institucionales que dificultaron el proceso de roturación. El problema fue mayor en la meseta sur castellana, donde invernaba la ganadería trashumante, cuyo contingente superó a mediados de la centuria los niveles máximos alcanzados con anterioridad, lo que agudizó el conflicto con la agricultura. Las dificultades productivas fueron menores en las regiones periféricas, en las que se produjeron procesos de intensificación agraria. No obstante, en las del norte del país se estaba agotando el ciclo de crecimiento favorecido por nueva revista · 157
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la expansión del maíz. La elevada densidad de población del territorio y su bajo índice de urbanización contribuyeron a la configuración de una estructura agraria basada en pequeñas explotaciones familiares que generaban escasos excedentes y debían recurrir a la realización de actividades complementarias para sobrevivir. Realmente, fue en las regiones mediterráneas donde la expansión productiva fue mayor y se produjeron importantes transformaciones agrarias. Las fórmulas de cesión de la explotación de la tierra utilizadas facilitaron la roturación y la plantación de cultivos arbóreos o arbustivos orientados a satisfacer la demanda del mercado. Así mismo, la extensión del regadío permitió la realización de complejas rotaciones de cultivos que incrementaron sustancialmente la productividad. Esta diversa evolución es lo que explica que la política agraria ilustrada se centrase en mayor medida en la resolución de los problemas de las regiones del interior, tratando de estimular en ellas la aparición de una especie de mesocracia rural de pequeños agricultores inspirada, en gran parte, en el modelo existente en las regiones periféricas. Durante los primeros años del reinado se plantearon iniciativas que amenazaban claramente los intereses de las clases privilegiadas, como la política de reincorporación a la Corona del patrimonio enajenado con anterioridad o el cuestionamiento del privilegio de la amortización eclesiástica. Sin embargo, la medida que generó una mayor contestación fue la pragmática de liberalización del comercio de cereales de 1765. Al coincidir con una mediocre cosecha, la carestía que generó cristalizó el malestar provocado por la política reformista y desembocó en el estallido de los moti40
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nes de 1766. Ello puso de manifiesto la necesidad de paliar la pobreza del campesinado, lo que impulsó al intendente de Badajoz a iniciar poco después en su circunscripción el reparto de las tierras municipales entre los agricultores más necesitados de la localidad. Esta medida se extendió inmediatamente a toda Extremadura, la Mancha y Andalucía. Sin embargo, su alcance social se limitó en 1770 al priorizar en los repartos a los agricultores que dispusiesen de animales de tiro para cultivar las tierras, tratando de potenciar al pequeño campesinado capaz de lograr el incremento de la producción. Así mismo, los repartos implicaron la privatización de buena parte de los bienes utilizados libremente con anterioridad por los vecinos, favoreciendo el «individualismo agrario». Una orientación similar tuvieron las iniciativas de colonización agraria, entre las que destacó la creación de las «Nuevas Poblaciones de Sierra Morena». Con tal finalidad, el intendente Olavide elaboró en 1767 el «fuero de población», en el que se plasmaba el modelo de sociedad agraria ilustrada, basada en familias campesinas dotadas de los medios adecuados de producción, sin la existencia de señoríos, tierras comunales, vinculadas o amortizadas, ni derechos de pasto de la ganadería trashumante. Junto a él, las iniciativas de colonización agraria se rigieron también, sobre todo en los territorios de la Corona de Aragón, por el «privilegio alfonsino», que permitía la creación de un señorío a los propietarios que fundasen en sus tierras una nueva población, y que fue restablecido en 1772. Los privilegios de la Mesta también fueron intensamente cuestionados, aunque las medidas adoptadas fueron escasas, destacando entre ellas la reducción a la mitad nueva revista · 157
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de los alcaldes entregadores en 1782. Pero, quizás, el fenómeno más revelador de la política agraria ilustrada fue la larga tramitación del expediente sobre la Ley Agraria, que se inició a partir de la recopilación de la información realizada por los intendentes de provincias tras los motines de 1766 y se remitió a la Sociedad Económica Matritense, la cual encargó a Jovellanos la redacción del correspondiente «Informe», que solo entregó en 1794. En él se defendía el liberalismo agrario y se cuestionaba claramente el orden social y económico del Antiguo Régimen, considerando como los «estorbos políticos» que se debían eliminar los bienes comunales, el sistema de campos abiertos, la amortización, la vinculación o los privilegios de la Mesta. L A S M A N U FA C T U R A S
En el ámbito manufacturero, se produjo también a principios del reinado de Carlos III un deterioro de la expansión que había experimentado hasta entonces el sector textil, que era la industria más común e importante en la España de la época. El incremento de los precios de los productos alimenticios y de las rentas de la tierra redujo la capacidad adquisitiva del pequeño campesinado y las clases populares, lo que repercutió en detrimento de la demanda de los paños de media y baja calidad, que eran los que se producían más habitualmente en Castilla. Solo en los centros en los que se tendió a producir géneros de mayor calidad, como Béjar o Segovia, se logró mantener en mayor medida la actividad. No obstante, la competencia de los paños superfinos extranjeros, el tradicionalismo de la estructura productiva y la debilidad de los sectores 42
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empresariales, de los que formaban parte comerciantes interesados en la exportación de lana, dificultaron la modernización del sector. En cambio, en Alcoy y, sobre todo, las localidades catalanas del Vallés y l’Anoia se logró realizar dicha transformación al especializarse en paños de calidad media-alta, en la que era más fácil sortear la competencia de los paños extranjeros, y surgir un sector empresarial nutrido por los propios artesanos más enriquecidos. Con respecto a las restantes fibras textiles, también la industria del lino, que se había difundido notablemente en Galicia, tenía unas estructuras debilitadas por su carácter rural, la inexistencia de una adecuada red empresarial y de comercialización y la mediocre calidad de la producción realizada. Por su parte, la industria de la seda, concentrada sobre todo en Valencia, estaba regulada por una reglamentación gremial que dificultó la adaptación de su producción a los gustos cambiantes de la demanda. Fue solo el nuevo sector del algodón, cuya expansión inicial en Cataluña había sido facilitada por el proteccionismo aduanero y la concesión de franquicias y privilegios por parte del estado, el que experimentó un considerable desarrollo. La política de liberalización económica impulsada en los primeros años del reinado de Carlos III debilitó el proteccionismo aduanero, al autorizarse en 1760 la importación de tejidos de algodón y lienzos pintados extranjeros. Sin embargo, la presión ejercida por los fabricantes catalanes logró la rectificación de la medida en 1768-70. Así mismo, la imposición de elevados derechos aduaneros a la importación de la fibra de algodón maltesa en 1771 contribuyó a la creación de la Compañía de hilados de nueva revista · 157
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algodón de América, que se convirtió en una plataforma empresarial para la defensa de los intereses del sector. Los fabricantes de tejidos de seda valencianos lograron también la suspensión en 1767 de la orden de 1760 que permitía parcialmente la exportación de la fibra de origen autóctono, llegando incluso a conseguir la autorización de la importación de fibra de seda extranjera a partir de 1784. En cambio, la protección dispensada a los fabricantes de paños fue insuficiente, ya que, a pesar de la reforma arancelaria de 1782 y de la regulación del derecho de tanteo de la lana fina y superfina adquirida para su exportación en 1783, los géneros extranjeros de mayor calidad elaborados con lana española continuaban siendo más competitivos. Realmente, la política manufacturera se centró en mayor medida en la promoción de la industria popular, con el fin de combatir la ociosidad e incrementar los ingresos familiares, y en la eliminación de las trabas derivadas de la reglamentación gremial. Su principal impulsor fue Campomanes, quien promovió la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País, a las que encomendó la creación de escuelas para la enseñanza de las técnicas textiles básicas y la revisión de las ordenanzas gremiales con el fin de realizar propuestas de reforma. De ahí que a partir de mediados de la década de 1770 se emitiesen numerosas medidas que facilitaban el ejercicio de la actividad artesanal a sectores anteriormente excluidos, como las mujeres en 1779 y 1784; eliminaban las restricciones de la capacidad productiva de los artesanos, como el número de telares en 1787; o permitían la elaboración de las manufacturas sin ajustarse a las características fijadas 44
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en las ordenanzas. El «Informe sobre el libre ejercicio de las artes» que elaboró Jovellanos en 1785 sistematizó el cuestionamiento del sistema gremial e inspiró las medidas posteriores que condujeron a su desmantelamiento. EL COMERCIO
El crecimiento demográfico y productivo estimuló la actividad comercial. La polarización social que se experimentó en el mundo rural favoreció la aparición de explotaciones excedentarias que producían para el mercado, pero dio lugar también al incremento de campesinos empobrecidos que necesitaban realizar actividades complementarias para sobrevivir. Entre ellas se encontraban los servicios de transporte que realizaban estacionalmente a bajo precio en las épocas de menor actividad agrícola. No obstante, el tráfico comercial solía ser articulado por las ciudades, que constituían los principales centros de consumo y el lugar de residencia de las élites políticas, económicas y sociales. El crecimiento demográfico que experimentaron y la multiplicación de las funciones que ejercían sobre un entorno rural cada vez más amplio, dieron lugar a la configuración de cuatro sistemas urbanos. Tres de ellos se situaban en las regiones periféricas, mientras que el existente en el interior peninsular se derivó de la macrocefalia que ostentaba Madrid en la zona. De ahí que las redes mercantiles articuladas desde aquellos fuesen más dinámicas, siendo las más relevantes las organizadas por los catalanes y los vasconavarros. Su actividad se fue extendiendo por todo el territorio, sentando las bases de un mercado interior cada vez más integrado. Las deficiencias de la red viaria no obsnueva revista · 157
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taculizaron seriamente el proceso. En todo caso, la Instrucción de Caminos de 1761 impulsó su mejora. Pero la prioridad otorgada a la red radial y la multiplicación de las iniciativas dieron lugar a que las obras avanzaran con mucha lentitud y no se lograse la finalización de ninguno de los caminos reales. De ahí que la mejora de la red viaria se realizase más bien a remolque del crecimiento del tráfico. Las ciudades marítimas constituían también los centros articuladores del comercio internacional, que se basaba en la exportación de materias primas y productos agrarios y coloniales, y la importación de alimentos y manufacturas. La lana era la principal mercancía que se remitía al mercado europeo, pero seguida muy de cerca por los productos derivados de la viticultura, que se remitían también al mercado colonial, lo que les otorgaba una clara primacía en el conjunto del comercio exterior. El más importante de ellos era el aguardiente, que se producía, sobre todo, en Cataluña y Valencia, mientras que el vino procedía, en mayor medida, de Andalucía. Si se les sumaban las pasas, almendras, aceite, barrilla, etc., se desprendía claramente de ello el nivel de especialización y comercialización alcanzado por la agricultura del Mediterráneo y el Atlántico andaluz. De ahí que, más que reflejar el atraso de la economía española, como se ha interpretado tradicionalmente, constituya realmente un reflejo de la división internacional del trabajo que se estaba produciendo en la economía europea. Todo ello explica también que, además de Bilbao y, en menor medida, Santander, los centros comerciales más activos se hallasen en el Mediterráneo, destacando Barcelona, Valencia, Alicante y Málaga. No obstante, era Cádiz el principal 46
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centro mercantil español, ya que al ubicarse allí la cabecera del comercio colonial, se convirtió también en el principal centro redistribuidor de los productos europeos remitidos hacia España. Las reformas realizadas por Carlos III mediante el decreto de 1765 y el reglamento de 1778 trataron de flexibilizar el monopolio con el fin de impulsar el comercio con América de los diversos puertos habilitados para ello. Sin embargo, Cádiz siguió acaparando alrededor del 76% del valor de las exportaciones y el 84% del de las importaciones. Solo Barcelona logró realizar un comercio de exportación de cierta entidad, siendo las mercancías que remitía mayoritariamente manufacturas elaboradas o acabadas en España, frente al predominio de las extranjeras que solía existir con anterioridad en el puerto gaditano. Realmente, las reformas lograron incrementar tanto el tráfico como la participación de los productos españoles en el comercio colonial, pero no de forma tan intensa como se consideró inicialmente. LA POLÍTICA SOCIAL
Aunque la política reformista respetó escrupulosamente el orden social tradicional, las medidas adoptadas para estimular el crecimiento de las actividades productivas incrementaron la consideración social del trabajo, la generación de riqueza y el mérito personal adquirido en el ejercicio de actividades útiles al servicio del estado y la sociedad, sentando las bases del nuevo sistema de valores. Así, no se cuestionó la institución del mayorazgo, criticándose solo la desidia en la administración de sus bienes y la fundación de vínculos de dimensiones insuficientes para sostener adecuadamente a los linajes nueva revista · 157
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nobiliarios. Se trató también de mejorar la calidad y la función social que ejercía la nobleza, reduciendo el contingente de hidalgos empobrecidos e incrementando, en cambio, los efectivos de la nobleza titulada. Las nuevas concesiones se orientaron a recompensar los méritos personales, más que los familiares, y los servicios prestados al estado, como puso de manifiesto la creación de la Real Orden de Carlos III en 1771. Con respecto al clero, tampoco se cuestionó seriamente la amortización, sino que se trató de limitarla y de evitar la mala administración de los bienes que recayesen en su poder. Así mismo, la política regalista permitió incrementar el control de la jerarquía eclesiástica, mientras que la expulsión de los jesuitas redujo su influencia en el ámbito educativo. Al mismo tiempo, se mejoró la formación del clero, tratando de convertirlo en un agente más de la política de reforma de las costumbres y de crítica a la superstición y la ociosidad. Se combatieron también los prejuicios aristocráticos existentes en contra de los negocios y el trabajo manual. Con tal finalidad, se proclamó la compatibilidad de la nobleza con el comercio, estimulando la integración de aquella en los Cuerpos de Comercio creados a partir de la década de 1760. Además de canalizar la representación de los grupos mercantiles de las ciudades en las que se crearon, estas instituciones se convirtieron en valiosos agentes territoriales de la política reformista. Una función similar se otorgó a las Sociedades Económicas de Amigos del País creadas desde mediados de la década de 1770, en las que se integraron las élites más dinámicas de cada localidad. Realmente, mediante la intervención en estas entidades, la venalidad de cargos, la concesión de distinciones socia48
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les o las reformas del gobierno municipal, la monarquía fue integrando en el sistema político a todos aquellos que tuviesen riqueza e influencia social. Aunque la mayoría de ellos imitaron inmediatamente el estilo de vida nobiliario, su comportamiento económico y sus valores sociales no eran ya idénticos a los de la aristocracia tradicional. Las nuevas élites eran mucho más celosas en la administración de su patrimonio y consideraban que la riqueza era fundamental para conservar o elevar el rango social adquirido. Por su parte, las clases populares, tanto urbanas como rurales, se vieron forzadas por el deterioro de la coyuntura económica a incrementar la intensidad del trabajo, implicándose en ello todos los miembros de la unidad familiar. La política reformista incidió en la misma línea mediante la promoción de la industria popular y el estímulo de la enseñanza de primeras letras o de técnicas productivas básicas con el fin de formar personas activas e industriosas que contribuyesen al progreso de la sociedad. Se trató de dignificar el trabajo, combatiendo los prejuicios existentes en contra de los oficios viles en la Real Cédula de 1783. Por el contrario, se intensificó la lucha contra la ociosidad, el vagabundeo y la marginalidad social mediante la creación de hospicios e instituciones benéficas que cumplían el doble objetivo de reprimir la delincuencia y formar una mano de obra productiva y disciplinada. A pesar de las dudas y contradicciones con las que se ejecutó, todo parece indicar que la política reformista contribuyó a erosionar el sistema de valores de la sociedad estamental y favoreció el lento proceso de cambio social que estaba experimentando España en la segunda mitad del siglo xviii. nueva revista · 157
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La política reformista iniciada en las Indias por Felipe V tuvo su continuidad y su culminación en los años del reinado de Carlos III. Las medidas de gobierno emanadas de Madrid trataron de perfeccionar la organización administrativa, potenciar el crecimiento económico y promover el desarrollo cultural, así como garantizar plenamente la defensa militar del territorio y ampliar el dominio sobre las áreas marginales del Imperio. Naturalmente, dicha política se gestó en el seno de la Secretaría de Estado de Marina e Indias. El tímido reformismo de Julián de Arriaga y el más decidido de José de Gálvez se hicieron sentir primero en el terreno de la reorganización administrativa. Así, Arriaga fue el responsable de la introducción de una institución llamada a arraigar profundamente en el Nuevo Mundo: la intendencia. Concebida como una figura provisional que acompañaba el plan general de defensa de las Antillas después de la ocupación inglesa de 1762, las Ordenanzas de 1782 y 1786 consagraron las intendencias como circunscripciones provinciales en el interior de las grandes divisiones administrativas de virreinatos y gobernaciones. La administración territorial se vio fortalecida también por la aparición de una nueva serie de instituciones des50
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tinadas a vertebrar un espacio de inmensas proporciones, como fueron el virreinato del Río de la Plata en 1776, la Comandancia General de las Provincias Internas en el mismo año y la Capitanía General de Venezuela en el año siguiente. El virreinato del Río de la Plata fue una medida de estricta necesidad, por cuanto a lo largo del siglo xviii la región había experimentado un notable auge económico, al tiempo que había visto aumentado su valor estratégico, al estar situada al sur de la disputada banda oriental de la colonia de Sacramento en poder de los portugueses, frente a las islas Malvinas codiciadas por Inglaterra y al norte de un área despoblada que podía constituir una futura base de asentamiento de alguna potencia enemiga. Una situación que se complicaba con la debilidad de su dependencia respecto de la excesivamente lejana capital del virreinato peruano. La nueva entidad fue dotada de un extenso territorio, que incluyó no solo la región del Plata propiamente dicha, sino también toda una serie de regiones segregadas del virreinato peruano, como fueron Charcas (que incluía el poderoso centro minero de Potosí), Tucumán, Paraguay y Cuyo, desgajada de la gobernación de Chile, que quedaba reducida a las tierras al oeste de la cordillera de los Andes. Al mismo tiempo, se dotó al virreinato de un complejo aparato administrativo, compuesto por una segunda audiencia en Buenos Aires (además de la ya existente de Charcas), de ocho intendencias (Buenos Aires, Paraguay, Salta y Córdoba, más las cuatro de Charcas: La Plata, La Paz, Potosí y Cochabamba) y de cuatro gobiernos militares para la vigilancia de las fronteras: Montevideo, Misiones, Moxos y Chiquitos. Si a ello le unimos la vertebración econueva revista · 157
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nómica entre la producción de plata altoperuana, la riqueza agrícola y ganadera del interior y el comercio marítimo a través de la capital y de Montevideo, el futuro del virreinato quedaba suficientemente garantizado. Por su parte, las necesidades estratégicas y la política de expansión territorial explican la aparición de una nueva institución, la Comandancia General de las Provincias Internas, creada por empeño personal de Gálvez. Destinada a garantizar la seguridad de la frontera norte de Nueva España y a servir de punta de lanza para la colonización llevada a cabo mediante la instalación de presidios y misiones, la Comandancia comprendió en un principio todo el ámbito correspondiente a las gobernaciones de California, Sonora (incluyendo los establecimientos de Arizona), Nueva Vizcaya, Nuevo México, Coahuila y Texas, con capital en Arizpe, en Sonora. Aunque la nueva entidad quedó sometida a sucesivos vaivenes tras el relevo de su primer titular, Teodoro de Croix (1783), no por ello dejó de desempeñar eficazmente sus funciones, especialmente con la ayuda de los gobernadores de Texas y Nuevo México: el mantenimiento de las comunicaciones al norte del virrreinato novohispano, la defensa de las fronteras frente a las amenazas de otras potencias europeas, la resistencia frente a los indios insumisos (singularmente frente a los apaches) y la paz con los indios de las praderas, especialmente con los comanches. *** El sistema indiano requería para su buen funcionamiento de la solidez del sistema hacendístico. En este 52
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terreno la novedad administrativa más importante fue la creación del cargo de Superintendente General Subdelegado de la Real Hacienda, cuyos titulares, instalados en Lima, Buenos Aires y México, se ocuparían de todas las cuestiones fiscales, segregándolas de las atribuciones de los virreyes, que hasta ahora las habían venido detentando. Sin embargo, la reforma fiscal también originó un profundo descontento entre los afectados, que desembocó en algunos casos en graves levantamientos. Así, en 1765, los moradores de los barrios de Quito habían protagonizado la «revuelta de los estancos», así llamada por haber sido su desencadenante la implantación del monopolio del aguardiente. Mayor alcance, sin embargo, tuvo la revuelta de los comuneros del Socorro, iniciada en aquella localidad del distrito neogranadino de Tunja en marzo de 1781, en protesta por el rigor en la exigencia de las alcabalas y tributos y por las restricciones impuestas al cultivo del tabaco a causa del decreto que establecía el monopolio de la Corona. Por esta razón, los comuneros procedieron a suprimir los estancos del tabaco y del aguardiente, antes de sublevar las poblaciones de Pamplona (mayo) y Cúcuta (junio) y de marchar, en número de veinticinco mil, hacia Santa Fe. Finalmente, la política de conciliación del arzobispo y virrey interino Antonio Caballero permitió desactivar la revuelta, que por entonces se había contagiado a Venezuela, concretamente a la provincia de Maracaibo, aunque la ocupación de Mérida por las tropas gubernamentales puso fin al alzamiento en octubre del mismo año. nueva revista · 157
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Sin embargo, las dificultades para la integración social de las comunidades indígenas fueron el contexto para la más importante de todas las revueltas, la dirigida por José Gabriel Condorcanqui, que adoptó el nombre de Túpac Amaru, el inca del que descendía por línea materna. Rebelado contra las extorsiones de las autoridades locales, su primera medida fue ordenar el ajusticiamiento del corregidor de Tinta, antes de marchar contra otros corregimientos. Después de su victoria en Sangarará (18 de noviembre de 1780), la reorganización de las fuerzas gubernamentales permitió su derrota en el encuentro que tuvo lugar en la noche del 6 de abril de 1781. Su medio hermano Diego Cristóbal Túpac Amaru mantendría la resistencia, hasta su rendición pactada al año siguiente. La revuelta alcanzó otras regiones, como Charcas, donde Julián Túpac Catari puso sitio a La Paz durante varios meses (de marzo a octubre de 1781), y como Jujuy, escenario del alzamiento del mestizo José Quiroga. De este modo, aunque el movimiento revolucionario pudo ser controlado, su recuerdo no dejó de ser una constante en todos los avatares políticos posteriores, incluyendo el momento de la emancipación. *** Uno de los hechos más espectaculares del reinado fue sin duda la expulsión de los jesuitas, una acción cuyos motivos hay que buscarlos en la compleja política interior de los estados europeos, ya que, lejos de constituir un fenómeno singular, la decisión de Carlos III había sido precedida por idénticas medidas adoptadas en Portugal y en Francia. La 54
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Compañía se había hecho sospechosa por su voto de obediencia a Roma y su independencia respecto de la autoridad episcopal, a lo que unía en el Nuevo Mundo su influjo en la formación de las élites criollas, su éxito en la organización de las repúblicas de indios y su autonomía económica basada en la administración de una verdadera cadena de haciendas y de establecimientos comerciales, aunque finalmente la razón oficialmente aducida fue la improbable participación de la orden en el motín contra Esquilache. La orden de expulsión, decretada el 27 de febrero de 1767 y aplicada en Ultramar varios meses más tarde, significó para las Indias el extrañamiento de más de 2.600 miembros de la Compañía, que fueron conducidos por destacamentos militares para ser embarcados en naves aprestadas al efecto con destino a Italia. Los efectos no pudieron ser más desastrosos, ya que la salida de un grupo de educadores y de misioneros tan numeroso y de tan alta cualificación intelectual dejó un vacío imposible de colmar en colegios y universidades, así como en las misiones que habían regentado, especialmente las del norte de Nueva España, las altoperuanas de Moxos y Chiquitos, las amazónicas de Maynas en el reino de Quito y las famosas reducciones de los guaraníes del Paraguay, donde en conjunto habían sabido encuadrar a no menos de trescientos mil indígenas, que vieron destruirse uno de los sistemas más humanos ensayados por los colonizadores europeos en tierras americanas. Los bienes abandonados por la Compañía, las famosas temporalidades, no serían aprovechadas convenientemente pese a las buenas intenciones de la administración española, mientras las restantes órdenes se esforzaban con resultados muy desiguales nueva revista · 157
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por sustituir a los jesuitas en sus misiones y, en menor grado, en sus establecimientos de enseñanza. *** Carlos III, apenas asentado en el trono de España, hubo de ocuparse de dirigir un conflicto bélico que tuvo a las Indias como escenario privilegiado. En efecto, la amenaza de Inglaterra forzó al monarca a la firma con Francia del Tercer Pacto de Familia en 1761 y a la inmediata entrada en guerra en Europa, en América y en las Filipinas. En América, el hecho de armas más resonante fue la captura de La Habana por los ingleses (30 de julio de 1762). Por el contrario, los efectivos españoles pudieron resistir los ataques contra sus posiciones en Mosquitia, en la costa de Nicaragua, mientras que en el Río de la Plata el gobernador Pedro de Cevallos tomaba la iniciativa, conquistando la siempre disputada colonia portuguesa de Sacramento, antes de avanzar más allá del río Negro hasta el territorio brasileño de Río Grande. Finalmente, en Filipinas, los ingleses repetían la experiencia cubana tomando por sorpresa la ciudad de Manila (5 de octubre de 1762) y el puerto de Cavite, aunque el oidor Simón de Anda pudo organizar la resistencia en el interior de la isla de Luzón. En estas condiciones, España hubo de aceptar las condiciones impuestas por la paz de París (10 de enero de 1763). Por un lado, recuperaba La Habana y Manila, aunque debía devolver todas las conquistas hechas frente a los portugueses en la frontera brasileña, incluyendo la colonia de Sacramento. Por otro, tenía que renunciar en favor de 56
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Gran Bretaña al territorio de Florida, que quedaba unido a la Luisiana oriental entregada por Francia, la cual, como compensación, cedía a España la Luisiana occidental, es decir todos los territorios al oeste del Mississippi, más la capital, Nueva Orleáns. La primera consecuencia de la paz de París fue la puesta en práctica de un ambicioso proyecto de defensa de América, que se combinó con una política expansiva que permitió alcanzar su máxima extensión al territorio bajo dominio español en el Nuevo Mundo. En este sentido, las medidas adoptadas afectaron a la organización de un verdadero ejército indiano, la creación de un complejo de ocho apostaderos para la marina de guerra y la ampliación de la red de fortificaciones. De esta forma, el reinado de Carlos III asistió a la creación de un ejército regular integrado por cuerpos fijos (reclutados in situ) y expedicionarios (procedentes de España), cuya composición varió según las regiones (con predominio de los soldados peninsulares en el Caribe y de las tropas criollas en el continente) y que estaba destinado a encuadrar a las unidades de las milicias de blancos, pardos y morenos. Los planes de nuevas fortificaciones afectaron naturalmente de modo especial al área del Caribe, aunque ninguna región estuvo exenta de intervenciones en este sentido. En Nueva España, la iniciativa más notable fue la revisión del sistema defensivo de Veracruz que, contando ya con el fuerte de San Juan de Ulúa, se reforzó ahora con una fortaleza construida en el interior, el castillo de Perote, edificado en la década de los setenta bajo el mandato del virrey Antonio María Bucareli. En las Antillas, la obra más nueva revista · 157
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considerable fue la fortificación de San Juan de Puerto Rico, que no tuvo más rival en el ámbito americano que la siempre bien defendida Cartagena de Indias. Del mismo modo, la marina experimentó un fuerte impulso en las Indias. Carlos III reforzaría la estructura naval con la creación de una red de ocho apostaderos con misiones de defensa costera, que en buena parte reprodujo la división de los departamentos: La Habana, Veracruz, Cartagena de Indias, Puerto Cabello, Montevideo, El Callao, San Blas y Cavite. Todos estos centros contaron con astilleros que construyeron diversos tipos de buques mercantes y de navíos de guerra durante todo el reinado. Al final de la década de los setenta la diplomacia española cosechó uno de sus más señalados éxitos, al firmar dos favorables tratados de paz con Portugal, en San Ildefonso (1 de octubre de 1777) y en El Pardo (24 de marzo de 1778). Por el primero, España, tras la tercera y definitiva conquista de Sacramento efectuada dos años antes, recuperaba la disputada colonia (que a la larga habría de convertirse en Uruguay), el territorio de Ibicuy y las reducciones cedidas por el tratado de 1750, a cambio de renunciar a los territorios de Río Grande, la isla de Santa Catalina y la laguna de los Patos, que quedaban definitivamente incorporados a Brasil. Por el segundo, Portugal cedía en África las islas de Fernando Poo y Annobón, más el ejercicio del libre comercio en la franja continental del río Muni. El nuevo enfrentamiento militar que habría de situar, en un bando, a España y Francia, apoyando la causa de los rebeldes de las Trece Colonias británicas, y, en el otro, a Inglaterra, la enemiga de siempre, fue objeto de un pro58
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longado debate por parte de Carlos III y sus ministros. En efecto, si por una parte la sublevación constituía una inmejorable oportunidad para resarcirse de las derrotas de 1762 y de las cláusulas del tratado de París de 1763, por otra se experimentaba un lógico temor ante el probable valor de ejemplo que una insurrección victoriosa en la América inglesa podía significar para los territorios de la América española. De esa manera, solo tras un largo periodo de vacilaciones y con el espíritu cargado de reticencias, se decidió España a declarar la guerra a Inglaterra en 1779. Tras el fin de la contienda, el tratado de Versalles (20 de enero de 1783, para la firma de los acuerdos entre Inglaterra y España) fue considerado como el del «desquite borbónico». España se beneficiaba de la cesión por parte de Inglaterra de la franja costera que permitía el enlace entre Luisiana y Florida (incluyendo Mobila y Pensacola), lo cual significaba, pese a quedar sin determinar el paralelo que fijaría la frontera septentrional entre el Mississippi y el Atlántico (provocando las primeras fricciones con los recién nacidos Estados Unidos) el dominio por parte hispana de toda la costa norte del golfo de México, por primera vez desde los comienzos de la conquista. Del mismo modo conservaba todas las tierras al oeste del Mississippi, incluyendo el área más septentrional en torno a San Luis, que pronto se conocería como Illinois o Alta Luisiana. Por el contrario, en América Central, España cedía definitivamente a Inglaterra, para la corta del palo de tinte, el territorio de Belice. *** nueva revista · 157
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Si la paz de Versalles fortaleció el dominio español en todas las regiones, la expansión territorial no se hizo solo a costa de los acuerdos con Inglaterra y Portugal, sino a partir de una serie de iniciativas que permitieron ampliar considerablemente las fronteras del Imperio. En efecto, también la apertura, deliberadamente programada, de un nuevo ciclo de exploraciones marítimas obedeció en primer lugar a motivaciones de índole militar, relacionadas con la defensa de América y la salvaguarda de los intereses hispanos, aunque al mismo tiempo las nuevas preocupaciones presentes en el pensamiento ilustrado impusieron una paralela finalidad científica a buena parte de estas expediciones. El arranque de estas expediciones puede fijarse en la fundación del puerto de San Blas (1768), que constituirá la base de operaciones y el punto de partida de las naves que se dirigen en dirección al norte. Las expediciones fueron dirigidas, respectivamente por Juan José Pérez (que descubre la isla de Vancouver y la bahía de Nutka, 1774), Bruno Hezeta y Juan Francisco de la Bodega (que llegan hasta los 58º de latitud norte en el golfo de Alaska, 1775), Ignacio Arteaga y Juan Francisco de la Bodega (que exploran la península de Kenai y la isla de Kodiak, 1779), José Esteban Martínez y Juan Pantoja (que establecen la derrota para atravesar el canal de Santa Bárbara, 1782) y José Esteban Martínez y Gonzalo López de Haro (que zarpan en los mismos barcos dos veces consecutivas en 1788 y 1789), sin que haya solución de continuidad entre las expediciones organizadas bajo Carlos III y las del reinado siguiente. Del mismo modo, y por idénticas razones, a partir de 1765 se reanuda el sistemático reconocimiento del área marítima 60
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más meridional. Las expediciones dirigidas a Patagonia fueron mandadas por Domingo Perler (1767), Manuel de Pando (que alcanza la Tierra de Fuego, 1767-1769), Francisco Gil de Taboada (1768-1770), José de Goicoechea (1770), Juan de la Piedra y Francisco de Viedma (1778-1779), Juan de la Piedra de nuevo (1779), José Domingo Gonzalorena y José Michán (1779), Bernardo Tafor (1779-1780), Basilio Villarino (1779-1783), Antonio de Viedma (1780-1783), Francisco de Medina (1783-1784) y de nuevo Bernardo Tafor (1786), cerrando el ciclo del reinado de Carlos III, que tuvo perfecta continuidad en el siguiente. Esta persistente exploración de las regiones más meridionales de América se completó finalmente con los nuevos reconocimientos del estrecho de Magallanes llevados a cabo por Antonio de Córdoba, en dos ocasiones sucesivas (1785-1786 y 17881789), mientras que, en las costas del Pacífico, el principal objetivo se centrará en la sistemática exploración de la isla de Chiloé, acometida por José de Moraleda en una larga campaña desarrollada entre 1787 y 1790. Otro grupo de expediciones serían organizadas desde el Perú por el virrey Manuel Amat, con el objetivo de salir al paso de la presencia inglesa en las islas más próximas a las costas del virreinato. La primera expedición, mandada por Felipe González de Haedo y Antonio Domonte (17701771), tuvo como exclusivo propósito la localización y ocupación de las tierras avistadas por el inglés Edward Davis en 1687 y obtuvo como resultado el reconocimiento y toma de posesión de la isla de Pascua. Las restantes tres flotas enviadas por Amat tuvieron como punto de destino las islas de la Sociedad, descubiertas por el inglés nueva revista · 157
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Samuel Wallis en 1767. En el transcurso del primer viaje (1772-1773), Domingo de Boenechea se instaló en la isla de Tahití y otras del archipiélago. Durante el segundo viaje (1774-1775), Domingo de Boenechea y José Andía pasaron por las Tuamotu en su ruta a Tahití, donde establecieron una misión franciscana, antes de que Tomás Gayangos, tras la muerte del comandante de la flota, ordenara emprender el regreso. Finalmente, en un tercer viaje (1775-1776), Cayetano de Lángara se limitó a liquidar los establecimientos misioneros y con ellos la presencia hispana en el archipiélago, sin duda a partir del cálculo de la dificultad de mantener y defender aquellas posesiones tan alejadas de las costas del virreinato. En cualquier caso, el programa de Amat se saldaba con el reconocimiento de nuevas islas en el sur del Pacífico y con la incorporación definitiva de la isla de Pascua al mundo hispánico. *** Al margen de este esfuerzo de exploración marítima, la expansión más allá de las fronteras legadas en tiempos anteriores se completó especialmente con la ocupación de las tierras de la Baja y de la Alta California por la acción combinada de los militares fundadores de presidios y de los franciscanos fundadores de misiones. Tras la colonización de la Baja California, se produjo la instalación española en las tierras de la Alta California, donde la expedición militar de Gaspar de Portolá (1769) permitió el avance de los franciscanos de fray Junípero Serra y la fundación de las misiones de San Diego (1769) y San Carlos 62
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o Monterrey (1770). Más adelante, las dos expediciones emprendidas desde Arizona por Juan Bautista de Anza consiguieron, primero, el establecimiento de la necesaria comunicación entre el interior y la costa y, después, la fundación de San Francisco (1776), a la que seguiría la de Los Ángeles (1781), momento cenital de la expansión, puesto que la sublevación de los indios yumas clausuró ese mismo año la ruta terrestre, salvo para las expediciones de índole militar. No obstante, para esas fechas California se había incorporado también de modo definitivo al mundo hispánico. Del mismo modo, las autoridades hispanas ocuparon nuevos territorios en la provincia de Texas, cuya capital fue definitivamente fijada en San Antonio (1773), mientras se procedía a la fundación de la ciudad de Nuestra Señora del Pilar (1774), cuyos habitantes, acuciados por los comanches, se trasladarían más tarde a Nacogdoches (1779), que se convertiría en el puesto más avanzado en el rumbo oriental. *** La política económica para América se centró en primer lugar en el sector de la economía de exportación en general y en la industria minera en particular. En consecuencia, las medidas más importantes afectaron a la minería de la plata mexicana, cuyo poderoso empresariado se vio beneficiado por la implantación del Tribunal de Minería (1777), la promulgación de las Ordenanzas de Minería (1783) y la creación del Colegio de Minería (1783), destinado a impulsar el progreso tecnológico en el ramo. nueva revista · 157
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La organización comercial conoció a lo largo del reinado una serie de medidas signadas por el común denominador de la liberación del tráfico entre la metrópoli y los territorios ultramarinos. Así el primer paso en esa dirección fue la promulgación del llamado Decreto de Comercio Libre de Barlovento (1765), que consistió en la autorización del tráfico directo a nueve puertos peninsulares (Barcelona, Alicante, Cartagena, Málaga, Cádiz, Sevilla, Gijón, Santander y La Coruña) con diversas islas antillanas (Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Margarita y Trinidad), a las que se sumaron, en ampliaciones sucesivas, otras diversas áreas, como fueron Luisiana (1768), Campeche y Yucatán (1770), Canarias (1772) y Santa Marta y Riohacha (1776). Más tarde, el Decreto de Libre Comercio de 12 de febrero de 1778, que incorporaba al ámbito liberalizado las regiones de Perú, Chile y Río de la Plata, apenas si tuvo trascendencia en razón de su breve periodo de funcionamiento, pues a los pocos meses dejaba paso al más completo Decreto de Libre Comercio de 12 de octubre de 1778, que establecía el tráfico directo entre trece puertos españoles (los nueve ya citados, más los de Palma de Mallorca, Los Alfaques de Tortosa, Almería y Santa Cruz de Tenerife, a los que se sumarían algunos otros a lo largo del periodo de vigencia de la disposición) con numerosos puertos de toda América (los nueve puertos mayores de La Habana, Cartagena de Indias, Buenos Aires, Montevideo, Valparaíso, Concepción, Arica, El Callao y Guayaquil, más otros trece puertos menores), con la excepción de las áreas de Nueva España y Venezuela, que no se incorporarían al nuevo sistema hasta 1789. 64
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Por último, también el régimen comercial de las islas Filipinas sufriría una notable transformación. Así, si por un lado se mantuvo la ruta tradicional del Galeón de Manila, que conectaba la capital filipina con el puerto mexicano de Acapulco, por otro la creación de la Real Compañía de Filipinas (1785) significó la apertura de otra doble ruta que conectaba al archipiélago con la metrópoli bien a través del cabo de Hornos (con escalas habituales en Montevideo y El Callao), bien a través del cabo de Buena Esperanza (con escalas preferentes en Tranquebar y Calcuta), pero siempre sin la mediación del virreinato de Nueva España. *** Durante el reinado de Carlos III, la cultura del Nuevo Mundo se inscribe plenamente dentro del espíritu de la Ilustración. Ahora, por un lado, se cosechan los frutos maduros de la siembra realizada durante los reinados anteriores, mientras, por otro, los medios oficiales tratan de amparar la difusión de las Luces como una contribución más al reformismo que había inspirado los cambios en la administración, en la defensa militar o en la vida económica. La Ilustración americana bebió en las mismas fuentes que la Ilustración española. Basta una somera visita a las bibliotecas de los principales ilustrados criollos para encontrar una selección de libros muy similar a la que podría hallarse en las bibliotecas de los ilustrados metropolitanos, incluyendo un cierto porcentaje de obras en francés y en inglés. Desde este punto de vista, las fuentes europeas fueron nueva revista · 157
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manejadas por los intelectuales americanos con la misma o incluso con mayor soltura que los metropolitanos, ya que si América opuso a las Luces el espesor de la distancia física (sobre todo en los centros situados en el interior del continente) y la sutilidad del tejido de su red cultural y educativa (con tramas demasiado ligeras), por el contrario pudo disfrutar de la práctica bien arraigada del tráfico de contrabando con los países europeos (potencias económicas y culturales, capaces de introducir tejidos baratos y lecturas prohibidas) y de una menor implantación inquisitorial. El momento cenital de la Ilustración se inicia en América a partir de los años setenta. Es el momento de las grandes obras, de las grandes expediciones, de las grandes figuras, de la conciencia clara de la Ilustración, que se manifiesta en el despliegue de las instituciones características (como las Sociedades Económicas de Amigos del País), en la difícil reforma de los viejos centros de enseñanza, en la ebullición científica, en la proliferación de las expediciones hidrográficas o de historia natural, en la aparición de los más importantes escritos de economía política, en la implantación del neoclasicismo academicista, en la expansión de la creación literaria, en la difusión de las Luces como vehículo de un cambio profundo de la sociedad. Este progreso de la cultura ilustrada en la América española no se comprende sin la intervención de las autoridades metropolitanas y virreinales, que tratan de promover la creación intelectual impulsando un proceso de institucionalización que sirve de marco a la actuación de los principales núcleos ilustrados en cada una de las regiones del continente. Como en la metrópoli, pero con distinto peso 66
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relativo, la difusión de las Luces se encomendó a las Academias, las Universidades, las Sociedades Económicas de Amigos del País y otras instituciones educativas y científicas, como los Colegios Carolinos, los Jardines Botánicos, los Observatorios Astronómicos o los Colegios de Cirugía. Uno de los capítulos más llamativos del patrocinio oficial de la cultura fue el de las llamadas expediciones científicas. Entre ellas, las más características del periodo fueron las de carácter botánico. La primera fue la Real Expedición Botánica a los reinos de Perú y Chile (1777-1786), dirigida por Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón, cuyos resultados se plasmarían en la publicación de una monumental Flora peruviana et chilensis (1798-1802) en tres volúmenes, aunque la mayor parte del material quedaría inédito. La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (17821808), auspiciada por el médico, botánico y matemático José Celestino Mutis, recorrió el territorio del virreinato estudiando la flora y dejando como resultado diversos trabajos sobre la quina, aunque también aquí la mayor parte de los materiales quedaron sin publicar e incluso se perdieron de modo irreparable, como ocurrió con el texto que debía acompañar al extenso repertorio de espléndidas láminas de la Flora de Nueva Granada. Finalmente, la Real Expedición Botánica a Nueva España (1787-1803), que estuvo dirigida por el médico y botánico Martín Sessé y su discípulo José Mariano Mociño, desplegó su acción sobre todo por el inmenso territorio comprendido entre San Francisco de California y León de Nicaragua, dando como resultado la confección de un amplio repertorio de plantas, animales y minerales, la recopilación de numerosos datos nueva revista · 157
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etnográficos y la elaboración de dos obras que permanecerían inéditas hasta finales de la siguiente centuria, la Flora Mexicana y las Plantae Novae Hispaniae. Ahora bien, al margen del impulso oficial, la Ilustración se desarrolló en cada una de las regiones del Imperio por medio de la obra de una serie de científicos, pensadores, escritores y artistas que procuraron una considerable animación cultural a los distintos núcleos urbanos, especialmente a través de las tertulias privadas, las redacciones de los periódicos y la publicación y discusión de sus obras entre un público cada vez más amplio aunque siempre limitado por definición. Si en el terreno de la literatura, el siglo xviii no se distinguió en América ni por la abundancia de la producción ni por la originalidad creativa, por el contrario el Barroco produjo todavía en el último tercio del siglo xviii una numerosa serie de obras maestras, tanto en el terreno de la arquitectura y el urbanismo, como en el de la escultura (la escuela quiteña dominada por Bernardo de Legarda) y la pintura (la escuela cuzqueña y la escuela novohispana con Miguel Cabrera a la cabeza) e incluso en el de la música (con las asombrosas composiciones de las misiones jesuíticas en primer lugar). Solo a final de siglo, en este horizonte, dominado por las formas barrocas en las versiones decorativas extremadas impuestas por una incontenible exuberancia colonial o por las formas severas del clasicismo civil impuesto por el utilitarismo funcional de los ingenieros militares, surge el neoclasicismo académico promovido desde la corte madrileña y difundido a través de diversas teorizaciones y, sobre todo, por instituciones como la Academia de Bellas 68
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Artes de San Carlos de México. La tardía aparición de esta corporación (fundada en 1781, sería inaugurada en 1785) impidió, sin embargo, la inmediata plasmación de la teoría en la práctica, de modo que las obras que testimonian la nueva corriente se escalonan entre las postrimerías del siglo xviii y las décadas iniciales del siglo xix, hasta el comienzo de las guerras de la independencia. *** La cultura de la Ilustración fue esencialmente una cultura de las élites blancas, de las clases dominantes españolas o americanas. Una cultura que emanó de las autoridades reformistas, se difundió desde las instituciones oficiales de enseñanza superior, se acantonó en los selectos cenáculos de las sociedades económicas y patrióticas, se expresó a través de las más selectas creaciones de la literatura y el arte y se desplegó en los brillantes escenarios imaginados por los poderosos en las cortes virreinales o en las restantes capitales administrativas o económicas del Nuevo Mundo. Ahora bien, al igual que ocurriera en la metrópoli, las Luces no alcanzaron a todos en América. Por un lado, la cultura ilustrada fue una cultura progresista que hubo de enfrentarse a los partidarios de la tradición. Del mismo modo, fue una cultura minoritaria, que se difundió sobre todo entre los reducidos círculos de los intelectuales españoles y criollos. Por otra parte, fue una cultura elitista, diseñada para ponerse al servicio de las clases dominantes y de la que quedaban excluidas por definición las clases nueva revista · 157
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subalternas, que en la América española incluían además (salvo contadas excepciones) a todos los indios, mestizos, mulatos y negros. *** Lo más decisivo para el futuro fue que el proyecto propuesto por el absolutismo ilustrado acabó siendo insuficiente para algunos de los intelectuales americanos, que teorizaron una alternativa liberal que conducía a la independencia. De este modo, el reinado de Carlos III aparece como un periodo de raro equilibrio y, por tanto, de excepcional esplendor, que se manifiesta tanto en la racionalización administrativa como en la expansión territorial, tanto en el desarrollo económico como en el auge del pensamiento, la ciencia, la literatura, la arquitectura, el urbanismo, las artes plásticas y la creación musical. Un equilibrio inestable que habría de sucumbir a causa de su propio éxito, ya que las élites criollas habían alcanzado la madurez y la conciencia suficientes como para reclamar para sí América, es decir su patria.
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CERVANTES Y SHAKESPEARE
POEMAS Luis Alberto de Cuenca
Nota del autor: Mi querido amigo Miguel Ángel Garrido me solicita una colaboración en la nueva revista de mis entretelas sobre Cervantes y Shakespeare con motivo de sus respectivos centenarios. Contando con su beneplácito, he preferido enviarle sendos poemas ad hoc, centrados en mi adoración por ambos autores. En el dedicado a Shakespeare, es el autor inglés el protagonista, junto con una novia que se me fue al cielo hace casi cincuenta años. El consagrado a Cervantes tiene que ver más con el alter ego de don Miguel —o sea, con Alonso Quijano— que con su creador (si es que uno y otro pueden diferenciarse). Habría dicho en prosa lo mismo que en verso, pero hubiese empleado más palabras, y últimamente estoy con Calderón en aquello de Psalle et sile, aunque mi canto de acción de gracias no sea aún del todo silencioso. L. A. DE C. Madrid, 27 de febrero de 2016
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LA LOCURA EN EL QUIJOTE Cuando a uno lo invaden las luces y las sombras del Quijote, no duda de que hay vida allí dentro, una vida que presta ritmo de bodegón al paisaje romántico de la caballería. No hay personaje, escena, situación o diálogo de la más alta historia que se haya escrito nunca en que no siente cátedra de humildad o altivez la miserable vida, la prodigiosa vida de los seres humanos, la triste y deslumbrante máscara que reúne, en un solo bouquet de gestos, destrucción y plenitud, y sabe circular por la calle del desengaño como por un edén de raras e impensables delicias, con la misma pagana displicencia que Venus recorriendo las salas etéreas del Olimpo. Locura, cómo no, mas templada en el yunque del vivir cotidiano, de modo que, por arte de magia, esa locura se puede convertir en sagesse verlaineana, a poco que la muerte enseñe los colmillos más allá del espejo. Luis Alberto de Cuenca
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SHAKESPEARE Y RITA Leer a William Shakespeare y conocer a Rita han sido los dos hechos cruciales de mi vida. Ahora solo me queda Shakespeare. Rita se fue al país de las sombras y no sabe volver. «Quand on est jeune, on a les matins triomphants.» No se puede negar que es un verso genial. Yo era joven entonces, y mis mañanas eran tan victoriosas como la alergia en primavera. Como había sacado matrícula en reválida, mis padres me compraron la traducción de Astrana. Y en ella leí al viejo Will, con su papel biblia y sus cortes pintados y demás maravillas. De todo su teatro me quedo con Macbeth. Lo del «ruido y la furia» nunca lo olvidaré. Aunque también me gusta mucho La tempestad, y de sus personajes prefiero a Calibán. De las chicas de Shakespeare, apuesto por Ofelia. Entre otras cosas, porque Rita era igual que ella. De Shakespeare aprendí que todo son palabras. De mi primer amor, que todo vale nada. Luis Alberto de Cuenca
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MACBETH, DE SHAKESPEARE (Y DE CUENCA) Enrique García-Máiquez
Aunque mi intención sea reseñar la reciente traducción de Mac beth, realizada por Luis Alberto de Cuenca y José Fernández Bueno, esa tarea —que ya sobrepasa mi capacidad— se me desborda. Irremediablemente saldrá un texto poliédrico, porque en cascada (que esperemos no nos despeñe) habrá que tratar de la concreta traducción, sí, pero, a la par, de otras traducciones anteriores y, más aún, de lo que significa traducir a Shakespeare y hasta algo del género de la traducción. Sin olvidar, naturalmente, las referencias a la propia obra en sí, porque solo entendiendo bien el objeto de una traducción, puede juzgarse si esta alcanzó sus fines; sin olvidar nunca la poesía de Luis Alberto de Cuenca, tanto como vehículo de Macbeth, esta vez, como hecho literario transido de ecos shakesperianos, siempre. Basta este párrafo para que el perspicaz lector entienda que es imposible cumplir con tan ambiciosas metas, pero que resulta irremediable planteárselas. Siempre podríamos huir de tamaña empresa, pero la alegría de la traducción, publicada por Reino de Cordelia con todo esplendor, e ilustrada con fuerza y emoción por Raúl Arias, bien merece la osadía de escribir, cara a cara, sobre ella.
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macbeth, de shakespeare (y de cuenca) TRADUCTORES Y POETAS
Una noticia espléndida es que poco a poco vamos completando el canon de la obra completa de Shakespeare traducida por poetas contemporáneos de primera fila. Luis Cernuda tradujo Troilo y Cresaida, Pablo Neruda Romeo y Julieta, Tomás Segovia, Hamlet, Jenaro Talens, La tempestad, entre tantas otras, Agustín García Calvo, el mismo Macbeth, etc. A este espléndido elenco se suma ahora Luis Alberto de Cuenca. Fue otro importante poeta traductor de Shakespeare, en su caso al catalán, Josep M. de Sagarra, quien protestó contra la costumbre de volcar íntegramente en prosa las obras del Bardo: «Eso, a mi entender, es impropio porque cuando se escribe en verso, por algo se escribe». Puede parecer una tautología, pero el verso tiene una importancia esencial, porque es una naturaleza propia: dice distinto que la prosa. La música de la métrica, las pausas de los encabalgamientos, el ritmo y la imagen son actores principales e imprescindibles del texto shakespeariano. Razón por lo que reclama alguien experto en poesía. Ni basta cortar las líneas en porciones más o menos simétricas ni tampoco cumplir con ciertos preceptos métricos. El verso se mide por fuera, pero se modula por dentro. UN LUIS ALBERTO DE CUENCA SHAKESPERIANO Y VICEVERSA
Sin duda, la traducción de Luis Alberto de Cuenca y de José Fernández Bueno cumple este requisito, que, en el caso de Macbeth, una obra casi íntegramente en verso, adquiere todavía mayor relevancia. Hay todo un despliegue nueva revista · 157
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de maestría técnica, con un amplio abanico de endecasílabos, dodecasílabos y alejandrinos; sin olvidarse de la rima de las canciones, donde tan importante es, aunque suele olvidarse. También se han ceñido al número de versos original. Es un dato a tener en cuenta porque la concisión también significa. En el prólogo, De Cuenca rememora una representación en el salón de actos del Colegio del Pilar, a mediados de los años sesenta, donde hizo el papel del heredero legítimo e inocente Malcolm. Quedó para siempre marcado y no ha querido, afirma, «irse al otro barrio sin traducir la inmortal tragedia shakespeariana». Como siempre en Luis Alberto de Cuenca, lo que parece una simple anécdota biográfica se carga de sentido literario, pues se nos avisa, como si cualquier cosa, de que esta traducción nace de la vida, de la memoria y del deseo, nada menos. Y se nos señala, implícitamente, otro hecho importante. En varias ocasiones, Luis Alberto de Cuenca ha reconocido su deuda con Shakespeare. En el número 144 de esta misma revista, escribió: «Leer a William Shakespeare ha sido lo más importante que me ha pasado en los últimos sesenta y dos años. Y estoy seguro de que será, también, lo más importante que va a pasarme en el futuro». Y ha explicado hasta qué punto esa lectura está imbricada con su biografía: «Como aprobé la Reválida de 4º con matrícula de honor, mis padres me regalaron las obras completas de Shakespeare, traducidas por Luis Astrana Marín (Aguilar). Las leí de cabo a rabo a lo largo de todo el curso siguiente, durante las triunfantes mañanas de los domingos y, por lo general, en la cama. Desde las 6 hasta las 11 am, para ser 76
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exactos. Leer a Shakespeare en la cama es como hacer el amor, también en la cama, con la vida, que es una morena espectacular de ojos verdes que se parece a Hedy Lamarr». Lo implícito es que su poesía personal también resultó extraordinariamente marcada por la obra de Shakespeare, por sus endecasílabos blancos, por la capacidad imaginativa y por la creación de personajes y voces a la vez claras, excesivas y enigmáticas. Sin el dato de la conmoción shakesperiana, algo muy serio se pierde de la poesía de Luis Alberto de Cuenca. Hagan ustedes la prueba de poner el recuerdo de Shakespeare de telón de fondo la próxima vez que lean a De Cuenca. Le descubrirán nuevos matices y perspectivas. Y a su vez, sin ser conscientes de esa poesía personal llena de posos shakesperianos, alguna nota se nos escapa de esta traducción. Que devuelve lo prestado, que cierra un círculo y que queda, por tanto, redonda. E D I C I Ó N B I L I N G Ü E Y C O M PA R A C I O N E S O D I O S A S
Una humilde pero impagable aportación de la edición de Reino de Cordelia es que reproduce, en el tercio inferior de la página, el texto original. Humilde por partida doble: primero, porque no cuesta tanto y no sé por qué se resisten las editoriales; y humilde también porque deja siempre a los traductores a los pies de los caballos. Jaime Gil de Biedma recordaba que el traductor, irremediablemente, tiene que descartarse de algo de la riqueza del original. El buen traductor es el que sabe identificar, por tanto, lo imprescindible, y lo conserva; y luego pelea para añadir todavía lo que pueda del resto. Fernández Bueno y De Cuenca aciertan nueva revista · 157
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en sus descartes, pero haberlos, haylos, naturalmente. Publicar frente a frente a la versión original implica un valor suicida, del que sale beneficiado el lector, que soluciona los momentos complejos gracias a la ayuda de los traductores, y que puede, mientras tanto, disfrutar del esplendor de Shakespeare en sus propias palabras. La edición bilingüe es, por tanto, una obra de caridad que implica la asunción de un sacrificio de los traductores. Un sacrificio del que el lector inteligente debe y puede dispensarles con tal de no perder la perspectiva del sentido común. Más fecundo, desde un punto de vista de la teoría de la traducción, es comparar diferentes versiones. Ahí se juega en un plano de igualdad. Por suerte, de Macbeth contamos con varias espléndidas. ¿Quién se resiste a una lectura contrastada? Por ejemplo, la incisiva y bellísima recriminación conyugal de Lady Macbeth: «My hands are of your color, but I shame / To wear a heart so white» permite saborear diversos matices. Ménendez Pelayo opta por la prosa, por acentuar la nota de color y por el reproche directo: «También mis manos están rojas, pero mi alma no desfallece como la tuya». Astrana Marín prefiere la literalidad, salvo por los puntos suspensivos y admirativos a los que tan aficionado era: «Ya están mis manos del color de las vuestras; pero me avergonzaría de tener un corazón tan blanco!...» Agustín García Calvo no deja pasar nunca la ocasión de la poesía, aunque sea al coste de una ligera confusión semántica: «Mis manos son de tu color, pero me afrenta / tener un corazón tan blanco». Manuel Ángel Conejero, Dionís-Bayer y Jenaro Talens aspiran a todo, literalidad y poesía: «Mis manos tienen ya 78
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el color de las tuyas, y me avergonzaría / llevar tan blanco el corazón». La versión de Luis Alberto de Cuenca y José Fernández Bueno no permite que se pierda la concisión propia del inglés y que otorga a las palabras de Lady Macbeth la contundencia de una bofetada: «Mis manos tienen ya tu color. ¡No querría / que mi corazón fuese tan blanco!» Cada versión ilumina, como ven, el texto desde un ángulo distinto y Shakespeare brilla (a los ojos del lector español, me refiero) más. Como no puedo ocupar el espacio de mi artículo con una cadena de comparaciones, limitémonos a un fragmento más largo, con cierta autonomía poemática, y disfrutemos de las cinco versiones sin más comentarios: MACBETH Had I but died an hour before this chance, I had lived a blessèd time, for from this instant There’s nothing serious in mortality. All is but toys. Renown and grace is dead. The wine of life is drawn, and the mere lees Is left this vault to brag of. — Marcelino Menéndez Pelayo: ¡Ojalá hubiera muerto yo pocas horas antes! Mi vida hubiera sido del todo feliz. Ya han muerto para mí la gloria y la esperanza. He agotado el vino de la existencia, y solo me quedan las heces en el vaso. — Manuel Astrana Marín: ¡He debido morir una hora antes de este suceso, y hubiera terminado una vida dichosa!... Mas desde este instante no hay nada serio en el destino humano: todo es juguete; gloria y renombre han muerto. ¡El vino de la vida se ha esparcido, y en la bodega solo quedan las heces!...
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— Agustín García Calvo: Solo una hora hubiera muerto yo antes de esto y mi feliz tiempo habría sido: pues desde este momento, nada hay serio en lo mortal: no es todo más que juguetes; gloria y gracia han muerto; el vino de la vida está vertido, y meras heces quedan por vanidad en la bodega. — Manuel Ángel Conejero, Dionís-Bayer y Jenaro Talens: Si hubiera muerto una hora antes de este suceso, habría yo tenido una vida feliz; pero desde este instante nada vale la pena de esta vida mortal. Todo es como un juguete; renombre y gracia han muerto, se ha derramado el vino de la vida y solo quedan posos para gloriarse en la bodega. — Luis Alberto de Cuenca y José Fernández Bueno: Si hubiese muerto yo una hora antes, habría culminado una vida feliz. Desde este instante ya no queda nada serio en el mundo: la gloria y la grandeza han muerto; se ha derramado el vino de la vida y en la bodega no quedan más que los posos. EN TROMBA
Con todo, estos son entretenimientos epicúreos, por el puro placer de volver y volver sobre el texto, sobre los problemas de la traducción y sobre la dicha de las soluciones felices. En realidad, no podemos olvidar el agudo diagnóstico de Juan Ramón Jiménez: «Al traducir, lo que hay que conservar es el acento. Todo caerá en el acento como una tromba». Y ahí es donde el acierto de la edición de Reino de Cordelia salta a la vista y al oído. Fernández Bueno y De Cuenca han conservado el acento shakesperiano y con él, por añadidura, todo lo demás. 80
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El príncipe de Lampedusa llamaba la atención sobre un detalle concreto de esta obra: «Shakespeare no estuvo nunca en Escocia, hasta donde sabemos. Rimbaud no había visto nunca el mar cuando compuso “Le bateau ivre”. Y al igual que “Le bateau ivre” nos da una de las más intensas, y precisas, sensaciones del océano, el Macbeth nos da una portentosa representación paisajística de Escocia». Usemos, pues, el perspicaz apunte paisajístico de Lampedusa para constatar que también mediante esta traducción se nos ofrece una panorámica estremecedora de los brezales escoceses. No se ha perdido. MACBETH DE SHAKESPEARE
Por tanto, la traducción cumple perfectamente y nos deja inermes ante la gran tragedia de William Shakespeare, sin burladeros filológicos ni teóricos ni barreras idiomáticas tras las que ocultarnos o distraernos. Tiene una enorme trascendencia porque no solo estamos ante la obra de un grande de la literatura universal y no solo ante una de sus tragedias más perfectas e importantes y universalmente aclamadas, sino también ante una de las claves de lectura del resto de la obra de Shakespeare. El sutil y escurridizo autor, siempre deseoso de desaparecer en el escenario, nos ha dejado en Macbeth el análisis más lúcido y más explícito de la dinámica del mal y de la descomposición de la autoridad en poder y, más tarde, en violencia que subyace a toda su obra. Que aboca, además, a una inquietante e inexorable desintegración psíquica. Partiendo de Macbeth se abren muchos caminos interpretativos hacia el resto de las tragedias y hacia la cosmovisión del Bardo. nueva revista · 157
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Pongamos un ejemplo. Aquellos que no entienden las incertidumbres morales de Hamlet o las consideran desvaríos de loco o vahídos de nihilista, las verán explicadas en la degeneración que sigue al matrimonio Macbeth precisamente por haber apartado de un manotazo sus dudas y reservas. La inevitable apuesta moral que sostiene todo el laberinto de Shakespeare y las consecuencias de una u otra salida quedan aquí más expuestas que en ninguna otra obra. Paradójicamente, a pesar de su oscuridad, la obra arroja una luz indispensable. No hay que olvidar que fue escrita para conmemorar el acceso al trono de Jacobo I, en un momento en que se respiraban grandes esperanzas de libertad, que ilusionaron al escritor. Por eso, a pesar de su tremendismo y de su dureza, yo aconsejaría empezar a leer o, al menos, empezar a entender a William Shakespeare a través de Macbeth. Más apropiada, piensan los profesores de instituto, es Romeo y Julieta, olvidando que la belleza desbordante de esa obra la hace especialmente proclive a una interpretación errónea. A partir de ahora, en auxilio de esta propuesta pedagógica y crítica, acude la irresistible edición de Reino de Cordelia: las ilustraciones visionarias de Raúl Arias y el despliegue poético y traductor de L. A. de Cuenca y de J. Fernández Bueno, contribuyen a hacer de Macbeth una lectura irresistible, inaplazable.
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Llegamos al Día del Libro de 2016. La celebración de los 500 años del Inca Garcilaso de la Vega, autor que es prototipo del mestizaje de sangre y de cultura que ha enriquecido la historia común de los pueblos que hablamos en español. Los 500 años de Shakespeare, figura emblema de la primera lengua de cultura hoy: en este sentido, todas las personas de cultura se sienten concernidas por el aniversario. Los 500 años, en fin y sobre todo, de Cervantes, que es el Shakespeare para los más de cuatrocientos millones de hablantes de español, como Shakespeare es el Cervantes de los más de seiscientos millones de hablantes de inglés.
C E R VA N T E S , N U E S T R O C L Á S I C O
Cervantes es nuestro clásico de los clásicos por autor del Quijote, su libro lo es porque nos pone ante un problema humano eterno. Como recuerda Ciriaco Morón, la antropología de la época enseñaba que «el entendimiento tiene dos funciones: la inventiva, que es el ingenio, y la facultad de selección y disposición, que es el juicio. La locura de don Quijote (el ingenioso hidalgo) consiste en que le queda nueva revista · 157
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suelto el ingenio —la capacidad de imaginar e ilusionarse— porque pierde el juicio, o sea, la capacidad de distinguir entre ilusión y realidad». Es decir, si los seres humanos nos dejamos llevar por la tentación de desvincularnos de la realidad, lo único que provocamos son catástrofes. Veamos. Cuando, tras los preliminares, ya en el capítulo IV encuentra don Quijote a Juan Haldudo azotando a su criado, el joven Andrés, la mirada irónica que caracteriza la novela y enfoca al hidalgo pone de relieve que cada afirmación que hace es, en la realidad, lo contrario. Don Quijote ordena que el labrador se vaya con el chico y le pague cuanto le debe: —(...) Pagadle luego sin más replica; si no, por el Dios que nos rige que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego. El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban sesenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que para el paso en que estaba (...). —El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro. —¿Irme yo con él —dijo el muchacho— más? ¡Mal año! No, señor, ni por pienso; porque en viéndome solo, me desuelle como a un san Bartolomé. —No hará tal —replicó don Quijote—: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto; y con que él me 84
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lo jure por la ley de caballería que ha recebido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga. —Mire vuestra merced, señor, lo que dice —dijo el muchacho—, que este mi amo no es caballero ni ha recebido orden de caballería alguna; que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar. —Importa poco eso —respondió don Quijote—; que Haldudos puede haber caballeros; cuanto más que cada uno es hijo de sus obras. —Así es verdad —dijo Andrés— , pero este mi amo, ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo? —No niego, hermano Andrés —respondió el labrador—; y hacedme placer de veniros conmigo; que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados. —Del sahumerio os hago gracia —dijo don Quijote—; dádselos en reales, que con eso me contento (...). Y en diciendo esto, picó a su rocinante, y en breve espacio se apartó dellos (...).
Y sabemos lo que ocurrió: Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto (I, IV, pp. 49-51).
En el capítulo XXXI de la misma primera parte vuelve a encontrarse don Quijote con el joven Andrés, quien termina por decirle: nueva revista · 157
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—Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vean que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta, que no sea mayor que la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced... (I, XXXI, p. 319). E L B U E N TA L A N T E S I N TA L E N T O C O N D U C E A L D E S A S T R E
Y, como sabemos, tal comportamiento no solo acarrea nefastos resultados en lo que podríamos llamar plano social, sino que perjudica en primer lugar a la persona que lo protagoniza. El archiconocido episodio de los molinos lo pone de relieve: —¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza. —Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. —Mire vuestra merced —respondió Sancho—, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. —Bien parece —respondió don Quijote—, que no estás cursado en esto de las aventuras... (I, VIII, p. 75).
Y nuestro caballero, que no hace caso a Sancho Panza, terminó «rodando, muy maltrecho, por el campo», lo que se convertirá en estampa habitual de su destino. La inmensa mayor parte de los problemas personales nos los creamos nosotros mismos. 86
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cervantes no es posmoderno L A I R O N Í A D E C E R VA N T E S
Pero ¿cuáles son las virtudes del Quijote para que la transmisión de estas experiencias, elementales y profundas, se conviertan en obra de arte? Una vez más, con motivos de los últimos centenarios (de la primera y segunda parte del Quijote, de la muerte del autor) se ha dicho de todo: hay quien ha afirmado la importancia que tiene la aplicación de las recetas de la retórica de su tiempo en la construcción de la obra; hay quien ha puesto de relieve la capacidad figurativa (la poética), tanto más cuanto que el tropo de la ironía resulta ser el motor de ese género, «novela moderna», que inaugura; hay quien ha repetido hasta la saciedad, interpretando la ironía como relativismo y antífrasis, que es su condición de adelantado de los tiempos posmodernos lo que otorga al Cervantes del Quijote su marchamo de autor universal. Desde luego, más allá de las ironías concretas, el Quijote supone una opción abarcadora de la mirada irónica, que lo constituye, en efecto, como obra irónica en sí. Al instaurar como fábula una búsqueda degradada de un héroe también degradado (Lukács), es decir, el acometer la búsqueda de ideales caballerescos, impensables e imposibles en una convención de ficción realista que, además, han de ser llevados a cabo por alguien que ha perdido el juicio, nos encontramos con una obra irónica en estado puro, con una mirada que tiñe de irónico lo que nunca hubiéramos pensado que lo fuera y que, a su vez, se nutre y se refuerza por la constante y eficaz presencia de ironías. Es verdad. nueva revista · 157
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Pero esto no otorga al Quijote una intención relativista. En cuanto a su posición ideológica, no nos está permitido leerlo ni siquiera en claves ideológicas de Erasmo de Rotterdam. El sentido de la obra, como había sostenido ya en Nuevas meditaciones del Quijote Morón Arroyo (1976), no podría ser otro que la filosofía y la teología escolástica. No hay rasgos en la obra que acrediten mínimamente una intentio operis protestante, erasmista o crítica con la Iglesia en algún sentido. Un rápido repaso de los posible loci conflictivos nos lo hará patente. Don Quijote confecciona el bálsamo de Fierabrás con aceite, sal, vino y romero y reza sobre la alcuza «más de ochenta paternóster y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una cruz a modo de bendición» (I, XVII, p. 149). Incluso si imaginamos que con este cuadro se critica alguna de las ceremonias populares de la Iglesia de su tiempo, no se puede hablar de «erasmismo», ya que es la propia Iglesia católica la que prohibía por entonces en los Índices inquisitoriales oraciones y prácticas seudorreligiosas. Sancho prefiere no buscar al dueño de la bolsa de escudos encontrada, sino apropiarse de los escudos «de buena fe», a no ser que su dueño aparezca «por otra vía menos curiosa y diligente» (I, XXIII, p. 217). En cambio, según don Quijote, si tienen sospecha razonable de que el hombre que han visto puede ser el dueño y no lo buscan, están cometiendo un hurto. La posible ironía del pasaje ilumina la condición de Sancho, pero no perturba la consistencia de la doctrina. 88
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Don Quijote le dice a Sancho que los caballeros andantes sirven a su dama «sin esperar otro premio de sus muchos y buenos deseos sino que ella se contente de aceptarlos por sus caballeros». «—Con esa manera de amor —dijo Sancho— he oído yo que se ha de amar a Nuestro Señor, por sí solo, sin que nos muevan esperanzas de gloria o temor de pena» (I, XXXI, p. 316). De nuevo, la ironía no alcanza aquí a la doctrina del dolor de contrición, sino a las contradicciones que existen entre los libros de caballería y el catecismo católico, contradicciones, por cierto, de las que don Quijote no sabe salir y le obligan a imprimir un giro a la conversación. En la «Historia del cautivo» (capítulos XXXIX-XLI), Márquez Villanueva y otros han visto a Zoraida como taimada, insincera e inhumana. Morón ilustra la imposibilidad de hacer esa lectura desde el texto mismo: «Zoraida se expone a la muerte, se desgarra teniendo que abandonar a su padre por seguir la voz de Dios, y renuncia a toda comodidad humana (...). No solo no hay ambigüedad, sino que hay una conversión transformadora de la persona». Me parece que la afirmación es incontrovertible. El plan de vida de don Diego de Miranda le resulta a Sancho propio de un santo, pero a Bataillon se le ha antojado, salvo dos rasgos, erasmiano. Se trata de este extenso parlamento de don Diego de Miranda: Paso la vida con mi mujer y con mis hijos y con mis amigos; mis ejercicios son el de la caza y pesca, pero no mantengo ni halcón, ni galgos, sino algún perdigón manso o algún hurón atrevido. Tengo hasta seis docenas de libros, cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción, nueva revista · 157
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otros; los de caballería aún no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que de estos hay muy pocos en España. Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son mis convites limpios y aseados y no nada escasos; ni gusto de murmurar ni consiento que delante de mí se murmure; no escudriño las vidas ajenas ni soy lince de los hechos de los otros; oigo misa cada día, reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las buenas obras, por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatado; procuro poner en paz los que sé que están desavenidos; soy devoto de Nuestra Señora y confío siempre en la misericordia infinita de Dios Nuestro Señor. (II, XVI, p. 664).
Volvemos a tener que estar de acuerdo con Morón cuando dice que los dos rasgos no erasmistas según Bataillon, oír misa y ser devoto de la Virgen, son más que suficientes para caracterizar el texto como católico ortodoxo. Todo lo demás, es común al cristianismo, erasmista o no. En el parlamento que están sosteniendo don Quijote y Sancho al final del capítulo VIII de la segunda parte, aflora el debate en torno a la superioridad del estado religioso sobre el estado seglar: Así que, señor mío, más vale ser humilde frailecito de cualquier orden que sea, que valiente y andante caballero; más alcanzan con Dios dos docenas de disciplinas que 90
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dos mil lanzadas, ora las den a gigantes, ora a vestiglos o a endriagos. —Todo eso es así, respondió don Quijote; pero no todos podemos ser frailes, y muchos son los caminos por donde lleva Dios a los suyos al cielo; religión es la caballería, caballeros santos hay en la gloria. —Sí, respondió Sancho; pero yo he oído decir que hay más frailes en el cielo que caballeros andantes. —Eso es, respondió don Quijote, porque es mayor el número de religiosos que el de los caballeros. —Muchos son los andantes, dijo Sancho. —Muchos, respondió don Quijote; pero pocos los que merecen nombre de caballeros. (II, VIII, p. 608).
Esta doctrina, que había sido puesta en entredicho por Erasmo, se especifica en boca del caballero de manera católicamente inobjetable, afirmando 1) que es así, 2) pero que no todos podemos ser frailes, 3) que caballeros santos hay en la gloria y, si no hay más, no será por su condición de andantes, sino por su falta de coherencia, o sea, por no ser verdaderos caballeros. El catecismo de Trento (II, VIII, 12) enseña: «Pues ahora, propagado ya el género humano, no hay ley alguna que obligue a nadie a casarse, sino que por el contrario, se recomienda con sumo cuidado la virginidad, y en las Sagradas Letras se aconseja a todos, por ser más excelente que el estado matrimonial, y contener en sí mayor perfección y santidad». Y por si fuera poca la consonancia de los textos, recuérdese que ya en el capítulo XIII de la primera parte había surgido la cuestión. Vivaldo, caminando hacia el entierro de Grisóstomo, intenta provocar que don Quijote siga hablando de su divertida locura, diciéndole que ni la profenueva revista · 157
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sión de los frailes cartujos es tan estrecha como la de caballero andante. Y aquí parece que se dispara el caballero: Tan estrecha bien podría ser, respondió nuestro don Quijote; pero tan necesaria en el mundo, no estoy en dos dedos de ponerlo en duda. Porque si va a decir verdad, no hace menos el soldado que pone en ejecución lo que su capitán le manda, que el mismo capitán que se lo ordena. Quiero decir que los religiosos con toda paz y sosiego piden al cielo el bien de la tierra; pero los soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que ellos nos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de cubierta, sino a cielo abierto, puestos por blancos de los insufribles rayos del sol en el verano, y de los erizados hielos del invierno. Así que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en ella su justicia... (p. 112).
Pues bien, ni puesto en el disparadero, el discurso quijotesco permite la menor contradicción con la ortodoxia tridentina. Y así, concluye: «No quiero yo decir, ni me pasa por el pensamiento, que es tan buen estado el de caballero andante como el de encerrado religioso; solo quiero inferir por lo que yo padezco, que sin duda es más trabajoso y más aporreado...» (I, XIII, p. 78)1. En cuanto al Decreto sobre la Justificación, medular en el concilio de Trento, el Quijote sustenta inequívocamente la doctrina conciliar del libre arbitrio. En el capítulo II.6 don Quijote afirmará que tiene «más armas que letras y nací, según me inclino a las armas, debajo de la influencia del plane92
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ta Marte; así que casi me es forzoso seguir por su camino». El oportuno «casi» libera la afirmación de cualquier sospecha de determinismo. Nadie lo ha puesto en duda nunca. Su ironía no permite leer el Quijote en las claves críticas de los lenguajes culturales de la posmodernidad. El Quijote está ahí. Con sus verdades eternas y sus rasgos de época. Y sea cual sea la iluminación o confrontación que su texto ofrezca a cada lectura contemporánea, el horizonte que ofrece es el de la cultura tridentina y no cabe duda de que su autor de papel (el que se deriva de la lectura), aunque también el Cervantes de carne y hueso, está convencido de la verdad del Concilio de Trento. Está bien que cada año celebremos a Cervantes, está bien que con cualquier ocasión recordemos el Quijote, está bien que siempre lo abrillantemos con barniz o le quitemos capas anteriores que lo están deformando, está bien que la obra clásica sea punto de referencia para la acción o reacción de múltiples lecturas, pero, a mi juicio, no tiene ningún sentido que el punto de partida sea otro que el de la lectura de un Quijote escrito por Cervantes en español, lengua y cultura, del siglo xvii. Otro Cervantes, pese a quien pese (lo siento por los infinitos américos castros), no ha existido jamás. NOTAS
Siempre cabrán, claro, las lecturas panfletarias. Véase, por ejemplo, el siguiente comentario de Simón Cerrejón: «De esto a decir que los frailes no han hecho nunca falta y que, por tanto, son innecesarios, no hay ni un paso siquiera. Vayan convenciéndose de lo contrario los que creen a pie juntillas en eso del fervor católico y la sumisión a la Iglesia de nuestro autor» (Anticlericalismo del «Quijote», Madrid, Imp. La Itálica, 1884, p. 33).
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HAMLET, NUEVA LECTURA Ciriaco Morón Arroyo
En la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de William Shakespeare, Nueva Revista ofrece esta otra reflexión sobre Hamlet con la que Ciriaco Morón contribuye al punto y seguido de las lecturas del clásico.
Hamlet es la obra más importante de Shakespeare (15641616). El protagonista de la tragicomedia es el personaje que le da título. Este personaje ha sido objeto de la atención más amplia porque es distinto de todos los protagonistas de las otras obras del autor. Los reyes de los dramas históricos y Macbeth, y otros personajes como Othello, el judío de Venecia, o Julio César y sus asesinos, se distinguen por la capacidad de decisión, asociada con la masculinidad que deben ostentar el gobernante y el guerrero. Hamlet, en cambio, es un príncipe definido por los críticos como el prototipo del tímido, incapaz de tomar decisiones. En este sentido se ha convertido de personaje literario en el símbolo de una forma de existencia. El quijotismo es la ilusión de capacidades soñadas, pero no reales, dentro de nosotros; Fausto es el símbolo de la búsqueda de la perpe94
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tua juventud y de la exploración del ancho mundo. En esa misma categoría está Hamlet como el prototipo de la incapacidad de decidir. Los problemas asociados con la comprensión del personaje dentro del drama son la timidez, la dilación en cumplir el mandato del espíritu de su padre y la crueldad para con Ofelia, Polonio y Rosenkrantz y Guildenstern, amigos de la niñez, formas de conducta difíciles de compaginar en un solo personaje, a no ser que se tome la inconsistencia como criterio de presentación del mismo. Ya en 1770 escribió Henry Mackenzie: «La base del carácter de Hamlet parece ser una extrema sensibilidad, capaz de ser fuertemente afectada por su situación y dominada por los sentimientos suscitados por esa situación». La tesis de la sensibilidad inadecuada para la acción que le pide el espíritu fue propagada por Goethe y en general, con distintos matices, es la vigente hasta ahora. De hecho, Harold Bloom, en una visión general no avalada por un solo texto concreto, refuerza esa imagen: Hamlet es, según el estudioso norteamericano, un intelectual definido por la conciencia y la interioridad, el «héroe de la vacilación», «el genio del cambio» (Shakespeare: the Discovery of the Human, 1998, pp. 412-430). De esos rasgos de carácter se deriva la «dilación» a la hora de realizar el mandato del espíritu de su padre: vengar su muerte doblemente antinatural por ser muerte de un hermano y muerte del rey legítimo. Con ello, Claudio, el que parece legítimo heredero, se convierte en usurpador y tirano, y el legítimo heredero (Hamlet) tiene derecho a eliminarlo, no solo por ambición de lograr el poder, sino por obligación de restaurarle a su pueblo su legítimo soberano. nueva revista · 157
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La dilación se contradice con la promesa que el príncipe le hace al espíritu de su padre, cuando este le revela que ha sido asesinado y le pide venganza. Hamlet responde: «Con alas más veloces que la fantasía o los pensamientos amorosos, vuele a la venganza» (oc, trad. L. Astrana Marín, Madrid, Aguilar, 1966, p. 1344). Después, lejos de tratar de matar inmediatamente a su tío, asesino de su padre y usurpador del reino, Hamlet pospone la venganza, hasta el punto de que en el acto III el espíritu reaparece para reprocharle «tu casi embotada resolución» (III.4, ed. cit., p. 1371b). El contraste entre la promesa de volar a la venganza (acto I, esc. 5) y el reproche de la casi embotada resolución parece dar fundamento a la tesis corriente de la tardanza, y a las causas que se han sugerido para entenderla. Sin embargo, leído el texto desde su contexto filosófico y teológico, el príncipe procede según los preceptos más precisos de la fe cristiana. Por de pronto, las palabras y signos del espíritu prueban que está en el purgatorio, pagando por las faltas que tenía en el momento de la muerte. A esas faltas las llama «crímenes», porque en el purgatorio se le agudiza la sensibilidad para cualquier tipo de pecado, aunque sea venial. Ahora bien, si el espíritu está ya básicamente salvado ¿cómo puede pedir venganza? ¿No manda Jesús perdonar e incluso amar a los enemigos? En este caso, el asesinato del rey legítimo convierte al asesino en tirano y el heredero legal tiene la obligación, no solo el derecho, de restituirle a su pueblo el gobernante que le corresponde en justicia. La venganza en este caso es una obligación social, no personal; por eso puede exigirla un alma del purgatorio. 96
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Cuando recibe la revelación del espíritu sobrenatural, Hamlet reacciona de manera inmediata, pero no tratando de matar a su tío, sino embarcándose en un esfuerzo de espionaje para comprobar por medios naturales si el espíritu era verdaderamente el de su padre o una visión del infierno. El mismo Hamlet lo declara con estas palabras: «El espíritu que he visto bien pudiera ser el diablo... y ¿quién sabe, si valiéndose de mi debilidad y mi melancolía... me engaña para condenarme? Quiero tener pruebas más seguras ¡El drama es el lazo en que cogeré la conciencia del rey» (II.2.vv.626ss. Ed. cit., p. 1358b). El drama es el medio definitivo en que culminan todos los experimentos que el príncipe ha hecho para comprobar por medios naturales la veracidad del espíritu. Después del diálogo con el espíritu de su padre, el príncipe les pide a sus amigos que le prometan por juramento un silencio absoluto sobre lo que han visto. Ese juramento, repetido tres veces, es una resonancia del pasaje evangélico en el que Cristo resucitado le pregunta tres veces a Pedro si le ama. Ahí mismo les anuncia que adoptará una postura extraña, pero mientras en las fuentes históricas del drama esa postura de Hamlet tiene como fin defender su vida, en la obra de Shakespeare es el «misterio» que mantiene al usurpador y a Polonio por un lado, y a Hamlet, por otro, en perpetuo espionaje mutuo. El acto II comienza con el diálogo de Polonio enviando a Reynaldo a París para que indague sobre la conducta de Laertes. Los estudiosos han considerado superflua esta escena y la explican como resto de una primera versión, resto que Shakespeare no acertó a eliminar. Ahora bien, Polonio manda a Reynaldo a París para «inquirir» sobre los nueva revista · 157
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daneses residentes en la ciudad. Debe decirles que conoce a Laertes de lejos y sabe que tiene ciertos vicios típicos de la juventud. Entonces le dirán que no se distingue por los vicios mencionados sino por otros que le describirán. De esa forma, continúa Polonio, con pistas falsas darás con la verdad, y añade un proverbio: «Así el cebo de la falsedad pesca la carpa de la verdad». Según Bacon of Verulam este proverbio es español. Sin duda, Polonio funda su discurso en el libro Algunas artes de la Inquisición española sacadas a la luz (Londres, 1568) de Reginaldus Gonsalvius Montanus. El Reynaldo de la versión vulgata de Hamlet (1604) fue llamado Montano en el quarto de 1603, y en ella a Polonio se le llama Corambis: el omnipresente o métome-en-todo. Reinaldo González de Montes fue Casiodoro de Reina, un monje de Sevilla que huyó a Alemania (1557) convertido al protestantismo y en 1567 publicó en Heidelberg en latín su libro sobre las artes de la inquisición española. El diálogo de Polonio y Reynaldo, lejos de ser una escena inconexa, fue introducido por Shakespeare como frontis del brutal proceso de mutuo espionaje que define los actos II y III de Hamlet. El rey y Polonio están espiando para encontrar la causa de la «destemplanza» del príncipe, y Hamlet lo hace para cerciorarse por medios naturales de que el espíritu sobrenatural era veraz. Después del diálogo con Reynaldo, Polonio le dice al rey que ha descubierto la causa de la locura del príncipe: el amor a Ofelia rechazado por la joven. Para convencer al rey de que lleva razón, le propone «soltar» a Ofelia y que los dos escuchen el diálogo escondidos detrás de un tapiz. El escuchar detrás de tapices era una práctica inquisito98
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rial muy repetida por Montano. Otro motivo es ponerle al sospechoso supuestos amigos que logren extraerle sus secretos. Para esa función el rey llama a Rosenkrantz y Guildenstern. Cuando llegan el príncipe sospecha que han sido llamados y ellos lo confiesan. El rey les encarga sacarle a Hamlet su secreto; y define su cambio como «transformación», una palabra que en los místicos significaba dar origen a un hombre nuevo frente al viejo. Por ese sentido radical de la palabra los recién llegados se sorprenden, y el rey apostilla: «No os extrañe la palabra, ya que no se parece en nada al hombre que solía ser». El famoso monólogo «Ser o no ser» tiene el contenido profundo de inquirir por el sentido de la vida, pero al mismo tiempo, como el príncipe sabe que le están espiando, es un intento de confundir a sus inquisidores. Todos estos esfuerzos terminan con éxito en el drama dentro del drama. Al dramatizar los actores la escena del envenenamiento de un rey por su hermano, el usurpador y asesino manifiesta su culpa y a partir de ese momento, cuando Hamlet comprueba que el espíritu era «honesto», se convierte en un diablo exterminador y podría beber «sangre hirviendo». La primera ocasión que tiene de matar a su tío es cuando este está rezando, reconociendo su culpa. Si en ese momento Hamlet le hubiera matado, Claudio se habría salvado, por lo menos en el purgatorio. Ahora bien, dice el príncipe, esto, lejos de ser castigo sería un premio, y le deja vivo hasta que pueda sorprenderle cometiendo un pecado. La escena es compleja; si el rey hubiera muerto mientras pide arrepentirse, se habría salvado; pero, como el arrepentimiento exigía restituir lo usurpado y no lo hace, se levanta de la oración sin conseguir el perdón; por eso reconueva revista · 157
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noce: «Las palabras, sin el contenido del pensamiento nunca llegan al cielo» (III.3.79). Respetando la vida de su tío, Hamlet se convierte en el mayor pecador de la obra, ya que comete un pecado contra el Espíritu Santo. Estos pecados, que ni Dios mismo puede perdonar, son los que implican rechazo de la gracia por parte del hombre. Santo Tomás los había clasificado como «soberbia espiritual», o sea, sentirnos con derecho a la salvación por nuestras virtudes (El condenado por desconfiado); «tentación de Dios»: retrasar para la vejez el arrepentimiento (El burlador de Sevilla); «odio espiritual»: trabajar para la condenación del prójimo (Hamlet); «desconfianza en la misericordia de Dios» (El condenado), e «impenitencia final»: negarse al arrepentimiento a la hora de la muerte. Shakespeare conocía esta doctrina, ya que se encuentra en varios libros de su tiempo, sobre todo en The Unfortunate Traveller (1594) de Thomas Nashe: Esdras de Granado, bandido español, ha matado a Bartol; el hermano de este toma venganza haciendo que «ante todo y sobre todo, Esdras renuncie a Dios; después blasfeme en su cara, y en tercero y último lugar pida a Dios con fervor que no le perdone nunca. Hechas estas temerosas ceremonias, le dije que abriera la boca todo lo que pudiera. Lo hizo, y sin más le disparé a la garganta con mi pistola, de forma que ya no pudo hablar ni arrepentirse» (Ed. McKerrow, Oxford, 1958, II, 325). Nashe llama a ese castigo «italianismo». A partir del momento descrito, Hamlet va al apartamento de su madre, y sus palabras son para ella golpes de daga, aunque no utilice el arma. Ya en su primera aparición, el espíritu le había dicho a su hijo que no manchase su alma con respecto a su madre, y la dejase para el juicio del cielo 100
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(I.5.85). Recobrar el reino era una obligación social; maltratar a la madre sería una venganza individual contraria al cristianismo. En la habitación de su madre Hamlet mata a Polonio, que está escondido detrás de un tapiz en papel de omnipresente inquisidor. Al descubrir el crimen de su tío, Hamlet sufre una nueva sacudida: convierte la obligación social de restituirle a la nación la dinastía legítima en un odio individual hasta más allá de la muerte. Por eso reaparece el espíritu para reprenderle, porque «casi se ha embotado su propósito». El padre no le reprende por indecisión, sino porque el odio le ha hecho olvidar su obligación social. Si el acto III culmina en el descubrimiento del crimen de Claudio y en el odio espiritual de Hamlet hacia su tío, el IV prepara la muerte de todos los protagonistas. Este acto consta de siete «escenas»: en las tres primeras el rey se entera de que Hamlet ha matado a Polonio, y teme que se le acuse a él; declara que no puede condenar a muerte al príncipe, porque «es amado por la enloquecida muchedumbre». Por eso le manda a Inglaterra con una carta en la que pide al rey inglés que le mate al llegar sin la menor tardanza. En la escena cuarta entra Fortinbras con la hueste que se propone conquistar un trozo de Polonia. Hamlet compara la resolución del joven caudillo con su propia dilación en cumplir el mandato de su padre, y se pregunta si su conciencia no es cobardía; pero él no puede ser impulsivo, como Fortinbras. Esta escena, por otra parte, explica que al final de la tragedia el príncipe noruego herede el reino de Dinamarca. La escena quinta presenta a Ofelia loca por amor a Hamlet, mientras la reina y el rey atribuyen su locura al amor por su padre (V.5.77). Enfurecido por la muerte de Polonio, reanueva revista · 157
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parece Laertes con otros seguidores en actitud amenazante para con el rey, pero este logra por el momento apaciguarlo. En otro cuartel del castillo aparece un marinero que le trae a Horacio una carta de Hamlet (escena 6); en ella el príncipe-amigo le pide que vaya a donde él se encuentra y le dirá cosas que no puede escribir. En la última escena del acto el rey recibe unas líneas de Hamlet, en las que le anuncia que llegará al día siguiente. En ese momento el rey y Laertes conciben un combate de esgrima con una espada envenenada y una pócima mortal si quiere beber. La escena acaba con el anuncio de que Ofelia ha muerto ahogada, lo cual no hace sino intensificar la ira de Laertes. En el acto V reaparece Hamlet con su amigo Horacio en el cementerio, y hace una serie de reflexiones sobre el sentido de la vida. De pronto entran el rey, la reina, Laertes y todo el cortejo, para enterrar a Ofelia. Hamlet se presenta ante ellos, llamándose «rey de Dinamarca» (V.1.281). Laertes le ataca, aunque Hamlet no entiende el motivo. De vuelta al castillo, el príncipe le explica a Horacio que en el viaje a Inglaterra descubrió la carta en la que Claudio pedía su muerte inmediata, y la sustituyó por otra en la que pedía en nombre del mismo Claudio la muerte de Rosenkrantz y Guildenstern. Algunos críticos han dicho que Hamlet es injusto con ellos, pero el heredero legal del trono tiene el derecho de eliminar al tirano y a sus colaboradores. Por eso Hamlet declara: «No pesan sobre mi conciencia» (V.2.58). Se prepara al duelo entre Laertes y el príncipe con la asistencia del rey, la reina y la corte. Hamlet muestra una vez más su altura humana pidiendo perdón a Laertes por el forcejeo en el hoyo de la 102
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sepultura de Ofelia. El duelo se mantiene, y la reina muere envenenada por la copa que el rey había preparado para envenenar a Hamlet. Laertes y el príncipe se hieren con la espada igualmente envenenada que habían intercambiado; Laertes, noble al fin, reconoce su traición (V.2.318) y acusa de ella al rey (V.2.331). Hamlet hiere al rey y luego le hace beber del cáliz envenenado. Los dos nobles se reconcilian y culpan a Claudio de todos los crímenes. En el acto V los críticos habían reconocido que Hamlet no es el joven paralizado por la sensibilidad, sino un auténtico exterminador. Hay, pues, tres Hamlets en la tragedia de Shakespeare: el primero, anterior a la aparición del espíritu, está oprimido por la muerte de su padre y visceralmente avergonzado de la inconstancia de su madre. A partir de la revelación recibida en la escena quinta del acto I, Hamlet se apresura a descubrir si la visión merece crédito; se embarca en lo que llamaban los escritores espirituales la discreción de espíritus. La doctrina cristiana exigía respeto al rey, y si Hamlet, engañado por el demonio o por su propia melancolía hubiera matado a su tío, rey legítimo, habría cometido el doble pecado de regicidio y parricidio y se hubiera convertido en tirano y usurpador, como su tío lo era de hecho. El príncipe sigue la doctrina de san Pablo: «Si alguno os predicase un evangelio distinto del que yo os he predicado, sea maldito» (Gálatas, I, 8-9). Por eso emplea las artes de la «santa Inquisición española» para conocer por medios naturales lo revelado por el espíritu sobrenatural. Durante todo el drama Horacio ha sido el amigo de plena confianza del príncipe. Al principio se presenta como «siervo», pero Hamlet le llama «querido amigo», renueva revista · 157
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cordando la frase de Jesús: «No os he llamado siervos sino amigos» (Juan, 15, 15-16). El príncipe admira a Horacio porque encarna el perfecto equilibrio de la razón y los impulsos espontáneos. Uno de los términos más significativos de la obra es «conciencia», sinónimo de comportamiento racional. Hasta el momento en que respeta la vida de su tío por odio, Hamlet se acomoda siempre a la razón y esa conducta le produce la sospecha de si en el fondo es cobarde, pero él no puede desviarse hacia la pasión: «Así la conciencia nos hace a todos cobardes» (III.1.83). Cuando aparece Fortinbras dispuesto a conquistar un trozo de terreno en el que quizá no quepan los cuerpos de los soldados que van a morir, reacciona con cierta envidia ante el valor del joven soldado, pero, de nuevo, él no puede sucumbir a la pasión. La pretendida indecisión de Hamlet es el sacrificio que él mismo se impone por seguir el dictado de la razón («la conciencia»). La admiración por el equilibrio de Horacio y la inserción de su amistad en la atmósfera del Evangelio, explican que al final del drama Hamlet le pida no sacrificarse con él, sino quedarse en este mundo «para contar mi historia» (V.2.360). El príncipe convierte al discípulo amado en su evangelista. El escritor Shakespeare reconoce en Horacio al escritor como un nuevo estamento social, una nueva fuerza histórica en cuyas manos está darles a los grandes de este mundo un nombre limpio o vulnerado.
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PANORAMA DE ACTUALIDAD
ELECCIONES 20D: CLAVES DE PASADO Y DE FUTURO
María José Canel
El 20 de diciembre de 2015 España dejó de votar por tradición. Al inicio de la campaña, casi la mitad de los votantes no sabía qué opción tomar, y finalmente uno de cada cuatro dejó en la urna algo diferente de lo que siempre había hecho. Estas cifras, inéditas, llevaron a la constitución de un parlamento, el de la XI legislatura, en el que no ha sido posible aglutinar ni siquiera la mayoría mínima que el sistema contempla para formar gobierno en momentos de fragmentación. Al cerrar estas páginas nos encontramos a unas semanas de la guillotina que caerá el 3 de mayo: si no hay gobierno se convocarán elecciones para el 26 de junio. Pase lo que pase, los datos del 20D y los de encuestas posteriores apuntan que ya nada es ni será igual en la política española. El objetivo de este artículo es compartir algunas reflexiones sobre lo que se está moviendo en el comportamiento electoral en España.
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maría josé canel L O Q U E PA S Ó E L 2 0 D
Aunque son ya hoy de sobra conocidos, traeré aquí los principales rasgos de los resultados de los comicios con el fin de establecer el punto de arranque para el presente análisis. El 20D supone una importante convulsión en los cimientos de los partidos tradicionales. El Partido Popular pierde tres millones y medio de votos y baja su suelo de fieles de nueve a siete millones, llegando al nivel que tuviera a comienzos de los ochenta. El Partido Socialista pierde millón y medio, reduciendo así su ya achicado suelo a cinco y medio, la cota más baja de su historia. Podemos adquiere algo más de tres millones, que junto a lo que obtuvieron los partidos con los que se presentó en coalición (las «confluencias»: En Comú, Podemos-Compromís y Podemos-En Marea-Anova-eu) llega a un total de cinco millones. Y Ciudadanos se hace con algo más de tres millones y medio de votantes. ¿Qué se puede decir sobre los movimientos entre las distintas formaciones políticas? Todas las encuestas previas coincidieron en apuntar que la fuga del pp y upyd era hacia Ciudadanos, y la del psoe e iu a Podemos. Los resultados electorales lo confirman y apuntan algo más: todo lo que obtiene Ciudadanos es menos de lo que pierde upyd y pp. Además, la suma de lo que pierden psoe e iu es solo la mitad de lo que gana Podemos junto con sus coaliciones (que en parte se alimentan de Compromís y bng). Por tanto, el 20D hubo trasvases entre los partidos y la abstención (donde van algunos votantes del pp y de donde proceden algunos votantes de Podemos); e incluso pudo darse algo de trasvase entre Ciudadanos y Podemos. 106
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elecciones 20d: claves de pasado y de futuro
Estos resultados reflejan lo que las encuestas venían diciendo hacía tiempo: desde enero de 2014 casi uno de cada dos ciudadanos avisaba tener la intención de no votar lo que siempre había votado. El panorama de «movilidad del votante» se presentaba por tanto de forma inédita, y los análisis de las matrices de transferencia de voto dibujaron un votante en quien la duda estuvo saltando en su mente varias veces entre distintos partidos y la abstención. La cifra de quienes finalmente votaron sin guiarse por sus pautas habituales alcanza unos nueve millones, es decir, uno de cada cuatro. No es baja. Obliga a partidos y analistas a concienciarse de que hay que profundizar en esta desaparición del anclaje tradicional. LA LECTURA TRADICIONAL DE LOS RESULTADOS: E L P R O B L E M A D E O T R O B I PA R T I D I S M O
Pasados los comicios, una de las interpretaciones que de inmediato trató de acoger los números fue la de quien consideró que no estábamos más que ante una recolocación de la tradición, pues al fin y al cabo se podrían trazar las líneas divisorias en torno a una aglutinación de fuerzas de izquierdas y de derechas. De hecho, la suma de lo que obtuvo pp y Ciudadanos casi equipara a la suma de psoe y Podemos. Podría apoyar esta lectura la comparación de la intención de voto antes de la campaña con el resultado final. Durante las dos semanas de campaña apenas hay trasvase de voto entre el psoe el pp; además, los dos suben ligeramente, como si quienes en su día hubieran decidido castigar a su partido así lo hicieran finalmente, salvo unos pocos que finalmente volvieron a su opción original. Los fenómenueva revista · 157
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nos de «percepción selectiva» (por los cuales los votantes fieles del pp recibieron positivamente las intervenciones de Rajoy en los programas de televisión y en los debates, y negativamente las de Sánchez; y lo opuesto con los votantes del psoe) se hubieran hecho presentes en la campaña para acabar reforzando la decisión de voto de los propios. En definitiva, se podría concluir que con el 20D estamos ante una recolocación de la tradición, y que aun cuando se celebraran unas segundas elecciones, no pasaría más que una reaglutinación de la izquierda y de la derecha. Algunos análisis incluso se mueven en clave de sustitución: Ciudadanos será la fuerza que acabe relevando al pp y Podemos al psoe, no habiendo más que una recolocación de la izquierda y la derecha, es decir, el problema de otro tipo de bipartidismo. Pero lo que la sociedad española dijo el 20D y después parece ser algo más complejo. ¿SE MUEVE ALGO DESDE EL 20D?
A la espera del barómetro de abril del cis, el último, el de enero de 2016, muestra, primero, algo obvio y esperable: tras las elecciones, la gente no cambia mucho de intención de voto. El votante se aferra a lo que hizo en la urna, por lo que los partidos gozan de altísimos índices de fidelidad semanas después de los comicios. El único trasvase de voto reseñable en enero es el siguiente: hasta la mitad de los que se quedaron en casa no volverían a hacerlo, y de ellos, a partes iguales (un 10%) retornarían al pp y psoe, la mitad de estos a Podemos (y sus coaliciones), y un 7% a Ciudadanos; Izquierda Unida seguiría bajando y engrosando a Podemos; hasta casi un 13% de votantes del psoe se iría a otro parti108
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do (una fuga que se reparte más o menos por igual entre el pp, Podemos, Ciudadanos, iu y la abstención). Por último, votantes de Ciudadanos en cantidades iguales (y bajas) volverían al pp o se irían a la abstención; pero a su vez recibe lo mismo del pp y algo menos del psoe. En definitiva, los datos muestran unos vasos comunicantes que estarían haciendo retornar por un lado lo que por otro se pierde. Pero las encuestas realizadas por las empresas para diferentes diarios (Sigma Dos, Metroscopia y Gad3), cuyo estudio de campo es posterior (finales de febrero y marzo) apuntan datos interesantes. El dividido resultado electoral, la corrupción, la escenificación de líderes y partidos de las negociaciones para formar gobierno, la no presentación de Rajoy a la investidura y el rechazo del parlamento a la de Sánchez, los atentados terroristas, así como el movimiento de los mercados, pueden estar causando variaciones en los juicios de la gente. Respecto a la intención de voto, las encuestas de las últimas semanas coinciden en apuntar una continuada subida de Ciudadanos como también un continuado descenso de Podemos, y unas variaciones en el pp y en el psoe que son al alza o a la baja según las distintas encuestas. Pero lo más relevante de estas encuestas de marzo es que se dibuja el panorama de una sociedad fragmentada ya no solo respecto al voto, sino a cuestiones que han formado parte constitutiva de la manera de votar en España. Se prefiere el pluralismo a un bipartidismo, aun cuando con este sea más fácil formar gobierno. De hecho, la fragmentación no parece modificar la intención de voto: pocos hubieran votado diferente de saber que formar gobierno nueva revista · 157
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sería tan difícil. La mitad cree que debe haber elecciones y la mitad considera que no se debe llegar a ellas. Hay también gran división en la sociedad española sobre si debe gobernar el más votado: la mitad cree que sí y la otra mitad que no; algo que no es apreciación partidista, pues casi un 30% de votantes del psoe considera que sí debería gobernar el más votado mientras que un 13% del pp que no. Las valoraciones que la gente realiza de sus propios candidatos son desoladoras (para estos). Solo uno de cada dos considera que su partido está actuando bien desde el 20D (salvo en el caso de Ciudadanos, que es casi dos de cada tres; partido y líder, por otra parte, que según todas las encuestas reciben las mejores valoraciones). Que Mariano Rajoy no debe ser el candidato en caso de unas nuevas elecciones no solo lo piensa la mayoría de votantes del resto de partidos, sino hasta un 48% de sus propios votantes. Tampoco Sánchez goza de un claro apoyo: hasta un 20% de sus votantes cree que no debe ser el candidato. Por último, el paso del tiempo parece estar modificando la valoración que la gente hace de las coaliciones de gobierno. Baja —y digo baja porque me refiero a mediciones que se han hecho mensualmente— el deseo de que gobierne la coalición pp/Ciudadanos, y sube de forma importante la coalición psoe/Ciudadanos. Baja también el deseo de una gran coalición pp/psoe. Y es muy baja, y cada vez más, la aprobación de la llamada «coalición de izquierdas», sola o con apoyo explícito o implícito de nacionalistas. En definitiva, meses después, lo que en la resaca de las elecciones parecía permitir la suma fácil de otro tipo de bipartidismo, ahora se complica. Bien es verdad que la causa de esta va110
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riación puede estar en que a la gente al juzgar le influye lo que considera viable. Si así fuera, de los acontecimientos de estos días solo se puede esperar otras posibles y nuevas modificaciones en lo que la gente juzga. Esa máxima de que en política las cosas cambian con mucha rapidez parece ahora aplicarse de forma contundente. L E E R L A S O C I E D A D E S PA Ñ O L A
Una de las primeras conclusiones que se desprende de este análisis es que hace falta agudizar la sensibilidad para hacer bien el seguimiento de la evolución de las tendencias electorales de la sociedad española. Los estudios sobre cómo los españoles evalúan la política y a los políticos recogen recientes e importantes puntos de inflexión. Señalan que en el año 2008 se dio un primer cambio por el que el ciudadano «des-inerció» sus valoraciones: si hasta entonces le influía la adscripción partidista, valorando positivamente al gobierno si este era de su partido, hiciera lo que hiciese, la grave crisis económica hizo del votante alguien menos «partidista» y más «realista»; es decir, alguien más enfocado a los resultados de gestión. Pero los estudios revelan que a partir de 2012 otras motivaciones —en las que la corrupción ha sido determinante— se han hecho además presentes en los españoles a la hora de juzgar: a la gente le importa también el proceso con el que se gestiona la política, y se fija en aspectos como la transparencia, la integridad y la apertura al diálogo por parte de quien gobierna. En definitiva, por la crisis ahora el ciudadano premia y castiga (incluso a su partido) mucho más que antes, pero sobre más cosas que solo la economía u otros resultados de gestión. nueva revista · 157
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Para identificar qué otras cosas son las que pueden estar importando, hay un dato de las encuestas que resulta relevante: la solicitud al encuestado de que se sitúe en la escala ideológica izquierda-derecha recibe cada vez más altos índices de «No sabe/No contesta»; algo que además sucede de forma clara entre las franjas de edad más jóvenes. La clasificación que lleva años categorizando los bloques tradicionales (y sus correspondientes asociaciones que con frecuencia han pecado de la simpleza de colocar en un mismo cajón a la derecha con el catolicismo y la monarquía, y a la izquierda con el ateísmo y la república) parece ir perdiendo sentido y dificultando la identificación del votante. El panorama se hace todavía más complejo si se añaden las cuestiones políticas que se van sobreponiendo en el actual debate público, y sobre las que el ciudadano necesita hoy formarse opinión: ¿Cuál es la mejor manera de combinar las políticas sociales con el crecimiento económico? ¿Hay que mantener el límite al déficit público que marca Europa? ¿Cómo actuar ante la deriva independentista de Cataluña? ¿Cuál es el mejor modo de organizar hoy territorialmente España? ¿Cómo combatir el terrorismo yihadista? ¿Será mejor modificar la Constitución o mantenerla como está y hasta cuándo? ¿Qué hacer con los refugiados? ¿Con qué pautas se debe combatir la corrupción y regenerar la política? ¿Se puede hablar de vieja y nueva política, y en su caso, qué prácticas de la nueva merecen ser incorporadas y cuáles de la vieja erradicadas? Pocas de estas cuestiones permiten trazar una clara línea que aglutine opiniones mayoritarias, y todas juntas componen un conglomerado de fragmentaciones que se 112
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superponen de forma contradictoria: lo que aúna a unos pocos divide al resto. Porque izquierda y derecha se entremezclan al contestar, al ciudadano ya no le es fácil clasificarse en un solo bloque. La realidad está reclamando pasar de la tradicional lectura del bipartidismo izquierda/ derecha a una que sea capaz de explorar cuál es la ruta que sigue lo que podríamos llamar este «multi-issue-citizen». U N A P U N T E S O B R E L A H U M A N I Z A C I Ó N D E L A CA M PA Ñ A
Resulta relevante que partidos como Podemos y Ciudadanos obtuvieran el 20D una importante subida de voto sin el recurso de los espacios gratuitos en medios públicos y vallas publicitarias (espacios con los que no contaron por carecer de voto en las elecciones anteriores, que es el criterio con el que se atribuyen); o que el Partido Popular fuera el más votado habiendo sido el de mítines menos concurridos así como el del candidato peor valorado. Qué es lo que mueve al votante y cómo hacer mejor las campañas es otra cuestión que merece consideración tras los resultados del 20D. Analistas y políticos fueron sorprendidos durante la segunda mitad del 2015, y con mayor intensidad durante las dos semanas de campaña, por lo que se ha dado en llamar el «intento de humanizar al candidato». Prestando menor atención a los tradicionales mítines, los candidatos acudieron a programas de televisión en horarios de máxima audiencia para cantar, bailar, cocinar, jugar al futbolín o contar chistes. Se habló y escribió mucho entonces sobre lo que hay que aprender de «esta nueva comunicación política», o sobre lo inteligentes que fueron los «golpes de efecto» de formaciones políticas emergentes. nueva revista · 157
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Por cuanto estos análisis implican categorizar la calidad de la comunicación política, me gustaría hacer aquí algunas consideraciones. Primero, se trata de una estrategia obsoleta ya en otros países. Hace mucho tiempo que el marketing político estadounidense comenzara con ella, al tomar de la familia Kennedy un paradigma de la comunicación presidencial, incluyendo en esta a los hijos, los hobbies, la enfermedad o los animales. Desde entonces, el perro de la Casa Blanca, la jardinería de Thatcher, el saxofón de Bush, el baloncesto de Obama o el jogging de Cameron constituyen ejemplos con los que se ha intentando mostrar a un candidato que, por ser más parecido al ciudadano medio, será percibido también como más sensible a sus problemas. Pero esta estrategia no ha dado siempre los resultados deseados porque, segundo, tiene sus riesgos. Por una parte, el de la excesiva visibilidad. Al estar tan presente y de forma tan íntima en la pantalla televisiva a la que el ciudadano otorga un importante espacio en su hogar, el candidato acaba invadiendo la vida personal; y tal y como han mostrado los estudios de atribución de responsabilidades, esta excesiva visibilidad puede hacer al candidato culpable de todos los problemas, aun de los que escapan a su competencia. Por otra, está el riesgo de la falsedad: que el votante contemple estos intentos de cercanía como algo carente de autenticidad, y vea en el candidato alguien interesado no en sus problemas, sino únicamente en el voto. Para que esta estrategia sea acertada hay que modularla con otras que comprendan que lo que está cambiando en la sociedad es más complejo y profundo. 114
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elecciones 20d: claves de pasado y de futuro CONDENADOS A ENTENDERSE
El Congreso de los Diputados ha tenido que revisar la distribución de los asientos para poder albergar lo que los ciudadanos pidieron el 20D. Pase lo que pase el 3 de mayo, en junio los partidos estarán sometidos al mismo reto: o se entienden o será muy difícil hacer que el país avance en medio de tanta fragmentación. Estas son algunas de las necesidades que arroja el 20, así como las que arrojará el 26J si lo hubiera: hay que prepararse para lo que será una vida parlamentaria con presencia de más intereses y más diversos; incrementar la capacidad de negociación para identificar adecuadamente los puntos de encuentro y avanzar sobre el desencuentro; desarrollar narrativas que faciliten el entendimiento y superen los estereotipos que han dividido a izquierda y derecha; ir a la esencia del problema del ciudadano en todas sus facetas; desarrollar una eficaz capacidad de diálogo, entendimiento, transparencia y rendición de cuentas; y, en definitiva, estar en sintonía con la gente para poder llevar a cabo complejos procesos de participación que incorporen a los votantes a las decisiones sobre los asuntos que les afecten. Pero esta situación no se diferencia mucho de lo que está sucediendo en otros países: la crisis global económica y financiera, asociada a la crisis de confianza en el sector público, está obligando a las organizaciones públicas a desarrollar nuevos tipos de liderazgo y a transformar la manera de tratar con los ciudadanos. Ojalá los partidos en España tomen buena nota del 20D y del posible 26J para avanzar en la buena dirección.
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EL RETORNO DEL FUJIMORISMO Martín Santiváñez Vivanco
En pleno proceso electoral en Perú, Nueva Revista ofrece un análisis del especialista peruano Martín Santiváñez, subdirector de nuestra publicación.
UN REGRESO ESPERADO
Las elecciones peruanas son una gran oportunidad para consolidar una democracia que apuesta mayoritariamente por el fortalecimiento de las instituciones. Desde la caída del fujimorismo, el Perú ha logrado elegir sucesivamente a todos sus presidentes en elecciones limpias y el proceso de 2016 no será una excepción. Ahora bien, la polarización propia de un sistema partidista altamente fragmentado convierte a estas elecciones en un fenómeno complejo que presenta diversas variables objeto de análisis. En este sentido, el resultado de la primera ronda de las elecciones peruanas consolida el liderazgo de Keiko Fujimori y del modelo económico de crecimiento que ha favorecido el desarrollo del país en los últimos veinte años. Keiko Fujimori, lideresa de Fuerza Popular (fp), ha vencido con un 39% de los votos válidos, casi el doble de lo que obtuvo en la 116
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primera vuelta del año 2011. Su votación también duplica la de su más cercano competidor, Pedro Pablo Kuczynski, de Peruanos Por el Kambio (ppk), que obtuvo, según el conteo oficial de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (onpe), el 22% de los votos. El tercer lugar ha sido ocupado por la candidata izquierdista Verónica Mendoza, del Frente Amplio (fa), con un 18% de los votos, y el cuarto puesto fue para Alfredo Barrenechea, de Acción Popular (ap), con un 7% del electorado. Los expresidentes Alan García y Alejandro Toledo obtuvieron el 6% y el 1%, respectivamente. Estos resultados obligan a una segunda vuelta (ballotage) en la que Keiko Fujimori se enfrentará no solo a Pedro Pablo Kuczynski sino a todo el sector antifujimorista. Uno de los clivajes más importantes de la política peruana es, precisamente, la oposición entre fujimoristas y antifujimoristas. Las elecciones de 2011 fueron un ejemplo de esta división que favoreció la candidatura de Ollanta Humala. El gobierno de los Humala fue respaldado por personajes tan disímiles como los radicales prochavistas y los liberales vargasllosianos. Desde Toledo hasta Vargas Llosa, pasando por los movimientos antimineros y el viejo partido de Fernando Belaunde Terry, Acción Popular, todos se unieron hace cinco años para evitar el retorno del fujimorismo. El resultado de esta alianza artificial fue uno de los gobiernos más cuestionados de las últimas décadas. El humalismo abandona el Palacio de Pizarro en medio de escándalos de corrupción y con la desaprobación del 80% de los peruanos. La primera dama, Nadine Heredia, la Mariscala del humalismo, se encuentra investigada por el caso de las «agendas», unos papeles privados en los que, presuntanueva revista · 157
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mente, se anotaron sobornos recibidos por parte del Partido Nacionalista, el partido fundado por los Humala. Aunque la alianza nunca se ha quebrado formalmente, conforme el escándalo crecía muchos de los aliados de los Humala han marcado distancia e incluso han pasado a la crítica abierta. De hecho, la candidata izquierdista Verónica Mendoza fue asistente de Nadine Heredia y congresista del humalismo hasta que renunció al movimiento por no estar de acuerdo con la continuidad del modelo demoliberal, compromiso que los Humala respetaron desde el juramento de San Marcos en el que aceptaron la tutela de sus aliados, Vargas Llosa el primero. La segunda vuelta peruana será un proceso complejo y polarizador y las alianzas serán tan artificiales como las del año 2011. El antifujimorismo ha vuelto a renacer aunque esta vez el liderazgo de Keiko Fujimori es más fuerte y se encuentra mejor implantado en todo el país. Fuerza Popular ha ganado en 15 de los 24 departamentos del Perú y duplicando su votación con respecto a 2011. Además, mediante una serie de pasos muy concretos a lo largo de los últimos meses, Keiko Fujimori ha intentado alejarse de la imagen negativa de su padre para reducir su antivoto y ganar a los indecisos. Su último mensaje durante el debate de los candidatos en la primera vuelta fue: «Nunca más un 5 de abril», lo que equivale a renunciar a la fecha emblemática del fujimorismo de los noventa. Todos tenemos un pasado concreto del que abjuramos y nos queremos desprender. Es connatural al ser humano el arrepentimiento y la voluntad de cambio. El pasado de los políticos es algo personalísimo y aunque a veces caben 118
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las culpas colectivas, lo normal es que la salvación política de un líder (así como su condenación) sea un asunto de estricta responsabilidad personal. Keiko Fujimori ha dicho en campaña que ha «sufrido» y «cargado una mochila muy grande por errores de otras personas» y que jamás permitirá que sus hijas padezcan esa misma carga. El fujimorismo fue un populismo autocrático, pero todo indica que Keiko Fujimori quiere hacer de Fuerza Popular un partido político institucionalizado que no repita el cesarismo de los noventa. Keiko, al hablar de una mochila pesada que no quiere cargar, expresa la aspiración institucional de los fujimoristas: respetar las reglas de juego de la democracia convirtiéndose en un partido de larga duración. La mochila de Keiko se ha visto aligerada por su tajante rechazo a otorgar beneficios penitenciarios a las personas que cometieron delitos durante el gobierno de su padre. Incluso ha declarado que no promoverá el indulto para Alberto Fujimori, sosteniendo que, de ser necesario, evaluaría la pertinencia de firmar un documento al respecto. Todas estas manifestaciones tendrían que zanjar los temores legítimos de los que piensan que Keiko podría ser influenciada por Alberto Fujimori. De hecho, en un momento de abierta discrepancia como fue el caso de los congresistas que no se presentaron a la reelección, fue su voluntad y no la de Alberto Fujimori la que se impuso finalmente. Sin embargo, esto no es suficiente para los antifujimoristas como Mario Vargas Llosa que sostienen que «la hija del dictador» no debe gobernar. Es cierto que la mochila de Keiko porta algo que pesa mucho y que ineludiblemente tiene que conjurar: su pronueva revista · 157
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pio desempeño durante los noventa. La ganadora de la primera vuelta de las elecciones peruanas fue la primera dama del fujimorismo y ese es un hecho objetivo, innegable. Sin embargo, la carga negativa que se desprende de este hecho, a la sombra de los años, es asumible y rectificable. Más importante aún, es una carga que puede desaparecer bajo el ejercicio personal de un gobierno. Solo la Keiko Fujimori presidenta será capaz de borrar de la faz de la tierra a la Keiko primera dama. Pero antes el fujimorismo de Fuerza Popular tiene que enfrentarse a la predecible unidad de casi todas las fuerzas políticas que han perdido en la primera vuelta. La mayoría de 68 congresistas que ha obtenido el fujimorismo garantizaría una presidencia fuerte. De ganar la elección ppk el fujimorismo tendría la llave de la estabilidad en el gobierno. Cualquiera que sea el resultado, Fuerza Popular puede celebrar una victoria que equivale al respaldo del 40% del país. El doble de lo conseguido hace cinco años, una cifra importante para un partido político que ha sufrido el rechazo legítimo de amplios sectores durante quince años y que hoy aspira a reivindicarse históricamente por la vía electoral. LOS CANDIDATOS QUE SE FUERON
Por un lado, la salida de dos candidatos importantes, Julio Guzmán y César Acuña, marcó el derrotero de la primera vuelta. Julio Guzmán fue, hasta su expulsión por parte del Jurado Nacional de Elecciones (jne), uno de los candidatos favoritos en la intención de voto. La fugaz candidatura de Guzmán presentó varias aristas. Por un lado, se trataba de un hombre que pese a presentare como nuevo en política 120
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sirvió en el gobierno de Ollanta Humala como viceministro y jefe de gabinete del Consejo de Ministros. Además, durante el auge del humalismo participó activamente en reuniones proselitistas del Partido Nacionalista presidido por Nadine Heredia. Guzmán, por supuesto, ha marcado distancia después de su paso por el humalismo, pero lo cierto es que varios de sus compañeros de ruta trabajaron para el gobierno de Humala y que su candidatura, apoyada de manera entusiasta por Nadine Heredia, ha sido tachada por el diseño improvisado de sus asesores. Tomando parte de la estrategia de marketing de podemos, Todos por el Perú, el Partido de Guzmán (organización a la que él mismo se ha incorporado hace tan solo unos meses), mezcló un discurso estatista y progresista con el lenguaje macroeconómico propio de los organismos internacionales. Guzmán, apoyado en el Perú por los progresistas que también sostuvieron la candidatura de los Humala, ha sido defenestrado de las elecciones por varios errores en la presentación de su candidatura. Lo interesante del caso es que los progresistas que durante años han reclamado el cumplimiento fiel de las reglas de juego, ante la exclusión de Guzmán por su evidente falta de cumplimiento de las normas electorales, apoyaron la tesis del perdón político prefiriendo la ruptura de la normativa electoral con tal de mantener a su nuevo protegido en la contienda. Tras su salida de la contienda, Guzmán ha intentado deslegitimar el proceso, sin obtener un respaldo popular. Distinta fue la experiencia fallida de César Acuña. Tras un inicio promisorio apuntalado por su posición como expresidente regional y dueño de un conglomerado de universidades en el país, el acuñismo se vio envuelto en un esnueva revista · 157
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cándalo de plagios y reproducciones de libros. Los ataques se centraron en la figura del candidato a la presidencia, quien fue acusado de plagiar su tesis doctoral en la Universidad Complutense y de copiar la totalidad de un libro de un catedrático peruano amigo suyo. Tras estos ataques, su candidatura empezó a derrumbarse. Ni los aliados que sumó al inicio de su campaña (extoledistas, exministros y congresistas de ppk, exvoceros de otros partidos y líderes de diversas agrupaciones) ni la estrategia del asesor que ayudó a los Humala a llegar a Palacio de Gobierno (Luis Favre, un extrotskista al servicio del pt brasileño) lograron revertir la tendencia decreciente de su candidatura. Al final, ante la deserción de sus aliados y la renuncia de su asesor brasileño, tachado ante el Jurado Nacional de Elecciones y desplomándose en las encuestas, Acuña decidió aceptar su declive y concentrarse en salvar su imperio educativo. Acaba de anunciar que espera postular nuevamente el 2021. LA PRIMERA VUELTA
Keiko Fujimori lideró las encuestas ampliamente durante varios meses. Sin embargo, la caída de Julio Guzmán y César Acuña revitalizaron la candidatura de Pedro Pablo Kuczynski (ppk), quien fuera la novedad en las elecciones de 2011. Por otro lado, la izquierdista Verónica Mendoza obtuvo el tercer lugar y durante su campaña sostuvo que es preciso cambiar el modelo económico y retornar a «la gran transformación», el programa chavista al que renunció Ollanta Humala cuando ganó la presidencia hace cinco años. Alfredo Barnechea, el cuarto lugar de estas elecciones, ha revitalizado un partido de cuadros como es 122
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Acción Popular capitalizando la memoria del expresidente Fernando Belaunde Terry y presentándose como un antagonista de lo que él denomina «el modelo fujimorista de los últimos quince años». Por último, la Alianza Popular de Alan García (apra) y Lourdes Flores (ppc) no logró superar el quinto puesto en las preferencias. La unión de estos dos partidos históricos se trató, sin lugar a dudas, de la maniobra política más audaz de estas elecciones, pues permitió la confluencia de dos partidos históricamente antagonistas; sin embargo, el electorado peruano no premió esta alianza, al contrario, la percibió como un encuentro antinatural. El resultado es negativo para ambos partidos porque provoca el cambio de liderazgo de Alan García y Lourdes Flores, los dos promotores de la alianza, y abre un periodo de incertidumbre y renovación en el apra y el ppc. Con todo, la primera vuelta clausura un proceso concreto y abre paso a un nuevo juego de alianzas y antagonismos. El renacimiento del antifujimorismo, el apoyo de la izquierda a un candidato de derechas (ppk), la intervención de Vargas Llosa y los liberales que apoyaron a Humala, son algunos de los factores que hemos de tener en cuenta al analizar un proceso tan complejo como la propia realidad peruana, un país, que quince años después de la caída del fujimorismo, avala su retorno con casi el 40% del respaldo electoral.
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TSUNAMI EN LAS PRIMARIAS DE EE.UU. Emili J. Blasco
El fenómeno Trump, la batalla en el seno de los republicanos y el enfrentamiento entre Sanders y Clinton han convertido la competición en las primeras en una verdadera y apasionante campaña presidencial. Pero sin entender el contexto americano y sin tener en cuenta los entresijos de la política americana, no se puede tomar conciencia de la relevancia que las nominaciones tienen para el futuro de Estados Unidos. Emili J. Blasco repasa en este artículo los últimos acontecimientos de las campañas republicana y demócrata así como la radicalización de sus mensajes.
Marco Rubio lo describió con dramatismo al ser él mismo arrollado y ver truncadas sus aspiraciones presidenciales: «América está en medio de una verdadera tormenta política, un verdadero tsunami». El senador por Florida se refería a la candidatura de Donald Trump en las primarias republicanas, pero lo mismo podría decirse de la candidatura de Bernie Sanders en las demócratas. La emergencia de dos populismos, a derecha e izquierda, ha trastocado las bases de la política estadounidense y ha roto las dos fórmulas ideológicas sobre los que esta se había asentado 124
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en las últimas décadas: las que alumbraron Ronald Reagan y Bill Clinton en sus respectivos partidos. Contra todo pronóstico, el showman Donald Trump parece avanzar imparable hacia la nominación republicana. De los diecisiete candidatos iniciales, ya solo Ted Cruz está en condiciones de competir con el magnate inmobiliario. Jeb Bush, esperanza del establishment del partido, solo aguantó los tres primeros envites —Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur—, en los que no pasó del cuarto lugar. Tras gastar casi sesenta millones de dólares, el hijo y hermano de presidentes se retiró, sin ni siquiera esperarse a la cita de Florida, estado del que fue gobernador. Con ello evitó la humillación que allí recibió Marco Rubio, el otro candidato que, tras el pistoletazo de principios de febrero en Iowa, debía haber actuado de dique frente a Trump. Dado que Cruz, de origen familiar cubano al igual que Rubio, está tan a la derecha como Trump en muchos aspectos, la única esperanza real del aparato del partido, incapaz de propulsar un candidato alternativo (el prolongado esfuerzo de John Karsich, gobernador de Ohio, no ha tenido potencia suficiente), es que el controvertido multimillonario salga el 7 de junio del proceso de primarias sin haber alcanzado los 1.237 delegados necesarios para la proclamación. Eso dejaría la decisión para la convención de Cleveland, del 18 al 21 de julio, donde los delegados quedarían libres de compromisos y podrían pactar un aspirante distinto. Una convención abierta se ha dado en ocasiones anteriores, pero esta vez el resultado podría ser realmente traumático para el Partido Republicano. Si Trump se quenueva revista · 157
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da cerca de la cifra requerida y se le priva de la candidatura, muy probablemente denunciaría una usurpación y, presentándose por su cuenta —su fortuna se lo permite—, podría llevarse una buena porción del voto republicano en las presidenciales de noviembre. Pero si Trump alcanza la nominación, es posible que el establishment del partido o parte de él impulse otro candidato como independiente o utilizando las siglas de algún partido menor. Dirigentes como Mitt Romney, que fue el presidenciable de 2012 y califica abiertamente a Trump de «farsante y fraude», dicen estar dispuestos a impulsar las operaciones necesarias. La perspectiva de un voto republicano dividido mejora las opciones de Hillary Clinton de llegar —volver— a la Casa Blanca. Las primarias demócratas, que se esperaban de puro trámite —una rápida coronación de la antigua primera dama, senadora y secretaria de Estado—, han sido realmente reñidas en su arranque. Con amplias victorias en estados como New Hampshire, Minesota, Kansas, Colorado, Idaho o Alaska, Bernie Sanders no solo ha hecho frente a Clinton en enclaves izquierdistas de zonas acomodadas de la costa Este, sino también en ambientes inconformistas del Medio Oeste y del Pacífico. Con todo, la candidatura de Hillary Clinton se ha ido consolidando con el tiempo y pocos dudan de que alcanzará la mayoría de delegados (en su caso ha de sumar 2.383) antes de la convención que se celebrará en Filadelfia del 25 al 28 de julio. Las sorpresa no ha sido tanto que alguien haya podido disputar la nominación a Clinton, pues sus deficiencias 126
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estaban claras para cualquier seguidor de la política estadounidense, como la gran movilización que ha habido en favor de la «revolución» del socialista Sanders. Y es que algo ha ocurrido en los alineamientos políticos de la sociedad estadounidense. POPULISMO
Cuando Marco Rubio tuvo que tirar la toalla el 15 de marzo al perder en su estado de Florida (solo venció en uno de los 67 condados; en el resto se impuso Trump), admitió que el éxito del empresario había cogido desprevenido a todo el mundo. «Teníamos que haberlo visto venir», se lamentó. Reconoció que entre los ciudadanos había un gran enfado y una enorme frustración a raíz de la crisis económica y la actitud de la clase política, e indicó que Trump había sabido explotar ese sentimiento, construyendo una campaña «sobre el miedo y la rabia, con un mensaje que alimenta las frustraciones de la gente». Nadie se esperaba ese éxito en las urnas cuando el 17 de junio de 2015, en la Trump Tower de la Quinta Avenida, en Manhattan, el millonario anunció su candidatura. Lo hizo dejando ya bien claro cuál iba a ser el tono de su campaña: calificó de violadores a los inmigrantes mexicanos y prometió construir un muro a lo largo de toda la frontera con México, que además pagaría ese país. A partir de ahí, la xenofobia («llamo a un total y completo cierre de la frontera para los musulmanes», incluidos turistas); el machismo («todas las mujeres que participaron en mi programa de televisión The Apprentice flirtearon conmigo, consciente o inconscientemente; era de espenueva revista · 157
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rar»); la prepotencia («la belleza en mí es que soy muy rico»; «mi coeficiente de inteligencia es de los más altos»), y otras estridencias («si Ivanka no fuera mi hija, quizás estaría saliendo con ella») han llenado un discurso populista, carente de un programa bien definido. Trump ha logrado atraer sobre todo a la clase trabajadora blanca, que es la que ha perdido más poder adquisitivo con la crisis y la que mira con más desconfianza a la creciente diversidad racial del país: los blancos de origen europeo quedarán por debajo del 50% de la población en 2040. Su personalidad autoritaria (se jacta de no tener asesores) y su nacionalismo económico (el lema de campaña, «Hacer América grande de nuevo», apunta al proteccionismo) le han supuesto a Trump el apoyo de los sectores blancos más vulnerables a la demagogia: los de menor nivel de educación. Acudir a un mitin de Trump es asistir a un show: le gusta hacer payasadas, despacharse a gusto sobre sus contrincantes e incluso hacer alusiones sexuales impropias de un dirigente político. Si la rabia y el miedo es lo que fomenta el «trumpismo» entre el grueso de la población, hoy más pobre que antes de la crisis (mientras el uno por ciento más rico ha aumentado sus ingresos), desde la izquierda el populismo de Sanders busca una movilización para romper esa desi gualdad. El senador de Vermont ha atraído a muchos jóvenes ilusionados con una revolución contra el estatu quo, que imponga más impuestos a las mayores fortunas y a las grandes corporaciones y que expanda las prestaciones sociales. 128
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tsunami en las primarias de ee.uu. LECCIONES DE LA HISTORIA
La posibilidad de que Trump gane la nominación republicana ha provocado crecientes actos de protesta callejera de manifestantes de izquierda. Esto ha llevado al Partido Republicano a temer una convención como la que tuvieron los demócratas en 1968, en un Chicago tomado por la policía para aplacar la ira de miles de jóvenes que censuraban la escalada bélica en Vietnam del presidente Lyndon B. Johnson. Los delegados olían los gases lacrimógenos que se lanzaban en la calle mientras ellos negociaban el ticket presidencial en una convención abierta, a la que ningún candidato llegó con suficientes apoyos. En esa convención fue elegido como candidato demócrata el vicepresidente de Johnson, Hubert H. Humphrey, que no se había presentado a las primarias. Johnson había concurrido inicialmente para una nueva nominación, pero los primeros resultados no fueron suficientemente favorables para él y eso propició que Robert F. Kennedy se lanzara a la carrera, por lo que Johnson decidió renunciar a presentarse. El senador Eugene McCarthy comenzó liderando las primarias, pero Bob Kennedy logró avanzar terreno y la nominación quedó pendiente para la convención. «Ahora depende de Chicago, ganemos allí», fueron las últimas palabras públicas de Kennedy poco antes de ser asesinado en California, donde había conseguido una crucial victoria. En desacuerdo con la nominación de Humphrey, el demócrata George C. Wallace, exgobernador de Alabama, lanzó su candidatura a la presidencia, como candidato del Partido Independiente de América y con un programa segrenueva revista · 157
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gacionista. Las elecciones las ganó el republicano Richard Nixon, con 301 votos electorales, mientras que Humphrey se quedó en 191. Wallace triunfó en los estados sureños: fue el último candidato independiente en la historia estadounidense en obtener votos electorales (se llevó 26). Precisamente el discurso populista de Wallace ha sido comparado estos días con el de Trump. En la campaña de 1968, la agencia de prensa upi escribió que «los sorprendentemente numerosos y energéticos» seguidores de Wallace iban a sus mítines para escuchar «un discurso duro, lleno de verbos de acción contundente, en contra de los que alteran el orden con marchas antirracistas, los militantes que cantan lemas en contra de la guerra, los revolucionarios de los campus de las universidades, los manifestantes que disienten y los criminales». Wallace prometía arrastrar por los pelos hasta la cárcel a quienes protestaban contra la guerra, así como limpiar Washington de los burócratas y tirar sus maletines en el río Potomac. Quien crea que los grandes partidos políticos estadounidenses son indestructibles debiera recordar el mismo origen de los republicanos, que emergieron en 1856 del hundimiento del Partido Whig (nombre tomado de los liberales británicos). Los whigs habían sido durante un par de décadas la alternativa a los demócratas. Llegaron divididos a la convención de 1852, en la que se requirieron 53 votaciones para nominar al candidato presidencial. Las disputas internas provocaron una huida de sus votantes, que se fueron a nuevas formaciones y de ahí surgieron los republicanos, que llegaron a la Casa Blanca con Abraham Lincoln (antiguo whig) en las elecciones de 1860. 130
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Una de las formaciones que se originó con la implosión del Partido Whig fue el partido Know-Nothing, un fenómeno que Michael Holt, profesor de Historia de Estados Unidos en la Universidad de Virginia, compara con el de Trump. El Know-Nothing surgió a raíz de la recesión de 1854-1855, como reacción al aumento de la inmigración y al mayor reconocimiento de la Iglesia católica en el país. Fue «una revuelta de base, populista y genuinamente espontánea, de disidentes de las clases trabajadoras y las clases medias bajas». Llamaban a castigar a whigs y demócratas por haberles traicionado, y se comprometían a apoyar a políticos que nunca hubieran ocupado cargos públicos o se hubieran presentado a las elecciones. CAMBIOS IDEOLÓGICOS
Gerald F. Seib, jefe de la oficina en Washington de The Wall Street Journal, ha escrito que esta campaña electoral «hace añicos» las fórmulas ideológicas creadas por Ronald Reagan y por Bill Clinton, gracias a las cuales sus partidos pudieron recuperar el poder tras un tiempo de ostracismo. «El Partido Republicano está perdiendo su tradicional base conservadora, mientras que la izquierda desplaza al Partido Demócrata fuera del centro», asegura Seib. En su opinión, «las coaliciones que han dominado la vida política estadounidense en las últimas tres décadas se están diluyendo». El escándalo del Watergate hizo que un Partido Republicano de posiciones de centro derecha y moderado, como tradicionalmente había sido, quedara demasiado identificado con los manejos de Richard Nixon. El rechazo a las nueva revista · 157
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corruptelas de la Administración Nixon propició la elección de un presidente de perfil especialmente honesto, el demócrata Jimmy Carter. Para volver a recuperar la confianza mayoritaria hacia el Partido Republicano, Reagan se presentó en 1980 como un «verdadero conservador», girando algo a la derecha en ciertas posiciones políticas, pero apostando por soluciones liberales en otras (bajada de impuestos, libre comercio) y apelando al voto de la clase media trabajadora (especialmente el «blue collar vote»). Clave fue ese apoyo de los llamados «demócratas de Reagan», así como de aquellos electores ilustrados que dejaron el Partido Demócrata por considerarlo débil en política exterior y de seguridad (bautizados como neoconservadores). El tono de apertura social también se manifestó en una actitud positiva hacia la inmigración, lo que atrajo el voto hispano. Esa receta sirvió también para la victoria de George H. W. Bush en 1988 y luego para la de su hijo en 2000. Pero las proporciones de los componentes ideológicos fueron variando y la fórmula ya fue algo distinta en 2012. Mitt Romney, por ejemplo, rompió con la simpatía hacia los inmigrantes, de forma que solo recibió el 27% del voto hispano (Reagan obtuvo el 37% en 1984 y George W. Bush el 40% en 2004). Si para los republicanos la necesidad de reformulación vino tras el Watergate, en el caso demócrata se produjo tras el anclaje en posiciones dogmáticas de la presidencia de Carter y las fracasadas candidaturas de Mondale y Dukakis. Bill Clinton giró el partido hacia la derecha en 1992, apostando por disciplina fiscal, dureza frente 132
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al crimen, reforma del Estado de bienestar, impulso de acuerdos de libre comercio y sintonía con el mundo de los negocios. Esa posición, similar a la «tercera vía» emprendida después en Europa por Tony Blair y Gerhard Schröder, ha dominado desde entonces en el Partido Demócrata, incluso durante la presidencia ligeramente más a la izquierda de Barack Obama. Pero la fórmula parece no servir ya hoy y Sanders no solo arremete contra los republicanos, sino también contra la herencia política de Bill Clinton, hasta ahora nunca propiamente cuestionada entre los demócratas. «Es entonces [la presidencia de Clinton, en la década de 1990] cuando desastrosas políticas sobre comercio tuvieron lugar. Sí, hubo cosas buenas, pero se cometieron algunos errores peligrosos que pusieron los fundamentos de algunos de los problemas que estamos teniendo hoy con la desaparición de la clase media», repite el contrincante de Hillary Clinton en las primarias. RADICALIZACIÓN
Las encuestas constatan una mayor polarización política de la sociedad estadounidense. Los dos grandes partidos están más escorados en 2016 de lo que estaban en 2012. En ambos han disminuido los moderados: quienes así se definen han bajado del 33 al 25%, en el caso del Partido Republicano, y del 51 al 39%, en el del Partido Demócrata, según Public Opinion Strategies. Por su parte, han aumentado los republicanos que se ubican en la derecha del partido (del 67 al 75%) y los demócratas que se sitúan en la izquierda de la formación (del 49 al 60%). nueva revista · 157
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Se trata de una tendencia que ya se ha ido registrando los últimos años. La propia victoria de Obama sobre Hillary Clinton en las primarias de 2008, con un discurso decididamente contrario a la guerra de Irak, fue muestra de un corrimiento ideológico al que ahora la misma Clinton tendrá que adecuarse. Más allá de las concesiones que de momento ha hecho la candidata (normalmente en las primarias el discurso atiende a los sectores más ideologizados, para luego moderarse y buscar el voto más centrado del grueso de la población), todo indica que de cara a las presidenciales de noviembre Clinton adoptará tonos más acordes con la tradición izquierdista demócrata de lo que hizo el clintonismo. El giro ha sido más acusado entre los republicanos. La eclosión del Tea Party en las legislativas de 2010 supuso una revuelta de las bases conservadoras, que reaccionaron frente a una presidencia de Obama que temían especialmente estatalista. «Sin Obama no habría Trump», ha dicho Bobby Jindal, exgobernador de Luisiana y otro de los candidatos retirados de las primarias republicanas. Aunque Tea Party y Trump no son sinónimos, hay una cierta línea de continuidad en la actitud de rebelión. Según muchos observadores, el aparato del Partido Republicano se encuentra ahora con un monstruo al que en realidad estuvo alimentando al haber jaleado al Tea Party como medio para minar a Obama. Entre los conservadores republicanos también han cobrado fuerza en los últimos años los evangélicos: aquellos que, con explícitas referencias religiosas, sitúan entre sus prioridades el combate contra el aborto y el matrimonio 134
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homosexual. Este es el sector que especialmente intenta cultivar Ted Cruz, frente a un Trump nada religioso. Pero las encuestas indican que a parte de los evangélicos no les importa votar a alguien divorciado dos veces porque les seduce más su imagen de alguien de autoridad fuerte y capaz de mejorar la economía dada su experiencia de empresario. La creciente aceptación social de las nuevas realidades familiares y el mayor protagonismo de las minorías probablemente obligará al Partido Republicano a una revisión de oferta programática tras el trauma interno que está suponiendo la candidatura de Trump. Ciertamente hubo un intento desde el establishment republicano de adecuar más los mensajes a la realidad social del país. Sin dejar los postulados conservadores en cuestiones sociales y en las recetas económicas, había que prestar más atención a problemas como la desigualdad y la integración de las minorías. En 2013 el Comité Nacional Republicano elaboró un informe que invitaba a combatir la sensación de un partido alejado de los ciudadanos y se llegó a hablar de los «reformicons», los conservadores reformistas. Pero nadie se tomó esa apuesta en serio. Uno de los que se disponían a encabezarla, Marco Rubio, se dedicó más a halagar a las bases que a liderarlas: después de proponer una reforma migratoria, para la regularización de los once millones de inmigrantes ilegales que hay en el país, en su inmensa mayoría hispanos, se retractó al comprobar que el viento electoral soplaba en contra. La revista Time había llegado a presentar a Rubio en su portada como «El salvador republicano». Confiado en su asnueva revista · 157
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piración presidencial, el político de 44 años renunció a buscar un segundo mandato como senador este 2016 para dedicarse plenamente a la carrera hacia la Casa Blanca. Aunque algunos ya lo han sepultado políticamente, es posible que Rubio se presente a gobernador de Florida en 2018. También se enterró a Richard Nixon tras perder contra John F. Kennedy en 1960 y ocho años después alcanzó la presidencia... desde el centro.
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EL «TELEGRAMA LARGO» DE GEORGE KENNAN Reflexiones sobre una estrategia de contención
Antonio R. Rubio Plo
Han pasado más de setenta años desde aquel 22 de febrero de 1946 en que George F. Kennan, encargado de negocios de la embajada norteamericana en Moscú, enviara a Washington un memorándum, conocido como el «telegrama largo» y con una extensión de cinco mil palabras. Una síntesis de dicho documento, The Sources of Soviet Conduct, sería publicado por el propio Kennan, bajo el seudónimo de Mr. X, en la revista Foreign Affairs en 1947.
Este hecho representa un hito en la historia de las relaciones internacionales, datado al inicio de la guerra fría, y que situó a su autor entre los principales representantes estadounidense del realismo político. Fue la antítesis del idealismo wilsoniano que, desde 1917, y con un intervalo prolongado entre las dos guerras mundiales, había presidido la política exterior de ee.uu. La guerra fría, con todos nueva revista · 157
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sus riesgos de devastación nuclear, requería de una nueva estrategia: la contención. Las reflexiones siguientes no pretenden ser, en ningún caso, un análisis histórico. Aspiran a ser una doble profundización, con ecos del pasado y del presente, en la que se repasan algunas opiniones de aquel estratega de la política de contención. ¿Qué puede aportar George Kennan, con amplios rasgos de poeta en su análisis de la realidad, a un mundo en el que no existe una superpotencia con los rasgos de la urss, y que se caracteriza por una inestabilidad en la que pretenden asentarse nacionalismos y populismos radicales? IDEOLOGÍA, CIRCUNSTANCIAS Y PSICOLOGÍA
La tesis fundamental de The Sources of Soviet Conduct es que la política exterior de la urss está determinada, a la vez, por la ideología y por las circunstancias. Los contemporáneos de Kennan, sobre todo en los primeros años de la guerra fría, solo parecían dar importancia a los peligros de la difusión ideológica del comunismo. Se explica así ese anticomunismo primario, bien representado por la «caza de brujas» del macartismo. En un discurso pronunciado en 1953 en la universidad de Notre Dame, nuestro autor arremetió contra ese populismo, anclado en la sospecha y la venganza, que empujaba a los norteamericanos a los mismos hábitos de pensamiento y acción que sus adversarios soviéticos. Kennan detestaba el macartismo, sobre todo, por ser un antiintelectualismo. Y es que no le gustaban los análisis de trazo grueso como los de la doctrina Truman, que parecía entender el comunismo como un cuerpo ideológico, coherente, unitario y autoconsciente. El anticomunismo 138
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elemental no caía en la cuenta de que su rival no era más que un conjunto de teorías vagamente definidas, obsoletas y contradictorias. El comunismo soviético no tenía, ni mucho menos, el alto grado de coordinación que se le atribuía. Por eso, al igual que De Gaulle, Kennan sabía separar lo ruso de lo soviético. Presintió las disensiones de la urss con China y otros países comunistas. Más allá de las diferencias ideológicas, estaba persuadido de la llegada del día en que ee.uu. abriera canales diplomáticos con dichos países. Uno de los legados de Kennan en su célebre «telegrama largo» es valedero para todos los tiempos: los adversarios también son seres humanos. Lo hemos visto recientemente en El puente de los espías, ese singular film de Steven Spielberg. Los líderes soviéticos eran los herederos del marxismo-leninismo, pero no cabe buscar en esa ideología, o en cualquier otra de signo radical, un manual de uso, a no ser que nos dejemos encandilar por la propaganda. Antes bien, los dirigentes se mueven en función de las circunstancias, que necesariamente son cambiantes. Cabe, por tanto, el pragmatismo en los mesianismos de todo signo, y muy particularmente en el comunismo. Pragmáticos fueron, sin duda, Stalin y la mayoría de sus sucesores. Y otro tanto podría decirse de todos los gobernantes comunistas chinos hasta la actualidad, incluido el propio Mao. Con estos planteamientos, cabría llegar a una conclusión asumida por Kennan: en el estudio de las relaciones internacionales no basta con el conocimiento de la historia, ni de las teorías políticas, ni siquiera del ordenamiento jurídico internacional o del interno. El analista internacional tampoco debería privarse de adquirir algunas nonueva revista · 157
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ciones de psicología, necesariamente incompletas. A este respecto, Kennan señaló que los líderes soviéticos, y me atrevería a añadir que todo líder con alma de ingeniero social, presumían de conocer, mejor que nadie, la naturaleza humana. También a nuestro autor le interesaba la psicología, quizás a partir de sus lecturas de Clausewitz, anticipador de la guerra psicológica, pero a la vez como gran admirador de la cultura rusa, podría haber recordado las limitaciones de cualquier analista por medio de aquel proverbio, alguna vez citado por Turgueniev, de que «el alma humana son tinieblas». De todos modos, la lectura de los clásicos era, para Kennan, un excelente bagaje para la diplomacia, sobre todo la Biblia, Plutarco, Shakespeare y Gibbon, donde se encuentran «las expresiones más sutiles y reveladoras de la naturaleza humana». L E C C I O N E S D E F I L O S O F Í A P O L Í T I CA Y D E PA C I E N C I A
Además, Kennan se sentía obligado a dar en su informe lecciones de filosofía política. Recordó que el marxismo proclama su superioridad sobre un capitalismo que, en apariencia, es poderoso e invencible, pero que lleva consigo, según Marx, las semillas de su propia destrucción, pues la clase propietaria capitalista es incapaz de adaptarse a los cambios socioeconómicos. Pero los hechos habían demostrado en Rusia que la revolución proletaria no dio el golpe decisivo al capitalismo, y la batalla continuaba a escala planetaria. El determinismo comunista continuaba su curso, jaleado por sus entusiastas. El problema, como bien observaba Kennan, es que se estaba produciendo un paso progresivo desde el entusiasmo a la impostura. Nuestro autor no pretendía ser 140
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original, pues aseguraba haber encontrado un precedente en sus lecturas de la Historia de la decadencia y caída del imperio romano de Edward Gibbon. En el comunismo soviético, y en la Roma imperial agonizante, se pasará de las ilusiones al fraude voluntario. Y si es preciso, habría que eliminar al rival, interno o externo, supuesto obstaculizador de la llegada del socialismo. De ahí que la época de Stalin se caracterizara por un gran sentimiento de inseguridad. Sobre este particular, Kennan subrayó que el líder comunista era demasiado orgulloso y celoso para compartir el poder, hasta el extremo de considerarse infalible en sus opiniones. Su radicalismo le hacía ajeno a la cultura del compromiso, propia, sobre todo, de las democracias anglosajonas. Un radical asentado en el poder nunca cederá, en casi nada, porque existe el peligro de que el régimen, y con él su poder, se venga abajo. Los rasgos mesiánicos de una religión secular se acentúan cuando el líder es a la vez rey, profeta y legislador. En el año del «telegrama largo», Stalin se había impuesto a todos sus rivales, aunque Kennan no dejaría de advertir que las luchas internas de poder son el principal enemigo de los totalitarismos de cualquier signo. Y para que no se cuestione la autoridad del líder, se hace uso con frecuencia del mito de las conspiraciones extranjeras, lo que sirve para justificar un poder interno ilimitado con una disciplina de hierro. Con todo, observaba un punto débil en el sistema comunista: la carencia de un mecanismo para sustituir a sus propios líderes, lo que conduce a la gerontocracia. Pese a que habían sido aliados de Washington en la gran contienda mundial, Kennan reconocía que negociar con los soviéticos no era fácil. En sus conversaciones apreciaba dunueva revista · 157
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plicidad y falta de franqueza porque los interlocutores, más que diplomáticos de profesión, parecían leales servidores del partido. Esto sería válido hoy en cualquier negociación con regímenes autoritarios: no cabe confiar en las promesas, aunque sean bienintencionadas, si no tienen el respaldo último de los dirigentes. Es una diplomacia más de acomodo que de consenso. Kennan estaba en lo cierto: las ideocracias, los mesianismos políticos practican a menudo el tacticismo. En tales circunstancias, y en el caso soviético, el «telegrama largo» proponía para ee.uu. «políticas inteligentes de largo alcance». Esto se traduce en el containment, la política de contención de las tendencias expansivas de Rusia, siempre «a largo plazo, paciente y vigilante», y que conllevaba «una lucha de duración infinita». ¿Cabía, entonces, albergar alguna esperanza? Kennan confiaba, pese a todo, en las generaciones más jóvenes, al estar convencido de que los rusos son un pueblo con talento. Tarde o temprano, los jóvenes estarían disconformes con un desarrollo económico precario, que daba prioridad a las industrias pesadas, y precisamente estas deficiencias económicas harían que la urss no pudiera vencer a la pobreza. Llegaría el tiempo en que se pondría de manifiesto el tremendo contraste entre la exportación de la vitalidad política del sistema comunista y la incapacidad para exportar éxitos o evidencias reales de que haber logrado para su pueblo la prosperidad material. Cuatro décadas después, los hechos dieron la razón a Kennan sobre la vulnerabilidad económica de Rusia. Sin embargo, el periodista Walter Lippmann, responsable del término «guerra fría», criticó aquella estrategia cimentada, en gran parte, en la paciencia, pues podía suponer dejar la iniciativa a Stalin. 142
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el «telegrama largo» de george kennan ESPEJISMOS DE VICTORIA Y CONSTELACIONES Q U E S E D E S VA N E C E N
Pero la paciencia de la doctrina de la contención nada tiene que ver con ilusorias esperanzas de victorias definitivas, de esas que exigen la rendición incondicional del adversario. Kennan era enemigo de cualquier maximalismo, seguramente porque añoraba la diplomacia del siglo xviii anterior a las devastadoras guerras napoleónicas. En uno de los capítulos de su libro American diplomacy (1951) no tuvo reparo en cuestionar la actitud intransigente del presidente Wilson en la primera guerra mundial, pues él hubiera preferido algún tipo de acuerdo de paz con la Alemania del Káiser. Una victoria total, con duras condiciones para los vencidos, solo podría arrastrar a un conflicto mucho peor. Esto explica la admiración de Kennan por el estratega suizo del siglo xix Henri Antoine Jomini, que señaló que el problema fundamental de la guerra era dejar al enemigo dos opciones: la retirada o el combate en condiciones desfavorables. De hecho, la política de equilibrio, preferida por un realista como Kennan y que se impuso en Europa con el sistema de Westfalia, nunca apostó por las victorias definitivas. A este respecto, en los últimos años de su vida, casi centenario, el maestro de la contención no mostró ningún entusiasmo ni por la ampliación de la otan, ni por las intervenciones militares en Kosovo, Afganistán e Irak. Sus lecturas históricas le previnieron acerca del espejismo que de las victorias rápidas alcanzadas por el monopolio de la tecnología. Y esas mismas lecturas le podían servir para conocer mejor las lecciones del pasado antes de dar pasos en dirección hacia el futuro. Al leer a nueva revista · 157
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Gibbon, le gustaba recordar que la ocupación de los territorios trae como consecuencia el espíritu de resistencia de los pueblos sometidos. Se debía castigar a los líderes, pero no destruir la administración del país representada por los antiguos miembros del partido gobernante, y todo con objeto de evitar posteriores convulsiones sociales. Era necesario un cierto grado de estabilidad para preservar el orden. No cabe duda que lo sucedido en Irak con el partido baasista de Sadam Hussein habría dado la razón a Kennan. No deja de ser llamativo que los argumentos de Kennan sean, en bastantes ocasiones, más de índole cultural que política. La realidad estrictamente política se le quedó siempre corta. En el «telegrama largo» hay, por ejemplo, una referencia a la novela Los Buddenbrook de Thomas Mann, crónica de la decadencia de una familia, que le sirve para comparar el momento externo brillante que ofrecen las instituciones humanas, lo que no impide que la decadencia pueda estar muy avanzada. Y lo ilustra con un toque literario: «¿Quién puede asegurar que la potente luz que todavía proyecta el Kremlin sobre los insatisfechos pueblos del mundo occidental no es el poderoso resplandor crepuscular de una constelación que, en realidad, se desvanece?». Una llamativa imagen para recalcar que el poder soviético, al igual que el capitalismo en las teorías de Marx, llevaba consigo las semillas de su propia destrucción, y que el brotar de dichas semillas se hallaba bastante avanzado.
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CULTURA
LA OBRA LITERARIA DE MARILYNNE ROBINSON Redescubriendo la serena luminosidad de la existencia
José María Carabante
Marilynne Robinson es una de las voces literarias más exquisitas de Estados Unidos. La profunda sencillez de sus cuatro novelas, la entrañable intimidad e integridad de sus personajes y la posibilidad de desentrañar el sentido de la existencia constituyen las principales características de unas obras llamadas a convertirse en clásicos de la cultura americana. La publicación en castellano de Gilead, En casa, Lila y Vida hogareña, esta última recientemente, bajo el sello de Galaxia Gutenberg, constituye una ocasión para que el lector se sumerja en un universo literario distinto al habitual, pero tal vez mucho más enriquecedor.
Mientras que una gran parte de la literatura contemporánea americana —tal vez la más mediática e influyente a este lado del Atlántico— está obsesionada con escarbar nueva revista · 157
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en el desarraigo y nimbada por un aura posmoderna artificial que cincela unos personajes traumatizados en su soledad, la limpidez de la prosa de Marilynne Robinson constituye un aldabonazo y sugiere que todavía el ser humano puede encontrar cobijo y curarse de esa esquizofrenia existencial que explota tan lucrativamente la narrativa de hoy. No puede resultar casual, entonces, que en el imaginario de esta escritora el hogar revista tanta importancia: no solo porque el título de su primera novela —Vida hogareña— ya revele un deseo de familiarizarse con un entorno fraterno, sino porque incluso al comienzo de su novela más aclamada —Gilead, con la que reaparece en el panorama novelístico tras 24 años de silencio—, el reverendo John Ames, el protagonista, afirma que la muerte es, en última instancia, como un regreso a casa. Tampoco es de extrañar que Robinson haya decidido ubicar sus narraciones en pueblos del Medio Oeste, alejándose de ese ambiente urbano tan propicio para el histerismo narrativo y la soledad multitudinaria en la que, pese a su cercanía física e incluso sexual, los personajes de Roth o Franzen, por mencionar algunos, expanden su identidad enferma. Así, Gilead, la localidad en la que transcurre la trilogía con la que Robinson ha ganado fama, rememora ya ese lugar de consuelo y salvación, de sencillez rural pero también de recia belleza, que, como un venero, ha sabido aprovechar la literatura protestante, pero que, recuperado hoy de la pluma de Robinson, se antoja tan moderno como piadosamente sobrecogedor. 146
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la obra literaria de marilynne robinson LA BELLEZA DE LO COTIDIANO
Robinson (Sandpoint, Idaho, 1943) ha recibido premios importantes en Estados Unidos por su trabajo (el Pulitzer en 1982 por Vida hogareña y en 2014 por Gilead; este año ha recibido el Premio de la Biblioteca del Congreso por su trayectoria). Ha sido profesora de escritura creativa en Iowa y ha colaborado desde sus inicios en las principales publicaciones culturales de su país. No solo es la autora de estas novelas que reivindican la riqueza espiritual de la América profunda, el bálsamo de lo cotidiano y que salvan al hombre de su perplejidad. Ha firmado a la vez algunos ensayos que profundizan en la génesis de esas disyunciones —religión y ciencia, modernidad y tradición, el yo y los otros— que muchos de sus personajes han logrado pacificar con una serena incardinación en el mundo y la aceptación gozosa de los prodigios naturales y cotidianos. Robinson obliga al lector a preguntarse por esa constelación de significados que le ha hurtado una existencia vicaria, urbana, frenética y consumista. Es a ese individuo, sumido en la orfandad urbana, al que parece dirigirse y al que lleva a tomar conciencia de su pérdida existencial. La referencia religiosa y sobrenatural —evidente en todas sus obras— es el hilo que permite que el lector descubra la belleza de la existencia, el misterio que supone la bondad, el amor o la paternidad y que le permite recobrar de nuevo su inocencia perdida. Una extensa carta de John Ames, el provecto pastor de Gilead, a su hijo de siete años abre el universo narrativo de Gilead, que de un modo inteligente Robinson nueva revista · 157
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aprovecha después en otras novelas para enriquecer con una pluralidad de perspectivas la sencillez del primer relato. Propiamente no ocurre nada. La carta de Ames es una confesión sobre el significado de la vida, una misiva alejada del voluntarismo, un honrado testimonio de que, pese a las tragedias, la soledad y la muerte, toda la existencia apunta a un más allá de plenitud. En casa cuenta esa misma cotidianidad, pero la amplía desde la óptica de Glory, la hija de Boughton, un anciano pastor amigo de Ames. Y Lila revela ese mismo trasfondo con el tardío y entrañable romance del viejo predicador. La trilogía no avanza en el tiempo; en ella se reiteran los personajes, las situaciones y las conversaciones, pero por eso mismo todos estos elementos adquieren una condensada fuerza literaria. Ames, Boughton, Lila o Jack —personajes principales de estas obras— son excusas que Robinson utiliza para transmitir una forma de ver el mundo que despierta la nostalgia hacia esas comunidades rurales en las que el ser humano vive rodeado de una naturaleza de la que aún no se ha enajenado y en las que, por eso mismo, permanece aún la huella de lo sagrado. En Gilead, el estilo epistolar, directo, familiar con el que Ames se dirige a su hijo, revela el ritmo sereno de las cosas, su significado cotidiano y familiar, íntimo. No suena moralizante: posee más bien resabios escriturísticos e iniciáticos, casi diríamos que bautismales, resabios con los que el padre busca depositar el hontanar de sabiduría e inocencia recobrada en la ancianidad para salvar a su hijo de siete años del descreimiento o el desamparo. 148
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la obra literaria de marilynne robinson ENTRE LA MISERIA Y LA GRANDEZA
Si no fuera por las casi inevitables connotaciones que acompañan al término sermón, uno estaría tentado a describir así las peculiaridades estilísticas de Gilead. No en vano Robinson ha leído mucho y ha reivindicado la profundidad de la literatura religiosa —especialmente, en su caso, Calvino y mucho Barth— tanto como otras tradiciones —Emerson, Thoreau y el trascendentalismo—. Esas son las armas que enarbola para redescubrir y regenerar —y salvar si es preciso— todo lo que ese individualismo contumaz y escéptico ha socavado. Eso no signfica que Robinson sea una autora religiosa ni que defienda una perspectiva conservadora. Por el contrario, parecer ser partidaria de un liberalismo progresista y ha defendido, desde sus comienzos, causas sociales. Pero no ha convertido sus convicciones políticas en una proclama activista, pese a que The New York Review of Books insista en delinear más claramente su perfil liberal e incluso haya conseguido que el mismísimo Obama la entrevistara. Todo ello no debe restar importancia a los esfuerzos que Robinson ha dedicado por recuperar cierto sentido de lo espiritual como connatural al hombre, frente a otras tendencias literarias que lo desprecian o que manifiestan tan claramente su animadversión a lo religioso. No debería suponerse, sin embargo, que los personajes de las novelas de Robinson o sus historias son todas una encarnación de la inocencia pura. En todo caso, lo serían de la inocencia recobrada o de la posibilidad de recobrarla. Pero es que, además, gran parte de la grandeza y de la verosimilitud que alcanzan sus personajes nace de esa patente nueva revista · 157
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debilidad de la que adolecen también, por ejemplo, los personajes bíblicos. Resulta crucial en el poliédrico relato de la trilogía que inaugura Gilead el enfrentamiento entre Boughton, Ames y Jack, el hijo rebelde y renuente —pero a decir verdad también sincero— del primero. O los prejuicios de los bienintencionados pastores. O las dudas religiosas de Lila, la joven mujer con la que se casa Ames, y su perplejidad frente a la fe, el sacramento o la salvación. O, por último, las tragedias de Vida hogareña, la estrafalaria forma de ser de Sylvie o la hipocresía de los habitantes de Fingerbone en esa misma novela, la primera de la autora. Y sin embargo esa mezcolanza entre la altura moral y la miseria humana, entre la sacralidad redescubierta del mundo y la natural resistencia del hombre, entre la profundidad de unas sinceras convicciones y la obstinación humana ante el misterio, otorgan un fuerte realismo a la narración y sirven también para subrayar la integridad moral de los personajes. La diferencia entre Ames, Boughton o Lila y aquellos seres humanos que describe el realismo sucio o histérico americano no estriba tanto en el carácter heroico y modélico que revisten los primeros —y al que el lector se siente llamado a emular— frente a la mezquindad espiritual de los segundos, como sobre todo en la condición compacta de su personalidad, en la reciedumbre y firmeza de sus compromisos, en la honradez con la que se saben llamados a lo más alto, pero también miserables y necesitados de redención. LO SAGRADO EN EL MUNDO
Pero si existe alguna enseñanza que sobresalga en las cuatro novelas de Robinson —aunque sin duda con más fuer150
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za y claridad en las tres últimas— es la de la necesidad de reconocer lo sagrado en el mundo. Robinson mezcla para ello motivos teológicos —la gracia y el sacramento— y culturales, pero su esfuerzo constituye un desafío literario y una denuncia de las empobrecedoras consecuencias —morales, sí, pero sobre todo humanas— de un secularismo excesivamente intelectualizado. Aunque no de forma expresa, también se reconoce que esa hostilidad hacia lo religioso sojuzga el ámbito de las expresiones artísticas y lo encapsula en una red de significados artificiales y construidos, en los que el hombre no capta el sentido de su existencia. En Gilead, es John Ames el que descubre el sentido sobrenatural o al menos ese misterio que la inocencia recobrada o la gracia posibilita captar también en lo sencillo y cotidano. Lo espiritual que se manifiesta en el orden de una casa. El significado que revela el canto de lo pájaros o la transparencia del agua. En Lila se celebra la sencillez milagrosa del amor —el amor es un acto de Dios, dice un personaje—, el resguardo que proporciona al alma de la protagonista tras años y años de vagabundeo por la geografía americana. Y, por último, en En casa se homenajea la fidelidad fraternal, pero también se apunta la rebeldía y la tragedia. Robinson, sin embargo, está lejos de incurrir en excesos místicos. Tal vez lo más importante de todas las enseñanzas de Ames a su hijo en Gilead sea aquella que explica la fe como forma de conocimiento. De ese modo, no solo no existiría ninguna contradicción entre lo religiosa y lo humano, sino que la creencia aparecería como una dimensión nueva revista · 157
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connatural al hombre que enriquecería su comprensión del mundo. O, para ser más claro, que la haría posible. La cercanía entre naturaleza, hombre y misterio es lo que revelan las hermosas y serenas narraciones de Robinson. «La bendición —y eso creo que es el bautismo, principalmente— posee una realidad. No intensifica el carácter sagrado, pero lo reconoce y en ello hay poder. Lo he sentido recorrer mi cuerpo por así decirlo. La sensación que produce es la de conocer realmente a una criatura; me refiero a sentir realmente su vida misteriosa y tu propia vida misteriosa a un tiempo», explica Ames a su hijo en un momento de la novela. Sin embargo, el reconocimiento de lo sagrado en el mundo, el hecho de vislumbrar el espíritu entremezclado en lo cotidiano, que desvela la profunda belleza y luminosidad de la existencia al mismo tiempo que remite a un misterio más profundo y pleno, eso solo no serviría para aliviar la ansiedad y el desasosiego. Porque cuando se profundiza en esos vestigios sagrados y en la reticencia humana a encontrar su cobijo en ellos, puede reconocerse en el alma un poderoso anhelo de trascendencia. Es decir, la fe remite o exige la esperanza. L A E S P E R A N Z A D E V O LV E R A C A S A
En Lila tanto como En casa —y en menor medida en Vida hogareña, escrita tantos años antes— se manifiesta, por decirlo de algún modo, esa resistencia humana ante el misterio. Las encrucijadas que se plantean en estas obras pueden ser interpretadas como apostillas a la lectura de Gilead. En un momento de esta última, el protagonista, 152
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Ames, escribe a su hijo: «Debajo de la vida hay muchas cosas. Mucha malicia y temor y culpa y mucha soledad». Si la fe es para este anciano predicador una forma más clara y verdadera de percibir el mundo, de sentirse de algún modo «en casa» pese a la provisionalidad de esta vida mortal y la espera de una existencia plena, Jack Boughton y Lila encarnan las dudas y la incapacidad de detectar en ocasiones esa «irrupción de lo eterno en lo temporal». La historia de Lila, que ha vivido desde su infancia una existencia nómada con jornaleros, y que por sorpresa entra en la iglesia de Gilead para protegerse de una tormenta, representa la posibilidad del milagro también tras la tragedia y la pérdida de esperanza. Lila termina casándose con Ames, pero su historia de amor —entrañable en su sencillez— es también su manera de ubicarse en un mundo que, como el de Gilead, resulta extraño a su naturaleza itinerante. Si de alguna manera encuentra su hogar, no termina de convencerse de él ni tan siquiera tras el nacimiento de su hijo. Jack Boughton, por su parte, intenta regresar a su casa tras una vida de rebeldía. Su padre es ya anciano; no queda nadie en la casa salvo su hija Glory, que le atiende con ternura en su vejez. En casa, que transcurre en el mismo momento temporal que Gilead, narra el intento de Jack por redimirse, pero es un intento fracasado. Las conversaciones entre Jack y su hermana, entre Jack y su padre y entre Jack y el reverendo Ames son suficientemente sugestivas para expresar la tragedia de quien no puede entender el significado de lo sobrenatural y es inmune a lo simbólico, a su referencia sagrada, y que por tanto se encuentra nueva revista · 157
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condenado a perpetuar una existencia errante en busca de un asidero. Un hijo pródigo que, de algún modo, todavía no ha alcanzado el umbral del perdón. El drama de Jack es también el drama del hombre de hoy y el que de alguna manera late en la historia central de Vida hogareña, la primera de las novelas publicadas por Robinson pero la última en traducirse al castellano. La obra transcurre en Fingerbone, donde viven dos niñas, Ruth y Lucille, con su extraña tía Sylvie, tras la trágica muerte de su madre. La novela refleja los avatares de un destino radicalmente hostil y el difícil proceso de maduración de las dos protagonistas. Mientras que Lucille reniega de Sylvie y de la atrabiliaria vida que lleva con ella, Ruth se mantiene fiel a esa existencia errática que expresa la dificultad de ubicarse en el mundo y encontrar un hogar —un sentido— en él. La literatura de Robinson no es fácil: posee un estilo terso, detallista, descriptivo. Sus novelas son un contrapunto a ese tipo de narración nerviosa y episódica, en la que la rapidez de la trama impide captar la riqueza de los personajes o elude los pormenores. Pero si es necesario vincular el fondo y la forma en la tradición literaria, las hondas inquietudes que intenta transmitir la autora norteamericana casan a la perfección con ese sosiego narrativo que constituye sin lugar a dudar un revulsivo interesante y transformador para el lector. Hasta ahora en castellano se han publicado las cuatro novelas de la autora, todas en cuidadas traducciones editadas por Galaxia Gutenberg. Es de esperar que en los próximos tiempos se traduzcan algunos de sus ensayos, 154
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la obra literaria de marilynne robinson
especialmente el de Absence of Mind: The Dispelling of Inwardness from the Modern Myth of the Self, donde, entre otras cosas, rebate las corrientes naturalistas. Con su cuidadosa forma de escribir, que suena sincera y convierte la literatura en un ámbito propicio para la revelación del mundo en su compleja y rica realidad, Robinson se ha ganado por sus propios méritos un lugar destacado en el panorama literario actual y abierto de nuevo la senda para la recuperación de su profundo simbolismo.
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EL SORPRENDENTE CASO DE LA TOUR Jesús Yuste
La historia de Georges de La Tour, el genial pintor francés del siglo xvii, resulta tan interesante como sorprendente. Tras triunfar en vida, a su muerte quedó prácticamente relegado al olvido, y sus obras entre perdidas, desperdigadas o atribuidas a otros pintores. Quién diría que hace un siglo, en 1915, sería redescubierto por los historiadores del arte y que actualmente esté considerado como uno de los grandes de la pintura francesa. Eso es en concreto lo que pretendemos analizar en este artículo, y con más razón con motivo de la extraordinaria muestra que le dedica el Museo del Prado.
Georges de La Tour nació en la ciudad de Vic-sur-Seille, Lorena, en 1593 y falleció en Lunéville, también Lorena, en 1652. La documentación lo muestra como un pintor pudiente en lo económico, un tanto arisco o desabrido en lo personal y prestigioso en su carrera artística hasta el punto de llegar ser nombrado, tras su viaje a París en 1639, pintor del rey Luis XIII. Su pintura, como se ha ido redescubriendo en el último siglo, es de un asombroso lirismo, sobre todo en sus escenas nocturnas, de colorido casi mo156
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nocromo e impregnadas de soledad y silencio en su maravillosa penumbra. Además, el resto de sus composiciones, las escenas diurnas, son de un patente realismo de altísima calidad, como tendremos ocasión de ver más adelante. Teniendo en cuenta cuanto acabamos de decir, ¿cómo es posible que se perdiese toda memoria de La Tour en el siglo xix? La razón, como apunta Guillaume Kazerouni, es bien sencilla: las guerras que devastaron su Lorena natal, las mutaciones del gusto y la escasez de escritos sobre su persona le sepultaron en el olvido. Y en los siglos anteriores —xvii y xviii— los libros dedicados en Francia a los pintores, le habían ignorado totalmente. Así de sorprendente fue el casi completo olvido del pintor. Casi, porque no todas sus obras habían desaparecido, pero sus méritos, por desgracia, se atribuyeron a otros pintores de más renombre en aquel entonces, bien flamencos u holandeses en las escenas nocturnas, o bien españoles en las escenas diurnas, desde Zurbarán o Ribera al propio Velázquez, entre otros. El redescubrimiento de La Tour se inicia en 1915, en particular gracias a un lúcido artículo de Hermann Voss, historiador de arte alemán, en una prestigiosa revista de su país. Tras la difusión del artículo en Francia, en 1922, la obra del artista se restringía a tres pinturas, si bien dos de ellas de extraordinario valor. Nos referimos a las famosas Aparición del ángel a san José y El recién nacido. Se trata de dos excelentes obras, del último periodo de La Tour, el de las escenas nocturnas, a las cuales nos referiremos en breve. Pero antes continuemos con el redescubrimiento del artista francés. El propio Hermann Voss, en 1931, como bien señala Andrés Úbeda (por cierto, comisario de la exposición nueva revista · 157
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del Museo del Prado junto con Dimitri Salmon), en otro trabajo identificó las primeras pinturas diurnas de La Tour, y acertó a distinguir la distancia existente entre sus obras y las de los pintores españoles a los que anteriormente se atribuían. Ahora bien, si este fue un paso importante, su completa rehabilitación data de 1934, durante la gran muestra Les Peintres de la réhalité, que dio lugar a una controversia, la cual terminó con la aceptación plena de La Tour. En efecto, la apropiación del pintor por parte de la historiografía francesa fue inmediata, pasando de ser un artista casi desconocido y con una personalidad indefinida, que propiciaba confundirlo con sus colegas holandeses o españoles, a un pintor que definía lo que se vino a llamar «la esencia del genio francés». La paradoja más sorprendente en que incurrieron los responsables de la exposición de 1934, como bien señala Andrés Úbeda, es que para lograr la aceptación de La Tour, utilizaron los mismos argumentos que hasta entonces habían sido esgrimidos para negar su alma francesa. Las características más «españolas» de su estilo: su gravedad, rusticidad, estaticismo, etc., fueron ahora interpretadas como muestras de su inequívoca personalidad francesa. Casi de repente, todo en las pinturas de La Tour evoca a Francia: las muecas de sus mendigos, su profunda emoción religiosa, los efectos creados por el claroscuro, sus ángeles... Ciertamente, fue Charles Sterling quien acometió la defensa de la compatibilidad del genio francés con la pintura realista: estas obras, las pinturas realistas, se muestran tan francesas como las de los clásicos... Y de nuevo sus argumentos a favor de esta aseveración buscaron diferencias con lo español y asentar la primacía de La Tour, 158
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una vez elevado por la crítica contemporánea a la condición de «uno de los episodios más singulares y más admirables del arte francés, poeta de los rayos y de las sombras, encantador príncipe de la noche». Pocos fueron los expertos que pusieron en duda las atribuciones propuestas por la exposición de París, sostenidas por importantes historiadores del arte, entusiastas admiradores del pintor. Frente a ellos, sus críticos fueron principalmente historiadores no especializados en la pintura del periodo e involucrados en el debate tan solo en los años inmediatos a la muestra. Con el paso del tiempo, fueron ensombrecidas sus alegaciones. Después vinieron las grandes exposiciones sobre nuestro artista. Tras esta necesaria explicación de la que hemos venido en llamar resurrección o sorprendente redescubrimiento de Georges de La Tour, centrémonos ahora en algunas de sus pinturas de mayor enjundia. Nos referíamos anteriormente a las primeras pinturas de La Tour en ser reconocidas, en 1922, pues bien estas fueron La aparición del ángel a san José (fig. 1) y El recién nacido. En la primera, que al principio recibió, entre otros, el título de Viejo dormido al que despierta una niña, Fig. 1. La aparición del ángel a san José. nueva revista · 157
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Fig. 2. El recién nacido.
pues en aquel entonces era patente el desconocimiento iconográfico de la escena, comprobamos como la paleta cromática del pintor se redujo, concentrándose en efectos propios del nocturno, y el resultado es de una sobriedad asombrosa y una destreza propias por ejemplo de Vermeer, por no decir de Velázquez. Algo parecido sucede con la segunda, El recién nacido (fig. 2), obra fundamental en La Tour. En ella la aparente ausencia de atributos sacros están en el origen de una lectura a veces un tanto laica de la obra. Ahora bien, si nos fijamos con detenimiento, la actitud a todas luces piadosa de la madre del niñito nos lleva a pensar que se trataría de 160
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la Virgen, pues todo en ella es de una devoción indudable, desde la actitud entera de su ser, su mirada llena de elocuente modestia y piedad hacia el niño. Que la otra figura pueda ser la madre de María, o sea santa Ana, no repugna en absoluto a la razón, sino que más bien la reafirma en esta misma idea, además de mostrar a una santa en actitud de prodigiosa factura tanto en el gesto de la mano como en su admirable mirada. Por si fuera poco, la paulatina reaparición de los nocturnos de La Tour y el desciframiento de sus iconografías, inspiradas en la Biblia, indujeron a devolver al Recién nacido su sentido religioso. Descrito con pasión, copiado y manipulado por otros artistas —como tan certeramente se ha venido a señalar—, la obra en cuestión nunca ha dejado de ejercer un fuerte atractivo por su sabia mezcla de realismo y abstracción. De ahí su especial importancia en el legado de La Tour. Pero, continuando de nuevo con nuestro relato central, centrémonos un instante de nuevo en la figura del artista francés, tras su celebrado redescubrimiento, antes de analizar algunas de sus obras más destacadas. En este sentido y entrando de lleno en su evolución artística, podemos decir que a pesar de las dudas sobre la cronología de sus pinturas, parece claro que las más realistas son las primeras en el tiempo: se pintaron muy probablemente en los últimos años de la segunda década del siglo xvii. Por entonces pobló sus pinturas de personajes sagrados de aspecto tosco, también de mendigos harapientos, o músicos callejeros miserables e incluso a veces pendencieros. Tal es el caso de Riña de mendigos (fig. 3), que se cuenta entre las obras más importantes de la producción temnueva revista · 157
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Fig. 3. Riña de mendigos.
prana de La Tour. Se trata de la primera de sus pinturas de género que desarrolla un relato: dos de los cinco personajes presentados, en concreto dos músicos ambulantes, se ven enzarzados en una pugna del todo convincente. A la izquierda, destaca la imponente figura de una mujer mayor presa del pánico por lo que está sucediendo. Las caras y movimientos de estos tres personajes son lo mejor de un cuadro poderosamente ambientado. Se puede decir que, en líneas generales, a partir de la tercera década del siglo xvii su técnica evoluciona, mediante pinceladas más planas y acuareladas en pinturas más luminosas, logrando que su originalidad alcance su mayor nivel en las escenas diurnas. De por entonces nos parecen especialmente valiosa su obra titulada Tañedor de zanfonía con una mosca (fig. 4), del museo de Nantes. La obra fue en un principio tenida como de un pintor espa162
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ñol: de Velázquez, Murillo, Zurbarán, Ribera..., y tal tendencia continuó a comienzos del siglo xx. En este sentido, se trata de una obra de grandísima calidad en todos sus detalles. Lo cierto es que el cuadro siempre ha fascinado por su ambivalencia. En este sentido, Mérímée se refería a su «innoble y espantosa verdad». Unido a ese realismo sin piedad, sorprende Fig. 4. Tañedor de zanfonía con una mosca. la elegancia del traje del tal tañedor: delicadas calzas atadas con pinzas, capa gruesa de paño abierta..., la propia zanfonía es de grandísima riqueza ornamental. Además, el refinamiento cromático emplea monocromías grises, ocres y rosas con admirable sutileza. Por si fuera poco, pensamos que la maravillosa expresión del músico, concentrado en su pleno disfrute mientras toca el instrumento, haciéndolo con toda el alma y la habilidad de que es capaz, que lo hace plenamente verista, o lleno de verismo. También son de especial interés sus obras de tramposos, las dos de gran similitud y mismo tema: El tramposo del as de tréboles y El tramposo del as de diamantes. En ellas, La Tour pone su atención en el sutil, excepcional nueva revista · 157
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Fig. 5. La buenaventura.
juego de gestos y miradas que vendrían a revelar la meticulosa mecánica del timo organizado a costa de un joven crédulo. Pero el tema alcanza su cénit en la excepcional obra La buenaventura (fig. 5). Jean-Pierre Cuzín afirma, y no sin buen fundamento, que se trata probablemente del más bello cuadro diurno de La Tour y una de las creaciones más admirables de la pintura francesa del siglo xvii. En este sentido, como viene a afirmar Dimitri Salmon, experto en el pintor francés, «todo fascina y maravilla en esta obra maestra, todo interpela: desde la extremada sutileza de los juegos de manos y miradas hasta la delicadeza y variedad del colorido..., sin olvidar el refinamiento y el virtuosismo que emanan del conjunto. Todo interroga también —continúa Salmon—, un joven inocente se 164
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deja engañar por una espantosa gitana, mientras sus bellas cómplices le desvalijan sin escrúpulo...». Pero entrando de lleno en sus obras de ambiente nocturno, todas ellas caracterizadas por la penumbra que dan sus famosas y sutilísimas velas, tenemos por ejemplo las excepcionales Magdalenas. Hay que aclarar primero que el tema de la Magdalena arrepentida ocupa un lugar primordial en la obra de La Tour. Aunque todas —hasta cuatro principales llegó a pintar— son de una calidad admirable, dentro de ese ambiente de escasa luz al que antes nos referíamos, nos podemos centrar en La Magdalena penitente, de Los Ángeles, y en La Magdalena penitente del espejo, de Washington, por cierto, presentes ambas en la exposición del Museo del Prado y ambas pintadas entre 1635 y 1640. Veamos sus semejanzas y sus peculiaridades. La primera aparece sentada a una mesa y entregada con solicitud a la contemplación, con la barbilla apoyada en una mano, al igual que en la otra Magdalena. En ambas obras destaca una llama encendida, libros y una calavera, centros de su meditación. Pero ahí acaban las semejanzas. La Magdalena penitente del espejo, de Washing ton (fig. 6), es la más oscura de las dos, donde apenas se ve la parte superior de la vela; en ella, Fig. 6. La Magdalena penitente del espejo. nueva revista · 157
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la figura de la santa vista de perfil, de un atractivo y vivo rostro lleno de modernidad, medita sobre la vida y su fugacidad. Los elementos que la rodean: un libro, una calavera, un espejo que los refleja y la luz de la llama, pertenecen a la representación tradicional de la vanitas. El tono es sombrío y —como bien Fig. 7. La Magdalena penitente. señala Jean-Patrice Marandel— La Tour mantiene gran parte de la composición es una semioscuridad que le permite desplegar un asombroso pictoricismo, especialmente en la extraordinaria ejecución de la camisa blanca. En cuanto a La Magdalena penitente, de Los Ángeles (fig. 7), se trata de una obra sorprendente. La vacilación y cierto miedo de la pintura de Washington dan paso a una resolución y a una seguridad que se ponen de relieve en la propia materialidad de objetos. Aquí la llama de la vela, a modo de centro de la pintura, no está tapada por la calavera, sino mostrada con minuciosa precisión. La propia calavera es plenamente visible entre el regazo y lo alto de las piernas de la santa. La cruz que descansa sobre la mesa supone una completa afirmación de la fe; los libros, seguramente leídos, constituyen motivos de inspiración; la cuerda que sirve de ceñidor a María Magdalena y el flagelo empleado para mor166
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Fig. 8. San José, carpintero.
tificar su carne, bien patente ahora por la camisa bajada, son a modo de recordatorios del deseo de arrepentimiento de la pecadora... Como bien señalara Philip Conisbee, «la pintura está concebida para colocar al espectador en una actitud contemplativa similar a la de la propia Magdalena, y efectivamente debió de ser un poderoso acicate a la piedad y a la devoción». Pero, por encima de todo, admiramos la sorprendente originalidad del artista. nueva revista · 157
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Por último, otra obra destacada de La Tour es la titulada San José, carpintero (fig. 8), de hacia 1642-1644. En ella, el tema religioso adquiere una patente dimensión humana: un artesano, en pleno trabajo, se detiene un momento para mirar a su hijo. Y el tiempo parece detenerse..., ¡qué mirada la de san José!, conviene quedarse un momento contemplando la escena... pues es tan íntima como conmovedora y silenciosa..., los silencios de La Tour es sus cuadros nocturnos se hacen aquí especialmente elocuentes. En suma, una sorprendente recuperación de un extraordinario pintor del que ya hemos contado los datos esenciales de su redescubrimiento tras tantos años en el olvido, y del que hemos querido resaltar algunas de sus obras fundamentales, siguiendo el ritmo de la más que excelente exposición del Museo del Prado, que reúne unos tres cuartos de su obra en conjunto, y que aporta las obras más destacadas de su carrera.
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BEETHOVEN, EL IDILIO DE WAGNER Una deuda ética y estética
Blanca Calvo
Tanto Beethoven como Wagner constituyen hitos decisivos en la historia de la música. Analizar la relación que existe en la obra de ambos, como este artículo pretende, supone adentrarse en la obra de estos dos artistas para descubrir que en ellos la música adquiere una densidad filosófica y espiritual sin precedentes. En Beethoven, Wagner vio a su predecesor, a aquel visionario que buscó transmitir con su música elevadas experiencias humanas.
Escribir sobre Beethoven y Wagner significa emprender una tarea fascinante y utópica: reflexionar sobre lo inasible. Decía Hölderlin que Sófocles resultaba «inigualable en la comprensión del hombre en su marcha bajo lo incomprensible, en la descripción de los contrastes más arduos para la consecución de lo sublime». Sófocles sostenía que vivir es defender una forma. Wagner concibió una música que iba más allá de la forma establecida, del significado de belleza sonora y del propio hecho nueva revista · 157
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musical. Lo sabemos. En los dramas musicales de Wagner se despierta la memoria de la humanidad. «Me sumergí en las profundidades de los acontecimientos del alma pura y simple y desde este centro profundísimo del mundo, atrevidamente, le di forma externa [...] la vida y la muerte, todo el significado y existencia del mundo exterior, aquí giran únicamente alrededor de los movimientos internos del alma». Wagner habla de Tristán. Wagner marcó los caminos en la música de un siglo xx en el que todos, seguidores y detractores, de Strauss a Stravinski, pasando por Schönberg, necesitarán volver la mirada hacia Richard Wagner para iniciar su camino. Sin embargo, nos detenemos con menos frecuencia a reflexionar sobre los pilares hacia los que Wagner volvió la mirada para convertirse en creador, y sobre su intuición extraordinariamente lúcida para saber mirar exactamente allí donde había que mirar: la profundidad insondable de la música de Wagner conecta directamente con la construcción mística de Bach, la transparencia inasible de Mozart y sobre todo, en mi opinión, los abismos intelectuales y emocionales de Beethoven. Como Bach, como Mozart, como Beethoven, pertenece Wagner a ese exclusivo grupo de elegidos que sacuden el espíritu de los hombres, independientemente de que este sea más o menos refinado, quiera ser sacudido o esté preparado para ello. Bach era para Wagner la imagen insuperable del espíritu alemán. Le abrió las puertas del contrapunto y su estudio de El clave bien temperado le mostró el camino de la conducción melódica. 170
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Como Bach, Wagner, sabemos bien, exprime las emociones hasta la última gota. Bach llegó hasta la luz más cegadora. Recordemos ese exultante inicio del Magnificat, cuando trompetas y timbales parecen contagiar su alegría infinita a las voces del coro, que entran llenas de impulso, y a través del que Bach nos introduce en el campo de la especulación teológica sirviéndose de una música maravillosa. Bach llegó hasta la muerte más desconsolada. Nada hay más dulce, delicado y conmovedor que La Pasión según san Mateo, en cuyo final la música llora con todas las lágrimas de la humanidad, para dejarnos estupefactos ante esa sabiduría bachiana que planea por encima de la perfección. Como decía Webern: «Todo ocurre en Bach». Afirmaba Wagner que en Mozart se conjugaba la historia de todo el arte alemán, «desde la pureza de los sentimientos y la honestidad en la creación». Vio en Mozart la conciencia del sentimiento que prevalece en toda su música, y su capacidad para conferir a los instrumentos de un cantabile «dotado», escribía el propio Wagner en 1849, «del nostálgico aliento de la voz humana». Decía Wagner que la primera gran ópera alemana era un patriótico singspiel nacido en 1791, La flauta mágica, y que Mozart había muerto justo cuando accedió al secreto: habla quien considera el drama musical como la expresión máxima del arte. La flauta mágica es trascendente y reflexiva, un compendio de todos los estados posibles del alma humana, más allá del tiempo y del espacio, hechos música desde la nueva revista · 157
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transparencia y la humildad, donde la verdad de la música se nos revela de un modo especialmente etéreo. Claro que Wagner miró hacia La flauta mágica, en ella estaban muchos de sus leitmotiv intelectuales: el retrato del amor purificado, la crónica de la superación del hombre, la moraleja de la destrucción de un pasado que no debe volver, asistido el ser humano por la inteligencia y la sensibilidad. Claro que Wagner miró hacia La flauta mágica: La flauta mágica es un cuento de hadas para niños que, como sus historias de fantasmas navegantes, gigantes convertidos en dragones, como la leyenda del Grial, nos sumerge en realidad en profundidades anímicas llenas de humanidad y que, finalmente, describe un ritual de purificación que sin duda podemos conectar con Parsifal. Pero Beethoven fue el despertar. Con él compartió la búsqueda. Con Beethoven, Wagner tuvo un idilio estético y ético. Referencia incuestionable en la música de Wagner, muchas de sus primeras obras están escritas bajo su inspiración formal y técnica. El músico inicia un profundo estudio de las obras beethovenianas. En 1831 Wagner hace una transcripción para piano de la Novena, y en 1832 su Sinfonía en do mayor toma como modelo la Heroica, como él mismo confesó. Pero había algo más en Beethoven, impalpable, más allá de la rotundidad externa e interna de su música, y ahí está la lucidez de Wagner, ahí está la intuición, ahí está la fuente y, definitivamente, de ahí surgió el idilio. Vivir es defender una forma, y la de Beethoven fue la de un hombre para el que no había distancia entre la vida y la 172
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obra. Porque hay en él una moral artística que inunda toda su música, trascendiendo el hecho musical o, mejor dicho, sublimándolo hasta hacerlo filosofía de la esencia humana. «Debo buscar dentro de mí mismo, en lo más profundo, en lo más íntimo de mi ser; en el exterior no hay nada para mí», escribía un Beethoven que vivió desarmado frente al mundo, decidiendo librar un combate a través de su música para mejorar un mundo que no le gustaba pero del que se sentía parte integrante. Beethoven necesitaba seguir creyendo en el progreso de la civilización y en la elevación moral a la que llegará un día el hombre. Y ese carácter moral de su música le impedirá aceptar cualquier frivolidad: el hecho de percibir la música como la más hermosa de las distracciones, incluso con el mayor apasionamiento, es un insulto para él. Cuando Goethe rompe a llorar por la emoción al oír su música, Beethoven le escribe: «Estimado amigo: los artistas no lloran. La música debe mover el espíritu de los hombres, no emocionarles». Para Beethoven la música no significa contemplación, sino acción. Wagner descubrió en Beethoven al creador cuya música trataba de la relación del hombre con el mundo, encerrándose desde sus primeras obras en lo más profundo, al músico en constante búsqueda filosófica y espiritual. Y su música activó los resortes más lúcidos del intelecto wagneriano. Tal vez ningún otro compositor haya provocado tanta admiración y temor durante y después de la época en la que le tocó vivir como Beethoven. Todos se plegaron ante un gigantesco Beethoven a partir de cuyos cuartetos y sinfonías ¿qué hacer? Todos, menos Wagner. Presintió que en la música de Beethoven se gestaba esa idea del mundo nueva revista · 157
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de la que hablaba Schopenhauer, «en la que», decía, «el hombre es el más desnudo de todos los seres». Beethoven fue un adelantado que supo ver en su momento, con una extraña lucidez, el terror y la angustia que se derivan del conocimiento de que, para tantas cosas, no hay salida. Transformó la tradición musical que le vio nacer, pero nunca puso en duda su validez. Beethoven no buscaba, encontraba. Wagner estudió al Beethoven que hace pensamiento orquestal en cada una de sus sinfonías. El poder sonoro de ese «abismo místico», como llamaba Wagner a la orquesta, no existiría sin el revolucionario manejo y concepción de la orquesta que tuvo Beethoven y del que partió el autor de Tristán. Beethoven calcula con precisión exacta la potencia, los ataques, los contrastes dinámicos, consciente de los efectos psicológicos que estos tendrán en el oyente, impulsando la música hacia extremos desconocidos. Que Wagner utilizara como modelo formal la Tercera de Beethoven para escribir su Sinfonía en do mayor en 1832 no es lo más interesante. Lo trascendente es lo que vio en ella: la desesperada lucha de la Tercera, que intimida desde los primeros compases, sin preámbulos que nos preparen psicológicamente. La Tercera, su dialéctica rotunda, su energía en movimiento, sus disonancias hirientes, su densidad. La Tercera, la belleza de la contradicción, sus estremecimientos, su llanto desesperado, su obstinación, su arrebato. La Tercera, 1804, la lucha interior del hombre. Con su música, Beethoven nunca buscó la belleza, buscó la verdad. Ese fue el hallazgo de Wagner. 174
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Sol-sol-sol-mi, la célula musical más famosa de toda la historia de la música, abre la Quinta de Beethoven, una sinfonía exenta de pudor en la que el oyente no puede elegir, seducido por la elocuencia del mensaje. Nos dejamos arrastrar por su energía adentrándonos de manera natural en el mundo interior de Beethoven, que es el nuestro. Eso fue lo que comprendió Wagner. Entendió que sus contrastes sonoros f-p, tan abruptos, no son sino las contradicciones internas que produce la dicotomía alegría-dolor. Que su tratamiento de la melodía, que corta, amplía, descoyunta, varía, antes de hacerla estallar por completo, no procede de razones musicales, sino de la necesidad psicológica de plasmar los obstáculos, la pelea necesaria para llegar a un final triunfante. Y así, la música de Wagner se vio iluminada por el uso que del silencio hacía Beethoven, nunca estético: el silencio como reflexión, como punto de unión entre el tiempo real y el musical. En Beethoven un silencio prolongado puede oírse prestissimo. La melodía infinita de Wagner, ese discurso sonoro, trascendente y redentor, no existiría sin Beethoven. No existiría sin Beethoven la melodía orquestal wagneriana, que debía salir de las poderosas profundidades de la naturaleza humana. Tristán, no existiría sin Beethoven. En La obra de arte del futuro escribía Wagner: «La orquesta es la base del sentimiento ilimitado, del cual puede crecer hasta su máxima plenitud el sentimiento individual». Decía Wagner que la orquesta se asemejaba a Gea, que confería a su hijo, el gigante Anteo, una vitalidad inmortal cada vez que este la tocaba con sus pies. nueva revista · 157
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Enmudecemos ante la sabiduría de un Wagner capaz de llegar a sus dramas musicales, no a partir de la ópera heredada, sino de la abstracción sinfónica de Beethoven. De Beethoven, Wagner admiró su capacidad para calcular la intensidad de sus acciones musicales, de una repetición (que en Beethoven nunca es una reiteración, sino una reafirmación necesaria). Beethoven fue el maestro del tiempo, de la relación entre intensidad y duración. La Quinta, 1808, la expresión subjetiva de Beethoven se transfigura en un sentimiento tan exclusivamente humano que se hace atemporal y universal. Maestría técnica y plasmación del pensamiento filosófico van de la mano. Beethoven no abandona la forma clásica en su sinfonía, pero sí su racionalismo, para adentrarse en los contrastes del alma. Sí, Wagner presiente que en Beethoven la forma se disuelve en la idea, y que ese es el camino. Defiendo apasionadamente que Beethoven es un gran optimista que desarrolla este mundo interior gracias a la voluntad, que para él consiste en vencer, y vencer para Beethoven es no haber renunciado nunca a la lucha. Ninguna obra del músico termina con una disonancia psíquica; incluso las más titánicas, las más trágicas, expresan su fe en la humanidad. Beethoven y Wagner comparten la necesidad de elevación, interpretada por ellos de manera obsesiva, extenuante, y finalmente conquistada. Un acto de fe en la superación a través de la música. Como Beethoven el optimista, el Holandés de Wagner se despide elevándose envuelto en un clima sonoro lleno de luz. Como Beethoven el optimista, Tannhäuser es redimido en una atmósfera sonora de paz. Como Beethoven, 176
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el optimista, el cataclismo final del Ocaso nos abre el camino a una nueva civilización desde la serenidad armónica de la naturaleza. Y hasta el éxtasis supremo de Isolda muriendo de amor parece decir Amen. Vivir es defender una forma. El romanticismo de Beethoven necesitará de un largo camino para madurar. Como Wagner hará más tarde, elige un camino solitario: los dos necesitarán tiempo para adaptar los recursos técnicos a su fin. Para cuando llegue a su madurez, donde Mozart preguntaba: «¿Me queréis?», Beethoven dice: «Ya les gustará». En la Tercera, Beethoven luchaba contra ese destino al que vence en la Quinta. Con la Novena, en 1824, será el triunfo de la humanidad entera el que escuchemos. La Novena es el testamento de Beethoven, como Parsifal es el de Wagner. En ambas la rerum concordia discors de la que hablaba Horacio en sus Epístolas, la armonía discordante de las cosas, las fuerzas opuestas que mueven el mundo de las que hablaba Empédocles, son testimoniadas desde la filosofía de la música. La Novena es la alegría alcanzada gracias a la libertad: cada obra que consigue ser terminada es un triunfo de la libertad frente al destino. Beethoven el optimista busca la Alegría como victoria: «Nosotros, seres limitados de espíritu limitado, hemos nacido solamente para el sufrimiento y la alegría, y se puede decir que los más eminentes se apropian de la alegría a través del sufrimiento». Beetthoven se acerca al pensamiento de ese sabio brahman, cuya doctrina de búsqueda del sufrimiento para alcanzar la máxima felicidad tanto atraería a Wagner. nueva revista · 157
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La Alegría es la creación misma. Recordamos el último movimiento de la Novena: la Alegría, manifestada con toda la exuberancia expansiva de que es capaz la música. La realización musical del amor a la vida y a los hombres. Wagner veneró la Novena, a la que consideró la sublimación del arte de Beethoven. A la que consideró el inicio del camino. La Novena era para él visionaria. Una música que canta a la superación del hombre, a la Naturaleza, al triunfo del espíritu, a la hermandad y a la conquista. La Novena es el exponente del llamado «último estilo» del compositor, el desafío del que partiría Wagner para marcar los caminos de la historia de la música. En él, el piano, el cuarteto, la orquesta, son conducidos hasta el límite de sus posibilidades a través de una poderosa adaptación de la forma al pensamiento, caminando hacia una mayor abstracción intelectual y complejidad musical, sin perder nunca la inmediatez en la expresión, invitándonos a una experiencia espiritual extraordinaria (Parsifal viene a nuestra mente). Un poema musical de fondo psicológico cada vez más profundo e intenso, lleno de esa «mística revelación» que caracteriza al último Beethoven. Sin este finale beethoveniano Wagner no habría hecho el camino hasta Parsifal, utopía de expresión mística en la que la purificación y la elevación, acaso la del propio compositor, son llevadas al extremo. Parsifal es un canto del cisne que hace enmudecer, cerrando un camino ético y estético que sí, comenzó con Beethoven. Parsifal es un festival de consagración escénica que pretende, como la Novena, ennoblecer al público 178
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a través del arte, donde lo esencial aparece concentrado y donde Parsifal, Amfortas, Kundry, Klingsor, no son personajes, sino fracasos o ambiciones humanas. Parsifal es un canto a la compasión y la comprensión. Como Beethoven con su sinfonía, presentimos que Wagner tenía que llegar a este Parsifal épico y ritual que cierra un círculo con el pasado remontándose a Palestrina, de cuyo Stabat Mater había hecho un arreglo el músico en los años cuarenta y cuyo marchamo encontramos en los coros de Parsifal. Tal vez en ninguna obra de Wagner estemos tan cerca de la afirmación de san Agustín: «El canto perceptible por los oídos corporales es la envoltura exotérica de una suave e inefable melodía celeste». Wagner heredó de Beethoven la generosidad. No hay en ellos el pudor de Brahms, ni el misticismo de Bruckner. Nos conmueve la generosidad con la que desnudan su alma, sumergidos en la música. En las páginas de Beethoven la fragilidad del sentimiento, el temblor del alma, la angustia moral, aparecen desnudas, con la misma verdad con la que Wagner dibujará el miedo, la despedida, el amor, y hasta la mezquindad, entrando sin límites dentro de cada uno de ellos para describirlos desde sí mismos, en un acto de honradez y valentía. Opino que en ambos el mensaje es tan extraordinariamente humano que se convierte en intemporal, haciendo su comunicación inmediata. Opino que los rincones de su espíritu y, al fin, del nuestro, se nos manifiestan con una claridad asombrosa, invitándonos a combatir y recordándonos que el hombre no puede vivir sin utopías. nueva revista · 157
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La seriedad que la audición de la música de Beethoven y de Wagner produce en el oyente no es fruto de su grandiosidad, sino de su profundidad. Vivir es defender una forma. Beethoven y Wagner no defendieron una forma de hacer música, ni siquiera de entender la música, sino una religión artística que, a través del sonido, relataba la esencia del pensamiento y el alma humana. Sí, Wagner vivió un idilio con Beethoven, pero no debemos olvidar que, en este camino de ida y vuelta, Wagner nos reveló la verdad de Beethoven en toda su profundidad, entendiendo que su música dibuja la abstracción de la humanidad. En su creación musical, Wagner, como Beethoven, no pretendió conseguir la inmortalidad, sino la eternidad. Opino que hay en el final de la Novena de Beethoven una reconciliación con el mundo que él buscó desesperadamente toda su vida. Opino que Wagner encontró en el final de Parsifal una elevación mística y despojada con la que él quería describirse, y con cuyas últimas notas dijo adiós a un mundo del que sentimos nostalgia. Nostalgia de una época en la que el artista rezumaba, aun desde el desgarro, optimismo y fe en el ser humano, y eso, tal vez, se perdió para siempre con el siglo que llegaba. Como escribió Virginia Woolf después de asistir a la primera exposición de pinturas postimpresionistas en Londres: «Sobre o acerca del mes de diciembre de 1910, el carácter humano ha cambiado». 180
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Encuentro fascinante que quienes quisieron seguir el camino de Wagner dijeran adiós con la misma paz conquistada: Mahler parece reconciliarse por fin con la muerte en el Adagio de su Décima. Strauss se despide del mundo con esas Cuatro últimas canciones ¡tan! llenas de aceptación. Pero esa... es otra historia.
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ENSAYO
MARITAIN Y EL PROYECTO DE INTEGRACIÓN EUROPEA Eugenio Nasarre
Las democracias europeas y el proyecto mismo de integración tienen ante sí retos formidables en nuestros días. Afrontarlos resulta una tarea ineludible, que requiere un gran esfuerzo intelectual y político. En estos tiempos de crisis no está de más recordar y revindicar la obra de algunos «padres fundadores» que pusieron en marcha en aquella Europa desolada tras la segunda guerra mundial un proyecto fecundo, anclado en las raíces de nuestra civilización y asentado en los valores en los que pueden pervivir las democracias.
¿Aquellos principios e ideales que a personas como Schuman, Adenauer, De Gasperi —a la par que emprendían la reconstrucción de las democracias en sus países— movieron a impulsar el proceso de integración europea siguen vigentes en la Europa de hoy? 182
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El filósofo francés Jacques Maritain ejerció un relevante magisterio en aquel puñado de políticos preclaros. La evocación de su obra nos permite, y nos invita también, repensar aquellos ideales que tanta fuerza tuvieron en la Europa de la postguerra y a interrogarnos si no sería provechoso que siguieran vivificando a nuestra Europa del siglo xxi. El historiador Federico Chabod escribió que en el periodo decisivo de la formación del sentimiento europeo los factores morales y culturales tuvieron una primacía absoluta. ¿No los deben tener también ahora para relanzar el proyecto de integración europea, debilitado por la tormenta de la gran crisis que ha sacudido al continente? U N A E U R O PA R E D U C I D A A E S C O M B R O S
En el año 1948 el Festival de Locarno premiaba la película de Roberto Rossellini Germania anno zero. Formaba parte, junto con Roma città aperta y Paisa, de la famosa trilogía del gran cineasta italiano. Germania anno zero es una obra maestra, que debería formar parte de la educación de las jóvenes generaciones europeas. Relata una historia que expresaba de modo insuperable la clave moral de la tragedia europea. En un Berlín en el que reina la desolación, que es la desolación de la Europa destruida por la guerra, Edmund, un adolescente de trece años, vive con su padre y con su hermana en condiciones míseras. Su padre yace en el lecho, aquejado de una grave dolencia, a la que no puede hacer frente por la penuria y la desnutrición. El niño vive con angustia la penosa situación de su padre. Y, deambulando por el Berlín reducido a escombros, encuentra al que fue su maestro, nueva revista · 157
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un ambiguo docente nazi, quien, al escuchar el relato del niño, le recuerda la doctrina del nazismo: hay vidas que no merecen ser vividas; los débiles deben sucumbir para dejar lugar a los fuertes. Edmund regresa a su casa y envenena a su padre. El film acaba con una escena sobrecogedora, sobriamente expresada por Rossellini. Mientras el féretro con el cadáver de su padre camina hacia el cementerio entre los escombros de la ciudad, Edmund sube al campanario de una iglesia y se arroja al vacío. El suicidio de Edmund es el suicidio de una Europa hundida en la miseria moral. La película de Rossellini era una gran parábola que nos mostraba con los trazos de una obra maestra la sima en la que había caído Europa. Había que reconstruir Europa desde sus cenizas. Era una reconstrucción material (Europa, como el Berlín descrito por Rossellini, estaba devastada), pero lo esencial no era eso. Había una gran tarea doble: la reconstrucción moral y espiritual de Europa y, también, la reconstrucción política con nuevos fundamentos y con nuevos horizontes en los que asentar la convivencia de los europeos. El adolescente Edmund era la víctima de las doctrinas que habían impregnado la cultura europea de la primera mitad del siglo. Y esas doctrinas, que de modo exacerbado representaba el nazismo, pero que se extendían a todos los totalitarismos, a todas las idolatrías, como el Estado, la raza, el superhombre, la nación, la clase social, que habían devaluado el concepto central del hombre y de su dignidad y habían trastocado los principios morales sobre los que se había construido la civilización europea, habían sido la fuente de la tragedia europea. 184
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La Europa de la postguerra era, en efecto, un «año cero». Había que emprender una tarea ingente para salvar a los pueblos europeos. La percepción de Rossellini (que la reconstrucción no debía ser solo de carácter material sino centralmente moral) era la percepción prevalente del mundo católico europeo. Al fin y al cabo, Rossellini fue uno de los exponentes de la «cultura católica» de aquel tiempo. En aquel mismo año 1948 Jacques Maritain finalizaba su misión diplomática como embajador de Francia ante la Santa Sede. El general De Gaulle le había propuesto este cargo tras la liberación y la constitución del gobierno provisional de la República, que presidía el general. Era un momento delicado en las relaciones entre Francia y la Iglesia católica, heridas por el problema del colaboracionismo de una parte del clero y del episcopado con el régimen de Vichy. El restablecimiento de unas relaciones presididas por la normalidad era una tarea apremiante. Precisamente con esa finalidad, Pío XII había enviado a París como nuncio a Angelo Roncalli, el futuro Juan XXIII. La opción de De Gaulle estaba llena de significado. Maritain, que se había exiliado en los Estados Unidos a finales del año 1939, había abrazado la causa de la «Francia libre», aun manteniendo siempre su independencia y sin enrolarse formalmente en el movimiento presidido por el general desde Londres. Su magisterio en el campo de la filosofía política era ya reconocido y apreciado en amplios sectores del catolicismo, que estaban en la búsqueda de anclajes doctrinales para orientar un compromiso nuevo ante los desafíos que se presentaban en la reconstrucción de la devastada Europa. nueva revista · 157
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Maritain presentó sus cartas credenciales al papa Pío XII el 10 de mayo de 1945, justamente dos días después de la capitulación de Alemania y, por tanto, de la finalización de la guerra en el escenario europeo. En su discurso, el nuevo embajador ponía especial énfasis en la cuestión de la reconstrucción moral y espiritual en el nuevo clima de paz que se inauguraba. Fue el núcleo de su discurso. «En la organización de la paz futura —dijo Maritain— y en el trabajo de reconstrucción, Francia se guiará por el anhelo de justicia y del bien de la comunidad civilizada, y por el deseo de hacer prevalecer en el mundo el respeto de la persona humana y de sus derechos, que devuelve a los hombres la posibilidad de orientarse, a fuerza de mucha abnegación y sacrificio, hacia ese amor mutuo y fraternidad que va inscrito en su enseñanza». Y proseguía con estas importantes advertencias y afirmaciones: «Francia no se hace ilusiones sobre las dificultades que nuestro tiempo debe superar. Sabe que la guerra, concluida militarmente, corre el riesgo de continuar bajo otras formas, de orden moral y espiritual, en el que el nihilismo pagano cuenta locamente con la fecundidad del mal que se pondrá todas las máscaras con el ánimo de sembrar en todas partes los gérmenes de corrupción, de odio y de desintegración moral. Sabe que en esta nueva lucha las primeras armas que se requieren serán las del espíritu aplicado a la reconstrucción moral. Francia estará en su lugar en este combate». Un aspecto esencial en la reconstrucción moral de Europa que ineludiblemente se planteaba en la inmediata postguerra era la cuestión alemana. Las Cartas a un ami186
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go alemán de Albert Camus, publicadas tras la liberación y que habían sido escritas en la clandestinidad, reflejan la dureza del problema a los ojos de un francés. Porque la Alemania nazi se había convertido en el paradigma del mal y de la maldad. Y cuando esas cartas fueron editadas en Italia aquel mismo año 1948, Camus se creyó obligado a aclarar el sentido de sus escritos de combate, que constituyen un terrible alegato moral contra la Alemania agresora. Significativamente, pensando ya en un horizonte europeo, dice: «Es por eso por lo que hoy me avergonzaría si dejara hacer creer que un escritor francés pudiera ser el enemigo de una nación. Yo solo detesto a los verdugos». Maritain defendió que para lo que llamaba «sanación espiritual» de Europa resultaba necesario algún tipo de arrepentimiento. «La reconstrucción moral del pueblo alemán —que deseamos todos los que nos ocupamos del porvenir de la civilización— [dirá en 1947] no es posible si no comienza por un acto interior de conciencia, confesando francamente para repudiar los crímenes contra la humanidad, de los que cada alemán en particular no es culpable, pero sí la comunidad de la que forman parte». El problema de las «responsabilidades colectivas» del pueblo alemán es un asunto peliagudo, en el que hay que moverse con gran cuidado para no cometer injusticias. Evidentemente, no se trata solamente de exigencias de «responsabilidades jurídicas». La solución del «juicio de Nuremberg», por mucho que haya sido criticada desde planteamientos positivistas, me ha parecido siempre acertada. Había necesidad de enjuiciar los crímenes contra la humanidad cometidos por el régimen de Hitler y no se podía hacer de otra nueva revista · 157
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manera que al amparo del «derecho de gentes». Recurrir al venerable «derecho de gentes» fue una sabia decisión. Pero lo que Maritain reclamaba se situaba en el plano estrictamente moral y debería hacerse mediante una tarea persuasiva, pedagógica, que deberían llevar a cabo las élites alemanas y en la que la contribución de los católicos y de los cristianos, con la fuerza del mensaje evangélico, debería ser decisiva. En esta perspectiva, la reconciliación franco-alemana constituía un elemento fundamental para la construcción de un nuevo modelo de convivencia en Europa. Y hay que reconocer que gracias a la obra de lúcidos políticos e intelectuales de una y otra orilla esa tarea avanzó de manera que, con la distancia del tiempo, hoy nos sigue sorprendiendo. Acaso el momento en el que se escenificó la culminación de tal obra fue el solemne tedéum celebrado en la catedral de Reims en 1963 con la presencia del general De Gaulle y del canciller Adenauer. Veinticinco años después (1988) el entonces presidente del Bundestag, el democristiano Philipp Jenninger, con motivo del cincuentenario de «la noche de los cristales rotos», pronunció un memorable discurso, mal interpretado en un primer momento, sobre las responsabilidades morales de la sociedad alemana, al haberse dejado «fascinar» por el nazismo y embotar su conciencia. Creo que Jacques Maritain habría aplaudido el tenor de aquel discurso. EL INICIO DEL PROYECTO DE INTEGRACIÓN EUROPEA
El año 1948 también fue un año importante para el proyecto de construcción europea. Los vertiginosos acontecimientos de la inmediata postguerra asentaron el mapa 188
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europeo hasta la caída del muro de Berlín. Y ya en marzo de 1946 Churchill advertía la dramática división de Europa, al caer bajo el dominio soviético los países «tras el telón de acero». En los países de «Europa occidental» se celebraron las primeras elecciones libres tras la guerra. Y en los seis países que constituyeron el núcleo fundacional de la Unión Europea (Alemania, Francia, Italia y el Benelux) los partidos de inspiración cristiana obtuvieron un fuerte respaldo popular y se convirtieron en partidos de gobierno. Su influencia fue decisiva en la elaboración de las Constituciones de la postguerra, a las que impregnaron de valores sustentados en la dignidad de la persona humana, en sus derechos y deberes, y en el modelo de democracia representativa, incluyendo las bases propiciadoras de un orden social nuevo, fundamentado en la economía social de mercado. El 7 de mayo se inauguraba el famoso Congreso de La Haya, con la participación de centenares de políticos y personalidades relevantes de la vida pública europea, que fue el pistoletazo de salida del proyecto de construcción europea y que dio vida al Movimiento Europeo. Las fuerzas políticas que fueron determinantes en el arranque del proyecto de construcción europea fueron los Nouvelles Equipes Internationales (nei), constituidos en 1947 y que agrupaban a los partidos de inspiración democristiana, el Movimiento Socialista para los Estados Unidos de Europa y el Movimiento Liberal para la Europa Unida. Efectivamente, 1948 fue un año decisivo para el lanzamiento del «proyecto europeo». Y también en La Haya en el mes de septiembre tuvo lugar el tercer Congreso de nueva revista · 157
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los nei, en el que se fijó la posición de los democristianos europeos en torno a la «organización de Europa», proponiendo con claridad «una unión económica y política de la Europa libre y democrática» y la convocatoria de una «Asamblea europea», cuyos miembros deberían ser designados por los Parlamentos nacionales con criterio proporcional. También se aprobó una resolución en el ámbito de la cultura, en la que se insistió en la necesidad de reconstrucción de la «unidad cultural» de Europa y sobre el papel que correspondía al cristianismo en tal sentido, afirmando que es el único que puede inspirar «la verdadera democracia, respetuosa de la libertad y de la justicia». Un año antes, en 1947, se habían iniciado lo que se han venido en llamar las «conversaciones de Ginebra», unos encuentros informales y discretos que de forma periódica celebraron los principales líderes democristianos de la Europa de la postguerra. Fueron encuentros en los que pudieron hablar a fondo y crear un clima de confianza personalidades como Adenauer, Bidault, Schuman, De Gasperi, Pierre Pflimlin. Victor Koutzine, Hurdes, Stegerwald, Andrea, entre otros. Desde su inicio, el porvenir de Europa fue tema central de las conversaciones, junto con la reconciliación franco-alemana, la reconstrucción de los países destruidos, el mantenimiento y el fortalecimiento de las instituciones democráticas y la paz en el continente, fundada en los valores de la libertad y del imperio del derecho. Uno de los testigos de los encuentros, Leo Schurmann (presidente de la sección juvenil de los nei), relataba de forma elocuente: 190
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Ya durante las conversaciones de Ginebra se había planteado la cuestión de saber cuál sería el rostro de Europa en el futuro [...] Sobre este punto todos los participantes estaban de acuerdo y estaban persuadidos que solo una política fundada en la moral del cristianismo y de sus normas era capaz de asegurar la paz y de sanar a Occidente de las heridas de la segunda guerra mundial [...] Esta fue la convicción de los participantes de Ginebra y de tantos otros encuentros en los que participé. Europa será cristiana o dejará de existir, exclamaba el doctor Félix Hurdes, entonces ministro de Cultura del gobierno austriaco.
En esta reflexión coral, en la que participaron los representantes más destacados del mundo católico de entonces, Maritain ejerció una gran influencia, proporcionando herramientas conceptuales y bases doctrinales, que facilitaron construir unas bases sólidas y coherentes en estos momentos fundacionales. Cuatro son los aspectos de la aportación mariteniana, en los que quisiera detenerme: a) la defensa de la democracia como parte del «ideal histórico concreto» para construir una ciudad terrestre con la primacía de la persona humana; b) un iusnaturalismo renovado como base para una correcta concepción de la democracia y del Estado sustentado en el imperio del derecho; c) la superación del concepto de soberanía; d) la orientación hacia un modelo de construcción europea de carácter federal, basado en el principio de subsidiariedad. nueva revista · 157
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eugenio nasarre DEMOCRACIA Y CRISTIANISMO
En el año 1943 Maritain publicó en Nueva York un ensayo, que muy pronto tuvo un gran eco en los medios católicos. Su propósito era el de «indicar la dirección hacia la cual creemos que debemos marchar», cuando ya el fiel de la balanza de la guerra apuntaba a la derrota de Alemania y de sus aliados. Al analizar el fracaso de las democracias, que constituye la historia de la primera mitad del siglo xx, afirmaba: Pero la causa principal es de orden espiritual; reside en la contradicción interna y en el malentendido trágico del cual, en Europa sobre todo, han sido víctimas las democracias modernas. En su principio esencial, esta forma y este ideal de vida común que se llama democracia vienen de la inspiración evangélica y no puede subsistir sin ella; y en virtud de la ciega lógica de los conflictos históricos y de los mecanismos de la memoria social, que no tienen nada que ver con la lógica del pensamiento, se ha visto a las fuerzas directrices de las democracias modernas renegar durante un siglo del Evangelio y del cristianismo, en nombre de la libertad humana, y a las fuerzas directrices de las capas sociales cristianas, combatir durante un siglo las aspiraciones democráticas en nombre de la religión.
Y Maritain planteaba, a continuación, la gran cuestión: «La guerra ha despertado trágicamente a los hombres. Si las democracias ganan la paz después de haber ganado la guerra, será a condición de que la inspiración cristiana y la inspiración democrática se reconozcan y se reconcilien». 192
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Superar ese desdichado «malentendido», que obedecía a razones históricas contingentes, se convertía, a juicio del filósofo francés, en una tarea crucial. Para ello los católicos estaban llamados a «repensar la democracia» y a dotarla de un fundamento sólido, que para Maritain no puede ser otro que «la dignidad espiritual de la persona humana, que es el alma de la democracia». Repensar la democracia invitaba a averiguar los errores o las debilidades de las democracias liberales que habían sucumbido al auge de los movimientos de carácter totalitario. Maritain señala algunos errores, que habría que superar. En primer lugar, la concepción meramente procedimental de la democracia, que acaba convirtiendo la «regla de la mayoría» en tiranía de la mayoría, como ya hubiera advertido Tocqueville. En segundo lugar, el basamento exclusivamente «individualista» con que poderosas corrientes liberales concibieron la democracia. «El error consistió —dice Maritain— en reducir la comunidad a una dispersión de individuos ante un Estado todopoderoso en que la voluntad de cada uno se consideraba aniquilada y resucitada místicamente bajo la forma de la voluntad general; de excluir la existencia y la autonomía, la iniciativa y los derechos de todo grupo o comunidad de jerarquía inferior al Estado, y finalmente de suprimir la noción de bien común y de obra común». En tercer lugar, la creencia en que la democracia es el «régimen de la soberanía del pueblo», por considerar —como veremos más adelante— que resulta imprescindible superar el concepto de «soberanía». Frente a estos errores y debilidades de las democracias anteriores a la guerra Maritain es optimista: «Todo condunueva revista · 157
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ce a creer que el espíritu que dirigirá la obra de reedificación tenderá a formas de vida política y social, donde un pluralismo orgánico pondrá fin en la nación la omnipotencia del Estado, mientras que las instituciones que han de hacer prevalecer la cooperación en Europa y en el mundo, pondrán fin, en la comunidad de los pueblos, a la soberanía absoluta de los Estados». EL RENACIMIENTO DEL IUSNATURALISMO
En la inmediata postguerra se abre paso una reflexión muy crítica sobre los límites del positivismo jurídico, al que se había abrazado la ciencia jurídica alemana que había apoyado al nazismo. Heinrich Rommen, en su ensayo El eterno retorno del derecho natural expresó con mucho vigor el fracaso del positivismo jurídico: «el Estado totalitario no supone el comienzo de una nueva era». Es más, en no pequeña parte es el resultado final del positivismo jurídico, porque «el Estado totalitario moderno y las ideologías que lo fundamentan significan en último término la reducción al absurdo del axioma: la voluntad hace la ley». Lo que conduce a equiparar el derecho con el poder. Maritain fue uno de los autores que contribuyó, con su magisterio, sobre todo en el mundo católico, a este renacimiento del derecho natural. Ya en 1942 había publicado en Nueva York su ensayo Los derechos del hombre y la ley natural, en el que hacía una contraposición entre totalitarismo y personalismo. Y en su obra más acabada de su pensamiento en materia política, El hombre y el Estado, dedica un importante capítulo al problema de la fundamentación de los derechos del hombre, precisamente poco después de 194
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haberse alcanzado el «acuerdo puramente práctico» de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, soslayando el problema de su fundamentación. No sin cierta ironía dice: «El fundamento filosófico de los Derechos del Hombre es la ley natural. Siento no encontrar otra expresión». Tras hacer una minuciosa explicación del concepto de «ley natural», pone especial énfasis en que es tanto fuente de obligaciones como de derechos. Dirá Maritain: «La misma ley natural que establece nuestros deberes más fundamentales y en virtud de la cual toda ley justa obliga, es asimismo la ley que nos asigna nuestros derechos fundamentales». La correlación entre derechos y deberes es indisociable, porque ambos tienen su fundamento en la ley natural. Maritain combate aquella filosofía «positivista» que reconozca únicamente lo fáctico y no admita el reino ni la categoría de «valor» (un orden ontológico ideal), ya que «es incapaz de establecer la existencia de derechos naturalmente poseídos por el ser humano, anteriores y superiores a la legislación escrita y a los acuerdos entre los gobiernos, derechos que la sociedad civil no tiene que otorgar, sino que reconocer y sancionar como universalmente válidos». «Si la afirmación del valor y de la intrínseca dignidad del hombre es un absurdo, —advierte—, la afirmación de los derechos naturales del hombre es un absurdo igualmente». En nuestros días esta advertencia de Maritain está llena de sentido. Si vaciamos el concepto de «dignidad humana» o lo hacemos producto de la «ley positiva», nos deslizamos inexorablemente a hacerla selectiva, y mantener que nueva revista · 157
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«hay vidas humanas que no merecen ser vividas», como el maestro nazi había enseñado al adolescente Edmund. En el Bundestag alemán, Benedicto XVI retomó este problema como uno de los asuntos centrales para las democracias europeas. La hegemonía positivista en la cultura jurídica de la Europa de hoy y la incapacidad de que se abra paso un diálogo sobre esta cuestión fue calificada por Benedicto XVI como «situación dramática», que, desde luego, nos aleja de los impulsos ideales con los que se establecieron los cimientos del proyecto europeo. LA REVISIÓN DEL CONCEPTO DE SOBERANÍA
La Europa de Westfalia tuvo como gozne de su construcción el concepto de soberanía. Ya durante la segunda guerra mundial diversas corrientes de pensamiento estaban poniendo en cuestión aquella concepción de sociedad europea, que había propiciado una rivalidad constante entre los Estados que conducía a guerras intermitentes. En su famoso Manifiesto de Ventotene, de 1941, Altiero Spinelli, considerado el padre de los federalistas europeos, defendía que para la futura paz de Europa no bastaba la derrota de Alemania y de los totalitarismos para volver a la situación anterior a la guerra, basada en el modelo de Estados nacionales, sino que había que caminar hacia una unificación política de Europa de corte federal. Denunciaba que «la soberanía absoluta de los Estados nacionales había conducido a la voluntad de dominio sobre los otros». El concepto de soberanía, como el atributo esencial de los Estados, se convirtió en el obstáculo mayor para un proyecto de integración política de Europa. 196
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Maritain fue uno de los autores que con mayor vigor combatió el concepto de soberanía. En El hombre y el Estado escribe: «Si queremos pensar de modo consistente en materia de filosofía política, hemos de rechazar el concepto de soberanía, que se identifica con el concepto de absolutismo». El carácter absoluto del poder de la soberanía le hace ser un poder irresponsable. «Significa el hecho que el pueblo pagará por las decisiones tomadas por el Estado en nombre de la soberanía del pueblo». Y señala las contradicciones insalvables entre el concepto de soberanía y el poder que responda a parámetros democráticos. «Si el Estado es responsable y está sometido a control —nos dice—, ¿cómo puede ser soberano? ¿Qué concepto puede ser el de una soberanía sometida a control y que ha de rendir cuentas?», para concluir: «Los dos conceptos de soberanía y absolutismo han sido forjados juntos en el mismo yunque. Juntos han de ser desechados». Me parece importante subrayar que en el pensador francés este rechazo de plano del concepto de soberanía le lleva a un replanteamiento de fondo de la concepción de Estado, especialmente válido para aplicarse en el proceso de construcción europea. Su concepción instrumental del Estado (como una parte del cuerpo político) configura un modelo de «Estado limitado» al servicio del bien común, con unas funciones tasadas que han de permitir el despliegue de la libertad de las personas y de los cuerpos intermedios y que permiten la existencia de instancias «supraestatales». El diseño de la Unión Europea debía abandonar, por tanto, el dogma de la soberanía de los Estados. nueva revista · 157
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eugenio nasarre EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD Y EL FEDERALISMO
En su etapa norteamericana durante la guerra, Maritain había ya preconizado la solución de una «Alemania federal en el seno de una Europa federal». El pensamiento católico de aquel tiempo abrazó la idea del federalismo, pero sin darle un contenido técnico preciso. Luigi Sturzo había defendido también para Italia el modelo federal. En realidad se trataba de abogar por un tipo de Estado descentralizado, que permitiera una distribución del poder a favor de entes infraestatales y que evitara la excesiva concentración del poder propia del Estado unitario. En El hombre y el Estado Maritain dirá claramente que «La prosecución de los objetivos de las democracias de hoy (que son más amplios que los de las viejas democracias liberales) entrañará inevitablemente el riesgo de ver demasiadas funciones de la vida social controladas desde arriba por el Estado». En efecto, en las reflexiones de pensadores del mundo católico se produce una gran coincidencia en considerar que no bastaba la división de poderes conforme a la doctrina clásica del Estado liberal, precisamente por el incremento de funciones del Estado por el progreso de las mismas democracias, sino que resultaba necesario impulsar una adicional distribución del poder, lo que sería facilitado mediante la adopción de estructuras de corte federal. Este planteamiento no hacía otra cosa que aplicar el principio de subsidiariedad, que forma parte de las aportaciones más fecundas de la Doctrina Social de la Iglesia. La Unión Europea ha incorporado en sus tratados el principio de subsidiariedad, lo que le ha convertido en criterio 198
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fundamental para establecer la distribución de competencias entre las distintas entidades que componen su compleja organización (Municipios, Regiones, Estados y Unión). Pero el principio de subsidiariedad tiene también otra dimensión aplicable a las relaciones de los distintos poderes públicos con la sociedad, que también es una realidad compleja y que, en la visión mariteniana de la «sociedad pluralista», debe estar articulada por diferentes y variadas comunidades y organizaciones. Esta concepción implica un principio de limitación de los poderes públicos, que no deberán intervenir, salvo en aspectos de carácter regulatorio, en aquellos ámbitos en que la propia sociedad, a través de entidades que ella crea, pueda resolver por sí misma. Pero será, al mismo tiempo, un principio de legitimación de la actuación de los poderes públicos en aquellas cuestiones que la sociedad no puede resolver por sí misma. Mas esta actuación deberá orientarse, en la medida en que ello sea posible, a ayudar a los mismos entes emanados de la sociedad a llevar a cabo sus acciones, sin la pretensión, en ningún caso, de sustituirlos o absorberlos. Esta concepción se aleja tanto de la visión individualista del liberalismo abstencionista clásico como de la concepción estatalista, que sofoca las iniciativas de la sociedad. El principio de subsidiariedad, en sus dos dimensiones (vertical y horizontal) es, a la postre, una de las mayores garantías de la libertad.
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CRISTIANISMO
DOS DISCURSOS DE LA NAVIDAD DE 2015 La Navidad (de nativitas: nacimiento) es una de las fiestas fundamentales del cristianismo. Con ella se celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret, el hombre en quien habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente (Colosenses, II, 9), o sea, alguien que es verdadero hombre y verdadero Dios, según reza el Credo. Sea o no la fecha verdaderamente histórica, sea o no una transformación de una fiesta pagana del solsticio de invierno con la que la catequesis cristiana aprovecha la inercia de una tradición anterior para celebrar su gran fiesta, la verdad es que mucho antes que Europa fuese Europa la Navidad estaba ahí. Es la Fe hecha cultura que se presenta ante todos como una invitación a los valores de la solidaridad, de la amistad, de la familia, de la paz. Sorprendentemente, desde no hace mucho, en España y en otros países de la Europa continental y en los ambientes de su influencia del ancho mundo, se vive una intensa campaña (es verdad que no la primera en la plurisecular historia europea) para ingresar en el túnel del tiempo hasta un lugar donde lo que se celebre sea el solsticio de invierno. Se borra el Nacimiento de las felicitaciones, de los decorados y celebraciones y hasta de la publicidad comercial. Un laicismo avasallador declara incompatible con la neutralidad institucional el reconocimiento público de la fiesta cristiana, relegada a los templos y nada más que a los templos. Es difícil de evaluar la pérdida que supone esa actitud en el orden de importantes valores por todos compartidos. Llamaron por eso la atención en el pasado 2015 por su equilibrio los mensajes de Navidad de la reina Isabel II de Inglaterra y del primer ministro británico David Cameron. Es verdad que Isabel II es la cabeza de la Iglesia anglicana. Pero con todo, juzgue quien lea.
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dos discursos de la navidad de 2015 A L O C U C I Ó N D E N AV I D A D D E I S A B E L I I
At this time of year, few sights evoke more feelings of cheer and goodwill than the twinkling lights of a Christmas tree. The popularity of a tree at Christmas is due in part to my great-great grandparents, Queen Victoria and Prince Albert. After this touching picture was published, many families wanted a Christmas tree of their own, and the custom soon spread. In 1949, I spent Christmas in Malta as a newlymarried naval wife. We have returned to that island over the years, including last month for a meeting of Commonwealth leaders; and this year I met another group of leaders: The Queen’s Young Leaders, an inspirational group, each of them a symbol of hope in their own Commonwealth communities. Gathering round the tree gives us a chance to think about the year ahead —I am looking forward to a busy 2016, though I have been warned I may have Happy Birthday sung to me more than once or twice. It also allows us to reflect on the year that has passed, as we think of those who are far away or no longer with us. Many people say the first Christmas after losing a loved one is particularly hard. But it’s also a time to remember all that we have to be thankful for. It is true that the world has had to confront moments of darkness this year, but the Gospel of John contains a verse of great hope, often read at Christmas carol services: «The light shines in the darkness, and the darkness has not overcome it». nueva revista · 157
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One cause for thankfulness this summer was marking seventy years since the end of the Second World War. On VJ Day, we honoured the remaining veterans of that terrible conflict in the Far East, as well as remembering the thousands who never returned. The procession from Horse Guards Parade to Westminster Abbey must have been one of the slowest ever, because so many people wanted to say ‘thank you’ to them. At the end of that War, the people of Oslo began sending an annual gift of a Christmas tree for Trafalgar Square. It has five hundred lightbulbs and is enjoyed not just by Christians but by people of all faiths, and of none. At the very top sits a bright star, to represent the Star of Bethlehem. The custom of topping a tree also goes back to Prince Albert’s time. For his family’s tree, he chose an angel, helping to remind us that the focus of the Christmas story is on one particular family. For Joseph and Mary, the circumstances of Jesus’s birth —in a stable— were far from ideal, but worse was to come as the family was forced to flee the country. It’s no surprise that such a human story still captures our imagination and continues to inspire all of us who are Christians, the world over. Despite being displaced and persecuted throughout his short life, Christ’s unchanging message was not one of revenge or violence but simply that we should love one another. Although it is not an easy message to follow, we shouldn’t be discouraged; rather, it inspires us to try harder: to be thankful for the people who bring love and happiness into our own lives, and to look for ways of spreading that love to others, whenever and wherever we can. 202
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One of the joys of living a long life is watching one’s children, then grandchildren, then great grandchildren, help decorate the Christmas tree. And this year my family has a new member to join in the fun! The customary decorations have changed little in the years since that picture of Victoria and Albert’s tree first appeared, although of course electric lights have replaced the candles. There’s an old saying that «it is better to light a candle than curse the darkness». There are millions of people lighting candles of hope in our world today. Christmas is a good time to be thankful for them, and for all that brings light to our lives. I wish you a very happy Christmas. Texto consultado el día 4 de febrero 2016 en: www.royal.gov.uk/ImagesandBroadcasts/TheQueensChristmasBroadcasts/ChristmasBroadcasts/ChristmasBroadcast2015.aspx
Versión en español En esta época del año, pocas escenas evocan más sentimientos de alegría y buena voluntad que las luces parpadeantes de un árbol de Navidad. La popularidad de los árboles de Navidad se debe en parte a mis tatarabuelos, la reina Victoria y el príncipe Alberto. Después de que se publicara esta conmovedora imagen, muchas familias quisieron tener su propio árbol, y la costumbre se extendió rápidamente. En 1949, pasé la Navidad en Malta como esposa recién casada de un oficial de la Marina. Hemos vuelto a la isla a lo nueva revista · 157
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largo de los años, incluyendo el mes pasado para asistir a una reunión de líderes de la Commonwealth; y este año me reuní con otro grupo de líderes: The Queen’s Young Leaders, un grupo inspirador, cada uno de ellos un símbolo de esperanza en sus propias comunidades de la Commonwealth. Reunirnos alrededor del árbol nos da la oportunidad de pensar en el próximo año. Espero con interés un ajetreado 2016, aunque me han advertido de que puede que me canten el Cumpleaños feliz más de una y más de dos veces, mientras pensamos en los que están lejos o en los que ya no están con nosotros. Mucha gente dice que la primera Navidad después de perder un ser querido es particularmente difícil. Pero también es el momento para recordar todo por lo que tenemos que estar agradecidos. Es cierto que el mundo ha tenido que afrontar momentos de oscuridad este año, pero el Evangelio de Juan contiene un versículo de gran esperanza que a menudo se lee en los oficios navideños de villancicos: «La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron». Una de las razones por las que estar agradecido es que este verano se cumplieron setenta años desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En el Día V-J, honramos a los veteranos supervivientes de ese terrible conflicto en el Lejano Oriente, así como recordamos a los miles que nunca volvieron. El desfile desde el Horse Guards Parade hasta Westminster Abbey debe haber sido uno de los más lentos de la historia debido a que muchas personas querían decirles “gracias”. Al final de esa guerra, el pueblo de Oslo comenzó a enviar cada año como regalo un árbol de Navidad para Trafalgar Square. Tiene quinientas bombillas y no solo lo disfrutan los cristianos sino también personas de todos los credos, 204
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y de ninguno. En la parte más alta hay una estrella brillante que representa la estrella de Belén. La costumbre de coronar un árbol también se remonta a la época del príncipe Alberto. Para el árbol de su familia optó por un ángel, lo que nos ayuda a recordar que el foco de la historia de la Navidad está puesto en una familia en particular. Para José y María las circunstancias del nacimiento de Jesús en un establo estaban lejos de ser las ideales, pero lo peor estaba por venir ya que la familia se vio obligada a huir del país. No es de extrañar que una historia tan humana todavía capte nuestra imaginación y continúe inspirando a todos los que somos cristianos en todo el mundo. A pesar de ser desplazado y perseguido a lo largo de su corta vida, el mensaje inmutable de Cristo no era vengativo o violento, sino, simplemente, que nos amaramos los unos a los otros. Aunque no es un mensaje fácil de seguir, no debemos desanimarnos; más bien, nos anima a esforzarnos más: estar agradecido por las personas que traen amor y felicidad a nuestras propias vidas, y buscar maneras de propagar el amor a los demás, cuando y donde podamos. Una de las alegrías de vivir una vida larga está en ver a los hijos, después a los nietos, después a los bisnietos, ayudar a decorar el árbol de Navidad. Y este año, ¡mi familia tiene un nuevo miembro que se une a la diversión! Los adornos habituales han cambiado poco en los años transcurridos desde que apareció por primera vez la imagen del árbol de Victoria y Alberto, aunque, por supuesto, las luces eléctricas han sustituido a las velas. Hay un viejo dicho que reza «es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad». nueva revista · 157
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Hoy hay millones de personas encendiendo velas de esperanza en el mundo. La Navidad es un buen momento para estar agradecido a ellos y a todo lo que trae luz a nuestras vidas. Os deseo una muy feliz Navidad.
A L O C U C I Ó N D E N AV I D A D D E D AV I D C A M E R O N
If there is one thing people want at Christmas, it’s the security of having their family around them and a home that is safe. But not everyone has that. Millions of families are spending this winter in refugee camps or makeshift shelters across Syria and the Middle East, driven from their homes by Daesh and Assad. Christians from Africa to Asia will go to church on Christmas morning full of joy, but many in fear of persecution. Throughout the United Kingdom, some will spend the festive period ill, homeless or alone. We must pay tribute to the thousands of doctors, nurses, carers and volunteers who give up their Christmas to help the vulnerable —and to those who are spending this season even further from home. Right now, our brave armed forces are doing their duty, around the world: in the skies of Iraq and Syria, targeting the terrorists that threaten those countries and our security at home; on the seas of the Mediterranean, saving those who attempt the perilous crossing to Europe; and on the ground, helping to bring stability to countries from Afghanistan to South Sudan. It is because they face danger that we have peace. And that is what we mark today as we celebrate the birth of 206
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God’s only son, Jesus Christ —the Prince of Peace. As a Christian country, we must remember what his birth represents: peace, mercy, goodwill and, above all, hope. I believe that we should also reflect on the fact that it is because of these important religious roots and Christian values that Britain has been such a successful home to people of all faiths and none. So, as we come together with our loved ones, in safety and security, let’s think of those who cannot do the same. Let’s give thanks to those who are helping the vulnerable at home and protecting our freedoms abroad. And let me wish everyone in Britain and around the world a very happy and peaceful Christmas. Texto consultado el día 4 de febrero de 2016 en: www.gov.uk/government/news/christmas-2015-prime-ministers-message. Traducción al español de Alba Barco.
Versión en español Si hay una cosa que la gente quiere en Navidad, es la seguridad de tener a su familia a su alrededor y un hogar que sea seguro. Pero no todo el mundo tiene eso. Millones de familias están pasando este invierno en campamentos de refugiados o albergues improvisados en toda Siria y Oriente Medio, expulsados de sus hogares por Daesh y Assad. Los cristianos de África o Asia, irán a la iglesia en la mañana de Navidad llenos de alegría, pero muchos de ellos con miedo a la persecución. En todo el Reino Unido, algunos pasarán estas fiestas enfermos, sin hogar o solos. nueva revista · 157
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Debemos rendir homenaje a los miles de médicos, enfermeras, cuidadores y voluntarios que renuncian a sí mismos para ayudar a los más vulnerables, y a aquellos que están pasando esta temporada lejos de casa. En este momento, nuestras valientes fuerzas armadas cumplen con su deber en todo el mundo: en los cielos de Irak y Siria, contra los terroristas que amenazan a esos países y nuestra seguridad en el hogar; en los mares del Mediterráneo, salvando a quienes intentan el peligroso viaje a Europa; y en el terreno, ayudando a llevar la estabilidad desde Afganistán a Sudán del Sur Porque ellos se enfrentan al peligro nosotros tenemos paz. Y eso es lo que celebramos hoy, al celebrar el nacimiento del único hijo de Dios, Jesucristo —el Príncipe de la Paz—. Como un país cristiano, hay que recordar lo que representa su nacimiento: la paz, la misericordia, la buena voluntad y, sobre todo, esperanza. Deberíamos reflexionar también sobre el hecho de que estas importantes raíces religiosas y los valores cristianos son el motivo por el que Gran Bretaña ha sido un hogar tan exitoso para las personas de todos los credos y para quienes no tienen ninguno. Por eso, cuando estemos reunidos con nuestros seres queridos, en condiciones de seguridad, pensemos en los que no pueden hacer lo mismo. Demos gracias a aquellos que están ayudando a las personas vulnerables y a la protección de nuestras libertades en el extranjero. A todos en Gran Bretaña y a todos en el mundo, una muy feliz y pacífica Navidad.
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UMBERTO ECO (1932-2016)
COLOFÓN La muerte de Umberto Eco el pasado 19 de febrero ha suscitado innumerables reacciones en todo el mundo. Nos unimos a este coro universal con una nota de nuestro editor, que ha sido compañero de Eco durante quince años en el comité ejecutivo de la International Association for Semiotic Studies. Es nuestro colofón a cuanto se ha venido diciendo.
El 29 de febrero de 1990 la Universidad Complutense de Madrid nombró doctor honoris causa a Umberto Eco. Con ese motivo, publiqué un comentario en el diario abc que más de quince años después conserva, a mi parecer, todo su sentido. Las investiduras de doctores honoris causa que una universidad otorga a profesores de otras universidades son hechos cotidianos. Sin duda, Umberto Eco tiene más méritos académicos que muchos otros que también han recibido tal galardón. La cosa no tiene nada de extraña. Más llamativo resulta que sean 38 universidades en total las que le otorgaron tal reconocimiento: entre ellas varias españolas y prestigiosas extranjeras. Probablemente esto tiene que ver con la notoriedad del galardonado, pues, como es bien sabido, la persona o institución que galardona a alguien notorio participa (o puede participar) también en algo de su notoriedad. Y así han ido desfilando, entre otras, las universidades de Tel Aviv (1994), Atenas (1995), Varsovia (1996), Castilla-La Mancha (1997), la Universidad Libre de Berlín (1998), Sevilla (2010), Burgos (2013) y Buenos Aires (2014).
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No obstante, en la Historia de la Ciencia del Lenguaje del siglo xx, donde se inscriben libros suyos como Obra abierta (1962), La estructura ausente (1968) y Tratado de semiótica general (1975) o Kant y el ornitorrinco (1997), no figurará entre los descubridores de nuevos caminos como De Saussure, Peirce, Hjelmslev, Jakobson, Greimas, Lotman o Chomsky. Fue, sin embargo, un profesor de semiótica que supo comunicar como nadie. Pocos como él tienen el don de la oportunidad para acertar con el ejemplo o contar el chiste que volverá inteligible hasta la más abstrusa teoría. Pero, sin duda, su significación universal, que desborda la de cualquier científico para entrar en la mitología de nuestro tiempo donde están los Beatles o los Rollings, se debe a su novela El nombre de la rosa (1980). Le Point calculó a esta obra cuarenta millones de lectores. Diez millones de ejemplares vendidos, sean los que sean los que llegan a leerla completa, es un dato que no se puede subestimar. Y es que El nombre de la rosa es alegoría de la propia trayectoria vital de Eco, que resulta paradigmática para una cierta élite de la intelectualidad europea de la segunda mitad del siglo xx. Católico progresista a los veinte, marxista a los treinta, desencantado a los cuarenta, como el protagonista de su novela, el franciscano Guillermo de Baskerville, pensará, sin duda, que no hay pasión más insana que «la insana pasión por la verdad». Luego, en El péndulo de Foucault (1988) se dará un paso más. No solo hay que abandonar la pasión por la verdad, sino que es preciso intentar deshacerse hasta de su nostalgia: de nuevo, el protagonista es quien sentencia: «He comprendido. La certeza de que no había nada que comprender, esa debía ser mi paz y mi triunfo». Esta su segunda novela hubiera debido ser tal vez la última. Difundida masivamente en todo el mundo al calor del éxito de la anterior, cayó
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más o menos rápidamente de la lista de libros más vendidos. Es verdad que aquí había acertado menos con el mantenimiento de la intriga a lo Conan Doyle, es cierto que el mundo de la cábala le había salido más de cartón piedra que la Iglesia de la Edad Media para cuya recreación Eco contaba con sus muchos estudios previos que se remontan a su tesis doctoral sobre santo Tomás de Aquino, pero —me parece— ocurre, sobre todo, que el mundo ha cambiado tan vertiginosamente que ya no será tan automática la conexión (incluso inconsciente) con el clima que la narración representa. Hoy, tras el derrumbamiento del muro, a los que «pasan» de la verdad, no les queda ni la nostalgia. Otros se reafirman o vuelven a la convicción de que la búsqueda de la verdad es causa de la tolerancia más profunda y de la auténtica libertad. Las sucesivas novelas La isla del día de antes (1994), Baudolino (2000), La misteriosa llama de la reina Loana (2004), El cementerio de Praga (2010) y Número cero (2015) son obras que han mantenido la llama pero no han añadido nada más. Conseguida la notoriedad, solamente quedaba la explotación del éxito, lo que, para una inteligencia despierta como la de Eco, no entrañaba la mínima dificultad: estar ahí, mirar alrededor y dar su opinión son cosas que ha hecho admirablemente de modo constante. En el campo del ensayo se ha enfrentado, por ejemplo, con la cuestión que ha planteado al libro y a la literatura las nuevas tecnologías. En la novela de Victor Hugo, Nuestra Señora de París, Claude Frollo, archidiácono de la catedral, se espantaba en 1482 ante la novedad de la imprenta («la imprenta matará la arquitectura»), dato que recupera Eco para asentar una posición llena de buen sentido ante el desafío actual: el libro no se puede perder, la literatura que presupone el libro no se debe olvidar, pero las nuevas realidades comunicativas del mundo de Internet son imposibles de ignorar. Esto no matará aquello. La última novela, presentada en la Feria del Libro de Fráncfort de 2014 con el título de That is the presse, baby, cuenta la historia del co-
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mendador Vimercate que, para chantajear a los poderosos y golpear a sus enemigos, crea un periódico ficticio que publica únicamente números cero, o sea, números que no salen al público. Cada número cero de Mañana (nombre del periódico) será solo una fábrica de chantajes. Eco recibió muchísimos premios y distinciones. En el año 2000 fue Premio Príncipe de Asturias de Comunicación. Con todo, tantísimos reconocimientos, tantísimos doctorados honoris causa no han homenajeado, me parece, a un maestro de las generaciones futuras, pero tampoco se han limitado a poner el birrete a un profesor ilustre, han investido a un testigo de nuestra época. Quizás sea lo que faltaba por decir.
Miguel Ángel Garrido Gallardo
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LIBROS
Juan Arana Cañedo-Argüelles LA CONCIENCIA INEXPLICADA. ENSAYO SOBRE LOS LÍMITES DE LA COMPRENSIÓN NATURALISTA DE LA MENTE Biblioteca Nueva, Madrid, 2015, 232 págs., 20 euros
Desde los orígenes del pensamiento moderno, asistimos a una singular batalla intelectual que, pese a su importancia teórica y a la enorme cadena de dificultades que suscita, ha solido pasar inadvertida para los más. Se trata de encontrar cuál es el lugar que ocupa la conciencia en la gran cadena del ser. De un modo genérico, podemos decir que la filosofía moderna ha descubierto un nuevo problema, y no ha acertado a resolverlo de manera elegante, puesto que, de alguna manera, el problema de la naturaleza de la conciencia no existía de manera sustantiva para el pensamiento clásico, lo que no quiere decir que no se plantease cuestiones respecto del alma o del entendimiento, pero en un contexto mucho menos polémico y más abierto. nueva revista · 157
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El punto de partida está en la interpretación que habitualmente se hace de las meditaciones metafísicas cartesianas. Descartes distinguió nítidamente entre el pensamiento consciente y la sustancia extensa o material, y esa es la distinción que ha resultado inaceptable para muchos de los filósofos posteriores, aunque no para todos, que han creído que la dignidad y unidad de la ciencia, y el mandato ockhamista de simplicidad teórica, exigirían de modo terminante la anulación de una distinción metafísica tan extravagante. Por mucho que se quiera atribuir al progreso de las distintas ciencias, desde la biología evolucionista, hasta la neurociencia, pasando por la teoría de autómatas y la inteligencia artificial, la convicción de que la conciencia no puede ser una realidad sustancial es previa a cualquier progreso científico, y es una sofistería presentar cualquier argumento al respecto como si se tratase de un descubrimiento empírico. El libro de Juan Arana se adentra de manera implacable en los pormenores de este debate secular y discute palmo a palmo cada uno de los numerosos subargumentos que se emplean en defender la posición naturalista previamente adoptada. Se trata de una tarea muy complicada y que puede agotar la escasa paciencia de muchos lectores presurosos, siempre atentos a que se desvele, a ser posible con una foto, el secreto correspondiente. Juan Arana la lleva a cabo con una notable desenvoltura, con la ironía y el humor que se puede permitir el que domina los argumentos y sus consecuencias al dedillo. Como es lógico, más de la mitad del libro se emplea en exponer las distintas posiciones naturalistas (o materialistas) de quienes pretenden que la conciencia carece 214
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de cualquier singularidad realmente relevante y confían, por tanto, que los problemas que actualmente existen para explicar determinados aspectos de la peculiar naturaleza de lo mental, acabarán cediendo al impulso de la investigación (lógica, física, biológica, neurocientífica o del tipo que fuere), de forma que se preserve el dogma básico de la unicidad metafísica de la realidad y se destierre de manera definitiva cualquier residuo de dualismo. Estas presunciones plantean al crítico dos tipos de problemas distintos, en primer lugar, distinguir lo que realmente dicen de lo que se podría malentender, lo que significa que estamos en un campo procelosamente sembrado de minas, es decir de bombas conceptuales, y, en segundo lugar, discutir las consecuencias, digamos, empíricas de tales suposiciones para compararlas morosamente con lo que realmente podemos dar por indiscutiblemente cierto. No creo que Arana esté muy lejos de sostener que la mayor parte de los naturalistas se confunden, y/o se despistan, en alguna de las numerosas encrucijadas de este tipo en las que se han de aclarar para desmentir con éxito los poderosos argumentos que mentes nada escasas de luces, como Descartes o el propio Leibniz, para empezar por los clásicos, han puesto en el inicio mismo de los diversos caminos de la supuesta naturalización de la conciencia. El trabajo sistemático y clarificador que el libro lleva a cabo ya sería de gran importancia si se contuviera dentro de los límites de una misión sistemática y crítica, lo que supone una minuciosa tarea que Arana culmina con notable éxito, al examinar las pretensiones de naturalización que provienen de las ciencias físico-químicas, del ámbito nueva revista · 157
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de la llamada inteligencia artificial o de las neurociencias, pero es que, además, el libro de Arana contiene una segunda mitad en la que el autor se vuelve, por así decir, sobre las cosas, más allá de las teorizaciones al uso, y se atreve a proponer un nuevo marco conceptual en el que resulte asumible y coherente una explicación suficiente de la elusiva realidad de la conciencia humana. Arana se proclama como filósofo de la naturaleza, y es un avezado especialista que domina a la perfección los marcos teóricos en los que las ciencias bien construidas se han podido hacer cargo de una inmensa cantidad de hechos reales de enorme importancia para la vida humana, pero, como es obvio, necesita acudir a otros manantiales si quiere salir no demasiadamente magullado de la tarea que se ha atrevido a emprender, explicar lo que las naturalizaciones al uso no alcanzan a explicar. En la segunda página de su libro advierte prontamente Arana que la cuestión que va a abordar, si es naturalizable la conciencia, afecta de manera muy decisiva a la imagen que nos hacemos de nosotros mismos, a nuestras suposiciones, creencias y esperanzas, de forma que no es nada inteligente suponer que se trata de una cuestión meramente erudita o que se pueda abandonar sin que suceda nada que resulte ser prácticamente relevante. Coherente con este planteamiento, Arana va desgranando sus propios argumentos para, sin desmentir ninguna de las buenas lógicas de la ciencia natural, apuntar sin vacilación a los límites de aquella cuando se trata de categorizar a la conciencia que, en el fondo, ha sido la autora de tales magníficos edificios. La propuesta de Arana no dejará a nadie indiferente, porque ni es escapista ni está exenta de rotundidad. Como 216
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sucede con todas las innovaciones conceptuales, y la propuesta que se contiene en la segunda mitad de este libro lo es, la primera lectura suscita dudas abundantes, que seguramente no se le escaparán al autor, pero, sinceramente, me parece obvio que pesan más los estímulos y la audacia que las dudas que puedan plantearse, y es obvio que solo quien ha sido capaz de contestar de manera tan rotunda las propuestas adversas está en condiciones de ofrecer una hipótesis alternativa que sea atractiva y original, y que ojalá sea capaz de suscitar la polémica que merece. José Luis González Quirós
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Miguel Ángel Gozalo ANTONIO FONTÁN, UN LIBERAL EN LA TRANSICIÓN Editorial Almuzara, Córdoba, 2015, 288 págs., 24,95 euros
El 29 de febrero de este año 2016 se presentó en la sede de la Fundación Diario Madrid el libro de Miguel Ángel Gozalo sobre la vida, figura y obra de don Antonio Fontán Pérez. Se trata del tercer título dedicado al que fuera profesor, periodista, político y al que varias generaciones llamábamos «maestro» cuando él no nos escuchaba, porque este título no le hacía demasiada —más bien ninguna— gracia: «No soy maestro de nada ni de nadie». Las dos primeras semblanzas aparecieron en 2013, la primera, a cargo de Arturo Moreno Garcerán1, se centra de modo preferente en la faceta política de don Antonio y la segunda, de Agustín López Kindler2, discípulo, compañero de afanes universitarios y vocación de servicio, ofrece un visión completa, íntima y personal del que fue su confidente y amigo. Miguel Ángel Gozalo, a su vez, transmite una imagen múltiple de Fontán en la que sus diversas actividades se integran de forma difícilmente separable. 218
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antonio fontán, un liberal en la transición
No estamos en presencia de una biografía tradicional, aunque no falte ni uno solo de los datos precisos para conocer su trayectoria humana, familiar, profesional o los rasgos definidores de su carácter a través del tiempo o de los lugares donde transcurre su existencia. El propio autor deja constancia de que su obra no puede considerarse como una biografía «convencional» porque, verdaderamente, no lo es. Conviene recordar al respecto, como bien sabemos sus amigos, que Miguel Ángel Gozalo lleva en la cabeza y el corazón el periodismo, profesión a la que ha dedicado toda su vida. El libro se construye y discurre a lo largo de sus páginas, a modo de una extensa crónica que adquiere, en ocasiones, cierto aire de ameno reportaje. Se refiere a sí mismo como «El cronista» y el contenido responde a los propósitos de Gozalo que, además de puntuales referencias, a través de las cuales surge con nitidez la figura de Fontán, intercala sustanciosos comentarios que ayudan situar los hechos dentro del contexto y ambiente en el que sucedieron. LAS CUATRO ESTACIONES DE UNA VIDA
Utiliza el autor un esquema original, no exento de matices poéticos, al dividir su «crónica», una vez salvadas las primeras confidencias preliminares, en las Cuatro Estaciones que marcan el recorrido de don Antonio desde los antecedentes familiares, infancia y adolescencia, descritos en el capítulo «Primavera», a los años de juventud y madurez dedicados a la enseñanza de su amado latín, en las universidades de Granada, Navarra y finalmente en la Complutense de Madrid. Actividades que conforman, junto al ejercicio activo del periodismo, el apartado corresponnueva revista · 157
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rafael gómez lópez-egea
diente al «Verano». El «Otoño» nos muestra a un Fontán plenamente incorporado a la política española de la Transición, en la que desempeñó un papel tan destacado como fundamental para armonizar voluntades, limar asperezas y encontrar soluciones viables para todos. Llegamos, por último, a la etapa del «Invierno» cuando, desde la retaguardia continúa ejerciendo ese magisterio que se negaba a reconocer, y sin embargo real, sobre nuevas generaciones de políticos agrupados en torno al proyecto de Nueva Revista que tan destacado papel desempeñaron en los años del Partido Popular bajo la presidencia de José María Aznar. Basta revisar la nómina del consejo editorial de la citada publicación para encontrar nombres bien conocidos: Eugenio Nasarre, Andrés Ollero, Carlos Aragonés, Pilar del Castillo, Miguel Ángel Cortés, Luis Alberto de Cuenca, Santiago de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón, Gabriel Elorriaga, José M. Michavila o Baudilio Tomé, entre otros que prestaron servicios en diversas dependencias del gobierno popular. Miguel Ángel Gozalo cierra su «Crónica» en un capítulo último que nos descubre una realidad en la que todavía estamos inmersos y que nos sirve de vínculo de unión a los que tuvimos la suerte y el privilegio de acompañar a don Antonio en los últimos momentos de su vida. El capítulo final, titulado «El mundo sin Fontán», despierta recuerdos y ciertas añoranzas. Nos falta el amigo, el confidente, el amable consejero en las dificultades de cualquier índole: personal o de trabajo, de alegría o tristeza, de éxitos y fracasos. Nos queda, sin embargo, su ejemplo, y dado que los años pasan igualmente para todos, a los que tal vez fuimos un día los 220
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«chicos de Fontán», como señala Gozalo en uno de los apartados, nos corresponde ahora tomar el relevo. Hemos de saber escuchar las confidencias, inquietudes, dolores y alegrías de los más jóvenes, en lugar de quejarnos por la falta de nuestro querido y admirado maestro. Que, por otra parte, sigue muy vivo, no solo en nuestra memoria agradecida, sino también sus escritos, artículos libros y «Estrenas de Navidad» que nos llegan puntualmente a finales de cada año. Desde ese rincón nos llegan palabras que nos hablan con la misma voz pausada, cálida, llena de sabiduría del maestro. Presencia que no solo pervive en las Estrenas, sino que además se renueva a través de las Fundaciones del Diario Madrid y Marqués de Guadalcanal dedicadas a una intensa actividad, centrada en algunos de los grandes temas que ocuparon la atención de don Antonio: el humanismo, la cultura, las letras, el periodismo, la política... y tantas otras más. UNIDAD DE VIDA
Sin olvidar el ingrediente que explica algo que parece no tener explicación: ¿cómo logró don Antonio abarcar tantas actividades y desarrollarlas de modo brillante y natural, como si no costaran esfuerzo? El secreto reside, tal vez, en lo más íntimo del ser humano cuando logra armonizar su existencia a través de algo de difícil definición que se llama Unidad de Vida, de acuerdo con las enseñanzas de san Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei, al que perteneció Antonio Fontán hasta el momento de la muerte. Episodio que se recoge de forma tan sencilla como emocionada en la crónica de Gozalo, que refuerza con nueva revista · 157
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unas palabras pronunciadas por don Antonio en las horas previas a su muerte: «Dejo esta vida sin tristeza ni pesares y con la alegría de haber hecho algunas cosas... Ofrezco esta agonía por la Obra a la que he dedicado mi vida: el Opus Dei, por mis hermanos y especialmente por el Padre... Por la Iglesia y el Papa. ¡Y por España!» Resulta muy difícil resumir en las breves líneas de una reseña el contenido rico y variado expresado en una prosa ágil, llena de referencias eruditas, digresiones al hilo de los recuerdos anecdóticos y acontecimientos históricos de una España a la que Fontán amaba con todas sus fuerzas. Amor que se iniciaba en su patria chica andaluza desde Sevilla a Guadalcanal, hasta remontarse a la grande y noble historia de nuestro país, hoy perturbado por los avatares de la política estrecha. Una recomendación final: nada mejor que disfrutar del libro crónica a través de una lectura reposada y placentera. Rafael Gómez López-Egea
NOTAS
Arturo Moreno Garcerán, Antonio Fontán Pérez, el espíritu de la política, Ediciones Internacionales Universitarias/unir, Madrid, 2013, 216 pág. 2 Agustín López Kindler, Antonio Fontán, un héroe de la libertad, Edit. Rialp, Madrid, 2013, 357 págs. 1
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Antonio Fontán Pérez MARCO TULIO CICERÓN. SEMBLANZA POLÍTICA, FILOSÓFICA Y LITERARIA Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2016, 352 págs., 25 euros
Este libro, recién salido de la imprenta, es obra póstuma de Antonio Fontán, editado por uno de sus discípulos —Eduardo Fernández— y uno de sus familiares —Antonio Fontán Meana—, que en un auténtico ejercicio de pietas romana asumieron el trabajo ingente de reorganizar y revisar, en estrecha colaboración con Luis Arenal y otros compañeros académicos y discípulos de don Antonio, el texto original que hallaron en distinto grado de elaboración, finalizado en algunas secciones e inacabado en otras. El libro, del que también es editor literario Ignacio Peyró, se presenta acompañado de otros trabajos ciceronianos del autor y va prologado por Benigno Pendás, director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, en cuya colección Civitas acaba de ser publicado. A lo largo de esta recensión, en la que se recoge parte de nuestra intervención en la presentación de esta obra, subrayaremos algunos aspectos que nos han parecido más nueva revista · 157
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relevantes, como 1) la dificultad que entraña realizar una monografía sobre la figura política, filosófica y literaria de Cicerón, un autor que ha provocado tanto interés, como cantidad de bibliografía, 2) la estructura del trabajo, y 3) la manera de leer al autor antiguo, las páginas más destacadas y los rasgos del biografiado que más impresionaron al autor de esta biografía. 1) A Cicerón se debe una obra muy amplia y variada, de la que nos ha llegado una parte muy importante. Tanto es así que resulta ser uno de los autores de los que hoy tenemos más información sobre su vida y más obras conservadas de diferentes géneros: escritos políticos, filosóficos y retóricos, cincuenta y ocho discursos conservados de los cien que aproximadamente escribió, cartas fechadas en su mayoría entre el año 68 y el 43, de las que unas ochocientas son del propio Cicerón y otras dirigidas a él por más de noventa corresponsales, y algunos escasos fragmentos de su poesía y sus traducciones del griego. En suma, lo que hoy nos ha llegado de Cicerón equivale a más de diez mil páginas en las ediciones modernas. Además, Cicerón fue el autor romano de época clásica con mayor proyección, maestro de los escritores de las generaciones futuras, pero reconocido ya en su propia época, considerado autoridad indiscutible desde muy poco después de su muerte y estudiado desde entonces. El interés que despertó Cicerón en los lectores posteriores es la primera razón que explica por qué se conservaron tantas obras y la amplísima bibliografía de toda época que existe sobre él. Por eso, un estudio global sobre la vida y la obra de Cicerón no es un trabajo que pueda acometer cual224
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quiera. Requiere muchos años, si se hace con profundidad y con rigor. Es el caso del libro que comentamos, que es fruto de muchas lecturas a lo largo de toda una vida, porque Fontán escribió su primer trabajo filológico precisamente sobre Cicerón en 1947 (fue una recensión del libro de Walter Rügg, Cicero und der Humanismus). Dos años después volvió a Cicerón preparando una edición universitaria de un discurso, la Defensa del poeta Arquías y nuevamente, en 1951, reseñando el Cicerón de Magariños. En 1957 publicó uno de sus trabajos más importantes sobre Cicerón (Artes ad humanitatem), recogido también en este libro, y después, en 1963, un estudio sobre los conceptos gravis, gravitas antes de Cicerón, publicado en la prestigiosa revista Emerita. En 1966 reseñó las obras de Graff y de Büchner; en 1974 apareció otro de sus trabajos de más relieve sobre Cicerón y Horacio como críticos literarios, recogido en su libro Humanismo romano, donde también se halla otro más dedicado a la personalidad intelectual de Cicerón; en 1978, a propósito de la importancia de la retórica en la literatura latina, volvía obligadamente a Cicerón, como también en 1985 (reseña del trabajo de Leeman y Pinkster sobre el tratado ciceroniano de teoría retórica De oratore) y nuevamente en 1986 para estudiar el influjo de Cicerón en Vives. En 1990, al ocuparse de la revisión del ya citado Pro Archia, añadía, para la misma editorial Gredos, la edición paralela, anotada y traducida, del discurso también ciceroniano en Defensa de Quinto Ligario. De los trabajos de los años siguientes, las páginas dedicadas a los discursos de Cicerón en el año 20011 enlazan ya con las fechas en las que empieza a trabajar en este libro, como se señala en su introducción. nueva revista · 157
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Quería subrayar con esto que Fontán publicó repetidas veces sobre aspectos filológicos concretos de Cicerón mucho antes de enfrentarse al desafío de hacer este trabajo global en el que invirtió parte de su vida. Creo por ello que estamos ante un libro de sedimento en el que se ofrece, con el estilo ágil, característico de Fontán —y que él solía considerar una de sus deudas con el periodismo—, con poco aparato erudito y con muy escasas citas de textos en latín sin traducción castellana, una visión general de cuál fue el significado de Cicerón en Roma, y, sobre todo, qué se puede aprender hoy de Cicerón, en qué medida sigue siendo un modelo para escribir y, más allá de eso, puede ser un modelo de vida. 2) Un acierto sin duda de este trabajo es su estructuración, efectuada de forma que las distintas obras de Cicerón aparecen al hilo de su biografía. Así se puede observar cómo se fueron gestando en unos momentos concretos de su vida y también cómo era Cicerón o cómo se veía a sí mismo. Un ejemplo tomado de sus primeros pasos en la política: Cicerón, como se subraya en este libro, fue uno de los pocos hombres de la Antigüedad que se hizo a sí mismo —self-made man—. No pertenecía a la nobleza, aunque tampoco al estamento más bajo de la plebe. Era lo que se llamaba un homo novus, pero por su formación, por su dominio de la palabra y también por su ambición política logró ascender de clase social y llegar a ser cónsul, que, como recuerda Fontán —pp. 75 ss.—, es el equivalente, más o menos, a ser hoy Jefe del Estado. Pues bien, cuando Cicerón tenía treinta años, empezaba la carrera, el cursus honorum, con un cargo de cuestor en 226
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Sicilia. Era el primer escalón, poca cosa, pero Cicerón dice que él en el ejercicio de su cargo sentía que actuaba «en el gran teatro del orbe, a la vista del mundo entero». No desa provechó su estancia en la isla, en la que llegó a descubrir la tumba de Arquímedes al fijarse, mientras daba un paseo, en los grabados de una lápida que resultó ser la del célebre sabio de Siracusa y, sobre todo, aprovechó su estancia para dejar una fama merecida de buen gestor. Pero especialmente por esas palabras de Cicerón se consideró que era un hombre demasiado presuntuoso. Sin embargo, en esa misma anécdota, como anota Fontán —pp. 83 ss—, Cicerón revela que era capaz de reírse de sí mismo demostrando que tenía ese sentido profundo de humor que nace de la autocrítica, como muestra el final de la narración de ese episodio, pues precisamente cuando había concluido su etapa de cuestor, Cicerón dice que volvía a Roma «tan satisfecho de su gestión como cuestor en Sicilia, que había llegado a pensar que en Roma no se hablaba de otra cosa que de esa magistratura suya». Se detuvo unos días en un balneario cerca de Nápoles y allí coincidió con gente importante que venía de Roma. Un día uno de aquellos ilustres personajes le preguntó qué día había salido de Roma y si había en la capital alguna novedad. No se habían enterado de que él había sido durante un año cuestor en Sicilia, y Cicerón añade al respecto: «Durante el resto de los días que me quedé allí, me hice pasar por uno de los que iban a tomar las aguas en el balneario». 3) Fontán leyó a Cicerón demostrando una vez más, como había hecho con otros autores, una gran capacidad de actualización para poner a los personajes en el mundo de hoy, tanto al propio Cicerón como a las personas que defennueva revista · 157
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dió o que acusó. Es lo que ocurre, por ejemplo, en lo que, en mi opinión, son las mejores páginas de este libro y las que suenan más actuales —el capítulo 2.7, titulado «Frente a la corrupción: las Verrinas», pp. 93-128—. Se trata de los discursos que escribió Cicerón contra Verres, discursos de acusación, escritos a petición de los sicilianos, o más bien de la mayor parte de las ciudades sicilianas, que recordaban la valía y la honradez de Cicerón, demostrada allí en su etapa de cuestor. Sicilia era provincia romana desde el 211 a.C., final de la segunda Guerra Púnica, y estaba gobernada por un funcionario romano con el cargo de pretor que, entre otras misiones, tenía la de cobrar los tributos. La isla era rica en trigo, tan necesario para la población de Roma, y pagaba en especie unos impuestos que se fijaban tradicionalmente mediante un pacto concertado entre los agricultores terratenientes, que representaban la clase alta de la población de la isla, y, de la otra parte, los llamados decumanos o diezmeros que establecían, previo el citado pacto, el diezmo de cosecha que había de ser enviado a Roma. El pretor romano Gayo Verres había dado tan mal ejemplo de gobierno que, en realidad, había ido a la isla paratus ad praedam, «a por el botín», o directamente a robar. Verres había empezado por cambiar el sistema de elección de los cobradores del diezmo y, amañando los concursos, había dado esos puestos a sus amigos; después abolió el antiguo sistema del pacto sustituyéndolo por el de un pago que se fijaba exclusivamente por la autoridad del diezmero. Cicerón preparó cuidadosamente la acusación contra Verres y llegó a escribir siete libros contra él, aunque solo 228
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dos —uno de ellos, para una causa previa— llegaron a ser pronunciados. Se trasladó a Sicilia, habló con testigos y comprobó el latrocinio del pretor romano, al que se acusaba de concusión, es decir, de haber practicado en provecho propio exacciones ilícitas abusando de su poder. Se trataba de uno de esos procesos de repetundis que el derecho procesal romano permitía entablar contra los funcionarios corruptos. Cicerón empezó su discurso haciendo un exordio que se convirtió enseguida en famoso e imitado. A Verres, dice Cicerón, le había condenado ya moralmente la opinión pública por la magnitud de sus delitos. Él acudía al juicio como acusador, no para aumentar la impopularidad del pretor, sino para contribuir a la recuperación del prestigio de la república romana. No era un enemigo personal suyo ni de otro u otros ciudadanos particulares, sino de todos los sicilianos; en definitiva, era un enemigo del pueblo romano y de la justicia que debía imperar en la administración de las provincias del Imperio Romano. Verres era un gran aficionado a las antigüedades y a las obras de arte, y había invertido muchísimo dinero en adquirirlas, cuando no las había robado directamente. Las tenía preparadas en una nave en la que se dirigió a Marsella, una ciudad federada de Roma, libre de la jurisdicción romana ordinaria, donde se exilió voluntariamente —ese fue el único castigo impuesto a Verres— y pudo disfrutar de sus riquezas y de sus objetos hasta que veintisiete años después se los arrebataron, junto con la vida, unos emisarios de Marco Antonio, otro de los enemigos de Roma, a juicio de Cicerón. Efectivamente, para Cicerón los grandes enemigos de Roma habían sido Catilina, que significaba la subversión nueva revista · 157
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de los cimientos del Estado por su planteamiento de una revolución populista; Verres, que significaba la corrupción y por lo tanto la deslegitimación del gobierno de Roma en las provincias, y Marco Antonio, que significaba la monarquía autoritaria y, con ella, el final de la república. El juicio de Cicerón muestra bien, como subraya Fontán, que las Catilinarias, las Verrinas y las Filípicas no son discursos forenses, como otros discursos ciceronianos típicos del ejercicio de la profesión de abogado, sino fundamentalmente obras políticas que traslucen sus convicciones de republicano histórico y conservador, a las que se mantuvo fiel hasta el final de su vida, cuando ya muy pocos creían en ellas. En el tratado De senectute se hallan otros rasgos de la personalidad de Cicerón, como las palabras finales del tratado, que pone en boca de Catón a propósito de la vejez y de la muerte, cuando afirma que el mayor consuelo del viejo es saber que el alma es inmortal y que «la vida no es morada permanente sino hospedaje temporal. Y si en esto me equivoco, en creer que el alma de los hombres es inmortal, me equivoco con gusto y, mientras viva, nadie podrá arrancarme de este error en que me complazco». Proceden en última instancia de la teoría platónica de la inmortalidad del alma, que es bien sabido que fue aprovechada en la literatura cristiana a través sobre todo de Cicerón y san Agustín. Concretamente la imagen de la vida como posada y no como la casa propia se convirtió en un tópico de los sermones sobre la muerte desde la temprana Edad Media. En el libro que comentamos constituyen una de las escasas citas textuales del texto latino, lo que puede ser indicio de la importancia especial que les concedió Fontán. 230
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Y, ante todo, creo que el acercamiento de Fontán a Cicerón se debe a su admiración por la personalidad unitaria del autor antiguo, «que no se puede descomponer en la mera yuxtaposición de las diversas actividades, que en términos modernos se dirían profesionales, que realizó a lo largo de su vida —pp. 143 ss.—. Cicerón fue orador, abogado y escritor, el mejor de su época... Pero su vida fue también la de un político romano. La unidad de su personalidad viene definida por las dos dimensiones sustanciales que la estructuran y dan el sentido de su vida: la del político comprometido en primer lugar y la del intelectual». Efectivamente, la vida de Cicerón estuvo entregada a actividades diferentes ejercidas con coherencia, como también consiguió hacer Fontán en las distintas facetas de su dedicación a la política, a la universidad y al periodismo. Seguramente vio en Cicerón no solo un objeto de estudio, que también, sino un modelo de vida, lo que explica que el lector perciba que este libro está escrito con una cercanía muy especial entre el biógrafo y el biografiado. Ana Moure Casas
NOTA
1 Los trabajos arriba mencionados y aquí citados con más detalle son una muestra de la trayectoria ciceroniana de Antonio Fontán: Arbor 1947, 114-115 (Rüegg, W., Cicero und der Humanismus: formale Untersuchungen über Petrarca und Erasmus, Zúrich 1946); Cicerón. Defensa del poeta Arquías, Madrid, Gredos 1948 —ed. anotada y, en el mismo año, otra bilingüe—; Arbor 1951, 301-302 (Magariños, A., Cicerón, Barcelona 1951); Artes ad humanitatem. Ideales del hombre y de la cultura en tiempos de Cicerón, Publ. Estudio Gral. Navarra, Pamplona 1957; «Gravis, gravitas en los textos y en la conciencia romana antes de Cicerón», Emerita 31, 1963, 243-283; Emerita 1966, 186 ss. (Graff, J., Ciceros
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Selbstauffassung, Heidelberg 1963 y Büchner, K., Cicero. Bestand und Wandel seiner geistigen Welt, Heidelberg 1964); «Cicerón y Horacio, críticos literarios», Estudios Clásicos 72, 1974, 187-216; «La personalidad intelectual de Cicerón y su actitud en la política»: Humanismo romano, Barcelona 1974, 45-68; Emerita 1985, 360 ss. (Leeman, A.D. y Pinkster, H., De Oratore libri III, Heidelberg 1981); «El ciceronianismo de Vives, un humanista español del xvi en los Países Bajos»: Ciceroniana, Roma 1988, 87-98; «Los discursos de Cicerón»: Letras y poder en Roma, Pamplona 2001, 25-30.
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Pedro Cerezo Galán EL HÉROE DE LUTO. ENSAYOS SOBRE EL PENSAMIENTO DE BALTASAR GRACIÁN Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2015, 363 págs., 30 euros
El catedrático emérito de Filosofía Pedro Cerezo Galán ha reunido en este libro doce textos de hermenéutica filosófica —cuatro de ellos ya publicados anteriormente en revistas o libros colectivos; el resto, inéditos— en los que analiza la obra de Baltasar Gracián, que para él constituye «el monumento más complejo y valioso del pensamiento barroco español». Ya en 2012 el profesor Cerezo recogió en Claves y figuras del pensamiento hispánico sus estudios sobre autores relevantes del Siglo de Oro y el Barroco, con los que culminaba una trayectoria investigadora dedicada sobre todo a la filosofía española del siglo xx, con trabajos monográficos sobre Unamuno, Ortega, Machado y Zubiri, entre otros. De este modo, Cerezo se ha ido convirtiendo en uno de los principales referentes en el ámbito del hispanismo filosófico. Frente a las insistentes calificaciones peyorativas que se han vertido sobre la obra de Gracián, que confunden su retórica con un juego de argucias y estratagemas («Labenueva revista · 157
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rintos, retruécanos, emblemas, / helada y laboriosa nadería», como resume maliciosamente Borges en uno de sus poemas) y que reducen su ética a mera prudencia mundana y cálculo de utilidades, Pedro Cerezo reivindica los méritos del estilo conciso y pregnante del jesuita aragonés, el valor inventivo de su teoría del ingenio en la producción de conceptos y el denso trasfondo humanístico de su pensamiento, que anticipa en cierto modo la autonomía moral moderna. La tesis fundamental que subyace a los planteamientos de este libro, como anticipa el autor en el prólogo, se halla en la «inspiración teológica de la obra de Gracián, bien patente en la idea clave de infinito, que está implicada en su ontología de la potencia, su política de la maiestas, su retórica del ingenio creativo y su ética del héroe», si bien se apresura a aclarar que no se trata de una fundamentación metafísica de su pensamiento, puesto que el discurso graciano se mantiene siempre dentro de los límites de una «filosofía autónoma de la praxis». Desde este punto de vista, el ansia de infinito y el afán de verdad parecen erigirse como los dos motores fundamentales del pensamiento del belmontino. Tras ocuparse en la «Obertura» de la injusta y cicatera opinión que Gracián mantuvo respecto a Cervantes, exponiendo su dispar concepción sobre la figura del héroe, los distintos capítulos que componen este libro se van centrando en el análisis de algunos de los principales conceptos que articulan el pensamiento graciano: el poder y sus artificios, el ingenio y el juicio, el infinito, el gran teatro de la corte, la ostentación y la disimulación, la razón de 234
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Estado y la política de la maiestas, la controversia entre la libertad y la gracia, la empresa de ser persona, la prudencia y la autorreflexión, el mixto y los dobles, la máscara y el simulacro, el mundo al revés, la sabiduría de la conversación, la virtud de la entereza, etc. La fórmula de «El héroe de luto», que sirve de título tanto al conjunto del libro como a uno de sus capítulos, se enmarca en la caracterización del héroe graciano, atravesado por la gravedad y la melancolía, frente al intrahombre cristiano de Pascal, lleno de gracia natural, y al superhombre nietzscheano, henchido de entusiasmo dionisíaco. Según esto, el pesimismo ascético, desengañado y combativo del Barroco es el que domina en el ideal heroico de Gracián, heredero de la espiritualidad ignaciana, la institucionalidad jesuítica y el ascetismo contrarreformista; de hecho, como explica Pedro Cerezo, en la simbología graciana el negro es el color de la muerte y representa la sabiduría melancólica que se alcanza mediante el desengaño, así como el esfuerzo de los héroes por lograr la inmortalidad de la fama. Para la adecuada comprensión del pensamiento de Gracián, como bien se apunta desde el comienzo de este libro, es fundamental tener en cuenta que aquel se desarrolla en una época de fuerte crisis cultural, fluctuante entre la metafísica teológica y la nueva ciencia, entre la fe religiosa y el secularismo, entre la ética cristiana de corte neoestoico y la prudencia mundana secular, entre la política heroica de la maiestas y la práctica del maquiavelismo. Por tanto, sus formulaciones se ven acompañadas, cuando menos como telón de fondo, por la controversia entre jesuitismo y jansenismo, por el conflicto nueva revista · 157
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entre los intereses político-religiosos del Papado y los del regalismo secular y por la tensión entre el humanismo pagano y la Contrarreforma. En este sentido, no se deja de subrayar en todo momento el estatuto peculiar de Gracián como «pensador de la Contrarreforma», pues es en ese marco cultural en el que es preciso circunscribirlo para entender de forma adecuada, como hace Pedro Cerezo, el conjunto de su obra. Ernesto Baltar
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María Aboal López LA MUERTE EN GALDÓS Publicacions Universitat d’Alicante, 2015, 228 págs., 16 euros
No hay duda de que la muerte es uno de los temas recurrentes en la literatura: no solo en la lírica y en el drama, sino también en la narrativa, en la que puede llegar a vertebrar la trama. La muerte, desde siempre, nos ha conducido al Más Allá, sea este el vago ultramundo de la mitología grecolatina y de los héroes clásicos, sea el infierno, el purgatorio y el cielo por los que precisamente un escritor latino, Virgilio, conduce a Dante. Y, sin embargo, esta mirada que trasciende cede su paso a una nueva en el siglo xix: la del mero observador, la de quien se queda tan solo con los hechos que puede percibir: la enfermedad, la agonía, el cadáver, el cortejo, la tumba. Más allá de esta última, la mirada no alcanza a ver. Este nuevo fenómeno es objeto de análisis minucioso por parte de María Aboal en La muerte en Galdós. En sus páginas, la autora se centra en la representación de este tema en las novelas del fundador del realismo español decimonónico, consciente de estar, a la vez, retratando las nueva revista · 157
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formas en las que el hombre de aquel tiempo se enfrenta a la muerte. La línea de investigación predilecta de Aboal es la literatura decimonónica, lo que explica su interés por la novela galdosiana; pero también ha incursionado en el campo del periodismo digital y, últimamente, en el de las ediciones académicas digitales de obras de teatro galdosianas y de Pedro Muñoz Seca. La estructura de La muerte en Galdós contribuye a que el análisis sea minucioso. Tras un prólogo de Enrique Rubio Cremades y la introducción, cinco grandes capítulos abordan la mirada galdosiana hacia la muerte, ordenados de acuerdo con una doble secuencia temporal: la de la evolución del escritor canario desde el Romanticismo hasta el Realismo, y la de la misma peripecia del personaje de sus obras, desde la enfermedad hasta el cementerio. Si en el primer capítulo se contempla el abandono progresivo de las huellas románticas en la visión de la muerte, el segundo se centra en la mirada clínica posterior hacia la enfermedad y el cuerpo, y en cómo esta pasa a caracterizar la focalización (en términos de Genette) en las novelas galdosianas. En estos dos capítulos considerados como unidad es en los que se hace patente esa primera secuencia temporal que estructura la obra de Aboal. A la vez, introducen los siguientes, pues la mirada clínica de la que hablamos permite entender la representación onírica de la muerte en novelas como Gloria, Fortunata y Jacinta, Miau o Ángel Guerra, tema de estudio del tercer capítulo; la representación de la muerte (religiosa, de ateos y agnósticos, de los ángeles, repentina, figurada y del suicidio), tema del 238
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capítulo cuarto; y, por último, el olvido que sigue al cortejo, al cementerio y a las tumbas, tema con el que, en una especie de clímax, culmina el capítulo quinto. De esta manera, tal y como recuerda la autora al estudiar la evolución de la imagen de la muerte y de su representación en las novelas galdosianas, asistimos a una de las grandes transformaciones socioculturales del siglo xix: desde la complaciente, afectada y trágica del Romanticismo hasta la «huidiza» de la actualidad, pasando por esa mirada clínica y descriptiva del Realismo y del Naturalismo que, animada por los avances científicos y quizá por la fotografía, la desmitifica. Quedaría a mitad de camino un estudio sobre las obras de don Benito que se contentara con su vertiente meramente realista o naturalista. Esta es la razón de que la autora dé un paso más, al dar cuenta de la dimensión psicológica y espiritual. En ocasiones, la muerte expresa la imposibilidad de alcanzar los sueños e ilusiones de esos personajes románticos que aquí y allá pueblan las novelas galdosianas, como Fortunata, Marianela, Isidora. La exaltación afectiva da paso a la soledad del personaje, rodeado de oponentes o de personajes ajenos a la solidaridad y empatía que exige el momento. Entre estas figuras destacan el médico y el confesor: la ciencia y la fe. A la postre, la muerte acaba por descubrirse como el vacío irremediable en la trayectoria vital, en el cual no cabe sino el olvido. De esta manera, María Aboal responde a una pregunta que va más allá del mero análisis literario, al permitirnos entender una de las claves del siglo xx, del que somos herederos directos. nueva revista · 157
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Digna de admiración es la mirada, no ya de Galdós, sino de la autora de este estudio sobre su obra: una mirada que, al descubrir la presencia igualadora de la muerte y su carácter irremediable, abarca más allá del momento histórico para encontrar similitudes estéticas con las danzas de la muerte del siglo xv y con distintas manifestaciones artísticas y literarias de nuestro Barroco. La mención de Quevedo no podía faltar. Tras las páginas de La muerte en Galdós se adivina una lectura atenta y crítica, confrontada con la de los autores mencionados en la amplia y selecta bibliografía. Al final se incluye un repertorio de enfermedades y un índice onomástico de personajes, auxilio que el lector agradece. Ignacio Roldán Martínez
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Juan Manuel Bonet VIA LABIRINTO Editorial Comares (colección «La Veleta»), Granada, 2016, 368 págs., 35 euros
Suele suceder entre los admiradores de una obra artística o literaria que a la alegría por haberse encontrado juntos en su devoción, siga una convivencia, según los casos, difícil, que para mí al menos se va haciendo más difícil a medida que el fervor asociativo inicial va mudando en imitación del autor, con una ortodoxia vigilada en régimen casi de policía. Pasa entonces que la admiración ha cuajado en un culto; por eso es posible echar mano de lo común con otros ámbitos devocionales y decir, por ejemplo, que quienes comparten la feligresía estética pertenecen a una cofradía. Todos hemos conocido, y pertenecido, a alguna. Quizá lo hagamos aún, a mayor o menor distancia. Es curioso, no obstante, que de igual manera gradual habrá desde el comienzo miembros más o menos librepensadores, junto a otros, ciegos devotos (cada cual tiene su naturaleza y siente a su manera lo que Bloom llamó «the anxiety of influennueva revista · 157
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ce»). Pero lo que resulta ya menos costumbrista —y de más calado— es justamente la razón y la sinrazón de lo que Ferlosio llamaba en su conocida y maravillosa solapa «el afán emulatorio». En cada una de nuestras admiraciones es como si entreviéramos el atisbo de una plenitud, una realización personal de lo que, al modo kantiano, llamaríamos la posesión de un juicio estético. Pero es precisamente su ajuste con la persona del poseedor lo que lo convierte en irrepetible, en inimitable. Sin embargo, quien mueve a la admiración por la obra, también mueve a la imitación del gesto. Porque el seguimiento es la manera positiva de nombrar el mismo fenómeno que en su versión negativa se llamaría replicación, copia. A lo largo de muchos años, he coincidido con Juan Manuel Bonet en unas cuantas cofradías. Que recuerde ahora, están, entre las de mayores, la de Ramón Gaya, la de Juan Manuel Díaz-Caneja, la de José María Eguren, no sé, la de Cirlot..., puede que alguna otra. Lo importante del caso, sin embargo, es que aun formando parte de muchas (y, en muchos casos, de lo que vendría a ser su junta directiva), él no se arrodilla en la capilla de ninguna; tiene la suya propia. Juan Manuel Bonet es uno de los rarísimos individuos contemporáneos nuestros a los que creemos capaces de promover —con su obra— esa rara devoción, esa atracción suficiente como para suscitar la imitación —de su mundo—. jmb es, sin ir más lejos, el único crítico de arte que ha hecho del gusto personal lo más parecido a aquel juicio estético, alguien, pues, que en el terreno artístico ha suscitado verdades compartidas a partir de lo que, en principio, eran solo pasiones privadas. Pero justamente es esto lo que lo pone en riesgo patético 242
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de imitación. Merece la pena que nos detengamos a pensar qué ha ocurrido entonces, sospechando ya que bajo estas comidillas se encuentra algo más grave, algo que consiste en la incapacidad que la adhesión inatacable tiene, paradójicamente, para comprender rectamente su poesía. Como se recuerda a menudo, T.S. Eliot decía en «Función de la poesía y función de la crítica» que la experiencia de escribir y la de leer un poema son radicalmente distintas; el lector, al contrario que el poeta, no experimenta el material poético —o sea, la vida— sino la poesía —es decir, su vuelco imaginario, simbólico—; sin embargo, lo que al seguimiento mimético le impide esa comprensión es creer que el camino hacia otra realización igual de admirable, comienza por adoptar como propio el mismo material. Yo sufro mal, por ejemplo, a quien a vuelta de una esquina, tras el intercambio de las convenidas contraseñas y sacar a plaza el nombre de nuestro poeta, comienza a hablarme de Satie, de Cracovia, del cubismo polaco, de Tintín o del fotógrafo Sudek... Y nada tendría la cosa del otro jueves si esas menciones nos llegaran por separado y de individuos distintos; pero no es así: quien nos levanta la desagradable sensación del remedo nos las ofrece juntas, en paquete, como si —en efecto y para decirlo après Eliot— el material experimentado por el poeta y transmutado en música de la vida pudiera ser trasplantado en otra personalidad y dar como resultado una tan irrepetible poesía. Así que la alusión comanditaria a los nombres de los autores (Satie, Pound, Elkscamp, Morandi, Sima, Paul Jean Toulet...) y de las innúmeras ciudades, y de instantes como cenizas que reviven en forma de pintura, de estampa, de pájaro nueva revista · 157
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carpintero, de radio en un día de entreguerras, de piano al otro lado de la pared..., todo eso —junto— hacemos bien en consentírselo únicamente a su poeta y en no permitírselo a ninguno de sus adeptos. Precisamente porque se trata de «instantes», es decir, de ocasiones de una experiencia íntima de vida, antes que de un archivo o repertorio de obras (y otra cosa es que, en el caso de jmb, exista desde luego un equívoco de base que induce, en efecto, al extravío, porque nos encontramos desde luego ante una intimidad fundamentalmente constituida como museo de cultura). Pero la reproducción de su colección, quiero decir, será señal de no haber comprendido nada. Comprender a jmb, comprender su poesía sin par, no nos exige —sino, según me parece a mí, todo lo contrario— compartir con él la afición por las fotos de Bernard Plossu, por el falso marqués de Vilanova o por el poeta Alphonsus de Guimarâens (¿quién conoce a Alphonsus de Guimarâens?)... De no ser así, ¿cómo alguien —como es mi caso— que no se siente especialmente cerca de Paul Morand, de Tintín ni de Cracovia, puede sin embargo recibir su emoción particularísima? Fue él mismo en La ronda de los días quien habló de una poesía sin forma (para la que, sin embargo, no encontraba la forma de expresión); pero la más profunda razón de ese anhelo se encuentra, según he creído observar, en la búsqueda de una correspondencia artística con la condición sin centro de su vida personal. No es un mundo —es decir, un material— lo que propiamente jmb nos ofrece, sino más bien una poesía gran parte de cuya virtud estriba precisamente en aparentar que no tiene forma (solo las formas 244
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pueden ser imitadas), una poesía hecha de la dispersión, la eventualidad, la fugacidad, la arbitrariedad sin centro, la fuga sin fin de una vida privada. Lo que convierte en privativa, diríamos, la poesía de jmb procede de su privacidad. Este poeta nacido en París, hijo de madre francesa y padre gallego, criado en Sevilla, residente (por lo general) en Madrid, desposado con polaca de Varsovia, en permanente deambulancia profesional, encuentra su admirable voz en el temblor de las ocasiones en que su propia falta de asiento, de fijeza, es contrastada fugazmente con la imaginaria estabilidad de las vidas de otros, para él vedada, y acogida eventualmente ante unas estampas japonesas, bajo las estrellas de un cielo que se diría de 1940, junto al farol de una calle negra, sobre unas hojas que el viento se lleva, o, ¿quién lo esperaba?, al dejar atrás, en un amanecer, las chimeneas fabriles de los polígonos de Mataró. (A mí me ha parecido verlo adentro de su sueño en ciertos instantes compartidos en un jardín de Kioto, ante las hélices de unos viejos aviones varados en la nieve de Alaska, pero también en Cieza, en Estella o en Tomelloso.) En todo caso, así es como jmb convierte en intocable lo que toca. Hablamos, en definitiva, de una poesía trasunto de un destino. De pocos como de él se puede decir lo que Pedro Salinas decía de Antonio Machado: que «hace lo que dice». Y esa privacidad que es condición de su excepcional poesía todavía admite una consideración, que finalmente concierne a la historia literaria española (y en realidad al sentir de la historia en general). Solo hay que fijarse en el aspecto de esta poesía completa que ahora publica Andrés Trapiello en La Veleta para darse cuenta de la exacta comnueva revista · 157
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pañía que el libro hace a su contenido; sin duda estamos ante una aventura compartida. (Recuerdo que la evocadora Via Labirinto procede de un verso de Plaza del árbol, unos poemas publicados junto a los grabados de Manolo Rey Fueyo, que también tuve la fortuna de presentar.) Pero el encantador modo de jugar ahora a hacer una portada como casera, sobre otra compuesta a partir de un semi tosco dibujo provinciano de Ottone Rosai, rematada se diría con la aparente torpeza de una ilusión de ingenuidad, dice ya algo, mucho, de la poesía que contiene, y como ella es a propósito pobre, desavisada, pequeña. El primer libro de jmb —La patria oscura (luego vendría Café des exilés y siempre la falta de fijeza, de anclaje)— fue publicado en 1983 por la editorial Trieste, el antecedente de La Veleta. Pues bien, cuando el editor y el poeta comenzaban sus respectivas aventuras rescatando para la mesa de la actualidad nombres que parecían no solo olvidados (como referencias históricas) sino prácticamente expulsados de esa misma historia —que podían ser Miguel Vilallonga, Rafael Sánchez Mazas, o ser Ramón Gaya o Luis Pimentel— no estaban solo incluyendo lo excluido, sino justamente dando voz así a la subjetividad particular en un mundo cultural todavía dominado por la razón histórica que se quería objetiva, con su racionalidad sobre todo política, pública, social. Esto significaba, en España, un giro del tiempo tal como el que por todas partes parecía haber cancelado aquella narración progresiva (tan determinante hasta entonces en la historiografía artística y literaria moderna) y una apertura a múltiples direcciones, tantas como las de quienes habían resultado desechados por no obedecer 246
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via labirinto
antes al determinismo de la objetividad. De pronto y por entonces, otra experiencia de la temporalidad comenzó a poner en tela de juicio aquella dirección única según la cual las innovaciones se habían venido sucediendo unas a otras en un proceso de amortización y constante olvido. Más de treinta años después, lo verdaderamente extraño es que los museos y demás centros de la llamada «cultura contemporánea» (que tan bien conoce jmb) persistan en la suposición de que aquella dirección única de la historia cultural y su sola narración social y política han de seguir legislando acerca de lo que deben guardar los archivos, leer los lectores y conservar los museos, sordos, desde luego, para con las pequeñas músicas del tiempo, las frágiles, las efímeras músicas de las vidas. Enrique Andrés Ruiz
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157 h a n c o l a b o r a d o Enrique Andrés Ruiz
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