DE POLÍTICA, CULTUR A Y ARTE
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Sumario ueva evista
Nueva Revista
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1516, annus mirabilis: El Príncipe de Maquiavelo, Institutio Principis Christiani de Erasmo, Utopía de Tomás Moro ANTONIO FONTÁN La filosofía, al rescate de la política. Conversación con el filósofo Alejandro Llano MIGUEL ÁNGEL GOZALO Venezuela. El verdadero rostro del chavismo EMILI J. BLASCO Argentina: el triunfo del cambio GUILLERMO HIRSCHFELD
UNIR TEATRO. LÁGRIMAS SOBRE EL VIENTO 70 72 75 80 83
Lágrimas sobre el viento, un homenaje a León Felipe IGNACIO AMESTOY Ganarás la patria DANIEL PÉREZ La obra dramática de León Felipe JOSÉ GABRIEL LÓPEZ ANTUÑANO León Felipe. De Tábara a México, un viaje con demasiadas lágrimas en el viento IGNACIO GARCÍA Lágrimas sobre el viento. A partir de la obra poética de León Felipe JOSÉ GABRIEL LÓPEZ ANTUÑANO
PANORAMA DE ACTUALIDAD 128 144 157
El estado relacional. De la teoría a la práctica BEGOÑA CONDE Y RAFAEL BENGOA El mito del ranking universitario MIGUEL ÁNGEL GARRIDO GALLARDO La conciencia nacional de Naguib Mahfuz. Un tribunal para la historia de Egipto ANTONIO R. RUBIO PLO
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PRINCIPIOS DE POLÍTICA Y POLÍTICA DE PRINCIPIOS
CULTURA 170 182 194
Sobre el arte de escribir AMANDO DE MIGUEL Francamente Frank: la Gran Novela Americana de la crisis LUIS RIVAS Exposiciones en Madrid. Edvard Munch y el Divino Morales JESÚS YUSTE
IGLESIA CATÓLICA 208
Junípero Serra. Fundador, pionero y santo CARLOS ARRIZABALAGA
DE POLÍTICA, CULTURA Y ARTE FUNDADA POR
PRESIDENTE
Antonio Fontán
Eugenio Fontán Oñate
EDITOR/DIRECTOR EDITOR ADJUNTO
Miguel Ángel Garrido Gallardo
Miguel Ángel Gozalo
Antonio Barnés, Elogio del libro de papel (MIGUEL ÁNGEL GARRIDO GALLARDO) Luis Alberto de Cuenca, Los caminos de la literatura (MIGUEL ÁNGEL GARRIDO GALLARDO) Benigno Pendás, Democracias inquietas. Una defensa activa de la España constitucional (MARIANO VIVANCOS COMES) José Miguel Serrano Ruiz-Calderón, Democracia y nihilismo. Vida y obra de Nicolás Gómez Dávila (JOSEMARÍA CARABANTE) Tomás Páez (coord.), La voz de la diáspora venezolana (MIREYA FERNÁNDEZ MERINO) Francisco López Rupérez, Fortalecer la profesión docente. Un desafío crucial (ELENA MARTÍNEZ CARRO) Rüdiger Safranski, Goethe. La vida como obra de arte (RAFAEL RODRÍGUEZ TAPIA) Pío Baroja, Los caprichos de la suerte (JUAN MARQUÉS)
ARGENTINA. MARTÍN ORDUNA CENTROAMÉRICA. FEDERICO HERNÁNDEZ AGUILAR Y JAVIER BOLAÑOS TELLECHEA CHILE. ALEJANDRO SAN FRANCISCO COLOMBIA. CARMEN MILLÁN MÉXICO. AURELIO GONZÁLEZ PERÚ. JOSÉ DE LA PUENTE BRUNKE URUGUAY. FERNANDO AGUERRE VENEZUELA. RAFAEL ARRÁIZ LUCCA SUSCRIPCIÓN A NUEVA REVISTA WWW.NUEVAREVISTA.NET
CONSEJO EDITORIAL
Sucre Alcalá, Carlos Aragonés, José M. de Areilza Carvajal, Gaspar Atienza, R E DA C C I Ó N , A D M I N I S T R A C I Ó N Y P U B L I C I DA D
Manuel Barranco Mateos, José María Beneyto, Juan Bolás, Emilio Bonelli
NUEVA REVISTA DE POLÍTICA, CULTURA Y ARTE
Almansa, 101. 28040 Madrid Tel: 91 189 23 70 info@nuevarevista.net www.nuevarevista.net
García-Morente, Francisco Cabrillo, María José Canel, Pilar del Castillo, Miguel Ángel Cortés Martín, José Manuel Cruz Valdovinos, Luis Alberto de Cuenca, José de la Cuesta Rute, Álvaro Delgado-Gal, Miguel Durán Pastor, Nazareth Echart, Gabriel Elorriaga Pisarik, Luis Miguel Enciso Recio, Javier Fernández del Moral, José Mª Fluxá Ceva, Manuel Fontán del Junco, Antonio E D I TA
Fontán Meana, Gregorio Fraile Bartolomé, Javier Gomá Lanzón, Rafael Gómez López-Egea, José Luis González Quirós, Guillermo Gortázar, Miguel Ángel
DISTRIBUCIÓN
Rafael Llano, Isabel Martínez-Cubells, Julio Martínez Mesanza, Carlos Mayor
SGEL Quioscos y tiendas de prensa - Tel: 91 657 69 00 LIBROMARES Librerías - Tel: 91 354 16 71 I M P R I M E Anzos, S.L. Fuenlabrada, Madrid Noviembre 2015
Oreja, José Mª Michavila, José Antonio Millán Alba, Diego Mora-Figueroa, Arturo Moreno Garcerán, Eugenio Nasarre, Luis Núñez Ladevéze, Andrés Ollero Tassara, Julio Pascual, Alfredo Pérez de Armiñán, Rafael Puyol, Dámaso Rico, Antxón Sarasqueta, Ángel Sierra de Cózar, Jaime Siles, Marqués de Tamarón,
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Baudilio Tomé Muguruza, Jesús Trillo-Figueroa, José Mª Vázquez GarcíaPeñuela, Ignacio Vicens y Hualde y Gustavo Villapalos.
A D J U N TA A D I R E C C I Ó N SUBDIRECTORES
© Nueva Revista ISSN: 1130-0426 Depósito legal: M-1537-1990
Pilar Soldevilla Fragero
Josemaría Carabante, Martín Santiváñez
Esta revista ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
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PRINCIPIOS DE POLÍTICA Y POLÍTICA DE PRINCIPIOS
Vamos a empezar a ver en 2016, bien metidos ya en la andadura de la Edad Posmoderna, las consecuencias que acarrean las elecciones generales celebradas ahora en tres grandes naciones del universo hispánico al que pertenece Nueva Revista, Argentina, Venezuela, España. Si no estuviera tan manoseado por los medios, sería acertado colocar el adjetivo histórico («acontecimiento histórico») al referirse a cada uno de los casos. Estaban en juego cosas importantes: en algún caso, el respeto a los Derechos Humanos. No hay que frivolizar. Sin embargo, en los recientes procesos electorales se ha hablado mucho de las circunstancias sociales y emocionales que podrían proporcionar los resultados que efectivamente han tenido lugar. No han cesado los dimes y diretes sobre populismos, estrategias, tacticismos e incluso postureos (¡admirable neologismo!). Es decir, se ha aceptado comúnmente que existen unos principios para actuar en política cuyas reglas pueden ser aprendidas en las más variadas escuelas de negocios. Son principios que funcionan en sociedades sin principios, especialmente en nuestra sociedad del espectáculo (véase, si no, los pésimos resultados que obtienen las instancias con principios —unos o los contrarios— en muchas ocasio-
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nes). Parece que no nos libramos de la demagogia («que se arrastre al pueblo»), aunque sea literalmente lo contrario de la democracia («el pueblo es soberano»). La comunicación que ha sostenido las propuestas no se ha basado habitualmente en una retórica «nutritiva», sino en una retórica «consoladora», o sea, no en abrir perspectivas de bien mostradas con base racional, sino en hacer creer que lo que nos dicen es lo que nosotros pensamos (y también, por supuesto, lo que piensan los que no piensan como nosotros). Claro que en situaciones distintas y distantes pasaba ya lo mismo y maquiavelismo perdura como término que señala la inmoralidad de someter los principios a la consecución del poder. Es bueno pensar. Y para facilitar la reflexión, hemos seleccionado unos párrafos del libro Príncipes y humanistas que el fundador de Nueva Revista, Antonio Fontán publicó en 2008 (Madrid, Editorial Marcial Pons). Están en el capítulo que dedica a tres obras de filosofía política, que circularon en la Europa de 1516, en los albores (distantes y distintos, hemos dicho) de la Edad Moderna. Nihil novum sub sole. Nueva Revista ha seguido con mucho interés estas elecciones y aquí van ya sendos artículos que iluminan respectivamente los casos de Argentina y Venezuela. Los resúmenes fragmentarios de El príncipe de Maquiavelo; del espejo de príncipes, de Erasmo y Utopía, de Tomás Moro solamente tienen por objeto que en el fragor de las entrecruzadas preguntas sobre qué hay de lo mío, subsiguientes a los cambios políticos, encontremos espacios que nos permitan pensar en una política de principios, aunque pensar así no sea lo políticamente correcto. El mismo sentido tiene la entrevista que nos concede el filósofo Alejandro Llano para la ocasión.
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EL PRÍNCIPE DE MAQUIAVELO, INSTITUTIO PRINCIPIS CHRISTIANI DE ERASMO, UTOPÍA DE TOMÁS MORO Antonio Fontán
Tres libros de 1516 hacen de esa fecha el annus mirabilis de la filosofía política europea de los primeros siglos de la Edad Moderna, El príncipe de Maquiavelo, la Institutio principis christiani de Erasmo y la Utopía de Tomás Moro. M A Q U I AV E L O Y S U P R Í N C I P E
Parece que la primera de estas tres obras no fue impresa hasta unos años después de la muerte del autor. Igual suerte correrían los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, el otro libro político que Maquiavelo había escrito casi por el mismo tiempo. Pero hay sobrados indicios de que en 1516 El príncipe circulaba ya en los medios políticos y culturales de Italia, encabezado por la ampulosa y adulatoria 4
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epístola con que el filósofo florentino lo dedicaba a Lorenzo de Médicis (Lorenzo II, 1492-1519), el «hombre fuerte» de Florencia desde que su tío Juliano (1479-1516) se trasladó a Roma como gonfaloniero, o «abanderado», de otro Médicis, León X, que había sido elegido Papa en junio de 1513. Las ediciones de Il Principe suelen ir precedidas de una carta del autor a su amigo, el político e historiador de Florencia Francesco Vettori (1474-1538), en la que le da cuenta de la aburrida e insatisfactoria vida que estaba obligado a llevar en su casa familiar de San Casciano, cerca de la capital, pero alejado de las ocupaciones políticas y literarias de su anterior actividad pública. Hacia el final de la epístola, fechada el 10 de diciembre de 1513, Maquiavelo menciona el opúsculo De Principatibus que en esos últimos días del año estaba prácticamente terminado y que él se proponía dedicar a Juliano de Médicis (1479-1516). No hay duda de que se refería a la obra que luego envió a Lorenzo, probablemente utilizando en la carta dedicatoria pasajes enteros del escrito que había preparado para Juliano. Los Médicis habían recobrado el poder en Florencia en 1512 tras quince años de exilio, durante los que Maquiavelo había colaborado con el gobierno republicano que los mandó al destierro. Ofreciendo este trabajo suyo al Médicis que era entonces el más poderoso de ellos en Florencia, Maquiavelo esperaba ganar el favor de la familia que se había hecho de nuevo con el gobierno de la ciudad y reanudar así su carrera de funcionario y de diplomático. El retorno de Maquiavelo a la vida pública y al favor de los gobernantes de su ciudad no se produjo, sin embargo, hasta después de la muerte de Lorenzo, cuando nueva revista · 155
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otro Médicis, el cardenal Giulio —que en 1523 sería Papa con el nombre de Clemente VII— hizo que el Studio o universidad florentina le nombrara historiador oficial de la república con un sueldo para aquellos tiempos estimable. En 1525 Maquiavelo pudo entregar a este Papa, ocho volúmenes de su Historia de Florencia. Pero, además, había escrito otros libros de carácter literario o de asuntos militares, de desigual valor. Según los especialistas la Storia florentina es notable y brillante, pero más la obra de un político que de un historiador en el sentido moderno o profesional de la palabra. ERASMO Y SU INSTITUTIO
El primer destinatario de la Institutio erasmiana fue el futuro Carlos V (1500-1558), conde de Flandes y duque de Brabante, que en 1515 había sido proclamado mayor de edad por los Estados Generales de los Países Bajos, asumiendo con ello personalmente el gobierno de las Provincias. Erasmo, tras una estancia en Inglaterra entre 1511 y 1514 y unos meses en Basilea junto al editor Juan Froben, había vuelto a los Países Bajos en 1515, con un príncipe joven, al que en los momentos iniciales de su reinado rodeaban políticos e intelectuales que se consideraban amigos y discípulos del maestro holandés. Al organizarse la corte y el gabinete del nuevo soberano, ya mayor de edad, se nombró miembro del Consejo al ilustre humanista, que era el más prestigioso escritor y filósofo de Europa en aquellos tiempos. No se le asignaban obligaciones o tareas específicas, pero se le atribuía un «estipendio». Erasmo se sintió obligado a corresponder 6
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de alguna manera al honor que le dispensaba un príncipe, que no solo era el soberano de su patria neerlandesa, sino además el nieto mayor y heredero del emperador Maximiliano y de los monarcas españoles. En ese mismo 1515 el filósofo visitó a Carlos para agradecer su designación y a finales del año siguiente, en una nueva audiencia, le hizo entrega de su Institutio recién impresa en Lovaina en los talleres de Maertens. Probablemente Carlos, como dicen algunos biógrafos, no leyó nunca el libro, que estaba escrito en latín, si bien hay momentos de su gestión política e incluso algunos documentos personales de la época de su madurez en que parece escucharse el eco de la doctrina erasmiana. Por ejemplo, cuando en el documento de Augsburgo de 19 de enero de 1548, Avisos o instrucción para el príncipe, su hijo, recomienda a Felipe que, ante todo, ha de favorecer la justicia y mantener la paz, no entrando en guerra sino forzadamente y «que Dios y el mundo sepan y vean que no podéis hacer menos». (A eso parece apuntar la sustancial coincidencia de este Aviso de Carlos a su hijo con las primeras palabras del último capítulo de la Institutio —De suscipiendo bello—. «El buen príncipe —escribe en ese lugar Erasmo— no entrará nunca en una guerra salvo cuando, después de haberlo intentado todo, no ha podido por ningún medio evitarlo».) MORO Y SU UTOPÍA
La «editio princeps» de la Utopía salió también de las prensas lovanienses de Maertens a finales de 1516, por recomendación de Erasmo y otros amigos suyos y del autor, como el acaudalado consejero del príncipe Carnueva revista · 155
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los, Jerónimo Busleyden, de Malinas, y el antuerpiense Pedro Gilles (Petrus Aegidius), que es uno de los pocos personajes reales que aparecen en la obra en diálogo con el protagonista, que era una invención de Moro, y con el propio autor del libro. Esta edición lovaniense de Utopía se abre con unas cartas cruzadas entre Gilles, Busleyden, Moro y algún otro ilustre neerlandés amigo de ellos, más una ingeniosa y divertida epístola de Moro a Gilles, en la que en un contexto irónico y pleno del humor británico, finge consultarle detalles de las supuestas conversaciones que habrían tenido en Amberes con Rafael Hythlodeo, la creación literaria moreana que sería el protagonista de los dos libros de Utopía. En esa epístola Moro cuenta a Gilles —que ya lo sabía— cómo y por qué ha escrito el libro y se extiende sobre la acogida que espera —y teme— que vayan a dispensarle sus posibles lectores. En las siguientes ediciones de París (1517) y Basilea (marzo y noviembre de 1518), la presentación de la Utopía se enriquece con otras dos epístolas laudatorias, nada menos que de Erasmo y de Guillermo Budé, las más destacadas figuras del humanismo en aquellos años. M A Q U I AV E L O
Nicolás Maquiavelo (Florencia, 1469-1527) fue hombre de más talento y ambición que reconocimiento como filósofo y escritor a lo largo de su vida. Su fama de pensador y literato, que alcanzaría dimensiones universales, es póstuma. Il Principe, su libro de 1516, dedicado a Lorenzo de Médicis, fue pronto conocido en los círculos políticos y culturales de Italia, pero no se imprimió por primera vez 8
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hasta 1532, cinco años después de la muerte del autor, con una licencia especial del papa Clemente VII, un Médicis como el destinatario de la obra. Pero hasta entonces apenas se había difundido fuera de la península itálica. Este libro y los Discursos sobre la primera década de Livio, compuestos por el mismo tiempo, son la aportación del autor a la filosofía política europea, tan grande como discutida desde hace cinco siglos ya. El primer capítulo de El príncipe empieza afirmando que todos los estados de la historia son repúblicas o principados. De las repúblicas dice que no se va a ocupar porque lo ha hecho largamente en otro lugar. Sin duda, se refiere al primero de los tres libros de los Discursos, que estaría ya terminado cuando se escriben las páginas iniciales de esta otra obra. El realismo político y la experiencia italiana aconsejaron al autor reducir a estas dos las tres formas de estado de Aristóteles y de Cicerón. (Medio siglo después el jurista y politólogo francés Jean Bodin —Bodino— (1529-1596) en sus libros Sobre la república restablecería la división tripartita de griegos y romanos.) Los principados, es decir los gobiernos absolutos de ciudades, reinos u otros territorios, son hereditarios o son «nuevos». Los primeros no plantean a sus monarcas los problemas que van a ocupar a Maquiavelo. Además, en Italia y entre italianos, apenas hay más caso que el ducado de Ferrara, donde reina un «príncipe natural», o sea histórico, y por tanto con menos dificultades para mantener su dinastía en el poder. Y a Maquiavelo en este libro, igual que en los Discursos y en el resto de sus obras, incluso en sus comedias y en sus escritos de asuntos militares, le innueva revista · 155
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teresa sobre todo Italia, como se ve en el brillante discurso con que se cierra Il Principe. UN MÉTODO DIALÉCTICO
Pero el renombre universal de Maquiavelo proviene de las principales cuestiones tratadas en sus dos famosos libros políticos, que son mucho más generales que esas concretas y frecuentes referencias suyas a la Italia de su tiempo, tantas veces convertida en campo de guerra civil entre príncipes, ciudades y repúblicas, cuando no en escenario de las invasiones de potencias extranjeras que se disputaban el dominio militar de la península. La filosofía política del autor del Príncipe es notable, e incluso novedosa, por su método y por su contenido. Maquiavelo es un dialéctico que emplea en sus razonamientos las técnicas de la definición y de la división para organizar su pensamiento y expresarlo. Las divisiones bimembres que enseñaba la lógica antigua y medieval sirven de articulación a sus razonamientos. Por ejemplo, los estados son monarquías o repúblicas. Los primeros —principados— son nuevos o hereditarios. Entre los nuevos, unos son tutti nuovi y otros son mixtos, como ya se ha dicho en relación con lo que Maquiavelo querría que ocurriera con Italia, y había pasado con la incorporación al reino de Francia de Bretaña, Borgoña y Normandía. Los gobiernos de un reino o son absolutos, con un solo señor y los demás siervos, como el de los turcos, o hay en ellos instituciones, parlamentos, señoríos, etc., como en Francia, que limitan de hecho el poder del rey. Si un príncipe conquista un estado de otro príncipe, o lo hace con armas propias o con 10
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armas ajenas. En el primer caso su éxito será obra de la «virtù» del que lo ha conseguido, y en el otro de la «fortuna» de su aliado, etc., etc. Fiel a la misma tecnología dialéctica de contraponer dos elementos en la enunciación de su discurso, cuando en la segunda parte del libro analiza las tácticas militares de los príncipes, la composición de sus ejércitos y hasta las virtudes que deben practicar para mantener o engrandecer sus estados, Maquiavelo, el pensador renacentista y moderno, construye sus análisis siguiendo esos preceptos de la lógica tradicional, que en no pocas ocasiones encierran su discurso en la rígida armadura de una forzada disyuntiva —aut... aut— en la que no siempre cabe cómodamente la rica variedad de la historia. LOS PRÍNCIPES Y SUS CONDUCTAS
En este capítulo VIII, en que se exponen ejemplos de crueldad o perversidad de los dueños de un gobierno, se pregunta Maquiavelo cómo es que príncipes de ciudades o de pueblos que se han conducido así, hayan vivido largamente seguros en su patria y hayan logrado defenderse de los enemigos exteriores sin tener que hacer frente a conspiraciones de sus propios ciudadanos, mientras que otros, con un comportamiento semejante, no consiguieron mantenerse en el poder ni en tiempos de paz ni de guerra. La respuesta que ofrece el filósofo no deja de ser sobrecogedora para una sensibilidad moderna y es una de las afirmaciones doctrinales que justifican la acusación de inmoralidad que desde pocos años después de la publinueva revista · 155
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cación de su libro han lanzado contra él pensadores, teólogos y políticos tanto cristianos como laicos. Maquiavelo dice que eso ocurre porque hay dos clases de crueldades, «las mal empleadas y las bien empleadas» —crudeltà male usate o bene usate—. «Se puede llamar bien empleadas (si es lícito decir que es bueno lo que es malo), a las que se practican de una vez —si fanno ad un tratto— por la necesidad de afirmarse en el poder y después, una vez logrado esto, no se insiste en ellas, sino que se procura que sus efectos sean lo más útiles que se pueda para los súbditos». Las otras son las que, habiendo sido pocas al principio, se aumentan con el tiempo. Los que han practicado las primeras pueden después arrepentirse delante de Dios y ser útiles a los hombres prestando servicios al estado. «Las injurias se deben hacer todas juntas y así ofenden menos, y los favores se deben hacer poco a poco y de este modo se disfrutan más». Es preciso reconocer que en este lugar, igual que en otros de parecido tenor, Maquiavelo no habla en términos de ética sino, por así decir, de «pragmática», y en algún pasaje como el aquí reseñado, llamando a las cosas por su nombre, reconoce que no es lícito hablar bien del mal (del male... dire bene). Los textos en que más netamente se expresa lo que se suele entender por el «maquiavelismo» de Maquiavelo se encuentran a partir del capítulo XV, si bien para analizarlos correctamente hay que situarlos en el contexto de política práctica en que el autor los enunció. Se trata, en primer lugar, de exponer, dice, cómo ha de conducirse un 12
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príncipe con sus súbditos y con sus amigos. Él quiere escribir cosas útiles para los que gobiernan y para eso ha decidido abordar las cosas tal como son y no entretenerse con fantasías. Muchos autores se han imaginado repúblicas y principados que no se han visto nunca y nadie sabe que hayan existido. (Si Maquiavelo hubiera podido conocer el libro de Erasmo sobre la educación del príncipe, seguramente habría incluido algunos de sus capítulos entre estos escritos de «política ficción»). Porque hay tanta distancia entre lo que es la realidad y lo que debería ser, que el príncipe que lo olvida se expone a perder su estado, «porque un hombre que quiera hacer profesión de bueno siempre y en todos los asuntos puede buscar su propia ruina en medio de tanta gente que no es buena. Por lo que es preciso que un príncipe, que se quiere mantener en su gobierno, aprenda a ser bueno y no bueno, y a actuar de una manera u otra según lo impongan las circunstancias». Dejando aparte las imaginaciones y discurriendo por realidades, es manifiesto, dice Maquiavelo, que en todos los hombres, y sobre todo en los príncipes por estar en lugar más alto, se observan conductas que les hacen ser vituperados o alabados. Uno es liberal y el otro mísero; uno generoso y otro rapaz; uno cruel y otro piadoso; uno desleal y otro fiel. Y así con otras cualidades: afeminados y pusilánimes o bravos y animosos, humano en el trato o soberbio, lascivo o casto, sincero o astuto, duro o fácil, grave o ligero, religioso o incrédulo, etc. (Casi toda esta relación de virtudes y vicios contrapuestos aparece enunciada en forma disyuntiva aut... aut mencionada antes). nueva revista · 155
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«Todo el mundo dirá que lo más digno de alabanza es que un príncipe reúna todas las cualidades que son tenidas por buenas entre las que he mencionado». Pero como por las condiciones de la naturaleza humana, dice Maquiavelo, no es posible reunirlas todas y obrar siempre conforme a ellas, es necesario que el príncipe sea lo suficientemente prudente para huir de la infamia de las que le quitarían su «estado», y no le importe incurrir en vicios que le ayuden a conservarlo. «Porque bien considerado todo, siempre se encontrará algo que parezca virtud y su práctica acarrearía la ruina, y otra cosa que pareciendo vicio garantice al príncipe seguridad y bienestar». Una virtud del príncipe podría ser la liberalidad en el gasto de sus recursos. Pero eso no deja de ofrecer inconvenientes prácticos si le obliga a gravar fiscalmente a su pueblo cuando se le presente una urgencia política o militar y le encuentre sin recursos. Julio II, un contemporáneo de Maquiavelo, tuvo fama de dispendioso en demasía. Y lo fue, en efecto, per aggiungere al papato —para alcanzar el Papado—, pero una vez conseguida su meta, no pensó en mantener esa política y así, con un renversement des alliances, pudo hacer la guerra al rey de Francia (Luis XII) y echarlo de Italia. Fernando de España, el rey católico, por quien en tres pasajes de su libro muestra admiración, dice Maquiavelo que «no habría realizado tantas empresas, ni salido victorioso en ellas si hubiera sido tan dispendioso —liberale— como creía la gente». Il Principe no está construido sobre la historia, el carácter, o las ideas de un solo personaje. Se trata del retrato abstracto y genérico, elaborado desde un determinado 14
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concepto del poder, el del autor, apoyado e ilustrado por las experiencias históricas de varias docenas de figuras políticas —soberanas o no— de la Antigüedad y de la Italia de finales del siglo xv y principios del siguiente. LA INSTITUTIO PRINCIPIS DE ERASMO
Institutio en latín, por lo menos desde Cicerón, significa, entre otras cosas, «educación» e institutor, preceptor. Vives en sus «Diálogos de la lengua latina» llama institutor o institutor litterarius del príncipe Felipe (Felipe II) al futuro cardenal, Silíceo, que guiaba sus estudios, y educator, o sea «ayo», a Zúñiga, a quien Carlos V había encargado de la formación general de su hijo. Las virtudes que deben adornar a los poderes supremos —dotes regiae— han de ser la sabiduría, la justicia, la moderación del ánimo, la previsión y el afán por servir al interés público. La política inspirada en ellas es la que hará merecer al «príncipe» la calificación de buen soberano. La figura contraria a la del buen príncipe es la del tirano. Erasmo dedica una relativamente extensa sección de su obra a la contraposición entre ambos, tal como el institutor debía presentarlos a su regio discípulo, enumerando las virtudes que habría de reunir el primero y los vicios que han caracterizado siempre a los tiranos, terminando esta sección de su obra con una brillante serie de antítesis detrás de las cuales podrían entreverse casos y ejemplos concretos que se cuentan en la historia y la literatura griega o romana. El «educador» del príncipe debe poner ante sus ojos una y otra imagen para que la primera le atraiga y aborrezca la segunda. La diferencia entre el nueva revista · 155
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príncipe que se quiere educar y el tirano se parece a la que existe entre un buen padre y un amo cruel. El primero está pronto a emplear su vida en favor de sus hijos; el segundo solo piensa en darse gusto a sí mismo y no en el bien de los suyos. Séneca, en su tratado «sobre la clemencia» dirigido a Nerón, y Aristóteles, en su Política, son los autores de que parte Erasmo para contraponer los retratos del bonus princeps o rex y el tirano. Las meras palabras «rey» o «príncipe», por sí solas no dicen nada. Según el filósofo de Córdoba, el «rey» difiere del tirano por sus hechos, no por su «nombre». Para Aristóteles, lo que distingue a uno de otro es que el tirano solo contempla sus propios intereses, mientras que el príncipe, ante cualquier asunto, siempre tiene en cuenta lo que conviene a la generalidad de sus conciudadanos. De Séneca toma Erasmo, o más bien reproduce, el comentario sobre las funciones de la «reina» en el mundo de las abejas: no tiene aguijón, y no puede vengarse aun a costa de su vida como las «obreras». Pero está en el centro de la colmena, y si desaparece, el enjambre entero se dispersa. Eso recuerda al lector la misión del príncipe. Tras lo cual en la Institutio se citan pasajes de la Biblia. En el Deuteronomio se lee un retrato del buen rey y en el libro tercero de los Reyes el de un tirano. Seguidamente, vuelve el autor a Aristóteles y Séneca, para concluir esta sección del libro con textos de los profetas Ezequiel e Isaías que condenan o maldicen a los tiranos. Las dotes regiae antes enunciadas serían los criterios para la elección de los buenos gobernantes. Pero lo que en los principados hereditarios queda sustraído a la libre 16
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opción de los sufragios ha de ser compensado con la educación que reciban sus futuros titulares. Cuando no existe la potestad de elegir al príncipe ha de ponerse el máximo cuidado en la designación del que vaya a ser responsable de su institutio. Por ello, el soberano reinante ha de prestar especial atención a la adecuada formación de sus hijos. En su trabajo, el institutor ha de proceder con severidad y amabilidad para ganarse la confianza de su alumno e «inmunizarlo contra el veneno de las opiniones del vulgo». El príncipe ha de saber que tiene que estar dispuesto a sacrificarse por el bien de su pueblo, sin temer ni siquiera a la muerte, porque no es más feliz el que vive más años, sino el que vive más honestamente. Los pasajes de Julio Pollux recogidos por Erasmo son dos relaciones de las cualidades que han de adornar al «buen príncipe» y de los vicios que caracterizan al tirano. Estas dos series de adjetivos o sintagmas de elogio y de reprobación vienen a cerrar la relativamente extensa sección de la Institutio dedicada a la oposición entre las figuras del bonus princeps y el malus, al que siguiendo el uso más común del latín desde Cicerón, Erasmo llama siempre tyrannus. Por otra parte, ninguna tiranía ha sido duradera, porque es una forma de gobierno contraria a la naturaleza que dio a los hombres una vocación de libertad. Para Jenofonte es casi más divino que humano gobernar una sociedad de hombres libres. EL PRÍNCIPE CRISTIANO
Con la misma técnica de desarrollar argumentos de razón y aducir testimonios de filósofos griegos y romanos, y nueva revista · 155
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pasajes de la Escritura, Erasmo perfila la figura del personaje ideal que propone a la sociedad y a los dueños o depositarios de los poderes públicos: el Príncipe Cristiano, que sabe que no es el señor de su pueblo ni su dueño. Su gobierno debe beneficiar a su pueblo y ampararlo. Para un filósofo pagano, como Séneca, el príncipe es el alma (animus) de la república y esta es su cuerpo: corpus tuum escribe el maestro dirigiéndose al joven Nerón. Pero no es un dominus que dispone de las cosas a su antojo sino que ha de hacerlo para el bien del pueblo y sacrificarse por ello. Ya Homero decía que el príncipe a quien están confiados tantos asuntos y tantas gentes, no puede dormir una noche toda seguida (solidam dormire noctem). Tampoco, añade Erasmo, gastar la vida en juegos, bailes y cacerías o divirtiéndose con sus bufones. Si el príncipe quiere ser un verdadero príncipe cristiano debe ajustar sus actos de gobierno ad Christi regulam, sabiendo que el christianum imperium no es más que una administración y una buena gestión del poder, y que es el consensus de los súbditos lo que refuerza la autoridad del príncipe. La primera preocupación de este ha de ser querer lo mejor para su estado, y en segundo lugar conseguir que se evite o que se supere el mal. «No ha de desear ser alabado por su belleza física, como se alaba a las mujeres; ni por la elocuencia, como a los oradores y sofistas; ni por sus riquezas, como a los negociantes; sino por saber mirar a la vez adelante y atrás, como dice Homero, recordando lo pasado y previendo el futuro». En una tercera parte, apoyando también su discurso en la sabiduría de los antiguos y en los libros sagrados, Eras18
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mo se extiende sobre algunas cuestiones más concretas, añadiendo en muy contado número de casos comentarios de hechos o acontecimientos de la vida pública europea que estaban sin duda muy presentes en los medios políticos e intelectuales de la época. CONSEJEROS, LECTURAS, PROBLEMAS
En las grandes tempestades los navegantes se dejan aconsejar por los que saben más. En un reino nunca faltan tempestades. Eso ha de hacer el príncipe en las cuestiones más delicadas de la vida del reino. Erasmo enuncia entre ellas, los viajes de un rey, las innovaciones legislativas, los pactos o alianzas con otros estados y, finalmente, las guerras. El libro de Erasmo por su título y buena parte de su contenido era una guía pedagógica para la educación de los futuros reyes. Pero el destinatario de la obra, Carlos, era ya soberano del primero de los que serían sus futuros estados, y Erasmo dedica varios de sus capítulos a exponer su pensamiento sobre asuntos que él consideraba capitales para el ejercicio de gobierno de un príncipe cristiano en el contexto europeo. Así hace al tratar de las alianzas entre reinos. LAS GUERRAS Y LOS PRÍNCIPES
Erasmo, que no rehuyó las polémicas ideológicas y culturales en toda su vida, fue siempre un declarado pacifista. Varios de sus más famosos Adagios son enérgicas y documentadas condenaciones de las guerras. También son, en principio, pacifistas Moro y su «interlocutor portugués». nueva revista · 155
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En la colección erasmiana de Adagios editada en 1515, por el mismo tiempo en que el autor estaba componiendo la Institutio, se publicaba el más conocido de todos los que tratan de guerras y de paces: Dulce bellum inexpertis (la guerra es dulce para los que no la han probado). El capítulo final de la Institutio, De suscipiendo bello, vuelve sobre el mismo asunto con una argumentación abstracta y filosófica, a la que acompañan reflexiones de sociología política contemporánea. «No conviene en ningún caso que los príncipes adopten determinaciones precipitadas, pero en ningún asunto han de pensar tan detenidamente las cosas como cuando se trate de una guerra». «La paz es no solo deseable, sino honrosa y saludable». En determinadas ocasiones y lugares, además, se emplean soldados mercenarios, «la clase de hombres más abyecta y execrable que hay». (En lo cual Erasmo venía a coincidir con Maquiavelo y con el interlocutor de Moro y Gilles al referirse a los zapoletas, un pueblo de puros mercenarios profesionales que suelen alquilar los utopienses cuando tienen que enfrentarse con una situación bélica, como se recuerda en este ensayo unas páginas más adelante.) Hay que evitar las guerras por respeto a la condición humana. «La vida humana es fugaz, breve, frágil, expuesta a muchas calamidades: ruinas, naufragios, terremotos, rayos. No hay por qué añadirle más males con las guerras, que generan más desgracias que todo lo demás». Pide Erasmo que la Iglesia y sus representantes y ministros tomen partido siempre a favor de la paz: «Habría de ser función de los predicadores arrancar del 20
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fondo de las almas de las gentes las inclinaciones a la discordia». «Aunque concedamos que una guerra es justa, sin embargo, como vemos que todos los mortales enloquecen, debería ser función de los sacerdotes apartar de ella los ánimos de la plebe y de los príncipes. Pero algunos de ellos son a veces las teas que prenden el incendio. Hay obispos que no se avergüenzan de andar en los campamentos militares. Más absurdo todavía es que en dos campamentos enfrentados esté Cristo, como en pugna consigo mismo». En los párrafos finales el autor se dirige a Carlos pidiendo al cielo que Cristo optimus maximus acompañe con la mejor suerte —bene fortunate— las empresas de un joven príncipe a quien el propio Cristo ha concedido un incruentum imperium. LA ISLA DE TOMÁS MORO
La Utopía es otra cosa. Su género literario es la fábula. En los diálogos y en el relato se mezclan personajes reales, como el propio Moro y Pedro Gilles, con esa criatura del autor que es el incansable navegante portugués Rafael Hythlodeo, sobre quien recae el peso de la obra. Es un escrito de imaginación con algo de libro de viajes fantásticos e historias de descubrimientos de tierras inventadas, como esa misma isla, Utopía («el no lugar»), que no se sabe dónde está, pero cuya geografía, habitantes, costumbres, organización social y política, cultura y hasta religión y, por así decir, filosofía, son descritos minuciosamente por el increíble personaje de ficción Rafael Hythlodeo (o nueva revista · 155
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sea Rafael «el hablador» o «el charlatán») que tan amigo se habría hecho de Gilles y de Moro en un día de fiesta a la salida de los oficios religiosos de la iglesia de Santa María de Amberes. De la obra de Moro se puede decir que encierra lecciones de experiencia y de filosofía política, con esos ejemplos de la república de Utopía, y de sus ciudadanos, no deducidos de la geografía ni de la historia, sino inventados por la genial imaginación creadora del autor. Con fecha del 5 de septiembre de 1516, Moro envió a Erasmo la obra completa para que, según lo convenido, el maestro gestionara su publicación en los talleres de Maertens de Lovaina, la misma imprenta de la que acababa de salir la Institutio erasmiana. En la carta que acompañaba al libro llamaba a la isla también Nusquama, una palabra formada sobre el adverbio latino nusquam («en ninguna parte»). Ese «latinismo» era una manera irónica de insistir en la irrealidad geográfica y política que se quería significar con el neologismo griego, Utopía, que era el nombre de la isla y del estado que serían descritos y analizados en los discursos del navegante Hythlodeo. R A FA E L , E N PA L A C I O
Durante su estancia en Londres, y siendo todavía joven, el «portugués» habría tenido la oportunidad de conocer al cardenal canciller Juan Morton que seguramente, cuando había oído a alguien hablar de él, le invitaría a visitarle como experto informante de las aventuras descubridoras de los navegantes ibéricos y le habría dado acceso a algunas reuniones políticas y sociales de su casa. El Moro, 22
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autor o «novelista», situó la presencia de Rafael en «palacio» en 1499, en un ambiente para él muy familiar, porque había estado viviendo allí, entre los pajes del cardenal, pocos años antes. El relato de la conversación entre el canciller y sus invitados en aquel ya lejano año 1499 fue el artificio literario de que se valió el autor de la Utopía para tributar al cardenal Morton (fallecido en el 1500) en un discurso a dos voces —Rafael Hythlodeo y él mismo— el homenaje de reconocimiento y admiración que merecía su figura de hombre de gran cultura, buenas maneras y sensibilidad social, así como de hábil político, cuyo largo mandato dejó huella en la de historia de la administración de la corona y de la Iglesia de Inglaterra. Pero también permitió que Moro en el imaginado diálogo matutino de Amberes pasara revista a los principales y más urgentes problemas legales, políticos y sociales de Inglaterra. Al fin y al cabo, él era un político al que los asuntos de su patria interesaban más que los viajes y descubrimientos de reales o supuestos navegantes extranjeros. Las cuestiones sometidas a debate en torno a la mesa de Morton tal como las iría enunciando Rafael eran un índice de los grandes problemas políticos y sociales del reino en el momento histórico en que se escribía el libro. Estaban en la realidad de la calle. Eran endémicos. Eran los mismos que a fines del siglo anterior. Había ideas para hacerles frente. Por lo menos Moro las tenía. Para exponerlas de una manera ordenada y amena, el Moro autor pone en boca de esa criatura de imaginación que es Hythlodeo una minuciosa transcripción de lo tratado con el cardenal en aquella nueva revista · 155
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sesión. Solo haría falta que el gobierno, con prudencia y energía, se dedicara a aplicar las medidas que se deducían de los discursos que allí se oyeron. Según Rafael, se habrían discutido delante del canciller, y sin que faltaran severos juicios críticos, problemas de Inglaterra. El propio Hythlodeo habría tenido la oportunidad de aportar las curiosas y llamativas informaciones de sus viajes a pueblos raros (y fantásticos) y de sus observaciones y experiencias en diversos espacios del mundo. Todo ello, con frecuentes intervenciones de Moro y algunas de Gilles, pero siempre llevando el peso del diálogo el «navegante portugués». Entre las cuestiones tratadas se hallaba, en primer lugar la del gran número de los ladrones, en buena parte procedentes de la forzosa emigración de los campos, a los que el derecho penal vigente en Inglaterra condenaba a muerte, que era una pena que Rafael combatía enérgicamente con argumentos teológicos, filosóficos y políticos. Pero no bastan las opiniones. Hythlodeo —y Moro hablando por su boca— pide algo más, una revisión en profundidad, como se dice ahora, del derecho penal inglés. Había otros asuntos más de urgente resolución, la política social y la conducta de la nobleza con sus colonos o aparceros; la política militar y los males que causan las guarniciones permanentes; la excesiva y —a juicio de Moro— disparatada extensión de la ganadería de ovejas, que tanto había contribuido al abandono de grandes espacios antes dedicados a la agricultura, enviando por fuerza a las ciudades masas de inmigrantes que constituirían un subproletariado empobrecido; el proble24
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ma de los «cercamientos» o enclosures que también habían expulsado del campo a numerosísimos labradores, aumentando los problemas sociales de la población urbana, etc. La obra de Moro se llamaba Utopía, que era el nombre de una isla que no estaba en ninguna parte del mundo y que sería minuciosamente estudiada en sus tierras y en sus gentes en el libro segundo. Rafael Hythlodeo siempre confesó que en su larga estancia en ella había aprendido muchas cosas. Pero ese curioso e incansable viajero había recorrido también otros rincones del mundo, tan irreales como su amada isla, y había visitado pueblos que tenían mucho que enseñar no solo a él y a sus interlocutores ingleses, sino a todos los europeos. Con sus referencias a esas tierras y reinos poco frecuentados por occidentales (y también inventados por la imaginación de Moro), había llamado en aquella ocasión la atención del cardenal. De los que más ampliamente habló fueron los polyleritas, un pueblo del interior de Persia, que se caracterizaban por los humanitarios hábitos de su derecho penal, sin condenas de muerte y en el que los ladrones, por ejemplo, tenían que devolver lo robado a su dueño o resarcirle con otros bienes, o con trabajos o servicios, pero en ningún caso pagar multas a un «príncipe» al que no habían sustraído nada, etc. En el curso del extenso relato en que Rafael cuenta a sus amigos de Amberes sus recuerdos de aquella reunión con el canciller de quince años atrás, que llena una tercera parte del libro primero de Moro, se suceden de modo divertido y ameno una serie de escenas que podrían nueva revista · 155
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llamarse «de género» en las que intervienen seis u ocho personajes de muy diversa condición: un abogado, o más bien leguleyo, pedante y adulador que defiende la pena de muerte para casi todos los delitos, y al que el cardenal tuvo que hacer callar, cuando después de haber hablado mucho quiso volver tomar la palabra con grave peligro de alargarse todavía más; un fraile escolasticista que quería aplicar directamente las más comunes citas de la Sagrada Escritura a cualquier clase de asuntos; uno de los bufones del cardenal que se metía con el fraile haciendo uso del privilegio de los de su oficio; un parásito de la casa del canciller que gozaba de licencias análogas a las del bufón, etc. Cuenta Hythlodeo que el cardenal finalmente levantó la sesión diciendo que continuarían deliberando otro día sobre lo que allí se había hablado. Terminado de narrar este extenso episodio, Rafael se excusó con Moro por lo largo y minucioso de su relato. Moro le respondió que, por el contrario, él le agradecía mucho lo interesante de su discurso y lo bien que lo había hecho, pero no sin insistirle en su idea de que pensara en dedicarse a aconsejar a los príncipes con todos los saberes y experiencias que había acumulado en estos años. (Y todo ello sin recordar a los lectores de Utopía ni a Pedro Gilles, presente en el jardín durante todo el discurso, que el Rafael Hythlodeo que había hablado tanto no existía ni había existido nunca y que era una criatura de ficción inventada por el propio Moro.) También en esos pueblos desconocidos, repuso Rafael, se encontraban lecciones luminosas para la política exterior de un reino, pero que era inútil recomendar a un prín26
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cipe. Por ejemplo, si él —Rafael— siguiera el ejemplo de los acorios, situados al Euronoto (sur-sudeste) de Utopía, tendría que aconsejar al rey de Francia que dejara en paz a Italia o que se trasladara allí abandonando la corona gala. O a otro príncipe que, imitando lo que hacen los macarios, un pueblo del continente cercano a Utopía, se ponga un límite a los gastos para los que tenía que acudir a sacar cada vez más recursos de las arcas del estado. Nadie, decía el portugués, iba a hacer caso de nada de eso ni menos a implantar en Inglaterra o en otros reinos de Europa las instituciones de los utopienses, entre los que no existe la propiedad privada, y no dejan de practicarse algunos peculiares hábitos de derecho penal más humanitarios que los europeos. No creía Rafael que esas experiencias pudieran servir de mucho en los consejos de los príncipes, en los que nunca hay lugar para la filosofía. En realidad, esa es una cuestión que en las últimas páginas del libro primero Moro está debatiendo consigo mismo, puesto que habla, por así decir, desde los dos lados de la mesa. Habla él en primera persona y vuelve a hacerlo cediendo el turno a Rafael, el personaje literario creación suya que en ese capítulo hace las funciones del «abogado del diablo» o del sparring de un boxeador. Hythlodeo es radical y Moro posibilista. En los consejos de los príncipes no hay lugar para la filosofía, dice Rafael. «Es verdad —replica Tomás— que no lo hay para una filosofía académica que piensa que todas las cosas han de ser iguales en todas partes. Pero hay, añade Moro en primera persona, otra filosofía más política (ciuilior) que nueva revista · 155
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conoce el escenario en que se mueve, que se acomoda a él, que sabe la comedia de que se trata y cumple su papel en ella de modo acorde y con decoro (concinne et cum decore)... Si no puedes lograr el bien deseable, haz que el resultado sea lo menos malo posible. Pues para que todas las cosas que se hacen sean buenas, sería preciso que fueran buenos todos los hombres. Y esto sería algo que yo no creo —dice Moro— que vaya a poder pasar en muchos años». E N L A E U R O PA D E L O S R E I N O S
Al terminar el libro primero de Utopía Moro dice a Rafael: «Yo te ruego y te suplico que nos describas la isla (de Utopía) y que no quieras ser breve, sino que nos expliques ordenadamente cómo son sus campos, sus ríos, las ciudades, la gente, las costumbres y las instituciones, las leyes y todo lo que tú crees que podemos querer conocer de lo que no sabemos de ella». «Nada haré yo con más gusto —repuso Rafael—, porque lo tengo todo en la punta de los dedos. Pero es asunto que necesita tiempo». «Vayamos, pues —dijo Moro—, dentro de casa a comer y luego tomaremos todo el tiempo que queramos». «Después de comer (pransi), volvimos —escribe Moro— al mismo sitio de antes, nos sentamos en el mismo banco y dando orden a los criados de que no se nos interrumpiera, Pedro Gilles y yo le pedimos a Rafael que cumpliera lo que había prometido. Cuando él nos vio atentos y deseosos de escucharle, tras sentarse él también y guardar silencio un momento, empezó su discurso». 28
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Utopía, vino a decir, era una isla que estaba situada no se precisa exactamente dónde, pero parece que puede asegurarse que al sur del ecuador y no muy lejos de mares y tierras que habían recorrido efectivamente los navegantes portugueses. Para Moro, la Utopía de que hablaba Rafael era una isla como Inglaterra. Pero también sería el escenario geográfico y humano ideado por Moro para abordar con cierto orden asuntos o materias que tienen que ver, muy principalmente, con Inglaterra. (Eso no se lo atribuye Moro al discurso de Rafael, pero se desprende de él y en él se ofrecen no pocas pistas para entenderlo así.) Moro es un inglés de principios del xvi que ha asistido, y está asistiendo, a la formación de la Europa de la modernidad, que es la «Europa de los reinos». Moro era un inglés, como Maquiavelo un italiano, Vives un español y Budé un francés. La «internacional cultural de los humanistas» no destruiría la pluralidad de los reinos y de las ciudadanías, o de los patriotismos —que se diría hoy— sino que se enriquece con ella. La isla tendría aproximadamente la misma extensión que la Inglaterra de tiempos de Moro (sin Escocia). Su más visible condición sería la marítima y desde los primeros pasajes del discurso de Rafael se llama la atención sobre la importancia de las costas y el carácter principal del primero de sus puertos, que se abre a una plácida bahía que es como un gran lago por el que circulaban cómodamente las naves en todas direcciones. Los utopienses no habían sido los primeros pobladores de Utopía, que antes de la invasión del rey Útopos y su nueva revista · 155
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pueblo no era una isla, sino que estaba unida al continente. Fue ese rey o caudillo que la conquistó tras vencer a los pobladores anteriores el que, con el esforzado trabajo de estos preutopienses y de los soldados que le habían acompañado en la conquista, hizo excavar la lengua de tierra que la mantenía unida al continente, con la finalidad política de asegurar su independencia. Quizá lo mismo habría pasado en Inglaterra, donde en algún momento de lo que ahora llamamos protohistoria o prehistoria se habría abierto lo que sería después el canal de la Mancha. El «aislamiento» de Utopía habría ocurrido mil setecientos sesenta años antes del 1516 en que Rafael la describe. (En alguno de los comentarios que he leído he visto que en ese año, según Plutarco, el rey Agis de Esparta dispuso un reparto de tierras, que estaban en muy pocas manos y una general liberación de las deudas. Al culto humanista que era Moro, la lectura de Plutarco le sugirió que una manera de discutir los problemas de deudas y de tierras de la Inglaterra del xvi, sin nombrar explícitamente a su nación, era situarlos en la fantástica isla de Utopía, donde habrían estado planteados asunto de tanta trascendencia y alcance económico y social como los que sufría su patria inglesa.) Las semejanzas entre las dos islas, Inglaterra y Utopía, eran más numerosas y visibles, pero sin que la obra moreana dejara en ningún pasaje de ser una obra de pura imaginación. El lector inteligente se daría cuenta fácilmente de los mensajes subliminales que en el relato se emiten. Por ejemplo, la isla estaba dividida en cincuenta y cuatro comunidades, como la Inglaterra de Moro en cincuenta y 30
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tres, más la capital, Londres, que como bien saben Tomás y la gente de su tiempo es un lugar en donde no siempre está todo claro. Quizá, por eso la ciudad principal de Utopía, en donde periódicamente celebraba sus sesiones el senado, se llama Amauroto, una palabra de la familia de las voces griegas amauros y amauroo, que significan «oscuro» y «oscurecer». No solo es la ciudad más poblada sino el modelo urbanístico de las demás. El nombre, por otra parte resulta apropiado para la fábula en que consiste el libro. A una isla que no está en ningún lugar (Utopía) corresponde una capital «oscura», que no se ve o que no se distingue bien (Amauroto).
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LA FILOSOFÍA, AL RESCATE DE LA POLÍTICA Conversación con el filósofo Alejandro Llano
Miguel Ángel Gozalo
¿Cómo es un filósofo? Parece que es una persona corriente, como las demás, que mira a su alrededor con la mirada de alguien que tiene la capacidad de conocerte mejor porque se ha preparado para ello. A un compañero mío que quería ser periodista y estudiaba para filósofo, le pregunté para qué le servía la filosofía. Me mostró la mano abierta y me dijo: «Para saber qué es una mano y cuál es su función». No entendí nada. Me pasó lo que al torero Rafael «El Gallo» cuando le presentaron a Ortega y Gasset como catedrático de Metafísica. Se limitó a decir, fabricando una anécdota que iba a hacerse famosa: «Hay gente pa tó» Tengo frente a mí a un filósofo muy brillante, Alejandro Llano (Madrid, 1943), que en 1976 ya era catedrático de Metafísica, y me siento como «El Gallo» ante Ortega. Pero Llano, que ha sido durante siete años decano de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, de la que fue rector de 1991 a 1996, y donde si-
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gue enseñando, es hombre comprensivo y tolerante y se presta a conversar conmigo sobre los guiños de la filosofía a la política y el papel de los filósofos, los intelectuales, en el momento que estamos viviendo.
Alejandro
Llano es un filósofo que escribe sobre casi todo, que ha dicho de sí mismo, en la introducción a sus memorias (dos tomos de prosa autobiográfica, Olor a yerba seca y Segunda navegación) que «el motivo de la diversidad temática de lo que he escrito y, en definitiva, de mis continuas divagaciones intelectuales no es la sabiduría, sino precisamente la curiosidad». O sea, como si fuera uno de los nuestros, de los periodistas, que, en cuanto nos sientan en una tertulia, nos metemos a opinar. El profesor está en Madrid para participar en un seminario que convoca mensualmente un grupo de filósofos, que esta vez se va a ocupar de «Lo intelectual y lo afectivo», aplicado a la vida práctica e incluso a la política, a partir de las memorias de uno de sus maestros, Fernando Inciarte, un vasco que se fue a estudiar Filosofía a Alemania y ya se quedó allí. En encuentros anteriores se han dedicado a la obra de Millán-Puelles, el maestro de Llano. Vienen colegas de Sevilla, Barcelona, Pamplona y Madrid a darles vueltas a la filosofía, eso que Ortega, en las Meditaciones del Quijote, consideraba que era la ciencia general del amor. —Entremos en materia, profesor. ¿Para qué sirve la filosofía en estos tiempos tan revueltos?
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—Es una pregunta que, como se puede figurar, me han hecho muchas veces. En primer lugar, mi padre. Y la respuesta obvia y convencional es que no sirve para nada. Es una respuesta, que, como la palabra servir para nosotros, adquiere un gran horizonte. Yo diría que la filosofía sirve para conocer la realidad más a fondo. La filosofía da una visión más neta y más profunda de la realidad, si aciertas a enfocarla bien. Eso, yo creo que es muy válido y que puede servir para cualquier cosa. —Incluso para manejar aviones de guerra. He leído que en la segunda guerra mundial, los licenciados en Humanidades fueron de los mejores pilotos... —Yo tenía un hermano, que ya murió, que por una serie de circunstancias se fue a México, donde mi padre tenía negocios, y resultó ser, además de filósofo, un gran empresario. Mi padre estaba encantado. No dejó la filosofía, porque en México había muy buenos filósofos, los exiliados españoles, que eran muy buena gente. Carlos, mi hermano, se hizo amigo de varios de ellos, terminó su carrera allí, e incluso conectó con una universidad. Él daba clases, pero se dedicaba sobre todo a los negocios de mi padre. Cuando mi padre los redujo, continuó asesorando a gente y resultó ser un hombre de negocios muy bueno. Publicó libros acerca de la vida empresarial. Hablé mucho con él en tiempos, y se veía que tenía una gran precisión y que en algo tan amplio como los negocios, o como la política, ese tipo de cosas que realmente no se pueden aprender en un libro, él acertaba. Bueno, pues yo creo que la filosofía sirve para eso, para ver la realidad, ¿no? 34
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la filosofía, al rescate de la política
Miguel Ángel Gozalo y Alejandro Llano.
Foto: Javier Herrera
—Usted, ¿sigue la carrera de sus alumnos, sabe a qué se dedican? —De muchos de ellos, sí. Muchos, a la enseñanza, porque es lo que tienen más inmediato y ahora, además, resulta que la gente de filosofía, aunque sea en la enseñanza, se coloca bien, cosa que no sucede con otras carreras, como arquitectura e ingeniería. Voy a decir una cosa que es una inmodestia, de la que estoy muy orgulloso: yo he dirigido ochenta y siete tesis doctorales. A muchos de sus autores les he seguido cuando he podido. Con los que están en España casi siempre conectamos, y también con algunos de Latinoamérica, que vienen bastante por aquí. Ha habido de todo, pero los que han podido dedicarse a la filosofía se felicitan entre sí. Hay quien dice: «Yo en cambio me he tenido que dedicar a los negocios; sí, gano mucho dinero, pero no me nueva revista · 155
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interesa», cosas así. Yo creo que es frecuente que se dediquen al mundo empresarial, también a cuestiones políticas, cuestiones no técnicas. Son mayoría los que quieren y pueden dedicarse a la enseñanza. Algunos han llegado a la universidad, otros están en institutos y colegios. En los institutos ganan más o menos como en la universidad, ganan poco. A la misma hora en que estos tenaces filósofos van a reunirse en Madrid, un grupo de profesores de Filosofía de la Universidad Complutense se va a concentrar en la Plaza de España para dar clases al aire libre, reivindicando que no se supriman las enseñanzas clásicas en el bachillerato. Es una vieja batalla de los latinistas. El fundador de esta revista, Antonio Fontán, periodista, político y catedrático de latín y griego, estaba también en esa lucha en defensa de las enseñanzas clásicas. —Los planes de estudio conspiran contra estas enseñanzas, ¿no? —En el sentido de las carreras, filosofía está subiendo otra vez. Ahora allí, en la Universidad de Navarra, se notan mucho las subidas y las bajadas de las carreras, y filosofía está subiendo, tiene más alumnos que hace unos años. Treinta por curso, que a mí me parecen muchos: treinta señores y señoritas que, en contra de la opinión de sus padres, salen adelante con esos estudios. No conozco ninguno que esté arruinado. —Eso pasa con los estudios superiores. La crisis afecta mucho más a los que no los tienen. Siempre es bueno estudiar. —Efectivamente, sin duda. Mis hermanos tenían mucho contacto con Estados Unidos, y me decían que hacer una 36
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buena carrera de filosofía está muy Rara vez los filósofos han bien visto en la política, en la emtriunfado en política, pero presa. Es una pena que se hayan la filosofía ha influido musuprimido las lenguas clásicas. Nocho en ella sotros, en Navarra, lo hemos vuelto a poner. Lo quitaron también, pero como se ha visto que no es obligatorio hacerlo, se ha vuelto a poner latín y griego, que a mí me parece fundamental. Comentamos lo que eso le hubiera gustado a Antonio Fontán, y a través de Fontán y del latín entramos en materia política, su otra asignatura vital. —¿Cuál es la relación de la filosofía con la política? —Es una relación problemática, diría yo, de la que se ha hablado mucho, pues, desde el principio, ha habido conexiones y roces. Ahí tenemos a Platón, que influyó mucho y que, en cierta manera, acabó mal, ¿no? No fue el único que acabó mal. La filosofía trata de lo universal y la política trata de lo actual, pero, al mismo tiempo, la política también se inspira en cosas que son generales, de manera que rara vez los filósofos han triunfado en política. Yo creo que tenemos una cierta dificultad intelectual para tomarnos en serio el aquí y ahora. Tendemos a generalizar o a pontificar. A mí siempre me ha gustado mucho la política, me sigue gustando, pero me doy cuenta de que mi hábito filosófico no es muy adecuado, porque te planteas las grandes cuestiones, y no las oportunidades. Dicho esto, yo señalaría que la filosofía ha influido muchísimo en la política. El liberalismo es un constructo político, y no digamos el socialismo. Los fascismos, desgraciadamente, también. Es decir, las grannueva revista · 155
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des autopistas de la política han venido de la mano de la filosofía es escéptico en cuestioy en ese sentido, aunque sea banes filosóficas rrer para casa, yo creo que hacen mal los políticos que no tienen en cuenta la filosofía. Se concentran en lo muy pragmático y no tienen la inspiración de las grandes avenidas. Y una cosa que quiero añadir: en general, esto pasa con los políticos de derechas; el político de derechas es escéptico en cuestiones filosóficas. El político de izquierdas, para bien o para mal, por ser más ideológico, tiene más en cuenta las aportaciones de la filosofía, buenas o malas. —Debe ser así, porque Pablo Iglesias, que es de izquierdas, cita a Kant, y Albert Rivera, que parece de derechas, confiesa que no lo ha leído. (Nos ponemos a hablar de Iglesias y de Rivera, los dos políticos emergentes en la vida española, que se han entrenado para la última campaña electoral con un mano a mano en la Universidad Carlos III, en el que salió a relucir nada menos que Immanuel Kant, para que digamos que los que vienen a renovar el patio no traen su culturita en la mochila. Kant, por cierto, es una de las especialidades de Alejandro Llano, que ha escrito diversos tratados sobre el gran filósofo alemán del siglo xviii, autor de una de las preguntas centrales de la filosofía: «¿Qué debo hacer?», como explica el profesor en otro de sus libros, La vida lograda. Filosofía que no falte. Otro filósofo, Fernando Savater, que se presenta al Senado en las filas de Unión Progreso y Democracia, ha recordado que se necesitan políticos bien preparados, como el candidato de upyd al Congreso, Andrés Herzog. Lenin decía que el El político de derechas
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gobierno del país lo podría dirigir La política española es una cocinera, lo que, a la vista de muy mediocre, comparánalgunos recientes casos españodola con otros países les, lleva a Savater a proclamar que este es un país leninista). —También usted ha sido muy crítico con la política, a la que ha calificado de actividad modesta. —Lo primero que diría si me preguntaran por la política sería mediocridad. Yo creo que la política española, en este momento, incluso comparándola con otros países, es muy mediocre. Más que hace treinta años, más que en la Transición. La gente de la Transición ha desaparecido, algunos por edad, pero incluso la gente joven de entonces, con la que yo me trataba, es gente que no ha medrado. —¿Usted cree que los intelectuales, como hizo Ortega en su momento, tienen que bajar a la arena? —Yo creo que deben, pero también deben retirarse pronto, porque es raro, en general, que se les dé bien la vida diaria de la política. Ortega lo hizo bien, porque escribía, se metía pero se salía... En los últimos años de su vida estaba muy desencantado, por no haber hecho la gran obra que él creía que tenía que haber hecho. Se le adelantó Heidegger con Ser y tiempo. Pero no cabe duda de que Ortega ha aportado ideas, expresiones y muchas cosas a la política española. Que personas como Fontán hayan estado en la política, como otros intelectuales, es bueno. Porque la ausencia de la universidad española en el mundo político es muy lamentable. —¿Tiene respuesta la filosofía para los problemas de nuestro tiempo? nueva revista · 155
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Alejandro Llano.
Foto: Javier Herrera
—Yo creo que sí. Primero, porque hay una tradición de filosofía política muy fuerte, que quizá no está en su momento más brillante, pues en Alemania, Francia e Inglaterra, los países más potentes, e incluso en Italia, se ha producido mucho y muy bueno, en distintas orientaciones, con gran presencia en publicaciones, discursos políticos, sociales, etc., de altura. Pero yo tengo la impresión de que eso prácticamente ha desaparecido, entre otras cosas porque, aunque la gente es igual de inteligente que antes, no tenemos la grandeza de ánimo, la valentía y la generosidad para meternos en esos vericuetos, y, por otra parte, tampoco somos bien recibidos. Hay poca gente a la que le interesen no solo los filósofos, sino quienes piensan en general. —O sea que se conforma con que les escuchen... 40
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—Yo considero que la filosoLa Transición es lo más fía tiene cosas que decir, porque brillante que ha habido sigue habiendo filosofía política, en España filosofía social, poco conocida y poco leída. Me parece que conseguir de algún modo que los que están en la batalla, los que están en el ajo, lean, hablen, sería muy benéfico. No tanto que los filósofos hagan política como que difundan lo que saben y alguien les haga caso. Es fundamental la participación política. —¿Qué ha pasado con la Transición? ¿Por qué ahora ponemos en cuestión la Transición? —Bueno, yo creo que la Transición es lo más brillante que ha habido en España. Al lado de lo que hay ahora, la Transición alumbró muchos políticos nuevos, mucha gente joven, interesante, con ideas. Tengo la impresión de que esa gente ha sido eliminada por los que se integraron en la política pragmática. El caso de España no era un caso fácil. Esa gente, a muchos de los cuales yo los conocía, sabía que meterse en política era jugársela, y no lo hicieron por ambición, entre otras cosas porque la mayor parte de ellos era gente bien situada y de familias más o menos pudientes. Yo creo que sí, que sí que habría que difundir los libros, no solo españoles, sino los que hay, de muy buena filosofía política, en otros países. —¿Y el problema catalán? Que ya viene de los tiempos de Ortega... —Viene de los tiempos de Ortega, es verdad. Bueno, yo creo que algo de lo que estamos diciendo tiene que ver con ello, porque una cosa que me sorprende es que tanto nueva revista · 155
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los independentistas, como los contrarios, los españolistas, no pasando en Cataluña, la medigan nada con fundamento. jor parte de España en muComo el asunto de Artur Mas, chos aspectos que está en el límite y resulta una caricatura, sí, pero es lo que está ahí. Seguramente Cataluña es la mejor parte de España en muchos aspectos, y que nadie diga nada, por temor, en un asunto tan importante, históricamente tan relevante, es sorprendente, dado que incumbe tanto a los políticos como a los que opinamos y a los que escribimos. Que si se llega a, ¿cómo la llaman?, una desconexión (ya que casi ha sido una desconexión, pues el enchufe se ha salido sin saber qué ha pasado)... —Es curioso que hayan buscado esa palabra, que es precisamente lo contrario al enchufe. —Pero es lo mínimo, la desconexión. —Es preferible seguir con la conllevanza, como decía Ortega. Esto lo decía siempre Fontán, hablando, por ejemplo, del problema palestino, que era una cuestión que le interesaba mucho: «Hay problemas políticos que no tienen solución». Por los palestinos la conversación se mete por Israel, otro asunto de interés para un filósofo todo terreno como Alejandro Llano: «He leído un libro que le recomiendo, de Amos Oz. Tiene un título tremendo, Judas, es un libro político, no es sobre Judas, es sobre un universitario que está interesado en saber cómo era Judas. Al final hay errores, porque considera que Judas tenía buena intención, incluso lo que está mal es que Judas asiste a la cruz; se suicidó». El filósofo tiene en alta estima a ese eterno aspiEs sorprendente lo que está
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rante al Nobel que es Amos Oz y Aquí no dimite nadie, y sigue con mucha atención la poeso es muy grave lítica de Israel. —¿Cómo ve las elecciones que vienen? ¿Qué va a pasar? —No lo sé, no lo sé. Creo que estas cuestiones más recientes, las más recientes del terrorismo, que gracias a Dios no nos ha tocado, todo eso le puede beneficiar a Rajoy. Rajoy estaba muy mal, pero ha levantado un poco la cabeza; no creo que tenga una mayoría suficiente, pero Podemos ha bajado mucho y el psoe está muy mal. El señor este de Ciudadanos puede ser un buen contrapeso. —Nos falta un tema, la ética y la política, que es un asunto sobre el que usted ha escrito mucho. ¿Cómo conseguiríamos que el país asumiese que no puede haber política sin ética? Eso ha desmoralizado a la gente, ¿no? —Eso es fundamental. En el caso del pp, que ha sido el más notorio, con razón o sin ella, ha sido gente educada, católica, al parecer; bueno, todo eso no sirve para nada si no hay una respuesta personal. Yo creo que esa corrupción también se da en otras cosas, por ejemplo, en el mundo de las cátedras. Es decir, hay corrupción bastante generalizada; no quizá corrupción de robar, preferentemente, pero hay muchos enchufismos y hay muchas recomendaciones. En otros países no hay tanto. Por ejemplo, en Estados Unidos, que no son ejemplares en muchas cosas, pero si se descubre eso, ese señor queda fulminado. Y aquí no ha pasado nada. —Eso sí que sería una buena desconexión. Desconexión frente al enchufismo. He leído un artículo suyo quejándose de la falta de dimisiones. nueva revista · 155
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—Aquí no dimite nadie. Lo que alguna vez se ha llamado, un problema de educación sorprendentemente, la cultura de la dimisión, que puede ser, simplemente, el reconocimiento de un fallo o un error. Pero aquí no dimite ni Tarzán. Aquí no se dimite. Incluso, conoces gente que dice: «Voy a dimitir» y a la que le dicen: «No, no, eso es lo último». Aquí dimitir es lo último, y eso es elemental para la ética. Yo pienso que eso es muy grave, y además la gente tampoco es tonta. La gente normal eso lo tiene muy en cuenta, y es un desprestigio. ¿Cómo entrarle a eso? Bueno, yo creo que en parte es un problema de educación, y me resulta muy doloroso también, porque me afecta a mí directamente que los temas de tipo humanístico, ético, etc., en cuanto pueden los quitan del bachillerato, de las carreras. La filosofía habla de esas cosas, pero han suprimido una de las dos asignaturas que había: una, que era de historia, en el último curso, y, otra quizá en el penúltimo, que era de teoría. Esta de la teoría la han quitado, lo cual es un poco absurdo. Se ha protestado mucho, pero no ha servido de nada. Yo veo a mis alumnos, que quieren estudiar filosofía, que son gente selecta en ese sentido, que no saben ni las palabras, claro, la ética tiene todo un repertorio de palabras, y esas palabras no las saben. —Volvemos a la educación, el tema eterno. —Creo que, en general, si ahondamos en el problema de España, el problema de España es un problema de educación. España es uno de los países que proporcionalmente tiene más uso de toda la cuestión informática, de El problema de España es
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WhatsApp, etc. Y aquí el más pelón y el más niño, sabe cómo se maneja, mientras que a los hijos de los grandes informáticos de Estados Unidos no les dejan tocar un ordenador hasta que tienen unos cuantos años. Aquí eso es letal, sobre todo por el tiempo que les quitan y por la mentalidad, porque eso no tiene nada que ver con la ética. Pienso que también la Iglesia debería tocar más ese tema moral, y explicar cuestiones de ética, porque no se estudia en las escuelas, en los colegios. Entonces yo creo que una buena formación ética, por supuesto, iba a decir el periodismo, creo que en el periodismo es de los pocos sitios donde se toca ese tema. A veces más en línea de escándalo, según la prensa, pero por lo menos se habla de ello, y es la referencia que uno tiene. —Ortega decía que la prensa era la única fuerza espiritual en la España de su tiempo. Me parece un poco exagerado. —Un poco exagerado. Tendríamos que considerar mucho las cuestiones educativas, formativas. Y luego uno se entera de que cierran las librerías... Antes de que nos entre el ataque de pesimismo que de vez en cuando se cierne, inevitable, sobre dos españoles que charlan sobre las cosas que pasan, nos permitimos un elogio a los vecinos franceses y casi estamos a punto de entonar La Marsellesa en homenaje a la manera solemne, firme, serena, cómo han reaccionado ante el zarpazo del terror sin buscar, como pasó aquí in illo tempore, otro culpable que los asesinos. El profesor me dice: «Yo cada vez tengo más admiración, aunque no cariño, no afición, por los ingleses, porque ahora sale el primer ministro y lo que nueva revista · 155
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dice siempre está bien, hable de la guerra o de la paz, o por los alemanes de la señora Merkel». Al día siguiente van a recorrer Madrid varias manifestaciones. Entre otras, una de los del «No a la guerra» en prevención de que el Gobierno se meta en aventuras. Ojo, Rajoy, que aquí estamos. A ver qué tramas con Hollande. Menos mal que unos profesores de filosofía se llevan a sus alumnos a pedir que sigamos aprendiendo latín, para poder decir, con Séneca, «nec Philosophia sine virtute est, nec sine Philosophia virtus», una frase que podría entender hasta la cocinera de Lenin. La recuerdo mientras digo adiós al profesor Alejandro Llano, que en otra de sus obras asegura que escribe «para salir yo mismo de la perplejidad y ayudar a otros». Siga echándonos una mano, profesor. Porque aquí los perplejos somos mayoría absoluta.
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EL VERDADERO ROSTRO DEL CHAVISMO La derrota electoral acelera la descomposición de la revolución venezolana
Emili J. Blasco
Sin dinero, no hay chavismo. El sistema político puesto en marcha por Hugo Chávez fue construido sobre los enormes ingresos petroleros de la primera década del siglo; su desmoronamiento llega con el drástico desplome de los precios del barril de crudo. A Chávez muchos venezolanos lo votaron por las dádivas que repartía la revolución, y a Maduro se le siguió votando por la presión a la que funcionarios y subsidiados eran sometidos. Pero sin dinero ese control social se ha vuelto inefectivo: las resultados de las elecciones legislativas celebradas el pasado 6 de diciembre muestran que no pocos de los que fueron arrastrados a votar por el Partido Socialista Unido de Venezuela (psuv) aprovecharon el voto secreto para castigarle. Tal avalancha hizo insuficiente el fraude electoral habitual. La opositora Mesa de la Unidad Democrática (mud) sumó 112 escaños, mientras que el nueva revista · 155
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psuv y sus aliados se quedaron en 55 (hasta ahora el oficialismo tenía 100 diputados y la oposición 65). Que en el barrio 23 de Enero de Caracas, emblema de la revolución y sede de grupos paramilitares del chavismo, ganara la oposición quiere decir que al régimen —término que ciertamente puede aplicarse a la Venezuela chavista— se la ha fugado la base social. Con una inflación del 179%, una contracción del pib del 10% y un desabastecimiento en las tiendas del 66% —las peores cifras del contexto mundial—, la situación de las familias venezolanas es insostenible. Si ya no hay entrega de vivienda que esperar o alimentos básicos a los que optar, el populismo se queda sin pueblo. Esa fue la gran sorpresa de los comicios al Parlamento unicameral venezolano. No propiamente que estos marcaran otro umbral en la descomposición del chavismo, en una progresiva pérdida de apoyo del Gobierno de Nicolás Maduro. Eso era algo previsible y que anunciaban las encuestas. Lo que nadie se esperaba era el enorme grado de contestación. Se contaba con que, en todo caso, el electorado chavista descontento se abstendría, pero no que se rebelara. Cuando destacados dirigentes fueron abucheados al acudir a los centros de votación —le ocurrió por ejemplo a Adán Chávez, hermano del difunto presidente, que como gobernador del estado de Barinas, patria chica del comandante, estaba acostumbrado a todo tipo de reverencias— es que la revolución se había acabado, y sucedía de modo abrupto. El enorme voto de castigo entre los sectores populares dejó al chavismo sin plan y sin argumento. 48
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Sin plan, porque la puesta en marcha del operativo del fraude (la emisión de votos falsos en tiempo de prórroga del horario de votación, en centros pequeños controlados por el chavismo) arrancaba abortado, pues la trampa ya no podía arañar mucho el resultado que se había dado. Hubo entonces que buscar una alternativa, que dividió a la cúpula dirigente: para romper la votación había que convocar a los paramilitares a la calle y justificar con esa violencia la paralización del proceso. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino, consciente de que en los cuarteles también había una mayoría de castigo al Gobierno, optó por no dividir a las fuerzas armadas y bloqueó esa estrategia, negándose a la alteración del orden. Y sin argumento, porque el método del discurso chavista era enfrentar a las clases populares con la población de clase media y alta. Galvanizar a las primeras —la mitad del electorado— bastaba para ganar elecciones. Pero si una parte de los pobres se va del cerco, el discurso en su nombre queda hueco. Las primeras manifestaciones del chavismo derrotado en las urnas no hablan de transición sino de confrontación. Transición la acabará habiendo con inclusión de algunos de sus portavoces, aunque no los más significados. La clave de una Venezuela en paz y próspera está en que al concierto institucional se sume una izquierda democrática que atienda a la población que ahora pueda sentirse huérfana políticamente. Pero de momento el núcleo duro del chavismo no tiene redención, ni la busca: su grado de gansterismo —no es una hipérbole, sino una etiqueta que se ajusta a las actividades de narcotráfico, corrupción y pistolerismo en que muchos nueva revista · 155
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han estado envueltos— no les deja otra opción que seguir agarrados al poder; soltarlo es afrontar la cárcel. Solo les queda una huida hacia adelante: imponer a la fuerza la dictadura del Estado Comunal que en ocasiones ya han puesto como meta. Puede que lo procuren, pero el intento no durará. La entraña antidemocrática del chavismo —su objetivo siempre fue imponer una revolución— habrá quedado suficientemente al descubierto. M É R I T O S D E PA R T I D A
Al temprano Hugo Chávez hay que reconocerle haber detectado bien el hartazgo social que existía en Venezuela en las dos décadas finales del siglo xx por la alternancia en el poder de los partidos tradicionales, alejados de las preo cupaciones del pueblo y recurrentes en la corrupción. En 1998 ganó las elecciones presidenciales porque supo ilusionar a las masas populares —más de la mitad de la población, en un país que hoy ronda los treinta millones de habitantes— sobre un nuevo comienzo, en el que ellas serían protagonistas. Tuvo también el mérito de ejecutar al principio de su presidencia lo que fue la decisión estratégica más importante de su paso por el poder: propiciar en el seno de la Organización de Países Productores de Petróleo una política de precios que condujo a un notable incremento del valor del barril en los mercados y, por tanto, a un enorme aumento de los ingresos por la venta de crudo, principal fuente de riqueza de Venezuela. El encarecimiento del petróleo se vio también espoleado por vicisitudes internacionales, como la guerra de Irak o el 50
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embargo a Irán, pero todo partió de una confluencia de intereses entre Caracas y Riad. A mediados de 2014, sin embargo, la preocupación de Arabia Saudí era otra y Venezuela comenzó a sufrir como nadie el vertiginoso descenso de precios. La revolución chavista había ascendido encaramada a la ola de la cotización del barril, y el desplome de esta parecía ser su sentencia de muerte, aparentemente avalando la teoría de que en Venezuela los grandes cambios político-sociales siguen los ciclos del precio del petróleo. Durante la era Chávez, de un mínimo de 10,5 dólares el barril en 1998 se pasó a 103,4 dólares en 2012. En los catorce años en los que el líder bolivariano estuvo en el poder, Venezuela produjo petróleo por valor de aproximadamente un billón (un millón de millones) de dólares. Con unos ingresos tan generosos, el presupuesto venezolano fue también dadivoso en las políticas sociales, a las que en ese tiempo, según las cifras del Gobierno, destinó quinientos mil millones, es decir, la mitad de la renta petrolera. Las holgadas finanzas permitieron también sustentar una política exterior con clara influencia en la región, muestra de la inteligencia estratégica de Chávez: fondos de ayuda a las naciones aliadas del continente y petróleo en condiciones favorables para países del Caribe. Pero el manejo de tal volumen de ingresos hizo posible una corrupción igualmente desmedida, sin precedentes en la historia del país, y convirtió Venezuela en lugar ideal para la legitimización de capitales procedentes del narcotráfico. Ambas cosas fueron propiciadas desde el Gobierno nueva revista · 155
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chavista, como importantes elementos del fraude en que se constituyó el régimen mismo. CUBA Y EL FRAUDE ELECTORAL
Saludado en el mundo como supremo benefactor de los menos favorecidos, Hugo Chávez no pasará en realidad a la historia de Latinoamérica por haber reducido la pobreza en Venezuela: la mayoría de los países del continente registraron triunfos importantes en ese combate durante el mismo periodo, algunos con mayor efectividad, como Perú, Brasil, Chile y Uruguay. Incluso, dados los fondos públicos empleados, en Venezuela cabría haber esperado mayores avances, al menos más sostenibles. Lo singular de la obra de Chávez, aquello por lo que estará en los manuales de historia, es algo doble: haber puesto en marcha un autoritarismo (un sistema en el que su autoridad presidencial se imponía sin los contrapesos ni la rendición de cuentas esenciales en una democracia) capaz de asegurarse la reelección en las urnas y, sobre todo, haber cedido el control del propio país a los dirigentes de otro. Fuera de los venezolanos, poca gente se hace cargo del increíble grado de injerencia de La Habana en los asuntos internos de Venezuela, no como resultado de una penetración subrepticia y hostil, a espaldas del Gobierno de Caracas, sino curiosamente a invitación de este. Con Chávez, los cubanos se erigieron en gestores de los documentos de identidad y pasaportes, así como de los registros mercantiles y notarías públicas; en codirectores de puertos y controladores de seguridad de aeropuertos; en supervisores de las Fuerzas Armadas y de las labores de contrain52
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teligencia... El mismo Maduro fue potenciado por ellos como sucesor. Chávez se puso hasta tal punto en manos de Fidel y Raúl Castro que su propia vida quedó a merced de ellos. Cuando en 2011 le diagnosticaron cáncer, el presidente venezolano optó por el secretismo que le ofrecía Cuba. Aunque a esas alturas la enfermedad era ya irreversible, pudo haber encontrado mejor tratamiento en otro lugar, lo que habría prolongado algo más su vida y, con la convalecencia necesaria, habría suavizado la agonía que tuvo que sufrir durante meses. Chávez se había aproximado a Cuba en busca de los consejos de Fidel Castro sobre cómo consolidarse y retener el poder. De La Habana llegó la idea de las misiones sociales, una treintena de programas de ayuda a las clases menos pudientes, a las que mejoraban su condición al tiempo que facilitaban su control político. Gestionadas al margen de los ministerios sectoriales correspondientes, con financiación fuera del escrutinio parlamentario, como asistencia tenían más carácter de obra de caridad que de empeño por operar cambios estructurales. Chávez se preocupó de que el número de personas apuntadas a las misiones y el de trabajadores públicos alcanzara en conjunto al menos la mitad del censo: el discurso del chavismo siempre estuvo dirigido a esa mitad de Venezuela, enfrentándola con la otra media para espolear su resentimiento de clase. En una movilización meticulosa, con uso de medios gubernamentales, el oficialismo se encargó de que quienes aparecían en sus listados de beneficiarios del Gobierno se vieran forzados a votar al régimen. Era el nueva revista · 155
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ventajismo, que incluía prácticas como el abuso del voto asistido, la amenaza de despidos, la negación del censo a la oposición... Pero eso solo fue una parte del truco electoral. En las presidenciales de 2012, las últimas de Chávez, y las de 2013, que tuvieron a Maduro como candidato, activistas del chavismo fueron los encargados de manejar en los centros electorales la maquinaria de identificación de electores y la de votación, en connivencia con el Consejo Nacional Electoral (cne). Eso facultó alimentar un sistema informático paralelo al del cne que daba al oficialismo conocimiento sobre la evolución del voto durante la jornada electoral, con lo que podía reaccionar con movilizaciones de última hora o con la activación fraudulenta de las máquinas de votación. Ese sistema paralelo estuvo coordinado por Cuba. Dos figuras del chavismo han admitido privadamente que se falsificaron cientos de miles de votos para Maduro; es decir, que el opositor Henrique Capriles ganó las elecciones. CORRUPCIÓN EN UN NARCOESTADO
Los enormes ingresos petroleros sufragaron una revolución bolivariana que se abrió camino a golpe de chequera: electrodomésticos y viviendas para sectores sociales afines, condonación de deuda a Cuba, ayudas a gobiernos ideológicamente próximos, compra de armamento a Rusia que convirtió a Venezuela en el mayor importador de armas de toda Latinoamérica... De ser una empresa estatal, pero al margen del Gobierno, Petróleos de Venezuela (Pdvsa) quedó integrada en la estructura de mando gubernamental y 54
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se embarcó en actividades más allá del negocio petrolero, como la construcción y la alimentación. Los males económicos que después padeció Venezuela vinieron principalmente de ese haber desplumado la gallina de los huevos de oro. Ávido en el gasto de lo que entraba en la caja pública, Chávez no procuró que Pdvsa reinvirtiera convenientemente en los campos petroleros, algo que es vital en el sector, pues los pozos declinan con el tiempo y requieren siempre de una continua puesta al día. Así que la producción descendió: de 3,3 millones de barriles diarios, en 1998, a 2,3 millones, en 2013. Mientras el precio del barril estuvo aumentando, los ingresos siguieron creciendo, pero cuando en 2013 el precio se estancó y en 2014 comenzó a caer, Pdvsa y el Gobierno entraron en una situación en la que de inmediato sintieron asfixia. Que el precio del barril de crudo se hubiera multiplicado por diez en pocos años generó una afluencia de capital que alimentó una corrupción de volúmenes históricos. El dinero fácil, obtenido de manera ilícita —comisiones, sobornos, apropiación de partidas—, enriqueció a multitud de funcionarios del chavismo. En muy pocos años, de tener orígenes generalmente humildes, los mejor situados para aprovechar la oportunidad pasaron a ser milmillonarios. Al tiempo que denunciaban el imperialismo gringo, las nuevas fortunas de Venezuela se lanzaban a la compra en Estados Unidos de jets privados, mansiones y artículos de lujo. La corrupción económica fue acompañada de corrupción judicial. Jueces y fiscales debían obedecer las connueva revista · 155
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signas políticas dictadas por el Ministerio Público y por el Tribunal Supremo de Justicia (tsj). Ambas instancias se inmiscuyeron indebidamente en multitud de casos, con intervención directa de Chávez, para condenar a inocentes y absolver a culpables. La movilización de capital sin precedentes y sin apenas escrutinio facilitó el lavado de dinero. Chávez metió a su país de lleno en el narcotráfico. Durante su gobierno, Venezuela se convirtió en el punto de salida del noventa por ciento de la droga colombiana, en su viaje a Estados Unidos y Europa. Lo concibió como parte de su proyecto bolivariano —un modo de favorecer a la guerrilla de Colombia frente a un Gobierno en Bogotá poco entusiasta con el liderazgo regional de Chávez— y como manera de plantear una guerra asimétrica contra Washington. De acuerdo con acusaciones de testigos protegidos por la Justicia estadounidense, el presidente venezolano era informado periódicamente de los principales traslados de cargamento que se realizaban a través del país, en operaciones dirigidas muchas veces por altos mandos militares. Era una actividad en la que también tuvo parte Maduro y en la que se involucró aún más el número dos del régimen, Diosdado Cabello. La decisión de convertir el país en lugar de paso de la droga colombiana aumentó la delincuencia y enganchó a los grupos de población más vulnerables. El fraude de Chávez a sus ciudadanos también abarcó otros ámbitos, como el de la seguridad. Chávez abrió la puerta de Venezuela a Hezbolá: facilitó la concesión de visados y pasaportes falsos a activistas de la organización terrorista y protegió la presencia de células en el país. En 56
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2007 envió secretamente a Maduro, entonces canciller, a reunirse en Damasco con el jefe de esa milicia libanesa de filiación chií, Hasán Nasralá. La principal actividad del extremismo islamista en Venezuela, acordada con el Gobierno, fue la recaudación, el lavado de dinero y el tráfico de drogas. Aunque hubo en marcha algún campo de entrenamiento, no se apreció operatividad terrorista. No obstante, todo indica que células de Hezbolá ascendieron por Centroamérica y traspasaron la frontera con Estados Unidos, mientras que elementos radicales iraníes llegaron a trazar planes para posibles atentados contra intereses estadounidenses. Precisamente la especial relación mantenida con Irán se desarrolló bajo una gran simulación. Muchos de los convenios firmados entre Chávez y Mahmud Ahmadineyad tenían como finalidad principal aparentar una gran actividad que sirviera para justificar el flujo de capitales, con el que Teherán evadía las sanciones internacionales impuestas por su programa nuclear. En su ayuda al régimen de los ayatolás, Chávez permitió que Irán hiciera en Venezuela operaciones especulativas con divisas, que constituyeron una estafa al Banco Central venezolano. Chávez basó su política exterior en un doble componente: la gesticulación antiyanqui y la influencia en los países de la región mediante ayudas económicas (la alianza del Alba) y el reparto de petróleo con facilidades de financiación (Petrocaribe). Con ser cuestionable la reducción de ingresos que para Venezuela suponía la diplomacia petrolera, la peor consecuencia para los venezolanos fue la nueva revista · 155
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posibilidad dada a los países beneficiados de retribuir en especie. Eso hizo que el Gobierno concertara importaciones que venían a dañar el sector productivo de Venezuela, ya de por sí constreñido por la política de nacionalizaciones y expropiaciones, así como por el control de precios y de cambio. Por ganar protagonismo entre las naciones vecinas, el chavismo incurría en una suerte de neocolonialismo a la inversa: en lugar de desarrollar la industria nacional, incrementaba las compras en el exterior. CHÁVEZ SE MARCHÓ A TIEMPO
Todos estos capítulos fueron elementos del bumerán que lanzó Hugo Chávez, cuya consecuencia —el palo que volvía en su vuelo— sería una crisis económica, social e institucional insostenible. Las dádivas a Cuba, a Irán y a otros países; la naturaleza electoralista de parte del gasto público; el abuso sometido a Pdvsa, y la corrupción dejaron las arcas del Estado en un cuadro de colapso, sin suficientes reservas internacionales para cubrir la necesidad de crecientes importaciones. En 2012 estas ya fueron superiores a las exportaciones: ¡una balanza comercial negativa en un país de enorme riqueza energética! Y aún había de llegar el crack petrolero. El fomento de bandas callejeras armadas como contratuerca de la revolución, la asociación con grupos terroristas y el patrocinio del narcotráfico alimentaron un aumento de la violencia y del consumo de drogas que se cebó especialmente en las clases más débiles, afectadas también por la inflación y la escasez. La injerencia cubana en la soberanía de Venezuela, la ocultación de la incapa58
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cidad física de Chávez para optar a la reelección, la manipulación de las elecciones y la politización de la justicia derivaron en un callejón sin salida. Los efectos negativos de su gestión se le echaron encima a Chávez cuando ya estaba saliendo de escena y acabaron teniendo todo su impacto con Maduro. El sucesor se encontró con que el precio internacional del petróleo dejó primero su ritmo ascendente y luego se precipitó hacia abajo, derrumbando todos los parámetros en los que se había sustentado la revolución bolivariana.
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ARGENTINA: EL TRIUNFO DEL CAMBIO Guillermo Hirschfeld
El domingo 25 de octubre de 2015, millones de argentinos acudieron a las urnas en una primera vuelta electoral que se presentaba electrizante. Por primera vez desde el regreso a la democracia en la Argentina existían posibilidades serias de que se celebre un balotaje entre los dos candidatos más votados. Cabe destacar que lo que realmente se decidía en esta contienda era, según los sondeos, si habrá segunda vuelta electoral o no. ¿Por qué? La Constitución argentina tiene un sistema de elección de doble vuelta peculiar. Para ser elegido presidente sin necesidad de balotaje es necesario conseguir el 45% de los votos o, si se obtiene entre el 40 y el 45%, contar con una ventaja de más de 10 puntos sobre el segundo. Todas las encuestas las encabeza el candidato Daniel Scioli, que arañaba en ese momento cerca del 40%. Scioli era el candidato del Frente para la Victoria, la fuerza política que gobernó la argentina por doce años. Scioli representaba la continuidad del kirchnerismo, y aunque intentaba, con algunos gestos y señales, diferenciarse en algunos puntos, lo cierto es que cada vez más es percibido desde 60
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argentina: el triunfo del cambio
dentro y fuera de la Argentina como parte del proyecto que lo eligió como candidato. Mientras realizaba un infructuoso esfuerzo para diferenciarse y ser parte al mismo tiempo permanecía quieto en las encuestas con el mismo porcentaje de votos que obtuvo en las elecciones paso (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), celebradas en el mes de agosto. En ese momento, en segundo lugar destacaba el candidato Mauricio Macri (actual presidente), que en las paso obtuvo el 30,5% de los votos. Macri, líder opositor al kirch nerismo durante todos estos años, alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, era el candidato de la coalición denominada Cambiemos, espacio político que reúne a Propuesta Republicana (su partido) y a la histórica ucr (Unión Cívica Radical). Todo ello presagiaba un final abierto, competitivo y complejo donde nada estaba dicho y cada detalle podía ser determinante. Ninguna encuesta había vaticinado que en primera vuelta la diferencia entre el candidato más votado y el segundo sería menor de tres puntos porcentuales. Sin embargo, la realidad se impuso frente a todos los sondeos que auguraban una holgada ventaja en favor del candidato oficialista y los resultados finales terminaron por otorgarle a Daniel Scioli el 36,86% de los votos, y a Mauricio Macri el 34,33%. Así las cosas, por primera vez se llegó a una segunda vuelta electoral en la República Argentina. Aquellas cifras representaron un auténtico cimbronazo para el kirchnerismo y especialmente para su candidato, nueva revista · 155
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guillermo hirschfeld
porque esperaban un mayor caudal de votos y una ventaja amplia con respecto al segundo. En cambio, para Mauricio Macri y su proyecto los porcentajes constituyeron un poderoso impulso, en gran medida por el efecto psicológico que derramó en la sociedad la sensación de que el camino del cambio se había iniciado. El pueblo argentino debía elegir entre la continuidad del modelo kirchnerista encarnado por la candidatura de Daniel Scioli o la alternativa de cambio liderada por Mauricio Macri. Asimismo, todo ya parecía indicar que el cambio se había iniciado. Mauricio Macri obtuvo el domingo de la primera vuelta una importantísima victoria. El peronismo perdía la batalla electoral en su principal bastión, la provincia de Buenos Aires, donde gobernaba desde 1987 y en la que se concentra nada más y nada menos que el 37% de los votantes de toda la nación. María Eugenia Vidal, la candidata de Cambiemos, el frente liderado por Mauricio Macri, se alzaba con un triunfo épico la madrugada del domingo 25 de octubre frente al candidato kirchnerista, Aníbal Fernández. El mayor distrito del país, por primera vez, sería gobernado por una mujer. Tras la perplejidad generada por los resultados, no tardaron en llegar los cortocircuitos, los reproches y los ajustes de cuentas dentro de las filas kirchneristas. Los sectores más duros del oficialismo cargaron sus tintas contra el candidato Daniel Scioli y su alejamiento del relato oficial, mientras que el círculo íntimo del candidato apuntó precisamente a un argumento diametralmente opuesto para explicar los resultados tan inesperados. Daniel Scioli ma62
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argentina: el triunfo del cambio
nifestó que está dispuesto a debatir antes de la segunda vuelta, y Macri recogió el guante sin problemas. Fue una gran noticia: por primera vez hubo un debate presidencial cara a cara en Argentina. Cabe recordar que en la primera vuelta un confiado Scioli decidió no participar del debate, dejando el atril vacío. Finalmente, el 22 de noviembre los argentinos eligieron al presidente que conducirá el destino del país los próximos cuatro años, en un balotaje que se presentó electrizante: Mauricio Macri era electo presidente de la República Argentina en una jornada histórica. Hace treinta y ocho años el país atravesaba una sanguinaria dictadura, sin libertades ni pluralismo político, en ese momento, solo tres países de América Latina contaban con democracias. Hoy, podemos estar orgullosos, tanto los argentinos como la mayoría de los latinoamericanos, de poder acudir a las urnas y elegir a nuestros mandatarios. La democracia se ha visto enriquecida, en Argentina, con un modelo competitivo donde la alternativa demostró que tiene capacidad de ganar. Seguro que son muchos los retos y desafíos a los que tendrá que hacer frente este nuevo Gobierno —una economía en problemas, la pérdida de relevancia en el escenario internacional, la necesidad de atraer inversiones, la creciente inseguridad ciudadana o el déficit en materia de infraestructuras—, pero la decisión final del pueblo argentino estuvo determinada por la fuerza del cambio. El presidente Macri contó con muy poco tiempo, solamente doce días hábiles, para realizar una transición. nueva revista · 155
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Además del poco tiempo, tuvo muy poca ayuda de los que dejaban el mando. No hubo imagen icónica de la alternancia en el poder en Argentina. Los argentinos no pudieron tener la foto con la entrega de mando de la presidente saliente. Cristina Fernández de Kirchner se negó a colocarle la banda presidencial a Mauricio Macri, un gesto con gran carga simbólica para la República de la entrega del poder que, en cambio, sí tuvieron Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y la propia presidenta saliente. El kirchnerismo, que perdió el poder después de doce años, puso de manifiesto así desde antes incluso de la llegada de Macri a la Casa Rosada que tendrá enfrente una oposición dura. La asunción se celebró el 10 de diciembre, con muy poco tiempo entre la victoria y la asunción, sin embargo, Mauricio Macri tuvo la capacidad y la destreza para conformar un muy buen gabinete —venía trabajando desde la fundación Pensar, desde hacía mucho tiempo para estar preparado— con una buena combinación que tiene equilibrio técnico y político; y con profesionales muy cualificados en cada materia que cuentan con credenciales inmejorables para desarrollar cada una de las responsabilidades que les han sido encomendadas. En el gabinete de Mauricio Macri destacan dirigentes con gran capacidad de gestión y que han ocupado lugares clave en el sector privado y han dirigido empresas: Susana Malcorra (Cancillería), Francisco Cabrera (Producción), Guillermo Dietrich (Transporte), Esteban Bullrich (Edu64
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cación), Pablo Avelluto (Cultura), Juan José Aranguren (Energía y Minería), Hernán Lombardi (Medios), Andrés Ibarra (Modernización), Ricardo Buryaile (Agricultura), y Gustavo Santos (Turismo). Además de otros nombres con experiencia en la gestión pública y en la política: Marcos Peña (Jefe de Gabinete), Rogelio Frigerio (Interior), Alfonso Prat Gay (Economía), Jorge Triaca (Trabajo), Germán Garavano (Justicia), Julio Martínez (Defensa), Patricia Bullrich (Seguridad), Carolina Stanley (Desarrollo Social), Sergio Bergman (Ambiente y Desarrollo Sustentable). Durante la campaña electoral Mauricio Macri y sus equipos demostraron tener un proyecto de país con ambición de futuro y atractivo. Se trataba de un proyecto que privilegiaba la unidad frente a la grieta que intentaba plantarle el kirchnerismo a la sociedad. En su carrera hacia la Casa Rosada tomaron la decisión de mostrar a los argentinos que contaban con una agenda social, política y económica de reformas atractiva para reconducir al país hacia la normalidad y que lo podía llevar a la prosperidad. El flamante mandatario en su primer discurso adelantó algunos de los lineamientos de su futura gestión. En cuanto a la pobreza, señaló: «Vamos a universalizar la protección social, para que ningún chico quede desprotegido. Vamos a trabajar para que todos puedan tener un techo con agua corriente y cloacas, y vamos a urbanizar las villas para transformar para siempre la vida de miles de familias». Con respecto al narcotráfico indicó: «Vamos a encarar este tema de frente, para devolver tranquilidad nueva revista · 155
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en todo el país». Con respecto a la corrupción subrayó: «Este Gobierno va a combatir la corrupción. [...] Voy a ser implacable con todos aquellos que de cualquier partido de filiación política dejen de cumplir lo que señala la ley. No habrá tolerancia con esa práctica abusiva». Asimismo, en materia de justicia, el presidente subrayó que «en nuestro Gobierno no habrá jueces macristas», en clara referencia a la justicia «militante» de la etapa anterior, y en educación prometió una «educación amplia e inclusiva» y «mayor prestigio y valor a la vocación docente». Los principales desafíos que tiene por delante el nuevo Gobierno se podrían sistematizar en los siguientes: Primero: un congreso opositor, la alianza Cambiemos, de Macri, tendrá solo 91 de los 129 diputados necesarios para aprobar leyes y 15 de los 37 senadores requeridos a tal fin. En segundo lugar, la liberalización del cepo (control) cambiario y la posible devaluación de la moneda (el dólar cotiza en el mercado oficial a 9,67 pesos, contra 15,07 de la plaza ilegal). En tercer término, el ajuste fiscal: la Auditoría General de la Nación prevé un déficit fiscal del 7% del pib, lo que supone un incremento respecto del 2,5% de 2014. Cuarto: los juicios de los fondos y la eliminación de barreras proteccionistas son dos temas urgentes que el nuevo presidente se encuentra encima de su mesa. Asimismo, en quinto lugar, la falta de crecimiento económico ya es un problema: en los últimos cuatro años Argentina ha crecido tan poco que ha caído la renta per cápita. Sexto: la inflación, desde 2007 ha superado el 20% anual. Séptimo: en materia de empleo, el gran problema es el trabajo informal, que afecta al 33,1% de los empleados, 66
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y con respecto a la pobreza: el 21,8% de los argentinos vive en la pobreza. Por último, la inversión: alcanza el 20% del pib. La inversión extranjera en Argentina es menor que la de países latinoamericanos con economías más pequeñas, como Colombia y Chile. En el terreno internacional, el nuevo gobierno tiene el desafío de retomar la normalidad de sus relaciones con socios sumamente estratégicos para Argentina. Macri y sus equipos se mostraron rápidos dando señales de su acercamiento al mundo y a los valores de democracia y respeto por los derechos humanos. Tanto los diálogos que mantuvo ágilmente Macri en Brasil y Chile, como la recepción al canciller español, antes de la toma posesión, o la potente presencia de delegaciones extranjeras presentes en la asunción, hacen presagiar que las relaciones internacionales ocuparán un papel central no solo en el relanzamiento de la economía sino que ya se piensa en el país como un actor relevante en el escenario internacional. En definitiva, un país con un horizonte de futuro y amplitud de miras que quiere formar parte de las soluciones a los problemas globales y no ser parte de ellos. Las perspectivas de futuro son las de un país con mayor unión, espíritu de reconciliación, confianza y respeto por las normas de juego. Estos requisitos serán imprescindibles para incrementar la inversión genuina y encender el motor del desarrollo y el empleo. Todo indica que los equipos del nuevo presidente tienen en su agenda una apuesta por más y mejor educación, nueva revista · 155
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un trabajo de políticas públicas orientado a una mayor competitividad y a la diversificación de la matriz productiva que serán clave para que la Argentina pueda aprovechar todo el potencial de su tejido social, caracterizado por una nutrida población joven y con talento. El gabinete de Macri ha dado muestras de que conoce muy bien que el mundo transita a gran velocidad por un tiempo nuevo en el que el desarrollo de la economía del conocimiento será un factor determinante para configurar el grado de competitividad de las sociedades y son conocedores de que si Argentina opta decididamente por este modelo de desarrollo obtendrá logros importantes. Todo indica que saben que el camino no es otro que el de adoptar políticas públicas concebidas para mejorar la calidad de los servicios, la transparencia y la rendición de cuentas de la Administración, junto con una fuerte y decidida apuesta por el talento y la educación y promover la modernización y una logística idónea en materia de infraestructuras. En el espíritu de este equipo parece estar incorporada la idea de que todo ello debe hacerse al mismo tiempo que se continúan impulsando entornos de seguridad jurídica que dinamicen las economías. En resumen, en la aplicación de esta agenda ambiciosa, estratégica y audaz de alcance iberoamericano reside un futuro de desarrollo y progreso para la Argentina. Una agenda que puede generar un efecto contagio muy beneficioso en otros países de toda la región. En relación a España, después de los resultados obtenidos en las elecciones los empresarios españoles ma68
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nifestaron un gran entusiasmo y optimismo que se debe aprovechar. En definitiva, todos ellos ansían que el nuevo gobierno abandone las posturas estatistas, proteccionistas y hostiles con la inversión extranjera, que han estado vigentes durante los últimos doce años. Uno de los principales desafíos para la representación en un país tan importante para la Argentina será la de poder contar con una plataforma potente y efectiva de trabajo que atraiga inversiones, potencie la promoción exterior y que, en definitiva devuelva a nuestro país el papel relevante, que nunca debió perder, en uno de los países que cuenta con mayor volumen de inversiones en la nación. En esta nueva etapa de las relaciones, además, Argentina puede incorporarse junto a España en la cabeza del proyecto iberoamericano, sería un mensaje positivo para el futuro de la comunidad y, al mismo tiempo, España puede ser un gran valedor dentro de la Unión Europea de la nueva Argentina. El deseo de cambio demuestra audacia y poca aversión a las reformas. Así se comportó la mayoría del pueblo argentino. Esa audacia es la que empuja a las naciones hacia el progreso. Argentina es una gran nación que ha sabido dar un salto hacia la democracia y el progreso en muchos momentos clave de su historia. Ojalá que el proyecto que lidera Mauricio Macri logre anclar definitivamente a la Argentina a la vanguardia de las naciones del mundo desarrollado. Es el sitio que le corresponde y del que nunca debió alejarse.
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UNIR TEATRO. LÁGRIMAS SOBRE EL VIENTO
LÁGRIMAS SOBRE EL VIENTO, UN HOMENAJE A LEÓN FELIPE Abrió
unir Espacio, en Madrid
La Universidad Internacional de La Rioja (unir), en su programa de extensión cultural, ha considerado el teatro como punta de lanza. Nueva Revista ya ha recogido en sus páginas ecos de algunas de sus producciones dramáticas: Tomás Moro, una utopía, el texto recuperado de Shakespeare y otros autores isabelinos sobre el que fue ejemplar canciller de Enrique VIII, o La sesión final de Freud, de Mark St. Germain, sobre el tan hipotético como apasionante encuentro del neurólogo austríaco y el luminoso autor de las Cartas del diablo a su sobrino, C. S. Lewis. Una especial atención ha prestado unir Teatro a figuras del exilio español como José Bergamín y León Felipe. Del primero, hizo posible la exhibición, en México df y Madrid, de su obra La sangre de Antígona. Del segundo, ha propiciado que una excepcional dramaturgia sobre la vida y la obra del poeta de Versos y oraciones de caminante, con el título Lágrimas sobre el viento, fuera uno de los espectáculos que, formando parte de un festival de teatro, abriera el denominado unir Espacio, en Arapiles, 16, en el barrio madrileño de Chamberí. Nueva Revista publica en este número el texto del espectáculo que, presentado en la Zamora natal del poeta, ha sido mostra-
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lágrimas sobre el viento, un homenaje a león felipe
do también en México df, donde León Felipe murió en 1968. En la ciudad castellana, su Teatro Principal, bajo la dirección de Daniel Pérez y con producción de Es.Arte, fue el marco de una serie de actos que convirtieron la presentación de Lágrimas sobre el viento en acontecimiento nacional. Lágrimas sobre el viento es una dramatización realizada por el profesor José Gabriel López Antuñano, en la que se da cuenta de la vida de León Felipe, su compromiso político y el influjo que en su espléndida obra poética y teatral tuvieron sus tres principales maestros: Sófocles, Cervantes y Shakespeare. En el festival que abrió unir Espacio, dos espectáculos acompañaron a Lágrimas sobre el viento: una puesta en escena de Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, realizada por la Escuela de Actores de unir, ubicada en Arapiles, 16, que se presentaba con esta ocasión, y el espectáculo Hablando de España, una antología de la poesía española realizada por el escritor Javier Villán. La puesta en escena de Lágrimas sobre el viento estuvo dirigida por Ignacio García, al que se debió asimismo el montaje de La sangre de Antígona. El estreno en Madrid de Lágrimas sobre el viento, como homenaje a León Felipe, tuvo lugar el 29 de mayo de 2015, corriendo la interpretación del personaje del poeta zamorano a cargo de uno de los grandes actores españoles, Santiago Ramos. Junto a él estuvieron el destacado actor Raúl Escudero y la reconocida actriz y directora escénica mexicana Aurora Cano. Acompañando al texto de la dramatización, Nueva Revista publica unos artículos de los máximos artífices de esta realización escénica: Daniel Pérez, director del Teatro Principal de Zamora; el autor de la dramatización, José Gabriel López Antuñano, y el director de la puesta en escena, Ignacio García. Ignacio Amestoy
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GANARÁS LA PATRIA Daniel Pérez
¡Qué lástima que yo no tenga comarca, patria chica, tierra provinciana! Debí nacer en la entraña de la estepa castellana y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada... Alguna vez se ha acudido a estos conocidos versos de su Autorretrato para imaginar al poeta León Felipe como un apátrida sin casa que no recuerda su lugar de nacimiento. Y es cierto que su vida errante, su búsqueda poética de la Luz y su carácter combativo, nos dibujan a un personaje alejado de las convenciones sociales y poéticas, incluso como un hombre al que no le importaba ni siquiera su lugar de nacimiento. Sin embargo, ese poema con el que se abre este comentario es una auténtica añoranza por declarar su lugar de nacimiento, por sujetarse a una patria chica, por tener unos antepasados en los que tomar la medida de su propia existencia. Incluso pone en cuestión la necesidad, la utilidad de su poesía al carecer de las raíces que él declara habérsele negado. 72
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ganarás la patria
Porque... ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria, ni una tierra provinciana, ni una casa solariega y blasonada, ni el retrato de un mi abuelo que ganara una batalla, ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada? Sin embargo, en Tábara, su lugar de nacimiento en la primavera de 1884, y en Zamora capital, su recuerdo ha permanecido constante, transmitiéndose de generación en generación como un entrañable legado que nos era familiar, cercano y, sobre todo, porque este poeta sabía decir las cosas que a nosotros nos emocionaban. León Felipe forma parte indisoluble de la educación de los zamoranos y es la referencia constante de la poesía de la tierra. Siempre, desde mi infancia, en los años sesenta, he asistido a constantes y emocionantes recitales, conferencias, actos públicos y homenajes a León Felipe. Se han aprovechado todas las efemérides biográficas del poeta para reivindicar su altura literaria y su vinculación con la pequeña historia provinciana. Es verdad, como dicen los estudiosos, que León Felipe no está considerado como se debe y que todavía no ha recibido el necesario reconocimiento, pero aquí, en esta comarca, patria chica, tierra provinciana, es un referente histórico y sentimental. Y no solamente porque unos jardines lleven su nombre o porque el escultor Baltasar Lobo erigiera una escultura homenaje a León Felipe en ese mismo parque, sino porque sus versos han calado hondo en nueva revista · 155
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daniel pérez
las gentes de este lugar fronterizo como si no pudiese haber nacido en otro lugar más que en este. En los últimos días del año 2002, el Ayuntamiento de Zamora compraba a Alejandro Finisterre, su albacea y editor, el llamado legado de León Felipe. Así, el poeta regresa recuperado en su esencia a la tierra que lo mantuvo en su memoria y que aventó sus versos. Cartas, recuerdos, libros, manuscritos, ideas en tinta verde. El álbum de Berta Gamboa, dedicatorias de amigos, cuadros... se han instalado en la ciudad para que León Felipe, ahora renacido en este legado, tenga por fin su patria chica añorada. Mi patria está donde se encuentre aquel pájaro luminoso que vivió hace ya tiempo en mi heredad. Cuando yo nací ya no le oí cantar en mi huerto... Y me fui en su busca solo y callado por el mundo. Donde vuelva a encontrarlo... encontraré mi patria... porque allí estará Dios. Es verdad que León Felipe encontró su patria para morir, en México, pero también que gracias a su poesía la encontró para nacer. Al fin y al cabo, como él escribió: ¡Mi casa es inmortal! Y no tiene fronteras... La sangre no tiene fronteras... como el Amor.
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LA OBRA DRAMÁTICA DE LEÓN FELIPE José Gabriel López Antuñano
Felipe Camino Galicia de la Rosa, más conocido como León Felipe (Tábara, 1884), se trasladó desde este rincón de la provincia de Zamora, donde se encontraba destinado su padre en calidad de notario, a Salamanca para estudiar Farmacia, pero no es fácil imaginar a un espíritu inquieto y montaraz refugiado tras el mostrador de una botica. No resistió y azuzado por el sufrimiento de los menesterosos se lanzó a recorrer los caminos. En ellos encontró a los cómicos de la legua y con ellos visitó media España, aunque con extraño pudor en un hombre tan extrovertido y espontáneo se negaba a rememorar sus andanzas teatrales. Con sarcasmo respondía, «les cuento que estuve en muchos cementerios y velorios aldeanos». Expurgando en su poesía, compilada por José Paulino Ayuso en 2010, se encuentran tres dramaturgos recurrentes: Shakespeare, genial «para jugar con conceptos y frases, y con personajes forasteros», ingenioso para trasladar a escena «invenciones y símbolos universales», y dotado para escribir un teatro extraordinario «de comediante maravilloso que sabe llorar por cualquiera, por gentes extranueva revista · 155
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ñas y lejanas, por fantasmas, por mitos (...) por Hécuba»; Sófocles y su Edipo rey, con el que compartía el afán por comprender un mundo absurdo, lleno de crímenes y dislates; y Calderón con Pedro Crespo al frente de todos los personajes, estandarte de hombre del pueblo que se rebela contra un sistema injusto. La poesía destila dramatismo en la formulación dialógica de algunos poemas y en el transfondo. Los contenidos desgarrados y directos, sencillos y exactos, entretejidos sin los «caireles de la rima» y con palabras a modo de dardos que se clavan en el corazón del lector, recuerda la expresión, despojada de retórica, que sale del escenario y remueve al espectador, como proclama Hamlet en su monólogo de Hécuba al final del acto segundo. Los poemas además resuenan por el carácter invectivo, sacuden por la tensión interior producida a causa de los conflictos de ideas, y remueven con el ritmo interno inductor de la acción. Con estos mimbres no extraña que León Felipe escribiera (o que nos hayan llegado) un total de cuatro obras dramáticas: El pañuelo encantado, No es cordero... que es cordera, El asesino del sueño, ¡Que no quemen a la dama! Las llamaba paráfrasis, entendida como versión actualizada de un texto ya existente. Se trata de adaptaciones de tres obras de Shakespeare, Otelo, Noche de Reyes y Macbeth, respectivamente y de The Lady’s Not For Burning de Christopher Fry (¡Que no quemen a la dama!). El archivo del poeta de Zamora conserva además las anotaciones manuscritas sobre un Hamlet que esbozó y nunca terminó. Próximos al teatro se encuentran un par de títulos, La manzana, una extraña obra a mitad entre el lenguaje cine76
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la obra dramática de león felipe
matográfico y dramático, basada en el cuento La sombra de Pérez Galdós, y El juglarón, un conjunto de pequeñas piezas en prosa, escritas para la televisión mexicana, y asentadas en obras de otros tantos escritores admirados, Cervantes o Valle-Inclán. Esta media docena de obras se escriben en verso libre o con combinaciones asonánticas, y están transitadas por la poética de León Felipe, enunciada en Versos y oraciones del caminante: con palabras «amoldadas a la usanza de este tiempo» y «recias como el paño eterno de Manrique o Hamlet». Cuando Ignacio García y yo recibimos el encargo de montar alguna de las obras teatrales de León Felipe, trabajamos durante unas semanas El asesino de un sueño, un magnífico alegato contra Franco, inspirado en Macbeth, donde además de cargar la tragedia de intencionalidad política, resuelve con destreza los siempre complicados actos cuarto y quinto. Podía haber sido la ocasión de dar a conocer al León Felipe dramaturgo, pero pensamos que se presentaba a un León Felipe menor que eclipsaba al poeta. Además la lectura de su poesía, que realizábamos para contextualizar una escenificación, nos sorprendía por la fuerza dramática de sus versos. ¿Por qué no dramatizarla y aproximar una poesía cargada de humanidad? Así nació Lágrimas sobre el viento, una dramaturgia a partir de la obra poética de León Felipe. La dramatización muestra tres aspectos vitales del poeta de Tábara, recogidos en tres actos. En el primero, un recorrido por su vida, «porque la poesía se apoya en la biografía», un muestrario de la poética personal, y la relación y opinión sobre otros poetas, con mención especial a su admirado Walt Whitnueva revista · 155
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man. Una trayectoria apasionante, cuajada de aventuras, que servirían para una novela o comedia de acción trepidante. En el segundo acto, el compromiso político del hombre, instalado en México, que regresa en 1938 para participar en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas de Valencia. Su voz tronó a orillas del Mediterráneo, pero su presencia no se interpretó con acierto por la mayoría de los asistentes. Decepcionado, cruzó el Atlántico, se exilió y desde allí no dejó de alzar su voz contra un régimen que el tiempo consolidaba. Por último, en el acto tercero, se recogen poemas que muestran la intimidad de un hombre audaz como el Quijote, reflexivo como Sófocles en su intento por comprender un mundo carente de sentido, y que tiembla como Hamlet cuando atisba la presencia de la muerte. Estos rasgos aparecen diáfanos en una poesía, que atesora dimensión dramática: los poemas rezuman sencillez, se construyen con un léxico llano, «no quiero el verbo raro // ni la palabra extraña», con palabras sencillas para su comprensión por un pueblo iletrado. Esta llaneza lingüística se aproxima hasta fundirse con la coloquialidad del teatro. El verso espontáneo llega de manera directa al lector, como la palabra del cómico impacta de inmediato en el espectador. La poesía de León Felipe busca la esencia de las cosas sin perderse en los meandros de la retórica o en largos periodos sintácticos. Este carácter incisivo que golpea al público confortablemente sentado en una sala, lo buscaba y lograba en sus poemas, para despertar conciencias tumefactas e incitar a la acción a cuantos acudían a escucharle en los recitales. Se diría por su actividad en México que nunca olvidó sus andanzas de cómico de la legua. 78
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Con este material era muy fácil levantar un texto dramático de lágrima y viento, dos de sus metáforas: ¿Lágrimas? Las derramadas por el poeta, según recogen sus poemas, por una España mancillada, pero que «acabarán taladrando el muro». ¿Viento?, «la fuerza poética que canta la vida del hombre y transporta más allá de sí mismo, que atraviesa mares y cumbres». Lágrimas sobre el viento se estrenó en el teatro Principal de Zamora y se representó en México df. en 2015, pero antes recaló en unir Espacio durante la primavera, con Santiago Ramos, Aurora Cano y Raúl Escudero como actores, dirigidos por Ignacio García, que se encargó también del espacio sonoro, e iluminación de Diego Palacios.
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LEÓN FELIPE De Tábara a México, un viaje con demasiadas lágrimas en el viento
Ignacio García
La historia de León Felipe es, como su poesía, un símbolo de lo extraordinario y de lo cotidiano a un tiempo, la de un hombre de la tierra castellana y de su sencillez, pero que vuela sobre ese polvo y ese viento hasta esculpir poemas infinitos. Su historia es la de un país, o mejor dicho, la de dos, sus dos patrias, ambas queridas y ambas dolorosas. León Felipe es el hombre que pierde una patria para encontrar otra, que pierde una vida para inventar otra, que pierde un patrimonio, unas ilusiones, un pasado y un sueño para encontrar otro más allá del océano. Toda una generación, la de los exiliados de la República, los trasterrados, los derrotados por el fascismo y la intolerancia, tuvo que inventar su nueva patria en el país que les acogió, en el México republicano del general Lázaro Cárdenas, que abrió los brazos a obreros, a sindicalistas, a maestros, a artistas y a intelectuales como el ilustre zamorano. Decía Federico García Lorca tras sus viajes americanos que «el español que no ha estado en América no sabe 80
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qué es España». Y Valle-Inclán profetizaba antes de que el país se desmembrara que «España no está aquí, está en América. En México está la esencia más pura de España». Lamentablemente a ambos les dio la razón la sangría de la guerra civil española y el posterior destierro y exilio de toda una generación. España se empobreció con una visión monolítica y sesgada, estrecha ideológicamente, y México se enriqueció con su generosa acogida al poner su tierra al servicio de toda esa simiente intelectual, artística y republicana que lloraba su patria y deseaba inventarla de nuevo allende los mares. Ellos supieron, León Felipe, y Bergamín, y Domenechina, y Max Aub, y tantos y tantos otros, inventar una España mejor allí, sin estridencias ni folclorismos, y esa España nueva y mejor se llamó y se llama México. Por eso León Felipe es poeta español y mexicano, por eso y porque llegó allí antes de la guerra de la mano del gran poeta e intelectual Alfonso Reyes, quien tuvo que sufrir el exilio en sentido contrario y que acogió a generaciones de republicanos. Y porque allí dejó una herencia presente en cada rincón y cada poeta del país. León Felipe murió en México en septiembre de 1968, semanas antes del peor episodio de la historia mexicana de la segunda mitad del siglo xx, la matanza de estudiantes de Tlatelolco, en Ciudad de México, donde el 2 de octubre de ese año murieron un número ingente, aún sin definir con exactitud, de inocentes y soñadores jóvenes mexicanos. Ese fue el sangriento epitafio del poeta, escrito con la misma sangre inocente que anegó la España que tuvo que abandonar llena de cunetas y paredones convertidos en cementerios, y con la misma que hoy se entierra en fosas nueva revista · 155
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ignacio garcía
comunes en muchos estados mexicanos. Leer a León Felipe hoy, escucharle a él y a su mujer, la mexicana Berta Gamboa, desde una España en paz que mira a un México asolado por situaciones de violencia e injusticia insoportable hoy en día, supone un nuevo reflejo barroco y un amargo y eterno retorno. Ese es nuestro homenaje, recordar al gran poeta y al hombre comprometido con su tiempo y con sus ideas, el inmenso humanista que nos dice con cada verso lo que somos y seremos siempre: «El hombre es lo que importa. El hombre ahí, desnudo bajo la noche y frente al misterio, con su tragedia a cuestas, con su verdadera tragedia, con su única tragedia... La que surge, la que se alza cuando preguntamos, cuando gritamos en el viento: ¿Quién soy yo?»
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LÁGRIMAS SOBRE EL VIENTO A partir de la obra poética de León Felipe
DRAMATURGIA José Gabriel López Antuñano DRAMATIS PERSONAE León Felipe Alter ego de León Felipe y estudiante Mujer (Trini, Berta y Lucita) y estudiante
PARTE PRIMERA, AUTOBIOGRAFÍA
Otoño de 1968 La voz de León Felipe en off. El escenario se ilumina y sale Trini Corona.
Trini.—Oigo su voz y me sobresalto... Estaba tan acostumbrada. Todas las noches, cuando le daba la cena... León Felipe.—Trini no se vaya. Platíqueme usted. Trini.—Le hablaba de las reuniones de la tarde con sus amigos, pero se ausenta... nueva revista · 155
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León Felipe.—¿Eres tú un Profeta, León Felipe? ¡Oh no! Yo soy una cosa sin nombre nacida de la Tierra. Y sé menos que un labrador. Soy un pobre ignorante labrador. Tengo 81 años, estoy loco y no sé para que me trajeron aquí. Oigo unas voces confusas y enigmáticas que tengo que descifrar. A veces las escribo sin descifrar para que las descifremos entre todos porque no quiero que me engañe el Oráculo. Dicen que soy un hereje y un blasfemo; y otros aseguran que he visto la cara de Dios. ¡No es verdad! Yo no he visto más que mi propio rostro cuando me miro en el espejo. Trini.—Nunca pensé durar tantos años. Cuando murió Berta Gamboa, su mujer, doña Salud, la hermana de mi señor, me tomó de la mano y me trajo a su casa. Abrió la puerta y dije: ¡Chihuahua! Qué anciano está. Pero Dios quiso que viviera diez años más... Nunca había conocido a un poeta. Pensé que buscaría palabras lindas para platicar... León Felipe.—La Poesía es el derecho del hombre a empujar una puerta, a encender una antorcha, a derribar un muro, 84
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a despertar al capataz con un treno o con una blasfemia. Alter Ego.—Nací en Tábara. Mi padre era el notario y mi madre susurró la poesía en mis oídos, porque esas madres españolas, allá en Castilla sobre todo, donde yo abrí los ojos a la luz, tienen la costumbre de arrullar a sus hijos con unas canciones de cuna cuyo tono está tomado de las modulaciones más altas de los salmos. Son monstruosos lullabies, más para despertar que para dormir. En Zamora germinó un poeta recio. León Felipe.—No quiero el verbo raro ni la palabra extraña; quiero que todas, todas mis palabras —fáciles siempre a los que aman—, vayan ungidas con mi alma. Alter Ego.—Y quiero que mi traje, el traje de mis versos, sea cortado del mismo paño recio, del mismo paño eterno, que el manto de Manrique —como el de Hamlet, negro— amoldado a la usanza de este tiempo nueva revista · 155
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y, además, con un gesto mío nuevo. León Felipe.—Y quiero que sea superior a mí mismo y extraño a mi cerebro... que no sepa yo nunca cómo y por qué le he hecho; que ignore siempre eso que llaman manera o procedimiento. Alter Ego.—Y quiero Deshacer ese verso. León Felipe.—Quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma... Aventad las palabras... y si después queda algo todavía, eso será la poesía. Trini.—Felipe Camino Galicia de la Rosa, así se llamaba antes de encontrar su nombre legítimo de camino en este paisaje místico y austero, sin curvas ni sombras; de geometría rectilínea y luz... ¡La luz altanera de Castilla!... 86
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Alter Ego.—... Que hierve la tierra y deja las figuras sin contorno. Ando buscando hace ya tiempo una autobiografía poemática que sea a la vez corta y confesional. Corta. Como una cédula, como una ficha, más corta aún, como una tarjeta de visita; como una inscripción en una piedra dura, como una llamada, como un nombre en la sombra. Busco un nombre solamente. Mi verdadero nombre (no mi nombre de pila ni mi nombre de casta), mi nombre legítimo, nacido del vaho de mi sangre, de mis humores y del viejo barro de mis huesos que es el mismo barro primero de la Creación, de donde salen las uñas y las alas. León Felipe.—Yo lo que quería era llamarme León-Felipe. Me parecía entonces un nombre mágico que alguna vez se había escrito con lágrimas y sangre. Trini.—De Tábara a Salamanca, para estudiar farmacia y poner una botica, pero se desgarró su corazón al ver el sufrimiento de los pordioseros. Cerró y... León Felipe.—Anduve... anduve... anduve... descalzo muchas veces, bajo la lluvia y sin albergue... solitario. Y también en el carro itinerario más humilde de la farándula española. Así recorrí España. Vi entonces muchos cementerios, estuve en humildes velorios aldeanos nueva revista · 155
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y aprendí cómo se llora en los distintos pueblos españoles. Blasfemé. Viví tres años en la cárcel... no como prisionero político, sino como delincuente vulgar... Comí el rancho de castigo con ladrones y grandes asesinos... viajé en la bodega de los barcos; les oí cantar sus aventuras a los marineros y su historia de hambre a los miserables emigrantes. Alter Ego.—Quise ser redentor de malhechores y terminé como uno de ellos. Madre no me riñas, que ya nunca vuelvo a ser malo... Trini.—(Lee un papel que le pasa Alter Ego) No me riñas, [madre... que ya no vuelvo a llenarme de barro. Madre... no me riñas, que ya no vuelvo a manchar mi vestido blanco. Madre... cógeme en tus brazos... acaríciame, ponme en tu regazo... Anda... madre mía, que ya nunca vuelvo a ser malo. Así... Y arrúllame... y cántame... y bésame... duérmeme... apriétame en tu pecho con la dulce caricia de tus manos... anda... madre mía que ya no vuelvo a llenarme de barro. 88
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Madre... ¿verdad que si ya no soy malo me vas a comprar un caballo blanco y muy grande, como el de Santiago, y con alas de pluma un caballo que corra y que vuele y me lleve muy lejos... muy alto... muy alto... donde nunca pueda mancharme de barro mi vestido nuevo, mi vestido blanco?... León Felipe.—¡Oh, sí, madre mía... comprarme un caballo grande como el de Santiago y con alas de pluma... un caballo blanco que corra y que vuele y me lleve muy lejos... muy alto... muy alto... que yo no quiero otra vez en la tierra volver a mancharme de barro! Alter Ego.—Con un hatillo me hice cómico de la legua. Trini.—No me imaginaba a este hombre, mayor y achacoso, interpretando a Hamlet, Edipo o dando cabriolas sobre un tablado... Platíqueme de sus tiempos de cómico. nueva revista · 155
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León Felipe.—¡Hombre!, todos quieren que yo les hable de mis aventuras de cómico de la legua y lo único que les cuento es que estuve en muchos cementerios y velorios aldeanos. Allí aprendí cómo se llora en los distintos pueblos de España. Trini.—Se encerraba en su mutismo pero, en su soledad, por la puerta entreabierta de su cuarto, escuchaba a media voz: León Felipe.—No soy el filósofo porque apenas alcanzo a discurrir. Ni el sabio. Ni el gran buzo tampoco. Ni el historiador porque no tengo memoria. Me reconozco a veces, sin embargo, por algunos indicios, en Edipo, en Fausto, en Prometeo, en Cristo... mas no soy irreverente ni orgulloso porque he visto mi imagen también en el gusano, en el lagarto y en la iguana. Alter Ego.—Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo, ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos, para que nunca recemos como el sacristán los rezos, ni como el cómico viejo digamos los versos. La mano ociosa es quien tiene 90
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más fino tacto en los dedos, decía Hamlet a Horacio, viendo cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo un sepulturero. León Felipe.—No sabiendo los oficios los haremos con respeto. Para enterrar a los muertos como debemos cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero. Un día todos sabemos hacer justicia; tan bien como el rey [hebreo, la hizo Sancho el escudero y el villano Pedro Crespo... Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo... pasar por todo una vez, una vez solo y ligero, ligero, siempre ligero. Trini.—Le gustaban los personajes rebeldes, que se escapan de los papeles como Quijote a Cervantes o Edipo, el hombre que se yergue frente a un Sófocles inmóvil... Y Edipo avanza agarrado a las sombras, golpeando la tierra nueva revista · 155
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con su báculo, las cuencas tenebrosas secas ya, y vacías, maldiciendo y blasfemando. León Felipe.—¿Por qué, por qué? ¿Por qué he venido yo a ser el asesino de mi padre y amante de mi madre? Trini.—Los dioses se espantan y reculan. Tal vez no es hora de hablar... Silencio... Edipo avanza todavía. León Felipe.—¿Por qué, por qué? Trini.—Va a golpear la puerta de su destino. Y ya no debe dar un paso más. No es hora de hablar todavía. Y la tierra se abre cortándole el paso. Los cielos se encabritan y solo la tormenta le acompaña. León Felipe.—Como Lear, Edipo cae al abismo que le espera a las plantas para engullirle. Y todavía, en el aire, su cuerpo de pelele baja gritando hasta lo más profundo de la sima: ¿Por qué? ¿Por qué?... Trini.—Y nadie le responde. Alter Ego.—Sófocles, Cervantes, Shakespeare, ¿para qué más? En un juego de sombras y de luces, en un contraste de climas que es España, Cervantes se ha movido mejor que ningún otro poeta del mundo. Shakespeare es maestro en este mecanismo también. Pero lo que en Cervantes es contraste vivo, de carne y hueso, en Shakespeare es solo contraste verbal. Shakespeare juega siempre con conceptos y frases y con personajes forasteros; con invenciones, con símbolos universales. Su arte es siempre artificio, virtud genial de comediante maravilloso que sabe 92
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llorar por cualquiera, por gentes extrañas y lejanas, por fantasmas, por mitos... por Hécuba. León Felipe.—«¿Y qué le importa a él Hécuba y a Hécuba que le importa él para que así llore?» Alter Ego.—Hécuba, para Cervantes, es su patria, su casa... él mismo. Cervantes no juega, no ríe ni llora con un sueño, con una sombra remota, sino con la misma sangre y con la carne dolorida y condenada de su pueblo. Cuando el Bachiller y unas fuerzas confabuladas derrotan a don Quijote en la playa de Barcelona, el poeta sabe que más tarde, tal vez tres siglos más tarde, en el mismo sitio, el mismo Bachiller (...) ha de derrotar a España para siempre. León Felipe.—A don Quijote le encontré en la cárcel. Entreví un poeta que quiere escribir sus poemas no con la punta de la pluma, sino con la punta de la lanza. Allí donde está la imaginación ha de estar la voluntad en [seguida, con la espada, con la carne, con la vida, con el sacrificio, con el ridículo, con la pantomima, con el heroísmo, con la muerte... La metáfora poética desemboca entonces en la gran me[táfora social. nueva revista · 155
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Esta es la intrépida metáfora demiúrgica que usa don [Quijote. Don Quijote metaforiza de este modo: con la lanza en ristre y ajustándose bien la visera de cartón sobre la frente para ilustrar al populacho... y la España palurda quedaba anonadada oyendo aplaudir a las estrellas allá arriba, en el tachonado firmamento frío y transparente de Castilla. Yo también puedo hacer estos milagros poético lumínicos pero no me paro ahora a referirlos por no hacer demasiado largo el relato. Trini.—Exhausto como Quijote, próximo a 1920, se aposenta en Madrid. ¡Qué años! Bohemio, miserable y limosnero, pasa algunas noches sentado en el banco de una fonda, pues le niegan un catre para resguardarse del frío... León Felipe.—He dormido en el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales, he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos y me ha dado limosna —Dios se lo pague— una prostituta callejera... Volví a blasfemar. Quiero contarlo todo. Que venga el pregonero, el cura, el psiquiatra, el albañil... 94
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Quiero que sepa todo el mundo cómo y de qué está construida mi casa. Otra vez, desesperado, quise escaparme por la puerta maldita y condenada y mi ángel de la guarda me tomó de los hombros y me dijo severo: no es hora todavía... hay que esperar. Y esperé. Y sufrí, y lloré otra vez. He visto llorar a mucha gente en el mundo y he aprendido a llorar por mi cuenta. El traje de las lágrimas lo he encontrado siempre cortado a mi medida. Alter Ego.—Viví en Norteamérica seis años, buscando [a Whitman, y no lo encontré. Nadie le conocía. Hoy tampoco lo conocen. ¡Pobre Walt!, tu palabra «Democracy» la ha pisoteado el Ku-Klux-Klan... y «aquella guerra», ay «aquella guerra» la perdisteis los dos: Lincoln y tú. León Felipe.—Llegué a México montado en la cola de [la Revolución. Corría el año 23..., nueva revista · 155
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y aquí planté mi choza, aquí he vivido muchos años, aquí he vivido, he llorado, he gritado, he protestado y me he llenado de asombro. He presenciado monstruosidades y milagros: aquí estaba cuando mataron a Trotsky, cuando asesinaron a Villa, cuando asesinaron a cuarenta generales juntos... y aquí he visto a un indito, a todo México arrodillado llorando ante una flor. Trini.—La poesía se apoya en la biografía. Es biografía hasta que se hace destino y entra a formar parte de la gran canción del destino del hombre. Alter Ego.—Cuando mis versos, como notas se alojan en la partitura del Viento. León Felipe.—El poeta le cuenta su vida primero a los [hombres; después, cuando los hombres se duermen, a los pájaros; más tarde, cuando los pájaros se van, se la cuenta a los [árboles... Luego pasa el Viento y hay un murmullo de frondas. Esto ha dicho el Viento: que el pavo real levante la cola y extienda su abanico, el poeta debe mover solo las plumas de sus alas. 96
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Todo lo cual se puede traducir también de esta manera: lo que cuento a los hombres está lleno de orgullo; lo que [cuento a los pájaros, de música; lo que cuento a los árboles de llanto. Y todo es una canción compuesta para el Viento, de la cual, después, este desmemoriado y único espectador apenas podrá recordar una palabras. Pero estas palabras que recuerde son las que no olvidan [nunca las piedras. Lo que cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad. Y esta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las [estrellas. OSCURO
PARTE SEGUNDA, ESPAÑA
1938. Ruidos de guerra.
Alter Ego.—Cuando el hombre doméstico, egoísta y tramposo degrada el mundo y todo lo rebaja; cuando las cosas no son lo que deben ser, lo que pueden ser, el mecanismo metafórico del poeta es el primer signo revolucionario. Y antes denuncia nuestras miserias el poeta que el moralista. León Felipe.—La primera aventura de don Quijote no es ni la de Puerto Lápice, ni la de los molinos, como quieren algunos. La primera aventura surge cuando el poeta nueva revista · 155
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se encuentra con la realidad sórdida de España, después de salir de su casa, llevando en la mano la justicia (...) allí comienza la hazaña primera y única que ha de repetir a través de todo el peregrinaje del poeta. Alter Ego.—Don Quijote se encuentra en la venta del con un albergue sucio e incómodo, / León Felipe.—con un hombre grosero y ladrón, / Alter Ego.—con unas prostitutas descaradas, con una comida escasa y rancia, / León Felipe.—y con el pito estridente de un castrador de puercos. / Alter Ego.—Y dice enseguida: León Felipe.—Pero esto no puede ser el mundo; esto no es la realidad, esto es un sueño malo, una pesadilla terrible..., esto es un encantamiento. Mis enemigos, los malos encantadores que me persiguen, me lo han cambiado todo. Alter Ego.—Entonces su genio poético despierta, la realidad de su imaginación tiene más fuerza y puede más que la realidad transitoria de los malos encantadores, y sus ojos y su conciencia ven y organizan el mundo, no como es, sino como debe ser. León Felipe.—(Se dirige a un estrado.) ¿Habéis hablado ya todos? ¿Habéis hablado ya todos los españoles? 98
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Ha hablado el gran responsable revolucionario, y los pequeños responsables; ha hablado el alto comisario, y los comisarios subalternos; han hablado los partidos políticos, han hablado los gremios, los Comités y los Sindicatos; han hablado los obreros y los campesinos; han hablado los menestrales: ha hablado el peluquero, el mozo de café y el limpiabotas. Y han hablado los eternos demagogos también. Han hablado todos. Creo que han hablado todos. ¿Falta alguno? ¿Hay algún español que no haya pronunciado su pala[bra?... ¿Nadie responde?... (Silencio.) Entonces falto yo solo. Porque el poeta no ha hablado todavía. (...) Españoles, españoles revolucionarios: ¡El hombre se ha muerto! Callad, callad. Romped los altavoces nueva revista · 155
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y las antenas, arrancad de cuajo todos los carteles que anuncian vuestro drama en las esquinas del mundo. ¿Denuncias? ¿Ante quién? Romped el Libro Blanco, no volváis más vuestra boca con llamadas y lamentos hacia la tierra vacía. ¡El hombre se ha muerto! Y solo las estrellas pueden formar ya el coro de nuestro trágico destino. No gritéis ya más vuestro martirio. El martirio no se pregona, se soporta y se echa en los hombros como un legado y como un orgullo. Españoles, españoles revolucionarios. ¡Vamos a la muerte! Que lo oigan los espías. ¿Qué importa ya lo que oigan los espías? Que lo oigan ellos, los bastardos. ¿Qué importa ya que lo oigan los bastardos? A estas alturas de la Historia ya no se oye nada. Se va hacia la muerte y abajo queda el mundo irrespirable de los raposos y de los que pactan con los raposos. ¡Vamos a la muerte! ¡Que despierte Valencia y que se ponga la mortaja!... 100
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Alter Ego.—Escribí La Insignia entre el fulgor y el rayo para el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. No me permitieron leerlo. Allí la consigna era, no hablar con León Felipe, callar a León Felipe. Todos me dieron la espalda, menos César Vallejo que me dijo: Vamos a comer, León. Vamos a un restaurante donde nos vea todo el mundo. Berta.—Regresó a México en 1938 con lágrimas en los ojos. Me estrechó en un abrazo. León Felipe.—Que un día esa lágrima acabará taladrando el muro duro, negro y macizo del Misterio por donde entre una luz extraña que no hemos visto nunca. Berta.—¿Y eso lo va a hacer una lágrima? León Felipe.—Nadie más que ella lo puede hacer. Y romper ese muro es mucho más difícil que romper el cristal de una ventana. Berta.—Pero no es buen negocio, Mercader de Diamantes, no es buen negocio para usted vender lágrimas porque la lágrima es un artículo muy corriente en el mer[cado del mundo y lo tiene cualquiera. Alter Ego.—Las lágrimas, que secaba mi mujer, surcaban mis mejillas: Impotencia, pesar, rabia... El último recurso ante a un pueblo atrapado por la dictadura. nueva revista · 155
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León Felipe.—Nuestras lágrimas son monedas cotizables. Guardadlas todas... todas, para las grandes transacciones. Hay estrellas lejanas y yo sé lo que cuestan. Berta.—No salía de casa. Se despertaba desasosegado; hablaba entredientes; escuchaba voces de los ausentes. Recordaba a Machado... con el que había compartido escalera en sus días de Barcelona Alter Ego.—Él vivía en el cuarto piso, yo en el quinto. Yo estaba fuerte y casi le subía a don Antonio en mis brazos. Parábamos a charlar en cada rellano. Empezábamos en el portal al filo de la medianoche y llegábamos rayando el día a nuestros pisos. Yo le quería mucho; él estaba fatigado y cansado por la vida. Era tan gran hombre como poeta. Berta.—Salía de sus recuerdos y ahogaba penares con la escritura. Un día del verano de 1939, exclamó sin melancolía. Alter Ego.—Estos poemas se encerrarán en Español del éxodo y del llanto y los leeré en el Palacio de Bellas Artes de México, en una velada organizada por la Casa de España, el próximo 12 de septiembre de 1939. León Felipe.—La España de las harcas no tuvo nunca poetas. De Franco han sido y siguen siendo los arzobispos, pero no los poetas (...) Sin el poeta no podrá existir España. Que lo oigan las arcas victoriosas, que lo oiga Franco: 102
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Tuya es hacienda, la casa, el caballo y la pistola. Mía es la voz antigua de la tierra. Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo... mas yo te dejo mudo... ¡Mudo! ¿Y cómo vas a recoger el trigo y alimentar el fuego si yo me llevo la canción? Berta.—Todavía respiraban esos poemas el aire de un exilio que creía breve. León Felipe.—No preguntéis, no preguntéis a los loqueros, relojeros, preguntadle al comadrón. No preguntéis tampoco al hombre de los mapas y de los argumentos; no preguntéis al estratega ni preguntéis al dialéctico. Mirad el cielo. Vienen solas y negras dos nubes contrarias preñadas de agua y de fuego. Alter Ego.—Preguntad al comadrón: ¿qué parirán?, [¿qué parirán? ¿Habrá diluvio o habrá incendio? León Felipe.—Llanto. nueva revista · 155
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Alter Ego.—Construyamos un Arca como en el Viejo Testamento. León Felipe.—¡Ya es tarde, ya es tarde! (pasa iracundo resoplando el viento). Escuchad otra voz: Alter Ego.—Hay que tomar la espada y elegir un ejército. Uno de los ejércitos del mundo. No hay más que dos ejércitos. León Felipe.—Español del éxodo y del llanto, que llegas a México, no te sientes tan pronto que aquí sopla aún el viento, el mismo viento que derribó la torre de tu pueblo... No digas en seguida allá yo era un esclavo y aquí soy un liberto, porque la tierra entera está imantada y caminamos todos con zapatos de hierro. Se ha muerto un pueblo pero el hombre no se ha muerto. De nuevo tomad todos las espada y elegid un ejército. Berta.—León cumplió 60 años en 1944 y por entonces decía: ni he aprendido un oficio, ni sé pelar una patata y 104
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las faltas de ortografía todavía me las corrige mi mujer. Intentaba que hablara quedo, como en México, pero León no se corregía. León Felipe.—Ese tono levantado del español es un defecto de raza, lo sé. Viejo e incurable. Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre porque tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrar la laringe. La primera fue cuando descubrimos este continente y (...) gritamos: ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Tierra! (...) La segunda fue cuando salió por el mundo grotescamente vestido, con una lanza rota y con una visera de papel, aquel estrafalario fantasma de la Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra olvidada por los hombres: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! (...) El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, año 1936, para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡Eh! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!... (...) Nadie le oyó (...) se cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos (...) y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿pero por qué habla tan alto el español? Sin embargo, el español no habla alto (...) el español habla desde el nivel exacto del hombre, y el que piense que habla demasiado alto es porque escucha desde el fondo del pozo. nueva revista · 155
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Berta.—Era un castellanote adusto y seco, de rostro severo y habla destemplada. No escribió poesía amorosa, aunque hacía suya unas palabras de su admirado Walt Whitman: aquel que camina una sola legua sin amor, camina amortajado en su propio funeral. Me dedicó Versos y oraciones del caminante y me llenó con su pasión León Felipe.—Te vi pasar por la nube y salir limpia y libre buscando el corazón de una estrella. Ibas derecha... derecha... ¿En dónde te habrás clavado cuando hayas vuelto —sin fuerza, vencida ya— otra vez hacia la tierra? Berta.—¿Vencida? No ¿En qué pecho, en qué corazón virginal y balbuciente de poeta —¡victoriosa! ¡¡victoriosa!!— al caer ha(s) hecho blanco, saeta? León Felipe.—Te vi pasar por la nube y salir limpia y libre... Fuiste derecha, derecha al corazón de una estrella. Alter Ego.—Amaba mucho a mi compañera. En silencio, soportaba mis gritos contra la injusticia, mis arrebatos contra la sinrazón de una España bajo la dictadura; la desesperación contra toda esperanza porque la profecía de Macbeth, que hice en El asesino del sueño, no se cumplía. 106
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Franco seguía. Mis entrañas se degarraban entre las dos Españas. ¿Por qué habéis dicho todos que en España hay dos bandos, si aquí no hay más que polvo? León Felipe.—En España no hay bandos, en esta tierra no hay bandos, en esta tierra maldita no hay bandos. No hay más que un hacha amarilla que ha afilado el rencor. Un hacha que cae siempre, siempre, siempre, implacable y sin descanso sobre cualquier humilde ligazón: sobre dos plegarias se [funden, sobre dos herramientas que se enlazan, sobre dos manos que se estrechan. La consigna es el corte, el corte, el corte, el corte hasta llegar al polvo, hasta llegar al átomo. Aquí no hay bandos, aquí no hay bandos, ni rojos ni blancos ni egregios ni plebeyos... nueva revista · 155
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Aquí no hay más que átomos, átomos que se muerden. España, en esta casa tuya no hay bandos. Aquí no hay más que polvo, polvo y un hacha antigua, indestructible y destructora que se volvió y que se vuelve contra tu misma carne cuando te cercan los raposos. Vuelan sobre tus torres y tus campos todos los gavilanes enemigos y tu hijo blande el hacha sobre su propio hermano. Tu enemigo es tu sangre y el barro de tu choza. ¡Qué viejo veneno lleva el río y el viento, y el pan de tu meseta, que emponzoña la sangre, alimenta la envidia, da ley al fratricidio y asesina el honor y la esperanza! La voz de tus entrañas y el grito de tus montes es lo que dice el hacha: «Este es el mundo del desgaje, de la desmembración y la discordia, de las separaciones enemigas, de las dicotomías incesables, 108
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el mundo del hachazo... ¡mi mundo! dejadme trabajar». Y el hacha cae ciega, incansable y vengativa sobre todo lo que se congrega y se prolonga: sobre la gavilla y el manojo, sobre la espiga y el racimo, sobre la flor y la raíz, sobre el grano y la simiente, y sobre el polvo mismo del grano y la simiente. Aquí el hacha es la ley y la unidad del átomo, el átomo amarillo y rencoroso. Y el hacha es el que triunfa. Berta.—¡León! Ven a comer. Tengo gazpacho, ensalada de aguacate y un filete de pescado y café chiapaneco. Alter Ego.—Inapetente. Ese es mi estado cuando pienso en España. Escribo, pintarrajeo sus límites. Diré algo más sobre mi patria. En el mapa de mi sangre, España limita todavía: Por el oriente, / León Felipe.—
con la pasión,
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León Felipe.—
con el orgullo,
Alter Ego.—al oeste, / León Felipe.—
con el lago de los estoicos
Alter Ego.—y al sur, / León Felipe.— dormir.
con unas ganas inmensas de
Alter Ego.—Geográficamente, sin embargo, ya no cae en la misma latitud. León Felipe.— Ahora: mi patria está donde se encuentre aquel pájaro luminoso [que vivió hace ya tiempo en mi heredad. Cuando yo nací ya no le oí cantar en mi huerto. Y me fui en su busca, solo y callado por el mundo. Donde vuelva a encontrarlo, encontraré mi patria porque [allí estará Dios. Un día creí que este pájaro había vuelto a España y me [entré por mi huerto nativo otra vez. Allí estaba en verdad, pero voló de nuevo y me quedé solo [otra vez y callado en el mundo, mirando a todas partes y afilando mi oído. Luego empecé a gritar... a cantar. Y grito y mi verso no han sido más que una llamada otra vez, otra vez un señuelo para dar con esta ave huidiza 110
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que ha de decir dónde he de plantar la primera piedra de [mi patria perdida. Berta.—La casa se inundaba de alegría cuando llegaban unos jóvenes para platicar de poesía. León se transformaba. Hablaba sin inhibiciones. León Felipe.—Antonio Machado y García Lorca eran excelentes poetas y personas. Les quise mucho. Con Lorca viví en Nueva York, aunque Poeta en Nueva York no sea el poema que más me guste. Tenía un magnetismo difícil de explicar. Pero no olvidéis a Luis Cernuda, antipático, y Emilio Prados, al que algún día se le hará justicia. Para mí era de los tres poetas andaluces el que más valía. Estudiante 1.—Repasábamos sus filias y fobias. Estudiante 2.—Alberti, anoto, no se entiende sin María Teresa León. Escribe una poesía alegre, pero la militancia comunista le ha impedido dar el do de pecho; Juan Ramón Jiménez, un poeta de gabinete y laboratorio. Estudiante 1.—¿Miguel Hernández? León Felipe.—Fue una lástima que nos lo quitaran tan pronto. Era muy bueno, pero no dio todo lo que tenía que dar. Estudiante 2.—¿Dámaso Alonso? León Felipe.—Buen poeta, aunque un zorro y borrachín. Estudiante 1.—¿Aleixandre? León Felipe.—Vicente es poeta porque la poesía es la voz del hombre. nueva revista · 155
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Estudiante 2.—¿Gerardo Diego? León Felipe.—La gran moñiga. Estudiante 1.—¿Celaya, Blas de Otero? León Felipe.—El uno un camelo; Otero está mejor, pero con la dificultad de los vascos, su palabra es dura. Estudiante 2.—¿Pemán, Garciasol, Luis Felipe Vivanco? León Felipe.—José María es un caballero; Garciasol tiene un verso duro y oscuro;... y Vivanco, este fue el que dijo: Juan Ramón es el poeta de la eternidad, Machado el de la temporalidad y yo el de la actualidad. Estudiante 1.—¿Y Whitmann? León Felipe.—Walt es un poeta totalitario. Contra el totalitarismo del odio no hay más que el totalitarismo del amor «Y aquel que camina una sola legua sin amor, camina [amortajado hacia su propio funeral» Pero esto no lo han aprendido aún ni Chamberlain ni Churchill ni Roosevelt siquiera ¡Está el hombre sin salida, al borde del barranco, y se habla todavía de salvar un imperio! (...) Walt es sangre de vuestra sangre, de vuestra sangre demócrata y heroica. Y este es vuestro negocio ahora —gritadlo alto en la [Bolsa— vuestro gran negocio. 112
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Apostar hoy por Whitman el heroico. Ya apostasteis ayer por Whitman el demócrata. Estudiante 2.—¿Desde dónde escriben los poetas? León Felipe.—Tal vez todo el secreto esté en esta pre[gunta. ¿Hacia dónde se abre esa puerta? ¿Quién está allí? ¿Qué hace allí aquel hombre sentado? ¿Quién es? ¿Por qué no se levanta? Le llaman, le llaman, le llaman todos... y él sigue escribiendo... ¿Qué escribe? ¿para quién escribe? ¿desde dónde escribe? Esta es la pregunta: ¿Desde dónde escriben los poetas? Alter Ego.—Se escribe dentro de un plan que el poeta ignora al comenzar y que conoce solo el Viento. León Felipe.—El anónimo Viento, el vagabundo y des[castado Viento que sopla las velas saladas de la Historia, estofa la túnica de Judas, persigue a la Luz enamorado, la alcanza, la viola... y al fin la crucifica en dos maderos. nueva revista · 155
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Todo lo hacemos entre todos... todo lo hincha y deshincha el Viento, ese maravilloso actor del mundo, Señor Arcipreste, el Viento, el Viento, el Viento que un día puede derribar este monótono escenario para contar de otra manera el cuento. Berta.—León escribía en el Poema del Viento una larga fila de ofrendas dolorosas y de lágrimas recogidas por todos los caminos; le desgarraba la injusticia que cubría su patria; su corazón se ensangrentaba cuando alguno le decía, León no eres español. Gritaba: ¿Quién ha dicho que yo no soy español?... ¡soy español! Tal vez soy el español desconocido... Me echaron un día de casa, dijeron que yo era la oveja negra de la familia, y nadie se ha acordado ya de mí. Atronaba con su voz: León Felipe.—BASTA. Basta ya. Basta ya de generaciones. No hay generaciones... ni mojones ni calendarios. El tiempo camina sin cesar y el hombre camina sin pararse. De Caín a Hitler no hay más que un río de sangre y de Adán hasta mí 114
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un camino de sombras. No hay más que un camino y un caminante. Yo soy el caminante y detrás de mí no hay nadie... y delante tampoco. El hombre camina y camina... Hala... hala... hala... y se caen las torres y los muros de hierro y el hombre caminando hala... hala... hala... no hay generaciones, ¡degollad las Crónicas! solo un camino largo largo largo y un caminante. (¿Pobre Hombre! ¡qué cansado estás!) Pero no hay que pararse hala... hala... hala... —¿Adónde vamos? / Berta.— Camina.
Cállate... ya lo sabrás...
OSCURO
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PARTE TERCERA, OSCURIDAD
Lucita.—(Lee.) No tengo otra cosa mejor para poner en tus manos que este libro herético y desesperado. Soy un viejo pobre y un pobre viejo. Perdóname esta doble pobreza, «Lucerito»..., y deja que te bese las manos, esas manos misericordiosas de santa que amortajaron a Berta y le cerraron los ojos. México, mayo de 1957. León Felipe. La muerte de Berta Gamboa llenó de dolor sus entrañas. Y escribió con retazos de su biografía El ciervo, su libro preferido y una de las obras más articuladas y reconocidas. Guardián (Alter Ego).—Ya estás aquí. Hombre (León Felipe).—Me trajeron cuando estaba [dormido. Yo no pedí nada. Yo no dije a nadie que me trajese. Guardián.—Pero estás aquí. Hombre.—¿Y qué tengo que hacer? Guardián.—Puedes asomarte a la ventana... Puedes mirar el mar, el río, el puente... y el camino que sube a la montaña. Sobre la montaña verás el sol y las estrellas... Y si tienes buena vista tal vez columbres a Dios, escondido en las nubes y sentado en el columpio del triángulo metafísico. Hombre.—(Fumando, satisfecho, su gran pipa de artista.) 116
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Guardián.—Allá en el valle sopla el viento, el abanico del viento moviendo los árboles y llevando y trayendo sin cesar las hojas y los pájaros. Aquí más cerca están: el lobo y el cordero, el gavilán y la paloma... el ciervo herido... y el hombre con su lanza o su escopeta. Hombre.—¿Ese soy yo? Guardián.—¡Ese eres tú! Hombre.—Y aquello... ¿qué es aquello? Guardián.—¡El amor!... el comisario alucinado, el encargado de que haya uno siempre aquí mirando sin cesar por la ventana este hermoso paisaje invariable de girándula pintado por Dios. Hombre.—Dios... ¡Gran pintor invisible! Guardián.—Ya te he dicho que Dios está allá arriba... lejos... más allá de la montaña, al otro lado del camino. Hombre.—Tomando perspectiva... y fumando su gran pipa de barro, para que haya siempre nubes al fondo del paisaje. Guardián.—Mirando complacido su obra... Hombre.—(«Vio que todo era bueno»... y sonrió.) Guardián.—Mirándote a ti... mirándote siempre. nueva revista · 155
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Hombre.—Y ¿para qué me mira? Guardián.—Para que no te caigas, para que no te borres. Hombre.—¿Y si me caigo o me borro? Guardián.—Mandará otro el Amor para que siga mirando. Hombre.—Y ¿si se borra también? Guardián.—Mandará otro. Hombre.—¿Y luego? Guardián.—Otro. Hombre.—¡Infatigable comisario! Guardián.—Siempre tiene que haber uno aquí que mire al través de la ventana —miramos y nos miran— este hermoso paisaje invariable de girándula... Hombre.—Y ¿cómo estoy yo allí en el cuadro y aquí también asomado a la ventana? Guardián.—La ventana es un sueño. Hombre.—¿Un sueño? Guardián.—El mirador del sueño, y el que mira por ella es el poeta. Hombre.—¿Soy yo el poeta? Guardián.—El poeta es el hombre que mira, y a ti te toca ahora mirar —nos miran y miramos—. 118
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Hombre.—¿Mirar nada más? Guardián.—Luego, si quieres, puedes cantar una canción o un himno dando gracias a Dios que te ha elegido para venir aquí y mirar sin cesar por la ventana... Hombre.—¡Este hermoso paisaje invariable de girándula donde hay siempre un ciervo herido y un hombre con su lanza o su escopeta...! ¿No es así? Guardián.—Así es, en efecto. Hombre.—¿Y eso es todo? Guardián.—Sí. Todo y para siempre. Hombre.—¿Para siempre? Guardián.—Eternamente. Porque «lo que ha sido es lo que será, y lo que se ha hecho, lo que se volverá a hacer». Hombre.—¿Lo ha dicho así el señor de la Heredad? Guardián.—Lo ha dicho su mayordomo el Arcipreste. Hombre.—¿Quién es el Arcipreste? Guardián.—El gran predicador, el hijo de David. Hombre.—Ah, sí... El moscardón negro de la Biblia, el cuco del Eclesiastés. nueva revista · 155
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Guardián.—Fue rey de Israel, allá en Jerusalén. Hombre.—Pues que toquen el órgano en su registro más grave porque voy a cantar. Lucita.—Imposible sacarle de sus recuerdos, soledad y silencio. Se encerró para ver cómo pasaba el tiempo. León Felipe.—Solo para que saliera el arco iris Estuvieron lloviendo y lloviendo Millones y millones De siglos astronómicos, los cielos. Y solo para que me salieran estos ojos que ven el arco iris ¿cuánto ha llorado el hombre? —¿Qué es el Tiempo? Ya conocéis mi calendario... Hay que contar por mares y por sueños: Llorar... dormir, Llorar... dormir, Llorar... dormir, El Mar... la Muerte... el tiempo Llorar... dormir, Llorar... dormir, Llorar... dormir, Llorar... dor... dor... dor... ¡Quieto! El péndulo se ha roto... Dejadme aquí en el sueño. En la Nada. La Nada es el para siempre detenido Reloj del Universo. Lucita.—Escuchaba el tic-tac del reloj; despertaba envuelto en recuerdos, obsesionado con Berta, con su Bertuca. 120
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León Felipe.—En tu agonía, amor. ¡Cuánto le costó a la muerte apagarte los ojos! Sopló una vez, dos veces, tres veces —¡bien lo vi!— y tus ojos siguieron encendidos. Alguien dijo: Ya no tiene ni sol ni sal en las venas y los ojos no se le apagan. Yo llegué a pensar que no se apagarían nunca, que quedarían encendidos para siempre como las alas de una mariposa de oro eternamente abiertas sobre los despojos de la muerte. Al fin todo se hundió... y tu mirada se torció y se deshizo en un cielo turbio y revuelto... Y ya no vi más que mis lágrimas. «Bertuca» Alter Ego.—Otras veces pasaban por mi memoria como fantasmas muertos: Moreno Villa, Canedo, Albornoz, Domenchina, Rioja, Arteta, Giral, Llano de la Encomienda, Dorronsoro... La letanía es larga... larga, larga, larga... Y ya no tengo memoria. León Felipe.—Se me cansa la mano. la letanía es larga... larga, larga, larga... y ya no tengo memoria. nueva revista · 155
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Se me cansa la mano. Ya no veo bien... Sé que faltan muchos... ¡Perdonadme! ¡A todos os debo una elegía! Y a ti.. a ti... español desconocido, pobre refugiado anónimo cuyo nombre se ha borrado ya de tu humilde cruz de madera... ¡a ti... a ti también te debo una elegía! ¿Y qué es una elegía? Una elegía es una lágrima... lloremos... calladamente lloremos. Y una plegaria, es también una elegía... Recemos... calladamente recemos. Y una elegía... es, sobre todo, silencio. ¡Callemos!... ¡callemos! ¡Oh, Las piedras calladas de los cementerios! ¡No digamos nada! ¡Ya lo hemos dicho todo! Borrad las palabras funerarias... los retóricos lamentos. ¡Que lo deshaga todo el viento! Los hipos, las congojas, los cánticos... ¡Apagad las campanas! ¡Silencio!... ¡Silencio! Ante la muerte solo vale el silencio... ¡Shist...! Silencio! 122
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Lucita.—Recuerdos de amigos, recuerdos de España con la libertad usurpada, que atraviesa su Quijote montado en su jamelgo. León Felipe.—¡Oh, aquella vez, Rocinante, en que la palabra «Justicia» te llevó ciegamente hasta las aspas del Molino! Allí estás desde hace cuatro siglos. Allí te veo ahora todavía pataleando como un pelele en el Viento, ¡grotescamente! ¡¡en la picota de la fama!! ¡Cuántas veces me he visto yo también así: grotesco, en la picota de la fama, y cuántas he visto a Cristo así también grotesco en su cruz... en la picota de la fama! Lucita.—Estudiantes y poetas, sus amigos, Pablo Fernández Márquez, el más entrañable, Cesarman, Parés, Nieto... todos le visitábamos en su casa, en el 73 de la calle de Miguel Schultz, sin conseguir sacarle de su mutismo. León Felipe.—Aquí estoy solo... Siempre solo... Siempre entre el relámpago y el trueno... en este irascible fogonazo, que es la vida, lleno de angustia y de pavor. Esto es lo que sé... esto es lo que puedo decir. ¿Qué otra cosa puedo preguntar? ¿Cómo se llama Dios? nueva revista · 155
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¿Cómo me llamo yo? Dios se llama «Misterio». Yo me llamo «Misterio». No hay más que sombras, sombras, sombras.. Y este irascible fogonazo, que es la vida, lleno de angustia y de pavor... que también se llama «Misterio». Lucita.—Se acostaba tarde, no dormía hasta la madrugada. Trini entre sueños le escuchaba los delirios. León Felipe.—Hace mucho frío aquí en la tierra. Estaba durmiendo bajo un puente. Alter Ego.—Es invierno. Un invierno muy duro... León Felipe.—Entonces fue cuando me dije: ¿Por qué no te vas al cielo, a hablar con tus amigos los ángeles? Y me metí por la gatera que conocéis de la puerta trasera del cielo. Vino un ángel a ayudarme a entrar... ¡y entré! (claro que de mosca como siempre) y me dijo el ángel cariñoso: Alter Ego.—Pero León Felipe, ¿cómo te atreves con [esta noche? León Felipe.—Vine a confortarme. Ahí abajo hace mucho frío. 124
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Alter Ego.—Pero aquí no tenemos estufa y el sol no sale hasta mañana. Nosotros somos invulnerables al frío y al calor... pero tú... ¡y con esos harapos! no sé cómo puedes tocar el violín. León Felipe.—Pues mira, ahora lo toco mejor que nunca. Me voy a morir dentro de unos días... y un poeta moribundo es cuando toca mejor el violín. Me voy a morir y tengo mucha prisa. Tengo mucha prisa y quiero tocar algo nuevo antes de marcharme definitivamente de la tierra. Alter Ego.—¿Nuevo?... ¡mira que eso es muy difícil! León Felipe.—Sí, nuevo; es un truco de circo que se me ha ocurrido anoche: Voy a tocar mi última canción... y la voy a tocar caminando no por la cuerda floja como hacen algunos payasos y poetas... la voy a tocar caminando por el círculo fino de un aro de [madera. Alter Ego.—¿De un aro como esos de los niños? León Felipe.—Un poco más grande: es un gran cero. Dentro del cero está la Nada, fuera estáis vosotros los ángeles. nueva revista · 155
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Voy a tocar y a tocar dando vueltas y vueltas hasta que se me vayan acabando las fuerzas. se me verá tocando ya como un sonámbulo... Como un moribundo expirando, casi expirando... expirando... hasta caer. ¡Ya! ¿Y hacia dónde caeré? ¿hacia dentro? ¿en el cero... dentro de la Nada? ¿o hacia fuera... donde estáis vosotros para recogerme? Alter Ego.—Estás delirando, León Felipe, pero... ¿Por qué lloras? Lucita.—Cumplió los 80. Escribió varios poemas para celebrar su onomástica. Eran canciones de despedida. Se apagaba. Invierno tras invierno resistía hasta aquel 18 de septiembre de 1968. Antes, desde la atalaya de la vejez, con su voz rasgada... León Felipe.—Soy ya tan viejo, y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido y ya no puedo encontrarla para pedirla perdón. Ya no puedo hacer otra cosa 126
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que arrodillarme ante el primer mendigo y besarle la mano. Yo no he sido bueno... quisiera haber sido mejor. Estoy hecho de un barro que no está bien cocido todavía. ¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!... Pero todos se han muerto. ¿A quién le pido perdón ya? ¿A ese mendigo? ¿No hay nadie más en España... en el mundo, a quien yo deba pedirle perdón?... Voy perdiendo la memoria y olvidando todas las palabras... Ya no recuerdo bien... Voy olvidando... olvidando... olvidando... pero quiero que la última palabra, la última palabra, pegadiza y terca, que recuerde al morir sea esta: PERDÓN. FINAL
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PANORAMA DE ACTUALIDAD
EL ESTADO RELACIONAL De la teoría a la práctica Begoña Conde y Rafael Bengoa
El Estado de Bienestar se sitúa frente a considerables retos en un contexto de reconfiguración económica a nivel nacional y europeo. Se trata de desafíos que se caracterizan por su gran complejidad. Las fórmulas tradicionales de responder a estas encrucijadas —más mercado o más burocracia— no son adecuadas para enfrentarse a las demandas y heterogeneidad social existente. Asimismo, se precisan nuevos patrones que identifiquen al ciudadano como un actor activo y no un simple receptor pasivo de servicios. El concepto de Estado Relacional se muestra como una de las respuestas más prometedoras para esa nueva realidad social. En este artículo se describen los elementos que hacen operativo este nuevo modelo de actuación y ejemplos prácticos de la configuración que está adquiriendo en el sector sanitario y social.
LOS RETOS DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS EN EL SIGLO XXI
Los poderes públicos se enfrentan a grandes retos en la actualidad. Una demografía cambiante, mayor demanda de 128
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3ª TEMPORADA EN MADRID / Del 15 de enero al 14 de febrero 2016, de martes a domingo
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servicios y presupuestos más ajustados exigen nuevos razonamientos para el mantenimiento y mejora del Estado de Bienestar. Junto a las transformaciones económicas y laborales asistimos a cambios demográficos de considerable transcendencia debidos a la disminución de la fecundidad, a la caída drástica del número de nacimientos en relación con el total de la población, al aumento de la esperanza de vida y al aumento de la supervivencia; de tal manera, que el proceso de envejecimiento de la población se acentuará considerablemente en el futuro. Los datos que recoge el Observatorio fedea de la Sanidad (diciembre 2014) muestran cómo los indicadores de salud más inmediatos reflejan una evolución preocupantes: el descenso de la mortalidad infantil se ha detenido desde 2009 y el peso al nacer ha empeorado en ese mismo periodo. Asimismo, los indicadores de prevalencia de enfermedades crónicas habrían aumentado dos puntos en los tres últimos años, fundamentalmente los indicadores de hospitalizaciones a causa de la diabetes, depresión, ansiedad y otros trastornos mentales. Por otro lado, no se podrán obviar los nuevos riesgos sociales y económicos derivados del aumento de gasto en protección social (atención sociosanitaria, pensiones) así como de las modificaciones originadas en las etapas labores y educativas de la población que trastocan la incorporación a la vida laboral de los ciudadanos. El control de los gastos de salud y de las diversas prestaciones sociales se presentan como cuestiones de fundamental preocupación. La complejidad del retrato de la sinueva revista · 155
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tuación evidencia la dificultad de abordaje y resolución de los retos emergentes a partir de parámetros tradicionales. Por ello, el Estado de Bienestar deberá modificar los tradicionales ejes sobre los que se sustentaba para construir sus cimientos sobre la base de los cambios sociales y económicos que se están produciendo en los últimos años. La nueva configuración del mismo deberá contemplar, entre otros, la transformación del mercado laboral, los cambios demográficos y sus consecuencias sociales, los cambios en la estructura social, la inmigración y la variable medioambiental, todos ellos desafíos de enorme complejidad. Este panorama condiciona la respuesta del conjunto de las administraciones públicas. La solución en clave de austeridad, a través de la eliminación de servicios o el establecimiento de copagos, ha sido la fórmula materializada por un número considerable de ellas. En otras administraciones la reacción ha sido planteada en términos de aumento de eficiencia y de productividad o en una combinación de ambos planteamientos. Sin embargo, los poderes públicos son conscientes de que las respuestas diseñadas hasta la fecha únicamente aportan soluciones a corto plazo pero no son un modelo que posibilita su mantenimiento a medio o largo plazo. Asimismo, muchos de ellos reconocen que no se puede permanecer en el modelo actual si los objetivos que se plantean persiguen el mantenimiento de un modelo de bienestar sostenible. EL ESTADO RELACIONAL
El modelo del Estado Relacional ha sido esbozado como una respuesta nueva a los retos planteados. La expresión 132
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está presente en España desde hace años aunque todavía no se ha producido su plasmación ni en el ámbito social y ni el político. El aspecto importante en el contexto actual —tal y como se visibilizará a continuación— es la posibilidad de que este modelo esté cristalizando de manera emergente y tangible, de manera particular, en el área de la sanidad y de los servicios sociales. En las sociedades occidentales, las políticas sociales se enfrentan a determinados condicionantes estructurales dependientes de los acuerdos establecidos entre el Estado y el mercado. Sin embargo, en el escenario actual, el Estado ya no se erige en protagonista principal sino que aparecen en escena diversos sujetos destacados en la esfera de la gestión social. Los mecanismos habituales de modernización en el sector público han basculado entre mayor burocracia o mayor mercado. Sin embargo, en la actualidad existe consenso a la hora de reconocer que estas intervenciones tradicionales, únicamente son operativas, para resolver problemáticas relativamente simples pero no sirven para dar respuesta al conjunto de la compleja problemática de la sociedad como pueden ser las enfermedades crónicas, los comportamientos antisociales o los jóvenes desempleados de larga duración. La respuesta a estos desafíos exige soluciones interconectadas y múltiples. Por ejemplo, hace décadas el sistema de salud debía enfrentarse a problemas de salud agudos como las enfermedades transmisibles o fracturas y accidentes. Estas complicaciones se podían abordar mediante tratamientos nueva revista · 155
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relativamente sencillos. Sin embargo, hoy en día el 80% del gasto va destinado a las enfermedades crónicas como la diabetes, las enfermedades mentales graves o la demencia senil. Estas enfermedades no se curan, necesitan apoyo a largo plazo. Requieren una intervención compleja e interconectada. El sistema de salud debe por tanto adaptarse a estos cambios y las viejas recetas ya no sirven. La complejidad planteada en este ejemplo no se resuelve con mayor burocracia ni con simples incentivos de mercado. El Estado Relacional proporciona algunas pistas para enfrentarse a retos complejos de este tipo. Existen otros entramados relacionales, además de la pertenencia al Estado que tienden a redefinir y posibilitar la integración social y por tanto, la inclusión social no se encuentra ya, exclusivamente gestionada por las políticas protectoras del Estado sino que concurren, asimismo, diversas formas de relación que viabilizan la inserción social del individuo. Del mismo modo se produce progresivamente una redefinición de las «empresas relacionales». Estas son cada vez más conscientes de que no es posible apartar la operación corporativa de la responsabilidad social y tratan de responder a las expectativas sociales para ayudar a crear una mejor comunidad. Junto con los desafíos propios de las empresas relativos a la productividad y competitividad, las empresas manifiestan cada vez mayor preocupación por la legitimación de su actuación en el ámbito social y por su función en la cimentación del bien común. Una parte del sector empresarial cada vez es más consciente de la necesidad de adoptar dentro de sus principios rectores la res134
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ponsabilidad social y el compromiso con la comunidad y abogan a favor de una relación de carácter positivo entre la responsabilidad comunitaria y el desempeño económico. Este escenario relacional de diversos actores hasta ahora pasivos más que activos conlleva la redefinición de las estrategias y de las políticas de cohesión social tradicionales. Deberán abordarse de manera conjunta y entrelazada por parte de la pluralidad de actores de carácter mixto, público y privado existentes. Por tanto, los derechos sociales y el bienestar social de la población se configuran en clave de tipo relacional. La inserción social estaría comandada por una ciudadanía caracterizada por múltiples pertenencias que vincula la ciudadanía estatal y la ciudadanía societaria. El reconocimiento y legitimación de soluciones abanderadas por diversos actores implica la asunción de políticas sociales capaces de responder a las necesidades específicas surgidas en contextos relacionales determinados y la desaparición de los parámetros de normalidad establecidos tradicionalmente. En este contexto, sin embargo, la autogestión de las diversas esferas y autonomías sociales no debe ser incompatible con estrategias orientadas al bien común y a la solidaridad social y si bien resulta inexcusable que las sociedades occidentales garanticen el ámbito de libertades de los ciudadanos al mismo tiempo resulta trascendental responsabilizar al ciudadano de sus comportamientos individuales. El Estado Relacional oferta respuestas satisfactorias a problemáticas complejas debido a que interconecta eficazmente los servicios públicos, hecho que posibilita solucionueva revista · 155
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nes más integradas y porque crea condiciones en proximidad con los ciudadanos. T R A D U C I R G R A N D E S C O N C E P T O S A L Á M B I T O O P E R AT I V O
Los grandes cambios de concepto sobreentendidos en la organización del Estado Relacional requieren ser trasladados a la realidad operativa comunitaria. Únicamente servirán como nuevo modelo alternativo al Estado de Bienestar tradicional si en la realidad de nuestro país es tangible la mejora de los resultados. Este cambio se consigue: — Considerando a los ciudadanos como un agente activo y no perceptor pasivo de servicios. — Mediante la gestión de los servicios públicos como red interconectada y no como una batería de elementos fragmentados como ocurre en la actualidad. Por ejemplo, esta opción permite ofrecer a un sector de la población (mayores) un servicio de puerta única al sistema sociosanitario. Nuestros servicios municipales o locales actuales no se encuentran interconectados. — Mediante una descentralización de los presupuestos otorgados a organizaciones locales con el propósito de que materialicen «sus» respuestas de carácter local mediante innovaciones de perfil local. La evidencia sobre soluciones locales versus soluciones planificadas a nivel central en alguna administración lejana de la realidad, indica de manera creciente que los resultados son mejores. Se consigue de manera más eficaz desgajar la fragmentación local. Las administraciones de carácter más central deben razonar en clave de «facilitadoras» y no gestoras. Este es 136
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probablemente el cambio cultural más difícil de conseguir en España debido a que la práctica habitual de esas administraciones centrales consiste en microgestionar desde «arriba». El liderazgo del sistema interconectado debe ser local, donde los diversos elementos que lo conforman toman sus decisiones de manera conjunta. — Permitir mayor integración («pooling») presupuestaria en ese ámbito local con el fin de que los servicios puedan planificarse de manera integrada y «sistemática» sobre un área geográfica concreta. — Otorgar un mayor nivel de autonomía de decisión a la esfera local en esa área. — Crear condiciones para una mayor integración de los profesionales prestadores de servicios en esa área en equipos multidisciplinares —por ejemplo, equipos sociosanitarios—. Hoy en día esos prestadores no son equipos, operan de modo fragmentado sobre el mismo individuo. — Promover nuevas estructuras colaborativas en el ámbito local; es decir organizaciones en red que hoy aún trabajan de forma fragmentada. La función de esas estructuras es fortalecer los lazos entre los ciudadanos y ayudar a que identifiquen soluciones juntos. UN CAMBIO SOCIOLÓGICO Y ORGANIZATIVO
A medio plazo se precisará un cambio cultural relacional que implique un alejamiento de unos servicios públicos proporcionados a unos ciudadanos pasivos por otros modelos de organización en los que la sociedad civil desempeñe un papel activo y codecida los elementos clave que conforman sus vidas. nueva revista · 155
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En la actualidad se asiste a un cambio en la relación entre ciudadanos y el Estado de tal manera que el ciudadano abandona su tradicional rol pasivo para asumir un papel activo. En este sentido, la reacción a este cambio sociológico no se ha hecho esperar por parte de la mayoría de las formaciones políticas. Este cambio se materializa en el escenario político en una nueva «conversación» con los ciudadanos bajo los parámetros de mayor democratización de las decisiones y participación social (celebración primarias...). Sin embargo hay sectores como el sanitario y el de servicios sociales que, en una esfera menos politizada y más de gestión, llevan unos años modelando de forma operativa estos cambios sociales. Además están obteniendo resultados positivos en la realidad española e internacional hasta el punto de estar configurando un Estado Relacional en su ámbito de actuación. Esta circunstancia es justificable debido a la necesidad urgente que se plantea en estos sectores de identificar soluciones originales a la sostenibilidad del sistema. Tales cambios merecen ser destacados en este artículo por el interés actual que suscitan y por la forma que están adquiriendo en nuestro país y en otros países occidentales. LA EMERGENCIA DE MODELOS NUEVOS DEL ESTADO DE BIENESTAR
En el ámbito internacional proliferan ejemplos que se caracterizan por configurar nuevas formas de organización de los servicios del Estado de Bienestar. Se dan en todos los sectores. Por ejemplo en Ontario (Canadá), las reformas del sistema escolar del 2003 han permitido a esta provincia pasar a tener uno de los mejores sistemas del mundo. La tasa de fi138
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nalización de la escolarización pasó del 68 al 82% en un plazo de ocho años y el número de profesores que abandonan la profesión cayó drásticamente. M. Fullan (2012) ha identificado varios factores explicativos para este éxito. Se redujeron el número de metas impuestas desde el centro y se otorgó a los profesores mayor autonomía para innovar y experimentar en sus modelos pedagógicos, inversión importante para su desarrollo profesional, así como diseminación rápida de las mejores prácticas y una cultura de trabajo en equipo. En Finlandia, cuyo éxito en educación es reconocido también mundialmente, en gran medida por el uso intensivo de apoyo a niños con necesidades educativas especiales, todo se lidera localmente. Así, un 30% de los estudiantes finlandeses reciben apoyo educativo especial, tasa mucho mayor que la de cualquier otro país en el mundo. En Milwaukee, ee.uu., un proyecto dirigido a niños con problemas de comportamiento, el programa Wraparound, reagrupa todos los presupuestos que hasta la fecha funcionaban como compartimientos estancos en esa comunidad. Se han reemplazado todas las estructuras por una única, mediante la cual los profesionales coordinan un «plan» individualizado. Tal estructura además opera localmente un servicio de crisis de 24 horas. Las hospitalizaciones psiquiátricas de niños se han reducido de 5.000 a 300 días de ingreso. En el ámbito nacional español emergen experiencias pioneras que van configurando la misma manera de actuar. Se describen a continuación tres nuevas formas de actuación en la sanidad española e internacional como ejemplos prácticos del movimiento relacionales en la sanidad. nueva revista · 155
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a) Organizaciones integradas locales Los servicios de salud reconocen de forma creciente que los resultados no pueden limitarse exclusivamente a la prestación del servicio convencional a los ciudadanos. En consecuencia surgen diferentes innovaciones locales y organizaciones civiles que intentan crear nuevas coaliciones tanto de carácter público-público como de carácter público-privado. Es el caso concreto de los sistemas integrados de salud. Estos sistemas locales reagrupan todos los actores sociales y sanitarios de una zona geográfica concreta con el fin trabajar de forma coordinada en lugar de fragmentariamente. Se trata de que todos los agentes implicados al efecto en esa comunidad tengan un objetivo único y común —mejorar efectivamente la salud de esa población— y no únicamente proveer de ciertos servicios médicos y sociales tradicionales. Estos sistemas locales son modelos organizativos que permiten crear redes de potenciales prestadores y sociedad civil en general con el objetivo de trabajar de manera más colaborativa en una localidad. Estas organizaciones locales reciben nombres diferentes en diferentes países pero siempre se refieren a la misma lógica relacional que intenta poner en práctica los conceptos y operatividad arriba mencionados (Care Groups en Holanda, Integrated Net works en Escocia, Accountable Care Organizations en los ee.uu., Áreas Integradas o Microsistemas en España...). A la vez que se cambia la organización en el ámbito de la prestación de servicios, se ha iniciado una profunda transformación en el modelo de financiación de esos prestadores. Históricamente, los modelos de financiación de 140
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esas organizaciones y prestadores también han estado por regla general fragmentados. Sin embargo, en la actualidad crece el número de ejemplos de financiación combinada (contratación de valor en lugar de contratación de actividad) para alcanzar los objetivos comunes. Este modelo relacional está tomando forma en la sanidad, debido a que los datos indican que esta combinación integrada de prestación de servicios locales consigue mejores resultados y es más eficiente. Aunque estemos en un momento incipiente y sean necesarias más evaluaciones, parece, según dichos resultados, que este modelo puede permitir hacer más sostenible la sanidad y los servicios sociales. b) El paciente activo Otra de las innovaciones tangibles, que demuestran estos cambios hacia el Estado Relacional, es el proceso de empoderamiento de ciudadanos y pacientes que se está produciendo en España y en otros países. Se trata de alejarse del modelo histórico del paciente pasivo y dependiente únicamente de los profesionales sanitarios para promover una mayor personalización y dar voz al paciente en relación a las decisiones que le conciernen. Se trata de procesos educativos que activen a los pacientes de forma que autogestionen su enfermedad de manera más eficaz, responsabilizándose, con la ayuda del sector sanitario, de la obtención de resultados. En España ya existen 20.000 pacientes operando de esta forma, que confirman también aquí los resultados ya establecidos de otros países en los que se acredita que estos pacientes activos obtienen mejores resultados de salud y hacen menor y mejor uso de la sanidad. nueva revista · 155
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En suma, esta mayor responsabilización de los usuarios sobre la gestión de su propia enfermedad crea al respecto una cultura menos dependiente y más autónoma. Es claramente una forma concreta de empoderamiento ciudadano y de mayor participación colectiva. c) Gestionar los determinantes sociales de la salud El establecimiento de determinantes sociales de la salud han difundido la premisa de que los patrones de morbilidad y mortalidad característicos de diferentes grupos sociales se encontrarían condicionados, además de por estilos de vida, por elementos de estratificación social. El estilo de vida, los factores socioeconómicos, culturales y ambientales son condicionantes que influyen en la salud del individuo y la determinan. Sin embargo, el reconocimiento de determinados estilos de vida como factor de riesgo a la hora de analizar y evaluar ciertos estados de salud no debe presuponer únicamente que un conjunto de decisiones de carácter personal de libre elección por parte del individuo agote la causalidad del riesgo, de tal manera que la irrupción de determinadas enfermedades se debería en exclusiva a la responsabilidad del individuo. Existen evidencias empíricas que permiten afirmar que determinadas políticas institucionales pueden condicionar estados de salud especialmente en casos que implican procesos de desigualdad social. Pues bien, las iniciativas de los ejemplos arriba mencionados, que reflejan la necesidad de identificar nuevas formas de decidir y gestionar determinados programas sociales en el ámbito local, permitirían además abordar sobre el 142
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terreno uno de los grandes retos del sector sociosanitario como son los determinantes sociales de la salud. Para estos determinantes, conocidos científicamente desde hace tiempo como elementos que impactan directamente en la salud de la población, no existía un modelo organizativo local que permitiera abordarlos. Los procesos del Estado Relacional proporcionan también pistas de cómo se puede intervenir al efecto en el ámbito local. CONCLUSIÓN
Crece la evidencia sobre la necesidad de identificar nuevas fórmulas, más participativas y colaborativas, para alcanzar actualmente los objetivos que persigue el Estado de Bienestar. Los resultados en calidad y en eficiencia de las nuevas formas ya incipientes indican que pueden ser una vía para conseguir mayor sostenibilidad económica, además de posibilitar la eliminación de la presión característica de las respuestas burocráticas clásicas. Pero estas transformaciones se presentan complejas, dado que conllevan cambios de los centros de decisión, implican otorgar más voz y protagonismo a lo local, así como una transferencia de poder hacia la sociedad civil. Los ejemplos mostrados permiten vislumbrar, sin embargo, que esta forma de actuación es perfectamente viable en nuestro contexto; que en ciertos sectores ya está en marcha y que brinda una mejor vertebración entre los intereses de los poderes públicos y las necesidades reales de los ciudadanos.
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EL MITO DEL RANKING UNIVERSITARIO Miguel Ángel Garrido Gallardo
«Excelencia» es la palabra más recurrente en los debates sobre la enseñanza universitaria y sobre su reforma. Y los rankings se han convertido en un elemento ineludible para medirla. Detrás de todo esto, sin embargo, se esconde la preocupante adaptación de la universidad a la lógica de la eficacia empresarial y el marketing. Para Miguel Ángel Garrido es necesario hablar de eficiencia y propone informes contextualizados para determinar si la universidad cumple o no sus objetivos.
LA EXCELENCIA
Un fantasma recorre el mundo académico: la excelencia. Es consecuencia de la sentida necesidad de la evaluación y petición de responsabilidad sobre la actuación en el mundo de la universidad, la cual ha venido guiada solo por la inercia en demasiados sitios y durante demasiado tiempo. Ciertamente, la atención que despiertan actualmente los rankings es consecuencia directa de la prioridad que se otorga a la excelencia como objetivo de la universidad. Sin embargo, a mí me parece que con esta cuestión de la excelencia ocurre ahora algo parecido a lo que sucedió a 144
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el mito del ranking universitario
principios de la segunda década del siglo pasado con la primacía de la pedagogía: no cabe duda de que para enseñar algo es muy necesario saberlo enseñar. Y ese dato se había venido descuidando. Pero llegó el momento en que se asumía la aberración de que se podría enseñar lo que fuese, con un método adecuado, aunque no supieras nada de lo que enseñaba. Y eso es un imposible. O sea, estábamos una vez más ante la observación de Leibniz, según la cual los cambios que se producen en la historia de la cultura son verdaderos en lo que afirman y falsos en lo que niegan. Para saber matemáticas es conveniente saber enseñarlas (verdadero) y, por consiguiente, se puede enseñar matemáticas con tal de que se domine el procedimiento de enseñarlas, aunque de matemáticas no tengamos ni idea (falso). Fijémonos ahora en la noción de excelencia: «superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio o estimación algo». No se trata de que la bondad hace digno de aprecio, sino que el ser superior (necesariamente, por relación a otros) es lo que hace obtener un aprecio singular. Se trata, pues, de una lógica de la competencia que reclama correlativamente la eficacia, o sea, «capacidad de lograr el efecto que se desea o espera». Tal supuesto parte de la trasposición a la universidad de un modelo propio de la empresa capitalista. La universidad tendría que rendir cuenta a las instancias directamente implicadas en su funcionamiento, los stakeholders, en cuanto a transparencia (de ahí, la intrusión de las agencias gubernamentales), docencia, transferencia y dimensión social. Pero aquí es donde surge la primera objeción. ¿Es posible asimilar el funcionamiento de una universidad nueva revista · 155
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al de una empresa? ¿No son, por propia identidad, realidades absolutamente heterogéneas? Algunos profesores de universidades públicas y de las privadas creadas no como negocios, sino por cuestión de principios, suelen considerar este punto de partida una aberración. Por ejemplo. ¿Tendría que abandonar la universidad pública española los estudios de hebreo porque apenas hay estudiantes que los reclamen? ¿Tendría que someterse las investigaciones a las prioridades marcadas en el boe cuando es bien sabido que la investigación gratuita es la que suele encontrar objetivos impensables de alto valor? Mi experiencia es que estas aporías serían descalificadoras de una visión empresarial de la universidad, si no fuera porque las objeciones suelen provenir de intereses gremiales despropositados. Cuando una comisión compuesta por tres ignorantes en la materia (y en todo) y por una estudiante de posgrado (de las mismas características) pide al catedrático de una universidad: «Véndame en cinco minutos por qué se debe incluir en el programa la asignatura de Hermenéutica», se está evidenciando la superficialidad (lo importante no es saber de lo que se trata, sino saber «vender»), traducida en la fe ciega en el marketing, propio de lo que Vargas Llosa llama la Sociedad del Espectáculo. Sin embargo, cuando una universidad se empeña en mantener un Departamento de Lengua Latina con cuatro catedráticos y cuatro titulares para un número entre cero y dos alumnos por año académico, está malversando los recursos, pues parece evidente que es preferible enviar a los alumnos en cuestión (con beca total, si es preciso) a los lugares donde se imparten con rigor esas enseñanza y hay demanda suficiente. 146
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Deberíamos saber cuáles son las características (finalidades) de la universidad y responder de ellas, deberíamos comprometernos igualmente en el management de la institución para lograr universidades útiles y sostenibles. Me parece a mí que sería necesario cambiar el objetivo de eficacia por el de eficiencia, esto es, «disposición de llevar hasta las últimas consecuencias el empeño en un determinado objetivo». En lo humano, dar de sí todo lo posible (eficiencia) conduce a la satisfacción del deber cumplido; aspirar siempre a lo superior (eficacia) es una fuente de frustraciones (el que llega a emperador, le falta ser papa y viceversa) y de otros innumerables males. Pero volvamos por el momento a nuestro discurso. LOS RANKINGS
El ranking, en la acepción que se le da al barbarismo, es un instrumento que se deriva lógicamente del objetivo de excelencia. Es «la clasificación de mayor a menor, útil para establecer criterios de selección». Si la excelencia es, por definición, resultado de una comparación, la lista ponderada de las «excelencias» será el instrumento imprescindible con que operar en la gestión de la universidad. El ranking es la medida de la «reputación», de la excelencia adquirida y mantenida en el tiempo, el instrumento que señala el lugar en el que asomamos la cabeza por encima de unos que están debajo de nosotros y debajo de otros que están por encima y a los que debemos desbancar. Se supone que la reputación medida en el ranking se deriva de un feed back incesante: el desempeño de la universidad en cuestión y las percepciones que se mantienen nueva revista · 155
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acerca de ese desempeño. Mientras mejor sea el desempeño, mejor será la percepción y mientras mejor sea la percepción, más subirá el desempeño. Múltiples son los elementos que se tienen en cuenta para medir la reputación: el número de candidatos, los resultados académicos, los profesores internacionales, las tasas de empleo conseguidas por los titulados, el número de mujeres investigadoras... A primera vista se observa la dificultad que entrañan algunas de estas medidas en cuanto a indicadores de buena reputación. Por ejemplo, dos casos, la internacionalización y la paridad de géneros. No entro aquí en el sentido o falta de sentido que tiene la discriminación positiva para lograr que las mujeres estén tan representadas como los varones. Observo, sin embargo, la imposibilidad de ponderar, en relación con otros registros, la cuestión de género. Para los resultados, ¿tendrá algo que ver la ratio de mujeres en el profesorado, equivalente a lo que significa la ratio número de profesores por alumno? En cuanto a la internacionalización, sin caer en los contraejemplos tópicos de Marcelino Menéndez Pelayo, que apenas se dio una vuelta por Europa, o de Immanuel Kant, que nunca salió de Königsberg, las compulsivas vueltas al mundo de determinados colegas no son computables sino como absentismo en cualquier clasificación seria. He tenido la experiencia de ver a un excelente discípulo apartado de su carrera por falta de internacionalización, o sea, por haber conseguido plaza en el extranjero, en el mejor centro de su especialidad, a escala mundial, y no haberse movido de allí hasta lograr la experiencia que requería. 148
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En todo caso, el ranking es un instrumento aceptado como indispensable para la gestión universitaria. Cada cierto tiempo nos sobresaltan con el de Shangai o el de Times que son, para algunos, especies de oráculo de Delfos: «De casi 20.000 universidades que hay en el mundo, España no tiene un puesto entre las cien primeras», acusan. ¡Pues qué bien!
Están apareciendo siempre rankings y para todos los gustos. Los gestores de las universidades aspiran a una buena posición, ya que la reputación de la universidad atrae profesores e investigadores, estudiantes y recursos sociales y, a su vez, como he dicho ya, el elenco de profesores, las muchas peticiones de matrícula y la disponibilidad de recursos son datos capitales de la reputación. Otra vez la pescadilla se muerde la cola. Lo malo es que en el marco de la «excelencia», «eficacia» y «competencia», más que la contundencia de los hechos puede primar la formalidad de los datos. Hace unos días una universidad solicitaba a varias personas de mi grupo que se adscribieran también en sus líneas de investigación para poder incluir en la Memoria de dicha universidad investigadores con proyectos de investigación financiados, aunque sea así que se proyectan y realizan íntegramente en el centro a que pertenecen los investigadores y no en la universidad de marras. No hace falta irse, en efecto, a los Emiratos Árabes para conocer iniciativas de este estilo. En cuanto a los alumnos, la batalla por captar clientes está a la orden del día y es de temer por la exigencia en nueva revista · 155
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el aprendizaje si nos lanzamos a esta competencia. Debo decir, empero, que conozco el caso de una universidad, nueva y sin pedigrí, que obtiene el 60% de los alumnos que se incorporan a partir de informaciones de titulados satisfechos con la formación que han recibido y compensados con la obtención de empleo. El fenómeno viral en determinadas redes puede servir de dique a la presunta eficacia de una publicidad vacía. Con todo, las indicaciones en pos del éxito inmediato que nos lleve a situarnos «más arriba» no solamente pueden apartar a los investigadores de líneas solventes, sino que los involucran muchas veces en batallas inconsistentes en pro de una consideración formal. Y como el investigador a su vez, fía su reconocimiento y consiguiente prestigio a lo que los estrategas han decidido, podemos encontrar personas valiosas extraviadas por caminos despropositados que, sin embargo, le pueden proporcionar un ascenso. La universidad eficiente deberá determinar los objetivos de su acción y la vinculación con la sociedad a la que sirve, la universidad eficaz diseñará su actividad en pro del reconocimiento, aunque sea al margen de su efectiva contribución. También es cierto que casi siempre cabe encontrar una cierta dosis de lo uno y de lo otro. Rebus sic stantibus, aun los gestores universitarios lúcidos abrazan un cierto equilibrio de bien posible o mal menor para evitar la desorientación de los stakeholders de cuyo entramado comunicativo es imposible salir súbitamente. Y, aunque la resistencia pasiva pueda ser una opción recomendable, la reputación de cada universidad está inextricablemente unida con la reputación de la universidad en su conjunto, 150
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con la impresión que la sociedad tiene de la institución universitaria. Quizá no sea posible que un verso suelto inicie por su cuenta un giro copernicano totalmente ajeno a la experiencia del cuerpo social. ¿No? Un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero y alguien tendrá que ser ese primer grano que apueste por la realidad, frente a la ficción. Si solamente estudiamos cómo fingir bien, no vamos a salir nunca del problema, si, como creo, lo que vengo diciendo efectivamente problema es. COMPOSICIÓN DE LOS RANKINGS
La puntuación que sitúa a cada universidad en un puesto del ranking es una calificación que mide la reputación a partir de la percepción que se tiene acerca principalmente de tres factores: la educación, la investigación y la contribución a la sociedad. Desde luego, cómo puntuar cada uno de los factores es una cuestión plena de problemas. Y ponderar la puntuación de cada uno de ellos con los otros para conseguir una media objetiva es rigurosamente imposible. Educar, instruir, enseñar se predica de distintas maneras según cada contexto y situación. En universidades presenciales que cuentan con un excelente claustro es pertinente puntuar bien la calidad de la enseñanza en abstracto, la virtualidad que tiene para formar especialistas que puedan seguir el itinerario académico y acrecentarlo de generación en generación, pero no lo es, en concreto, para la inmensa mayoría de matriculados que, apoyados por las nuevas tecnologías, apenan asisten a clase y se convierten en autodidactas que acuden a los exámenes finales nueva revista · 155
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con el único objetivo de adquirir un título. Desde el punto de vista de la formación, es muy preferible para este sector masivo una educación que cuente con buenos tutores que acompañan un aprendizaje suficiente. La reputación docente de la universidad y su capacidad de formación resultan muchas veces inversamente proporcionales. El contexto de que hablamos tiene que ver muchas veces también con el tamaño de la universidad. Hay centros cuyo claustro podría presentar un equipo de estrellas de primera división, pero la parcelación en numerosos grupos vuelve difícil que haya estudiante alguno que reciba formación del grupo selecto. Más frecuente, al contrario, suele ser que la mayoría reciba enseñanza de indocumentados mientras que los maestros se ubican en superespecialidades minoritarias. La clasificación por resultados de investigación está también llena de equívocos. La antigüedad y tamaño de la universidad proporcionan unos datos que en sí mismos no tienen por qué ser significativos. Los premios Nobel y las medallas Fields informan de calidad de la investigación cuando alcanzan una cierta continuidad y volumen. No sé cuánto valor le proporciona a la Universidad Complutense de Madrid el premio Nobel de Ramón y Cajal (1906) (si en su trayectoria es la Central la que cuenta) y el del matemático José Echegaray (que tampoco sé si cuenta allí), por cierto, premio Nobel de Literatura (1904) para lo que atesoraba unos méritos perfectamente descriptibles. Pero he sido profesor de la Universidad Complutense de Madrid durante 35 años y conozco bastante el sistema universitario español. No sé si quiere decir algo que dicha universidad y 152
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la de Barcelona aparezcan perseverantemente en la franja de la segunda centena del ranking de Shangai. La cantidad no se convierte en calidad, sino en la competición. En el fútbol, sí: depende casi todo de la masa de seguidores y del dinero que eso proporciona. En España, Real Madrid y Barcelona Fútbol Club «compiten en otra liga». La contribución a la sociedad se suele entender en orden a lo que las universidades aportan en su medio. Asombrándome yo en una ocasión de la buena clasificación que ostentaba cierta universidad de pequeña en un cierto ranking alguien me dijo que había incorporado investigaciones sobre el aceite de soja (me parece) y eso subía mucho la media por el mérito que supone la integración en el medio. No sé si es verdad, pero si no lo es, podría haberlo sido. Y volvemos de nuevo a la imposibilidad de medias ponderadas. ¿Qué parte de la puntuación y por qué hay que atribuir a cada elemento? ¿Qué quiere decir el lugar que ocupa la universidad en el ranking en relación con el interés por el que buscamos la clasificación. No hay servicio, sino servicios; no hay reputación, sino reputaciones, no es útil el ranking, sino la información. Y luego están los intangibles. ¿Cuánto se ha de valorar el glamour que posee la Universidad Internacional Menéndez Pelayo? Otro ejemplo. He dictado algún curso de doctorado en la New York City y puedo testimoniar que la situación de su Graduate Center, situado en 5ª Avenida con 34, está atrayendo a más de una persona, siendo así que, aunque la ventana de mi despacho daba justo enfrente al lugar del Empire State donde colgaban la bella y la bestia, sigo sin sentir especial simpatía por King Kong, mientras nueva revista · 155
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que aplaudo los programas sociales que esta misma universidad mantiene en el Bronx. ¿Cuántos puntos otorgamos a lo uno o a lo otro? ¿Hay alguna base de comparación? EL RANKING, MITO PUBLICITARIO
Se da por sentado que la buena gestión de una universidad tiene que contar con los rankings: sirve para conocer los datos en presencia, ayuda a decidir estrategias y es una fuente de innovación según la dialéctica desempeño-reputación. Sin embargo, todos los que escriben sobre la materia enumeran las muchas cautelas que es preciso tomar a la hora de interpretar los rankings. La European University Association advierte que los rankings no explican la totalidad de las circunstancias y el Observatorio del Instituto de Ranking (ireg) lo considera solamente un instrumento más. Como consecuencia, las preguntas que se plantean la universidades de todo esto es cómo establecer adecuadas relaciones con los gobiernos, con la política y con todos y cada uno de los demás principales stakeholders para aparecer en buenos puestos en los rankings. Se convierte así el ranking en un instrumento de publicidad que puede alejarse muchísimo del contenido informativo y acercarse al publicitario. La publicidad, en la acepción pertinente en este contexto, es un uso performativo del lenguaje, una comunicación que no informa, sino que mueve a hacer, es un uso retórico. No podemos negar que tradiciones perseverantes de ranking, como la norteamericana, haya podido llegar a un ten con ten medianamente aceptable. No podremos des154
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calificar sin más ni más esos primeros puestos que exhibe perseverantemente Shangai y que resultan tautológicos: Harvard, M.I.T., Oxford, Cambridge... Las palabras aisladas son palabra ficticias. La lógica interna que desata el principio de «excelencia» conduce a un guarismo que no puede encerrar mayor significado porque no hay reputación, sino reputaciones, porque no hay posibilidades reales de establecer medias ponderadas entre objetos absolutamente heterogéneos, porque los datos mismos mediante los cuales se llega al nivel de clasificación están sometidos con frecuencia a una formalización que busca el efecto de representación oficial pero ningún contenido informativo. De manera consciente o inconsciente el ranking se convierte en un mito más. ¿Cómo es posible entonces su éxito? Creo que el éxito se deriva de la superficialidad de nuestra civilización retórica en que la apariencia («imagen») prima sobre la realidad. Un número efectista y a correr y, si el que tenemos no es bueno, estudiemos cómo mejorarlo. Si cambiamos la excelencia/eficacia por la eficiencia cabe sustituir los rankings por informes parciales y contextualizados, incluso establecer comparativas entre informes de entidades homologables. Los interesados (dejemos de llamarles stakeholders ahora que hablamos en serio) podrán informarse adecuadamente para tomar una decisión. Desde luego, la reputación no puede ser simplemente sinónimo de mejor enseñanza, con olvido de otros aspectos del desempeño universitario, pero cuando la educación no forma parte del núcleo duro y el servicio al estudiante queda nueva revista · 155
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soslayado como algo secundario, podemos estar seguros de que existe un grave desenfoque en nuestro modo de actuar. ¡Ah! Y si el objetivo es la eficiencia, el conjunto de universidades, la universidad como entidad respetable, podrá explorar coordinaciones para ofrecer un mejor servicio y no solamente competencia más o menos leal. Sería otra cosa.
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LA CONCIENCIA NACIONAL DE NAGUIB MAHFUZ Un tribunal para la historia de Egipto
Antonio R. Rubio Plo
El escritor egipcio Naguib Mahfuz, premio Nobel de Literatura, fue considerado como el mejor cronista de su país y agudo observador de los problemas sociales y políticos de su tiempo. Como árabe, rechazó con contundencia la radicalidad de los islamistas y buscó la unidad por encima de las convulsas diferencias ideológicas y religiosas. Su defensa de la igualdad social y sus profundas convicciones democráticas habían hecho de él un analista insustituible para comprender la complejidad de Egipto.
El 6 de agosto de 2015 fue inaugurada una ampliación del canal de Suez, una obra de 72 km. que reduce el tiempo de navegación y permite que los barcos circulen en los dos sentidos. La ceremonia fue presidida por el mariscal Abdel Fatah al Sisi, presidente de Egipto, que llegó al poder hace dos años tras la destitución del presidente islamista Mohamed nueva revista · 155
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Morsi. Luego, afianzó su poder por medio de las elecciones a la jefatura del Estado de junio de 2014, en las que superó los 23 millones de votos. La ampliación del canal tuvo una gran relevancia mediática, con asistencia de destacados mandatarios extranjeros como François Hollande, y pretendió ser al mismo tiempo un acto de fervor nacionalista. Una ocasión de demostrar de que con Al Sisi, Egipto está consiguiendo la estabilidad y la prosperidad, después de los sucesos de la Primavera Árabe con el derrocamiento de Hosni Mubarak, perpetuado en la presidencia entre 1981 y 2011. De todos estos acontecimientos de ritmo vertiginoso, en poco más de cuatro años, podría haber sido un excelente cronista el premio Nobel de Literatura egipcio, Naguib Mahfuz (1911-2006), el escritor que concibió la historia de Egipto como un todo desde los tiempos faraónicos a los actuales. Fue, sin duda, un autor arabo-egipcio, alguien que rechazaba la uniformidad de los islamistas radicales y sabía escudriñar los rasgos diversos y complejos de la condición humana, por encima de los factores culturales y religiosos. UN LUGAR ENTRE LOS INMORTALES DE EGIPTO
En cierto modo, podríamos definir a Mahfuz como un nacionalista laico, influenciado en el periodo de entreguerras por aquellos intelectuales de su país que buscaban las raíces de su cultura e independencia política en los tiempos faraónicos. Se identificaba también con Saad Zaghlul, el líder del movimiento nacionalista de 1919 contra la ocupación británica, alguien que creía en la indivisible unidad patriótica de cristianos y musulmanes egipcios. Pero estas 158
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tendencias quedarían en un segundo plano, pues el nacionalismo panarabista, triunfante con la revolución de Nasser, se centró más en los rasgos árabes y africanos de Egipto. El escritor no abandonó del todo sus preferencias históricas, si bien subrayó, en su discurso de aceptación del Nobel, la profunda influencia en su obra de las civilizaciones del antiguo Egipto y del islam. Mahfuz reflexionó sobre la milenaria historia de Egipto de un modo a la vez clásico y original. Lo hizo en su libro Before the throne (1983), calificado por su autor de novela histórica, pero que es a la vez una obra de filosofía política, con empleo de diálogos que podrían recordarnos a los de Platón o de Luciano de Samosata, si bien existen otros precedentes del tema en la literatura del antiguo Egipto o en la islámica medieval. Esta novela de Mahfuz ha tenido una cierta difusión gracias a su versión inglesa (Anchor Books, Nueva York, 2009), realizada por Raymond Stock, profesor de la Drew University, y que escribe habitualmente sobre Oriente Medio en publicaciones de difusión internacional. En la obra, sesenta y tres gobernantes de la historia de Egipto, desde el mítico faraón Menes al presidente Anuar el Sadat, comparecen ante el tribunal de Osiris, dios de los muertos, para justificar su labor de gobierno. Pero, a diferencia del mito original, no hay corazones ni plumas en una balanza, ni tampoco el difunto es arrojado a las garras de Ammyt, un ser con cabeza de cocodrilo, cuerpo de león y patas de hipopótamo, si en el juicio resulta culpable. En muchos casos, los gobernantes difuntos obtienen en este libro un veredicto que les da derecho a tener un asiento entre los Inmortales, aunque otros son merecedores del nueva revista · 155
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purgatorio o del infierno. Y un detalle de la sensibilidad de Mahfuz: su tribunal de antiguos dioses egipcios no juzga la conducta moral de políticos cristianos o musulmanes. Deja ese cometido en el ámbito de sus respectivas confesiones. En definitiva, el principal requisito para alcanzar la inmortalidad es haber contribuido a la grandeza de Egipto, algo no incompatible con errores y arbitrariedades cometidos durante la vida terrena. Es llamativo que en el capítulo final, algunos de los gobernantes que han alcanzado su lugar entre los Inmortales proclamen una especie de decálogo de buen gobierno para Egipto. Entre esos preceptos destacan la unidad de las tierras y del pueblo, la creencia en el trabajo, la ciencia, los saberes y la literatura, aunque también se señala la importancia de creer en el pueblo y en la revolución, la potencia, el gobierno del pueblo y para el pueblo... Destaquemos que los presidentes Gamal Abdel Nasser y Anuar el Sadat exponen en el texto su contribución a estos diez mandamientos. Mientras el primero defiende que las relaciones entre las personas deben estar basadas en una absoluta justicia social, el segundo insiste en el que el objetivo del gobierno de Egipto consiste en la civilización y la paz. Tenemos que coincidir, por tanto, con el conocido columnista de The New York Times, Thomas L. Friedman, en su artículo I am a Man (15-5-2011), en que Naguib Mahfuz habría hecho oír su voz de «conciencia de la nación» en los sucesos de la Primavera Árabe que tuvieron lugar cien años después del nacimiento del escritor. Mahfuz hubiera defendido un cambio político y social en busca de la paz y la prosperidad, juntamente con el orden y la seguridad. 160
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Habría sido un defensor de la unidad nacional, por encima de las diferencias de credos, y en cualquier caso, compaginaría la piedad religiosa con una enérgica defensa de la justicia social y la democracia. En definitiva, podría encarnar como pocos el espíritu que animaba a la multitud congregada en la plaza Tahrir de El Cairo en la revuelta contra Mubarak. EL JUICIO DE NASSER
Hay quien afirma que Before the throne fue escrita para apoyar el trascendental acuerdo de paz de Camp David (1978), entre Egipto e Israel, y que supuso la recuperación por los egipcios de la península del Sinaí. Lo cierto es que la novela se publicó dos años después del atentado mortal contra Sadat, que se ganó el odio de los islamistas radicales y la marginación de su país por los demás miembros de la Liga Árabe. Mahfuz no oculta en su obra el apoyo a la iniciativa del presidente asesinado, lo que traería como consecuencia el veto a sus libros en numerosos países árabes hasta que le fuera otorgado el Nobel. El apoyo a Sadat sirvió al escritor para subrayar sus críticas a Nasser. No solo le decepcionó de la revolución egipcia de 1952 el aumento de la burocracia y la persistencia de la corrupción sino también los planteamientos políticos y sociales del nasserismo. Mahfuz no priva, sin embargo, a Nasser de un lugar destacado en la memoria colectiva, aunque le reprocha su convicción de que la historia de Egipto comenzaba el 23 de julio de 1952. Había que valorar positivamente que, tras el derrocamiento del rey Faruk, hombres de auténtico origen egipcio habían tomado el poder, pero los nuevos gobernantes no se nueva revista · 155
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reconocían en el rico pasado de su país sino que esgrimían consignas políticas de modelos para el tercer mundo en su lucha contra fuerzas colonialistas e imperialistas. Ni siquiera la aplastante derrota en la Guerra de los Seis Días (1967) frente a Israel, que supuso la pérdida de la península del Sinaí, sirvió para cambiar la estrategia de Nasser. Antes bien, supo transformar su derrota en victoria ante la opinión pública al asumir el papel de «egipcio árabe mártir». A este respecto, Mahfuz hace un símil histórico con Ramsés II, que no salió muy bien parado de la batalla de Kadesh (1274 a. de C.) contra los hititas, aunque intentó disfrazar su derrota. En el juicio a Nasser, los personajes del antiguo Egipto le hacen toda clase de reproches. El primer faraón, Menes, le dice que tenía más interés por la unidad de los árabes que por la integridad territorial de su país. Abnun, que encabezó una revuelta popular durante la sexta dinastía, pone en duda la pureza de la revolución nasserista, pues fue una época en la que corrieron ríos de sangre. Tutmosis III le acusa de no haber sido nunca un líder militar en sentido estricto sino más bien un líder político. No obstante, Nasser justifica su derrota ante Israel por la superioridad técnica de un enemigo equipado por la primera superpotencia mundial. Sin embargo, el mayor de los reproches viene de Saad Zaghlul, líder de la revolución de 1919 frente a la ocupación británica. Este liberal egipcio, dirigente del partido Wadf, no solo está en desacuerdo con Nasser por haber pretendido borrar de la Historia su recuerdo. Su principal objeción al presidente es la de no haber sido un auténtico 162
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líder de Egipto, pues un líder es quien sabe unir a todos los egipcios por encima de su religión. Algo similar le dice el antiguo primer ministro y líder del Wadf, Mustafá al Nahhas, al criticar el sistema autocrático implantado por Nasser. Censura la falta de libertades y la violación de los derechos humanos, y asegura que el régimen creó una mitología política vacía de contenido. Pero Nasser insiste en que la verdadera democracia consiste en la liberación del colonialismo, la explotación y la miseria. Pese a todo, al Nahhas le sigue reprochando no haber sido más modesto en sus ambiciones, pues parecían preocuparle más las revoluciones a escala mundial que el bienestar concreto del campesino egipcio. De ahí que el veredicto de Osiris para permitir a Nasser sentarse entre los Inmortales no sea definitivo, aunque reconozca sus cualidades de primer gobernante de origen claramente egipcio y de preocupación por la condiciones de vida de los trabajadores. EL JUICIO DE SADAT
El último gobernante juzgado en Before the throne es el presidente Anuar el Sadat, el hombre que quiso redimir el honor de los árabes al atacar por sorpresa a Israel en octubre de 1973, pero que apostó por la paz en los acuerdos de Camp David cinco años después. Mahfuz le alaba por haber contribuido a la recuperación económica de su país y haber dado algunos pasos hacia un gobierno representativo. Sin embargo, Sadat murió asesinado por fanáticos religiosos durante un desfile militar en El Cairo en 1981. El juicio del escritor sobre el presidente egipcio no es demasiado negativo, pues la mayoría de los personajes nueva revista · 155
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históricos que desfilan ante él justifican sus actuaciones. Akenatón, el faraón monoteísta, le considera un apóstol de la paz y le recuerda que también a él le llamaron traidor. Por su parte, Ramsés II considera la paz con Israel muy similar a la que tuvo que suscribir con los hititas tras la batalla de Kadesh. Y Sadat responde con la afirmación de que continuar con una política basada en la guerra resulta inútil. El general Horemheb, último faraón de la decimoctava dinastía, le reprocha, por el contrario, su poca energía en combatir la corrupción. No falta tampoco Nasser, su antiguo compañero de armas, que critica a Sadat por haber desprestigiado su memoria, y añade que la victoria inicial egipcia en la guerra de 1973 no habría sido posible sin los preparativos bélicos de su época de gobierno, aunque lo peor fue la firma de una paz vergonzosa con Israel que condenó a Egipto al aislamiento y la exclusión. Por lo demás, la definición más concluyente de la presidencia de Sadat corresponde a Mustafá al Nahhas: era un gobierno democrático en el que el líder ejerce una autoridad dictatorial. El resultado final es que el presidente terminaría ganándose la enemistad de los moderados y de los extremistas. Pese a todo, Osiris concede a Sadat un lugar entre los Inmortales. ¿CÓMO HUBIERA JUZGADO MAHFUZ A MUBARAK, MOSI Y AL SISSI?
Tras la lectura de los diálogos de la novela de Mahfuz, no es difícil imaginar al tribunal de Osiris juzgando a los tres últimos presidentes de Egipto. Hosni Mubarak (1981-2011) debió de gozar del apoyo inicial del escritor como continuador de Sadat. Este pre166
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sidente, que unos años antes le condecoró con la Orden del Nilo, rindió homenaje al premio Nobel tras su fallecimiento y alabó tanto sus valores de ilustración y tolerancia como su papel en la difusión de la cultura árabe. El escritor nunca criticó públicamente al presidente. Después de experimentar que la revolución de 1952 no trajo una auténtica democracia para Egipto, el gobierno de Nasser le hizo vivir con una cierta sensación de miedo, aunque eso no le sucedió ni con Sadat ni con Mubarak. Reconocía que la constitución egipcia no era democrática, pero no se sentía a disgusto en el Egipto de la década de los noventa porque, en su opinión, existía más libertad de expresión que en otros tiempos. Sin embargo, el peligro no vendría del poder establecido sino de una violencia desencadenada por consignas mecánicas e irracionales. El 16 de octubre de 1994 un islamista fanático intentó asesinar a Mahfuz apuñándole en el cuello y en el vientre. Su brazo derecho quedó prácticamente paralizado y perdió parte de la visión y la audición. Se cuenta que, desde el hospital, el escritor recordó este conocido proverbio árabe: «Los perros ladran, la caravana sigue su camino». Nadie doblegaría al novelista, conciencia del pueblo egipcio. Su salud se deterioró, pero su palabra, con la que expresaba sus emociones y se esforzaba por comprender las ajenas, no se apagó en los años finales de su vida. Al conocer muy de cerca el entramado social de Egipto, marcado por la pobreza, la corrupción y una economía estancada, Mahfuz habría apoyado la revuelta contra Mubarak como objetivo para alcanzar el régimen moderno, laico y auténticamente democrático que había soñado en su junueva revista · 155
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ventud. Y en el tribunal de Osiris de su libro quizás se leyeran reproches contra el inmovilismo de Mubarak, por intentar perpetuar el poder en su familia, no haber luchado decisivamente contra la corrupción e incluso haber contribuido, sin buscarlo, al ascenso político y social de los Hermanos Musulmanes. Ni que decir tiene que el juicio de Mahfuz contra el presidente islamista Mohamed Morsi (2012-2013) habría sido negativo. La llegada al poder de los Hermanos Musulmanes, con un presidente que alcanzó un ajustado 51% de los sufragios frente al 48% del ex primer ministro Ahmed Shafiq, representaría para el escritor una traición a los ideales democráticos de la multitud congregada, un año antes, en la plaza Tahrir. Tampoco habría comprendido el apoyo inicial de Obama a Morsi, pues, con independencia de la aritmética de los sufragios, consideraba a los Hermanos como una amenaza para las libertades. El enfrentamiento de Mahfuz con el ideólogo islamista Sayyib Qutb, por un tiempo amigo suyo, está en la raíz de ese rechazo. Nunca aceptó la visión de Qutb de considerar el islam como un todo inamovible, y le retrató en su novela Espejos (1972) como alguien ante cuya mirada no podía sentirse cómodo. Mayor aprobación le despertaría el presidente Al Sisi (2013-), que acaso le recordara a los Sadat y Mubarak de otros tiempos. La comparación con el general del antiguo Egipto, Horemheb, no habría faltado, en opinión de Raymond Stock. Horemheb derrocó a Akenatón, el faraón monoteísta. En Before the throne, este le reprocha su traición. Otro tanto habría podido decirlo Morsi a Al Sisi, y la respuesta del nuevo Horemheb podría haber sido perfecta168
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mente la que Mahfuz recoge en su libro: «Te amé más que a ningún hombre, pero amaba más a Egipto». Al Sisi es ahora la encarnación del orden y la estabilidad. Terminó con el gobierno de los Hermanos Musulmanes, a quienes consideraba como una pérdida de prestigio para Egipto, pero, como a otros gobernantes anteriores, se enfrenta a otras amenazas difíciles de erradicar y que Mahfuz denunció a lo largo de su vida: la pobreza escandalosa y la corrupción.
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CULTURA
SOBRE EL ARTE DE ESCRIBIR Amando de Miguel
El desarrollo de las tecnologías de la información, junto con el, a veces, uso incorrecto del idioma por parte de los medios, ha provocado la pérdida del arte de escribir. Cada vez escribimos menos y lo hacemos peor. Amando de Miguel reflexiona sobre las causas de estos fenómenos, explica algunas de las equivocaciones más comunes y ofrece pistas para mejorar la escritura.
Es una lástima que ya esté asignada la voz «caligrafía». Nos serviría muy bien para condensar las reglas del «arte escrituraria», expresión que tampoco cabe en nuestro diccionario. Pero el hecho está ahí. Una operación tan necesaria como poner las ideas por escrito requiere ciertos principios, cuidados, consejos. Lo voy a intentar con un módulo de tres mil palabras. En seguida me referiré a la magia del número tres. El dominio del idioma propio no se adquiere en la enseñanza primaria (o como se llame ahora), ni siquiera en la 170
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sobre el arte de escribir
universitaria. Es una operación que debe completarse a lo largo de toda la vida. Todo el mundo que haya pasado por la escuela sabe escribir, pero cabe mejorar la escritura. La primera función es la de comunicarnos mejor. Pero también persiste el estímulo de la satisfacción por sí misma que supone componer un texto con sentido. A la gente le inquieta mucho el hecho de que la lengua común cambie constantemente con la adopción de nuevas palabras y expresiones, al tiempo que otras quedan arrumbadas. Pero se trata de un rasgo de todas las lenguas vivas. No se colige bien por qué nos tiene que atemorizar, salvo en los pocos casos de un flagrante deterioro del idioma. No queda bien la introducción de palabras de otras lenguas por el simple hecho de presumir. Si el barbarismo no se entiende comúnmente, habrá que proveer un equivalente en castellano. No sé qué tiene la cuestión de la lengua, al menos en España, que es casi imposible razonar sobre ella sin que se desaten fobias y filias. No exceptúo a algunos lingüistas acreditados. En el fondo late la creencia mágica de que «el nombre hace la cosa». Si, por ejemplo, se cambia la calificación judicial de «imputado» por «investigado», los poderosos capaces de delinquir se sentirán más tranquilos. A la hora de plantearnos el buen uso del idioma debemos evitar algunas inútiles polémicas, que entretienen a la turba ociosa y semiculta. Me refiero, por ejemplo, a si se debe etiquetar nuestro idioma como «castellano» o «español». No son términos excluyentes. La convención es que, dentro de España, se prefiere decir «castellano», ya que hay otras lenguas españolas. Pero en el contexto internueva revista · 155
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amando de miguel
nacional se ha impuesto el rótulo de «español». Igualmente provinciana resulta la discusión de si se habla «mejor» en España o en Hispanoamérica, o si el idioma culto es ahora más pobre o más rico que antes. Otro lugar común es asegurar que en Valladolid se habla «el mejor castellano». Puede ser, si la persona en cuestión lo domina, como lo han hecho Delibes y tantos otros. También es posible que sean «leístas». Se trata de una variación en los pronombres (sustituir el «lo» por el «le») que no tiene mayor trascendencia. Me parece igualmente una pérdida de tiempo entretenerse en decidir si se debe decir foot ball, fútbol o balompié, entre otros extranjerismos. Por cierto, me extraña el acuerdo de designar las palabras de otras lenguas, introducidas en la española, como «préstamos». No lo son cuando se aclimatan a nuestros usos y no hay que devolverlos. A lo mejor se introduce aquí la ironía de los libros que se prestan a los amigos y que tantas veces no se devuelven. La penetración del inglés no se realiza solo a través de la aclimatación de ciertas voces más novedosas o técnicas. Hablamos en inglés sin saberlo, al aceptar algunas construcciones en las que el verbo va al final de la frase. Por ejemplo, cuando decimos que «salvar la fauna endémica es posible». Mejor sería recurrir a la estructura castiza: «Es posible salvar la fauna endémica». Otra influencia más sibilina es la de algunas expresiones políticas apocopadas, que en inglés se aprecian y en español rechinan. Por ejemplo, «podemos» sin más, sin señalar lo que se puede. O también, «derecho a decidir» sin precisar dónde empieza y termina tal opción. 172
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Son innúmeros los llamados «falsos amigos» al importar con alegría palabras y expresiones del inglés. Bastarán unos pocos ejemplos. Predicament no significa «predicamento» sino apuro, lío. Un billion no se traduce por un «billón»; equivale a mil millones. Fabric no quiere decir «fábrica» sino tela. Commodity no es «comodidad» sino artículo de consumo. Actual no indica «actual» sino efectivo o real. No todas las manifestaciones de la escritura son plausibles. Estragan, por ejemplo, las anónimas con intención aviesa, los textos groseros, la publicidad engañosa. Una forma particularmente desagradable es la de los esquizofrénicos grafitis. Ni siquiera los ecologistas protestan contra tal degradación del paisaje urbano. La gran frecuencia de los mensajes que hoy se emiten y se reciben a través de los medios telemáticos hace que se borre la tradicional diferencia entre el lenguaje escrito y el oral. Se suponía que el primero se atenía más a los cánones de la lengua que podríamos llamar educada. El lenguaje oral se identificaba con lo espontáneo, permisivo, coloquial. Pero hoy muchos mensajes escritos pasan por ser personales, sin sujeción a muchas reglas formales. A la vez, algunas intervenciones orales, dirigidas a un auditorio culto, se atienen más a los cánones lingüísticos. La incorrección del lenguaje no está solo en el uso de palabras inapropiadas a la realidad que describen o con errores ortográficos o de pronunciación. Ciertas personas tenidas por cultas pecan de incorrectas por la innecesaria repetición de algunas voces que se ponen de moda. Por ejemplo, «ámbito, tema, el día a día, lo que es, a día de nueva revista · 155
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hoy, básicamente», etc. Son voces que podrían pasar en el lenguaje oral pero no en el escrito. Cansan mucho cuando se reiteran. Sucede lo mismo con algunas muletillas. Por ejemplo, «por decirlo de alguna manera» o «como no puede ser de otra forma». Son copias del inglés, una lengua tan cortante que necesita de algún descanso con expresiones sin ninguna significación. La acción de leer en solitario predispone a la mente para ensimismarse hasta el extremo de poder llegar a una especie de trance. Tal asociación es lo que ha llevado a los pintores que han trasladado al lienzo el suceso de la Anunciación de la Virgen María. La convención de todos ellos es que la Virgen se hallaba leyendo (a veces un libro con letras góticas), cuando se le apareció el arcángel Gabriel. Durante los primeros milenios de textos escritos fue corriente escribir las letras seguidas sin espacios de separación entre las palabras o los párrafos. Desde el final del Imperio Romano se van introduciendo normas tipográficas de ordenación de los textos. La razón es que poco a poco se va adoptando la lectura silenciosa, esto es, la que se hace para uno mismo, por dentro, sin necesidad de pronunciar en voz alta. Hoy nos parece algo natural, pero se trata de una innovación cultural. San Agustín la descubre, admirado, al ver cómo la practicaba su maestro, san Ambrosio de Milán, a fines del siglo iv. Hoy nos parece establecida la forma de disponer el texto separando palabras, párrafos y capítulos, y colocando la primera inicial con mayúscula al comienzo de una frase. Pero se empieza a admitir un nuevo paso. En los textos del correo electrónico, e incluso en algunos libros, se impone 174
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la costumbre de separar los párrafos no solo con un punto y aparte, sino con un espacio interlineado. Se recurre, además, al sangrado de la primera línea de cada párrafo. Se acepta la tradición del texto justificado a izquierda y derecha, operación automática con el ordenador. Todos esos desarrollos nos indican una extraña capacidad de la lectura: «leemos» también los espacios en los que no hay letras. La Real Academia Española prescribe que entre párrafo y párrafo no haya una línea de separación. Así se han escrito tantos libros y también los textos de Nueva Revista, tan pulcra ella. No estoy muy satisfecho con dicha norma. Como digo, en los códices antiguos se encuentran ejemplos en los que ni siquiera existían párrafos, y aun a veces, ni comas ni puntos, Con un sistema de tanta economía del espacio a los legos se nos hace ardua la lectura de las inscripciones antiguas. Con el tiempo, y a medida que se multiplicaba el número de escritos, se hizo necesario espaciar los párrafos e introducir signos de puntuación. Así llegamos a la actualidad, en la que, son tantos los textos de toda índole, que los párrafos están pidiendo una línea vacía entre uno y otro. Esa es la forma usual de los correos electrónicos y cada vez más de múltiples documentos. Pero los editores siguen apegados a la norma de la rae. Yo la conculco sistemáticamente, pero los editores me la corrigen. La lengua española será todo lo hermosa que deseen sus hablantes y escribientes, pero resulta algo monótona. El hecho es que tolera mal las repeticiones de voces, las rimas no buscadas, las frases largas. El escritor hará bien en no pasar de treinta palabras entre punto y punto, con la advertencia de que no se repita ninguna y evitando rimas. No nueva revista · 155
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conviene que los párrafos separados por puntos y aparte superen las treinta líneas. Tiran para atrás las páginas con el texto todo seguido, sin párrafos. Todavía se podría añadir que fatiga mucho cuando los capítulos superan las treinta páginas. Puede que tales normas parezcan caprichosas, un homenaje al número tres, pero facilitan mucho la lectura. Todavía hay más sugerencias de la magia trinitaria. Añado un truco del estilo que podríamos llamar «literario», esto es, con pretensiones de elegancia. Consiste en repetir tres adjetivos o tres nombres. Solo debe hacerse con parsimonia, cuando lo exija el texto. Fuera de tal licencia, lo aconsejable es la austeridad en el uso de los sinónimos. Debe advertirse que «sinónimo» no quiere decir que una palabra se puede sustituir automáticamente por otra. Más que de sinónimos, habría que hablar de «palabras afines». Cada una de ellas presenta un matiz. A su vez, una misma voz puede contener acepciones diferentes. La polisemia resulta conveniente. De otra forma, si cada palabra tuviera solo una significación, el vocabulario no se podría dominar, tan profuso sería. El peligro de la monotonía estructural del castellano hace que debamos anticipar algunos peligros. Por ejemplo, la preposición «en» es la que más se repite; su reiteración puede llegar a resultar empalagosa. Algo parecido ocurre con los verbos auxiliares (ser, estar, haber, tener, etc.). No se puede negar su utilidad, pero la gracia del estilo consiste en saber sustituirlos por otros afines para evitar enojosas repeticiones. Asimismo suele producir fastidio recurrir una y otra vez a los adjetivos o pronombres demostrativos (este, ese, aquel). Aquí las equivalencias se vuelven más 176
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difíciles, pero hay que intentarlas. De paso advierto que resulta conveniente que los pronombres demostrativos no lleven tilde en ningún caso. Debe evitarse el uso del demostrativo «aquel» y derivados, por la imprecisión que suponen. La voz «aquel» sirve muy bien cuando se quiere indicar nostalgia o simplemente una observación de algo difuso y lejano. Las personas que utilizan normalmente una misma lengua familiar se saben unidas espiritualmente por ese rasgo que las hace partícipes de una cultura. No importan las pequeñas vacilaciones que pueda haber en la forma de pronunciar las palabras o de elegir unas u otras. Lo fundamental es la pertenencia a la cultura determinada por una misma lengua. En cuyo caso sería un «idioma» en sentido estricto. El cual puede ser solo una convención para andar por casa o un código más estructurado, que se necesita para convencer o hacer pensar. Las normas ortográficas (acentos, puntuación, mayúsculas, dudas de letras, etc.) se pueden repasar en cualquier gramática; pero se interiorizan mejor al leer textos solventes. Es algo parecido a las normas del tráfico rodado. Claro está que figuran en el Código de la Circulación, pero se asimilan con naturalidad al tener que conducir regularmente un vehículo. Si imprecisos pueden parecer a veces los preceptos del tráfico automóvil, más lo son los referidos a la lengua. En la mesa del escritor debe figurar un buen diccionario y algunas otras obras de consulta. Me permito aconsejar el Nuevo diccionario de dudas y dificultades, de Manuel Seco. En él se percibe que las dudas se resuelven muchas veces con la solución más conveniente, nueva revista · 155
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sin descartar otras. Hoy los ordenadores cuentan con un «corrector automático». Tiene su utilidad, pero resulta insuficiente y a veces caprichoso. La enseñanza tradicional hacía que los escolares se fueran soltando en la escritura conforme se hacían con la gramática. Era un texto elemental, pero se entendía. Ahora existen enjundiosas obras de gramática, pero resultan ininteligibles para el lector común. Dan la impresión de que se escriben para los colegas, un proceso similar en otras disciplinas. Se sospecha que los gramáticos andan empeñados en poner nombres raros a las cosas. Es un poco lo que hizo Linneo en su tiempo con la Botánica al unificar las denominaciones con etiquetas latinas. Ya es difícil la palabra «esdrújula» (la que lleva el acento en la antepenúltima sílaba), pero se nos ha hecho familiar. Es una razón para que algunos gramáticos la renombren como «proparoxítona», un trabalenguas. Una duda ortográfica difícil de resolver es el uso de la mayúscula inicial de una palabra. Conviven normas diversas, pero hay una primordial: se escriben con mayúscula inicial las voces que representan personas físicas, jurídicas o morales. Con tal criterio logramos despachar el 80% de las dudas. Así, dotaremos de mayúscula a Cibeles, Dios, Unión General de Trabajadores o Historia. En el último caso la personalidad es simbólica, pues la Historia se representa por la musa Clío. En cambio, frases como «no me vengas con historias» o «la historia de don Quijote» no exigen el mismo tratamiento. En inglés se recurre menos a las mayúsculas iniciales, pero hay una palabra característica que se ha hecho uni178
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versal: Establishment. En inglés se escribe con mayúscula inicial, pero, curiosamente, al pasar al español, muchos autores la ponen con minúscula. Los hay más refitoleros que escriben stablisment e incluso lo pronuncian en francés. Debe advertirse el peligro que supone introducir en el discurso la cautela de «por supuesto» o en menor medida «obviamente». Lo mejor sería evitar tales cláusulas o al menos no repetirlas mucho. Tienden a ser un tanto insinceras, retóricas, hipócritas. Si de verdad hay que dar «por supuesto» un enunciado, más vale no emitirlo. De lo «obvio» no hay por qué hablar. En el fondo se trata de expresiones para conferir seguridad al autor. La buena escritura es cuestión de oído. Basta permanecer atento a lo que se oye o se lee para que vayan penetrando los modelos de palabras o frases. Recuérdese que así aprendimos a hablar de niños, un portento de desarrollo mental. El problema está en que la memoria adquiera también los vicios del lenguaje, que circulan con facilidad, incluso entre personas instruidas. A continuación figura, como ejercicio práctico, un repertorio de veinte construcciones vitandas. Se repiten en el habla o la escritura corrientes y pueden sonar muy bien. Entre corchetes figura la versión correcta o aconsejada. No se trata de vulgares errores ortográficos, sino de desviaciones que a veces ni siquiera detecta el corrector automático del ordenador. Lo malo es que, de tanto oír o leer tales oraciones, pueden pasar por buenas. En algún caso la frase que se escribe como errónea no es más que una variación regional y, por tanto, se puede admitir. nueva revista · 155
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— El espectáculo gusta mucho a los más mayores y a los más pequeños. [El espectáculo gusta mucho a los mayores y a los niños]. — No hay duda que los científicos piensan de que los restos son antidiluvianos. [Sin duda, los científicos piensan que los restos son antediluvianos]. — La aceite y la agua son sendos regalos. [El aceite y el agua son dos regalos]. — El opositor consiguió el doceavo posicionamiento. [El opositando consiguió el duodécimo puesto]. — En relación al horario, todos los días nos levantamos más tarde. [Con relación al horario, cada día nos levantamos más tarde]. — Detrás tuyo tienes el regalo; yo mismo le puse ahí. [Detrás de ti tienes el regalo; yo mismo lo puse ahí]. — No me recuerdo si mañana tengo que entrenar. [No recuerdo si mañana tengo que entrenarme]. — El presidente del Consejo cesó a sendos asesores. [El presidente del Consejo destituyó a dos asesores]. — Me he propuesto que debería de ser más puntual. Por lo que me dicen, la puntualidad debe ser lo usual. [Me he propuesto que debería ser más puntual. Por lo que me dicen, la puntualidad debe de ser lo usual]. — Han habido más solicitudes que plazas. Estoy seguro que muchos abandonarán. [Ha habido más solicitudes que plazas. Estoy seguro de que muchos abandonarán]. — Se sacó el sombrero, un gesto de cara a la audiencia. [Se quitó el sombrero, un gesto cara al auditorio]. — La climatología de esta costa es como muy seca. [El clima de esta costa es muy seco]. 180
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— El terminal del propio aereopuerto es muy bonito. [La terminal del aeropuerto es muy bonita]. — Te oigo con atención, pero no escucho bien. [Te escucho con atención, pero no oigo bien]. — Me parece carísimo, pero sin embargo resulta como muy práctico. [Me parece carísimo, pero resulta muy práctico]. — Oyes, para quieto y ves por una herramienta. [Oye, tranquilízate y vete por una herramienta]. — Si vendrías mañana, todos y cada uno te lo agradecerán. [Si vinieras mañana, todos te lo agradecerán]. — Tengo adición al café y a las especies; no la puedo aludir. [Tengo adicción al café y a las especias; no la puedo eludir]. — Tengo que enjuagar la deuda con el Banco. [Tengo que enjugar la deuda con el Banco]. — Por fin espiró el abuelo; tenía 98 años. [Por fin expiró el abuelo; tenía 98 años]. Las veinte frases enunciadas en primer lugar podrán ser muy oídas, pero son erróneas o desafortunadas, siempre con las cautelas advertidas. En donde se demuestra que, para los adultos, el procedimiento de imitación no es el mejor para llegar a dominar el lenguaje. Este ha sido mi prontuario para ayudar a dominar la escritura de la lengua castellana. Contad si son tres mil palabras y estará hecho.
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FRANCAMENTE FRANK: LA GRAN NOVELA AMERICANA DE LA CRISIS Luis Rivas
Richard Ford acaba de publicar Francamente, Frank, su cuarta novela sobre el periodista deportivo enrolado como agente inmobiliario Frank Bascombe. Al modo de las sagas galdosianas, tan en boga en los Estados Unidos (Roth, Updike, McCarthy...), el escritor de Mississippi compone la Gran Novela Americana sobre la crisis del siglo xxi, con una mirada irónica, pero lúcida a los problemas existenciales del hombre moderno y un clasicismo que evoca la tangencia de El gran Gatsby y Las uvas de la ira.
La globalización era la falta de atención, el expansionismo pacífico del American way of life, la encarnación de las muecas de Norman Rockwell y las renovables aspiraciones de Jay Gatsby, invirtiendo y reciclando energías en la conquista de esa última frontera que se vende como felicidad. Porque de eso trata todo esto, ¿no?, de que la muerte nos sorprenda con la pursuit of happiness. Por fortuna para los globalizados, los Estados Unidos son tierra de asimilación y exportación de tradiciones va182
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riadas, apenas un filtro en formato ntsc de integración de culturas para una cierta originalidad común, previa a la exportación del producto listo para ser imitado. En los flujos e inflexiones de estos intercambios florece una nueva literatura americana que bien podría escribirse en Nigeria, India, China, la vieja Europa o el mar Caribe, tales son los casos de Teju Cole, Amy Tan, Chuck Palahniuk, Junot Díaz, Boris Fishman o Colm Toibin. Salman Rushdie, quién lo diría, escribe desde Nueva York. Se confirma esta como una novelística global, protagonizada por descendientes de esclavos, buscadores de oro de Oriente, fugitivos de holocaustos y exiliados de la tiranía, dramas épicos de tesis y denuncia, de integración y empatía, de anomia y entropías, de temática clásica envalentonada por las buenas intenciones, deudores en mayor o menor medida de la obra de Toni Morrison. Y, en paralelo a esta grandilocuente lucha racial y de clases, nada más que un hombre: «Soy agente de la propiedad inmobiliaria, y me he dado cuenta de que es una profesión muy propia de nuestro actual y muy extraño estadio de desarrollo humano». Frank Bascombe, antihéroe y alter ego de Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944), ya vendía casas a mediados de los noventa, tras haberse retirado del periodismo deportivo, intentado en vano escribir una novela y fracasado en un par de aventuras matrimoniales. Nada, en definitiva, que no le pueda ocurrir a cualquiera de ustedes. Ford brilla con luz propia en esa escuela clásica que ha perseverado en las formas de Twain, Hawthorne, Melville, James o Faulkner, incapaz de sustraerse a la búsqueda del nueva revista · 155
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gran leviatán barriestrellado, la Great American Novel, obsesión acuñada por John William de Forest en 1868 como propia afirmación y rechazo a la tutela de las letras británicas. Nada nuevo bajo la roca de Sísifo, el tiempo diacrónico y Saturno devorando a sus hijos: en uno de esos ciclos freudianos en que el nacionalismo mata al padre, William Hogarth y los sátiros británicos se habían rebelado contra la pintura francesa solo cien años antes. Las ficciones que hoy traman los Ford, Franzen, Auster o Roth son percibidas desde el multiculturalismo militante como literatura wasp al modo en que la de Hemingway lo es para machotes, y no diremos que a estos no se les vean los complejos, pero su realidad se encuentra más cerca de la Gran Depresión y el New Deal que de los Golden Twenties. El zoon politikon —ahora tecnologi.com— pasea hoy la más pesada digestión de los excesos desde el crack del 29. En una de sus irónicas reflexiones, Bascombe define el concepto de burbuja mejor que Paul Krugman y con mayor economía de palabras, a la manera en que solo la literatura tiene la llave para explicar el mundo: «El mercado se volvió tarumba [...]. Un reglamento prohibía poner carteles de “Se vende” en los jardines, porque sembraban semillas de ansiedad [...]. Se prohibieron los escaparates vacíos, de manera que los comerciantes que querían vender su establecimiento debían fingir que seguían trabajando». El mérito de Ford, así las cosas, no solo reside en la anticipación de la crisis; también se encuentra en su enfoque, en esa incómoda lucidez que, a lo largo de sus cuatro novelas —El periodista deportivo, 1985; El día de 184
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la Independencia, 1995; Acción de Gracias, 2005; y Francamente, Frank, 2015—, no le revela grandes catástrofes para América, sino sutiles síntomas de cambio de ciclo. Sin olvidarnos del estilo, una prosa a la altura de DeLillo con un punzón para el diálogo corto digno de McCarthy. De hecho, mucho antes de consagrarse con el Pulitzer de 1996, el autor ya había firmado un volumen de relatos que no tiene nada que envidiar a los mejores de su amigo Raymond Carver: Rock Springs, de 1987. Decir, por tanto, que nos encontramos ante un soberbio escritor de cuentos está de más, pero sirva el pleonasmo para adelantar que Francamente, Frank es una novela compuesta por cuatro relatos cortos; no aporta grandes novedades a la vida de un personaje que, de por sí, se mece en una placidez de clase media-alta, pero sirve para prolongar en los fanáticos la maravillosa sensación de estar conectado a esa increíble personalidad suya. Dice Mario Vargas Llosa que los mejores libros son aquellos que a uno le hacen querer ser amigo del autor. Pero, sobre todo, hay que reconocer el valor de haber apostado y persistido en un argumento que promete mucho menos que la realidad misma, tan filtrada por los estímulos de consumo. En Acción de Gracias se nos presenta a Bascombe como un agente inmobiliario cincuentón que prepara la fiesta nacional en compañía de algunos pedazos seleccionados de su familia. Tras dos fracasos matrimoniales, el protagonista ha encontrado el equilibrio en la soledad de su casa junto a la costa de Nueva Jersey. No promete, desde luego, un puesto muy alto en el ranking de ventas, entre libros plagados de acontecimientos brutales. nueva revista · 155
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Ford es un escritor meticuloso y preciso, capaz de conferir un tono de lírica elegancia a la más prosaica decadencia. Reacciona al minimalismo de Carver y Tobias Wolff con la naturalidad del tiempo, reproduciendo la realidad a su propio compás, como la mota de polvo que cae. No solo cae, sino que tarda en caer. Sin embargo, Richard Ford ha sobrevivido al prejuicio y acredita un cierto prestigio entre el público. Más allá de la empatía que provoca el permanente desengaño de la realidad publicitada, hay algo en Bascombe que nos hace amar profundamente al personaje: en su estoicismo socarrón, a Frank le duele América y le duele Occidente, pero sin aspavientos. Como a otros les dolió con anterioridad, en una suerte de patriotismo por las letras nada complaciente, como esa rebelión cívica de Thoreau o Whitman. Pero la suya es una lucha más tranquila, como de narrador que azuza héroes, dentro de ese «monólogo infinito del día tras día» que verbalizó David Foster Wallace para explicar la terrible soledad que incomunica al hombre moderno. No hace falta ser un experto en Teoría de la Literatura para observar en las Grandes Novelas Americanas un ritmo que explica, a través de una muestra significativa de historias individuales, la estructura cíclica del alma estadounidense. Sumerjámonos, como referencia, en las dos Grandes Novelas Americanas que marcaron la primera mitad del siglo xx, concretamente en lo que se llamó Generación Perdida. ¿Casualidades? Frank no lo creería así. El bueno de Bascombe no menciona en ningún momento de su epopeya en cuatro actos el rubro Gran Novela Ame186
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ricana, pero alude, como de pasada, a Scott Fitzgerald y John Steinbeck, autores de dos de las obras más unánimemente aclamadas como tales. El primero publicó en 1925 El gran Gatsby, la historia de un millonario contada por un joven inversor de Wall Street, Nick Carraway, trasunto de Fitzgerald y del propio Frank Bascombe. El brillo del oropel, el Nueva York de los felices años veinte, contrasta con la sensación de desasosiego, la tensión latente que hace inevitable un final propio de la tragedia griega. Los nubarrones que otea el protagonista de Ford en el horizonte de su jubilación. Gatsby, para entendernos, se piensa por encima de sus posibilidades —versión merkelliana de la ya mítica «platónica concepción de sí mismo»— y toda la ciudad de Nueva York se lo critica por la espalda... mientras con sus lenguas afiladas apuran los licores en las fiestas que este organiza en su palacete. Como dejó escrito Steinbeck, «el dinero es muy fácil de ganar, si no se quiere otra cosa. Pero con unas pocas excepciones, lo que los hombres quieren no es dinero, sino lujo, amor y ser admirados». En su obra maestra, Fitz gerald empuñó a un tiempo la pluma y el champagne de los Golden Twenties sin perder de vista la catarsis que se avecinaba como colofón a la década. El frívolo esplendor incuba el virus de la decadencia y dota al crack del 29 de un aire de castigo bíblico inevitable. En Francamente, Frank, el huracán Sandy remeda el diluvio universal, una segunda oleada y un remate para aquellos que habían sobrevivido y se habían enriquecido con el embate de la crisis. Pero Bascombe, como Noé, como Tom Joad, nos muestra el camino al renacimiento. nueva revista · 155
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De vuelta a la Gran Depresión que siguió al crack del 29, Las uvas de la ira cantan la odisea de los arruinados campesinos del Medio Oeste que se echaron a la carretera en busca de una vida mejor. El aliento épico de estos desarrapados, víctimas de un sueño roto, llega al clímax cuando una mujer, loca de dolor por la muerte de su recién nacido, aprovecha la leche de sus pechos para amamantar a un anciano al borde de la inanición. No hay mejor cronista del despilfarro que Fitzgerald, que es al despilfarro lo que John Steinbeck a la miseria. Sirva de ejemplo la explicación de la teoría de los ciclos económicos de Aftalion que se desprende del espléndido final de El gran Gatsby: «Y así vamos adelante, botes contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado». Ocurre también con la literatura. Sobre la tangente de estas dos cumbres de la novelística universal se yerguen todas las ficciones estadounidenses de la crisis del xxi, sin ser una excepción, como la tetralogía de Ford, las llamadas a ser clásicos con el paso de los años. De vuelta a las Navidades de 2014, el jubilado Frank Bascombe ya no reconoce los oficios que alguna vez le dieron de comer y que amó como forma de granito de arena particular. Se presenta a lomos de un híbrido asiático, renqueante de un cáncer de próstata y con la Fanfare for the Common Man atronando a su llegada, una directa un tanto burda dirigida a quienes, tras tres entregas, no se hubieran percatado de que míster Bascombe es, señoras y señores, un hombre de la calle, un tipo común, gente corriente, el americano medio. Los periodistas deportivos vomitan tacos en pantallas gigantes de centros comerciales, la es188
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peculación sin escrúpulos domina el mercado inmobiliario y él escribe columnas de opinión con seudónimo, símbolo de complejos y del fracaso de su carrera de escritor. Pero hay algo más: la decadencia flota sobre los jardines perfectamente recortados, las casas de un millón de dólares y los asilos «con madera noble como en un suntuoso casino». El mismo virus que derribó el mito de los felices años veinte. Así, Frank recuerda, impotente, la maldición de sus hijos: miembros de otra generación perdida que no pueden parar de urdir enrevesados problemas existenciales para rellenar un vacío fofo y descorazonador. Crisis personales que parecen confirmar la perversa afirmación de Daisy Buchanan en El gran Gatsby: «Lo mejor que le puede pasar a una chica es ser bonita y tonta», llevada al extremo por su amiga, la fútil Jordan Baker: «Llevo tanto tiempo acostada en este sofá que no recuerdo cuánto». La única salida del otrora entusiasta Frank Bascombe es un estoicismo dulce, la ironía que no desemboca en cinismo, matizada con algún último impulso, como cuando recurre al gran icono americano: «Arriba el ánimo, muchacho, en la carretera está lo bueno»; si bien su terrible lucidez lo desarma: «¿Por qué ocurren tantas cosas dentro de los coches? ¿Acaso son la única vida anterior que nos queda?». Apenas queda la nostalgia. En una escena de Acción de Gracias, su ex mujer Ann le recuerda un lejano día de béisbol con su hijo: «Un bateador dio a una bola que llegó hasta ti. Y Paul dijo que tú simplemente levantaste el brazo y la cogiste con la mano [...] Se te hinchó mucho la mano. Pero estabas muy contento. No dejabas de sonreír». nueva revista · 155
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Frank ha conocido a través del deporte las pasiones que enriquecen la existencia sin hacerse dueñas de ella. «Me parece que le diste la pelota a Paul. La guardó en algún sitio», concluye Ann Dykstra, que ahora tiene Parkinson, la «P mayúscula», pues Bascombe pone su próstata en un segundo plano, un plano minúsculo en comparación con los problemas de los demás. Frank está cansado. Necesita un relevo que encuentre esa pelota que nunca deja de girar en un país orgulloso de haber hecho de la Segunda Oportunidad parte de su adn. Pero, desde luego, no lo encontrará en sus hijos, con quienes compartió tantos viajes de fin de semana y tantas experiencias que, como el Museo de la Lenteja, iban destinadas a despertarles el gusto y la curiosidad por la vida. Quién sabe, y este es el final abierto de la tetralogía, si el futuro del imperio no estará en los barracones de esas familias que perdieron sus hogares por las hipotecas subprime. Estados Unidos ya resucitó una vez gracias al músculo fibroso de los miserables que sobrevivieron a la Gran Depresión. Escribe Steinbeck en Las uvas de la ira: «Hubo un tiempo en que California perteneció a México y su tierra a los mexicanos; y una horda de americanos harapientos lo invadieron. Y su hambre de tierra era tanta que se la apropiaron: robaron la tierra de Sutter, la de Guerrero, se quedaron con las concesiones y las dividieron y rugieron y se pelearon por ellas aquellos hambrientos frenéticos; y protegieron con rifles la tierra que habían robado. Levantaron casas y graneros, araron la tierra y sembraron cosechas. Estos actos significaban posesión y posesión equivalía a propiedad: los mexicanos estaban 190
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débiles y hartos. No pudieron resistir, porque no tenían en el mundo ningún deseo tan salvaje como el que los americanos tenían de tierra». En el fondo, El gran Gatsby, Las uvas de la ira y la tetralogía de Richard Ford acentúan los peligros del aburguesamiento, de los imperios que no se derrumban, sino que se van erosionando, la necesidad de mantener el sueño americano en forma e inquieto. No hay en sus páginas deconstrucción alguna del American Dream, como en los escritores à la française —pienso en Henry Miller—: una de las claves del éxito de Ford es la implantación de la literatura sureña, con un tono naíf y una ironía demoledora, en una costa Este con las virtudes demodés. Mide el ecosistema snob de Wall Street como lo harían Faulkner, Eudora Welty, Walker Percy o Carson McCullers, y mira desde la barra del bar y la propiedad privada como lo hace Edward Hopper. Ha escrito Eduardo Lago que «la Gran Novela Americana asume la función que desempeña en otras literaturas la épica nacional, elemento del que Estados Unidos, como nación joven, carecía». La aportación, así las cosas, de Richard Ford cumple los requisitos comunes de calidad expresiva, construcción de los personajes y argumento, largo aliento y agudeza en la descripción y análisis de la realidad social norteamericana. Más allá de las novelas de tesis, el escritor de Mississippi abandera esa literatura que mantiene su fe en el giro hermenéutico de Sócrates, enfocándose al interior del individuo, manteniendo lejos de sus novelas las manos de dioses vengativos y las buenas intenciones de los activistas antisistema. Sin caer en la posmodernidad nueva revista · 155
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post mórtem de Foster Wallace o en el anarcosolipsismo de Pynchon y Gaddis y Vollmann, el Zeitgeist de lo que queda de América impregna las páginas de esta escuela clásica que resiste a la globalización, ejerciendo de escenario y no como protagonista de unas desventuras clásicas para el hombre, pues este, para no bañarse nunca en un mismo río, parece haber cambiado bastante poco de esencia con el paso de los siglos. Podríamos identificar esta corriente con el naturalismo, si habláramos de Franzen, el periodismo, caso de Wolfe o Talese, herederos de Capote, Mailer, Hemingway y Twain, o tal vez con el realismo, sucio, si se trata de Richard Russo, o gótico, en el concreto de Joyce Carol Oates. Con toda probabilidad, Frank Bascombe rechazaría cualquiera de estas etiquetas, al igual que la mayoría de autores a los que este sistema entomológico pretende clasificar. Ellos, por impostura; él, por exceso de complejidad. Su personalidad se encuentra más cercana a Emerson y a Thoreau que a los popes literarios, si bien las obras de los grandes filósofos de la libertad acaso sean las más estrictas aproximaciones por escrito al espíritu americano. De acuerdo con los valores e ideales imperantes en la cuna de la democracia moderna, que de eso se trata, la Gran Novela Americana habría de ser un canto a la libertad y al optimismo, a la primacía de la naturaleza y a la confianza en uno mismo, al esfuerzo y la superación y a los designios divinos que los guían. Norman Mailer, que se fue al infierno a buscar la ballena blanca de la Gran Novela Americana, parece estar hablando de la obra de Ford cuando define su oscuro objeto de deseo: «Las novelas que revigorizan 192
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nuestra visión de la sutileza del juicio moral son esenciales para una democracia. Los norteamericanos fueron afectados durante décadas por Las uvas de la ira. Algunos buenos sureños incluso desarrollaron un sentido de lo trágico leyendo a Faulkner. No me gusta decirme: “Quiero hacer entender esta idea”. Más bien trato de suscitar un estado de conciencia en el lector que acomodará el material que estoy presentando. Mi esperanza es que mi obra cambie sus mentes. ¡Que se entienda bien! No deseo cambiar la mente de todos en una dirección: eso equivale a propaganda».
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EXPOSICIONES EN MADRID Edvard Munch y el Divino Morales
Jesús Yuste
Entre las exposiciones más interesantes de este comienzo de temporada madrileña se encuentra la espléndida del Museo Thyssen sobre un artista tan importante como poco exhibido en nuestro país, Edvard Munch, el auténtico protagonista de este otoño cultural madrileño. Junto a él, miramos al «redescubierto» Luis de Morales, apodado el divino, autor de interesantes escenas religiosas del siglo xvi español, pintor exquisito y un tanto olvidado, cuya figura es reivindicada ahora por el Museo del Prado, contribuyendo a ponerla en su verdadero lugar. Estas dos grandes exposiciones en nada menguan el interés de otras como la de la Fundación Mapfre, dedicada a Pierre Bonnard, la de la Fundación March sobre Max Bill o la del Centro Cibeles sobre Kandinsky.
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exposiciones en madrid
En primer lugar, la presente exposición sobre el famoso pintor noruego Edvard Munch (Löten, 1863-Ekely, 1944), tan esperada por algunos entre los cuales nos encontramos, se hace realidad por fin. Si bien las pocas obras de Munch que hemos tenido ocasión de admirar en otras exposiciones no están presentes en la actual, al menos han llegado otras que componen un conjunto más que notable. En este sentido, vienen a llenar ese vacío que teníamos desde hace bastante tiempo sobre el pintor de El grito, obra destacada en la historia del arte, auténtico icono del arte moderno como tendremos ocasión de ver más adelante. Ciertamente Munch es, sin duda, uno de los pintores más importantes de fines del siglo xix y primera mitad del xx. Además, por si fuera poco, es tan peculiar su pintura que representa un fuerte contraste con la de los siempre aclamados y más que expuestos padres del arte contemporáneo, a saber Cezánne, Van Gogh y Gauguin. A Munch se lo suele catalogar como expresionista y simbolista, pero por encima de todo es Munch padre de la modernidad junto a los anteriores pintores y con un fuerte acento de raíz nórdica. Basta con ver El grito para darse cuenta de su singularidad. Pero no nos referimos tan solo a esta obra cimera, sino a otras que sin ser tal vez tan radicales, tan desgarradoras y elocuentes de la vida moderna (y de los traumas del propio Munch, todo sea dicho), son casi igualmente excepcionales. Veamos por tanto. Ciertamente, hay que aclarar que el artista noruego tenía pánico a las multitudes y sentía la ciudad de una manera traumática. En este sentido, el mencionado El grito (1893) es una obra de un calado excepcional, porque en el fondo viene a reflejar la nueva revista · 155
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alienación del hombre en el mundo moderno, tema fundamental en el pintor noruego. Y tema tratado también con sumo acierto un año antes en su más que notable Atardecer en el paseo de Karl Johann, donde refleja el drama de la soledad, el temor y la enajenación de las masas que circulan por la calle principal de Cristiana, como por entonces se denominaba al Oslo actual. Al igual sucede, de una u otra forma, con su también magnífica Ansiedad, de 1894, donde trata de reflejar el sentimiento de una colectividad desequilibrada que vive bajo la opresión de la incertidumbre e inquietud de la gentes de la gran ciudad. De ella, a falta del cuadro, la exposición aporta una xilografía de 1896. Efectivamente, las tres obras comentadas son como un a modo de excepcional trilogía sobre esta cuestión tan primordial en nuestras vidas, especialmente en la del hombre más sensible y en el de tendencia depresiva o de alta ansiedad, algo por desgracia tan relativamente frecuente en nuestros días. En este sentido Munch nos parece, y hay que hacerlo notar de forma bien manifiesta, de extraordinaria e insólita actualidad. Y esto ocurre de manera bastante evidente en estas tres obras que nos hemos atrevido a comentar de forma un tanto pormenorizada. Sobre ello, en la exposición del Museo Thyssen, con ser muy buena, se echa en falta la presencia de alguna de estas pinturas que nos atrevemos a llamar capitales en el quehacer del pintor noruego. El grito habría sido imposible porque no se presta, pero alguna de las otras dos le darían a la muestra ese grado de excelencia que siempre buscamos en una exposición de tamaña importancia. 196
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Mientras que Atardecer en el paseo de Karl Johann trata del miedo y la soledad del individuo dentro de la masa de la gran urbe, El grito, como bien señala Ulrich Bischoff, nos confronta con el miedo y la soledad del ser humano en una naturaleza que no consuela, sino que recoge el grito y lo arrastra por la amplia ensenada hasta el cielo teñido de rojo sangre. El propio Munch, un año antes, en 1892, había escrito al respecto: «Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso; de repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza, y un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve, me apoyé en la barandilla, preso de una fatiga mortal. Sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza». Al respecto Gombrich, siempre tan clarividente y preciso, señala que la litografía de El grito (1985) (fig. 1), presente en la exposición, se propone expresar cómo una súbita inquietud transforma totalmente nuestras impresiones sensibles. En este sentido, todas las líneas parecen convergir hacia un centro del grabado: la cabeza que grita. Parece, en efecto, como si todo Fig. 1. El grito (1893). nueva revista · 155
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el panorama participase de la angustia e inquietud de este grito. Además de estas consideraciones preliminares y prioritarias a la vez, en lo que se refiere a la exposición en sí, «Edvard Munch, arquetipos», es necesario hacer notar que presenta un variado registro de estados emocionales del hombre contemporáneo. Aunque, según palabras del propio Munch, iba «a contrapelo del estilo moderno», nunca abandonó la figuración, si bien —como señala Paloma Alarcó, comisaria de la exposición junto a Jon-Ove Steihaug—, se distanció de cualquier imitación del natural a través de un lenguaje simbólico y expresionista muy radical y del uso de diversas destrezas artísticas que le permitieron orientar el espacio hacia una dimensión psíquica. Así, mediante un sistema de metáforas, de personajes y de acciones arquetípicas, Munch se adentra por una novedosa senda artística en la que, mediante secuencias temáticas, llega a —como él mismo decía— «diseccionar el alma» de sus personajes. La exposición, en general bien estructurada, tiene nueve ámbitos: melancolía, muerte, pánico, mujer, melodrama, amor, nocturnos, vitalismo y desnudos. Centrémonos ahora en los que nos parecen más significativos y en algunas de las obras de mayor realce (además de las ya mencionadas por su primordial interés). En este sentido, en primer lugar la exposición se centra en el capítulo que titula «Melancolía». Influido de algún modo por un cierto impresionismo, el trabajo de gran porte titulado Atardecer, de 1888, anticipa parte de la futura obra de Munch. Su hermana Laura aparece ensimismada y presa de sentimientos a todas luces melancólicos en un 198
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cuadro grande y vistoso. Desde ese momento en los cuadros de Munch tiene lugar una reducción formal de los rostros de los personajes y del paisaje en conjunto, hasta llegar a Madre e hija (1897), perfecto ejemplo de esta nueva forma de concebir la pintura, de un nuevo lenguaje artístico, simbólico y poético, que aumenta la intensidad emocional. Pero si interesante es este primer ámbito, el segundo es de los más importantes de la exposición. Lleva por título «Muerte», y forma parte de uno de los mayores traumas u obsesiones que, en buena parte, compondrán la vida de Munch. Sabido es que desde su niñez, la enfermedad y la muerte ocuparon un lugar nuclear en su vida. A la edad de cinco años pierde a su madre, víctima de la tuberculosis. Su hermana Sophie, un año mayor que él y su preferida, murió también de tuberculosis a los quince años. En este sentido tienen tal vez cabida las muy conocidas palabras del propio autor: «Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna». El cuadro central de este ámbito, el sin duda más valioso y uno de los mayores de la muestra es La niña enferma, en concreto la versión de 1907 (fig. 2) de esta obra de 1885-1886, que el pintor retocaría en los años noventa, y cuya versión más famosa tal vez sea esta de 1907. Aquí aparece personificado un sentimiento existencialista y una visión del miedo Fig. 2. La niña enferma (1885-1886). nueva revista · 155
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a la muerte, aunque a nosotros se nos antoje tal vez más subyugadora aún la primera versión. De su valía no cabe la menor duda, basta con acercarse y contemplar embelesados los gruesos empastes de la textura pictórica. Al respecto, el propio Munch comentaría: «Casi todo lo que hice a partir de entonces tiene su origen en esta pintura». El siguiente capítulo se titula «Pánico», tema central de Munch, que incluye el famosísimo El grito; y tema ya comentado por extenso al principio. El siguiente es también nuclear en Munch. Lleva por título «Mujer». Idealizada o bien demonizada, así, según estos dos arquetipos contrapuestos aparece la mujer en la obra del artista noruego. Al primero pertenece la famosa Pubertad, cuya primera versión de 1894 es muy posiblemente la más famosa. La joven adolescente mira con ojos de estupor y tapa instintivamente su desnudez al espectador. La versión de la muestra es posterior, de 1914-1916 (fig. 3) y de muy distinto estilo pictórico, más moderno tal vez, pero quizás también falto del encanto y profundidad psicológica de la primera versión. Por su parte, Mujer (1925) representa tres etapas vinculadas al proceso biológico de la vida sexual femenina, como se ha venido a decir: la femme fragile, la fatale, y la mujer madura. Fig. 3. Pubertad (1914-1916). 200
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Fig. 4. La tormenta (1893).
Tras «Melodrama», también interesante, como por ejemplo la serie La habitación verde, donde los personajes, que parecen estar en un pequeño escenario, se mueven inquietos y proyectan una patética claustrofobia, llega el más reiterativo aún, «Amor», con sus varias versiones sobre El beso, manifestación de unión entre hombre y mujer, cuyos personajes entrelazados van perdiendo sus límites. El otro tema del amor es el casi maníaco en Munch La mujer vampiro, donde se manifiesta la sensualidad perversa y el mordisco como posesión física y psicológica. Resultan tal vez los cuadros más extraños de la exposición. «Nocturnos» constituye también uno de los más notables apartados. Partiendo del paisaje como reflejo de la fuerza emocional, las escenas nocturnas acentúan la intensidad dramática, como sucede, por ejemplo, en el interesantísimo nueva revista · 155
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La tormenta (1893) (fig. 4). En él Munch consigue —como se ha venido a decir— transformar una dramática representación de la naturaleza, expresada por el bramar del viento y por el contraste entre la protección que ofrece la casa con las ventadas iluminadas y la insondabilidad de la noche en el símbolo de un drama interior. Pero habrá que esperar al siguiente ámbito, el denominado «vitalismo» para dar de nuevo con un tema recurrente y más que interesante en el Munch tardío. Nos referimos a Las niñas en el puente (1933-1935), obra llena de vitalidad, de un estilo colorista y alegre, algo más bien excepcional tratándose de un pintor tan neurótico como el pintor noruego. Con el capítulo «Desnudos», del que destacaría un fantástico y lleno de fuerza en el desamparo de la joven, al igual que de cuidada línea, Desnudo femenino de rodillas (1919), concluye la exposición, valiosa, sin duda, aunque echemos en falta algunos de sus autorretratos, muchos y de relevante interés en un pintor de su calado interior, y del que solo se presenta uno, importante sí, pero tan solo uno, lo que no desmerece del resto de la excelente muestra. Muy distinta, evidentemente, es la exposición sobre el divino Morales, pintor que vivió y murió en Extremadura entre 1510-1511 y 1586, y que dedicó su vida por entero a la pintura religiosa. Como bien se ha venido a señalar, Morales adaptó a la clientela de su tiempo un género o producto artístico y devocional de muy cuidada factura que enlazaba con las tradiciones flamencas de comienzos del siglo xvi, matizadas de alguna forma por elementos y modelos italianizantes. Muy próximas al creyente, añadían a su gran eficacia visual una intensa carga emocional. 202
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Esta muestra, de particular interés, ofrece una revisión de la obra de Morales, llamado el divino, porque como ya señalara Palomino, «todo lo que pintó fueron cosas sagradas». Palomino destacó además la delicadeza y meticulosidad de sus obras, así como su preferencia por las composiciones de pocas figuras, sobre todo de medio cuerpo. Pero en fin, revisión, decíamos, porque como ya apuntara Gaya Nuño, «pocos de nuestros pintores han sufrido tanta atribución de cuadros pésimos... bastantes a desvirtuar toda la calidad de quien pudiera ser su autor. Muy por el contrario, la calidad de un auténtico Morales, comenzando por los valores intrínsecamente externos, es elevadísima, como de pintor preocupado por una delineación rigurosa y exquisita, por un color templado más que caliente, por unas veladuras tenues y a menudo de grandísima sutileza». Pero vayamos a la muestra en sí. Casi un siglo después de su primera exposición monográfica, el Prado, junto a los museos de Bellas Artes de Bilbao y el Nacional de Cataluña, vuelve a dedicar una exposición a Morales, para la que se han seleccionado 54 obras distribuidas en cinco secciones. En la primera de estas, denoFig. 5. La Virgen del pajarito (1546). minada los Iconos perdunueva revista · 155
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rables, encontramos las creaciones más conocidas del pintor, entre las que destaca la titulada La Virgen del pajarito, de 1546 (fig. 5), ejemplo palpable —como señala Leticia Ruiz Gómez— de un maestro granado que ha absorbido con sensibilidad propia composiciones ajenas, y que es un excelente dibujante y posee una refinada técnica pictórica, y por si fuera poco, obra de encomiable enjundia compositiva y calidad plástica. También ensalza sus valores Trinidad de Antonio, quien apunta que en este cuadro se pueden analizar la génesis y los principios de su arte, ese dulce pintar tan característico suyo, en el que funde la elegancia majestuosa de las figuras con el delicado tratamiento de las formas, a través de una factura minuciosa y un dibujo preciso, al que suma la suave gradación de las sombras, que acerca el resultado al sfumato leonardesco. Por cierto, pensamos que esta última característica se puede apreciar de forma aún más palpable en otras obras que analizaremos más adelante. Junto con la anterior, otra obra de gran porte y patente atractivo es La Virgen con el Niño y san Juanito (ca. 1545-1555), donde María, de aspecto especialmente distinguido, aparece sentada en medio de un excelente fondo paisajístico de herencia sin duda flamenca en el tratamiento del follaje y rocas en general, en contraste con el acertado rojo de la cortina, así como de la vestidura de la Virgen. Pero pasemos ahora a las obras de tamaño medio, de bien patente y especial y delicado tratamiento de la Virgen y el Niño. Destacaríamos, entre las muchas y muy buenas que hay, en primer lugar la espléndida La Virgen con el Niño y san Juanito (ca. 1570). Es evidente que se nota el paso 204
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del tiempo y la extraordinaria habilidad técnica para recrear una escena llena de intimidad. Desde la restauración realizada en 2013, la pintura se muestra en toda su singular belleza y se aprecia el suave sfumato con el que han sido modeladas las figuras. En este sentido, es ahora cuando se puede valorar toda su calidad, Fig. 6. La Virgen de la leche (ca. 1565). la técnica impecable y la delicadeza que caracterizan el peculiar e inconfundible estilo de Morales. Otro cuadro singular es el famoso La Virgen de la leche (ca. 1565) (fig. 6). En efecto, se trata de una de las obras más características y reconocidas de Morales, principalmente por su exquisita técnica y la temática tierna y entrañable. En la presente versión, la más importante y de mejor ejecución artística, la Virgen aparece sentada, sosteniendo entre los brazos al Niño, a quien contempla ensimismada. Este, de espaldas al espectador, alza la cabeza hacia la madre, buscando su pecho con una mano, tras levantar con la otra parte del fino velo que lleva María, la cual en actitud de total recogimiento, además de protectora y reposada, sostiene con sus manos —tal vez un tanto desproporcionadas, pues resultan un poco grandes— el cuerpo de su hijo. nueva revista · 155
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Se trata de un cuadro de extremada delicadeza, de esos que hay que mirar y remirar con reposo e ir fijándose en todos los detalles; por cierto, detalles que hacen de Morales tan extraordinario pintor como fue de escenas religiosas, de una técnica depurada en extremo. Hay que fijarse, por último y con especial admiración, en el rostro de reFig. 7. La Piedad (ca. 1560). cogimiento y amor de María hacia el Niño. El siguiente ámbito de la muestra está dedicado a Pintura para «muy cerca». Imágenes de pasión y redención, que centra su atención en la Pasión de Cristo. Entre las obras de este apartado destaca el Ecce Homo (ca. 1565) procedente de Lisboa, obra muy meritoria, pero queremos centrar nuestra atención en La Piedad (ca. 1560) (fig. 7). La Virgen, arrodillada ante el pie de la cruz, mantiene el cuerpo muerto de Cristo, abrazándolo con fuerza contra su pecho. María aproxima el rostro al de su hijo, con los ojos en blanco y desprovisto ya de la corona de espinas. La iluminación violenta de esta tabla, como viene a señalar Pilar Silva, aumenta el patetismo de la obra, de un crudo realismo que se extiende a la abundante sangre que mana de las heridas de Cristo. Del resto de la tan notable exposición, destacaríamos, entre un elenco de muy meritorias obras, el San Juan de 206
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Ribera (ca. 1566), tan extraordinaria como pequeña pintura maestra donde la profunda mirada perdida del santo y su suave sfumato no tienen posiblemente parangón en la pintura española de su tiempo.
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La canonización en septiembre pasado de Junípero Serra, el misionero español, supuso el reconocimiento universal de su figura y de la importancia de su labor misionera en California. Pero mientras los obispos de California expresaron inmediatamente su alegría y gratitud, se levantaron voces críticas en contra de la exaltación de una persona que según ellos había sido «un conquistador, invasor y criminal». En este artículo se repasan las contribuciones del misionero franciscano e intentan aportar claridad en este debate.
El reconocimiento formal de Junípero Serra en California se fue gestando lentamente en las ciudades que deben su fundación a su empeño y tenacidad, principalmente San Diego, Monterey y, por supuesto, San Francisco. Los obispos de California expresaron inmediatamente su alegría y gratitud cuando el papa Francisco anunció en enero la 208
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canonización del padre Serra. Pero inmediatamente se levantaron voces en México y California en contra de la exaltación de una persona que según ellos había sido «un conquistador, invasor y criminal». Periódicos como el Excelsior de México y Hoy de Los Ángeles daban publicidad gratuita a la polémica y se adscribían a la turbia corriente descalificadora. Pequeños grupos protestaron frente al obispado de Los Ángeles ante la mirada perpleja o indiferente de la mayoría de los católicos californianos, tanto hispanos como americanos o filipinos, que viven en una comunidad enraizada en una larga historia que es modelo de convivencia aunque no esté del todo exenta de dificultades y en la que algunos siembran como serpientes rumores de confusión. D E B AT E S Y P R O PA G A N D A
La tensión en la calle es en buena parte un reflejo amplificado o distorsionado de los debates académicos que han recorrido la mayor parte del siglo xx y que han sido atizados por las cambiantes tendencias de las universidades norteamericanas. James A. Sandos (1988) resume los extremos de esta polarización y más recientemente Robert M. Senkewicz (2010) ha mostrado de manera muy ecuánime las diversas actitudes hermenéuticas que subyacen a los distintos investigadores. Entre los detractores están Rupert y Jeannette H. Costo (1987), o Robert H. Jackson y Edward D. Castillo (1995), que apoyados en un demoledor ensayo de Sherburne F. Cook (1976) no dudan en calificar el sistema de las misiones en California como un genocidio que tuvo un impacto fatal sobre las culturas originarias. Culpan a las misiones por todo, y así exculpan al nueva revista · 155
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despojo que supuso la secularización de las tierras y la llegada masiva de americanos con la violencia que desataron durante la fiebre del oro posterior. Es un discurso manido. Investigaciones más recientes, dotadas de mayor acopio de datos, ofrecen opiniones más matizadas. Hugo Reid o William McCawley, aunque aceptan que los franciscanos se preocuparon sinceramente por el bienestar de los indios, siguen considerando que las misiones supusieron un daño irreparable en esas culturas o que se mostraron insensibles respecto de las tradiciones culturales de los nativos californianos. Steven W. Hackel (2005 y 2013) considera ahora que las misiones fueron más porosas de lo que los expertos habían pensado y que en general, aunque los indios oscilaban entre la aceptación y el rechazo de las misiones (porque suponían un cambio de su modo de vivir), estas les aportaban claros beneficios. Las misiones les proporcionaban protección, alimentación y vestido, espacios agrícolas y ganaderos, y un intercambio justo y seguro con las poblaciones españolas. Pero, pese a su éxito, les atribuye finalmente el declive de esos pueblos. Finalmente, profesores como Rubén Mendoza, arqueólogo de las misiones, o Gregory Orfalea defienden la canonización de Junípero Serra por cuanto supone el mejor reconocimiento posible al pasado hispano en su papel más positivo: todos los males de los que se habla tanto (declive, enfermedades, violaciones, esclavitud, etc.) sucedieron con anterioridad a las misiones o fuera de ellas y porque el franciscano español luchó denodadamente contra ellos. La propaganda antihispánica que reitera esas denuncias tuvo en realidad su primera manifestación en 1898 y 210
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sirvió más que nada para justificar la intervención americana en Cuba y la anexión de Puerto Rico y Filipinas. John E. Bennet exacerbó entonces el sentimiento antieuropeo, acusando a los españoles de tiranía, corrupción y lujuria: las misiones habrían sido similares a las plantaciones esclavistas del sur americano. Peor, por el engaño. La cultura hispana se ha dibujado siempre como la imagen inversa de lo que los americanos querían ser, nos pintan con lo que odian: mentirosos, despóticos, holgazanes, débiles, borrachos o mujeriegos, como un mecanismo de desplazamiento de sus propias pesadillas. Por otro lado, se dio de forma alterna o bipolar la apropiación sentimental de un pasado hispano legendario lleno de exotismo, por ejemplo, con la novela Ramona (1884) o con las historias de El Zorro (1919). Esto ha favorecido sin duda la recuperación de las misiones y del Camino Real desde San Diego a San Francisco. Pero para muchos americanos las misiones pertenecerían más a México o a España y no serían más que huellas curiosas de una presencia difícil de comprender y asimilar, extraños lugares turísticos con cierto encanto y romanticismo pero en donde se observa como intrusión y amenaza la presencia cada vez más nutrida de nuevos hispanos, sobre todo mexicanos, que reivindican con sus banderas, su música y el uso del español su pertenencia a un espacio en el que identifican con un pasado que también fue suyo. Despotismo y esclavitud son los temas que utilizan como argumentos ahora los opositores de la canonización, aunque sigan una agenda política muy diferente. La ligereza con que se tergiversa o malinterpreta la acción y el efecnueva revista · 155
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to causado por las misiones ha obligado a los biógrafos e historiadores a ahondar al máximo y precisar hasta el más pequeño detalle cada jornada de la vida de Junípero Serra y las misiones de California. Zephyrin Englebert con su monumental The Missions and Missionaries of California (1908-1915), señaló el carácter político de las misiones. Posteriormente el padre Omer Englebert (1956) destaca el carácter noble y humanitario de la conquista española y Maynard Geiger (1959) que resalta las cualidades heroicas de fray Junípero. Se han escrito además muchas biografías del padre Serra, sobre todo en español, las de Pablo Herrera (1943), Gaspar Sabater (1944), José Sanz y Díaz (1956), Ricardo Mayo (1956) o L. Gálmez (1988), además de traducciones como la de Sylvia Hilton (1987) y una evocación en francés de Charles Piette (1946). Todos se apoyan en la excelente relación que ofreció el padre Francisco Palou de Junípero Serra y las misiones de California (1787), que cuenta con no pocas ediciones en castellano, inglés, francés e italiano, aunque tal vez la versión más popular de todas sea The Sword and the Cross de George Whitting que se publicó en español bajo el título La cruz y la espada (1967), con ilustraciones un poco peliculeras de Jaime Juez Castellá, dirigidas al público juvenil por la casa editorial Bruguera de Barcelona. Sorprende por ello que los anticatólicos reclamen ahora que se dé a conocer mejor la vida del santo. Pocos protagonistas de la época cuentan con biografías tan detalladas. Y por si acaso, la arquidiócesis de Los Ángeles ha puesto en marcha un sitio web para mostrar la vida, la obra, las 212
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misiones y el legado del franciscano, «modelo de misionero y evangelizador del siglo xviii». Es un momento algo extraño para honrar a un decidido mallorquín que acompañó la conquista de la Alta California a un puñado de coraceros catalanes que se sabían condenados a morir en los confines del mundo por el impulso de un ministro ilustrado de origen también humilde, como lo fue don José de Gálvez, y cuya principal misión buscaba principalmente reforzar el papel internacional de la España de Carlos III, asegurar el comercio con China y contrarrestar el empuje de la Rusia de Catalina la Grande (y el negocio de las pieles de foca) en el Pacífico. Los mismos motivos que llevaron a los americanos a desembarcar allí a sus soldados en 1846. Tal vez la verdadera controversia está encerrada en la extrema dificultad que supone para Estados Unidos presentarse en ese panorama y asumir el pasado hispánico como parte también integrante de su identidad y no como ese alter ego lleno de defectos que aparece ya deformado por la leyenda negra y se reformula exacerbado por esa imperiosa ansiedad de éxito que dibuja el individualismo laicista norteamericano, tan poco dado a comprender el proyecto solidario y evangelizador que quiso fundar en aquellas tierras lejanas fray Junípero Serra. CENTENARIOS DE CALIFORNIA
Sin duda, las celebraciones de los distintos centenarios han contribuido al reconocimiento de fray Junipero Serra como una parte integral de la historia norteamericana, aunque siga siendo quizás, como señala Hackel o lo sea nueva revista · 155
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para su punto de vista, uno de sus menos comprendidos «pioneros». En 1884 se celebró el primer centenario de la muerte de fray Junípero y en 1913 el segundo centenario de su nacimiento y ambas celebraciones gozaron en California del aplauso unánime de la población y las autoridades. En particular hay que destacar el impulso decidido del obispo José Alemany (1814-1888) y de dos sacerdotes, Ángelo Casanova y Ramón M. Mestres, que se sucedieron en la parroquia de Monterey en dos extendidos periodos de 1868-1891 y 1891-1930. Ángelo Casanova había nacido en el cantón Ticino, en los Alpes suizos, y luego de estudiar en el colegio Propaganda Fide de Génova y ordenarse sacerdote en Italia, fue destinado a California en 1860, primero a Los Ángeles y luego a Santa Cruz, hasta llegar a Monterey en 1868, donde permaneció como párroco hasta su muerte el sábado 13 de marzo de 1893. Dejó un recuerdo duradero en la ciudad y el Monterey New Era se lamentaba en la edición dominical de la pérdida de un buen cristiano que siempre tenía una palabra amistosa para todos. Todos destacaban su servicio desinteresado y su esfuerzo por restaurar la vieja misión de Carmel, muy cerca de Monterey, a la que dedicó su incansable energía. La ciudad de Monterey, la segunda más antigua de la Costa Oeste después de San Diego, celebraba y sigue celebrando dos fechas representativas: el 3 de junio de 1770 Junípero Serra fundó allí la misión de San Carlos (muy pronto la mudó al final del valle del río Carmelo); el 7 de julio de 1846 el capitán Sloan, en nombre de los Estados Unidos, desembarcó en Monterey y el territorio de California se incorporó como el trigésimo primer estado de la Unión. 214
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Ya al poco de llegar procuró que el centenario de la ciudad honrase a su fundador en junio de 1870 «de la mejor manera posible». Según el periódico local, el Monterey Republican, se esperaba para aquel año una gran festividad para reconocer a Monterey como una ciudad centenaria. Para señalar a Junípero Serra como su fundador tuvo que echar mano de un libro, History of California de Forbes. Casanova quería hacer una celebración religiosa el 31 de mayo, aniversario de la llegada de fray Junípero a la bahía, anticipándose al viernes 3 de junio, fecha de la fundación de la ciudad. Todo ello sirvió para reconocer la historia hispana de California y el papel que tuvieron fray Junípero y las misiones franciscanas. La misión de Carmel estaba en ruinas pero el padre Casanova descubre un documento que revelaría la ubicación de los restos del apóstol de California. Hay más de trescientos invitados de Sacramento y otras ciudades que han venido desde San Francisco en un vapor fletado para la ocasión. Uno de los invitados es el capitán Steele, que alcanzó a conocer las misiones antes de la secularización. Han venido de la Sociedad de Pioneros y personalidades de todas partes. Saludos, canciones, bienvenidas y discursos: el sentimiento general es conforme en su gran aprecio por la labor de los misioneros, aunque sorprende, desde nuestro punto de vista, que lo que más destaca entonces fue que las misiones facilitaron la llegada posterior de los pioneros. Los invitados accedieron en procesión hasta la vieja iglesia de San Carlos de Monterey donde asistieron a un tedeum a cargo del padre Doroteo Ambris, párroco nueva revista · 155
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de San Antonio de Padua. El padre Rubio además dio un sermón en español y en inglés. Luego una profesión y un desfile de las autoridades seguido por los niños de las escuelas públicas, damas en una antigua carroza de la época mexicana, varios señores a caballo, y muchos caminando hasta la colina que domina la bahía, donde se celebró el almuerzo al aire libre lleno de flores, viejas recetas y vinos locales... Discursos del padre Hudson y del señor Philip A. Roach, alcalde de Monterey en 1850, cuando la ciudad se incorporó a la Unión. Es el momento oportuno para destacar la importancia del puerto de Monterey como uno de los más seguros del Pacífico y reclamar un ferrocarril. Como el anciano señor Jacinto Rodríguez no pudo estar presente, fue en su nombre Joaquín Bolado, que habló en su español nativo con un aplauso general. Luego baile, fogatas y colaciones hasta el anochecer. El padre Casanova se había propuesto reconstruir la misión, cuya cubierta se había derrumbado luego de la desamortización y permanecía abandonada, poco más que un refugio para el ganado. En ocasiones los habitantes del valle, unos pocos descendientes originarios, le pedían que bautizara a los niños en la sacristía con la imagen de Guadalupe, que era lo único que se mantenía cerrado y en pie de la vieja misión, para que fuesen bautizados en la misma pila que sus padres y abuelos. De igual modo, cada año dirigió la romería que desde el pueblo del valle de Carmel llegaba las ruinas de la basílica el 4 de noviembre, fiesta de San Carlos, como lo habían hecho desde los tiempos de Junípero. 216
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Primero se restauró la misión de Dolores en San Francisco, con motivo de celebrarse su centenario en 1876. Casanova ordenó limpiar las ruinas, indagó en los archivos y finalmente halló el lugar de la tumba del santo, que se descubrió un martes 31 de enero de 1882 en un sencillo ataúd de madera. El periódico de aquel momento, el Monterey Argus, daba cuenta detallada del hallazgo, destacando la excitación que había provocado en Monterey el descubrimiento de los restos intactos del «ilustre fundador de la ciudad». Los rumores de que se los habían llevado a España y las mismas ruinas envolvían todo de un ambiente romántico. Creó un fondo para financiar la restauración con miles de donaciones y emprendió la reconstrucción del tejado para inaugurarlo en el centenario. Esto fue motivo para una celebración aún mayor el 28 de agosto de 1884, cuya crónica mereció toda la primera plana del siguiente domingo del Daily Alta California de San Francisco, que titulaba la crónica con el significativo título de «A Pioneer Padre», sacerdote y pionero. Fue un día soleado y agradable, propicio para recorrer las cinco millas que separan la ciudad de Monterey de la misión de Carmel: los vehículos disponibles resultaron insuficientes para los visitantes, que esta vez llegaron en el flamante ferrocarril recién inaugurado. Además el camino estaba en mal estado. Lamenta también el editor la incongruencia del nuevo tejado de la misión que «apunta al cielo» pero rompe el estilo y los cálidos matices del adobe y la arenisca. La ceremonia religiosa comenzó a las 11 de la mañana, y debió ser impresionante por la solemnidad de las vestimentas, alfombras, trajes, sombreros y carruajes, en connueva revista · 155
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traste con la sencillez de los pobladores indígenas, con sus vestimentas brillantes y coloridas, que asistían silenciosos sentados afuera del templo. Fue presidida por el arzobispo Alemany, también catalán, con otros tres obispos, el padre Casanova y numerosos sacerdotes. Una misa de réquiem llena de entusiasmo: 1.500 personas se congregaron en la iglesia, entre los que se contaban numerosas personalidades civiles y militares. Estaban los Bancroft, los Wise, los Kelly, el anciano general Vallejo, y otros muchos. El sermón en español lo pronunció esta vez el padre Adam. La memoria del justo prevalecerá, dijo recordando el salmo. La explanada se llenó de toldos, mesas y puestos de comida y refrescos. El cronista se queja de los precios exorbitantes que pedían entonces por un vaso de agua o por un entremés, y denuncia además que en varias mesas se jugaba «monte» y otros juegos prohibidos por la ley. Lo mejor de todo, señala el editor, habría sido la espléndida barbacoa preparada por los estudiantes del Colegio Santa Clara, aunque solo para un grupo escogido de invitados. Luego del almuerzo al aire libre llegó el turno al discurso del senador Del Valle, quien con gran elocuencia habló desde el muro sur del santuario: «Hemos venido —señaló— como americanos a rendir tributo a alguien que salvó el país para que fuera nuestro». Luego agradeció al padre Casanova. Aplausos. No solo había arreglado el templo sino que había restituido también el nombre del padre Serra para que las gentes puedan en adelante rendir tributo a su memoria. J. McDonnell recitó un poema de Miss Harriet M. Skidmore y J. Smith leyó una oda de Miss Marcella Fitzgerald. Sonrisas. Además el coronel Donahue y otros 218
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ofrecían apoyo para continuar con los arreglos del santuario, James R. Kelly costeaba la pintura, y lo mismo el señor Cornelius O’Sullivan. Más aplausos. Para finales 1884 el templo tenía un tejado nuevo y un interior remozado y pintado, aunque no alcanzó el dinero para reconstruirlo con los arcos de piedra originales, sino con una techumbre de madera. Pero gracias a ese esfuerzo el edificio se pudo conservar en el mejor estado posible. En 1930 se inició la nueva restauración más conservadora, que se completó gracias a los desvelos de Harry Downie en 1957, aunque hasta el día de hoy sigue reparándose (lo último fue la cubierta de la torre). Se repuso el techo con el diseño original, pero en la escultura de Serra del capitolio de 1932 aparece con la miniatura de la iglesia de Carmel con el techo equivocado, asunto que sigue dando lugar a comentarios insidiosos. Cientos de donantes aportaron su apoyo a la restauración del templo y el padre Casanova se lo agradecía a través de notas en el periódico. Como el 16 de noviembre, por ejemplo, porque Donahue, O’Sullivan y Kelly financiaron la pintura tal como lo habían ofrecido en agosto. E L P R I M E R M O N U M E N T O A F R AY J U N Í P E R O
En 1891 se erigió también en Monterey el primer monumento dedicado al santo mallorquín, muy cerca de donde quedaba el viejo roble que vio la primera eucaristía en el promontorio que domina la bahía de Monterey. Hecho de granito cristalizado de una sola pieza, lo pagó la señora Jane L. Stanford (1828-1905), aunque dejó a cargo de todos los arreglos al padre Casanova. Nuevamente fiesta y discursos en español y en inglés. nueva revista · 155
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Ramón M. Mestres (1863-1930), condecorado por Alfonso XIII en 1915, había nacido en Berga (Barcelona), y luego de estudiar en el seminario de Solsona y en Baltimore se ordena sacerdote en Los Ángeles, en 1888. Asumió con apenas treinta años la rectoría de Monterey, donde permaneció hasta el final de sus días. El aniversario se cumplía el 28 de agosto y tuvo un componente espectacular en la ópera «Mission Play» que se estrenó con gran éxito en San Francisco el 25 de agosto y estuvo en cartelera por diversas misiones y ciudades hasta 1935. Menos impactante pero lleno de simpatía, se presentó en Monterey un drama sobre la vida del franciscano preparado por el padre Mestres, que se presentó los días 28, 29 y 30 en Monterey con la participación de muchos aficionados de la ciudad, casi medio centenar de actores locales. La obra en cinco actos incluía también piezas musicales y danzas, y recreaba distintos momentos de la vida del padre Serra. También representaron el 31 la llegada de Serra a Monterey. El 27 de septiembre se alzó en San Diego una inmensa cruz. En San Francisco colocaron el 22 de noviembre una corona de laurel al pie de fray Junípero. Siguieron celebrando la festividad de San Carlos. Y más importante, el 23 llegaron en procesión solemne a la misión de Carmel donde hubo misa, actuaciones musicales, himnos y un discurso del senador Del Valle. El sermón del padre Mestres destacó el significado que podía representar el idealismo del padre Serra en el mundo moderno. Las banderas de Estados Unidos y España flanqueaban una cruz de plata. Luego hubo un picnic en la explanada del roble centenario 220
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y en la tarde sirvieron una colación a los invitados en los salones del colegio y la parroquia de San Carlos. El tren de regreso a San Francisco salía a las 6:30 pm. IDENTIDADES EN UN MUNDO COMPLEJO
Las celebraciones que tuvieron lugar en California por los centenarios de fray Junípero Serra y las misiones otorgaron una seña de identidad a las poblaciones, ayudaron a reconciliarse con su pasado y promovieron la recuperación de hermosos monumentos históricos, además de la creación de nuevos elementos simbólicos que quedaron asociados a los fundamentos de California como comunidad enraizada en un pasado hispánico que se podía hermanar con la nueva realidad de un estado pujante y exitoso, el más poblado de Estados Unidos. Diversos movimientos y especialmente las corrientes indigenistas de los años sesenta y setenta juzgan negativamente este patrimonio y cuestionan su significado con una agenda política radical, pero en todo ello también hay un componente de temor y desprecio —también de desafío— por el espectacular crecimiento de las nuevas comunidades hispanas, en su mayoría de origen mexicano. Hoy asisten con entusiasmo los domingos a la misión de San Juan Bautista, con guitarras, muchos niños y cintas de colores. También visitan a pocos kilómetros la misión de Carmel pero no ofrece misas en español. Los hispanos son un porcentaje casi mayoritario dentro de una población variada y abierta que por muchas décadas fue modelo de tolerancia y respeto. Casi todos aprenden inglés y acogen con alegría la cultura americana pero nueva revista · 155
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carlos arrizabalaga
prefieren la misa en castellano y celebran con gozo estar juntos el domingo. El último centenario de Junípero Serra no fue apenas sentido en California y su celebración quedó acallada en un discreto marco religioso, sin apenas publicidad ni cobertura mediática. La visita de los entonces príncipes de España y del presidente Bauzá a la tumba de fray Junípero en la misión de Carmel fue de carácter privado y pasó allá inadvertida. Es un mundo cínico, pero las misiones siguen en pie. Quizás en la actualidad les resulte más difícil ser un lugar de encuentro, de paz y concordia, pero sus puertas, desde que las abrió Serra, siguen abiertas.
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LIBROS
Antonio Barnés ELOGIO DEL LIBRO DE PAPEL Rialp, Madrid, 2014, 102 págs., 10 euros
El desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación a finales del siglo xx y principios del xxi han introducido a la humanidad en una nueva civilización que acarrea innumerables consecuencias. Sin duda, una de las más inmediatas hace relación al libro y a la literatura. Dominados progresivamente por la galaxia Gutenberg desde finales del siglo xv, los discursos se transmiten cada vez más como textos escritos en libros de papel y sus especímenes lúdicos, estéticos, de valor en sí por cualquier motivo, cesan de llamarse poesía para llamarse en los siglos xix y xx solamente literatura (de litterae: cosas escritas). La posibilidad de sustituir la escritura y la lectura del libro en papel por textos digitales (y las ventajas que entraña) ha disparado todas las alarmas al modo como a Platón se le dispararon al contemplar que se producía la sustitunueva revista · 155
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miguel ángel garrido gallardo
ción de la transmisión oral de la cultura por la transmisión escrita. La verdad es que todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes y que predigo que esto no matará aquello, contradiciendo la aseveración que hace Froldo en Nuestra Señora de París a propósito de la imprenta. La literatura es ya un fenómeno en que la comunicación escrita, sin retorno, que reclama acogida pero no posibilita controversia, forma parte de su naturaleza y su interés. La comunicación cibernética, interactiva y que rompe la linealidad, saltando de icono en icono, es un nuevo modo de comunicar que llega a la competencia con la lectura literaria como antes había llegado la radio, el cine, el vídeo y la televisión, pero no va a sustituirla. En cuanto al cambio de la lectura literaria en soporte electrónico en vez de en soporte de papel, tiene, a mi juicio, un alcance bastante limitado. Lo cual no obsta para ponderar la importancia permanente de la bibliofilia en todas sus manifestaciones. De todos modos, las airadas reacciones que se han producido por doquier frente a la irrupción abusiva del nuevo fenómeno deben ser bienvenidas en cuanto vacunan contra los virus de la superficialidad como suprema enfermedad de nuestra cultura contemporánea. El precioso librito (que se lee de un tirón) de Antonio Barnés es una de esas saludables reacciones. En un capitulito por cada letra del alfabeto vamos encontrando invocaciones a múltiples palabras sabias que se han dicho o se pueden emplear en defensa del libro. A veces, va del brazo del gran estudioso del libro que es Manguel, lo cual es una auténtica garantía. Como garantía de buen sentido son las menciones de Los eruditos a la 224
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elogio del libro de papel
violeta de Cadalso, El alma romana de Pierre Grimal o La idea de Europa de Georg Steiner. Solamente me inquieta que se esgrima El defensor de Salinas, donde el buen don Pedro pronostica las desgracias que acarreará a la cultura la irrupción del telegrama, gran oponente del arte epistolar. Sin comentarios. La obra empieza invocando a Alonso Quijano: «podía disponer de libros a su placer, y quedar fascinado, hasta el punto de introducirse en ellos; sobre todo en sus favoritos: las novelas de caballerías, Amadís de Gaula, Felixmarte de Hircania, Tirante el Blanco se convirtieron en sus compañeros... y la magia de los libros transformó en verdadero cualquier relato escrito, sea cual fuera su género o sus protagonistas: Alejandro Magno, el gigante Briareo, Julio César, el caballero Lanzarote o la reina Ginebra. Todos los personajes bailaban, confraternales, la misma danza...». Un elogio a la imaginación en los comienzos que discurre luego por diversos meandros de la corriente de nuestra tradición cultural occidental grecolatina. Es un libro de advertencias contra todo lo que suponga o pueda suponer menos amor a la palabra («una palabra vale más que mil imágenes»). Es una ocasión para compartir numerosas consideraciones estimulantes y apasionadas de un humanista al que sin duda le asisten muchas razones, aunque, en algún caso, pueda no tener razón. Leamos el epílogo: No vayamos a hacernos misólogos —dijo él— como los que se hacen misántropos. Porque no se puede padecer mayor mal que el de odiar los razonamientos. Y la misología se nueva revista · 155
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miguel ángel garrido gallardo
origina del mismo modo que la misantropía. Pues la misantropía se infunde al haber confiado en algo a fondo sin entendimiento, y al considerar que una persona es enteramente auténtica, sana y de fiar, y descubrir algo más tarde que esta es malvada y engañosa, y de nuevo con otra, y cuando esto le ha pasado a uno muchas veces y especialmente con los que uno podía creer más íntimos y más familiares, chocando a menudo, al final acabas por odiar a todos y piensa que nada de nadie es sano en absoluto. (Platón, Fedón). Del odio a los razonamientos al odio a las palabras, hay solo un paso. Y odiar las palabras es odiar los libros. Frente al misólogo se alza la figura del filólogo: el que ama las palabras. Por eso los filólogos alejandrinos crearon las bibliotecas; por eso monjes medievales copiaron libros; de aquí que Petrarca y la pléyade humanista por él inaugurada buscaran y editaran manu-scritos (escritos a mano) antiguos. Quienes se burlan, quienes desprecian los libros son nuevos misólogos. Se fían más de los gestos que de las palabras, porque con frecuencia las palabras son mentirosas. Pero más que las palabras, mienten quienes las manipulan. Hay que distinguir el grano de la paja. Y para este discernimiento es imprescindible el pensamiento, la lectura y los libros: los libros de papel. El ensayo está compuesto de cien páginas más como esta. Bastará el ejemplo, sin duda, para animarnos a la lectura de lo demás. Miguel Ángel Garrido Gallardo
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Luis Alberto de Cuenca LOS CAMINOS DE LA LITERATURA Rialp («Breves»), Madrid, 2015, 119 págs., 9 euros
Por
sugerencia de editorial Rialp, Luis Alberto de Cuenca reúne en un volumen cuatro trabajos «procedentes de conferencias y de artículos dispersos por acá y por allá», entre los que se encuentran algunas de las excelentes páginas que escribió para el número de Nueva Revista que se tituló La Biblioteca de Occidente. Es este volumen un librito mínimo de valor máximo, un prontuario de autoayuda para adquirir la sana pasión por la literatura. No es un tratado ni un ensayo ni una reflexión. La obra pertenece al género testimonio. Todos los caminos conducen a la literatura, pero no a través de un itinerario prefijado y acartonado, sino por la suerte que cabe a un niño, un adolescente, un hombre de la segunda mitad del siglo xx que nace en una casa con biblioteca y de padres lectores y cuya afición por la lectura es un don y una gracia. Por eso, el paso de los tebeos de niño a los clásicos cuyo catálogo se ofrecía ordenado en los libros de texto de su bachillerato no nueva revista · 155
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miguel ángel garrido gallardo
es un salto en el vacío. Ciertamente, aquellas aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín publicadas por la editorial Valenciana no tienen nada que ver en hondura humana ni en penetración de caracteres (es un decir) con la Ilíada (la temprana pasión por el mundo grecolatino es otra característica de Luis Alberto), pero sí con esa razón por la que a unos les gusta contar historias y transmitir emociones y a otros les gusta oírlas y recibirlas. Es verdad que en el momento crítico de la aventura de Roberto Alcázar, cuando la situación era desesperada, siempre Roberto razonaba tiene que haber un resorte por alguna parte y. en efecto, en la viñeta siguiente, un puntito negro con la leyenda «resorte» confirmaba su presentimiento. Cabe distanciarse pedantescamente de esto mediante el sarcasmo y cabe también mantenerlo como ingreso en el fabuloso mundo de lo naíf. La pasión por la literatura (que tiene que ver con el hondón de lo humano) está por la segunda opción. No soy aficionado a las novelas de caballerías (en ellas yo nunca he sabido vencer la distancia), pero comprendo a Luis Alberto cuando escribe: «El Amadís fue para mí una biblia, un catecismo, un libro sagrado. Lo he leído después (en la edición de Place en cuatro volúmenes auspiciada por el csic) y me ha seguido emocionando, tanto o más que la primera vez. Yo creo que porque sus caminos vienen de más allá y llevan a ninguna parte» (p. 30). Solamente literatura... El viaje por la excelencia literaria a través de la historia, que emprendemos a continuación de la mano de Luis Alberto, nos lleva a Ramayana, Ilíada, Eneida, Bucólicas, 228
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los caminos de la literatura
Metamorfosis de Ovidio, Chanson de Roland, Cantar de Mio Cid, Los Nibelungos, Divina Comedia, Cancionero de Petrarca, Coplas a la muerte de su padre, Gargantúa y Pantagruel, Poesías de Garcilaso, Poesías de san Juan de la Cruz, Hamlet, Balada de un viejo marino de Coleridge, Cuentos de Poe, Hojas de hierba, Prosas profanas. No diría yo que, puesto a escoger la veintena de obras más excelentes que conozco, fuera esta lista la que me resultara. Ni mucho menos. Digo, en cambio, que, puesto a decir de cuál prescindiría para sustituirla por otra más adecuada, me encontraría en un grave aprieto. A la pregunta de cuáles son las obras literarias que más te gustan, yo tendría que contestar que depende del momento, la situación, el estado de ánimo. Por eso, me resulta tan atractivo este paseo por los textos en el que el poeta Luis Alberto de Cuenca nos habla de su encuentro con grandes obras, evocando la situación de lectura, la reacción que le provocó, las características de edición con las que se produjo ese encuentro..., la casualidad que dio como resultado esa emoción que se llama literatura. La pasión por la literatura conduce al libro y a la biblioteca. El capitulito dedicado a la mítica Biblioteca de Alejandría tiene cabida aquí para inundar con el perfume de su exquisita leyenda el inicio mismo donde el «almacén de libros» se transmuta en otra cosa, que es fundamental en esa institución que en los siglos xix y xx se conoce como literatura, toda una institución, en efecto, volcada en el molde de una palabra, litterae (letras, cartas, cosas escritas), que en alguna ocasión suelta se había aproximado ya a este sentido en el siglo i cuando aparece en el libro nueva revista · 155
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II de los Artis rhetoricae libri XII del hispano latino Marco Fabio Quintiliano. Y, para terminar, el héroe. La fascinación por la literatura no es tal si no va acompañada por la fascinación por el héroe, el personaje que marcha implacable al cumplimiento de su destino. Luis Alberto de Cuenca construye un relato primoroso con trazos dispersos de la historia heroica medieval que ha desembocado, ¡ay!, en la Europa que ahora contemplamos. Desde el heroísmo a lo divino de san Benito cuyos monasterios constituyeron el reservorio fundamental para la cultura europea, pasando por Casiodoro, Carlomagno, las cruzadas (Godofredo de Bouillón) hasta san Luis de Francia, que es contrafigura acabada de lo políticamente correcto. Termina el capítulo con la inclusión del poema «San Luis» de Julio Martínez Mesanza: Hay algo noble en todas las espadas. Hay algo noble en todos los jinetes. Y espadas nobles hay en manos regias, y audaces horas, y monarcas santos que cabalgan enfermos, poseídos por una gracia que el temor derroca. Ellos nunca quisieron ser los dioses, pues Dios era su acción y su vigilia. Hay espadas que empuña el entusiasmo, y jinetes de luz en la hora oscura.
Luis Alberto de Cuenca nos invita con este librito a un paseo por el mundo fascinante de la imaginación y la 230
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emoción humana que todavía nos es dado experimentar. Si uno analiza las conversaciones de móvil que nos circundan y los emoticonos con que nos han respondido, quizás hace un momento, un delicado mensaje recién enviado, parece mentira que eso sea posible. Pero lo es. Miguel Ángel Garrido Gallardo
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Benigno Pendás DEMOCRACIAS INQUIETAS. UNA DEFENSA ACTIVA DE LA ESPAÑA CONSTITUCIONAL Ediciones Nobel, Oviedo, 2015, 304 págs., 20 euros Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2015
La obra Democracias inquietas. Una defensa activa de la España constitucional, que ha sido reconocida con el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2015, constituye la más reciente contribución intelectual del director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Benigno Pendás, al ámbito del pensamiento político español contemporáneo. Un texto que, «desde el rigor y la brillantez», como han reconocido los jurados que han enjuiciado la misma, se adentra en el probablemente llamado a ser el «tema de nuestros días»: el futuro de la España constitucional; y donde resultarán claves, como nos recuerda Pendás en su Epílogo (que dedica a los «demócratas inquietos»), tanto la defensa con firmeza de los principios y valores que sustentan nuestra sociedad democrática avanzada (tales como la soberanía nacional, las instituciones representativas, la división de poderes y el reconocimiento de los derechos 232
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democracias inquietas
y libertades fundamentales...) como la búsqueda perseverante de acuerdos que permitan reformar y fortalecer la primera, también desde el ingenio. El ensayo del historiador de las ideas, glosa «los motivos de insatisfacción e inquietud ante el funcionamiento (actual) de la democracia representativa» española; ofreciendo una serie de «propuestas alentadoras» desgranadas en las dos partes diferenciadas en que se estructura el libro, dedicadas tanto a los «protagonistas» como a los «antagonistas» del buen gobierno. Entre las cuales destacan sobremanera las medidas de regeneración democrática, a través del decidido impulso gubernamental cuya inspiración se debe a los trabajos del autor y del comité de «sabios» por él mismo seleccionados, como antídoto a la desafección que nos embarga; la lucha contra los vicios partitocráticos, transmisores de la idea de una democracia «secuestrada»; las virtudes del bipartidismo «imperfecto» o «matizado», impulsado por nuestro vigente sistema electoral; o la sensatez de algunas de las propuestas constitucionales planteadas que ocuparán un lugar preferente dentro de su ideario reformista. Desde esta perspectiva, apostará sin reservas por llevar a cabo una «defensa activa de la España constitucional» (lema que, por cierto, sirve de subtítulo a la monografía), única forma legítima de gobierno para el autor. Resulta tremendamente difícil encasillar a Democracias inquietas dentro de los subgéneros politológicos; por cuanto siendo un ensayo de manifiesta y evidente inspiración orteguiana no deja de abordar muchos de los temas clásicos (e inmortales) de la ciencia política contemporánueva revista · 155
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mariano vivancos comes
nea (el rol de los intelectuales; el desconcierto de la política contemporánea; el devenir del parlamentarismo; la tentación «populista»; los desafíos de la democracia y del republicanismo cívico; la ampliación del espacio público; el despertar global de las nuevas clases medias...) desde una perspectiva renovada y erudita; actualizando el estado del arte en una pluralidad de temas muy diversos pero inteligentemente interrelacionados y directamente aplicados al caso español. El autor no dejará tampoco de aprovechar el quinientos aniversario de la intemporal obra de Maquiavelo, origen de la ciencia política moderna. Aunque a diferencia del célebre florentino sus ideas sirvan no tanto para manipular los hilos del poder como para armar argumentos que eviten idealizar el pasado, pudiendo así desdramatizar el presente; siendo este su propósito real. Su «Excusus maquiaveliano» recogerá en lo esencial el texto de una conferencia del autor con ocasión de la apertura del curso en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en 2013. El profesor del ceu San Pablo es plenamente consciente de que nos hallamos en un «umbral de épocas»; un momento decisivo donde, según sus palabras, «flaquea el Estado de bienestar, se extiende la partitocracia y el malestar pone en peligro las conquistas de la civilización [Occidental] menos injusta de la Historia». Tras el certero diagnóstico llega el momento de ofrecer los remedios para una cura que, en el caso español, no admite más prórrogas. Sus recetas, que no por ser de razonamiento común dejarán de estar justificadas teóricamente, no defraudarán: una «confianza audaz en la libertad» y el llamamiento 234
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democracias inquietas
de los mejores a la vida política (y, al no menos importante, ejercicio de la ciudadanía activa), como ya sucedió en otros momentos históricos recientes en la España constitucional como la Transición política a la democracia. Ideas y argumentos que están en la misma esencia del reformismo político español del que Pendás acaba de escribir alguna de sus páginas más lúcidas. Mariano Vivancos Comes
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José Miguel Serrano Ruiz-Calderón DEMOCRACIA Y NIHILISMO. VIDA Y OBRA DE NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA Eunsa, Madrid, 2015, 287 págs., 19 euros
Hay
pocos autores tan sugerentes y tan independientes como Gómez Dávila. Pero, desgraciadamente, también hay poco pensadores tan desconocidos. Tal vez ha sido el carácter asistemático de su obra —junto con la dificultad de leer e interpretar sus escolios— lo que ha provocado su falta de divulgación. ¿O acaso el silencio sobre este autor procede de su incorrección consciente y casi revolucionaria, en su bella oposición a los tópicos actuales? La obra de José Miguel Serrano, que lleva años estudiando al atípico autor colombiano, es novedosa porque trata de acercar al lector español la figura y, sobre todo, la inmensidad de temas y la originalidad de perspectivas de sus escolios. Poco a poco, afortunadamente, Gómez Dávila va adquiriendo reconocimiento y notoriedad, gracias a José Miguel Serrano pero también a Nueva Revista. En efecto, en estas páginas se han publicado artículos y reseñas y se ha llamado la atención sobre la oportunidad de reivindicar su legado. 236
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democracia y nihilismo
Por otro lado, puede decirse que lo que hace realmente interesante la obra del profesor Serrano es presentar de un modo sistemático el contenido de las preocupaciones intelectuales que ocupaban a Gómez Dávila cuando se retiraba a la tranquilidad lectora de su despacho. Gómez Dávila se construyó así un reducto para asegurar su independencia como lector, como escritor, pero también como ciudadano. Por eso, sus sutiles aforismos funcionan como un revulsivo ante el descrédito de los intelectuales —que hoy luchan por mantenerse cerca del poder— y su lectura resulta ser una terapia que nos rescata o sana de ese hartazgo que con frecuencia ocasiona lo políticamente correcto. Por otro lado, desde un prisma estrictamente político, la obra de Gómez Dávila ilumina como ninguna otra en la actualidad la profundidad y oportunidad de la crítica conservadora. De ahí que sea imprescindible para regenerar intelectualmente el conservadurismo familiarizarse con sus ideas, aunque no se compartan. Además hay que indicar que los márgenes en los que se mueven los escolios son amplios, como acertadamente sugiere Serrano en su presentación del pensamiento del intelectual colombiano. Son amplios, en cierto modo, porque, además de un agudo observador de la realidad cotidiana, Gómez Dávila era un hombre excepcionalmente culto. Sus escritos combinan la altura intelectual —como, por ejemplo, en su acerada crítica a los postulados modernos y a las consecuencias destructoras de la modernidad filosófica y política— con la sátira detallada de quien, ciudadano atento de día, se encierra a pensar su jornada por la noche. nueva revista · 155
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josemaría carabante
En un momento, tanto político como social, en el que prima sobre todo la imagen, el lema y el pensamiento único y conscientemente frívolo de la posmodernidad, la contundente crítica y la enmienda a la totalidad que realiza Gómez Dávila en sus escolios confirman la situación de urgencia en que nos encontramos. En el pormenorizado análisis que se realiza en estas páginas, y después de presentar al autor, se expone la crítica de Gómez Dávila a los dogmas democráticos. No estaba muy equivocado el pensador colombiano, como sostiene Serrano, cuando detectaba en la religión democrática la semilla de todos los males y advertía de cómo había ido sustituyendo paulatinamente la fe en la trascendencia. Esta opinión no supone denigrar la forma política democrática. Simplemente denuncia su emplazamiento ilegítimo cuando intenta ocupar el centro de referencia del sentido, por decirlo en términos filosóficos, y usurpando el puesto de lo sobrenatural. Pero es que, además, cuando todo es democrático, de alguna manera nada lo es y el hombre termina siendo menos libre y aherrojándose en brazos de un paternalismo incompatible con su libertad. Se equivocaría quien viera en Gómez Dávila solo a un destructor. Sigue, es cierto, la estela combativa de Nietzsche; retoma y actualiza el gusto por la paradoja y las contradicciones. Socava las apariencias y a veces es tan sutil que, a un lector poco atento, le puede parecer superficial. Sin embargo, aceptando la invitación a profundizar en su obra que nos oferta este ensayo, tiene también mucha hondura filosófica. Sus ideas sobre las religiones políticas y la herencia teológica de algunos conceptos políticos ya secularizados le emparentan con autores de la talla de C. Schmitt o E. Voegelin y ha238
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cen imprescindible su pensamiento para entender la génesis y configuración cultural de nuestras sociedades. ¿Cuál es la causa de ese nihilismo que, ya en el título, se hermana con la democracia? La entronización del individuo, la victoria de la inmanencia sobre lo trascendente, causa la pérdida de sentido. Ya lo vio Kierkegaard de un modo magistral en su análisis sobre la enfermedad mortal, la desesperación. Gómez Dávila sigue la estela de este y otros pensadores poco considerados en el ámbito de los profesionales de la filosofía, pero con suficiente envergadura como para estar situados junto a los autores canónicos. También como el pensador danés, Gómez Dávila detectó que esa pérdida de referencias no libera al hombre, sino que lo esclaviza. La crítica a la excesiva penetración del estado en las esferas individuales y a la pérdida de independencia del ciudadano constituyen, en este sentido, una constante en la obra del escritor colombiano. Por ello, pese a detectar con tanta agudeza los motivos de la crisis intelectual de nuestro tiempo, y pese a mostrar a veces una rapto escéptico, la mirada de Gómez Dávila no es desesperanzada. Quien con tanto detalle denunció la religiosidad dogmática de una modernidad que había renunciado a lo sobrenatural, se aferra a la trascendencia para huir tanto de ese nihilismo pesimista clásico como del nuevo pesimismo esteticista que nace con Nietzsche. Quien quiera adentrarse en la obra de Gómez Dávila hallará aquí una generosa invitación; quien la conozca, se dará cuenta de lo mucho que tiene que aprender con su relectura. Josemaría Carabante nueva revista · 155
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Tomás Páez (coord.) LA VOZ DE LA DIÁSPORA VENEZOLANA Los libros de la Catarata, Madrid, 2015, 367 págs.
Pocas
personas conciben que un proyecto de investigación pueda nacer de un hecho tan trivial como comer en una pizzería. Solemos dejarnos llevar por la imaginación o por los estereotipos de viejas películas hollywoodenses que recrean la imagen de estrambóticos científicos en un laboratorio o en bibliotecas atestadas de libros, concentrados en profundas disquisiciones. El trabajo recopilado en estas páginas nace, por el contrario, de una conversación informal entre amigos, en Madrid, un día cualquiera. Todos ellos venezolanos. En el intercambio, surge la pregunta: ¿cuándo regresan a Venezuela? La negativa contundente a tal opción deja sorprendido al compilador de este libro, Tomás Páez, profesor-investigador de la Universidad Central de Venezuela quien, ante el desconcierto y motivado por conversaciones semejantes en otros tantos encuentros del mismo carácter, inicia, como científico social, la tarea de comprender lo que hay detrás de la respuesta: los inmigrantes o exiliados venezolanos y sus circunstancias. 240
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la voz de la diáspora venezolana
Comienza así un proyecto cuyo primer fruto es el libro que ocupa nuestra atención. El grueso del volumen lo estructuran cuatro capítulos que ofrecen al lector un panorama de la realidad social, política y económica de Venezuela, las causas que impulsan la migración, el perfil y las características de la población emigrante, los destinos de acogida y, de manera especial, los sentimientos contradictorios que embargan a los venezolanos en el extranjero. El primer capítulo es una exposición sobre los efectos positivos de la migración en los países receptores, así como un análisis de las causas que motivan la decisión de abandonar la tierra de origen; aspectos que sirven de antecedente y contribuyen a dibujar el escenario que enmarca la actual situación de Venezuela: el paso de una nación que abrió sus fronteras a quienes escapaban de la estrechez económica y de las dictaduras de Franco y Salazar, de la pobreza y el hambre en la Italia de posguerra, de los regímenes dictatoriales del Cono Sur en Latinoamérica, a un país que experimenta un éxodo sin precedentes desde comienzos del presente siglo. La voz del compilador —presente a lo largo de todo el estudio— cobra mayor presencia al inicio del segundo capítulo donde da a conocer cómo nace el estudio, la metodología empleada, las técnicas y los instrumentos para recuperar la información: entrevistas, focus goups, historias de vida y, especialmente, un cuestionario digital que ha facilitado que los venezolanos dispersos por los cinco continentes pudieran contribuir con el desarrollo de la investigación y cumplir así con los principales propósitos del nueva revista · 155
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mireya fernández merino
proyecto: «la creación de un espacio para que la comunidad venezolana en el exterior pueda expresarse y hacerse escuchar en todo el mundo» y «el análisis, comprensión y explicación del novedoso fenómeno social de la emigración venezolana» (Páez, 2015:63). A continuación y precediendo al análisis, se exponen, en la tercera parte, datos sobre la Venezuela actual con el propósito de comprender las razones que impulsan la migración. Tablas que contrastan los ingresos en los cuarenta años previos a la instauración del actual régimen y los recibidos en este periodo, el porcentaje de informalidad laboral y desempleo, el tejido empresarial, la tasa de inflación, así como un panorama de lo que ocurre en las áreas de salud, seguridad, vivienda y educación. De las cifras se pasa a la disertación sobre términos que despiertan controversia: identidad nacional, patria, nación y sus «inflamaciones» patriotismo, nacionalismo..., conjunto de cifras y conceptos, telón de fondo sobre el que proyectar las historias de los emigrantes venezolanos en las siguientes páginas. Se llega así al capítulo cuarto —el más extenso del volumen— en el que se expone de manera cuantitativa la condición de estos emigrantes: cantidad por países, tipo de actividad que realizan, dinámica familiar, nivel de estudios y formación; aspectos que ofrecen un perfil como muchos de los que podemos encontrar en estudios de este tipo, una radiografía socioeconómica del emigrante, necesaria para forjarse una idea de la repercusión que tiene su salida de Venezuela y su inserción en el país receptor. Pero el estudio trasciende estos aspectos para profundizar 242
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la voz de la diáspora venezolana
en el sentir de quienes han optado por dejar atrás una vida profesional y familiar para comenzar de nuevo. El lector de estas páginas conocerá qué añora el venezolano de su tierra, qué valora del país donde vive, qué interés tiene por retornar a Venezuela o si, más bien, rechaza la posibilidad de regreso, cuál es su grado de integración en el país de acogida, qué motivos impulsaron la decisión de buscar nuevos horizontes. Se asomará también a la imagen que tienen los entrevistados de lo que define el «ser venezolano» y la Venezuela actual, la dificultad de plasmar lo primero en un dibujo; la carga simbólica que encierra la representación pictórica de lo segundo. El libro coordinado por Tomás Páez plasma la voz de la diáspora, las experiencias e inquietudes, y el sentir de aquellos que decidieron dejar atrás la tierra natal y aventurarse en un mundo que, si bien ya no es ancho y ajeno, tiene otras normas y otras costumbres, perspectivas y maneras diferentes de situarse en él. Al mismo tiempo, en el análisis de las vivencias de los otros, se aprecia la emoción de quien coordina el volumen, su necesidad de comprender la negación por parte de los entrevistados a volver a un país cuya imagen no corresponde con la que guardan en su mente, en sus corazones; se percibe también el apremio por analizar y comprender su propio anclaje con ese país que lo recibió y en el que encontró un lugar... su lugar, como tantos inmigrantes que llegaron a Venezuela a mediados del pasado siglo. Mireya Fernández Merino
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Francisco López Rupérez FORTALECER LA PROFESIÓN DOCENTE. UN DESAFÍO CRUCIAL Editorial Narcea, Madrid, 160 págs., 14 euros
De manera reiterada y cíclica surge desde la opinión pública la necesidad de abordar una reforma «en y para» el ejercicio de la profesión docente. Las diversas evaluaciones de nuestro alumnado, por organismos públicos y privados —y de manera muy especial el informe pisa que tiene gran incidencia en la opinión pública—, vuelven a plantear la necesidad de acometer urgentemente reformas educativas en dos planos: las leyes educativas y la profesión docente. El debate sobre la preparación del profesorado origina controversias muy diversas y levanta susceptibilidades. Es una polémica enconada en el tiempo, que parece cuestionar la dedicación de nuestros docentes en las aulas. Su buen hacer y su autoridad académica se convierten en el objetivo de los medios de comunicación, y —con frecuencia— la discusión evita que se pueda afrontar de manera «fría» una exposición seria sobre el tema y sus posibles 244
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soluciones para situar al profesorado de nuestro país en el nivel de otros de la ocde. Por otro lado, son pocos los estudios que tratan los numerosos factores que afectan a los docentes de manera rigurosa y científica, con un estilo sencillo y cercano como el que nos muestra este libro. Solo autores como Francisco López Rupérez, que por su prolongada carrera en diversos puestos de la administración educativa, el conocimiento que posee de los organismos internacionales de educación, la investigación que se deriva de ellas y el contacto con las aulas, está en disposición de aportar una visión objetiva y pormenorizada de la problemática. De ahí que este libro demuestre —en su conjunto— cómo es posible afrontar los nuevos retos de la profesión docente desde una perspectiva positiva. Partiendo del análisis del marco europeo educativo y su contexto, el autor examina de manera empírica la educación española, donde existe una disfunción entre los datos emergentes del propio sistema y las correcciones sociales sobre él. «Cuando se consideran los datos en su conjunto, parece como si una «mano invisible» estuviera operando sobre nuestro sistema educativo y corrigiendo, al menos en parte, sus desequilibrios en materia de resultados». Sin embargo, no se trata de que los problemas se terminen solucionando solos a través del tiempo por una inercia de equilibrios, sino de aplicar las políticas necesarias de acuerdo a las evidencias. Desde esta perspectiva, es imprescindible integrar en los sistemas educativos la evaluación de sus políticas para mejorar los procesos —y más concretamente— las polítinueva revista · 155
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elena martínez carro
cas que inciden sobre el ejercicio docente y el profesorado, con la consciencia de que «una acción exitosa sobre los docentes termina afectando a todos los alumnos». El autor se acerca a la educación desde tres perspectivas: humanista, económica y social, apostando por un enfoque integrado, donde el desarrollo intelectual y humano son la base para una sostenibilidad económica y un servicio a la sociedad. Defiende la necesidad de preservar «en las nuevas generaciones los fundamentos vinculados a nuestras raíces culturales que le doten de un soporte personal sólido, en los planos intelectual y moral, desde el que abordar la gestión de los cambios», pero este horizonte no es posible sin una formación sólida del profesor. A su vez, el análisis empírico sobre las políticas educativas plantea un cuadro de prioridades, donde las referidas al docente son prioritarias por encima de cualquier reforma en el sistema legal o en las metodologías. De ahí que la investigación proponga las necesarias competencias del profesor agrupadas en torno a tres bloques: trabajar con los otros; trabajar con la información, el conocimiento y las tecnologías; y trabajar con y en la sociedad. La ocde presentó un estudio en torno a estas competencias para destacar las principales carencias del sistema, entre las que se encuentran: la necesidad de conseguir un atractivo para la profesión del docente; el acierto en el reclutamiento, la selección y empleo; y por último, cómo retener en la enseñanza a los docentes de calidad, así como el riesgo de producirse —a largo plazo— un declive considerable de la profesión docente. Aspectos todos ellos 246
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subrayados por los informes McKinsey, que desde 2007, estudian las cualidades que el docente debe tener antes de ejercer su profesión y así como por los organismos: ue, la unesco, oei y el Banco Mundial. Pero, independientemente de las investigaciones realizadas, realmente, ¿cuál es el concepto de profesión docente? ¿Por qué en España es tan débil esta noción? El autor dedica un amplio capítulo —de indudable interés— a comparar las diferencias existentes entre la docencia y el resto de las profesiones «robustas». En este análisis pormenorizado, destaca el comportamiento vocacional del docente y se deduce la necesidad de un cambio en el modelo de acceso a la profesión docente. Se propone el mir educativo como una solución frente a la debilidad y fragilidad del concepto de profesión docente, siguiendo —de manera paralela— los sistemas de selección y acceso del mir sanitario. Termina el libro con un elenco de medidas a tener en cuenta para mejorar las condiciones de los profesores que ya están en ejercicio, así como una llamada urgente para optimar las políticas educativas. Decía Daniel Pennac en su clásico Mal de escuela: «Basta un profesor —¡uno solo!— para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar todos los demás». Bastará con que los responsables educativos y pedagogos reflexionen sobre las propuestas de este libro para cambiar el horizonte educativo de las próximas décadas. Elena Martínez Carro
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Rüdiger Safranski GOETHE. LA VIDA COMO OBRA DE ARTE Tusquets, Barcelona, 2015, 687 págs., 25 euros Traducción de Raúl Gabás
Cuando una obra biográfica es tan contundente y extensa como esta de Safranski sobre Goethe, es fácil confundir el comentario sobre la misma con el comentario sobre el biografiado; colabora con ello en este caso, evidentemente, el peculiar carácter de este, su posición en la cultura europea y su condición de rara avis. O quizá no tan rara, sino más bien el modelo, o uno de los principales modelos de todos los que después se han postulado a sí mismos como raros, diferentes, mejores, superiores y únicos. Pero una de las mejores virtudes de esta escritura es precisamente que el autor no se queda en ello, sino que por fin se muestra al público el otro Goethe, ese que los muy entendidos parecen conocer pero los solamente iniciados no pueden más que sospechar. Leemos en esta obra múltiples textos originales y también decenas de referencias que nos muestran al Goethe envanecido, egocéntrico, divino, el del estereotipo de los pro- y de los anti-Goethe; y al lado de esas, leemos las que co248
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munican el otro Goethe, el que detestaba a los románticos narcisistas, a los solipsistas poéticos o filosóficos, el Goethe casi humilde en sus inseguridades artísticas y literarias, el simple burgués más bien sobrepasado por su buena suerte. Safranski es todo lo ecuánime que se puede ser al reflejar ambos en su escritura desde el primer momento, y mantiene esa bipolaridad con tensión y energía hasta el final de las 600 páginas. En realidad, se introducen más y más polos conceptuales que van componiendo un complejo mundo tanto individual como colectivo, de un modo que al lector se le antoja verosímil e incluso veraz. No solo atenderemos, veremos y oiremos al mismo Goethe individual y sus luchas consigo mismo, sino que, simultáneamente, como en paralelo, tendremos parte de nuestra atención absorbida por la galerna histórica que nosotros conocemos pero los personajes ni sospechan, y que por fin se adueña del paisaje, de las actividades y hasta del mismo biografiado, esa Revolución Francesa que apenas es el comienzo de nuestro presente, como algunos lúcidos de entonces casi vislumbran. La Revolución, su resolución o continuación o disolución en el napoleonismo, y cómo todo ello construye al Goethe histórico va a ser un argumento muy principal de esta biografía, a diferencia de otras sobre el mismo personaje, más centradas en el estro poético y sus desventuras. Recorremos al estilo clásico y en línea temporal continua la vida del niño y joven Johann Wolfgang, pero Safranski consigue evitar esas pegajosas anticipaciones de los biógrafos devotos: simplemente, y a la vista de las referencias aportadas, no nos queda más remedio que dar por sentado que se trató de un niño superdotado, sí, pero repelente nueva revista · 155
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rafael rodríguez tapia
y seguramente insoportable aunque no por su superdotación como algunos suelen suponer, sino a causa de las enseñanzas que sobre sí mismo ya le habían proporcionado a corta edad: rara vez el «nadie como yo» de los adultos deja de tener su origen en un «nadie como tú» repetido como mantra educativo. Pero Safranski es poco especulativo, y tampoco se permite ponerse psicologista: narra y narra, expone, cita, menciona, y continúa hacia delante. Después de esos comienzos, es sumamente interesante asistir a la verdadera enseñanza de ese que acabará siendo algo así como un viejo Werther: su fracaso universitario, su baño de realidad, su confrontación con un mundo en el que no es la mayor inteligencia lo más premiado precisamente. El autor de la biografía se las ingenia para respaldar todas y cada una de sus afirmaciones con cartas, diarios, comentarios escritos y se diría que hasta con facturas de restaurantes: todos esos materiales seguramente estén en archivos bien organizados, pero el caso es que hay que saber lo que se quiere encontrar, y luego relacionar unas cosas con otras, y en este aspecto el lector no tiene más remedio que rendir homenaje al biógrafo. La contrapartida es la necesidad, a veces incómoda, de compartir el interés del biógrafo por la más pequeña minucia vital del biografiado. No sobra, desde luego, pero a veces inquieta el conocimiento que el autor tiene de las decoraciones de las casas de los allegados de Goethe, o el menú de merienda que sirvió una ilustre regente de salones y tertulias en aquel Weimar. Dependiendo del momento del lector, esa montaña de erudición resultará deliciosa o se sentirá como un obstácu lo. No así cuando entramos, de la mano de Safranski, en 250
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cada una de las obras de Goethe, que desatornilla como en monografías sucesivas, y con continuas referencias a la peripecia vital. Algo parecido a lo que ya nos maravilló en su fenomenal Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía, que tantos puntos de contacto tiene con este Goethe, más allá de esas tertulias y esos encuentros con el joven filósofo en el salón de su madre. Se diría que eso que se podría llamar en medios cultos el asunto Goethe es algo todavía muy por resolver, y que agrupa en bandos: unos ignoran al Goethe aristocrático, consejero de estado, político, pragmático, y otros al poético, apasionado, enamoradizo, burgués. Al que aborrecía la Revolución, unos, y al que admiró siempre a Napoleón, los otros. Safranski no evita a ninguno y nos proporciona la sensación de que por fin estamos ante una biografía que deja atrás los antiguos troqueles partidistas. Rafael Rodríguez Tapia
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Pío Baroja LOS CAPRICHOS DE LA SUERTE Espasa, Barcelona, 2015, 216 págs., 19,90 euros Edición de Ernesto Viamonte Lucientes Nota preliminar de José-Carlos Mainer
Si yo quisiera envolverme ahora en el disfraz de crítico implacable, tendría que comenzar admitiendo y advirtiendo que esta novela de Pío Baroja que se ha recuperado recientemente (y con cuya publicación, al parecer, queda vacía la estantería de inéditos del caserón familiar de Itzea) es una verdadera calamidad, y no solo por todos aquellos motivos que sin lugar a dudas disculpan al autor (y el crucial es que se trata obviamente de una novela desencuadernada, provisional, ina cabada, que quedó pendiente de una revisión integral que necesariamente hubiera pasado por rectificar algunos errores y por fundir de un modo menos negligente los capítulos de otras novelas que aquí se reutilizan sin disimulo), sino por criterios que afectan más a lo estrictamente literario (a los personajes, los espacios y la trama, sí, pero también a ese inconfundible estilo primitivo tan característico de Baroja, que aquí se lleva hasta el extremo) y también, sobre 252
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todo, a lo meramente lingüístico, o en este caso incluso a lo gramatical, pues a los inevitables y encantadores descuidos barojianos, que los editores han hecho muy bien en no corregir, se unen fenómenos más desconcertantes. Entre los primeros estarían los consabidos anacolutos, a veces violentos («Deibler parece que tenía mucha preocupación por su popularidad»: p. 104), los laísmos chirriantes («a la más suave réplica, se lanzaba a pegarla como pudiera hacerlo un gañán o un chulo de las afueras»: p. 89; «La gustaba coquetear, aunque fuese con un viejo»: p. 200), los pleonasmos extremos («La noche se iba poco a poco haciéndose dueña de la tierra»: p. 42; «¿Quieren ustedes que el domingo que viene les vaya a buscarles en auto...»: p. 101), los queísmos dolorosos («Yo estoy segura que si lo asegura es por algo»: p. 97), algún hipérbaton extemporáneo («El fotógrafo de miedo enfermó»: p. 68) o redundancias de contenido que acaso hubieran quedado tachadas si Baroja hubiese releído su manuscrito una sola vez («se detuvieron para charlar con un pastor al que preguntaron si los de las milicias no les habían requisado los rebaños. —¿No les han quitado las ovejas? —preguntó Elorrio»: p. 43). En cuanto a los problemas de naturaleza más estructural, me refería a ellos pensando en esos personajes que, como el cómico de la legua Emilio Muñoz, desaparecen del escenario sin ninguna explicación o, aún peor, a los desconocidos que se incorporan al relato aludiéndose a ellos como si hubieran sido presentados ya al lector («Al recorrer los soportales de la plaza del Palais Royal, encontraron al comandante Evans, a quien habían conocido en Madrid»: p. 76), consecuencia directa de querer reaprovechar retales narrativos de otros libros, nueva revista · 155
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juan marqués
lo cual deja en el resultado final parches y costurones que con seguridad hubieran sido camuflados o cosidos si Baroja hubiese llegado a proponerse publicar Los caprichos de la suerte. Otro cantar son los insufribles ripios que el protagonista, el periodista republicano Luis Goyena y Elorrio, dedica a todas las poblaciones a las que va llegando en su peregrinaje de la primera parte («Yo creo que versos malos los hace todo el mundo si quiere», afirma él mismo, unos diez años después de que su creador ofreciera en las Canciones del suburbio su atacadísimo único libro de poemas) y, en lo que se refiere a erratas comunes (más numerosas de lo aceptable en un acontecimiento editorial como este), sí pueden ser atribuidas a los editores, lo mismo que la no interpolación de determinadas preposiciones necesarias («Había notado Muñoz que [en] todos los sitios, posadas o casas míseras donde se alojaban los viandantes se robaba algo»: p. 49, entre decenas de ejemplos que podrían ilustrar esas averías), algo extraño porque en otros tres lugares muy aislados del texto (pp. 97, 139 y 212) sí se ha intervenido explícitamente para reponer entre corchetes alguno de esos nexos y conectores olvidados por Baroja. Pero nada de todo esto importa, en absoluto. A pesar de todos esos defectos y desajustes en la fijación del texto, de las reduplicaciones involuntarias, de las informaciones superfluas, la constatación de detalles nítidamente irrelevantes o las opiniones arbitrarias, y al margen de las incoherencias semánticas y de los solecismos («recibió un sobre con treinta mil francos. Supuso que eran de aquel señor que la detenía en la calle quien se los había mandado»: p. 182), de la torpeza de muchos pasajes y de la 254
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brusca interrupción de su final (abrupto incluso para los parámetros habituales del donostiarra), Los caprichos de la suerte es un boceto de novela que se lee con un gran placer, y por supuesto con una enorme sonrisa de complicidad, gratitud y reconocimiento. En ese sentido es exacto el veredicto con el que José-Carlos Mainer empieza el último párrafo de su breve pero minuciosa presentación: estamos, dice, ante «una novela falta de una última mano, que a veces tiene aire de esbozo vertiginoso, otras es un atropellado memorial de agravios y a menudo se trueca en una tertulia donde ya se ha hablado todo. Pero en la traza certera de un personaje secundario y efímero, en cualquier réplica apasionada y escéptica, en una ráfaga vivaz de paisaje o en la complacida evocación de un barrio de París, reconocemos siempre al mejor Baroja». En efecto, tras un mínimo prólogo en el que se intenta inyectar al relato un vago aire de «manuscrito encontrado» (una pequeña y socorrida sofisticación narratológica a la que el autor ya había recurrido en otras novelas definitivamente gobernadas por él) y una tosca y deliciosa presentación del protagonista y de su familia («El padre era un tipo de médico de pueblo, seco, mal humorado, tirando a carlista. La madre una mujer fanática y la hermana de Luis también»: p. 27), comienza en el Puente de Vallecas una serie de apuntes paisajísticos en los que el Baroja verdaderamente lírico se luce con anotaciones en las que la silueta de los castillos, la forma de las nubes o los colores metafísicos del horizonte acompañan (más bien amenazando con tétricos presagios que alentando con augurios halagüeños) a los que quijotescamente cruzan la Mancha (y no por nueva revista · 155
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juan marqués
casualidad el segundo capítulo se titula «Primera salida») camino de «Valencia la roja» (rótulo de la segunda parte), donde tras pocas páginas en las que Luis conoce a Gloria «en el Palace Hotel, al que llamaban por entonces Casa de la Cultura. Allá estaban alojados profesores, escritores y artistas» (p. 58), se embarcan y, tras parar brevemente en el puerto de Marsella, se ven por fin «En París» (cartel que leemos al frente de la tercera sección). También hay cierta imprecisión cronológica, pues, sin que se den nunca fechas, parecen haber escapado de España en las postrimerías de la guerra civil para llegar a una Francia que asiste ya a las primeras maniobras de la segunda guerra mundial, pero ese es el tipo de detalles por el que el lector de Baroja (y especialmente este Baroja ya tan otoñal) tiene que acostumbrarse a no preguntar: mucho mejor dejarse sorprender aquí y allá por esos adjetivos repentinos y geniales del autor, como cuando pasean cerca de «la cárcel de la Santé, rodeada de unos muros grises, tenebrosos e hipócritas» (p. 102), o en la descripción del Hotel del Cisne (lugar bien conocido por los lectores fieles del escritor vasco): «El hotel no tenía un aire ni muy trágico ni muy destartalado, pero sí una tristeza fría, vulgar, casi más desagradable que la francamente vetusta y ruinosa [...] Era como la representación más acabada de la vida corriente, monótona y sin emociones. Representaba la mezquindad de todos los días, que no llega a tomar caracteres dramáticos, pero que tampoco por eso deja de ser menos triste y lamentable» (p. 135). La leve, casi dulce, misantropía desengañada que brota de estas líneas sostiene una de las melodías principa256
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les y constantes de la novela, que se extiende incluso a la desmitificación de la solidaridad que habría existido entre las colonias de españoles exiliados en París en diferentes épocas, sobre las cuales Luis entona un ubi sunt: «¿Dónde están —preguntaba— las reuniones de los desterrados en las que reinaba la ayuda mutua y la amable camaradería? Todo eso es pura filfa. Aquí no hay más que soledad, lluvia y tristeza» (p. 154). El pintor Abel Escalante le replica que «el que puede vivir solo, no sabe lo que tiene», pero por otro lado, dice el huraño y solitario Baroja, «en nuestra época no había aventura individual posible. Todo el mundo estaba identificado, fichado. No se podía pasar de un país a otro, no se podía cambiar de oficio. Todo estaba reglamentado y era pobre y mediocre» (p. 183). Esa «novela de ideas» que también anhela ser Los caprichos de la suerte tiene ese lado, digamos, filosófico, hecho con los mimbres perpetuos de Baroja (se cita a Schopenhauer en p. 77 y al inevitable Nietzsche en p. 155), pero también se ofrecen, previsiblemente, opiniones literarias e históricas. Entre las primeras, muy breves y diseminadas, se habla con admiración de Colette («quizá sea, en la actualidad, el mejor escritor de Francia», opina un personaje indeterminado en p. 83, mientras que en la p. 210 Evans cree que «está muy bien. En su obra hay claridad, exactitud, también hay poesía y tristeza») y de Dostoievski, mientras que en otro lugar (pp. 168-169) se divaga sobre la certeza recurrente de que «la novela es un género que se acaba. Ya hace más de cincuenta años que no se ha publicado una novela sugestiva y popular», mencionándose a continuación como grandes ejemplos franceses a «Balzac, Dumas, Stendhal, Eugenio nueva revista · 155
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Sue [...]. En Inglaterra hubo Dickens, Thackeray, ¡y ahora qué hay! Casi nada», pues sucedería que «la novela necesita misterio. No hay misterio. La vida se va aclarando más y se ven como los hilos del muñeco, lo que es poca cosa». En cuanto a sus juicios al respecto de acontecimientos recientes, conviene recordar unas palabras de Camilo José Cela que acaban de ser exhumadas en un librito muy curioso: «Baroja ha hecho un culto de la sinceridad y jamás se ha recatado de afirmarlo así. Su moral viene marcada por dos determinantes: la sinceridad y la independencia. Toda su obra se apoya sobre estas dos columnas y, desde cualquiera de sus novelas, Baroja fustiga por igual e incesantemente al fariseísmo y a la sumisión» (Recuerdo de don Pío Baroja, Madrid, Fórcola, 2015, p. 41). Lo dejó dicho en un artículo de 1950, cuando Baroja ya había escrito y publicado numerosas páginas sobre la guerra civil, y antes de redactarse las de Los caprichos de la suerte, donde aprovecha las conversaciones y paseos ociosos de los personajes para colar opiniones potencialmente controvertidas («Uno y otro seguían pensando que la única solución que habría podido tener la República española habría sido la dictadura. Una dictadura inteligente, sin presión espiritual de ninguna clase»: p. 78) y, finalmente, se atribuye cierta fatalidad a los hechos, desde una perspectiva rudamente determinista: «¿De dónde saldría esta crueldad tan fea, tan baja, de la guerra española? ¿Es algo atávico de la raza? Es lo más probable» (p. 164). Aparte, y aunque en este caso pocas, no faltan sentencias de esas que Josep Pla llamaba expresivamente «barojadas»: hablando de un tal Troppman, un descuartizador de niños alemán 258
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que, «sin embargo, lloraba cuando pensaba en su madre», el personaje inglés concluye que «por un lado sentimental y por otro asesino. Sin duda, es una mezcla que se da en Alemania más que en otras partes» (p. 200). Fue precisamente de Pla de quien Dionisio Ridruejo escribió aquello tan lúcido de que «no he visto jamás unas formas más primitivas revelando a un hombre menos primitivo» (En algunas ocasiones, Madrid, Aguilar, 1960, p. 43). Baroja también era mucho menos elemental de lo que aparentaba en las entrevistas y los autorretratos, pero su estilo no podía serlo más, y eso fue acentuándose claramente hasta el final. El misterio fascinante es cómo una prosa tan chapucera puede resultar tan efectiva y tener tanta gracia, o cómo, en fin, se puede escribir tan teóricamente mal y quedar con razón como el mejor narrador de cincuenta años de psicología, sociología e historia españolas, el cronista más sagaz y duradero de medio siglo de rebuscas y callejeos, de desesperación y picaresca. Juan Marqués
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155 h a n c o l a b o r a d o Ignacio Amestoy
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LA REVISTA MERCURIO PERUANO
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Juan Marqués POETA Y CRÍTICO LITERARIO
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SOCIÓLOGO. CATEDRÁTICO EMÉRITO DE
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Antonio R. Rubio Plo
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ANALISTA DE POLÍTICA INTERNACIONAL.
Antonio Fontán (1923-2010)
PROFESOR DE POLÍTICA COMPARADA
FUNDADOR DE NUEVA REVISTA
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DE LA RIOJA (UNIR)
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Lágrimas sobre el viento, un homenaje a León Felipe IGNACIO AMESTOY Ganarás la patria DANIEL PÉREZ La obra dramática de León Felipe JOSÉ GABRIEL LÓPEZ ANTUÑANO León Felipe. De Tábara a México, un viaje con demasiadas lágrimas en el viento IGNACIO GARCÍA Lágrimas sobre el viento. A partir de la obra poética de León Felipe JOSÉ GABRIEL LÓPEZ ANTUÑANO
PANORAMA DE ACTUALIDAD 128 144 157
El estado relacional. De la teoría a la práctica BEGOÑA CONDE Y RAFAEL BENGOA El mito del ranking universitario MIGUEL ÁNGEL GARRIDO GALLARDO La conciencia nacional de Naguib Mahfuz. Un tribunal para la historia de Egipto ANTONIO R. RUBIO PLO
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Sobre el arte de escribir AMANDO DE MIGUEL Francamente Frank: la Gran Novela Americana de la crisis LUIS RIVAS Exposiciones en Madrid. Edvard Munch y el Divino Morales JESÚS YUSTE
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