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DOCUMENTOS

en el 51º Festival Visions du Réel Nyon, celebrado del 17 de abril al 2 de mayo. El festival se organizó en un formato en línea este año debido al coronavirus. El premio del jurado interreligioso, designado por Signis e Interfilm, está dotado con 5.000 francos suizos, donados por la Iglesia Católica Suiza; las iglesias reformadas en la parte francófona de Suiza, y su departamento de medios de comunicación Média-pro; y la Federación Suiza de Comunidades Judías. La película define las identidades de las personas y las comunidades; las relaciones entre generaciones, así como hombres y mujeres; y las diferentes categorías sociales, económicas y políticas en el entorno desértico de la Baja California de México, que acoge cada año una carrera automovilística observada por miles de fanáticos. El humor y la música subrayan los mensajes más profundos de la película. (oikoumene.org) 06/05/2020

72.Volver a la “normalidad” es autocondenarse: Leonardo Boff Cuando pase la pandemia del coronavirus no nos estará permitido volver a la “normalidad” anterior. Sería, en primer lugar, un desprecio a los miles de personas que han muerto asfixiadas por el virus y una falta de solidaridad con sus familiares y amigos. En segundo lugar, sería la demostración de que no hemos aprendido nada de lo que, más que una crisis, es una llamada urgente a cambiar nuestra forma de vivir en nuestra única Casa Común. Se trata de un llamamiento de la propia Tierra viva, ese superorganismo autorregulado del que somos su parte inteligente y consciente.

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El sistema actual pone en peligro las bases de la vida

Volver a la anterior configuración del mundo, hegemonizado por el capitalismo neoliberal, incapaz de resolver sus contradicciones internas y cuyo ADN es su voracidad por un crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza y la miseria de la gran mayoría de la humanidad producida por ella, es olvidar que dicha configuración está sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la vida en el planeta. Volver a la “normalidad” anterior (business as usual) es prolongar una situación que podría significar nuestra propia autodestrucción. Si no hacemos una “conversión ecológica radical”, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos capaces de hacer desaparecer a la especie humana. Esta no es una opinión meramente personal, sino la opinión de muchos biólogos, cosmólogos y ecologistas que están siguiendo sistemáticamente la creciente degradación de los sistemas-vida y del sistema-Tierra. Hace diez años (2010), como resultado de mis investigaciones en cosmología y en el nuevo paradigma ecológico, escribí el libro Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo (Record). Los pronósticos que adelantaba han sido confirmados plenamente por la situación actual.

El proyecto capitalista y neoliberal ha sido rechazado

Una de las lecciones que hemos aprendido de la pandemia es la siguiente: si se hubieran seguido los ideales del capitalismo neoliberal –competencia, acumulación privada, individualismo, primacía del mercado sobre la vida y minimización del Estado–la mayoría de la humanidad estaría perdida. Lo que nos ha salvado ha sido la cooperación, la interdependencia de todos con todos, la solidaridad y un Estado suficientemente equipado para ofrecer la posibilidad universal de tratamiento del coronavirus, en el caso del Brasil, el Sistema Único de Salud (SUS). Hemos hecho algunos descubrimientos: necesitamos un contrato social mundial, porque seguimos siendo rehenes del obsoleto soberanismo de cada país. Los problemas mundiales requieren una solución mundial, acordada entre todos los países. Hemos visto el desastre en la Comunidad Europea, en la que cada país tenía su plan sin considerar la necesaria cooperación con otros países. Fue una devastación generalizada en Italia, en España y últimamente en Estados Unidos, donde la medicina está totalmente privatizada. Otro descubrimiento ha sido la urgencia de un centro plural de gobierno mundial para asegurar a toda la comunidad de vida (no sólo la humana sino la de todos los seres vivos) lo suficiente y decente para vivir. Los bienes y servicios naturales son escasos y muchos de ellos no son renovables. Con ellos debemos satisfacer las demandas básicas del sistema-vida, pensando también en las generaciones futuras. Es el momento oportuno para crear una renta mínima universal para todos,

la persistente prédica del valiente y digno político Eduardo Suplicy.

Una comunidad de destino compartido

Los chinos han visto claramente esta exigencia al promover “una comunidad de destino compartido para toda la humanidad”, texto incorporado en el renovado artículo 35 de la Constitución china. Esta vez, o nos salvamos todos, o engrosaremos la procesión de los que se dirigen a la tumba colectiva. Por eso debemos cambiar urgentemente nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y con la Tierra, no como señores, montados sobre ella, dilapidándola, sino como partes conscientes y responsables, poniéndonos junto a ella y a sus pies, cuidadores de toda la vida. A la famosa TINA (There Is No Alternative), “no hay (otra) alternativa” de la cultura del capital, debemos confrontar otra TINA (There Is a New Alternative), “hay una nueva alternativa”. Si en la primera alternativa la centralidad estaba ocupada por el beneficio, el mercado y la dominación de la naturaleza y de los otros (imperialismo), en esta segunda será la vida en su gran diversidad, también la humana con sus muchas culturas y tradiciones la que organizará la nueva forma de habitar la Casa Común. Eso es imperativo y está dentro de las posibilidades humanas: tenemos la ciencia y la tecnología, tenemos una acumulación fantástica de riqueza monetaria, pero falta a la gran mayoría de la humanidad y, lo que es peor, a los Jefes de Estado la conciencia de esta necesidad y la voluntad política de implementarla. Tal vez, ante el riesgo real de nuestra desaparición como especie, por haber llegado a los límites insoportables para la Tierra, el instinto de supervivencia nos haga sociables, fraternos y todos colaboradores y solidarios unos con otros. El tiempo de la competencia ha pasado. Ahora es el tiempo de la cooperación.

La inauguración de una civilización biocentrada

Creo que inauguraremos una civilización biocentrada, cuidadosa y amiga de la vida, como algunos dicen, “la tierra de la buena esperanza”. Se podrá realizar el “bien vivir y convivir” de los pueblos andinos: la armonía de todos con todos, en la familia, en la sociedad, con los demás seres de la naturaleza, con las aguas, con las montañas y hasta con las estrellas del firmamento. Como el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ha dicho con razón: “tendremos una ciencia no al servicio del mercado, sino el mercado al servicio de la ciencia”, y yo añadiría, y la ciencia al servicio de la vida. No saldremos de la pandemia de coronavirus como entramos. Seguramente habrá cambios significativos, tal vez incluso estructurales. El conocido líder indígena, Ailton

65 Krenak, del valle del Río Doce, ha dicho acertadamente: “No sé si saldremos de esta experiencia de la misma manera que entramos. Es como una sacudida para ver lo que realmente importa; el futuro es aquí y ahora, puede que mañana no estemos vivos; ojalá que no volvamos a la normalidad” (O Globo, 01/05/2020, B 6). Lógicamente, no podemos imaginar que las transformaciones se produzcan de un día a otro. Es comprensible que las fábricas y las cadenas de producción quieran volver a la lógica anterior. Pero ya no serán aceptables. Deberán someterse a un proceso de reconversión en el que todo el aparato de producción industrial y agroindustrial deberá incorporar el factor ecológico como elemento esencial. La responsabilidad social de las empresas no es suficiente. Se impondrá la responsabilidad socio-ecológica. Se buscarán energías alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se tendrá más cuidado con la atmósfera, las aguas y los bosques. La protección de la biodiversidad será fundamental para el futuro de la vida y de la alimentación, humana y de toda la comunidad de la vida.

¿Qué tipo de Tierra queremos para el futuro?

Seguramente habrá una gran discusión de ideas sobre qué futuro queremos y qué tipo de Tierra queremos habitar. Cuál será la configuración más adecuada a la fase actual de la Tierra y de la propia humanidad, la fase de planetización y de la percepción cada vez más clara de que no tenemos otra casa común para habitar que ésta. Y que tenemos un destino común, feliz o trágico. Para que sea feliz, debemos cuidarla para que todos podamos caber dentro, incluida la naturaleza. Existe el riesgo real de polarización de modelos binarios: por un lado los movimientos de integración, de cooperación general y, por otro, la reafirmación de las soberanías nacionales con su proteccionismo. Por un lado el capitalismo “natural” y verde y por otro lado el comunismo reinventado de tercera generación como pronostican Alain Badiou y Slavoy Zizek. Otros temen un proceso de brutalización radical por parte de los “dueños del poder económico y militar” para asegurar sus privilegios y sus capitales. Sería un despotismo de forma diferente porque se basaría en los medios cibernéticos y en la inteligencia artificial con sus complejos algoritmos, un sistema de vigilancia sobre todas las personas del planeta. La vida social y las libertades estarían permanentemente amenazadas. Pero a todo poder le surgirá siempre un contrapoder. Habría grandes enfrentamientos y conflictos a causa de la exclusión y la miseria de millones

de personas que, a pesar de la vigilancia, no se conformarán con las migajas que caen de las mesas de los ricos epulones. No pocos proponen una glocalización, es decir que el acento se ponga en lo local, en la región con su especificidad geológica, física, ecológica y cultural pero abierta a lo global que involucra a todos. En este biorregionalismo se podría lograr un verdadero desarrollo sostenible, aprovechando los bienes y servicios locales. Prácticamente todo se realizará en la región, con empresas más pequeñas, con una producción agroecológica, sin necesidad de largos transportes que consumen energía y contaminan. La cultura, las artes y las tradiciones serán revividas como una parte importante de la vida social. La gobernanza será participativa, reduciendo las desigualdades y haciendo que la pobreza sea menor, siempre posible, en las sociedades complejas. Es la tesis que el cosmólogo Mark Hathaway y yo defendemos en nuestro libro común El Tao de la Liberación (2010) que fue bien acogida en el ambiente científico y entre los ecologistas hasta el punto de que Fritjof Capra se ofreció a hacer un interesante prefacio. Otros ven la posibilidad de un ecosocialismo planetario, capaz de lograr lo que el capitalismo, por su esencia competitiva y excluyente, es incapaz de hacer: un contrato social mundial, igualitario e inclusivo, respetuoso de la naturaleza en el que el nosotros (lo comunitario y societario) y no el yo (individualismo) será el eje estructurador de las sociedades y de la comunidad mundial. El ecosocialismo planetario encontró en el francobrasileño Michael Löwy su más brillante formulador. Tendremos, como reafirma la Carta de la Tierra así como la encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Común”, un modo de vida verdaderamente sostenible y no sólo un desarrollo sostenible. Al final, pasaremos de una sociedad industrial/consumista a una sociedad de sustentación de toda la vida con un consumo sobrio y solidario; de una cultura de acumulación de bienes materiales a una cultura humanístico-espiritual en la que los bienes intangibles como la solidaridad, la justicia social, la cooperación, los lazos afectivos y no en última instancia la amorosidad y la logique du coeur estarán en sus cimientos. No sabemos qué tendencia predominará. El ser humano es complejo e indescifrable, se mueve por la benevolencia pero también por la brutalidad. Está completo pero aún no está totalmente (terminado). Aprenderá, a través de errores y aciertos, que la mejor configuración para la coexistencia humana con todos los demás seres de la Madre Tierra debe estar guiada por la lógica del propio universo: este está estructurado, como nos dicen notables cosmólogos y físicos cuánticos, según complejas redes de inter-retrorelaciones. Todo es relación. No existe nada fuera de la relación. Todos se ayudan mutuamente para seguir existiendo y poder co-evolucionar. El propio ser humano es un rizoma (bulbo de raíces) de relaciones en todas las direcciones. Si se me permite decirlo en términos teológicos: es la imagen y semejanza de la Divinidad que surge como la relación íntima de tres Infinitos, cada uno singular (las singularidades no se suman), Padre, Hijo y Espíritu Santo, que existen eternamente el uno para el otro, con el otro, en el otro y a través del otro, constituyendo un Dios-comunión de amor, de bondad y de belleza infinita. Tiempos de crisis como el nuestro, de paso de un tipo de mundo a otro, son también tiempos de grandes sueños y utopías. Ellas son las que nos mueven hacia el futuro, incorporando el pasado pero dejando nuestra propia huella en el suelo de la vida. Es fácil pisar la huella dejada por otros, pero ella no nos lleva a ningún camino esperanzador. Debemos hacer nuestra propia huella, marcada por la inagotable esperanza de la victoria de la vida, porque el camino se hace caminando y soñando. Así pues, caminemos. Traducción de Mª José Gavito Milano (leonardoboff.org) 06/05/2020

73.¿Qué puede venir después del coronavirus?: Leonardo Boff Muchos lo han visto claramente: después del coronavirus, ya no va a ser posible continuar el proyecto del capitalismo como modo de producción, ni del neoliberalismo como su expresión política. El capitalismo sólo es bueno para los ricos; para el resto es un purgatorio o un infierno, y para la naturaleza, una guerra sin tregua. Lo que nos está salvando no es la competencia –su principal motor–sino la cooperación, ni el individualismo –su expresión cultural–sino la interdependencia de todos con todos. Pero vayamos al punto central: hemos descubierto que el valor supremo es la vida, no la acumulación de bienes materiales. El aparato bélico montado, capaz de destruir varias veces la vida en la Tierra, ha demostrado ser ridículo frente a un enemigo microscópico invisible que amenaza a toda la humanidad. ¿Podría ser el Next Big One (NBO) que temen los biólogos, “el próximo gran virus” que destruya el futuro de la vida? No lo creemos. Esperamos que la Tierra siga teniendo compasión de nosotros y nos esté dando sólo una especie de ultimátum.

Dado que el virus amenazador proviene de la naturaleza, el aislamiento social nos ofrece la oportunidad de preguntarnos: ¿cuál fue y cómo debe ser nuestra relación con la naturaleza y, más en general, con la Tierra como Casa Común? La medicina y la técnica, aunque muy necesarias, no son suficientes. Su función es atacar al virus hasta exterminarlo. Pero si continuamos atacando a la Tierra viva, “nuestro hogar con una comunidad de vida única”, como dice la Carta de la Tierra (Preámbulo), ellos contraatacará de nuevo con más pandemias letales, hasta una que nos exterminará. Sucede que la mayoría de la humanidad y los jefes de estado no son conscientes de que estamos dentro de la sexta extinción masiva. Hasta ahora no nos sentíamos parte de la naturaleza ni tampoco como su parte consciente. Nuestra relación no es la relación que se tiene con un ser vivo, Gaia, que tiene valor en sí mismo y debe ser respetado, sino de mero uso según nuestra comodidad y enriquecimiento. Estamos explotando la Tierra violentamente hasta el punto de que el 60% de los suelos han sido erosionados, en la misma proporción los bosques húmedos, y causamos una asombrosa devastación de especies, entre 70-100 mil al año. Esta es la realidad vigente del antropoceno y del necroceno. De seguir esta ruta vamos al encuentro de nuestra propia desaparición. No tenemos otra alternativa que hacer, en palabras de la encíclica papal “sobre el cuidado de la Casa Común”, una “conversión ecológica radical”. En este sentido, el coronavirus no es una crisis como otras, sino la exigencia de una relación amistosa y cuidadosa con la naturaleza. ¿Cómo implementarla en un mundo que se dedica a la explotación de todos los ecosistemas? No hay proyectos listos. Todo el mundo está a la búsqueda. Lo peor que nos podría pasar sería, después de la pandemia, volver a lo de antes: las fábricas produciendo a todo vapor aunque con cierto cuidado ecológico. Sabemos que las grandes corporaciones se están articulando para recuperar el tiempo perdido y las ganancias. Pero hay que reconocer que esta conversión no puede ser repentina, sino gradual. Cuando el presidente francés Macron dijo que “la lección de la pandemia era que hay bienes y servicios que deben ser sacados del mercado”, provocó la carrera de decenas de grandes organizaciones ecologistas, como Oxfam, Attac y otras, pidiendo que los 750.000 millones de euros del Banco Central Europeo destinados a remediar las pérdidas de las empresas se destinaran a la reconversión social y ecológica del aparato productivo en aras de un mayor cuidado de la naturaleza, más justicia e igualdad sociales. Lógicamente, esto sólo se hará ampliando el debate, involucrando a todo tipo de grupos, desde la participación popular hasta el conocimiento científico, hasta que surjan una convicción y una responsabilidad colectivas. Debemos ser plenamente conscientes de una cosa: al aumentar el calentamiento global y aumentar la población mundial devastando los hábitats naturales, acercando así los seres humanos a los animales, éstos transmitirán más virus, a los cuales no seremos inmunes, que encontrarán en nosotros nuevos huéspedes. De ahí surgirán las pandemias devastadoras. El punto esencial e irrenunciable es la nueva concepción de la Tierra, ya no como un mercado de negocios que nos coloca como sus señores (dominus), fuera y por encima de ella, sino como una superentidad viviente, un sistema autorregulado y autocreador, del que somos la parte consciente y responsable, junto con los demás seres como hermanos (frater). El paso de dominus (dueño) a frater (hermano) requerirá una nueva mente y un nuevo corazón, es decir, ver a la Tierra de manera diferente y sentir con el corazón nuestra pertenencia a ella y al Gran Todo. Unido a ello, el sentido de inter-retro-relación de todos con todos y una responsabilidad colectiva frente al futuro común. Sólo así llegaremos, como pronostica la Carta de la Tierra, a “un modo de vida sostenible” y a una garantía para el futuro de la vida y de la Madre Tierra. La fase actual de recogimiento social puede significar una especie de retiro reflexivo y humanista para pensar en tales cosas y nuestra responsabilidad ante ellas. Es urgente y el tiempo es corto, no podemos llegar demasiado tarde. (amerindiaenlared.org) 29/04/2020

74.Signos de los tiempos y lugares de los signos: Pandemia desde la fe popular organizada: Francisco José Bosch

„Las estrellas dicen que nosotros, somos los fugaces‟ (Macaco)

Sobre los que „hacen historia‟

Un hombre flaco, con una corbata siempre mal puesta, camina rápido por los pasillos de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Hablando de mares, carteles cubren las paredes de toda la facultad en algo similar a una marea de consignas. El hombre desgarbado es profesor de una introducción historiográfica en la carrera de historia: se esfuerza en explicarnos a los estudiantes, diferentes formas en el oficio de contar la historia. De todas ellas, me deja una peculiar impresión, una escuela que logra descifrar todo un tiempo desde el relato de vida de un quesero italiano

y sus gusanos. Un hombre, un trabajo y una vida que pintan una época, la narra. Lejos de la marea de carteles de esa universidad, en un barrio donde la mayoría de persona se han visto excluidas de los espacios de letras, una mujer descalza cumple ciento cuatro años. La nariz rugosa, la mirada entre profunda y perdida, los pies arrugados y callados por la vida descalza. „Nunca me puse zapatos, ni esas zapatillas de vieja picara, ni esas‟ dice frente a un grupo de chicos que inventan un circo en la colonia Las Palmas de San Salvador, Centroamérica. Lejos del mar y los libros, una mujer que, al contar su historia, cuenta la historia de su barrio, de su gente, de más de siete mil personas que viven al borde de la quebrada „La Lechuza‟. Kunda festeja sus ciento cuatro años con nosotros. Le llevamos un pastel, cantamos el cumpleaños feliz y compartimos un café. Ella tenía lista la leña y el fuego, listo el cacharro y el agua, para seguir contando historias. Kunda no fue a la escuela, pero es la responsable de haber cambiado mi percepción sobre el tiempo, me enseñó un modo particular de hacer historia. Ella narra el nacimiento de su comunidad haciendo un viaje siempre entre hechos mínimos de la vida de sus vecinos (historia de las multitudes) pero vinculándolos a un hecho macro, como si se tratara de los lados de una urdimbre por la que viaja el tejido de su relato: la toma de las tierras y la erupción del volcán de San Salvador, la construcción del puente y la represión de Maximiliano Hernández Martínez. Así, todo el siglo XX, mirada desde una barriada marginal de San Salvador, contado desde abajo, pero colando las periferias en las grietas del poder.

Sobre el cambio de época

Estar siendo aquí, sabernos vivos en la incertidumbre de este cambio de época que estamos atravesando, nos lanza a los cristianos a preguntarnos por los „signos de este tiempo‟ (Gaudium Et Spes 11) y a buscar los lugares de esos signos (Lc 10,21). Basta con escuchar la voz de las barriadas para comprender que algo está pasando, que hay que saber leer esto, que es un tiempo de signos. Estamos frente a una bisagra. Una puerta se ha se ha abierto. Una delgada línea de luz invade el espacio oscuro. Todavía huele a combustión. La máquina no se ha apagado hace mucho, pero ya no se escucha el eco de su rugido. Un silencio y una quietud nos alarma a todos. No hay rincón del globo que no se estremezca: la fantasía de vivir sanos en un mundo enfermo se ha terminado. Un ridículo hombre vestido de blanco, en la soledad de una plaza milenaria, con el respaldo de una desvencijada institución nos lo ha escupido al rostro. ¿Quién se cree? Antes y después de su grito, una cronología de la pandemia, para sentipensar la percepción del tiempo desde un lugar preciso. Reconstruir la pandemia desde el movimiento popular que son las comunidades eclesiales de base de NuestrAmérica.

Un Kronos que no devora el tiempo

68 La fe cristiana cree en tiempos que condensan. Un Kayros es el tiempo propicio, lugar donde irrumpe la novedad de Dios en nuestro ahora, es un aguijón escatológico. 11 de marzo Ginebra, Suiza Un hombre negro, africano, doctor, toma el micrófono. Anuncia al mundo que un virus de la China se ha transformado en Pandemia mundial. Él es doctor en salud comunitaria y lo que se viene es la desconexión. Guayaquil, Ecuador Doscientas treinta personas en el salón de una escuela. Convocados al XI encuentro de Comunidades Eclesiales de Base de todo el continente. Una gran diversidad de rostros, acentos y miradas. Lejos del frio de Ginebra, el calor terrible de Guayaquil fue el marco para presentar „Bendita Mezcla‟, un libro de teología narrativa, que recoge los relatos creyentes de hombre y mujeres organizados en la base. Son comunidades organizadas de vida digna, mezcla bendita que sostiene la vida. El día del anuncio de la pandemia, en el camino al aislamiento, celebrar la mezcla pegados y transpirados en comunidad. 15 de marzo Lenin Moreno anuncia el cierre de los aeropuertos. Un grupo de asesores de las comunidades de base, pasa de pensar estratégicamente en los próximos cinco años, a resolver la salida del país. Coordinamos ese domingo a la noche, el desembarco en el aeropuerto de Guayaquil la mañana siguiente. 22 de marzo Una semana después, la mayoría de los participantes del encuentro continental de CEBs, está aislado en su país de origen. Tres compañeros argentinos han quedado varados en Lima. En pleno toque de queda ven crecer la violencia social en medio de la crisis. Duermen en un hostel por varios días, esperando la comunicación con el consulado para volver al país. Finalmente, en este domingo 22, se realiza la Repatriación en un Hércules del ejército,

de los tres compañeros que se quedaron varadas en Lima. 30 de marzo Socorro Martínez, coordinadora continental de las comunidades de base, entra en terapia intensiva en la México infectada con Covic-19, con muchos calendarios encima. 2 de abril Guayaquil se trasforma en la postal del horror en virus en América Latina. Cadáveres en las calles, en las puertas de las casas, quemados en las esquinas. El gobierno anuncia que recoge 150 cadáveres de las calles. 7 de abril En plena Semana Santa, se comienza a construir una fosa común, un cementerio improvisado en los márgenes de Guayaquil. En Monte Sinaí se huele a muerte. Vienen pidiendo un cementerio hace años, pero el municipio aprovecha la pandemia, para construir en un terreno inundable de la comunidad, una fosa común. Los muertos sobran de las calles y ya son un escándalo mundial. Los quieren esconder en las periferias. La comunidad de Las Iguanas, resiste. 11 de abril En el silencio del sábado de gloria, se cumple un mes de pandemia. El mundo se ha detenido. Por primera vez después de que la Iglesia católica copara las basílicas del imperio Romano, las celebraciones de la memoria del asesinato y resurrección de Jesús vuelven al espacio doméstico. Allí donde el primer cristianismo cuidó la memoria y narró la vida de ese hombre que sabía leer los signos de los tiempos. Las casas como templos, memorias del cristianismo primitivo. 16 de abril Día de la presentación del Habeas Corpus de Rosy Iraheta a la corte suprema de Justicia de El Salvador, para que le realicen otra vez la prueba del Covid-19. Antes, la travesía. Dos compañeras salvadoreñas han vivido una odisea para retornar a su país. Al llegar son puestas en cuarentena en centros de contención apartados. No han podido volver a sus casas. Unos días después, le realizan la prueba a Rossy y da positiva, a pesar de ser asintomática. Trasladada a un hospital, luego a otro en Planes de Renderos. La gente toce. Ella se siente mal de a ratos. Solo un pedido de la justicia, por interposición del habeas corpus, logra que se realice nuevamente la prueba. 21 de abril En México, termina el proceso de resurrección de Socorro. El doctor le da el alta, sin saber si contagia o no. Pero su voz se escucha tenue y fuerte, vivaz y potente. Ha vuelto a respirar profundo entre nosotros. 24 de abril El ultimo compañero varado en Guayaquil, Vileci, compañero asesoras de las comunidades del Brasil, deja Ecuador después de 40 días. Logra volver en un vuelo de repatriación hasta Sao Pablo. 28 de abril Rossy cruza el rio Lempa de vuelta a su casa. Las pruebas han sido realizadas y dan negativo. No tiene el virus. Puede llegar a su hogar, a las comunidades del Bajo Lempa, a reposar el cuerpo y el alma, después de cincuenta y tres días de peregrinación.

Estamos hechos de Pascuas

El domingo de resurrección encontró a gran parte de la humanidad sin poder abrazarse. Pero como si fuera una caricia, llego de Roma (sí, del Vaticano), una carta para los movimientos populares del mundo, justo en ese día que se recuerda la victoria de los jodidos de este mundo frente al mal. La carta de amor de Francisco, es un abrazo en tiempos de Pandemia: escribe sabiendo el papel que la iglesia en la base y los movimientos populares están jugando para sostener la barriga de los pobres de esta tierra. Pero a esa certeza y admiración del papa por los poetas sociales, se suma un pedido concreto de resurrección para los pueblos pobres. Francisco delinea la resurrección en este cambio de época como un salario universal que reconozca la dignidad trabajadora y creadora del ser humano descartado por este sistema y, al mismo tiempo, como el jubileo de las deudas a los pueblos pobres. La crisis se abre como una posibilidad de otros tiempos dentro de la carrera sin freno de la locomotora de la tragedia capitalista. El otro tiempo estaba siendo cultivado por lo bajo, pero ha irrumpido a escala planetaria con la pandemia. Las comunidades, una vez más, están listas para sobrevivir y para dar su magistral clase de super-vivencia a los males de cada tiempo. Los científicos juran que estamos hechos de átomos, los narrados de historias y los creyentes decimos que estamos hechos de pascuas: pasos fundamentales que damos en cada tiempo, de la mano del Dios compañero. * Francisco Bosch, Caminante con las Cebs de A. Latina (amerindiaenlared.org) 01/05/2020

75.Juan de Patmos: el visionario y su visión, de Néstor Míguez (II): Leopoldo Cervantes-Ortiz

Míguez subraya la importancia del Apocalipsis para las comunidades de base y los grupos de lectura popular en Latinoamérica

Se me ha preguntado qué es lo que todavía queda por saber. La respuesta es muy sencilla: es preciso repasar una vez más todos los temas que han ido apareciendo sucesivamente a partir de la apocalíptica de la cristiandad primitiva: la misión, la libertad de la comunidad cristiana, la fe sometida a la prueba, que son otros tantos aspectos diferentes del regnum Christi. [1] Ernst Käsemann

En la segunda parte del cap. 1 del libro de Néstor Míguez sobre el Apocalipsis (Juan de Patmos: el visionario y su visión. Buenos Aires, La Aurora, 2019)

ocupa un lugar importante la lectura que se ha hecho del libro bíblico en América Latina. Partiendo de una anécdota acontecida en Costa Rica adonde surgió un comentario sobre la influencia de dicho libro en el compromiso que muchos jóvenes asumieron para participar en las luchas sociales e incluso en movimientos armados a partir de una visión triunfalista, Míguez subraya la importancia del Apocalipsis para las comunidades de base y los grupos de lectura popular en la región. Afirma también que la exégesis latinoamericana del libro “ha destacado sobre todo el sentido de llamado, de convocatoria, su reclamo de fidelidad y de inspiración para la fe” (p. 21). Un factor que entra en juego al momento de valorar esta presencia bíblica es el crecimiento del pentecostalismo, pues pone en juego la experiencia espiritual de su autor, quien “es movido por el Espíritu, cae en éxtasis, tiene visiones, escucha la palabra de ángeles, tiene el don de profecía”. Todo un conjunto de situaciones con el que el pentecostalismo se identifica profundamente, “más allá de la influencia fundamentalista o dispensacional que suelen tener muchas de estas iglesias”. Todo lo anterior, y mucho más, se manifiesta en la lectura comunitaria del libro en América Latina, especialmente por los contextos opresivos en donde ha podido recuperar una significación liberadora y por ser fuente de inspiración para la proyección de la fe en la búsqueda de la justicia y la esperanza que brinda. Sin olvidar, tampoco, que “ha dado lugar a fundamentalismos de derecha o de izquierda”, agrega Míguez, algo que ha sucedido en otras regiones del mundo, como Sudáfrica, prueba de lo cual son los estudios de Allan Boesak, y se refiere en particular a Comfort and protest: The

70 Apocalypse from a South African perspective (Comodidad y protesta: el Apocalipsis desde una perspectiva sudafricana, 1987). La “lectura liberadora latinoamericana” comenzó con la práctica de las comunidades de base que abordaron los textos bíblicos desde su situación existencial, sus conflictos y esperanzas, a partir de la década de 1960.

La vigencia del mensaje de Apocalipsis adquirió relevancia en medio de las dictaduras militares y después con la imposición del capitalismo global y el

libre mercado en el continente. Al identificarse con la marginalidad, el dolor y el martirio, surgieron los comentarios populares. El primero de ellos, obra de Carlos Mesters (1931), biblista brasileño de origen holandés, fue Cielo nuevo y tierra nueva. Esperanza de un pueblo que sufre. El Apocalipsis de san Juan: una clave de lectura (edición mexicana, 1989), reaparecido como taller bíblico, El Apocalipsis: la fuerza de los símbolos (2006). Con un tono de esperanza, cada capítulo “comienza con una afirmación de fe, un reclamo de justicia, un llamado a la participación en la comunidad del Cordero” (p. 23). Lejos de ser un libro de condena y temor, es visto como una bendición. Muy similar a lo que harían posteriormente Pablo Ri

chard (Apocalipsis: reconstrucción de la esperanza, 1994) y Javier Saravia (El camino de la historia. Un

curso sobre el Apocalipsis, 2015). Estas interpretaciones enfatizan las cartas a las iglesias de Asia menor (caps. 2-3), las visiones a partir del cap.4 y el triunfo de Dios sobre sus enemigos. Dos números de la Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana (RIBLA) son importantes en este recuento: el núm. 7 (1990, ver aquí) y el 34 (1999, ver aquí), dedicados a la apocalíptica, esperanza de los pobres y al Apocalipsis de Juan y la mística del milenio, respectivamente. En el primero, escribieron J. Severino Croatto (apocalíptica en general), Richard (Daniel 7), N. Míguez (I Tesalonicenses), Dagoberto Ramírez (Marcos 13), Jorge Pixley (persecuciones en el imperio romano), Juan Snoek (Joel 1 -2 desde Nicaragua) y Uriel Molina (la revolución y las elecciones nicaragüenses en 1990). El otro número se dedicó completamente al Apocalipsis, por lo que se trabajaron diversos aspectos: “El Apocalipsis de Juan como relato de una experiencia visionaria. Anotaciones sobre la estructura del libro” y “Caos y recreación del cosmos. Una percepción del Apocalipsis de Juan” (J.A. Filho), “Juan de Patmos, el visionario y su visión” (N. Míguez), “Éxtasis visionario y culto en el Apocalipsis de Juan. Un análisis del Apocalipsis 4 y 5 en comparación con los viajes celestiales de la apocalíptica” (P. Nogueira), “La marca de la bestia” (P.M. Ferrer), “La victoria de la vida: Milenio y reinado en Apoca-

lipsis 20.1 -10” (P. Lima Vasconcellos), “Sin mar, sin templo y sin lágrimas (Ap 21 -22)” (Sandro Gallazzi), “Las últimas plagas… y las de todos los días. El poder cósmico y el poder cotidiano en el Libro del Apocalipsis y en literatura comparada” (G. Cornelli) y “Apocalipsis” (J.L. Rodríguez Gutiérrez). Los primeros ensayos, comenta Míguez, valoran la experiencia particular de la visión, el momento extático. Y añade: “El Apocalipsis, con su superposición de tiempos […] nos señala un tiempo no lineal, un tiempo quebrado, una anticipación mesiánica, un kairós que se superpone con la actualidad. Pasado y futuro coinciden, lo inesperado puede aparecer en cualquier momento de la historia. El futuro está encerrado en el presente, del cual busca liberarse” (p. 27). Ese futuro no sigue la lógica del presente, es un “mecanismo de deconstrucción de un presente doloroso, del sufrimiento y la pobreza, del dominio y la explotación inmisericorde de la creación”. Por supuesto que el futuro deseado no es continuidad del presente, pues depende del inacabable amor de Dios. Pero se trata de un Dios que rescata a su pueblo y le permite superar toda forma de dolor y tristeza (21.3-4). Hay que decir que el propio Míguez ha publicado otros ensayos sueltos sobre Apocalipsis. Entre ellos están: “Las víctimas en el Apocalipsis. Estudio de Apocalipsis 5 tras 500 años de incorporación de América Latina al dominio occidental”, en RIBLA núm. 12, 1992/2; “Apocalipsis: un testimonio de la historia”, “El Apocalipsis como profecía y visión: la identidad de Juan como profeta” y “Juan de Patmos: el visionario y su visión” (antecedente directo de este libro), en Vida y Pensamiento, vol. 19, núm. 2, 1999. Esta sección concluye afirmando que no solamente los teólogos y biblistas han mirado al Apocalipsis como fuente de esperanza, dado que también otras expresiones de la cultura popular lo han hecho. Es el caso del cantante Fito Páez, quien en el álbum Giros (1985) incluyó la canción “D.L.G.” (de los grones, negros), cuya letra dice así: Y se abrirá todo el cielo,/ no será un día normal./ Después de todo, todo llega / siempre de algún modo/ las profecías se dan./ Apocalipsis de abajo,/ un maremoto de amor,/ fiesta en la calle,/ un orgasmo que nunca se acabe:/ Día de resurrección/ Y será, y será un fuego, un pantallazo,/ un rayo luz, conmovedor, una tormenta,/ una música infinita. Míguez cierra esta sección exponiendo que la hermenéutica latinoamericana liberadora ha ido dejando atrás la lectura positivista, pretender mirar la revelación “desde su sesgo más racional” (p. 28). Intenta ir más allá de la racionalidad capitalista y del libre mercado a fin de alentar la esperanza y recuperar, así, el mensaje de este libro fundamental. Pendiente queda el uso del desarrollo de otras líneas de investigación sobre el Apocalipsis desde América Latina, concretamente los derivados del trabajo de Ricardo Foulkes y Juan Stam, entre otros.

Notas:

[1] E. Käsemann, Sobre el tema de la apocalíptica cristiana, en Ensayos exegéticos. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1978 (Biblioteca de estudios bíblicos, 20), p. 246. (protestantedigital.com) 01/05/2020

76.Profeta apocalíptico: Carlos Martínez

García Hace dos días habría cumplido años. Nuestro mayor profeta, Carlos Monsiváis, tiene casi ya una década de haber fallecido. Al decir que tenía dones de profeta no me refiero a que hiciera vaticinios sobre acontecimientos por venir, tampoco visiones vedadas a los demás y solamente asequibles a él. Más bien a su capacidad de saber leer los tiempos, sacar lecciones de esa lectura y anticipar posibles desenlaces.

Carlos leyó asiduamente la Biblia. Siempre aclaró que su traducción preferida era la Biblia del Oso,

cuya primera edición es de septiembre de 1569. La tradujo al español, del hebreo y griego, Casiodoro de Reina, ex monje agustino convertido al protestantismo. Reina salió de España para huir de la Inquisición y tras 12 años de exilio pudo completar la traducción bíblica. Monsiváis leyó desde la infancia la versión antigua, la revisión de 1909 que puso al día términos en desuso pero conservó la elegancia del trabajo hecho por el traductor original.

Uno de los libros bíblicos más citados por el profeta

de Portales fue el Apocalipsis. En ocasiones mencionó explícitamente la última sección del Nuevo Testamento, en otras implícitamente recurrió al imaginario apocalíptico y el mismo fungió como palimpsesto sobre el que Carlos plasmó crónicas acerca de la Ciudad de México.

Para lectores de la Biblia era reconocible la actualización o metáfora monsivaisiana del Apocalipsis.

La fascinación literaria de Monsiváis por el segmento final del Nuevo Testamento lo llevó a relaborar en varias ocasiones un texto que primero tituló Patmos esquina con Eje Central

(https://www.nexos.com.mx/?p=4934).

Patmos es la isla desde la cual Juan escribió el

Apocalipsis, en los años finales del primer siglo. Por su parte, el émulo joanino redactó el neoapocalipsis en San Simón número 62, a pocas cuadras de la estación del Metro Portales.

Aquí las primeras líneas de Patmos esquina con Eje Central: Bienaventurado el que lee, y más bienaventurado el que no se estremece ante la espada aguda de la economía, que veda la entrada al dudoso paraíso de libros y revistas, en estos años de ira, de monstruos que ascienden desde el mar, de blasfemias y de dragones a quienes seres caritativos filman el día entero para que nadie se llame a pánico y se les considere criaturas mecánicas y no anticipos de la feroz desolación. El paralelismo con el escritor de la primera centuria de nuestra era es manifiesto, y es mayor conforme avanzamos en la lectura de la visión de Carlos respecto de la monstruosidad de la capital. El rescritor, así conocido por su obsesión de corregir, ampliar y revisar constantemente lo redactado a mano, extiende el artículo de Nexos y lo incorpora como capítulo final de Los rituales del caos (1995). Cambia el título por el de Parábola de las postrimerías. El Apocalipsis en arresto domiciliario. La urbe se va ampliando y asimila todo en este proceso, en el cual la constante es el tan acelerado crecimiento geográfico y la explosión poblacional que la macrópolis, visiona Monsiváis, ya llegaba por un costado a Guadalajara, y por el otro a Oaxaca. El recurso apocalíptico para describir la singularidad de la ciudad es, nuevamente, evidenciado por Monsiváis en un largo escrito publicado en el suplemento literario y cultural de La Jornada. Aquí entrelaza datos devastadores e imágenes esperanzadoras de la metrópoli. Por medio de cuatro ángeles (noticiarios del Apocalipsis) que revelan datos y cifras del gigantismo capitalino, el cronista traza un panorama desolador en algunos puntos por el deterioro de la vida cotidiana de sus habitantes. Lo azaroso de la convivencia en la ciudad (la escatología urbana prodiga imágenes del Apocalipsis privatizado, o secuestrado en los domicilios), su martirio consuetudinario para millones de todas maneras sigue atrayendo multitudes: Y debido al funcionamiento imprevisible de la urbe, o a la certidumbre secreta (utopía urbana es sobrevivir a diario en la catástrofe, es multiplicar familias en los resquicios del trazo apocalíptico), todos se quejan pero pocos se van, y no por una banalidad como el arraigo, sino tal vez por un motivo metafísico como el presentimiento del Juicio Final (https://www.jornada.com.mx/1999/04/04/semmonsi.html). Monsiváis, es bien sabido, era ávido lector. En la mejor tradición protestante ejerció el sacerdocio de la lectura, puso sus hallazgos y análisis al servicio de la colectividad. La voraz lectura de libros y revistas le aportó a la matriz cultural en la que se formó instrumentos para leer la realidad y vislumbrar en ella transformaciones socioculturales embrionarias que después se asentaron en el país. Él percibió con agudeza cómo reivindicaciones que inicialmente movilizaban a pequeños grupos iban ganando conciencias en la sociedad mexicana. Sobre el tópico es aleccionador su Entrada libre: crónicas de la sociedad que se organiza (1987). ¿Qué cambios germinales podemos ver por la pandemia del Covid-19? (jornada.com.mx) 06/05/2020

77.Hacia el cincuentenario de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, algunas notas (3): Carlos Martínez García

Con su libro, el misionero Pedro Wagner quiso dar un panorama de la producción teológica protestante en Latinoamérica

A Samuel Escobar, C. René Padilla, Pedro Arana y Pedro Savage (in memoriam), con profundo agradecimiento. Sin proponérselo el misionero Pedro Wagner estimuló la planificación de una reunión en la que se fundaría, en diciembre de 1970, la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Su libro Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica? La lucha por la fe en una iglesia creciente, (1) del cual se dio un ejemplar a cada participante en el Congreso Latinoamericano de Evangelización I (Bogotá, Colombia, 21 -30 de noviembre de 1969), concitó que un grupo de jóvenes teólogos evangélicos iniciaran conversaciones para intentar construir un espacio de reflexión bíblico-teológica que trascendiera la dependencia del evangelicalismo norteamericano. Wagner trabajaba con la Bolivia Indian Mission, que después cambió de nombre por el de Andes Evangelical Mission, (2) y en la obra ya citada quiso dar un panorama de la producción teológica protestante en Latinoamérica. Dedicó el trabajo a “uno de los profetas distinguidos del siglo XX, Donald A. McGavran y a sus colegas del cuerpo de profesores de la Facultad de Misión Mundial e Instituto sobre Crecimiento de la Iglesia del Seminario Teológico Fuller”. McGavran y la citada Facultad alcanzarían importancia mundial en circuitos misioneros evangélicos con sus propuestas de facilitar a las personas la conversión sin necesidad de cruzar barreras de clase, étnicas, políticas y culturales. El que Wagner llamaba “profeta”, Donald A. McGavran, alcanzó notoriedad con el desarrollo y aplicación del Principio de Unidades Homogéneas (PUH). El PUH pasó de una observación sociológica a ser “bautizado” con algunos versículos bíblicos que, su-

puestamente, apoyaban que en aras del crecimiento de las iglesias fuesen dejadas de lado premisas bíblicas sobre el significado de la conversión. Redujo la misma a realizar una decisión por Cristo, sin calibrar las implicaciones éticas de tal decisión ni enfatizar el compromiso con la comunidad confesante. Años después, en el Alma Mater de Pedro Wagner (discípulo y continuador de las propuestas de McGavran), René Padilla afirmaría tajantemente que la escuela conocida como Iglecrecimiento sacrificaba nociones eclesiológicas neotestamentarias con el fin de facilitar el tránsito de las personas hacia el cristianismo. Además Padilla confrontó a Wagner al sostener que: El Nuevo Testamento muestra claramente que los apóstoles […] nunca contemplaron la posibilidad de formar iglesias basadas en unidades homogéneas en que expresaran su unidad en términos de relaciones intereclesiásticas y nada más […] Debido a su negligencia [de Wagner] respecto a la enseñanza bíblica sobre la unidad de la iglesia, se ha convertido en una misionología hecha a medida para iglesias e instituciones cuya función principal en la sociedad es apoyar el status quo. ¿Qué puede decirle esta misionología a una iglesia en un suburbio de clase media, donde los miembros se sienten cómodos con sus valores propios de la burguesía pero están esclavizados por el materialismo de la sociedad de consumo y ciegos frente a las necesidades de los pobres? ¿Qué puede decirle a una iglesia donde el racista „se siente bien gracias a la censurable alianza entre el cristianismo y la segregación racial? ¿Qué puede decir en situaciones de conflicto de tribu, casta o clase? Claro, puede decir que „a la gente le gusta hacerse cristiana sin cruzar barreras raciales, lingüísticas o de clase‟. Pero ¿qué tiene esto que ver con el evangelio acerca de Jesucristo, quien vino a reconciliar a todos en un solo cuerpo por medio de la cruz? Las palabras de René Padilla están contenidas en la que fue su exposición en la Consulta del Grupo de Teología y Educación del Comité de Lausana para la Evangelización Mundial, realizada en la Escuela de Misión Mundial del Seminario Fuller, Pasadena, California, en junio de 1977. (3) En germen las posiciones de Padilla y Wagner ya estaban presentes en CLADE I. Muestra de ellos es que el volumen del segundo repartido profusamente en el Congreso levantó en un grupo, a decir de Samuel Escobar, indignación porque “tergiversaba los hechos, haciendo una lectura selectiva y simplista de los autores a quienes estudiaba”. (4) En Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica?, Wagner pasó revista a quienes consideraba autores representativos del protestantismo ecuménico y del cristia

73 nismo evangélico conservador. Dada la importante producción escrita del primer grupo, el autor dedicó a él la mayor parte de su análisis. La mayoría de los pensadores estaban identificados con el proyecto de Iglesia y Sociedad en América Latina, y entre ellos había coincidencia aunque también matices que apuntaban a posturas diversas. Bajo el etiquetado de “La teología de la izquierda radical”, Pedro Wagner describió las que para él eran las propuestas teológicas de Gonzalo Castillo Cárdenas, José Míguez Bonino, Ricardo Chartier, Joaquín Beato, Valdo Galland, Justo L. González, Rubem Alvez (sic.), Jorge Lara-Braud, Emilio Castro, Richard Shaull. Intentando una tipología de los pertenecientes a la corriente en cuestión, Wagner escribió: Lo más probable es que el exponente de este punto de vista [el de la teología de la izquierda radical] sea un protestante de la segunda generación, o si pertenece a la primera generación, probablemente no ha tenido una experiencia radical de la conversión, pero habrá ingresado a la iglesia en virtud de la “educación” en las escuelas protestantes. Sería un miembro de una de las denominaciones religiosas históricas; o si no, su compromiso con la postura radical probablemente se originó en algún incentivo especial tal como beca conseguida por intermedio de alguna de las denominaciones religiosas históricas o fondos para sufragar gastos y viajes conseguidos de fuentes ecuménicas. Habría recibido su educación en uno de los seminarios más liberales de Latinoamérica, tal como la Facultad de Teología en Buenos Aires, el Seminario Evangélico en Río Piedras, Puerto Rico, el Seminario Presbiteriano de Campiñas, Brasil (en uno de sus periodos de dominación liberal), la Comunidad Teológica de Santiago, Chile, o instituciones semejantes. Posiblemente habría realizado estudios posgraduados en Europa o en Estados Unidos de América, en otros seminarios de orientación liberal mediante una beca otorgada por el Consejo Mundial de Iglesias, o el Concilio Nacional de Iglesias (EE. UU.). Le restaría importancia a los elementos escatológicos del juicio final, y a la alternativa cielo-infierno como destino eterno. (5) En contraste con la producción escrita de la que Wagner llamaba Teología de la izquierda radical, la reflexión en el ámbito evangélica era desalentadora, dado que “la enorme cantidad de literatura que emerge de la pluma y las prensas de la izquierda radical, es sobrecogedora cuando se pone junto al escaso material escrito por los evangélicos”. (6) En consecuencia dedica pocas páginas a examinar artículos del argentino Fernando Vangioni, asociado al equipo evangelístico de Billy Graham; el ecuatoriano Washington Padilla, el ex sacerdote José María Rico,

cuya conversión evangélica “conmovió severamente al catolicismo boliviano”; el educador colombiano José Fajardo y también exploró las propuestas del grupo Evangelismo a Fondo de la Misión Latinoamericana. Pasó por alto a quienes en el sector evangélico estaban mostrando inquietudes sobre las repercusiones sociales del Evangelio y la necesidad de forjar un pensamiento bíblico/teológico que respondiera a la problemática de las sociedades latinoamericanas. Por ejemplo, para cuando Wagner escribió su libro la reflexión escrita de Samuel Escobar era mayor que la de los autores evangélicos que incluyó en la obra. Solamente hizo una muy breve cita de Escobar, pero con el fin de hacerlo parecer que concordaba con su planteamiento. En junio de 1967 la Asociación de Grupos Evangélicos Universitarios del Perú publicó la primera edición de Diálogo entre Cristo y Marx, autoría de Samuel Escobar, y la segunda edición vio la luz en marzo de 1969. (7) La obra compilaba artículos publicados en las revistas Certeza y Pensamiento Cristiano, de las que Escobar era redactor y Alejandro Clifford su director. En el artículo que daba título al libro, el autor planteaba coincidencias y mal entendidos entre marxistas y cristianos, por lo que se hacía necesario el diálogo creativo. Escobar perfilaba una conciencia evangélica en la que confluían hermenéutica bíblica contextual, vigor en la evangelización, seriedad en el discipulado, servicio nacido de la encarnación siguiendo el modelo de Jesús, construcción de comunidades que reflejaran los principios del Reino y sentido de cuidado pastoral de los creyentes. Pocos meses después de la inquietud levantada en teólogos evangélicos jóvenes por la obra de Pedro Wagner, uno de ellos, C. René Padilla, diseccionó el libro en cuestión y destacaba la lectura reduccionista del panorama teológico latinoamericano efectuada por el misionero estadounidense. Si bien Padilla señalaba su propia distancia hermenéutica del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina, por otra parte reconocía el reto que significaba para quien buscara reflexionar teológicamente en el contexto de Latinoamérica. Por ello ponía en tela de juicio el acercamiento simplificador de Wagner: ¿No se hace más mal que bien a la causa del Evangelio cuando se cierran los ojos al problema que nos plantea el consuetudinario divorcio entre evangelización y responsabilidad social, individuo y comunidad, salvación personal y creación de una nueva humanidad en Cristo? ¿No es la teología radical izquierdista misma, al menos en parte, una reacción contra el fatal reduccionismo de la misión cristiana que ha caracterizado al protestantismo latinoamericano? […] La proclamación del evangelio (kerigma) y la ilustración del evangelio que se da en el servicio (diakonía) forman un todo indisoluble. Lo uno sin lo otro es un evangelio incompleto, mutilado y, consecuentemente, contrario a la intención de Dios. Desde esta perspectiva, es ocioso preguntarse sobre la relativa importancia de la evangelización y la responsabilidad social. Equivale a preguntarse sobre la relativa importancia del ala derecha y el ala izquierda de un avión. (8) El conflicto hermenéutico continuaría en el país, Bolivia, en el cual Pedro Wagner era misionero. En diciembre de 1970 acudieron a Cochabamba veinticinco personas para intercambiar puntos de vista durante seis días y así dio comienzo la Fraternidad Teológica Latinoamericana.

Notas:

1)Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica? La lucha por la fe en una iglesia creciente, Editorial Vida, Miami, 1969. 2)Samuel Escobar, “La fundación de la FTL: breve ensayo histórico”, Boletín Teológico, núm. 59-60, juliodiciembre de 1995, p. 103. 3)C. René Padilla, “La unidad de la Iglesia y el principio de unidades homogéneas”, Misión integral: ensayos sobre el Reino de Dios y la Iglesia, tercera edición, Ediciones Kairós, Buenos Aires, 2015, pp. 227-260. 4) Samuel Escobar, op. cit., p. 15. 5) Pedro Wagner, op. cit., pp. 23-24. 6)Ibíd., p. 115. 7)Samuel Escobar, Diálogo entre Cristo y Marx y otros Ensayos, segunda edición, AGEUP, Lima, 1969. 8)C. René Padilla, “Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica? Consideraciones sobre el libro del mismo título de Pedro Wagner”, Pensamiento Cristiano, núm. 66, junio de 1970, pp. 135 y 139. (protestantedigital.com) 03/05/2020

78.Historificación de la compasión (3): Juan

José Tamayo En el primer artículo dedicado a la compasión hice una descripción de las principales brechas que generan mayor injusticia y la desigualdad a nivel local y global en el mundo actual. En el segundo mostré cómo la pandemia no afecta a todas las personas, grupos humanos y clases sociales por igual y me referí a los que les afectaba de manera más agresiva y violenta.

En este hablaré de la necesidad de historificar la compasión y traducirla social y políticamente para que no se quede en un sentimiento vaporoso de pena o lamento ineficaz. La compasión no puede solo quedarse en el terreno individual, personal, no siquiera en el interpersonal e intersubjetivo; debe historificarse, contextualizarse en cada momento histórico y responder a las situaciones cambiantes de la injusticia y del sufrimiento ecohumano, a los desafíos que plantea la realidad en cada época de la historia y en cada encrucijada de la vida. Ellacuría elaboró el método de historización de los conceptos teológicos y filosóficos, que debe aplicarse también a la compasión para que no se quede en una actitud de pena y lamento. He aquí algunos de los fenómenos que caracterizan el contexto en que ha de historificarse y practicarse la compasión a través de la lucha contra: - el colonialismo, el neocolonialismo. - el imperialismo y el supremacismo, que mantienen a los pueblos del Sur global en situaciones de dependencia a todos los niveles: cultural, económico, político, etc. - el modelo económico capitalista basado en la ideología neoliberal, que fomenta la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, crea una sima cada vez mayor entre ricos y pobres, excluye a 2/3 partes de la humanidad del bienestar y se muestra insensible al sufrimiento de la naturaleza y de las mayorías populares; - el patriarcado político y social, que limita los derechos de las mujeres, y el patriarcado religioso, que no las reconoce como sujetos; el patriarcado recurre sistemáticamente a la violencia contra las mujeres en sus múltiples manifestaciones: simbólica, física, sexual, laboral, doméstica, religiosa, laboral, familiar, siendo sus formas más extremas la trata de personas, la prostitución y los feminicidios, que se producen por odio a la vida de las mujeres; - la depredación de la naturaleza por mor del modelo de desarrollo científico técnico de la Modernidad, que convierte a la naturaleza en bien sin dueño y en objeto de uso y abuso en beneficio de los eco-cidas; - la corrupción instalada en la cúpula de las instituciones, de los gobiernos, de los Estados; - el racismo y la xenofobia; - las personas y colectivos desplazados, inmigrantes y refugiados que claman justicia, acogida y hospitalidad y lo que encuentran es rechazo, insolidaridad, sobre todo por ser pobres; - el fundamentalismo en sus diferentes campos y manifestaciones: religioso, político, económico, cultural, científico, etc.; - el terrorismo por motivos religiosos, que mata en nombre de Dios; - la violencia del sistema, que Ellacuría llamaba “violencia primera, originaria”; - el epistemicidio: destrucción de los conocimientos y saberes de los pueblos originarios.

Manifestaciones de compasión en tiempos de pandemia

La crisis sanitaria provocada por el coronavirus está desembocando en una crisis económica y social, que requiere manifestaciones concretas de compasión. Sin ser exhaustivo, propongo algunas en las que coinciden los diferentes colectivos sociales, abiertas a las sugerencias y aportaciones de las lectoras y lectores de este artículo: - Crítica del modelo neoliberal, que, según el papa Francisco, promueve “una economía de la exclusión y la inequidad”, considera al ser humano como un bien de consumo de usar y tirar, practica la cultura del “descarte” y convierte a las personas excluidas en “desechos y sobrantes”. - Legalización de las personas migrantes sin papeles, que en este momento son las que, por su situación de precariedad, corren más riesgos de contagio, reconocerles los derechos civiles, políticos, educativos, sanitarios, sociales y culturales sin discriminación de ningún tipo. - Creación sin demora del salario vital con carácter permanente. El Papa Francisco ha defendido en la Carta dirigida a los Movimientos Sociales “un salario universal para las personas trabajadoras informales, independientes o de la economía popular”, que “no tienen un salario estable para resistir en este momento que las cuarentenas se les hacen insoportables”. Sin embargo, la Conferencia Episcopal Española, en la persona de su Secretario General, Luis Argüello, ha rechazado expresamente que el salario vital sea permanente, situándose en contra del Papa Francisco y de Caritas y provocando un rechazo generalizado por su insolidaridad con los sectores más vulnerables. - Solidaridad interregional entre las diferentes comunidades autónomas de nuestro país y entre los países que forman la Unión Europea para que el nombre de “Unión” no se quede solo en una palabra vacía de contenido, sino que se convierta en realidad y se traduzca en apoyo a los países que están sufriendo de manera más aguda la pandemia y cuyas consecuencias están siendo dramática y más que lo serán cuando salgamos de ella. - Máxima protección de todas las personas que trabajan en residencias de personas mayores y centros sanitarios, que son ejemplo de entrega y dedicación incondi-

cionales en situaciones de peligro para su salud y su vida. - Respuesta rápida y eficaz de los gobiernos y refuerzo de las medidas de prevención, protección y reparación de las mujeres ante el incremento de las denuncias de violencia de género durante el confinamiento doméstico, que pone todavía más en riesgo su integridad física y psíquica y su vida, así como las de sus hijos e hijas. - Protección especial de las personas con problemas psicológicos y psiquiátricos (depresión, angustia, culpabilidad, demencias…) - Contención en el consumo, austeridad solidaria y compartida para que todas las personas tengan cubiertas las necesidades básicas y vivan con dignidad. - Solidaridad con el dolor de las víctimas y acompañamiento a las familias que han perdido a sus seres queridos. - Intensificación de los lazos de convivencia y solidaridad vecinales, con atención a las personas más vulnerables por edad, enfermedad, discapacidad, soledad, indigencia, etc. - Colaboración y difusión de cuantas iniciativas culturales y sociales contribuyan al bienestar de la ciudadanía en estos días de aislamiento.

Por parte de las religiones:

-Poner todos sus recursos institucionales y personales al servicio de la ciudadanía: locales, centros sanitarios, profesionales, medios económicos: es el mejor ejemplo del compartir que pueden ofrecer. - Convertir los espacios religiosos en “hospitales de campaña” al servicio de las personas contagiadas y de las personas profesionales de la salud. - Huir de los mensajes fatalistas y de las interpretaciones que presentan la pandemia como “castigo divino”, transmitir esperanza, generar confianza y acompañar a las familias en el dolor por la pérdida de los seres queridos de quienes no pueden despedirse por las medidas de confinamiento. - Practicar el cuidado con las personas, los colectivos y las clases sociales más vulnerables, valor y virtud comunes a las diferentes éticas, religiosas y laicas. - Cumplir de manera estricta las normas de confinamiento dando ejemplo de civismo, renunciando a la celebración de actividades religiosas con asistencia de público y priorizando las prácticas de fraternidadsororidad presentes en todas las religiones. (amerindiaenlared.org) 01/05/2020

79.De la emergencia a la insurgencia: Gustavo Esteva No hay otra opción. Tan irresponsable resulta cultivar el miedo como alzarse de hombros. No es la crisis de salud más grave de la historia, ni una simple gripa o una nueva versión del chupacabras, como se dice en Juchitán. Se trata de crisis profundas y catástrofes muy reales que exigen respuestas apropiadas. Vivimos en la desinformación. Se propagan versiones y propuestas contradictorias, con débil fundamento en la realidad o el saber. Desconocemos la magnitud del fenómeno. Se ha hecho un número muy limitado de pruebas y se sabe que muchas personas infectadas no muestran síntomas, por lo que no se cuentan. Se habla de unos 3 millones de personas infectadas en el mundo. Podemos agregar uno o dos ceros a la cifra; estará más cerca de la realidad. Ni Corea del Sur, con la proporción de pruebas más alta en el mundo, puede saber cuántos infectados ha tenido. Las críticas a las pruebas mismas aumentan la desconfianza por cifras que siguen usándose para aumentar el miedo. El número de muertes atribuibles al virus es aún más incierto. Muchas no se cuentan y otras muchas se incluyen sin razón. Se habla de unos 200 mil casos. Podría ser la mitad… o el doble. Algunas cosas quedan claras. Fue un grave error, como advirtió Agamben, poner en manos de expertos cuestiones que pertenecen al ámbito de la ética y la política. La política de confinamiento fue una propuesta de expertos médicos derivada de su ignorancia e impotencia: no sabían qué hacer y no midieron las consecuencias de la medida, por ejemplo en la violencia doméstica. Fue claramente imposible mantener el asunto en su esfera. Las contradicciones que surgieron al llevarla a la social y a la económica propiciaron su traslado a las esferas policiaca y militar. Por el miedo que provocaron, gobiernos que carecían ya de poder político efectivo y de credibilidad fueron sumisamente obedecidos por la gran mayoría de la población, incluso por aquellas personas que poco antes los criticaban abiertamente. A medida que las reacciones de la gente debilitaron ese poder político, a los gobiernos sólo les quedaron sus acólitos y personas en pánico. Se avivaron así sus propensiones autoritarias. En el mundo entero, la ola de autoritarismo se convirtió ya en la principal amenaza. Apenas logra disimularse que queda poco de lo que se llamaba estado-nación democrático, cuando estaba vigente el estado de derecho y el juego libre de fuerzas políticas.

La evidencia abrumadora de los horrores de la sociedad que teníamos propició un despertar que ahora resiste el regreso a la normalidad que los encubría. Quienes se beneficiaban con ella cometerán infinidad de atropellos para restablecerla. Como hasta ellos saben que será imposible, preparan la consolidación del despojo autoritario y cínico, en una sociedad de control. Esa es la amenaza actual. Un espíritu de insurgencia empieza a surgir entre quienes despertaron ante el horror y, sobre todo, entre los millones de personas para las cuales la emergencia será permanente. Ni el mercado ni el Estado podrán ocuparse de ellas, salvo en forma transitoria y limitada. Su lucha por la supervivencia debería involucrarnos a todas y todos y puede llegar a ser decisiva en la coyuntura. Da pena ajena la forma en que ha reaccionado el gobierno mexicano. En vez de asumir las consecuencias de sus apuestas equivocadas –el transporte aéreo, el turismo, el petróleo, los megaproyectos, los tratados comerciales–y aprovechar la coyuntura para un viraje acorde con su retórica respecto a los pobres, se ha afirmado en sus creencias fundamentalistas en un desarrollismo obsoleto que agudiza las contradicciones y lo aislará cada vez más. Otorgar en forma casi subrepticia abultados contratos del Tren Maya o el Corredor Transístmico a corporaciones con pésimo historial no lo reconcilia con los empresarios que quieren mucho más y lo enfrenta abiertamente con amplios grupos, predominantemente indígenas. Los tratados comerciales con Norteamérica y Europa recién suscritos profundizarán la subordinación a las corporaciones trasnacionales y la confrontación permanente con las comunidades rurales y los trabajadores. En la insurgencia que viene se dejarán sentir muy diversas concepciones de la enfermedad y la muerte. Algunas personas seguirán adoptando la mentalidad dominante, para la cual la enfermedad es un problema a resolver y la muerte un enemigo a vencer. Otras muchas mostrarán que en sus culturas son vistas como compañeras de todo ser vivo que pueden acogerse hospitalariamente. No buscan salvar vidas reducidas a la mera existencia física, sino que defienden un modo de vivir en que la interacción amorosa del nosotros, no el aislamiento y la separación de los individuos, da sentido a la existencia. En la insurgencia que circula a ras de tierra, dentro y fuera de México, se expresa ya la digna rabia que provoca lo hecho hasta ahora ante la plaga y se afirma la decisión de empeñar incluso la vida para defender la dignidad. (jornada.com.mx) 04/05/2020

80.Capitalismo y coronavirus:

William I. Robinson* El confinamiento en casa decretado en Estados Unidos (EU) y en muchos países del mundo para enfrentar el Covid-19 ha paralizado la economía capitalista y, por tanto, ha demolido el proceso de la acumulación de capital. Que esta parálisis económica arroje decenas de millones de trabajadores en una crisis de sobrevivencia es totalmente fortuito a la preocupación de la clase capitalista trasnacional (CCT) de reanudar ya la maquinaria lucrativa, pues el capital no puede permanecer ocioso sin dejar de ser capital. El impulso para reavivar la acumulación explica que haya habido en muchos lugares de EU manifestaciones de la ultraderecha para exigir el levantamiento de la cuarentena, al igual que los sectores más reaccionarios del capital promovieron el Tea Party a raíz del colapso financiero de 2008, movimiento que a su vez se activó en apoyo al trumpismo. Si bien las protestas parecen espontáneas, han sido organizadas por las agrupaciones conservadoras, entre ellas, la Fundación Heritage, FreedomWorks (Obras de Libertad), y el Consejo Estadunidense de Intercambio Legislativo (ALEC, por su siglas en inglés), que reúne a los directores ejecutivos de las grandes corporaciones junto con los legisladores derechistas locales en EU. El mismo presidente Trump enardeció a los manifestantes mediante tuits, entre ellos uno que rezaba liberar a Virginia, y proteger su gran Segunda Enmienda, que está bajo asedio. El llamado a defender dicha enmienda de la Constitución, que garantiza el derecho a portar armas, casi constituyó un llamado a insurrección armada. Días atrás, Trump adujo tener poder total –la clásica definición de totalitarismo–para levantar la cuarentena. Pese a su retórica populista, el trumpismo ha servido bien a los intereses de la CCT en implementar un programa de neoliberalismo en esteroides que va desde la reforma impositiva regresiva y la amplia desregulación y privatización, hasta una expansión de subsidios al capital, recortes al gasto social y represión sindical. Trump –él mismo miembro de la CCT–retomó donde dejó el Tea Party a raíz del colapso financiero de 2008, forjando una base social entre los sectores de la clase obrera mayoritariamente blancos que gozaron antes de privilegios, tales como empleo estable y bien remunerado, que en años recientes han experimentado una aguda desestabilización socioeconómica y movilidad descendente ante la globalización capitalista. Al igual que el Tea Party que le precedió, Trump ha sabido desviar la cada vez mayor ansiedad social que sienten estos sectores, desde una crítica radical al sis-

tema capitalista hacia una movilización racista y jingoísta contra los chivos expiatorios, como los inmigrantes. La cada vez mayor crisis del capitalismo ha acarreado una rápida polarización política en la sociedad global entre una izquierda insurgente y fuerzas ultraderechistas y neofascistas que han logrado adeptos en muchos países. Ambas fuerzas recurren a la base social de los millones que han sido devastados por la austeridad neoliberal, el empobrecimiento, el empleo precario y relegación a las filas de la humanidad superflua. El nivel de polarización social global y desigualdad es ahora sin precedente. El 1% más rico de la humanidad controla más de la mitad de la riqueza del planeta mientras el 80 por ciento más bajo tiene que conformarse con apenas 4.5 por ciento de esa riqueza. Mientras se extiende el descontento popular contra esta desigualdad, la movilización ultra-derechista y neofascista juega un papel crítico en el esfuerzo de los grupos dominantes de canalizar dicho descontento hacia el apoyo a la agenda de la CCT, disfrazada en una retórica populista. Es en este contexto que los grupos conservadores en EU se han empeñado en organizar una respuesta ultraderechista a la emergencia sanitaria y la crisis económica, abarcando una mayor dosis de subterfugio ideológico y una renovada movilización de sus fuerzas de choque que ahora exigen el levantamiento del confinamiento. La movilización de masas desde abajo bien podría exigir que el Estado proporcione socorro en gran escala para los millones de trabajadores y familias pobres en lugar de insistir en la inmediata reapertura de la economía. Pero la CCT y sus agentes políticos buscan a toda costa evitar que las masas demanden un Estado de bienestar social como respuesta a la crisis. Es por eso que promueven la revuelta reaccionaria contra el confinamiento avivada por Trump y la ultraderecha. La CCT se ha empeñado en trasladar la carga de la crisis y el sacrificio que impone la pandemia a las clases trabajadoras y populares. Para este fin ha podido contar con el poder del Estado capitalista. Los gobiernos en el mundo han aprobado nuevos rescates masivos para el capital, mientras se escurren de esta piñata unas migajas para las clases trabajadoras. Los gobiernos estadunidense y europeos prometieron al menos 8 billones de dólares en préstamos y subsidios a las corporaciones privadas, aproximadamente equivalente a todas sus ganancias en los últimos dos años. Se trata de la lucha de clase desde arriba. Mientras estos billones de dólares se acumulan en la parte más superior de la pirámide social, la crisis desa-tada por la pandemia dejará a su paso más desigualdad, tensión política, militarismo y autoritarismo. La Organización Internacional de Trabajo advirtió que centenares de millones de personas podrían perder su empleo, en tanto la agencia internacional Oxfam calculó que hasta 500 millones están en riesgo de caer en la pobreza. Aún más ominoso, el Programa Mundial de Alimentos advirtió sobre hambruna de proporciones bíblicas, calculando que hasta 130 millones de personas podrían morir de hambre por el posible colapso de las cadenas de abastecimiento de alimentos. El carácter clasista de la pandemia queda al desnudo. Al virus no le importa la clase, etnicidad o nacionalidad de sus portadores humanos, pero son los pobres, los marginados y las clases trabajadoras quienes no gozan de las condiciones para protegerse ni pueden asegurar la atención médica en caso de contagio. Millones podrán morir, no tanto por la infección, sino por la falta de acceso a los servicios y recursos vitales. Las clases dominantes utilizarán la pandemia como cortina de humo para consolidar un estado policiaco global. En fin, la crisis capitalista desatada por el coronavirus será más mortal para los trabajadores empobrecidos que el mismo virus. * Profesor de sociología, Universidad de California en Santa Bárbara (jornada.com.mx) 06/05/2020

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