Javier Cercas

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POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS

U

n hombre de negocios espera a su cliente justo en el centro del salón principal de un hotel de Santiago. Son pasadas las seis de la tarde y el sol se ha perdido entre los edificios más altos de la ciudad. Mientras revisa los detalles de lo que parece ser una presentación en su tablet, se da cuenta de que algo le falta. Se mete las manos a los bolsillos del pantalón, pero nada. Da vuelta algunos papeles al interior de su maletín y, aunque comienza a mostrar ciertos signos de desesperación – le suda la frente y respira aceleradamente, escarba entre los bolsillos de su abrigo y encuentra ahí aquello que ha estado buscando. Se relaja. Pide un vaso con agua y, tras unos minutos, su cliente, a quien ha estado esperando, lo sorprende por atrás con una palmoteada en el hombro, le sonríe y le da un apretón de manos. Luego de un par de intervenciones de cada uno, piden un par de cafés, se concentran en la tablet y definen la forma más práctica para cerrar un trato.

vista, somos conscientes de que el ruido y la iluminación pueden jugarnos una mala pasada. La mejor ubicación disponible es la de un amplio sofá de tres cuerpos que da hacia una mampara, en una esquina del salón. Ahí el ruido se aminora y la luz todavía nos alcanza. Javier Cercas (Ibahernando, 1962) aparece tras abrirse la puerta del ascensor. Viste pantalones claros y trae la camisa arremangada, como si aún estuviera en la primavera europea, como si nunca hubiera llegado al otoño que se arraiga en estas latitudes. Tras saludarnos, toma asiento en el lugar que le hemos señalado para la entrevista, pero sólo ha querido ocupar uno de los márgenes del sofá, convidándonos a sentarnos al lado suyo. Pide un vaso de agua y tira un par de bromas. A medida que la conversación avanza, Cercas alterna temas literarios y de su vida privada, ideas sociales y episodios centrales en sus años como lector. Vamos descubriendo de a poco al escritor que se hizo reconocido recién a los cuarenta años, cuando publicó Soldados de Salamina (2001), novela que le valió importantes premios literarios y que al día de hoy ha sido traducida a más de trece idiomas. Vamos conociendo al ciudadano que decidió ponerse a escri-

No es una hora común para tener reuniones de trabajo, pero aun así el lugar está copado. Aunque el salón principal del hotel es espacioso y hay suficientes lugares en los que podríamos realizar la entre1 1


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