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NATURALEZA VIVA
El bosque está desnudo. En su techo sólo quedan las vigas donde en primavera saldrán las tejas, en forma de hojas de color verde.
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La humedad se acumula entre el espeso manto de hojas recién caídas sobre otras, ya descompuestas, también caídas en años anteriores. Este manto conforma un suelo mullido bajo nuestros pasos, lleno de colores, tonos y matices, al cual la ausencia de hojas en las copas de los árboles permitirá durante este período recibir directamente la luz del sol.
El bosque está tranquilo durante el día. Los anfibios y los reptiles hibernan, al igual que muchos invertebrados y micromamíferos, como el lirón gris. Aunque siempre hay excepciones, pues la musaraña obligada a estar activa por su acentuado metabolismo, no cesará en la búsqueda de pequeñas larvas de insectos. Las aves también son escasas durante el invierno en el bosque caducifolio, pues éste descansa y apenas produce alimento.
Pero no todo será descanso y monotonía, pues algunos árboles se encargan de dar la nota de color y proporcionar alimento con sus frutos durante el período invernal. Éste sería el caso de las plantas femeninas del acebo Ilex aquifolium o del rusco Ruscus aculeatum, que ceden a los animales frugívoros sus
frutos, pero no sus hojas pinchudas y coriáceas para evitar ser ramoneadas.
La noche, sin embargo, cambia de aspecto al bosque, pues es la época de celo de la gran mayoría de los carnívoros, que deben parir a sus cachorros para la próxima primavera, cuando es más sencillo conseguir alimento. Así, durante un paseo nocturno, en un lugar apropiado, quizás podamos escuchar el aullido del lobo Canis lupus o el maullido del gato montés Felis silvestris, a los cuales se les unirá la gineta Genetta genetta, durante el mes de febrero.
Destacable y recomendable es el celo del ubicuista zorro Vulpes vulpes: durante las heladas noches de luna llena, los machos persiguiendo a las hembras, cuyo celo viene a durar 6 días, emiten un ladrido agudo y estridente, corto y rápido que sube gradualmente de escala y es capaz de dejarnos helados a los más abrigados, pues podremos escucharlo bien cerquita ya que en este momento del ciclo apenas se asustan de nuestra presencia.
Al atardecer, la becada o sorda Scolopax rusticola abandonará la protección del bosque para ir a las campas a alimentarse de pequeñas lombrices. Es allí donde se concentra el alimento. El ambiente es diferente en los terrenos abiertos. Aunque todo está más dormido, en la campiña costera se refugian un sinfín de pájaros invernantes que aprovechan los excesos de alimento que es capaz de producir este tipo de hábitat.
Pequeños invertebrados se afanan en alimentarse de los excrementos que ha dejado el ganado y ello es aprovechado por sus predadores. Algunas aves incluso se permiten el lujo de realizar sus vuelos de cortejo; así es buena época para observar al buitre leonado Gyps fulvus, al azor Accipiter gentilis o al halcón peregrino Falcus peregrinus realizar sus cópulas en los acantilados costeros. Incluso el cárabo Strix aluco comienza a cantar al celo al final del invierno. húmedas del interior durante este período estacional, ya que podremos deleitarnos con las aves invernantes, que aquí sí pueden encontrar alimento. Patos, gansos, limícolas y pequeños pajaritos nos mostrarán su capacidad de supervivencia y nos pondrán a prueba sobre nuestras capacidades de identificación.
Durante los fuertes temporales del norte os invito a dejar el sofá y acercaros a la costa, pues muchas aves que pasan el invierno en altamar se ven empujadas a acercarse a la costa y son las fechas más idóneas para su observación, principalmente desde cabos y salientes o incluso en la protección de los puertos. Es el momento de conocer a los araos, los alcas y frailecillos, los págalos y pardelas, alcatraces y un gran número de especies pelágicas. Con estos temporales también suele coincidir la aparición focas en nuestros puertos. Normalmente suele tratarse de ejemplares jóvenes acuciados por el cansancio y el hambre.
Cuando IMBOLC se aproxima, ya la naturaleza va cambiando de aspecto y son abundantes los árboles que comienzan a florecer, indicándonos que los días se alargan y la estación más benigna vuelve. Entonces comenzarán a despertar de su letargo los sapos, ranas y tritones, los galápagos, culebras y lagartos, los erizos, lirones…; empezarán a emigrar hacia el norte las aves invernantes y volverán a nuestro territorio las aves estivales y los reproductores tempraneros, como el cuervo Corvus corax o el cormorán moñudo Phalacrocorax aristotelis comenzarán a incubar sus huevos en las repisas de las grandes cuevas costeras.
Otras Actividades propuestas: con nieve buscar, identificar y seguir las huellas dejadas por los animales; instalar comederos en el jardín; observar la migración de las aves; pasear por la campiña observando los grandes bandos de aves invernantes (esto es especialmente llamativo cuando se dan olas de frío en el norte de Europa); observar las crecidas de los ríos y arroyos; encender la chimenea y salir a pasear, mojarnos tranquilamente, y regresar a mudarnos y a sentarnos junto al calor.