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CUENTO Sol y Selene
SOL Y SELENE
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Selene cabalgaba a lomos de su estrella fugaz preferida.
-¡Siempre tan sola! - exclamó con resignación la Osa Mayor. -¿Que es lo que sucede con la hija de la Anciana? - pregunto Can. - Selene es una ráfaga que brilla con luz propia, aunque ella este ciega y se considere el punto muy oscuro del universo. Selene,- continuó la Osa- cree que nunca podrá ser como Venus con su halo de misterio, ni como Tierra, serena, fresca, activa, con sus mantos verdes, azules y su pelo de nubes de algodón... jamás mira la belleza de plata que irradia y no es capaz de ver la oscuridad que existe cuando, debido a su melancolía, se esconde y no nos deja verla.
-No lo entiendo - dijo Can. Deben de ser cosas de jóvenes. -No intentes entenderlo - dijo Osa mirando resignada la estela que se alejaba.
Le gustaba la sensación de paz y tranquilidad que le embargaba siempre que cabalgaba por el universo. Creía que no era bella y, estaba convencida de que jamás conocería el amor a pesar de que era más inteligente y sabia que muchas de sus compañeras. Sol se desperezó en su cueva dorada. Era joven, fuerte y valiente. Su piel, desprendía destellos tan brillantes que nadie era capaz de mirarlo directamente sin caer bajo sus encantos. Su casa se encontraba en el centro de todo. Podía hacer cuanto deseara... viajar por toda la galaxia a lomos de Pegaso su íntimo amigo y confidente, vestir majestuosos ropajes, tener las mejores armas que los Señores del Fuego pudieran fabricar para él. Pero... Sol estaba solo.
-Demasiadas responsabilidades te dejó tu padre... demasiadas y poca diversión - dijo Pegaso. Aun así eres un soñador. Puedes elegir entre todas las damas de este universo o de otros y, sigues pensando en una visión tan fugaz, que ni tú mismo sabes seguro si ha sido real. Sol le sonrió.
-¿Por qué crees que no es más que fruto de mi imaginación? - Perdóname Sol... según me has dicho, sólo la has visto una vez - .
-Sí, pero fue suficiente. Era majestuosa e irradiaba una tristeza y una soledad tan infinitas, que sentí que
su dolor era mi dolor. Me miraba sin verme y cuando fui a abrazarla para envolver su frialdad con mi calor, se alejó tan rápido que... quizás tengas razón y no sepa si fue real o no. De pronto Sol se levanto de un salto.
-Viajaré hasta los confines del mundo y si existe ¡la encontraré!.
Ambos amigos se prepararon para el largo viaje.
Recorrieron el Universo de norte a sur, de este a oeste. Muchos hubiesen desistido, pero no el joven Sol y su fiel compañero. Un día, cansados y hambrientos se acercaron a la casa de la Osa Mayor.
-Perdónanos Anciana, dijo el joven. ¿Podrías darnos cobijo por esta noche?
La Osa sonrió al noble caballero. - Por supuesto mi señor, no esperaba veros por esta parte tan alejada, ten a bien compartir la cena conmigo. Hoy tengo otra invitada que me gustaría que conocieras, pero eso sí, es tan tímida que si os viera de pronto sería capaz de huir, por lo cual os agradecería que os situarais discretamente en un rincón y que cubrierais vuestro brillo con mi capa de estrellas.
Entre divertido y curioso, el joven prometió que así lo haría. Una silueta tenue envuelta en rayos de plata entró en la estancia.
-Selene, dijo La Osa, me alegra mucho que hayas podido venir.
La joven levantó la cabeza, sus cabellos blancos como la nieve caían cual graciosa cascada sobre sus hombros, y sus ojos... sus ojos parecían un inmenso mar de hielo, no por su frialdad sino por su color gris profundo. Sol no podía moverse. Pegaso mirando a su joven amigo comprendió sin mirarla que era ella . De pronto sus miradas se encontraron y sin mediar palabra sintieron que sus corazones se habían fundido en uno y experimentaron toda la fuerza del amor. Acercándose muy lentamente extendieron sus manos como si tuvieran miedo de estar viendo un ser irreal. Cuando se tocaron el universo tembló y el Señor del Trueno retumbó desde el fondo de sus confines. Algo eléctrico, frío y oscuro les separó. Los ojos dorados de Sol reflejaron sorpresa. Los grises de Selene incomprensión. Osa entendió inmediatamente y, un halo de dolor oscureció su brillo. -Sentaos hijos míos, me gustaría poder explicaros con dulces palabras lo que ha ocurrido, pero por mucho que lo intente creo que no va a ser posible.
¡Jamás! - oídlo bien- ¡jamás!, podréis estar juntos.
El fuego del oro y el frió de la plata no pueden convivir ya que el equilibrio del mundo que conocemos se perdería. Sol, tu cabalgas por el universo irradiando luz y calor para que nuestros días sean fértiles. Selene, iluminas y refrescas nuestras noches.
Ilustración de Liza Paizis
Los dos sois imprescindibles, pero cuando uno duerme el otro tiene que velar pues ambos brillos son necesarios, pero cada uno a su tiempo. Tenéis movilidad para viajar por vuestra parte del Universo, La Creadora así lo dispuso, pero también os separó miles de kilómetros, porque sabía lo que ocurriría. Querido muchacho, has entrado en la parte que no te correspondía... y esta es la consecuencia - finalizó la Osa.
- No lo permitiré, no puedo perderte ahora que te he encontrado, si así tiene que ser juro que... mi brillo se apagara para siempre - dijo Sol.
- No digas eso, quizás estemos condenados a no vernos más allá de este momento, pero nadie podrá quitarnos lo que sentimos. Osa tiene razón y contra eso no podemos luchar.
- Es posible que exista una solución, dijo Pegaso. Quizás no sea la mejor, pero nada puede empeorar esta situación. Iremos a los Confines, a casa de la Creadora, si hay alguien que pueda ayudaros es ella. Sol tu cabalgarás sobre mí… Selene tú lo harás sobre mi viejo amigo Draco.
Decididos a luchar hasta sus últimas consecuencias, así lo hicieron. Sol viajaba de noche y durante el día irradiaba luz al universo. Selene al contrario. Todos los que dependían de ellos estaban tranquilos, pues se seguía manteniendo el equilibrio. El camino fue largo y fatigoso. Atravesaron ríos de lava descansando con los moradores del Fuego, cruzaron espacios infinitos y abrasadores desierto. En todos los lugares eran recibidos con cariño y afecto, pues su historia era más rápida que ellos mismos y, su tesón había ganado el respeto de todos.
Por fin llegaron a Los Confines. Todo allí estaba rodeado de un fulgor magnífico, los colores eran tan brillantes y vivos que casi cegaban, el verde de los campos parecía jade, el azul de los ríos y mares era tan variado e intenso que parecía irreal. Se podían ver muchas maravillas, animales de todas las especies, estrellas de mil colores, cometas grises, azules, y el grandioso palacio de los Mil Cristales.
No hay palabras que puedan expresar su belleza. Las altas y puntiagudas torres se perdían en el infinito, y en ellas moraba el Señor del Trueno y sus fabricantes de rayos.
Al este del castillo habitaban los Señores del Aire... nubes y vientos. Al oeste los del Agua... olas, ríos, regatos. En el Sur los del Fuego... gas, magma, volcanes, ceniza. Por último al norte y no menos importantes los Señores de la Tierra... árboles, montes, valles. En su centro, el Salón de la Creación.
- Me alegro que hayáis encontrado mi casa, dijo una voz más dulce que la miel - Aquí podéis permanecer juntos, pues el tiempo no existe, así que aprovechar el momento, descansar y esta noche seréis conducidos a mi presencia.
Sol y Selene permanecieron unidos, hasta que fueron conducidos al Salón Central.
- Permaneced aquí, hasta que se os llame, y por ninguna causa La miréis de frente si ella no lo permite, pues su belleza, poder, bondad, sabiduría y, también ira, son tan grandes que moriríais al contemplarlos. Ella es el TODO y nosotros una insignificante parte de su obra. Al cabo de un breve espacio de tiempo se encontraron con la Madre.
-Si queréis mirarme mientras me contáis vuestra historia, podéis hacerlo ya que solo veréis una mujer.
Cuando alzaron la vista vieron a la mujer más hermosa del universo, y su sonrisa les dio valor para realizar su petición. La Creadora les escuchó con interés, como si no conociera la causa de su viaje, pero ellos sabían que no era así.
-Cuando os creé os puse lejos para que esto no sucediera, pero ha sucedido. Pienso que ni yo puedo controlar el amor, dado que es el más libre, intrépido y a veces injusto de todo lo creado por mí. No puedo castigaros por lo sucedido, pero tampoco puedo dejar que liberéis vuestra pasión… pero si estáis dispuestos a sacrificar lo mejor que os he concedido… la capacidad de viajar libremente, mi decisión es ésta
- Selene, dejarás tu parte del universo y te trasladaras a la parte que pertenece a Sol, para estar cerca pero lejos. Serás un pequeño disco plateado que no tendrá movimiento ni luz propia, si no que la tomarás de Sol permaneciendo cerca de Tierra e iluminando sus noches.
- Sol, tu permanecerás estático y el resto de los planetas se moverán a tu alrededor para que calientes sus días. Os veréis continuamente pero nada más. Una vez, quizás dos al año abriré el firmamento y podréis disfrutar de un breve tiempo de amor. Esto os puedo ofrecer, si vuestro amor es tan grande como para que renunciéis a todos vuestros privilegios por esos escasos periodos... Cuando ambos se miraron la Creadora supo que todo estaba dicho.
- Que así sea... Han pasado miles de años desde que esto sucedió. Aun hoy Sol y Selene continúan mirándose desde sus diferentes puntos del universo y como prometió la Madre, una o dos veces al año el firmamento se abre y pueden vivir sus momentos de amor. Posiblemente así será por toda la eternidad. Por eso queridos niños si alguna vez miráis el cielo y veis Oscuro a Sol es que Selene lo acuna y se demuestran su amor.