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Los comunistas

02/01/2013 El siglo pasado vio nacer y morir a buena parte de la obra construida por el comunismo, engendrada a partir de las teorías de Marx y Engels y desarrolladas un siglo más tarde por sus seguidores con mayor o peor éxito

Los comunistas se convirtieron en la bestia negra del fascismo y posteriormente sirvieron de escusa para la Guerra Fría, dividiendo al planeta en dos grandes bloques a los que se agregaban países, organizaciones y personas. A la cabeza de estos dos bloques, se situaban la Unión Soviética y los Estados Unidos, imprimiendo cada uno de ellos sus particulares complejos y fantasmas traumáticos, que muchas veces no se correspondían con la realidad interna de los

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bloques ni con cada una de las realidades a la hora de aplicar las teorías de Marx y Engels. Así por ejemplo, mientras en América anidaba un comunismo académico y de andar por casa, el anticomunismo presentaba a los comunistas locales como agentes de una conspiración internacional, traidores y enemigos de la Patria, cuando no agentes bolcheviques, a la espera de incendiar el patio trasero de los Gringos, de nada ha valido esconderse bajo el apellido socialista. Por encima de todo al comunismo se apuntaron hombres y mujeres progresistas, de gran prestigio y profundo sentido humanista y solidario, que en la mayoría de los casos después de la caída del Muro de Berlín y como consecuencia la desaparición de la Guerra Fría nunca renegaron de su adscripción al pensamiento comunista. Al movimiento comunista, han pertenecido y pertenecen creyentes cristianos, judíos, islamistas, budistas…hombres y mujeres que al margen de sus creencias religiosas, reconocen en el comunismo su profundo carácter humanista y solidario, que hace del comunismo la corriente de pensamiento progresista por antonomasia. Los detractores del comunismo, han recibido en bandeja de plata los más variados argumentos, procedentes de los errores y fracasos de los gobiernos y partidos comunistas de la órbita

soviética, de los defectos propios de cualquier sistema político, amplificados por el gigantesco aparato mediático del capitalismo, pero que en ningún caso son mayores que los de cualquier sistema de gobierno existente en el planeta, anterior o posterior a la era soviética.

El comunismo es un orgullo

José Saramago, se dolía poco antes de su muerte de la deserción que algunos intelectuales y políticos, de las filas comunistas, Oscar Niemeyer, mantuvo hasta su muerte su condición de comunista, tal como lo hicieron Pablo Picasso, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros… Santiago Carrillo termina su Testamento Político con estas palabras: ¡Claro que hay un mañana para los que hemos luchado para liberar al género humano de la opresión y la explotación! ¡Ahí está, ante nuestra vista! Miremos adelante, en vez de rezagarnos llorando por el pasado y corriendo el peligro de convertirnos en estatua de sal. El muro de Berlín no será para nosotros el de las lamentaciones. Cayó porque era una excrecencia ajena a todo lo que habíamos pensado siempre. Pero el ideal no ha muerto. Hay tantos comunismos como comunistas, Ortega y Gasset, llegó a decir que lo malo que tenía el comunismo no era tanto lo que tenía de soviético, sino lo que tenía de ruso.

Tal vez tenía razón, es bien conocido que el comunismo aplicado es muy distinto en todos y cada uno de los países en los que se ha puesto en práctica. Tal vez sea necesario desarrollarlo en profundidad y con participación democrática, pero las escasas experiencias en este sentido se ven zancadilleadas y bombardeadas de forma sistemática por los países capitalistas y desde el capitalismo, pero los comunistas siguen dando ejemplo de entereza frente a los banquetes sanguinarios del capitalismo que amenazan con devolver a los trabajadores y a los oprimidos a la condición de parias de la tierra.

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