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Democracia periclitada

14/03/2013 La relectura de los clásicos, es una medicina adecuada para la salud del intelecto, máxime en tiempos de tribulación y de escasez de nuevas ideas que permitan regenerar la exhausta izquierda

Tengo especial debilidad por Pericles (495-429 AC) cuando en estos momentos, asoma su cabeza la decadencia, el que diera nombre a lo que hoy conocemos como siglo de Pericles no sólo fue un destacado militar y administrador de la cosa pública, sino la referencia durante siglos del buen hacer de un político. Más que hacer a mis lectores una descripción de porqué Pericles, al que doy por supuesto que conocen, les invito a la relectura de su siglo. Cuando hoy escuchamos hablar del populismo de una forma despectiva, sorprende que quienes los hacen son precisamente

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los amarillistas, los populacheros, los vulgares, los mediocres y los simplistas. Pericles, en su tiempo, con la abismal diferencia que nos separa, fue el ejemplo del buen hacer, de un gobernante que supo poner al servicio de los más desfavorecidos los escasos servicios que prestaba el Estado Ciudad de Atenas. Resulta difícil comprender esto en nuestras opulentas sociedades, pero decir que en la Atenas de entonces se subvencionaba la asistencia de los pobres al teatro o que se les pagaba para poder ejercer como jurados, era lo que los detractores de Pericles llamaban populismo. Explicar esto hoy en día, cuando desde algunos sectores de forma más o menos interesada se acusa los partidos políticos de ser todos sin excepción una banda de corruptos, resulta muy difícil. Sobre todo si no se tiene en cuenta, que precisamente después de Pericles, Atenas se hundió en otra de las grandes lacras de la política: la demagogia.

No dejes que los demás piensen por ti, no dejes que otros decidan por ti

Esa misma que practican los que prometen reformas milagrosas de una economía en manos de fuerzas incontroladas por los partidos, las mismas que hablan de igualdad ante la justicia

mientras se incrementan las tasa judiciales, las mismas que hablan de justicia social mientras se privatizan la sanidad pública, la enseñanza o los transportes públicos, las mismas que ahogan con impuestos la cultura o reducen el gasto en investigación. Pero si algo destacó en esta época, fue la denuncia infundada de corrupción por parte de los opositores a Pericles. Cuando se carece de la fuerza moral de los argumentos, para competir en democracia, los enemigos de la democracia siempre recurren a al desprestigio de la democracia y de los demócratas. Cuando se carece de valores morales y argumentos lógicos para combatir al adversario se recurre al bote de la basura, a la manipulación y al engaño. La democracia y los partidos políticos como todo cuerpo vivo, sufren enfermedades, su mejor remedio, la mejor medicina, es el ejercicio, la participación, el debate, la discusión, el protagonismo de sus actores. Cuando los partidos y los políticos gozan del odio y de la impopularidad, no es tanto por culpa de ellos, como por el abandono al que les someten sus conciudadanos.

Pericles fue el padre de la llamada edad de oro de Atenas, pero también es el sinónimo en español de declinar, decaer, peligrar, empeorar y caducar. El fascismo nace del odio a los partidos políticos, y por ese odio y por otras etapas de corrupción se ha pasado en otros tiempos y en peores circunstancias. Por cierto, 500 años antes de Cristo ya existían los partidos políticos, Pericles era del partido liberal. La democracia no está periclitada, los ciudadanos la tienen abandonada en manos de oportunistas y buscavidas. Son los pueblos los que escriben la historia, ni Dios, ni reyes, ni tribunos.

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