Otra Dimensión - Amor #1

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Otra Dimensión es un fanzine literario creado en Madrid. Cada número propone un tema desarrollado por relatos de diferentes géneros de ficción. A partir de una conversación en la distancia entre la idea y la determinación, se empezó a forjar lo que ahora tenéis entre las manos. «Otra dimensión» es lo que tú quieras que sea: una rápida espera, varias paradas de metro, algo con demasiadas palabras, un papel más en tu escritorio, un momento de soledad… En Otra Dimensión no hay espacio ni tiempo, nunca es tarde ni demasiado pronto, todo está lejos pero es alcanzable, allí estás siempre acompañado y solo al mismo tiempo.

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DELIRIO SIMÉTRICO T. Varea La simetría es una propiedad entre dos cuerpos. Una relación de igualdad entre dos figuras, de modo que cada uno de los puntos que las constituye se encuentra con su reflejo sirviéndose de un eje como barrera equidistante. Si hacemos un movimiento determinado conocido como operación de simetría, los dos planos que contienen esas figuras se alinean formando un solo elemento.

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n el centro geográfico de una ciudad aparentemente desposeída de encantos para un consumidor occidental cualquiera, se encontraba una plaza que solía llamar la atención a quienes la descubrían por primera vez. Una sensación de equilibrio, provocada no se sabe muy bien por qué, obligaba a los transeuntes ocasionales a detenerse frente a dos locales gemelos situados bajo un edificio de viviendas familiares. En los alrededores, como es habitual en los intoxicados centros urbanos, el tráfico rodado era sofocante. Pero una vez sometidos al aislamiento que proporcionaban las construcciones que rodeaban la plaza, ningún sonido, por estrepitoso que fuese, era capaz de perturbar a quienes se sumergían en la contemplación de una escena que se producía solo ante los ojos más despiertos. En el primero de estos locales, trabajaba la figura A elaborando platos con una pasión y una técnica propia de quien lleva a sus espaldas años de observación y ensayos. Cada matiz que se distinguía en el paladar, cada contraste de volúmenes que se construía sobre el plato, cada fragancia que se abría paso hasta el cerebro eran un motivo de satisfacción propia. Pero algo estaba fallando en su cocina en los últimos tiempos porque no conseguía el de5


leite necesario para dormir una noche seguida en paz. Esta figura buscaba explotar, desgarrar las bocas de sus clientes con ráfagas incandescentes, enseñar al mundo el talento que permanecía escondido bajo toneladas de aburridos recetarios tradicionales. Las horas, su vida, pasaban en un encierro emocional por el que no se filtraba ni una gota de luz. Y trabajar en este estado no le dejaba mucho tiempo para percibir los detalles sutiles que ocurrían a su alrededor. El ritmo vertiginoso y la profunda concentración que necesitaba para disponer cada plato solicitado en el momento preciso, le producían una tensión opresiva, extraña para aquellos que no han desempeñado nunca este trabajo. Si a esto se suma la presión de moverse bajo la continua mirada excrutadora de sus padres y máximos gestores del establecimiento, la situación tomaba ya una deriva dramática, donde angustia y tormento se unían en una insalvable caída al abismo. La sobriedad y el celo, culpables de muchos males históricos, reflejaban unos demonios intransigentes que le torturaban, proyectando imágenes de solemnidad impresas con traumas del pasado. Mientras tanto, en una franquicia de dudosa ética profesional situada en el local contiguo, se encontraba la figura B luchando a diario contra la homogeneización de la vida. Atendiendo a clientes apáticos y desorientados, vivía con la ilusión de modificar las rutas por las que sus existencias transitaban a diario. Entre fraudes nutricionales y promesas de voracidad satisfechas, servía rítmicamente pedidos dentro de un desenfreno masticable donde el colesterol campaba a sus anchas, escupiendo en la cara de cualquier organismo cualificado para juzgar la conveniencia de dicha dieta. Un metabolismo intrépido sería incapaz de triunfar sobre el reparto de energía vacía que se daba en un local de estas características pero, sin embargo, había verdaderas luchas para hacerse con el último resto de alimento inmundo que salía de su almacén de procesos transformadores. En cualquier caso, las paredes alicatadas con azulejos de colores esterilizados no conseguían derrumbar un carácter jovial y tenaz como el suyo que apuntaba justo en lo más profundo 6


de quienes entraban esperando un servicio rápido y eficaz. Por muy poco dinero, obtenían la esperanza necesaria para vivir un día más sin sucumbir a la melancolía de la vida urbana. En trabajos como los que se plantean, las tareas se vuelven repetitivas y suele pasar que se pierde pronto el interés en su realización. Aunque pudiera parecer lo contrario, no es fácil encontrar huecos para la creatividad o la expresión individual. Además, existen un número considerable de horas muertas en las que se puede echar a volar la imaginación, situándose en algún otro lugar donde poder respirar aire fresco y mirar cómo las luces del día, o de la noche, modifican el paisaje. Sin concentrarse en nada en particular, a menudo se piensa en otras personas y en qué estarán haciendo en nuestra ausencia; hay tiempo suficiente para añorar su compañia, su conversación, sus ocurrencias, sus formas... Inventar otras realidades, en definitiva. Con todo lo anodino que tienen esas labores, también pueden ayudar a que el tiempo pase más deprisa. Sin apenas percibirlo te ves empujado hacia ese estado de felicidad narcótica común en los trabajos mecánicos. Lo paradógico es que pueden llegar a echarse de menos en ciertos momentos de confusión, ya sea dentro o fuera del propio centro de trabajo. Pero lo más inquietante de todo, según se ha llegado a escuchar, es que hay quien afirma que a través de ellas se pueden establecer insólitas conexiones. Abrir tuneles en el espacio-tiempo que nos comuniquen con lugares donde otra persona esté dispuesta a responder las demandas de socorro que se envían en estos estados de desesperación crónica. Habrá quién piense que esta idea pertenece al campo de la ciencia ficción, pero quizá solo estemos profundizando en el mundo de las matemáticas combinadas con la geometría espacial. La misteriosa disciplina que rige las relaciones afectivas entre seres vivos tiene que pertenecer por fuerza a la rama de las ciencias exactas. ¿Cómo si no se explican fenómenos como la atracción o la repulsión entre individuos? ¿O la inestabilidad de los cuerpos en estados alterados? Todo está 7


ahí, encajado en un inexpugnable laberinto de fórmulas llenas de equis, íes y zetas explicado por las mentes más eminentes de nuestro tiempo. O por alguna revista de divulgación para adolescentes impresionables. Perdidos entre ruidos fuertes de metales que chocan entre sí, fue en una mañana, en un preciso momento en el que nadie pensaba en comer, cuando nació el vínculo que marcaría a fuego las vidas de esta pareja. Situados cada uno en un punto concreto de sus respectivos locales que la disposición arquitectónica había decidido que debían pertenecer a una misma realidad, sucedió uno de estos hechos insólitos que intentábamos explicar. Mientras la figura B sostenía la bayeta con su mano derecha, deslizándola distraídamente sobre el borde del mostrador, algo le impidió seguir su camino. Algo rígido, cuya densidad no pudo calibrar de inmediato. Algo invisible que ocultaba una existencia obstinada, sólida, inmoldeable. La figura A, de pié tras su mesa de trabajo, notó un pequeño golpe en su mano izquierda y muy despacio fue girando su cabeza en aquella dirección. La sospecha de una presencia humana dió paso a una certeza extraña. El deseo de enfrentarse a lo desconocido le impidió intentar ponerse a salvo. Se exponía a lo que viniese. Tras unos segundos de recelo, la figura B venció la aprensión inicial y se aproximó con cautela para tocar con sus temblorosos dedos aquello que obstruía el paso de su trapo. Su mano fue atrapada con firmeza, pero su boca no respondió con un grito, sino que, cargada de coraje, intentó a su vez agarrar lo que la atrapaba. Y así quedaron las dos manos unidas y en suspenso. La escena de torpes tocamientos que siguió después se desarrolló en un tiempo que no hubiera podido ser medido por reloj alguno. Todo flotaba alrededor de las dos figuras perdiendo su trascendencia y su valor. Sus manos se encontraban en otra dimensión. Ambas sentían el cálido contacto con la piel húmeda de la otra, y con esa sensación hubieran podido permanecer sus vidas enteras y otras siete que hubieran tenido. La postura de confianza y control sobre sí mismas que habían perdido en un momento del pasado, 8


volvía poco a poco a relajar sus cuerpos y a llenar de color sus rostros. En ese instante eterno, sintieron que una nueva historia empezaba a escribirse. La turbación natural de aquel primer encuentro no las desanimó en absoluto, y lo que sucedió a aquella primera cita fue la excitación por buscar nuevos contactos en localizaciones insospechadas. Se imponía el ataque relámpago. Entrar a su terreno neutral, sentir la presencia y salir. Sin dejar huellas. Tan solo podían permitirse unos segundos de roces apasionados en la oscuridad de la nada. Pero esos segundos eran exprimidos hasta el delirio. ¡Y vaya si consiguieron su propósito! Las dos figuras construyeron las reglas de un juego de movimientos y contraseñas para esos esperados momentos en los que machacaban su rutina diaria. El paraíso interespacial que compartían era el medio perfecto para escapar del bloqueo neuronal continuo al que estaban sometidas a diario. El silencio que dominaba los instantes que compartían no era percibido como la clásica molestia incómoda que nadie desea que suceda. En cierto modo era la liberación que necesitaban para concentrarse en la exploración de su placer. La variedad de localizaciones en las que diversas partes de sus cuerpos se encontraban fue aumentando con el paso de los días. Aprovechaban cualquier excusa. Al principio su actividad era más delicada, tímida y retraída, pero eso pronto dejó paso a una avalancha de movimientos ardientes e irreflexivos. Si la figura A necesitaba agacharse hasta una cámara baja en busca de alguna elaboración, era en realidad porque las piernas agotadas de la figura B demandaban un masaje estimulante. La sangre pronto empezaba a fluir impetuosamente hinchando conductos y cavidades. El ambiente íntimo del cuarto de baño de un local comunicaba, como por casualidad, con el fregadero del otro, donde calor y humedad provocaban un estado de sofoco que necesitaba ser aliviado en secreto íntimo. Manos y bocas decididas tenían las claves correctas para activar todo un sistema operativo de depravación. Un roce 9


intenso con el pico de la encimera, una caricia espontánea al respaldo de una silla, un acercamiento repentino a una pared apartada para dar un beso a un aire sólido que se evaporaba al instante. Todas sus maniobras conformaban un baile sudoroso y vital. Toda acción, todo desplazamiento perdió su sentido ante el placer de encontrar la ubicación de ese cuerpo desconocido en el que apoyarse para soportar los sinsabores cotidianos. Sin embargo, no todo era calor en la tierra media en la que habitaban estas figuras. Esas personas rectas y cabales que nunca aprueban la felicidad ajena, no tardaron en dejar su poso de mezquindad sobre la evolucionada pareja. Los padres de la figura A se oponían a los inexplicables actos de relajo con los que se abandonaba en ciertos momentos críticos. Los compañeros de la figura B no veían con buenos ojos el precioso tiempo que dedicaba a tareas insignificantes, mientras podría estar discutiendo con los demás sobre el próspero estado de la nación o escuchando el análisis pormenorizado de los resultados deportivos del pasado fin de semana. La impertinencia y el desprecio que sufrían a diario les empujaban a pensar que la lucha por salirse con la suya no sería fácil. Su gozo inicial se veía amenazado por lo ajeno, por lo antiguo y putrefacto, por valores que no servían en un universo creado a su voluntad. Por otra parte, era inútil caer en el derrotismo porque su determinación por llevar su idilio a las últimas consecuencias era firme. Varias veces habían sentido el impulso de salir en busca de la figura en la que se veían reflejadas. De forzar el encuentro. De gritar alto su pasión a las masas indiferentes que circulaban como autómatas a su alrededor. Ese momento había llegado y ambas sentían que ahora era la oportunidad. Ahora era mejor que mañana y, sin duda, ahora sería aún mejor que pasado mañana. Sus contactos se veían interrumpidos con mayor frecuencia cada vez y ambas sintieron, en una conexión paralela, la necesidad de programar una cita definitiva que las liberase de sus cargas. 10


La última misión de la jornada, antes de despedirse hasta el día siguiente, era sacar la basura acumulada a los contenedores alojados en un patio trasero. Con el pretexto de ocuparse de ese trabajo, aprovecharían para reunirse y empezar una nueva experiencia completa en el mismo plano físico y real. El patio comunicaba con la calle a través de un estrecho callejón, generalmente ocupado por cajas vacías de plástico. Esa sería su vía de escape de aquel reino tiránico de incomprensión. El trabajo en la cocina terminaba antes que en el resto de departamentos, por lo que la figura A aún tuvo que esperar un rato, caminando entre paredes de ladrillo, pateando restos de envases que se habían salido de su bolsa, pensando en la manera más natural de romper el hielo cuando estuviesen cara a cara. Los extractores de ambos locales también confluían en ese patio trasero, cargando la atmósfera de un aire pesado y estático. Eso no ayudaba a la fluidez de ideas. Su cabeza se atoraba en pensamientos farragosos. Pero... ¿qué podían importar las palabras cuando toda su comunicación no verbal había sido tan clara? Mejor hacer un ejercicio de depuración mental para recibir en calma al reflejo de su figura. Entretanto la puerta del local contiguo se abrió silenciosamente y la figura B salió decidida a la luz débil de las farolas. Lo primero que vió fue la espalda torcida y el caminar plomizo de la figura A. Era tal cual la había imaginado. Un ser humano irregular y herido. Algo tan bello que no admitía réplica. Bajó de un salto los tres escalones que les separaban llegando hasta donde estaba la figura A. Esta se giró súbitamente y sus miradas se encontraron a la misma altura. Misma complexión. Mismo peso. Mismos movimientos. El plano se cerró sobre su eje en una compleja y sublime contorsión. —Estoy nerviosa —dijo la figura A—. Pero sé que el eje que nos une es inamovible. —¡Por supuesto! —respondió la figura B—. Yo pienso hacer todo lo que pueda para que esta superficie sea solo nuestra para siem11


pre. —Pero... ¿y los vértices diferenciales? ¿Y las funciones curvas? —¡Todo punto de traslación puede superarse con giros rotoinvertidos! —Es cierto... ¡Disfrutemos tan solo de nuestra propia operación de reflexión! —admitió la figura A. —¡Nosotros sabremos marcar las coordenadas de un plano infinito! —culminó la figura B. Ambas figuras sabían que no hay fórmulas mágicas, ni estructuras infalibles para sostener una simetría perfecta, tan solo un esfuerzo constante por adaptarse a nuevos espacios permaneciendo en un equilibrio radiante y satisfactorio para sus dos contornos. El futuro es siempre aleatorio para quienes creen en el libre albedrío. Mientras se respeten las reglas de las matemáticas, el porvenir está abierto. Estas dos figuras habían confluido en esta irrepetible experiencia en el momento en el que más lo necesitaban y estaban seguras de que no había sido por azar. Sin embargo, nunca llegaron a conocer con exactitud las oportunas circunstancias que propiciaron su contacto. Pero al igual que había sucedido así, creían que otros maravillosos episodios seguirían al que ahora terminaba. El paso para acabar con sus vidas anteriores estaba dado y sus carreras en la hostelería parecían haber llegado a su final. O quizá no. Quizá más adelante abriesen su propio local de comidas. Un local diáfano, sin columnas ni dobleces. Sin pasillos incómodos, ni zonas oscuras. Sin otros establecimientos a su alrededor que le hiciesen sombra. Allí podrían hacer famosas recetas de perdices, símbolo de la felicidad con la que toda historia de amor llega a su final. La salida de las dos figuras por el callejón trasero hizo invisible esta última escena para el observador que, situado en la plaza frente a los dos locales, contemplaba atentamente el desarrollo de esta historia desde el comienzo. 12


HACIA UNA TEORÍA Y PRÁCTICA DE LAS RELACIONES AFECTIVAS A.Corpse

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rase una vez en un reino antiguo y muy lejano

Cubierto de nieves y bosques espesos En una isla en un océano perdido Había una princesa y un caballero Ella tenía el cabello negro y muy largo Él era rubio, apuesto y recio Y había un poeta maldito que no tenía amores y cantaba los romances de otros Que escribió bellos versos sobre esa legendaria pareja Acompañados por los desgarrados acordes de su lira Con pasajes de drama, pasión, dolor y desencanto Y en ocasiones el final feliz que la vida nos hurta En el gastado albor del siglo XXI parece que todo está ya inven13


tado. No es muy frecuente hacer nuevos hallazgos en la era digital ni sentir la punzada de la sorpresa que hace correr la sangre tibia y borboteante del entusiasmo. En el mundo académico priman los nuevos enfoques, nunca los nuevos autores. Sin embargo, a veces el destino te sonríe. Había emprendido un viaje a los países escandinavos. Tras un largo período de crisis existencial, mis pasos me llevaron a un lugar donde el clima es gélido, allí donde parece que el mundo llega a su límite, donde el frío hunde sus raíces bajo la tierra, cerca del polo norte. Tenía la intuición de que ese era el perfecto lugar para el último retiro, el final del camino. Deshacerme con el silencio del hielo y dejar mi alma a la deriva del viento gélido que murmura letanías entre los pinos inmortales. Enfriarme poco a poco hasta que mi corazón cansado se apagase y dejara de latir. Alquilé una casa (la más aislada que encontré) en el extremo más septentrional de Suecia. Tenía provisiones para unos tres meses de modo que no me haría falta tener ningún tipo de contacto con la civilización. Se trataba de una especie de cabaña de cazadores que inverosímilmente se mantenía en pie desde finales del XIX. El dueño era un joven hípster que vivía en Estocolmo y trabajaba como informático. Me dijo que había pertenecido a su familia y que apenas había sido utilizada. Salvo por un lejano y excéntrico tío que pasó una larga convalecencia entre esas cuatro paredes. Asbjörn —el casero— me contó que se llamaba así en su honor, quien antes de la enfermedad había sido un abogado y periodista, casado y con hijos, el típico ejemplar de la pequeña burguesía decimonónica. Una de esas extrañas noches escandinavas en las que la aurora boreal hace que te preguntes por tu propia cordura al no ser capaz de distinguir el alba del crepúsculo, la escalera que conducía al pequeño desván se me antojó distinta. La curiosidad (ese motor que hacía mucho que ya no latía en mi alma) me llamó a acercarme a 14


ella. Nunca antes lo había hecho. Por supuesto, estaba cerrada. Dadas mis circunstancias, violar ese pequeño reducto de privacidad me pareció inofensivo. Fue así como conocí la obra de Asbjörn Fritjofson. Iluminado por la luz de una anacrónica vela descubrí un desván propio de alguien aquejado de síndrome de Diógenes. Entre viejas bicicletas, maletas, muebles comidos por la carcoma, montañas de polvo y cajas de contenido diverso, hallé una estantería atestada de viejos cuadernos. Eran los escritos olvidados del señor Fritjofson. Abrí uno al azar. Para mi inmensa fortuna, estaban escritos en francés, lengua que, al contrario que el sueco, conozco lo bastante bien como para leer de manera fluida. Tenían la forma de diarios aunque en ellos había reflexiones, comentarios y anotaciones. Infinidad de poemas, citas, fragmentos de periódicos y revistas. Databan del año 1898. Embargado por un inesperado delirio mesiánico, sentí como si los caprichos del destino me hubieran conducido hasta aquel yacimiento literario de incalculable valor. Incapaz de tomar partido por la indiferencia, quise añadir mi eslabón a esa cadena que vinculaba el anonimato de las vidas anodinas a la biblioteca de Babel. Por eso decidí escribir estas líneas. Testimonios accesorios para temas universales. De acuerdo con Peter Sternberg, doctor en psicología, el amor obedece a una estructura triangular cuyos vértices son: Intimidad: sentimientos de cercanía, vínculos afectivos, intereses comunes, conexión intelectual… Algo que podríamos definir como amistad, simpatía... Pasión: Romance, atracción física y sexo 15


Compromiso: la decisión de querer a una persona y una voluntad clara para mantener ese amor. A partir de estas tres condiciones, Sternberg hace una taxonomía con los distintos tipos de relaciones afectivas posibles. Hagan juego: Las posibilidades son muchas Quizá hayáis vivido varias Y sentido muchas más A-Amor O ausencia de amor. El no-amor. Se produce cuando no se da ninguna de las tres categorías descritas: ni pasión, ni intimidad, ni compromiso. ¿Por qué incluir este paradigma en una aproximación al amor? Sencillo: porque las cosas también son en negativo. Es decir, se definen igualmente (¡quizá principalmente!) por lo que no son. De vez en cuando voy a comprar el pan cerca del metro Saludo a la panadera y le digo adiós Se llama Carmen Pero no sé nada más de ella De qué equipo es Cuál es su plato preferido O de dónde viene su familia 16


No siento ningún tipo de atracción por ella (qué le vamos a hacer…) Tiene unos cuarenta años No me gusta la ropa que lleva Se tiñe el pelo de caoba, no sé si por preferencia o porque ya le apuntan las canas Y aunque es cordial, no me cae bien Yo siempre la sonrío Pero paso de ella Algunas veces pienso al irme Mientras mastico el pico de la barra «No voy a volver a esta panadería nunca» Cariño Cuando hay un cierto nivel de intimidad pero no hay pasión ni decisión o compromiso estamos ante una relación de afecto o cariño. Este tipo de situaciones abundan. Su raíz está en la naturaleza social del ser humano. Tuve un compañero en la facultad Que era muy simpático A ambos nos gustaba Chuck Palahniuk Estábamos de acuerdo en que The Fight Club era su obra cumbre 17


Pero poco más Podía pasarme horas hablando con él Y bebiendo cerveza Yo le contaba mis penas y mis inquietudes Sabía de sus desencantos y de sus sueños Pero poco más Nunca quise acostarme con él Ni comprometerme a nada Aunque sospecho que él sí Qué lástima el pobre… No quedábamos más allá de la facultad Terminados nuestros estudios Nos perdimos la pista El amor frenético Si no se encuentra intimidad ni se llega a ningún tipo de compromiso pero se da una pasión sin límites, Sternberg habla de infatuated love (la traducción literal es «obsesivo» pero considero que en castellano este término tiene otras connotaciones que no casan del todo bien con su concepto). Este tipo de relación amorosa recurrente suele ser muy intensa y durar muy poco. Es rara en las sociedades tradicionales pero muy normal en el mundo urbano y en la dinámica relacional postmoderna. 18


Una vez, en una discoteca Trabé conversación con una chica morena que siempre salía con amigos homosexuales Yo bailaba a mi aire Y parece ser que a ella le hizo gracia Tras unas pocas palabras estábamos follando en el baño No recuerdo cómo se llamaba Ella tampoco me preguntó mi nombre Sólo me pidió que le pagara un whisky Salió a fumarse un cigarrillo «Ahora vuelvo», dijo Nunca lo hizo

Amor vacío ¿Es lícito hablar de un amor vacío? ¿Sin contenido? Parece un término más propio de un cantante pop que de un psicólogo. Sea como fuere, bajo los parámetros teóricos que amparan este trabajo sí tiene sentido. El amor vacío es aquel en el que sin haber intimidad ni pasión, existe no obstante un compromiso estable. Por paradójico y contradictorio que parezca, si lo analizamos con cuidado comprobaremos que no es una idea tan descabellada. Es solo una colega 19


(una compañera de trabajo) Se llama Marta y es la secretaria de mi oficina No siento atracción por ella En su nutrido armario Faldas de tubo, blusas de gasa, americanas de ejecutiva y algunos pantalones de pinzas La saludo cada mañana Mientras toma un café con leche de máquina Le doy los buenos días con una sonrisa Intercambio palabras cordiales con ella «¡Qué calor!» «¡A ver si llega el finde!» «¿Has oído algo de la reducción de plantilla?» Eso es todo Un compromiso firme que durará tanto como mi contrato o el suyo En ocasiones me recuerda A las relaciones que tengo con algunos miembros de mi familia Amor romántico Quizá sea esta la forma de amor más polémica de Sternberg. Una etiqueta que se inscribe en un tema transversal sobre el que 20


han corrido interminables ríos de tinta. La más espectacular forma de amor. ¿El ideal? Quizá… Ideal, irrealizable. ¿Es este el amor en mayúsculas, el auténtico? No. Se trata de un vínculo en el que la intimidad y la pasión carecen de compromiso. Esas relaciones tan bonitas y apasionadas Como el amor de los suicidas Sin promesas de eternidad Efusión y complicidad Punto Hasta que el tedio nos separe Cristina ha sido la chica más guapa que jamás he conocido Ni en mis más delirantes sueños habría imaginado estar con alguien así Nos conocimos por amigos en común Mismos círculos Y el hambre que se junta con las ganas de comer Hola qué tal y enseguida hablando como si nos conociésemos de siempre Resultó que coincidíamos en tantas cosas Música Literatura Sueños 21


Política Odios Cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos en la cama Y coincidíamos en tantas cosas Vello púbico Sexo oral Ímpetu Nunca le dije te quiero Nunca me dijo te llamaré Y a pesar de todo, nuestros caminos se volvieron a cruzar dos o tres veces más Sin más Todavía tengo el pendiente de oro que perdió entre mis sábanas Camaradería La camaradería es la relación afectiva basada en una intimidad y un compromiso a mantenerla sin elemento pasional. No nos llamemos a error. No se trata de un amor frustrado sino de un lazo en el que no se busca el elemento carnal. Ni siquiera se plantea. Considero que podría responder al (más prosaico) concepto de amistad. Entrarían también en esta categoría los parentescos que establece la sangre y la genética: la familia. No miento si digo que quiero a mi hermana 22


A mi madre O a mi amiga Lucía Qué bello amor sin declaración Sin anillos ni expectativas Amor de madre, amor hasta la muerte Las conozco como a los lunares de mi cara Igual que ellas Sé que siempre podrán contar conmigo Y yo con ellas Jamás latirá mi corazón con deseos lujuriosos Más allá de los tabúes Más allá de los intereses Amor fatuo Si en la ecuación afectiva se presentan las constantes de pasión y compromiso al tiempo que la intimidad está ausente, el resultado se denomina amor fatuo. Si bien podría calificarse como frívolo y mecánico, otorga también cierta soltura y despreocupación muy interesantes. Algo así como un amor que siempre está empezando. También tuve otra amante Era como la novela de Cortázar «Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos» 23


La conocí en el bar de la esquina Tomando vermús Un día me invitó a su casa para ver una película Yo no sabía mucho de ella Iba al mismo bar porque me trataban bien, las tapas eran buenas y tenían vermú de grifo a buen precio Algunos días ella aparecía Como por casualidad Otros no Entonces veía partidos de fútbol O hablaba con los viejos que tomaban su carajillo Había cierta regularidad misteriosa en nuestros encuentros Como un algoritmo incomprensible para un hombre de letras Cuando aparecía por la puerta con su aura de santa pecadora nos saludábamos como si nada A veces ella se sentaba a mi lado en la barra O era yo el que me acercaba a su mesa El final era previsible aunque no lo pareciese Frío como los tratos de los grandes empresarios Pero práctico y efectivo 24


En tu casa o en la mía Incluso en pensiones o parques Besos y paseos de la mano No sé por qué, siempre he sospechado que era una mujer casada Nunca me lo dijo Ni se lo pregunté Era una mujer excepcional Bella e inteligente Pero como ella no preguntaba, yo tampoco Algunas veces nos dábamos cita los últimos viernes de cada mes Tal vez mañana esté allí Tal vez no Hace tiempo que no la veo Pero la esperanza es lo último que se pierde Sobre todo cuando no tienes nada que perder Irradiaba un deseo piromaníaco Y una disciplina religiosa El sexo era maravilloso Sincronizados como el mecanismo de un reloj 25


Lo demás era misterio ¿Y qué más da si el misterio es como la salsa que aliña una comida insípida? Sé que si la buscase terminaría por encontrarla Volver a las andadas Ella sabe bien que si me busca me podría encontrar Un pacto no escrito con un desenlace incierto Amor consumado El amor consumado es aquel que cumple los tres requisitos del triángulo de Sternberg: intimidad, pasión y compromiso. Hay bastante consenso en que este es el auténtico amor verdadero. Aquel al que en mayor o menor grado, todo el mundo ha aspirado. Con él se cierra la gama de posibilidades desde las que hemos estudiado este fenómeno humano. Y tras tanto buscar y probar El amor verdadero ¿El amor verdadero? El amor verdadero ¿Amor? ¿Verdadero? Sí Amor verdadero 26


Claro que lo he conocido ¡Gracias! ¿Fortuna? ¿Destino? ¡Qué bellos días! Mi novia Mi amada Mi vida Nos descubrimos De manera natural Poco a poco Al principio solo conocidos Luego algo así como amigos Yo pensaba que era un poco seca y borde Y aun así seguía interesándome por ella Y viceversa Hasta que me di cuenta de que no era el caso Simplemente era elitista y selectiva —Especial— 27


Sí, me atrevo a calificarla de esa manera Hablábamos en persona y online Y me interesé por sus intereses Mientras ella me preguntaba por los míos Hasta que un día En una noche Nos besamos Me pareció azar Y al mismo tiempo inevitable Después Sin solución de continuidad El noviazgo Algo para lo que no estaba preparado Pero que me sentaba muy bien Por supuesto La pasión vino de forma natural Entera Total Absoluta 28


Abrazos en el metro Paseos de la mano Miradas cómplices El amor: cursi, serio, elevado, frívolo, tierno, apasionado, terrible, sádico, destructivo, beatífico, redentor, absorbente, desesperado Etcétera Un largo etcétera de escapadas, compañías, solipsismos, viajes, problemas, altibajos, reconciliaciones, proyectos El eterno tema del sexo y el amor Lo nuestro era sexo y amor Y era lo mejor No me pidió matrimonio Tan solo le juré amor eterno No hacía falta (se daba por hecho) Todo era perfecto Y pasó el tiempo Pasó El tiempo La duración 29


El devenir de la Historia Fuimos felices Hasta que el amor nos destruyó Hasta que el amor se destruyó De todos modos ¿qué importa ahora todo esto? Llegado a este punto surge un problema: Sternberg no considera el parámetro del tiempo ¿Cómo afecta el eje temporal a la red de relaciones tejidas a partir de la teoría triangular del amor? ¿Existe algún tipo de fecha de caducidad? ¿Qué pasa cuando alguna de las variables se agota? ¿Qué ocurre cuando un amor consumado se tuerce? Se puede asumir que las taxonomías del amor tienen entre sí vasos comunicantes y existe la posibilidad de pasar de unas a otras. Muy acorde con el espíritu científico, el estudio de estos psicólogos no promete paraísos después de la muerte ni colma las ambiciones de los sueños humanos. Si se quiere alcanzar algún tipo de realización total, tal vez haya que acudir a otros planos. El conocimiento de Asbjörn Fritjofson sobre la poesía simbolista francesa era sencillamente impresionante. Su devoción por Baudelaire era absoluta. Cada página de sus diarios se abría con un fragmento de sus escrituras (la primera página rezaba: J’aime les nuages… les nauges qui passent…). Pero aquel poeta desenterrado no se limitaba al gran genio de la modernidad. Verlaine, Corbière, Rimbaud, Laforgue, Samain, Stuart Merrill y una extensa sucesión de autores menores se contaban entre su bagaje cultural. Incluso había pruebas de correspondencias con escritores de los que jamás había oído hablar. Pero más extraordinario era aún su 30


enciclopédico saber sobre Historia Medieval Nórdica. Fritjofson manejaba las tradiciones y las dinastías de los monarcas escandinavos con la soltura de un catedrático emérito. Las sagas de Ynglinga y Nidrstigningar, las leyendas de Ragnar Lodbork, poemas épicos como los de Íslendingabók o Landnámabók, novelas de caballería (entre las que veneraba especialmente la epopeya de Harold el de los cabellos hermosos) e historias escritas por monjes y obispos tales como la de Postolasögur. Este extraño y olvidado poeta erudito también se movía con soltura en mitología nórdica, si bien parecía tener una clara preferencia por la época posterior a la conversión al cristianismo. Entre sus obtusas disquisiciones sobre los grandes personajes de la época, se encontraban asimismo referencias abundantes a caballeros de segundo rango, hidalgos y miembros de la pequeña nobleza que la historiografía en mayúsculas ha tendido a condenar al más injusto de los olvidos. A pesar de su brillante manejo de las fuentes, las citas y referencias (que supuse que hacía de memoria pues no encontré ningún libro en aquél remoto desván) daban la impresión de estar al borde de lo apócrifo. ¿Eran verídicas o serían más bien un producto de su mente saturada? A partir de ellas, injertados en la prosa de un escritor del fin de siècle, se encontraban los poemas de este diamante en bruto de la lírica sueca. Versaban casi en su totalidad sobre ese mundo medieval, en la difusa frontera donde leyenda y realidad se entrelazan en caleidoscópico abrazo. En ellos desfilaban princesas y príncipes; reyes y reinas, caballeros desterrados y brutales batallas; monjes visionarios y campesinos maltratados por la vida. Y en el subsuelo de sus rimas, de sus imágenes y metáforas, no era difícil adivinar una nada casual resonancia subjetiva. Asbjörn Fritjofson hablaba a través de las gestas de sus antepasados medievales y dejaba sentir el tenue lamento que desde su incomprensible exilio interior le dictaba su conciencia. Entonces las páginas del poeta maldito Que cantaba con su lira decadente amores del Medievo 31


Invocaban a ese caballero Que vuelve de la guerra Con la herida del hombre que ha perdido a su dios Y no encuentra a su amada La de los ojos tristes llenos de noche sin Luna En un castillo En lo alto de la torre (porque se ha cansado de esperar y ha huido Loca y solitaria de la tiranía de su regio padre Para amancebarse con un predicador desterrado Y practicar la pequeña porción de felicidad que para todos reserva la vida Entonces el gentilhombre Se entrega a una loca orgía De muerte y sangre En la corte del rey de Suecia Y luego escapa Absolutamente maldito y bello A una isla pantanosa envuelta en espesas brumas Desde donde canta sus sinsabores 32


Hasta desfallecer Es una historia de muerte y tragedia Donde no queda romance Ya no queda romance Solo poesĂ­a Y amor Amor.

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AMOR PRÓXIMO CAPÍTULO 1 PROGRAMADOS PARA AMAR Joe Chip

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a apatía se había apoderado durante los últimos meses de Vincent. No tenía hambre, sueño ni fuerzas para continuar con su rutinaria vida. La ya antigua ley del amor próximo había conseguido su propósito: infundir la vida gris y monótona que proclamaba el PUP, Partido Unitario Próximo. Este prohibió el contacto físico con un fin amoroso o placentero. El amor solo podía ser demostrado próximamente: acercando labios, manos o cualquier otra parte del cuerpo, rozándose pero sin llegar a tocarse. La ley era muy clara y estricta debido a que en siglos anteriores una serie de enfermedades de transmisión sexual, programadas y extendidas intencionadamente por políticos criminales, acabaron con la mayor parte de la humanidad con el fin de controlar el volumen de esta y generar una sociedad que beneficiara a la élite económica. Esta vez los jefes de estado y sus partidos prometieron hacer las cosas bien, lo que quería decir más control sobre el individuo. La población se había recuperado desde el exterminio, el número de personas había vuelto a crecer. Aunque solo podía nacer un número determinado de ellas. De momento, por el interés de la humanidad, la cifra estaba fijada en un billón y medio de personas en todo el planeta; era casi la misma población que había a finales del siglo XIX, aunque la cifra podría ser corregida por la élite dependiendo del interés común. 34


La gente se había vuelto fría y calculadora. La ley del amor próximo fue la mejor solución para el control del desorbitado crecimiento de la humanidad; después de la masacre de gran parte de la población mediante las ya mencionadas enfermedades de transmisión sexual, la ley próxima también mejoró la evolución de la especie, pues para reproducirse el gobierno implementó una ayuda social de reproducción in vitro, en la cual se perfeccionaba y trastocaba la genética obligatoriamente por ley. Era muy difícil escapar al control gubernamental, pues el setenta y ocho por ciento de la población mundial pertenecía a la red privada de policía próxima, una entramada red de seguridad privada pagada por grandes intereses económicos. Algunos desarraigados, como se les llamaba dentro de las ciudades, habían conseguido escapar al control escondiéndose en montañas recónditas y páramos desiertos donde se reproducían como animales y parían hijos al natural. Este comportamiento estaba penado con ablación o castración química. Este último era un castigo común para los jefes de las camadas, pues matarles podría crear mártires a los que venerar. Después, eran obligados a vivir en comunas cerradas, claustrofóbicos y oscuros guetos metálicos instalados dentro de la ciudad donde casi no entraba el sol debido a las altas paredes de los muros y los edificios de metal. Ni siquiera estaba permitido asomarse a las alturas de los pisos, los construían de tal manera que era imposible acceder a las azoteas. Su acceso estaba tapiado. Tras la recuperación de la humanidad, vino la época dorada de la robótica. Los gobiernos invirtieron muchísimo dinero en ella para aliviar a la sociedad del trabajo pesado y crear un futuro prometedor para el ser humano. De hecho, ya solo existían dos tipos de trabajo humano: policía privada y programadores del gobierno. El resto de trabajos en todo el planeta estaban únicamente destinados a funcionarios robots. La reforma laboral pactada por sindicatos robóticos y clásicos coincidía en una cosa: vender vilmente los intereses de los trabajadores androides y humanos. 35


Debido al incremento masivo de desarraigados, el gobierno autorizó la fabricación de roboamantes públicos al servicio del consumidor, así la gente podría aliviar sus deseos carnales con sus roboamantes sin contagiar enfermedades, pues el sistema de conservación e higiene de estos androides era impecablemente limpio y eficaz. Con ellos la ley de amor próximo no se aplicaba. Los androides fueron mejorados en emociones y PPA, Personalidad Propia Aleatoria. Gracias a los códigos de programación avanzados ya casi disponían de personalidad propia o libre albedrío. —Por favor, ¿me atiende? Vengo a revisar mis conductas del Programa de Liberación Sexual Gubernamental. —Claro. Dígame nombre, apellido, el número de humano mundial y su código de trabajador —dijo el funcionario androide del ayuntamiento, sin levantar la mirada. —Vincent la Cruz, soy el humano 89 342 010. Código de desarrollo en programación común: 1 333 La fila estaba llena de hombres y mujeres de mediana edad con la mirada perdida y ojeras a causa del abatimiento y la monotonía de sus vidas. Lo bueno del programa de liberación sexual era que si te aburría tu roboamante podías devolverlo y solicitar otro, con un máximo de dos cambios al año. —¿Viene a adquirir su primer roboamante, solicitar cambio, reparación o devolución? —Intercambio, por favor. Dígame si ya está disponible el nuevo sistema de personalidad 36 P2. Vincent empezó a pensar en lo banal y vergonzante de toda esa situación, pero estaba tan asimilada la escena que actuaba como un autómata. 36


—¿Desea usted mantener la figura clásica de su robo-amante o quiere también cambiar la carrocería? —Me gustaría cambiar el modelo a figura grande, 66 kilos, 1,70 de estatura, culo grande y prieto, vello púbico—. Le gustaba adquirirlo con vello porque siempre lo podía recortar si se aburría de él .—Pechos de talla 110, pezones 46H, pelo moreno rizado y largo, cara modelo 29G, piel morena de categoría D....—Vincent tardó más de 15 minutos en elegir los nuevos caracteres. La mujer que le seguía en la cola le miraba vagamente con odio y resentimiento. —Muchas gracias. Pues firme estos apartados y mañana mismo a la hora que usted convenga se pasarán mis compañeros a reponer su producto. —Espere, no he elegido la personalidad. —No se preocupe. El nuevo sistema de personalidad 36 P2 lleva instalado un operador con el nuevo código LAA., Libre Albedrío Artificial, que le dota de libre albedrío total, así como de una capacidad de sentimientos y raciocinio propios, casi igual o más desarrollados que los humanos, o eso dicen. Qué lo disfrute, Vincent la Cruz.... ¡¡¡SIGUIENTE!!! La habitación apestaba a cerrado y a restos de comida caducada en la papelera. Las cuatro paredes acechaban a Vincent junto a la pequeña ventana que casi no dejaba pasar la luz del sol. La lámpara de luz blanca de bajo consumo le hacía imaginar que vivía bajo tierra, pero era el piso 78 en el bloque 36B del barrio antiguo; solo de pensarlo le entraba vértigo. Se levantó con el habitual pensamiento de desesperación y aburrimiento. Otro largo día que afrontar. La dejadez y falta de metas en la vida era el día a día del programador acomodado medio. Era una tumba en vida a la que enfrentarse sin ilusión. En ese momento algún funcionario androide empezó a aporrear la puerta con aspereza. Su brazo metálico cubierto de piel sintética rechinaba al golpearla. Vincent saltó de la 37


cama y rápidamente abrió la puerta para no volver a escuchar ese desagradable ruido. —Hola. Buenos días, humano. —Vincent... para los amigos —replicó. —Traemos su nueva roboamante. Necesitamos su firma digital —Cada persona registrada en la Confederación de Países Planetarios llevaba un microchip de identificación obligatorio—, y podremos dejarlo a solas con su nuevo producto. Al androide se le marcó media sonrisa y se le puso cara de pervertido. —Muchas gracias, hojalata cachonda —dijo Vincent mientras pasaba el chip de identificación y les miraba a los ojos—. Ya podéis ir a haceros pajas a vuestro contenedor. —No, mejor iremos a follarnos a tu madre ja, ja, ja —respondió ordinariamente uno de los androides. Estos estaban programados para asimilar el lenguaje y la jerga habitual, aunque de vez en cuando se les limpiaba la base de datos. Vincent metió a rastras a su nuevo amor empaquetado. Abrió ansioso los cartones que encerraban a la roboamante. Después de un rato desenganchando plásticos y apartando espumas protectoras, la pudo sacar y tumbar en el suelo. La cara estaba tapada por un velo. Él lo retiró lentamente y vio sus labios voluptuosos, una perfilada barbilla y una delicada nariz. Sus ojos negros penetraban el alma. Era tal y como él había imaginado tantas veces que debía de ser la mujer perfecta. No le faltaba ni un solo detalle, hasta el olor era el adecuado para él. Desde luego estos roboguarros saben cómo fabricar una mujer, pensó. La mujer de sus sueños estaba desnuda y tumbada en su cubículo maloliente de cuatro paredes. No pudo evitar la tentación y empezó a acariciar sus tetas inma38


culadas, siguió bajando por la cintura hasta llegar a la entrepierna. Introdujo un dedo dentro de ella y vio que estaba totalmente húmeda. Acercó el dedo cubierto de fluidos vaginales a sus labios, y lentamente lo saboreó. Se acercó a su boca y sintió su respiración. Entonces ella abrió los ojos por completo y sintió por primera vez el cálido beso de un hombre humano. —¡¿No vas a preguntarme antes ni cómo me llamo??! —Vincent saltó despavorido hacia atrás con el corazón latiéndole como un tambor. Ella se levantó y se acercó hacia él. Se volvió a agachar para acercar sus labios a los oídos de Vincent. Él estaba en shock. Ninguna roboamante anterior se conectaba sola ni mucho menos se dirigía con esa serenidad y claridad hacia él. Ella respiró en su oído un par de veces, él estaba inmóvil sin saber cómo reaccionar. —¿Por qué me has besado de esa manera? ¿Qué es lo que te mueve? —preguntó la androide susurrándole al oído. —No sé, no estaba pensando en nada... creo —respondió con la voz temblorosa Vincent—. He de reconocer que me has impresionado. ¿Cómo te llamas? Aunque ¿no se supone que debería ser yo quien te pusiera el nombre? —Ja, ja, ja. No —dijo cortante—. Llevo dos semanas, desde que mi 36 P2 fue programado e iniciado, pensando en ello y, después de visualizar toda la cultura a la que he tenido acceso en internet, he decidido llamarme Joan. Tranquilo, puedes levantarte y acomodarte, estás en tu casa —dijo entre risas—. Recuerda que soy un androide, estoy programada bajo las 3 leyes de la robótica. No tienes por qué tenerme miedo. —Vincent estaba totalmente ido, solo pensaba en besarla y por algún motivo no sabía cómo. Era una androide diseñada específicamente para él, pero no sabía cómo tratar con ella. —Está bien, Joan. Ya veo que te han dotado de personalidad. Me tienes contra las cuerdas. ¿Quieres que vayamos a tomar algo 39


a la zona baja? —¡Claro! Suena bien. Joan se vistió con la ropa incluida en el envío. Se puso un vestido rojo que le quedaba ceñido hasta el punto que no sabías si era tela o parte de su piel. Vincent tenía trabajo atrasado porque llevaba semanas sin poder parar de pensar en su mísera existencia, llevaba demasiado tiempo sin sentir un mínimo interés por algo. Ella despertó de nuevo la curiosidad juvenil que había perdido hace mucho tiempo, quería saber más sobre ella y ver hasta dónde podía desembocar todo aquello. Después de pasar por un par de callejuelas estrechas y oscuras con olor a orines de vagabundo, llegaron a un pub llamado Mons Maenalus. El lugar parecía que había tenido brillo y éxito en alguna época pasada, pero ahora solo entraban despistados, trastornados y gente apagada que había perdido todo el esplendor de su vida. Una barra larga se extendía por todo el lateral izquierdo, en el centro había una pista de baile repleta de sillas y mesas viejas y al fondo unos sofás mugrientos acompañados de unas mesitas con purpurina barnizada para apoyar las bebidas. Sonaba de fondo Song from under the floorboard y unos cuantos parroquianos estaban repartidos por el decadente lugar. Se acercaron a la barra arropados por las miradas desafiantes de los allí presentes. Vincent pidió un Jameson con hielo y Joan, Androwhisky especial. Este consistía en un pendrive que se conectaba al puerto de entrada del androide y le instalaba un programa de embriaguez que simulaba por tiempo y cantidad de conexiones las borracheras humanas. Solía ir acompañado de un vaso con líquido de color parecido al auténtico whisky, totalmente inocuo, para simular que estaba bebiendo y poder alternar de manera natural. Se llevaron los vasos a las pequeñas mesas con purpurina. Se 40


sentaron en el sofá más esquinado y oculto del bar buscando algo de intimidad para así evitar las miradas acosadoras. —¿Qué sientes ante tu reciente existencia y el fin con el que te han diseñado? —dijo Vincent después de unos segundos de silencio, que a él se le pasaron como horas sin atreverse a hablar. —Me siento totalmente llena de vida y feliz de poder estar contigo. ¡Por fin! —Él esquivó su mirada, avergonzado ante el entusiasmo que ella mostraba—. Después de que me programaran para amarte no podía esperar a conocerte. Antes de que me asignaran una función, me pasaba el día conectada a internet descubriendo mundo y metiéndome en bibliotecas online donde he leído sobre la existencia de muchos lugares, tiempos pasados, futuros, todo tipo de seres y aventuras. —Ella no paraba de mirarle fijamente con un brillo continuo en su iris sintético—. También he leído sobre la terrible historia de la humanidad y llegué a la conclusión, tal vez porque he sido programada así, de que los androides debemos amaros y ayudaros en vuestro camino hacia la verdad y la paz. Estáis totalmente enfrentados ya no solo los unos a los otros, sino con vosotros mismos. Vincent rio mientras sacaba dos cigarros metálicos de humo electrónico, le ofreció uno a ella. —Son compatibles con tu software. Puedes cogerlo. Ella lo agarró sin saber qué hacer con él. Vincent lo posó en la boca y lo activó. Joan imitó todos sus pasos con la clase que solo una estrella de Hollywood podía tener para encenderse un cigarro. —Me encanta cada uno de los movimientos y palabras que dices. Joan, tienes la clase de una buena actriz. —Hizo una pausa para respirar otra bocanada de humo—. Tienes un LAA increíble. Vuestra nueva generación de robo-amantes deberíais de ser más útiles para la sociedad, en vez de ser solo serviles putas al servicio 41


de odiosos humanos agotados de existir. —Para mí sois lo que para vosotros Dios o Darwin. Sin vosotros yo no existiría, por eso debemos estaros totalmente agradecidos, y protegeros. —Nosotros no hemos cuidado mucho de nuestros antecesores los monos —dijo Vincent entre risas—. No nos hemos ganado este grato destino en el que encantadoras androides se enamoran de nosotros. Gracias por tus palabras, aunque de poco sirven si estás programada para sentir amor incondicional hacia mí. Eres increíble pero no has querido amarme por voluntad propia. Joan exhaló el humo que tenía dentro de sus cavidades y lo expulsó hacia un lado para no llenarle la cara de humo a Vincent. Soltó el cigarro un instante y echó un trago largo al vaso de whisky inocuo. Mientras conectaba el USB de embriaguez detrás de su oreja, hizo un gesto con el que arrugó la cara y cerró los ojos, como si de verdad hubiese sentido llegar ese último trago hasta el alma. Volvió a coger el cigarro, le dio una calada profunda y miró a Vincent con cara seria y pensativa. —El amor que siento por ti consiste en unos y ceros, un amor programado para que cumpla una función específica, ¿pero no es acaso el instinto reproductivo una programación natural, la cual hace desearos y amaros para proteger vuestra especie? Creo que mi amor tiene el mismo valor que el tuyo. —Él sonrió. —Vamos a bailar —le dijo mientras le cogía la mano y se levantaba, arrastrándola hasta la pista de baile. Se agarraron con nervios y emoción como dos adolescentes que acaban de conocer el amor en una noche de verano y empezaron a dar vueltas sin sentido. Se miraron a los ojos y comenzaron a besarse suavemente como si tuviesen miedo a romperse. Siguieron con su placentera tarea durante varios minutos sin saber qué 42


decirse. —Vayámonos a cualquier lugar. Quiero ver las callejuelas y la vida de esta ciudad, quiero conocer todo lo que me rodea —dijo Joan mientras salía corriendo del bar. Él cogió la chaqueta del sofá, lanzó un billete y unas monedas sobre la barra y salió corriendo detrás de ella por las estrechas y malolientes calles. Ella no se cansa, pensó mientras le ardían los pulmones. Joan saltó una verja que separaba un callejón de una avenida grande. Vincent gritó para que parase, pues era zona restringida a humanos de clase alta. Era una de las zonas espaciosas donde daba el sol y se podía vislumbrar el horizonte. Hacía mucho que Vincent no veía algo así. A lo lejos, en las afueras de la ciudad, se podía ver una montaña donde seguramente los desarraigados estarían follando y correteando libres. Joan siguió corriendo hasta una gran plaza en frente de lo que parecía un palacio con las paredes blancas. En el centro se erigía una fuente con unas largas escaleras que conducían a un punto alto en el centro de esta. Joan no paró hasta que la coronó. Él llegó un par de minutos después mientras ella se reía de él y de su condición humana. La plaza estaba totalmente vacía. Entre semana no solían ser sitios demasiado concurridos para las clases altas. Una vez llegó Vincent, sin intercambiar palabra se besaron. Joan se bajó el vestido rojo dejando al descubierto sus pechos a la vez que dejaba ver la parte superior de sus muslos, desabrochó el pantalón de Vincent y nerviosos empezaron a hacer el amor. Vincent se sintió vivo por primera vez en mucho tiempo. Al acabar la noche, Vincent no desconectó a Joan como solía hacer con sus anteriores roboamantes. La conectó a la corriente para cargarla de energía y durmió a su lado mientras ella lo observaba y lo acariciaba durante toda la noche, y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente... Empezaron a ser casi como una persona. No se separaban el 43


uno del otro y siempre se divertían. Vincent no recordaba ningún otro tiempo en el que hubiese sido tan feliz. Joan estaba enamorada de Vincent porque así la programaron, pero también estaba enamorada de la vida por nueva y excitante, sin que nadie la obligase mediante unos y ceros. Fin del capítulo 1: Programados para amar. Si quieres saber si el amor triunfará o volverá a perder, no te pierdes el próximo fanzine para leer el capítulo 2: El tiempo lo pudre todo.

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PURO AMOR Prisciliano

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No me gustan los chicos, no me ponen, qué quieres que te diga, tengo un puto problema. No soy bollera tampoco. Pero necesito amor, no soy de piedra, quiero amor. ÉL Soy un puto inútil, no sé tratar con ellas, me da pereza tratar de gustarles, soy un mierda y lo saben. ELLA Con 17 años todavía no me había liado con nadie, no me quedaba una sola amiga virgen. Me aterraba, sabía que era un bicho raro. Los compañeros de clase me miraban, los profesores, los vecinos, los obreros, los primos, los… ÉL Me pinto las uñas, me visto de cuero, me dejo el pelo largo. Los camareros me confunden con una chica. Me gusta. A algunas chicas también. Las más atrevidas se acercan, me hablan, incluso me sonríen. Pero algo sucede dentro de mí… Quiero decirle que la trataré bien, que la amaré siempre… Pero me enciendo un cigarro y me alejo, no me salen las palabras. ELLA Él era diferente, su aspecto era diferente, su forma de comuni45


carse era diferente. No era agresivo, no hablaba, apenas me miraba. Solo sonreía. Se sentaba a mi lado en una clase de relleno, en la que nadie hacíamos nada. Estar cerca de él me relajaba, me hacía sentir bien, como en los veranos de la infancia. ÉL Ella no exigía, no me forzaba, era preciosa. No hablaba, solo miraba. Empecé a buscar su cercanía en una clase de relleno. Llegaba antes y me sentaba al fondo asegurándome de tener un asiento libre junto al mío. No fallaba, venía junto a mí, sin preguntar. Olía a veranos de la infancia. ELLA El primer chico que me hizo sentir a gusto, no me provocaba la Angustia. No le debía nada, no sentía su instinto por tocarme, besarme, agarrarme. Era maravilloso, quizá la solución al Problema. Tenía que estar con él, conocerle más. Me acerqué a su oído para susurrarle por encima del jaleo de la clase. «¿Nos vemos después de clase?». Solo asintió, no hizo falta más. ÉL Por fin. POR FIN. Lo había conseguido. Una chica quería estar CONMIGO. Sin necesidad de interactuar, sin juegos, sin mentiras. Quería estar conmigo por lo que soy, no por lo que digo ser. Ella me entendía. La amaré siempre. ELLA La felicidad me inundaba, iría con él a las escaleritas detrás del instituto, donde mis amigas se enrollaban con los chicos. Pero yo 46


no tendría que hacerlo, la idea de besarle me repugnaba, podría simplemente ESTAR con él, mirarle, sentarnos juntos, sonreírnos, quizá hablásemos de nuestras cosas, quizá le hablase de mi Angustia, de mi Problema y él asentiría y me comprendería. ÉL Me iba a llevar a las escaleritas detrás del tuto, donde los tíos se enrollan con las tías. Estaba pletórico, yo no me enrollaría con ella, yo la amaría, la miraría a los ojos, la haría sentir feliz, cuidaría de ella. La abrazaría. ELLA Nos sentamos. Las miradas perdidas, la sonrisa en nuestros rostros. Aire fresco, sol, mariposas en el estómago ante las posibilidades que nos esperaban. Por fin alguien me comprendería, me amaría sin pedir nada a cambio. ÉL Nos sentamos. El pecho me palpitaba de los nervios. La sonrisa perenne. El mundo era un lugar precioso. Jamás me había sentido mejor. ELLA Una puta pesadilla. Otra vez. OTRA VEZ. Quería lo que quieren todos. Tocarme. Estábamos bien sentados, juntos, en silencio ¿Por qué no puede seguir siendo así? Sentí náuseas, sin verlo venir, cuando más confiada estaba, allí aparecieron sus asquerosas manos rodeando mi cuerpo, agarrándome, apretándome. Lo peor fue ver su cara, totalmente transformada, no había sonrisa, no había ojos azules. Solo aliento y nariz restregándose. Nauseas.

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ÉL Un infierno. El mundo es un infierno. Otra vez, el eterno temor hecho realidad. No quiere amor, solo quiere mentiras, juegos, guiños y putas mierdas. Ya no había olor a verano, solo un rostro lleno de asco y unos brazos que no abrazan, que apartan. COMO SIEMPRE. Nunca más. ELLA Corrí con todas mis fuerzas. Nunca tendría amor. Estaría sola toda mi vida. No pude aguantar, me paré a vomitar. Soltarlo todo, limpiarme. Cada vez que recordaba su cara volvía a hacerlo, pura bilis. Me quemaba la garganta. Me mareaba, me tumbé junto al vómito. ÉL Allí me quedé. Muy quieto. No podía mover un solo músculo. Quería llorar, sin conseguirlo. Me acurruqué en los escalones. Nunca podría amar. Nadie quiere mi amor. Soy una puta mierda despreciable. ELLA Allí estaba, esperándome. Debajo del arbusto, manchado de vómito. Un libro. ÉL Cuando abrí los ojos allí estaba, esperándome. Sentado a mi lado. Un anciano. Fumaba, tenía ojos azules y rostro sereno. Me miró sonriente, tenía algo que ofrecerme.

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ELLA Suma teológica de Santo Tomás de Aquino, era el título del libro. Aquella noche dormí acurrucada sobre él, aunque olía a vómito. Entre sollozos y lamentos caí en un sueño lleno de hombres manoseándome. ÉL Me pregunta por qué lloro. Por una chica, le digo. Le cuento todo, me escucha largo rato. No omito nada, mi ansia por dar amor, mi inutilidad para hablar con chicas… Saco toda la mierda. Quiero hablarte de alguien me dice, alguien que lo dio todo por amor. ELLA Me siento mejor. Llevo varios días leyendo a Santo Tomás, pero no entiendo nada. Lo que realmente me gusta es tenerlo entre mis manos. Es sorprendentemente suave, adoro echarme la siesta apretándolo contra mi pecho. ÉL «Un amor que solo se da, sin recibir nada a cambio». «Él murió por ti, porque te amaba a ti, personalmente». «Hay lugares donde puedes amar a las mujeres, a los hombres, a la Creación. Nunca amarás tanto como Él, pero puedes acercarte, puedes seguir “El Camino”». Estaba maravillado con lo que el viejo me contó, quería conocer esos lugares, quería conocerle a Él. ELLA 49


Hace un calor terrible, me tumbo en la cama, nadie en casa, en bragas. Pongo a la Velvet Underground. Me siento tan cómoda con mi libro… me lo pongo entre los muslos y dejo que el aire frío del ventilador me acaricie… ÉL Una paz increíble me rodea. Ya no pienso en las chicas del tuto. Tampoco hago caso a los profesores. Miro a todas las personas a mi alrededor, las siento dentro de mí, las amo sin tocarlas y sin hablarlas. El amor me rodea, sale de mi pecho, del mismo corazón, de las entrañas y de la mente. Nunca creí poder amar así… ELLA Una paz increíble me rodea. Nunca he tenido sensaciones así. Solo con Santo Tomás. Todos los días, varias veces al día. Lo meto entre mis piernas, me toca, me acaricia, me da calor, lubrico, escalofríos de placer. Por fin. Estoy enamorada. Me da orgasmos bestiales y luego leo sobre Dios y los ángeles, ni lo entiendo ni me importa, le quiero. AMO A SANTO TOMÁS DE AQUINO. ÉL Por fin amo y soy amado. Desde el convento Cristo me ama y yo le amo y unidos en un solo cuerpo amamos al mundo. AMO A JESÚS NAZARENO.

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IDEA Carmen Qué

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dea había tenido múltiples experiencias amorosas. Muchas de ellas habían sido intensas, inesperadas y pasionales. Algunas habían sido cortas y efímeras. Otras, casi imperceptibles, de un par de horas. Pero todas tenían algo en común: habían sido falsas. En general, había tenido suerte con sus parejas sentimentales. Ella sabía lo que buscaba y lo que esperaba de ellos. Conocía su personalidad, sus debilidades, sus comportamientos hacia ella y hacia otras personas, su forma de hablar, su forma de amar. Hubo una relación que estuvo más tiempo a su lado, un compañero que tardó mucho tiempo en olvidar. Aquel que siempre volvía a aparecer, en tardes lluviosas, en bares llenos de gente, en otras ciudades, años más tarde. Durante el tiempo que él estuvo presente, sus vivencias juntos fueron incontables. Reían, discutían, conversaban, se alejaban, se amaban de diferente manera y en diferente lugar. Idea sabía que él la quería, aunque a veces no la quería. La quería en el fondo, pero aquello no podía ser, por ser el amor que duele, la única forma de amor, la incomprensible, la que se abandona aún inacabada, la que no es real, la que es falsa. Cuando apareció por primera vez en su vida, Idea reconoció que era especial. Pero no fue hasta más tarde, cuando el inevitable tiempo de espera acabó, que todo empezó a suceder. Había rechazado breves conquistas solo por la posibilidad de que fueran un impedimento que la alejara de él. Había esquivado cualquier bache que le entorpeciera el camino. Hasta que una noche él dijo «Yo me quedo contigo» y ella dijo «Yo no me voy a ninguna parte». El amor de él era sereno y exquisito. El de ella, turbulento e 52


inseguro. No parecía haber aprendido nada de sus relaciones pasadas. Sufría cada partida, cada despertar, cada distancia. Había ocasiones en las que Idea no sabía cuándo iba a volver a verle. A veces no podía hacer que volviera. Sin embargo, otras, estaba durante días a su lado. Él pensaba en ella, pero la pensaba en silencio, sin alteraciones, sin extremos. Esta sutil forma de inteligencia la irritaba. Idea necesitaba mostrar sus constantes pensamientos hacia él. Necesitaba saber que él estaba, siempre, presente. Por las noches le faltaban brazos para abarcar su cuerpo de una sola vez y moldearlo junto al suyo, darle la forma de uno solo. La noche no era el sueño, era su boca, y era su amor en mí. Tras un tiempo de romance, percibió los beneficios del amor. Tenía una apariencia más risueña, relajada y amable. Normalmente de trato algo distante y taciturno, las personas a su alrededor notaron ese leve pero instantáneo cambio en su carácter. Idea siempre contestaba con evasivas a los interrogantes que ese cambio originaba. Ellos nunca podrían entenderlo y, aunque alguna vez barajó la posibilidad de hacerlo, nunca se decidía a explicarlo. ¿De qué manera aceptarían algo así? Nunca lo habían hecho. Su hermana, la persona más cercana, no dudó en preguntar acerca del reciente comportamiento de Idea. —Te veo bien últimamente. ¿Qué has estado haciendo? ¿Alguna novedad? —Sí, estoy bien. La verdad es que está todo bien ahora —contestó Idea. Tras unos segundos en silencio, se atrevió a continuar—. Estoy viendo a alguien. 53


Su hermana le dirigió una mirada inquieta y preocupada. Sospechaba que aquel fuera el motivo de ese estado de ánimo en las últimas semanas. —¿Otra vez? —contestó la hermana intentando rectificar en ese mismo momento.— Quiero decir que… ¿nos lo vas a presentar esta vez? Idea no pudo responder, solo la miró con desprecio e intentando mostrarse orgullosa. —Qué extraña forma del amor tienes —sentenció su hermana apoyando con abatimiento su cuerpo en una silla y añadiendo compasión a la preocupación anterior de su mirada. No. Nunca habían sido demasiado comprensivos con ella. A Idea le dio igual. Era feliz mientras pensaba en él. Solo ese hecho, su pensamiento, la idea, su imagen en mente eran suficientes para alejarla de cualquier tipo de sufrimiento y realidad. El mayor defecto de Idea, en su opinión, era su normalidad. Cuando la gente la había llegado a conocer, sospechaba que la razón por la que habían dejado de sentir interés por ella era esa normalidad que trataba de ocultar todo lo posible. Sin grandes pasiones o intereses, sus principales aspiraciones en la vida habían sido que la quisieran. Finalmente, se sentía querida y con él ya no se sentía tan normal. Las horas que pasaban juntos la hacían olvidarse de ella. De cómo había sido en el pasado. Porque con él, Idea no era ella, era otra persona, una persona cuya normalidad no la hizo enloquecer, cuyas obsesiones no la abstrajeron de la realidad, una persona falsa. Alguna vez él la había decepcionado. Como la vez que ella, por el comentario de un amigo en una cena, ató cabos y supo que le había mentido. Lo miró, desconcertada, sin creerlo. Él mantuvo su mirada, descubrió que ella lo sabía y lamentó profundamente 54


el error que había cometido. Le ocultó dónde había estado esa noche. Él, que siempre le había contado todo. Él, que nunca le había dado motivos para desconfiar, en ese momento estaba sin coartada. Idea salió del bar hacia aquella noche cálida de junio. Enfadada. Dolida. Él la siguió. Discutieron durante el camino a casa. Lo solucionaron. Porque siempre había una razón. Una explicación razonable que permitía que la situación volviera a ser la de antes o incluso mejor. Porque no podía ser que él la pudiera engañar o hacer daño o dejar de querer. Los errores o bajezas no podían venir de un hombre como aquel. Las debilidades humanas no cabían en esa relación. Porque esa relación era falsa, y como tal, perfecta. Esa noche él le dijo que la quería. Nunca antes un hombre se lo había dicho. E Idea lloró (¿de tristeza o alegría?). Lloró como si todo aquello fuera de verdad. Como si esa y todas las relaciones anteriores hubieran sido ciertas. Como si todo aquello no hubiera sido más que otro (muy real esta vez, pero otro al fin y al cabo) producto de su imaginación.

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MI LUCHA Baronesa Elsa von Rubio CAP I

O

tro día más. Otra tarde más. El mismo coñazo de siempre.

Acabo de decidir escribir mis miserias, a modo de terapia. No es algo que termine de convencerme, pero algo tenía que hacer. Mi nombre es Luna. Me he convertido en una persona completamente aburrida: de esas que se pasan el día tirada en la cama, mirando al techo y pensando absurdeces. Incluso mis amigos me han hecho saber lo inapetente que, a veces, resulta mi cara de haba, el arrastrar de mis piernas y mi tono de voz lánguido y apático. Suelen recordarme que esta no soy yo, que yo no era así. Pues ya ves, se equivocaron. Dejé los estudios porque no valía, no me daba la sesera. No me extraña que Dolores me dejase por aquella chica que estudiaba Matemáticas a la vez que trabajaba. Siempre me decía que no entendía cómo había llegado a superar el bachillerato. Yo tampoco lo entendía. En realidad, desde entonces hasta hoy, no he hecho nada que haya merecido la pena o haya tenido algún valor. Llevo metida en esta espiral de mierda demasiado tiempo. Me planteo si es que, quizás, no estaré loca. Si, para vivir en una planicie constante, incesante, en la que no encuentro altura interesante alguna, ni dentro ni fuera de mí, merece la pena seguir presente. En fin, hasta mi diálogo interno raya en lo absurdo por repetitivo. Empiezo a pasar una y otra vez, circularmente, por la misma idea. Joder, qué puto coñazo. A este paso, no creo que escribir vaya a tener ningún resultado. Definitivamente, necesito un pitillo. 56


CAP II Luna sale de casa, cabizbaja y pensativa, a comprar tabaco. No tiene intención ni ganas de socializarse, por lo que espera no encontrarse con nadie. Sin embargo, al atravesar la plaza se cruza con Juan, Pedro y Sol, tres amigos de la infancia con quienes sigue manteniendo contacto. Siempre han estado muy unidos, aunque en los tres últimos años su relación se ha visto algo deteriorada. Luna ya no les llama ni les busca; no hace por salir ni divertirse. Todo comenzó cuando empezó a salir con aquella chica, Dolores. A nadie le sorprendió que a Luna le atrajesen las chicas, de hecho, toda la banda estaba deseando que se lanzase al descubrimiento de la sexualidad lésbica. Tampoco a nadie le entusiasmó su nueva pareja. Era una chica muy mona, inteligente y, por lo general, agradable al trato. Pero en varias ocasiones habían observado en ella algunos comportamientos un tanto reprobables. Tenía tendencia a realizar comentarios jocosos sobre Luna y, cuando surgían temas controvertidos, Dolores alzaba la voz y gritaba a Luna, mostrando el rechazo hacia las ideas de su compañera mediante una fuerza y agresividad socialmente aceptables, pero emocionalmente dañinas. Para nadie pasó desapercibido el hecho de que Luna, tan impulsiva, emocional y ansiosa por experimentar nuevas sensaciones, se dejase llevar por aquel mar de ajetreadas tempestades, a la par que se recluía en el más profundo y extenso océano de soledad. No obstante, nunca comprendieron ese cambio tan radical en su personalidad, pendular, de la hiperactividad a la inmovilidad. En el último año, y desde que Dolores se había marchado de su vida, se había dejado caer con mayor asiduidad por el parque. Era una tipeja tan extraña como curiosa, y siempre lo había sido, incluso a los ojos de su banda. En cualquier caso, todos la echaban de menos. Ciertamente Luna hizo poco más que saludar, intercambiar tres 57


palabras y continuar su camino. No era el mejor día para conversar con la banda. Quería su tabaco, así que anduvo hacia el Relámpago, un bar de viejos en el que ponían una caña doble con las tapas más grasientas y económicas del barrio. Mientras andaba, de repente, pasó por su mirada la imagen de una misteriosa chica, rodeada por una luz espectral que, por algún motivo desconcertante, le produjo una sensación similar a la que genera el acto del harakiri: una especie de orgullo amansado con valentía y miedo simultáneos se abalanzó sobre ella. Aunque sin comprenderlo todavía, aquella mujer, con su interesante apariencia, a la vez intelectual, atractiva, oculta, intensa… totalmente desconocida y atrayente, había conseguido dejar una estela aúrea que marcaría sus siguientes pasos. CAP III Me siento convulsa, pasmada, triste y excitada. De repente me pongo a pensar en el devenir de mi corta existencia y… siento la ruina en mis entrañas. Luego pienso que me podría ir peor y me río, porque prefiero no pensar en esa posibilidad. Necesito hacer cosas, cosas útiles, pero no encuentro cuáles podrían ser... Ayer cuando salí a por tabaco me encontré con Sol, Pedro y Juan, pero no me apetecía mucho hablar. Seguía mascullando sinsentidos aleatorios, así que me habría sido imposible concentrarme en una conversación estructurada. Por suerte… Resulta que me encaminé hacia el Relámpago cuando, inesperadamente, tuve una sensación extrañísima al cruzarme con una chica de, aproximadamente, mi edad. Llevaba, como mínimo desde lo mío con Dolores, sin fijarme en mujer alguna. Nada. Ni tetas, ni culos, ni caras fabulosas, ni sonrisas profident. Tampoco había cruzado palabra con mucha gente, así que mi periodo de absoluta sequía tampoco se me antojó extraño. El caso es que al verla, a ella, me sentí presa de una sensación de contrariedad enormemente sobrecogedora. Me quedé muda ante 58


tanto esplendor externo y tanta frustración en mi interior. Me quedé paralizada ante sus movimientos gráciles y perturbada ante mi pasmosa inmovilidad. Vi las dos caras de la misma moneda y, con ellas, el contraste de mi desasosiego reflejado en su absoluta serenidad. Dios mío, me siento enloquecer al relatar mis propias sensaciones… ¡Cuánta extravagancia! ...Tengo una especie de laguna... no muy extensa. Solo sé que inmediatamente después de despertar, fumar se tornó la necesidad más imperiosa de todo mi ser. Así que seguí caminando, enmi-mismada, en dirección al Relámpago en busca de mi preciado Lucky. Cuando llegué, esperándome con su habitual sonrisa angelical de madre, estaba la Toñi. Una mujer encantadora. ¡Hola, Toñi! Oye, por favor, ¿me enchufas la máquina?, le dije , y, acto seguido, al girarme para echar las monedas, su presencia me golpeó en la cara como un jarro de agua fría. Justo detrás de la máquina de tabaco estaba ella, la chica que me había cruzado minutos antes, la diosa de mis demonios, el pesar de todos mis anhelos. ¡Piensa! Maldita sea, me dije, dile algo ingenioso. Afortunadamente, gracias a su desparpajo primigenio, y desde luego no a mi locuacidad, me enteré de que se llamaba Luz… ¡Coño! ¡Tenía que llamarse Luz! Resultó ser una chica increíble. Había pasado por relaciones tortuosas en el pasado, como yo. Y tampoco contaba con un millar de papeles que acreditasen su especializada formación. Como yo. Sin embargo, es una tía cultivadísima: lee muchísimo, de temas muy variados; toca el piano; tiene una memoria prodigiosa; y se expresa con una exactitud y una subjetividad que, en conjunto, resultan excitantes y extraordinarias. No tiene trabajo fijo, pero a diferencia de mi, emplea el tiempo en cosas productivas. CAP IV La conocí una mañana de otoño, debía ser sábado o domingo. Tenía una expresión un tanto afligida cuando me la crucé —no pude evitar 59


fijarme—, pero cuando entró en el bar la curiosidad penetrante de su mirada me encandiló al instante. Allí se encontraba, vacilante. No quería ni acercarse, así que le dije que me sonaba su cara. El mítico truco. Y ¡PIM, PAM! En dos minutos la tenía hablando por los codos. Pobre chica, tenía los ánimos rotos. Por otra parte… me enamoré directa y perdidamente de ella. ¿Por qué? No lo sé. Quizá fuese una combinación de su idealismo pesimista, su motivación constantemente frustrada por sí misma, sus diversas y curiosas habilidades artísticas e intelectuales, su pasmosamente convulso estado de ánimo; su constante contradicción. Me recordaba, cómo no, a mí misma en mi peor época. Mucho potencial y poca confianza en poder usarlo. Pero no solo era su potencial. Era todo lo que llegué a conocer con ella. Conversaciones interminables sobre la razón, el sentido o la dirección de la existencia; argumentaciones obsesivas sobre la lógica del ser y el no-ser; el ser en esencia, el crear o modificar tu propio yo… la infinitud del Universo, la inevitabilidad, la inalcanzabilidad de la verdad. ¿Y el sexo? ¡Santa Madonna! Se notaba que anteriormente no había establecido una base sólida sobre la que experimentar. En cuanto comenzó a coger confianza descubrí en ella un diamante en bruto: enérgico, recio y divinamente abrumador. La vida, con ella, era un sueño. CAP V El único problema de Luna era su percepción distorsionada de sí misma. Había acabado por aceptar que era todo aquello que su exnovia había proyectado sobre ella. Que no era válida ni sensible a la hora de dar consejos, que era una egoísta, que su banda no la tenía en cuenta debido a su actitud infantil... Todos aquellos miedos e inseguridades fueron el fruto de una semilla que Luna no había plantado, pero que no paró de regar desde que habían aparecido las primeras hojas. Por suerte, Luna empezó a regar otras semillas que sí había plantado, como la relación con Luz que, a cada 60


día que pasaba, se tornaba más intensa, más robusta, más sana. Los días pasaron. Luz y Luna se había vuelto inseparables e inseparables salían siempre que podían con la banda. Nadie daba crédito al panorama: ¿habían abducido a Luna y habían puesto a un ser extraordinariamente seductor en su lugar? Era inimaginable para ellos, aunque previsiblemente pendular, el cambio exponencial que Luna había experimentado desde el día en que su estómago reventó de forzoso deseo. Renacía ante ellos la Luna con la que habían crecido: la que se zambullía en conversaciones eternas hasta el delirio y se acostaba cuando amanecía; la que estrujaba las horas afanada en el recreo de su ingenio; la que tenía el objetivo de gozar del camino... Estaba claro que Luz había marcado un punto de inflexión en su vida. CAP VI Hace semanas, meses, que dejé de escribir. Tampoco lo he echado en falta. Pero… releyendo mis propias palabras entiendo más claramente alguna parte de mi ser. En la última temporada he disfrutado de los días más felices de mi vida. Luz, reflejo y resplandor de mi inconsciente, me hizo despertar del letargo en el que me había dejado abandonar. Me enamoré perdidamente, por necesidad, día y noche. El amor lo fue todo y ahora soy puro amor. Me enamoré de los desvelos, de las ansias de saber y no poder conocer. Me enamoré de su energía y de su amor por la vida. Me enamoré de mi desidia y de la apatía que me son características. Me enamoré y aprendí quién era, de dónde venía. Recuerdo nuestra última noche juntas. Había preparado una cena deliciosa con su plato favorito. Sonaba Billy Holiday de fondo, suave; la luz, tenue. Era una noche espléndida, de luna llena mecida por una suave y refrescante brisa primaveral. Tras la cena, comenzamos a besarnos y a acariciarnos apasionadamente, casi brutalmente, como nunca antes lo habíamos hecho. Mis manos recorrieron todo su cuerpo, visualizando 61


e intentando memorizar con los ojos cerrados cada una de las sensaciones y los recovecos de su figura. Presentía el cataclismo. El ambiente se fue cargando de intensidad y el espacio de movimiento. La temperatura de mis manos aumentó cinco grados, la de mi vagina, unos quince. Mis pechos se balanceaban al ritmo con el que empujan las olas. La electricidad de cada contacto certero, piel con piel, ascendía y descendía plácidamente por cada gota de agua, por cada célula, por cada una de mis neuronas. De súbito, la excitación contenida en los sentidos estalló y se propagó desde mi clítoris, atravesando mi columna vertebral, llegando hasta el fin de los tiempos. Instantes después, ella se marchó. No puedo explicar cómo ocurrió, aunque fui perfectamente consciente de lo que había pasado. Luz había conseguido colmar los cráteres menguados por el dolor y alumbrar la cara oculta de mi propia vida. Luz se marchó para quedarse siempre a mi lado, regalándome su aliento y robándome la mediocridad. Fue en aquel momento, de placer y extraña lucidez, cuando comprendí que el ser desdichado que había llegado a tocar fondo acababa de morir por amor. Gané la batalla al comprender que si existía el amor verdadero, solo era posible gracias a mí. Nunca volveré a ser una luna menguada, porque nunca dejaré de ser Luz de Luna.

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