4 minute read

Transformar el amor en acción

Transformar el

ISTOCK.COM/PEOPLEIMAGES

Por Alberto Valenzuela

Poco después de que Cristo ascendió de la Tierra al cielo, dejando atrás a un pequeño pero creciente rebaño de creyentes, el ex impetuoso discípulo Pedro viajó por la región, animando y promoviendo a la incipiente iglesia cristiana.

Un día, mientras visitaba la ciudad de Lida, algunos visitantes de la cercana Jope se presentaron con una solicitud urgente. Uno de los miembros de la iglesia había fallecido y la congregación necesitaba consuelo. «Por favor, ven pronto» le instaron. La historia se encuentra en el noveno capítulo de

Hechos.

Esa es la marca de alguien que ama tanto que no puede evitar servir a los demás, especialmente a aquellos que están marginados, abandonados o en peligro.

en acción

Pedro fue con sus visitantes a la ciudad costera y se apresuró a una casa llena de mucha tristeza y llanto. Fue conducido a una habitación en una planta alta donde yacía una mujer llamada Tabita (en griego, se llamaba Dorcas), su cuerpo lavado y preparado para el sepulcro.

Al parecer Dorcas no era una ciudadana y miembro de la iglesia ordinaria. Los dolientes le mostraron a Pedro las túnicas y otras prendas que había hecho específicamente para las personas necesitadas. Se le dijo repetidamente que esa mujer siempre «se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres» (Hechos 9:36, NVI).

Lo que los dolientes esperaban que Pedro hiciese era proporcionar unas palabras de muy necesarias de consolación. Lo que hizo fue algo muy diferente.

Después de enviar a todos fuera de la habitación, se puso de rodillas y oró. Luego se volvió hacia la mujer muerta y dijo: «Tabita, levántate» (versículo 40). Y se levantó.

Creo que es seguro decir que las lágrimas de

dolor se convirtieron en lágrimas de alegría ese día en Jopa.

Un historial de servicio

En 1879, la joven y creciente Iglesia Adventista del Séptimo Día estaba buscando un nombre para su programa de asistencia comunitaria recién creado. El nombre tenía que proyectar el concepto de servicio a los demás. Tenía que sugerir una profunda pasión por los pobres y los necesitados. Decidieron llamarle «Sociedad de Dorcas» en honor a la mujer que siempre estuvo haciendo el bien. Algunos que están leyendo esto pueden recordar haber donado ropa a Dorcas y, tal vez, ayudar en años pasados.

Para seguir sirviendo a los demás y llegar más allá de los cuatro muros de nuestras iglesias e instituciones, finalmente se decidió llegar a un nombre que sería más descriptivo de su trabajo: Adventist Community Services (ACS). ACS ha sido tan activo a nivel nacional que algunos de sus líderes han sido reconocidos por FEMA y llamados a ayudar en la respuesta ante desastres.

Lo que diferenciaba a la Dorcas original de otros miembros de iglesia de su tiempo —y se refleja en el hecho de que a un programa de asistencia comunitaria se le dio su nombre— fue su disposición y profunda pasión por servir, por mejorar vidas, por llevar esperanza a su comunidad. Era una «líder del amor». Convirtió el amor en acción. Con cada puntada que cosía, cada prenda que reparaba, cada vida que tocaba, aplicaba el liderazgo en su forma más pura. Su primera respuesta a una necesidad fue el servicio.

Hoy en día, vemos esa calidad en los socorristas de todo el mundo. Esos hombres y mujeres no se quedan hablando entre ellos: «Esto se ve mal». «Qué pena que esto haya pasado». «Ojalá supiera qué hacer». ¡No! Ponen manos a la obra, ansiosos por aplicar lo que han aprendido sobre como salvar vidas. Los socorristas actúan. Está en su entrenamiento, en su pasión, en su instinto. Al igual que la Dorcas de antaño, ponen en acción el amor de Dios, sirviendo hasta el sacrificio.

Aplicar el amor de Dios

Este es el punto: La única razón por la que sabemos acerca de Dorcas es porque la Biblia comparte su increíble historia. Estoy seguro de que hubo muchos, muchos otros como ella, no solo en la iglesia cristiana primitiva, sino a través de los siglos a medida que el cristianismo se expandió.

Sin duda hay hombres y mujeres, niños y niñas, que han representado el amor de Dios sin siquiera saber nada de Él. Han amado y servido simplemente porque se preocupaban por los demás. Los cristianos no tienen los derechos de autor sobre el amor y el servicio. Solo identifican ansiosamente la fuente de su motivación.

Esa es también la marca de un verdadero líder. Esa es la marca de alguien que tiene tanto amor que no puede evitar servir a los demás, especialmente a aquellos que están marginados, abandonados o en peligro. Los verdaderos líderes están prestos a servir. Está en la descripción de su trabajo. Es parte de lo que son.

Me gusta imaginar que escucho las palabras de Pedro resonando en nuestras iglesias y congregaciones. Escucho decir aquellos cuyo testimonio espiritual está muerto: «¡Amigo, levántate!»

Qué oportunidad tenemos de ser parte de un proceso que convierte las lágrimas de dolor en lágrimas de gozo. Lo único que se necesita es un poco de amor, un poco de servicio y un poco de liderazgo donde más se necesita.

______________________________________ Alberto Valenzuela es el director asociado de comunicación y participación comunitaria de la Pacific Union Conference y editor del Recorder.

This article is from: