Planteamientos éticos ilustrados.Del emotivismo ético al formalismo moral

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PLANTEAMIENTOS ÉTICOS ILUSTRADOS: DEL EMOTIVISMO ÉTICO AL FORMALISMO MORAL

1.

El EMOTIVISMO ÉTICO DE HUME 

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“También en lo que se refiere a la ética y la moral, Hume se reveló contra el pensamiento racionalista. Los racionalistas habían opinado que es inherente a la razón del hombre el saber distinguir entre el bien y el mal. Esta idea del llamado derecho natural está presente en muchos filósofos desde Sócrates hasta Locke. Pero, según Hume, no es la razón la que decide lo que decimos y lo que hacemos. ¿Entonces qué es? Son nuestro sentimientos. Si te decides a ayudar a alguien necesitado de ayuda, son tus sentimientos, no tu razón, la que te pone en marcha. ¿Y si no me da la gana de ayudar? También en ese caso son tus sentimientos los que deciden. No es ni sensato ni insensato no ayudar a alguien que necesita ayuda, pero puede ser vil. Pero en algún sitio haber un límite. Todo el mundo sabe que no está bien matar a una persona. Según Hume todo el mundo tiene cierto sentimiento hacia el bien e los demás. Tenemos la capacidad de mostrar compasión. Pero todo esto no tiene nada que ver con la razón. No sé si estoy de acuerdo con eso. No resulta siempre irrazonable quitar de en medio a una determinada persona, Sofía. Si uno desea conseguir algo, puede resultar incluso bastante útil. ¡Por favor! ¡Protesto! Entonces intenta explicar por qué no se debe matar a una persona molesta. También el otro ama la vida. Por eso no puedes matarle. ¿Es esa una prueba lógica? No lo sé. Partiendo de una frase descriptiva, “también el otro ama la vida”, has llegado a lo que llamamos una frase normativa, “por eso no debes matarlo”. En un sentido racional esto es un disparate. Podrías igualmente decir “hay mucha gente que comete fraude fiscal, por eso yo también debo cometer fraude fiscal”. Hume señaló que nunca se debe partir de frases de “es” para llegar a frases de “debe”. Y sin embargo esto es muy corriente, sobre todo en artículos periodísticos, programas de partidos políticos y discursos parlamentarios. (Sigue en la página 118)

En general, podemos decir que un código moral es un conjunto de juicios a través de los cuáles se expresa la aprobación o reprobación de ciertas conductas y actitudes: así, aprobamos la generosidad y la benevolencia, y reprobamos el crimen y la opresión. La mayoría de los filósofos que se han ocupado de la moral se han preguntado por el origen y fundamento de estos juicios morales. ¿En qué se funda nuestra aprobación de la benevolencia, por ejemplo, y nuestra reprobación o rechazo del crimen y la opresión? Una respuesta a esta pregunta, extendida desde los griegos, es que la distinción entre lo bueno y lo malo se basa en la razón: ésta puede conocer el orden natural y, a partir de este conocimiento, determinar qué conductas o actitudes son acordes con el mismo; el conocimiento de la concordancia o discordancia de la conducta humana con el orden natural es, pues, el fundamento de los juicios morales.

Frente a los que consideran a la razón la responsable de nuestras acciones y decisiones, Hume sostiene que ésta no es la guía de nuestra vida, tampoco en el terreno moral. Es cierto que reflexionamos antes de tomar una decisión, que no actuamos a tontas y a locas, pero es más cierto que nunca la consideración intelectual de algo nos llevará, por sí sola, a actuar en consecuencia:


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(Viene de la página anterior)

 ¿Quieres que te ponga un ejemplo?  Me encantaría.  “Cada vez hay más gente que desea viajar en avión. Por eso deben construirse más aeropuertos.” ¿Te parece sostenible esta conclusión?  No, es una tontería. También debemos pensar en el medio ambiente. Yo pienso que deberíamos construir más tramos de ferrocarril.  O se dice: “La explotación de nuevos campos petrolíferos aumentará el nivel de vida del país en un 10%. Por eso debemos desarrollar cuanto antes nuevos campos petrolíferos”.  Tonterías. También en ese tema tenemos que pensar en el medio ambiente. Además el nivel e vida noruego es lo suficientemente alto.  A veces se dice que “esta ley ha sido aprobada por el Parlamento, por eso todos los ciudadanos deben cumplirla”. Pero muchas veces seguir tales “leyes aprobadas” va en contra de las convicciones más íntimas de una persona.  Entiendo.  Hemos señalado que no podemos demostrar con la razón cómo debemos actuar. Actuar responsablemente no equivale a agudizar la razón, sino agudizar los sentimientos que uno tiene hacia los demás. “No va en contra de la razón el preferir la destrucción del mundo entero a tener un rasguño en un dedo”, dijo Hume.  Qué postulado más odioso.  Quizás resulte aún más siniestro confundir los conceptos. Sabes que los nazis mataron a millones de judíos. Dirías que algo anduvo mal en la razón de esa gente o en sus emociones.  Ante todo en sus sentimientos.  Muchos de ellos también tenían la cabeza muy despejada, lo que demuestra que, en muchos casos, puede haber un cálculo tremendamente frío detrás de decisiones crueles e insensibles. Después de la guerra, muchos nazis fueron condenados, pero no porque hubieran sido “irracionales”, sino porque habían sido “crueles”. De hecho, sucede que se absuelve a gente que no ha tenido la mente despejada en el momento de cometer un crimen. Entonces se dice que han actuado en u momento de “enajenación mental”. Nunca se absuelve a alguien por haber carecido de sentimientos.  ¡Faltaría más!  Tampoco hace falta ir a los ejemplos más grotescos. Si una catástrofe natural como una inundación, por ejemplo, provoca que mucha gente necesite ayuda, son los sentimientos los que deciden si vamos a acudir o no. Si hubiéramos sido insensibles, dejando la decisión a la “fría razón”, quizás habríamos pensado que convendría que murieran unos cuantos millones de personas en un mundo que está amenazado de sobrepoblación.  Es terrible que alguien pueda pensar así.  No es tu razón la que se enfada.  Basta. Jostein Gaarder. El Mundo de Sofía. Siruela, 1994

“Toma una acción cualquiera – escribe Hume – considerada como viciosa, un asesinato voluntario, por ejemplo. Examínalo desde todos los puntos de vista y mira a ver si puedes encontrar un hecho, una existencia real que corresponda a lo que denominas vicio. En cualquier modo que lo tomes encontrarás sólo ciertas pasiones. Motivos, voliciones y pensamientos. No hay ningún hecho más en este caso. El vicio no aparecerá por ninguna parte. No lo encontrará nunca hasta que dirijas tu reflexión tu propio corazón y encuentres un sentimiento de reprobación, que brota en ti mismo, respecto de tal acción. He aquí un hecho, pero un hecho que brota del sentimiento, no de la razón. Está en ti mismo, no en el objeto” (Tratado III, 1, 1)

El sentimiento y la moralidad El párrafo que acabamos de citar muestra la aportación de Hume a la filosofía moral: nuestras acciones, decisiones y valoraciones están en última instancia motivadas por los sentimientos de atracción y repulsión que producen en nosotros ciertos comportamientos. Así, bueno será aquello que produce placer y malo lo que provoca dolor. Según Hume, buscamos y apreciamos lo que nos causa placer y aborrecemos y rechazamos lo que nos causa dolor.

Al situar los sentimientos de placer y dolor en la base del comportamiento moral, Hume no está trazando las directrices de una teoría egoísta. Para Hume, tan natural como sentir atracción por lo placentero y repulsión por lo doloroso es la inclinación a sentir, participar y revivir las emociones de los demás. Dicho con otras palabras, la simpatía es propia de la especie humana, hasta el punto de hacer naturales los sentimientos de compasión y solidaridad ante las desgracias ajenas o de alegría y felicidad ante sus éxitos. Así, la justicia, la amabilidad o la benevolencia son actitudes que me gustan aunque de ellas no obtenga directamente un beneficio personal, mientras que la crueldad o la injusticia provocan mi rechazo aunque directamente no me afecten. En este contexto cobra especial importancia el papel de la educación: una instrucción adecuada encarrilará los sentimientos naturales de aprobación y rechazo hacia la consecución de fines altruistas, haciéndonos ver que el placer y la felicidad que afectan al máximo número de personas complace tanto como el propio provecho; dicho de otra manera, que éste no es realmente posible sin aquéllos. La ética de Hume es, en este


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral sentido, una ética utilitarista que concibe como bueno o deseable lo que proporciona placer y es útil a la mayoría

2. EL FORMALISMO MORAL DE KANT En la “Crítica de la razón pura” (ver unidad nº 9) Kant ha respondido a la pregunta: “¿Qué puedo conocer? Sin embargo, el ser humano no sólo utiliza su razón para conocer la realidad (uso teórico de la razón), sino que, por encima de todo, trata de ponerla al servicio de la orientación y guía de su comportamiento (uso práctico de la razón). La “razón pura” se convierte, pues, en “razón práctica” cuando se ocupa de dirigir la propia voluntad. Por tanto, aún quedan por resolver dos interrogantes directamente relacionados con nuestros intereses prácticos: “¿Qué debo hacer?” y “¿Qué puedo esperar si hago lo que debo”?. Kant dedicará a la resolución de las cuestiones anteriormente señaladas dos obras emblemáticas: la “Crítica de la razón práctica” y la “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”.

En la imagen, Moisés recibe los Diez Mandamientos, de Ghiberti (puerta del Baptisterio, Florencia). Para Kant todos los sistemas morales que la Historia nos ha legado tienen un carácter material que los hace rechazables. Sus normas y valores no son apropiados para un individuo libre.

Muy a menudo se destaca la importancia de la filosofía kantiana en la comprensión y fundamentación del conocimiento humano y se olvida, en cambio, que quizás la mayor aportación del filósofo alemán reside en sus investigaciones sobre la moralidad: “He aprendido que la ciencia en sí es inútil si no sirve para que se valore la humanidad”, dejó escrito Kant y con ello quiso decir que la ciencia y el conocimiento no son nada si no contribuyen a hacer más humano y racional nuestro comportamiento, algo que para él siempre fue sinónimo de libertad y autonomía.

Con Kant se produce la separación definitiva de la moralidad respecto a la religión (es bueno, y por tanto el deber de todo hombre, obedecer la ley de Dios y malo desobedecerla) y a la Antropología (es bueno, y por tanto el deber de todo hombre, realizar todo aquello que resulte adecuado a la naturaleza humana y malo lo que es contrario a ella). Para Kant, es la razón la que tiene que determinar a priori los principios que hacen de la conducta humana una conducta moralmente buena, o sea, libre. Precisamente por no estar condicionados por nada ajeno a la razón, tendrán una validez universal. De este modo, Kant reduce la acción moral y libre a acción racional, determinada por la razón.

Las éticas materiales Responder a la pregunta “¿Qué debo hacer?” ha sido siempre el objetivo de la ética o filosofía moral, dado que el máximo interés de los seres humanos ha sido y será orientar nuestro pensamiento a la acción correcta y adecuada, capaz de garantizarnos una vida plena y satisfactoria. Kant, antes de dar su propia respuesta, somete a un análisis crítico las aportaciones de sus antecesores. Cuando analiza las éticas anteriores, Kant llega a la conclusión de que, a pesar de la enorme variedad de sistemas de normas y valores que nos ha legado la historia, todos ellas tienen algo en común: se trata de éticas materiales. Veamos en qué consisten.


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Las éticas materiales son aquéllas en las que la bondad o maldad de las acciones humanas depende de lo que se considere bien supremo para el ser humano. Por ejemplo: Si se considera que el bien supremo es el placer, se juzgará como bueno cualquier comportamiento que reporte placer y malo el que cause dolor; si se considera que el bien supremo es Dios, se juzgará como bueno el comportamiento que agrade a Dios y como malo el que lo ofenda

2.

Sus preceptos o normas morales son instrucciones precisas para alcanzar lo que se considera bien supremo. En otras palabras, son medios para conseguir un fin determinado. Por ejemplo:  “Si quieres obtener una vida placentera, no te metas en política” (Epicuro).  “Si quieres vivir eternamente con Dios, adulterio”.

3.

no cometas

Por tanto, se llaman éticas materiales todas aquéllas que:  Tienen un contenido (ejemplos: El placer para los epicúreos; la vida natural para los cínicos; la vida eterna para los cristianos...).  Tienen unas normas (ejemplo: los diez mandamientos para los cristianos)

Busto del filoso griego Epicuro

Kant rechaza las éticas materiales por tres motivos:

1.

Tanto su contenido como sus normas están basados en la experiencia (son a posteriori). Por Ejemplos: El placer es el fin de las acciones humanas porque la experiencia demuestra que todo ser humano, como cualquier ser vivo, busca el placer y huye del dolor. La política, según nuestra experiencia, es fuente de disgustos. Pero la experiencia no es fuente de seguridad: ¿quién me asegura que, por ejemplo, no haya alguien que pueda sentirse atraído por el dolor?. Una ética racional debe estar constituida por principios universales y necesarios, y estos no pueden derivar de la experiencia (serán a priori).

2.

Sus normas sólo valen como instrucciones precisas para alcanzar un determinado fin (son hipotéticas). Ejemplo: “Si quieres entrar en el Reino de los Cielos, cumple los Diez Mandamientos” Pero ese fin no tiene por qué ser compartido por todas las personas. Sólo cumplirán el precepto aquéllas que estén interesadas en vivir eternamente en el paraíso , con lo cual los preceptos contenidos en los Diez Mandamientos no pueden ser universales. Para Kant, una ética racional debe estar constituida por imperativos (preceptos) no hipotéticos y, por tanto, universalmente válidos para toda persona y en cualquier circunstancia.

3.

Reciben su contenido de instancias ajenas a la razón (son heterónomas), porque nuestra voluntad se halla en ellas determinada por principios que no provienen de la razón propiamente dicha, sino de alguna instancia ajena a ella. Las éticas materiales justifican sus preceptos en función de una serie de fines impuestos bien por la naturaleza (el placer, la felicidad..), bien por seres sobrenaturales (la vida eterna), bien por intereses personales que nada tienen que ver con la razón (la perfección, la salud...).


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral Para Kant, una ética racional no reconoce más autoridad que la de la razón. Por tanto, no puede ser heterónoma.

Las anteriores características hacen ser a las éticas materiales inadecuadas para un individuo que pretende ser autónomo y libre. Para Kant, una ética para “mayores de edad” – no para niños que siguen a ciegas las directrices de sus tutores – ha de ser universal (válida para cualquier persona con independencia de sus intereses) y autónoma (basada en nuestra capacidad para darnos una norma racional de comportamiento desinteresada y auténtica). Estas dos propiedades sólo las posee una ética formal.

La ética formal de kant: el imperativo categórico

Kant considera éticas formales aquellas que carecen de contenido, es decir, las que no nos dicen qué debemos hacer, sino que sólo nos indican cómo debemos actuar. La ética kantiana tiene esta característica.

En la foto, Ramón Sanpedro, el tetrapléjico que solicitó a los tribunales la concesión de la eutanasia. Ante dilemas como este, la ética de Kant no dice qué es lo que debemos hacer sino cómo debemos comportarnos: exigiendo para a los demás sólo lo que seríamos capaces de admitir para nosotros mismos.

Ya que la ética formal kantiana no nos dice qué debemos hacer (porque carece de contenido); si no propone ningún fin o bien supremo para las acciones humanas, no contendrá normas o mandamientos hipotéticos sino un criterio racional o ley que obligue y exija su cumplimiento sin excepciones ni condiciones. Este criterio es expresado por Kant en el famoso imperativo categórico, la única ley moral que emana de la razón. De las tres formulaciones que ofrece Kant del imperativo categórico, ésta es la más conocida:

“Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, en ley universal de la Naturaleza” Observa que este imperativo no nos dice qué debemos hacer en cada caso (drogarnos o no, abortar o no, condenar a muerte a alguien o no, ir vírgenes al matrimonio o no, clonar humanos o no...), sino que establece la forma universal para que una simple máxima de comportamiento pueda convertirse en verdadera norma moral (válida para todos y en cualquier circunstancia): querer sinceramente y sin contradicciones que dicha máxima obligara a todo el mundo a hacer lo que yo. Por ejemplo, una chica embarazada piensa si debe abortar o no. Desde la perspectiva de Kant, cualquiera de las dos decisiones sería acertada si la chica ha aceptado que al tomarla la convierte en una ley de obligado cumplimiento para todas las mujeres, incluidas sus futuras hijas, sus amigas o su propia madre. La ley moral que Kant descubre recoge una antigua consideración de la moralidad: creer que la acción correcta es aquella que estaríamos dispuestos a exigir a todo el mundo. Kant formuló el imperativo categórico de otra manera que todavía encaja mejor con su preocupación:«Trata a todo ser humano no como un medio, sino como un fin en sí mismo ». Como dice Emilio Lledó (Historia de la Filosofía. Editorial Santillana), esta fórmula vale tanto para ti como para los demás. Respecto de ti dice que no pierdas nunca de vista que tú debes seguir siendo el soberano de tu vida, que nadie debe utilizarte, que nada (por muy excelente que sea) debe esclavizarte. Respecto a los demás, el imperativo te dice que no debes convertirlos en instrumentos para satisfacer tus deseos, sino que debes


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral considerarlos como seres con dignidad propia y poder sobre su vida entera. Aplica la enseñanza de Kant a tus padres, a tus amigos, a tus profesores...¡a ver que resulta!

El deber Actuar tratando a los demás (y a nosotros mismos) como fines y no como instrumentos significa actuar desinteresadamente, es decir, por respeto y amor al deber. Cuando alguien actúa por puro respeto al deber (no a los intereses propios o ajenos, no a los deseos personales o de otros), está haciendo algo más que cumplir con una norma “legal” (externa); está actuando moralmente (racionalmente) y, al hacerlo, demuestra su categoría humana. En relación con el deber, Kant distingue tres tipos de acciones: 

Contrarias al deber. Son aquéllas realizadas sin que puedan ser queridas, sin contradicciones, como normas universales. Por ejemplo: Torturar a un semejante.

Para Kant, obrar por puro respeto al deber es mucho más que cumplir con las normas legales: es actuar desinteresadamente, sin poner la vista en premios o en castigos.

Conformes al deber. Son aquéllas realizadas, en el fondo, por otros móviles ajenos al puro deber pero que coinciden con él. Por ejemplo: No torturar a un semejante por miedo al castigo de la justicia o por compasión.

Por puro deber. Por ejemplo: No torturar a un semejante porque no puedo querer, sin contradicciones, que tal norma se torne ley universal, independientemente de que la tortura esté premiada (desgraciadamente lo ha estado en muchas ocasiones y aún lo está) o castigada.

De este modo, las acciones buenas no son aquéllas simplemente conformes al deber, sino las que además son realizadas por puro deber, exclusivamente por respeto a la ley moral que emana de la razón. Son estas últimas las acciones que identifican a un ser racional y libre. Su valor moral no radica en el fin perseguido ni en los medios utilizados, sino en la intención. Cualquier cosa hecha por el único motivo de cumplir con lo que uno cree que es su deber – y será mi deber sólo el que pueda ser el deber de todos –, será una acción promovida por una buena voluntad. Y, según Kant, no hay nada bueno en el mundo, sin condiciones, sin restricciones, sin paliativos, más que una buena voluntad.

3. LOS POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA. Como se desprende de la lectura de los apartados anteriores, para Kant actuar por respeto al deber es sinónimo de virtud, la cual – y sólo ella – es merecedora de la felicidad. Kant no rechaza, pues, la felicidad. Incluso señala que la virtud unida a la felicidad es el supremo bien del ser humano. Lo único que rechaza es que la felicidad pueda ser el móvil de la buena voluntad. Sin embargo, ni la virtud ni la felicidad están a nuestro inmediato alcance: No es fácil cumplir con el deber cuando se tienen deseos. Por otro lado, cumplir con el deber casi nunca proporciona felicidad (la prueba es que, casi siempre, “el malo” se lleva la pasta, la chica y los aplausos).


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral Este planteamiento lleva a Kant a afirmar que la moralidad sólo tiene sentido si se postulan (se dan por hechas aunque no se posible demostrarlas) tres cosas: 

Que somos libres. Si no pudiésemos escoger entre nuestros deseos y nuestro deber, si irremediablemente estuviésemos condicionados por nuestras inclinaciones e intereses egoístas, ¿qué sentido tendría hablar de la virtud? Por mucho que resulte indemostrable que algo en el universo sea realmente libre, es necesario presuponerlo si queremos justificar el comportamiento moral.

Que tenemos un alma inmortal. Resulta evidente que el comportamiento Según Kant, la libertad es algo indemostrable. Sin embargo, debemos correcto pocas veces se ve postular su existencia para que tenga sentido exigir el cumplimiento del recompensando: cumplir con deber y, por tanto, quede justificada la moralidad. nuestro deber no suele protegernos de las injusticias y de las pesadumbres. Únicamente si suponemos la inmortalidad de nuestra alma, la supervivencia después de la muerte física, podemos confiar en que nuestra virtud será recompensada finalmente con una existencia feliz.

Que existe Dios. Dios, como el alma, es una realidad de la que no podemos tener ninguna experiencia y, por lo tanto, ningún conocimiento. Sin embargo, debemos presuponer su existencia como única garantía de que nuestro buen comportamiento será justamente recompensado

Por lo tanto, la razón práctica parece haber establecido firmemente verdades que la razón pura no puede llegar a conocer. No hay aquí contradicción alguna. La razón práctica no consigue probar teóricamente nada, ni tampoco llegar a un verdadero conocimiento. Los postulados son, ciertamente, exigencias de la razón práctica, pero no conducen a un conocimiento, sino a una fe racional que da sentido al esfuerzo moral. Los postulados no permiten decir “yo sé”, pero hacen verosímil que se pueda decir “yo quiero”.

4. LA RESPUESTA A LA PREGUNTA ¿QUÉ ME CABE ESPERAR?. La respuesta a la tercera de las preguntas que, a juicio de Kant, resumen el quehacer de la filosofía, se encuentra encerrada en lo explicado anteriormente: los seres humanos siempre esperamos la felicidad. Aunque cuando nos comportamos bien no pensamos en conseguirla sino en hacernos dignos de ella, tenemos derecho a esperarla si obramos correctamente. Tengo derecho a esperar la salud si respeto mi cuerpo con una dieta adecuada; tengo derecho a esperar la amistad de mi vecino si me hago digno de su confianza; tengo derecho a esperar un trabajo digno y socialmente reconocido si me mato estudiando durante mi juventud. En definitiva, sería absurdo no esperar ser feliz si cumplo con mis deberes, tanto como esperarlo si no los cumplo. Como somos seres sociales, necesariamente nos tendremos que dar cuenta de que sólo nos está permitido esperar una felicidad compatible con la felicidad de los demás. Ahora bien, los humanos no controlamos todas las condiciones de nuestra acción. Tratamos de actuar de la mejor manera que podemos, pero eso no nos garantiza el éxito. Es más, podría ser que la naturaleza nos hubiese dotado de unos deseos egoístas incompatibles con la felicidad de los demás. Aquí Kant aporta otro argumento para la esperanza: tengo derecho a esperar que la naturaleza atienda mi felicidad y la de todos , que sean compatibles mi dimensión moral y mi dimensión natural.


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral Para defender esta esperanza, Kant propone que nos fijemos en la experiencia estética, en lo que sucede en nosotros cuando contemplamos un atardecer en el mar, leemos un poema o escuchamos una sinfonía. Lo que sucede es que nuestro goce se vuelve desinteresado. Disfrutamos de la belleza sabiendo que no podemos apropiárnosla. Es más, tratamos de hacer a otros partícipes de ella y sentimos que su goce aumenta el nuestro, que nos encontramos mejor porque estamos compartiendo algo que es de todos. Kant pensaba que aquí tenemos una razón para confiar en la naturaleza, que nos hizo seres naturales y sensibles a la vez que seres sociales. Podemos esperar una felicidad individual compatible con la felicidad de los demás. Así que tenemos razones para aspirar a la felicidad universal si tenemos u sentido lo suficientemente amplio del placer. Pero si nuestro sentido del placer es estrecho y egoísta, si solo aspiramos a poseer las cosas y a disfrutarlas en soledad, veremos a los demás como enemigos y rivales y jamás podremos reposar en ese disfrute y esa paz que, como en el momento de la contemplación estética, es la forma más concreta de felicidad. Por eso – dice Kant – , sólo si introducimos en nuestro concepto de felicidad ese momento de comunicación humana que descubrimos en un atardecer; sólo si nos abrimos a los placeres de la amistad, de la cultura, de la belleza, en todas sus expresiones, y sólo si lo hacemos de una forma activa, tal que podamos expresar a los demás lo que sentimos, estaremos en condiciones de ser a la vez sociales y sensibles, dignos y felices.

¿Puedo razonablemente esperar que mi felicidad personal sea alguna vez compatible con la felicidad de todos? Kant cree que , a pesar de que somos seres naturales movidos por deseos egoístas, en el goce estético demostramos ser desinteresados y solidarios. Esa es una razón para confiar en la naturaleza, que nos hizo seres naturales y sensibles a la vez que sociales

5. GLOSARIO DE TÉRMINOS (ÉTICA DE KANT) Fuente: Javier Echegoyen Olleta. Historia de la Filosofía (Vocabulario y ejercicios). Vol. II. Madrid, Edinumen, 1997 AUTONOM1A DE LA VOLUNTAD Llamamos autónomo a un sujeto cuando se da a sí mismo sus propias leyes y es capaz de cumplirlas. La autonomía de la voluntad describe la circunstancia de que cuando un sujeto se comporta moralmente él mismo se da las leyes a las que se somete, pues dichas leyes tienen su origen en la naturaleza de su propia razón. Esta tesis kantiana es una consecuencia de los ideales de la Ilustración (que tiene en Kant a uno de sus representantes más importantes): la emancipación de la humanidad, tanto social como individualmente, el paso a su mayoría de edad, es una consecuencia de la realización de la Razón en la vida privada y pública.


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral BUENA VOLUNTAD La voluntad que es buena en sí misma, que es buena no porque gracias a su actuación el sujeto pueda alcanzar un determinado fin sino porque actúa exclusivamente por deber. Y ello aunque luego las acciones que el sujeto hace puedan verse truncadas en su intención, o puedan tener consecuencias no queridas por el sujeto e incluso contrarias a la felicidad de los demás. La buena voluntad es la que interviene cuando queremos hacer el deber por el deber. DEBER Kant define el deber como “la necesidad de una acción por respeto a la ley”. Las acciones pueden ser hechas por inclinación (mediata o inmediata), o por deber. Son hechas por inclinación cuando las hacemos porque nos parece que con ellas podemos obtener un bien relacionado con nuestra felicidad: en el caso de las que se buscan por inclinación inmediata porque la acción misma produce inmediatamente satisfacción (ver una película, por ejemplo); en el caso de las que hacemos por inclinación mediata porque con dichas acciones conseguimos una situación, hecho o circunstancia que produce satisfacción o ausencia de dolor (ir al dentista, por ejemplo). Sin embargo, las acciones hechas por deber se hacen con independencia de su relación con nuestra felicidad o desdicha, y con independencia de la felicidad o desdicha de las personas queridas por nosotros, se hacen porque la conciencia moral nos dicta que deben ser hechas.

VOLUNTAD Facultad gracias a la cual podemos determinarnos (podemos determinar nuestra conducta) en virtud de principios. Es el “motor de la acción”. Kant distingue la voluntad santa y la voluntad humana: 

voluntad santa es aquella que sólo puede ser determinada por la razón, nunca por la inclinación, como ocurre en Dios. Para esta voluntad la ley moral no tiene la forma de imperativos puesto que inevitablemente, dada su constitución, cumplirá la ley;

la voluntad humana puede ser determinada, además de por la razón, por la inclinación. Dado que la inclinación puede movernos a realizar una acción contraria al deber, en nuestro caso la ley moral tiene la forma de imperativo (“debes hacer X”).

6. TEXTOS DE KANT “FUNDAMENTACIÓN DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES”

CONTEXTO FILOSÓFICO

Fuente: Emilio Lledó y otros. Historia de la Filosofía. Santillana Bachillerato, Madrid, 1997 (adaptado por los autores) Leyendo los títulos de las obras de Kant, puede parecernos mentira que tras ese fárrago de conceptos extraños (“Crítica de la razón pura”, “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”, “Prolegómenos a toda metafísica del porvenir”…), pueda latir un corazón revolucionario, absolutamente identificado con los principios de la Ilustración: libertad, igualdad de derechos, eliminación de la opresión de unos humanos por otros, abolición de los privilegios, autonomía de pensamiento y de acción...


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral Pues bien, Kant contribuye al proyecto ilustrado de la mejor forma que sabe: diciéndonos a los seres humanos quiénes somos en realidad, descubriéndonos lo común a todos nosotros en las facetas más importantes de nuestra vida, lo que nos iguala; y es que para Kant los seres humanos sólo pueden ser libres si en alguna medida, a pesar de lo que la experiencia se empeñaba en demostrar en el siglo de Kant y en todas las épocas, somos iguales. Si hay una faceta importante en nuestras vidas, esa es precisamente la moralidad, o sea, esa inexcusable necesidad de gestionar nuestra libertad, o sea, de actuar conforme al inmenso abanico de posibilidades que nuestra existencia nos ofrece e independientemente de nuestros conocimientos, de los medios de que disponemos o de las necesidades que nos impone el mundo o nuestra propia naturaleza. En la “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” (1785) – uno de los principales textos de ética del autor – Kant busca, de acuerdo con su propósito genuinamente ilustrado, una ley común a nuestro querer libre que sea independiente de las cosas que, en cada caso, cada cual quisiera; esta ley nos diría qué debemos querer como seres racionales, puesto que cualquier querer no es conveniente para individuos como nosotros. ¿Por qué?, porque hay formas de querer que generan dependencias, desigualdades y opresiones: un ser libre puede actuar de tal forma que sus acciones le lleven a esclavizarse por una pasión o por un capricho tal que necesite siempre utilizar a otros seres humanos para lograrlo. Si es así, los demás se darán cuenta de inmediato de que también ellos pueden utilizarlo siempre que al final le aseguren el objeto que tanto desea y del que no puede prescindir. Renunciando a su libertad a cambio de satisfacer su deseo, el individuo libre genera una división entre los seres humanos: unos mandan y otros obedecen, unos pueden poner precio a sus deseos y otros se venden por ellos. La especie humana pierde su unidad para generar divisiones de poder tales que unos dominan y otros son dominados. Así que esto es lo que, para Kant, puede suceder, lo que de hecho siempre sucede. Pero, afirma el filósofo, algo en nosotros nos dice que las cosas deberían ser de otra manera, que el ser libre debería mantener su libertad siempre. El único querer común a todos los hombres y mujeres debería ser querer nuestra propia libertad, es decir, que como seres racionales deberíamos querer de tal manera que nuestros deseos no esclavizasen nuestra libertad, que no generasen dependencias respecto a otros seres humanos, desigualdades de dominantes y dominados. Ese es nuestro deber, eso es lo que nos manda cumplir la ley de la voluntad expresada en el mandato que Kant denomina “imperativo categórico”: considerarnos siempre a nosotros mismos como fines y no como medios, entender que nada ni nadie debe esclavizar nuestra vida, al tiempo que entendemos que debemos tratar a los demás como a nosotros mismos, es decir, como fines y dueños de sus vidas y no como medios para construir la nuestra. Este querer ser fin en sí mismo mantienen un concepto de ser humano válido para todos, una igualdad básica, y por eso es por lo que debemos quererlo. Nuestro deber es, ante todo, impedir que las tendencias a la desigualdad en el seno de la especie humana (nuestra voluntad no es “santa” y se ve siempre hostigada por nuestros instintos e inclinaciones) se desplieguen libremente, hasta llegar a producir la existencia de dos clases de individuos, de las cuales sólo una disfruta de la condición de ser libre. Nuestro deber es mantener la igualdad entre los seres humanos.


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral Manteniendo esa recíproca libertad, cada uno puede usar a otro como medio, siempre y cuando al mismo tiempo uno sea soberano respecto al propio fin. Esa es la distancia que media entre la negociación (procurar que nadie pida más de lo que realmente da) y el vasallaje (exigir que el otro me dé mucho más de lo que yo le otorgo a él)

FRAGMENTO

Capítulo primero. Tránsito del conocimiento moral vulgar de la razón al conocimiento filosófico “No es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad. El entendimiento, el gracejo, el Juicio, o como quieran llamarse los talentos del espíritu; el valor, la decisión, la perseverancia en los propósitos, son, sin duda, buenos y deseables; pero también pueden llegar a ser extraordinariamente malos y dañinos si la voluntad que ha de hacer uso de esos dones de la naturaleza no es buena. Lo mismo sucede con los dones de la fortuna. El poder, la riqueza, la honra, la salud misma y la completa satisfacción y el contento del propio estado, bajo el nombre de “felicidad”, dan valor, y tras él, a veces arrogancia, si no existe una buena voluntad. […] La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma. Considerada por sí misma, es, sin comparación, muchísimo más valiosa que todo lo que por medio de ella pudiéramos verificar en provecho o gracia de alguna inclinación. Aún cuando, por particulares enconos del azar o por la mezquindad de una naturaleza madrastra, le fallase por completo a esa voluntad la facultad de sacar adelante su propósito; si a pesar de sus mayores esfuerzos, no pudiera llevar a cabo nada, sería esa buena voluntad como una joya brillante por sí misma, como algo que en sí mismo posee pleno valor. La utilidad o la esterilidad no pueden añadir nada a ese valor […] Para desenvolver el concepto de una voluntad digna de ser estimada por sí misma, de una voluntad buena sin ningún propósito ulterior, concepto que se halla siempre en la cúspide de toda estimación que hacemos de nuestras acciones y que es la condición de todo lo demás, vamos a considerar el concepto del deber. Prescindo aquí de todas aquellas acciones conocidas ya como contrarias al deber, aunque en este o en aquel sentido puedan ser útiles; en efecto, en ellas ni siquiera se plantea la cuestión de si pueden suceder por deber, puesto que ocurren en contra de éste. También dejaré a un lado las acciones que, siendo realmente conformes al deber, no son aquellas hacia las cuales el hombre siente inclinación inmediatamente; pero, sin embargo, las lleva a cabo porque otra inclinación le lleva a ello. En efecto: en estos casos puede distinguirse muy fácilmente si la acción conforme al deber ha sucedido por deber o por una intención egoísta. Mucho más fácil de notar es esa diferencia cuando la acción es conforme al deber, y el sujeto, además, tiene una inclinación inmediata hacia ella. Por ejemplo: es conforme al deber que el mercader no cobre más caro a un comprador inexperto; y en los sitios donde hay mucho comercio, el comerciante avisado y prudente no lo hace, en efecto, sino que mantiene un precio fijo para todos en general, de suerte que un niño puede comprar en su casa tan bien como otro cualquiera. Así, pues, uno es servido honradamente. Más esto no es ni mucho menos suficiente para creer que el mercader haya obrado así por deber, por principios de honradez: su provecho lo exigía […]


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral En cambio, conservar cada cual su vida es un deber, y además todos tenemos una inmensa inclinación a hacerlo así. Mas, por eso mismo, el cuidado angustioso que la mayor parte de los hombres pone en ello no tiene un valor interior, y la máxima que rige ese cuidado carece de un contenido moral. Conservan su vida conforme al deber, sí; pero no por deber. En cambio, cuando las adversidades y una pena sin consuelo han arrebatado a un hombre todo el gusto por la vida, si este es infeliz, con ánimo entero y sintiendo más indignación que apocamiento o desaliento, y aun deseando la muerte, conserva su vida sin amarla, sólo por deber y no por inclinación o miedo, entonces su máxima sí tiene un contenido moral. […] La segunda proposición es ésta: una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta; no depende, pues, de la realidad del objeto, sino meramente del principio del querer, según el cual ha sucedido la acción, prescindiendo de todos los objetos de la facultad del desear. Por lo anteriormente dicho se ve con claridad que los propósitos que podamos tener al realizar las acciones, y los efectos de éstas, considerados como motores y fines de la voluntad, no pueden proporcionar a las acciones ningún valor absoluto y moral. ¿Dónde, pues, puede residir este valor, ya que no debe residir en la voluntad, en relación con los efectos esperados? No puede residir sino en el principio de la voluntad, prescindiendo de los fines que puedan realizarse por medio de la acción […] La tercera proposición, consecuencia de las dos anteriores, la formularía yo de esta manera: el deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley[…]. Una acción realizada por deber tiene que excluir por completo el influjo de la inclinación, y con ésta todo objeto de la voluntad; no queda, pues, otra cosa que pueda determinar la voluntad, si no es, objetivamente, la ley y, subjetivamente, el respeto puro a esa ley práctica y, por tanto, la máxima de obedecer siempre a esa ley, aun con perjuicio de todas mis inclinaciones. […] Pero, ¿cuál es esa ley cuya representación, aún sin referirnos al efecto que se espera de ella, tiene que determinar la voluntad para que ésta pueda llamarse buena en absoluto y sin restricción alguna? Como he sustraído la voluntad a todos los afanes que pudiera apartarla del cumplimiento de una ley, no queda nada más que la universal legalidad de las acciones en general – que debe ser el único principio de la voluntad - ; es decir, yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal […] Para saber lo que he de hacer para que mi querer sea moralmente bueno, no necesito ir a buscar muy lejos, bástame con preguntar: ¿puedes querer que tu máxima se convierta en ley universal? Si no, es una máxima reprobable, porque no puede convenir, como principio, en una legislación universal posible […] Capítulo segundo. Tránsito de la filosofía moral popular a la metafísica de las costumbres.

“Nada como la convicción clara de que no importa que no haya habido nunca acciones emanadas de esas puras fuentes, que no se trata aquí de si sucede esto o aquello, sino de que l razón, por sí misma e independientemente de todo fenómeno, ordena lo que debe suceder[…]; así, por ejemplo, ser leal en las relaciones de amistad no podría dejar de ser exigible a todo hombres, aunque hasta hoy no hubiese habido ningún amigo leal, porque este deber reside, como deber en general, antes que toda experiencia, en la idea de una razón que determina la voluntad por fundamentos a priori. […] El peor servicio que se le puede hacer a la moralidad es querer deducirla de ciertos ejemplos. Porque cualquier ejemplo que se me presente de ella tiene que ser a su vez previamente juzgado según principios de la moralidad, para saber si es digno de servir de ejemplo originario, esto es, de modelo; el ejemplo puede ser en manera alguna el que nos proporcione el ejemplo de moralidad. […] Todos los imperativos mandan, ya hipotéticamente, ya categóricamente. Ahora bien, si la acción es buena sólo como medio para alguna otra cosa, entonces el imperativo es hipotético; pero si lo acción es representada como buena en sí, esto es, como necesaria en una voluntad conforme en sí con la razón, como un principio de tal voluntad, entonces es el imperativo categórico. […]


Número de página HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XI:Planteamientos éticos ilustrados. Del emotivismo ético al formalismo moral El imperativo categórico es, pues, único, y es como sigue: Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal. […] En una filosofía práctica donde no se trata para nosotros de admitir fundamentos de lo que sucede, sino leyes de lo que debe suceder, aún cuando ello no suceda nunca, no necesitamos instaurar investigaciones acerca de los fundamentos de por qué unas cosas agradan o desagradan; no necesitamos investigar en qué descanse el sentimiento de placer y dolor, y cómo de aquí se originen deseos e inclinaciones y de ellas máximas, por la intervención de la razón, porque si la razón por sí sola determina la conducta, ha de hacerlo necesariamente a priori. […] Pero suponiendo que hay algo cuya existencia en sí misma posea un valor absoluto, algo que, como fin en sí mismo, pueda ser fundamento de determinadas leyes, entonces en ello y sólo en ello estaría el fundamento de un posible imperativo categórico, es decir, de la ley práctica. Ahora yo digo, el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad […] Así se representa necesariamente el hombre su propia existencia, y en ese respecto es ella un principio subjetivo de las acciones humanas. Así se representa, empero, también todo ser racional su existencia, a consecuencia del mismo fundamento racional, que para mí vale; es, pues, un principio objetivo, del cual, como fundamento práctico supremo, han de poder derivarse todas las leyes de la voluntad. El imperativo práctico será, pues, como sigue: Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin, al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”

(Sigue en la página 117)


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