La palabra colectiva: escucha, metáfora, elaboración
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Dra. Margarita Baz
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“Palabra colectiva” (término que encabeza mi intervención) es ante todo una forma de escucha derivada de una perspectiva teórica y metodológica desde la cual interrogamos las modalidades de experiencia que acontecen en el ámbito universitario. La palabra colectiva tiene cuerpo, temporalidades, texturas. Expresa tanto la singularidad única de su acontecer como la densidad propia de lo histórico-social que la sostiene y posibilita. En un plano manifiesto, surge de las voces múltiples en interacción e intercambio en un ámbito grupal. (imaginemos, por ejemplo, una reunión del Tren de la Metro con estudiantes de la UAMX, que dialogan acerca su experiencia en la institución). Ahora bien, para que desde esas voces estudiemos ciertos procesos de la subjetividad actualizados en la escena institucional, se requiere dar paso a una postura interrogativa (extrañarnos, sorprendernos), construir un acercamiento analítico desde ciertas hipótesis teóricas, y diseñar las estrategias para analizar el material empírico pertinente. Es decir, la finalidad que sustenta las modalidades de trabajo grupal que como equipo hemos venido implementando tiene dos vertientes inseparables: acciones específicas en la comunidad (lo que llamamos desde la psicología social intervención) por un lado, y por otro, la tarea de investigación. El tema que quiero compartir con ustedes atañe justamente a las peculiaridades del trabajo de investigación que hace de los materiales de grupo su fuente central de indagación y reflexión y que implica una manera peculiar de aproximación a los fenómenos que acontecen en la universidad. La investigación constituye sin duda una tarea imprescindible, y está constituida por un conjunto de procesos que se despliega no sólo como un afán sistemático de hacer de la vida universitaria un campo de experiencia que pueda ser interrogado y esclarecido, sino como una modalidad de vínculo apasionado, comprometido e implicado. Este último aspecto, el de la implicación, tiene que ver con la circunstancia de investigar procesos en los
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Trabajo para el Seminario Jóvenes Universitarios
del Programa Institucional de Atención
Personalizada y Tutoría. Abril 2008, como parte de la intervención del cuerpo académico Intervención y Salud 2
Profesora e investigadora del Departamento de Educación y Comunicación que estamos inmersas y un ámbito en el que mantenemos una relación
Mental
laboral, de lo cual somos conscientes y mantenemos (como diría G. Bachelard) una “vigilancia epistemológica”. Pero lo que en particular quiero señalar es la finalidad que nos mueve en esta doble vía de intervención e investigación, y podría decir que es mantener viva nuestra capacidad de acción y reflexión sobre los procesos de la subjetividad que acontecen en los ámbitos universitarios y que consideramos de una alta prioridad social, en la medida en que dan cuenta de la potencia de una colectividad para las tareas de formación, creación de pensamiento y cultura y vínculo con la sociedad y su devenir. Para nuestro equipo, la vitalidad de esta potencia colectiva, la posibilidad de que fluya creando y renovando formas de vínculo solidarias y expansivas del sentido de comunidad, receptivas de lo otro y de los otros, y permitiendo modalidades de trabajo que generen sentido y fuerza deseante para pensar, transformar y actuar, es lo que llamamos salud mental, o si se quiere, salud colectiva, ya que la entendemos justamente como una construcción colectiva. Al dirigir nuestra atención a la comunidad universitaria han surgido procesos fundamentales a ser pensados; está desde luego el trabajo universitario (los sentidos que lo sostienen, las formas de organización y de gestión), en forma más específica la tarea docente y el vínculo pedagógico, y, naturalmente, los tránsitos de la formación desde la experiencia del estudiante.
Siendo los jóvenes universitarios el eje temático de este seminario, voy a tomar como referencia específica de mis reflexiones sobre la investigación el proceso de lectura analítica del material discursivo de los grupos de alumnos de la universidad como vía metodológica en nuestras indagaciones. Desde el dispositivo grupal Tren de la Metro (modalidad que, subrayo, es una estrategia tanto de intervención como de investigación) tenemos que preguntarnos: ¿cómo comprendemos, cómo leemos lo que ahí van tejiendo con su presencia y sus palabras los estudiantes?, ¿cómo concebimos su proceso de ser jóvenes universitarios en un período de unos pocos años que es su tránsito de formación?, ¿desde qué nociones teóricas nos aproximamos a los procesos de la subjetividad en el ámbito universitario?, ¿qué nos preguntamos como investigadoras del campo de la psicología social? Las preguntas que nos hacemos como investigadoras responden a una perspectiva de la subjetividad colectiva. Esto quiere decir que nos ocupamos de los procesos de significación y de creación de sentido que por definición están anclados a la institución de la sociedad y a la dimensión pulsional que anima las formas vinculares -la fuerza de conexión con los distintos seres, ámbitos y tareas-desde las identificaciones, transferencias, afecciones y pasiones. Como investigadoras del campo grupal e institucional, nos interesa entender las formas, el sentido y los destinos de los vínculos ante las tareas y ámbitos que nos convocan, entendiendo por vínculo a procesos de expansión de la subjetividad que van armando tramas complejas En esa perspectiva ubicamos nuestra indagación, que apunta a estudiar los procesos de subjetivación en experiencias colectivas. Estos procesos se ubican en un horizonte de tensión, de alteridad, de afectación mutua, de intensidades. Una idea evocadora de los procesos pulsionales y colectivos en juego, es plantear que la institución “late” todo el tiempo en el espacio grupal, late e insiste en la escena grupal. Las pulsiones existen como pulsaciones, como latidos que se adhieren a objetos y así el deseo juega nuestro destino en la institución, adhiriéndose, selectivamente, a algunos de los múltiples objetos de la institución: sus ideales, su proyecto, su espacio, sus rostros, sus rituales... A nivel de la experiencia institucional, de una gran complejidad, enfocamos por un lado la trama de vínculos que van conformando las formas de vida colectiva y los lugares, funciones y jerarquías diferenciadas que ocupan sus miembros, estructurados desde las regulaciones institucionales, y por otro, las modalidades de experiencia, siempre singulares, donde opera la dimensión imaginaria desde la creación y recreación de significaciones que van generando sentido.
. Tomamos en cuenta los distintos marcos de regulación (universos de normas, valores y sistemas de referencia como los mitos, las ideologías) incluyendo las distintas temporalidades y condiciones institucionales, y la tensión entre lo instituido y la actividad instituyente de las colectividades, que tiene que ver con la capacidad de interrogarse y de interrogar y transformar el mundo en el que viven. En los procesos de los grupos actúa también como exigencia de sentido la elaboración de la vida colectiva e institucional. El planteamiento de una “elaboración” de la vida institucional en los espacios grupales, quiere decir que se actualiza de distintas maneras el vínculo más amplio con la institución lo que involucra aspectos que pueden hacerse visibles y pensables y otros que no, aunque estos últimos no sean menos efectivos en impactar la dinámica que resulta en el posicionamiento subjetivo ante la institución. Lo que se impone implícitamente en el proceso de inserción en un medio institucional es, decíamos, la exigencia de la elaboración grupal de la vida colectiva e institucional. La elaboración, como proceso de la subjetividad, supone una transformación, que iría en el sentido de metabolizar el acontecer de la vida institucional, la “realidad” de ésta tal como se vive. Este proceso, implica a cada miembro en una institución y se renueva en toda agrupación ante la necesidad de significar la tarea grupal, de dotarla de sentido. Así, el discurso grupal lo pensamos desde su condición de producción, por definición grupal e imaginario, surgido en la temporalidad de una escena que recrea la acción colectiva, que es movimiento no unificado sino potencia desde la diversidad hecha diálogo. En los grupos vemos la diversidad en la confluencia de singularidades y hablábamos hace un momento de salud mental, pero no buscamos identificar patologías o rasgos individuales. Escuchamos, en cambio, tensiones, procesos, metáforas que evocan los avatares de la subjetividad en la elaboración de la experiencia institucional. Las distintas posturas, ocurrencias, relatos, contradicciones, divergencias, acuerdos o polémicas que van apareciendo en los grupos en la voz de los participantes, están cargadas de significaciones imaginarias que emergen de nuestra pertenencia a una colectividad, orientando la forma de representar, de sentir y de estar en el mundo. Pero también están tensadas desde la historicidad, la fuerza de creación continua de nuevas significaciones y formas que van marcando el devenir social y subjetivo. De ahí que las narrativas en los grupos no podemos mirarlas como una sumatoria o una estadística de “opiniones”. Conforman una “dramática”, es decir, escenas imaginarias que dirimen la conflictividad de la condición humana actualizadas en la experiencia institucional.
Todos estos procesos comprometen la escucha del material grupal, que como planteamos es una posición analítica que busca acceder a los procesos de la subjetividad que se expresan en el discurso más allá de su literalidad. El material grupal lo miramos como una trama, un tejido complejo que sustenta la búsqueda de los anudamientos, en la multiplicidad de voces que aparecen en el discurso, y es consistente con una noción de subjetividad que se define precisamente por estar constituida por instancias heterogéneas que instauran una dinámica conflictiva.
La palabra de los jóvenes estudiantes responde a la complejidad de la experiencia de formación que, por definición, es un campo de experiencia abierto, con las incertidumbres propias de los procesos que hay que construir y de vínculos siempre en transformación. Además, cada generación de alumnos, que es siempre fuerza renovada, está marcada por el proceso sociohistórico más amplio de la sociedad y por el momento particular que vive la institución educativa; son nuevos escenarios sociales y nuevas exigencias a enfrentar, y estas condiciones derivan en producciones de subjetividad características. De ahí que los procesos de investigación los consideramos imperiosos si queremos comprender cómo se van dando los mecanismos y qué formas adopta la trama densa de los vínculos en el devenir social, ya que de estos procesos de subjetivación depende la calidad de la vida tanto individual como colectiva. Podría sintetizar y decir que apuntamos a producir conocimiento que permita luchar contra las diversas modalidades de sujeción y alienación del ser humano y que promueva la autonomía. Se ha pensado la autonomía en función de modalidades de ejercicio de la libertad fincadas en un alejamiento crítico de las normas instituidas y la autorregulación de la propia acción. No obstante, el proceso de construcción de la autonomía es complejo, abierto y de carácter permanente (la autonomía se ejerce, es una práctica, no una “posesión”) y definitivamente no puede reducirse a una reacción de oposición a lo dado; debe entenderse, en cambio, como un distanciamiento dialógico y reflexivo. La autonomía no constituye un proceso unificado, sino que lo entenderíamos conformado desde acciones múltiples, heterogéneas, en tensión permanente. Una primera vertiente del camino hacia la autonomía tiene que ver con un el despliegue de una subjetividad reflexiva que sustente una comprensión de los procesos de la vida en sus múltiples conexiones entre lo singular y colectivo, ejercicio crítico que permita un extrañamiento, una diferenciación de aquellas formas y lugares sociales que si bien nos brindan identidad, al fijarse rígidamente nos atrapan en apegos conservadores reacios a todo movimiento. Sólo desde ese proceso de despliegue de una subjetividad reflexiva es posible sustentar un conocimiento de sí, del otro y del mundo, primera condición de la autonomía.
Este ejercicio de desprendimiento, de diferenciación, incluso de discriminación de las lógicas de los poderes que actúan en nuestra conformación social sería insuficiente si no se pusiera en juego una apropiación de la propia capacidad de creación y recreación de sí. La apropiación de las propias potencias es ante todo un acto pasional; es decir, no hay construcción de autonomía sin la fuerza del deseo orientada a la invención de sí, a la elaboración permanente de la memoria y a una creación de horizontes que contemple el sentido de los propios vínculos, de nuestra acción en el mundo. Observar estos procesos de apropiación en los jóvenes universitarios es fundamental porque ahí radica la posibilidad del ejercicio de su potencia de cambio, de asumirse como sujetos activos en la transformación de sí mismos y de su mundo. Tiene que ver con modalidades de apropiación de los saberes, que construye en su formación, de su deseo, de su memoria y proyectos. Toda investigación en el campo social construye su objeto de estudio, en un proceso continuo de conceptualización y confrontación empírica. Cada encuentro grupal es para el equipo de investigación una experiencia renovada que incita nuevas preguntas e hipótesis. Puedo también señalar que el acceso a los materiales de grupo, otro momento de la investigación, plantean estrategias analíticas en las que no voy a abundar, pero sí quiero mencionar que implica su agrupación en unidades de análisis respondiendo al diseño de investigación y una serie de transformaciones: codificación, categorización, construcción interpretativa, descripción de los resultados y discusión teórica. La presentación de los hallazgos asume típicamente formas narrativas. La validación del conocimiento obtenido se sustenta en la capacidad mostrada para señalar tendencias, movimientos, calidades y tensiones que den cuenta de los procesos implicados. La palabra en los grupos tiene entonces la densidad de la dimensión colectiva, el plano de lo instituido desde el proceso sociohistórico, pero también expresa la fuerza, la capacidad de alteración, de movimiento, de producción de historia y de futuro. Vale la pena mencionar que la comprensión de los procesos implicados no es tarea exclusiva de las investigadoras. Nosotras propiciamos una exploración de los vínculos tejidos en la institución y ahí pueden producirse procesos de esclarecimiento; pero para que este proceso lleve a una transformación, tiene que haber trabajo. Esto significa trabajo subjetivo, trabajo de elaboración de la experiencia. En los grupos los jóvenes tiene que aprender a escucharse y a pensarse, tienen que aprender a darle un valor a la palabra. Entonces se constituyen en una parte realmente activa de la investigación, en el sentido
de participaci贸n en la elucidaci贸n de los sentidos que constituyen su experiencia en el tr谩nsito por la Universidad.