Colores en la maternidad, relatos de madres primerizas

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Primera edición, 2018 © 2017, Cecilia Monroy Vallejo © 2018, Par Tres Editores, S.A. de C.V. Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués, Código Postal 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro. www.par-tres.com direccioneditorial@par-tres.com ISBN de la obra 978-607-9374-83-9

Diseño de portada © 2018, Diana Pesquera Sánchez. Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes. Impreso en México

Printed in Mexico


Cecilia Monroy es psicoterapeuta, estudió la licenciatura en psicología social y tiene una maestría en Género, ambas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Tiene una especialización en Desarrollo humano y un diplomado en terapia cognitivo conductual enfocado en trastornos de la alimentación. Ha dado diversos talleres relacionados a la relación de pareja y el autoestima de la mujer. Desde que se convirtió en mamá, el tema de la maternidad y todo lo que esto conlleva le ha llamado tanto la atención que de ahí nace la idea de este libro: explorar, conocer y compartir las experiencias de otras mamás de cómo les ha ido en este cambio de vida.



Introducción Porque nada de lo humano me es ajeno Publio Terencio

Comienzo este libro presentándome: me llamo Cecilia, soy mujer, soy mexicana, soy hija, soy hermana, soy prima, soy sobrina, soy tía, soy esposa, soy amiga y por supuesto también soy mamá. Cuando empecé con este proyecto del libro (2013), tenía sólo a Nicolás, ahora, cuatro años después, también tengo a Renata, así que además de ser ama de casa y estar dedicada a atender a mis hijos, también aprovecho los momentos en que ellos están en la escuela o en sus actividades deportivas para hacer mis cosas, mis talleres, mis psicoterapias, mis proyectos editoriales, etc. Estudié psicología… dicen por ahí que las mujeres estamos locas y las psicólogas otro tanto, mi caso no es la excepción, ¡sí estoy loca! Y probablemente por eso decidí escribir este libro en torno a la maternidad y sobre lo que les pasa a las mujeres cuando se vuelven mamás. Porque realmente nos pasan cosas, a nivel emocional, hormonal, fisico, psíquico, social, interna y externamente; y aunque pareciera que estamos rodeadas de gente que nos acompaña en este proceso, la realidad es que estamos solas, porque todo eso que nos pasa, sólo cada una de nosotras, lo puede sentir, reconocer y tratar de entender. Existe un término llamado «depresión postparto», que en lenguaje cotidiano y más aterrizado, es un torbellino de emociones, una tristeza, un bajón de energía, llantos habituales, ansie7


dad, irritabilidad, pérdida del apetito, un malestar general, miedo de quedarse sola con el bebé, o lo que es peor, poco interés en el bebé. Se desconoce exactamente por qué sucede la depresión post parto, pero los cambios hormonales que se viven en esta etapa de la vida llegan a producir alteraciones químicas cerebrales que provocan la depresión, además de todas las modificaciones sociales que supone convertirse en madre, como cambios en las relaciones sociales y laborales; falta de sueño y la misma preocupación por ser una buena madre. A lo que voy con todo esto, es que si bien a mí no me dio ese tipo de depresión, convertirme en mamá sí me movió emocionalmente. Ojo, que quede claro que no cambio por nada mi vida actual ni mi ser mamá. Pero sin duda ha sido dificil, ha sido un cambio fuerte. Me di cuenta y poco a poco fui entendiendo que no todo era «color de rosa» como muchas veces te lo pintan. Me di cuenta que, aunque planeé y me preparé para que las cosas salieran «como debían salir», no resultó así. Entendí que el rosa tiene muchas tonalidades, que hay momentos blancos e incluso negros, que hay muchos grises, rojos, verdes, azules, amarillos, etc. Es decir, no hay mamás perfectas ni bebés perfectos ni procesos perfectos. Aunque todas las que nos convertimos en mamás pasamos por síntomas y procesos parecidos, cada experiencia es única, tan única que a veces llegas a pensar que a nadie más le pasa o le está pasando lo que a ti o a tu bebé. A mí me pasó, tuve esa sensación de sentirme sola, perdida y poco comprendida, por eso sentí la necesidad de abrir el tema y buscar entre amigas y conocidas cómo había sido su experiencia de convertirse en madres, de cómo se fue coloreando su maternidad. Quise, conociendo la experiencia de otras, sanar mi proceso, sanar mi asombro de lo que pasa cuando te conviertes en mamá, sanar y empatizar mi propia experiencia, mis miedos, mis errores, mis culpas, mis agobios, mis logros, mis orgullos, mis satisfacciones, mis lágrimas, mis risas. Entendí también que la mejor compañía y ayuda que se le puede dar a una mujer que se estrena como mamá es que te 8


acompañen con respeto, sin juicios ni prejucios, esto es que estén contigo «aceptando y valorando tus necesidades y tu intuición para tomar decisiones con respecto a su situación emocional y a la crianza de su bebé. Hay millones de buenas maneras de criar, tantas como mamás hay en el mundo; en la medida en que lo practiquemos con total sinceridad con nosotras mismas» (Gutman, 2015). Si ya eres mamá, coincidirás conmigo y con Laura Gutman, pero si todavía no lo eres, te darás cuenta de que la mejor ayuda de tu alrededor es estar contigo respetando lo que necesitas, quieres, deseas y decides. Es chistoso cuando una dice que está lista para ser mamá porque eso de estar «lista» es sólo mental. Emocional y físicamente creo que nunca se está lo suficientemente preparada para lo que viene, pero una lo va viviendo como puede. Copio aquí las siguientes citas que me parecieron precisas para explicar y comprobar que no todo es color de rosa cuando te conviertes en madre: «enterarte de la llegada de un hijo hace que tu mundo se ponga de cabeza y puede generar un sin número de reacciones inesperadas» (Cárdenas, 2015), o «tener un hijo por momentos es duro y al igual que en los libros de embarazo, nadie te cuenta el lado B de las cosas. Te lo dicen tus amigas en voz baja para que nadie las oiga o las tache de mala madre» (Isaguirre, 2015), o lo que dice Laura Gutman: «seguir nuestras intuiciones como única guía en medio del caos y la desesperación nos comprueba que criar hijos es muy difícil, es desgarrador, es insoportable. Las madres estamos inundadas de consejos y opiniones, y sin embargo dolorosamente solas y aisladas» (Gutman, 2015). Inspirada en este tipo de citas, de los libros que te vas encontrando en el camino, en las conversaciones de amigas y conocidas, en las historias de otras mujeres, en los posts y blogs que aparecen en las redes sociales, en películas al respecto, en programas de televisión, y por supuesto en mi propia experiencia, empecé a redactar lo que ahora estás leyendo. Lo que aquí comparto no es una guía para ser madres, ni tampoco sobre lo que pasa durante el embarazo ni de los sínto9


mas que suelen suceder; no es un texto científico o académico y tampoco hago un análisis psicológico, al contrario, con apoyo bibliográfico y el testimonio de siete mamás, lo que aquí escribo y expongo es la vivencia de mujeres mexicanas, como tú o como yo, que han pasado por toda la gama de colores en este proceso de convertirse en mamás, de cómo han vivido y coloreado su maternidad. Identificada con lo que me contaban, sentí tal empatía que por eso decidí compartirlo con el público. Admirando, respetando y aplaudiendo cada una de sus experiencias, emociones, anécdotas, vivencias, risas y lágrimas. Admiro, respeto y aplaudo también lo que hasta hoy han decidido como mujeres, esposas y madres, para con ellas y para con sus hijos. Cada mamá puede creer y seguir con la forma de crianza que quiera: pro-parto, pro-cesárea, pro-lactancia, pro-fórmulas, pro-porteo, pro-carreolas, pro-colecho (cuando los bebés o niños pequeños duermen con la mamá o con ambos padres), pro-cunas, pro-100% apego, pro-guarderías, etc. Rechazar métodos, teorías y prácticas o probar todas. Yo soy de la idea de que se vale todo, mezclar y balancear formas y modos, incluso si éstas se contraponen, porque al final, en la maternidad y crianza lo más importante es que lo que hacemos lo hacemos con amor y por amor a los hijos, buscando su bienestar y su felicidad, ¿o no? Copio aquí un pequeño fragmento de Vivian Watson Molina, Una nueva maternidad, Editorial Ob Stare, sobre lo que hoy en día significa convertirse en mamá. Estoy segura de que cualquier mujer que hoy se convierta en mamá se va a identificar con este texto, o al menos con alguna parte: «A veces es muy duro convertirse en madre. Sí, es la experiencia más poderosa que puede llegar a vivir una mujer. Sí, nada te marca tanto como el momento en que sostienes por fin en brazos al hijo que acaba de salir de ti, deliciosamente sucio, húmedo, caliente, y te mira a los ojos como diciendo: te conozco. Pero es duro. Y no sólo se trata de la falta de sueño, de las secuelas del parto, de los cuidados que demanda un recién nacido, ni siquiera del cóctel de hormonas que te deja turulata hasta varias semanas después. Tampoco la falta de experiencia y la incertidumbre acerca

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de si lo estás haciendo bien o no, ni las propias dudas y comentarios de familiares bien intencionados pero que no hacen sino disparar tu propia inseguridad, tu miedo. Es bastante más que eso. Es la ruptura total y repentina con tu propia identidad, con aquello que hasta el momento de parir te había definido: tus proyectos, tus ambiciones, tu trabajo, tus amigos, tu cuerpo, y todo aquello que llamabas tuyo. Tu tiempo. Tu vida. Es mirarte al espejo mientras tu criaturita está prendada a tu pecho, y no reconocerte. ¿En qué momento te convertiste en esta mujer ojerosa que no tiene un minuto ni para darse una ducha? ¿Quién es ella? ¿Quién eres ahora? Sigues siendo tú, sólo que una versión más grande de ti misma. Pero al principio no lo sabes. Al principio no te encuentras… todo tu ser es ahora para otro. Y ese otro se está alimentando de ti, no sólo de tu leche, sino también de tus caricias, de tus canciones, de tus palabras, de tu calor. Y el tiempo pasa, desde luego que pasa... El día menos pensado te regalará una sonrisa y pensarás que todo el esfuerzo ha sido poco. Un día te dirá mamá... y por nada del mundo querrás cambiarte por esa otra que eras, y que tan poco sabía acerca del amor».

O bien estos fragmentos del blog Mamás Guerreras de Nohemi Hervada y lo que dice Laura Gutman sobre la realidad que viven hoy las mamás, sobre lo que tienen que sacrificar y a lo que tienen que renunciar: “A pesar de haber elegido quedarte en casa a la crianza de tus hijos y de haber renunciado a tu vida profesional y de independencia económica hay otra parte de ti que se siente cansada, exhausta, molesta y susceptible porque tu parte emocional no se contenta con saber los beneficios de criar a los hijos. Sueñas con la posibilidad de tener una propuesta de trabajo con un buen sueldo, sueñas que llega esa oportunidad y cuando estás a punto de aceptarla te das cuenta que todavía no es momento de dejar a tus hijos y entonces te llega la culpa, culpa por desear decir que sí a esa oferta, culpa por sentirte triste al decir que no, culpa porque este suceso te revuelve y te enfada y te frustra y lo has pagado pegando cuatro gritos a tus hijos, lo que te hace creer que eres un fracaso de madre o un fraude a la crianza que quieres. Culpa porque al fin y al cabo es lo único que hemos aprendido como mujeres: a sentirnos culpables de todo, por todo y por todos. Las mamás nos sentimos en un túnel sin salida y creemos que nuestra inteligencia quedó relegada a un tiempo remoto y nuestros méritos se desvanecieron, con la sensación de estar haciendo siempre algo incorrecto o que va a perjudicar al niño.” (Gutman, 2015).

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Palabras, experiencias, consejos, descubrimientos que sólo después de ser madre entiendes, sientes e identificas. Me parece que es hasta que te embarazas, que empiezas a sensibilizarte y fijarte en la maternidad. Pueden ser las hormonas, o simplemente la emoción que te va dando, lo que hace que te des cuenta y percibas de volada a otras embarazadas y que te llame la atención todo lo que tiene que ver con bebés, y lo mismo pasa o sigue pasando, cuando ya tienes a tu hijo. Ahora tu punto de atención son los bebés, la lactancia, los rebozos porta bebés o las carreolas. A mí me pasó así. Estando embarazada empecé a enterarme de muchas otras mujeres cercanas a mí que pronto se convertirían en mamás. Y una vez que nació mi niño, supe de otros bebés que habían nacido o que estaban por nacer, fue así que me fui interesando cada vez más en conocer las experiencias de otras mujeres como yo, y así empecé entrevistando a las nuevas mamás que tenía cerca, amigas, vecinas y conocidas. En total hice siete entrevistas a profundidad. Pero, ¿por qué sólo siete nuevas mamás?, la verdad es que al principio no había querido cerrar el número, tenía pensado buscar a otras mamás primerizas, sin embargo una vez que tenía a las siete entrevistadas, me puse a averiguar qué onda con el número siete y lo que encontré me encantó, me pareció que venía totalmente al caso con el tema de la maternidad, pues resulta que el siete, además de ser un número mágico y místico, ¡se relaciona con el cambio de vida! Tanto en la filosofía como en la ciencia de la numerología, se dice que el número siete representa la finalización de un ciclo de vida y su renovación. En este sentido, creo que no es casualidad haberme quedado en el siete, pues decidir ser mamá es sin duda un parte aguas, es cerrar un ciclo de vida para iniciar otro, es renovarte como mujer convirtiéndote en mamá, es permitir que el Universo siga su ritmo. Y a poco cuando te sabes embarazada o cuando ves a tu bebé por primera vez, ¿no sientes que el Universo está en total 12


movimiento, está a tu favor y todo parece ser perfecto? Es más, hasta sientes por un momento (sin importar el sexo del bebé), que todo es color de rosa. Pero bueno, volviendo a mis siete entrevistadas… decidí que fueran mujeres a las que yo conocía, que de cierta manera fueran cercanas a mí, pero ni muy muy ni tan tan, es decir, antes de elegir a las nuevas mamás ya tenía pensadas las preguntas que les iba a hacer en la entrevista, preguntas de cierta manera íntimas, que probablemente una desconocida no me contestaría y por lo mismo tampoco alguien demasiado cercano como podría ser una prima o una cuñada. Pensé en mujeres con las que tuviera la suficiente confianza como para platicar sobre su maternidad, propiciando siempre que las preguntas les fueran cómodas para que pudieran responder de manera segura y sincera. Busqué mamás parecidas a mí en cuanto a estilo y modo de vida, busqué que fueran mamás primerizas de un sólo bebé (en el primer embarazo), que planearon tenerlo en un hospital, como en mi caso. ¿Por qué no mamás con experiencia o mamás de gemelos? Y, ¿por qué necesariamente nacidos en un hospital? Porque quería escuchar y entender su experiencia partiendo de un terreno conocido por mí, que me contaran su historia bajo el mismo contexto que el mío para abrirme a la escucha con total empatía. Por otro lado, las elegí de nacionalidad mexicana, porque yo también lo soy, y creo que de alguna manera conocemos o entendemos costumbres, tradiciones y la idiosincracia de nuestra cultura alrededor de la maternidad. Otro aspecto que consideré relevante entre las características de estas mujeres, fue que estuvieran casadas con el papá de su bebé, y no por una cuestión moral o religiosa, sino por el hecho de compartir y colorear la maternidad con la pareja con quien se decidió empezar una familia. También me pareció importante entrevistar a mamás que decidieron dejar de trabajar desde el embarazo o a partir de que nació su bebé, contando con el apoyo emocional y económico de 13


sus parejas para dedicarse a su bebé y para vivir completamente su maternidad, entendiendo dicho concepto como: «llamamos maternidad al hecho de que las mujeres asuman de forma particular y concreta el proceso biológico de la gestación y el parto, así como los cuidados posteriores que requiere el bebé» (Sau, 2000). Finalmente la edad acabó siendo una coincidencia, las ocho (incluída yo), estábamos en un rango edad muy similar, entre los 25 y 35. Creo que es una buena edad para empezar a formar una familia, porque se supone que ya “reventaste”, ya acabaste de estudiar, ya has vivido la experiencia de trabajar, ya tienes una pareja estable, ya te sientes «lista» para ser mamá, y lo entrecomillo, porque como lo escribo líneas arriba, durante el proceso compruebas que ¡nunca se está totalmente lista! Los relatos de las entrevistadas se fueron dando a partir de las siguientes preguntas, mismas que a su vez dan título a los siete capítulos del libro: ¿Cómo fue para ti saber el sexo de tu bebé?, ¿cómo fue el día/noche en que nació tu bebé?, ¿cómo viviste el primer mes?, ¿cómo es ahora la relación de pareja?, ¿cómo ves a tu esposo siendo papá y cómo te ves tú, siendo mamá?, ¿cómo te fue con el tema de la lactancia? y ¿cómo te ves hoy? Son siete grandes preguntas y cada una le da título a los siete capítulos del libro, a los cuales, además les agregué un color, es decir, cada capítulo se refiere a una pregunta y a un color específico del arcoíris. Al leer en Internet (fieltro.net) lo que representa cada color, caí en la cuenta de que podían relacionarse perfectamente con cada capítulo, me dio la sensación de que combinaban con las emociones, sensaciones y experiencias que quiero compartir de cada gran pregunta. El rojo simboliza la pasión y la acción, el naranja habla de la energía positiva y de la alegría, el amarillo representa la sabiduría y la luz, el verde significa esperanza, el azul se asocia a la espiritualidad y la vida en armonía, el índigo/ añil índigo simboliza los sueños por realizar, y el violeta habla de la paz y la búsqueda del equilibrio. Conforme vayas leyendo el libro irás decubriendo qué color le designé a cada capítulo. 14


Siete preguntas, siete capítulos, siete colores, siete entrevistadas. Dicen que el siete habla de nuestra capacidad de conectarnos con nosotras mismas, así que espero que tú, al leer este libro, logres conectarte contigo misma, y tal vez logres también identificarte con alguna de estas nuevas mamás. Te hablaré ahora de mis siete entrevistadas, quiénes son, cómo son. A cada una la contacté individualmente y le platiqué de mi proyecto de hacer un libro sobre maternidad. Ninguna se negó, al contrario, a todas les dio gusto y emoción tener la oportunidad de contar su historia, de contar su experiencia, de compartir esos momentos y ese proceso. Lo cual me dio la certeza de que éste es un gran proyecto, un libro que vale la pena crear, pulir, terminar y editar. En la mayoría de los casos, realicé la entrevista de una hora, hora y media, en la casa de las entrevistadas, acompañadas de un café, llantos, risas y un sinfín de emociones que fueron saliendo. Me importaba que las mamás tuvieran características similiares, pero no así los bebés, es decir, cuando realicé las entrevistas, cada bebé tenía una edad diferente, y por lo tanto, cada uno estaba pasando por una etapa distinta. Al hacerles las mismas preguntas, me di cuenta de que aunque su bebé ya tuviera más de un año o apenas pasara de los dos meses, la experiencia, los recuerdos y las anécdotas de convertirse en mamás no se olvidan ni dejan de estar llenas de emociones encontradas (independientemente de la edad de sus bebés). Pero bueno, ¿a quién entrevisté, quiénes son esas siete nuevas mamás? Aquí una breve presentación (por orden alfabético) de cada una: Alejandra, está casada con Elías, seis años mayor que ella, su hija se llama Corina. Antes de convertirse en mamá, Ale tenía una boutique. A pesar de no ser religiosa se percibe como una persona bastante espiritual a la que le gusta pensar que todas las cosas suceden por algo y para algo. 15


Carolina, casada con Gonzalo, dos años mayor que ella, su hijo es Pedro. A ella le apasiona el gran mundo de la comida: probarla, olerla, prepararla, presentarla, experimentarla en todos los sentidos. Se define como una mujer compleja, la cual está en la búsqueda constante del equilibrio entre su lado «hippie» y su lado «material». El hippie porque está muy en contacto con sus sentimientos, con la naturaleza, con la espiritualidad y con la energía. El material porque le gusta mucho el glamour y la moda. Claudia, mamá de Bernardo, esposa de Fabián, siete años mayor que ella. Estudió y se dedicó a la fotografía antes de convertirse en mamá. En esta etapa de su vida se percibe como una persona tranquila y reflexiva. Mariana, está casada con José quien es ocho años mayor que ella. Su hija se llama Cristina. Le interesa más observar y escuchar que hablar, y al igual que Carolina, a Mariana también le apasiona la comida: probar cosas nuevas, cocinar y sobre todo compartir con los suyos lo que prepara. Paloma, es la mamá de Patricio y está casada con Alfredo, compañero de generación. Ella estudió leyes y se dedicaba a la abogacía antes de ser mamá. Reconoce que los cambios le cuestan trabajo, así como encontrar otros colores además del negro y blanco. Actualmente se encuentra en el proceso de recuperar su carrera profesional sin soltar a sus dos grandes amores: su hijo y su esposo. Sara, psicóloga y educadora, mamá de Manuel, esposa de Martín de la misma edad que ella. Antes de que ser mamá y hasta que nació Manuel, trabajaba en un kínder como maestra. Ahora le dedica tiempo completo a su papel de madre, un rol que tardó un poco en asimilar, pues me cuenta que aunque estaba acostumbrada a tratar con chiquitos, nunca había hecho su día y su rutina dedicada exclusivamente a un bebé, su hijo. 16


Sofía, casada con Carlos, tan sólo dos años mayor que ella. Su hijo es Julián. Sofía es apasionada del yoga y del arte, se considera muy afortunada de poder dedicarse a eso, aunque a partir de Julián, decidió hacer una pausa para dedicarse a él y a su hogar. A lo largo del libro, irás conociendo mejor a cada una de estas mamás, pues en cada capítulo encontrarás citas de ellas contando y compartiendo parte de su experiencia de convertirse en mamás. Espero te puedas identificar con alguna, con varias o con todas, o tal vez no te identifiques con ninguna, lo único que te pido es que no juzgues, lee, emócionate, recuérdate y reconócete. Y ojalá disfrutes leer los siguientes capítulos, así como yo disfruté enormemente el hacer este proyecto desde su planeación, hasta la edición y presentación.

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Capítulo I El sexo del bebé ¿Cómo fue para ti saber el sexo de tu bebé? Vos sabés cómo te esperaba cuánto te deseaba. No, si vos sabés Vos sabés que a veces hay desencuentros pero cuando hay un encuentro de dos almas trae luz Vos sabés que cuando llegaste cambiaste el olor de mis mañanas. No, si vos sabés Vos sabés el día que tu madre vino y me dijo con ojos mojados que ibas a venir… (Vos sabés, Fabulosos Cadillacs).

En una primera lectura pareciera que esta pregunta no tiene relevancia, pero si la piensas un poco, resulta ser muy importante, y por algo todas mis entrevistadas quisieron saber el sexo de su bebé desde el embarazo, ninguna quiso esperarse a la «sorpresa» en el nacimiento. El color que elegí para este capítulo es el índigo o añil, el cual justamente representa las fantasías y los sueños, ¿y a poco no?, cuando te enteras que estás embarazada empiezan a surgir un montón de ilusiones y expectativas de lo que vas a tener, como lo que le pasó a Claudia: Cuando nos dijeron que estaba embarazada me imaginaba que iba a tener una niña, siento que a todas las mujeres les pasa. Desde chiquitita lo pensaba, y ya tenía hasta el nombre. Entonces estaba muy hecha a la idea de que era mujer, y cuando fuimos al primer ultrasonido, donde no te dicen el sexo porque todavía no se puede, el doctor me dijo que por el ritmo cardiaco sospechaba que era hombre pero yo le dije: «No doctor, ni se preocupe, estoy segura de que es niña», y cuando fuimos al ultrasonido de los tres meses, nos dijeron que era niño.

A veces pasa que no te han dicho el sexo, ya sea porque todavía no se puede ver a través de los ultrasonidos (todavía no es 19


tiempo) o porque «no se dejó ver» el bebé como se dice coloquialmente. Sin embargo, tú presientes el sexo, lo intuyes, lo percibes, lo cual puede ser meramente tu deseo, o puede ser que realmente algo indescriptible e inconsciente dentro de ti hace que lo sientas así: Sara: Algo me decía que era niño, porque en la familia de mi esposo todos son hombres. Realmente no tenía una expectativa específica. Siento que me fue bien con que el primero fuera niño, la verdad siento que me identifico mucho con él, además, como que al ser maestra siempre he tenido click con los niños, la verdad qué padre. Para mí ha sido fácil. Sofía: Yo toda la vida pensé que iba a ser mamá de dos niñas, porque en mi familia somos casi puras mujeres, es un matriarcado total. Bueno, está mi abuelo y él es el de la última palabra, pero parece que no, porque las mujeres son muy fuertes. Por eso pensé que iba a ser mamá de dos niñas. Cuando me embaracé, durante seis meses nos dijeron que Julián era niña. Durante ese tiempo me hice a la idea y ya teníamos el nombre y un poco de ropa de mujer. Después, en una de las consultas, en el camino iba pensando que era niño, no sé por qué pero lo sentía y mi tía, quien me acompañaba me dijo que no, que si ya me habían dicho que era niña no podía cambiar, pero yo intuía algo. Todo el tiempo Carlos quiso un niño. En la consulta, mi doctora estaba súper apenada porque me decía que nunca se equivoca pero claramente vimos que era niño, no había duda. Paloma: Había muchas expectativas a nuestro alrededor de que fuera una niña. Alfredo y mi suegra querían una niña, una princesa. Mi suegra es rosa y su mundo es rosa y por eso quería algo rosa en su mundo. Pero yo sabía o intuía que era niño y dije: «tenemos que parar las expectativas de que sea niña porque sé que es niño», y nos lo confirmaron en el ultrasonido donde se sabe el sexo.

La cosa es que una se hace a la idea de lo que va a tener y ese deseo se alimenta y confirma con el deseo de tu pareja, y por supuesto, con los deseos y comentarios de tu entorno, principalmente con los de tu familia, mamá, suegra, hermanas, primas o amigas; y me refiero principlamente a mujeres, porque somos nosotras las que nos emocionamos más al respecto, o al menos, no nos da pena hablar públicamente de qué va a ser, diciendo frases clichés como: «tienes cara de que es niña», «por la forma de tu panza va a ser niño», «dicen que si tus antojos son más dulces va a 20


ser niña», etc. Imaginarios sociales que van de boca en boca, que sin duda han coincidido, y que por eso, se sigue creyendo en ellos. Nos hacemos a la idea porque traemos la fantasía desde chiquitas, porque nos encaprichamos o simplemente porque la hormona nos tiene locas e insistentes con un sexo específico. Después, cuando te confirman el sexo, y realmente lo ves en el ulrasonido, entras en shock, ya sea porque efectivamente confirma lo que esperabas, o por todo lo contrario, porque no es lo que deseabas. Te alegra saber que sea lo que sea está bien, está sano y creciendo, pero el shock está ahí y puede durar lo que dura la consulta en el ultrasonido, puede durar todo ese día, toda la noche, toda la semana o meses. Claudia: A mí me dijeron primero porque Fabián no quería saber, pero no sé qué cara puse que Fabián se dio cuenta, además de que del nervio le estaba apretando la mano; saliendo de ahí me puse a llorar por tres horas seguidas, no me imaginaba nada el ser mamá de un hombre, no sabía cómo lo iba a limpiar, a cuidar, a educar, nada. Supongo que se me cayó la ilusión porque todo mi entorno es de niños, tengo tres hermanos. Fabián tiene un hijo, todo es niños, y yo quería o tenía toda la ilusión de una niña, todo ese día sufrí y lloré, hasta se me quitó un poco la emoción del embarazo, todo lo que había disfrutado los primeros meses desapareció en ese momento.

Si estás embarazada por primera vez, no te asustes si entras en shock, que no te de culpa, es normal y muy comprensible, da mucha emoción saber qué vas a tener, y al mismo tiempo da mucho miedo porque realmente todo empieza a cobrar forma, cada vez es más en serio el hecho de que vas a ser mamá, cada vez se acerca más el momento de conocer a tu bebé. Para algunas tener una niña es un gran alivio porque es un terreno con el que se identifican, es algo que conocen o por lo menos se percibe como algo familiar. Mariana: Cuando me dijeron que iba a ser mujer dije: «Qué gusto, porque mi mamá y yo somos muy apegadas y qué padre que pueda tener una relación así con mi bebé. Qué padre que se herede esa parte del lazo con la mamá». Increíble que mi primer bebé fuera mujer, se me hizo algo muy fácil, me daba miedo un niño porque son temas que no conocía.

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Alejandra: Creo que el que sea mujer es lo que esperaba, está muy bien en cuanto a que es lo que conozco, tengo hermana y primas, y mi papá se murió hace mucho, así que es lo que conozco, y está bien. Mariana: Estoy muy contenta de que sea niña, siempre le canto y le hago vocecitas, y no es que con niños no se pueda, pero con una niña es un terreno conocido para mí. Imagínate, mamá primeriza, todo nuevo, aprendiendo de todo y que además fuera niño no, qué bueno que fue mujer, para darme un «break» al menos en eso, tratar con algo conocido. Se me dio fácil ser mamá de una mujer, nos hemos entendido.

Aunque también les llega a preocupar esu género en esta sociedad. Me parece que uno de los grandes miedos que nos provoca saber qué vamos a tener es la responsabilidad de la crianza y educación. Si es niña porque no queremos que sea el «sexo débil». Alejandra: Aunque siento que es más responsabilidad tener una niña que un niño, me preocupa mucho que se vuelva como otras niñas de «todo lindo, todo bonito», porque todavía vivimos en una sociedad machista donde a las niñas se les dice que tienen que ser bonitas y lindas y no les preguntan cosas de cultura, hay cosas que tienen que ver con el físico y con el que si eres niña, eres linda y debes estar calladita. Siento que voy a tener que trabajar mucho en ayudarla a no aceptar todo lo que la sociedad dicta de las mujeres, tratar de cultivarla más, y de que aprenda a ser ella sin importar lo que piensen de ella.

Y si es niño nos asusta y preocupa el cómo educarlos para que no nos ganen las formas y normas del machismo, y también nos preocupa el contrario, consentirlo demasiado y que se vuelva demasiado débil. Sofía: Confieso que entré en shock, me puse a llorar, me dio nostalgia y después pánico por las ideas que tenemos las latinas de que cuando crezca se va a ir más con la familia de la mujer y no me va a volver a pelar. Después se me quitaron todas esas telarañas de la cabeza y dije: «No, también hay hombres maravillosos, no tiene porque ser desmadroso ni nada de eso». Y al final me dio gusto porque es como si Julián me sorprendiera desde el principio, y aprendí que un hijo es lo que es… me acuerdo que en uno de mis baby-showers hubo una dinámica de recibir consejos y me acuerdo mucho del que decía: «Acepta a tu hijo como sea». Me encantó y ahora estoy feliz de que sea hombre, feliz.

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Creo que da igual lo que tengas, de cualquier forma te sientes vulnerable y asustada porque sientes que no sabes nada de lo que es ser mamá o porque te percibes incapaz de serlo y hacerlo. Claudia: En la noche Fabián me dijo: «Ya estuvo. Todo lo que estás sufriendo y llorando se lo estás pasando al bebé. Él no tiene la culpa de nada, no es responsable de tus traumas y fijaciones de querer a fuerzas una niña». Entonces cambié el chip y la forma de pensar y dije: «Es verdad, qué culpa tiene, qué egoísta me estoy viendo». Dejé de llorar y gracias a Dios tuve seis meses completitos para hacerme a la idea, y cada vez que iba con alguna amiga con bebé hombre, trataba de interactuar más y acercarme.

La naturaleza es tan sabia, y no es cliché, que muy probablemente esos cinco o seis meses más de embarazo después de la confirmación del sexo sean para que te vayas preparando emocionalmente de lo que vas a tener. Para aceptar tu próxima realidad como mamá de una niña o de un niño. Claudia: El día en que supe que iba a ser hombre, lloré por todo a la vez: frustración, nerviosismo, miedo, emoción, inseguridad, todas las tonterías que te puedas imaginar estaban ahí, y todo estaba en mi cabeza. Tener una niña era parte de mi plan de vida y resulta que no fue así, y eso me hizo llorar.

El resto del embarazo, después de saber qué vas a tener, es también tiempo suficiente para armar y decorar el cuarto, para comprar ropa, para fantasear y jugar a las muñecas o muñecos, para buscar el nombre que le darás, para emocionarte cada vez más. Sueñas con tu bebé, con su cara, con su tamaño, con su olor, con su color, con su pelo, con cómo y con qué lo vas a vestir. Carolina: Saber que venía un niño me dio mucha emoción pero creo que me hubiera dado la misma emoción si hubiera sido niña. Siempre pensé que si tenía una mujer iba a ser mi gran compañía, la iba a vestir con falditas y así, porque siempre he sido muy femenina y detallista, pero a la vez –muy en el fondo– soy un poco Tom-Boy porque me apasiona el béisbol y me gustan las armas, me gusta escalar. Entonces pensé que tampoco iba a ser una mala mamá para un niño porque tengo este otro lado. Sofía: En ese momento me salió el nombre y dije: «Se va a llamar Julián». Le hablé a Carlos para contarle y estaba feliz. Al principio no

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me creía pero se puso feliz, nunca pensé que me casaría con un macho y ¡mira! No me creía pero le dije: «Te llevo las pruebas, el vídeo y todo». Estaba tan contento que hasta le habló a la doctora para darle las gracias y además cambió la actitud conmigo, se volvió más cariñoso.

Y a todo esto, ¿por qué a muchas mujeres nos interesa saber qué vamos a tener?, ¿será que de veras necesitamos un tiempo para que nos caiga el veinte?, ¿para irnos preparando psicológicamente, consciente e inconscientemente? Lo que me pasó es que quería nombrar mi panza, quería ir con mucha calma decorando su espacio, su cuarto, quería soñar con él, jugar con buscar el nombre y deseaba tener una seguridad, esa seguridad de saber quién estaba creciendo en mí, al menos eso. Todas, lo queramos o no, cargamos con habilidades, virtudes, fantasías, hábitos, miedos, frustraciones, obsesiones, traumas, etc., heredados y aprendidos, y algunos de ellos tienen que ver con nuestro género (ser mujer), de ahí que deseemos que nuestro bebé sea niña o niño para que viva (a su manera) lo mismo que hemos vivido o que no le toque vivirlo. Es decir, hay quienes quieren repetir su historia con sus hijos, hay quienes desean mejorar su historia, hay quienes buscan experimentar con lo nuevo y lo ajeno. Cada mamá trae en su cabeza y en su corazón un deseo y una fantasía del bebé que espera. Finalmente nace y llega ese ser que esperabas y del cual sabías con certeza qué era o mejor dicho qué es, y conforme pasan los días, las semanas y los meses, te das cuenta –en el mejor de los casos–, que no ha sido tan difícil ni tan temido el criar a tu bebé. Claudia: Hoy lo pienso y no creo que si hubiera tenido niña hubiera sido más feliz de lo que fui cuando nació Bernardo o que hubiera sentido algo más padre de lo que sentí por Bernardo, lo amo y lo adoro, no cambio nada, pero sí me costó trabajo. Hoy lo amo y lo adoro y no puedo vivir sin él. Me veo normal, es lo que tenía que ser, me tocaba ser mamá de él, no pudo haber sido nadie más, es lo máximo, no sé cómo explicártelo. Si lo pienso, todavía no me enfrento a algo difícil por ser hombre, no me ha tocado nada que no pueda hacer. Creo que va a ser igual de fácil,

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o igual de difícil, que con una niña. Probablemente Fabián tenga que ayudarme a hacer cosas con él que yo como mujer no pueda. Carolina: Estos ocho meses han sido increíbles, ser mamá de un hombre ha sido un amor, lo amo, es algo muy parecido a lo que siento por mi esposo, es igual de pasional pero no es sexual, es un enamoramiento no sexual. Me encanta cómo se comporta, siento que no necesita mamá, él llegó y desde el principio ha decidido qué onda y cómo dijo él: «A mí no me gusta el chu chu, yo quiero mamila». A mí me gusta dormir mucho, cuando le corto las uñas se deja, hasta estira las manos, lo que sea, se deja atender. De verdad, Pedro llegó a enseñarme, está impresionante, todos los días me enseña algo nuevo. Lo llevo a todos lados y cuando regresamos lo siento junto a mí a ver las novelas y le encanta.

¡Oh sorpresa!, después de escuchar las experiencias de este capítulo: Cómo fue para ti saber el sexo de tú bebé, pareciera que enterarse de lo que se va a tener es un momento fuerte, se mueven emociones. Para muchas mujeres genera cierto estrés y en otras estalla la emoción. A veces no te das cuenta, hasta el momento en que te confirman lo que vas a tener, que en el fondo de ti sí había inclinación por un sexo y ésta se intensifica o se frustra al saber lo que viene. Me atrevo a decir que no en todas las mujeres la asimilación del sexo del bebé es algo fácil, normal o rápido, porque no sólo es lo que una esperaba o deseaba, sino que también hay que lidiar con las expectativas del esposo y de la familia. Se lucha contra la presión, el miedo, la ilusión, el desconocimiento. Pero una vez que el bebé está contigo, todo eso que habías pensado, soñado, deseado, fantaseado y discutido con cómo iba a ser, generalmente se desvanece, porque ese bebé, niña o niño, llega a enseñarte, a moverte, a enloquecerte, a rehacerte, a ubicarte. Sofía: Ahora no me imagino con niñas, y qué bueno que fue así porque estoy más relajada, soy más ruda en todo, estoy feliz y me encanta que sea hombre, y al contrario, ahora es mi motivo y mi motor para saber más de los hombres y apreciarlos. Me hice una limpia del horror que tenía de los hombres por algo que cargaba de mi familia, por todas las historias de las mujeres de mi familia, pero yo no soy así y ahora sé que él me hizo hacer las paces con los hombres. Me encanta y no cambio a don Julián por nada del mundo. Julián es

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súper físico, muy activo y me gusta porque me ayuda a moverme, tengo que hacerlo y me encanta y necesito ponerme las pilas para poder ir con él a jugar lo que sea. No quiero ser la mamá aburrida que se queda sentada o en la casa porque no hago deporte, ahora me voy a volver una «soccer mum». Paloma: Para mí fue una emoción increíble, aunque tenía el prejuicio o la idea de que me iba ser más fácil criar a una niña, pero no sé en qué estaba pensado, porque este niño es lo mejor que me ha pasado en la vida, es lo máximo, es lo que más amo, ¡ha venido a enseñarme tantas cosas desde el día uno! Es un amor diferente al que siento por mi esposo y mi familia, es lo mejor que tengo en la vida, no sabía lo capaz que era de poder educar a alguien y él vino a enseñarme, es mi maestro, es lo máximo en la vida.

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