Sombras de la noche

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Primera edición, 2019 © 2018, Rodrigo Julián Chávez López. © 2018, Par Tres Editores, S.A. de C.V. Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués, Código Postal 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro. www.par-tres.com direccioneditorial@par-tres.com ISBN de la obra 978-607-8656-09-7 Ilustración de portada © 2019, Luis Heredia. Diseño de portada © 2019, Diana Pesquera Sánchez. Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes. Impreso en México

Printed in Mexico


Rodrigo Julián Chávez López nació en la Ciudad de México el 26 de marzo de 1996. Estudiante de literatura inglesa en la UNAM. Desde pequeño desarrolló una afición por leer, sobre todo por los libros de fantasía. A los catorce años intentó por primera vez escribir, influenciado por autores como C.S. Lewis y J.K. Rowling, pero el resultado al que estaba llegando no le estaba agradando así que decidió abandonarlo. Dos años mas tarde, y por obras del destino, regresó a esa historia abandonada con intención de reescribirla; de ahí, nació una idea para otra historia y con la cual supo que la escritura era su vocación. Después de seis años escribiendo y aumentando la lista de autores que lo inspiran, como Brandon Sanderson y ayudado con sus estudios en literatura, la escritura se ha vuelto parte importante de él y desea darles el refugio a varios lectores, como muchos libros y autores lo hicieron con él en su infancia.



Capítulo I El inicio

La noche estaba apenas iluminada por la luna en su fase de cuarto menguante, su tenue luz alumbraba un pequeño bosque en la cercanía de una montaña. Un búho ululaba en la cima de un árbol, sus enormes ojos se fijaron en un joven de pelo negro que corría entre la arboleda. A cada paso que daba, las ramas se rompían y alteraban la tranquilidad de la noche, pero no le importó y continuó corriendo, hasta que finalmente el cansancio lo derrotó. Se aproximó al tronco de un árbol cercano, colocó su espalda contra él y trató de recuperar el aliento. Mientras se reponía, no dejaba de mirar de un lado al otro, a la espera de cualquier sonido o visión de su perseguidor, pero el lugar estaba en completo silencio, como un cementerio. Matthew se alejó un poco del árbol y miró a su alrededor; estaba sorprendido de que aún no lo hubieran encontrado. El crujido de una rama lo hizo ponerse alerta. Sacó el cuchillo que traía en el cinturón, volvió a colocarse contra el tronco y esperó. Pasaron algunos segundos y no percibió ruido alguno; tal vez la imaginación le había jugado una mala broma, o quizá aquél ruido fue producido por un animal perdido. Estaba a punto de alejarse del árbol, cuando escuchó un nuevo crujido. Unos pasos se acercaban, lentamente, como un cazador al acecho de su presa. Con mucho cuidado, giró la cabeza para observar detrás del árbol, pero no logró ver nada excepto los troncos a su alrededor, hasta que, atrás de uno de ellos apareció un hombre. Iba vestido con un pantalón y una camisa de color arenoso; el hombre tenía 7


el pelo largo, rubio y una barba en forma de candado. Cuando se acercó a la luz de la luna, Matthew lo reconoció: Marcus. El hombre a quien el muchacho más odiaba. Por un momento deseó salir de su escondite y enfrentarlo, pero la razón se impuso y siguió oculto, desde donde estaba alcanzaba a verlo sin ser descubierto. Marcus miraba de un lado a otro tratando de encontrar su pista, sus fosas nasales se dilataron mientras olfateaba. Y después de un pequeño respingo, se acercó a un tronco cerca de él. Allí estaba, enganchado en una de las ramas, un pequeño pedazo de la camiseta del muchacho. Al verlo, Matthew se reprendió a sí mismo. ¿Cómo no logró sentir cuando se había desgarrado su camisa? ¿Qué era lo que siempre le decía su padre? Oculta tu rastro, en especial cuando sabes que alguien te sigue. Marcus tomó el pedazo de la camisa y se lo acercó a la nariz para olerlo, miró a su alrededor tratando de encontrar a su presa. –Sé que estás ahí –dijo mirando a su alrededor–. ¡Sal de una vez! El joven se enderezó para que el árbol lo ocultara por completo; su respiración era muy rápida, trataba de controlarse pero le era casi imposible. Escuchó cómo Marcus escudriñaba el terreno y sujetó el cuchillo aún más fuerte. Los pasos de aquel hombre se alejaron, hasta que finalmente dejaron de oírse. El muchacho salió despacio de su escondrijo y trató de encontrar a su enemigo en los alrededores, pero no había rastro de él. Soltó un suspiro de alivio y pensó que había logrado despistarlo, hasta que una mano lo jaló por la espalda y lo lanzó hacia atrás. El golpe no fue tan duro, pero aún así lo sorprendió. Se levantó rápidamente y se puso en guardia. –¡Te encontré! –dijo Marcus sonriendo y enseñando sus colmillos. Al estar frente a frente, el chico logró ver los rasgos salvajes de un animal en el rostro de su adversario y unos ojos oscuros como dos agujeros sin fondo. El muchacho levantó el cuchillo un poco más y Marcus hizo lo mismo con sus dos manos; las uñas eran grandes y filosas, 8


simulaban unas pequeñas dagas. Una de las características de los hombres lobo. –Qué mal que tu madre no siga viva para ver cómo te voy vencer. Estaría avergonzada de haberte engendrado. La provocación surtió el efecto deseado y el joven no dudó un segundo más y se arrojó sobre su oponente lanzando cuchilladas a diestra y siniestra. Marcus desvió el acero con las manos, aunque sin contraatacar aún. –¡Oh! Al niñito de mamá no le gusta que hable de ella. El muchacho lanzó varios ataques más, productos de su ira, pero su rival los esquivó con gran facilidad. –¿Es todo lo que tienes? –se burló el hombre y se relamió los labios. A los hombres lobo les gustaban las peleas. De nuevo, el muchacho atacó a su contrincante, éste giró y lo esquivó. Sin embargo el joven no se detuvo, trató de alcanzar el cuello de su oponente pero Marcus se agachó y lo esquivó por muy poco, pero no pudo eludir el siguiente ataque y la hoja del cuchillo lo cortó en el brazo. Marcus retrocedió y observó la herida sorprendido, después miró al muchacho y sonrió. –No está mal, pero necesitarás más que eso para vencerme. El muchacho corrió hacia él y continuó atacándolo. Un mandoble fue dirigido al vientre del hombre, pero antes de que el arma alcanzara su objetivo, Marcus detuvo la mano de su atacante y le dio un fuerte puñetazo en el vientre; después lo cortó con sus filosas uñas en varias partes del cuerpo, obligándolo a retroceder. El joven se llevó una mano al abdomen y sintió un dolor espantoso en un costado el cual lo hizo arrodillarse; para su suerte, el resto de las heridas que le infringió no eran muy profundas, pero sí demasiadas. No obstante, el odio que bullía dentro de él lo obligó a ponerse de pie. El chico siguió luchando con determinación, aunque ninguno de sus ataques alcanzaba a Marcus. Éste esquivó otra cuchillada y al instante se colocó a un costado de Matthew, propinándole un puñetazo en el estómago. El joven se dobló al sentir cómo el 9


aire se le escapaba de los pulmones, y antes de que pudiera recuperarse, Marcus le dio otro golpe, ahora en la barbilla, el cual lo tiró al suelo. Sin perder la ventaja, el hombre lobo se sentó sobre él y extendió los dedos hacia su corazón. –¡Alto! –gritó una voz. Los dedos de Marcus se detuvieron a pocos centímetros del pecho del muchacho. Levantó la vista y miró a tres hombres observándolos: uno de ellos no dejaba de escribir sobre un montón de papeles que llevaba entre las manos, y al verlo más de cerca, se lograban apreciar los rasgos salvajes de un hombre lobo; el segundo de aquella terna, un hombre joven, llevaba un morral en la espalda; y el tercero era un señor de edad avanzada, tal vez de unos cincuenta años, vestido con armadura y espada al cinturón, las canas comenzaban a salirle en la barba poblada y más de la mitad de su cabello estaba cubierto de ellas. –La prueba terminó, puedes soltarlo –dijo el hombre de la armadura. –Como usted ordene Lord John, creo que me dejé llevar por el momento –contestó Marcus con una sonrisa. El hombre se levantó y extendió su mano para ayudar al joven a levantarse–. Siento haber sido algo rudo contigo Matthew, pero diste una buena pelea. De mala gana, el muchacho tomó la mano que le ofrecían. Al incorporarse sintió una punzada en un costado del vientre. Marcus ayudó a Matthew a sostenerse al ver que su cara reflejaba dolor. –Será mejor que lo revise, doctor, creo que le rompí algo –comentó Marcus sin dejar de sonreír. El hombre que llevaba la mochila se acercó a ellos y condujo al muchacho hacia un tronco caído para que se sentara. Mientras el médico lo revisaba, Marcus y Lord John se acercaron al individuo que tomaba las notas y hablaron entre ellos. No era la primera vez que Matthew realizaba ejercicios de esa clase, lo obligaban a entrenar diariamente y a realizar diversas pruebas para ver cuánto había mejorado en su desempeño. 10


Normalmente lo examinaba un monitor humano, pero en esta ocasión estaba presente uno de los hombres lobo. Trataba de escuchar lo que hablaban los tres hombres, pero lo hacían tan bajo que le era imposible hacerlo. Cuando el doctor le tocó en la zona de las costillas, un dolor intenso casi le quita la respiración. –Lo siento –se disculpó el médico al notar la mueca de dolor del muchacho y siguió palpando sus costados–. Tuviste suerte, sólo está astillada. Es impresionante que hayas seguido luchando, los hombres lobo son guerreros por naturaleza, para un humano es muy difícil aguantarles el ritmo de pelea –comentó y luego revisó las heridas que Marcus le había hecho con las uñas–. Las otras lesiones no son tan graves, no tardarán mucho en sanar, pero tendrás que guardar reposo unos cuantos días para que tu costilla se arregle. Toma esta pomada y póntela en las cortadas. Sacó un pequeño frasco de su mochila y se lo entregó. –Gracias –le contestó Matthew tomando la medicina. El hombre asintió, cerró la mochila y se dirigió hacia sus compañeros. El muchacho destapó el frasco y se untó la pomada sobre los brazos, donde había recibido la mayoría de los cortes. Quería saber de qué hablaban los cuatro hombres, pero se sentía tan agotado y adolorido que no podía moverse. Marcus volteó y lo miró unos instantes, después siguió hablando con los otros tres hombres. –Muchas gracias –le dijo Lord John a sus compañeros–. Pueden regresar a la base. Los hombres asintieron y se alejaron hacia el bosque; dejaron solos a Lord John y a Matthew. –Vaya forma de pasar tu cumpleaños, ¿no lo crees hijo? –le preguntó el hombre sentándose junto a él–. ¿Cómo está tu costilla? El médico me dijo que te habías lastimado. –Aún me sigue doliendo, pero creo que sobreviviré. –Me impresiona que te hayas enfrentado así a Marcus, pero no debiste de atacarlo de esa manera. Aunque has sido el primer humano que ha logrado lastimarlo, hasta él mencionó que tienes agallas para ser un muchacho de dieciséis años. Debiste 11


tener cuidado con esa forma de pelear, parecía como si hubieras querido matarlo. –Él me provocó. Habló mal de mi madre. –Lo sé, lo oí. Pero trataba de hacerte perder el control, y al parecer lo logró muy bien. –Pero se excedió, sabes que hablar mal de ella es algo que tiene prohibido hacer –dijo Matthew enojado. –Y tú sabes que no podemos intentar matar a uno de nuestros mejores soldados, imagina si lo hubieras hecho. –Apenas logré tocarlo –respondió Matthew con frustración. Lord John lo miró; ambos se parecían mucho, tenían la misma forma de la barba y la nariz, pero el muchacho había heredado los ojos y la boca de su madre. –Hijo –continuó Lord John–, tú sabes que los hombres lobo son impredecibles, pero los necesitamos. Y ellos son los únicos que nos pueden ayudar en esta guerra. –Pero no confío en Marcus, eso es todo. –Hijo, lo que sucedió hace años… –No quiero hablar sobre eso –respondió Matthew cortante. Lord John suspiró ante la actitud de su hijo, pero comprendía su dolor. –Esta guerra ha cobrado muchas vidas –le dijo su padre–. No sólo la de tu madre, muchas personas han sufrido por este conflicto y es nuestro deber acabar con este sufrimiento. ¿Entiendes eso? Matthew asintió. –Hijo mío, no siempre podré protegerte, en algún momento tendrás que tomar una espada y quitarle la vida a alguien para defender la tuya. Esa es la razón de estas sesiones de prácticas, quizá ese momento está más cerca de lo que crees. Vamos, regresemos a la base –dijo finalmente Lord John. Ayudó a su hijo a incorporarse y, cuando estuvo seguro de que podía mantenerse de pie, emprendieron su caminata entre los árboles del bosque. Matthew caminaba un poco más atrás que su padre y recordaba la historia que le había contado acerca de cómo inició la guerra para los humanos. 12


Fue en una noche fría de invierno y el cielo estaba iluminado por la luz de las estrellas. Los aldeanos de un pequeño pueblo celebraban sus días de abundante cosecha con una enorme fiesta. Las calles se encontraban adornadas con listones y banderas de todos los colores, los bares ofrecían banquetes y mucho vino a los residentes y a los pocos visitantes. La risa de los niños, los borrachos y la algarabía de la gente del lugar llenaban las calles. En el centro del poblado era donde la celebración se hallaba más amena, todos bailaban y reían al compás de la música. De pronto, una oscuridad cubrió al pueblo; se apagaron las luces, la música y las risas. Los pobladores se veían entre sí, sin entender qué sucedía. Todo estaba oscuro, la luna y las estrellas se habían opacado. Era tal el silencio, que parecía como si la noche se hubiera tragado los sonidos existentes; todo sucedió muy rápido. Unos hombres envueltos con capuchas, salieron de la nada y atacaron a los transeúntes: hombres, mujeres y niños por igual, fue una masacre, nadie pudo hacer nada y los gritos cubrieron al pueblo. A la mañana siguiente, un campesino del mismo poblado regresó de un viaje que había iniciado tres días antes. Al llegar, notó que el lugar seguía decorado para la fiesta, pero no vio a ni una sola persona en las calles. Extrañado, se dirigió a su casa, buscó a su mujer e hijo, pero sus seres queridos no se encontraban en el hogar. Algo ansioso tocó a la puerta de sus vecinos. Esperó un poco pero nadie le abrió; intentó en otras tres casas, cada vez más preocupado, con el mismo resultado. Todas las viviendas estaban completamente vacías. El hombre sintió cómo el miedo comenzaba a llenarle el cuerpo. Buscó durante varias horas, pero al parecer todos habían desaparecido, como si se los hubiera llevado el viento; incluso a los perros y a los gatos. Asustado fue a buscar ayuda al pueblo más cercano, donde vivía Lord Robert, el gobernante de esas tierras, y padre de John. –¿Qué has dicho? –preguntó Lord Robert poniéndose de pie después de que el campesino le contó lo sucedido. Era un hombre alto y musculoso, su cabello ligeramente canoso lo hacía parecer autoritario. 13


–Lo que escuchó –dijo el lugareño mientras se le quebraba la voz–. Todos, incluida mi familia, han desaparecido, no sé qué pasó. Estuve unos días fuera de mi pueblo y cuando regresé ya no encontré a nadie. Lord Robert lo miraba completamente perplejo. –¿Cómo es posible que todo un pueblo pueda desaparecer en una sola noche? –No lo sé, pero tiene que ayudarme, mi familia… –Tranquilízate, partiremos a primera hora de la mañana y te prometo que hallaremos a tu familia y al resto de la gente. Robert llegó al pueblo con el campesino y varios hombres armados listos para luchar en caso de que fuera necesario. Los soldados buscaron sin éxito en todos y en cada uno de los rincones del poblado, aunque encontraron un objeto. El aldeano rompió en llanto cuando uno de los soldados le entregó un pequeño oso de felpa que le había pertenecido a su hijo. Durante la semana siguiente se reportaron dos ataques similares en pueblos cercanos. Las personas desparecían sin dejar rastro alguno. Con cada noticia que recibía, Robert se sentía cada vez más angustiado, no sabía cuál era la razón de las desapariciones. Un día, mientras hablaba con varios de sus hombres, un soldado llegó a darle una noticia urgente. –Mi señor –dijo el mensajero algo agitado cuanto entró a la habitación–, otro poblado ha sido atacado, pero debo informarle que hemos encontrado los cadáveres de los residentes. Lord Robert se levantó de forma tan brusca que la silla cayó al suelo. –¿Estás seguro? –Completamente, los cuerpos se encuentran en un granero a las afueras del lugar. Inmediatamente preparó a su grupo de soldados y cabalgaron hacia el pueblo. Cuando llegaron al granero, lord Robert analizó el edificio: una construcción demasiado vieja. Las ventanas estaban cubiertas con tablas evitando que la luz entrara en el edificio. Los soldados estaban tensos, se respiraba un olor a muerte. 14


–¿Listos? –preguntó lord Robert a sus hombres mientras colocaba la mano sobre la puerta. Algunos de ellos dudaron y se miraron entre sí. El Capitán percibió el miedo que inundaba a sus acompañantes, no podía juzgarlos, había algo en ese lugar que también a él lo ponía nervioso. –¿Listos? –volvió a preguntar con voz aún más firme. Esta vez asintieron, pero su líder notaba el terror que los invadía. Abrió la puerta lentamente y entró seguido por sus soldados. –¡¿Qué significa esto?! –preguntó atónito. En el suelo sucio del edificio se encontraba un montón de cadáveres, tanto de hombres como de mujeres y niños. Todos se quedaron inmóviles contemplando la escena, hasta que Robert se aproximó al cuerpo más cercano, el de una mujer, y lo examinó. –Lo que la mató debió de ser un animal, tiene una herida enorme en el cuello, parecida a una mordida. –Pero ningún animal sería capaz de meter a todo un pueblo aquí dentro –comentó uno de los soldados acercándose para ver mejor a la mujer. –Tienes razón, pero ¿qué más pudo haber sido?, además no parece tener otro tipo de lesión. Sólo está la mordida en el cuello. ¡Revisen los demás cuerpos! –ordenó el Capitán. Mientras los hombres revisaban los cuerpos, Robert recorrió el lugar, observó las ventanas y notó que los clavos en ellas habían sido colocados recientemente. Había algo más que preocupaba a Lord Robert: los cuerpos que yacían en el interior del granero. Se había fijado que, a pesar de las salvajes heridas de los aldeanos, en el piso no había mucha sangre y menos un rastro de ésta; tampoco notaba el olor de la putrefacción de los cadáveres, pero había un aroma extraño en el aire y el miedo lo invadió. Tardaron toda la tarde en revisar los cuerpos. Cuando terminaron, Robert confirmó que los cadáveres tenían la misma herida en el cuello. Cuando el sol se ocultó, los hombres salieron del granero y Robert se reunió con sus colegas. 15


–¿Qué significa que tengan la misma mordida en el cuello? ¿Qué clase de bestia sería capaz de atacar de una forma tan salvaje como ésta? –preguntó absorto en sus pensamientos. –Pudo haber sido… El soldado no terminó la frase, Robert notó que su acompañante veía algo, horrorizado. –¿Qué sucede? El hombre señaló con un dedo tembloroso a espaldas del Capitán. Robert volteó lentamente y miró a la misma mujer que había hallado en el granero, sólo que esta vez no encontraba en el suelo, sino de pie. Tenía sangre en el cuello, pero ahora su piel estaba completamente blanca como la cera. El terror invadió a los presentes, ella se acercó poco a poco hasta ellos y cuando llegó junto a Robert, abrió la boca y le enseñó dos colmillos enormes. Enseguida se abalanzó contra él, pero antes de que lograra morderlo, una flecha surcó el aire y se encajó en el cuello de la mujer, matándola al instante. El Capitán volteó a ver a su salvador y vio a un encapuchado con un arco en la mano. –¿Quién eres? –le preguntó desenvainando su espada, listo para enfrentarlo de ser necesario. –Tranquilo –respondió el hombre misterioso quitándose la capucha; tenía unos rasgos salvajes que Robert jamás había visto–. Será mejor que se preparen, «esas cosas» se levantarán en muy poco tiempo. –¿A qué te refieres? –¡Prepárense, ahí vienen! Mientras Lord Robert volteaba a ver qué sucedía, los pobladores muertos que se hallaban en el granero se lanzaron contra los soldados, quienes sin más remedio desenvainaron sus espadas y trataron de repeler el ataque de aquellos espectros. –¿Qué sucede? –preguntó Lord Robert completamente confundido. –Éste no es el momento para responder sus preguntas –dijo el hombre y silbó. 16


De pronto, varias figuras aparecieron de la nada y se unieron a la batalla contra los antiguos habitantes del pueblo. Lord Robert presenciaba la escena con incredulidad, sus soldados y los hombres de rasgos salvajes que aparecieron repentinamente, luchaban contra los que consideraban ya sin vida. Veía con expresión de horror la ferocidad de aquellos espectros, y cómo sus soldados tenían problemas al luchar contra ellos. Miró al hombre extraño mientras se unía a la batalla. Robert dudó unos momentos, pero no deseaba abandonar a sus hombres, así que alzó su espada y se lanzó a la carga. La batalla duró pocas horas, cuando eliminaron al último de los pueblerinos transformados, Lord Robert se acercó al hombre que lo había salvado. –Gracias por su ayuda –le dijo. –No tienes que agradecer –respondió el hombre guardando su espada. –¿Qué eran esas cosas? –preguntó Robert, aún sin poder creer lo que habían visto sus ojos. –Nosotros los llamamos los pálidos, pero ellos se hacen llamar vampiros, lo que eran esas personas dejaron de serlo cuando fueron mordidos. Nunca creí que llegarían a atacar a los humanos. –¿Qué es lo que quieren? –le preguntó Robert al misterioso varón. –Ellos sólo pueden vivir alimentándose con la sangre de otros. Mi raza ha peleado contra ellos por años. –¿Su raza? –preguntó Robert atónito. –Nosotros somos hombres lobo, una antigua raza, y nos encargamos de eliminar a esos demonios. Hemos estado peleando contra ellos desde hace décadas. –¿Es posible que hayan sido los responsables de los ataques a nuestros pueblos? –Eso creo, los vampiros son seres nocturnos, suelen esconderse de la luz del sol debido a que puede matarlos. No están muertos, pero tampoco son humanos. –¿Crees que vuelvan a atacar? 17


–Es lo más probable, pero tranquilo, trataremos de evitar que sigan atacando a los humanos, aunque no le prometemos nada –contestó el hombre lobo con voz cansada. –¿Han peleado ustedes solos contra esas criaturas? –Así es, mi pueblo ha tratado de aniquilarlos, aunque no somos tantos como ellos. Hay dos formas de que nazca un vampiro; reproduciéndose entre ellos, y la otra, como lo has visto, mordiendo humanos –dijo el hombre lobo señalando a uno de los cuerpos sin vida de los vampiros–. No sé cómo lo han hecho, pero su reproducción ha aumentado demasiado rápido. Robert observó el cuerpo que señalaba el hombre, no pudo evitar sentir un poco de remordimiento por él, pensó en que un día era una persona normal y al otro era completamente diferente, un ser sediento de sangre. Pensó en la familia de esa persona, y en cómo podría pasarle lo mismo al resto de los pueblos. –¿Y, qué pasaría si ustedes tuvieran más hombres? –preguntó Robert sin despegar la vista del cuerpo. El hombre lobo lo miró confuso, pero contestó la pregunta. –Ganaríamos más batallas, quizá podamos causar la extinción de los vampiros –miró a Lord Robert y notó que algo había cambiado en sus ojos–. ¿Por qué pregunta? Robert respiró hondo y respondió. –No podemos permitir que esas horrorosas bestias sigan aterrorizándonos. Estos monstruos mataron a esos pobres aldeanos y estoy seguro que volverán a hacerlo –volvió a respirar hondo y continuó–, desde ahora no pelearán solos, mi pueblo los ayudará. El hombre lobo sonrió ante la propuesta. –Los pálidos son difíciles de matar, no creo que humanos como ustedes nos puedan ayudar mucho, así que gracias por su oferta, pero no, gracias. El hombre lobo dio una orden y sus hombres se dispusieron a irse, sin embargo, Lord Robert lo tomó del brazo para detenerlo. –Puede que ustedes lleven muchos años peleando contra estas criaturas, pero nosotros somos fuertes. Ellos han asesinado a quién sabe cuántas personas y ya no lo toleraremos más. Si no los 18


detenemos, mi pueblo y muchos otros vivirán con miedo de ser los siguientes. Ésta es su guerra, pero ahora también es la nuestra. El hombre lobo volteó a ver al humano. Notó la determinación en los ojos de aquel hombre, después miró al resto de sus acompañantes, todos estaban de acuerdo con la decisión de su líder, como si él pronunciara las mismas palabras que ellos pensaban en ese momento. –¡Bienvenidos a la guerra! –dijo ofreciéndole la mano, y Robert se la estrechó. Mientras caminaba junto a su padre, Matthew observaba la montaña que era la guarida del Ejército. Habían decidido establecerse ahí por dos razones: la primera, porque a los hombres lobo les gustaba vivir en cuevas, y esta cima estaba repleta de ellas, tenía tantos túneles y cámaras en su interior que era lo suficientemente grande como para compartirla con los humanos; la segunda era porque se trataba de un buen lugar para esconderse, ya que parecía estar desolado. La cumbre estaba rodeada por un bosque, que los humanos y los hombres lobo usaban para entrenar y en el que abundaban los animales, de esta forma el Ejército siempre tenía comida. Matthew había pasado la mitad de su vida viviendo en esa montaña, situación que le dio la oportunidad de explorar sus túneles varias veces. Presumía que conocía todos y cada uno de ellos. El joven también había pasado seis años entrenando con el resto del Ejército. El muchacho poseía una notable habilidad con la espada, pero como cualquier humano, no lograba superar a Marcus y al resto de los hombres lobo en fuerza y habilidad. Aunque presentaba tanta destreza y coraje como cualquier soldado, su padre siempre le negaba ir al campo de batalla. Él se sentía listo para enfrentar a los vampiros, su progenitor pensaba lo contrario; sin embargo, estaba seguro que algún día le demostraría que ya estaba preparado para combatir. Al llegar al pie de aquel monte, Lord John se detuvo y se dirigió a Matthew. 19


–Bueno, hijo mío, tengo que reunirme con los demás dirigentes. Trata de descansar un poco y procura que esa costilla se arregle. ¿De acuerdo? –Está bien, padre. Ambos se dieron un abrazo y John entró por el túnel más alejado. Matthew respiró hondo, observó la imponente montaña y se adentró en la oscuridad de uno de los túneles.

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Capítulo II Una misión

El pasillo se encontraba iluminado por varias antorchas colocadas en las paredes, las luces le daban un aspecto lúgubre al lugar. Matthew ya estaba acostumbrado a aquella apariencia; la primera vez que vio esos túneles, hacía muchos años, pensó que se adentraba al estómago de una bestia, pero con el tiempo se habituó. Caminó unos cuantos pasos, cuando repentinamente un brazo le rodeó el cuello. Su instinto lo hizo retroceder hasta que su atacante chocó contra la pared, después, tal como se lo enseñaron miles de veces, tomó el brazo de su agresor y lo jaló por encima de su espalda para derribarlo. Sin soltarlo del brazo, se colocó encima de su contrincante y después aprisionó ambas extremidades detrás de la espalda, inmovilizándolo por completo. –¡Oye, oye! Detente, ¿es así como tratas a tu mejor amigo? –se quejó el prisionero. El muchacho soltó al individuo, quien se levantó y se quitó el polvo de encima. –¡Gabriel! No hagas eso, creí que eras un vampiro –le recriminó el muchacho. –Matthew, llevamos años viviendo aquí y ninguno de esos pálidos nos ha encontrado. ¿Por qué esta vez sería diferente? El otro joven se acercó a Matthew y la luz de una antorcha iluminó su rostro. Gabriel era un joven de diecisiete años, tenía el pelo rubio y los ojos cafés, poseía la misma estatura que Matthew, pero mejor complexión que éste. Era un muchacho apuesto y los rasgos salvajes en su cara, hacían resaltar su rostro aún más. 21


Matthew observó las facciones de su amigo, cada vez que las veía sentía algo de enojo hacia él. Los hombres lobo tenían una costumbre: para demostrar su valía ante los de su raza, solían ponerse a prueba. Los desafíos variaban desde pelear entre ellos, hasta las semanas que debían sobrevivir en la naturaleza; si no se pasaba el examen impuesto, no eran considerados como un hermano de armas ante los ojos de los demás. Muchos humanos decidieron cambiar su humanidad para unírseles debido a las habilidades que poseían. Una de las condiciones que los lobos impusieron a los candidatos para formar parte de su raza, era que superaran una prueba de este tipo, en la que tenían que demostrar su valía. A diferencia de otros, Matthew no aspiraba a ese cambio; sólo deseaba demostrarles a todos, en especial a Marcus y a su padre, que estaba listo para luchar en la guerra, que ya no era un niño. Gabriel hizo la prueba de los hombres lobo tres meses atrás y la pasó con grandes honores; ese mismo día fue transformado y desde entonces Matthew se sintió distanciado de su amigo. –No vuelvas a hacer eso –dijo Matthew entre dientes al sentir una punzada de dolor en el costado debido al esfuerzo de levantarlo por los aires. –Tranquilo, sólo estaba jugando, sabes que no hay mucho que hacer en este lugar. Además, si hubiera sido en serio, no hubieras podido someterme tan fácilmente. Gabriel sonrió y le dio una leve palmada en la espalda y caminó adentrándose en el túnel. Matthew sonrió ligeramente y lo siguió. Mientras caminaba, sintió de nuevo un dolor en su costilla recién lastimada el cual lo hizo doblarse. –Oye, ¿estás bien? –le preguntó Gabriel acercándose a él. –Sí, es sólo que Marcus estuvo a punto de romperme una costilla –respondió entre dientes. –Ven, déjame ayudarte. Gabriel colocó el brazo de Matthew sobre sus hombros, lo ayudó a incorporarse y de esta forma reanudaron su caminata por el lúgubre pasillo. 22


–Es una lástima –comentó Gabriel después de un tiempo–, cómo quisiera que hicieras la prueba, así te convertirías en uno de nosotros, soportarías mejor las heridas y podríamos pasar más tiempo juntos; además serías un excelente hombre lobo. –¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero hacerlo? No quiero convertirme en una bestia –comentó sin pensar si el comentario ofendía a su amigo. Gabriel soltó un suspiro. Desde que pensó en hacer la prueba, ambos solían tener esa discusión cada vez que se salía el tema. –Pero no es algo tan malo –continuó Gabriel completamente tranquilo–. Mira, al convertirte tendrás más velocidad y fuerza que cualquier humano. Para demostrar sus palabras, Gabriel soltó a Matthew, tomó del suelo una piedra del tamaño de su puño, y con extrema facilidad, la pulverizó al estrujarla. –¿No deseas tener esta fuerza? –le preguntó y volvió a ayudarlo para seguir su camino. –¿Pero qué me dices de cuando salga la luna llena y me convierta en… salvaje? –le preguntó su amigo. –Detalles insignificantes –respondió Gabriel agitando la mano para restarle importancia–. La buena noticia es que sólo hay una luna llena al mes. Sigo preguntándome cómo Marcus es capaz de transformarse a voluntad, es el único que conozco que tiene la capacidad para hacerlo. Pero en fin, por eso, esa noche salimos a cazar en bosques lejanos, para evitar lastimar a los humanos. He escuchado decir a varios de nosotros que cuando acabemos con todos los vampiros viajaremos al sur, a un lugar completamente aislado y formaremos nuestros propios pueblos. Pero ya te dije, la transformación sucede una vez al mes, creo que vale la pena pagar ese precio, ¿no crees? Matthew aceptaba que era algo tentador tener las ventajas de un hombre lobo, pero no estaba de acuerdo en transformarse en una especie de bestia para lograr esa condición favorable. –Puede que haya muchos beneficios, pero si me transformo dejaría solo a mi padre; no podría volver con él –exclamó Matthew. 23


–Cierto, pero está la posibilidad de que él también se transforme. Matthew rió cínicamente. –Él nunca lo hará, únicamente pelea junto con los hombres lobo porque quiere su venganza, después de eso no le importa lo que suceda; además, yo estoy en esto por lo mismo. El dolor en el vientre de Matthew se desvaneció y Gabriel lo soltó para que siguiera caminando por su cuenta. Al llegar al final del túnel, los muchachos contemplaron su hogar. Era una ciudad dentro de la montaña. Había casas, hechas con las piedras encontradas en el interior de ésta; también se hallaban viviendas colocadas en las paredes y sostenidas con soportes, algunos de éstos eran naturales, pero otros habían sido construidos con otro tipo de piedra y madera. La mayoría de las viviendas estaban juntas. De entre todas las casas, dos sobresalían: una de color rojizo, donde vivían Marcus y los generales lobos; Matthew había entrado a ese lugar un par de veces, y cuando lo hacía, los hombres lobo lo miraban con desdén, quizá porque no era visto como alguien de respeto. La otra casa era de color gris y ligeramente más vistosa que la de los lobos, en ella vivían Matthew y su padre, así como los dirigentes humanos. –Nunca me has dicho por qué odias tanto a Marcus –exclamó de pronto Gabriel una vez que salieron del túnel. –Y nunca te lo diré –le contestó sintiendo un nudo en el estómago. Gabriel observó a su amigo y éste le devolvió la mirada. Notó la preocupación que invadía a su acompañante, pero no podía decirle la razón por la que odiaba tanto a Marcus, era una pena que sólo él debía enfrentar. –Bueno, será mejor que me vaya. Tengo que entrenar un poco, nos avisaron de un asentamiento de vampiros hacia el oeste y creo que me mandarán hacia allá. –De acuerdo, suerte. –Gracias, cuídate esa costilla –se despidió Gabriel mientras se alejaba por las calles del pueblo. 24


Matthew lo vio alejarse y no pudo evitar sentir una pizca de celos hacia su amigo. A pesar de tener sólo un año de diferencia, a Gabriel ya lo habían mandado a varias misiones y de seguro en ellas ya había matado a varios vampiros, mientras que él seguía estancado en la montaña, realizando entrenamiento tras entrenamiento. Él deseaba integrarse a la guerra, pero su padre le decía que aún no estaba listo. Se sacudió esos tristes pensamientos y caminó entre la gente para dirigirse a su hogar. Las personas lo saludaban al pasar a su lado y él les devolvía el gesto, aunque de una manera no tan alegre como lo hacían ellos, estaba cansado y adolorido, y lo único que deseaba era llegar y dormirse en su cama. La casa de los regentes humanos era más grande de lo que aparentaba a distancia. La piedra con la que se construyó era completamente pulida; la puerta era de madera de roble, y el picaporte de oro macizo. Matthew abrió la puerta y entró a un recibidor muy elegante; el suelo se hallaba cubierto con una alfombra y a la izquierda había una chimenea enorme. Algunas personas de porte militar estaban sentadas en elegantes sillones, tomando vino y riendo mientras contaban anécdotas. Matthew pasó de largo sin prestar atención a las conversaciones de los hombres y se dirigió a un pasillo. Su habitación, a pesar de ser sencilla, era una de las más grandes de la edificación. Dentro lo esperaba una palangana con agua, con la que se lavó la cara. Una mujer le llevó algo de comer y Matthew le dio las gracias cuando ella salió de la habitación. Comió hasta que se sintió satisfecho, se recostó sobre la cama y se quedó mirando al techo. Seguía pensando en aquel hombre que estuvo presente en su entrenamiento y la razón por la que tomaba notas, era algo extraño. Pero antes de que su cerebro le diera alguna respuesta, el cansancio se apoderó de él y cayó en un sueño profundo. La costilla de Matthew sanó en tan solo una semana. Durante este tiempo fue exento de todo entrenamiento y estuvo siete 25


días encerrado en su cuarto, hasta que un mensajero lo llamó para que acudiera a una reunión a la que asistirían todos los habitantes de la montaña. El pueblo generalmente estaba calmado, pero la noticia de aquella misteriosa reunión los intranquilizó. Matthew caminaba entre la muchedumbre que se dirigía a la Plaza Central, desde ahí podría tomar un túnel que lo conduciría a la sala de reuniones. Algunas personas especulaban sobre la reunión, aunque no tenían idea de qué podría tratarse. Varias de ellas le preguntaron si sabía algo, debido a que era el hijo del General del Ejército de los Humanos, pensaban que quizá su padre le habría comentado algo, pero no había hablado con él desde el entrenamiento con Marcus. Cuando estaba a punto de llegar al túnel, atisbó una melena de color azabache que se acercaba. Al verla, supo que se trataba de Claire, otra de sus viejas amigas de la infancia, y ahora una mujer lobo. –¡Hola, Matthew! –saludó Claire y se acomodó el hermoso cabello negro. –Hola –respondió el muchacho sin mucho entusiasmo. Claire tenía la misma edad que Matthew, pero sus rasgos salvajes la hacían ver más grande. Era muy atractiva y por ello había captado la atención de muchos jóvenes. Tenía unos ojos verdes que atraían la mirada de cualquier joven dentro de la montaña, menos la de Matthew. A él le costaba trabajo hablar con ella. Un año atrás, Matthew se enteró, gracias a Gabriel, que la joven estaba enamorada de él, pero a pesar de la belleza de la muchacha, él no podía corresponderle; así que era muy difícil no sentirse incómodo cada vez que hablaban. –Quizá te lo han preguntado muchas veces, pero ¿sabes de qué se va a tratar la reunión? –le preguntó sonriendo en forma de coqueteo, al hacerlo sus colmillos quedaron al descubierto y Matthew sintió un ligero escalofrío al verlos. –No lo sé, no he platicado con mi padre –respondió él. –Pues hay que averiguarlo. 26


Claire enganchó su brazo con el de él y caminaron por las calles de la ciudad subterránea. Matthew quería zafarse del agarre de su amiga, pero pensó que sería descortés y dejó que ella anduviera a su lado. –Escuché que te hirieron en un entrenamiento –comentó ella. –Sí, fue Marcus. –¿Por qué lo hizo? Pudo haberte matado –respondió ella con un ligero tono de enfado. –Tranquila, sólo fue un entrenamiento, además no estuvo tan grave –mintió. –Aun así, creo que estuvo mal. Matthew pensó lo mismo que ella. A veces su compañera lograba entenderlo y eso le agradaba. A pesar del enamoramiento de Claire, él la apreciaba como una verdadera amiga, razón por la cual se sentía un poco frustrado de que hubiera elegido convertirse en una mujer lobo. Siguieron su camino hasta llegar a la cueva que los condujo a un túnel con pasajes y varias entradas. Continuaron su recorrido y llegaron a la entrada principal de la sala de reuniones, se trataba de la parte más profunda en las entrañas de la montaña. Entraron a una bóveda enorme. Alrededor se observaban unas gradas hechas de piedra, muy espaciosas, donde ya se encontraba sentada una parte de la comunidad; en el centro del anfiteatro habían colocado una mesa y cuatro sillas de mármol. Sobre la mesa estaba un gigantesco cuerno que se usaba para amplificar la voz de quien hablara a través de él y de esa forma toda la sala podía escucharlo. Matthew observó la sala gigante que se alzaba sobre él; cuando era pequeño solía gritar en ese lugar para oír su voz rebotar en las paredes. Cada vez que su voz formaba un nuevo eco, éste se escuchaba con mayor intensidad; cuando su padre se enteraba de sus travesuras lo regañaba, aunque había ido a esa sala infinidad de veces. –Bueno tengo que sentarme, te veo después –le dijo Claire y después de despedirse dándole un beso en la mejilla, se dirigió 27


a las gradas de la derecha, donde se sentaban los hombres lobo cada vez que había una reunión. Matthew se encaminó hacia los asientos de la izquierda, los de los humanos, y se sentó en la tercera fila. Poco a poco, la muchedumbre apareció por los túneles y la sala no tardó en llenarse. Mientras se ocupaban los asientos, la gente hablaba entre sí, querían adivinar la razón por la que los habían llamado. Todos sabían que sólo convocaban asambleas cuando llegaba una noticia importante; pero eran tan pocas que incluso se podían contar con los dedos de una mano. Cuando la reunión estaba a punto de empezar, quedaban muy pocos lugares vacíos. Había uno justo al lado de Matthew, y para su sorpresa, apareció Gabriel y lo ocupó. –¿Qué haces aquí? Se supone que deberías estar del otro lado –le preguntó Matthew. –Lo sé, pero no quería dejarte solo. Además todos van a estar muy ocupados como para notar a un hombre lobo en las gradas de los humanos. El muchacho le sonrió a Gabriel. Después de que las últimas personas entraron y se sentaron, ingresaron los cuatro dirigentes mayores, entre ellos se encontraban Lord John y Marcus. Cada uno de los generales se sentó en su respectiva silla en el centro de la sala, y al hacerlo, todos los asistentes quedaron en silencio. Lord John empuñó el cuerno que se encontraba en la mesa y comenzó a hablar a través de él –¡Humanos y hombres lobo! ¡Hermanos y hermanas! Los hemos reunido hoy aquí para darles un mensaje muy importante. Esta mañana, mientras revisaba nuestros planes de batalla con Marcus, mi amigo y compañero de armas, llegó un mensaje de uno de nuestros espías –lord John esperó un poco, Matthew notó cómo disfrutaba la noticia que estaba a punto de anunciar–. He de comunicarles que es posible que hayamos encontrado la guarida de los vampiros. Los asistentes gritaron de alegría, ya que les habían dado la noticia de que, al parecer, la guerra podría terminar pronto. Mat28


thew miraba a la gente mientras vitoreaban la buena nueva; incluso él se sentía encantado con la noticia. Si lo que acababa de escuchar era cierto, sólo sería cuestión de horas para que todo el ejército marchara con la intención de ponerle punto final al conflicto bélico. Volteó a ver a Gabriel, y ambos intercambiaron miradas de entusiasmo. Lord John levantó una mano y todos callaron. –No quiero desanimarlos, ni mucho menos, pero todavía no estamos completamente seguros de que esta información sea verídica. Si es el caso, temo decir que se encuentran del otro lado de las montañas. Matthew oyó cómo algunos murmuraban, pero estaba demasiado lejos para oírlos, aunque tenía una idea sobre lo que discutían; él también había escuchado rumores acerca de las tierras al norte de las montañas, se decía que era un territorio donde los vampiros tenían una gran libertad y sus ataques eran mayores. El muchacho, como muchas otras personas, siempre había sospechado que los vampiros se ocultaban en ese territorio, pero era casi imposible saber exactamente dónde. Las tierras del sur, que terminaban en el mar, habían sido exploradas completamente, sin embargo el norte era una extensión más grande y, por tanto, desconocida en su mayor parte. Lord John esperó a que los susurros terminaran y después volvió a hablar. –Por tal motivo mandaremos a un escuadrón con la encomienda más peligrosa e importante de esta batalla: corroborar que esta información sea verdadera. Lord John le pasó el cuerno a Marcus y el líder de los lobos habló con su voz profunda. –¡Escuchen todos! Ya que ésta es una comisión muy importante, mandaremos un grupo reducido para evitar que sean detectados y reducir las bajas al mínimo. Como ya escucharon, la única tarea será investigar si la información es verídica. Esta tropa constará de sólo veinte miembros: diez humanos y diez hombres lobo, más un Capitán. Tal vez parezca una misión 29


bastante sencilla, pero también es la más significativa, por lo que mandaremos hombres experimentados. Cuando mencionen sus nombres quiero que se levanten. Un soldado se acercó a la mesa y le entregó una lista a Marcus. Primero, el hombre lobo dirigió su mirada a las gradas de los hombres lobo y fue anunciado en voz alta los nombres. Uno a uno, lo elegidos se levantaron tan rápido como los llamaban y recibieron aplausos de sus compañeros. Al terminar, volteó hacia las gradas de los humanos. Éstos, al contrario, se pusieron de pie con más lentitud, aunque recibían una enorme cantidad de aplausos por parte de los presentes. Todos sabían que era muy probable que murieran del lado norte de las montañas. La mayoría de los grupos que habían viajado a esa zona siempre regresaban con muy pocos hombres o ninguno, y sabían que de los veinte hombres que participarían en aquella misión, los que eran humanos tenían menos posibilidades de volver. Cuando terminaron de nombrar a los diez humanos que pertenecerían al escuadrón, le entregaron la lista completa a Lord John. Tardó tan sólo un par de minutos en revisar los nombres y después volvió a tomar la palabra: –¡Muy bien! Ya tenemos a los veinte valientes que conformarán este escuadrón. El público aplaudió entusiasmado ante aquellas palabras. Matthew no dejaba de mirar a su padre, por un momento había deseado que su nombre apareciera en aquella lista; ansiaba demostrarle a él y a todos que estaba listo para participar en la guerra, que sería un excelente soldado, pero no si se trataba de una misión prácticamente suicida. Después de que la multitud dejara de aplaudir, John continuó: –Ahora, el nombre del Capitán que liderará este escuadrón –hizo una pausa antes de continuar–, después de una evaluación completa por parte de los instructores de ambas razas, el líder de este grupo es… Matthew, mi hijo. El muchacho no supo qué hacer. Incluso Gabriel lo pellizcó en el brazo para hacer que reaccionara. 30


–Matthew, ¿podrías ponerte de pie por favor? –le pidió amablemente Steven, el otro regente humano. Percibió cómo los ojos de todos los presentes se posaban sobre él y la pena lo embargó. Sin salir aún del estupor, se levantó. Muchos comenzaron a susurrar y a señalarlo. Entonces se sintió desnudo y además como si fuera un bicho raro. –Matthew, hemos evaluado cuidadosamente tu desempeño y creemos que estás calificado para liderar esta importante tarea –dijo Steven sin quitarle la mirada. Finalmente, el joven comprendió la razón por la que el examinador vigilaba la prueba que sostuvo con Marcus–. Ahora, ¿aceptas esta encomienda? Todos quedaron impacientes por saber la respuesta del muchacho. Sin embargo, él sintió algo extraño en su interior, quiso negarse rotundamente, quería entrar en la guerra pero no de esta forma tan abrupta, intentó buscar la mirada de su padre, pero se veía tanto o más inseguro que él por aquella noticia. A pesar de todo, sabía que debía aceptar, de lo contrario quedaría como un cobarde frente todo el pueblo. Negarse no era una buena opción, considerando también que los hombres lobo le mostraban su respeto a todo aquél que demostraba su valentía y coraje. Tragó saliva y contestó un poco nervioso. –Sí, la acepto. –¡Excelente! –exclamó Steven y se oyeron unos pocos aplausos aislados en la multitud que se había acallado ante la noticia–. Por favor, todos pueden retirarse excepto los seleccionados. Se les darán las indicaciones pertinentes. Las personas comenzaron a salir de la sala aún atónitos por el acontecimiento; pero miraban a Matthew de reojo. –¡Suerte! –le susurró Gabriel antes de irse de la sala de juntas. El joven se volvió a sentar, estaba completamente sorprendido de que su padre no se negara al nombramiento. ¿Cómo pudo aceptar mandarlo al valle en donde seguramente él, así como los otros miembros del escuadrón, encontrarían la muerte? Matthew miró a Marcus y éste le sonrió. Jamás le había gustado la sonrisa de ese hombre. 31



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