ELISA ROSAS MADRUEÑO SOBRE EL ESCRITOR Elisa Rosas Madrueño.- Diseñadora de profesión, lectora de corazón, ilustradora por vocación y aspirante a escritora. “Lo que me importa es el arte en general. Me dedico a fusionar las palabras con las imágenes.” Desde la Editorial Sabelotodo trabaja con autores y sus textos. Su labor es darle diseño e ilustración a sus letras, escuchar, entender cada libro, disfrutarlo, darle un cuerpo, un beso y que queden listos para imprimirse.
ÍNDICE
Como alas de libélula La mosca en la leche Mariposas a domicilio La araña y tus pies El alacrán Hormigas de sol Mantis pagana
El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.
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Como alas de libélula Relatos insectuosos. Parte I No entiendo cómo le hace la gente para soportar la vida adulta. Saben manejar, hacer fila en el banco, cargar por lo menos siete llaves, batirse en duelos verbales mientras el tráfico los detiene, sobrellevar hipotecas, pagarle a Hacienda. Yo no entiendo nada de la existencia práctica y lo que menos sé es manejar problemas. Mi alma es muy sensible, mi alma está hecha del mismo material que están hechas las alas de una libélula. Si…
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La mosca en la leche Relatos insectuosos. Parte I No eres mi amigo, eres parte de mí. Yo no sé de qué sustancia estén fabricadas las almas, pero la tuya y la mía comparten ingredientes: fibras, toxinas, cristales y vapores. Hemos viajado juntos por terrenos místicos, buscando siempre lo exótico y lo desconocido. Volando a otras dimensiones sobre una paloma de papiroflexia, haciendo amistad con seres de carne callosa y nadado en las profundidades junto a monstruos marinos tan tiernos como temibles. Fuiste el primero en saber que yo de grande quería ser poeta, como Villon y supiste definir con precisión, qué es una mosca en la leche. Hemos andado sedientos y nos han vestido, hemos andando desnudos y nos han dado de comer. Hemos contemplado atardeceres que ni una caja entera de prisma color sería capaz de reproducir. Hemos pintado nuestros ojos color verde mayate para después parpadear más rápido que las alas de un colibrí. No eres mi amigo, eres parte de mí.
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Mariposas a domicilio Relatos insectuosos. Parte I –¿Qué traes en esa canasta? ¡Es una canasta muy pesada, abue! –¿No adivinas? ¡Qué me pediste que te trajera? La niña hace cara de duda y luego compone un puchero. –Yo te pedí mariposas, no una canasta… –Cierra la ventana y las cortinas y luego, abre la canasta. Y entonces la niña abre la canasta y unas cien mariposas monarcas salen volando por todas partes, unas se quedan en las cortinas, otras se pegan en su ropa, otras revolotean sobre las macetas. La niña salta y ríe. –¡Gracias abue! ¡Gracias! –¿Cuándo te he fallado? –Dice la abuela–, –¡Nunca!. –Dice la niña–. Y ese es uno de los recuerdos más bonitos de mi infancia.
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La araña y tus pies Relatos insectuosos. Parte II Abro los ojos y lo primero que veo es una araña caminando en el techo de mi cuarto. Como estoy adormilada, sigo su camino. Tiene mucha prisa y con sus largas patas llega enseguida al piso. Entonces me doy cuenta de que tus pies se asoman por debajo de la cama. Ahí están, son los tuyos los reconozco perfectamente, tu dedo gordo tiene la misma forma de mi celular… Siento un escalofrío recorrer mi espalda, cuando los agarro ya están fríos, tu no estás aquí… ¿Quién ha venido a regalarme la parte que más me gusta de tu cuerpo?
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El alacrán Relatos insectuosos. Parte II Hoy sólo puedo recordar mucho. Me regalaste el libro que siempre quise pero no lo compré porque estaba muy caro, tus vecinas que me miraban con ojos de envidia. La risa que no pudimos controlar y terminamos tirados en el piso sin aire. La vez que al mismo tiempo comenzamos a tararear una melodía de Radiohead. La furia que te daba cuidar mis borracheras, la excitación de tenerme inconsciente en tus brazos. El pánico de perdernos. Tu sillón que crujía traicionero, mi camioneta azul y fría, tu carro, la oficina, el baño de mi casa, tu habitación de persianas púrpuras. El deseo: Incontenible, incontable, imprudente. La oscuridad, los callejones, las patrullas con policías que preguntan demasiado y piden mucho más. Quizá todo fue muy común. Quizá todo fue único. Me contaste mil veces las mismas historias y esas mismas yo te escuché con la atención primera, las parrandas de madrugada donde gritábamos incoherencias, donde nuestros amigos eran sólo espectros; yo no los veía ni escuchaba. ¿Podías tú concentrarte en algo más? Tu regadera, tu exhibicionismo, tus jabones neutros, escondía tus rastrillos para que no te rasuraras. La madrugada que me dijiste te amo y me abrazaste llorando, el día que te dije lo mismo y ya era tarde. El alacrán que mataste cuando faltaba medio centímetro para que me picara la nuca. El olor de tu sobaco, tus calzoncillos inmaculados, tus pies. Quizá no recuerdes tantos detalles. Quizá sabes más que yo. Mi piel suave, enrojecida por la tuya cubierta de vellos. Tu excesiva disciplina, mi desorden voluntario, los años que pasamos sin conocernos, el año en que no nos separamos. Mil disculpas, dos mil caricias, tres mil besos, cuatro mil promesas, todo sumado y dividido entre tus dudas y mis neurosis dio como resultado cero. Te encanta el frío a mi el calor, a ti los días nublados a mi los días templados, adoras la lluvia y yo al sol. Quizá éramos muy diferentes. Quizá eso no importó. Tus celos, mis celos, nuestros celos. Tus hoyuelos al sonreír, mis gritos, tus arrebatos, tus dibujos, mis poemas. Tus fantasías enrolladas con las mías. Las canciones prohibidas porque creías que me recordaban a alguien más, los mensajes que llegaban de madrugada a tu celular, mi descaro, tu Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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desconfianza, el sabor de tus besos que saben a cigarro, la emoción de la inseguridad, el corazón el vilo. Quizá era muy pronto. Quizá me equivoqué de cuerpo. Quizá hubieras dejado al alacrán hacer su trabajo. ¿Hubiera muerto él o yo?
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Hormigas de sol Relatos insectuosos. Parte II El sol está celoso de la luna. No entiende por qué desde el principio de los tiempos, se le ha dado tanta importancia. Siempre que se piensa en una escena romántica, el escenario perfecto es nocturno, bajo su plateada luz. Los enamorados dicen sentirse más cómodos por la noche, cuando sólo las estrellas y el astro cristalino, los envuelve. ¿Por qué? He de confesar que yo siento la noche oscura y fría. Los momentos más felices los he pasado en días soleados con un cielo enteramente azul, durante espontáneos viajes en carretera cuando los verdes caminos están llenos de espigas doradas y flores multicolores que brillan y bailan bajo su brillo. Me tumbo sobre el pasto y pasan volando insectos fosforescentes con alas transparentes, luego me gusta observar a las hormigas del campo, que son rojas porque las ha bronceado el sol. Desde niña siempre preferí los días soleados. En ese entonces, pasaba todo el día en la playa jugando, cavando un hoyo. Cuando lo terminaba lo llenaba a cubetadas con agua de mar. Esa era mi recompensa, contemplar el atardecer desde mi alberca privada. Con las mejillas y los hombros tostados de sol. El momento más romántico que he vivido, fue bajo la luz del sol. Era junio y estaba amaneciendo. Por la ventana de cortinas blancas se colaron las primeras luces del alba, iluminando toda la habitación. Yo lo volteé a ver, su cabello se veía amarillo, de repente dorado y bajo los reflejos de los primero rayos del día, sus ojos eran más claros que la miel. Y luego, me sonrío. Nunca había visto un hombre tan ni más hermoso. La felicidad solar. Simplemente el amanecer. Me siento llena de vida, se escuchan aves, el clima está fresco, huele a albahaca o a menta, los primeros rayos, acarician suavemente, son tímidos, nítidos y puros. En ese momento cuando el sol da a luz un nuevo día, es el momento perfecto para dar gracias porque tenemos vida.
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Mantis pagana Relatos insectuosos. Parte II Me enamoré de un hombre con cara de mantis religiosa, pero como él no cree en nada, eso lo convierte en una mantis pagana, digámosle campamocha, (que es lo mismo que mantis), le queda mejor. Como su especie lo dicta, me agarró con sus gigantes patas y me devoró viva. Bien dicen los campesinos, que las campamochas son de mala suerte, son mañosas y artistas en el arte del mimetismo, peligrosas, ocultan cosas. Son deportistas, inclusive hay un tipo de arte marcial inspirado en su forma de atacar… Son solitarias, excepto en el tiempo de reproducción; tienen tres enormes ojos (y enormes pestañas), con los que hipnotizan a su presa; gozan de muy buena vista (aunque les encanta disimular). En raras ocasiones, durante y tras el apareamiento la hembra se come al macho. No se asusten. Él es una campamocha, no yo.
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