Gerardo Arana Villareal

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GERARDO ARANA SOBRE EL ESCRITOR Gerardo Arana (Querétaro, 19872012). Escritor y Lic. en Lenguas Modernas por la Universidad Autónoma de Querétaro, UAQ. Participó en distintos talleres como asistente y coordinador. Ha publicado los cuadernillos de cuentos La Máquina de Hacer Pájaros (Herring Publishers – UAQ, 2008), Neónidas (Herring Publishers, 2009) y El Whisky del Barbero Espadachín (Urano, 2010). Ha recibido distintos premios a nivel local y nacional y ha sido becario del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes en la categoría Jóvenes Creadores en 2009, y de la Fundación Mexicana de las Letras para el Curso de Creación Literaria para Jóvenes en 2009. Impartía clases de español e historia a jóvenes de secundaria y estuvo a cargo de la dirección editorial de Herring Publishers México. Romina Cazón

ÍNDICE

Tiempos en cuento real Artefactualidad, Simulacro y Montaje Laboratorio de soluciones imaginarias Sobre el primer concurso de creación literaria Principio y final; acontecimiento. La marrana Gaitán olvida quien es quien. Un escritor en apuros Tiempos en cuento real (2)

El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.


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Tiempos en cuento real 1. Rubén plantaba mota Cronik en su patio. Se la fumaba y pintaba cuadros. Nunca le hizo daño a nadie, sólo pintaba plantitas. Bien locas, eso sí.

Estaban tres mexicanos y un chileno velando el cadáver de Juan Rulfo cuando el chileno dice: en México reina la muerte. Pues sí, hay muchos muertos dice un mexicano. 35,000 nomás por la guerra dice otro. En México todos están muertos dice otro. Pobres escritores mexicanos. Se lamenta el chileno. Treinta y Cinco. 35 mil muertos. Sí 35,000. ¿Treinta y cinco mil?. Verga. 2. Cabeza de Pentágono Loco compró una corbata clip en el barrio chino de Madrid. Ya no se siente oprimido. 3.Tengo un alumno que arma un cubo rubick en dos minutos. Es un genio pero sus papás quieren que sea rico. 4. Sino se callan les vamos a pintar bigotes y les vamos a volar el pito a tiros. 5. Este libro se iba llamar Ventanas de la Guillotina Negra. Ya no.

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Artefactualidad, Simulacro y Montaje La redefinición de textualidades ha sido objeto de estudio de diversas investigaciones. Si bien George Landow describe este fenómeno (el de la transliteración) como un modelo observable en relación al proceso de lectura, Jaques Derrida, por su parte, en su libro Ecografías de la Televisión, escrito con Bernard Stiegler, revisa las implicaciones de su montaje. El corpus examinado en el libro es ni más ni menos que la televisión de los años noventa. Según Jaques un fenómeno textual carente de estructura u organización alguna. La escritura del libro es motivo de mención. El libro, presentado como una serie de entrevistas cubre a tiempo real una de las ultimas ideas del científico loco. Derrida ya viejo y medio demente, a modo de Reality Show permite la instalación de una cámara de TV en su propio domicilio. Una vez habiendo participado en el extraño simulacro el pensador concluye acerca de la espectralidad y virtualidad de los discursos. Por el momento basta acercarnos a los conceptos tratados por Derrida y de los que con valentía nos valdremos en nuestro librito de cuentos. Artefactualidad: hechura ficcional, dispositivos ficticio o artificial que genera una “realidad” en cuya conformación se degenera el tiempo real. Simulacro: la apropiación del tiempo y el espacio público con el objetivo de emular una realidad caracterizada y regulada solamente por su ordeMontaje: la creación de escenografías o espacios donde sea posible el acontecimiento. Este simulacro es llamado fantasmagórico comparándolo, para su comprensión con “un cuerpo que no está presente pero que artefactualmente está visible” Derrida sugiere que el mismo espectador tiene que “aprender a discernir, componer, pegar, a montar, justamente” para volverse consciente de la artificialidad y relaciones de poder de los discursos actuales. Sí, ese Jaquie era un puto genio. Anselmo Villarreal Tlaxcala 2005

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Laboratorio de soluciones imaginarias Soy de la generación de escritores que a falta de guerra mundial conoció la aventura y el peligro hasta que se vio obligado a entrar a dar clases a una secundaria. Mi situación era en cierto grado delicada, terminó mi beca de Gobierno del Estado, la novela que escribí no me había vuelto famoso y en mis bolsillos ni siquiera aleteaban las polillas que viven en los libros y en las cabezas de los novelistas jóvenes. Me arreglé el bigote, busqué mi folder de documentos importantes, miré con cierta nostalgia los borradores primarios de la novela y regresé a la secundaria. El edificio de la secundaria, una fortaleza de ladrillos sobre una colina soleada, mostraba un semblante un tanto desalentador. Buscando la sala de maestros me fui haciendo paso entre bandadas de estudiantes que evidenciaban en sus murmures encontrarse al acecho. El último profesor de español había escapado, en su escritorio había aspirinas pulverizadas y una torre de exámenes por calificar. Como escritor detecté de inmediato la sugerencia macabra y fui formulando la tragedia que la situación me sugería. Tres cafés encima preparé mis programas de clase, desempolvé mis aburridos libros de gramática y me dirigí al salón de primero de secundaria. Nervioso, esperé a que el director me presentara. Los alumnos, con mirada luciferina, estudiaban mi estatura y cada uno de mis movimientos. Tenían frente suyo a la presa perfecta: el jovencito romántico con un libro de poemas sobre la edad media bajo el brazo. El director me miró con cierta preocupación y me dejó frente a un auditorio expectante. Escribí mi nombre en el pizarrón y les conté la historia de Cosimo Piovasco, el héroe indomable del Barón Rampante: un renegado más o menos su edad quien negándose a comer un plato de caracoles decide dar una lección ejemplar a sus padres. El muchacho, imponiendo su autoridad, sube a las copas de una encina y sosteniendo un grito de batalla les asegura que no bajará nunca más. –Bien muchachos –les dije asomándome por la ventana– ¿Cómo harían ustedes para sobrevivir toda su vida sobre las copas del árbol que está plantado en medio del patio? Un suspenso inquietante recorrió las centrales nerviosas del salón de clase. El escritor Miguel de Cervantes me miraba desesperanzado desde una litografía. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos

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–¿Nadie? –pregunté tomando asiento sobre el escritorio. De inmediato uno de ellos levantó la mano. –Pues yo pondría un negocio de tareas con los niños de la primaria, con el dinero me iría manteniendo. –Bien, la vida criminal ¿Alguien más? –Pues yo le pediría a Gunter que se robara cosas del laboratorio, haría crecer el árbol lo suficiente para que sus raíces destruyeran la escuela. –Bien –le contesté entusiasmado. Uno más levantó la mano: pues yo sembraría más arboles, cada uno sería un salón, después de un tiempo tendría una escuela más chida que ésta. Apenas dicho esto, un muchacho que había estado dibujando toda la clase, levantado su lápiz dijo: pues yo tendría un rifle francotirador y le dispararía a los maestros que reprobaran a mis amigos. Varias risas se escucharon a lo largo del aula. Pues yo atraparía palomas, las educaría y las mandaría por todo lo que necesite, respondió otro con lucidez. Bien, les dije entusiasmado, la primera actividad de la clase será que escriban como sobrevivirían sobre el árbol que vive en medio del patio. –¿Puede pasar lo que sea? –Preguntó un niño afilando la punta de su lápiz. Lo que sea, le contesté pensando en las consecuencias. Me senté una vez más sobre mi escritorio. Todos se pusieron a trabajar. Cómo me hubiera gustado encender un cigarrillo, frente a mí había treinta escritores resolviendo un problema al mismo tiempo. Uno de ellos, interrumpiendo los trabajos de pensamiento me preguntó: ¿Usted qué haría profe? La verdad es que no supe que contestarle. El joven escritor sabía quien escribiría su primer libro de cuentos.

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Sobre el primer curso de creación literaria para jóvenes de la Fundación Mexicana para las letras Estimado comité de organización: Se necesita confianza y sobre todo valentía para organizar un campamento literario. Más aún cuando los scouts son un grupo de jovencitos. De la experiencia podrían escribirse desde una reseña hasta un cuento. El cuento (que le hubiera divertido contar a Bolaño) comenzaría más o menos así: “Nos conocimos en la sala de conferencias de un hotel lujoso un día de tormenta” Veintitrés muchachitos. Siete poetas. Cuatro dramaturgos. Siete narradores. Cinco ensayistas y un jovencito (probablemente el más talentoso de todos) que estaba convencido de ser la reencarnación del escritor mexicano Juan García Ponce. Por su parte, la probable reseña, con cierta seriedad, concluiría diciendo que el seminario de creación logró su objetivo: alentar a un grupo de jóvenes desbocados a escribir una obra maestra. Al parecer podíamos ganarnos la vida escribiendo. En las distintas sesiones que integraron el taller fueron desfilando frente a nosotros muchos hombres importantes, que hablaban, naturalmente, de cosas sumamente importantes. Desde la relación que existe entre Cervantes y la tala de árboles a nivel mundial hasta la vanidad de Montaigne. De nociones de teatro antropocósmico, hasta las aventuras en la Casa del Lago allá en los setentas. De la obra perdida de Amado Nervo a los viajes sentimentales de D.H Lawrence. Ideas atrevidas, ideas afrancesadas, ideas obsoletas, ideas geniales, muchas ideas, las ideas suficientes para retirarse a una cabaña a meditar sobre ellas. Pero de nuestros brillantes conferencistas, de sus importantes ideas, de sus personalidades, de todos esos datos y definiciones que seguramente voy a olvidar, me quedó un pensamiento (que la mayoría de las veces me viene con fuerza sentimental): “La literatura como método para explicar la realidad” Del pensamiento se desprende una pregunta que fue formulada y reformulada a lo largo del curso ¿Cómo vivir haciendo literatura? La respuesta se supone que vamos encontrarla escribiendo. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos

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La literatura como forma de vida me repito extrañando los jardines prehistóricos de la Universidad Veracruzana. Miren, sin darme cuenta acabo de escribir otro principio de cuento. Todo es cuento, escribe mientras no estés escribiendo. Pero regresemos a la reseña, no es momento de ponerse experimental. Volvamos a concluir, del curso me quedaron ganas de escribir, de escribirlo todo, de escribir hasta que ya no me queden fuerzas. Eso por parte de las conferencias, pero, estimado comité de organización, el curso se dividió en dos partes, la parte en la que ustedes nos conocieron y la parte en la que nosotros nos conocimos. Todo esto fue de noche, cuando nos veían abordar un taxi y sospechaban que al día siguiente nos encontrarían desvelados. Así empezó la segunda parte del curso, donde todos nuestros maestros nacieron después de 1987. Inmaduros y solitarios, con un fajo de billetes y ninguna autoridad que regulara nuestro comportamiento. Otorgarle 10000 pesos a un adolescente no es siempre una buena idea. En un principio, sospechando del talento de nuestros compañeros, nos acercamos con timidez a presentarnos hasta darnos cuenta de que estábamos compartiendo el mundo del que algún día tendríamos que escribir, o bien del que ya estábamos escribiendo. La celeridad, la demencia, el espíritu de una generación formada en los turbulentos años noventa. Nacimos después del 87, nos encanta Joy Division y estamos dispuestos a entregarlo todo al momento de escribir. –Sabes, vamos a morir, me dijo un poeta de 19 años víctima de unas copas y un arrebato de neurosis juvenil. –Decir te amo a alguien, es decirle tú no deberías de morir nunca, nos dijo Hugo Gutiérrez Vega acariciándose las barbas de explorador de montaña. Confirmando que esto es un cuento porque se encuentra en el contexto indicado, ahora deja de serlo y adquiere el tono de una carta (en cursivas y todo), de una carta escrita a un amigo, de una carta escrita para leérsele a escondidas. Me enamoré en Xalapa. Me emborraché en Xalapa. Escuché conferencias inolvidables, me aburrí en algunas clases, merodeé por los pasillos desvelado, hice apuntes emocionado, lloré al borde de la cama y llegué a Querétaro con el firme propósito de escribir una obra de cuentos. No sé si mi novela vaya a ser buena pero ojala el pulso y entusiasmo transmitido en el seminario me acompañe a lo largo de mi primer libro de cuentos. Anselmo Villarreal. 2009

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Principio y final, acontecimietno Hay que buscar la vida en la vida de los cuentos. Ricardo Piglia Las notas y reflexiones de Frank Kermode en su libro El sentido de un final: estudios sobre la teoría de la ficción nos serán de ayuda en más de una manera. Frank Kermode, hermeneuta y pensador británico, estudia con agudeza y fuerza expresiva la composición de los discursos apocalípticos acentuando la concordancia entre la vida humana y la estructura de sus ficciones. Frank Kermode, es importante decirlo, considera la ficción como imagen temporal del mundo ordenada conforme a la proximidad de un “Final”. Este “Final” presupone un “Principio” que lo determina. La relación entre el “Principio” y el “Final” dota de un lugar y un sentido a los acontecimientos que se ubican entre ambos. El escritor de tradición apocalíptica desarrolla de esta forma un discurso de autoreferencialidad. Dejemos que Frank nos explique. “Frank: el Apocalipsis depende de la concordancia entre el pasado imaginativamente registrado y el futuro imaginativamente predicho, alcanzada en nombre de nosotros, los que permanecemos en el medio” Frank Kermode es un tipo listo, lo leí en la universidad. Frankie aplica estos conceptos en distintas obras literarias que van desde textos de configuración canónica como el Apocalipsis de Juan hasta textos contemporáneos como el Laberinto de Robbe Grillet, donde como ocurre en el cuento “El final sostenido” se muestra una falsa temporalidad, una falsa causalidad. Palabra, sentido. Sentidos. “Kermode: La nueva escritura se repite, se bisecta, se modifica, se contradice, sin acumular nunca un volumen suficiente para construir un pasado y con ello una “historia” en el sentido tradicional del término” :) Les digo que es un tipo listo. Una búsqueda cuyo sentido, como ocurre con el narrador de Valentina, se contiene dentro del campo perceptivo del narrador, acentuando de este modo su naturaleza transicional. Aguste Jerome. Kapos Virginiana, 2007 Biblioteca Digital de Escritores Queretanos

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La marrana Gaitán olvida quien es quien Había aparecido gente extraña merodeando por los alrededores. Alguien dijo que tal vez se trataba de los hombres del Macabro pero nadie lo escuchó. Los desconocidos examinaban las placas de los automóviles estacionados a lo largo de la casa. Ante la intromisión los huéspedes dejaron sus botellas de mezcal sobre la mesa y se reunieron junto a las ventanas. Martha buscó tranquilizarlos asegurándoles que se trataba de una operación de rutina. Los extraños desaparecieron. La conferencia continuó y nadie volvió a verlos. La Marrana Gaitán, quien no se sentía tranquilo, le dio un sorbo largo a su trago y subió al estudio de la casa. A eso de las doce del día, un carnicero llamado Guadalupe Badariel entró en la cocina a entregar una barbacoa de mezquite. De regreso, al bajar la colina, se encontró con uno de los automóviles azules de la policía bloqueando la carretera y a cuatro agentes en traje de civil montando guardia. Lupe, quien no había ido a la primaria y había sido matón en sus buenos tiempos se quedó horrorizado. Lupe sabía lo que aquello significaba. No obstante, la policía lo dejó pasar en su camioncito sin poner objeción. Lupe pensando en Martha y en la Marrana consideró pertinente regresar a la casa y dar aviso de lo sucedido. –¡La policía del estado! –gritó levantando un rifle negro– ¡Están deteniendo a todo el mundo! ¡Están en todas partes! Los concurrentes que en torno a la estufa campestre habían comenzado a almorzar, presas del pánico se desbandaron; los criminales salieron en busca de sus coches, otros a esconderse en el rancho. Martha, pistola en mano, buscaba desesperada a la Marrana por toda la casa. El cartel corría peligro y su mentor no aparecía por ninguna parte. –¡Marrana! ¡Marrana! Gritaba subiendo los escalones. El narco se encontraba en el estudio, sentado en silencio frente a un piano de pared. La Marrana Gaitán escuchó el desorden en la casa y un tiroteo en la lejanía pero prefirió no darles importancia. A lo largo de la habitación había varias maletas abiertas y ropa de mujer en todas partes. La Marrana se había pintado los labios y lloraba sin atreverse a abrir los seguros del piano negro. Las sirenas de las patrullas extendían su demencia por toda la colina. 10

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Martha abría y cerraba puertas. La Marrana Gaitán no habría escapado sin ella. Atravesó un pasillo vigilado por una estatua de la Virgen de Guadalupe. Abriendo y cerrando todas las puertas a su paso. Finalmente entró al estudio y miró a la Marrana Gaitán, sentado de espaldas frente al piano, interpretando, sin emoción alguna una pieza triste y estúpida. –¡Marrana! –exclamó con dramatismo– ¿Qué haces aquí? ¡Nos han descubierto! –Sí –le respondió sin dejar de tocar la pieza. Marrana, levántate amor mío, sé de un lugar en el rancho donde podemos escondernos –exclamó tratando de cerrar el piano. –No –le contestó golpeando las teclas. Martha, al ver a su marido con los labios pintados sintió un dolor en el pecho. Se echó a llorar e intentó levantarlo del piano. Tratando de levantarlo pensó en él y no pudo explicarse que había ocurrido con el michoacano valiente que la había regalado una Suburban pintada de oro el día de su boda. Martha no iba a poder levantarlo. La marrana pesaba como oro. –Sí, sí, no, no –le dijo la Marrana intentando consolarla. –¡Sálvame Pedro! –le dijo llorando. –Sí –le respondió la Marrana y siguió tocando el piano. Martha le dio una bofetada, le dio un beso y salió corriendo del estudio. –Pedro ¡Sígueme si me amas! –le gritó bajando las escaleras, esperando a que su marido la siguiera. Cuando Pedro Gaitán terminó de tocar la pieza triste y estúpida era demasiado tarde. El hampón se sentó en el suelo y llegó gateando hasta el marco de la ventana. Las cortinas se agitaban de forma exagerada. Desde la ventana veía a su mujer corriendo como liebre por el campo, enlodando su vestido y mirando de vez cuando la colina soleada donde estaba la casa. Mientras la mujer corría tropezó con su vestido y esto a la Marrana le causó bastante risa. –Sí, Sí –le gritó el temible gángster con ternura. La Marrana Gaitán arrancó las cortinas, rompió una ventana gritando a veces sí y a veces no. –Sí, sí no, no. La marrana, sin saber que ocurría, se intentó arrancar los bigotes. Incomodo consigo mismo encontró terriblemente molesta la consistencia de sus dientes. Para resolver su incomodidad trató de morder la alfombra del estudio. No siendo suficiente esta sensación, trató de tirarse un diente con un bastón que encontró en el suelo. La Marrana no pudo. El sargento Vicente Ramírez entró, junto a un equipo de asalto del ejercito y doce militares del departamento de la unidad especial, al rancho Pedro Gaitán. Entraron por la cocina, siguiendo al sargento, quien después Biblioteca Digital de Escritores Queretanos

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del terrible episodio en Maravatío, no podía esperar a encontrarse con su enemigo. –¡Nunca pensé que llegaría este día! –le dijo Vicente Ramírez emocionado a un soldado. –La Marrana debe seguir aquí Señor –le respondió el soldado– Sólo vimos salir a su esposa. Vicente Ramírez y sus hombres subieron por las escaleras y después de revisar varias habitaciones dieron con el estudio. Chente había esperado por años este momento. La marrana más macabro que nunca veía al techo desesperanzado. –¡Marrana, tlacuache infeliz, quién diría que volveríamos a vernos! –Le gritó apuntándole con su revólver al pecho. –Sí, sí, no, no –le respondió la Marrana babeando hilos de sangre. –Se iniciarán innumerables juicios en contra tuya, tú y tus malditos cacomiztles por fin encontrarán la muerte–. Gritó el sargento desconcertado por ver a su enemigo con los labios pintados. –No, No o ¿Sí? –Los vamos a matar. Te vamos a matar. Nos vas a chupar la verga y luego los vamos a matar. Le grito viendo directamente a sus ojos. –Sí, sí –contestó la Marrana metiéndose un dedo a la boca. Todos se quedaron en silencio y contemplaron con profunda extrañeza como el peligroso delincuente buscaba meter su puño completo en la boca –¡Eso es todo lo que tienes que decir Asesino! –gritó el sargento y pegó un tiro en el techo. –Sí. El sargento tenía ganas de conversar con su enemigo y este se comportaba como un verdadero imbécil. –Te voy a volar la verga a tiros hijo de perra. Le grito Vicente Ramírez. Una vena azul le atravesaba el cuello. –¡Esposen de una vez por todas a esa puta cerda! Gritó el sargento colérico. –Sí, Sí –les respondió Pedro Gaitán aplaudiendo. Una vez en el carro militar la Marrana Gaitán, muy contento, se orinó encima y comenzó a gimotear con una dulzura insoportable. El sargento Ramírez, viéndolo por el retrovisor se preguntó si realmente se trataba de la Marrana Gaitán. Uno de los jefes más buscado de la familia michoacana. No podía ser ¿Toda su carrera persiguiendo a un retrasado mental? Tenía que haber un problema en su historia. Pedro Gaitán, la Marrana Negra, más macabro que nunca, chupaba el aluminio de sus esposas.

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Un escritor en apuros La diferencia entre un escritor y un literato es una cuestión de sex-appeal. G.Rex Atravesé con apuro el ala administrativa de la Universidad Autónoma de Yucatán. Mi andar desesperado levantó sospechas entre los vigilantes de la universidad. No era para más, a mi paso desbandé a unos estudiantes que esperaban su turno en servicios escolares, detuve la conversación de un par de profesores y le hice perder las cuentas a una secretaria que pasaba de los sesenta. Obviamente me apenaba turbar la ecología universitaria pero en ese momento hubiera estado dispuesto a empujar niños por los balcones, a derribar doctoras jorobadas a codazos. El aire histórico de los corredores estimulaba mi impertinente correteo. Despeinado, oliendo a ropa sucia, apretando un folder contra el pecho. Reflexionando sobre mi aspecto en aquella época hubiera entendido que se me confundiera con un delincuente. Una propulsión meteórica pilotaba mis nervios, se hacía tarde para la lectura de mi ponencia. Sé que todo esto puede parecer una exageración pero la Universidad Autónoma de Querétaro estaba financiado mis excesos en Yucatán con el único motivo de que yo leyera las catorce páginas del trabajo de investigación literaria que había escrito hace más de cuatro años. Trabajo, que no sobra decir, leía cada que se me presentaba la oportunidad. La organizadora, una maestra joven y miope me tenía en la mira. Dos noches atrás, después de encontrarme vomitando en el cenicero del hotel me amenazó con pasar un reporte a la dirección. La noche anterior a la lectura de mi ponencia un grupo de estudiantes de literatura nos llevaron a Puerto Progreso. Después de beber y fumar mota en cantidades considerables me decidí a tomar una siesta junto a una lancha negra. Al día siguiente estaba completamente sólo en la playa. Ese día, por la mañana, el XII Congreso de Estudiantes de Literatura se había vuelto una verdadera aventura. Faltaban dos horas para que se inaugurara la mesa de trabajo número veintitrés: Hipertextos. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos

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Mi ponencia se llamaba Amuleto el montaje de un intermedio: una revisión a la obra de Roberto Bolaño. Marco teórico: Derrida, Landow y Kermode. Quince páginas de hueva. Tomé un Taxi, pasé al hotel, busqué en mi maleta el fólder amarillo y me apresuré a la Facultad de Humanidades. Después de correr como desesperado di con el auditorio Edmundo Valadez. Un reloj de manecillas dominaba el auditorio, faltaban cinco minutos para que terminara la mesa de trabajo. Ideando una justificación me busqué un lugar entre los asientos. Un muchacho leía su ponencia. Mientras pensaba en cómo hacerme de un lugar en la mesa de ponentes sentí un estremecimiento terrible, el muchacho, que usaba como antifaz su propio trabajo, estaba leyendo mi ponencia. Seguí escuchando, conocía bien el trabajo, lo había leído en varios congresos. Sin poder creerlo abrí el folder donde guardaba el legajo y caí en cuenta de que había desaparecido. Luego me detuve a escuchar su voz, su timbré me resulto insoportable. No tardé en explicármelo. Su voz era idéntica a la mía. Una vez terminada su lectura los asistentes comenzaron a aplaudir. El muchacho apartó el documento que escondía su identidad. Llevaba un semblante triste y desesperanzado. El muchacho dio un sorbo largo a su botella de agua, juntó las manos en su pecho y siguiendo al público comenzó a aplaudirse. Me sentí mareado, mi espalda estaba empapada de sudor. Me quedé estudiándolo con desconcierto. Por más que me resistiera era inevitable el terrible pensamiento. El muchacho y yo éramos idénticos. La facha de escritor forajido, los ademanes femeninos, el constante nerviosismo. Una vez terminada la lectura una de las organizadoras clausuró la mesa y todos se fueron retirando del auditorio. Yo me quedé hundido en mi asiento sin poder explicarme el extraño suceso. No quería levantarme de ahí pero supe que tenía que ir a buscarlo. Salí del auditorio muerto de miedo. Una vez afuera me encontré con varios estudiantes reunidos en círculo comentando libros y procedimientos literarios. Me hice lugar entre la gente y lo vi apoyado contra un barandal. Se fumaba un cigarrillo mirando entristecido al patio. Sentí pena por él. Cuando me acerqué él se dio la vuelta y bajó las escaleras. Lo seguí sin saber que decirle, sin perder de vista su espalda. Una vez cruzado el umbral de la puerta principal, a su paso, con desdén romántico, fue tirando una a una las hojas que componían la ponencia. Yo por mi parte, me fui inclinando a recogerlas. El muchacho caminaba de puntas, yo me esforcé por mantener los talones apoyados en el suelo. Le seguí por toda una avenida hasta que me di cuenta de que se dirigía al hotel donde me hospedaba. Entró al hotel, subió hasta mi habitación, abrió la puerta y entró sin volverla a cerrar. Sin voltear atrás se buscó un lugar entre las sábanas destendidas. Yo preferí 14

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sentarme en la orilla de la cama. Nervioso y preocupado, sin saber cómo intervenir, encendí un cigarro y me quedé pensativo hasta que el muchacho comenzó a llorar. Gimoteaba enternecido. Yo supuse que tenía que acompañarlo en su duelo. Conmovido, me acosté junto a él y lo abracé, pero no fue suficiente. El impostor lloraba desconsolado, como un niño, como cuando yo era niño. En algún momento volteó y nuestros rostros se encontraron. Estuvimos en silencio hasta que metió su dedo índice en mi boca. Aproximó su cuerpo y pude sentir como aumentaba su temperatura. Nuestras respiraciones seguían un mismo compás, con la mano desocupada me quitó el cinturón. Pensé en pedirle que se detuviera pero estoy seguro de que no me hubiera hecho el menor caso. Una vez con mi pene entre sus manos comenzó a masturbarme. Sabes Gerardo, me encanta como escribes, dijo antes de desaparecer entre las sábanas.

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Tiempos a cuento real (2) Conseguirle un buen polvo a Barcelona. Barcelona es la Pamela Anderson de los labradores. Es una perrita dorada y hermosa. Pamela se estaba deprimiendo en su casita. Necesitaba un buen polvo. Había que conseguir a Tommy Lee. Existía. Se llamaba Moe y era el pastor alemán de uno de mis amigos. Unas semanas antes del enorme pito de Moe cayó una gota de sangre. Mi amigo preocupado fue a consultar a su veterinario. Moe también necesitaba un polvo. Los citamos en un parque sin cámaras. Moe mató a Barce durante el acto. La muerte perfecta para una perra rubia de california. Perder una Maestría en el Tec de Monterrey. Entré a estudiar la maestría en Tecnologías de la Educación del Tec de Monterrey. Mi campus era virtual. El antónimo de virtual es real pensé mientras hacía mi primera tarea. Quiero una maestría real, no quiero estar frente a una máquina. En el Tec se enojaron conmigo. Mi jefe en el trabajo me amenazó. Había peleado porque me dieran esa beca. Era una gran oportunidad mi maestría del Tec. Me iba a abrir muchas puertas. Tire 4500000 pesos a la basura. Ahora ya no voy poder conocer alumnitas en sus prepas. Que pendejo soy, La mota Cronik y el espresso no. La mota Cronik y el espresso no son buena idea. .15 libras de crónica y dos expresos no. O tal vez sí. Me metí en problemas. Mi compañero de piso me corrió. Falté al trabajo. Creí que había nevado. Les di mi dinero a unos desconocidos. Desperté a mi mejor amigo. Mis papás se preocuparon. Que tonto soy, casi arruino mi vida. El pájaro carpintero. Piedras de lumbre, Sonora. 2011 16

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